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Georges Vigarello

Lo limpio y lo sucio
La higiene del cuerpo
desde la Edad Media

Versión española de:


Rosendo Ferrán

Alianza
Editorial
Titulo original: . 1 M A.
Le propre et le sale. L'hygie1Se tIu corps tlelJUlS e oyen A6e.

INDICE

INTRODUCCIÓN 13

PRIMERA PARTE

Del agua festiva al agua inquietante

1. EL AGUA QUE SE INFILTRA 19


- La abertura de la piel 21
- El aseo seco 31
cultura Libre 2. DESAPARICIÓN DE UNA COSTUMBRE . 36
- Baños públicos de vapor y de agua .. 36
- «Llenar los baños» . 39

3. Los ANTIGUOS PLACERES DEL AGUA 44


- Cuerpos entremezclados 44
- Transgresiones 47
- El «excedente de los bienes de Dios» 52

SEGUNDA PARTE

© Editions du Senil, 1985 . 991 La ropa que lava


© Ed cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, le
Calle Milán, 38, 28043 Madrid; teléf. 200 00 4_
ISBN: 84-206-9618-8
Dep6sito legal: M. 4.131-1991 1. Lo QUE CUBRE Y LO QUE SE VE .. 59
Compuesto en Fernández Ciudad, S. L. (Madrid) - Miserias . 60
Impreso en Lave!. Los llanos, nave 6. HUJDIIleI - El rostro y las manos .. 65
Printed in Spain
8 I Indico
Indico I 9
- La ropa y lo invisible . 68
- Cuerpos y espacios . 75 CUARTA PARTE

2. LA PIEL Y LA BLANCURA DE LA ROPA INTERIOR . 81 El agua que protege


- Ropa blanca y sudor . 82
- Ropa y mirada .. 85
- Frecuencias . 92 1. LAS FUNCIONALIDADES DE LA PIEL 209
- Juego de apariencias . 95 - Instauración de la palabra «hi'~i~~~~~' ~:::: ~:::::: 210
- La piel y la balanza energética . 213
3. APARIENCIAS .. 106 - La resrstencia de los pudores . 216
- Limpieza que distingue . 106
- El perfume que «limpia» . 114 2. Los ITINERARIOS DEL AGUA
221
- El agua y la defensa epídé;;;i~;"""''''''''''''''
222
- Circuitos de agua e higiene púbi¡~~'::::::::::::: 224
TERCERA PARTE - Una Jerarquización social del baño . 231

Del agua que penetra en el cuerpo 3. LA PASTORAL DE LA MISERIA


- Una moralización de la limpi~~a"'" . 240
a la que lo refuerza P d • .. .. 240
- e agogías ..
243
- Dispositivos regeneradores .. . .
...................... 248
1. UNA SUAVE SENSACION DE LA PIEL . 123
- Un baño nuevo y poco frecuente . 125 4. Los HIJOS DE PASTEUR
252
- Una obra de sensibilidad .. 129 - Los «monstruos invi~ibi~~;;""'''''''''''''''''''''' 254
- Las «comodidades» . 138 - La imposible mirada ..
................................. 261
2. EL rato y LOS NUEVOS VIGORES .. 146 5. APARATOS E INTIMIDADES
267
- Lo imaginario del baño frío .. 147 - La prolongación de la '~i~~¡;~'"'''''''''''''''''''' 268
- ¿Qué prácticas? ,_ - . 157 - La localización celular .
272
- Imágenes de un cuerpo energetizado . 163 - Dinámicas :::::::::::::::::::::::: 276
3. NATURALEZA y ARTIFICIO .. 168
- Salud contra cosméticos . 170 CONCLUSIÓN . 280
- Las duplicidades del perfume .. 175
- Lo «interno» contra la apariencia . 177 NOTAS .............................. ...................... 288
4. EFLUVIOS POPULARES Y URBANOS 181
- La estimación de la muerte 181
- La localización de la insalubridad 184
- El agua, correctora del aire 192

5. BAl'lOS y ABLUCIONES PARCIALES 197


- Un incremento del baño 197
- Las abluciones parciales 202
aL.
INTRODUCCION

Al describir los actos familiares de don Carlos,


misteriosamente secuestrado por unos esbirros enmas-
carados, el Roman comique (1651) evoca una escena de
limpieza personal. El prisionero es noble y el marco
suntuoso. Scarron describe ademanes y objetos: la
diligencia del servicio, claro está; el boato de ciertos
detalles, también; el candelabro de oro cincelado, por
ejemplo, y también las muestras de limpieza que rebo-
san de significados, a la par tan cercanas y sin embar-
go tan distantes de las nuestras. El interés de Scarron
se enfoca hacia ciertos indicios que hoy son acceso-
rios, y apenas se detiene en otros que, por el contrario,
son ahora fundamentales. Sobre todo, «ausencias» o
«imprecisiones», como si nuestras más cotidianas con-
ductas estuvieran aún por inventar, cuando en el
documento hallamos, sin embargo, algunas equivalen-
tes. En particular, el único ademán de ablución que se
cita es muy conciso: «Olvidaba decirles que creo que
se lavó la boca, pues he sabido que cuidaba de sus
dientes con esmero [...]1.» La atención que se concede
a la limpieza se enfoca más explícitamente hacia la
ropa blanca y el traje: «El enano enmascarado se
presentó para servirle y le hizo presente de la más
bella ropa blanca del mundo, perfectamente lavada y
perfumada 2.»
En el conj unto de estas escenas no se evoca el
agua, excepto el agua que lava la boca. La atención
que se concede a la limpieza está destinada a la vista y
14 / Lo limpio y lo sucio Introducción / 15

al olfato. No obstante, existe, con sus exigencias. sus cuerpo supone, sencillamente, una mayor diferencia-
repeticiones y sus puntos de refe~encia, aunque prune- ción perceptiva y un mayor autodominio, y no sólo
ro hace referencia a la apariencia. La norma es algo una limpieza que se define sobre todo por el cambio y
que se cuenta y que se muestra. La' diferencia co':' lo la blancura de la ropa interior.
que ocurre hoy, sin embargo, es q~e ante~ de refe~lrse En cualquier caso, para adentrarse por esta misma
a la piel, se refiere a la ropa: el objeto mas inmediata- historia, hay que silenciar nuestros propios puntos de
mente visible. Este ejemplo basta para mostrar que es referencia, reconocer que hay actos de limpieza en
inútil negar que hubo prácticas de limpieza en la ciertas conductas hoy olvidadas. Por ejemplo, el aseo
cultura precientífica. Las normas, en este caso, no han «seco» del cortesano, que frota su rostro con un trapo
surgido de un «punto cero», sino que tienen sus puntos blanco, en vez de lavarlo, responde a una norma de
de origen y sus objetivos. Lo que hay que, descubr~r ~s limpieza totalmente «razonada» del siglo XVII. Se trata
qué cambios irán experimentando y como se iran de una limpieza pensada, legitimada, aunque casi no
volviendo más complejas cada vez; pero, sobre todo, tendría sentido hoy en día, puesto que han cambiado
también el lugar en que se van manifestando y cómo se las sensaciones y los razonamientos. Lo que pretende-
van transformando. " mos hallar es esta sensibilidad perdida.
Una historia de la limpieza debe Ilustrar, primero, En cualquier caso, también hay que trastocar la
cómo se van añadiendo paulatinamente un~s exigen- jerarquía de las categorías de referencia: no son los
cias a otras. Dicha historia va y~xtapon~endo los higienistas, por ejemplo, quienes dictan los criterios
diferentes imperativos, recreando un itmerarro del que de limpieza en el siglo XVII sino los autores de libros
la escena de don Carlos no es más que un hl~O. que tratan de decoro; los peritos en conductas y no los
Evidentemente, hubo anteriormente otras escenas aun sabios. A la lenta acumulación de las imposiciones se
más toscas en las que el mismo cambio de camisa, por va a asociar el desplazamiento de los saberes de las
ejemplo, no tenía igual importancia. La ropa, en parti- que se derivan.
cular no es un objeto al que se preste f~ecuente Por lo demás, hay que decir que representar este
atenc'ión, ni siquiera es un criterio de e~egancla, e~ las proceso como una sucesión de añadidos o como una
escenas de recepciones reales descritas dos siglos suma de presiones que se ejercen sobre el cuerpo es
antes por la narración de Jehan de París 3. . .. quizá artificial, puesto que no puede haber en todo ello
La limpieza es aquí el reflejo del proceso de clv~h­ una simple suma de obligaciones. Lo que muestra una
zación que va moldeando gradualme?-te las ~ensaclO­ historia como ésta es que hay que conjugarla con otras
nes corporales, agudizando su afinamIento,. ahger~ndo historias. La limpieza se alía necesariamente COn las
su sutilidad. Esta historia es la del perfecclOnam.lento imágenes del cuerpo; con aquellas imágenes más o
de la conducta y la de un aumento del espaclO, privado menos OSCUras de las envolturas corporales; con aqué-
o del autodominio: esmero en el cuidado de SI mismo, llas también más o menos opacas del medio físico. Por
trabajo cada vez más preciso entre lo íntimo y lo ejemplo, el agua se percibe en los siglos XVI y XVII
social. Más globalmente, esta historia es la del peso como algo capaz de infiltrarse en el cuerpo, por lo que
que poco a poco va adquiriendo l~ cultd"ra sobre el el baño, en el mismo momento, adquiere un estatuto
universo de las sensaciones inmediatas y trata de muy específico. Parece que el agua caliente, en parti-
exponer con claridad la a!"plitud de su ~spectro. Una cular, fragiliza los órganos, dejando abiertos los poros
limpieza definida por medio de la ablución regular del a los aires malsanos. Así pues, hay una fantasmagoría
16 / Lo limpio y lo sucio

del cuerpo, con su historia y sus determinantes, que


alimenta también la sensibilidad; las normas tienen
que contar con ella, pero no pueden, en cualquier caso,
transformarse sin ella. Dichas normas van actuando
en un terreno que ya está polarizado. Si el cuerpo las
adopta, nunca lo hace «pasivamente». Es preciso que
vayan cambiando las imágenes que se tienen de éste
para que puedan desplazarse las obligaciones. Es pre- PRIMERA PARTE
ciso que vayan transformándose las representaciones
latentes del cuerpo, por ejemplo las que indican sus
funcionamientos y sus eficacias. Del agua festiva
En este caso, una historia de la limpieza corporal al agua inquietante
pone en juego una historia más amplia y más com-
pleja, Y es que todas estas representaciones que mar-
can los límites del cuerpo, que perfilan sus apariencias
o sugieren sus mecanismos internos, se hallan, prime-
ro, en un terreno sociaL La limpieza, en el siglo XVII,
se preocupa esencialmente de la ropa y de la aparien-
cia inmediata -por ejemplo, la que toca a la aparien-
cia de los objetos o el detalle de los signos vestimenta-
rios- y es, evidentemente, muy diferente de la que
más tarde se ocupará de la preservación de los organis-
mos o de la defensa de las poblaciones. Exactamente
igual que una «sociedad de corte», que valora los
criterios aristocráticos de la apariencia y del espec-
táculo, es diferente de una sociedad «burguesa», más
sensible a la fuerza física y demográfica de las nacio-
nes. La preocupación por una apariencia totalmente
externa se desplaza hacia una atención más compleja
que valora los recursos físicos, las resistencias, los
vigores ocultos. Una historia de la limpieza corporal
es, por tanto, una historia social.
Finalmente, lo que adoptamos es el sentido amplio
de la palabra limpieza: el que moviliza el conjunto del
cuerpo o el conjunto de los objetos que pueden repre-
sentarla.
1

EL AGUA QUE SE INFILTRA

En 1546 Barcelona ha sido atacada por la peste y ya


no recibe ningún abastecimiento. Las ciudades y los
pueblos vecinos temen el contagio y rechazan toda
comunicación y todo comercio. Y, lo que es peor, el
Consejo de Ciento envía una flota a Mallorca para ob-
tener un hipotético abastecimiento, pero esta flota se
ve rechazada a cañonazos 1. Tales episodios se repro-
ducirán con frecuencia. El contacto, a fines de la Edad
Media y en la época clásica, aparece con claridad en
caso de epidemia como un riesgo grave. La tradicional
huida fuera de las ciudades infectadas se convierte a
su vez en algo peligroso, pues enfrenta al que huye con
vecinos que llegan a provocar actos de violencia
declarada. Los fugitivos de Lyon, en 1628, perseguídos
a pedradas por los campesinos, se ven condenados a
errar o a volver a su pueblo 2. Una disposición de 1629
del Parlamento de Aix obliga a los habitantes de
Digne a que se encierren en el recinto de su ciudad
bajo el control de un cinturón de guardia armada por
las comunidades vecinas 3 que amenazan con incen-
diar la ciudad en caso de que salgan sus habitantes.
Las ciudades víctimas de la peste se convierten en
verdaderas trampas condenadas al horror.
En estas colectividades, temporalmente hundidas
en el espanto, las prohibiciones exteriores aceleran la
redacción de reglamentos internos, aunque no sea más
20 I Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra I 21

que para aislar la tragedia. Las decisiones de los al- atraerse la ira de los bañeros, por lo que tiene que
caldes, concejales o prebostes de los mercaderes im- exiliarse precipitadamente a Tournay 8 bajo su amena-
plican una higiene social: los contactos se van limitan- za directa. El cierre temporal y repetido en cada
do de manera progresiva, ciertos lugares quedan aisla- 'epidemia se impondrá, sin embargo, en la lógica del
dos o condenados. La sala Légat, del hospital Hotel- aislamiento. En el siglo XVI este cierre se convierte en
Dieu, por ejemplo, queda separada y arreglada en 1584 algo oficial y sistemático. La ordenanza del preboste
para no recibir más que a los apestados 4. En numero- de París, renovada varias veces entre las pestes de
sas ciudades los notarios no pueden acercarse a las 1510 y 1561, prohíbe a cualquiera «que vaya a los
casas contaminadas; los testamentos se dictan a dis- baños turcos, y obliga a los bañeros a que calienten
tancia ante testigos y desde lo alto de los balcones 5. sus estufas sólo después de las Navidades, so pena de
Los «consejos» también se refieren a la higiene indivi- multa arbitraria» 9.
dual: suprimir fas comunicaciones es suprimir toda Idéntica decisión se toma en un número cada vez
práctica que amenace con abrir los cuerpos al aire mayor de ciudades. Esta decisión se va generalizando;
infeccioso, igual que el trabajo violento que calienta se adopta en Rouen en 1510 10, en Besaneon en 1540 ",
los miembros, el calor que «afloja» la piel y también... ya existe en Dijon desde fines del siglo XV 12. En la
el baño; el líquido, por su presión y sobre todo por su mayoría de las epidemias es durante la estación cálida,
calor, puede efectivamente abrir los poros y centrar favorable a las olas de pestilencia, cuando se pronun-
los peligros, La lucha contra la peste revela en este cia esta prohibición.
caso la existencia de representaciones totalmente
alejadas de las nuestras: el agua podría infiltrarse en
la piel, lo que podría cambiar algunas prácticas de La abertura de la piel
limpieza.
Una desconfianza idéntica conduce a interrumpir ¿P-or qué hay que atribuir un significado histórico
la frecuentación de las escuelas, de las iglesias, de los a tales prohibiciones? Porque más allá del temor a los
baños y de los baños turcos. Hay que limitar los contactos, están en juego muchos otros temores, entre
intercambios y, de esta manera, los posibles contagios. ellos el de una debilidad de las envolturas corporales.
En el caso de los baños, la dinámica de la comparti- Se trata de denunciar la porosidad de la piel, como si
mentación alcanza, sin embargo, a la imagen misma fuera posible la aparición de innumerables troneras,
del cuerpo y su funcionamiento. Los médicos, en puesto que las superficies desaparecen y las fronteras
épocas de peste, denuncian desde el siglo xv a estos se vuelven dudosas. Más allá del simple rechazo de
establecimientos en los que se codean los cuerpos ciertas contigüidades, se impone una imagen muy
desnudos. La «gente ya atacada por enfermedades específica del cuerpo en el que el calor y el agua sólo
contagiosas» 6 puede crear en dichos baños intranqui- engendran fisuras y la peste, finalmente, puede desli-
lizadoras amalgamas, pues se pueden producir ciertas zarse por ellas. Se trata de representaciones señaladas
difusiones: «Por favor, huyan de los baños, de vapor o y fechadas, cuyas consecuencias sobre la higiene clási-
de agua, o morirán» 7. Estas decisiones son, en primer ca no se han calculado aún. Todo ello hace que las
lugar, dubitativas. Durante la peste de 1450 Des Pars prohibiciones que hemos evocado tengan un mayor
reclama en vano a los concejales de París que prohí- sentido. Los baños de agua y de vapor son peligrosos,
ban estos establecimientos de baños y sólo consigue porque abren el cuerpo al aire y ejercen una acción
22 I Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra I 23

casi mecánica sobre los poros, exponiendo así los el agua y por el aire, fronteras que son así más
órganos a los cuatro vientos durante cierto tiempo. indecisas frente a un mal cuyos soportes materiales
Ya no se trata del tacto o de un principio de son invisibles. Los poros quizá posean una debilidad
proximidad, sino de un principio de abertura. Después propia parcialmente independiente de estos calenta-
del baño, el organismo se opone menos al veneno, mientos, y hay que protegerlos permanentemente con-
porque, por el contrario, se le ofrece con mayor facili- tra todos los ataques, lo que hace que, por ejemplo, la
dad, como si fuera más permeable. El aire infectado forma y la calidad de los vestidos en las épocas de
amenaza con meterse en él por todas partes: «Convie- peste sean determinantes: tejidos lisos, tramas com-
ne prohibir los baños, porque, al salir de ellos, la carne pactas, ceñidos firmemente al cuerpo. El aire pestilen-
y el cuerpo son más blandos y los poros están más te debe deslizarse sobre ellos sin que encuentre en
abiertos, por lo que el vapor apestado puede entrar dónde agarrarse. El ideal de cierre no hace sino variar
rápidamente hacia el interior del cuerpo y provocar sus versiones: «Los trajes que conviene llevar son de
una muerte súbita, lo que ha ocurrido en diferentes raso, tafetán, camelote, tabí y otros semejantes que no
ocasiones 13. La asimilación entre el cuerpo y los tienen pelo y son tan lisos y apretados que difícilmente
objetos familiares refuerza la imagen de las penetra- el aire y cualquier infección pueden entrar y quedarse
ciones. La metáfora arquitectónica desempeña en este en ellos principalmente si se cambian con frecuen-
caso un papel central: el organismo se convierte en cia» 17. El traje de las épocas de peste confirma esta
algo semejante a esas casas que la peste atraviesa y representación dominante, durante los siglos XVI y
habita. Hay que saber cerrar las puertas. Ahora bien, XVII, de cuerpos totalmente porosos que requieren
el agua y el valor despoj an a éstas de toda acción estrategias específicas en este punto: evitar las lanas y
positiva, y, al provocar la apertura, favorecen el man- los algodones, materias demasiado permeables; evitar
tenimiento temporal de esta brecha, con lo que la peste las pieles cuyos largos pelos son otros tantos asilos al
ya no tiene más que instalarse allí: «Se deberá, por aire contaminado. Hombres y mujeres sueñan con
ello, abandonar los baños públicos, porque al salir de vestidos lisos y herméticos, totalmente cerrados, sobre
ellos los poros y los pequeños orificios del cuero, a todo alrededor de esos cuerpos demasiado frágiles. Si
causa del calor, se abren más fácilmente, pudiendo así los tafetanes y tabíes poseen una textura demasiado
penetrar el aire pestilente con mayor facilidad» 14. noble, quedan a disposición de los pobres los terlices y
Este temor sigue a lo largo del siglo XVII. La peste, los hules 18.
que renace con frecuencia casi anual según los lugares Las prácticas higiénicas, y más particularmente las
y los períodos, provoca las mismas prohibiciones: ca- de la limpieza, no se pueden considerar sin tomar en
lentar los cuerpos «sería abrirle las puertas al veneno cuenta tales referencias. Un agua que puede penetrar
del aire y beberlo a manos llenas» 15. En todos los a través de la piel presupone manejos particulares,
casos, semejante «encuentro del aire y del veneno» la pues es algo que se insinúa, que perturba. En ciertos
con las carnes calentadas sugiere un desenlace casi casos (por lo menos el de las hidroterapias), el meca-
irrevocable, transformando el peligro en sino. nismo puede ser saludable. Al sumergirse en la alberca
Las primeras batallas concertadas contra la peste, de Spa, de Pougues o de Forges, los bañistas del siglo
sobre todo a partir del siglo XVI, nos muestran una XVI esperan realmente una atenuación de sus males.
imagen temible: el cuerpo está compuesto de envoltu- Tanto el baño de agua termal caliente como el baño de
ras permeables. Sus superficies se dejan penetrar por agua «simple» harían derretirse la piedra: Montaigne
24 I Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra I 25

no trata de otra manera sus cálculos 19. También contagio y la imagen tiene también un éxito suficiente
pueden restituir alguna densidad a los organismos como para desbordar el discurso de los médicos y para
«demasiado secos»; Riviere recurre a ellos para «los que la adopten las mentalidades, hasta el punto de que
cuerpos demacrados y flacos» 20. También ejercen al- se convierte en una creencia banal y, en cualquier
guna acción sobre el color de la ictericia y apaciguan caso, se generaliza. Es imposible considerar el baño
ciertas congestiones 21. Lo que sólo hacen aquí es sin rodearlo de ciertas' obligaciones: reposo, perma-
mezclar líquídos. Su penetración puede, en casos ex- nencia en el lecho, protección vestimentaria. Semejan-
tremos, corregir ciertos humores ácidos o viciosos. te práctica no puede más' que ser inquietante y las
Semejante práctica «humedece mucho más que cual- precauciones acumuladas, las protecciones imposibles
quiera otro medicamento» 22. hacen de ella una práctica complej a y rara.
Pero, en la mayoría de los casos, los baños amena- Cuando una mañana de mayo de 1610 el emisario
zan con romper un equilibrio, pues invaden, estropean del Louvre halla a Sully en el baño, en su residencia
y, sobre todo, dejan expedito el camino a muchos del Arsenal, todo se presenta de manera muy complica-
peligros, además de aquél que representa el aire pesti- da: una serie de obstáculos impide que Sully vaya a
lente. Las primeras observaciones sobre los baños de ver al rey, que, sin embargo, pregunta por él. Los
vapor y las transmisiones pestilentes ya evocan ries- familiares del ministro, e incluso el emisario, le rue-
gos más confusos: «Baños de agua y de vapor y sus gan que no arrostre el aire del exterior: «Habiéndoos
secuelas, que recalientan el cuerpo y los humores, encontrado en el baño y viendo que queríais salir para
debilitan la naturaleza y abren los poros, son causa de hacer lo que elrey os pedía, os dice (pues estábamos a
muerte y de enfermedad» 23. Los males, en los siglos vuestro lado): Señor, no salgáis del baño, pues me
XVI y XVII, van a extenderse e incluso a proliferar. temo que el rey, que se preocupa tanto por vuestra
Imágenes turbias de transmisiones contagiosas, como salud y tiene tanta necesidad de ella, si hubiera sabido
las transmisiones sifilíticas 24; imágenes de penetracio- que estabais en tal estado, hubiera venido él mis-
nes más variadas, como estos embarazos de baños mo» 29. El emisario de Enrique IV propone regresar al
debidos a la «impregnación» del sexo femenino por Louvre: informará al soberano y volverá con sus
algún esperma itinerante de las aguas templadas: órdenes. A nadie, entre los testigos, le asombra ver
«Una mujer puede concebir a causa de la utilización semejante situación que perturba las relaciones entre
de los baños en los que los hombres hayan permaneci- un rey y su ministro. Al contrario, todos insisten para
do durante algún tiempo» 25. Los riesgos, sobre todo que Sully no se exponga. La respuesta de Enrique IV
se van diversificando. La piel «infiltrada- no sólo está confirma, de todas formas, las precauciones adoptadas:
abierta a la pestilencia, sino también al aire malsano, «Señor, el rey os ruega que acabéis de bañaros y os
al frío, a los males sin rostro. Se trata de una debilidad prohíbe que salgáis hoy, pues el señor Du Laurens le
difusa; debilidad tanto más global e imprecisa por otra ha asegurado que ello perjudicaría a vuestra salud» 30.
parte cuanto que por los poros se escapan los humores De lo que se deduce que hubo consejo, y que éste pidió
y, por tanto, los vigores. Las aberturas desempeñan un y obtuvo ciertas opiniones. El recurso a Du Laurens,
papel en ambos sentidos, como si las sustancias inter- médico real, es ya clara muestra de estas preocupacio-
nas amenazasen con huir... Por esto, el «baño debili- nes. El episodio toma visos de «asunto de estado» que
ta» 26, provoca una «imbecilidad» 27, y «destruye fuer- moviliza enseguida a varios personajes, y que tiene
zas y virtudes» 2 •• Los riesgos no se limitan ya al solo prolongaciones, puesto que los «riesgos» se proseguí-
26 I Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra I 27

rán durante varios días: «Os ordena que lo aguardéis Las intranquilidades son sordas, variadas, como si
mañana en bata, botines, zapatillas y gorro de dormir, el solo encuentro del agua y el cuerpo fuera ya
para que vuestro último baño no os siente mal» 31. De inquietante. Las penetraciones pueden, por su misma
lo que deducimos que el líquido así aplicado puede violencia, restaurar a veces un equilibrio perdido.
«sentar mal». Es el «resultado» del baño, como tal, el Pero el fondo de perturbación al que pertenecen exige
que está en tela de juicio. que haya vigilancia. Aberturas, intercambios, presio-
Esta repercusión a propósito de una bañera no es nes sobre los humores constituyen el principio de un
un simple comentaría, sino que subraya la fuerza, en el desorden. Las consecuencias de éste son de lo más
siglo XVII, de las asociaciones entre el agua y la variado: «El baño, fuera de la utiliozación médica en
infiltración del cuerpo, al mismo tiempo que confirma caso de imperiosa necesidad, es no sólo superfluo, sino
la imagen dominante de envolturas ampliamente per- también muy dañino para los hombres [...]. El baño
meables. Finalmente subraya, y paradójicamente lo extermina el cuerpo y, al rellenarlo, lo vuelve sensible
hace por su misma intensidad, lo poco frecuente de las a la impresión de las malas cualidades del aire [...]; los
prácticas del baño. cuerpos más flácidos son más enfermizos y de más
Medio siglo después, cuando los médicos de Luis corta vida que los firmes. El baño llena de vapores la
XIV se deciden a bañar al rey, las razones son explíci- cabeza. Es enemigo de los nervios y ligamentos a los
tamente médicas. El paciente ha conocido «estremeci- qUE' afloja, de suerte que Fulano nunca sintió la gota
miento, transportes furiosos, movimientos convulsivos hasta que se bañó. Mata el fruto en el vientre de las
[...] seguidos de erupciones, manchas rojas y violetas madres incluso cuando es un baño caliente [oo.]» 35. El
en el pecho» 32. El baño interviene en la convalecen- catáloJo de los desórdenes incluye, además, <da debili-
cia, «humedece» un cuerpo que, en unos cuantos días, dad del pecho» 36, la hidropesía, y diversos achaques
ha soportado ocho sangrías. Pero las precauciones no nacidos de los vapores penetrantes 37
faltan tampoco en este caso: purga e irrigación la Naturalmente, en el siglo XVII hay intentos de
víspera, para evitar una eventual repleción que podría prevenir tales peligros, pero dichas tentativas sólo
provocar el agua al infiltrarse, reposo para no exacer- consiguen hacer que la práctica sea todavía más
bar las irritaciones, interrupción del tratamiento al compleja. Y, además, confirman la imagen de las
menor malestar para prevenir cualquier sorpresa: envolturas porosas. Guyon propone en 1615 que, la
«Hice preparar el baño, el rey entró en él a las 10 y víspera de un baño, sea sometido el cuerpo a los
durante el resto de la jornada se sintió pesado, con un calores de la estufa seca 36: se trata de evacuar los
dolor sordo de cabeza, lo que nunca le había ocurrido, humores para que la penetración del agua comprima
y con un cambio notable en la actitud de todo el menos. Las manipulaciones que se le hacen al cuerpo
cuerpo con respecto al estado en que se hallaba los antes del baño se van acumulando y complicando.
días anteriores. No quise insistir en el baño, habiendo Pero, sea como sea, esta penetración y estos peligros
observado suficientes circunstancias desfavorables permanecen. La sugerencia más extrema, hasta el
para hacer que el rey lo abandonase» 33. Inmediata- punto de ser extravagante, es la de Bacon, quien exige
mente se interrumpe el tratamiento. Un año más tarde del agua, en 1623, que posea una composición idéntica
Fagon recurre a él con gran prudencia durante unos a la de las materias corporales. ¿No deberá el líquido
cuantos días. Y esa será la última vez. «El rey nunca compensar las sustancias que se escapan del cuerpo y
pudo acostumbrarse al baño en la habitación» 34. no ser agresivas por su misma mezcla? Hay que tra-
28 / Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra / 29

bajar las esencias del baño para hacerlas semejantes a comentario revela el sentido de dicho acto: una regla
las del cuerpo. Los intercambios serán así menos que conviene observar: «El baño que se toma cuando
peligrosos: «La primera y principal cualidad es que los conviene me sirve de medicina y amortigua la llama
baños se compongan de cosas que tengan sustancias que va a consumirme» 43. A pesar del equívoco amoro-
semejantes a las de la carne y del cuerpo, y que puedan so, la limpieza no está directamente en juego, sino que
mantener y nutrir el interior» 39. Es evidente que se se trata de restablecer ciertos equilibrios perdidos y de
trata de una quimérica esperanza que sólo añade saber bañarse «a propósito». El agua, por sí sola, no es
algunas variantes al principio de las infiltraciones. más que desequilibrio.
Las epidemias de peste han ido exacerbando una Antes de comprobar más directamente el papel que
imagen de las fronteras corporales penetrables, de han desempeñado las representaciones e i,ncluso de
cuerpo abierto al veneno. El contagio tan rápido y tan matizar la importancia que se les concedió, conviene
atroz sugería que un principio activo podía infiltrarse calcular su densidad imaginaria, pues actúan en cam-
por el aliento y también a través de la piel. El cuerpo pos muy diferentes, aplicando una lógica idéntica.
más amenazado debía ser el más poroso. Estos organis- La nueva atención que se presta a la infancia en el
mos, que se marchitaban en unas cuantas horas, eran siglo XVI, por ejemplo, y la insistencia con que se habla
sin duda los más «penetrables». El verdadero riesgo de su fragilidad coinciden pronto con tales representa-
tenía esta apariencia. La peste instaló, pues, esta ciones. El tema de las infiltraciones es, también desde
visión inquietante que fue tomando cada vez mayor el siglo XVI, dominante. Como se piensa que el cuerpo
amplitud. El temor al baño fue más allá del de las solas del recién nacido es totalmente poroso se impone una
condiciones de la epidemia, y la permeabilidad de la técnica del mpdelado que alía, en algunas ocasiones,
piel se convirtió en una preocupación permanente. En la mano y el calor del agua. El baño debe quitar a la
ella piensa Héroard cuando impone que el niño Luis piel la sangre y las mucosidades del nacimiento, tanto
XIII permanezca en su habitación después de dos como permitir el modelado de los miembros, según las
baños que le hizo tomar en 1611 40. En ella piensa Guy formas físicas deseadas. Las comadronas utilizan el
Patin cuando evoca el baño, de tarde en tarde, en sus líquido para favorecer tales masajes. La inmersión
textos médicos, aunque no le concede ninguna men- pretende, entre otras cosas, la corrección de las morfo-
ción en su tratado sobre la salud 41. Dominan los logías: «Recordad también, mientras los huesos de sus
efectos mecánicos, con su ambivalencia terapéutica. miembros han sido ablandados por el calor del baño en
El grabado de R. Bonnard, Une damme qui va entrer au el que los habéis lavado, que debéis dar a cada uno de
bain 42, podría sugerir lo contrario, sin razón; la esce- ellos, manejándolos con suavidad, la forma y la recti-
na parece familiar, incluso si el marco es suntuoso. No tud que deben tener para componer un conjunto per-
se ve ni médico ni droga. Una sirvienta se afana fecto» 44. El baño de los primeros días tienen diferen-
alrededor de una pila decorada, recubierta de encajes, tes funciones, una de las cuales, y no de las menos
rodeada de tapicerías y cubierta con un dosel. El importantes, no es ya solamente la de la limpieza sino
líquido sale de dos grifos esculpidos, empotrados en la la que obliga a realizar ciertas manipulaciones, preci-
pared. Una mujer vestida de seda se apodera de una samente porque empapa las carnes y ayuda «a compo-
flor que le ofrece un elegante caballero. El refinamien- ner los miembros en la forma debida» 45. Por la misma
to de la situación la hace parecer alegórica. El baño razón, también la piel de los niños de pecho, más frágil
sería un acto distinguido y quizá amoroso. Pero el que las demás, necesita que la cierren permanentemen-
3D/Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra / 31

te: «Para reforzar la piel y protegerla contra los proporción entre el peligro del baño y la apertura de la
accidentes del exterior que podrían dañarla y herirla a pieL
causa de su debilidad, convendrá extender por toda
ella cenizas de conchas de molusco que se encuentran
en cualquier sitio, en los ríos y en los pantanos, o El aseo seco
cenizas de cuerno de becerro o también cenizas de
plomo bien trituradas y mezcladas con vino» 46. Las Todos estos temores, todos estos dispositivos con-
sustancias más diversas deben saturar la piel, como la ducen a lógicas muy diferentes de las precauciones de
sal, el aceite, la cera en particular, que se utilizan hoy, pues suponen puntos de referencia de funciona-
indiferentemente para taponar los poros. Hasta con- mientas corporales totalmente diferentes de los nues-
viene encerar el cuerpo como un objeto reluciente y . parece que se quedan en las f ronteras
tras. Ademas, ' de
protegido: «Los niños, al salir del vientre, deben envol- la higiene, cuando, por el contrario, pueden influir en
verse en rosas trituradas con sal para reforzar los ella. Que semejante «influencia- sea posible no es
miembros» 47. dudoso. Cuando los libros que tratan de salubridad
El pañal que envuelve una piel preparada de esta evocan, por ejemplo en el siglo XVI, ciertos olores del
manera, el que sujeta los miembros previamente «ungi- cuerpo, también evocan la necesidad de hacerlos desa-
dos con pomada de aceite de rosas o de arándano [...] parecer. Pero friegas y perfumes son más importantes
para cerrar los poros» 48 desempeña un papel explícito que el resto del lavado. Hay que friccionar la piel con
de protección. La misma razón, finalmente, limita muy algún trapo perfumado: «Para remediar este hedor de
pronto la prolongación del baño durante la infancia. las axilas, que huelen a chivo, es conveniente unir y
¿No hace correr el riesgo de mantener la blandura de frotar la piel con trocisco de rosas» 51. Secar vivamen-
un organismo ya demasiado húmedo? La lenta deseca- te mientras se coloca el perfume y no lavar realmente.
ción de las carnes, en lo que consiste el crecimiento, Las normas de cortesía son igualmente significati-
podría quedar entorpecida. La arcilla seguiría estando vas desde este punto de vista. Son las que desde el
demasiado tierna. Cuando el recién nacido «parece siglo XVI dictan las reglas del decoro y el buen gusto
muy limpio, rojizo y encarnado por todo el cuerpo» 49, de la corte. Constituyen el inventario del comporta-
renovar el baño se convierte en algo casi nefasto, Las miento «noble» en sus aspectos más cotidianos: situa-
piernas del delfín, el futuro Luis XIII, no se volverán a ciones concretas, banales, privadas o públicas, pero
lavar antes de los seis años. La primera inmersión, consideradas siempre desde el punto de vista de la
fuera de aquélla, brevísima, que siguió al nacimiento, compostura. Los textos evocan de manera sistemática,
tendrá lugar a la edad de siete años 50. en tal caso, la «limpieza del cuerpo». El hecho de que
A partir de la misma imagen de poros frágiles, las ignoren el baño no es aquí lo más importante, sino el
inquietudes coinciden y se complementan. El agua que llamen la atención sobre las partes visibles, las
caliente toca un cuerpo pasivo por el que se introduce manos y el rostro: «Lavarse el rostro por la mañana
y al que deja «abierto». En el caso de la infancia con agua fría es tan limpio como saludable» 52. Tam-
también se le añade un elemento de comparación con bién entrelazan algunas veces con mayor claridad la
las materias flexibles y viscosas, y surge naturalmente compostura y la higiene: «Hay un punto de limpieza y
la tentación de amasar estos miembros aún dóciles. de salud que consiste en lavarse las manos y el rostro
Finalmente, el problema consiste en encontrar la justa en cuanto se levanta uno de la cama» 53.
32 I Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra I 33

La prevención que se tiene contra el agua se vino, que le vierten con un lujoso aguamanil en una
manifiesta también en esta categoría de documentos. jofaina de plata 56, no implica que se lave el rostro. El
El líquido se convierte en algo inquietante, sobre todo espejo, que un criado mantiene a distancia, subraya
desde el siglo XVI, puesto que el rostro es «frágil». Hay que no hay, de todas formas, «ningún tocador al
varias disposiciones en las reglas de «cortesía» del alcance de la mano» 57.
siglo XVII para que haya limpieza y no lavado: «Los En un contexto más familiar, ciertos reglamentos
niños se limpiarán el rostro y los ojos con un trapo escolares del siglo XVII institucionalizan la operación
blanco, lo que quita la mugre y deja a la tez y al color de enjugar. Las alumnas de Jacqueline Pascal, así
toda su naturalidad. Lavarse con agua es perjudicial a como las de las Ursulinas, se lavan las manos y la boca
la vista, provoca males de dientes y catarros, empali- en cuanto se levantan y «enjugan», al contrarie, el
dece el rostro y lo hace más sensible al frío en invierno rostro. A este aseo se añade el cuidado del cabello: las
y a la resecación en verano» 54, Se trata de los mismos mayores peinan a las menores. La utilización del agua
temores que provocaba el baño y que modifican los sigue siendo limitada. Después de vestirse y de orde-
actos y su contexto. No se trata realmente de «lavar», nar algunos objetos, las alumnas de las Ursulinas
aunque siga existiendo (yen cierto sentido se precise) rocían manos y boca: «Después de vestirse y de orde-
una preocupación por la limpieza. Lo que ocurre es nar rápidamente su labor en el armario, se lavarán la
que un acto deja lugar a otro: no rociar, sino refregar. boca y las manos» 58, En el colegio de Jacqueline
Hay aquí evidentes puntos de referencia sobre la Pascal, que describe con todo detalle una verdadera
influencia de la imagen del cuerpo: la piel infiltrada es orquestación de la ceremonia del lavado en la que el
sensible a todos los males. agua se mezcla con vino para obtener cierta acidez,
Ya a principios del siglo XVII J ean du Chesne, aunque ello no implica su utilización para el rostro:
describiendo como escrupuloso higienista cada uno de «Mientras que las demás hacen la cama, hay una que
los actos que conviene realizar después de levantarse, prepara el desayuno y lo necesario para lavarse las
insiste en el hecho de que hay que enjugarse y frotar- manos y vino yagua para lavarse la boca» 59. En el
se. Hasta aquí no se trata de agua. La limpieza siglo XVIII las reglas de Jean Baptiste de La Salle
depende, para empezar, del acto que enjuga. El aseo es, también perpetúan semejantes indicaciones; temores
al mismo tiempo, «seco» y activo: «Después de ir de suficientemente importantes para que persistan: «Es
cuerpo, como primer ejercicio, hay que peinarse y un acto de limpieza 'enjugarse el rostro por las maña-
frotarse la cabeza, siempre de delante hacia atrás, así nas con un trapo blanco para quitarle la mugre.
como el cuello, con trapos o esponjas debidamente Menos bueno es lavarse con agua, pues ésta hace que
preparados, durante bastante tiempo, hasta que la el rostro sea sensible al frío en invierno y se curta en
cabeza esté bien limpia de toda basura; durante este verano» 60. Rétif efectúa los mismos ademanes en la
frotamiento de la cabeza, podrá pasearse para que «Escuela de los niños del coro del hospital- de Bicétre,
piernas y brazos se vayan ejercitando poco a poco» 55. que frecuenta en 1746. El agua sigue teniendo una
Después viene la limpieza de las orej as y de los utilización limitada y precisa: «No se perdía ni un
dientes, no interviniendo el agua más que para el instante: oración, por la mañana, después de levantar-
lavado de manos y boca. Finalmente, el ademán de se, y enseguida se enjuagaban la boca con agua y
Luis XIV, cien veces descrito, que se lava las manos vinagre y desayunaban» 61, El ejemplo de la limpieza
por la mañana con un agua mezclada con espíritu de es tanto más interesante cuanto que el rechazo del
34 / Del agua festiva al agua inquietante El agua que se infiltra / 3&

agua no suprime la práctica de la limpieza. La norma nueva exigencia. No hay abolición del gesto de limpie.
sigue existiendo, con sus instrumentos y sus manipula- za, sino que, sencillamente, se desvía y se transforma
ciones, y se sigue imponiendo, limitando sin embargo en algo diferente. La representación del cuerpo ha
la ablución. Si superponemos rápidamente los textos, tenido aquí alguna influencia, aunque, naturalmente,
podemos pensar en un claro retroceso de las exigen- es necesario tomarla en consideración, alejar toda
cias de higiene a partir del siglo XVI. ¿No desaparece el relación con los criterios que tenemos hoy en día,
agua parcialmente? Una lectura más atenta sugiere admitir en particular la existencia de una limpieza que
que más bien hay un desplazamiento: la insistencia toma otros caminos diferentes del de la ablución.
sobre el enjugado, la blancura de la boca, la fragilidad Sin embargo, el problema es más complejo. Había
y el color de la piel son otros tantos testimonios de una dos costumbres en particular, un baño público y un
mayor atención. Los textos son más largos, más preci- baño privado, que desaparecen casi totalmente en los
sos, como si se reforzaran las precauciones. Con el siglos XVI y XVII, en el momento en que empieia a
tiempo, los tratados de urbanidad, por ejemplo, profun- formularse esta angustia específica que provoca la
dizan la mayoría de los temas. Las normas-son más peste. Como si la economía imaginaria del cuerpo
enérgicas en elmanual de Jean Baptiste de La Salle, debiera tener un efecto realmente determinante. Se-
en 1736, que en. Erasmo, en 1530, incluso si este último mejantes prácticas merecen una particular atención:
evoca el lavado del rostro. La Salle se detiene en el son las que sirven directamente de soporte al rechazo
cuidado del cabello, que hay que cortar y peinar, al del agua. Esta amplísima desaparición puede hacernos
que conviene quitar la mugre regularmente con polvos pensar en un retroceso de las normas higiénicas.
y salvados (sin abluciones), insiste en los cuidados de
la boca, que hay que lavar todas las mañanas, frotando
fuertemente los dientes, y detalla el cuidado que hay
que tener con las uñas «cortadas cada ocho días» 62. Se
trata de los mismos cuidados que encontramos en
Erasmo, pero descritos con más detalle y que son
también más complicados. El texto de Erasmo enlaza
rápidas imágenes y exhortaciones. Por lo menos es
más breve. La utilización del peine, por ejemplo, es
más elíptica: «No peinarse es una negligencia, pero si
conviene ·ser limpio, tampoco es necesario acicalarse
como una niña» 63. La Salle, en tal caso, añade a la
técnica del aseo la frecuencia de los ademanes y
precisa y comenta las formas que deben tener. Sus
explicaciones son suma y refuerzo, lo que ocurre
igualmente en lo que concierne al rostro. La utiliza-
ción del agua disminuye, pero en provecho de una
vigilancia y de un sentido del detalle que preserva e
incluso refuerza la norma. Comentado de esta manera,
el enjugado, en último extremo, puede constituir una
Desaparición de una costumbre I 37

tumbre ya está suficientemente arraigada como para


que, sin que sorprenda, se pueda ofrecer una sesión de
baños de vapor como recompensa a ciertos artesanos,
domésticos o jornaleros: «A Jean Petit, para él y sus
compañeros de la servidumbre, la reina les regala un
baño de vapor al año: 100 s.» 4. Estos reciben el baño
de vapor al que, según el precio, se añadirá el baño en
2 una tina, vino, comida y lecho 5. Los cuerpos desnudos
transpiran y se esponjan lado a lado, en un vapor de
DESAPARICION DE UNA COSTUMBRE agua que se calienta con leña. Por lo que toca al baño,
se toma en un cuarto, separado a veces, lleno d,e
pesadas bañeras redondas cercadas de hierro. Por io
dicho, la práctica del baño de vapor no implica siem-
El rechazo (e incluso la condena) del baño adquiere pre la inmersión, a pesar de que el baño pueda tomarse
un relieve particular a partir del siglo XVI si se allí. Por ejemplo, hay seis tinas en Saint-Vivien, en
considera que era ya una verdadera institución, con su 1380, tres camas y cobertores. El espacio parece hecho
ceremonial y sus momentos. Los que los frecuentaban, para que los cuerpos transpiren y se bañen 6. Espacio
tenían sus lugares y objetos habituales. Algunos histo- más rico, por el contrario, es el de la miniatura de
riadores del siglo XVII ya evocan el baño, tema banal Valere Maxime, en el siglo xv, en el cual los manteles
de los historiógrafos. Jean de Riolan, en 1651, se de las mesas, los tapices de los cuartos y los embaldo-
refiere a él como algo casi mítico: «En realidad, los sados son lujosos 7. Práctica compleja, pues, ya que al
baños de agua o de vapor eran tan corrientes en París placer del agua se añaden los servicios anexos; prácti-
que, hace ciento cincuenta años, un italiano llamado ca socialmente diversificada también, puesto que pue-
Brixianus ya alababa entre las maravillas de esta de ser popular tanto como refinada. El baño de vapor
ciudad los baños de agua y de vapor» '. Estos estableci- es, en definitiva, un establecimiento frecuentado, in-
mientos evocan una práctica que, en el momento en el uso banal.
que escribe Riolan, ya «se había abolido y había Sin embargo, está institución desaparece en unos
desaparecido» 2. Antes de poder entender cómo ocurre cuantos decenios sin que lo sustituya otro. El último
esta desaparición, hay que evaluarla. de los cuatro baños de Dijon queda destruido a media-
dos del siglo XVI 8. Los de Beauvais, Anger y Sens ya
no tienen equivalentes a fines del mismo siglo 9. En
Baños públicos de vapor y de agua 1692 el Livre commode des adresses* no enumera más
que un ínfimo número de baños públicos en París, uno
Un pregonero recorre las calles del París del siglo de los cuales está exclusivamente reservado a las
XIII para invitar a sus habitantes a que disfruten del mujeres, en la calle Saint-André-des-Arts 10. y la
calor de los baños de agua y de vapor, establecimien- mayor parte de ellos tienen vocación médica. De los
tos familiares de los que hay veintiséis en 1292 3 . trece establecimientos de Estrasburgo, parece que sólo
Negocios organizados en corporación, estos estableci-
mientos se inscriben en el paisaje cotidiano. Su cos- * Cómodo libro de las direcciones.
38 I Del agua festiva al agua inquietante Desaparición de una costumbre I 39
quedan cuatro ". Martin, cuyo diario de 1637 cuenta de baños públicos con cama, tapices, tinas de madera,
la vida de los comercios de Estrasburgo, dice que va a en las que se afanan las sirvientas que transportan los
algunos baños «para curar una congestión fría de los cubos de agua, que nos muestra el manuscrito ilustra-
dientes y otra de los ojosi 12. Las ventosas que le do del Decamerón, en 1430 1 9 , o la serie de los baños de
aplican en este caso en «la espalda» 13, sólo tienen hombres y de mujeres de Durero, a fines del siglo xv 20,
como finalidad la compensación de algunos humores. también desaparecen de grabados y cuadros.
Su utilización es claramente terapéutica. Se trata de
una transpiración forzada, que en este caso va a
«purificar» los humores. «Llenar los baños»
Quedan algunos establecimientos en el siglo XVII,
sobre todo en París, que funcionan al mismo tiempo La otra práctica que va desapareciendo rápidamen-
como hoteles y como lugares de posibles baños, admi- te es privada. Se trata, más particularmente de una
nistrados por «bañeros», de uso muy aristocrático y costumbre noble o, cuando menos, distinguida. Son los
poco frecuente. Las visitas que se hacen a estos baños señores los que, en los Gent Nouvelles nouoelles", a
con el fin de lavarse no son nunca corrientes: antes de mediados del siglo XV, se hacen «llenar los baños» 21,
una boda, o de una cita galante, o también de un viaje, como si el agua fuera un signo de riqueza, que demos-
o al regresar de él, Fulano, cortesano, va al baño como trara la pertenencia a una clase social y fuera una
el que va a una ceremonia, cuando van a presentarle a ocasión de ostentación: el baño era un elemento que
su futura esposa 14, Y Mengano pasa allí algún tiempo realzaba fiestas y recepciones. Las cuentas de Felipe el
para borrar las fatigas de un viaje 15. Madame de Bueno, que no sólo muestran los gastos, sino también
Sévigné encuentra que no es «absurdo» que la «víspera los hechos del duque, enumeran los «baños que toma
de un viaje se duerma en el establecimiento del bañero en su hotel» 22, que implican siempre un acopio de
[...] y no en casa» 16. Pero el destino del lugar es mucho alimentos y, particularmente, de carnes. Son pretexto
más ambiguo: se trata sobre todo de un hotel que de invitaciones, de festines, de grandes movimientos
ofrece una total discreción. Por ejemplo, el señor de de cosas y de gente: «El 30 de diciembre de 1462 el
Laval se esconde en uno de ellos después de un duque organizó un festejo de baños en un hotel, con
matrimonio agitado, para escapar a toda investigación monseñor de Rovestaing, monseñor Jacques de Bour-
que se inicie contra él ' 7. Otros lo emplean para bon, el hijo del conde de Russye y otros varios grandes
ocultar secretos amores. Establecimientos lujosos, sue- señores, caballeros y donceles» 23. La costumbre no
len estar lejos de las miradas, o retirados al fondo de carece, por tanto, de prestigio y hasta ennoblece, en
un callejón, como el del hotel Zamet, en la calle de la cierto sentido, pues el baño proporciona mayor placer
Cérisaie, que incluso frecuentó Enrique IV 18. La des- o refinamiento: «El duque invitó a comer a los embaja-
confianza de madame de Sévigné se dirige sobre todo a dores del rico duque de Baviera y del conde de Wur-
estas prácticas «demasiado» discretas en las que el temberg e hizo aportar un acompañamiento de cinco
baño sólo tiene una finalidad accesoria. De todas platos de carne para regocijarse en el baño» 24. Se-
maneras solamente va a él un público poco numeroso, mejante escena puede ser adorno real. La recepción
por lo que, poco a poco, estos establecimientos van que ofrece ellO de septiembre de 1467 J. Dauvet,
desapareciendo.
La iconografía atestigua su desaparición. Las salas * Cien nuevos relatos.
40 / Del agua festiva al agua inquietante Desaparición de una costumbre / 41

primer presidente del Parlamento, a la reina Carlota estanques de Versalles 30. Parece que los temores que
de Saboya, acompañada por «otras vanas damas de se experimentan ante la infiltración de los cuerpos
compañía», se parece en todo a las que evocan las han tenido consecuencias muy precisas.
cuentas del duque de Borgoña: «Las recibieron y El apartamento de los baños y la bañera de mármol
festejaron con gran nobleza y liberalidad, con cuatro que hizo instalar Luis XIV en Versalles con ostenta-
hermosos baños ricamente adornados» 25. El agua sir- ción, para recordar un poco a la Roma antigua, deja
ve de refuerzo al lujo y de ilustración a la prodigalidad libre el lugar para que, unos años después, se instale el
del huésped. alojamiento del conde de Tolosa, bastardo legitimado.
Costumbre de gran dama, finalmente, mencionada Tras diversos avatares, la bañera se convierte en
en una Contenance des [emmes " del siglo XIV, aunque estanque de jardín 31, con lo que tal objeto se integra
el autor demuestre cierto exceso de preciosismo: en otro circuito del agua, elaborado únicamente para' ,
el placer de los ojos. Espectáculo de naturaleza disci-
«Muchos le mostrarían desdén plinada, el agua, tan costosa, cuya maquinaria deter-
si no tomase frecuentes baños» 26. mina la organización de los parques, se utiliza en el
siglo XVII casi únicamente para mostrar cascadas y
El tercero de los Cien nuevos relatos explota el chorros, y servir de recreo a la vista. Su danza es signo
episodio de uno de estos baños femeninos, bastante de profusión y potencia; es signo del dominio soberano
particular, hay que decirlo, puesto que toda la vecin- que se posee sobre una materia particularmente capri-
dad se entera cuando la gran señora «se hace llenar chosa 32. Esta profusión, sea como fuere, no basta aquí
los baños» 27, y, cuando se entera de ello, el molinero para la práctica del baño. Lo que hace que sea inútil la
del palacio trata de encontrar un pretexto para sor- bañera de mármol no es aquí la falta de agua, sino el
prender a las bañistas en el baño. Más allá de esta privilegio que se concede al aspecto teatral de los
equívoca escena y estos ecos de vecindad, tales noti- juegos acuáticos.
cias que van de boca en boca muestran por lo menos Son escasos los inventarios hechos después de una
que semejante baño es algo muy específico y hasta defunción en los que se mencione una tina de baño.
quizá no muy frecuente. Por ejemplo, las cuentas de Pierre Goubert no enumera más que una en el Beau-
Felipe el Bueno muestran que se toman los baños cada voisis de Luis XIV 33. Ningún médico parisino posee
cuatro o cinco meses, poco más o menos 28. una bañera a mediados del siglo XVII, a pesar de que,
Estas costumbres del baño privado han desaparecí- sin embargo, sigue existiendo la hidroterapia 34. Las
do también, casi del todo, en los siglos XVI y XVII. Las del castillo de Vaux, del hotel Lambert y del hotel
estufas ya no siguen el itinerario de las cortes reales, Conti son simples remedos del ejemplo real, cuya
como lo hacía la estufa de Isabel de Baviera, por ambigüedad, claro es, no hacen desaparecer 35. De
ejemplo, que solía ir de palacio en palacio 29. Las todas formas, sólo se visitan como objetos curiosos 36.
pompas del agua irán a animar los jardines y sus Los pocos arquitectos que, en el siglo XVII, evocan
fuentes, en los que Perrault ve la superioridad de los baños y estufas lo hacen plagiando los más clásicos de
«modernos», y no se refiere ciertamente a los baños Vitruvio 37. Sólo se trata de una referencia formal. La
cuando habla largo y tendido del césped y de los introducción del capítulo que trata del baño no puede
prestarse a engaño: «Los baños de agua y de vapor no
* Compostura de las mujeres. son necesarios en Francia, como ocurre en las provin-
42 ! Del agua festiva al agua inquietante Desaparición de una costumbre! 43

cias en las que se tiene por costumbre tomarlos [...]. No siempre las mismas referencias que hoy. Quizá supon-
obstante, si por una razón cualquiera un señor desea ga un itinerario particular, a largo plazo, antes de
tener uno en su casa, hay que instalarlo en [Oo.]» 38. El alcanzar la «transparencia» de las higienes contempo-
«temor» obstaculiza la utilización del agua. La imagen ráneas. Hay una manera de vivir este contacto con el
del cuerpo permeable, con su contexto de riesgos mal agua que no es forzosamente la nuestra. Ya el baño,
dominados, hace que el baño sea algo difícil de conce- todo ostentación, con el que obsequia J. Dauvet a la
bir. Estas imágenes van acompañadas de una ruptura reina Carlota 43, concede mayor importancia al aspec-
real de la práctica del baño: «En estas regiones no se to festivo que al de la limpieza. Un baño en el que el
prepara un baño excepto cuando se trata del restable- derivativo lúdico, por ejemplo, es dominante tiene
cimiento de la salud perdida» 39. El mismo Montaigne, referencias culturales diferentes del baño que se consi-
bañista itinerante, que sueña con los extraños trayec- dera indispensable para la salud, y también otras
tos que va a seguir el agua infiltrada hasta expulsar finalidades y quizá otras «fragilidades».
más fácilmente las incomodidades del cuerpo, insiste En este caso ya nos es posible comprender con
ya en la desaparición del baño en el siglo XVI: costum- mayor facilidad la desaparición de tales prácticas. La
bre «perdida que se observaba generalmente en tiem- peste ha desempeñado, sin duda alguna, un papel que
pos pasados en casi todas las naciones» 40. Sólo subsis- comprendieron ya ciertos contemporáneos: «Hace
ten algunos establecimientos terapéuticos. Había un veinticinco años, nada estaba más de moda en Braban-
baño que poseía sus tradiciones, es decir, sus institu- te que los baños públicos; hoy ya no queda ninguno; la
ciones, con sus espacios físicos y sus puntos de referen- nueva peste nos ha enseñado a prescindir de ellos»:",
cia sociales. Yeso es lo que desaparece, como si la dice Erasmo, en 1526. Pero, para que este papel tenga
peste, con sus lejanas consecuencias sobre lo imagina- tanta eficacia, quizá fuera necesaria la convergencia
rio, hubiera suspendido el ademán físico; como si, de otras circunstancias determinantes que tendremos
progresivamente, las representaciones del cuerpo hu- que considerar.
bieran llevado a la supresión de una costumbre direc-
tamente unida a la higiene corporal.
No obstante, sería erróneo asimilar de modo siste-
mático esta higiene corporal a una práctica de limpie-
za y convertir su desaparición en un simple retroceso
de la higiene, como trata de demostrarlo, desde hace
mucho tiempo, cierta tradición historiográfica 41. Lo
que desaparece con los baños no es forzosamente una
relación directa con el lavado, puesto que dichos
baños no son testimonio cierto de la existencia de
reglas de limpieza, cuya desafección habría que demos-
trar enseguida. No se trata, a priori, de una «seriedad»
de la limpieza que, según parece, retrocediera brusca-
mente. La propina que la reina da a Jehan Petit y sus
compañeros, en 1410, presenta más visos de diversión
que de lavado 42. La representación del agua no tiene
Los antiguos placeres del agua I 45
y luego van a los baños
y se bañan juntos en tinas [...]» 1

El baño promete aquí contactos y placeres: baños


en común, alcobas, lechos, festines. Semejante costum-
bre se describe varias veces en el Roman de la Rose.
3
«No porque les parece grato
LOS ANTIGUOS PLACERES DEL AGUA deben bañarse juntos» 2.

