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Lecciones sobre estética de Hegel [*]

Dra. Arq. Jimena P. Cutruneo [1]

En 1835 (cuatro años después de su muerte) se dan a conocer


reordenadas por sus alumnos las lecciones sobre estética (Vorlesungen uber
die Aesthetik)[2] impartidas por Hegel en la Universidad de Berlín durante
los años 1818-19. Dicha publicación debe pensarse dentro del marco de
su filosofía del espíritu que junto a lógica y a filosofía de la
naturaleza conforman las tres partes fundantes del sistema de pensamiento
hegeliano.

Todo su sistema plantea una evolución dialéctica del espíritu en tres


momentos: el de la idea(espíritu subjetivo), el de la negación de
la idea (espíritu objetivo), y el de la negación de la negación (espíritu
absoluto) fase en la que dicha substancia adquiere conciencia de su
naturaleza racional y toma posesión de su propia libertad. En este devenir
dialéctico la filosofía del espititu alcanza el estadío de más alto desarrollo,
estadío que incluye al arte.

Este proceso, que como tal implica un devenir temporal para la


autorrealización de la idea, es explicativo de cada uno de los elementos de su
filosofía y organiza a su vez las fases de su desarrollo.
En este sentido, el espíritu subjetivo refiere al surgimiento de la conciencia
individual y su progresiva elevación hasta las formas más altas de la
voluntad y el pensamiento. Elevación que da lugar a una nueva tríada
dialéctica: alma (actividad vinculada al individuo y a las condiciones
ambientales), conciencia (actividad que reflexiona sobre sí misma y llega a
la autoconciencia), y razón (manifiesta su propia universalidad en el
conocimiento teorético en el obrar práctico y en la voluntad libre)

El espíritu objetivo, se despliega en instituciones históricas concretas,


que tienden a llevar a efecto la unidad de la voluntad libre (o universal) con
la voluntad singular. También este espíritu origina una tríada dialéctica
constituida por 3 esferas de espiritualidad: derecho (el espíritu es persona
frente a otras personas, el derecho nace justamente del conjunto de acciones
y reacciones mutuas entre ellas), moralidad (el espíritu se revela como
sujeto, animado por una voluntad particular que tiende a transformarse en
universal., y ética -o moral social- ( el espíritu se convierte en espíritu de un
pueblo, en una sustancia en la que ser y deber ser coinciden ya).
Finalmente, el espíritu absoluto constituye la totalidad de la vida espiritual
de la existencia, queda superada toda antítesis entre espíritu como individuo
y la vida supraindividual. También se realiza a través de una tríada
dialéctica: arte, religión y filosofía, cuyos 3 momentos integran, en su
totalidad, la autoconciencia viva del espíritu del mundo (substancia divina
del universo)

La estética hegeliana se mueve en tres niveles de reflexión: la idea de


lo bello en general; las formas particulares o históricas que reviste lo bello
en el arte; y los sistemas de las artes particulares.

De lo bello en el arte
Para Hegel el arte es la expresión en formas sensibles del espíritu
divino. La religión, su expresión en formas representativas. La filosofía es la
autoconciencia absoluta del espíritu y como tal constituye el núcleo
conceptual del arte y la religión.

La belleza tiene un contenido racional preciso; por lo tanto una ciencia


del arte no pude fundarse simplemente en las formas del arte, sino que debe
hacerlo en la esencia del mismo, es decir en la idea, que en lo bello se
manifiesta en forma sensible. La belleza esta constituida por la armonía de la
forma con la idea.
Para el artista “la idea constituye su sustancia más íntima y le hace sentir un
irresistible necesidad de representarla”(p.229). La idea nace en él y de él
conteniendo la esencia del espíritu de su tiempo, de su pueblo y de sus
creencias religiosas.

La belleza deberá revelarse ante todo en la naturaleza, mundo de la


inmediatez y de la alineación, pero en ella se hallará privada de los
caracteres de libertad e idealidad, propios de la verdadera belleza. Este
grado inferior, que aun no es arte, constituye la belleza natural.
La belleza artística posee, en cambio, una realidad propia, superior a la
realidad empírica, por cuanto está libre de todo vinculo con el mundo
exterior. La belleza artística implica una actividad productiva y creadora.

Esta definición de la belleza permite superar la concepción naturalista


del arte, ya que, así concretado, lo bello no puede existir en la naturaleza,
sino exclusivamente en el espíritu. La belleza natural, la mera simetría de las
cosas externas no es aun la unificación artística en la que debe consistir el
ideal del arte; es precisamente su negación.

