Professional Documents
Culture Documents
LOS SENTIMIENTOS DE
INFERIORIDAD
Querido Amigo:
Hay un problema que casi todos enfrentamos en un momento u otro. Para algunos es un
problema que dura toda la vida. Pero para los jóvenes resulta especialmente hiriente y
doloroso.
¿Cuál es este problema que hiere y causa tanto dolor? Es el sentir de que no vales tanto
como las otras personas. Es ese horrible sentimiento de que eres feo, poco atractivo y de
que a nadie le gustas. Es sentir que eres tonto y que los otros son más inteligentes que tú. Es
la creencia de que eres un fracaso y un perdedor. Se llama “sentimientos de inferioridad”.
¿Qué es lo que más valora el mundo? El mundo pone tres cosas por valores máximos:
1 El atractivo físico
2 La inteligencia y
3 El dinero.
La mayoría de la gente, especialmente los jóvenes, creen que es preciso tener estas cosas
para poder sentirse contentos con ellos mismos. Vamos a considerarlos.
El Atractivo Físico
Según el mundo, una de las cosas más importantes respecto a una persona, es su apariencia
física. El mundo dice: “Si eres una persona hermosa vales mucho; si no eres hermosa no
vales mucho y probablemente no serás feliz en la vida”.
Esta es una de las mentiras de Satanás. Aunque no es cierto, mucha gente lo cree, y esto
ejerce un tremendo efecto sobre ellos. Hay algunas personas que no se aprecian a sí mismas
y otras hasta se odian porque se sienten tan inconformes con su apariencia.
La realidad es que el atractivo físico NO hace a una persona feliz. Un distinguido psiquíatra
hizo un estudio de algunas de las mujeres más bellas y los hombres más atractivos para
saber cómo se sentían respecto a ellos mismos y cómo se relacionaban con los demás.
Después de considerar el resultado de su estudio, dijo: “Ha sido una verdadera sorpresa
para mí ver cuánta depresión, melancolía e infelicidad existe entre la gente bella”.
Dios quiere que comprendamos que nuestro valor como personas no depende de nuestra
apariencia externa. La Biblia dice:
El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 Samuel
16:7).
La Inteligencia
El mundo dice: “Si eres inteligente, eres de importancia; si no lo eres, entonces no vales
mucho”.
Esta es otra de las mentiras de Satanás. Tu valor no se determina por lo inteligente que seas.
Hay jóvenes que tienen mucha dificultad en la escuela. No aprenden tan fácilmente como
los demás. Cuando no contestan bien las preguntas en la clase, todos se ríen. Esto los hace
sentirse tontos e inferiores.
Mientras más falle una persona en algo, más desalentado se pone. Gradualmente empieza a
pensar que es un fracaso completo. Puede llegar a creer que no es capaz de hacer nada bien
y deja de intentarlo. Esto trae más fracaso y sentimientos de inferioridad aún más
profundos.
Dios nunca valora a una persona por su inteligencia. Cuando el Señor Jesús escogió a sus
discípulos, no eligió a los más ingeniosos ni a las personas más inteligentes de sus tiempos.
Sino escogió gente común y corriente. La Biblia dice:
Pues, mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni
muchos poderosos, ni muchos nobles (1 Corintios 1:26).
El Dinero
La tercera manera en que el mundo valora a una persona es por su riqueza. El mundo dice:
“Si quieres ser importante y feliz tienes que tener dinero”.
Esta es también una de las mentiras de Satanás. El dinero no hace feliz a una persona ni
tampoco determina su valor. El Señor Jesús dijo:
La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee (Lucas 12:15).
Aquellos que hacen del dinero su meta en la vida, caen en muchos pecados. La Biblia dice:
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias
y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición (1 Timoteo 6:9).
Dios quiere que nos demos cuenta de que no necesitamos dinero para ser felices. La Biblia
dice:
Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído
a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo,
estemos contentos con esto (1 Timoteo 6:6–8).
Debemos vernos a nosotros mismos como Dios nos ve. ¿Cuánto valemos a los ojos de
Dios? Valemos lo que Él pagó por nosotros. Él dio a Su propio Hijo, quien murió para
redimirnos. Ese es el valor que nos pone Dios.
Debemos entender también que Dios nos ama y nos acepta tales como somos. Su amor no
depende de lo que somos o de lo que tenemos o de lo que hacemos. Dios dice: “No importa
si tienes éxito o eres un fracaso; no importa lo que tú puedas pensar de ti mismo; y no
importa lo que otras personas piensen de ti . . . ¡Yo te amo!
Cuando te das cuenta de que otras personas tienen el mismo problema que tú, esto te
ayudará a comprenderles.
Nunca te burles de una persona. Respeta a los demás y acéptalos tal como son. Hazles saber
que son importantes para ti. Sé especialmente considerado con aquellos que tienen
dificultad para hacer amigos. Te querrán y te apreciarán por esto. Nada ayuda más a tu
confianza en ti mismo que tener amigos verdaderos. Cuando te das cuenta que agradas a
otras personas y te aprecian, es más fácil que te aprecies a ti mismo.
Busca algo que te guste hacer y esfuérzate en hacerlo bien. Considera algo así: "Aprenderé
a tocar un instrumento musical"; "Tendré éxito en mi trabajo"; "Aprenderé a jugar
baloncesto lo mejor posible"; "Veré cuántos amigos logro hacer"; "Aprenderé a ser un buen
jugador de tenis o un buen cocinero".
No pierdas el tiempo compadeciéndote a ti mismo. Haz lo mejor que puedes con lo que
tienes. Desarrolla una actividad que te haga sentir satisfecho de ti mismo. Haciendo lo
mejor que puedas en esa actividad especial que escogiste, hará que empieces a apreciarte
más.
¿Se forma la gente una mala impresión de ti por la forma en que te vistes? Esto tú lo puedes
y debes corregir. ¿Eres perezoso y descuidado en tu trabajo? ¡Haz un cambio! Debemos
hacer todas las cosas para la gloria de Dios. El trabajo descuidado y mal hecho no glorifica
a Dios.
Cualesquiera que sean tus problemas, escríbelos en un papel de modo que puedas
enfrentarlos con honestidad. Señala aquellos que puedes corregir. Quizás conozcas a una
persona mayor, alguien en quien puedes confiar, que pudiera ayudarte.
Lo mejor que puedes hacer con tus “problemas sin solución” es entregárselos al Señor
Jesús. Dile al Señor que ya no puedes más con estos problemas y que los estás entregando a
Él. Tu oración debe contener estos pensamientos, expresados en tus propias palabras:
Tú sabes todo respecto a mí. Tú conoces mis “problemas sin solución”. Ya no puedo más
con ellos, así que los pongo en tus manos. Yo me entrego a ti y te entrego estos problemas.
De hoy en adelante no voy a preocuparme más por ellos porque te los he dado a ti. Confío
en tu amor, en tu sabiduría y en tu poder para hacer algo hermoso de mi vida.
Cuando hayas orado así, destruye tu lista como símbolo de haber entregado estos problemas
al Señor para siempre. Cada vez que comiences a preocuparte de nuevo por estos
problemas, recuerda tu decisión. Dile al Señor que los has puesto en Sus manos y que
sigues confiando que Él se encargará de estos “problemas sin solución”.