El tema es un motivo de la imaginería gótica. Lá


portada de la catedral de Auxerre representa una
escena de baños: varias mujeres dan masajes y enju-
Hay que regresar a las escenas de baño de la Edad gan al hijo pródigo, mientras que una sirvienta vierte
Media y detenerse en su estudio para evaluar las el agua en la tina. Las sirenas y las serpientes que
prácticas que el siglo XVI va a ir eliminando lentamen- rodean la escena sólo sirven para poner de relieve
te. Su finalidad es, primero, el juego e incluso la todas las seducciones allí contenidas 3. En otro sitio,
transgresión, porque el agua es, para empezar, festiva, por ejemplo en la casa consistorial de Damme, los
lo que significa que lavarse no es la verdadera signifi- cuerpos se bañan en una misma tina mientras circulan
cación del baño. alrededor comensales y criados 4. Estas mezclas de
sexos, de edades, de desnudeces, muestran una sociabi-
lidad perdida, que asombraba a Brantóme cuando
Cuerpos entremezclados visitaba la Suiza del siglo XVI: «Hombres y mujeres se
hallan mezclados unos con otros en los baños de agua
Dirigiéndose La Riqueza al Amante del Roman de y vapor, sin cometer ningún acto deshonesto» 5. Tal
la Rose (1240), esboza en unos cuantos versos el hecho también es corriente en las piscinas termales de
Théleme" del siglo XIII. Las cabezas se coronan con la Edad Media, en las que ambos sexos confundidos,
flores, de pronto las naturalezas se vuelven fértiles y con los cuerpos desnudos, se mueven en la misma
los interiores quedan protegidos y se multiplican los agua. Las fuentes de juventud de las pinturas fla",:eil-
encuentros, abiertos al deseo. El «Hostal de la loca cas del siglo XV hallan en tales escenas una inspira-
esplendidez» no es sino una casa de baños. ¿Es sor- ción parcial: hombres y mujeres, de jóvenes y gráciles
prendente? cuerpos, nadan desnudos alrededor de la fuente de
vida para extraer más fuerza y juventud. En El jardín
«Allá van donceles y doncellas de las delicias, de Bosch 6, hay una reconstitución
junto con viejas celestinas consciente de estos temas paganos que asimilan erotis-
buscando prados, jardines y gozos mo dionisíaco y algún paraíso perdido, también son
alegres como unas pascuas ilustración de estas promiscuidades que, en el mismo
momento, empiezan a ser arcaicas o, en cualquier
* 'I'héleme: lugar imaginario de la utopía de Rabelais. caso, menos toleradas. La emoción es aquí cómplice de
46 I Del agua festiva al agua inquietante Los antiguos placeres del agua I 4'
la prohibición naciente. En el siglo xv el reglamento de Fontaine-le-Comte serán destruidos en 1412 a causa
de los establecimientos de baños no permite ya, al de los desórdenes cometidos por las «jóvenes» pensio-
menos en teoría, estas antiguas promiscuidades. nistas de la casa 12. La alusión de Eustache Deschamps
La historia de los baños corre pareja con la de esta es igualmente clara:
lenta instauración de distancias físicas y refleja la
aparición de ciertos umbrales: con ellos, algunas «mez- «Adiós Bruselas, en donde los baños son bellos
clas» son cada vez más difíciles; ciertos «contactos» no y las jóvenes placenteras» 13.
son ya tan evidentes. La interiorización de las normas
que difunden las cortes señoriales va desplazando Los regidores de Péronne atribuyen a los baños
insensiblemente la manera de percibir la decencia y el turcos de su ciudad un destino perfectamente preciso:
pudor. Las sensibilidades ya casi no se avienen con «Se ordena a todas las mujeres públicas que se retiren
estas desnudeces mezcladas en espacios cerrados. Un en los lugares de baños edificados para ellas y que no
gran número de baños instauran la separación de Ios. sean tan osadas ni atrevidas como para dormir o
sexos a fines del siglo XIV. Por ejemplo, una regla de recibir fuera de ese lugar, excepto durante el día, para
alternancia prevalece en Digne, Dijon, Rouen 7, que beber, comer honestamente y sin ruido, ni escándalo ni
reserva ciertos días a las mujeres y otros a los hom- confusión» 14. Se trata aquí de un confinamiento, de
bres, otros a los judíos o a los saltimbanquis (lo que una exclusión.
demuestra en este último caso, por lo menos, que la Algunas veces se celebran en los baños ciertas
«decencia» no es la misma para las categorías sociales recepciones muy particulares. Felipe de Borgoña al-
o culturales dominadas). La distinción de lugares quila un día la casa de baños de Valenciennes con
prevalece en París y en Estrasburgo 8 entre otras «mujeres de vida alegre» para honrar mejor a la
ciudades, lo que implica la existencia de espacios embajada inglesa que había ido a hacerle una visita 15.
diferentes para cada sexo. En varias ciudades la expresión «ir a bañarse» tiene
El fenómeno es lento y caótico, pues más de un un sentido poco equívoco. Acogen al visitante azafatas
siglo separa, según las ciudades, la promulgación de provocativas y solícitas «que viven en estado de vileza
tales prohibiciones que, en definitiva, no se conseguirá y son desordenadas en amor», con frecuencia pobres
aplicar nunca. La miniatura de Valere Maxime 9 es, en mozuelas oriundas del campo y «de cuerpo fácil» 16.
el siglo XV, el ejemplo de estas promiscuidades: hom-
bres y mujeres entremezclados en una misma tina,
contactos y caricias, y, finalmente, lechos en los que Transgresiones
descansan parejas enlazadas. Pogge ironiza en 1515
sobre la «separación» en los baños de Bade, «en los y es que la historia de los baños también está
que hay profusión de ventanillas que permiten que los relacionada con otra historia: la del tiempo lúdico y
bañistas, hombres y mujeres, tomen juntos refrigerios festivo, la de los placeres y el juego. En este caso no
y se hablen, cuando el pasillo que corre alrededor podemos dejar de plantearnos el tema de la ilegalidad
facilita todo encuentro 10. Los oficiales municipales de y las transgresiones.
Avignon prohíben, en 1441, la entrada a los baños de Durante las etapas de su viaje por los antiguos
los hombres casados 11, pues es oficialmente reconoci- Paises Bajos, muy a principios del siglo XVI, y cuando
do que se trata de lugares de prostitución. Los baños estos lugares ya estaban desapareciendo, Durero apun-
48 / Del agua festiva al agua inquietante Los antiguos placeres del agua / 49

ta cada uno de sus gastos, un real tras otro, y asocia Cuando en 1479, por ejemplo, contabilizando los
rigurosamente los gastos hechos en tabernas, baños y actos violentos de los baños de Gante, Des Pars apunta
juego. Son los mismos: «Aix-la-Chapelle, gasto en el 1.400 crímenes y heridas en el lapso de diez meses,
baño; con amigos: 5 reales. He gastado 5 pfennings de define una realidad y también la va construyendo 20.
plata en el albergue y en el baño con amigos. He No es sólo la cifra en sí lo que es importante, sino la
perdido en el juego 7 reales» 17. Se trata de una manera de calcularla. El simple hecho de efectuar tal
práctica lúdica que está rozando la transgresión. El cálculo revela una mirada especial que considera el
baño está vinculado con una sociabilidad festiva, con baño y la vida que lo anima. Cuando se localiza en él
sus diversiones, sus disipaciones y quizá sus excesos. una violencia, tal cálculo la diferencia e, implícita-
'Lo que demuestran muy bien las denuncias que se mente, trata de explicarla. Se trata de la violencia de
I hacen contra tales establecimientos. los espacios licenciosos, la de los «descarríos», precisa:
Cuando el 29 de agosto de 1466, a Jehannotte mente aquella que las costumbres refinadas y el avan-
Saignant, dueña de un baño, la meten en una jaula ce de la civilización tratan de aislar. Como si ciertas
antes de envolverla en un saco para que la ahogue el espontaneidades, ciertos impulsos, hasta entonces va-
verdugo de Dij on en las aguas del Ouche, sus crímenes gamente integrados e incluso considerados como nor-
son diversos, aunque nunca sean abrumadores. Prime- males, se vivieran ahora como excesos. Más que en
ro se la acusa de provocar cierta agitación en su otros lugares, se codean aquí los comportamientos
negocio; al parecer, había favorecido la entrada con «mab dominados, los gestos abruptos, las actividades
fractura de uno de sus clientes en casa del señor de «demasiado» impulsivas, todas esas «palabras retado-
Molene, secretario del duque de Borgoña. La agresión ras» finalmente que incitan a «desenvainar la na-
iba dirigida contra la mujer del señor de la casa y vaja» 21 que enumeran con detalle los procesos que
nunca se demostró con claridad. Luego la acusan de surgen en el siglo xv alrededor de los lugares de baños.
prostitución ilícita: los baños de Jehannotte estaban Lugares de placer, son los polos de atracción para
bien aprovisionados de «jóvenes y lindas camareras las turbulencias urbanas. Lo que le reprochan a
muy complacientes y bien instruidas» 18 para el serví- Jehannotte Saignant es también el clima de agitación,
cio de la casa. Finalmente, se la acusaba de envenena- e incluso de libertinaje, que rodea a su negocio: «Se
miento: la dueña del baño, por lo que se decía, había oía gritar, querellarse, dar tantos saltos que se queda-
utilizado una hierba «particular» para preparar el ba uno asombrado de que pudieran sufrirlo los veci-
vino y las comidas de una clienta a la que «quería nos, disimularlo la justicia y soportarlo la tierra» 22.
hacer daño», con el resultado «trágico» para la bañista La motivación de los bañistas, es decir, los encuentros,
de que «pareció que se volvía loca [... J. Después, regocijos y festines, mantiene una complicidad con la
durante mucho tiempo, estuvo enferma hasta su muer- transgresión. Como si las «libertades- instintivas que
te, que ocurrió, finalmente, sin que recobrara la sao parecen autorizar los baños, permitieran precisamente
lud»!". que se manifestase la negativa a aceptar múltiples
El proceso fue largo, difícil y los testimonios rara- prohibiciones. Las «mezclas» provocan la imagen de
mente fueron claros. Sólo la prostitución parecía cier- un desorden latente, de posibles violencias. Parece que
tao Si Jehannotte Saignant paga sus «crímenes», tamo el lugar que se concede al deseo favorezca un ilegalis-
bién paga la reputación que se han ido ganando los mo, real o imaginario. Los baños empiezan a conside-
baños y su escandaloso 'comercio. rarse poco a poco como otros tantos lugares de inesta-
50 I Del agua festiva al agua inquietante Los antiguos placeres del agua I 51

bilidadjCuando la ciudad se estructura en el siglo xv, de su clientela ya no es hoy más que desorden y
diferenciando el centro y los alrededores, organizando perturbación.
ciertos barrios, emprendiendo un esbozo de control de La aventura de los baños tiene como camino obli-
sus periferias, tales instituciones inquietan por el gatorio un enfrentamiento con la ley y alimenta una
ejemplo siempre presente que dan de confusas sociabi- crónica de las transgresiones. Tales lugares no son
lidades o, sencillamente, de delincuencia. Estos esta- equivalentes a los establecimientos higiénicos que,
blecimientos parecían autorizar una licencia, en defi- mucho después, impondrán disciplinas y reforzarán
nitiva mal asimilada, que perturba más de lo que ciertas normas, sino que dan prioridad al mundo del
equilibra y corrompe más de lo que protege. Lugares placer, con lo que lo rodea y con los «excesos» de los
de disipación son vistos como ocasión de disturbios que es ejemplo prosaico un adagio de los bañeros
cada vez menos tolerados. Este modo de percepción y alemanes del siglo XV: «Agua por fuera, vino por
la realidad de la que procede influirán necesariamente dentro, estemos contentos» 26. No se trata de una
en la existencia misma de los baños públicos. Ya a oposición directa a los impulsos, lo que hubiera impli-
principios del siglo xv se prohíben en la ciudad de cado una extensión del territorio de la higiene, sino, al
Londres y cercanías. La ordenanza promulgada por contrario, de una complicidad con el mismo mundo de
Enrique V en 1411 evoca «las heridas, abominaciones, los impulsos. El agua se da como un excedente de
daños, disturbios, asesinatos, homicidios, robos y otros placer y acrecienta el sentimiento de desorden. Los
perjuicios» de los que son causa «los hombres y muje- bañistas la toman como un elemento de sus juegos. En
res de mala vida que frecuentan los baños de la ciudad el largo conflicto que la cultura opone al deseo, los
y de las cercanías» 23. Muchos de los cierres tienen baños no están al servicio del «orden», ni desempeñan
tales orígenes penales: riñas, muertes sospechosas o el papel de preceptos de urbanismo ni de preceptos de
«agitaciones» diversas. Pierre Melin pierde sus baños higiene. Lo que no quiere decir que haya ausencia de
de Aix porque ha hecho que su criado cometa en ellos limpieza, sino que ésta se evoca raramente, puesto que
un asesinato en 1478 2 4 • Los últimos baños de Dijon se lo esencial es la práctica festiva, en la que la limpieza
suprimirán en 1556 por orden de la Cámara de la no es más que un elemento secundario.
ciudad; Etienne Boulé queda condenado a destruir sus El rechazo está vinculado a un lento reforzamiento
estufas. Parece que la misma población influyó en tal de las normas sociales y urbanas. En cualquier caso, la
decisión. La ordenanza se hace eco de ciertos «clamo- Iglesia sólo traduce dichas normas, designando al
res, quejas y reclamaciones contra el nefasto y escan- mismo tiempo «la profesión de bañero, igualmente
daloso alboroto que había en ellos y de que diversas infame que la del dueño de un prostíbulo» 27. Los
sirvientas estaban pervertidas y entrenadas a hacer el predicadores han ido multiplicando desde el siglo XV
mal- 25. Finalmente, la prohibición dictada por los los apóstrofes violentos. Más que su moralismo, lo que
Estados Generales de Orleáns en 1556 contra todas las es interesante en sus sermones es, sobre todo, la
casas de prostitución del reino acelera la desaparición similitud con que designan a los baños y a otros
de los baños que, en muchos casos, quedan sometidos a establecimientos. Así se van deslindando ciertos luga-
tal ley. El «Hostal de la loca esplendidez» se convierte res «peligrosos»: «Vosotros, señores burgueses, no dais
en el siglo XVI en una institución que el tejido urbano a vuestros hijos la libertad y el dinero para que vayan
va rechazando paulatinamente. La agitación que pro- al lupanar, a los baños y a las tabernas» 28. Pero lo que
voca ya se soporta mal. La actividad y el movimiento explica directamente la desaparición de los baños no
52 I Del agua festiva al agua inquietante Los antiguos placeres del agua I 53

es solamente la palabra del sacerdote, ya que de lo que hagan ciertas comparaciones y nos permite confrontar
se trata es, evidentemente, del propio funcionamiento en el tiempo ciertas escenas aparentemente semejan-
social. tes que tienen lugar en el mismo marco y con el mismo
Los factores que desempeñan un papel real en tal decorado: medir lo que ha ido desapareciendo y medir
desaparición tienen por lo menos una doble lógica: lo que se ha conservado. La comparación, punto por
intolerancia progresiva del entorno urbano hacia un punto, de estas escenas privadas, separadas únicamen-
lugar que se concibe como algo turbulento, violento y te por mucho tiempo, puede hacernos pensar, una vez
corruptor, y temor que despierta una fragilidad del más, que la utilización antigua del agua no implica
cuerpo a través de una concepción imaginaria de las directamente el aspecto higiénico. Dos ejemplos pue-
aberturas y los flujos peligrosos. La peste pudo tener den iniciar la comparación y poner de relieve las,
tanta fuerza porque se trataba de una práctica inesta- diferencias.
ble y ya controvertida. En el primero de los Cien nuevos relatos, que se
escribieron en 1450 para Felipe el Bueno, el recauda-
dor de Haynau intenta seducir a una vecina que lo ha
El «excedente de los bienes de Dios» impresionado por su belleza. La estrategia de nuestro
hombre consiste en una serie de invitaciones y de
La práctica privada persiste, aunque su turbulen- fiestas a las que, al principio, invita únicamente al
cia no puede ser equivalente a la de los baños públicos, marido para hacer de él un amigo íntimo: «E hizo todo
pues los que los toman son privilegiados y poco nume- lo que pudo para que en las comidas, cenas y banque-
rosos. Las riñas y las navajas no pueden tener aquí la tes con baños de agua y de vapor, en un hotel particu-
misma importancia, ni la relación con la delincuencia lar y en otros lugares, estuviese siempre el vecino» 29.
urbana puede ser tan intensa. Se trata de un «retiro» La seducción de la joven esposa llegará a su hora:
en las casas y hoteles nobles, cuyo aspecto «perturba- entrevistas furtivas, persuasiones sutiles; como nues-
dor» es difícilmente concebible. No se plantea en tal tro hombre es hábil y solícito, la mujer lo escucha, lo
caso ni el problema legal de los baños públicos ni su comprende y consiente. A pesar de lo cual, hay que
problema social. Su desaparición se debió más a la preparar las citas con discreción. Sin duda, se trata de
mitología del agua y a las representaciones del cuerpo. una historia banal, pero el marco de estos encuentros
El temor que provocaban los organismos atravesados proporciona el sentido que tiene el baño. Cuando un
tuvo, sin duda, mayor importancia en este caso y viaje del marido de «la fulana» permite que el notable
cualquiera otra explicación podría ser artificial. Sin la reciba sola en su casa, «hizo que le preparan
embargo, como la costumbre precedente, nace ésta inmediatamente los baños, que calentaran las estufas
esencialmente del comportamiento festivo y pertenece y que le llevaran tartas e hipocrás y todo el excedente
al mismo principio de libertinaje y de placer. Como la de los bienes de Dios» 30. Y los festejos se prosiguen:
primera, su contexto es el del goce antes de ser el de la «En cuanto bajaron al cuarto, se arrojaron al baño
higiene. A su vez, al ser más fiel al deseo que a la ley, ante el cual se les sirvió el ágape» 31. El baño es
su existencia conserva ciertas «fragilidades». Semejan- ciertamente una escena de fiesta social: ágapes en los
te estatuto podría ser el origen de las condiciones de que los comensales comen y se divierten. También es,
su abandono. como en el caso que comentamos, un escenario de
Más que en otros casos, su ejemplo permite que se intercambios amorosos, un preludio erótico, en el que
54 / Del agua festiva al agua inquietante Los antiguos placeres del agua / 55

el agua permite que los sentidos gocen más. Con este diferentes: en el siglo XV el recaudador Haynau se
notable del siglo xv, esta costumbre se pone al nivel baña para dar mayor intensidad a fiestas y placeres. Al
del arte de la hospitalidad, de la distracción y, más aventurero del siglo XVII, sin embargo, futuro académi-
aún, de la sensualidad. Estas fiestas públicas o secre- co y gran señor, ni se le ocurre pensar en una escena
tas confirman que el agua se utiliza primero como un de baño, aunque pasa mucho tiempo describiendo
placer, con su calor y su poder de comunicación más o escenas en las que él y sus amigas se peinan, se visten,
menos sensual. calculan con cuidado la colocación de lunares y joyas.
Las escenas que se aparentan a ésta en los cuentos Va desapareciendo un empleo del agua al mismo
relatos y hasta en las memorias del siglo XVII son tiempo que aumentan las normas de aseo y de esmero.
totalmente diferentes en ciertos puntos esenciales. Pero no hay que concebir el baño con el cuidado.
Aunque, por lo menos, revelan lo que ha ido cambian- con que lo hacemos hoy y, al contrario, pensar en la
do. Cuando en sus aventuras libertinas el abad de limpieza fuera de toda ablución: reconocer que había
Choisy se disfraza de mujer y promete compartir el una limpieza corporal que no llevaría hoy ese nombre;
lecho con alguna de sus protegidas, la mayoría de los hacer el censo de ciertos objetos, cuya limpieza equi-
puntos de referencia han cambiado de valor, y si el valía a la del cuerpo, al mismo tiempo que excluía el
agua está ausente, la limpieza está presente: «Tenía en lavado de éste: espacios, ropa blanca, traj es, acceso-
casa, conmigo, a una vieja señorita, que ya había rios diversos, etc. Hay que volver a hallar el cuerpo en
acompañado a mi madre, a quien pagaba una pensión donde ya no está.
de cien escudos; la llamé: "Señorita -le dije-- está
aq~í una joven que me proponen como doncella: pero
quiero saber antes si es limpia. Examínela de pies a
cabeza." No lo pensó dos veces y dejó a la jovencita
desnuda como la mano [oo]» 32. Evidentemente, la lim-
pieza exigida significa también para Choisy la ausen-
cia de enfermedad secreta. La palabra posee un senti-
do «social», y, a la par, «médico». La desconfianza del
abad se carga aquí con la distancia que separa al
aristócrata de la aspirante a lencera y no carece, en
este caso, de cierto cinismo. Sin embargo, sigue ha-
biendo una preocupación específica: un testigo va a
comprobar la «limpieza» del cuerpo desnudo. Lo que
viene después sigue teniendo sentido: «Me preparé y
enseguida me acosté; tenía deseos de besar a aquella
prenda» 33. La limpieza, el aseo, ya no dependen nunca
del baño o del lavado. El agua no ocupa lugar alguno,
y, no obstante, se ha hablado de limpieza.
Cada una de estas escenas, desde la del notable
lúbrico hasta la del abad libertino, posee lo que no
tiene la otra. Las dos situaciones son extremadamente
SEGUNDA PARTE

La ropa que lava


1

LO QUE CUBRE Y LO QUE SE VE

Platter, estudiante sin fortuna de mediados del


siglo xv, describe las tentativas a las que tiene que
entregarse para quitarse de encima los piojos que lo
cubren y habla de que regresan como de algo inevita-
ble. Por lo que va a recurrir a un ejercicio elemental,
pero suficientemente importante como para evocar de
diversas formas un momento capital de la antigua
limpieza: «No se puede uno imaginar la cantidad de
miseria que cubría a los estudiantes, mayores y meno-
res, así como a una parte del pueblo [...]. Solía ir yo a
lavarme la camisa a orillas del Oder, sobre todo en
verano; luego la colgaba de una rama y mientras que
se estaba secando me limpiaba el traje, hacía un
agujero en el que arrojaba un montón de piojos,
echaba tierra encima y clavaba una cruz encima» '. El
acto es significativo: Platter ignora todo lavado del
cuerpo; de lo que se trata es sólo de lavar la ropa.
Pero, una vez más, el testimonio tiene gran importan-
cia: Platter, por lo que parece, no poseía más que una
camisa y es él quien se la lava, con mayor o menor
regularidad, intentando destruir los parásitos que no
se quieren ir.
La limpieza personal tiene como símbolo la limpie-
za de la ropa. La atención se dirige a las envolturas
que cubren la piel. El acto de Platter, claro está, lleva
la marca de la pobreza del estudiante, pero esta pobre-
60 I La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve I 61
za no basta para hacérnoslo entender. Este acto es una general: «La pulga ataca a los que quieren dormir y no
evocación de ciertas referencias arcaicas de la limpie- perdona a nadie, ni rey ni papa [...J. La pulga no es
za. Su «indigencia» no es solamente una indigencia fácil de coger porque salta con ligereza, y cuando va a
social, porque los piojos y la utilización «restringida» llover, muerde con rabia» 4. "Las reglas de cortesía,
de la ropa interior es algo muy común poco antes del redactadas también en el siglo XV, para los niños
nacimiento de Platter. Y la equivalencia entre cambio nobles, entre otros destinatarios, aceptan. la miseria
de ropa y limpieza, que excluye el lavado del cuerpo, es como un horizonte «natural», Lo más que se puede
algo, dígase lo que se diga, que sucederá durante hacer es evitar que su existencia sea demasiado visi-
mucho tiempo. ble, a pesar de lo cual se sigue viendo; está ahí, al
alcance de los dedos, cercana y cotidiana al mismo
tiempo: «Es indecoroso y poco honesto rascarse la
Miserias cabeza mientras se come y sacarse del cuello o de la
espalda piojos y pulgas u otra miseria y matarla
La lucha contra la miseria nos introduce también delante de la gente» 5. Al principio del siglo XVI, un
en una época que precedió a la de Platter. En Montai- enviado del duque de Ferrara, alojado en el castillo de
llou, en el siglo XIV, todo el mundo se despioja constan- Fontainebleau, cuya primera construcción estaba re-
temente, como signo de cariño o de deferencia: en el cién acabada, se mofa de las «pulgas, piojos, chinches
lecho, al amor de la lumbre, la amante despioja al y ciertas moscas que no le han dejado descansar en
amante con aplicación; la sirvienta despioja a su amo; absoluto» y llega a asombrarse con complacencia «de
la hija despioja a su madre y la suegra a su futuro que Dios se haya divertido creando estos animales
yerno. Ciertas mujeres, que tienen una habilidad más inútiles» 6. Para defenderse de ellos, se puede cambiar
«afilada», transforman dicha habilidad en profesión: de traje o por lo menos «limpiarlo», como lo hacía
en verano la gente se instala al sol en los «techos Platter. Es lo que repiten, desde la Edad Media, con
planos de las casas bajas» 2 y se entrega a las manos de insistencia breve y general, los libros de urbanidad; la
las despiojadoras profesionales, como en una tertulia. práctica existe sin que haya indicación precisa ni
La miseria, al final de la Edad Media, es el acompaña- circunstanciada. El traje debe ser, sobre todo, honesto
miento cotidiano de la mayor parte de la población. Se y decente. La superficie del traje atrae lo esencial de
recuerda su presencia con el menor pretexto. El pri- la mirada.
mer método que estudiaba en el siglo XV el Ménagier Pero los textos que explican la presencia de la
de Par~s * para separarse de ella, o para suprimirla, miseria son los que intentan describir cómo aparece y
consistía en colocar mantas, ropa interior y trajes tan por qué hay tanta, son los que mejor ilustran el lazo
apretados en los baúles «que las pulgas carecerán de todavía muy estrecho que se supone mantiene con la
luz y de aire, y estarán tan estrechas que perecerán y limpieza del cuerpo. Por ejemplo, no cabe en la imagi-
morirán enseguida» 3. La descripción o la simple evo- nación de los higienistas que la proliferación de esta
cación de tales insectos es muy familiar en el siglo XV, fauna parásita no se deba a un exceso de humores
lo que confirma, por lo menos, que su presencia es corporales. Piojos y pulgas nacen de ciertas transpira-
ciones mal dominadas. Son las sustancias que emanan.
del cuerpo humano las que les dan vida. Al contrario,
* El gobierno de la casa de París. reducir los humores ayudaría a suprimir semejante
62 / La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve / 63

proliferación. Una larga tradición, que llega hasta el entre miseria y limpieza no es tan evidente como lo
siglo XVII, trata de hallar cuáles son sus causas, pero será más tarde. Se trata incluso de todo un contexto
la relación con la limpieza corporal es raramente patológico. Es como si las miradas no pudieran fijarse
explícita. Del «interior» se secretan animalitos y come- en un objeto que pronto será evidente; como si no se
zones, generación espontánea derivada de una invisi- pudiera ver todavía una relación que pronto será
ble mezcla de materias: «Las causas de la sarna [de los transparente: «Estas pústulas sucias, estas costras y
niños] son dobles, pues la engendran las reliquias de estas úlceras que estropean el cuerpo y particularmen-
los meses de purgaciones de las mujeres o la leche de te el rostro y la cabeza de los niños, que se conocen por
mala calidad del ama, que se corrompe fácilmente en el nombre de «crusta lacta», y de viña, de las que los
el estómago del niño y no puede transformarse en buen autores no describen más que ciertas diferencias acci-
quilo» 7. La lucha contra la sarna infantil empieza por dentales, me parece que provienen de una linfa que
la leche del ama: «curar» es cambiar de ama o cambiar posee un ácido más o menos viscoso» 9. En la defensa
su alimentación. contra las invasiones de la miseria y los ataques de la
Estas vidas rastreras sólo pueden nacer del cuerpo, piel, la tradición culta da sobre todo más importancia
«salen» de la piel como parece que ciertos gusanos a un medio: limitación y control de los humores.
emergen de las carnes putrefactas. Simplemente, se Por lo demás, este medio corresponde a los innume-
traslada la imagen. Su presencia indica que hay un rables regímenes que son la base de los tratados de
desarreglo interno, una degradación de sustancias higiene hasta el siglo XVII: vigilar la comida, porque de
oscuras. La presencia de la muerte ya, quizá su trabajo ella depende todo lo que toca al cuerpo. Al determinar
secreto, ° su signo, o, en cualquier caso, su mordisco los humores y sus cualidades, su composición determi-
en las carnes vivas. No hay aquí ninguna relación con na lo que es sano. Variarla es tratar, una vez más, de
el aseo de la piel. La limpieza ni siquiera se evoca, los parásitos, interviniendo en su origen: «Los cuerpos
como si no tuviera fuerza ni importancia. En este caquécticos tienen abundantes humores ácidos, tienen
marco no tiene existencia alguna, ni estatuto sanita- fácilmente numerosos animalitos como éstos. De lo
rio. La atención se dirige hacia otra parte. Las costras que se deduce que para curar bien las comezones que
que se propagan, el chorreo seroso, las fecundaciones se derivan de ellos habria que purgar esta caquexia
parásitas no sugieren la existencia de una relación por medio de medicinas propicias» 10. Purgar, claro,
directa con la limpieza. Todo esto traduce esencial- pero también comprobar. Hay que evitar los alimentos
mente un «estado» del cuerpo. Suprimir estos «trastor- que acumulan el ácido y las viscosidades al descompo-
nos» supone, para empezar, intentar llegar a los meca- nerse y todos aquellos que hacen correr el riesgo de
nismos internos. Durante siglos no varía la explica- que aumente la transpiración. Sólo la alquimia inte-
ción: la de Mauriceau, cirujano partero de los burgue- rior del organismo puede detener el desarrollo de estas
ses parisinos durante el siglo XVII, es la misma que la vidas parásitas. También hay que evitar los alimentos
de Guy de Chuliac, cirujano de los papas de Avignon. demasiado «húmedos», los que hacen que la digestión
¿No piensa también este último que pulgas y larvas sea demasiado lenta o difícil. ¿Puede asombrar, por
nacen de «los humores corrompidos» 8, y no son los ejemplo, que en el siglo XVI las celdas de los cartuj?s
niños víctimas de estos humores desbordantes? no estén invadidas por las chinches? Las de sus domes-
El que los desórdenes orgánicos se acepte como ticas sí lo están... Sin duda, piensa Cardan, se debe a
origen, pone de manifiesto que el vínculo existente que los cartujos saben abstenerse de comer carne ".
64 / La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve I 66

Una celda sin miseria se convierte, una vez más, en el «punto cero». No puede haber una zona totalmente
siglo XVI, en un caso digno de atención, que los ciega. El proceso de civilización al que pertenece el
«humores» monacales explicarían fácilmente. Tales gesto de limpieza no tiene un punto inicial absoluto.
precauciones llevan a aceptar un criterio empírico de Conviene, para conocer las formas arcaicas de este
sustancias refinadas, que uno de los primeros tratados mismo gesto y la evolución de sus umbrales sucesivos,
sobre el arte de '<la belleza corporal» traduce en el que abandonemos las referencias que son hoy las
siglo XVII en términos familiares: «La manera de vivir nuestras.
es esencial para curar esta enfermedad [la tiña]; no se
deben emplear más que carnes que engendren buenos
jugos [...l» 12. Estos textos no quieren decir ni siquiera El rostro y las manos
que la alimentación deba considerarse de manera
minuciosa; pero sí dicen, por lo menos, que los alimen- Estos primeros tratados de salud muestran, por lo
tos tienen una real responsabilidad en la aparición de menos en un tema, cuáles eran en la Edad Media los
la miseria. criterios «antiguos» de la limpieza del cuerpo: lavado
Tal tradición se halla en los confines de la primera de las manos y del rostro; asear con esmero lo que se
fase de una historia: en nuestra opinión, corresponde a ve, hacer que desaparezca la mugre de las partes
un tiempo de ceguera y de insensibilidad. Ilustrando visibles. Las numerosas traducciones de los tratados
ciertas percepciones que no pueden ser nuestras, esta médicos antiguos, dominantes durante mucho tiempo,
distancia nos coloca frente a algo muy lejano que, en lo repiten hasta la versificación clásica.
último extremo, despierta en nosotros una sensación
de malestar, como si se hubiera sobrepasado el umbral «Te lavarás por la mañana las manos con agua fría
de la tolerancia. Cuando sugieren ciertas representa- y aún mojadas, te las llevarás a los ojosi 13.
ciones totalmente olvidadas, sugieren sobre todo una
total transformación de la sensibilidad. Porque de lo También algunas veces una semejanza analógica
que se trata aquí es realmente de sensibilidad -y entre al agua y el medio húmedo del ojo refuerza la
hasta de afectividad- por lo menos tanto, y quizá más, iniciativa del lavado: el agua, dice el médico, agudiza
que de «razón» higiénica. En esta historia primitiva no la vista, sobre todo si es agua fresca. Es como si
tiene vigencia un vasto conjunto de relaciones que se hubiera una identidad de sustancias y una correspon-
juzgarán más tarde como «elementales», en particular dencia mecánica. Antes de que se imponga el temor al
las que están entre la suciedad y la enfermedad; pero, agua que se infiltra y corrompe, como ocurre desde el
de manera más amplia, tampoco tienen vigencia cier- siglo XVI, la observación mantiene una relación ligera,
tas percepciones que son hoy totalmente inconscien- pero peculiar, con la salud: «Lávate las manos yel
tes. En ellas parece que no hay ciertas referencias rostro con agua recién sacada y con el agua más fría
corporales que son evidentes para nosotros. que encuentres, pues esta ablución proporciona una
El «silencio» de estos documentos no permite, sin buena vista, clara y aguda» 14. Esta observación sobre
embargo, que saquemos la conclusión de que hay una la agudeza del ojo sigue siendo alusiva, accesoria, más
ausencia de toda limpieza corporal, puesto que ésta esbozada que profunda. Incluso no siempre se recuerda
existe, pero «de manera diferente» de la de hoy, con que hay que lavarse el rostro, pues parece que está
referencias a otras reglas. En este aspecto no hay menos presente que el lavado de las manos.
66 / La ropa que lava Lo que cubre y lo que Be ve / 87

Una vez más, nos viene a la mente la idea en una «pues, de entre todos los oficios de servir la mesa, el
amenaza a la salud. No hay en este punto exigencia vuestro lo requiere» 15. La corte señorial, que focaliza
alguna. El tema de las manos limpias y del rostro liso una vida social algo ceremoniosa, no podía sino refor-
no es un t.ema «san.itario». La imposición, directa y sin zar las codificaciones. No podía sino dar una dinámica
c0':lle?-tarlOs, provleI.1e de una obligación moral. Su nueva a las prácticas de «decencia». Esta limpieza
objetivo es la decencia antes que la higiene. El precep- inmediatamente visible, que se asocia a ciertas anti-
to pertenece más a la tradición del clérigo que a la del guas observaciones de reserva y de respeto, se enseña
med.lCo: En este caso la literatura culta no puede en definitiva como un código indiscutido:
r.estI~Ulr, con toda evidencia, el valor profundo de la
limpieza y d~ sus. formas primitivas. Los puntos de «Paje de cámara lávate las manos
referencia mas antiguos son los de la urbanidad, antes al levantarte, al comer
de ser los de la salud: lo que domina es la apariencia. y luego al cenar, sin engañar» 16.
Con ellos se «trata» al cuerpo a través de sus envoltu-
ras más externas. La «figura» que forman corresponde Dar «agua para las manos» a una persona es signo
de manera bastante justa a las sistematizaciones de la de cortesía y de amistad. El gesto se suele encontrar
s?ciedad cortesana medieval: trabajo sobre la aparien- en el roman cortesano, lo mismo que en los reglamen-
cIa: en. el que la alusión a la limpieza, simpre rápida, tos de varias instituciones religiosas. Se trata de una
esta vinculada al decoro y sólo se preocupa de la muestra de atención y de hospitalidad:
mirada,
Evidentemente, estas prácticas y estas reglas de «Le dieron agua para las manos
u~bamdad de la Edad Media no constituyen por sí y toalla para enjugar1as
mlsmas.un punto de arranque; no son el «comienzo» de Luego le trajeron comida» 17.
la limpieza del cuerpo. Pero- su interés es doble: las
normas de limpieza empiezan a sistematizarse y se Pero también se trata de un comportamiento coti-
puede considerar que son los antecedentes de las diano y reglamentado. En el siglo XIII las hermanitas
nuestr~s, al mismo tiempo que funcionan de manera del Hótel-Dieu de Vernon deben «pasar por el Iavade-
~uy dlferen,te. Pueden constituir, desde este punto de ro» antes de «reurirrse en el refectorio» 18. Incluso hay
vista, un ejemplo suficientemente importante como una campana especial que llama a los monjes del Bec
para que las escojamos aquí como una primera figura. al ablutorium, en donde se lavan las manos antes de
El lavado de las manos y del rostro forma parte comer (sonare ad manus lavandas 19), Finalmente, la
pu:,s, de las reglas enseñadas a los pajes en las corte~ regla de San Benito, al evocar el cuidado de los objetos
senonales. Se trata de un código social, mostrado de la comunidad, cita «las telas con las que los
como tal" precepto lacónic,o ,y directivo, Po,' otra parte, hermanos se limpian manos y pies» 20.
el adem~n es poco explícito, puesto que tiene sus La repetida alusión al lavado de las manos, la
refer~ncla~ en la coshlm~re. No hay comentario algu- frecuencia del «aguamanil» en los ricos inventarios de
no SInO solo el que indica que un comportamiento la Edad Media, dan una dimensión casi ritual, por lo
contrario no sería «honesto». A. de la Salle no dice menos en las casas nobles: cuatro «aguamaniles de
ot~a c~sa en el siglo xv cuando recomienda a Jehan de plata» en la casa de Guy, conde de Flandes, en 1306 21;
Saintrá que no SIrva a su señor con las manos sucias , dos «aguamaniles» de mesa, que sirven para lo mismo,
68 / La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve / 69

un siglo más tarde, en casa de Clément de Fouquem- caso tampoco, la limpieza no se impone con claridad.
bert, canónigo de Nuestra Señora 22; uno sólo en casa Citada como de pasada en los textos cortesanos, ya no
del usurero de Rouen, Jehen Baillot, a mediados del lo hacen, por ejemplo, los reglamentos de las institu-
siglo XIV 23; mientras que el inventario real cuenta, en ciones. Particularmente los de los colegios, en los que
el mismo momento, una decena, dos de las cuales son la indumentaria debe ser, para empezar, honesta (ues-
de «esmalte rosado, con los bordes cuajados de pe- tes honestas): ni demasiado larga ni demasiado corta,
queños escudos de Francia» 24. Los objetos reales aña- para respetar la decencia. Sólo se le da importancia a
den una o dos jofainas para lavarse la cabeza o para la forma y al color. Lo que valora e importa es la
lavarse los pies; lo que demuestra una diversificación silueta: «que no lleven atuendos que llamen la aten-
posible del papel que desempeña cada uno de los ción, cortos o demasiado ajustados, ni calzado recorta-
objetos. La casi totalidad de los inventarios se limita, do o con lazos. Pero que tengan una apariencia exter-
sin embargo, al aguamanil. Este último ademán es na honesta y decente» 26. Los reglamentos de los
dominante, hasta tal punto que parece exclusivo cuan- hospitales insisten a su vez en que el traje debe estar
do, por ejemplo, se evoca la conducta que hay que bien cerrado (clausam) y algunas veces en que deben
seguir al levantarse; el aseo matutino se limita a ser de color gris u oscuro 27. El vestido es una línea y
echarse agua en las manos: esa línea es la que cuenta, para empezar y casi única-
mente.
«De mi cama enseguida me levantaba Pero el vestido es también una estructura, una
Me calzaba y las manos me lavaba» 25. disposición entre los tejidos externos e internos, una
arquitectura entre las materias. Desde este punto de
Las superficies lavadas son «limitadas», pero, sobre vista, la indumentaria de la Edad Media empieza a
todo, la antigua limpieza, que aparece en estas prácti- componerse de diferentes prendas que se oponen al
cas poco comentadas, es esencialmente social: un arte paño del hábito (la lana). Ahora bien, precisamente en
de las conveniencias limitado a las partes visibles de el juego que existe entre los diferentes niveles podría
la piel (ante todo, las manos). Es esta doble limitación introducirse la idea de la limpieza corporal, como la de
a la «decencia» y a las «partes» la que le da su la muda de la ropa interior.
especificidad. Desde el siglo XIII la camisa ha ido dando una
nueva estructura a la indumentaria, oponiendo los
tejidos finos, aún escond.¿<i0s, a los paños que. los
La ropa y lo invisible recubren. La camisa no se ve, pero con ella el traje se
va estratificando en sus superficies y en las materias
El conjunto del cuerpo no tiene aquí real importan- que lo componen: de lo más liviano a lo más pesado, de
cia, puesto que está encerrado en una vestidura que lo más íntimo a lo más visible. La prenda se vuelve
acapara lo esencial de la mirada. El estatuto de esta manejable y se convierte en una suave entretela que
vestidura tiene mayor importancia porque permite, a separa la lana de la piel. Una estampa que se halla en
su vez, que se comprenda mejor el estatuto de la la traducción francesa del Decamerón, aparecida en
limpieza. Es el papel preciso que desempeña el traje en 1430, es clara ilustración de los dos niveles del traje 28.
una estrategia del decoro que hace entender hasta qué Un atracador armado de una larga hoz despoja a su
punto la atención no abandona lo visible: pero, en este víctima al borde de un camino. El bribón es tan
70 / La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve I 71

codicioso que deja en camisa a su presa. Después de preciosos. Especialmente las pieles de petigrís, hechas
quitarle el traje, la ropa interior queda flotando hasta con el vientre de las ardillas, que exhiben la suavidad
medio muslo. El contraste es evidente: ninguna parte de los cuellos y de las mangas, criterio esencial del
de esta ropa interior sobresale del traje. Los testigos lujo. El cuerpo del rey queda totalmente envuelto en
de la escena proporcionan la prueba de ello: sólo se materias que, sobre todo, deben asociar extrema opu-
ven los trajes que los envuelven y que no dejan ver lencia y variedad de colores. El paño de lana, minucio-
más que sus zonas de color. samente forrado de pieles, es símbolo del fasto real. El
En la vida cotidiana la ropa interior sigue estando 'traje que lleva Juan el Bello el día de la Ascensión de
oculta. Pero ya está todo en su sitio para que se utilice 1351 es «un traje de ceremonias de Bruselas», formado
como imagen de la limpieza, por ejemplo a través del por cuatro guarniciones y forrado de petigrís 31. Al'
ritmo de la muda. Ahora bien, parece que este juego no mismo tiempo, en las cuentas reservadas a los gastos
comienza aún, o por lo menos no está definido con de lencería, se anotan gastos para la capilla y para los
claridad en este momento. Una sucesión de episodios tocados del rey, mientras que no aparecen ni los de
de un lay de Maria de Francia, en el siglo XIII, pone de confección ni los de compra de camisas. Casi siempre
relieve la camisa del héroe como si fuera corriente que invisibles , las camisas no consiguen salir del estatuto
.
no se la cambiase. Incluso la historia no tiene sentido de objetos poco evocados y, sin duda, poco manejados.
alguno si no es con esa condición. Objeto único, Las cuentas de Guillermo de Murol, noble de Au-
reconocible por medio de marcas y señales inscritos en vernia a principios del siglo XV, nos lo confirman,
ella por otros personajes, esta camisa lo acompaña puesto que permiten diferenciar las compras de hopa-
naturalmente en el tiempo y en el espacio, pegada a la landas, trajes y calzas, y mucho más difíci.lmente las
carne. Viaja él, atraviesa los mares, regresa a Bretaña, compras de ropa interior. Sin embargo, existen, pero
pero la prenda de ropa interior sigue siendo la misma, su destino no está claramente precisado, ni siquiera su
siempre identificable, con sencillez y evidencia. La calidad. La mención de una tela que costó dos francos
dama, tanto tiempo alejada, encuentra en ella el plie- en 1407, cuya denominación misma la diferencia de las
gue que ella misma había hecho 29. No se puede conce- lanas reservadas a la ropa «exterior», no va acompaña-
bir dicha señal más que si la camisa es la única que da de ninguna indicación sobre su futura confección.
haya llevado el héroe. En Montaillou, a principios del No hay referencia alguna que permita decir quién
siglo XIV, Pierre Maury cambia de camisa algunas llevará, ni durante cuánto tiempo, la ropa interior que
veces, lo que hace de vez en cuando y el episodio es lo se hará con ella 32.
suficientemente raro e importante como para que Lo que no quiere decir que este traje «de cuerpo» se
Pierre lo anote, de pasada, cuando habla de otra cosa, desprecie o se ignore de modo\sistemático; muy al
durante un proceso de inquisición 30. contrario. La calidad de los tejidos que se compran
Las cuentas de las grandes fortunas ilustran a su suele respetar la diferencia social: «la vara de tela de
vez el estatuto aún ambiguo de la ropa interior. En la Reims» 33, fina y costosa, que servirá para h.acer la
relación de gastos de Etienne de la Fontaine, tesorero camisa de madame de Rochefort, noble Foreziana de
del rey, se especifica la existencia de una docena de principios del siglo XV, no es la misma que la que
trajes entre 1351 y 1352. Sus composiciones, concebi- compra para la ropa interior de su domesticidad. El
das para regocijo de la mirada, acumulan los paños precio pasa de 5 a 1 entre una y otra 34. Igualmente, el
jaspeados o de escarlata, los adornos de piel, los forros refajo (posible equivalente de la camisa) de que habla
72 I La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve I 73

el inventario del castillo de Beaux, a la muerte de la que falte tela o que su escasez limite primero el
condesa de Alevin, en 1426, es suficientemente precio- número de camisas, sino más bien de que existe una
so para que en la tela haya entretejidos hilos de oro. tradición cultural, una peculiar relación con el atuen-
Pero parece que es la única prenda de ropa interior, do: sobre todo la que concede mayor privilegio a las
aunque en el mismo inventario hay cantidad de vesti- líneas formales y al aspecto externo. También hay, sin
dos y pieles de armiño 35. La ropa interior presupone duda, una especie de relación con la piel: los cambios
un fino tejido, más difícil de fabricar que el de lana; su frecuentes todavía no son obligatorios. Ciertas maní-
producción es más costosa y sus materiales más esca- festaciones físicas, como, por ejemplo, la transpira-
sos en la Edad Media. Hay numerosos inventarios que ción, se evocan esencialmente en el marco terapéutico
no mencionan las camisas, o lo hacen muy poco: por y se dejan en silencio en el marco del aseo. Las normas
ejemplo, sólo hay una en el del burgués parisino sociales son aquí poco claras; parece que aún no se
Galeran le Breton, en 1299 36, Y ninguna en el de la han definido ni prescrito.
burguesa provenzal Alicia Bonefoy, en 1400 3 7 ; una Lo que no significa evidentemente que la ropa
sola en el del estudiante parisino muerto en 1348 3 8 ; interior no se lave o no se mude, pero lo que ocurre es
también una sola en el de Jehan de Viersville, artesa- que no se hace resaltar con qué ritmo se hacen estas
no sin hijos, muerto en 1364, cuya sucesión pasó a ser mudas: evocadas algunas veces, escasamente precisa-
propiedad del duque de Borgoña por aplicación de la das, siguen siendo ambiguas, como si carecieran de
ley de manos muertas 39. importancia. Su importancia desaparece ante el con-
No cabe vincular esta escasez al sólo costo de torno y la materia exterior del atuendo. Las reglas de
fabricación. Los que poseen lencería, particularmente las comunidades, que son explícitas sobre la frecuen-
muy numerosos manteles, sólo tienen poca ropa inte- cia de ciertos aseos, no lo son en lo que respecta a los
rior. Como si esta última posesión no pareciera útil. tejidos que tocan la piel, y, sin embargo, los mencio-
En 1347 el inventario de Jehanne de Presles, esposa nan: «Basta con que un monje tenga dos túnicas y dos
del fundador del colegio de este nombre, habla de cogullas para que pueda mudarse por la noche y las dé
varias decenas de varas de manteles y otros tejidos a lavar .. .» 41. Pero la regularidad de este lavado no
finamente trabajados. Abundan las telas en él, algunas aparece en los reglamentos de la Edad Media.
de las cuales están colocadas allí sin que se especifi- Más allá del ascetismo que preconiza aquí San
que su destino preciso, mientras que otras se destinan Benito, durante este período la administración de la
a la mesa o a la alcoba. Sin embargo, sólo sobresalen ropa es indicativa de lo que ocurría en las cortes
dos sayuelas (otro posible equivalente de la camisa) y señoriales y en las poderosas comunidades monacales.
dos refajos 40. La ropa interior se cuenta por unidades, El cambio de esta ropa ínterior sigue SIendo «limita-
aunque nada prohíba que sea «abundante». La riqueza do» incluso cuando el lujo podría multiplicarlo. Las
no implica la multiplicación de tales prendas, pero sí camisas de los inventarios más ricos no van más allá
la de los manteles, que, sin embargo, se hacen con un de unas cuantas unidades. La camisa, prenda del traje
material muy semejante y, sobre todo, también implica que es aún funcional, es su vertiente casi nocturna. La
la importancia exterior del traje. En este mundo noble atención no la desprecia, pero tampoco insiste en ella.
o burgués sólo interesan los cálidos colores de los La focalización esencial del vestido va a su superficie.
trajes, que se expresan mejor a través de las pieles. En Es ella la que no sólo acapara la mirada, sino que la
este caso preciso se ve con claridad que no se trata de canaliza. Riqueza y decencia son las dos cualidades
74 / La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve / 75

dominantes. La presencia de la piel y la representa- llevar cofres y baúles, por lo que pueden imaginar en
ción concreta del cuerpo se dirigen claramente hacia qué estado se hallaban sus trajes. Unos estaban largos,
la envoltura de lana y de pieles. Como si todo debiera otros cortos, otros forrados de marta, de zorros o de
relacionarse con lo visible. Materia y forma saturan diversas otras pieles que habían mermado a causa del
las cualidades posibles. Esta envoltura se apodera de agua, y al día siguiente se veía el paño que flotaba
la totalidad del cuerpo. sobre dichas pieles que se habían averiado y habían
A fines del siglo XV, una vez más, cuando los encogido» 42.
mismos puntos de referencia se van volviendo paulati- En efecto, es una grosería llevar la misma vesti-
namente más complejos, un episodio del roman de menta durante varias semanas, entre Londres y Ma-,
Jehan de París subraya la importancia central y espe- drid, pero sobre todo porque pierden su brillo, se
cífica que han tenido durante mucho tiempo tales marchitan y por ello provocan la ironía de los demás
índices de superficie. invitados. La torpeza de los ingleses se debe, en primer
Algunos ingleses que habían sido invitados a la lugar, al olvido de las «formas». Aparentemente, lo
boda de la infanta de España llegaron desde su país sin único que cuenta es el estado del traje: riqueza de la
trajes de recambio. Desde Londres hasta Madrid lleva- trama lozanía de las pieles, respeto de las líneas.
ron los mismos trajes: habían navegado y cabalgado Esta ausencia de preocupación por la condición
desde el principio hasta el fin con su traje de ceremo- inmediata de la piel caracteriza bastante bien las
nias, su camisa y su hopalanda. Habían recorrido costumbres de la Edad Media. Algo así como si el
caminos accidentados, habían atravesado ríos turbu- cuerpo delegara su existencia en otros objetos, los que
lentos, habían soportado tormentas y lluvias y tam- lo envuelven o lo rodean. El tema de la limpieza no
bién sufrido al sol. Al llegar, tenían un aspecto medio- está totalmente orientado. Tal «calidad» existe, pero
cre. Durante la ceremonia su presentación provoca se centra en las partes corporales visibles o en el'
ciertas comparaciones. Los franceses se ríen de estos medio en que están inmersas.
viajeros sin baúles ni arcas y de su incapacidad para
mantener limpio su guardarropa, y se burlan de su
aspecto. Pero cuando los describen, apenas se fijan Cuerpos y espacios
más que en sus pieles ajadas y sus adornos deformados
por la lluvia. No hacen ninguna observación sobre su Los reglamentos de las comunidade,s religio.sas
posible incomodidad física ni sobre su hediondez. El muestran con claridad cuáles son estas lmeas diVISO-
desprecio hacia los ingleses se apoya en dos motivos rias, insistiendo mucho más en el aspecto de la limpie-
precisos: sus prendas han perdido el brillo, sus trajes za de los espacios y de los objetos comunes que en la de
carecen de colorido, su continente no es garboso. La las personas y los cuerpos. Dominan las menciones a
ironía explícita de los franceses (y del autor) no se la ropa de cocina y de las capillas, así como a diversos
refiere al registro de la limpieza o de las sensaciones utensilios y San Benito es más explícito en lo que a
«íntimas». Los ingleses no han pecado contra un ellos toc; que en lo que respecta a cualq~ier ?tro
código de la limpieza corporal, sino solamente contra objeto: «Se reprenderá al que muestre negligenCia o
el código del ceremonial y de la elegancia: «Los suciedad en el manejo de los' muebles del monaste-
ingleses llevaban siempre los buenos trajes que se rio» 43. Parece que el cuerpo no se considera más que
hicieron para su boda, pues en su país no se estilaba indirectamente a través de las cosas que toca, los
76 I La ropa que lava Lo que cubre y lo que se ve I 77

lugares por los que pasa y las herramientas que se amontonan y mueren los pobres, hay una limpieza
emplea, como si la atención se deslizase por las super- presente. Pero no se trata precisamente de la de los
ficies. La evocación repetida de ciertos objetos sólo es cuerpos desnudos, apretados unas contra otros en
indicio de la orientación de la mirada: «Los encarga- pequeñas superficies. Los cuerpos siguen estando ocul-
dos del servicio semanal no tendrán reparos en limpiar tos, acumulados entre vestiduras y sábanas. Cuando
todos los ataques de la suciedad, sobre todo en el ingresan, las manos hospitalarias no tocan a los po-
interior del monasterio, así como las manchas del bres más que para colocarlos unos junto a otros,
hollín de las calderas y del alquitrán [sic], sin contar el después de darles la confesión cristiana que simboliza
calor del fuego y las diversas suciedades de la coci- su nueva pertenencia: «Antes de que lleven a la cama,
na» 44. al enfermo se hará que se confiese o que lo acerquen
Se deja en silencio el verdadero espacio íntimo del [sic] al altar ... y enseguida, si fuera menester, se le
cuerpo: universo de objetos en el que las fronteras se llevará el cuerpo de nuestro señor devota y honesta-
detienen en las envolturas del vestido. En el caso de mente, con gran reverencia [...]. Y enseguida se le
las comunidades religiosas, el valor que se atribuye a conducirá al lecho» 46. La recepción sigue siendo mo-
tales vestiduras depende mucho más de su decencia ral y no se evoca aquí la limpieza cuando se habla de
que de su riqueza: colores grises y unidos, túnicas estos sufrimientos pronto juxtapuestos. En último ex-
largas y cerradas. Las lineas y los materiales obedecen tremo, lo que interesa aquí es el espacio. Las cuentas
a los criterios de la modestia. No se puede concebir el enumeran a principios del siglo xv las escobas «que se
uso de pieles ni de lanas preciosas. Pero de lo que se distribuyen cada sábado» 47 Y se reparten según las
trata siempre es de superficie: «Si un hermano muestra zonas del hospital. Esta limpieza, en realidad, es evo-
cierta coquetería y una excesiva complacencia hacia cada más que descrita, pero su estrategia no puede ser
su presentación, inmediatamente los prebostes le qui- la de la compartimentación: se trata, por lo menos en
tan lo que tiene y se lo dan a otro» 45. Lo que atrae la lo que toca a las instituciones que viven de las limos-
mirada es siempre y únicamente la forma y el aspecto nas o de las iniciativas privadas, de rechazar el amon-
de la envoltura. tonamiento más que de «limpiar». En 1413 se reserva
La distancia que va de los monjes benedictinos a todavía una cuenta en el Hótel-Dieu de París para que
los nobles parisinos es inmensa. El voto de pobreza es se mate a los perros que andan errantes por las
excluyente de la multiplicidad de las lanas costosas. El habitaciones y duermen bajo las camas. Treinta y seis
traje es aquí el símbolo de una total disparidad social. «perros ladrones que se pasean por entre los lechos de
Sin embargo, hay ciertas similitudes decisivas: una los enfermos» serán así ejecutados. Luchar contra el
misma atención a los rostros y a las manos, una misma amontonamiento; contener el desorden' antes de que sea
polarización hacia los signos de la vestimenta, una imaginable una verdadera limpieza de los cuerpos 48.
misma ausencia de referencia sobre la existencia posi- Semejante problema no se limita, claro está, a las
ble de un espacio íntimo dan a la limpieza una conste- instituciones hospitalarias. Por ejemplo, las observa-
lación de normas semejantes: esencialmente sociales; ciones que, en los reglamentos de los colegios de los
sus objetos corporales son básicamente visibles. siglos XIV Y XV, pueden evocar más o menos directa-
Los dispositivos adoptados por otras comunidades mente la «limpieza» tratan primero de la acumulación
permiten que se mida mejor aún la coherencia de estas de los desperdicios. Impedir que invadan el espacio,
polarizaciones. En el hospital, por ejemplo, en donde rechazar el amontonamiento: «Que nadie eche inmun-
Lo que cubre y lo que Be ve I 79
78 I La ropa que lava
a la alcantarilla ante los ojos de los transeúntes 62. Las
dicias en el patio, en los lavaderos, ante las puertas o letrinas públicas son iguales. Cuando no se han insta-
ante la entrada trasera de la casa» 4". Estos reglamen- lado en los ríos, terminan apestando sectores enteros
tos no se preocupan en detallar el ritmo de los lavados, de la población: «Por la misma fuerza de las cosas, lo~s
pues su mayor problema es abrir paso y detener las burgueses se ven obligados entonces a hacer sus neces,-
acumulaciones. La limpieza se refiere al espacio y a dades y suciedades en cualquier lado y arrojar las
los desperdicios: «Que nadie arroje inmundicias con- aguas en el interior de las torres o de las caseta~ de los
tra las paredes de la casa excepto en los lugares vigilantes o, en los callejones menos frecuentados, en
previstos» 50. No se habla aquí de limpieza corporal los porches de los particulares» 53.
íntima, por ejemplo de la que podría escapar a la El pavimento de las calles o la reglamentación más'
mirada, de la que se tratará más tarde en la misma severa de la recogida de la basura no transforman
categoría de documentos. El uniforme de los colegiales estos dispositivos. «Sólo» a fines del siglo XIV se
respeta, al contrario, la decencia formal. pavimenta la plaza Maubert para facilitar la evacua-
El mismo problema se plantea para el espacio ción de los fangos. Las razones que se evocan para
urbano: también se trata aquí de rechazar el amonto- justificar esta medida son clara mue~tra d,e l~s mezclas
namiento más que de limpiar. Lo esencial es liberar que allí se realizaban: «Hemos recibido súplicas de los
unas superficies que siempre corren peligro, evacuar vecinos de la plaza Maubert y alrededores en las que
el suelo transportando la basura. «Desembarazar» es, se dice que, como en esta plaza había estiércol y otras
primero, transportar. Pero la ausencia de pavimento, basuras que molestaban a los vecinos e impedían que
la anarquía de los desagües, la estrechez de las calles se llevaran a ellas artículos y mercancías para vender
son otros tantos obstáculos. El cinturón de piedra- que [oo.], se ha vaciado y limpiado est~ plaza y luego se ~~
rodea las ciudades también contribuye a que toda pavimentado a expensas de dichos habitantes» .
evacuación sea difícil. Los arroyos se estancan y los También a fines del siglo XIV se amenaza a los veCInOS
lodos se amontonan. La única estrategía consiste en de París con una multa de 60 sueldos y hasta con la
rechazar la acumulación de las inmundicias y de los cárcel si no mandan «quitar y llevar a los lugares
desechos. No se tratará, por ejemplo, de establecer un acostumbrados [...1 las basuras e inmundicias infecta-
sistema de pozos negros o una circulación de las aguas das o corrompidas que hay delante de sus casas» 65.
usadas, sino de hacer que los propietarios «retiren los Finalmente, en 1461 los ediles de Amiens deliberan
lodos» 51. No se tratará de crear una red de desagües, para crear un krvicio de volquetes encargados de la
sino de llevar pacientemente los desechos hasta los recogida de la basura.
ríos o hasta los vertederos. Finalmente, no se trata de Este paisaje urbano, en el que se amontonan fangos
lavar sino de llevar. Los baños son vecinos de estos y desperdicios, no explica sólo por sí mismo el porqué
amontonamientos mal dominados. de los criteríos de limpieza que imperan en la Edad
Todas estas dificultades son aún mayores, porque Media, pero al menos explica la razón de las luch~s
existen letrinas privadas y públicas. Casi todas las que emprendieron ciertas instituciones para conseguir
letrinas privadas, muy escasas, poseen pozos negros al una «limpieza» colectiva. Y también subraya el esfuer-
aire libre: tablas colgadas, con frecuencia entre dos zo de la lucha constante y parcialmente impotente
casas, como las de Nápoles que describe el Decamerón contra la acumulación. Nos es forzoso encontrar un
cuando Andreuccio, el joven tratante de ganado, se sentido a esos reglamentos de hospitales y colegios
cae de la tabla de un excusado elevado precipitándose
80 / La ropa que lava

que casi silencian los principios de una limpieza corpo-


ral y que, sm embargo, conceden mucha importancia
al alejamiento necesario de inmundicias y fangos 56.