Hegel distingue 3 fases en la actividad artística de la humanidad, tres


momentos claves en el desarrollo estético que puede describir en cada uno
de las cinco artes particulares:

1- el arte simbólico en el que prevalece el dato sensible, la intuición


inmediata e irreflexiva de la cosa que al no poder explicarse en el objeto
ideal, se transforma en símbolo, en alusión a algo más general.
2- el arte clásico en el que el esfuerzo para adecuar la forma al significado, el
sujeto al objeto, lleva a la completa objetivación de la subjetividad del artista
(el carácter del arte clásico consiste en la claridad, la serenidad, la
superación de cualquier agobio o tensión)
3- el arte romántico en el que el espíritu insatisfecho de la forma de
adecuación que lo ha constreñido durante la fase precedente, predomina
sobre la expresión corpórea, tenida por insuficiente. En esta fase –la más
completa-, el espíritu se retira desde el exterior hacia el interior, en un
proceso dialéctico más intimo y compacto. Esta tercera forma histórica de lo
artístico no es el arte del romanticismo decimonónico, sino el de la
espiritualidad medieval.

División de las artes

Para Hegel el arte se dirige tanto a los sentidos como al espíritu, de allí
que “la división de las artes particulares deba apoyarse en el sentido al que
ellas se dirigen y en los materiales sensibles que le correspondan” (p.237);
esta clasificación surge de la naturaleza misma de la obra de arte y su
relación con aquellos estadíos de evolución de la idea. Si el arte tenía como
fin la representación del ideal, del absoluto, del espíritu, su clasificación
surge de la mayor o menor capacidad de cada una de ellas para expresarlo,
es decir del menor o mayor grado de espiritualidad, lo que supone al mismo
tiempo la asociación con los grados de desarrollo históricos que plantea.
La arquitectura es la primera de las artes por lo cual en ella todavía hay una
relación exterior entre la idea y sus modos de representación. Sus materiales
son la materia propiamente dicha, no animada por el espíritu, trabajadas
solamente por las leyes de la tectónica, por líneas y formas de la naturaleza
exterior “...dispuestas con regularidad y simetría, de manera de conformar,
en su unión, una obra de arte que ofrezca un simple reflejo del espíritu”
(p.239).

En ese camino ascendente hacia la espiritualidad clasifica a la


escultura, la pintura, la música y la poesía.

Estas cinco artes forman el sistema de las artes reales. Después de


ellas existen para Hegel otras artes (arte de los jardines, danza, etc.) pero
que el considera no deben ser objeto de estudio de la filosofía por tratarse
de géneros mixtos que no ofrecen un verdadero grado de perfección.

El fin de la misión del arte


Si para Hegel “El arte tiene por principio fundamental la unidad de la
idea y la forma, al mismo tiempo que la identificación del pensamiento
personal del artista con el tema y con el objeto de su obra, es más, es el modo
determinado de esta unión el que nos da la regla fija para clasificar y juzgar
todas las manifestaciones sucesivas del arte...” (p.228); después de esta fase
el arte dejara de existir, porque se disolverá la armonía perfecta entre forma
e idea en que consiste la belleza artística.

Hegel sostiene que: “Cuando el arte ha manifestado en todas sus fases


las concepciones que han sido la base de las creencias de la humanidad,
cuando ha recorrido el circulo entero de temas que le pertenecen, su misión,
en relación a cada pueblo, a cada momento de la historia, a cada creencia
determinada, está concluida.” (p.229).
De este modo cuando el arte, cuya “... finalidad es la de encontrar para
el espíritu de un pueblo la expresión artística más conveniente” (p.228),
llega a la cumbre de esa manifestación sensible de lo absoluto su misión
emancipadora llega a un fin, aunque "... seguramente cabe esperar que el
arte no dejará nunca de elevarse y de consumarse, pero su forma ha cesado
de ser la exigencia suprema del espíritu" (citado en Heidegger, 1995, p.69).

Sólo en este sentido Hegel habla de la muerte del arte, de su condición


pasada. Y de la necesidad, en el mundo moderno, de pensar sobre el sentido
del arte ya superado en su época de esplendor como belleza sensible. El arte
como creación de la bella forma ya aconteció. La modernidad entonces
deberá dedicarse a una filosofía del arte. Sólo queda una reflexión filosófica
sobre la historia y el significado del arte que ya se ha cristalizado como
forma más alta de la expresión de la verdad.

“En nuestros días, en casi todos los pueblos, el desarrollo de la


reflexión, la crítica y, particularmente en Alemania, la libertad filosófica se
han adueñado de los artistas. Todos los estadíos del arte romántico han sido
recorridos, ellos han hecho tabla rasa a su espíritu. El arte se ha convertido
en un instrumento libre que cada uno puede manejar convenientemente,
según la medida de su talento personal, y que puede adaptarse a toda clase
de temas sean de la naturaleza que fueran. El artista se encuentra por ello
por debajo de las ideas y de las formas consagradas. Su espíritu se mueve en
su libertad, independiente de las concepciones y las creencias en las cuales
el principio eterno y divino se ha manifestado a la conciencia y a los
sentidos” (p.229).

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