LA PIEL Y LA BLANCURA
DE LA ROPA INTERIOR

A mediados del siglo XVI, en una novela de Bona-


venture des Périers, un señor trata de encontrar un
subterfugio para pegarle a un muchacho. Quiere con-
vencerlo de que se desnude para engañarlo y quizá
humillarlo más. Como el atolondrado acaba de inte-
rrumpir una de sus numerosas partidas de pelota, lo
conduce a la barbería cercana. Habla de manera
paternal: «Compadre, por favor, présteme una camisa
para un chico que está empapado de sudor y dele un
pequeño frotamiento [sic]» El compadre es su cómpli-
ce: «Meten a Fouquet en la trastienda y hacen que se
desnude al amor de la lumbre que habían encendido
para que todo pareciera más verídico. Y, durante este
tiempo, se estaban preparando las varas para el pobre
Fouquet que hubiera prescindido de buena gana de
camisa blanca» ': la historia no tiene-por sí misma
ninguna importancia, ya ~e es la ilustración de una
bien sabida rudeza. Pero es más significativo para
nuestro propósito el «pretexto» que pone en escena,
incluso si es marginal en el episodio: parece natural
que haya cambio de camisa al fin de una partida de
pelota, tanto como parece natural no utilizar' agua
para quitar la transpiración. El mismo barbero, en este
caso, no lava. Lo que sustituye al lavado es el cambio
de camisa. El acto, sin ser totalmente banal, puesto
82 / La ropa que lava
La piel y la blancura de la ropa interior / 83
que le es necesario a Fouquet recurrir a una tercera
persona,. es bastante corriente. Por ejemplo, en Rabe- ido convirtiendo en costumbre. Lo hace con una fuerza
lais la~ circunstancias son diferentes, aunque los actos ya adquirida que forma con él parte de costumbres que
son idénticos: «Después del juego de pelota nos refres- ya se han impuesto y que intervienen sencillamente en
camos ante una clara lumbre y cambiamos de camisa y la vida cotidiana, entre otros comportamientos tam-
comemos con ganas, pero más se divierten los que han bién habituales: «No puedo ni dormir durante el día, ni
ganado» 2. El desplazamiento es esencial en el siglo hacer una colación entre las comidas [Oo.], ni soportar
XVI. la ropa ya no tIe~e la misma condición y su muda mi sudor [...] y prescindiría con el mismo desagrado de
regular se va convirtiendo en regla de limpieza. mis guantes que de mi camisa y de lavarme al salir de
la mesa y al levantarme y del dosel de mi cama, como,
de otras cosas muy necesarias» 5. Tal yuxtaposición
Ropa blanca y sudor puede dar una impresión de confusión. Pero es fácil
ver en ella la importancia que tiene el lavado de las
La regla se extiende a otras situaciones familiares. manos y adivinar que el cambio de camisa se ha
La sensaClOn de sudor provoca el cambio de ropa: «Si convertido en un acto decisivo de la limpieza corporal.
un hombre ha su~ado al trabajar, parece correcto que Los preceptos también cambian, como lo muestra el
se cambie 1,,: camisa mcon.tmenti» 3. Lo que «lava» es diálogo entre la sirvienta y el estudiante en los colo-
la. ropa. Casi se puede decir que enjugado significa lo quios de Vives, en 1575, en los que la sirvienta pregun-
mIsmo. que ablución. La limpieza está enteramente ta por la blancura de la ropa interior, después de las
contenida en este ademán y también se refiere a las ablucíones matutinas realizadas rápidamente: «Ma-
partes del cuerpo que no se Ven. nuel, ¿queréis una camisa blanca?» «No la necesito
Parece que este texto del siglo XVI corresponde a ahora, porque ésta no está demasiado sucia. Ya tomaré
un le~to .~umento de las autoimposiciones: de una otra mañana. Dadme el jubón» 6. Si la respuesta del
socialización de los espacios corporales que escapan a muchacho, en estos coloquios escritos con objetivo
I~ . mirada, Se trata de una sensibilidad totalmente pedagógico, revela la relatividad de esta blancura y la
física e.n la que la incomodidad que llega a formularse lenta instalación de los ritmos que llevan a ella,
s~gue SIendo ~~rsonal y, en cierto sentido, íntima: una también revela, sin duda alguna, que la ceremonia de
SImple sensaclOnla.hac.e, aparecer. Es ella la que está levantarse de la cama ha cambiado. No es que haya
so?,etIda a la socialización y la que toma en considera. que renovar la camisa cada día, pero sí que ahora ya es
cion Joubert cuando, en 1578, intenta enderezar «los algo que se toma en cuenta. Un elemento jlUplementa-
er:ores populares», haciendo que lleguen a un público rio hace que funcione la norma: la camisá ha rebasado
mas. amplio las normas que se han impuesto en los la superficie del traje, dejando imaginar, indirecta-
medios ,refinados. El ca~bio de ropa interior se expre- mente pero con claridad, una física <1e1 cuerpo. Es algo
8~ en ter?,mos de sensibilidad: «Tanto que, si uno se que supone una sensibilidad que ya no es sólo la de la
fija, vera que está. todo renovado, rejuvenecido y mirada. Cambiar de ropa interior es también limpiar la
reforzado tras cambiar de ropa interior y de traje, piel, incluso cuando la mano que limpia no toca esta
como SI 4 ello renovase nues~ras mentes y el calor misma piel.
natural- . Montalg?e es quien, sin duda, consigue Se ha instalado un principio duradero. La limpieza
evocar de manera mas clara esta sensibilidad que se ha en la Francia clásica, por ejemplo, no tendrá otro
criterio. El cambio de ropa blanca hace que desaparez-
84 / La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior / 85

ca la mugre, consiguiendo una intimidad del cuerpo. limpieza, testigo directo y «suficiente» de su refina-
El efecto es comparable al del agua e incluso es más miento. Incluso sería, en definitiva, el mejor testigo, y
seguro y, sobre todo, menos «peligroso». A las inquie- para Perrault en 1688 sería nada menos que el último
tudes que suscita el baño se suma la certidumbre de su toque de la grandeza «moderna»: «Si queremos, pode-
inutilidad. La ropa interior absorbe transpiración e mos hacer grandes baños, pero la limpieza y la abun-
impurezas y mudarse es, en el fondo, lavarse. Los dancia de nuestra ropa valen más que todos los baños
textos de higiene tratan de explicar laboriosamente lo del mundo» 10.
que en la aristocracia y la burguesía se ha convertido Está claro aquí que el rechazo explícito y conscien-
en una sensibilidad compartida: la ropa blanca se te del baño, lejos de corresponder a un retroceso de la'
impregna de mugre y la camisa se convierte en esponja norma es, al contrario, paralelo a su crecimiento.
y «limpia»: «Se sabe por qué la ropa blanca aleja la Exigencias y controles han ido aumentando y van más
transpiración de nuestros cuerpos, pues los sudores allá que la apariencia primera. Se van saliendo lenta-
son oleaginosos o salados, y empapan estas plantas mente de las apariencias de la indumentaria sin ser
muertas (la ropa blanca) como los abonos que están demasiado impositivas, sin embargo, como para hacer
compuestos de estas mismas sustancias» 7. Fórmula obligatoria una utilización del agua. Es igualmente
demasiado sabia para ilustrar una práctica que puede claro que tal norma constituye una nueva figura que
existir sin ella. El higienista comenta aquí lo que ya puede describirse como una forma: se va acercando lo
han inventado las costumbres, y añade, en el mejor de más posible a la piel sin tocarla verdaderamente. No es
los casos, el juego de sus metáforas y de su lengua más que un momento en una larga dinámica temporal,
«seria». En cualquier caso, la ropa interior se conside- cuyo vector se deja adivinar ya: paso de lo más externo
ra portadora de toda limpieza: «Como la ropa blanca a lo más íntimo, de lo más visible a lo menos visible. El
purifica los cuerpos, también los aligera y hace que los interés por la ropa parece corresponder a una forma
excrementos y las materias de la grasa se exhalen más transitoria que se inscribe en una trayectoria; la
fácilmente para adherirse a ella» 8. Es ella la que ha superficie de la piel sólo se toma en consideración
transformado la higiene moderna hasta el punto de indirectamente. Con esta norma, sea como sea, cam-
que toda comparación con los antiguos parece inútil bian muchos puntos de referencia. El «anverso» del
en el mismo momento. Cuando Savot, en su libro de traje tiene una presencia y desempeña un papel que no
1626 sobre la construcción de palacios, moradas y tenía antes; hablar de él es ahora hablar también de lo
hoteles particulares, considera la existencia posible de que recubre. Tratar de él es ahora un signo del aseo
los baños en comparación con ciertas construcciones del cuerpo, marca la observación de la; regla o la
antiguas, no cabe ninguna duda a sus ojos: «Podemos desidia. La frontera que existe entre la vigilancia y la
prescindir de ellos más fácilmente que los antiguos a negligencia se ha ido desplazando. Si"'-ay una limpie-
causa de la utilización de la ropa interior que tenemos, za, en cualquier caso se trata de la de la ropa y, sobre
que nos sirve hoy para mantener limpio el cuerpo, más todo, es por ella por donde transita;
cómodamente de lo que podían hacerlo los baños de
vapor y de agua para los antiguos que estaban priva-
dos de la utilización y comodidad de la ropa interior» 9. Ropa y mirada
Se empieza a afincar la certidumbre de que la ropa es Estas transformaciones adquieren todo su sentido
prueba de la originalidad de los «modernos», y de su con otra transformación decisiva: la reestructuración
86 / La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior I '7
del vestido. La insistencia con la que se habla d I balmente, claro está, un signo de limpieza indumenta-
blanc~ra de las camisas y de su frecuente cambiZ e: ria. Esta última cualidad se añade a la de la riqueza o
también contemporánea del nuevo lugar que ocu an de la decencia, que hasta entonces tenían prioridad.
con respecto al resto de la indumentaria. Porque; en La camisa permite, además, realizar combinaciones
efecto" ahora se han convertido en signos visibles. Ya diversas entre los materiales y entre los coloridos,
no .estan escondidas bajo el traje. La desaparición del aumentando así la diversidad del atuendo. El traje se
traje largo de la Edad Media, sustituido por el trai e enriquece al componerse de capas sucesivas. Contras-
~orto en la segunda mitad del siglo xv, va acompañada tes y alianzas hallan un terreno más complejo y más
e un msenslble desplazamiento de la . abierto, puesto que a la variedad de los tonos se añade
b I h camisa que
so resa e a ora en el cuello y en los puños Hasta la de los tejidos. Pero la ropa blanca permite sobre
ento.nces estaba escondida, pero su presencia p~onto se todo que se defina un juego sobre las profundidades
empieza a observar. del vestido. Es un testigo de lo que está «debajo». Con
De manera aproximada se pueden seguir las diver- ella, la presencia de la piel queda como delegada en la
sas etapas de este desplazamiento por la observación superficie del traje. Lo que está oculto se muestra y
de clerto~ puntos de, referencia, Les Heures d'Etienne hace que lo que no se ve aparezca como parcialmente
Chevaher , que pmto Fouquet entre 1440 y 1480 d . visible. La tela que toca la piel se convierte en un
v~r .Ia ruptura inicial: el rey mago en la p~in':~~~ testigo discreto o insistente que se encuentra en las
mlmatura, está arrodillado ante la Virgen' sus rasg lindes del traje y que «revela» lo que el traje recubre.
son los de Carlos VII; lleva calzas y jubó~; pero es~= La ropa blanca es, en este caso, testimonio de una
parte superior del traje lleva guarniciones y forro de particular limpieza: la limpieza del interior. Se ha ido
pieles, como los trajes de la Edad Medí '1 I añadiendo una cualidad que permite, además, evocar
'1 b laYSOoas
piet es sod resalen. .del paño 11 . Por e I con trar-i
rano, Ios la intimidad.
re
d 12· ratos e Belhm -por ejemplo ,
el dI'
e Joven sena- A partir del siglo XVI la ropa blanca se convierte en
or , posterior a 1480-- dejan ver el fino ribete el objeto de una doble referencia: la de la sensación,
blanco de la caml~a que contrasta, a la altura del que tolera difícilmente la presencia de la transpira-
cuello, con el colondo del j'ubón Lo mismo ción y la de la mirada, que valora a través de la

s:
I . d M '. .
e joven e emlmg, pmtado a fines del siglo xv 13 y
c~m
ocurre Con
la. serie de los Clouet, de principios del XVI 14
sien o ~~ ejemplo más completo el del Francisco 1 del
blancura de las camisas la limpieza de la persona. En
la práctica social los dos temas están vinculados:
cuellos y puños se convierten en una objetivación de
Louvre ,en el cual sobresale la camisa a la altura del lo íntimo. Cuando se evoca la limpieza corporal, se
P~cho y en las .ma?gas, asomándose por entre las finas refiere uno a ellos. A Brant6me, por ejemplo, le sor-
a elrturas del jubón, como para acentuar la presencia prende la rusticidad de los militares-que van por las
d e o que envuelve.
carreteras después de las guerras de religión. Su
La can:i~~ que ~e ve, la que revela muy precisamen- aspecto le parece grosero; son toscos, víctimas conde-
te la co~dlClOn de mtermediario entre la piel y el paño nadas a la brutalidad y a las exacciones. Sus moví-
puede ejercer diversas funciones. Su blancura es glo- mientos son inestables, mal controlados, violentos a
menudo. Su fracaso produce inquietud, su suciedad
repele. Brant6me encuentra que es un signo; pero no se
* Las horas de Etienne Chevalier. trata evidentemente de decir que no se lavan, puesto
88 / La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior I 89
que es ésta una cuestión que no se plantea en tales momento también en el que se acentúan con ella el
tér!fiinos. Sólo la ropa tiene sentido: «y sabe Dios que, decoro y la compostura, la ropa interior se convierte
umformados y vestidos como salteadores de caminos en el objeto de estas nuevas precauciones. Con el
como s~ decía en aquellos tiempos, sin preocuparse d~ invento de la etiqueta se convierte en signo privilegia-
la limpiszn, Iban vestidos con camisas de franjas y do de finura, subrayando los buenos modales. Signo
grandes mangas que no se cambiaban durante dos o más explotable, además, porque posee un sentido casi
tres meses [...J, mostraban el pecho, peludo y descu- simbólico: su materialización visible abarca un espec-
bierto» 16. Fácil es medir la distancia que hay entre la tro que va desde la nitidez del traje hasta la del
ironía de Jehan de París, cuando evoca a los viajeros cuerpo. La apariencia tiene, pues, más valores que-
ingleses, un siglo antes, y la de Brantóme. Jehan de antes; subraya los criterios de limpieza y permite,
París valoraba la presentación apreciando el lujo y la desde este punto de vista, sugerir lo que no se debe ver.
lozanía de los materiales indumentarios, entre los que En cualquier caso, a través de ella se amplía el campo
se tenía que imponer la riqueza y el brillo de las pieles. y las normas de las limpiezas.
Los valores nobles o burgueses tenían a este respecto Los tratados del savoir-vivre, que se inspiran preci-
un solo registro, Brantóme observa índices más nume- samente en las prácticas de la corte, repetirán esta
roso~, visibles y menos visibles a la par. La limpieza se analogía con insistencia creciente durante los siglos
conviarts con él en un atributo explícito de la del XVI y XVII; la limpieza de la ropa equivale a la de toda
atuendo, calificándolo y proporcionando otras indica- la persona. Es, con la calidad de cortesano, SIgno
ciones: Brantóme, con el aseo de la ropa, imagina un distintivo del hombre distinguido: «Conviene tener la
aseo del cuerpo. La limpieza de la camisa posee un mejor y más fina ropa interior que se pueda hallar;
sentido más amplio que la del solo tejido. Tiene, nunca se es demasiado curioso de lo que esté tan cerca
además, una vertiente «interior», al mismo tiempo que de la persona» 17. El cortesano, según Faret, debe
completa las cualidades del vestido hasta entonces consagrarle todos sus cuidados. Blancura obligada,
limitadas a la riqueza y, para los pobres, a la decencia. incluso si el conjunto no es suntuoso. Los trajes
Por tanto, la limpieza ha ido más allá de la aparien- recargados, las riquezas ostentosas de las pieles desa-
cia indumentaria, pero, al mismo tiempo, esta aparien- parecen ante la fineza elaborada de la blanc.ura: «Bas-
c~a si~u.e siendo el eje de la atención, aunque ha ido ta con que tenga siempre bella ropa interior y muy
diversificando sus cualidades y sus significados. Lo blanca» 18. También es éste el criterio esencial en
que está bajo el traje ha reestructurado los puntos de madame de Maintenon cuando habla de la presenta-
referencia. Se ve cómo esta limpieza sigue siendo ción. La limpieza de sus alumnas está resumida en la
ampliamente social. Ni siquiera fue nunca tan «visi- de su ropa. Con el cabello y las manos es el único tema
ble». Bajo esta forma, finalmente, abre un campo de de aseo personal que se aborda en Saint-qyr. En
refinamientos a una sociedad palaciega de un nuevo cualquier caso, es el único que deben vigilar las
tipo: aquélla en la que aparece el cortesano. Esta maestras: «Les aseguro que nada sería más inoportuno
clase, muy centralizada, que vive permanentemente que verlas a ustedes bien traj eadas, .con bella ropa
alrededor del rey halla así un criterio suplementario interior, mientras que ellas van SUCIas y descuida-
de la distinción. En el mismo momento en que se das» 19. Si hay una «suciedad» del cuerpo, se supone
organiza esta nebulosa que rodea al soberano con su que sólo la llevan estos objetos. No tiene presencia
red de relaciones, de esperas, de vigilancias; en el alguna fuera de ellos y no se observa más que en ellos,
90 / La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior / 91

que I?- hac;n concreta. Así, el papel que representan Es evidente que los inventarios pueden proporcio-
ya mas ~lla de las apariencias e intervenir en ellos es nar otros matices. A principios del siglo XVI, por
mter."emr en lo que está a la vista y en lo que no se ve. ejemplo, las camisas aún siguen siendo objetos disper-
Fmalmente, las cuentas y los inventarios dan fe a sos, a veces raros, incluso en las casas de la nobleza,
su m~nera, de las nuevas orientaciones. El cambio 'se mientras que manteles y piezas de tela se pueden
efectua, realmente, a partir del siglo XVI. Un recuento contar por centenares. Así ocurre en el castillo de
de los gastos en vestimenta de la corte de los Valois Hallincourt, por ejemplo, en donde el inventario hecho
en 1561, bastaría por sí solo para mostrar la importan: a la muerte de Pierre le Gendre, en 1512, señala dos
cia de estas transformaciones. Se trata de los gastos camisas de lino entre baúles de telas finas, manteles,
del. duque de Anjou, hermano del rey: compra de sábanas y piezas diversas. El recuento que se hace a la
tejidos, de cueros o de pieles, a los que se añade el muerte de Jeanne d'Albret, en 1514, ya nos da otra
pago de los artesanos que realízan los atuendos del imagen; al lado de algunas prendas de ropa interior,
duque, el futuro E.nrique III. Una aparente continui- anotadas de cuando en cuando, hay un baúl de cami-
dad con _el contemdo de las cuentas antiguas podría sas: «Cierto número de camisas para uso de dicha
ser enganosa: los trajes forrados de marta o de lince señorita, con algunos cinturones» 22. Y las cantidades
los Jubones de terciopelo, los tejidos forrados de seda van aumentando durante el siglo XVI, al final del cual
blanca SIguen siendo numerosos, incluso si en lo que las camisas de Gabrielle d'Estrées, en el palacio de
toca a la ropa interior aparecen con mucha mayor Monceau, «no se pueden contar» 23. Extrema finura de
frecu;ncla los materiales ligeros, como el raso o el la ropa interior de Enrique IV, cuya rudeza se ha
tafetan. La gran novedad se halla en el reparto de los convertido en un tópico de la historia, al que acusan
gast?s: los de la ropa interior son superiores a los madame de Verneuil y muchas más de «apestar como
demas. El «Iencern» Pierre Amar es el más beneficia- una carroña» 24. Las camisas de Enrique, que reclama
do: pues reCI?e por compras y trabajos de confección especialmente Luis XIII, se cuentan por decenas y
mas de dos mil libras; más de lo que recibe el sastre, el «son de finas telas bordadas con hilos de oro y de seda,
bordado.r y el zapatero. Incluso se fabrican especial- con puños, cuellos y costuras de variados colores» 25.
~ent~ CIertos «linos» utilizados para «envolver la ropa Los inventarios ·cambian de estructura hacia me-
interior de monseñor» 20. Esta cuenta es un buen diados del siglo XVI y permiten quizá que apreciemos
resul1}en de las. nuevas fórmulas indumentarias: el más que antes la organización de cada misión, sugi-
mteres que despierta la lencería se confiesa abierta- riendo a veces una verdadera reconstrucción topológi-
mente, se ve y hasta sobrepasa, en algunos casos al de ca. Pero, sobre todo, reúnen los objetos y los agrupan
otros gastos de tejidos. ' por categorías, subrayando la nueva importancia de
Más modestas, pero igualmente significativas son algunos de ellos. Por ejemplo, la ropa blanca se meno
~as cuentas de. un joven noble bretón de la misma ciona siempre por separado, después del párrafo que se
epoca. Se mencionan en ellas las compras de lencería, consagra al vestido, lo que confirma su presencia
con su destI?o y su precio, a lo que se añade el precio específica. Y las camisas se cuentan por series, lo que
de confección. En promedio anual, le hacen cuatro confirma que son mucho más numerosas. Finalmente,
camisas de lino, entre 1573 y 1577. Incluso se las las camisas tocan ya a un público más diverso. En 1570
mandan desde Bretaña cuando el joven señor de Lanu- el mercero parisino Cramoisy deja al morir, con varios
zouarn mgresa en 1576 en un colegio parisiense 21. «trajes de hombre» y otros «de mujer», un «baúl de
92 / La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior / 93

madera de encina» con ropa interior: dieciocho cami- más que extraña delicadeza o extremada sensibilidad.
sas, doce de las cuales de tejido de lino 26. Pero ya hay Pero también se trata de algo así como una manera de
treinta y dos camisas de lino, doce de las cuales revelar que la norma está en plena mutación: «Vi
«encañonadas», en casa del médico parisino J ean venir a otro criado que llevaba en las manos una
Lemoignon, en 1556, y treinta y cuatro en la de su camisa en la que se veían, en el cuerpo y en las
colega Geoffroy Granger, en 1567 27 • Las cifras siguen mangas, numerosos bordados, pero ante el temor de
oscilando hasta el siglo XVII. Por ejemplo, diez camisas que hirieran la delicadeza de la piel del que debía
en casa de la marquesa de los Baux, en 1580 2 8 • ponérsela [...] la habían forrado con un tejido muy
Después se estabilizan: una treintena de camisas en las suave [...]. Por lo que luego supe, siempre se están
casas aristocráticas y burguesas. Treinta, a la muerte cambiando de camisa en ese país, de día y de noche, y
de Moliere, en 1672, treinta a la de Racine, en 1699, hay quienes no se ponen nunca dos veces la misma
treinta y seis, finalmente, «finas y suaves», en casa del camisa, pues no pueden soportar que lo que deba
preboste de Anjou, señor de Varennes, en 1683 2 9 • Pero, tocarles haya sido lavado» 30 Parece que en la corte la
sin embargo, lo que importa ya no está en las cifras. muda sea casi cotidiana desde fines del siglo XVI. El
fenómeno es particularmente sensible cuando ciertas
circunstancias obstaculizan esta costumbre. Brichau-
Frecuencias teau, joven capitán de caza del rey, va a Ollainville en
agosto de 1606 para entrevistarse brevemente con
La ropa interior se maneja, se quita, se lava. Enrique IV y dice que no puede quedarse ni una noche
Cuentas e inventarios sólo tienen valor indicativo y porque no lleva ni muda ni camisón (lo que, de paso,
muestran que las cantidades disponibles se han acre- confirma la utilización de esta última prenda, así como
centado de manera sensible desde mediados del siglo su frecuente cambio en la aristocracia) 31. Privarse de
XVI en las casas de los que dictan las normas o en las ropa interior es semejante a lo que mucho más tarde
de sus allegados. Pero hay que estudiar el ritmo con será privarse de abluciones: sentimiento velado o im-
que se mudan y se renuevan estos tejidos ya visibles, y plícito de incomodidad, recurso para mantener cueste
la corte sigue siendo el mejor lugar para ello. Cuando lo que cueste un decoro que parece amenazado, de lo
Arbus Thomas, con L 'Isle des Hermaphrodites, en 1580, que son ilustración guerras o accidentes: en 1649,
critica a los familiares de Enrique IIl, condena de durante la fronda parlamentaria, mademoiselle de
manera implícita la conducta del príncipe, pero tam- Montpensier tuvo que huir del Louvre con tanta prisa
bién describe las costumbres indumentarias, indepen- que no pudo llevarse los baúles. En Saint-Germain, en
dientes de dicha conducta. En particular, el asombro donde se refugia, todos los fugitivos, entre los cuales
que provoca en él la muda cotidiana de la camisa es está la reina, se hallan en las mismas condiciones. Y
prueba de la novedad de dicha práctica tanto como la así pasan diez días esperando que un coche, conducido
resistencia que provoca en los medios extraños a la prudentemente por entre las líneas del ejército parisi-
corte. El refinamiento de las costumbres se considera no le devuelva sus «comodidades». Mientras tanto,
por estos medios como una muestra de blandura y parece que sus costumbres están en un compromiso, a
hasta de debilidad, lo que provoca en Arbus Thomas pesar de lo cual las mantiene y juzga que el episodio es
comentarios realmente exuberantes sobre tal ropa que suficientemente doloroso como para escribirlo escru-
con tanta frecuencia se muda, en lo que el autor no ve pulosamente: «No tenía ropa de recambio y me tenían
94 I La ropa Que lava La piel y la blancura de la ropa interior I 95

que lavar el camisón durante el día y la camisa y del temor a sentirse indispuesto» 3S. Lo que es
durante la noche» 32. Incluso la avaricia del señor de peculiar es la estructura de la norma que posee su
Louvigny, de la que se burla Tallemant, se inclina ante propia fuerza. La ausencia .casi total de~ baño no
la limpieza cotidiana: «Era tal la miseria de sus trajes impide que haya una refereI.'cIa a las sen~acIOnes de la
que nunca hubo otra igual [...]. Sólo tenía una camisa piel y al malestar que dichas sensaCIOnes pueden
y una gola y había que lavárselas todos los días» 33. ocasionar. Las respuestas sugieren una sensibilidad
Durante el siglo XVII el ejemplo real constituye, que influye constantemente en la vida coti~iana y que
con toda evidencia, la norma más importante, a la que hasta aplica un código con asombroso rigor: todas
todos intentan aproximarse, que todos imitan más que estas prácticas están influidas por lB; ,blancur~ de la -
exhaustivamente y que, en cualquier caso, siempre es ropa interior reforzada por una relación pecuhar con
indicativa. Por ejemplo, está claro que el ceremonial el sudor. Parece que el rey lleva esta lógica hasta el
que acompaña al rey en el momento de levantarse no fin. La norma moviliza domesticidad, tiempo y objetos,
se limita sólo a una demostración teatral de las jerar- exactamente igual que el lujo. Y el conjunto es tanto
quías, incluso cuando su primera finalidad sea el más importante por cuanto la limpieza se alía aquí con
espectáculo. La etiqueta que instalan los Valois, con la ostentación de la vestimenta. Existe por ella y, a la
un código preciso que designa el rango de los únicos vez la acrecienta y, en cualquier caso, funciona como
que tienen derecho a presentar la camisa al rey, es ella con sus costes, sus servicios y sus símbolos.
también signo de la distinción y de la «limpieza» Pero el ejemplo es importante también porque
reales. Con Luis XIV, por ejemplo, el ceremonial va P ece que se ha llegado a un punto extremo.
ar ¿Cómo
. '? E 1
precedido de una acción que subraya cuán denso de pensar en que pueda haber mayores eXIgencIas. .n ~
significados puede ser el acto de presentar la ropa, a la práctica, sólo se trata de una etapa. y no se nacasitara
vez que la limpieza queda casi limitada a él: «A las mucho tiempo para que tales eXIg~ncIas parezcan muy
ocho, el primer ayuda de cámara de servicio, que había relativas. Bastará con que cambien los criterios. No
dormido en la alcoba del rey y que ya se había vestido, bastará, por ejemplo, con acelerar aún más el ritmo .de
lo despertaba. Al mismo tiempo entraban el primer la muda de ropa. En este caso el ejemplo real permite
médico, el primer cirujano y el ama, mientras vivió. que se comprenda mejor d, cambio f~turo. Si la norma
Ella le daba un beso; los otros le daban friegas y solían se ha hecho ahora más dIfICIl de aplicar, no es porque
cambiarle de camisa, porque tenía cierta propensión a las referencias utilizadas por el código clásico se
sudan> 34. Cuidados que excluían el uso del agua. Sin hayan complicado direct,,;mente, sino porque se ha?
embargo, se cambia la camisa del rey incluso antes de transformado. Su evolucIOn ha consistido en una di-
que le den la del día. Lo que significa que hay dos versificación y en una complicación.
camisas para la noche y que los ritmos se aceleran.
Aunque los del día se aceleran aún más. El rey se
cambia de ropa al regreso del paseo o de la caza, a Juego de apariencias
veces hasta cuando deja una actividad para consagrar-
se a otra, lo que multiplica el uso de la ropa interior: De todos modos, la ropa interior desempei\.a un
«Estos cambios de ropa, sombreros, zapatos, pelucas y papel centra! en ~ste mism~ código clásico. Su presen-
hasta de camisa, dos o tres veces por día, eran la cia se va extendiendo y dIverSIficando. La ~ombma­
consecuencia de lo que le gustaba al rey su comodidad ción entre las prendas interiores y exterIOres del
96 / La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior / 97

atuendo va a acrecentarse, en el siglo XVII, bajo la una nueva capa del envoltorio, cuya relación con la
influencia de un conjunto de artificios. Varias prendas piel sigue siendo simbólica, sobre todo porque tales
van a adquirir autonomía multiplicando los elementos objetos no tienen ningún contacto con ella, sino que se
visibles intermediarios entre el traje y la piel: las añaden y se separan, como postizos enganchados al
esclavinas, que muestran hasta los hombros un cuello dobladillo del traje. Como una vuelta que aplicara
independiente de la camisa, las sobrecalzas que cuel- hasta el fin la lógica de lo visible, la ropa interior se
gan por encima de las botas, las vueltas de manga, convierte, de hecho, en un elemento exterior. Son
también independientes, que suben hasta muy arriba estos itinerarios que se prosiguen por encima del traje
de las mangas. El que tales prendas se manejen y laven o del jubón los que atraen en parte la mirada.
por separado revela, aún más, la voluntad de ilusión, Pero el espectáculo se halla también en las tiendas
como si hubiera una intención deliberada de prolongar en las que cuellos, puños y sobrecalzas están expuestos
la ropa interior, de aparecer al exterior, incluso si ésta en las paredes para que se puedan ver mejor y para que
no conserva más que un vínculo artificial con las seduzcan más. Allí están, lindando con los estantes de
partes ocultas. Ahora todos los márgenes del traje las librerías: nobleza del lujo a dos pasos de las obras
dejan salir tejidos suaves y estos tejidos se doblan de la cultura. Cajas decoradas, objetos colocados alre-
sobre él, lo recubren parcialmente, lo invaden. La dedor de los emblemas reales, la ropa interior es
camisa ya no aparece bajo el jubón, sino que se ahora, realmente, algo noble, que exhibe, ampliamente
derrama y empieza a envolverlo. Ya no interviene por abierta al fondo de las tiendas, dibujos simétricos y
debajo, sino que lo hace por la superficie. La ropa estudiados. La ropa interior se expone, mostrando con
interior se expone, mucho más que en el siglo XVI, en el tales vecinos su definitiva promoción. Estos signos del
que sólo empieza a aparecer. En los grabados de cuerpo ya no son sino manchas blancas, finas y precio-
Abraham Bosse, por ejemplo, el cuello que cae desde sas, hechas para el adorno del traj e. Así colocadas,
los hombros ya no está muy lejos del puño, que se va abiertas como abanicos, han quedado reducidas a
alejando de la muñeca. Lo blanco ya no se limita a los aquello para lo que fueron hechas: ya no son sólo
bordes, sino que se va extendiendo. La ropa interior se utensilios funcionales, sino objetos de gala, yuxtapoli.
muestra con ostentación por encima del traje y se ción de objetos formales. En realidad, nos muestran,
convierte, por sí mismo, en un espectáculo. El agua- en estos tenderetes tan visitados, toda la ambigüedad
fuerte de 1640 sobre las tiendas de la galería del de la ropa interior clásica.
palacio nos muestra que incluso el espectáculo se Con ella se han ido desplazando todas las relacio-
multiplica: está en el traje de los transeúntes y tam- nes con el sudor y con el lado imaginario de una
bién está en las mercancías de los escaparates. El limpieza de la piel. La ropa «lava» sin utilización de
atavío de los indolentes compradores es por sí solo un agua. Pero al mismo tiempo «muestra» y este último
espectáculo: la ropa blanca ha multiplicado los niveles papel puede llegar a ser algo esencial. Los postizos no
y, al irse extendiendo, también ha ido recubriendo el son más que una exposición de materias raras. Natu-
paño del traje. Tomando su origen en la piel, o supo- ralmente se trata de tejidos finos y de blancura, pero
niendo que así es, esta tela se desborda por encima de también de sutileza de las tramas. Al color se le añade
los otros tejidos y crea dibujos destinados al placer de la finura. El encaje, ribete de hilo que se arroja al
los ojos. Ahora, el aspecto de la intimidad se ha vacío, más allá de la tela, crea desde el siglo XVI un
convertido en este signo totalmente externo, origen de nuevo material que va ganando terreno paulatinamen-
98 I La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior I 99

te por los puños y los cuellos, haciendo que las tancias por medio del mismo traje, ~e cong;elar por
prendas que, por lo que se supone, surgen de debajo medio de la mirada un conjunto de jerarquías mdu-
del traje sean más aéreas. Ciertos retratos de princi- mentarias. Es preciso que se pueda distinguir siempre
pios del siglo XVII son ejemplos extremos. El Principito a «un gran señor, duque y conde de un soldado o de otra
de Le Nain 37, por ejemplo, o el Luis de Barbón, de persona que no posee más que la capa y la espadan?", El
Michel Lasne 38. Todas las superficies de la ropa están rechazo de los encajes, a principios del siglo XVII, no
llenas de calados. Los puntos se complican según una consigue sino seleccionar de manera más c.ompleta .el
gran variedad de dibujos. Su finura añade un costo número de aquellos que los llevan. Los t;aJes mantie-
suplementario a la superficialidad. En este juego, nen a cualquier costo su valor diferenciador. CIert?
finalmente, las encajeras flamencas, milanesas o vene- blanco puede ser muestra de di~tinción, lo qu~ co?fIr.
cianas son inigualables. Los personajes de Cornelis de ma pura y simplemente que la "~agen de la hmp}eza,
Vos 39, en particular, con sus largos puños, suaves y que se ha ido elaborando paulatinamente a tra~es de
finos hasta la transparencia, son testimonio del domi- esta arquitectura de la ropa interior, no ~ mas que
nio de las encajeras de Amberes. una imagen social. El cortesano que en el siglo XVII se
¿Puede sorprender que las leyes sobre objetos sun- abstiene de llevar encajes da a su acto un sentido muy
tuarios, tras ocuparse de las pieles, se ocupen ahora de claro: cuando mademoiselle Saujon abandona el Lou-
los bordados de hilos preciosos y de los encajes? Sólo vre juzgando que la han despreciado y rechazado tras
ellos, o casi, son índice de distinción y orientan el lujo. sus' amores con el hermano del rey, deja allí sus
Los Estados generales de 1614 recomiendan que «se vestidos de gala, sus encajes y su refinada ropa mte-
supriman los pasamanos de encaje de Flandes o de rior. Pero tal acto deja huellas: cuando regresa, unos
Milán, los tejidos de la China y otras mercancías meses más tarde, tras aceptar el cargo que le propo~e
inútiles que se traen desde todos los puntos de la el rey mismo, la Saujon desea manifestar una vez mas,
tierra, por medio de los cuales salen de nuestro reino por la forma y la materia de su ropa mterIOr,. ,sus
cantidades de oro y de plata» 40. Las leyes suntuarias decepciones y sus rechazos pasados: «Se le OfreCIO el
tratan vaga y vanamente de contener estos gastos cargo de dama de honor de la reina, que aceptó y luego
«ruinosos» y tratan, más sutilmente, de canalizar los volvió a ser como cualquiera otra, except~ que. sólo 8~
mercados, evitando la quiebra de ciertas manufacturas vestía de sarga y que sólo llevaba ropa interior um-
o confecciones locales: rechazar aquí las labores de los da» 42. Situación trivial en el fondo, Saujon rechaza
artesanos flamencos o italianos que, desde el siglo XVI, explícitamente ciertos atributos del lujo y sabe darlo a
imponen sus productos. Colbert, en su calidad de entender.
economista, preferirá instalar en el faubourg Saint- Este rechazo es, a veces, aún más revelador. El
Antaine a doscientas encajeras de Hainaut y de Bra- signo se «interioriza». En su desgracia, madame de
bante, e instalar también en provincia una treinta de Montespan demuestra una mortificación que asombra
obreras venecianas, promoviendo así las técnicas y los a Saint-Simon, pues lleva CIl,CIOS y cmturones de
telares de Alencon, alambre de espino y multiplica las limosnas, llegando
Pero las leyes suntuarias son, sobre todo, leyes a fabricar ella misma los objetos para los pobres.
discriminatorias. La lucha contra el lujo es aquí una Dignidad que demuestra su nobleza y, p~r el contrario,
paradójica manera de reservar el acceso a él. Se trata humildad que admite realizar un trabajo ma~ual. ~u
de detener toda mezcla social, de determinar las dis- ropa interior esconde «camisas de la tela amarilla mas
lOO/La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior / 101

dura y más burda» 43. Claro está que las esconde bien lavado y el efecto del material se confunden. Juntos
y que el visitante no sabe nada, con lo que se salva el producen esta limpieza que no puede pertenecer a todo
honor, ya que lo contrario significaría un inmediato el mundo. El lujo del vestido puede desaparecer, en
cambio de condición, lo que no cabe imaginar. Se trata último extremo, con tal que siga existiendo la calidad
de una mortificación secreta: cambio moral de la del género. El mantenimiento de esta blancura salva
antigua «soberana», contricción más o menos afecta- las apariencias: «Si el traje está limpio y, sobre todo, si
da. Madame de Montespan sufre sin público, pero, sin se lleva ropa blanca, poco importa que se vaya magní-
embargo, lo que esconde conserva todo su sentido: el ficamente vestido» 48. Criterios idénticos hallamos en
que tiene cierta «negrura». El cáñamo es para ella madame de Montespan cuando evoca su juventud y.
envilecedor porque es demasiado apagado y burdo: recuerda los laboriosos esfuerzos que tenía que hacer
ponérselo es lo mismo que renunciar, pues es lo que para mantener su rango a cualquier precio: «Si la
lleva el pueblo y una parte de la burguesía: Magdalena calidad del tejido era sencilla, el vestido estaba bien
Béjart, compañera de Moliere, se «conforma» con los combinado, era muy amplio y la ropa interior era
tejidos preciosos de «15 camisas de cáñamo, 7 de las blanca y fina, nada olía a mezquino» 49.
cuales son blancas y 8 amarillas» 44 Hay un problema Tales criterios dejan en la oscuridad un conjunto
de precio, claro está. Las camisas finas de Isabel de de otras prácticas y sugieren, en cualquier caso, la
Tournon, de tela de lino, cuestan 8 libras cada una en existencia de un espectro en el cual no faltan los
1610, lo que equivale a quince jornadas de trabajo de matices. El que la calidad del atuendo permita definir
un peón 45, Las que la reina encarga en 1642, alrededor en parte lo que es limpio, no puede quedar sin conse-
de dos camisas mensuales, valen 7 libras 46. El cáñamo cuencias. Las fronteras se hallan obligatoriamente en
es más asequible: las camisas que se hacen con esta los objetos. Desde este punto de vista, la «limpieza» no
tela cuestan a mediados del siglo unas 2 libras, el puede existir para los más pobres ni hay que mencio-
salario de dos jornadas de sastre y de tres o cuatro narla siquiera, así como tampoco hay que mencionar
jornadas de peón 47. Diferencias de costo que, claro la mugre. Las instituciones caritativas del siglo XVII,
está, aumenta con los encajes que se le añaden. por ejemplo las que, según el gesto centralizador que
Para madame de Montespan, el cáñamo es, pues, un ya conocemos, empezaron a reunir a los huérfa~os y a
equivalente del cilicio que envilece, es tosco y es los niños pobres, apenas hablan de su aspecto m de su
sombrío. Pero nos muestra indirectamente hasta qué ropa. Sus droguetes, sus fustanes y sus tiritañas no
punto la insistencia en la ropa blanca tiene un signifi- atraen la mirada. Estas telas no pueden evocar la
cado peculiar en el siglo XVII. Sólo el lino, por la imagen de la limpieza. Ni siquiera existe la tela de las
materia de que está hecho y por su modo de tejerlo, camisas en semejante contexto. Los vestidos de los
puede aspirar realmente a la blancura y sólo él tiene el niños encerrados en el Hospital General son clara
significado de «limpieza». Evocar la ropa asociándola muestra de ello: «Dichos niños, muchachos y mucha-
con lo blanco es, pues, asociarla a una condición. Esta chas, irán vestidos de tiritaña y llevarán zuecos en los
limpieza tiene, de repente, cierta tonalidad social y pies» 50. Cuando Démia manda a algunos de sus maes-
distintiva. Cuando los tratados de urbanidad del siglo tros a visitar el alojamiento de los alumnos a los que
XVII insisten sobre la limpieza de la ropa, su cambio, su imparte una enseñanza de iniciación profesional, sus
finura, confunden ampliamente también materia y intereses no se refieren ni a los lugares ni a las
limpieza. Se trata casi de lo mismo. El efecto del apariencias físicas. Parece como si los seres a los que
102 / La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior / 103

se visita fueran diáfanos. Por el contenido de los dos; que el pelo esté bien peinado y no empolvado o
cuestionarios no se puede deducir ni su pobreza ni su rizado y que estén limpios de piojos» 52. Es preCISO que
suciedad. Las preguntas se refieren a la moralidad y el traje esté limpio. Se trata de públicos intermedios en
prolongan las actividades contrarreformistas y las los que limpieza y sobriedad tienden a confundirse.
colonizaciones interiores inauguradas por San Vicen- Queda, por fin, el público más cercano a los ~ue
te de Paú!. Cuando esté en el lugar de la visita, el dictan la norma. Todos estos comportamientos anom-
maestro «recomendará a los padres que tengan gran mas, cuya evolución es evidente e,: el mismo período.
cuidado con sus hijos, que no fomenten sus vicios y Ciertas comunidades, porque repiten la transforma-
que hagan una novena al Santo Niño Jesús para que ción de las prácticas de la corte, pero de lejos, dismi-
sus hijos sean buenos [...]» 51. Si se le echa una ojeada nuyendo los ritmos y los rigores, son muy aclaradoras
al cuarto de los niños, es para cerciorarse de que hay desde este punto de vista. Los jesuitas, en particular,
un lugar reservado a la oración; nunca para juzgar el que reflejan bien lo que ha ido tr~nsformá~dos~.
estado físico de los lugares. Dirigir a estos niños que Lo que primero llama la atención ~e los JeSUItas. ;s
están en el umbral de la errabundez y del vagabundeo el aspecto. Por primera vez se preve una mspe~~lOn
consiste, por tanto, en conseguir su presencia regular regular de los becarios, sobre todo de su habitación y
y su respeto de las reglas morales. 0, más aún, en el de su traje: «Los prefectos deben CUIdar con mucha
caso del Hospital General, ejercer en ellos una presión atención que los alumnos estén limpios en sus cuartos,
directamente física. y, para ello, cuidarán de que, en las clases ?e los
Más compleja ya es la regla de las escuelas de pequeños, los criados los peinen dos ve?es por día, que
párvulos, que pueden influir hasta en los hijos de los revisen la ropa por la noche y part.icularmente en
artesanos, por ejemplo, o de todos aquellos que ya no verano que na toleren jamás que se presenten con la
están en situación de pobreza. Los preceptos de limpie- ropa rota, sucia o en mal estado» 53. Pero la suciedad
za ya no están ausentes. Las manos y los rostros, claro de los becarios y de los internos es, sobre todo .en el
está, según la tradición que mantienen los tratados de siglo XVII, la de la ropa. De ella s~ habla c~n insisten-
urbanidad y, finalmente, el atuendo. Pero, en tal caso, cia. insistencia que, además, implica un CUIdado espe-
hay varias reservas que subrayan con claridad el cífico, la indicación de ritmos y la creación de vsrda-
límite de tal limpieza. La evocación del vestido es deros ciclos. Otros tantos actos que suponen una
rápida y negativa: evitar lo que podría ser demasiado nueva organización. Son las comunidades las que
espectacular; limitarse en particular a ciertas pres- muestran sin duda de manera más clara el contenido y
cripciones prohibitorias: ni ropa de color ni, sobre la finalidad de tales transformaciones. Se trata de
todo, exhibición de los tejidos. Como si la modestia y confirmar ciertos criterios, de designar ciertas tareas
la discreción implicaran que la evocación a la limpieza y ciertas frecuencias. Las reglas de los jesuitas en. 1620
deba limitarse a una discreta alusión. Se alude a la deciden para mucho tiempo ritmos y responsabIlIda·
limpieza, pero con esta analogía a lo «apagado», carac- des. El papel de «el que se ocupa del guardarropa» es,
terística del conjunto de la indumentaria: «Que los por ejemplo, el de llevar las escrituras de las entr~das
niños lleven el traje limpio y que no se les den y salidas de la ropa, reunirla para que s; lave, distri-
atuendos suntuosos, con vanidad o afectación; por buirla, comprobar su estado: «Se dara la ropa al
encima de su condición: que no lleven plumas en lavandero sea éste doméstico o externo, con una
sombreros o gorros, pero que vayan limpiamente vesti- cuenta es~rita y se recibirá de la misma manera» 54.
104 I La ropa que lava La piel y la blancura de la ropa interior I 105

Las camisas deben ir marcadas para que no haya error frecuencias es muy sensible en los siglos XVI y XVII:
ni olvido. Queda organizado un «circuito» con clara hay una evidente distancia entre las recomendaciones
indicación de frecuencias. Se ha instalado un ciclo: del padre Maggio al provincial parisino, en 1585: «Es
«El sábado por la tarde se repartirá la ropa blanca por conveniente cambiar de camisa cada mes» 59, Y los
todas las habitaciones y el domingo por la mañana se ciclos semanales de diversos colegios de fines del siglo
recogerá la ropa sucia de las mismas habitaciones, XVII 60. Las normas y los controles personales se re-
cuidando de que se reciba todo lo que se ha dado» 55. flejan en estos ritmos que van cambiando en toda la
Los comportamientos no son uniformes, evidentemen- Francia clásica, en la que la corte sigue siendo un
te. Por ejemplo, será preciso que se enamore el regente ejemplo central, aunque un poco lejano. A estas fre-
del colegio descrito por Sorel en 1623 para que invente cuencias se les añade una diversificación de los obje-
un ritmo que los jesuitas ya han sobrepasado: "En vez tos. La norma influye una vez más haciendo que se
de cambiar de ropa todos los meses, como tenía por integren nuevos utensilios. Los lugares de atención se
costumbre, la cambió cada quince días» 56. Pero el amplían, se suman. La camisa sigue siendo durante
ciclo de la ropa es ya globalmente más regular y más mucho tiempo la referencia esencial, pero varios regla-
general en el siglo XVII, con sus reglas y sus tareas mentos muestran que a fines del siglo xvnlos zapatos,
específicas. Las comunidades, en cualquier caso, lo las medias o los cuellos (que se lavan una vez por
han institucionalizado. Y las frecuencias se van acele- semana en las ursulinas) na deben escapar a la mirada
rando durante el siglo. Por ejemplo, los oratorios de de los prefectos. Se promueve la limpieza de gran
Troyes consagran un párrafo particular a la limpieza cantidad de objetos. Lo que cuenta es que dichos
en su reglamento de fines del siglo XVII: "Hay que objetos se vean; y en la aristocracia, o entre aquellos
cambiarse de zapatos todos los días, de ropa interior que tratan de imitarla, la ropa se conjuga con la moda
dos veces por semana, jueves y domingo corrientemen- para invadir el traje.
te, y de medias con la mayor frecuencia posible» 57. Lo íntimo, claro está, ha ido ganando un lugar que
Las ursulinas describen con detalle las tareas de la no tenia. Por ejemplo, el cambio de camisa después de
lencera: «Tendrá la llave de los baúles de las que no transpirar puede seguir siendo un acto «íntimo». Se
son capaces de cuidar de su ropa: les dará la ropa trata de un acto sin testigos, que depende de la
blanca dos veces por semana o con mayor frecuencia si sensibilidad privada. Lo esencial es lo que liente su
la maestra general lo cree necesario, y se la llevará a autor. La norma ha ido creando este espacio e incluso
las camas miércoles y sábados; en invierno la secará lo ha regulado con una exigencia cada vez mayor.
antes» 58, Pero, al mismo tiempo, ropa interior y encajes ~acen
Las comunidades reflejan claramente el cambio de que limpieza equivalga a espectáculo. Lo que primero
sensibilidad: la limpieza de las personas equivale a la importa es lo que observa la mirada del otro, es lo que
limpieza de su ropa. Los criterios de esta limpieza el otro recuerda. Lo que origina el funcionamiento de
dependen pues de los objetos. El cuerpo nombra cier- las estrategias de ilusión.
tos delegados. Cuando se leen los reglamentos de las
instituciones educativas, en particular, se confirma la
existencia de una doble dinámica: la aceleración de la
frecuencia de la muda de la ropa y la diversificación de
los objetos que hay que vigilar. Esta aceleración de las
Apariencias I 107

tan limpia como la señora» 2; la mujer del canciller


Séguier «nunca fue bel1a, pero era limpia» 3. Saint-
Simon explota las mismas referencias e insiste en la
«limpieza rebuscada de madame de Conti» 4 o en el
aspecto «noble y limpio» 5 de madame de Maintenon.
Tampoco él hace ningún comentario, pues la palabra
3 basta por sí sola. Su sentido parece cosa entendida.
Que se le juzgue digno de citarse o que se distribuya
APARIENCIAS con parsimonia confirma una vez más que la limpieza
distingue y no pertenece a todos, sino que es el signo
de una decencia no compartida. Esta evocación litera-
ria, más frecuente y más precisa, demuestra que se ha
ido reforzando una toma de conciencia. La referencia
Con la ropa interior la limpieza no hace más que es inmediatamente discriminatoria.
aumentar su valor de apariencia que se ha ido preci- En una palabra, se trata de ilustrar lo que es
sando, así como se ha ido reforzando el código que la evidente. En la travesía de la Francia de la Fronda,
rige: rostros y manos, según la tradición, pero también por ejemplo, madame de la Guette, al l1egar al palacio
puños, cuel1os, velos o alzacuellos diversos. Se ha ido de Beauvilliers pide la compañía de una mujer para la
creando una cartografía atravesada por ciertas líneas noche. Su huésped cree que se trata de un subterfugio
maestras a la que responden ciertos puntos focaliza- más o menos confesado y sospecha que la visitante es
dos. Hay, pues, extensión de líneas y lugares. un «muy gran señor» obligado por los disturbios del
momento a ir disfrazado y a disimular, por lo que
obedece con la mayor diligencia: «Señora, no hay aquí
Limpieza que distingue más que una que hal1aréis lo suficientemente correcta.
Os la envío enseguida.» Y se presenta una ioven
Sin embargo, en el siglo XVII, en la lengua de Luis elegante y cuidada: «La muchacha l1egó, bien vestida
XIII y de Luis XIV, la palabra «limpio» cambia real- y muy limpia» 6. Con esto ya está todo dicho. La
mente de estatuto, empieza a funcionar con mayor palabra, por sí sola, equivale a un cuadro. La joven
frecuencia como veredicto en los retratos y en las beauvillense es más distinguida de lo que madame de
descripciones, acentúa los perfiles, matiza los comen- la Guette podía esperar. Evocar su limpieza es evocar
tarios y hasta se extiende a veces a las actitudes y a esta sorpresa, como si la palabra «limpia» bastara para
los comportamientos. En cualquier caso, es suficiente- designar el conjunto de un aspecto y de una educación
mente notable como para que su presencia tenga que no son los de todo el mundo. E~ una marca de
siempre sentido; suficientemente importante, también, condición, particular y notable. Es directamente dis-
para que no caiga en el tópico. Por ejemplo, Tal1emant tintiva.
la introduce como juicio breve y entendido: «He visto Pero precisamente aquí la palabra cambia realmen-
mil veces a un hombre mudo y sordo con cierto garbo y te de estatuto. En el siglo XVII la limpieza suele estar
bastante limpio» 1; la marquesa de Sablé, al contrario, tan asociada a la distinción que se le asimila en
«está siempre en la cama, hecha un asco y la cama está definitiva. Y esta asociación repetida influye pronto
108 / La ropa que lava Apariencias / 109

. sobre la misma palabra: puesto que lo que es limpio traje y que tenga una apariencia de su vestimenta que
está definido parcialmente por la pompa, ciertas equi- sea honesta y modesta» 9. Ahora bien, este conjunto va
valencias son posibles. Uno de los términos puede a ser calificado pronto con un mismo término. Dígase
equivaler al otro y poco a poco se va realizando un del cortesano que es «limpio» y enseguida se designa
intercambio de sentidos. A fuerza de calificar un una globalidad: «Siendo la limpieza cierta adaptación
exterior distinguido, la palabra «limpieza» califica del atuendo a la persona, como la decencia es la
también la distinción. Tales semejanzas van a ir dando acomodación de las acciones con respecto a los demás,
a la aburrida y tradicional interrogación sobre la es necesario, si queremos estar limpios, que conforme-
«vanidad de los adornos» una dimensión nueva. No mos nuestro atuendo a nuestro talla, a nuestra condi-
porque una sociedad cortesana vaya a recusar esta ción, a nuestra edad [...J. La ley que conviene observar
sospecha de vanidad, ya que evidentemente sólo puede imprescindiblemente para la limpieza es la moda, hay
aceptarla mal, sino porque la argumentación está que doblegarse bajo esta amante absoluta» l0.
desplazada. La ausencia de adorno puede ahora denun- Esta limpieza, dirigida por las reglas de urbanidad,
ciarse como una ausencia de limpieza, lo que la hacía puede referirse aparentemente a varios públicos y a
aún menos aceptable. El desaseo, la rusticidad o la varios objetos. Cuando Colbert inaugura su castillo de
austeridad indumentaria pierden sus posibles fronte- Sceaux con una fiesta real seguida de unos fuegos
ras. Se van instalando ciertas asimilaciones. Las inter- artificiales, Le Mercure galant se deja llevar por una
locutoras de madame de Maintenon lo dicen claramen- serie de fórmulas pomposas: «Todos los ornamentos y
te. Es imposible por esta sola razón olvidar el cuidado los muebles tenían esa maravillosa limpieza que atrae
en el vestir; ¿habría «que ser desaseada para ser la mirada, tanto por lo menos como su extraordinaria
estimada» 7? No cabe dudar de la respuesta: la limpie- magnificencia.» En el camino que lleva al castillo, las
za sigue siendo la «manera». Para obtenerla es necesa- habitantes del pueblo han hecho a su vez todo lo que
rio que el traje esté bien cortado, que siga la moda... han podido. Se han vestido con sus mejores vestidos y
Hay que añadir la elegancia a la limpieza. De todas han bailado. También ellas se han mostrado «Iimpiaa»:
formas, las dos corren parejas. Un mismo adjetivo las «Los caminos estaban recubiertos de enramadae y
califica. Y cuando Tallemant, una vez más, dice de la todas las campesinas bailaban debajo; no habían olví-
reata misma del mariscal de Grammont que está «siem- dado nada de lo que podía mostrarlas limpias (",)>> 11,
pre limpia y en buen estado», el sentido de la palabra Tanto en el caso de los aposentos como en el ouo de
tiene evidentemente nociones de orden y de convenien- las mujeres modestas, el calificativo es el milmo, Cada
cia 8. uno de ellos ofrece a la mirada lo mejor que pone,
La evolución de los tratados de urbanidad es trans- La utilización de la palabra es la misma cuando le
parente a este respecto. Las obras escritas sobre la trata de la visita que el obispo de Chartres hace a Sainto
«civilidad pueril» y, sobre todo, los manuales del Cyr en 1692. También la amalgama es la milll\a: todo
cortesano han acumulado, siguiendo a Erasmo, las está «limpio» en la institución de madame de Mainte·
observaciones sobre la indumentaria. La limpieza de non; todo está en orden; lo único que queda por haoer
ésta se convierte lentamente en la limpieza de la ropa es demostrar admiración: riqueza de los objetol, lime-
interior. La decencia, finalmente, supone el respeto tría de los lugares. El bueno del obispo quiere verlo
cada vez mayor de las modas y de las costumbres: todo, y en tres días recorre las estancias, 101 jardines,
«Quiero que el cortesano sea limpio y refinado en su los dormitorios. Pide que le abran la lencería, se
110 I La ropa que lava Apariencias I 111

detiene en la iglesia: la ropa es allí más fina, las del escenario. También el arte barroco, en el que
molduras de madera son más imponentes todo está mostrar es al mismo tiempo una manera de esconder.
contenido en el mismo calificativo: «limpieza» inimita- Lo que domina es el movimiento teatral, lo que domina
ble. Visita las celdas una por una y, claro está, todas es la ostentación. Las campesinas de Sceaux están en
está? muy «limpias»: cántaros y jarras completan el último extremo tanto más limpias cuanto que han
mobiliario. En cambio, no observa que los dormitorios hecho que sus calles se transformen en teatros. Su
de las alumnas carecen de tales utensilios. No se trata orden, más o menos arreglado, pudo mantener el
en realidad, de «ausencia», puesto que ni siquiera se espejismo. La inversión va al artificio 13. El mejor
plantea la cuestión. La limpieza es la ropa. La ropa ejemplo es el de la ropa blanca, que se muestra como
hace pensar en la regularidad, en la elegancia. La un signo de lo interior y que se da por lo que no es: es
«conveniencia» es más importante incluso que la «niti- una representación. El código es tan denso que cada
dez». Cada uno de los ejemplos lo dice a su modo: «A elemento del atuendo viene a establecer una correla-
ambos lados de la primera tribuna había dos oratorios ción con los demás. Sólo lo visible cuenta, pero para
de madera y cristal en toda la iglesia, en uno de los los que dictan la norma, por lo menos, el atuendo
cuales, muy limpiamente adornado, había una reja de forma un todo. Los detalles nunca son irrisorios. La
hierro, muy limpia, de unos dos pies y medio de ancho composición es la del cuadro, pensado, estudiado, en el
por tres de alto» 12. que cada una de las prendas no podría concebirse por
. En cuanto al traje, moda y limpieza terminan en el separado.
siglo XVII por confundirse. La limpieza es, para empe- Sólo a partir de tal solidaridad pueden intercam-
z~;, equivalente al respeto del precepto. Tal superposi- biarse diferentes elementos. ¿No se trata en cierto
CIOn de sentidos entre línea y nitidez sólo pudo produ- sentido de lo mismo cuando se habla de cómo se debe
crrse porque la apariencia desempeñó un papel cen- llevar el sombrero y de la limpieza del traje? «Que todo
tral. E_rl~ necesario .que se concediera un privilegio se haga con limpieza. No lleven el sombrero demasiado
sistemático al «exterior- para que la misma definición alto en la cabeza, ni demasiado calado, hasta los ojos,
p~dIera empezar a .evolucionar. Era necesario que la como fanfarrones o extravagantes [...]. No lleven los
nitidez fuera esencialments la de los tejidos para que trajes sucios, descosidos, polvorientos, ni raídos, sino
la palabra pudiera localizarse así en el traje hasta límpienlos, sacúdanlos, por lo menos una vez al día» 14.
mod~ficar su sentido. El éxito de esta nueva definición Así se encadenan las descripciones en las que la
confirma la visi~n de la limpieza que impera en el siglo palabra «limpio» se asocia a la de «traj e» y no posee
XV~I: participa esta de un arte de la representación. realmente el mismo sentido que le damos hoy. Se habla
Mas amphame.nte, .esta nueva definición se integra en de limpieza al referirse a la forma tanto como a la
un modelo social circunstanciado: la corte como ejem- «blancura». Igualmente califica la silueta tanto como
plo y c.omo espectáculo. No sólo se trata de mostrar la materia. Lo que confirma este doble criterio qu~
signos mdumentarios ostensibles, sino de cultivar casi sólo el tiempo suprimirá: asimilación privilegiada de
conscientement« una práctica de la ilusión. El arte la nitidez con lo visible y designación, por la misma
cortesano es claramente un arte de la representaciOO. razón, de una distinción.
La fI.esta de Sceaux y la ópera de Versalles pertenecen Finalmente, el arte de la representación va más
al mismo unrverso. El valor que tienen es el valor del allá del atuendo y el cuadro se complica aún más. El
decorado, en su calidad de decorado, la táctica es la rostro, en particular, se recompone. Desde el siglo XVI
112 / La ropa que lava Apariencias / 113

el afeite ha ido redefiniendo los rasgos: los blancos les parcialmente color y someten más al artificio el
muy pálidos de Clouet, los rasgos más pálidos aún de conjunto de la apariencia. La empresa consistiría en
Bronzino dan a las carnes sus superficies de alabas- ocultar la «naturaleza», como para instalar mejor una
tro 15. Los labios perfilan su color rojo sobre fondos pantalla entre la mirada y el cuerpo. Se trata, en el
lisos y opalinos; las líneas se diseñan con claridad de fondo, de proseguir una práctica deliberada de lo
cera. U nos decenios más tarde el cuadro se enriquece ficticio. Tal trabajo va desgastando lentamente lo
con un rojo que acentúa los contrastes. En el siglo XVII visible. Con el corte del traje, el empolvado del cabello
los niños nobles que pinta Largilliere poseen todos forma parte ya de la limpieza y perfecciona la repre-
unas mejillas de cereza que dan relieve a sus rostros sentación. También el corte queda adoptado inmedia-
almidonados. El afeite, además, ya no es sólo femeni- tamente como un elemento más de la valoración de las
no. El Luis XIV y su familia, también de Largillisre, «nitideces» físicas. Y lo es por aquellos cuya vida,
yuxtapone las efigies maquilladas, las cejas subraya- claro está, no se limita a la vida de la corte. Por
das, las mejillas carmesí. La actitud teatral de los ejemplo, Beaufort, que se opone al poder real, capitán
personajes no es más que un eco suplementario al agitado y desordenado, revela que esta costumbre se
trabajo de sus rasgos 16. va convirtiendo paulatinamente en norma aristocráti-
Una precaución nueva y determinante acentúa la ca a mediados del siglo XVII. SU aspecto suele «decep-
ilusión: el empolvado del cabello. La apariencia se cionar»: cuellos descuidados, cabello desaliñado. Pero
recompone como si se tratase de acrecentar cada vez Beaufort na ignora cuál es el código y basta con que lo
más lo artificial combinando los objetos. Así pues, los aplique para que todos comenten esta limpieza reco-
cabellos ya no deben ir peinados, sino empolvados. El brada: «Iba vestido coma no era frecuente en él. Es el
gesto no carece de antecedentes, puesto que los polvos hombre más desaseado de la buena sociedad. Llevaba
son desde hace mucho tiempo lo que deseca, permitien- la barba y el cabello empolvado, un cuello de búfalo,
do que se evite el lavado del cabello y manteniendo su un fajín azul, un pañuelo blanco al cuello: su limpieza
flexibilidad. Los polvos reemplazan el empleo del asombró a la compañía por lo que tuvo que presentarle
agua, claramente temida: «Cuando se trate de dar sus excusas» 18. La imitación de tal costumbre se va
flexibilidad a los pelos de la cabeza, habrá que emplear extendiendo. Una matrona de Scarron no puede recio
el lavado con gran prudencia [...]. Es mejor utilizar bir a un amigo más que si «se vuelve a peinar, le riza y
fricciones con salvado de trigo tostado en la sartén, se empolva» 18. Scarron ironiza sobre estos ademan'l
renovando con frecuencia la operación, o, si no, se desmañados y temblorosos de la vieja señora. Pero
debe extender por encima y por entre el cabello un toda la limpieza cabe en esta apariencia de forml y
poco de polvos desecativos y detersivos en el momento color. La norma se ha afincado y cuando Fureti're 18
de acostarse y por la mañana se debe quitar con el burla de los burgueses y de su pelo «negro y lucio» 80,
peine» 17. Por lo demás, los polvos ya habían tenido es evidentemente para oponerles implícitamente lot
duradero éxito en la corte de Enrique III. Olorosos, no polvos que ya no son para él sólo un refinamiento, Ilnll
sólo eran una herramienta de lavado sino que se iban para oponerles la peluca, que es el último grito de lo
convirtiendo en un cosmético del cabello mismo. ficticio.
Si unos decenios más tarde se utilizan de modo casi El empolvado desempeña el mismo papel que los
sistemático en la aristocracia es porque acrecientan encajes de la ropa interior. Su ausencia tiene un
las apariencias. Los polvos ordenan el cabello, dándo- significado de inconveniencia (de «suciedad») y, al
114 I La ropa que lava Apariencias I 115

mismo tiempo, de franco renunciamiento. En los perío- las referencias visibles. Primero se trata de los baúles,
dos de amargura, mademoiselle de Montpensier, prima saturados de polvos para que la ropa conserve un
de Luis XIV, muestra diversas austeridades no empol- rastro duradero. Tal utilización incluso permitiría en
vándose ya, modificando sus trajes, interrumpiendo ciertas condiciones que se difiriera el cambio cotidia-
ciertas costumbres. La crónica de sus imposibles ma- no de la camisa: «Se fabrican cajas para la ropa en
trimonios es también la de sus repliegues sociales. A forma de pequeños baúles de un tamaño capaz de
cada decepción, a cada dolor, abandona durante cierto contener la ropa fina que un hombre de calidad puede
tiempo algunos signos del atuendo, considerándolos emplear durante dos días, y los forran tanto por dentro
como otros tantos signos de «limpieza». La ausencia de como por fuera de las mismas telas, olores y materiales
polvos no puede más que atravesar todas estas equiva- que los estuches de pelucas [...]» 25. También se trata
lencias negativas: «Ya no iba a la corte, ya no me del agua de canela «que se conserva en la boca» para
ponía lunares ni polvos en el pelo; el desaliño que proporcionar al aliento «un buen olor» 26. Finalmente,
tenía en mi peinado lo ponía tan sucio y tan largo que hay también pebeteros que difunde? lentamente, s~~
parecía que iba disfrazada» 21. aromáticos vapores: los de la «magnífica » recepcion
que se da a don Carlos en el Roman comique, las d~ las
galerías de Saint-Germain para la fastuosa embajada
El perfume que «limpia» de Soliman Aga 28. El perfume se sube a la cabeza de
tal manera que, a veces, cuando se abre un baúl es
Los polvos, en último lugar, poseen otro objetivo: sencillamente una prueba para los espectadores que se
el del perfume. En el siglo XVII todavía no tienen el asfixian en Saint-Germain cuando, en 1649, los lacayos
aspecto plateado que tendrá la película blanca que se abren los baúles de la reina y tienen que escaparse o
pega en las pelucas un siglo más tarde. Su color blanco que asfixiarse, no atreviéndose a respirar antes de que
se adivina, pero borroso y diseminado. Y es que no sólo los baúles se hayan oreado. Lógica de un perfume tan
actúa sobre lo visible, sino también sobre el olor: . . bl e 29 .
invasor que llega a ser rrf-espma .
En cualquier caso, el perfume na es un descubrí-
«Una dama nunca será estimada miento del siglo XVII. Los inventarios de l.a Edad
si no tiene la cabeza de polvos perfumada» 22. Media nos dan ya numerosos ejemplos. L~ rema Cle·
mencia de Hungría, esposa de Jean le Hutm, pOleía a
En su composición entran esencias secas y tritura- su m uert e " en 1328 varios pomos de ámbar,. uno de 101
das 23 que entremezclan sus olores con un vago aspec- cuales «adornado de oro y piedras preciosas» 30 , El
to de fieltro. La ilusión se complica. Sus índices son inventario del castillo de Beaux, un siglo más tarde,
más tenues y más elaborados. Sigue siendo un disfraz, incluye una «cajita de plata en la que hay almizcle~. 31,
pero de manera diferente. Lo que observan enseguida Las cuentas reales mencionan desde hace mucho tIem·
unos cuantos panfletos que suscita la renovación de po las compras de agua de rosa y de madreselva o
las modas en el siglo XVII: «Lo desfiguran todo con sus incluso de «pámpanos, rosas y lavanda [...] para poner
falsas pelucas, espolvoreadas con polvos de Chipre con la ropa» 32. Finalmente, ¿no tienen las d,a!ilas de
para corromper un olor más desagradable» 24. honor de la corte de Broceliande, lugar mítico d~l
El perfume es una herramienta modelo en este arte roman de Chrétien de Troves, del SIglo XJIl, ut,I presti-
de la apariencia: es más engañoso cuanto más escapa a gio que se deriva de un saber muy estudIado: la
116 1 La ropa que lava Apariencias 1117

destilación del agua de rosa? 33 Lo que demuestra el más, los tratados de los perfumistas y de los boticarios
valor que ya ha adquirido una costumbre y su relativa van a mantener cierta distinción destinada a su públi-
rareza. co. Lemery propone en 1709 la clasificación más acaba-
El verdadero cambio interviene, una vez más con da y establece una diferencia entre un «perfume real»,
la utilización ostentosa de la ropa interior, con su un "perfume burgués» y un «perfume pobre». Pero este
extensión por encima del traje y con la atención último no es de orden estético, se compone de «aceite
sistemática que se le concede a su ligereza. Como si el ordinario» mezclado con hollín y para lo único que
encaje debiera conservar más particularmente el per- sirve es «para desinfectar el aire» 40.
fume: camisas perfumadas de los personajes de Marga- Y es que el siglo XVII también hereda los puntos de
rita de Navarra 34; efluvios que impregnan «manguitos referencia terapéuticos: el perfume reconforta. Su em-
y cuellos» de los «lechuguinos» de Dupont de Drus- pleo sirve para reforzar el cuerpo; «recrea maravillosa-
sac", O también «aceite imperial, que sirve para lavar mente el cerebro» 41 y endereza el aire corrompido y
la ropa de algún gran príncipe» del que hablan las peligroso. La evolución de las defensas contra la peste
ediciones sucesivas de los Secretos de Alexis el Pia- es el mejor ejemplo. Chauliac, además de aconsejar la
montés, en el siglo XVI 3 6 . huida, recomienda el fuego durante la gran peste de
Al principio, el siglo XVII no hace más que heredar 1348 en Avignon. El fuego purifica; «corrige el aire» 42.
estas atenciones igual que lo hace con la ropa y la Pero, son insensiblemente los fuegos de materias odo-
cortesía. Ni siquiera se habla de ciertas sensibilidades ríferas los que se considerarán más eficaces aún. La
porque están perfectamente instaladas en la cultura de depuración y los efluvios perfumados van obteniendo
los privilegiados: demasiado «evidentes» para que sea una manifiesta complicidad. Igualmente, a los olores
necesario legitimarlas. El laborioso debate sobre los penetrantes y duraderos, encargados de preservar la
olores fuertes -en los que el ajo, entre otros, aparecía boca en tiempos de peste, se van prefiriendo insensi-
como un estimulante necesario contra las fatigas y blemente los que tienen un perfume suave y «odorífe-
contra CIertas enfermedades- es definitivamente ob- ro» 43. Los ácidos van siendo sustituidos por el benjuí,
soleto. En el siglo XVI Bouchet, por lo demás con una el estoraque, la mirra, el almizcle y el palo de rosa, de
pizca de ironía, seguía sintiéndose cerca de la cultura los que están compuestas las pastillas que se llevan en
popular cuando alababa estos olores ya rechazados la boca. Queda por hablar del vinagre. Su ácida
por la buena educación: «El ajo es la verdadera carne frescura se opone a las putrefacciones de las que la
del soldado, al que da valor en el combate, igual que la peste es la supuesta compañera. Los transeúntes lo
cebolla [...]. Y, como nuestros predecesores lo utiliza- respiran en muñecas empapadas de vinagre. Se pensa-
ban, no era vergonzoso oler a ajo [...]» 37. La ruptura ba que el ácido contenía principios activos, pero, a
está consumada en el siglo XVII y se va agrandando la pesar de todo, el perfume preserva más profundamente
distancia entre los olores refinados y los demás, por lo del contagio, corrigiendo la corrupción del aire; Su
que la polémica ya es inútil: «El ajo que se come con papel desborda evidentemente del juego social. Los
vinagre cada día por la mañana» 38 es estimulante olores seductores serían, hasta en su composición
para el pueblo. Para el mismo uso nada puede equipa- material, lo contrario de las putrefacciones y añadi-
rarse a <da buena mirra en la boca» 39. Las dos solucio- rían una función protectora al solo placer de los
nes ya no se pueden comparar. La diversión es también sentidos, influyendo en las fisiologías y «aliviando
la que depende de la sensibilidad y del costo. Cuando maravillosamente la facultad animal y cefálica» 44.
118 / La ropa que lava Apariencias / 119

Así pues, en el arte del enmascaramiento y de la han ido a situarse en los de lo operacional. El perfume
apariencia, .el'perfum~ desempeña un papel complejo limpia, rechaza y borra. La ilusión ha llegado a con-
que ~? se limita al disimulo o al placer, sino que es vertirse en realidad.
también muy concretamente «purificación». Incluso es Andar por las calles llevando perfume no es, por
la apariencia lo que toma la forma de la realidad. Ya, tanto, un simple acto estético. Pasearse llevando una
cuando los hombres de Théleme se recubrían de perfu- bola de ámbar en la mano no es simple efecto de una
me, antes de reunirse con sus compañeras, creían moda. Y el espectáculo que se prolonga durante varios
tranaformar ~eal~ente su cuerpo. En este caso no hay decenios, como lo describe el visitante italiano del
lll?guna utilización del agua, pero sí una impregna- París de Enrique IV, es simbólico en cierto sentido:
CIOn de olores. El lavado tiene una estrategia de «Por todas las calles de la ciudad circula un arroyo de
perfume: «A la salida de los salones del alojamiento de agua hedionda, en donde se vierten las aguas sucias de
las damas estaban los perfumadores y los peluqueros cada casa, lo que corrompe el aire: por eso hay que
por cuyas manos pasaban los hombres cuando visita- llevar en la mano flores de algún perfume, para recha-
ban a las damas» 45. Dicho de otro modo, el perfume zar este olor» 49. Igualmente importante es la diferen-
borra tanto como disimula. cia que existe entre algunos hospitales parisinos, que
. La Francia clásica no sólo hereda estas imágenes, describe Locatelli, viajero boloñés, curioso de todo,
smo que las amplía. La panoplia de los objetos que se que atraviesa la Francia de Luis XIV en 1664: atmósfe-
c~mslderan fortificaciones, porque están perfumados, ra «apestosa» del Hótel-Dieu, por ejemplo, en donde
srgue aumentando. Y así tenemos esos gorros medica- hay cuatro o cinco enfermos por lecho; peligro perma-
mentosos, por ejemplo, cuyo forro cargado de polvos nente de «peste» también en el Quinze- Vingt, en donde
eJ~rce un efecto estimulador «reparando, con toda los incurables son excesivamente numerosos; aparente
evidencia, las mentes animales con sus virtudes aro- «tranquilidad», en cambio, en la Charité, en donde un
ma't'IC~S» 46 . H ay bolsitas de olor, que se llevan entre la olor muy particular se apodera del visitante. Allí, en
ropa mterior y el jubón. Hasta los mismos utensilios las salas, flota un perfume que difunden día y noche
cotidianos se acondicionan y transforman. Las telas ciertos pebeteros. Este aroma, sensible en todas las
que contienen los objetos del aseo, por ejemplo, peines, habitaciones, fascina al sacerdote italiano. ¿Protege el
espejos y polvos, se pueden colocar en forros cargados cuerpo el olor agradable? Para Locatelli, es este olor
a su vez de perfume: «Colocaréis en ellas polvos el que diferencia los hospitales. Este olor sirve para
gruesos de VIOleta y, luego, lo cubriréis todo con tabí. expulsar el peligro de contagio, dando una fuerza
Antes de colocar el tabí, habrá que frotarlo muy particular a los órganos más quebrantados: «Cerca de
leve?,ente por el revés con. un poco de algalía [...J» 47. cada lecho hay un altarcito adornado con flores, con
L~s mventarIOS reales contienen, a fines del siglo XVII, un brasero en el que de vez en cuando el que está
mas de cU~rent~ estuches de este tipo, doce de las encargado de ello arroja excelentes perfumes»'&l----L
. a
cuales hablan SIdo perfumados por Martial especial- fascinación es incluso tan grande que Locatelli desea,
mente para el rey 48. El perfume desempeña aquí todos un instante, compartir la vida de estos desgraciados
los papeles. Está directamente asociado a un objeto de que, sin embargo, se hallan tan amontonados como en
limpieza, seduce al olfato, pero es al mismo tiempo otros lugares.
purificadoj-, Es exactamente lo contrario de lo «sucio» El recurso de los «contra-olores» corona la pano-
a lo que corrige. Todos los valores de la apariencia plia de la limpieza clásica y hasta añade una virtud
120 / La ropa que lava

protectora, casi terapéutica. Pero es, primero, también


él, un «espectáculo» que sirve para prolongar la ima-
gen de la ropa y de las partes visibles de la piel. Las
bolsitas que se ponen en los sobacos o en las caderas,
deslizadas entre los pliegues de los vestidos o los
forros de los jubones son realmente bolsitas de limpie-
za, que sirven como instrumentos suplementarios para TERCERA PARTE
el juego estricto de las apariencias.
Lo más importante en esta limpieza de la edad
clásica sigue siendo el limite que se le impone a la
utilización del agua. Lo que hace la princesa Palatina, Del agua que penetra en el cuerpo
después de un viaje agotador, proclama claramente lo a la que lo refuerza
que posee mayor importancia. Un día del mes de
agosto de 1705, la princesa anduvo por largos y secos
caminos abrasados por el sol y llegó extenuada a
Marly, con el rostro descompuesto y el cuerpo bañado
de sudor. Su rostro está tan marcado por la tierra de
los caminos que se resigna a lavárselo: «Tenía tanto
polvo que tuve que lavarme la cara, que estaba como
cubierta de una máscara gris» 51. La circunstancia es
excepcional. Por lo demás, la Palatina se muda de
camisa y, al mismo tiempo, de vestido y de «trapos». Y
ya está otra vez «limpia». Pero lo que lava es realmen-
te la ropa. En el palacio de Marly, en donde el agua
corre en abundancia por los jardines, el liquido casi no
toca la piel de los que allí se alojan. Así pues, hay una
limpieza, pero se trata de la limpieza de lo que se ve.
1

UNA SUAVE SENSACION DE LA PIEL

Cuando Longchamp describe el baño de la marque-


sa del Chátelet, de la que es criado en 1746 ', puede
sorprender al lector de hoy porque su servicio le
prohíbe toda relación de pudor. El criado mantiene el
agua caliente, vigila el calentador y vierte algunas
veces el contenido en la tina, directamente, cuidando
de no quemar a la marquesa. En resumen, está presen-
te en la habitación, solícito y atento. No hay violencia
alguna en la bañista que se desnuda y se dedica a su
cuidado personal, pensando que es también inútil
hacer que la superficie del agua sea opaca. Los estatu-
tos de amo y criado están demasiado distantes para
que la decencia corra peligro alguno. La mano servil
no es aún la de una persona. Tan «neutra» como los
objetos y tan «familiar» como los enseres de la casa,
está completamente incorporada al marco doméstico,
incluida en él, mezclada con los utensilios cotidianos,
limitada. La mirada de Longchamp no podría tener
peso alguno: no pertenece al universo de la joven, que
no lo ve, porque está flotando en algún lugar ~do
entre la infancia y el doméstico. Está demasiado lejos,
en cualquier caso, para tocar a la bañista.
Cuando cuenta la escena, Longchamp es conscien-
te de que está ilustrando ciertas costumbres que el fin
del Antiguo Régimen va a modificar. E insiste en la
indiferencia de la marquesa, en su fría familiaridad, en
124 / Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel / 125

su distancia extremada y, sin embargo, completamente en los gabinetes de la alta nobleza, se van elaborando
natura!. El criado está enteramente definido por una criterios inéditos. Ya se piensa en un baño con sus
función, la de los servicios cercanos e indiferentes. lugares propios y sus esmeros. y no cabe duda alguna
Otr~ (u.otra), al igual que él, puede hacer este trabajo que se trata de algo específico por lo poco frecuentes
«insignificante». Longchamp confiesa su desazón. El que son aún y por las imágenes del cuerpo que d~Jan
cuerpo de la marquesa lo conmueve hasta el punto de aparecer. Pero queda por delimitar esta originalidad
que su mano tiembla cuando vierte el agua. Esta que sugiere, una vez más, que todos los usos del ag~a
emoción muy consciente y también este asombro indi- no son semejantes. Pero tenemos que evocar este bano
can ya que las costumbres están cambiando. Desde aún aristocrático e inhabitual para comprender cómo,
finales del siglo, ya sólo habrá «bañeras» al servicio de por sucesivas correcciones, e incluso por algun~s .in-
las grandes señoras 2. versiones, se ha podido ir transformando la práctica
Por el contrario, no hay observación alguna sobre del agua.
el propio baño. Longchampencuentra que la práctica
entra dentro de lo que es normal, lo que implica que
hay otro ca~bio: el baño no sorprende ya, sino que se Un baño nuevo Y poco frecuente
mtegra en cierta cotidianeidad. El episodio, así conta-
do, es doblemente revelador: transformación de las Hay signos de la nueva práctica. Por ejemplo,
decencias privadas y transformación de las prácticas obras sucesivas en Versalles para construir habitacio-
del agua, por lo menos en algunos casos privilegiados. nes reservadas a las bañeras, o instalar algunas en las
En tal marco el baño tiene desde el segundo tercio del dependencias de algunos grandes departame.nto~ o
siglo XVIII una nueva presencia. Lo que evidentemente desplazarlas según frecuentes planes ~e. redistribu-
no quiere decir que se haya convertido en algo corrien- ción 3. Por ejemplo, Luynes cree que es úti] evoca.r la
te, ni siquiera que la limpieza sea el objetivo explícito solicitud que presenta la reina para que le permI~an
del bañ? Pero, por lo menos, hace indirectamente que utilizar temporalmente los baños del rey cuando. cier-
sea posible su transformación. Con él se van instalan- tas obras hacen que los suyos no le sean asequibles:
do paulatinamente las abluciones. La inmersión rarí- «La reina se bañó anteayer. Los baños que tiene en su
sima hasta ese momento, empieza a aceptarse. El agua apartamento han sido cambiados durante ~u yiaje a
se va mtegrando en nuevos circuitos y va empezando Fontainebleau [...[, Como los baños que estan Junto a
una nueva utilización que puede generalizarse. Sin su gabinete verde no podían serie de ninguna utilidad
duda, sigue siendo algo muy limitado y hasta quizá ahora, ha hecho que le pidan permiso al rey, o lo ha
muy irregular en el momento en que toma su baño la pedido ella misma, para bañarse en su cuarto de bailo,
mar'.luesa del Chátelet y no toca más que a una élite permiso que el rey le ha concedido con todo etbuen
particularmente limitada: no corresponde, de todas grado posible » 4. La escena puede ser en alguna oca-
formas, a un afincamiento del argumento higiénico. sión hasta un espectáculo. La amante real se baña en
Pero, al promover una práctica casi nueva, no deja de 1742 y prolonga el episodio en secuencias sucesivas a
tener ciertas consecuencias: para algunos, a mediados las que participarán los cortesanos: «Madama ~e Chao
del siglo XVIII, la muda de la ropa interior podría no teauroux obligó al rey a que asistiera a su bano y el
ser ya el único acto encargado de los cuidados de la príncipe llevó consigo a I?s cortesanos, .ent~~ndo sólo
piel, Hay ya un tratamiento nuevo y muy lentamente, él en el salón y dejando a estos en la habitación, con la
126 / Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel / 127

puerta abierta, para poder conversar con ellos. Cuan- tienen objeto. No sólo porque las grandes pestes van
do madame de Chateauroux salía de su baño, se metía desapareciendo, sino porque el mismo efecto de las
en el lecho, cenaba, y enseguida todos entraban en su aberturas corporales ya no parece que tenga duración
cuarto» 5. Esta costumbre ostentosa prueba primero el suficiente como para que sea realmente angustioso;
poder de la nueva favorita y también confirma que el como si el cuerpo tuviera a su disposición muchas
baño ha cambiado de estatuto hacia mediados del siglo otras reacciones además de estas aberturas pasivas. La
XVIII. inmersión se convierte en una práctica posible, tolera-
Hay alusiones inéditas también en cartas, memo- da, incluso familiar para algunos, como lo muestra el
rias y diferentes documentos cultos. Las anotaciones ejemplo de la marquesa del Chátelet, Muy lentamente,
son aún muy rápidas, pero ya hay anotaciones repeti- la novedad y magnífica costumbre del ba~o se va
das a partir de 1740 en las que se recurre al ejemplo instalando en las clases superiores de la sociedad del
real por primera vez: «Cuando le gusta bañarse al rey siglo XVIII.
[oo.]» 6. Los reparos de Luis XIV están olvidados y Sin embargo, esta novedad no trastoca de una sola
superados, incluso si se conservan ciertas precaucio- vez la tradición. Es fácil mostrar que a mediados de
nes: por ejemplo, su sucesor elige «agua sacada direc- siglo el baño sigue siendo aún muy limitado, incluso
tamente de la corriente del Sena, mejor que la que se para la misma aristocracia. En L'Architecture [rancai-
lleva por tubos» 7. Parece que el líquido que se ha se, de J. F. Blondel, quien en 1750 presenta los planos
agitado en el lecho de los grandes ríos conserva una de setenta y tres hoteles particulares parisinos, sólo
mayor pureza. Y es que el agua sigue siendo una cinco de ellos poseen un cuarto de baño 10. En la
materia equívoca que hay que tomar pura porque se veintena de hoteles lujosos que describe Marot en la
difunde. Se sigue suponiendo que penetra en el cuerpo misma época, dos poseen un cuarto db e ano - ll . ASI'
y que ejerce una influencia en sus órganos y sus pues, a mediados de siglo, menos de un gran hotel de
funciones, que altera multiplicando los efectos mecá- cada diez posee un espacio para el baño. Sin duda, hay
nicos: «El agua se insinúa en cada uno de los intersti- más bañeras. En 1751 la Enciclopedia da de este
cios, cuya capacidad agranda por el aflojamiento que mueble una definición y una descripción que atesti-
provoca la humedad» 8. Un: cuerpo sumergido es un guan una real utilización.' El objeto tenía i~cluso una
cuerpo impregnado. El flujo ejerce incluso una tensión forma más o menos codificada: 4 pies y medio de largo
que es difícil contener: «La fuerza con la que el agua por 2 y medio de ancho y 26 pulgadas de alto. Puede
se insinúa por los poros es inmensa y se desconocen ser de cobre o de madera con cercos metálicos. Su
sus límites [oo.J» 9. Como antes, sobre todo, deja tras su forma ya no es redonda y quizá sea parecida a la de
paso poros abiertos y frágiles. Así pues, en buena hoy en día 12. _" •
lógica, la acción del baño sigue siendo alteradora. Pero la frecuentación de los cuartos de baño-exis-
Todavía se imponen ciertas precauciones: la purga tentes no es sistemática, En Commercy, por ejemplo,
antes de la inmersión para evitar que la infiltración se durante ciertas visitas de Luis XV en 1755, el cuarto de
añada a las repleciones; el lecho y el reposo después, baño se convierte en el apartamento de la marquesa de
para proteger mejor el cuerpo y preservarlo de las Boufflers 13. La bañera se recubre para que no se vea
fatigas. Pero los temores con respecto a las pestes y a y, al perder sus funciones, ellugar.s~ puede arreglar
diversas enfermedades o debilidades oscuras han ido como alojamiento para vivir y recibir. La marquesa
desapareciendo por sí mismas. Están olvidados y no ofrece en él fiestas y comidas. Algunos episodios
128 I Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel I 129

confirman estas prácticas inseguras. Cuando describe lavaron los pies» 17. Se trata realmente de limpieza,
la boda de su hija con el duque de Havré en 1762, el pero todavía no de baño.
duque de Croy nos da indirectamente un ejemplo de Este gusto dubitativo, incierto y presente a la vez
ello. El baño de su hija se asemeja al del siglo XVII, podría explicarse por la novedad de tal costumbre: se
reservado a las grandes ocasiones de la vida, aquel trata del balbuceo de unos principios. La implanta-
que, en particular la víspera de las bodas distinguidas, ción, hasta ese momento inédita, no escapa a tales
tenía por escenario el establecimiento público de fragilidades y deja flotar estas «carencias», estas lenti-
baños. Señalando explícitamente este baño, las memo- tudes. Este principio no puede provocar una extensión
rias del duque confirman su poca frecuencia. ¿Por qué geográfica y social inmediatas para lo cual será preci-
se insistiría de tal forma si el baño fuera para esta so que transcurra algún tiempo. El cuarto de baño y la
joven un simple hecho banal? «Los días 17, 18 Y 19 bañera quedaban reservados a unos cuantos nobles
transcurrieron haciendo visitas, a mi hija la purgaron antes de irse difundiendo insensiblemente para conver-
y la bañaron y la prepararon correctamente, cuerpo y tirse en algo más corriente.
alma» 14. Igualmente, cuando en 1769 Condorcet dice
que se baña de vez en cuando, J ulie de Lespinasse no
asocia espontáneamente esta acción con la limpieza: Una obra de sensibilidad
«¿Es que estáis peor de salud u os bañáis por gusto y
habéis nacido bajo el signo de los peces?» 15. Más Pero estas lentitudes y estas vacilaciones tienen
sign~fi~ativas aún son ciertas escenas de recepciones, también otras causas. Si el problema es más complejo
de viajes y de descanso durante los viajes. Unos años es precisamente porque los efectos mecánicos del agua
más tarde, Gauthier de Bercy se aleja de París para ir siguen siendo abundantes. Incluso el nuevo interés
a sus posesiones provenzales y pasa la primera noche que despierta el baño los ha ido reforzando. Primero,
en la casa de un pariente, en Dij on. En esta ocasión el organismo, agitado, llevado de acá para allá por este
evoca la limpieza como una necesidad y no el baño: agua que le es extraña, está íntegramente trabajado
«Había llegado a su casa vestido de viajero y necesita- por ella. La inmersión corresponde a una sucesión de
ba un poco de aseo, por lo que hizo que me dieran una acciones, cuya influencia sobre el cuerpo está lejos de
habitación [...J. En la chimenea a la prusiana de esta ser únicamente la limpieza. Estas influencias son, a
habitación encendieron un buen fuego y me rasuraron, veces, hasta más determinantes. A principios de siglo
porque tenía verdadera necesidad [...]» 16. A regresar a estos efectos siguen dominando la imaginación, El
su trabajo como secretario de un cardenal de Roma en agua caliente, más penetrante, extiende a todas las
1751, acogen a Casanova Con una recepción que lo partes del organismo sus influencias emolientes' el
sorprende y le encanta. Ya hay agua y también una agua tibia, que tempera los calentamientos, es suseep-
tina, pero no hay todavía una bañera. «Me llevaron a tibIe de apaciguar nervosidad y malestar durante los
un apartamento de tres habitaciones, entre las cuales grandes calores; el agua fría, finalmente, suscita con-
había una alcoba cubierta de damasco [...]. Un criado tracciones en cascada y es capaz, por lo que a ella
me trajo una ligera bata sin grandes ceremonias salió toca, de endurecer músculos y vigores. Precisamente,
y regresó al cabo de un instante con otro criado que cuando parece que se «acepta» mejor es cuando la
llevaba ropa blanca y una gran tina llena de agua que multiplicidad de sus acciones se recuerda como una
colocaron ante mí, tras lo cual me descalzaron y me evidencia. Durante mucho tiempo van a correr parejas
130 / Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel / 131

este nuevo interés por el baño y la insistencia sobre la por placer y los demás toman el baño para conservar
vari~dad de sus efectos. La temperatura del líquido, en la salud» 19. Así pues, lo primero es el placer. En
particular, va a mostrarse determinante. Incluso se cuanto a la relación con la salud, quizá lo que se
afirmarán ciertas oposiciones: el baño regular contra pretenda no es aquí el cuidado de la piel, Los efectos
el baño de temporada, por ejemplo; el baño frío contra dinámicos del agua sobre los órganos podrían ser más
el baño caliente, sobre todo; los vigores Contra los importantes. Sea como fuere, el cuarto de baño es un
desabrimientos. La elección es más importante porque lujo, raro, claro está, pero deliberado. En cualquier
el agua ~s un medio sutil. Precisamente, obrando sobre caso, quizá no sea la limpieza la referencia dominante
esta sutilídad es como el valor puede variar los efectos a mediados de siglo.
del agua. Pero el agua es, además, un medio de ondas y De lo que no cabe duda es de que da valor a la
de choques, de movimientos y de presiones; crea un residencia noble. El cuento publicado por Bastide en
estado en el cuerpo que se sumerge en ella; ataca con 1753, La petite maison*, es una ilustración muy intere-
mayor fu~rza que un clima; lo domina envolviéndolo. sante porque carece de matices 20. Para seducir a
La materia no es neutral, y por ello, ¿cómo se puede Mélite, una amiga reticente, el marqués de Frémicourt
pensar en el baño prescindiendo de tales efectos? le propone enseñarle la casa que acaba de terminar al
Estas operaciones físicas son muy importantes, borde del Sena, a las puertas de París. Dudas, bromas
porque pronto se añade a ellas un significado social. de la joven que, por fin, acepta. Y la situación «inevi-
Aquellos que, a principios del siglo XVIII, fueron los tablemente» cambia. La visitante se siente conquista-
prrmeros que se entregaron a los calores del agua no da conforme va atravesando las habitaciones. La pro-
eran los mismos que uno o dos decenios más tarde gresión del sentimiento se va calcando trivialmente
descu~ren las virtudes del frío. Una práctica refinada sobre el descubrimiento de este nuevo espacio. Lo que
y lasciva puede oponerse aquí a una práctica austera y domina en este caso no es la magnificencia, sino la
hasta ascetlca. U:n lujo va a oponerse, en cualquier «comodidad» y la elegancia del lugar; el buen gusto
caso, a las severIdades que los métodos fríos van a más que la grandeza; lo sutil y lo útil más que lo
Inventar. La divergencia es más sensible entre una ostentoso. Se trata de estas comodidades de las que
«In.olicie» muy aristocrática y un ascetismo de con- nos hemos convertido en idólatras y que nuestros
quistadoras ambiciones. El lujo ostentoso contra los predecesores despreciaban un poco excesivamente» 21.
VIgores ambiciosos 18. Era preciso que el agua fuera Distribución armoniosa de las habitaciones, servicios
una mat~ria activa para sugerir tales aplicaciones. múltiples y discretos, profusión muy calculada de los
Era preCISO que fuera objeto de imágenes turbulentas cuadros, de los grabados, de los estucos y de los
y dinámicas. Al mezclarse con los puntos de referencia perfumes. Prestigio, por tanto, de las técnicas y del
d~ la higiene, esta imaginación hace, pues, que estas refinamiento de los lugares. El progreso depende de
mismas referencias sean más opacas. las comodidades y de las estéticas. La seducción de
Los primeros baños del siglo XVIII, los de los hoteles Mélite se origina en este doble choque. Y no es
partlculares, son baños calientes aparentemente reser- casualidad si la visita se termina por la del cuarto de
vad~s a la limpieza. Pero la atención que se presta a la baño: «Siguió andando y entró en una nueva habita-
me~:'lll1ca del agua deja ya adivinar una mayor com- ción más deliciosa de lo que había visto hasta entonces
plejidad.. La distinción de Richelet, en 1728, sugiere la
exístencía de ciertos matices: «Los jóvenes se bañan * La casita.
132 I Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel I 133

[Oo.]. Esta nueva habitación era un cuarto de baño. Cuando Casanova describe el apartamento que, en
Mármol, porcelanas, muselinas, no se ha ahorrado 1754, le ha prestado en Venecia el embajador de
nada [Oo.). Al lado hay un tocador con pinturas de Francia para facilitarle sus encuentros amorosos, ve
Houet [...[, No puedo más, dijo, es demasiado bello, no en la bañera de mármol, junto al «tocador preparado
hay nada que se le pueda comparar en la tierra» 22. para la madre de los amores» 27, un lujo particular.
Limpieza, estética y refinamiento se entrecruzaban en Pero este lujo está muy orientado. Con él se mezcla un
una misma emoción. erotismo, una sensualidad que dejan en segundo plano
La publicación del cuento de Bastide en el diario la imagen de alguna razón funcional. El baño es algo
económico, en 1753, da al documento todo su sentido. que se añade, algo casi superfluo, necesario. No es en
Reforzando el proyecto del diario, que se había creado absoluto una práctica elemental o banal en esta época
en 1751, esta novela mezcla el tema de la técnica con el de mediados del siglo XVIII, sino la afirmación de un
de la sensibilidad, el del lujo con el del progreso. De lujo en el que domina lo sensual. Hallamos la misma
hecho, se recogen aquí las proposiciones de Voltaire o ambigüedad cuando el diablo de Le Sage permite que
de Montesquieu: el refinamiento de las artes es condi- el estudiante penetre sucesivamente en cada casa de
ción para el refinamiento de los sentidos. Lo económi- Madrid. Vuelo social y cultural en unas cuantas
ca domina aquí en ambos temas, puesto que las artes, páginas. En este conjunto de visitas sólo hay una
lejos de «reblandecer a los pueblos» 23, deslumbran la escena de baño, pero muy significativa: «En el segun-
sensibilidad y sirven a las riquezas. Bastide prolonga do cuerpo de la casa vive una bella dama que acaba de
esta toma de conciencia del siglo XVIII: las artes, al bañarse en leche y de meterse en el lecho. Esta
tocar a los sentidos, multiplican también los recursos voluptuosa persona es viuda [Oo.] 28. La delicadeza y la
y dinamizan a las industrias. Lo «superfluo» va más blancura de la piel son, sin duda, motivo de estas
allá del objetivo económico. El lujo determina la extrañas prácticas. Pero lo que acapara el comentario
potencia de una nación. Por medio de sus placeres, el es el refinamiento voluptuoso.
mundano de Voltaire enriquece de hecho a un gran y cuando, por primera vez, en 1759, un texto sob~e
Estado» 24. Son sus deseos y sus gustos los que solici- el arte de la belleza va precedido por un largo elogio
tan a los artesanos y a las manufacturas antes de que del baño, el empleo se toma de la imaginación c~ntem.
éstos los confirmen. Las viejas rigideces morales, más poránea que provoca la idea de un haren oriental.
claramente que antes, pueden cambiar. El placer y a Connotaciones lascivas y espacios feminizados. Con el
veces «hasta la molicie» 25 hallan otra forma de formu- baño de la odalisca, el placer es ligeramente superior a
larse. Una referencia nueva e insistente a la economía la utilidad y el trastorno de los sentidos tiene más
parece darles ahora derecho a hacerlo: importancia que la limpieza. La decoración del serra-
Con esta nueva referencia el baño también tiene un 110 que describe el autor se dirige a la voluptuosIdad:
nuevo lugar. Primero es un refinamiento suplementa- nácar, perlas, plantas aromáticas, la bañera misma,
rio para la gente de mundo. Es fineza de los sentidos y transformada en concha, producen más que un efecto
del buen gusto: ambiental. Tales objetos pergeñan primero un conte~­
too No puede considerarse que cada uno de los m~vI­
«Va corriendo al baño: los perfumes más tenues mientas sea totalmente equivalente al lavado. Dirigido
hacen que su piel sea más fresca y más suave. por la imaginación de las delicadezas ~ de los p;ec.io-
El placer acucia: y se va a la cita volando» 26. sismos, el baño no puede ser una simple practica
134 I Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel I 135

funciona!. Esplendor de culturas refinadas, el baño se pueda respirar un aire fresco a la sombra de algún
obra sobre las sensaciones. Después de bañarse, la agradable follaje» 3'. El cuarto de baño está concebido
odalisca puede «entregarse a los brazos de un suave y aquí explícitamente para mitigar los calores del vera-
voluptuoso sueño» 29, pues es a la par sirena y langui- no 32. Igual tonalidad, pero más furtiva y sin duda más
dez. indirecta tiene Diderot cuando escribe a las hermanas
Madame de Genlis dirá más tarde hasta qué punto Volland el 10 de agosto de 1769: «iQué calor!, me
esta práctica tiene como objetivo un «estado» del parece que os veo a las tres en camisa . de bano»
- 33 . E n
cuerpo. Los valores del agua tocan inmediatamente a la pluma de Diderot tal práctica se asocia inmediata-
los sentidos, mezcla de relajamiento y de ociosidad, mente al calor. El baño no parece que sea todavía
culto del artificio en cualquier caso. El baño, a media- suficientemente frecuente o familiar para que se le
dos del siglo XVIII, tiene algo de distinguida indolen- considere independiente del tiempo y de las estaciones
cia: «Los baños han sido una necesidad en los países del año. Una asociación existente vincula inmersión y
cálidos y una moda en otros; nunca han sido tan calor, inmersión y atmósfera ambiente. Dicha inmer-
numerosos y tan conocidos entre nosotros como en los sión tiene como finalidad primera crear un estado. La
últímos tiempos. La pereza y la ociosidad han contri- misma tonalidad hallamos, finalmente, cuando el prín-
buido mucho a establecerlos y a mantenerlos. Las cipe de Ligne recuerda los baños que tomaba después
jornadas son tan largas para los desocupados desde de sus lecturas en la isla y al sol de su parque. Espacio
que se cena a las seis [...]» 30. Ahora más que nunca, lujoso asociado inmediatamente «con el aire fresco
este baño caliente de los cuartos de baño de la nobleza impre~nado de todos los olores» 34. Le médicin des
es, primero, práctica mujeriega. Además de la referen- dames* dice lo esencial sobre este tema en 1772.
cia a la femineidad y a la indolencia, la práctica va Práctica de temporada, muy elitista, vagamente sen-
íntroduciéndose en las costumbres como una acumula- sual: «Los baños de precaución, de sensualidad, de
ción de agrados que el lujo permite. limpieza, no se suelen administrar en inv~erno. La
y el lujo es, precisamente, el que explotan primero primavera y el verano son las sstaciones mas favora-
los arquitectos de los cuartos de baño del siglo XVIII, bles» 35.
que no destinan siempre sus creaciones a una práctica Práctica mixta, pues, en la que la limpieza es
constante ni siquiera regular. Los nuevos espacios vecina de otros móviles. Los movimientos del agua
suelen ser lugares de esparcimiento, de descanso. Se hacen que domine la impregnación del cue~po ~ que
trata de privilegiar la sombra y la humedad. Las intervenga en sus estados. Bañarse es quiza primero
plantas y las hierbas no están muy lejos. Si el lugar sentir una atmósfera, atravesar influencias, experi-
escogido es el invernadero o el ala orientada hacia el mentar sentimientos. Se trata de un intercambio de
norte es que el baño está aquí para el calor y menos materias y de un despliegue de presiones. El baño
para los grandes fríos. La atención que se da al follaje, despierta el sistema «impresivo». Lo que parece que
a los jardines poco expuestos, a los rincones escondi- está en juego es la sensibilidad casi interna del cuerpo.
dos, está centrada, como cosa natural, en un período Práctica de lujo, en cualquier caso, muy poco compar-
preferible del año: «El destino de este apartamiento tida a mediados del siglo XVIII. Pero práctica suficien-
requiere frescor y por ello se suele colocar en los pisos
bajos de un edificio, al abrigo de algún bosquecillo o
cerca de una fuente; para que, al salir de estos lugares, * El médico de las señoras.
136 I Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel I 137

temente importante como para que, casi al mismo Dijon en 1755 (clas virtudes del baño acuosa sim-
tiempo, nazcan iniciativas nuevas. ple» 42) es claro testimonio de la importancia que ha
En 1761 se construye en el Sena un primer estable- ido adquiriendo. La práctica conoce, por tanto, su
cimiento que rompe con la tradición de los estableci- vertiente teórica y los primeros textos insisten, todos
mientos de baños públicos. Baños calientes que toman ellos, sin matizar, en la influencia de las conmociones
el agua del río para alimentar pequeñas cabinas repar- que se llevan al interior mismo de los órganos. En
tidas a uno y otro lado del barco. La distribución de ellos domina la atención que se concede a los fenóme-
los lugares es nueva, concebida para facilitar la circu- nos de sensibilidad. El organismo es acunado por el
lación de los flujos. El proyecto es, a la vez, terapéuti- baño tanto como influido por él: «El agua caliente
co e higiénico: «Veo en todo momento enfermos a los prov¿ca una dulce sensación en la piel ~ ,la que. baña:
que el baño alivia y cura. Estos baños también dan la facultad sensitiva relaja con delectación el sistema
ánimo para conservar la salud» 36. Aprobación de la carnoso» 43. La intención primera es la de describir. Se
Facultad de Medicina, y publicación de opiniones di- trata de restituir un estado. El baño caliente es esen-
versas; los baños Poitevin, que gozan de un «privilegio cialmente «deleitoso», porque se apodera de los senti-
exclusivo» 37, son los únicos de este tipo hasta 1783 3 8 • dos por su misma materia: «Esta suave relajación que
Lujosos (un baño cuesta tres libras en 1761, cuando el provoca una especie de deleite ~n la piel, pasando P?r
salario diario de un artesano es en la misma época de ella hacia todo el sistema nervroso, hace que el bano
media libra y el de un peón de alrededor de un cuarto sea calmante y que nazca una disposición al sueño» ~4.
de libra)" 9 , se han concebido para un público todavía Examinándolo desde más cerca, se trata, una vez mas,
poco corriente, lo que confirma el elitismo del baño de la lógica de los flujos y de los choques. Y cuando
caliente. Pero, sobre todo, el establecimiento es inter- Guillard, en 1749, con una frase, intenta legitimar el
medio entre la institución termal y la institución de baño para su «afortunado ciudadano», los fenómenos
limpieza. Poitevin repite varias veces que hay que internos dominan sistemáticamente. Pasado el momen-
«permitir que los ricos se curen pronto, antes de lo que to de la descripción de los estados, el interés se dirige
podrían obtener si estuvieran obligados a buscar lejos a los mecanismos profundos que despierta el baño. El
de su patria los socorros necesarios» 40. E insiste, texto es revelador, porque señala la renovación del
incluso con arrobamiento, sobre las duchas concebidas baño y, sin duda, también porque ya e~ el inici~ de la
para multiplicar los efectos mecánicos: «Las curas se época de una nueva limpieza, aunque siga ampliarnen-
operan desplazando por medio de una fuerza superior te centrado en la física de los órganos: «Se bana y se
los humores extraños que forman taponamientos en frota con aceite para mantener la flexibilidad de los
las membranas dolorosas y en los músculos entumeci- nervios, para facilitar la transpiración, para impedir
dos por su presencia» 41. Lo que domina es, en definiti- que los humores se fijen demasiado abundantemente
va, el termalismo. Por su forma, el establecimiento es en alguna parte de su cuerpo y causen dolores agudos,
un precursor de los baños del siglo XIX, pero no lo es a menudo mortales, que hubiera sido fácil evitar» 45.
realmente por lo que se hace en ellos. El baño caliente aligera porque hace circular los
Finalmente, el nuevo interés que se le concede al humores. Tal es su virtud esencial.
baño se traduce a mediados del siglo XVIII por un
brusco crecimiento de las monografías médicas que se
le consagran. El tema planteado por la academia de
138 I Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel I 139

Las «comodidades» refinados llevan frascos de cristal incorporados en el


respaldo. Cuando, en 1762, J. B. Dulin fabrica un bidé
Sin embargo, otras utilizaciones del agua, física- de metal con patas que se desatornillan para hacer un
mente más limitadas, demuestran una transformación mueble de viaje, da una muestra indirecta de la impor-
sin duda más profunda de la higiene de la élite en el tancia que tal objeto va adquiriendo 51. y no sólo lo
segundo tercio del siglo XVIII. Después de 1740, sobre usan las mujeres: por ejemplo, una silla agujereada y
todo, aparece un objeto inédito que se localiza en los un bidé se hallan en el censo del guardarropa del señor
inventarios nobles y en las cuentas de los grandes de Hérault, así como en el del inventario del señor del
ebanistas, llamado «caja de limpieza», o, ya, «bidé». Su castillo de Montgeofroy, en 1775 5 2 • Igualmente hay
empleo empieza algo antes de los años 1730. Un día de una silla agujereada y un bidé en el guardarropa del
1726, d'Argenson visita a madame de Prie en su cuarto príncipe de Condé y en el de su esposa, co~o se lee en
de aseo. Hay entre ellos intercambio de banalidades y el inventario del Palais-Bourbon en 1779'3.
de cumplidos. La escena carece de relieve, pero, brus- Los grabados de G. de Saint-Aubin reflejan este
camente, madame de Prie se sienta «en su bidé» 46, lujo particular. Les papillonne;ies hu,:,ain~s* (1770) .le
iniciando un aseo íntimo. D' Argenson quiere retirarse, permiten ilustrar una profusión de srtuaciones socia-
pero madame de Prie insiste y la escena se convierte les utilizando mariposas de formas gráciles y antropo-
en una escena de coqueteo. El acto asombra por su morfas: juego de imagen y testimonio de costumbres.
lado prosaico, pero lo que importa aquí es la fecha. Por La escena del aseo es la de los grandes hoteles de la
ejemplo, no hay vestigio alguno de tal objeto en el nobleza: mobiliario refinado, tejidos lujosos, domesti-
inventario de la Malmaison en 1713, pero sí en 1750 4 7 • cidad atenta y ajetreada. Un «insecto» se deja peinar
Igualmente, Remy Peverie, tornero ebanista de la calle en actitud indolente. El conjunto de los instrumentos
de los Ours, cuyo establecimiento exhibe la muestra de que se usan a mediados de siglo adorna el lugar: espejo
la Belle teste, puede concebir en 1739 extraños bidés cincelado, pañuelos bordados, encajes que recubren la
dobles, de respaldos adosados 48. El instrumento deno- mesa cofres de delicadas formas que protegen los
ta durante mucho tiempo una distinción social. Gene- frascos y, finalmente, aparte, un bidé colocado al pie
ralmente se compone de un armazón de madera de una de un biombo de tela pintada 54.
palangana de estaño o de loza y su aspecto suele ser El bidé es un objeto muy raro, sin embargo, que a
elaborado y lujoso. El respaldo y las tapas del asiento mediados de siglo apenas se encuentra en el uni~e~so
que ocultan la palangana forman también un asiento burgués. Por ejemplo, en la casa de J. L. 7amls~er,
que se puede observar a veces en las alcobas de los comerciante muerto en 1767 en Apt, con mas de CIen
nobles. El que entrega Duvaux a madame de Pompa- mil libras de renta, no posee ninguno 55. No obstante,
dour en 1751 es característico por su exquisitez: «Un el propietario sabe apreciar el lujo: utiliza más de
bidé con respaldo chapado de palo de rosa y flores, sesenta camisas finas y bordadas. El guardarropa de la
adornado con molduras, patas y ornamentos de bronce señora de Tamisier, instalado en el primer piso, po.see
dorado» 49. El de madame de Talmont en Saint-Ger- un mueble de aseo en el que se disponen espejos,
main-en-Laye es igualmente característico: hecho «con cremas y frascos de perfume. Nada de ello indica ~ue
madera de cerezo y marquetería de amaranto, tiene en tal marco la higiene del SIglo XVII haya podido
forma de taburete con asiento de tafilete rojo clavado
con tachuelas doradas» 50 Algunos de estos objetos * Los mariposeos humanos.
140 / Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel / 141

modificarse e incluso que el «tocador» sea ahora un por el contrario, nombra muy concienz~da!"e~teestas
mueble específico con su complemento de espejos, partes y se detiene en los olores y en las IrrIta.ClOnes. y
cajones y fragancias 56. El inventario proporciona to- también describe los «riesgos» que corre quien no se
dos los signos de esta higiene «clásica»: calidad y lava todas estas superficies «particulares» y ocultas:
cantidad de la ropa, objetos que llaman la atención «Si la transpiración o el sudor permanecen en estas
sobre la forma aparente y el perfume. Igualmente, el partes (axilas, ingle, zona del pubis, partes genitales,
alojamiento de Rousseau en Montmorency sigue igno- perineo, la entrenalgas o la hendedura), el calor los
rando aún el nuevo mueble, en 1758 5 ' . Ausencia exalta, y, además del mal olor que se desprende Y que
idéntica, finalmente, observamos en el alojamiento de se va extendiendo por todos lados, una parte de estas
Collin, intendente de madame de Pompadour, a la exhalaciones y de lo que las compone regresa por los
muerte de ésta en 1764 58 • Por otra parte, en los vasos absorbentes y entra de nuevo en la circulación
palacios los diversos lugares en los que se colocan en la que daña y dispone los humores a la putrefac-
estos muebles son suficientemente indicativos: a me- ción» 62. Imagen monótona del cuerpo que absorbe (en
diados de siglo y, todavía durante unos cuantos dece- tal caso, es aquí el sudor lo que puede «reflui.r» hacia
nios, la presencia del bidé queda limitada a la alcoba o los poros), pero empleo del agua para el cuidado de
al guardarropa de los dueños, como ocurre en la esas partes: hay que humedecerlas regularmente con
Malmaison en 1750 5 9 y en Montgeofroy en 1775 6 °. una esponja húmeda, propone El médico de señoras, en
Signo más o menos aparente de distinción, la exis- 1772. Finalmente, hay que lavar algunas de estas
tencia del bídé supone un hábito de limpieza más partes: «El cuidado de las partes naturales es una
íntimo que implica actitudes y atenciones. La apari- necesidad imprescindible. Hay que lavarlas todos los
ción de este mueble merece todo nuestro interés, días y poner en el agua que se destina a esta utiliza-
puesto que no lo precede ni lo acompaña ninguna ción todo tipo de plantas aromáticas o algunas aguas
modificación de los manuales de higiene y aún menos espirituosas» 63. La insistencia con la que se habla de
de los manuales de urbanidad de los cuales extraía la una limpieza femenina es, por primera vez, muy sxplí-
limpieza clásica lo esencial de sus normas. Después de cita. La utilización del bidé es anterior a estos docu-
1760, por ejemplo, en ciertos textos se empieza a mentas; en la práctica es contemporánea de otra
evocar una limpieza sectorial, para las diferentes par- transformación, más importante, porque toca al espa-
tes del cuerpo. El tratado de Jacquin (1762) sigue cio y a la intimidad: la de los apartamentos excusados.
siendo algo eufemístico. En él se habla de la ablución Lo que diferencia, por ejemplo, el modelo de los
local, de las zonas «secretas» del cuerpo, pero es g r andes hoteles de Blondel en 1737 6 4 , o en 1752 6 & del
de los hoteles de Le Muet un sig . 1o ant es 66 es una
imposible conocer aún el acto preciso. El principio de
semejante ablución no va más allá de las generalida- división más neta entre las diferentes partes del aloja-
des: «La limpieza exige que uno se lave con frecuencia miento: a los apartamentos de gala y a los de cortesía,
diversas partes del cuerpo, sobre todo aquellas en las en los que se desarrolla lo esencial de la actividad
que el sudor, si permanece allí, produce un olor desa- noble se añaden zonas más alejadas, hechas para la
gradable. La delicadeza cuenta por lo menos tanto vida más familiar 6'. A las alcobas se les añaden
como la salud» 61 Le conservateur de la santé* (1763), dependencias que tienen papeles específicos: g~binetes
diversos, pequeños y grandes, que se caracter,'zan por
* El conservador de la salud. una función específica (<<calientaplatos», «libreros»,
142 I Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel I 143

«aseos», «guardarropa», etc.). Las habitaciones de los go, todas las relaciones individuales. El apartamento
grandes ho.teles del siglo XVII, polivalentes a menudo, del señor y el de la señora siguen estando alejados. Los
han conquistado U? siglo más tarde algunos espacios lazos familiares no se han estrechado obligatoriamen-
anexos: Cuando Michel de la -Ionchere transforma la te entre ellos. Con gran frecuencia, el hombre y la
Malmaison en 1737 6 8 , multiplica los gabinetes pe- mujer siguen apropiándose un ala del hotel 7'. Este
qu~ños. las «habitaciones de guardarropa», en una espacio orientado hacia el apartamento y la alcoba de
reeidencia que hasta entonces no tenía más que corre- gala no obra todavía en beneficio de la intimidad
dores o antecámaras. Los cambios efectuados en el familiar. Su verdadera novedad consiste en permitir
ho~el de La Vrilliere en 1752, en el hotel del barón de una mayor intimidad personal. Al especializarse, los
Thlera en 1747 o en el hotel de Armini en 1748 6 9 se gabinetes aumentan los servicios particulares. El indi-
realizan en el mismo sentido. La habitación no pi;rde viduo se concede otro tiempo, sus ademanes están
nad~ de su «alineamiento»; se sigue integrando en los menos pendientes del espectáculo y ya es posible tener
cOUJuntos monumentales, pero alrededor de ella' entre consigo mismo otras relaciones. Se trata de una priva-
ella y la siguiente aparecen varios lugares. En el hotel tización que toca directamente a la misma existencia
de La Vrilhere la habitación del ala dispone de un noble.
gabinete de aseo, de un guardarropa y de un pasillo 70 Realmente, se van entremezclando varios modelos.
En el hotel de Belle-Ille, construido por Bruant en la Los de la aristocracia tradicional, naturalmente, así
calle de Bourbon, en 1721, la misma habitación incluye como los de la gran burguesía financiera, importan en
un cuarto de aseo, un cuarto de estar, un vestuario y el noble espacio una dinámica de privatización que
u,n excusado 71. Comparando las construcciones del éste no conocia. El gran hotel de los años 1730, como
sIglo XVII con las d~ su época, Blondel insiste en «la el de un recaudador general de Hacíenda de Meulan 78
ausen,cla de ve~tuarlOs» y en las «comodidades de que o el de un ministro como Rouillé 77, se inspira en las
carecían los prrmeros» 72. Por ejemplo, a fines del siglo referencias de la corte al mismo tiempo que las va
XVII no hay todavía ningún lugar para el aseo de cambiando. La ostentación cede el paso ante un lujo
madame de Maintenon, que se acuesta en la alcoba en menos demostrativo y empieza a aumentar el lugar
qu~ el re~ sigue charlando con sus ministros. Sus destinado a las funciones anónimas. Comodidades,
mujeres vienen a «desnudarla» 73 al pie del lecho y la gabinetes y vestuarios ya no se construyen sólo para el
ayudan enseguida a meterse en la cama en donde espectáculo. El hombre privado ha ido instalando alll
p~eden aislarla sólo con pesados cortinones. Ahora un espacio que no existía. Nada es más urgente para
bIen: el cambio que se observa en los grandes hoteles a esta élite financiera que ennoblecerse e imitar al
partir de 1730 se realiza precisamente sobre la intimi- cortesano; pero nada es más inevitable que un pe-
dad. Y es en la intimidad, en lo que hay una diferencia queño intercambio de sus valores: «Así, mientras que
entre la habitación de gala y la habitación privada en el placer noble tiende a privatizarse, el hombre priva.
la que también influye la creación de este lugar de do, en cuanto ha subido un poco, intenta disimular sus
aseo: cuarto suficientemente específico, finalmente, orígenes aristocratizando su tren de vida» 7 •• El hotel
para que se puedan vender desde los años 1760 mobilia- de Evreux, que madame de Pompadour hace transfor-
nos completos para gabinete de aseo con entabladuras mar por Lassurance en 1752, y el hotel de Armini,
y techos de ~ela pl1!-tada 74. Estos hoteles lujosos del perteneciente al financiero de Maulan, acaban pare-
segundo tercio del SIglo XVIII no trastornan, sin embar- ciéndose 79.
144 ! Del agua que penetra en el cuerpo Una suave sensación de la piel! 145

De tal privatización parece que nace el «cuarto de queda fascinado por el efecto estético tanto como por
aseo», el «cuarto de limpieza» 80, el «cuarto excusado» la proximidad, por otra parte institucional, que se-
o el «lugar a la inglesa», cuyo ejemplo ofrecen los mejante situación autoriza: «Nada más lindo se puede
hoteles de lujo parisinos desde el segundo tercio del ver» 83. La operación se realiza para el placer de los
siglo XVIII. Los «lugares a la inglesa», evidentes testi- ojos. El aseo es, primero, esta paciente transfiguración
monios del lujo, tienen por sí mismos gran significado, de la apariencia que capta el efecto visual. Una
pues transforman la utilización de la silla agujereada, limpieza íntima, discreta y poco comentada, lo condu-
Instalando un lugar fijo y cerrado para las funciones ce, sin duda alguna, hacia otras veredas. Pero esta
naturales. Estos lugares recurren a las primeras «me- limpieza sigue estando ampliamente prisionera del
cánicas» del confort: por ejemplo, una válvula obs- trabajo clásico sobre la apariencia. El aspecto esencial
truye el agujero para evitar el retorno de los olores. sigue siendo todavía la ostentación, pero es precisa-
Lugares específicos para funciones íntimas: se ha mente fuera de ella donde se va produciendo la renova-
constituido realmente un espacio 81. El cuarto de aseo ción. Al convertirse en algo más «funcional», por
anuncia una nueva limpieza: local, sin duda, pero que ejemplo; al hallar otras legitimidades, como la de la
escapa a la mirada y hace insuficiente el solo cuidado salud y del vigor, en particular, y sobre todo al
de la ropa. Práctica inédita y sobre todo oculta: el enfrentarse con las imágenes mecánicas que el agua
lugar cuenta aquí tanto como las conductas. Final- conlleva, la limpieza va a cambiar de sentido. Final-
mente, fuera de toda teoría, se van elaborando estos mente, una de las paradojas es que una parte de las
hábitos centrados más que antes en la sensación y en transformaciones futuras depende de que se ponga en
la relación consigo mismo. Se va esbozando un aseo entredicho el «lujo» que sigue dominando aquí: se
íntimo, cuya aparición favorece la creación de un empieza a afirmar una higiene que va contra los
espacio más retirado. Ciertos objetos precisos mues- valores de la apariencia, lo que no dejará de tener, no
tran su presencia y el bidé es el ejemplo típico de estas es preciso decirlo, connotaciones sociales.
renovaciones, pero también lo son las palanganas y los
Jarros de loza que adornan a su vez estos lugares
privatizados 82.
Sin embargo, tal transformación no deja de estar
menos circunscrita, aunque tenga importancia, porque
prepara la aparición de un dispositivo íntimo, con sus
limpiezas fraccionadas. No sólo porque queda limitada
a algunos privilegiados, sino también porque no se
libera abiertamente de las referencias tradicionales de
la apariencia y el decoro. El hecho de que, todavía du-
rante mucho tiempo, el «aseo» pueda ser un espectácu-
lo, subraya con claridad que el momento esencial de
ésta sigue siendo la metamorfosis orquestada por el
peinado y el cuidado del rostro. El lado imaginable de
lo visible no queda trastornado. Cuando presencia el
aseo de madame de Pompadour, el duque de Croy
El frío y los nuevos vigores I 147

a conciliar seducciones diversas: la de las sacudidas


provocadas por el agua fría. Tenemos primero una
prueba sencilla: el frío contrae el cuerpo. Pero luego
llega la especulación sobre las consecuencias; estas
contracciones podrían tener efectos terapéuticos al
actuar sobre los humores y tener efectos casi morales
2 al actuar sobre las energías. Una vez más se entremez-
cla la higiene con ciertas preocupaciones que la sobre-
EL FRIO pasan. El frío del líquido se convierte en algo más
Y LOS NUEVOS VIGORES importante que cualquiera otra cualidad y la primera
mirada va a los movimientos internos que este contac-
to debería provocar. Para muchos, el baño y la utiliza-
ción del agua van a quedar dominados en la segunda
Cuartos de baño, bañeras y cuartos de aseo prue- mitad del siglo XVIII por esta exigencia del frío: «¿No
ban que la u~ilización del agua va cambiando lenta- hará a los hombres más fuertes y más robustos?» 1. El
mente a medIados del siglo XVIII. Se trata, sin duda tema corresponde raramente a una práctica muy cir-
alguna,. po: lo menos para los privilegiados, de una cunstanciada, pero ocupa un lugar evidente en las
nueva limpieza. P~r~ no interesa más que a un público teorías y en los discursos.
extre~adamente lImItado, al mismo tiempo que es algo Tales especulaciones suponen la transformación de
mluy. Irregular. Sobre todo, esta limpieza sigue siendo muchos otros puntos de referencia. Por ejemplo, se
a usiva y hasta. confusa'' el agua , por SI, mIsma
. no necesita una muy nueva confianza en las reacciones
cor~esponde. eVIdentemente al agua de hoy; el c~lor del cuerpo: un líquido tan inhóspito como el agua fría,
las mfIltracIOnes, las presiones acentú an su .. 1.' ¿no someterá aquí el organismo a un «mal» aparente
d d S origma 1-
~. e trata ,de una sustancia activa, un medio diná- para reforzarlo mejor enseguida? El agua que, desde
;lllCO, que actua sobre el cuerpo y lo atraviesa antes de mediados del siglo XVIII, seduce a una nueva categoría
~varlo, que trastorna las fisiologías y acarrea ener- de higienistas supone de hecho un largo recorrido
gias secretas. teórico y cultural.
~e todas formas, la atención que se concede a las
mecalllc~~ no podría agotarse con los calores y la
penetraCIOn. En este registro cabe imaginar todavía Lo imaginario del baño frío
muchos de s~s efectos. Es posible concebir otras imá-
~e~es. Por ejemplo, parece que sólo en la masa física En un primer tiempo, antes de 1750, parece que los
e agua ha~ en reserva muchos choques y conmocio- objetivos son exclusivamente terapéuticos. Curacio-
nes. La. mecamca no carece de recursos y hacia ella Se nes curiosas e historias edificantes, como la del capu-
van.t orientando
A ., las curiosidades y las sug erenClas. chino que tenía la reputación de devolver la vida a los
gi aCIOn, trastornos y movimientos internos sigue~ cuerpos agonizantes después de algunas aplicaciones
estan:o en pr:mer plano. Particularmente, Una imagen de agua helada. Se suponía que las convulsiones
va a esempenar un papel muy importante, porque va artificiales ayudaban a la renovación de las fuerzas y
que la muerte retrocedía ante las sacudidas de la vida.
148 / Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores I 149

El Mercure de 1724 describe las manipulaciones de este detienen estos movimientos prodigiosos astringiendo
buen eclesiástico; lo llamaron para que socorriera a los vasos sanguíneos y rehabilitándoles el tono» 4. La
un moribundo y recurrió valientemente a las compre- explicación va a divulgarse, a. diversificarse, a aplicar-
sas más heladas: «Le aplicó toallas empapadas de agua se a múltiples males. La terapia va ganando veracidad,
helada; la muerte se seguía burlando del bueno del Al contraer el cuerpo en sus zonas profundas (o al
capuchino y seguía agarrando al paciente, por lo que suponer que así lo hace), el frío hace que n~zcan
el capuchino exigió con tono iracundo ocho libras de imágenes de circulación de humores, de evacuacion de
hiel? en un solo trozo y le frotó con ellas el estómago y vísceras, y hasta de reducción de, tumores. ,Actúa en
el VIentre: y la,muerte 8;bandonó el combate, el pacien- los «sólidos» y en los flujos. Con el, los volumenes se
te se de~atasco por arriba y por abajo, abrió los ojos, contraen, comprimidos por la presión, los órganos se
reconoció a todo el mundo y pidió agua sin más» 2. crispan y se activan, y, finalmente, su brusca defor~a­
Esta mecánica de las reacciones pertenece a las curio- ción puede dirigirse: «No se puede emplear mngun
sidades precientíficas. Evidentemente, hay mucha medio más eficaz que el frío cuando se trata de
complace?,cia en la anécdota del Mercure y un gusto disolver la sangre o de evacuar algunas materias
apenas disfrazado por lo extraño. La naturaleza sor- glutinosas adheridas a las paredes de los vas?s; cuan-
prende y su des8;fío seduce a la razón. Los gabinetes de do se quiere limpiar las glándulas y proporcionar un
física de la primera parte del siglo XVIII, con sus filtrado más abundante de los espíritus animales o
tanteos y sus prodigios vagamente experimentados no hacerlos correr con mayor rapidez por los nervios;
está lejos y, en cualquier caso, las curas de este tipo cuando hay que provocar la orina o levantar alguna
van a divulgarse. obstrucción del hígado, del bazo, etc. [...]» 5: La tera-
A ellas pertenece también el gesto del duque de La péutica explota una serie de imágenes: conflicto entre
Force que salva a un desgraciado de una insolación lo que suelta y lo que astringe, entre lo que ablanda y
mortal. Dos viajeros que venían de lejos atraviesan sus lo que endurece. El papel del frío en este caso no
trerras cua~do hace mucho calor. El verano es excep- sorprende: «Fortifica y aprieta las fibras de los que la~
cional, el aire ardiente y los viajeros no lo soportan. tienen demasiado débiles» 6. El baño frío orquesta asi
Uno de ellos. muere 8; unos hectómetros del duque y el el movimiento de los fluidos y de los sólidos. En 1763
otro cae casi a sus pies. El duque de La Force ordena Pomme sumerge a sus enfermos atacad?s de afeccion~s
inmediatamente que bañen al enfermo en el riachuelo vaporosas quiere luchar contra su flojedad por medio
que Corre un poco más abajo, lo instala en una cama, del frío ; «restablecer la fuerza de sus sólidos» 7.
lo cubre con una manta y espera: «El paciente volvió Aplicando sin vacilar la lógica del endure':.Imlento,
en sí y, habiendo resucitado, por decirlo así, tras Pomme se obstina a veces, prolonga el bano hasta
descansar cómodamente durante la noche al día si- hacerlo durar ocho horas diarias. Sus enfermos de
guiente se encontró muy bien» 3. El fresc~r del ria- languidez se pasan el día en agua helada.. No hay
chuelo produjo el retorno a la vida. Noguez, que relación alguna con las precauciones anterlOre~..I:a
re!iere los, hechos en 1730, añade esta vez una explica- ruptura es muy importante, puesto que la tradición
cron: el frío tempera, compensa las agitaciones excesi- privilegiaba la acción del calor: es él el que ayudaba a
vas contrayendo los vasos sanguíneos peligrosamente «expulsar» los humores. , ,
dilatados y, finalmente, refuerza las partes astringién- Pero lo que se está ventilando va mucho mas alla
dolos: «El frescor del agua y su peso moderan y que estas nuevas curas. En el siglo XVIII el baño frío no
150 / Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores / 151

sólo. es, un~ técnica para terapeutas en ruptura de entonces reservado al juego o a algunas Curas aisladas
tradición, sino también una técnica para higienistas se considera ahora como instrumento de salud; es
rebeldes. ¿No pueden las fibras apretadas y fortaleci- ejercicio reforzador, técnica vigorizadora. Algunos
das reforzar tanto los cuerpos enfermos como los baños parisienses, rústicamente instalados en barcos
cuerpos sanos? Puesto que de lo que se trata es del con escalerillas 10, llaman una nueva atención. Se
codlg~ de los vigores y de las resistencias, se trata citan, se describen y hasta se recomiendan. Las Des-
tamblen, a su vez, necesariamente, de la salud. Por cripciones de París o las Guías de los viajeros, que
p~l~er.a vez el baño posee una calidad explícitamente hasta entonces ignoraban semejantes lugares, dan
higiénica, m~nos porque deja limpio que porque pone ahora su dirección y hasta se atreven a dar algunas
fuerte. Prestigjo d~ las mecánicas del agua. Lo que opiniones. Por ejemplo, -Ieze, cuyo Estado de París se
?uenta es la acción so~re las máquinas del agua, reedita casi todos los años entre 1754 y 1765, adopta el
mcluso ,antes que la accion sobre la limpieza de la pie!. argumento de los higienistas. Tales baños no pueden
Buen. numero de textos de higiene de la segunda mitad ser más que «los más sanos» 11, incluso si sus instala-
del siglo XVIII hacen soñar con durezas en cadena, ciones parecen toscas: «Los lugares llamados baños se
prometíendo un universo de firmezas físicas. El agua componen de un barco cubierto enteramente con un
argus siendo .confrontada con los funcionamientos del toldo, cerca del cual se han clavado en el río unas
c~erpo. S~ fnaldad consolidada: «Se atribuyen al baño veinte estacas en un espacio de unas 12 toesas de largo
frfo ventajas considerablse la impresión súbita de frío por unas 2 toesas de ancho, que se cierran con tablo-
que s~enten nuestros cuerpos aprieta pronto las partes nes y se cubren también con un toldo. Se baja al agua
e::,ter1~res y las que están cerca. Por tal medio, las por una escalerilla» 12. El espacio es diminuto y está
vlbraClO?eS d~ las fibras son más tensas y la sangre y cerrado; no hay lujo alguno, pero tiene una acción
los_ espír,ltus círculan con mayor velocidad. Por eso los tónica.
ba,nos frfos son buenos para atenuar la sangre, hacerla Desde 1760, sobre todo, la imagen circula por los
~as fluida, despertar los espiritus animales y hacerlos medios de los higienistas, estereotipada y monótona:
cl;cular con mayor rapidez [...] para facilitar la diges- «El baño frío, por la condensación de los sólidos, da
tión y dar, apetito; finalmente, para hacer que el energía y fortifica» 13. Y se someten los organismos a
cuerpo sea ágil y tenga vigor» 8. Filamentos y fibras se las reglas de los aceros templados. Las fibras son el
endurecen, fraguados y comprimidos. Toda la estructu- centro de atención. Los «movimientos convulsivos» 14
ra "dura» del cuerpo se halla así contraida y, por ello, provocan su endurecimiento. Su repetida evocación es
cons.ohdada. Los libros que tratan de salud antes ilustración, por otra parte, del definitivo abandono de
dommados por la atención que se concedia al "régi- una medicina de los humores, incluso si la acción de
men» (además, esencialmente alimenticio), insisten los sólidos apenas va más allá del umbral de la física
con frecuen?la cada vez mayor en las virtudes estirnu- elemental 15 • Cuando Maret se detiene finalmente con-
lantes del frío: el agua fría, así como la moderación de tanda cómo se encoge bajo la acción del agua fría una
la ropa, debe favorecer tensiones y reacciones muscu- tirita de piel animal 16; cuando otros se sumergen en
lares repetidas.. Sin ella "el tono de las fibras será los ríos contando la aceleración de su pulso o consigo
menor y los tejidos celulares se aflojarán» 9. nando algunas de sus reacciones físicas 17, se trata de
. A su v~z, ?ay un desplazamiento del significado de otros tantos hechos que van más lejos que la simple
ciertas practicas. El baño de río, por ejemplo, hasta curiosidad.
152 / Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores / 153

. E~tas sabias ambiciones apenas tendrían importan- un terreno abonado, no porque el salvaje sea siempre
CIa SI se I}mltasen a ser simples imágenes fisiológicas. idealizado, pero sí porque se suele convertir en un
Pero e~ta el aspecto cultural que, de hecho, tiene ejemplo de costumbres rudas y de robustez física. Los
mayor Importa~cla. Los textos no siempre se aventu- baños que se toman en los ríos del Amazonas o en los
ran por, los vericuetos de la mecánica de las fibras. El ríos de Canadá son directa ilustración de una energía
agua f!"Ia e~, sobre todo, materia austera. La práctica y una resistencia que bastaría con trasponer: «Sé, a
del bano fr~o es, esencialmente, una práctica ascética. ciencia cierta, que los indios de América echan a los
El endurecimianr¿ es tanto moral como físico. Y este niños a los ríos en cuanto nacen» 22.
endureclmI~~to, finalmente, es más intuitivo que real- Rousseau es, sin duda, quien mejor recoge lo esen-
mente explícito. Se trata de movilizar la energía de cial de estas referencias voluntaristas. Los romanos y
afirmar la firmeza. ' los espartanos de Plutarco, los indios de Le Hontan y
Tronchin, por ejemplo, médico de los enciclopedis- de Le Beau 23 figuran como ejemplos de costumbres
ta.s, al que algunos han seguido hasta su escondite de rústicas; sus prácticas son otros tantos ejemplos de
Gm?bra, no cuenta los detalles del funcionamiento fuerza. Con gran claridad, sobre todo, se convierten en
org~mco, pero hace del baño frío un tema casi moral: instrumentos polémicos: «Multitud de pueblos lavan a
~<Mlentras los romanos, al salir del Campo de Marte los niños recién nacidos en los ríos o en el mar sin más
Iban a arro~arse al Tíber, fueron los amos del mundo: ceremonias. Pero los nuestros, reblandecidos antes de
Per? los banas cahentes de Agripa y de Nerón fueron nacer por la molicie de padres y madres, traen al venir
haciendo de ellos,. paulatinamente, unos esclavos [... J. al mundo un temperamento ya echado a perder» 24. La
Los padres conscrrptos tuvieron realmente razón cuan. referencia al héroe antiguo y al salvaje son intercam-
do Se opUSIeron. a los baños termales, pero la tropa biables. Finalmente, el agua fría se explota allí hasta
dorada, ~ontammada de lujo asiático, triunfó de la el símbolo, el de las aguas que vuelven invulnerable.
reslste~cla y de la virtud .~e los padres conscriptos» 18. La imagen de la Estigia viene a añadir sus alusiones
Tronc~m p~escrrbe también, sin vacilar, largas curas culturales y simbólicas a los viejos modelos aquíleos
de banas fríos, puesto que el calor no puede ser más de los que están llenas las lecturas del colegio. Todos
que «emoliente», Su argumento es ético: la molicie se estos nuevos higienistas recuerdan sus estudios de
opone a la virtud y la debilidad física a la fuerza humanidades clásicas y los explotan ahora a su mane-
moral. !-a fisiología, finalmente, cede ante la referen- ra: «Endureced sus cuerpos [...J. Templadlos en las
CIa antIgua., Es la Vida de los hombres ilustres 19, con aguas de la Estigia» 25. Emilio será lavado por ello en
la celebración de las virtudss, primitivas. ¿No se perdió un líquido cada vez más frío hasta que se acostumbre a
Ro~a a causa ?e una juventud «desdeñosa de los un agua incluso helada 26.
banas de agua fría, abandonada a la molicie, casi igual Esta idealización del vigor no carece de función
a nues~ros p.etlmetres, porque había abandonado los social: el ciudadano antiguo contra la víctima presen-
eJerCICIOS fíSICOS que les daban fuerza y virtud»? 20 te del despotismo, las costumbres «sencillas» contra la
El salvaje desempeña el mismo papel en esta serie «corrupción», la regeneración contra la decadencia.
de textos. También posee él sus propedéuticas vigoro- La crítica de la malicia es también la crítica de un tipo
sas: «L?s habItantes ,del istmo de América se echan al de ciudad: «Ya no hay ciudadanos» 27. Y se cree que
agua fría cuando estan sudando y la salud no sufre por las costumbres compensan el marchitamiento de los
ello» 21. Los relatos de viajes ofrecen a este respecto «petimetres». Estos romanos y estos salvajes muestran
154 f Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores /155

que hay un «allende» de libertad y de fuerza. Y se miento que debilita, y, por otra, una rusticidad que
oponen al lujo aristocrático convertido aquí en «debí- refuerza, una molicie que languidece y una rudeza que
litamiento» y se oponen a un poder arbitrario implíci- vigoriza. En cada caso, sobre todo, se trata de palabras
tamente denunciado. Desempeñan sencillamente el que van mucho más allá de su acepción fisiológica.
papel de contraejemplo. Es esta crítica la que van a Bourdian observa que ya hay en Montesquieu el prin-
tomar muchos discursos después de 1789. La antigüe- CIplO de estas dIferenciaciones. Las prácticas cálidas
dad se promoverá como modelo de libertad: «Si imita- llevan a la debilidad: «Ablandamiento de las fibras,
mos a los pueblos libres [...]» 28. La antigüedad tamo ablandamiento de las costumbres, ablandamiento del
bién se promueve aquí como modelo de vigor, puesto Impulso vital y de la energía viril, cobardía: para
que la educación debe, en este caso, tomar a su cargo engendrar mitos socialmente aceptables basta, como
el endurecimiento: «Quiero luchas, juegos, ejercicios, se puede ver, con dejar que actúen las palabras» 34.
carreras, movimientos más que libros y lecciones» 29. Una nueva clase inventa una nueva fuerza frente a
La frugalidad contra el lujo y la energía contra el los modelos aristocráticos. y lo hace reactivando enero
marchitamiento son referencias codificadas. Debilita- gías y dinamismos, dando solideces y trazando grandes
miento, delicadeza, afeminamiento son reflejo del arti- diferencias entre un ascetismo inédito y aparentes
ficio aristocrático. Su sentido es evidentemente social indolenciag, Con la austeridad del frío proclama una
y es este sentido el que hace que el baño frío produzca austeridad sobre los placeres que consideran demasia·
rigurosamente el efecto contrario al del baño que se do fá~iles. Y va edificando rigores para acrecentar más
toma en los palacios de la nobleza. Este último, con su las dI~tancIas culturales y sociales. Insensibilidad Y
calor que «languidece», se convierte para la burguesía energra se convertirán en otras tantas lecciones con-
ilustrada en una simple degeneración. Tiene «su ori- quistadoras. La correspondencia de Grimm afirma que
gen en nuestro gusto por la molicie, consecuencia de la lectura de Tronchin lo que más le ha dejado
necesaria del lujo que se va apoderando de todos los huellas es la descripción de estos rigores: «Nos ha
estados» 30. Privilegio inútil y peligroso, se rechaza el record,ado las costumbres de la República y de la
baño caliente como un comportamiento de clase deca- filosofía moral de los antiguos» 35.
dente. Símbolo también: el «exceso» que altera y El frío no es más que un índice en un valto
ablanda, y que, sencillamente, hace «que vaya degene- desplazamiento de valores. Lo que cuenta es la ruptu·
rando la naturaleza» 31, instaurando una inútil blan- ra de los códigos físicos y de las valencias moral..;
dura de costumbres. La joven desocupada llena de más fundamentalmente, se trata de la transformación
«vapores», sobre la que ironiza Mercier, que «va arras- de las referencias sociales: imaginar fuerzas donde no
trándose de su bañera a su tocador y de su tocador a su las había, circunscríbir la decadencia a una capa
bañera» 32, representa una desocupación muy aristo- so?ial definida. La referencia al baño puede que no lea
crática. Igualmente «las personas delicadas que pero mas que un pretexto. Su impacto es, para empezar, el
manecen durante horas en un baño de agua templada de lo ~maginario: hacer soñar con poderes vilibles,
y que pagan casi siempre su constancia con agujetas, '~preslOnar las ~entes heroicizando ejemplos. Convi~'
debilidades y, a veces, destrucción general- 33, son cion totalmente literaria en muchos casos: el baño frlO
evidentemente traicionadas por su «delicadeza». Pero no ha invadido bruscamente las prácticas burguesas,
ésta es primero un producto de la sociedad a la que r~cornendo el surco trazado por tales discursos higié-
pertenecen. Por una parte, pues, tenemos un refina- rucos. Con frecuencia, ha seguido siendo referencia
156 / Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores / 157

r~tóri~a~ regla abstracta, argumento de razón más que ¿Qué prácticas?


dISPOSItIVO práctico.
Millot, c~mservando en 1801 el impulso y la utopía Madame de Maraise, colaboradora de Oberkampf y
de c~er~os dIscursos revolucionarios, imagina un esta- mujer de negocios ilustrada, es émula de los hígienis-
blecimianto «regenerador», y sugiere que se instale en taso Esta amiga de Tissot 38, que leyó sus obras con
el Sena un ':S'p~CIO con forma de circo. Una serie de pasión y a quien invitó a su casa de Jouy en 1780, deja
grad~~ permitiría que se sumergiera con regularidad a adivinar sus convicciones y sobre todo sus límites. Por
los runos ~e toda~ las edades y de todos los tamaños. ejemplo, no tiene duda alguna sobre las virtudes del
L~ estancia repetida en el río aseguraría su endureci- baño frío, pero sus alusiones a la aplicación de tal
miento progresivo. No se trata de nadar, sino «senci- baño son discretas. Para esta burguesa sociable y
llamente»
d , . de permanecer
o' en el frío . La a PIiIcaCIOn
" dinámica que afirma que no se ha bañado nunca, el
pe ~gogIca y pública del baño frío será así, «por fin'> baño frio sigue siendo teórico durante mucho tiempo.
realizada: «Cuando el gobierno quiera cambo o l' Lo que ve es la lógica más que la ejecución y habla en
débil " 0 , Iara a
e 1 const.itución de nuestros parisienses y los hará futuro más que en presente: «Su experiencia debe ser
tan robustos como nuestros vecinos, los alemanes: un guía mejor que mi pobre teoría en la que sólo puedo
basta para ello con que haga construir un baño al apoyarme, puesto que nunca he intentado tomar nin-
borde del Sena, hacia los Inválidos; este baño tendría gún tipo de baño; pero cuando mi estado me lo permi-
la forma de una elipse construida en el terreno baldío ta, empezaré por el Sena'> 39. Se baña por primera vez
q~e se ?~varía a sólo 4 pies y cuya profundidad s~ unos quince años más tarde, efectivamente en el Sena
distribuiría en forma de anfiteatro por medio de gra- y toma dos o tres baños anuales, pero también deja de
das que se elevarían unas por encima de otras sólo 4 a hacerlo, a veces, durante varias temporadas. A la
5 pulgadas paora sentar en ellas a los niños de todas las convicción bien real se ha ido añadiendo una práctica,
dedades
M' despues de la dentición'> 36 . En 1801 e I diiscurso pero una práctica irregular y espaciada. El 12 de
e illot pretendo seguir siendo instaurador. Piensa septiembre de 1812, madame de Maraise hace una
que las aplicaciones son irrisorias. Nada ha cambiado alusión incidental a esta frecuencia desordenada: «El
aparentemente en el tono militante y persuasivo sino 28 del mes pasado entraba usted en casa en el momen-
~ue ape!a a los poderes y que tiene una clara ambición to en que salía yo para hacer diversos recados y, sobre
mstItucIOnal y política' «Este baño introd . o todo, para tomar el tercer baño de río de este año que
t d F" ucirra en
o a ra~cla la utilizacíón del baño frío y, antes de no había tenido tiempo de tomar desde 1809» 40. Sin
transcurnr 15 años, el gobierno empezaría a darse embargo, la amiga de Oberkampf es más categórica
cue~t~ del buen efecto de estos baños>, 37. Evocando cuando se trata de los niños e insiste en los baños que
explIcIta~entea Roma y a Esparta, proyectando obli- sumergen completamente el cuerpo, cabeza incluida;
gaciones maplIcables, estas fórmulas sólo podían que- los provoca, los describe y es inagotable sobre cuando
dar sin e~ecto. No cabía ímponer un baño generalizado habla de sus efectos, pero evoca indirectamente ciertas
por m~dIO de ,;,n~ orden. Este baño, sin embargo, reticencias y dificultades: «Me gustaría echar al agua
I','fluyo en u~ público limitado, sensible a su valor de fría a nuestros pequeños como hacen con los niños
ejemplo, sensible también a la diferenciación social en ingleses, pero no tendrían que tener una criada como
la que se fundamentaba su imagen. la que tienen y casi diría que tampoco un papá como el
suyo, aunque es muy capaz de hacer que el prejuicio
158 / Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores I 159

ceda el paso a la experimentación; pero, cuando toma- su ingenuidad, cuando habla de un encuentro f~rtuito:
ba yo por mi cuenta el asunto del baño frío, quería él "SU lindo rostro estaba un poco irritado, Nos dIJO que
absolutamente que se exceptuase la cabeza- 41. La tomaba un baño frío diario y nos mostró. bajo su larga
insistencia en esta inmersión «total» muestra indirec- pelliza. que no llevaba más que ca~isa y abrigo e
tamente que la Iimpieza no es el centro del baño. ¿No insistió para que le tocásemos las costillas y vieramos
lo dice implícitamente Trssot, del que madame de que el frío le era útil» 45. . , •
Maraise saca orgullosamente su ascetismo? En cual- Ejemplo diferente, pero sIgn? de una práctica real,
quier caso, una de sus frases vale por sí misma tanto es este invento del conde de Milly, de la academia de
como cualquier otra explicación: «Los niños débiles Ciencias. que propone, en 1776, un complejo procedi-
son los que tienen mayor necesidad de que los laven; miento de bañera mecánica: se pone en movimiento el
los que son muy fuertes, pueden prescindir de ello agua para producir una corriente comparable a la de
[...]» 4'. El agua fría lava sin duda menos de lo que los ríos, con lo que el flujo añade sus presiones a l.as
refuerza, Se trata, primero, de una «prueba». Además, producidas por el frío, acelerando los choques en serie.
es muy fácil convertir todo esto en un asunto teórico, Jamás la espera de los efectos mecánicos había sido
lo que es, en parte. Su sola evocación sorprende a las tan fuerte, lo que demuestra el relieve que ha ido
mentes, dando nuevas imágenes de cualidades físicas. adquiriendo en los últimos tiempos la .imager.' ~el.río,
La ambición no siempre consiste en ir más lejos. con su frío , sus movimientos y sus prasiones dinámicas
.,
Naturalmente, los ejemplos de baño frío no faltan. vagamente idealizadas. Tal bañera «aumenta la aCCIOn
Mercier nota un cambio tangible. Pero estos baños se del agua sobre la superficie de la piel. produciendo en
refieren sobre todo a la infancia, la de una burguesía unos minutos de inmersión más efecto del que se
ilustrada bruscamente sensible al nuevo código. La obtendría en varios días por el método ordinario» 46.
moda corre parejas con la que en el mismo momento La palabra «método», el cálculo de la duración del
condena mantillas y corsés. Los niños «están mucho baño «entre unos minutos y varios días», muestran,
mejor educados que antaño. Los meten en agua fría y sin decirlo, que se trata de crear efectos fisiológicos.
se ha tomado por costumbre vestirlos diferentemente y tanto y sin duda más que de lavar.
sin ligaduras» 43. Además, la práctica se va exten- Ejemplo diferente también es la pasión. con la ,que
diendo más allá de algunos medios sociales ilustrados. Benjamin Franklin supo hablar de los banas de rIO ~
«Desterrada» en Louveciennes desde la muerte de de las inmersiones «tónicas», a las que se entrego
Luis XV, madarne du Barry se deja seducir por el regularmente desde 1760. Testimonio importante, sin
nuevo modelo, toma un baño frío cada día, modifica su duda, porque Franklin insiste c~n ~erdadera m~nI~" al
alimentación, se abriga menos. El «ascetismo» de la tiempo que insiste en una práctica de sustitucron.
antigua favorita es aquí totalmente inverso al que se Nada equivale a las «virtudes» del baño frío; pero el
infligía madame de Montespan un siglo antes 44. Yana choque que produce puede ~poder~rse del cu~rpo. Y
se trata de una dureza que mortifica, sino de una trastornarlo. Incluso puede violar ciertas constitucro-
dureza que refuerza, que conlleva una nueva ambi- nes. Franklin encuentra a este inconveniente el más
ción. Cuando la ciudadana de Louveciennes explica «sencillo» de los remedios: el baño de aire. Se levanta
esto. sus fórmulas siguen siendo alusivas e intuitivas, temprano abre las ventanas, trabaja y se pasea desnu-
pero la fuerza «adquirida» es el centro del tema. do por s~ casa durante una, o media. hora,. según la
Dufort de Cheverny muestra su entusiasmo, y también época del año» 47. ¿No deberla producir el aire frío el
160 I Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores I 161
mismo efecto que el agua? Pero hay que confesar que hielo, ni a ningún lugar peligroso» 52. Por el contrario,
las relaciones entre el frío y la limpieza siguen siendo el colegio Sainte-Barbe, como algunas otras institucio-
muy ambiguas. nes, lleva a sus alumnos, en los últimos años del siglo,
Finalmente, algunas instituciones se preocupan de a que se bañen en el Sena cuando se acerca ~l
la utilización del agua fría reforzadora. El reglamento verano 53. Mientras, ha ido naciendo otro establecí-
de las reales escuelas militares, por ejemplo, derivado miento: la escuela de natación, abierta por Turquin,
de las reformas del conde de Saint-Germain, es una en 1785, en el puente de la Tournelle.
innovación en 1776. Práctica de temporada, una vez Ya se habían hecho varias tentativas infructuosas
más, pero que deja lugar a abluciones locales más para crear una escuela semejante desde la de Arnaud
regulares. Se trata de endurecer al futuro soldado en 1777 54. Pero había topado con dificultades financie-
explotando las «virtudes» del agua: «Los alumnos, ras incluso a veces con ausencias de autorización.
tengan la edad que tengan, se habituarán a lavarse Turquin obtiene no sólo el aval del preboste de los
con agua fría diariamente rostro y manos. Si hay un comerciantes, sino también de la academia de Ciencias
río cerca del colegio se les llevará de vez en cuando a y de la Real Academia de Medicina. El tema ha
dicho río durante las épocas de calor» 4". El agua fría adelantado mucho. La búsqueda de tantas garantías
tiene sus correspondencias con la vestimenta, con el confirma también que hay ambiciosas pretensiones:
arreglo de las habitaciones, con la ligereza de las Turquin quiere de hecho crear un establecimiento de
mantas. Vértigo de un medio que parece actuar en higiene. No desdeña el aprendizaje técnico y se recuer-
cada momento: «A causa de ello se les permitirá ir sin da siempre el papel utilitario de la natación, pero la
gorro y lo menos cubiertos posible [...J. No se dará a finalidad del proyecto no se limita a ello; hay otros
los alumnos más que una sola manta durante la objetivos dominantes. Lo que cuenta en particular es
temporada más rigurosae -". Las pocas cubetas que se el movimiento en el agua fría y, una vez más, la
han instalado para el baño de los pies alrededor de reacción orgánica que lo acompaña. Turquin ha apren-
1780 en el patio del Mans-Neuf, en el colegio Louis-le- dido mucho de sus modelos: la natación prolonga el
Grand, no tienen otra explicación 50. Es difícil, sin efecto del frío 55, es un instrumento suplementario
embargo, evaluar su utilización real que escapa a los para acelerar la mecánica de los líquidos y favorece la
reglamentos de los colegios civiles, sobre todo porque, acción «estimulante» del baño. La teoría es ya banal.
por ejemplo en Brienne, que, sin embargo, es una La Enciclopedia la evoca en 1765 5 6. Otros textos la
escuela militar, el inventario no menciona en 1788 más van precisando y la van desarrolla~do. La natación. da
que «dos cajas de baños para las piernas» 51. al agua más fuerza, al mismo tiempo que concilia
No obstante, ha cambiado el universo de las refe- flexibilidad y tensión amasando mejor los órganos e
rencias para las instituciones de educación. Comen- incluso forzándolos. La agitación perfecciona los efec-
tando el plan de estudios y el programa del estableci- tos mecánicos: «La natación tiene ventajas sobre el
miento que había creado en 1777 y que quiere que esté baño simple porque los movimientos fuertes y repeti-
al servicio de los «grandes empleos del Estado», Ver- dos que ha; que hacer para vencer la resistencia del
dier se entusiasma por el baño de río y la natación que agua son bastante más favorables para hacerla pene-
mantienen salud y energía. Hay, sin embargo, dema- trar en el interior y flexibilizar la actividad muscular
siados riesgos para que se lleve allí a los alumnos: de todas las partes del cuerpo, facilitar la secreción y
«Nunca se llevará a los alumnos a París, al agua o al las excreciones más favorables y aplicar, en una pala-
162 I Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores I 163

bra, el sello de la salud a las mejores constitucio- Imágenes de un cuerpo energetizado


nes» 57. La natación, insiste Turquin, acentúa los efec-
tos saludables del baño de río» 58. Es la culminación. Tales prácticas, que, sin embargo, son raras, confir-
La escuela de natación no es, a su vez, más que un man el estatuto que va adquiriendo el agua fría des-
lugar particular de tonificación. pués de 1760. Esta, al mismo tiempo que contribuye a
El establecimiento, inaugurado en julio de 1785, la creación de un baño inédito, no es realmente agua
tiene rápido éxito. Turquin propone en él un espacio de limpieza. Despierta demasiadas intenciones y pro-
nuevo y vigilado: cuatro barcos, sólidamente amarra- voca demasiadas explicaciones, lo que muestra que no
dos entre sí, delimitan un área interior rectangular, se trata de una materia neutra, sino de una materia
primera «piscina» parisina, COn cabinas que hacen que todavía sorprendente y extraña que rebosa de efectos
el lugar sea agradable y el público selecto. Lo que múltiples y poco dominados; casi un medio insólito
revela el costo de la suscripción individual: 96 libras para el cuerpo. Es algo que hay que domar. A este
anuales para la de primera clase, 48 libras para la de nivel, las prácticas siguen siendo significativas y su-
segunda 59. El precio es elevado. La comparación con brayan que las recomendaciones higiénicas han ido
el impuesto es elocuente: la contribución patriótica de más lejos que las simples referencias literarias o las
1790 se reclama a las rentas superiores a 400 libras figuras retóricas. Subrayan, lo que ya es más impor-
anuales, que se consideran como el umbral de la clase tante, que el público implicado está influido directa-
acomodada. La suscripción corresponde a la cuarta mente por una burguesía ilustrada que explota aquí
parte de tal renta. La clientela de la escuela no puede las referencias de resistencia y robustez. Es la signifi-
por ello ser popular, lo que confirman a su vez ciertas cación social de tales referencias la que permite que se
frecuentaciones privadas 60. ¿No envía el duque de comprenda mejor su representación y que se evalúe
Orleáns a sus hijos a esta escuela en 1788? La elección hasta donde alcanza. Estas referencias son las que
es muy significativa, puesto que el duque ha ido expresan con mayor claridad el nacimiento de una
adoptando desde hace tiempo la sensibilidad de la imagen del cuerpo totalmente nueva, son su traduc-
burguesía ilustrada. Por razones solapadamente políti- ción más sugestiva. El baño es, primero, el indicio,
cas, la táctica de los Orleáns, rama prima y rival de la hasta entonces inédito, de la existencia de un código
familia real, consiste en oponerse a las normas aristo- de eficacias corporales. Yeso es lo esencial.
cráticas. El terreno cultural es de mayor importancia, La transformación del baño de los niños es la más
puesto que, a veces, puede parecer «inocente» 61. De reveladora, porque da todo su sentido al nuevo código.
todas formas, el futuro Philippe-Egalité ha sabido ir Este baño era raro en la Francia de los siglos XVI y
dosificando a este respecto algunas actitudes manifies- XVII, pero existía (sobre todo era frecuente inmediata-
tas: Tronchin y Desessart 62, por ejemplo, son los mente después del nacimiento) y suponía dos concep-
médicos de la familia de Orleáns; madame de Genlis, ciones sobre las que precisamente influye el cambio de
preceptora de los tres hijos, les aplica escrupulosamen- la segunda mitad del siglo XVIII: se trataba de lavar
te las reglas de los higienistas. La frecuentación de la con un líquido cálido y protector, y enseguida de
Escuela de Natación es realmente un signo de perte- obturar los poros con materias «viscosas» para defen-
nencra. Y el baño frío, incluso limitado, ya no es una derlo y reforzarlo mejor. La influencia sobre las aper-
simple referencia teórica. turas del cuerpo era esencial. Ambroise Paré no se
preocupaba de matizar cuando lo decía: «Conviene
164 / Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores / 165

limpiar al niño [al nacer] con aceite de rosa o de La imagen puede ser intuitiva y privilegiar los
arándano para quitarle la mugre y los excrementos vigores ocultos, haciendo soñar con resistencias roma-
que lleva sobre el cuerpo; también para cerrar los nas. Las pretensiones físicas y morales se endurecen
poros para que después su complexión sea más fir- ante el enfrentamiento con las materias hostiles. La
me» 63. imagen puede ser más precisa y describe entonces
Baño y firmeza ya habían entablado su difícil cómo el frío suscita esta fuerza vital. Se trata de
relación. No es por ello la idea sola del reforzamiento inventar reacciones orgánicas particulares, de actuar
lo que es original en las propuestas de Tronchin y de sobre la originalidad del ser viviente, de nombrar una
sus amigos. La tradición también quiere reforzar el autonomía fisiológica, de designar este lugar «reacti-
cuerpo del niño, y manipularlo. Esta tradición sueña vo». Ya en la Enciclopedia, el baño frío está en el
con endurecimientos. El cuerpo, al contrario, es pasi- centro de una respuesta física precisa: «Al mantener
vo y está sometido a la mano que protege: consolidar los vasos en un estado de mayor constricción y al dar
es, primero, cerrar los poros. Reforzar es encerar o lugar por ello al aumento de las resistencias, el baño
taponar. Se hace una asimilación con los objetos frío provoca una mayor acción y un mayor esfuerzo,
provistos de cerraduras. Una mano extraña apresta el por consiguiente, por parte de la potencia motriz para
«cuero», lo endurece y lo prepara. Y no le faltan vencerlas, de donde surge el aumento del movimiento
herramientas: aceites densos, ceras, sales o incluso progresivo de los humores» 66. Registro idéntico halla-
espuma de salitre. Cuando los poros ya se han trabaja- mos en Maret: la irritabilidad de la que Haller dota al
do de esta manera, el flujo de los humores, por medio músculo le permite evocar una autonomía de reacción
de sus fugas o sus retenciones, permite nuevas firme- física. El frío se convierte en un estimulante, obra por
zas, densidades o fluideces. La mano actúa sobre esta solicitaciones e interpela. Las metáforas mecánicas no
piel y ordena sus salidas. hacen más que dirigir el sentido de los encadenamien-
El mito del baño frío, por el contrario, invierte la tos: «El efecto de estos resortes también es proporcio-
imagen y supone que el cuerpo está dotado de una nal a la potencia de los estimulantes que provocan su
potencia previa y que ya no es materia inerte. De acción [...l- Al condensar los sólidos y los fluidos, el
pronto, resiste y tiene recursos internos, fuerzas que efecto del frío aumenta las fuerzas [...]» 66. Finalmente,
han pasado desapercibidas: «No hay para el niño más hallamos el mismo registro en Hufeland que diferencia
calor natural que el suyo propio y con él le basta» 64 , las polaridades dinámicas entre «externas» e «inter-
meterlo en agua fría es, pues, confiar en esta energía nas»: las polaridades que viene a asistir al cuerpo y las
oscura, precisamente, que el siglo precedente le recha- que nacen en él. Ahora bien, la fuerza del organismo
zaba. Yana hay masa pasiva: el cuerpo posee desde el no puede venir de la mano que sostiene, sino de una
primer día una fuerza particular, la única que convie- invisible energía interna: se trata de interpelar más
ne solicitar. Las modalidades de su crecimiento son, a que de asistir. El frío no es más que una llamada a los
su vez, específicas. Por ejernplo, ya no es necesaria una recursos latentes: «No conozco nada más pernicioso,
mano extraña: el refuerzo viene del interior. Viene de nada que contenga tan perfectamente la idea de la
la relación repetida de los órganos mismos. Las con- debilidad y la invalidez de la naturaleza humana, casi
tracciones renovadas fortifican y no las manipulacio- general en nuestra época, que pretender actuar desde
nes externas. La energía surge del «fondo» mismo del el exterior sobre el interior [... j. Hay que considerar
orgamsmo. que por medio de un calor constante, y a menudo
166 I Del agua que penetra en el cuerpo El frío y los nuevos vigores I 167

excesivo hacemos todo cuanto nos es dado hacer para todo, confía en vigores totalmente independientes de
debilitar' la piel desde el principio y quitarle su fuerza las filiaciones y de los códigos de la sangre. Esta
[...]» 67. El baño frío, por el contrario, provoca respues- fuerza existe, en el cuerpo de cada cual, pero hay que
tas y autofortalecimiento, desplazando así el acto que solicitarla, confiar en ella, ponerla a trabajar. En
fortifica. Se pasa de un sostén externo a una acción cualquier caso, hay que «creen) en ella. Hasta poco
interna, de una gestión de lo interno a una interpela- importa que el juego sea más imaginario que inmedia-
ción de lo vivo. tamente práctico. La afirmación se multiplica y se va
Esta inversión de imagen permite que comprenda- extendiendo. El organismo esconde poderes de los que
mos mejor la posibilidad e incluso el éxito de la se puede uno apoderar. Es la misma dinámica que en
inoculación en esta segunda mitad del siglo XVIII. ¿No la segunda mitad del siglo XVIII va a descalificar el
actúa la inoculación sobre las «resistencias» del cuer- código aristocrático de las apariencias y de los moda-
po? El movimiento que hace una incisión en la piel les. Método de reflexión más importante aún porque la
para introducir en ella unos fragmentos purulentos de limpieza depende en esta ocasión de lo que «libera».
granos variolosos presupone la confianza, igualmente Ser limpio va a consistir pronto en librarse de lo que
oscura, pero también real, que se pone en una fuerza paraliza y mantiene la apariencia en provecho de lo
orgánica reactiva. La higiene del baño frío se asemeja que «libera».
como una hermana a esta nueva práctica preservado-
ra. Las defensas que el cuerpo opone al mal pueden
replantearse con este motivo. La influencia sobre las
aberturas o sobre la mecánica de las envolturas ya no
es única. Los dispositivos que hacían que el traje fuera
una muralla contra los malos aires son parcialmente
obsoletos. El organismo ya no es una simple máquina
«pasiva». Hay otras tácticas, y ya es posible trabajar
sobre las mismas fuerzas del cuerpo y solicitar, tam-
bién aquí, la acción de ciertos dispositivos internos y
activos. No hay nada fortuito: los higienistas del baño
frío y los de la inoculación suelen ser los mismos. Por
ello no debe sorprendernos que Tronchin inocule a los
hijos del duque de Orleáns en 1756. La inoculación,
como el frío, supone una primera resistencia al «mal»,
De esta resistencia trabajada nace, fmalmente, el
refuerzo 68.
El tema del baño frío sólo es la ilustración de un
profundo cambio de las imágenes que regulan la apli-
cación y las fuerzas del cuerpo. El verdadero desplaza-
miento es, sobre todo, social: aparición de la creencia
en una fuerza autónoma, inventada por una burguesía
que confía en sus propios recursos físicos, que, sobre
Naturaleza y artificio / 169

de Genlis da a los Orleáns. Pero, cuando se refiere al


tema del cuerpo y del aspecto, las memorias que deja
escritas en 1787 demuestran una permanente división:
dirige una atención insistente a los objetos que tradi-
cionalmente componen los rostros de la nobleza y, al
mismo tiempo, los denigra; siente atracción por los
polvos, los almidones, los postizos, y denuncia el papel
3 que desempeñan y hasta teme sus efectos: cosméticos
que estropean o ensucian la piel, artificios «que sirven
NATURALEZA Y ARTIFICIO para estragar lo que hace la naturaleza» 2. La lenta
transformación de los utensilios que mantienen la
apariencia clásica alcanza a fines de siglo a la misma
sociedad de la corte.
A la ruptura que, sobre todo después de 1760, No cabe la menor duda de que semejante crítica ha
disocia nuevos «vigores) y «molicie» muy aristocráti- tenido primero un significado social. Durante mucho
ca, se añade una oposición más determinante para la tiempo habló con ironía de «los petimetres elegantes y
limpieza: la que separa la naturaleza del artificio. Una apañados» 3. Sobre ellos, ampliándose, se ha dirigido
naturaleza trabajada, claro está, pero cuyo éxito, a la carga contra los artificios, contra los atavíos, consi-
fines de siglo, desborda ampliamente de la burguesía. derados como demasiado remilgados o envarados. Y a
Cuando la baronesa de Oberkirch abandona Versalles ellos ha apuntado el ataque contra el código de los
en la madrugada del 9 de julio de 1782, después de un modales aristocráticos. En definitiva, la oposición
baile que se había ofrecido al futuro zar de Rusia, entre vigor y delicadeza se va a enfrentar una vez más
subraya casi sin quererlo cuán presente está el tema ante dos temas casi paralelos: sencillez contra afecta-
en la cultura aristocrática misma. La descripción que ción, espontaneidad contra disfraz. Las pelucas, las
da de algunos campesinos con los que se cruza a su cabezas almidonadas, las materias coloreadas en las
vuelta a París y la ácida mirada que dirige a los afeites mejillas, van perdiendo gracia por exceso de artificio.
y polvos de sus compañeros se dejan influir por una Los «rizos piramidales» 4 son incómodos al mismo
naturaleza imaginaria: «Ya era de día y los campesi- tiempo que estropean el cabello. Con todo ello, la
nos se entregaban a su cotidiano trabajo. Qué contras- «naturaleza» se va extraviando hasta degenerar. Sig-
te entre sus rostros tranquilos y satisfechos y nuestras nos todos «condenables» del lujo, pues parece que no
cansadas caras: el colorete se había caído de nuestras hay más que «debilidad» y «vanidad» en estos «polvos
mejillas y los polvos se habían caído de nuestro cabe- y pomadas odoríferos que la fatuidad tuvo la mala
llo. Al regreso de una fiesta no es bello el espectáculo suerte de inventar y que la sensualidad de los ricos
y puede inspirar muchas reflexiones filosóficas a quien emplea en su aseo con profusión tan peligrosa como
quiera darse el trabajo de hacerlas» 1. La referencia condenable» 5. Porque también es objeto de crítica
«natural» no tiene aquí un papel social. La baronesa social, el cosmético es clara muestra de molicie y de
está muy lejos de poner en tela de juicio a su sociedad. debilidad.
Incluso sabe, en ocasiones, burlarse de los «filósofos», Pero estos temas son mucho más importantes, por-
odia a Rousseau y se ríe de la educación que madame que reactivan la distancia que media entre naturaleza
170 / Del agua que penetra en el cuerpo Naturaleza y artificio / 171

y artificio, y trastornan las referencias de la limpieza. pomadas se apoya en el argumento de la salud. Por
Poner en tela de juicio el código del aspecto o del ejemplo, al contrariar la salida de los humores, ciertos
vestido, por ejemplo; denunciar solamente los valores artificios pueden obligar a que éstos realicen extraños
indumentarios de la apariencia es también afirmar viajes. La explicación es mecánica. En estas cabezas
otros valores que se derivan del «interior». Por ejem- invadidas por materias diversas ¿no estarán bloquea-
plo, el estado de la piel tiene más importancia que las dos los flujos naturales? ¿No constituirá la mezcla de
materias que le dan color o lo «natural» del cabello polvos una verdadera barrera? y ¿no estarán estos
con respecto a ciertos arreglos que lo sustituyen. mismos flujos condenados por ello a errar, a alterar la
Cuando carga contra las sofisticaciones mundanas, sangre, a sumergir otros órganos, provocando dolores
Rousseau insiste en la limpieza de Sofía, de lo que saca y multiplicando desórdenes? En cualquier caso pueden
una alternativa a las coqueterías oficiales, signo ins- engendrar inesperadas inflamaciones y provocar flu-
crito «en su persona» 6 misma. Lo que explota, prolon- xiones, pues andan vagabundeando y envenenando:
gando obstinadamente sus propios sueños de árboles y «La transpiración, interceptada por el amontonamien-
jardines, jugando con la metáfora de savias y de to de los polvos pegados con pomada y el sudor,
rocíos, agotando las analogías con campiñas y campos: refluye hacia partes vecinas y es causa de catarros, de
«Sofía no conoce más que el perfume de las flores y dolores de garganta, de oídos, de ojos [...]. He visto
nunca respirará su marido más suaves perfumes que el morir a un muchacho de diez años por un absceso en la
de su aliento» 7. La limpieza contra la «vana afecta- garganta que le había causado la suciedad. Hacía
ción [...)>>8. No hay aquí confrontación alguna con tanto tiempo que no se había peinado [...]. El humor
ninguna suciedad repugnante. No se trata, en 1762, y había refluido hacia la garganta y pereció el mucha-
por unos cuantos años aún, de corregir las negligen- cho como consecuencia de los abscesos que había
cias miserables o de evaluar el peligro de las «mugres» provocado» 9. La acumulación de cosméticos desorde-
campesinas, por ejemplo, costumbres que todavía no se na las relaciones internas, pues engendra desequili-
designan con el nombre de «lagunas». En cualquier brios y desbarata fuerzas. Es elemento perturbador y,
caso, no es contra ellas contra lo que nace una precisamente, es lo que puede provocar «una capa de
limpieza militante que, paradójicamente, responde a mugre considerable, cuyo efecto es impedir la transpi-
las indumentarias demasiado estudiadas y a ciertos ración» 10. Se trata, como ocurre con el frío, de dar
artificios demasiado refinados. Se confirma contra las firmeza a fuerzas y funciones que el artificio asfixia, al
apariencias «superficiales» y, sobre todo, contra la parecer, y de subrayar al mismo tiempo los fallos que
condición de la apariencia. Lo que está en juego, tiene una vigilancia que se limita a la sola apariencra.
habrá que acordarse de ello, es el planteamiento de las Más allá de esta apariencia hay incluso otros objeti-
distinciones; es en este terreno en el que, primero, se vos, y sobre todo otras potencias: «La multitud de
inicia un acercamiento muy particular entre higiene y pomadas y de polvos que la mayoría de los peluqueros
limpieza. emplea [...) sobrecarga la cabeza, tapona los poros y
suele provocar jaquecas. Esos dolores de cabeza que
Salud contra cosméticos hacen que el pelo se vuelva blanco o que se caiga en
poco tiempo» ". Suprimir o reducir el artificio es, una
Antes mismo de ser una simple crítica de la moda, vez más, permitir una liberación, una actitud menos
la denuncia de los «excesos» de los polvos o de las imperiosa; es liberarse y negarse a aceptar lo que
172 I Del agua que penetra en el cuerpo Naturaleza y artificio I 173

molesta, como, por ejemplo, esta «libra de polvos y marquesa de la Tour du Pin lo muestra calculando
pomadas que el menor movimiento hace caer por los cada uno de sus movimientos para evitar que caiga el
hombros» 12. Esta crítica se une, sencillamente, a la de polvo y empieza a dudar de su aspecto y de la limita-
los corsés y de las indumentarias asfixiantes 13. ción de sus expresiones, pensando que su cuello está
Pero igualmente una química todavía en pañales demasiado inmóvil y su rostro demasiado bien dibuja-
guía estas imágenes. Y se argumenta sobre las sustan- do 22. Después de 1780 el pastel conviene más, eviden-
cias que corroen, ya que su «acidez puede irritar los temente, a los retratos de Vigée-Lebrun que a los de
nervios» 14. La composición misma del artificio empie- Boucher o de Nattier de unos decenios antes, más
za a intranquilizar. ¿No puede atacar la piel y someter- contrastados 23. El atavío de los niños muestra el
la a una degradación, irreversible a veces? En particu- cambio más evidente. La oposición entre vigor y moli-
lar, hay que temer la acción de las materias «que se cie, simplicidad y afectación, naturaleza y artificio, se
componen de plomo, de albayalde, de vinagre de satur- aplica aquí de manera más categórica. El sueño peda-
no, de magisterio, de flores de bismuto y otras de igual gógico interviene aquí, sin duda, a causa de la supues-
naturaleza que, en verdad, forman los más bellos ta plasticidad del niño, por lo que las normas son más
blancos del mundo, pero que, por sus partes salinas y directas: «Se deja de espolvorear la cabeza con polvos
venenosas, arsenicales e indelebles, alteran y echan a blancos, como se hacía en otra época. Entonces esta-
perder la tez, sin remedio» 15. Y también de los berme- ban desfigurados por aquellos tirabuzones embadurna-
llones que «minan» la piel 16. Y «las materias sulfuro- dos de pomada, aquellas ondulaciones y toda aquella
sas» 17, a las que se acusa de amenazar el pecho y los impedimenta. Nada era más ridículo que aquellos
ojos. La química debía venir en socorro de la «natura- pequeños de bolso, sombrero bajo el brazo y espada al
leza». La Enciclopedia metódica, de 1789, es perentoria: costado. Después de la revolución que ha dominado el
«La mayoría de los afeites están compuestos de mine- cabello, los niños llevan el pelo redondeado, bien
rales más o menos dañinos, pero siempre corrosivos, y cortado, bien limpio y empolvado» 24. La observación
algunos funestos efectos son inseparables de su utiliza- es general y Mercier emplea idénticos términos para
ción» 18. insistir en «los cabellos rubios que flotan al viento» 25.
En la práctica, discursos de higienistas y discursos El niño del noble y del burgués ya no es el mismo
de modistas convergen a fines del siglo XVIII. Polvos y después de 1780.
afeites ya no desempeñan el mismo papel. Los rostros El discurso de los sombrereros explota explícita-
nobles, sobre todo los de las mujeres, pierden pintura y mente el término mismo de «naturaleza». El polvo
adoptan colores menos contrastados. En 1785 el duque blanco «endurece» y «desfigura» 26, falsea los rasgos,
de Lévis ironiza acerca de esta duquesa a la que había los perjudica, mientras que, por el contrario, para
visto rápidamente en casa del mariscal de Richelieu, quien quiere mantener empolvado el cabello, cueste lo
cuyo rostro «estaba cubierto de una espesa capa de que cueste, más vale un cosmético rubio y ligeramente
blanco realzada por dos espesuras de rojo fuerte» 19. «esparcido», ya que respeta un color natural al mismo
Madame de Genlis, igualmente, se mofa de su abuela, tiempo que da «más dulzura al rostro» 27. La utiliza-
que recurre a «una enorme cantidad de rojo y de ción parcial de los polvos también tiene su código.
blanco» 20 . Igualmente, por fin, este maestro de baile Igualmente, los Affiches et Annonces de Paris * se
«grueso hombre, admirablemente peinado y empolvado
de blanco» 21 es, en 1787, sencillamente ridículo. La * Carteles y anuncios de París.
174 I Del agua que penetra en el cuerpo Naturaleza y artificio I 175

abstienen prudentemente de proponer blancos y rojos de tiempo, la salud, quizá dependan de esta moda, pues
que no sean vegetales» 28. Los sombrereros no pueden es preciso que la cabeza respire, es decir, que esté
condenar el cosmético. Su propósito confirma sólo perfectamente limpia» 30. La adaptación de las pelucas
hasta qué punto, en la segunda mitad del siglo XVIII, el o de los povos, las superficies y los perfumes no son ya
pleito entre naturaleza y artificio ha ido transforman- el origen de la limpieza, sino que dependen de ella.
do los criterios de la distinción. Igualmente, el recurrir al afeite exige una condición
Ahora bien, es precisamente la transformación de que Mercier salmodia cuando hace el recuento de los
tales criterios la que pudo desplazar el concepto de la blancos y los rojos, sus mezclas y sus brillos: «Aquél a
limpieza. La atención explícita que se le presta a lo quien se preguntaba lo que era el verdadero adorno de
que está «debajo» de la apariencia es la que pudo una mujer, contestaba: la limpieza, la limpieza, la
poner en tela de juicio la vinculación mantenida limpieza» 31.
~urante demasiado tiempo entre limpieza y adorno,
imponiendo al aspecto otras referencias que difieren
de las del espectáculo. Superficies y perfumes no Las duplicidades del perfume
pueden ser exclusivos. La escenificación cambia. La
distinción clásica, la del siglo XVII y principios del Con el perfume cambia una referencia dominante,
XVIII, ya no se ve atacada sólo en sus contornos sino cuyo sentido es de lo más revelador. Simple efecto de
también en sus estructuras. Las alianzas que mantenía superficie, el perfume ya no puede engañar: «Los
ésta hasta aquí comienzan a romperse. El sentido olores se relacionan menos con la limpieza que con
mismo de la palabra limpieza va cambiando a su vez. cierto gusto depravado o con cierto aire de moda,
La Enciclopedia lo sanciona en 1765 como un descubri- cuyos árbitros son los petimetres» 32. Se van multipli-
miento: «No h~y que confundir limpieza y búsqueda de cando las críticas contra «el olor de los inciensos y de
lujo, afectación del atavío, con perfumes y olores; los polvos ambarinos» 33, el «peligro» de los aromas 34,
todos estos cuidados exquisitos de la sensibilidad no las turbaciones y los «vapores- provocados por el
son suficientemente refinados como para engañar a la almizcle 35, son otros tantos objetos que enervan y
mirada; demasiado molestos para el comercio de la debilitan otras tantas prácticas contrarias a la natura-
vida, ocultan el motivo que les dio vida» 29. La limpie- leza. Hasta el inocente deshojar de las rosas «puede
za ya no está vinculada únicamente con los signos del hacer desfallecer» 36. Bomare, en su Dictionnaire d'his-
adorno de la vestimenta, sino que se refiere a un toire naturelle, en 1764, parece encantado de ofre-
objeto más directamente corporal. Significado eviden- cer las pruebas de tales afectaciones, comparando el
te hoy, pero cuyo itinerario es visible gracias aliento olfato limitado del hombre con el de los animales. La
trabajo sobre los aspectos espectaculares de la silueta. enfermedad no tiene más que una fuente, «el exceso de
La lin,'pieza es menos dependiente de la apariencia fuertes olores del que los hombres se rodean sin
inmediata, sobre todo porque precisamente puede des- cesar» 3'. Lo que Buffon afirmaba ya, no sin crispa-
hacer la organización de tal apariencia. Un ejemplo, ción, cuando evocaba este «furor con el que intenta-
por lo menos, en esta serie de desplazamientos: la mos destruirnos» 38 cuando excitamos con demasiada
interpretación que da Mercier sobre las modificacio- violencia el olfato. Los perfumes que se suben a la
nes del rostro: «Parece que el cabello corto quiere cabeza no son más que afeminamiento. A lo que se
usurpar el mando: la limpieza, la comodidad, el ahorro añade la sospecha que despierta la idea de la limpieza
176 I Del agua que penetra en el cuerpo Naturaleza y artificio I 177

que éstos pueden provocar, exactamente como la «fal- ambiente. Más vale abrir la ventana en la habitación
sa belleza» produce «un efecto más repulsivo que la de un enfermo, afirma Tissot con ironía, que quemar
fealdad más pronunciada» 39. perfumes en ella 43. Los pensamientos de los sabios y la
Parece que el artificio del perfume, por otra parte, sensibilidad se van confortando mutuamente. El perfu-
se sitúa en los antípodas del espíritu burgués, pronto me es menos eficaz porque sus fulguraciones nos
triunfante. El perfume se desvanece, se evapora y extravían y porque nos engaña dos veces: afemina-
simboliza la dilapidación y la pérdida. No sólo son miento e ilusión sobre la correlación real de lo insalu-
productos de superficie, sino que son también produc- bre. Hay convergencia entre frivolidades y falta de
tos evanescentes que se desperdician. Son disipación, poder: «Las mezcolanzas de cremas, tan deliciosas por
volatilidad fugaz y sin retorno, lo inverso de la acumu- lo rebuscadas y por el conjunto de sus aromas, son más
lación y del atesoramiento. El perfume se difunde y se idóneas para herir los cerebros delicados, vacíos y
evade y esta inestabilidad decepciona ahora. Crítica agotados de estas desocupadas divinidades que para
que Corbin hizo de manera notable: «Es algo intolera- reanimar las fuerzas del aire» 44.
ble para el burgués sentir cómo se van desvaneciendo
así los productos que su labor ha ido acumulando. El
perfume, al que se acusa de ser la traducción de la Lo «interno» contra la apariencia
molicie, el desorden y la afición al placer, es antinómi-
co del trabajo» 40. Y redobla entonces los efectos Quedan aún algunas excepciones a semejantes re-
«negativos» de los valores de la apariencia. chazados, pero no hacen más que confirmar a su
Tal descalificación no puede sino interferir en manera la referencia a la «naturaleza». Madame Nec-
ciertas costumbres que se juzgaban hasta entonces ker sueña en sus memorias con esencias suficiente-
purificadoras. Antes, el perfume podía corregir los mente «simples» para imitar «el olor de la tierra
olores del cuerpo, modificando su materia íntima; humedecida por la lluvia» 45. Jaucourt, cuando vitupe-
combatía directamente el hedor, porque «atacaba» a ra en la Enciclopedia los aromas y los afeites, deja de
su sustancía misma. En cierto sentido, incluso lavaba. contar entre ellos algunos extractos de flores y de
Su sola aplicación limpiaba y purificaba. Transforma- frutas: «Tales son, por ejemplo, el agua de fresa, el
ba muy «concretamente» el origen de los malos aires. agua de lavanda, el agua destilada de haba» 46. Jac-
Ahora bien, «está perdiendo precisamente todo crédi- quin, que explota la reprobación casi moral del perfu-
to» 4 1 en la acción contra las atmósferas malsanas y me, sugiere también algunas derogaciones: «Sin em-
los efluvios apestosos. Es otro costado del aseo que se bargo, no hay que proscribir indistintamente todos los
está perdiendo, e incluso de las prácticas higiénicas. olores: los hay suaves y agradables, que caben en el
La depuración ya no es el efecto del perfume que ya no orden de la limpieza; tal es el agua de lavanda» 47.
actúa sobre la esencia misma del aire y, sobre todo, Incluso el recurso a la naturaleza impone en ciertos
que no puede llegar al origen de la fetidez: «No hace casos algunos artificios más bien complejos, como la
más que sustituir un olor fétido por un olor agradable; utilización en 1782 de estos minúsculos frasquitos
sólo engaña al olfato y no deshace los miasmas pútri- escondidos en el cabello para que ciertas flores natura-
dos» 42. Lo más que consigue es desempeñar el papel de les y frescas puedan remojar sus tallos 48. La calidad
máscara. La mejor respuesta sigue siendo la supresión del perfume debe hermanarse con la energía de la
de los orígenes malolientes y la renovación del aíre savia. La limpieza se alía con las esencias primavera-
178 I Del agua que penetra en el cuerpo Naturaleza y artificio I 179
les, con los objetos llenos de vida, y, en cualquier caso, Faust hace un llamamiento en 1792: «Nuestras costum-
que se hallan cerca de una fuerza del cuerpo. Se trata bres son férreas, son inventos de siglos bárbaros y
realmente de dinamismo y de vigor. góticos. Hay que quebrantar también est?s hierros SI
Hay que inventar otra autonomía para el cuerpo: queremos convertirnos en unos seres Iibres y feh-
diferenciarlo mejor de todas esas panoplias y tutores, ces» 51. Este llamamiento tiene también su correspon-
trabajar calidades que se aparentan realmente al suje- dencia en lo que toca a la «vida» de la piel: atacar la
to, codificar una vitalidad independiente del adorno y mugre es dar más fuerza a las funciones y más libertad
del porte. Frescura, nitidez y hasta brillo, la asocia- a los órganos. La limpieza no está hecha sólo para la
ción hace siempre referencia a lo orgánico, en lo que mirada. •
se inscribe la nueva valencia, que se opone a las Los tratados de higiene racionalizan una vez mas
antiguas referencias del parecer y afirma una fuerza la representación' de los poros: su. cuidado de una
más «interna». Lo que no quiere decir, evidentemente, salida a las transpiraciones, al mismo tiempo que
que esta valencia sea precisa y aún menos que tenga asegura a la sangre una mayor fluidez. Frente a las
un sentido próximo al de las limpiezas de hoy. Hay viejas imágenes de taponamientos y obs.tr,;,cclOnes
muy pocas alusiones a la limpieza en Rousseau, fuera circulatorias nacidas después del descubrimiento de
de algunas al baño frío de la infancia. No evoca el Harvey 52, e~ el siglo XVII, frente a los riesgos difusos
agua más que para el aseo de Julia. La transmutación de bloqueos y de plétoras, la limpieza opone. ahora una
que se realiza en ella es, sin embargo, la de la «senci- legitimidad más firme, facilita la excreción de los
llez»: «Ha vuelto a hallar el arte de animar sus gracias humores y los movimientos de la sangre, se vue~ve
naturales sin cubrirlas; al salir de su aseo estaba claramente funcional, defiende al organismo ayudan-
deslumbrante» 49. Hay también muy poca insistencia dolo en sus fisiologías, mantiene la circulación y los
en el papel socialmente sanitario de la limpieza, a movimientos internos, permitiendo incluso «prevenir
pesar de la evidente «promoción» de ésta. El mismo la enfermedad» 53 con mayor eficacia. ¿No facilita «la
Tissot, cuando apunta en 1765 las causas de las enfer- transpiración insensible, que es más important,: que
medades del pueblo, evoca la ebriedad o el exceso de todas las demás evacuaciones»? 54 La insistencia en
trabajo, pero jamás lo limpio o lo sucio 50. Pero la esta transpiración no es nueva,. pero el qu~ s,: la
oposición entre naturaleza y artificio, sencillez y afec- relacione con la limpieza ya empieza a ser mas siste-
tación, importante desde 1760, y más aún desde 1780, mática y la explicación de esta misma limpi~z~ se
sigue marcando una desviación de la sensibilidad vuelve funcional; con ella las avacuaciones organ~cas
hacia la limpieza. Transformación de mayor importan- tendrían su salida regular y más preservada. El cuida-
cia porque engendra nuevas categorías de pensamien- do de la piel serviría de garantía. E~ tema se msct;lbe
to: trabajo del cuerpo, manifestación de vigor (aunque en el mismo registro que el baño frío: Igual que este
sea sólo formal), la limpieza pertenece ahora al ma- refuerza las fibras, la limpieza refuerza indirectam,:nte
nual del médico más que al manual de la urbanidad. Es las funciones: «La base de la salud es la rsgularidad
menos una connotación de adorno que una connota- con la que se hace la transpiración y para obtener esta
ción de salud y se refiere al régimen de los humores, a regularidad hay que fortalecer la pi~l» 55. La mugre
la disponibilidad de los miembros, al estado directa- sería peligrosa porque bloquea las salidas de la super-
mente físico del cuerpo. Se trata ya de un trabajo del ficie y de ello podrían resultar extraños tumores,
«interior» más que sólo de la superficie. El doctor B. C. posibles hinchazones alimentadas por los humores,
ISO I Del agua que penetra en el cuerpo

posibles abscesos, ya que el cuerpo se hincha con las


presiones internas. Estar limpio, al contrario, es «libe-
rar» la piel: «Es preciso que los pies estén limpísimos:
la menor mugre intercepta la transpiración y produce
callos e inflamaciones tan dolorosas como incómo-
das» 56. Una limpieza que en el siglo XVII sólo era la
traducción de razones estéticas y de civilidad se dirige
4
con mayor claridad hacia las funcionalidades.
Poner en tela de juicio afeites y polvos, que cierta-
mente estaban centralizados en el rostro, pero también EFLUVIOS POPULARES Y URBANOS
en el aspecto y en la apariencia, así como aludir a las
mugres, son hechos que tienen, finalmente, una ver-
tiente teórica: liberar las superficies del cuerpo para
evacuarlo mejor. Hay que repetir que este nuevo La estimación de la muerte
argumento no implica una revolución inmediata de las
prácticas de la ablución. A fines de los años 1770 los La creación de La Gazette de santé» * en 1773
tratados técnicos siguen siendo evasivos sobre el ritmo confirma un desplazamiento importante de las menta-
de los baños: «Cada cual se construye una regla lidades en el último tercio del siglo XVIII. Redactada
particular para los baños: unos toman uno cada ocho «en favor de los curas, de los señores, de las señoras
días, otros cada diez días, otros cada mes y algunos caritativas y de los propietarios» " parece que está
cada año, durante ocho o diez días seguidos, en una hecha para invertir la tradicional fatalidad con que se
temporada más apropiada» 57. El cuidado de la piel ha aceptado la muerte y la enfermedad. Se invita a los
puede estar subordinado al de la ropa, durante todavía notables a que retransmitan las medidas recomenda-
mucho tiempo, y, seguramente, para la mayor parte de das por los médicos. Sugiriendo nuevas precauciones
la gente. Pero la transformación de los rostros es un con la primera infancia o insistiendo sobre el sanea-
índice concreto del desplazamiento de las mentalida- miento de los alojamientos y de las ciudades, La
des. El argumento de la salud, fmalmente, incluso Gazette promueve una vigilancia y generaliza reglas
cuando es teórico y se preocupa de mecánicas a de higiene sensibilizando a la gente, cuando llega el
menudo imaginarias, es otro índice importante. Lo que caso, al tema de las limpiezas. Habla de la educación
nace después de 1760 es, por lo menos, la posibilidad de física de los niños y diserta sobre las fuentes de
una limpieza totalmente nueva. contagio. Las ideas «que ayudan a mantenerse en
estado de salud» 2 recubren aquí ciertas preocupacio-
nes sociales. La Gazette se crea para informar y para
difundir. Sus lectores son los relevos: textos breves,
fórmulas sencillas, quiere llegar al mayor número de
gente posible. Ciertas iniciativas locales vienen poco

* La Gaceta de la salud.
182 I Del agua que penetra en el cuerpo Efluvios populares y urbanos I 183

después, como el Journal de santé* de Burdeos, en naciones» 9. Más ampliamente se trata de una exigen-
1785 3 o de Lyon, en 1793 4 • cia de nuestros Estados contemporáneos, que se está
La iniciativa supone finalmente que hay un objeti- instalando; esa exigencia que hace de la población una
vo nuevo: se trata de influir en la longevidad de las potencia anónima y prometedora, cuyos brazos se
poblaciones. La meta es aumentar el número de hom- deben contar en primer lugar.
bres, trabajar en lo que Moheau llama, ya, la «dura- El razonamiento económico implica la existencia
ción de la vida» 5. Hacer el censo de las epidemias, de una organización sanitaria de la colectividad y
circunscribir las enfermedades mal dominadas, refor- conduce sobre todo a una transformación de la higiene
zar la salud es obrar indirectamente sobre la cantidad de los grupos y de las comunidades 10. La prevención
de los habitantes. Al viejo combate contra el sufrí- comienza a depender de prácticas políticas, cuyos
miento se añade éste, más abstracto, contra un perjui- actores son los administradores públicos y los médi-
cio numérico de las poblaciones. La colectividad, como coso Esta prevención integra insensiblemente la limo
entidad calculable, se halla en el centro de tales pieza, hasta darle un papel de «salubridad pública» 1 1
objetivos. Lo que supone una orientación inédita ha- que hasta entonces no tenía. Papel discreto, claro está,
cia la masa humana: «Los hombres son la verdadera puesto que el trabajo sobre el contagio y las epidemias
riqueza de los Estados y es la que se olvida con mayor es, primero, un trabajo sobre los ambientes. Las viejas
frecuencia» 6. categorías hipocráticas que conceden importancia a
La Gazette no es, a este respecto, más que una tiempos y lugares están lejos de olvidarse. Daignan,
consecuencia entre otras de esta primera toma de Razou y Lepecq 12 construyen sus tablas de mortali-
conciencia demográfica. La creación de la Real Socie- dad, tomando como referencias esenciales las variacio-
dad de Medicina en 1776, las encuestas sobre las nes de estación. La humedad o el frío de las nieblas,
epidemias que se le encargan, la moda de las topogra- que cambian según los meses, es lo que puede provocar
fías médicas que hacen el censo de las mortalidades en la diferencia de las defunciones. Se trata de los vientos
los campos y en las ciudades son otros tantos índices que soplan sobre las aguas pantanosas y que pueden
de la nueva sensibilidad 7. La población se convierte provocar la diferencia de las fiebres. La encuesta hace
en recurso específico: «Hay que multiplicar el número hincapié en el capricho de las temperaturas y en la
de vasallos y el del ganado» 8. También hay que versatilidad de las estaciones, y matiza sin fin sobre la
preservar su longevidad. Lenta toma de conciencia sequedad y la humedad de los suelos, pero sobre la
que se va imponiendo, sobre todo después de 1760, y movilidad de serenos y brisas.
que ilustran los primeros cálculos de mortalidad o las Pero el trabajo sobre el contagio, sin duda ayudado
primeras tablas que comparan nacimientos y defuncio- por las preguntas de los químicos, se convierte muy
nes. Evidentemente, los fisiócratas han contribuido a pronto también en un trabajo sobre los confinamien-
tal percepción asociando la riqueza de la tierra a una tos, los olores, las exhalaciones nefastas. Por medio de
rentabilización de lo humano: «El número de indivi- un largo rodeo puede salir a la superficie una concien-
duos que puede manejar la azada, conducir un arado, cia de la limpieza.
trabajar en un oficio, llevar las armas y finalmente
reproducirse: tal es la base de la pot~ncia de la~

* El Diario de la salud.
184 I Del agua que penetra en el cuerpo Efluvios populares y urbanos I 185

La localización de la insalubridad zador. El olor concreta los riesgos. También se cuenta


otra anécdota relativa a la muerte propagada por las
La historia, cien veces repetida después de 1770, cloacas y las materias que se contaminan en ellas: «El
hasta el punto de que el lugar en que ocurrió es 13 de julio de 1779, el jardinero del hospital murió
intercambiable, es la de un efluvio pútrido que difunde asfixiado por el gas mefitico que se exhalaba del agua
la muerte en un lugar cerrado: en el mes de junio de destinada a regar el jardín; el agua que se utiliza para
1774 se reúne a unos apacibles niños en la iglesia de ello llega allí por medio de una alcantarilla que recibe
Saulieu, en Borgoña, para que hagan la primera comu- una parte de las aguas que corren por las calles» 17.
nión; cuando, bruscamente, de una de las tumbas Cuando, en 1780, finalmente, el muro de un sótano
cavadas el mismo día bajo las losas de la iglesia, se parisino se hunde bajo el peso de las tumbas vecinas,
eleva una «exhalación maligna». El efluvio se extiende varios testigos cuentan que el olor asfixió al dueño 18.
y provoca, aparentemente, una catástrofe: «Murieron El peligro, una vez más, viene del amontonamiento de
el cura, el vicario, cuarenta niños y doscientos parro- los muertos. Los temores se siguen avivando.
quianos que entraban entonces» la La anécdota casi Lo que se había percibido como acompañamiento
mítica, se toma en serio, se presenta como ejemplo y se casi inevitable del entorno humano, lo que era banal a
cuenta. El olor de las carnes en descomposición puede fuerza de estar cerca, rebasa el umbral de lo intolera-
ser mortal. Quizá los muertos amenacen físicamente a ble: ciudades apestadas, acumulación de inmundicias,
los vivos. hedores de aguas putrefactas. La muerte ronda por
Las campanas herméticas de Hales y de Pries- estos lugares infectados. La hediondez no es sólo
tley 14, que condenan a muerte a los animales experi- incómoda, sino que es peligrosa y, en ciertos lugares,
~entales, envenenándolos con su propio aliento, mul- el marco urbano se convierte entonces en algo inso-
tiplican las correspondencias imaginarias. Los hom- portable. Son los adoquines en los que las basuras se
bres mueren en las atmósferas confinadas. Mueren a mezclan con el agua de los arroyos y, sobre todo, con
causa de oscuras exhalaciones provenientes de los estas aguas grasientas que provienen de las cocinas,
cuerpos, cuyo soplo lleva consigo la muerte de las los que forman este infecto lodo que la considerable
materias corrompidas. Entre estas respiraciones y el cantidad de hierro que tienen en disolución vuelve
hedor de las putrefacciones, la de las basuras y la de negro y sucio» 19. Y entonces vienen las matanzas de
las carnes muertas, se intenta todo tipo de analogías. ganado «en el que residen las materias animales que
y se habla de las emanaciones malhechoras las putri- provocan las fiebres pútridas» 20, Y los lugares de
deces, los objetos putrefactos que, a su vez, pueden amontonamiento, finalmente, los de los muertos y los
causa.r la muerte 15. Los cementerios, como los fosos de de los vivos, los cementerios y los hospitales también,
las CIUdades en los que se estancan las materias pues sus efluvios causan las gangrenas húmedas que
fec~les, esparcen bruscamente «su vapor infectado, impiden la cicatrización de las llagas y que se sequen
peligroso en todos los tiempos y en todos los luga- las úlceras. La acumulación de basuras y cuerpos
res» 16. El cómputo de las estaciones no basta. Corbin mantendría un icor no dominado: «Lechos impregna-
mostró claramente el importante papel que desempeña dos de sustancias fétidas, montones de ropa o vendajes
un análisis preciso del aire en esta percepción del mal. que se llevan demasiado lentamente a los basureros,
Lo que la muerte transmite es su descomposición, su retretes y salas de calenturientos demasiado mal aisla-
estancamiento, su fetidez. Sólo su efluvio ya es amena- das de las de los heridos» 21.
186 / Del agua que penetra en el cuerpo Efluvios populares y urbanos / 187

. E~tonces comienza una enumeración de estas loca. informes y el olor es intolerable. Pero esta mudanza de
h:acIOnes .y de sus¡<nieblas purulentas» 22, a lo que se los muertos parisinos es la primera de una larga
anade la vmculacion existente entre hedor y suciedad serie 23. Y es también el primer acto de una higiene
la de .Ios espacios y la de los cuerpos. Pero no de lo~ que va a trastocar los espacios públicos.
espacios y de los cuerpos nobles o burgueses: los A partir de 1790, se empieza a destruir los aloja-
lugares sospechosos son, primero, aquellos en los que mientas que se han ido construyendo en los puentes y
se acumulan los po bres y los cuerpos son aquellos a los se decreta la alineación de las construcciones 24. La
que no protege siempre la ropa interior. Es en el ciudad debe ser «aireada». Algunos hasta sueñan con
pueblo en el que se piensa primero. De estos censos y máquinas para agitar el aire; inmensas alas encarama-
de las normas que los provocan van naciendo insensi- das en las esquinas de las calles, como aspas de mo-
blem,en~e, después de 1780, las premisas de una «higie- lino que tuvieran un papel inverso, puesto que se
n~ pública» que inicia par momentos lo que desarrolla. encargarían de provocar el viento y no de soportarlo:
ra el siglo XIX. Evocar la limpieza es oponerse a los por ejemplo, se podría expulsar el aire con grandes
«descuidos» populares, a los hedores urbanos a las palas movidas por la fuerza de los rios. Estas máquinas
promíscuídades incontroladas, En los años 1780 la no se construyen, pero que se proyecten muestra con
crttica ya no se hmita al artificio de los aristócratas: claridad hacia dónde van las preocupaciones. El pai-
son muy pronto las prácticas del pueblo lo que se saje de las luces cambia a fines de siglo. Y la conquista
reprueba como jamás se había hecho. del espacio que París va ganando sobre el Sena con la
Los espacios, son los primeros en los que se piensa. liberación de los puentes es el símbolo. La ciudad
Cementenos, carceles, hospitales, mataderos de ani- empieza a crecer por el centro 25, sorda exigencia de
I11:ales cubren bruscamente la ciudad de abscesos si. que se aumente el espacio en volumen y en movilidad.
mestros, hasta inducir el remodelamiento del espacio Esta preocupación por el aire puede hacer que se
urbano: Nacen reformas a fines del siglo para aumen- comprenda la atención que se da a las limpiezas
tar la circulación y la renovación del aire, para borrar populares. También puede hacer que se entienda cuál
la~ fuentes de fetidez demasiado sensibles. Hay que es su especificidad.
evitar, más que cualquiera otra cosa, las atmósferas Topografías médicas y encuestas penetran a veces
estanca~as: desplazamiento de cementerios, cuyos 010' en los espacios privados del pobre y se detienen en los
res inquietan, proliferación de reformas para modifi- olores de lechos y cuerpos, y persiguen los hacina-
car la arqUItectura y emplazamiento de los hospitales, mientos y los mohos que se pudren lejos de la mirada.
medidas mayores contra la sedimentación de las basu- Los médicos rivalizan entonces en la descripción de
-ras. En la t,I0che del 7 de abril de 1786, pesadas hacinamientos y fetideces: «El pueblo, mal nutrido,
c~rretas empiezan a transferir los huesos del cemente. mal alojado, más hacinado, más susceptible de provo-
rI~ de los Santos Inocentes hacia las canteras subte. car temor y terror, es la primera víctima» 26. Algunos
rrat,Ieas de París. Extraña procesión de carretas con. médicos terminan describiendo sus propias impresio-
ducidas a la luz de las antorchas y al ritmo de las nes frente a tales confinamientos y se interrogan
oraciones sordamente murmuradas. Algunos testigos bruscamente sobre un fenómeno que empiezan a descu-
se asombran del espectáculo: los huesos se caen a brir, por lo que parece. Empiezan a soportar menos
veces de estas cargas demasiado voluminosas; los bien lo que, sin embargo, siempre habían visto y
restos humanos no son más que amontonamientos reactivan la oposición que existe entre luces e igno-
188 I Del agua que penetra en el cuerpo Efluvios populares y urbanos I 189

rancia. Todas estas fetideces, a las que hacen respon- las gangrenas se alimentan de los efluvios asfixiados y
sables de la permanencia de los males, provocan asom- las descomposiciones se aceleran al contacto de los
bro y exasperación. Sus textos contienen abundantes cuerpos muertos: «Como es bien sabido, ¿no es allí
imágenes de este tipo, tan fuertes a veces que dejan eterna la sarna? El calor de 4 a 6 enfermos ¿no hace
solapadamente adivinar impotencia y resignación: que los humores sean más agrios y las comezones más
«Cuando sacaba de debajo de las mantas los brazos de insoportables? ¿No hace, por otra parte, dicho calor
los enfermos, el aire que salía del lecho me revolvía las que germine y se mantenga la miseria? ¿No desa.rrolla
tripas y cuando quería ver el estado de la lengua, me este calor también la fetidez que no puede dejar de
encontraba medio metido en un lecho encaramado en existir en estos lechos y que se convierte en algo más
un banco en el que tenía que subirme, y de allí salían insoportable en la posición de los enfermos acostados
bocanadas de alientos que hubieran matado a un unos a los pies y otros a la cabeza?» 30.
caballo. Con frecuencia, me retiraba cubierto de pul- Todas estas prácticas se refieren realmente al pue-
gas; en otros lugares, los cascabeles de San Francisco blo, sobre todo, al pobre. Desde 1780, sobre todo, las
se me subían por todas partes» 27. Las promiscuidades topografías médicas van estableciendo cada vez con
prolongan las inquietudes de los terapeutas. Al inten- mayor claridad la línea divisoria entre una suciedad
sificar las emanaciones, la acumulación de los cuerpos popular y la comodidad burguesa que se manifiesta
acrecenta también los peligros. Estas mezclas son las por un menor amontonamiento: en París, por ejemplo,
que los documentos médicos denuncian como nunca lo en donde Menuret describe a la «gente acomodada»
habían hecho. El mal viene de estos hacinamientos de como «menos expuesta» al contagio, porque está me-
respiraciones, de objetos, de gentes que mezclan sus nos apretada en su espacio; en Lyon, en donde Bertelot
olores confusos: en los hogares de Bretaña, por ejem- asocia miseria, suciedad y enfermedad: «Los obreros
plo, en los que los pobres «duermen en las mismas llevan en Lyon una vida muy diferente a la de la gente
camas de los enfermos, no cambian la paja de sus acomodada; ordinariamente están flacos y enjutos, y
lechos con la misma rapidez con la que se pudre y los tienen una talla poco favorecedora [...J. La suciedad y
vivo.s se instalan en los lechos de los que acaban de el malestar de estos obreros son tales que se ve a
morir de enfermedad» 28. En los hospitales también en menudo que se acuestan bajo el mismo techo de
los que promiscuidad y suciedad inquietan más aún: El madera de pino 12 Ó 15 personas que apenas se cam-
tema del lecho -con sus yuxtaposiciones de cuerpo bian de ropa una vez por semana» 31. Los tratados de
tendidos lado a lado o pies contra hombros, evocados salud evocan a su vez esta percepción diferenciada.
desde hace tiempo en las deliberaciones del Hotel- Cuando Ganne, en 1791, pasa revista a algunas condi-
Dieu 29_ se convierte en un tópico de reprobación. A ciones de vida para evaluar mejor los «medios para
falta de explicación química, la metáfora vegetal ex- protegerse de las diversas enfermedades», insiste en el
plota aquí los recursos del estiércol y del humus, de los tema de la limpieza, que se ha convertido para el
excrementos y de las fermentaciones. En ese estrecho pueblo en una «condición imprescindible» 32. La Gazei-
espacio, excesivamente caliente y cerrado, nacen las te de santé repite finalmente el mismo tema, al mismo
peores exhalaciones. El mal se mantiene ahí como una tiempo que se atreve a emitir algunos juicios: decaden-
levadura. Los olores se concentran para hacer germi- cia y hasta despoblación. Los primeros demógrafos
nar las fiebres malignas y los contagios se propagan empiezan a esbozar el espectro de una muerte selectiva
por la humedad y el mantillo de las transpiraciones, muy particular: «Una de las causas principales que, en
190 / Del agua que penetra en el cuerpo Efluvios populares y urbanos / 191

la ciudad, perpetúan sin cesar las enfermedades, es la hasta entonces 37. Igualmente, el Pliego de condiciones
suciedad general y la falta de ciertos hábitos que para los hospicios de París prescribe en la misma época
tiendan a la conservación de los hombres: costumbres que los «enfermos e indigentes deben cambiar de ropa
desconocidas, sobre todo entre la gente del pueblo el 10 de cada década, y más a menudo si es preciso, con
infectada sin cesar por las enfermedades cutáneas y excepción de los sarnosos y de los venéreos» 38; mien-
contagiosas tan frecuentes en esta ciudad» 33. tras que tal cambio no se tomaba en cuenta, aparente-
A fines de siglo cambian ciertas reglas. En los mente, unos decenios antes, sin duda con exclusión del
hospitales en particular, en donde se imaginan labo- hospicio de los incurables en el que la camisa se
riosos mecanismos para individualizar los lechos, lim- cambiaba cada mes en 1769 3 9 • El cuidado está más
piar sus alrededores, liberarse de las basuras. Chiro presente aún en los hospitales ingleses. En Harlar, por
llega a concebir puertas correderas escondidas detrás ejemplo, cerca de Gasport, la camisa de los enfermo~ se
de cada lecho que permitirían, ocultándolo por medio cambia cada cuatro días; gorros, calzones y medias,
de raíles, limpiar mejor la sala y evacuar los desperdi- todas las semanas 40. En ciertos hospitales militares,
cios de cada cual por medio de un corredor particu- cuyo reglamento comenta Daignan en 1785, se nombra
lar 34. Garat, «maestro carpintero», propone en 1779 especialmente a un enfermero para manipular la ropa
un lecho que levanta al enfermo inválido por medio de de los enfermos, cambiársela y recurrir algunas veces
un sistema de palancas móviles. El conjunto haría más hasta a la ablución; «se ocupa únicamente de lavar los
fácil el cambio de orinal, de la ropa, de las sábanas 3.,. pies de los enfermos que van llegando si lo ordenan los
Mecanísmos a menudo demasiado complejos para que médicos, de peinarlos, de cambiarles la ropa y de
se pudieran utilizar, pero que subrayan el desplaza- acostarlos. No se podría imaginar cuán necesaria es
miento de las preocupaciones. Además de la lenta esta precaución para el éxito del tratamiento de las
individualización del lecho, la verdadera transforma- grandes enfermedades, que se agravan con frec';lencia
cíón se refiere, en definitiva, a la ropa: número de cuando las evacuaciones de la piel no se realizan y
camisas que se entregan al enfermo pobre y regulari- cuando nadie pone ningún obstáculo a la mugre y a la
dad de las mudas. Las normas aplicadas desde hace suciedad» 41. El argumento se ha ido desarrollando
tiempo por las élites empiezan a desempeñar un papel aquí: ya no es sólo el olor lo que se. toma en ~ue!1ta,
en estas instituciones hechas para un gran número. sino el papel funcional de las excreciones; la limpieza
Empieza a existir una limpieza ya antigua, como si la ayuda al buen funcionamiento de los órganos. Lo que
práctica «pensada» para el pueblo debiera implicar un Pringle evocaba ya unos años antes: «He observado en
desfase y un tiempo de espera. Lo que se va a utilízar los hospitales que, cuando se lleva allí a gente con
como primera referencia es la limpieza tradicional y fiebre nada provoca tanto los sudores como que les
no la que está directamente presente, la del noble o del laven 'los pies con vinagre yagua calientes, y les den
burgués. ropa blanca»:". Abluciones locales, sin duda, qu~ (a
La gestión de la ropa halla en el marco del hospital menudo únicamente lavando los pies) permiten «libe-
una aplicación que éste desconocía. Los niños que rar» los humores. Lo que subraya, por lo menos, la
recoge el Hospice de Paris reciben en el año VII importancia de una preocupació,n funcion~l.
«cuatro camisas y tres pañuelos, dos pares de medias Sin embargo, no es la ablución lo que tiene mayor
para el invierno y tres pares de calcetines» 36; mien- importancia en todas estas referencias y en todos estos
tras que camisas o medias casi no se mencionaban proyectos. Incluso si Poyet, imaginando el desplaza-
192 I Del agua que penetra en el cuerpo Efluvios populares y urbanos I 193

miento del H6tel-Dieu a la Isla de los Cisnes, en 1786, y de Rungis, los viejos manantiales de Belleville y del
piensa poder crear allí una «cantidad de baños indeter- Pré-Saint-Gervais jamás habían parecido tan insufi-
minada» 45. E incluso si Tenon, al enumerar las trans- cientes 45. El consumo de agua se convierte, como
formaciones necesarias también en el Hétel-Dieú, pro- nunca lo había hecho, en un problema de estrategia
pone la instalación de sillones mecánicos y de hama- colectiva. La imagen de la ciudad impone ahora la de
cas móviles con ayuda de los cuales ciertos enfermos un agua que puede correr regularmente por las calles.
podrían meterse en un baño frío". Poyet, entre otros, No se trata de crear redes de alcantarillas sistemática-
quiere crear primero vastas corrientes de aire: corre- mente cubiertas y articuladas o de canalizaciones que
dores circulares y abiertos, salas orientadas diferente- encaminen el agua desde las colectividades hasta los
mente, que acogería un. viento particular cada una, empalmes individuales, sino de puntos de distribución
haciendo así que la rosa de los vientos se encargue de más numerosos y mejor repartidos. El objetivo sigue
distribuir la topología de los muros y la angulación de siendo difundir el agua por medio del riego y de llegar
las ventanas. a los barrios alejados, multiplicando los puntos de
La reforma del hospital sigue estando ampliamente salida de agua. La ciudad sería como «lavada» por un
dominada por el principio de la ventilación y de la agua que se llevaría todo lo que está estancado y todo
evacuación de las basuras, así como por el de la lo que se está pudriendo. La mayoría de las topografías
individualización de los lechos y, finalmente, por el de médicas concluyen, después de 1780, que hay que
una limpieza asegurada por la ropa. Si existe la evoca- conseguir esta asociación entre una nueva movilidad
ción de un baño, que se cree necesario para el pueblo, del agua y la necesaria corrección del aire. Suprimir
en este fin de siglo, es sobre todo en otro marco: el de los olores es, sobre todo, reforzar la presencia de un
los proyectos que intentan cambiar la gestión del agua líquido que puede correr por los arroyos: «¿No se me
y su distribución. Inventando capilaridades nuevas permitiría emitir el deseo de que se construyan, en
encargadas entre otras cosas de limpiar mejor las Lyon y en todas las principales ciudades, unas máqui-
calles o de refrescarlas mejor, se evoca, a veces, un nas que eleven las aguas de los ríos para verterlas
baño popular. enseguida en el seno de las ciudades en las que
circularía libremente por todas las calles?; la salubri-
dad del aire, la frescura en verano y, al mismo tiempo,
El agua, correctora del aire la limpieza de las calles serían los preciosos bienes que
saldrían de todo esto» 46. Menuret propone la creación
La descripción alarmada de los hacinamientos y de de «almacenes de agua», de los que ésta saldría a
las basuras suscita, en este último tercio del siglo intervalos regulares para ir corriendo alegremente y
XVIII, una proliferación de propuestas destinadas a derramándose por las calles 47. En el debate, ya am-
acrecentar la llegada y la circulación del agua por la pliamente estudiado, entre la función «pasiva» de un
ciudad. Sueño de líquidos que limpiarían los pavimen- agua importada por acueductos o canales y la otra más
tos por medio de rápidas pendientes, de fuentes que «activa» de un agua bombeada a partir de los ríos que
regarían los mercados, de aguas corrientes que, arram- pasan por las ciudades, el horizonte sigue siendo
blando con las putrefacciones, corregirían finalmente siempre el de una irrigación de las calles. El riego
los olores. La bomba de Nuestra Señora de París, previene contra el olor y las enfermedades: «Durante
erigida un siglo antes, las llegadas del agua de Arcueil los grandes calores se podría bañar las calles dos veces
194 I Del agua que penetra en el cuerpo Efluvios populares y urbanos I 195

al día y quizá prevenir así muchas enfermedades» 48. de agua. Pero, más profundamente, si no aparecen es
En este marco de una nueva alimentación de agua que no corresponden todavía ni al umbral ni a la
es en el que, algunas veces, se evocó el tema de un imagen de la limpieza colectiva realmente esperada.
baño hecho para el pueblo. Podrían instalarse ciertos Su utilidad no se impone. Esta «ausencia» pone más en
establecimientos colectivos cerca de los nuevos puntos evidencia, por otra parte, lo que importa realmente en
de aprovisionamiento. La presunta abundancia del la nueva circulación de agua: evidentemente, acerca
líquido haría posibles tales implantaciones. La alu- ésta el líquido a cada casa, pero no está concebida,
sión, aunque discreta, es muy real. Ya en 1765 D'Auxi- como lo estará más tarde, para llegar a cada hogar:
ron incluye la creación de estos baños en su proyecto «El bajo pueblo, y sin duda la mayor parte de los
de máquinas de fuego que bombean el agua del Sena habitantes, no está en condiciones de pagar por la
más arriba de París: «Se puede hacer un soberbio construcción de fuentes particulares» 53. Pero, sobre
mom:lmento que contenga las máquinas y sus depen- todo, si tal dispositivo toca a la salubridad, lo hace
dencias, Se puede embellecer el principal depósito de intentando, primero, limpiar los espacios colectivos.
agua y los baños públicos, calientes y fríos, que pro- La ~tmósfera y el aire son prioritarios y el agua los
pongo y que serán tan útiles al pueblo» 49. Lavoisier corrige mejor Sl puede llegar a las calles. Incluso
elige, a su vez, el mismo contexto para evocar una absorbe los olores con su solo movimiento. Se trata de
ablución popular: «No cabe duda de que tal escasez de una imagen de remolinos que ahogan las impurezas; de
agua mantiene la suciedad del pueblo y contribuye la imagen física de las cascadas que rompen y disuel-
mucho a que el aire de la capital sea malsano» 50. ven el polvo. El agua atrae y borra. Lo que queda así
Deparcieux, finalmente, con su proposición de cons- lavado es, realmente, el aire: «El agua corriente ejerce
trucción de un acueducto que conduciría el agua del sobre el aire una atracción, y, en consecuencia, absor-
Yvette hasta la Estrapade para distribuirla mejor por be los miasmas pútridos de los que está cargado» 54. El
los barrios de París, no deja de considerar la posibili- principio se va imponiendo por sí mismo con los
dad de construir «baños y abrevaderos públicos» 51. El nuevos dispositivos de distribución, y dicho principio
tema existe, se enuncia, el pueblo debería tener «sus» permite la creación de depósitos de agua en París,
baños. Esta exigencia va adquiriendo ahora un estatu- como el de la calle Vivienne, abierto con regularidad
to, por lo menos teórico. La higiene popular podría para el riego de las calles 55. Y es también este princi-
reformularse. Se empieza a pensar en un agua para pio el que adoptan las ciudades de provincia: Burdeos,
lavar al pueblo, incluso si no se trata en absoluto de Caen e incluso Aurillac 56.
un ba~o privado o de un agua que llegue a cada Esta insistencia sobre un agua encargada, priorita-
alojamiento, Esta nueva formulación sigue siendo, sin riamente, de corregir el aire es muy importante porque
embargo, muy «teórica». Ciertos enunciados no cam- subraya lo esencial de la relación que existe entre lo
bian las costumbres. salubre y lo insalubre a fines del siglo XVIII. La
En 1782 las bombas de fuego de Chaillot hacen atención que se presta al aire domina ampliamente
reahdad una solución temporal para distribuir más sobre el lavado del cuerpo. Es lo que hace tan ambigua
fácilmente l~s aguas de París a fines del siglo XVIII 52, la imagen del campesino, porque su existencia se
pero los «banas para el pueblo» siguen sin crearse. Sin compone de todo lo que denuncian las encuestas:
duda, exigen inversiones que otras urgencias hacen promiscuidades e indiferencia relativa a la ropa. El
difíciles. Sin duda también requieren otras cantidades aire, sin embargo, basta para que su vida se convierta
196 I Del agua que penetra en el cuerpo

en un modelo de vida sana: «En los campos, los


campesinos que se alojan en los establos no parecen
afectados por molestias particulares; pero, por su
modo de vida, respiran otro aire que éste» 57. De
manera casi contradictoria, el campesino sigue siendo,
después de 1780, una referencia de salud y hasta de
salubridad. Lo que lo hace todo es la atmósfera «purifi-
cada»: «La constitución física de los habitantes de 5
París es asombrosamente menos robusta que la de los
habitantes del campo, porque el aire de París no es tan BAÑOS Y ABLUCIONES PARCIALES
puro ni tan elástico como el de los camposv'". La
diferencia, finalmente, se impone en la contabilidad de
los muertos. Ante todo, sigue siendo el aire el que
causa las longevidades. En la misma época la muerte Con las teorías de un baño popular poco aplicadas
hiere a «un habitante sobre 40 en los campos [...] y uno y con las imaginaciones sobre el frío, de aplicaciones
sobre 24·26 en las ciudades» 59, según Tourtelle, en más desarrolladas, aunque limitadas, la segunda mitad
1797. La proporción, con Poyet, pasa de 1 sobre 40 a 1 del siglo XVIII renovó, sobre todo, ciertas representa.
sobre 28 6 0 . Proporción que se establece de manera ciones. El vínculo inédito existente entre limpieza y
diferente con Daignan en 1786, pero que es aún más vigor, fundamental sin embargo, no siempre ha ido
elocuente: el promedio de vida baja de 40 a 22 años si más allá de los umbrales de la abstracción. El tema de
se pasa del pueblo de las colinas a la ciudad minera 61. una atención más vigilante con respecto a la piel no
Estos cómputos, que siguen siendo poco explícitos, siempre provocó transformaciones de la ablución. No
pues es difícil conocer las fuentes, confirman por lo obstante, se produjo un conjunto de desplazamiento
menos la fuerza de la imaginación. apreciable: desde la modificación de los rostros hasta
Una política de salud centrada por primera vez en la nueva circulación del agua. Estrategias inéditas y
la longevidad de las poblaciones, que explota, también normas de salubridad también modificaron, en ocasio-
por primera vez, una estrategia del agua y una crítica nes, los espacios públicos y los espacios privados.
del hábitat popular, sigue siendo evidentemente tribu- Pero, después de 1780, para algunos, por lo menos, las
taria de su visión de la aeración. condiciones concretas de la higiene empezaron a cam-
biar sensiblemente. La presencia del baño, en particu-
lar, ya no es la misma.

Un incremento del baño

Hay una exigencia, socialmente muy circunscrita,


que consigue realizarse. Ciertas usanzas empiezan a
instalarse y ciertos gestos se van a modificar. Si, por
ejemplo, los proyectos destinados a acrecentar la masa
198 I Del agua que penetra en el cuerpo Baños y abluciones parciales /191

de agua consumible no dieron impulso a la creación de hoteles particulares sugieren, en efecto, que se hagan
baños populares, tuvieron, sin embargo, algún vínculo evaluaciones más matizadas. Cuando Kraft hace el
con el baño privado. Los hermanos Perier, que prome- censo, en 1801, de los planos de los 66 hoteles lujosos
ten llevar sus canalizaciones de plomo hasta sus afor- que se habían construido entre 1770 y 1800 (sobre todo,
tunados clientes, explotan el tema del baño en un después de 1785), menciona 20 cuartos de baño 6. Este
prospecto de 1781. No puede considerarse desdeñable el porcentaje de 30 % es muy superior al de 6 % que
que le atribuyan un efecto de seducción, por lo menos daban idénticos censos en 1750 7 • Pero no por ello deja
para los más ricos; «Las inmensas ventajas de esta de subrayar que «sólo» una de cada tres grandes
empresa serían tener [...] agua sana, sin interrupción, residencias de prestigio posee un cuarto de baño en
en la cantidad que se quiera; proporcionar baños en 1800. El aumento es sensible y, evidentemente, no se
casa, sin gastos ni molestias [oo.]» '. D'Auxiron obser- trata solamente de los alojamientos más ricos en su
vaba las mismas distinciones en su proyecto de 1769: totalidad. Lo que tiene sentido es, sobre todo, su
«Habría, además, agua abundante para las cocinas, modificación en unos cuantos años. Esta modificación
baños, vertederos, caballerizas y jardines de todos los es suficiente para sugerir a los testigos la impresión de
señores que la deseasen» 2. El solo término de «señor» un aumento. Es suficiente, sobre todo, para que el
designaba a qué público se pretendía conquistar. La tema empiece a mostrar una presencia tangible en las
masa de agua que transportaban las bombas de Chai- preocupaciones de los privilegiados.
llot en 1782 era inferior a lo esperado 3 y no trastornó Esta presencia corre pareja con la instalación de
realmente las disponibilidades individuales de agua algunos baños públicos, a menudo lujosos, igualmente
para la mayoría de la gente, pero es cierto que se después de 1780. La institución es elitista y no popular.
instalaron en los últimos años del siglo más cuartos de El modelo sigue siendo el del establecimiento de Poite-
baño. vin 6, del que se hacen cinco copias en París entre 1780
Los testimonios de tal crecimiento pueden ser difu- y 1800 9 ; explotación del río por medio de barcos que
sos, como la afirmación brevísima, y sobre todo excesi- bombean el agua de la corriente y la reparten en los
va, de La Gazette de santé que aseguraba que «los camarotes convertidos en cuartos de baño. Estos esta-
baños se han multiplicado infinitamente en París» 4. blecimientos, como el de Poitevin, añaden al baño
Pero pueden ser más precisos, como la indicación que sencillo el baño hidroterápico. Los baños Albert, en
formula Ronesse en 1782 basada en los índices inmobi- particular, instalados en 1783, dosifican duchas aseen-
larios: «El agua que llega a las casas es infinitamente dentes y descendentes para combatir «dolores reumáti-
más considerable que hace unos quince años; lo que cos, parálisis, esguinces, torceduras, hinchazones, do-
proviene de que los médicos prescriben su utilización lor de riñones, gota, ciática [oo.]» '0. Pero la finalidad
para muchas enfermedades, con mayor frecuencia que de tal dispositivo es, más claramente, la limpieza. Así
antiguamente y del placer que el público ha experi- ocurre con los baños chinos, construidos por Turquin
mentado por su utilización; de manera que hay baños en la misma época 11, Y con los baños Pigier, que
en todas las casas nuevamente construidas y cuando asocian la gestión de tres barcos desde 1790 1 2 , todos
un particular acomodado quiere alquilar un aparta- ellos «recomendables por el orden y la limpieza que
mento mira si hay un cuarto de baño, como una de las reina en ellos» 13. Los precios siguen seleccionando a
habitaciones esenciales» 5. Son afirmaciones que se una clientela acomodada: 2 libras con 40 céntimos en
deben temperar. Las remodelaciones de los grandes el de Albert y 3 libras con 60 céntimos en el de
200 I Del agua que penetra en el cuerpo Baños y abluciones parciales I 201

Gaignard en 1787 '4, lo que equivale a cerca de tres a pañadas de aspiraciones que aumentan su atractivo. Y
cinco veces el salario cotidiano de un jornalero. Los porque el baño empieza a existir es por lo que pueden
menos caros son los baños chinos que ofrecen una formularse todas esas esperanzas, todas esas compara-
bañera por 24 sueldos, lo que representa, una vez más, ciones, y hasta todas esas recriminaciones. El signo de
casi el doble del salario cotidiano de un peón 15. Tales éstas puede incluso invertirse: los establecimientos de
implantaciones no sólo se hacen en París, puesto que fines de siglo, con las acusaciones o los elogios que
por la misma época se instalan los baños Bourrassier provocan, revelan más bien la existencia de una cos-
en el Ouche, en Dijon 16, los baños Dussaussay en el tumbre y revelan también un significado ya más preci-
Orne, en Caen '7, y algunos establecimientos en el so de la ablución: en el último decenio del siglo XVIII
Ródano y en el Garona 18. los baños Vigier, como los baños chinos, se orientan
En 1790 hay en París alrededor de 150 bañeras, primero hacia la limpieza del cuerpo.
cuyo número es ya el doble en 1800 1 9 . Estas institucio- El baño se va instalando, por lo que vamos viendo,
nes son, pues, índice de un cambio, Saint-Ursin evoca en las prácticas de la élite a fines del siglo XVIII. SU
en 1804, cuando las describe, «el empleo del baño presencia es real y limitada al mismo tiempo. Esta
recientemente introducido en las costumbres de los presencia se va haciendo más «utilitaria ». El papel del
franceses » 20. En algunas ocasiones también aparecen agua es más «funcional», más «neutro » incluso. Parece
las bañeras en novelas o memorias: madame de Genlis que poco a poco se va afincando una familiaridad
cuenta que en el establecimiento de Poitevin la persi- circunscrita. Sin embargo, es imposible escapar a
gue un anónimo admirador; tal personaje de Rétif se todas las complejidades pasadas. El acta de Corvisart
ahoga, al final del siglo, en una bañera de Vigier 21. en 1810, que prohíbe a la emperatriz María Luisa el
Evidentemente, se refieren también a un público poco abuso de baños calientes para preservar con mayor
numeroso. La observación de Mercier en 1789 mencio- facilidad su fecundidad 24, revela que siguen subsis-
na su originalidad al mismo tiempo que subraya sus tiendo ciertas prevenciones contra los debilitamientos
límites cuantitativos y sociales. Estas instituciones, y las languideces. La acción física de la masa líquida
hechas para lavarse, eran, al parecer, aún demasiado que envuelve al bañista conserva su valor sugestivo
escasas. Mercier se indigna: «Hay en el río baños por las presiones que ejerce. El ámbito del agua no
calientes a 24 sueldos, pero sin toallas. Y con esto es siempre está limitado al del lavado. Y Pissis sigue
con lo que se tienen que limpiar los parisinos. Y claro explicando pacientemente en 1802 que «el baño relaja
está, la mitad de la ciudad no se lava jamás y no siempre la fiebre ya débil y aumenta el volumen de los
entrará en ningún baño en el curso de toda su vida » 22. humores» 25.
El juicio es aún más severo en Rétif unos años más A pesar de todo, el mismo Pissis no puede imaginar
tarde: el número escaso de estos establecimientos más recurso que el del «agua y la ropa » para remediar
denuncia «la suciedad de la mayor ciudad del mun- «la suciedad repugnante y fétida » 2". Y aun siendo así
do » 23. Lamentos y «testimonios », La legitimidad del también el texto higiénico duda ahora de las virtudes
argumento parece transparente, sanciona una reali- intrínsecas del frío, no porque las rechace deliberada-
dad hasta llegar a cifrarla, pero esta realidad misma es mente, sino porque la importancia del agua tibia va
inédita. Sea como fuere, se han instalado ciertos baños creciendo. Y surgen ciertos cálculos sobre una tempe-
y el testimonio de su insuficiencia basta como índice ratura específica de la limpieza. Hufeland, por ejem-
de un cambio: han nacido ciertas instalaciones acom- plo, gran aficionado a los baños fríos, teórico de las
202 I Del agua que penetra en el cuerpo Baños y abluciones parciales I 203
reacciones internas del organismo y de las fibras, cuando describe a Josefina «ocupada de los pies a la
desarrolla en su Arte de prolongar la vida humana, cabeza», cuando la nueva emperatriz se lava las pier-
publicado en Francia en 1810, ciertas consideraciones nas mientras la están peinando 33. También es preciso
paralelas sobre un baño tibio de limpieza 27. También pensar en el gesto colérico de Napoleón, que rompe
Willich, muy atento al endurecimiento de la infancia, contra la pared el lebrillo de loza que sirve para
se interroga en 1802 sobre los límites posibles del frío, lavarse los pies, para medir la presencia de esta
que pueden «exponer a todas las vicisitudes de los ablución. Es también preciso pensar en la irregular
climas y de las estaciones» 28. Protat concede toda supervivencia de estos aseos aristocráticos y «públi-
libertad a la referencia natural y recomienda en 1802 cos», semejantes a los del Antiguo Régimen, para que
un agua previamente calentada por los rayos del sol, Rémusat describa el lavado cotidiano de las deforma-
en cualquier caso en verano 28. Sea como fuere, el das piernas de Talleyrand a principios del siglo XIX:
texto higiénico une ahora más comúnmente baño y ante las atentas miradas, el ministro se quita las
limpieza, agua y piel. Una capa social estrecha y medias de lana y las vendas de franela antes de meter
privilegiada empieza a practicarlo y, asociando este las piernas en un pequeño cubo de agua de Barreges 34.
baño a la imagen de una parisina afortunada, Rétif Lavado e hidroterapia están aquí íntimamente mezo
sueña con ninfas y con sílfides: «Un baño frecuente clados.
mantiene su salud en las temporadas cálidas y hasta Todas estas prácticas parciales revelarían, más
en invierno pasa algunos minutos en las tibias ondas bien, que la frecuencia (aún pocC! precisa) del baño
tres veces por semana [oo.]» 30. Esta costumbre es lo que implica inversamente la importancia de estas ablucio-
constituye una verdadera originalidad. nes locales. Unica seguridad, pero importante: cuando
en un tratado de aseo Caron intenta dar, en 1806, una
definición de la limpieza, no puede dejar de hablar de
Las abluciones parciales «los cuidados exactos del cuerpo», ni dejar de mencio-
nar las «lociones frecuentes» 35, incluso si estas locio-
Tal práctica debe entenderse también en su diversi- nes están lejos de consistir siempre en una inmersión.
dad y con todas sus variantes. El baño de la élite se La definición de la limpieza no puede evocarse, por lo
conforma fácilmente con ciertas fórmulas «interme- menos para la élite, sin que se haya salvado ya el
dias». Entre el cambio de ropa y la inmersión han ido obstáculo del vestido.
aumentando ciertas costumbres sobre una limpieza Pero la importancia verdadera del tema está, ya, en
«local» 31: recurso a los baños de pies, o a los baños de otro sitio. El paisaje social de la limpieza se va
asiento, insistencia sobre ciertas fricciones suplentes precisando con las abluciones parciales, que son el
de la ablución, pero que también cuidan de la piel, mejor indicador desde que la utilización del agua se ha
«principalmente en las articulaciones y en los lugares convertido en algo más «funcional». Estas abluciones
menos sometidos al contacto con el aire» 32. Es en la diseñan a fines del siglo XVIII áreas y fronteras. Los
élite misma en donde estas prácticas «limitadas» se objetos que necesitan se convierten en otros tantos
han ido instalando a fines del siglo XVIII, porque índices. Baterías de loza, muebles íntimos, disposicio-
mantienen la limpieza en los intervalos de los baños o nes espaciales, revelan que con el final del Antiguo
porque son, sencillamente, su sustitutivo o su equiva- Régimen se ha iniciado una transformación profunda.
lente. Mademoiselle Avrillon finge una inocente ironía Lejos de los textos, fuera de las bañeras y también de
204 / Del agua que penetra en el cuerpo Baños y abluciones parciales I 205

los baños, la limpieza ya no se limita a la ropa o a las sanos y algunos hogares campesinos empiezan a dispo-
partes visibles del cuerpo. ner de ellas después de 1780. Como, por ejemplo, el
El bidé, por ejemplo, excepcional aún en el univer- campesino picardo, en Aubercourt, que posee en su
so burgués de 1770 se convierte ya en algo más cocina, en 1787, «una jeringa y dos cánulas de es-
corriente después de 1780, aunque sigue estando total- taño» 40 Paul Durand, fabricante de encajes, «una
mente excluido del universo de artesanos y obreros. jeringa de estaño» en 1788 4 1 , o la viuda de un curtidor
Penetra hasta en el alojamiento de algunos grupos parisino, Duval, «una jeringa de estaño grande y una
«intermedios», cercanos al ejemplo que propone la pequeña» en 1797 42 . Actos íntimos poco comentados,
élite: escribanos, domésticos, asalariados exentos de estos aseos en los que intervienen semejantes instru-
las tareas «manuales». Jacques-Auguste Cerfvol, mentos siguen siendo difícilmente conocibles. ¿Ablu-
subjefe de oficina en el departamento de obras públi- ción regular? ¿Acto terapéutico? Es difícil establecer
cas, cuyo hijo llega a inspector de correos, posee un la diferencia. La categorización del objeto es también
bidé en 17973 6 • Igualmente, aún en 1797, Adrien Go- fluctuante: ¿utensilio arcaico de las terapias digesti-
beau, enfermero de los Inválidos, tiene uno 37. El vas o instrumento más delicado de secretos aseos? El
mueble empieza a hallarse en los alojamientos de hecho de que el inventario de Victoria Coilly, mujer de
algunos eclesiásticos: el del canónigo Afforty, por un cañonero voluntario de las guerras revoluciona-
ejemplo, en Senlis, en 1786 3 8 • Cuando existe, este rias, describa en 1795 «una jeringa y una jeringa de
mismo mueble ocupa de todas formas los alojamientos mujer con su cánula» indica la variedad de los usos 43.
que ya tienen diversas habitaciones y disponen de un Sin embargo, esta «preocupación de salud genital» 44
mobiliario refinado (marquetería, jarrones, cuadros). no llega al pueblo, y generalmente sólo toca a algunas
En el alojamiento burgués, precisamente, los espacios de sus zonas marginales.
ya han empezado a diferenciarse, las alcobas ya tienen Evidentemente, son las palanganas los instrumen-
algunas veces, al lado, un cuarto de aseo, o las tos de limpieza más generalizados a fines del SIglo
habitaciones ya tienen alguna dependencia. Un buen XVIII. Piezas de estaño o de loza para los más ricos
ejemplo es la casa en que los esposos Rochezeuil (algunas veces palanganas fijas con una fuente ~ncI­
alquilan habitaciones amuebladas, en el barrio acomo- mal, cerámicas de gres o de barro para los ~~mas, a
dado de la Madeleine: habitaciones en las que siempre menudo se incluyen en los censos con la vajilla, Su
hay, al lado, un retrete, mobiliario variado y a veces número sigue aumentando a fines d~l siglo XVIII, en
precioso (escritorio, mesa de despacho, ciertas comodi- particular en las clases populares. ASI pues, coinciden
dades, mesas de juego) y patios que poseen diferentes en él el lava~ del rostro y de l~s manos a lo que se
locales, en uno de los cuales hay un cabriolé. El añade el mantenimiento del vestido y de la muda de
inventario establecido a la muerte de Charles-Nicolas ropa blanca, es decir, la limpieza tradicional, en suma,
Rochezeuil, en 1800, muestra un bidé en uno de cada esencialmente preocupada de decencia o de limpieza
dos alojamientos 39. del traje y que se mide también por el número de
Más generalizadas están esas cánulas y jeringas camisas, de pañuelos o de medias. Las palanganas no
concebidas para ciertas abluciones íntimas o para están siempre incluidas en los censos en el mundo
inyecciones terepéuticas, que acompañan generalmen- obrero: ¿se trata de una ausencia relativa o del escaso
te al bidé y a su palangana de loza. Pero son más valor del objeto? Además, las camisas llegan raramen-
corrientes que el mismo bidé. Varios hogares de arte- te a más de media docena: cuatro en casa de Charles
206 I Del agua que penetra en el cuerpo

Guyot, maestro albañil en 1782 4 5 ; tres en casa del


sombrerero Du Crest en 1792 4 6 ; siete en casa de Jean-
Baptiste Coignard, lavandero en 1783 4 7 •
Las abluciones parciales nos conducen a observar
un doble régimen de la limpieza a fines del siglo XVIII:
el que actúa sobre la sensibilidad y la salud, yendo
CUARTA PARTE
más allá del traje para tocar la piel, y el que se
preocupa de la decencia y de la apariencia del envolto-
rio indumentario. El primero no se podría comparar
evidentemente con las representaciones ni con las El agua que protege
prácticas de hoy. Pero ya anuncia una tendencia que
el siglo XIX va a desarrollar.
1

LAS FUNCIONALIDADES DE LA PIEL

Refugiado secretamente en casa de sus amigos los


Guidoboni-Visconti, Balzac se esconde en 1837 en su
apartamento de los Campos Elíseos. Apremiado por
sus acreedores, quiere redactar en unas cuantas sema-
nas La mujer superior, novela que ya había comprado
y pagado desde hace tiempo La Presse, asi como varios
cuentos igualmente prometidos en un contrato. Por lo
que trabaja toda la noche, se agota, come poco, multi-
plica las horas de vigilia y acumula las tazas de café,
pero realiza su proyecto: en un mes ha terminado la
novela. Balzac no se ha afeitado ni lavado mientras
tanto, pero ha llevado la contabilidad del número
exorbitante de horas pasadas escribiendo, atrinchera-
do, hasta huraño. El episodio apenas merecería que
nos detuviéramos en él si Balzac no comentara, él
mismo, su retorno a una vida más «normal»: de nuevo
un «aseo», unos cuidados físicos y también una relaja-
ción. Es el momento de revelar la necesidad y la
ambigüedad de las abluciones después de este mes de
retiro extremado. Balzac se va a bañar, por ejemplo,
pero subsiste un riesgo: la languidez intranquiliza a
este gran trabajador, pues el agua «podría» debilitarlo:
«Después de escribir esta carta, tomaré mi primer
baño, no sin pavor, pues temo aflojar las fibras que
están extremadamente tensas y me es preciso volver a
empezar para escribir César Birotteau, que empieza a
210 I El agua que protege Las funcionalidades de la piel I 211
ser ridículo a fuerza de retrasos» '. Balzac es sensible a También se trata de un cambio de condición. Al
las abluciones: cuando vivía en la calle Cassini, en final del siglo XVIII, el médico se ha codeado con la
1828, había mandado construir un cuarto de baño política, pues ha desempeñado un papel en la ordena-
revestido de escayola blanca, que prolongaba directa- ción de las ciudades y en la de diferentes lugares
mente su alcoba 2. El ejemplo tiene cierto sentido: el públicos. Ha influido en ciertos comportamientos co-
baño ha ido ganando terreno insensiblemente en la lectivos (desde el riego de las calles hasta la abertura
primera mitad del siglo XIX, pero las dudas de un de ciertos barrios) y esta influencia sobre la vida
Balzac agotado y nervioso muestran hasta qué punto cotidiana no podía dej ar de tener consecuencia. El
se plantea todavía el problema de la práctica del baño. médico de principios del siglo XIX rei,:indica, a, ~ste
Al mismo tiempo, las teorías también van evolucio- respecto, más rigor, un pensamiento mas sistemático:
nando: el agua templada recupera sus derechos y la no tiene ningún conocimiento sobre las leyes de la
fisiología de la piel se estudia mejor. Las referencias salud, pero sí una voluntad más fuerte de afirmar un
son cada vez más funcionales. Se trata de desplaza- saber totalizado, e insiste en subrayar una competen-
mientos no desdeñables, aunque las prácticas se trans- cia «científica».
formen con mayor lentitud. El cambio de condición de este saber se refleja en
la aparición de instituciones nuevas: las comisiones ?e
salubridad, por ejemplo, creadas durante el Imperio,
Instauración de la palabra «higiene» .que se encargan localmente de inspeccionar manufac-
turas, talleres, establecimientos emisores de mIasma~
Hay una palabra que a principios del siglo XIX diversos 7. También se refleja en el brusco descubrí-
ocupa un lugar inédito: higiene. Los manuales que miento «hecho por la revista La Dominicale de un
tratan de la salud van cambiando de título. Hasta cristianismo que desde siempre está apegado a. las
entonces estaban todos concentrados en el «manteni- normas «cultas» de la limpieza. Y aparecen los prime-
miento» o en la «conservación» de la salud 3. Ahora no ros textos sobre la higiene en un periódico cristiano:
hay más que tratados o manuales de «higiene» 4. Todos «Sobre todo conviene que las pruebas de la religión
definen su terreno por medio de esta denominación, tengan su f~ente en el orden científico que du:a?-te
hasta entonces tan poco utilizada 5. La higiene ya no tanto tiempo fue su enemigo» 8. El sabio descubrrrá lo
es el adjetivo que califica la salud (en griego, hygeinos que el sacerdote sabía desde hace tiempo. Una bel1a
significa: lo que es sano), sino el conjunto de los manera para La Dominicale de subrayar, a pes~r de las
dispositivos y de los conocimientos que favorecen su apariencias, el nuevo estatuto de este saber. Finalmen-
mantenimiento. Se trata de una disciplina particular te, más importante es la creación en el año. I~ de la
en el seno de la medicina. Es un ámbito de conocimien- cátedra de higiene, en la Facultad de Medicina de
tos y no ya un calificativo físico. Con este título se ha París, de la que será titular Hallé hasta 1822, y ~oyer­
abierto bruscamente todo un campo. Se trata de su- Collard, de 1838 a 1850 9 • Hay, pues, un «reconocumen-
brayar sus «vínculos con la fisiología, la química, la toi en diversos medios.
historia natural» 6, insistiendo en sus orígenes científi- Los textos de higiene insisten a principios del siglo
cos. Es imposible evocar tal disciplina sin recordar XIX en la renovación de algunas prácticas: por ejem-
algunas exigencias de rigor o de concebirla sin conver- plo, la promoción. Este suprime y disuelve la mugre,
tirla en una «rama» específica del saber médico. «purifica». Lavarse es utilizar una química elemental:
212 I El agua que protege Las funcionalidades de la piel I 213

«El cosmético por excelencia, el instrumento de lim- La piel y la balanza energética


pieza, es el jabón» 10. No se trata ya de un accesorio de
coquetería, sino de un instrumento de salud, «el jabón Finalmente, hay un tema que empieza a desarro-
deterge las superficies cutáneas de las materias gra- llarse, sobre todo después de 1830: la función depura-
sas» 1" Está al servicio de los fisiólogos y es «uno de dora del agua templada y el papel respiratorio que se
los elementos más importantes de la cosmética» 12. La atribuye a la piel. La obstrucción de los poros tendría
explicación, sin embargo, no es evidente. El artificio una influencia en los intercambios gaseosos. La ima-
del jabón suscita diversas reservas. La proposición de gen es muy importante, sobre todo porque introduce
una higiene del baño se conforma aún con instrumen- un nuevo concepto energético que se refiere tanto a la
tos frágiles durante la primera mitad del siglo XIX: representación del cuerpo como a la limpieza. El
virtudes secretas del agua pura, por ejemplo, única mecanismo es «sencillo»: la mugre podría impedir que
«materia» de limpieza para Londe en 1847 13; oscuro se expulsara el gas carbónico a través de la piel. La
peligro de los emulsivos para Buchez y Trélat: «Las experiencia de Edwards sobre las ranas medio extran-
unciones que se hacen con jabón hacen que disminuya guladas y envueltas en una bolsa hermética es el
la tendencia a transpirar, y son también ligeramente punto de arranque de estas afirmaciones: al cabo de
irritantes» 14. Los utensilios pronto tradicionales del unas horas de supervivencia, ¿no contiene gas carbó-
baño sólo se aceptan progresivamente. nico la bolsa que encierra el cuerpo sin que de ella
Pero la insistencia muy acentuada sobre la mugre emerja más que la cabeza? 17. Edwards, en 1824, y
modifica, una vez más, el problema de las temperatu- algunos higienistas después de él, apenas vacilan en
ras: el calor va ganando importancia. El primer papel pasar del batracio al hombre. Magendie, en 1816, ya
del baño higiénico es el de la limpieza, «etapa» previa había zanjado la cuestión sobre la respiración del
para favorecer el ejercicio de las funciones. tegumento: «La piel exhala una materia aceitosa y
Tal afirmación, que ya se empieza a oír en los ácido carbónico» 18. Los viejos ensayos de Abernethy,
últimos años del siglo XVIII, determina aquí para que hunde su brazo en campanas cerradas con mercu-
mucho tiempo la forma higiénica del baño: «El baño rio para que se analicen enseguida los vestigios gaseo-
templado es el baño higiénico por excelencia: procura sos, reciben en esta ocasión una nueva actualidad: el
una sensación agradable y limpia la superficie del cirujano inglés observaba que habia ciertos índices
cuerpo de las inmundicias que dejan la transpiración y sensibles de gas carbónico en las campanas en las que
el sudor» 15. En ese momento el agua tibia domina a había metido el brazo 19.
todas las demás. Es ella la que constituye el baño de Pero la «teoría» va ganando terreno lentamente. Es
limpieza. No porque el baño frío haya perdido todo preciso que llegue la conceptualización de la termodi-
prestigio, sino porque posee, más que antes, su registro námica que hace S. Carnot en 1824 2 0 , para que se
particular: solamente el de la dinamización. Las finali- precise esta imagen de la energía unida a un organis-
dades se escinden; no es el frío el que lava, sino el mo quemador. Parece que la cantidad de trabajo y la
calor, que permite «que se ejerzan las funciones de la cantidad de calor consumidas por el cuerpo son equi-
piel no ya con mayor energía, sino con mayor facili- valentes. Se abre un nuevo horizonte para la represen-
dad» 16. Limpieza por medio del agua templada, esti- tación de las dinámicas orgánicas e incluso, sencilla-
mulación por medio del frío, las dos prácticas ya no mente, de la salud. Todos los rastros de una eventual
tienen la misma finalidad. combustión van a llamar la atención.
214 I El agua que protege Las funcionalidades de la piel I 216

Lo que seduce a los higienistas es, sobre todo, el pueden seguir respirando por el pico; ciertos precipita-
efecto de los revestimientos artificiales que colocan dos químicos que se obtienen directamente sobre la
los fisiólogos en la piel de los mamíferos más cons- piel indican una presencia de gas carbónico. Desde
ciente que antes de lo que permite la experimentación. 1849, sin embargo, cuando aplica los sacos de Edwards
Cuando Bouley cubre con una untura de alquitrán el a los pollos y a los patos, Regnault no obtiene al cabo
cuero de los cabellos previamente afeitados, observa de algunas horas más que ínfimas cantidades de gas
en 1850 «todos los efectos de una asfixia lenta» 21. La carbéomco 25 . P ero aun
, no h emos llegado al momento
muerte parece más rápida aún (unas cuantas horas) de matizar semejante respiración, y menos aún de
cuando se mezcla una cola fuerte con el alquitrán. matizar la eficacia «obstruyentei de las mugres.
Fourc~ult ya había descrito anteriormente la agonía Insistiendo, por el contrario, en estos intercambios
de vanos ammales recubiertos de barniz 22. La conclu- gaseosos y creyendo incluso en ellos con fervor, nume-
sión, para muchos, no deja lugar a la duda: «Si se rosos higienistas mantienen las alarmas contra la
considera que la piel es un órgano respiratorio que suciedad. Y subrayan, indirectamente también, la fuer-
absorbe oxígeno y que exhala ácido carbónico se za de una representación precisa: la energía del cuerpo
comprenderá cuán útil es que se la mantenga' en depende de la explotación de sus calorías. Pasando de
buenas condiciones de limpieza y de flexibilidad» 23 una referencia a las teorías de la termodinámica a una
La imagen del organismo quemador, con sus consumos imagen menos evidente de una mugre que perturba las
calóricos y sus ene~gías específicas, empieza a impo- respiraciones, la higiene de la limpieza debería partici-
nerse sobre los antiguos modelos de máquinas senci- par en los vastos mecanismos energéticos del organis-
llas. Las máquinas de vapor se convierten en modelos mo. Se trata, por lo menos, de un indicio de las fuerzas
incomparablemente más determinantes que las palan- y de los recursos del cuerpo, cuya representación ha
cas. La energía calórica del cuerpo adquiere más sufrido un gran cambio desde el siglo XVIII. Estas
importancia que el sólo endurecimiento de las fibras. fuerzas y estos recursos ya no provienen a priori de
~as fuerz~s se vuelven m.ás «profundas» y soportan alguna solidez material de las partes vinculadas unas
mterca~bIOs y flUJOS. La limpieza aumenta sus objeti- con otras, sino que provienen de las calorías gastadas
vos. ~I mismo tiempo q~e se va precisando la represen- e intercambiadas, de las precauciones que se toman
tación de las combustiones energéticas. La dinamiza- con ellas, de su explotación mesurada, calculada 26. El
ción de las funciones y más ampliamente la higiene se motor, con su consumo y su rendimiento, cuenta más
dan nuevas direcciones: «La piel bien limpia es más que la rigidez mecánica de sus partes. Desde el baño
suave, funciona y respira mejor -pues la piel respira frío hasta el baño caliente, se trata también de este
como los pulmones- y el sueño que se obtiene en estas desplazamiento.
condiciones produce un descanso infinitamente más Hay que insistir en esta vasta modificación de las
reparador que da a todo el organismo un nuevo vigor representaciones del cuerpo. Son las máquinas de
una nueva energía» 24. ' fuego las que sirven aquí de referencia analógica. La
. Pasará mucho tiempo antes de que se relativice' la codificación de las eficacias corporales depende, de
importancia de ~sta respiración por la piel. Parece que manera más o menos consciente, de este modelo: la
subsisten todavía demasiados hechos que la confir- salud supone que hay una buena energía de combus-
man: las palomas encerradas, excepto la cabeza, en tión y la piel no es, a este respecto, más que una
cajas saturadas de gas tóxico se mueren, aunque herramienta suplementaria. Del baño frío al baño
216 I El agua que protege Las funcionalidades de la piel I 217

caliente, todo un mundo imaginario de las energías se baños y, al mismo tiempo, el peligro de una excesiva
acaba de reconstruir también. «frecuencia». Lo que muestra Balzac con sus pruden-
tes inmersiones en casa de los Guidoboni-Visconti 28.
La imagen de las languideces sigue resistiendo. El
La resistencia de los pudores agua no se ha liberado realmente de sus fuerzas
disolventes y sigue atravesada por ciertas turbadoras
A esta norma de las eficacias se opone, sin embar- influencias, eufemizadas, sin duda, pero reales. El
go, una sucesión de obstáculos, que limita su difusión tema sigue siendo todavía frecuente alrededor de los
y, sin duda, que explica la disparidad existente entre la años 1830-1840: «En los que toman un baño sin más
inflación de los textos higiénicos en la primera mitad necesidad que su capricho, dicho baño relaja las par-
del siglo XIX y sus poco frecuentes aplicaciones. Los tes que no deberían estar relajadas y hace que pierdan
que todavía no han sido afectados por tales preocupa- su tonicidad» 29. Humedades y debilidad siguen siendo
ciones, siguen siendo, evidentemente, numerosos. Sin parcialmente convergentes, y siguen siendo fuente de
duda, se trata de tradición, pero también de la fuerza inquietud hasta cuando lo que está en tela de juicio es
intuitiva de ciertas sensaciones: aquellas a las que el más la frecuencia que el principio de las abluciones:
mantenimiento de la ropa da seguridad y, más amplia- «Un excesivo número de baños enerva, sobre todo
mente, aquellas a las que dan seguridad los valores de cuando los baños están un poco calientes» 30.
la apariencia. Cuando Georges Sand va a visitar, Hay otros temores más: hay que tener cuidado con
durante la Restauración, a su antigua maestra de la cabeza. El lavado del cabello sigue preocupando y
escuela, dice que se siente sorprendida por la limpieza su aireación se sigue considerando más importante
de ésta, ya de edad avanzada, retirada en su convento que la utilización del agua. De todas maneras, hay
de provincia. Sand escruta el rostro de la anciana y pocas explicaciones excepto sobre la descripción de
nota la frescura de su ropa y vuelve a oler perfumes antiguos trastornos: «Las lociones de la cabeza produ-
olvidados. Lo que evoca cuando describe esta visita cen con frecuencia cefalalgia o pertinaces dolores de
inesperada a los personajes de su infancia es una dientes» 31. Peine y polvos secantes siguen siendo los
limpieza muy «clásica»: «Me sorprendió agradable- instrumentos esenciales de la primera mitad del siglo
mente hallar una exquisita limpieza, perfumada con el XIX. Tessereau los sigue mencionando en 1855: «Para
olor del jazmín que subía desde el patio de recreo mantener el cabello basta cuidarlo, engrasarlo un
hasta su ventana. La pobre hermana también estaba poco o limpiarlo con salvado o polvos de almidón» 32.
limpia: el hábito de sarga violeta era nuevo; los obje- El champú es costumbre del segundo imperio. La
tos de aseo estaban bien ordenados en una mesa, lo existencia teórica sobre el papel fundamental que
que demostraba el cuidado de su persona» 27. desempeña el agua no carece, por tanto, ni de sombras
La disparidad existente entre la práctica y la teoría ni de resistencias. Esta representación del agua se va
higiénicas en la primera mitad del siglo XIX es, sin transformando, como la de las envolturas corporales,
embargo, más compleja que la persistencia de la seduc- pero manteniendo al mismo tiempo ciertas antiguas
ción visual. En particular, el calor del agua deja fijaciones.
oscuramente subsistir una sospecha. Sigue habiendo De manera más soterrada aún, los pudores actúan,
inquietudes y denuncias. En un mismo documento se finalmente, durante todo el siglo XIX, como otras
suelen encontrar la insistencia en la necesidad de los tantas resistencias insidiosas. Temor a que el agua
Las funcionalidades de la piel I 219
218 I El agua que protege
sobre todo cuando se trata de mujeres, se deben hacer
c~liente «despierte el deseo sexual» 33, temor al aisla- varias veces al día. Nosotros no los indicaremos por-
m~ento que la. bañera permite. Ciertos médicos que, que queremos respetar el misterio de la limpieza. Pero
aun en 1850, siguen explotando sin grandes rodeos el nos contentaremos con hacer observar que todo lo que
tem~ de los dinamismos y de los vigores orgánicos, va más allá de los límites de una higiene sana Y
empiezan a dudar: la bañera es peligrosa, porque necesaria conduce insensiblemente a resultados eno-
sU~Iere «malos» pensamientos y puede pervertir: «El josos» 38 De lo que resultan esas prácticas de las
bano es una práctica inmoral. Ciertas tristes revela- abluciones en camisa que nos muestran los conventos
ciones han mostrado cuáles son los peligros que hacen de religiosas hasta mediados del siglo XIX como ejem-
correr a las costumbres el hecho de permanecer desnu- plos extremos: «Son numerosos los testimonios de las
?o una hora en una bañera» 34. Particularmente, en los antiguas internas del convento que sólo pudieron
mternados: demasiado abandono podría extraviar a bañarse envueltas en una camisa hasta mediados del
los cuerpos sumergidos. Tibieza y aislamiento avivan siglo XIX» 39. De ello también se derivan estas resisten-
un «mal» que los mismos textos no se atreven a cias a la inmersión que tienen ciertas familias de la
nombrar: ~<No puede haber un vigilante para cada una élite hasta fines del siglo XIX: «¡En mi familia nadie se
d~ las .baneras aisladae [...]. Sueña con el mal en el bañaba! Nos lavábamos en un tub con cinco centíme-
aislamiento y se deja excitar por la influencia del agua tros de agua, o con una esponja, en grandes barreños;
calIe~te. ~os baños calientes no son buenos en el pero la idea de hundirnos en el agua hasta el cuello
colegio mas que para los enfermos a los que no se nos parecía pagana y hasta culpable» 40. Cuando, para
aband~na un solo instante» 35. Por el contrario, la vencer la fiebre de la pequeña Pauline de Broglie, un
n.a,taclOn de verano desempeña aquí el papel de ablu- médico prescribe un baño en 1900, sus familiares se
cion general. La imagen de los alumnos de los colegios alocan: no había ninguna bañera en aquella casa que,
a los que se lleva a los establecimientos del Sena sin embargo, era riquísima. Por lo que hubo que
durante los meses de junio o julio se convierte ya en alquilar una y colocarla «cerca de un gran fuego,
algo banal a mediados del siglo. Y el Journal des aunque estuviéramos en el mes de junio» 41. Nuevo
enfants. sabe hacer de todo ello un tema edificante: problema: ¿habrá que desnudar a la niña? No es
«Cada Jueves, cuando hace calor el maestro nos lleva posible. Y Paulina se tuvo que bañar en camisón.
a los baños fríos» 36. ' Difundir la costumbre del baño es también conven-
Se cuestiona más el pudor cuando se trata de las cer que ésta no ofende al pudor. El tema conserva su
desn~deces corporales que exigen las abluciones de importancia durante todo el siglo XIX. Madame Staffe
limpieza y, sobre todo, del manoseo que provocan. Se aún pretende, en 1892, banalizar desnudeces e inmer-
sospe~ha de los ademanes, se sospecha de la mirada. sión. Alusión insistente a una pureza física que se
Por ejemplo, enjugarse los órganos genitales es un acerca a la de los «ángeles de luz» 42. Alusión sobre
problema: «Cerr~~ los ojos, sugiere madame Celmart, todo a una mala interpretación de la religión: la
hasta que terminéis la operación» 37. En un documento impiedad no consiste en abandonarse desnudo al agua,
muy ser~~, F01X explota a su vez todos los recursos de sino, «al contrario, no cuidar del cuerpo» 43. Sin em-
la ablución, No nombra nada, aunque evoque peligros bargo, las reticencias que evoca Y combate madame
y reservas: «Estas abluciones, aplicadas cada día a Staffe no son directamente religiosas, sino sólo las
CIertas partes del cuerpo, deben hacerse una sola vez, reticencias que opone la tradición a la influencia
por la manana, al levantarse; sin embargo, algunas,
220 / El agua que protege

emoliente del agua; las que asocian tibieza y lascivi-


dad, hasta ver en ello el comienzo de algún vicio.
Contra ellas es contra lo que lucha la higiene del siglo
XIX.
Hay otros obstáculos todavía más importantes que
dependen de la ausencia relativa de agua en la ciudad
y de la disparidad entre limpieza burguesa y limpieza
popular, temas que merecen una atención particular.
2

LOS ITINERARIOS DEL AGUA

Cuando mueren las primeras víctimas del cólera


parisino, en la calle Mazarine, en marzo de 1832, hay
quienes vuelven a preconizar el empleo de las defensas
tradicionales: el conde Apponyi, por ejemplo, ofrece a
sus amigos «pequeños pebeteros con una pastilla odo-
rífera compuesta de menta y de manzanilla» 1 para
proteger más fácilmente del mal aire; Rémusat trata de
evitar la «fatiga y el frío» 2, y el arzobispo de París
multiplica cartas pastorales, ofrendas y Te Deum para
contener mejor la plaga 3. Muchos llegan a imaginar
la existencia de algún misterioso veneno que se ha
echado en las fuentes 4. El mal despierta olvidadas
angustias, las que provocan las grandes catástrofes
colectivas. El mal avanza siguiendo caprichosas lí-
neas, mal conocidas, siempre repentinas, que atravie-
san cuarentenas y cordones sanitarios, fulmina en
unas cuantas horas a los organismos a los que ataca e
instala un estupor general, hiriendo aparentemente al
azar y provocando horribles agonías: «El enfermo era
cadáver íncluso antes de perder la vida. Su rostro
enflaquecía con extraordinaria rapidez. Se podían con-
tar sus músculos bajo la piel que, de repente, se había
vuelto oscura, azulada, y sus ojos estaban hundidos,
secos, reducidos a la mitad, y como si tirara de ellos un
hilo, hacia la nuca o hacia el interior del cráneo» 5.
222 / El agua que protege Los itinerarios del agua / 223

El agua y la defensa epidémica Se dan a la ciudad instrucciones colectivas que


hacen del «baño templado» una posible protección 13:
Pero los pebeteros de Apponyi no son más que le podria evitar así todo estancamiento «dudoso» so-
supervivencias arcaicas. Las reacciones sanitarias en bre la piel. La recomendación se repite con regulari-
abril y mayo de 1832 muestran que los modelos de fines dad en París y en provincias, según las sucesivas
del siglo XVIII se han ido imponiendo: se aumentan los oleadas del mal: "Se mantendrá la piel lo más limpia
puntos de agua (por ejemplo, se instalan cuatro en posible, cambiando de ropa con regularidad y tomando
Passy en unas cuantas semanas) 6, se riegan las calles, baños templados de cuando en cuando» 14. Las encues-
cuyos habitantes, en algunas ocasiones, reúnen fondos tas que se emprenden al mismo tiempo sobre las
para que la frecuencia de tales riegos sea mayor 7, se instalaciones colectivas censan los baños públicos,
cierran los callejones demasiado estrechos y se echa considerándolos como otros tantos instrumentos de
cloro en ciertas letrinas 8, se promulgan instrucciones defensa. Y se cuentan, como se hace con los surtidores,
que favorecen la circulación del aire y la circulación los puntos de agua o los circuitos de riego, asimilados
del agua. La inquietud sigue siendo la del siglo XVIII: temporalmente a los dispositivos de protección 15. De-
se piensa que los riesgos dependen de las emanaciones fensa evidentemente irrisoria en un país superpoblado
mal controladas. Hasta se colocan cubos de cloro aqui y enfermo por el que atraviesan coches llenos de
o allá para «atacar» los olores 9. Aumentan las criticas muertos amontonados, arrojados unos sobre otros
que denuncian la existencia de una ciudad llena de como barriles» 16. Pero defensa que pone de relieve que
cloacas, atestada de materias fecales, encerrada en el papel del baño ha cambiado definitivamente de
ciertos espacios de los que es dificil escapar. Precisa- sentido desde los terrores causados por la peste. Pare-
mente, el Paris de La filie aux yeux d'or» * es contem- ce que el agua desempeña. un papel de pr~servación,
poráneo del cólera: «La mitad de París duerme en aunque siga dominando la Imagen de los mismos. Este
medio de las exhalaciones pútridas de los patios, de las agua, siempre "escasa», que el Rafael de La Peau de
calles y de los sótanos» 10 • Desde que se anuncia el chagrin. * va subiendo cubo a cubo desde la fuente de
cólera, la tentativa de sumergir los fosos de la isla Saint Michel, porque todavía es demasiado po?re para
Louvier, para liberar los vasos y evacuar la basura, pagar al aguador 17, o que la Mayeux, de Eugene Sue,
confirma el papel cada vez más importante que desem- ahorra ferozmente para no gastar más que cuatro
peña el agua 11 • cubos semanales 18. Agua más escasa aún cuando
El agua ha ido adquiriendo suficiente importancia ciertos declives naturales obstaculizan su llegada: en
como para que se propongan nuevos dispositivos con Montfermeil, los habitantes de la llanura deben atra-
relación al siglo XVIII; por ejemplo, se promueve el vesar el pueblo para sacar agua de los estanques que
baño como defensa suplementaria contra el contagio hay a orillas del bosque 19. El sentimiento de esta
y, sobre todo, se remodelan los circuitos de distribu- escasez sigue guiando las encuestas sobre la ,mo~tah­
ción y de evacuación de las aguas. En 1832 se votan dad colérica después de 1832. La muerte mato mas en
cien millones para obras públicas, entre las que se los barrios pobres, mal alimentados en luz y agu.a .. Es
cuenta la construcción de canales para la alimenta- lo que describe Poumies cuando cuen~a las visitas
ción de agua (y para la navegación) 12. médicas impuestas por la ciudad: «Alojamientos sm
* La joven de los ojos de oro. * La piel de zapa.
224 / El agua que protege Los itinerarios del agua / 226

aire y sin luz; inmundicias por todas partes [...]; invertir en maquinarias invisibles. El lujo que edifica
suciedad por doquier [...]» 20. Es lo que el Repertoire lachadas o el lujo más secreto, y a veces más costoso,
des connaissances utiles* traduce de manera rotunda de los productos ocultos. Inglaterra se adelantó mucho
en 1850: «Los más expuestos son aquellos que conce- a Francia. Las diversas misiones que fueron a Londres
den menos importancia a las reglas de higiene y de apuntan, desde 1830, que el agua llega por lo menos a
limpieza» 21. un tercio de las casas antes de escaparse por canaliza-
Referencia aparentemente «moderna», en la que el ciones enterradas 23. Los viajeros ingleses, por el con-
cuidado de la piel activa ciertas fuerzas oscuras y a la trario, se quedan asombrados ante el espectáculo pari-
vez quita olores y residuos. Este agua no fragiliza ya Bino: «Cualquiera que sea la admiración que se tenga
las aberturas corporales, sino que las protege y ampa- por la iglesia de la Madeleine, creo que hubiera sido
ra contra las amenazas aún imprecisas, dinamizando más ventajoso para la ciudad de París ahorrar las
sobre todo las funciones orgánicas y acelerando trans- cantidades que se gastaron en ella e invertirlas en la
piraciones y energías. Simplemente ha cambiado de construcción e instalación de canalizaciones para la
sentido con respecto a las antiguas prácticas de los distribución de agua en las casas particulares» 24.
tiempos de peste: el agua defiende, ya no expone a los Unos años más tarde el americano Colman se sorpren-
riesgos, sino que los aparta. Las autoridades, conscien- de de que en las calles de Paris todavía se sigan
~es. de que el ba~o tibio no siempre es asequible, vaciando con regularidad los pozos negros: «En Lon-
insisten en estas Instrucciones, por lo menos en las dres esta basura pasa por las alcantarillas y, desde
que predican el recurso a las abluciones: «Los pies, por allí, se va a mezclar con las aguas del Támesis [...]. En
ejemplo, se limpiarán con frecuencia con agua ti- París, las materias fecales se vacían generalmente por
bia»22. eso que se llama el procedimiento atmosférico. Se
Pero también cambian los circuitos del agua hasta coloca la carreta en la calle, a la puerta de la casa y
modificar la concepción del urbanismo. El tema cen- por medio de un largo tubo de cuero que se coloca
tral no es ya el de la sola distribución, sino también el entre la carreta y el pozo negro, se bombea el aire, y la
de la evacuación. Y el baño, a pesar de sus evidentes materia fecal semifluida pasa directamente a la carre-
limitaciones sociales, queda directamente incluido en ta» 25. Doble imagen aquí de las «aguas» inglesas, que
la red. riegan las casas antes de volver a los circuitos subte-
rráneos. La gran originalidad de estas instrumentacio-
nes es que asocian a un actor nuevo con una represen-
Circuitos de agua e higiene pública tación también nueva: es el ingeniero quien toma a su
El cólera ha reforzado sobre todo ciertos dispositi- cargo la articulación de las redes y no ya el arquitecto.
vos que modifican la imagen de la ciudad: una ciudad El médico halla nuevos interlocutores. Y con este
en la que no sólo se evacúan las aguas de superficie, espacio que va integrando los flujos subterráneos se
sino también las profundas, utilizando un sistema de va elaborando una idea inédita de la ciudad: emplear
canalizaciones enterradas. La transformación no es la capilaridad para poner en relación los puntos más
inmediata. En 1832, por ejemplo, se sigue dudando alejados por medio de conductos invisibles. Se revisa
entre invertir en las arquitecturas monumentales o el conjunto de los principios de distribución, así como
el conjunto de los actos que conducen a la evacuación
* Repertorio de los conocimientos útiles. de los residuos. La ciudad moderna se va construyendo
226 / El agua que protege Los itinerarios del agua / 227

por encima de estas infraestructuras ocultas. El objeti- Sin embargo, el circuito parisino de las aguas ha
vo es ahora el del cálculo de niveles, el de la velocidad sufrido, durante los años 1830, algunos cambios decisi-
de las canalizaciones o el de la flexibilidad de sus vos. La imagen es la de un «empapamiento», opuesto a
conexiones; hay que tener cuidado con los diámetros la del trabajo permanente y dispendioso del bombeo.
de los tubos, con su pendiente, con sus múltiples Viejo proyecto, en verdad, nacido durante el Directo-
encrucijadas. Todo lo cual no es más que técnica de rio, basado en el aprovisionamiento de agua por medio
ingeniero. Lo que Beguin subrayó recientemente con de canales. Progresivamente se empieza a realizar el
la mayor lucidez: «La originalidad de las concepciones proyecto desde 1817, se acelera en 1832 y se termina en
de la salubridad, que se van a desarrollar en la 1837. Se ha adoptado una solución muy diferente a la
primera mitad del siglo XIX, no consiste en estos del siglo XVIII. Yana se bombea el agua, sino que se
principios (agua, aire, luz) que, en lo esencial, siguen capta. El objetivo es que cueste menos y se obtengan
siendo resultado de la reflexión de los médicos del mayores cantidades de agua. La inversión financiera
siglo XVIII, sino en las inversiones que se hacen para inicial es considerable para instalar la canalización
construir grandes aparatos que siguen una nueva general, pero luego la distribución se hace por inercia:
lógica de salubridad» 26. Con ellos, la ciudad se somete la distribución natural en vez de la frágil manipula-
a una racionalización de flujos físicos, canalizados, ción de las bombas; la gravedad física en vez de la
enterrados, calculados. Los lugares de habitación ya costosa fuerza de las máquinas. Para empezar, las
no son posibles más que después de implantar una alcantarillas, cuya longitud se triplica entre 1830 y
maquinaria hidráulica escondida. 1837 3 °, aunque siguen sin recibir las aguas usadas de
Francia sigue vacilando aún ante tales soluciones. las viviendas. Pero, sobre todo, la alimentación de
El debate ha empezado ya, pero a mediados de siglo no agua, cuyo principio ha cambiado. Con el canal del
está zanjado todavía. El ingeniero en jefe de las aguas Durcq, en particular, que se ha estado cavando duran-
de París ?ree. que es oneroso y arriesgado prolongar te más de quince años, París se convierte en un centro
las canalizacionss hasta los alojamientos mismos, de alimentado parcialmente de forma pasiva; la altura de
lo que resultaría una invencible humedad 27. Sin em- la llegada de agua (25 metros por encima del nivel del
bargo, los proyectos se multiplican: los de unos tubos Sena 31) permite la alimentación de agua de varios
que recibirían directamente bajo las aceras «las aguas barrios. El dispositivo triplica las cantidades de agua
pluviales y domésticas de las casas» 28 y, sobre todo, que se bombean en el Sena, pero, evidentemente, sigue
los de aquellos tubos que llevarían el agua directamen- estando muy lejos de las exigencias de hoy. La canti-
te a los pisos: «Se trata aquí de modificar nuestras dad global se calcula para un consumo de 5,5 litros por
costumbres, de cambiar la mezquindad con la que día y por habitante 32. Los enganches, a pesar de todo,
empleamos el agua por una amplia utilización de este no se multiplican: 18 de las 178 casas u hoteles particu-
ele,mento de vid~ y de salud domésticas, por estas lares del faubourg del Roule y de Saint-Honoré reciben
practicas lavatonas tan útiles a la salud y que termi- el agua del Sena en 1831; 380 para el conjunto de los
narán. introduciéndose en nuestras casas, como las que barrios que reciben el agua del canal del Ourcq, que
ya existen desde hace mucho tiempo en las casas de componen la séptima parte de París en 1831 33 • Sin
nuestros vecinos de ultramar» 29. Se trata de proposi- embargo, lo esencial está en el proyecto de una nueva
cienes que las realizaciones de Haussmann concreta- ciudad totalmente «unificada» por sus flujos subterrá-
rán dos decenios más tarde. neos. El proyecto se ha ido formulando lentamente y
228 / El agua que protege Los itinerarios del agua / 229

su realización está aún en sus balbuceos durante la pensarse según el tema de la evacuación del agua y,
monarquía de Julio. Por lo menos, la alimentación de sobre todo, su número está sometido a estadísticas
agua empieza a cambiar y esto no deja de tener comparativas, igualmente centradas en la problemáti-
consecuencias sobre el mismo aumento del número de ca de los flujos.
establecimientos de baños. Cuando Valette innova, en 1820, creando una em-
Para empezar, estos establecimientos de baños se presa de baños que se llevan enteramente a domicilio,
desplazan; se instalan ya en el interior de París gra- está consciente de que además de la acogida del
cias a las nuevas canalizaciones y no ya a orillas del público, el problema consiste en la manipulación de
Sena. Enseguida aumenta su número revelando el los materiales y la evacuación de las aguas usadas.
insensible crecimiento de una costumbre sanitaria. La Valette utiliza una bomba que vacía la bañera «que, en
oleada del cólera es, aquí también, una fecha impor- un minuto y medio, saca el agua y la vierte fuera por
tante. Semejantes instituciones pasan de 15 en 1816 a medio de tubos impermeables que pasan apoyándose
78 en 1831, alimentadas la mayoría por las aguas más en los antepechos de las ventanas para hacerlos llegar
baratas del üurcq. Pero su número crece en un 25 % hasta el pavimento» 38. La mecánica, aparentemente
entre 1831 y 1839 34 • Lo que provoca observaciones muy sencilla, no deja de tener inconvenientes, puesto
«lisonjeras- por parte de algunas guías parisinas: por que estorba en la calzada, multiplica las manipulacio-
ejemplo, la de Abel Hugo que, ya en 1835, insiste en «el nes y es «visible». Una medida más discreta empieza a
hecho de que cada barrio de París tenga sus estableci- preferirse en los años 1830: la evacuación del agua en
mientos de baños» 35, o incluso también las observacio- los pozos negros, estas construcciones subterráneas en
nes «lisonjeras» de algunos extranjeros que escriben las que se acumulaban las materias fecales de las casas
sobre ciertas instituciones realmente lujosas: «Le recio parisinas; pero al añadir en estos locales pequeños las
ben a uno en bellos salones que dan a un jardín aguas de los baños que se llevan a domicilio, quedan
situado en el centro de un edificio adornado con saturados muy rápidamente, lo que acelera la necesi-
estatuas y fuentes. Los cuartos de baño están amuebla- dad de las limpiezas. Sobre todo, si se tiene en cuenta
dos con gusto; las bañeras son de mármol y su interior que la mayoría de los establecimientos adoptan tam-
está forrado de telas de blancura inmaculada» 36. Los .bién este sistema de baños transportados. En 1836
tonadilleros incluso no dejan de poner en escena Parent Duchatelet acusa a tal procedimiento de ser el
algunos de estos nuevos lugares 37. No hay sorpresa «responsable» (entre otros) del mal funcionamiento
alguna en que estas instalaciones se vean como un de los pozos negros: «Su lado desagradable se acre-
«progreso». Los contemporáneos no hacen más que cienta desde hace unos años de manera considera-
repetir los mismos tópicos: cada aumento en el número ble» 39. Y sólo ve a este respecto una solución: que se
de estos establecimientos satisface una demanda. El separen en la misma fosa las materias sólidas y las
elogio sólo no puede considerarse como prueba de materias líquidas, probando indirectamente que I~
novedad, porque se va repitiendo decenio tras decenio, conexión con una alcantarilla colectiva no se consi-
desde fines del siglo XVIII y se va adaptando a la dera aún algo claro. Pero estas recomendaciones
ev?lución de las cifras, aparentemente corriendo pa- revelan, en cambio, que el baño y .sus evacu~ciones
rejas con su crecimiento, pero sin engendrarlo. empiezan inmediatamente a asociarse. Se ~n~egra
Hay, sin embargo, dos perspectivas originales en el éste ahora en un «circuito», lo que es indicio de
segundo tercio del siglo XIX: los baños empiezan a mucha may~r frecuencia y también de que los itinera-
230 / El agua que protege Los itinerarios del agua / 231

rios del agua despiertan un interés bastante más Pero también lo hace el médico, que se asocia a
específico. tales cálculos. Los Annales d'h.ygiéne publique, cuya
Más significativos todavía son los cálculos estadís- publicación empieza en 1829, son, por otra parte, sobre
ticos que se empiezan a hacer sobre los baños, desde este tema el eco de los Annales des Ponts. Baños
1832 sobre todo; por ejemplo, evaluación del número públicos, distribución de agua, cifrado de cantidades,
global de baños servidos por los establecimientos, se añaden a un conjunto de tácticas que han encontra-
diferencias consideradas según las estaciones o los do a su vez, el tema que los reúne: la higiene públi-
lugares. La razón es económica: apreciar las cantida- ca'4!. La defensa sanitaria de las poblaciones unifica
des para regularizar mejor la alimentación y los su campo al decidir su «título». La evaluación del
trayectos, y ver, entre otras cosas, que los gastos agua que lava, el recuento de estos «lugares» colecti-
fluctúan según los meses, mientras que las necesidades vos y esta representación de una «ola» cuantificada
fluctúan según los barrios; asi se pueden sacar conclu- que llega hasta los cuerpos, no trastornan sistemática-
siones sobre las necesarias variaciones en el dispositi- mente el saber del siglo XVIII, pero subrayan hasta qué
vo de las canalizaciones y, naturalmente también, en punto la terminología y el proyecto evaluador s?n, por
la estimación de los caudales. Los Annales des Ponts et sí mismos, un signo: muestran que la exigencia y el
Chaussées* dan, entre 1830 y 1840, los mejores ejem- estatuto de este saber higiénico se han ido afirmando.
plos de tales censos, pacientes y precisos: «Es una Finalmente, estas cifras ayudan al lector de hoy a
especie de presupuesto de gastos de agua y de ingresos apreciar una lenta diferenciación social del baño. E,s
en dinero, del que hay que apreciar todos los engra- el público quien insensiblemente se diversifica aSI,
najes, todo el alcance y ajustar todos los movimien- como se diversifican las prácticas mismas.
tos» 40. El establecimiento de baños se convierte así en
una parte integrante del cálculo del ingeniero. Perío-
do «intermedio», por otra parte, en el que todos estos Una jerarquización social del baño
cálculos se explican por la heterogeneidad geográfica,
aún muy real, de las instituciones de baños y sobre Las evaluaciones globales no presentan de nuevo
todo por la parsimonia, también muy real, a la que está más que un sentido muy relativo; por ejemplo, seis-
condenada todavía la distribución del agua. cientos mil baños servidos en un año por los establecí-
Sin embargo, es interesante ver que este cálculo mientos parisinos en 1819 para una población de
incluye el baño en un cálculo unificado de flujos setecientos mil habitantes 42; dos millones servidos en
urbanos y también, finalmente, que la nueva imagen 1850 para una población que no es aún el doble 43. Un
que esto implica es la de un agua que se lleva en masa poco menos, por tanto, de un baño por habitante y p~r
para lavar los cuerpos de una ciudad. Representación año durante la monarquía de Luis XVIII y no poco mas
que, por primera vez, como una ola que distribuye sus de dos durante la república del príncipe-presidente.
fuerzas y diferencia sus impactos, estima el agua que Interpretadas de esta manera, tales cifras no son,
se reserva para el lavado de los cuerpos. Esta ola está, evidentemente, muy significativas. Como tampoco lo
a la vez, centralizada y desigualmente repartida. El es el presupuesto calculado por Abel Rugo en 1835: un
ingeniero comprueba y regula los flujos. «parisiense» consagra en promedio 3,50 francos para
IUS baños anuales, lo que nos hace pensar que toma-
* Anales de Obras Públicas. ban entre 3 y 5 baños cada año 44.
232 / El agua que protege Los itinerarios del agua 1111

El interés sociológico de las cifras es otro. Los tre intenta intenta imaginar, en 1846, con humor sin
establecimientos, como todo parece indicarlo, no están matices, el espacio de las casas futuras, no se preocu~~
distribuidos de manera uniforme por el tejido social, y del cuarto de baño. El apartamento del Monde tel qu il
no podrían, con mayor razón, dirigirse al conjunto del sera * dispone de las técnicas más ingeniosas, las que
público, Su particular implantación sigue siendo, por dejan entrever los saberes de mediados del SIglo X}X:
sí 801a, indicativa. La mayoría de entre ellos (83 de 101 salones o alcobas atestados de poleas y piezas metáli-
en 1839·') está situada en el costado derecho del Sena, cas, carriles y cremalleras, muelles y cordones de
el de los barrios más ricos (con exclusión del [aubourg mando, motores de vapor finalmente. El cuarto d~ aseo
Saínt-Germaín). y buen número de ellos se han insta- dispone de agua corriente, sus estantes contienen
lado, después de 1830, al oeste de la calle Saint-Denis, todos los jabones, sus paredes están llenas de espejos,
en donde se hallan los nuevos barrios burgueses. De pero no se ha imaginado espacio alguno para el
108 81 del costado derecho, por ejemplo, 50 están baño 50. En 1846 la regla sigue siendo, por tanto, muy
implantados al oeste de la calle Saint-Denis (Chaussée- fuerte: un baño se toma en un establecimiento público
d' Antin, bulevar de los Italianos, calle Richelieu O se «alquila» a domicilio y, por tanto, es «raro». Tras
[... ] 46). Con estas cifras, que siguen siendo demasiado la defunción de Berlioz se hace el inventario de su
generales, es difícil indicar una frecuencia precisa de casa; a pesar de que se hace a fines del segundo
los baños, incluso si algunos reglamentos de colectivi- Imperio, no mencionan en él más que dos cuartos de
dades dejan, a veces, que adivinemos algo: por ejem- aseo que dan a la alcoba, pero el ap~rtamento .no tiene
plo, un baño mensual en el colegio Stanislas, estableci- bañera alguna 51. El espacio burgues de mediados de
miento muy burgués, después de mediados de siglo 47. siglo ha ido conquistando primero lo que las. muy
La implantación geográfica muestra con evidencia, en grandes moradas habían eonquistado en la pnmera
cambio, la disparidad social, al mismo tiempo que mitad del siglo XVIII: lugares íntimos en los .que el a,seo
revela nuevas actitudes de la burguesía: recurso a la y las abluciones parciales poseen sus aspacios particu-
instalación pública en los nuevos barrios a falta de lares. .
instalación privada, al mismo tiempo que la costumbre Espacio generalmente estrecho: estos cuartos SI-
popular sigue sin cambiar, en apariencia. guen siendo minúsculos ane,:os de las alco~as .en el
Por ejemplo, a mediados de siglo, ninguno de los Pot-Bouille del segundo Imperio, el rico edificio diseca-
alojamientos de alquiler posee cuarto de baño, ni do por Zola: «Cerca de la alcoba se hallaba instala~o
siquiera los más lujosos. Los planos de los edificios de un cuarto de aseo, en el que sólo había el espacio
pisos del París moderno de Normand, en 1837 4 8 , los de necesario para lavarse las manos- 52 . E spacIO.
. t am blen
la Reuue d'architecture, de Daly, a partir de 1840 y «ciego» con frecuencia, por lo que se racomienda no
durante mucho tiempo todavía 49, son convergentes en cerrarlo, porque el aire estaría allí dsmasiado co~fina­
este punto. No hay ningún cuarto de baño, a pesar de do. Sin embargo, desde 1830-1840 se va ostableciendo
que empiezan a aparecer los cuartos de aseo depen- una lenta normalización del lugar en este mundo
dientes del dormitorio. Los espacios interiores se van burgués. Y, sobre todo, la aparición de un, nuevo
enriqueciendo y especializando. Incluso las fachadas mueble: esa alta armazón de madera que sostiene la
empiezan a animarse en las casas burguesas, multipli-
cando esculturas y cornisas. Pero cuarto de aseo no
implica cuarto de baño. Por eso, cuando Emite Souves- '* El Mundo tal como será.
234 / El agua Que protege
Los itinerarios del agua I 235

palangana para facilitar las abluciones de manos y sistencia de Eugene Sue cuando subraya los lujo~ d~
rostro. Es el instrumento que emplea el joven de Adrienne de Cardoville, a la que ayudan tres d~mestI­
Daumier en Le vocabulaire des enfants (1839): el joven cas antes de hundirse en una bañera de plata cincela-
se lava las manos con una esponja, mientras que, a la da en la que se entremezclaba «coral natural y ?on-
puerta, un doméstico se encoge de hombros. El hombre chas marinas» 58. El baño acompaña con naturahdad
del delantal y del plumero en la mano se ríe de este el lujo de los grandes hoteles. La fuerza de la norma es
lavado, signo evidente para él de que se trata de un allí tan suficiente que m siquiera hay que evocar la
exceso de refinamiento y de limpieza 53. Sin embargo, práctica del baño, lo que es el inevitable destmo de
la palangana tiene ahora su soporte específico. El toda norma. Sólo si se le añade algo de lUJO o de
mueble puede incluir el jarro en un alojamiento que atención parece provocar el interés. El mismo que
hay debajo, en el espacio libre: trípode de formas Balzac concede al baño prolongado de su cor~esana es
esbeltas en el que se hallan superpuestos palangana y otro ejemplo. Cuando se le present,,; la ocasicn ~nslste
jarro .4. muy particularmente en las abluciones femenmas y
Por el contrario, a partir de los años 1830-1840, casi renueva el paralelo entre calor y languidez. BaJO, los
todos los muy grandes hoteles particulares poseen valores energéticos y de salud, sigue corrIendo aSI un
cuartos de baño, como lo confirman los planos de vínculo más oscuro, incluso más duradero, y, por lo
Norma~d en 1837 y, sobre todo, los de Daly en 1864, menos, presente desde la instauración d~ lo". n~evos
cuyos ejemplos van de 1820 a 1860 55 . El espectro social baños de la nobleza, entre el calor, la mujer dlstmguI-
del baño, en el segundo tercio del siglo XIX deja da y la limpieza. Tibieza y limpieza conserv";,n de
adivinar sus líneas maestras: prácticas múltiples en manera soterrada un valor femenino al que el ban~ no
las que el baño mismo se enriquece con hábitos y puede escapar: «Se bañaba y realizaba e~te aseo mm;-t-
lugares que le son propios. Más que nunca, las «for- eioso, ignorado de la mayoría de las mujeres de París,
mas» del baño les diferencian. pues exige demasiado tiempo y casi na lo pueden
La primera práctica es la de las grandes residencias practicar más que las cortesanas, las mujeres de vI~a
privadas que no asombra a sus contemporáneos y alegre o las grandes damas que disponen de todo el día
. 59
hasta es preciso que haya alguna circunstancia parti- para eII as mismas» . . .
cular para que se describa o solamente se recuerde. Una segunda práctica es la de los establ:clmle,:tos
Como la sorpresa del conde Apponyi, por ejemplo, ante de lujo, cuyo mejor ejempl? es el de los banas chinos
la ingeniosa maquinaria del duque de Devonshire: «Un de los bulevares. DomestIcIdad numerosa, gran dISP~­
gran recipiente de mármol blanco: escalones de la nibilidad de accesorios, hasta albornoz, .ese largo vestí-
misma piedra que bajan hasta el fondo, un agua do de lino que se ha calentado prsviamente en. un
transparente y clara como el cristal asciende o des- horno' cuartos de reposo y de lectura, tocadores priva-
ciende a voluntad, y siempre está caliente, pues día y dos. Los precios pueden variar entre 5 y 20 francos,
noche se mantiene el fuego que la calienta para que se cuando el salario cotidiano del obrero se eleva, a
pueda uno bañar a cualquier hora» 56. También tene- mediados de siglo, a 2,50 francos 60. Tales ~stablecI­
mos la sorpresa que manifiesta Alexandre Dumas ante mientas son poco numerosos Ysu clientela mas bien se
las precauciones de mademoiselle Georges: «Primero compone de grandes viajeros ~fortunados o algunos
se aseaba antes de entrar en el baño para no ensuciar nuevos ricos que pueden contrIbUIr a poner de moda
el agua en la que iba a permanecer una hora» 57. In- ciertos lugares.
236 / El agua que protege
Los itinerarios del agua I 237
La mayoría de los demás establecimientos corres- los Bains ti quatre sous *. y durante la monarquía de
ponde a una categoría diferente: cuartos de baño Julio son suficientemente frecuentados como para que
ado~nados con tela~ y asientos que se diferencian por Daumier los pinte varias veces 64. El público es clara-
la nqueza de los aillones, de las tapicerías o por la mente específico: numerosas siluetas, amontonadas en
superficie disponible. Pero la verdadera diferencia no desorden, ademanes agitados, baños entremezclados.
consiste aquí en el mismo lugar, sino en la posibilidad Parece que se ha hecho el lugar indistintamente para
de hacerse llevar el baño a domicilio. Lo que indica los que nadan, los que se lavan, los que se refrescan y
una comodidad suplementaria, COmo lo dicen clara- los que se observan. Se trata de un punto de reunión
mente las estadísticas de Emmery en 1839. Por ejem- durante los grandes calores, en el que el baño de
plo, hay un establecimiento en el bulevar Montmartre cuatro perras muestra estos lavadds furtivos y de
y otro en el corazón mismo del faubourg Saint-Ger- temporada; inmersiones aún vacilantes, en las que se
main que proporcionan, en 1838, un número aproxima- ve una relación aún frágil con el baño de las bañeras.
damente equivalente de baños cada año: 40.960 el Los más humildes de estos baños se realizan con
primero, 37.720 el segundo. Pero, cuando en el fau- rapidez, en el río, fuera de todo establecimiento. Baños
bourg Saint-Germain más de la tercera parte de estos desordenados, ejecutados en cualquier sitio, bastante
baños se llevan a domicilio, son menos de la sexta poco frecuentes, claro, y sólo estivales. Las litografías
parte en el bulevar Montmartre 61. La diferencia es de Daumier revelan, una vez más, una posible costum-
so~ial. La riqueza de los dos barrios se refleja en la bre de lavado: El Charivari del 13 de agosto de 1842
practica que se adopta. Los barrios más ricos crean un muestra a dos personajes delgados que chapotean,
espacio privado de baños sin construir ni realmente andrajosos, en el agua gris del Sena, en donde se
adaptar el lugar. Se trata de una elección intermedia lavotean la espalda y la cabeza con grandes y desorde-
entre el baño público y el baño de los grandes hoteles. nados movimientos. Se «están lavando» mientras va-
La franj a social que goza de ellos una vez más se rias elegantes siluetas, aparentemente indiferentes, se
adivina más que se define. Las muj~res de vida al~gre pasean por la orilla del río. Pero todo el problema
de Gavarní charlan sentadas al borde de una bañera consiste precisamente en esta «indiferencia». Al mis-
con ruedas que se ha instalado previamente contra la mo tiempo, ésta ya no es evidente, pues significa que
chiJ:n~nea de un salón muy burgués 62, o tal propietario hay una nueva oleada de pudor que tolera menos bien
parIS100 que, en la comedia de Kock, recibe una serie el espectáculo de estos personaj es medio desnudos,
de baños cuyos portadores mojan las alfombras y encogidos, en el río, a dos pasos de la orilla. Los
rompen objetos 63. bañistas de Daumier no lo ignoran: «Cuidado, Gargou-
Sin embargo, los hábitos difieren siguiendo una set, mira al burgues• ese que pasa con su senara
- [oo.»
] 65 .
graduación de distinciones. Las disparidades no sólo Una vieja ley del Antiguo Régimen prohibía ya los
se pueden observar entre el baño y las abluciones baños lúdicos veraniegos fuera de las zonas acota-
parciales, s100 que también se observan entre los das 66. La regla se refuerza en el siglo XIX, repetida
diferentes tipos de baños. cada año por la prefectura de policía: «Nadie se
Finalmente, hay una práctica popular: los baños bañará en el río si no es en los baños cubiertos» 67.
que se .toman en el río, en verano. Hay algunos Pero si la indiferencia de los paseantes litografiados es
establecimientos en las cercanías de París, instalados
en plena corrrente y vallados bastamente con tablones: * Baño de cuatro perras.
Los itinerarios del agua I 239
238 / El agua que protege
Que pueden recurrir a est~s div~rsas «cu~lidades». Las
sólo aparente es, precisamente, porque es contemporá- costumbres se han ido dIversIfIcado al Irse aspeciali-
nea de nuevas proposiciones destinadas a dirigir y sando. Los más pobres, por el contrario, ~~m aquellos
mantener la limpieza del pobre. Limpieza casi «impues- cuya higiene dependerá pronto de la acción de otro~.
ta» desde el exterior, para hablar claro, y que va en el Una nueva serie de normas, que se pubhc~n después
mismo sentido de las estrategias que intentan contro-
de 1840, se orienta explícitamente ~a?'a la indigencia.
lar la pobreza. A los bañistas de Daumier va a dirigirse una verdade-
Tenemos que evocar estas estrategias y abrir aún ra pastoral y para ellos se van a concebIr unos estable-
más el espectro social de las costumbres del baño. No
se deben las distancias sólo al lujo o a la frecuencia de cimientos muy específicos.
las abluciones, sino también a la variedad de las aguas
utilizadas, así como a la variedad de las intenciones
que demuestran. El baño de los más afortunados va
aumentando su diversidad en la primera mitad del
siglo XIX: agua tibia que facilita las energizaciones
orgánicas, agua caliente también, que se emplea una
vez más con fines de relajación intimista, agua fría,
finalmente, corriente, que se añade para las hidrotera-
pias. En particular, el baño de mar, sobre todo después
de 1820-1830, que explota las afirmaciones de los higie-
nistas del siglo XVIII, convirtiéndose en una práctica
muy específica. El agua sólo es, en tal baño, una
«prueba» para obtener un choque y un endurecimien-
to. Estas aguas deben «afrentarse»: se tira el cuerpo
contra las olas para recibir de ellas ciertos trastornos
reforzadores, o se reciben los cubos de agua salada que
se vierten directamente sobre la piel. Hay un ejército
de «bañeros» que cobran por apoderarse hábilmente
del cuerpo de los «curistas- y tirarlos brutalmente
contra las olas antes de recuperarlos y volver a empe-
zar. Todo el efecto se obtiene con las sacudidas repeti-
das y con el frio 68. Esos baños, de los que Dieppe sigue
siendo durante mucho tiempo el centro geográfico, no
sirven todavía para practicar la natación y, de todas
formas, no tienen ninguna relación con la limpieza. La
hidroterapia toma un sentido autónomo después de
acercarse a los higienistas durante el siglo XVIII. Las
funciones del agua no se han dividido definitivamente
sin que las virtudes del frío se hayan olvidado total-
mente. Ahora bien, son precisamente los más ricos los
La pastoral de la miseria' 241

." hay que repetirlo, la referencia esencial a los


,eligros «miasmáticos».
Cuando Clerget describe en 1843 1 un carro que se
.Iaa concebido para limpiar las basuras de las calles por
taedio de una escoba mecánica, subraya el papel cada
vez más importante que, en el siglo XIX, va adquiriendo
3 la imaginación maquinística. Se trata de un aparato
complejo compuesto de ruedas dentadas y de cadenas
LA PASTORAL DE LA MISERIA sin fin que permite barrer el suelo según un principio
de frotamiento circular y alternativo. El engranaje se
pone en funcionamiento utilizando la sola fuerza del
caballo. La mano humana no tiene más que conducir
el carro. Las viejas norias hallan aquí una nueva
E? re.alidad, la imagen del pobre y, sobre todo, la de actualidad: una especie de cajas, acopladas a cadenas
la,mIserIa. están cambi;mdo y convirtiéndose en algo móviles, van rascando el suelo y vertiendo los desper-
mas mquíetanto y mas amenazador con la nueva dicios en el carro portador. Mecánica «arriesgada»
c~udad industrial, igual que va cambiando la «pedago- y aún utópica, porque todo el conjunto de ruedas y
gra. destinada a los indigentes y el lugar que van cadenas que la ponen en movimiento pesa mucho,
ocupando las prácticas de limpieza. Finalmente se va pero, sobre todo, la adecuación del aparato al suelo
imponiendo con insistencia desconocida hasta ese mo- parisino lo hace aleatorio. .
~ento Una asociación: la limpieza del pobre se con- El interés del proyecto de Clerget consiste menos
VIerte ,en garantía de moralidad que, a su vez, es en esta máquina compleja y ambiciosa que en el
garantía de «orden», A partir de 1840, sobre todo, se comentario que hace el autor. No se propone esta
confirman estas asociaciones de ideas. mecánica de los tiempos futuros solamente como ins-
trumento de salud, sino también como instrumento de
moral: una limpieza que avanza paso a paso hasta
U na moralización de la limpieza meterse en las costumbres íntimas de los más humil-
des. Una limpieza conquistadora en la que, lenta y
Ambición compleja y totalizadora a la par, puesto confusamente, llegan a codearse orden y virtud. Hasta
que, de la hmpleza de la calle a la limpieza de los la progresión es ejemplar: de la calle a la vivienda y de
alojamientos, de la limpieza de las habitaciones a la ésta a la persona: «Como la limpieza llama a la
limpieza de los cuerpos, lo que se intenta es transfor- limpieza, la del alojamiento exige la del vestido y ésta
mar las costumbres de los menos afortunados. Expul- la del cuerpo y ésta, finalmente, la de las costum-
sar sus supuestos «vicios», patentes o visibles mitifi- bres» 2. No se trata, como en el siglo XVIII, de evocar
cando las prácticas de sus cuerpos. Se va instalando sólo los vigores, sino también de evocar los recursos
~na .verdader~ past?ral de la miseria en la que la insospechados del orden. La ética de las «purezas»:
limpieza tendría casi fuerza de exorcismo. La mecáni- «La suciedad no es más que la librea del vicio» 3. Y el
ca de las ciudades y la moral van a entremezclarse con público implicado en todo ello no es la burguesía, sino
una forma completamente nueva, sin que haya cambia- evidentemente el pueblo pobre de las ciudades, el que
242 / El agua que protege La pastoral de la miseria / 243

la~ ciudades de principios del siglo XIX arroja a aloja- entre los insensibles depósitos de exudaciones diver-
mientos amueblados, abarrotados, y hasta a sótanos .ps; nada está más horriblemente SUCIO que estos
oscuros, pueblo del que las encuestas de Villermé pobres deshonrados» s. Olores y sudores van a amalga-
dieron una siniestra imagen: «En Nimes, por ejemplo, marse con las moralidades «dudosas»: «Le abren a una
en las casas de los más pobres, podría decir que en las un cuarto ya habitado a veces por una decen~ de
casas de la mayoría de los tejedores de tercera clase no individuos educados como tártaros en el dssprecio de
hay más qu~ una cama sin colchón en la que duerme la camisa y que no saben lo que ~s lava~se» 9: Y
t~da la fall}I1Ia; pero siempre he visto en ella que hay empieza a cuajar la idea de ciertos vínculos imagma-
saban~~; solo que la tela de éstas se parece a veces a rios como el de la suciedad, que desemboca en el VICIO.
una Vieja bayeta de fregar el suelo» 4, Es inútil añadir Miseria inquietante cuyos harapos y piojos son sign?s
nada a este cuadro de los indigentes enterrados en de un ilegalismo siempre posible y de una delin~uencla
habitaciones sin ventanas, sexos y piojos entremezcla- por lo menos latente: «Si el hombre se habitúa a los
dos, ~ esos catres en que se amontonan como gusanos andrajos, pierde inevitablemente el sentImIento de la
los miembros de la familia del lapidario de Les mysté- dignidad, y cuando este sentimiento se h~o perdido,
res de Paris 5, Es preciso que haya una circunstancia queda la puerta abierta a todos los VICIOS» .
excepcional para que el joven Turquin, obrero remen-
se con empleos hasta entonces de fortuna, se lave en
1840, para que sus futuras empleadoras, mujeres de Pedagogías
vida alegre, vean en él a un dócil recadero. Esta La respuesta contra estas alarmas, en, realidad
práctica, extraña para él, le sorprende hasta provocar- confusas, es una política de desamontonamlent.o .que
le un recuerdo imborrable: «Calentaron agua en un hoy se conoce bien 11. Por lo que toca a l~ higiene
gran caldero, me cortaron el pelo me desvistieron y misma, la respuesta es, para empezar, pedagógica.
me lavar~n frotándome hasta pon~rme colorado, pues Después de 1845 se multiplican las Hyg,ene ~es
no carecia yo de habitantes» 6. El chico se queda [amilles o las Hygiéne popula,re, literatura fila,ntróplca
asombrado por el agua que gastan estas cortesanas y que distribuye preceptos, sugerencras y con~ejos. M~s:
que hay que llevar a fuerza de brazos. Las buhardillas sé, uno de los primeros, insiste en un '!'aterlal estudia
que había conocido Turquin eran, sin duda, menos do adaptado en teoría a los mtenores popul~~es,
acogedoras, estaban sobrepobladas y apestaban, Las E~cadenamiento de movimientos elementales, utIliza·
ciudades de la primera industrialización han ido acele- ción de instrumentos «corrientes» que, a falta de ,bailo,
ra,;,do las acumulaciones humanas y también han ido deben hacer que los lavados generales se convle~n
avivando el tem~r que provocan sus peligros políticos, en algo familiar. Massé, como buen pedagogo, qUiere
samtarios o sociales. París alimentaba en su seno a decirlo todo: los menores movimientos, los objeto. mé.
salvajes de un nuevo tipo 7. De lo que se trataba era de humildes, su materia, su forma, su número. Comenta
contenerlos y de dominarlos. la cantidad de agua que hay que emplear, defi~e .~
Sin embargo, es imposible evocar estas descripcio- temperatura Y limita la duración de sus aplicaclone.,
nes ~m subrayar la particular insistencia con la que se enumera instrumentos, emplazamIentos Y tI~mpo •• y
persigue la suciedad del indigente: «¿Y su piel? Su piel, no se detiene ante ninguna redundanCIa, poniendo en
aunque SU_Cl!~, se reconoce en el rostro, pero en el evidencia los detalles más insignificantes, pel'luadldo
cuerpo esta pintada, está oculta, si se puede hablar así, de que el público a quien se dirige tiene que aprender·
244 / El agua que protege La pastoral de la miseria / 245

lo todo. Un lenguaje aplicado y serio, prolijo, pero so- La escuela primaria es otro lugar, más importante
lemne, que trata de ser cada vez más «simple». Massé, aún, en el que se pueden difundir las normas creadas
apasionado de la pedagogía popular 12, convencido para los indigentes. Los manuales del maestro, des-
de que hay que describir hasta el fin, sigue, monóto- pués de 1830, repiten con regularidad los principios
no, con buena conciencia: «y primero es necesario una esenciales de los tratados contemporáneos de higiene.
palangana vacía, un barreño medio lleno de agua fría, Algunos manuales destinados a los alumnos los repi-
una cacerola de agua caliente, dos esponjas más bien ten igualmente. El Réglement de l'instruction primaire
grandes, lo que llaman en las tiendas esponja de de Paris recomienda, en 1836, que los «alumnos de las
apartamento porque sirve para lavar los suelos, un seis primeras clases primarias» 15 lo lean con regulari-
gran trozo de franela, toallas o trapos de cocina. Se dad y hasta se lo aprendan de memoria. El manual de
toma el trapo de lana y, con él, se fricciona uno todo el higiene se convierte en un texto de trabajo. No es
cuerpo. Sobre todo, hay que frotar el pecho y los sorprendente que tal aprendizaje se vincule «esencial-
sobacos, todas las partes en las que el calor de la cama mente con la instrucción moral y con la instrucción
puede producir transpiración [...j. No hay que decir religiosa» 16. Se trata realmente de una catequesis. La
que antes de entrar se debe verter, en el lebrillo que ya higiene confirma su estatuto de saber oficial, «didacti-
tiene agua fría, bastante agua caliente como para zado», La observación de ciertas recomendaciones
poner todo el líquido a una temperatura de 20 grados prescritas en este texto es, de todas formas, casi
por lo menos. Tampoco hay que decir que se debe imposible: especialmente la que sugiere a los pobres de
colocar el lebrillo en un rincón de la mesa de manera las ciudades y del campo «un baño tibio al mes,
tal que esté al alcance del que se lava. Entonces, durante el invierno» 17, práctica imposible, evidente-
cogiendo las dos esponjas, una en cada mano, y hun- mente, cuando leemos las descripciones de Villermé
diéndolas en el lebrillo, se empieza con resolución la sobre las condiciones de alojamiento. Pero, ¿no se
operación de lavado [...j. No os detengáis un solo trata primero de una pastoral?
instante, ahorrad el agua para que haya con qué lavar- Por el contrario, la escuela quiere influir sobre la
se por lo menos durante un minuto, y, en cuanto decencia exterior. Por ejemplo, tenemos la insistencia
terminéis, salid de la palangana y tomad rápidamente repetida de madame Sauvan para modificar paciente-
una toalla para secaros» 13. Todo, en este documento, mente las partes visibles. Nada traiciona aquí la
se orienta hacia la economía: primero la del material; tradición: «No os mostréis ni encantados ni asqueados
luego, naturalmente, la del agua y hasta las del tiempo por vuestras nuevas relaciones. Sed buenas chicas, si
y del lugar. Poco espacio, pero una ablución general. puedo decirlo así; que la grosería de los modales, que
Tales nociones serían posibles con la condición de que la suciedad del vestido, no os repugnen. Combatidlas,
se recuerden las referencias elementales, hasta las más destruidlas en vuestras alumnas [...j» 18. Tenemos tam-
insignificantes. El tratado de higiene popular no es bién el precepto de Overberg que, desde 1845, se ha
aquí más que un tratado militante. Militantismo parti- convertido en norma encantatoria: «Que se laven bien
cular, por lo demás, de buena gana «catequizador». manos y rostro» 19.
Concebido para los «obreros de las ciudades y de los Todos estos sermones pedagógicos se completan
campos», el catecismo del ruanés Guillaume es otro finalmente con las recomendaciones regulares que se
ejemplo que denuncia, una vez más, la suciedad como empeñan en promulgar los diferentes consejos de salu-
«resultado casi siempre de la pereza» 14. bridad. Organización que, desde la promulgación de la
246 I El agua que protege La pastoral de la miseria I 247

ley de 1848, tiene ramificaciones en provincias y hasta eía que oponen estos hombres de la tierra a aceptar las
en los diversos distritos de la ciudad. Tales recomenda- nuevas normas. Por primera vez, los consejos hablan
ciones se ~dicionan, monótonas, repetitivas: el consejo 'claramente de tal resistencia. Incluso intentan «com-
de salubridad del Sena insiste también en 1821 en la prenderla»: los criterios del campesino tienen su
creación d; baños públicos gratuitos para los pobres, «coherencia» que responde, entre otras razones, a
en pleno rio, «pues un pueblo amigo de la limpieza lo ciertas esperas específicas de rusticidad, todas ellas
es pronto del orden y de la disciplina» 20. Sólo lo muy alejadas de la higiene de las ciudades: «Se niegan
precario de estos baños y, sobre todo, la espera de sus a cambiar de ropa cuando están mojados o cubiertos
consecuencias «disciplinarias» (el «orden» y no ya sólo de sudor e incluso dejan de tomar cualquier precau-
el v~gor) hacen que sus llamadas tengan un claro ción contra el enfriamiento, porque temen acostum-
slgmfi~ado. Los consejos se hacen eco de una higiene brarse a la molicie» 24. Resistencia de la «tradición,
«moralizada» y van repitiendo hasta las periferias fuerza turbadora que se presta a los olores animales,
geográficas una predicación unificada que se dirige seducciones oscuras que ejercen los excrementos y sus
específicamente a la indigencia. efluvios. La higiene de las ciudades encuentra ahora
Pero los testimonios que las instituciones de salu- que esta sensibilidad es extraña y que emerge de
bridad aportan de sus respectivas provincias subrayan cuando en cuando en algunos textos cultos. Todas
también la relativa inmovilidad de las prácticas loca. estas referencias que, generalmente, no se expresan de
les. Las «quejas» del Consejo del Aube, por ejemplo, en manera abierta, remontan a las sensaciones más es-
1835: «Los habitantes de Villemaur se equivocan cuan- condidas para atribuir una fuerza estimulante al olor
do desdeñan el baño. Muchos de ellos SOn lo bastante de las transpiraciones o incluso al de las inmundicias.
holgados como para proporcionarse una bañera, por lo Signo masculino del sudor" e.ntre otros,. que Bord~au
menos de madera. Pero, además, la administración aún evocaba en su texto médico a prmcipios del Siglo
local debería instalar en el río Vanne ciertos baños XIX: «El estado hirsuto y escamoso de la piel, el olor
~úblicos [...]» 21. Las «quejas» del Consejo de Nantes, que exhala son pruebas de fuerza, de los efectos de una
Igualmente, lamentan en 1825 la ausencia en el Loira decidida predisposición para la generación y de los
de baños para los más pobres 22. fenómenos de la caquexia seminal» 25. La «complici-
Pero en lo que tales testimonios toman un aspecto dad» con tales seducciones no es evidentemente posi-
totalmente inédito es en su severa crítica sobre las ble.
condiciones de la vida campesina. Esta severidad me- Lo que cambia aquí es la imagen de las relaciones
rece que se le preste atención. Los médicos de fines del entre ciudad y campo. Y no porque la acumulació~
sigl? XVIII, apasionados de aerismo y de campo, se ciudadana se perciba bruscamente como menos peli-
hablan mostrado siempre dudosos ante tal tema. Las grosa, ya que nunca, quizá, pareció tan inquietante;
granjas y los establos les parecían confinados y apes- pero, por lo menos, los que conciben la higiene pública
tosos, pero el aire de las colinas salvaba lo esencial. y predican contra la miseria desplazan las vlrtude.s
Ahora bien, se condena ahora la higiene del hombre que se atribuían hasta ahora a las referenCias campesi-
del campo como no se había hecho nunca: «Descalzos nas. La ciudad está totalmente centrada en la necesi-
después de limpiar el ganado y de transportar el dad de estas transformaciones internas, autónomas,
esti,ércol, no d~dan en meterse en la cama tal y como específicas.
están o en vestirse» 23. Y se evoca también la resisten-
248 I El agua que protege La pastoral de la miseria I 249
Dispositivos regeneradores del promotor: acrecentar el hábito del baño con el
hábito de mudarse la ropa y evitar así que los tejidos
, Evidentemenrs, el verbo y la pedagogía no po- lavados se sequen en los mismos alojamientos, agra-
dían seguir SIendo las únicas respuestas a las «amena- vando así su humedad o su insalubridad.
zas,! de la miseria. El orden que se esperaba de la Casi todas estas creaciones siguen siendo durante
higiene no .podía, ~or lo que a él respecta, seguir largo tiempo simples establecimientos modelo 29: la
slen~o un SImple objeto encantatorio. Y se imaginan importante inversión financiera no concuerda con los
medidas muy concretas a partir de mediados del si- beneficios que se obtienen (los baños son gratuitos o
glo XIX para corregir las suciedades indigentes, medi- cuestan 10 céntimos). Pero estas instituciones plan-
das que dejan esperar verdaderos cambios «regenera- tean en los «mejores» términos, a mediados del siglo,
dores». los problemas de una higiene totalmente pensada para
Hacia m;diados de siglo la creación de baños y los dominados. Para empezar, hay una total insisten-
lav~deros publIcas, gratuitos o de precio moderado es cia en la estricta utilidad de lugares y objetos: «Los
la Ilustració~ más significativa y más ostentosa' de baños demasiado prolongados producen en las obreras
estas realIzaCIOnes sanitarias y morales. El emperador y las mujeres del pueblo una susceptibilidad enojo-
hace anunciar ruidosamente en 1852 que participa sa» 30. La duración del baño es, pues, limitada. Los
personalmanu, en tales empresas y retira de su «tesoro proyectos calculan que el tiempo de ocupación de las
p~,rtIcular» 26 las cantidades necesarias para la crea- cabinas debe limitarse a treinta minutos. La evalua-
CIO~ de tres. ~stablecimientos en los barrios pobres de ción del consumo de agua también implica vigilancia:
P~rts. Tambián concurre con este dinero a la construc. los grifos se cierran automáticamente cuando han
cion de un establecimiento modelo en Romorantín. El dado una primera cantidad de líquido. El calor, final-
tema agita a la clase política. La Asamblea debate en mente, no debe ser excesivo ni demasiado costoso, por
1850 sobre la apertura de un «crédito extraordinario lo que se controla y se limita su intensidad. La
de 600.000 francos para favorecer la creación de esta- pedagogía se prolonga así por medio de la norma que
blecimientog modelo de baños y de lavaderos públicos se impone a los instrumentos y a los espacios. Esta
en provecho de las poblaciones laboriosas» 27. Hay higiene de los indigentes no puede pertenecerles, evi-
algunas realizaciones que se acaban: los baños y dentemente.
lavaderos de_ la calle de la Rotonde 28, por ejemplo, a Pero el tema es central a mediados de siglo, cuando
los que se anade una sala de asilo, cuya importancia recoge todas las legitimaciones oficiales que se le dan
SOCIal es ahora muy conocida. El plano de este conjun- a la higiene del pobre. El debate de 1850 se convierte
to se difunde como un ejemplo: entrada separada para en un verdadero compendio teórico. La moral, natural-
l~s hombres y las mujeres; patio plantado de árboles mente, sobre la que el ponente insiste con pesadez muy
dIspuestos entre baños y lavaderos; chorros de agua en parlamentaria: «Todos los que han vivido un poco con
este n:1~mo patio que hacen que se vea una posible la clase obrera saben muy bien la diferencia que hay
profuslO~ de agua y subrayan el valor simbólico del entre dos familias que tienen los mismos recursos: una
lu~ar. Fmalmente, las ,cifras: cien <<lavanderos» y cien de ellas está habituada a la limpieza y hace entrar en
baneras. L~ pro~ecuclOn de tal política permitiría que su casa la salubridad y el orden, mientras que otra, por
el pueblo dispusiera de un agua aparentemente asequi- el contrario, entregada a la suciedad, con perdón,
ble. EVIdentemente, ropa y piel se asocian en la mente acompaña esta costumbre con vicios y desórdenes» 31.
La pastoral de la miseria / 251
250 / El agua que protege
e ibles a las que tendrian si se les dejase
mente prereri ;' 35
El cólera también, del que un nuevo brote ha causado abandonados totalmente a SI mIsmos». 1 es
más de 20.000 muertes en el París de 1849: «La base del y así se cierra el círculo. El agua que ava
proyecto, señores, no es necesario que la busquemos realmente di.sp~nsadolrafde energía~naz::~re~ ~': l~~:"~
muy lejos. Todavía tenéis todos presente en la mente cambios orgamcos y as unciones- los más
b;~:r:a1: lf~~~:~~i~~.l:,;:l,::n~~af:;~ garaftía
las desgracias que han herido a Francia en 1849, de
qué manera se ha cebado el cólera en el país [...]»32. da
Hay que aumentar «los medios higiénicos que posee el :~are;temente tranquilizadora de un orden mora.
país para defenderse contra la invasión de semejante
plaga» 33. Los baños, una vez más, deberían proteger y
prevenir. Pero hay un argumento más general, y en
parte nuevo, en el que biología y moral aportan sus
objetivos regeneradores. El espectáculo de una mise-
ria incontrolada aumenta el de una posible regresión
física y social. Estas masas, sordamente rebeldes, caó-
ticas, cada vez más numerosas, que dilatan y trastor-
nan las ciudades, embrutecidas finalmente por el tra-
bajo desde las primeras exigencias industriales, hacen
planear la idea de un «retroceso» posible. Nada menos
que un debilitamiento de la raza, por ejemplo. Encues-
tas alarmadas sobre los obreros, cuadros acumulados
sobre la estatura de los quintos, censo de las enferme-
dades que se observan durante los consejos de revi-
sión, una retórica alimentada por estadísticas apresu-
radamente hechas, obsesionadas por una imagen rígi-
da del progreso y que explotan hasta la metáfora las
nuevas reflexiones sobre las especies animales 3', desa-
rrollan el riesgo de la degeneración. Inversamente se
insiste en la creación necesaria de dispositivos regene-
radores que mezclan filantropía y control social. Los
baños del pobre, que organizan concretamente la desa-
parición de las mugres, parecen totalmente adecuados
a tal proyecto. Dumas, ministro que reclama créditos,
lo dice sin rodeos durante este debate de 1850: «Cuan-
do se aumentan las condiciones de salubridad de una
parte de la población, no sólo se hace en su provecho;
los niños que salen de ella, cuando llegan más tarde al
servicio del ejército, cuando se convierten en ciudada-
nos del Estado, desde el punto de vista de la salud y de
la fuerza para el trabajo, están en condiciones infinita-
Los hijos de Pasteur I 253

hundidos en su bañera para evaluar el ritmo de su


pulso o experimentar la presión de sus pulmones 2.
Pero ya se va iniciando una diferencia entre estas
nuevas aspiraciones y la atención que insistía desde
hacía algunos decenios en las mugres obstruyentes. El
"peligro» existe fuera de toda mugre. La piel lleva
4 gérmenes ocultos, puede mantener agentes invisibles
y, desde ese momento, ofrece a la limpieza un papel
LOS HIJOS DE PASTEUR muy preciso: barrer repliegues y anfractuosidades
para expulsar una presencia íntima y peligrosa a la
par.
La misma teoría de los miasmas había iniciado el
dí ~uan~~, a fines del siglo XIX, Remlinger efectúa
cambio de dirección a fines del siglo XVIII. Atacando el
la ras la, una enumeración de los microbios ue olor que provocan las suciedades, el agua intervenía
h~y en .el ag~a de su b,,:ño, muestra hasta qué punt¿ la en el principio mismo de las fiebres y de los contagios,
y apuntaba ya hacia las presuntas fuentes de infec-
microbio logía «pasteurIana» ha podido t &
d d d Ir ranslorman-
í

o, es e 1870-1880, la percepción de 1 Ii , ción, sin circunscribir claramente su modo de transmi-


R l' er a rmpieza sión. Por lo menos «limitaba» las consecuencias pato-
e:y. I'1 ~cumula las «verificaciones»: número pro:
me 10 e mICrobIOS después del baño de una p lógicas de malos olores y efluvios. Pero la reflexión se
sana núm di' ersona centraba en los alientos y las fetideces. Ahora bien, el
d :1' ero pr~me o de mICrobios después del baño microbio se convierte en una causa más precisa, situa-
de rm ítares que ,Ignoran desde hace tiempo todo lava-
ble y referenciable a la vez. Es independiente del olor y
p o, do mcluso numero promedio de m'icro bilOS que se es observable. Los colorantes de Pasteur permiten que
~~ ~n encon.t~ar en las ~onas más diversas del cuer- se describan sus formas y sus dimensiones. El microbio
hor~ d~ ~ZI~f;fnE~on~tg~Irí~,sin sorpresas, limitar la existe, con su espacio, su vida y su duración. Un ojo
pri ' . , . ca cu o SIgue SIendo Impreciso El bien instrumentado puede seguir sus itinerarios y sus
n:~~~~I~o~~~7:I~ddeJi~~:~:~ k:~~~~t::~cla gér~e- penetraciones. Al identificarlo, el microbio materiali-
estérrlas, que se llevan de un lugar a otro d ~as ga~as za así el riesgo. De donde se deriva el papel inédito de
a la garganta o de los esfínteres a los te~u~e::o~x~:: la limpieza, que ahora lucha contra enemigos cuantifi-
«ex t ernos», cuando se exprimen no ofr ~ cables: .«La limpieza es la base de la higiene, puesto
eXP~icaciones todavía aproximadas. Lo e~:~n~:~ q';le que consiste en alejar de nosotros toda suciedad y, por
em argo, no reside en la cifra. Lo que importa ~::n ello, todo microbio» 3. A pesar de todo, este ser multi-
forme que pulula en las placas coloreadas, escapa
~~;li~~o. ;epre.s~~ta: el universo bacteriológico, cuy~ totalmente alojo desnudo. Las consecuencias son
cion mlCIO Pasteur, transfigura la ima g en d 1
lavado. El agua «borra» el microbio El b - t e inevitables: lavarse es, como nunca lo fue, trabajar en
nuevo bi t.i h . ano lene un lo invisible.
corpus~ul:r~v~o :ze~i~~~t:e;:p~:ezca tuna presencia
atención y la de 1 •. rup ura entre tal
os medICas de fines del siglo XVIII
254 / El agua que protege Los hijos de Pasteur / 255

Los «monstruos invisibles» otra manera, en esta deriva, que sospecha de todo, el
baño que lava también puede favorecer la vida del
Esta nueva limpieza va desplazando la dirección de microbio. Otros también sospechan que el agua que ha
la mirada y borrando lo que no se ve ni se huele. La ensuciado la inmersión se adhiere a la piel y ciertos
negrura, el olor de la piel, las molestias físicas, no son gérmenes flotantes podrían reintegrar los repliegues
más que signos que hacen que la limpieza sea obligato- del cuerpo bañado. Sólo las abluciones o las vigorosas
ria. El agua más transparente puede contener todos friegas posteriores a la inmersión serían ~ficaces, por
los vibriones, la piel más blanca puede ser pasto de lo que la práctica sólo podría vol,:erse mas comp!eJa:
todas las bacterias. La misma percepción ya no permi- «Los baños frecuentes, con abluciones consecut~vas,
te observar lo «sucio». Las referencias se van disol- son uno de los mejores desinfectantes» 11. En la misma
viendo y las exigencias se van acrecentando: la sospe- terminología, finalmente, la palabra lavado va desli-
cha aumenta. Los objetos públicos son, por otra parte, zándose hacia la de asepsia.
los primeros que se estudian. La tentativa de desinfec- Esta insistencia, que alcanza su apogeo entre 1880
tar con el gas Pictet los libros de las bibliotecas" la de y 1900, queda limitada primero a los higienistas, cuya
identificar todo depósito microbiano que se halle en el tecnicidad no puede, a fines de siglo, sino acrecentar
caño de las fuentes públicas 5 y, finalmente, la de la distancia que los separa de la conciencia común.
inventariar los microbios que se hallan en las pilas de Estos higienistas «manipu}an» u,,: microbi? .que. ~l ojo
agua bendita de las iglesias 6 provienen de una misma no puede ver. Enumeracion ~e VIrus, codIfIcacI~n de
intención: descubrir a escala microscópica los contac- las formas microbianas, cultivo y siembra de germe-
tos «peligrosos». La propuesta de alejar de las manos nes, estas operaciones escapan totalmente a l~ mI:ada
de los visitantes los tubos de las fuentes 7 y de dejar familiar. Un saber inédito se apodera de la limpieza,
que un hilo de agua atraviese las pilas de agua enumera y amenaza: «El baño hace que disminuya de
bendita 8 no tienen ciertamente la misma importancia manera importante el número de microbi~s de la
ni la misma finalidad, pero revelan por lo menos las piel» 12. Semejante saber se apodera también de la
mismas inquietudes y sugieren cuál es la amplitud que imaginación.
cubren estas nuevas tomas de conciencia. El objeto Estos seres corpusculares se convierten en otros
más inocente puede mostrarse amenazador: «La boca tantos «monstruos invisibles» capaces de atravesar
de un enfermo deposita sus gérmenes en los objetos todas las barreras corporales. E incluso parece que
q~e toca [... j. Juguetes de niño, sellos de correos, pueden despertar ciertas imágenes olvidadas: las de un
billetes de banco, portaplumas» 9. organismo atravesado por l?s flUldo~; Image'.'es de
El cuerpo no puede, por lo que a él toca, escapar al infiltraciones y de ímpregnecíonee: «MIles de millones
microbio. Ni siquiera los baños cotidianos de Remlin- de ellos penetran en nuestro cuerpo» 13. Insi.sten~~a
ger consiguen eliminar esta presencia difusa, pues hay sobre la fragilidad de las superficies y la dorrrinación
un umbral de resistencia y el baño no puede borrarlo de los orificios. Descripción de invasores oscuros,
«todo». El higienista sugiere, por primera vez, una objetos imperceptibles que van conquistando progresi-
perfección que se va alejando cada vez más. Incluso vamente el conjunto de los órganos: «Nad~ escapa a su
algunos, a fines de siglo, imputan a las humedades de ataque: miríadas de ellos se van extendiendo por el
las bañeras «el desarrollo de los microbios gracias a la aire, por el agua, por el suelo y están. en incesante
humedad y a la temperatura favorable» 10. Dicho de acción según su aptitud» 14. Se trata, finalmente, de
256 I El agua que protege Los hijos de Paateur / 257

imágenes de peligros que provienen de seres ínfimos. del pobre que en el aire de la alcantarilla más in-
El organismo sería muy vulnerable, puesto que sus fecta» 17.
agresores siguen siendo miscroscópicos. Es la invasión Los textos aceleran la frecuencia de los lavados
de lo infinitamente pequeño; lo invisible, que domina localizados: «Las manos, que lo tocan todo, deben ser
al más fuerte. De lo que se deducen las sorpresas objeto de cuidados constantes [...]. Hay que enjabonar-
siempre posibles y las repetidas recomendaciones: la varias veces al día» 18. No se evoca el ritmo mismo
«Aunque la fisura sea exterior, estos microbios pene- puesto que el lavado debería repetirse continuamente:
trarán totalmente en la economía y bastará con unas La intensificación suprime una temporalidad que esta-
cuantas horas, en ciertos casos, para que destruyan ba bien determinada hasta entonces. Ahora es imposi-
definitivamente cualquier organismo por muy resis- ble limitarla al momento de levantarse o de comer:
tente que sea» 15. «Hay que lavarse las manos cada vez que es necesario,
Sin embargo, esto no tiene nada que ver con el pero más particularmente cuando se regresa a casa
cuerpo poroso de los temores antiguos. Desde hace que cuando se sale de ella'> 19. Son las manos también
mucho tiempo, parece que las envolturas son casi las que, ante todo, observa David, viejo inspector de
«herméticas». La piel no está pasivamente abierta al escuela primaria, que escribe desde su jubilación, en
líquido o al aire ambiente. El paso, claro está, puede 1897, un texto apasionado que destina al público
ceder ante los corpúsculos, pero el verdadero peligro escolar. La demostración «reconstruye» con insisten-
sigue siendo indirecto: depósitos en las manos y en el cia lo que el niño no puede ver e incluso le presta una
vestido, contaminación de los alimentos y del aire que mirada por medio de la metamorfosis de los microbios
se respira. El higienista describe el trayecto banal que en otros tantos lobos o leones. Se trata de la ciencia,
va del vestido a la boca pasando por la mano. Eviden- que .colabora con el bestiario de la niñez: «¿Sabéis por
temente está implicada la piel, pero sobre todo es la dónde se han paseado todo el día vuestras manos?
mano la que transmite. Las zonas corporales que ¿Quién sabe lo que habéis tocado y a través de qué
vigilaban tradicionalmente los tratados de urbanidad focos de epidemia han pasado? Y os las lleváis a la
(manos y rostros, bocas y dientes) se convierten de boca y tocáis vuestros alimentos con inconsciencia e
pronto en algo de lo que se ocupan los tratados incuria; pero os quedaríais espantados si os mostraran
de higiene de fines de siglo. Se cuentan los micro- lo que se agita allí debajo» 20. Las precauciones se
bios de la punta de los dedos, debajo de las uñas, o en focalizan en la contaminación. La limpieza empieza un
las estrías de los tegumentos táctiles. En particular, trabajo particular sobre el contacto. La higiene esco-
todo tipo de recuentos en las manos de los trabajadores: lar, particularmente, toma a su cargo nuevos compor-
«En los cocheros y los obreros se han encontrado, en tamientos en los que los libros se ojean sin llevarse los
la mitad de los casos poco más o menos, estafilococos dedos a la lengua y en los que el ademán de tocar un
dorados y blancos, micrococos piógenos de la saliva y arañazo se convierte en algo que la medicina prohíbe:
estafilococos piógenos Iicuantss» 16. Y, de paso, surge «Parece que la suciedad favorece el desarrollo de las
una discriminación social, más discreta, pero muy verrugas - se quitarán las manchas de tinta con una
sensible. Lo «sucio» se convierte en lo que puede piedra pómez. El niño no se meterá los dedos en las
engañar a la mirada. Esta distancia social, que se narices - no se mojará los dedos para volver las
expresa de manera diferente, sigue siendo extremada a páginas de un cuaderno o de un libro - no se rascará
veces: «Hay 50 veces más microbios en el alojamiento los granos que pueda tener» 21. Los peligros van au-
258 I El agua que protege Los hijos de Pasteur / 259

mentando, finalmente, cuando con sus caries parece pliegues de la mucosa bucal, los intersticios de los
que los dientes ofrecen una vía de penetración; foco de dientes, los dientes estropeados detienen al pasar las
vacilas, pero también fisuras «interiores»: «Vuestros partículas orgánicas que flotan en el aire, los restos
dientes se estropean, sois la presa de todos estos miles alimenticios, las parcelas de esputo y todas esas sucie-
de naderías [...], que, afortunadamente, se curan solas; dades que infectan nuestra boca» 24.
hasta el día en que con vuestras manos sucias metéis Es imposible ignorarlo: la limpieza cambia de defi-
un bacilo de fiebre tifoidea, un neumococo de la nición. El microbio no es ya la referencia negativa y la
fluxión de pecho, un microbio de la estomatitis micósi- asepsia la referencia idealizada. Estar limpio es, pri-
ca o un estreptococo de la gripe que os mata. Cirujano mero, apartar bacterias, protozoos y virus 25. Limpiar
sucio, ha infectado usted su propia llaga y sucumbre es actuar contra agentes invisibles. «La gente sucia
por su propia infección» 22. Definitivamente, los pun- lleva consigo por todas partes los gérmenes de todas
tos de referencia que nos dan los tratados de urbani- las enfermedades para su desgracia y la de los que se
dad son viejos. El cuidado de los dientes tiene una les acercan» 26. Es imposible evocar la limpieza de la
relación directa con el microbio; cuidar de la boca es, boca sin mezclar permanentemente referencias estéti-
primero, evitar su fractura. Lavado, una vez más, cas e índices patológicos: «Los niños deben acostum-
significa asepsia: «En los niños, e incluso en las brarse pronto a las diversas prácticas de esta escrupu-
personas mayores, cuyos dientes se carian fácil y losa limpieza; no sólo se preparan así una sana y
rápidamente, la antisepsia bucal es imperativa: por la agradable dentición, sino que también cierran la puer-
mañana, por la noche y después de cada comida, ta de entrada a numerosas infecciones clasificadas por
limpieza de encías y dientes con un cepillo o una la medicina entre las más temibles» 27. También es
esponjita; enjuague de la boca con uno o dos buches de imposible evocar la limpieza de los lugares sin aludir a
solución antiséptica» 23. Se empiezan a nombrar otras los huéspedes que el microscopio y los colorantes de
partes: las encías y el espacio que separa los dientes. Pasteur han podido aislar. Al describir la ciudad de los
Conquista espacial que, por lo ínfimo, revela ciertas tiempos futuros, Julio Verne escenifica una defensa
modificaciones más amplias. antimicrobiana a la que concurre una multiplicidad de
Parece que en estos documentos ya se nos están lavados, hasta el de las paredes. Limpiar es, primero,
dando las premisas de la higiene de hoy, pero con un «protegen>: «Se lavan las paredes [...]. Ni un germen
catastrofismo que explica, sin duda, la fuerza emocio- mórbido puede emboscarse allí» 28. Tema mayor, esta
nal de los descubrimientos «pasteurianos» y, sobre limpieza de Franceville organiza los espacios y ritma
todo, con una intención claramente pedagógica o los tiempos: «Limpiar, limpiar sin cesar [...].> 29. Tema
médica. La naciente norma necesita vectores. Educa- pedagógico también, sólo puede afirmar el lazo exis-
dores y terapeutas exponen una vez más, con insisten- tente entre la medicina y la moral: cada niño debe
cia, lo que la conciencia común verá más tarde como aprender a considerar como un «deshonor» toda man-
cosa casi banal o, inversamente, lo que ya no se cha en su traje. Con los instrumentos y las frecuencias
considerará «inquietante», y adoptan una seriedad del siglo XIX; Franceville es la primera utopía en la que
casi solemne. Jamás las amenazas han sido tan sabias domina la «guerra contra el microbio» 30.
y tan horribles. La infección, con sus figuraciones Otras novelas de anticipación explotan el mismo
abruptas y sus dramáticas consecuencias, desempeña tema, más o menos directamente, a fines del siglo XIX.
el papel de contraejemplo siempre repetido: «Los re- En particular, ninguna putrefacción se introduce en la
260 I El agua que protege Los hijos de Pasteur I 261

Uranie, de Flammarion: fermentos alejados, aire inal- trastorno tiene muchísima importancia, porque es «efi-
terable, fisiologías autosuficientes. Los seres no tienen caz»: las infecciones postoperatorias disminuyen de
ni siquiera que alimentarse. La imaginación de Flam- manera notable cuando, a fines del siglo XIX, los
marion les ha preservado de todo menoscabo y la cirujanos operan con guantes estériles y no ya conlas
i~fección es imposible: «[Las mujeres de Marzo, que manos desnudas 3 6• Igual que disminuyen estadística-
VIven del aire de nuestras primaveras y de los perfu- mente los casos de difteria cuando se han comprendido
mes de nuestras fiares, ¡son tan voluptuosas con el mejor los .modelos de comunicación por contacto que
solo estremecimiento de sus alas y el beso ideal de su mantienen la enfermedad 37. Se empiezan a publicar
,?oca que nunca comerá!» 31. Uranie es, primero, esta las pruebas y hasta empieza a aparecer cierta ostent~­
Imagen extrema de seres sanos y de cuerpos protegidos ción: «Las enfermedades epidémicas son consecuenCIa
hasta el punto de que han llegado a ser diáfanos. de la ignorancia y castigo de la incuria de pueblos e
Más concretamente, el ejemplo de los lugares en individuos» 38. La objetivación del microbio refuerza
los que se cuida a los enfermos es, evidentemente, el discurso positivista de fines del XIX: ¿no es ya la
aquel en el que la limpieza y la asepsia se superponen limpieza, por primera vez, objeto de un verdadero
sin ambigüedad a finales del siglo XIX. Cuando Martin trabajo experimental? Vsrificaciones, ~álcul.os, eva-
invoca la desinfección, insiste en la necesidad del baño luaciones estadísticas de la presencia microbiana.
semanal para los enfermos de los hospitales: «Durante Sin embargo, el tema no podría quedar limitado al
mucho tiempo nos hemos preocupado de desinfectar solo funcionamiento de la prueba. Esta limpieza culta
los locales, los instrumentos y los vendajes, sin pensar conlleva vertientes imaginarias.
suficientemente que también las personas transportan
gérmenes» 32. Aún encontramos la misma finalidad en
una circular de 1899 que impone por primera vez un La imposible mirada
«gran baño semanal- para el mismo personal hospita-
lario 33. El material del hospital, las salas de desinfec- ¿Por qué apartar escrupulosamente todo microbio,
ción o los quirófanos, suscita sistemáticamente esta cuando vemos a veces que el sujeto sano posee una
definición «sabia» de la limpieza. Lutaud insiste en verdadera inocuidad? Remlinger encuentra en 1895 el
1896 en <da limpieza, el orden y la buena administra- bacilo tifoideo en materias fecales de numerosos mili-
ción que reinan en los hospitales americanos» 34. Y tares fuera de todo episodio epidémico, y Roux identi-
revela, de paso, que el modelo viene ahora de Nueva fica el bacilo de la difteria en la boca de varios
York y no ya de Londres, pero asocia esta limpieza «a estudiantes alejados de toda contaminación 39. Es de-
los perfeccionamientos desconocidos en Europa para cir, «gérmenes que no actúan, porque el, terreno no es
asegurar, en particular, la asepsia operatoria» 35. favorable» 40. El mismo Pasteur, despues de 1880, ya
La limpieza no es ya la misma desde que se ha relativiza la nocividad microbiana buscando las inmu-
evocado el universo microbiano. El tema de las defen- nidades provocadas o adquiridas. El medio orgánico
sas se ha 'acentuado bruscamente y se ha desplazado la posee recursos específicos, tieJ~e su~ defensas previas y
mirada. Se han creado ciertos objetos y se han impues- sus barreras internas: las gallinas maculadas revelan
to ciertas causalidades hasta entonces inéditas. Cor- una resistencia variable al bacilo del cólera 41, no
púsculo invisible, el microbio ha trastornado las refe- todas son contaminadas de la misma manera y hasta es
rencias hasta más allá de la misma mugre. Y este posible habituarlas progresivamente a las «cargas»
262 / El agua que protege Los hijos de Pasteur / 263

coléricas más viole~tas. El bacilo, por otra parte, se calórica. Un fuego invisible permitiría rechazar el mal
t~ansforma con el tiempo. El microbio no puede deci- con mayor facilidad. La limpieza conc.urre,. precisa-
dirlo todo: hay que tener en cuenta el terreno el mente, a mantener este fuego: «El microbio no es
pasado de cada sui~to, sus defensas propias. La pre~en­ nefasto más que cuando le permitimos que lo sea. To-
cia microbiana pierde parte de su peligro cuando nifiquemos el organismo [...[. Hagamos qu~ los múscu-
aumenta la importancia de una terapéutica sanitaria. los trabajen, que la sangre circule, que la piel respire y
Lo que es interesante para la justificación de la transpire [...]» 43. El higienista va intensificando sus
I~mpleza, puesto que con ella lo que se ventila ya no dramatizaciones. La limpieza protege, como nunca lo
tiene el mismo peso: el lavado deja de ser la única había hecho hasta ahora, puesto que transporta la
defensa y rechazar el microbio cuenta menos en cier- lucha al centro de la química de los tejidos, activando
tos casos que irse acostumbrando lentamente a su sus energías. Y, si la suciedad hace, por el contrario,
nocividad. que uno sea más vulnerable, es, en prrmer luga.r,
Este tema está en condiciones de renovar la lucha porque limita la acción de las calorías, porq';1e a~fixla
contra la infección, sobre todo en los últimos años del y agota: «Debemos evitar toda causa de debilitamiento
siglo XIX. Los higienistas son conscientes de estos Y una de las mas , comunes es l a sucie
iedad»:"
a» .
desplazamientos teóricos; saben que ciertas resisten- Vemos que la ilusión de una respiración de la p,id
cias ~~gánicas m,uy particulares pueden oponerse a la no ha cedido terreno. Al contrario, el modelo energetJ·
mvasion microbiana. Saben también que tales resis- ca elaborado a mediados del siglo XIX 45 se ha id?
tencias varían según el pasado o el cultivo de los enriqueciendo hasta ponerse al servicio de las inmuni-
tejidos orgánicos de cada cual. A su vez, describen esta zaciones orgánicas. La limpieza debería desempeñ~r
'<lucha entre los leucocitos y las bacterias» 42 la que un doble papel: alejar al microbio y reforzar la :~SIS­
opone las células del cuerpo a aquellas que las des- tencia contra él. Función higiénica, en definitiva,
truyen. También saben ahora que el debate depende puesto que «la limpieza es una de las condiciones
má~ de la «preparación» del tejido orgánico que del esenciales para el mantenimiento de la salud» 46. Y
alejamiento sistemático del microbio. Empieza a domi- participa activamente en la defensa química de las
nar la inmunización. ¿Será menos decisivo en definiti- células.
va, el papel preventivo de una limpieza de la piel? A fines del siglo XIX esta limpieza higiénica ha
Los higienistas no pueden aceptar todavía esta conseguido una legitimidad que ya no irá más lei.os. Se
conclusión, pero en estos últimos años del siglo XIX trata sin duda alguna, de la referenCia a una Ciencia
van cambiando msensiblemente su demostración: la conq~istadora, pero también de la afir~ación de cier-
Iimpie~a no sól~ sirve para alejar los agentes invisi- tas energías que acumulan las. combustlOne~. La o~l~e­
bles, smo también para anular la infección reforzando nación como signo de potencia; la absorción calórica
los órganos. Acelerando la oxigenación se favorece la como índice de salud. La utilización re!,et~da de. la
destrucció? del microbio. Una vez más, se apela a la metáfora es transparente aquí: «Toda maquma exige
«respiracior» de la piel. Las energetizaciones encuen- que se limpien con frecuencia sus engranajes y que se
tran ahí una nueva legitimidad: facilitar la combus- tiren, con no menor frecuencias, las escorias y partes
tión facilitaría las inmunidades. La caza de la bacteria inutilizadas del carbón. El cuerpo humano es una de
se va prolongando por medio de un dispositivo imagi- las más delicadas máquinas y es preciso vigilar su
narro: el de una protección obtenida por acumulación limpieza y la expulsión regular de sus desperdicios» 47.
264 / El agua que protege Los hijos de Pasteur / 266

Limpieza y representación del cuerpo son, una vez esta versión social, a últimos del siglo XIX, deja qu~ se
más, solidarias. adivine claramente esta dificultad de «~ec~r». ¿~omo
Pero este último ejemplo revela la existencia de un expresar lo que sigue siendo totalmente l~lVlslble. Una
umbral de dificultad para el discurso higiénico: una de las amas de Celestine, en el Journal d une [emme de
lógica implícita lo conduce, a fines del siglo XIX, a chambre* de Mirbeau (1900), se contenta con la msis-
buscar razones cada vez más insistentes: la higiene tente afirmación, sin explicar: «El aseo del cu~rpo [...J.
alarma para convencer, dramatiza para sorprender. Insisto, por encima de todo [ J. En este capítulo soy
Los descubrimientos microbianos le aseguran una evi- intransigente, intransigente [ J hasta la mama [.)
dente legitimidad, le proporcionan una verdad, pero Mañana tomará usted un baño [...J. Ya le indicaré
muestran, inversamente también, que la afirmación yo» 49. También sugiere madame de. Alq qu~ estos
higiénica va más allá de esta verdad para aumentar el ademanes de secreto resultado se destman «primero a
peligro. La higiene de fines del siglo XIX se fabrica a cuidar de su persona» 50. Igual que madame Staffe que
partir de ciertas justificaciones: el papel oxigenador explota la metáfora de las purificaciones y ~voc~ las
de la piel y las virtudes antiinfecciosas de la energía. órdenes que provienen de una llamada del «~nter~or».
Inventa ciertas razones y afirma más de lo que com- Baños y abluciones obedecen así «a una voz interior»,
prueba. Está claro, sin embargo, como lo confirma Rist Al principio, la ciencia sirve .de relevo. a estas
en 1934, que «la resistencia específica, natural o adqui- conminaciones, cuyas razones se «Sle~ten» mas que se
rida, que un ser vivo opone a una enfermedad infeccio- explican; pero al mismo tie~po refleja, y refuerza su
sa no tiene nada en común con la resistencia que certidumbre y sirve para objetivar mejor la nor~.a Y
opone un boxeador a los golpes de su adversario o que transmitirla. Es preciso que se implanten definitiva-
un atleta opone al cansancio» 48. La defensa inmunita- mente estas mismas normas, que se refuerce su instala-
ria no queda garantizada a priori por la fuerza física. ción o que se acepte ampliamente, para que tal exigen-
La higiene exagera aquí y lo hace excesivamente. cia pueda, finalmente, declararse; suficIentemente re-
Este exceso, claro está, se ha puesto primero al conocida en cualquier caso para que no haya. que
servicio de una retórica: hay que convencer. Pero hay justificarla dándole un papel inmediatamente utlht~­
otras causas. ¿Por qué la limpieza recibe tan «fácil- río. A mediados del siglo XIX estos preceptos, reconoCI-
mente» un nuevo papel (el de apuntalar una energía dos desde hacía tiempo, se van desdramatl~ando Y
inmunizante), después de relativizar el peligro inme- revelan otras vertientes más ocultas: «Es posible pro-
diato del microbio? ¿Por qué tenemos esta propensión porcionar la prueba de que un sujeto que se lava muy
a emplear las «buenas razones» científicas como si poco puede seguir en perfecto e~tado de salud y no
fuese necesario probar, cueste lo que cueste, cuando a presentar más que algunas molestlas lo.cales sin grave-
veces carecemos de las pruebas y la persuasión es dad. Pero parece que se pueda admitir: 1.o , que hay
mayor que la demostración? una necesidad social de limpieza, aunque no fuera mas
Esta limpieza se aferra, de hecho, a una exigencia que a causa del olor desagradable Y del aspect~ que
interior, íntima, difícil de formular en un primer presentan los individuos sucios;. 2.°,. que, adema~, <;,1
tiempo, pues puede parecer muy «gratuita»: lavar psiquismo queda influido por la limpieza corporal, 3. ,
sistemáticamente lo que no se ve, fuera de todo «olor» que, finalmente, esta imposición cotidiana del aseo del
y de toda «mugre» es exigencia que no nace de la
ciencia sino del código social. Pero, cuando aparece en * Diario de una doncella.
266 / El agua que protege

cuerpo forma parte de estas disciplinas favorables a


una..ed':lca~:ón d~ !a voluntad, útil para un buen
eqUIlIbrIO» . El higienista de 1950 explica ahora can
argumen~os psicológicos y sociales (algunos d~ los
cuales ~un no escapan al «utilitarismo»), ciertos com-
portamientos que data~ de fines de siglo y que preten-
dla~ obedecer en prioridad a las pruebas fisiológicas.
y dics lo que no podía formularse en aquel entonces 5
pues las prácticas parecían promover «imperceptibles>;
puntos de referencia 52. APARATOS E INTIMIDADES
La limpie~a de la élite, claro está, tiene siempre
menos relación con lo útil y sigue teniendo menos
relación can lo visible. De lo que se trata es primero
d~ la autoafectación. Asentimiento interior ~n benefi: En 1888, en medio del escenario, en su comedia de
CIO de una sensorialidad cada vez más elaborada. Se Feydeau 1, hay una bañera y una joven está a punto de
trata de hacer que exista, hasta proyectarla hacia bañarse, pero cambia de opinión. La bañera continúa
f~er~, la segura convicción de la necesidad de una estando en el centro del escenario y sigue una serie de
límpiesa. Una «seguridad» que puede mostrarse, pero quid pro qua sin gran interés. El interés del texto está
c~yo origen sI~ue estando oculto. Como si la burgue- en otra parte, en la bañera que sugiere el desnudo, lo
SIa ya no tuviera que mostrar potencias inmediata- que es, sin duda, una audacia en 1888. Pero también
mente sensibles, sino que tuviera que ir ahondando en hay audacia, porque, en esta fecha, todos los escritos
unos rec~rsos perfectamente interiorizados. Reforzar que codifican el cuarto de baño del mundo burgués se
un trabajo personal que se hace en sí mismo. Afirmar dedican a predicar una verdadera propedéutica de la
poderes secretos. intimidad. El autor confirma, a su manera, el tabú y
Con estas limpiezas instauradas a fines del siglo juega con ello haciendo que la escena sea «turbadora»:
XIX, y ~uyo resultado inmediato es cada vez menos la protagonista esboza el ademán de desnudarse y la
perceptIble, se reba~a una última etapa de la limpieza intimidad queda vagamente violada. Pero también
corporaL El microbio ~a desempeñado un doble papel: juega con ello, puesto que evoca la regla: Laurence se
ha permitido evocar cIertas. amenazas objetivas y ha queja amargamente porque no tiene cuarto de baño.
reforzado la segundad mtet-ior de una limpieza invisi- Esta bañera llena de agua tibia, en medio de una
ble .. Ha. perfilado una figura radicalmente original de antesala burguesa, es una incongruencia, meollo de la
la lImpIeza que, después de tocar la parte más «exter- obra.
na» del cuerpo, toca a la parte más «secreta». Pero el tabú se ha ido reforzando. Las primeras
proposiciones que se hacen, sobre todo desde 1880,
para transformar los cuartos de aseo contiguos a las
alcobas en cuartos de baño son perentorias: por ejem-
plo, cuando la esposa entra allí, se convierte este lugar
en «un santuario, cuyo umbral no debe pasar nadie, m
siquiera el esposo amado, sobre todo el esposo ama-
268 / El agua que protege Aparatos e intimidades / 269

do» 2. Espacio rigurosamente privado sobre todo: cada esté lista la ducha, o el baño» 6. Es la nueva circula-
cual penetra allí solo. La elección de los objetos, desde ción del agua la que, en un primer tiempo, desempeña
el toallero hasta la percha en la que. se colgará la un papel fundamental. La alimentación, primero: des-
falda, que favorecen la funcionalidad de los acceso- de los años 1870 hay acueductos que hacen pasar por
rios, también favorece la desaparición de toda ayuda encima del Sena el agua de las fuentes del Dhuis y del
exterior. Alejamientos de contactos indiscretos: cier- Vanne, diversifican de los conductos que captan el
tos cajones quedan fuera del alcance de los domésti- agua del Marne más arriba de París, depósitos en
cos 3. Rechazo de las miradas: «No se entra allí en Montsouris y en Ménilmontant: los dispositivos hauss-
compañía» 4. Hay que prohibir el acceso a los demás. manianos concretan los proyectos nacidos a mediados
Por otra parte, no hay nada sorprendente en ello. Tal de siglo 7. La acometida puede individualizarse, pues
dinámica se inició ya hace tiempo. Pero la imagen ya los volúmenes disponibles han cambiado después de
no es la imagen de las domésticas de madame de acabarse la red de Belgrand en 1870 (114 litros por
Cardoville que asisten y sostienen a su ama. La ima- habitante y día en 1873) 8. Pero los desagües también.
gen consiste en la disposición de aparatos y objetos. Se Las conexiones de las evacuaciones domésticas con los
ha ido estableciendo en este marco una relación perso- colectores subterráneos influyen en las imaginaciones.
nal más exigente consigo mismo. Se trata de la representación biológica de una ciudad
Quizá nunca se había manifestado hasta tal grado alimentada por flujos de alimentos y de desperdicios:
esta exigencia de intimidad. Jamás, quizá, no se había «Las galerías subterráneas, órganos de la gran ciudad,
asociado la historia de la limpieza con la de un funcionan como los de un cuerpo, sin mostrarse a la
espacio: crear un lugar cada vez más privado en el que luz; el agua pura y fresca, la luz y el calor circulan por
el aseo se hace sin testigos, reforzar la especificidad de allí como si se tratase de fluidos diversos, cuyo movi-
este lugar y de estos objetos. Celestine, de la que miento y mantenimiento están al servicio de la vida» 9.
Mirbeau se hace intérprete en el Journal d'une femme Metáfora idéntica es la que se utiliza para las casas
de chambre, experimenta esta prohibición, además, burguesas, en las que, gradualmente, sobre todo des-
como una exclusión: «La señora se viste sola y se pués de 1870, el agua va llegando a cada piso. Cálculo
peina ella misma. Se encierra a doble llave en su de caudales, de presiones, de resistencias, centrado. en
cuarto de aseo y apenas tengo yo derecho a entrar en una circulación de flujos: «Igual que en la máquina
él» 5. Al final del siglo XIX la supresión de toda otra animal, el funcionamiento del agua a dom.icilio puede,
persona en esta limpieza de la élite es regla obligato- si no se ha previsto todo, acarrear accidentes muy
ria. Por otra parte, la utilización de aparatos inéditos desagradables como escapes de agua e inundaciones
permite sustituir a la domesticidad tradicional. nocturnas, atascos de los órganos evacuadores, etc.
[...]» 10. Grosor y diámetro de los tubos se van estan-
dardizando. Direcciones y trayectos se estabilizan. El
La prolongación de la alcoba agua trepa por las escaleras de servicio, alimenta la
cocina, y llega a los cuartos de aseo y a los excusados.
Los establecimientos Porcher prometen en 1908 La calefacción, a su vez, unifica el espacio. El
ciertos servicios que limitan toda manipulación y «calentador de baños» se integra en el circuito, se
evrtan toda intervención exterior: «Una cerilla basta aligera y se desplaza abandonando la habitación que
para que, en el tiempo que tarda uno en desnudarse , le estaba específicamente reservada en los grandes
270 J El agua que protege Aparatos e intimidades J 271

h?teles particulares 11 y se acerca a la bañera abre- imperativos del sumergible los banales imperativos de
víando as.í las manipulaciones. La 8emaine de~ cons- los edificios contemporáneos, e incluso dispone, hecho
tructeurs Ilustra, entre 1880 y 1900, una serie de prue- edificante, de un cuarto de baño. Sus prodigios de
bas en las que el aparato ocupa los lugares más electricidad, sus circulaciones de agua, sus cúmulos de
diversos. Hasta llegar a ser portátil, calentador nóma- energía no determinan obligatoriamente que el lugar
da qu~ se enchufa en conductos murales antes de del cuarto de baño deba estar en las cercanías de la
esta~)lhzarse, ??-cia 1900, encima de la bañera 12; el gas habitación. Sin embargo, el apartamento del Nautilus
de ciudad facilita su mtegración. conserva una topología que no se desmarca: el cuarto
Los muebles, prisioneros de formas dudosas (bañe- de baño está contiguo a la cocina. El navío sigue la
ra plegable, bañera cama, bañera mesa) 13 se reducen norma de los más afortunados, que, sin embargo, es
a proyectos funcionales a partir de 1890. Sin embargo, aún muy rara, y deja libre tal lugar 16. Por el contra-
lo esencial consista en la mecanización de los trans- rio, en 1885 La semaine des constructeurs presenta un
portes. ,de agua y de combustibles y también en una hotel particular construido el mismo año en el número
conexión de. SOPOl;t,:,S físicos que acercan los objetos a 30 de la avenida del Bois de Boulogne como un muy
la mano, slstematlcamente: jabón, esponja, toalla. asombroso modelo: en el segundo piso hay varios
Cada detalle se enumera COmo un descubrimiento cuartos de baño y cada uno de ellos está alIado de una
llegando a describir prosaicamente las bolsas de rop~ habitación 17. Hay un placer que se muestra y se
o la~4 hornacmas que se abren en las paredes alicata- proclama: el de un agua que se obtiene «a discre-
das . Los objetos se asocian, se acoplan, se respon- ción» 18. Es el de un baño que se ha convertido
den. Todo ,;,ll? añade un conjunto de servicios que explícitamente en un lugar de intimidad y que inscribe
ahorra movirntentos en un espacio totalmente privati- en el marco de vida la extensión burguesa de la esfera
zado. prívada.
Finalmente, el ~uarto de baño, que es una conquis- En dos decenios el público de este baño aumenta
t~ de espacio, empieza a verse en algunos edificios de sensiblemente. En 1880 son aún escasos los edificios de
pISOS, a partir de 1880. Este cuarto de baño «dilata» el alquiler que tienen tales dispositivos. Sin embargo,
?-par~ame~to, ocupand? lugares diferentes según la hay algunos ejemplos, en París en particular. Y hay
imagmacion del arquitecto y las imposiciones del también ciertos indicios: en la prefectura de Orán, en
suelo o los tr?-yectos del agua. Sin embargo, lentamen- 1880, el apartamento del prefecto contiene un cuarto
te, el gran edificio burgués hace de él una dependencia de baño, pero no el del secretario general 19 • A princi-
de la .alcoba. El modelo que se toma es el de los hoteles pios del siglo xx, en cambio, se empiezan a unificar las
a~erlCanos que, a fines de siglo, seducen a todo instalaciones. Todos los edificios «notables» censados
VIsItante, europeo: «No sólo le dan al viajero una por Bonnier entre 1905 y 1914 2 0 adoptan los nuevos
habitación de buenas dimensiones, de cuatro o cinco dispositivos. Los establecimientos Porcher anuncian
metros de altura, sino también un gran cuarto de baño que han vendido 82.000 calentadores de baño en
y un retrete [....l. y no sólo se halla en este lugar de 1907 21. Empieza a afirmarse una práctica burguesa
delicias un, conjunto de comodidades imprescindibles, que está cerca, finalmente, de la de hoy.
sino también una serie de lavabos maravillosamente La evocación de estas abluciones y su escenifica-
concebidos!» 15. ción literaria cambian también. Zola, en algunas nove-
El Nautilus del capitán Nemo, en 1870, añade a los las de fines de siglo, no duda en sugerir el color rosado
272 I El agua que protege Aparatos e intimidades I 273

de una piel que se ha bañado largamente, o el insípido que la exigencia interior de limpieza va introd~ciendo
vaporde un cuarto de baño excesivamente caldeado. Y sentimientos de seguridad y placer, sino la insistencia
se detiene en los tenues perfumes de las bañeras, en las pedagógica que debe llevar a que un pueblo adopte
gotas que cuelgan de los cuerpos. y sorprende ciertos referencias que otros han ido adquiriendo. El principio
ademanes, prolonga ciertos contactos recuerda colo- de la transmisión no es nuevo, como nos lo muestra la
res y ruidos, hablando hasta de los movimientos y del «pastoral de la miseria» 25 a mediados del siglo XIX.
sordo chapoteo del agua. Sus bañistas burguesas con- Pero la austeridad de las precauciones pasteunanas,
servan siempre la piel un poco húmeda bajo su camisa la transformación de los circuitos del agua, la diversi-
o s~ bata: Nana, apenas vestida, recibe a Philippe al ficación de los aparatos, cambian las condiciones
salir del baño, o también Nana, «explorando y laván- mismas de esa transmisión. El efecto que se espera de
dose» el cuerpo antes de escrutarlo sin fin ante un las limpiezas populares tampoco es nuevo: orden y
espejo 22. Igualmente realista es la imagen de la Sténo, salud. Para «la gente pobre, es decir la inmensa ma-
esta condesa del Cosmopolis de Bourget (1893), que yoría de los obreros que no toman nunca un baño [...],
«fustiga» la sangre con regularidad por medio de vivas se trata de recobrar otras tantas fuerzas y vitalida-
abluciones matutinas 23, o la imagen de Silverten Le des perdidas» 26. Pero las dramatizaciones también se
venus de Rachilde (1884) 24, que descubre a Raoule un han ido acentuando: transmitir la norma es, para
cuerpo aún húmedo, que acaba de salir del agua. La empezar, luchar contra el «terrible mefitismo» 27 de los
escena del b~ño pierde en academicismo lo que gana obreros, de los soldados, de los estudiantes, todo este
en espontaneidad. Imagen prosaica ya, más «natural» público al que se dirigían los baños populares de 1850
en cualquier caso, a pesar de su fuerza invenciblemen- sin llegar a él realmente.
te turbadora. Es ocasión de sorprender una intimidad A lo que añade sus presiones un imperativo que se
por lo i.nesperado del detalle: el agua, que se desliza formula cada vez mejor: lavar al mayor número de
por. la piel o se seca en la piel. El jabón, que mezcla sus cuerpos limitando la duración del lavado y el consumo
mojados olores con los de las cremas y los frascos. Un de agua. La limpieza popular aún no puede librarse de
arte de la sensación inmediata y de la mirada furtiva una gestión minuciosa de los flUJOS. En este marco el
pero también una manera de subrayar la curiosidad mismo baño puede ser un problema: «El baño que se
que provoca la ablución.: movimientos sencillos y, sin toma en una bañera siguiendo el viejo procedimiento
embargo, ocultos, intimidad familiar y, sin embargo, es demasiado largo y demasiado caro para la masa de
secreta. Con esta profusión de atenciones encubiertas los obreros. Hay en él una pérdida de tiempo y de
llOt • emoción literaria confirma, por lo menos, la difu: dinero [...]» 26. Llegar a la mayoría, evitar las inversio-
sion de esta práctica en la casa de los privilegiados nes demasiado elevadas, limitar las abluciones a lo
muy al final del siglo XIX. ' estrictamente necesario, son otras tantas pretensiones
confirmadas con las que esta limpieza popular tiene
que limitarse a los establecimientos públicos. concebi-
La localización celular dos para la mayoría. Con ellas, los espacios y los
instrumentos de tales establecimientos van a irse espe-
. La difusión en los otros grupos sociales es muy cificando. Y, durante la segunda mitad del siglo XIX,
diferente. La norma toma en ellos ciertas vías autori- va a ir tomando forma un modelo: utilizar el chorro
tarias: no se trata del acceso a un espacio íntimo en el más que el baño, mantener al individuo de pie más que
Aparatos e intimidades I 275
274 / El agua que protege
Una distribución más rápida manda que a cada línea
acost~do. Este .i!,v~nto proviene de colectivos muy de hombres corresponda una línea equivalente de
espeoíficos: el ejército y la cárcel. aparatos. En la cárcel de Rouen se experim,:nta tal
Los militares, alrededor de 1860, son los primeros dispositivo, unos meses después,. con chorro fIJO, C,:bI-
que utilizan la d~cha de las hidroterapias para verter nas yuxtapuestas, mando «exterIOr» ?el agua y bañis-
«e~torma de lluvia- un agua cuidadosamente calcula- tas que circulan por «oleadas». El flUJO de los hombres
da .. SIstem.a muy atractivo, puesto que en él pueden y el de los chorros se corresponden: «Con ocho com-
p'rolIferar alineaciones, disciplina, movimientos colee- partimentos [...], en una hora pueden lavarse entre 96
tivos y organizados. Una mano exterior dirige el y 120 presos, con un gasto de alrededor de 1..500 a 1.800
chorro y cada soldado se presenta siguiendo el orden litros de agua, lo que corresponde al contemdo de 6 a 8
previsto. Dunal organiza en 1857 un primer intento
con el 33.0 Regimiento de línea de Marsella. Varios bañeras» 32. . '
El sistema de disciplinas que organIzan el espacIo
soldados pasan juntos bajo un mismo chorro vertical: en hileras y filas halla en este marco una «tardía»
«Los hombres se desnudan en la primera habitación y respuesta. El ejército ya conoce esta gestión de los
con un pedazo de jabón cada uno, van a formarse d~ colectivos desde el siglo XVIII: orden preciso, almea-
tres en fondo bajo el tubo-regadera: tres minutos les ción, desplazamientos sucesivos 33. Se ha necesitado la
bastan para ~impiarse. de la cabeza a los pies. En muy lenta llegada de la higiene; se ha ne.ce~Itado
cuanto se retira la primera serie, deja libre el sitio también que se venza el obstáculo de los movImIentos
para otros tres, preparados por adelantado, y así disciplinados en su aplicación a otros terrenos, como,
s~cesIvamente»30. Se va perfilando así una nueva por ejemplo, la dificultad de imaginar una orquesta-
formula. Dunal hace instalar una caseta de tablas en ción de las tuberías y de los chorros para que ~al
el patio de la Corderie del 33.0 de línea en donde el organización se pueda aplicar a los aparatos de Iimpie-
chorro rocía a los hombres. Se trata de la primera za Sea como fuere la ducha celular es un modelo
ducha sanitaria. Pero las disposiciones son todavía un de'sde 1880. Varias cá.rceles regularizan las prácticas y
poco dudo.sas; hay demasiadas vacilaciones en estos determinan las frecuencias: una vez al mes en invierno
desplazamientos de escuadras, demasiada efervescen- y dos en verano 34. El reglamento es casi idéntico en
CIa: los ho~bres pa~an en pequeños grupos bajo un los regimientos de fines de siglo: «Un baño de lluvia
chorro comun, codeandose y molestándose. El orden cada quince días y un baño de pies por semana» 35. Y
puede «mejorarse». la fórmula se va extendiendo insensiblemente a los
. En el 69.0 d; Infantería, en 1876, la aspersión, que internados: de 109 institutos hay 69 que tienen duch~s
sigue ~Iendo umca para todos, ya es dirigible. El en 1910, y en 47 institutos femeninos de los 47 eXIS-
pr~cedImIento se va individualizando: «Un bañero
dirige el chorro de arriba abajo hacia cada hombre tentes 36_ •.
Con muy pequeñas diferencias, el dispositivo se
mstalado con los pies en el agua de un barreño de cinc. aplica a las duchas populares: cabinas estrechas; cho-
Se puede bañar así a todo el regimiento (1.300 hom- rro continuo, agua y tiempo contados y tambIen es-
bres) en quince días, con un costo de un céntimo por tructuras «ligeras»: en el asilo de noche de la calle
cabeza» 31 Un hombre encaramado en una escalerilla Saint-Jacques, de París, en 1879 3 7 la separación de los
distribuye las abluciones, calculando la duración y bañistas se hace por medio de cortinas, Y en el estable-
orientando la ducha. cimiento que Depeaux construye para los estIbadores
En poco tiempo se modifica el sistema una vez más.
276 I El agua que protege Aparatos e intimidades I 277

de Rouen en 1900, el mismo papel lo desempeñan unos cercanos a nuestro presente y, sin embargo, tan dife-
tabiques muy finos que van de las rodillas a los rentes de él, revelan dos de las más importantes Y
hombros 38. Conjunto rigurosamente «funcioinal» fi- diferentes dinámicas que pasan por la historia de la
nalmente, que se limita a la distribución de los tubos y limpieza. .
a la individualización de las cabinas: «Para responder Primero, el papel específico del agua. Las cabmas
a su definición, para desempeñar su finalidad de higie- celulares de las duchas públicas se inventaron después
ne verdaderamente social y popular, semejantes esta- de diversos ensayos: parece que las canalizaciones, los
blecimientos se deberán instalar con condiciones de chorros y las distribuciones interponen dura.nte c~erto
sencillez que, sin excluir la elegancia, deberán proscri- tiempo un obstáculo a una estructura de las individua-
bir inútiles estudios arquitectónicos» 39. lizaciones (hileras, filas, etc.) que se practican, ade-
Está surgiendo un espacio íntimo «popular», pero más desde hace tiempo. El agua impone sus propias
no se trata más que de simple geometría: una unidad man'ipulaciones, «resiste», capta la imaginación. La
abstracta e intercambiable, forma anónima y ascética. elaboración vacilante de este espacio celular no es el
Lo que cuenta es el volumen limitado y cifrado. único ejemplo. Hay otras proposiciones contemporá-
El cuarto de baño del apartamento burgués y la neas de las duchas populares: las primeras piscinas de
cabma de duchas del establecimiento popular estable- agua caliente de París (~osteriores a. 18~5) se CO?S-
cen una diferencia entre los dos regímenes de limpieza. truyen primero para la práctica de la limpieza. Christ-
Se ha llegado al agua como herramienta. En el segun- mann insiste en este papel cuando las promueve.
do, sin embargo, el agua sigue controlándose desde el Permiten estas piscinas (<<proporcionar baños bara-
exterior, encuadramiento que impone ciertas resisten- tos » 40) Ytienen una eficacia muy parti~ular; según él,
cias populares; intimidad también, pero edificada la larga estancia en el agua desempena también un
como una estructura despersonalizada, y, por fin, papel contra la mugre. Nadar sigue siendo lavarse. El
lavado, pero externo al alojamiento. Esta última forma movimiento físico de la acción está aquí doblemente al
de lavarse es un negativo de todo el camino que queda servicio de la higiene: ejercicio y limpieza, activación
aún por recorrer para llegar a la ablución como una muscular y lavado a fondo. El Consejo de París lo dice
prolongación de la alcoba. Pero también muestra has- muy sencillamente al continua~ el proyect? de C~mst­
ta qué punto la intimidad que se ha transportado aquí mann en los últimos años del siglo XIX: «SI el bano de
no es más que una célula abstracta: una estructura la bañera es saludable, qué preferible es el baño de
«vacía», pensada como estructura de engendramiento: piscina en el que no se nec.e,sita estar inmóvil y en el
de tal geometría deberían nacer otras referencias. Se que el ejercicio de la natación VIene a multiplicar sus
trata de una fórmula totalmente escueta, mínima, en buenos efectos» 41. La ducha está así muy cerca de
la que la limpieza de hoy ya se reconoce, a pesar de las varios proyectos compuestos, en los que el agua de-
evidentes diferencias: condensado de espacio que in- sempeña varias funciones: trabajo de lo~ músculos,
tenta individualizar la ablución total. liberación de la piel, lugar de socIabIlIdad., En el
marco de estas limpiezas impuestas se tendran que
deshacer muchas amalgamas. La piscina finisecular,
Dinámicas en esta agua «mezclada» del pobre, viene aq~í a
Estos dos últimos ejemplos, el cuarto de baño recordar todas las vecindades de las que la limpieza
burgués y la cabina de las duchas populares, tan «moderna» se ha ido alej ando para llegar a crearse.
278 I El agua que protege Aparatos e intimidades I 279

La limpieza de la élite revela en este mismo momen- en forma», por los sueños con~umistas, po; la preocu-
to una segunda dinámica: el crecimiento de una exi- pación que exige un mayor bienestar. ~mdad?s cada
gencia que no se acaba nunca. El espacio burgués del vez más interiorizados que uno ~e prod~g~ a SI mismo
baño no ilustra aquí, evidentemente, el final de una y, al mismo tiempo, cada .vez ~as explícitos, lejos en
historia incluso cuando su espacio empieza a pergeñar cualquier caso del solo utlhtansmo higiénico. Promo-
nuestras costumbres cotidianas. El código de la distin- ción de prácticas narcisísticas en las que el cuarto de
ción, a la par ostentoso y secreto, se va elaborando baño permite secretas. relaJa.c,lOnes. «Placer» que tam-
cada vez más. Pero no se paraliza. Las autoimposicio- bién se enuncia. MultlphcaclOn de productos y objetos
nes van aumentando insensiblemente con el tiempo y que codifican este «mejor-estar» para m~nten~r sutiles
desgastando modelos inestables que se van desplazan- mezclas entre ilusión y reahdad. El bano e~ta atrave-
do. La limpieza burguesa finisecular no es aún la de sado por la compleja alquimia de los publicitarios. Es
hoy, ya que es imposible imaginar en 1880 un baño su objeto, y sufre sus modas y sus imágene~. La
cotidiano: «No conviene tomar un baño cada día a insistencia en los valores personahzados, la afirma-
menos que se haga por prescripción facultativa» 42. ción de un hedonismo a menudo hecho de encargo: han
Hay una vaga racionalización del agua que correspon- ido tomando el relevo de las laboriosas explH;aclOnes
de a las antiguas imágenes de los reblandecimientos, higiénicas. Esta limpieza de hoy nece~lta~la, pa~a
pero también hay una gradual modificación de las comprenderla mejor, una atenta mirada dirigida hacia
exigencias de limpieza que mantienen frecuencias aún el individualismo contemporáneo Ya los fenomenos .de
alejadas de las nuestras. Las prácticas soportan modi- consumo. Es una limpieza que se evade, en cualquier
ficaciones interminables incluso cuando las referen- caso de los fundamentos aquí descritos, hasta mofarse
cias a Pasteur conservan aún para nosotros un eco de eÚos en alguna ocasión.
evidente.
En cualquier caso, esta limpieza del siglo XIX es
decisiva para comprender mejor la nuestra: se refiere
muy claramente a un costado invisible del cuerpo, se
apoya ampliamente en sensaciones íntimas, dispone de
una racionalización científica ya desarrollada. En este
sentido es la última gran figura que precede a la
limpieza de hoy. Con ella se acaba una historia, la de
una limpieza que alcanza finalmente al conjunto de la'
piel, tanto a las zonas más visibles como a las zonas
más ocultas. Con ella finaliza un itinerario con espa-
cios alejados de la mirada.
Pero también es imposible ignorar hasta qué punto
tal itinerario conduce a una limpieza aún diferente de
la nuestra. El proceso de los fisiólogos, en especial, el
que llega hoy, paulatinamente, al centro. El espacio
íntimo se ha ido hundiendo hasta el vértigo, influido
por la publicidad que impone la necesidad de «ponerse
Conclusión I 281

Pero para entender mejor tales indicios, hay que


comprender cuál es el papel limitado y muy particular
que desempeña el baño en la Edad Media. Hay que
medir hasta qué punto las prácticas que promueve
dicho baño pueden ser diferentes de las nuestras.
Baños de agua y de vapor existen realmente en la
CONCLUSION Edad Media, pero no son establecimientos de higiene,
sino que conllevan placeres muy específicos. Más allá
de ciertas preocupaciones termales, a menudo reales,
estos baños de la Edad Media mezclan sus prácticas
con las de las tabernas, los burdeles y los garitos en los
Hemos. elegido aquí como limpieza más antigua la que agitaciones y turbulencias viven en buena vecin-
que se refiere exclusivamente a las partes visibles del dad. Estos lugares llenos de vapores, en los que alco-
cuerpo: el rostr~ y las manos. Ser limpio es Ocuparse bas y lechos prolongan las tibias humedades de las
de una zona limitada de la piel, la que emerge de las estufas, siguen siendo lugares de goces confusos. El
evestiduras, la única
' que se ofrece aam1raa.
l ' d L as
onvenance y los LIVre de courtoisie, que dictan duran-
erotismo del baño tiene mucha mayor importancia que
el lavado, El agua, como medio de «agitaciones» físi-
te la Edad. Med1a el comportamiento de los niños cas, atrae al bañista más que el acto de limpieza. El
nobles, no dicen na~a más: tener limpias las manos y el juego, finalmente, y aún más la voluptuosidad tienen
rostr?, ,llevar u,,:a mdumentaria decente, no rascarse aquí mayor importancia que el estado de la piel.
los PlOJOS demas1ad? ostentosamente. No hay referen- Lo que muestra una historia de la limpieza corpo-
C1a alguna al «rrrter-ioj-» del vestido o a las sensaciones ral es la variedad, en el tiempo, de las costumbres y
q~e ~rov1e,,:en de la piel. No hay alusión alguna a hasta de los aspectos imaginarios del agua y la distan-
r ' sentimiento íntimo . En la Edad M e dila h ay una
ningun cia que separa las representaciones arcaicas de las de
1mp;eza corporal, pero ante todo se orienta a los hoy. En la Edad Media existe un baño que no pretende
demas, a, los testigos. y se refiere sólo a lo inmediata- realmente influir en la limpieza. En la vida cotidiana
mente
fí " visible. Estos actos arcaicos de la 11'mp1eza. la limpieza que cuenta sigue siendo la del rostro y de
rsica se conv;erten así en un tejido de sociabilidad las manos, El agua no llega realmente a lo íntimo.
Pe.r0 su historia muestra primero hasta qué punto e~ Ahora bien, lo que muestra también una historia de
pnmer. lugar, son las s~perficies aparentes del cu~rpo la limpieza es que lo que se pretende es acrecentar una
y la m1ra~ de los demás las que definen el código. intimidad del cuerpo. Hay una dinámica que ya está
d Es posibls comprender este privilegio antiguo y confirmada a finales de la Edad Media: aumento
. ur,a~ero ?e ,lo v1~lble. Sin duda, la vista es aquí el insensible de las autoimposiciones que «llevan» la
indicio mas mtuitivo, el más «naturalmente» convin- limpieza física más allá de lo visible, desarrollo de un
ce?-te,.el que puede someterse también a las normas de trabajo de civilización que afina y diferencia las sensa-
mas
1" .fácil formulación.
" Con ellas ,las refs . d 1
1 ' t'encaaa e a ciones, incluso las menos explícitas, Pero hay que
ImpIeza se enunCIan y se precisan en unas pocas subrayar hasta qué punto, al mismo tiempo que se van
palabras, Los preceptos parecen «límpidos». Basta con transformando y enriqueciendo, tales referencias si-
mirar. guen estando lejos de las nuestras. Es evidente, por
282 / El agua que protege
Conclusión I 283

ejemplo, la diferencia que hay entre la limpieza física renovación equivalen a la limpieza de la piel, es tanto
descrita en el siglo XVI y la que se describe en la Edad más sobresaliente cuanto que un relativo rechazo del
Media. Ahora bien, esta diferencia no depende de una agua la acompaña, en el siglo XVIII sobre todo. Aquí es,
nueva utilización del agua. La ablución es indepen- sin duda donde la imagen del cuerpo, la de sus
diente de tal transformación. La limpieza, en este caso, operacio~es, la de sus fun~iones, deja pe~cibir mejor
no está vinculada al lavado. Lo que hace que haya su posible peso en una historia de la limpieza. El
cambiado es, primero y durante mucho tiempo, una cuerpo que se ha bañado es, para la élite de la Francia
nueva utilización de la ropa interior. El tratamiento clásica, una masa invadida por el líquido, trastornada
de los tejidos del «cuerpo» crea, desde el siglo XVI, un por las repleciones y los hinchamientos: envolturas
espacio físico inédito de la limpieza: diferenciación porosas y carnes impregnadas. Parece que los poros
más acentuada entre la ropa exterior y la ropa inte- son otras tantas aberturas y los órganos otros tantos
rior; graduación más sensible entre los tejidos finos y receptáculos, al mismo tiempo que abundan los ejem-
los tejidos gruesos; finalmente, cambios más frecuen- plos de oscuras penetraciones.. Los contagi?s pod~ían
tes, y sobre todo más imperativos, de las telas que se constituir por sí solos una serre de ilustraciones. ¿No
ponen en contacto con la pieL Con la manipulación de será el agua semejante a esos venenos imperceptibles
esta ropa interior, las sensaciones tegumentarias pare- que han ido invadiendo el cuerpo de los contagiados?
cen más explícitas, y la evocación de las transpiracio- El baño no carece de riesgos y, además, incluso puede
nes más presente. Los pliegues o partes ocultas del dejar la piel totalmente ~(abierta». U'.'a m~cáni~a sim-
cuerpo hacen que surja otra atención. Curiosamente, plificada de la infiltración y una racionalización con-
lo que ha hecho que evolucione la percepción y el cebida, en primer lugar, para exphcar e~ fulmmante
sentimiento de la limpieza es un conjunto de prácticas ataque de las pestes y de las apidemias han Ido
«secas». y este dispositivo es muy importante, puesto favoreciendo esta representación de un cuerpo de
que, también él, se refiere a la mirada, pero renovando fronteras penetrables.
totalmente su agudeza y su profundidad. Sea como fuere, esta limpieza del siglo XVII, más
La ropa interior, que emerge bajo el jubón de los «extensa» y más «profunda», no deja de ser paradójica,
hombres o el vestido de las mujeres, delega en la pues llega a las zonas ocultas ~el cuerpo y acrecien~a
superficie las referencias a zonas más secretas. Lo el papel de la mirada; es mas secreta, pero ]:,,-mas
intimo se va comprometiendo insensiblemente con lo favoreció tanto el espectáculo. Con ella, lo visible
visible. Esta limpieza triunfa con la Francia clásica adquiere una soberanía inigualada. Hay que r~petIr
hasta poner en juego todos los recursos del espectácu- hasta qué punto conviene tal práctica a una sociedad
lo. Prácticas de corte que multiplican los signos indu- cortesana que «teatraliza» ademanes, actitudes y
mentarios, que explotan la sabia colocación estratifi- atuendos. Estos tejidos que se salen del traje, estas
cada de los tejidos, refinamientos de la apariencia, renovaciones codificadas de la ropa, al mismo tiempo
encajes que aligeran y prolongan el «interior» del que conceden un lugar principal a lo íntimo, permiten
traje, y la calidad del tejido de la ropa interior que que se explote la apariencia como nunca se había
juega con la variedad de los tonos y la fineza de las hecho. .
tramas, según se trate de lino, de sarga o de cáñamo, Ahora bien debemos repetir también que una lim-
orquestando con ellos sutiles distinciones sociales. pieza «modern~» puede surgir en contra de semejante
Esta limpieza, en la que la blancura de la ropa y su valoración de lo visible. Lo que no quiere decir que se
284 I El agua que protege Conclusión I 285

borre el papel que se le atribuye a la ropa. Todo lo inauguran una manera de explicación: la limpieza es
contrario. A fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX, legitimada por la ciencia. El principio no varía duran-
la burguesía va a ir multiplicando los tejidos livianos te varios decenios, incluso si los mecanismos que se
y los m~tices del blanco. Pero van emergiendo otras invocan van cambiando: ser limpio es proteger y
valora ciones; otras referencias van a promover la reforzar el cuerpo. La limpieza asegura y sostiene la
aparición de una limpieza «interior», La verdadera buena marcha de las funciones. Las razones son las
t~a?-sformación,la que produce el desplazamiento defi- razones de la fisiología. Papel energético de la piel,
nitivo, pertenece al argumento de la salud: lo que molestia obstruyente de las mugres, peligro de las
Importa, no e~ ya la apariencia, sino el vigor. La materias putrescibles, se convierten en el horizonte
burguesía de fines del siglo XVIII emite la teoría de una teórico de abluciones y baños. Las alarmas microbia-
limpieza de la piel y trata de conseguir una nueva nas son un último punto: hay que lavar para defender
fuerza. Limpiar los poros para dinamizar más el cuero mejor.
po; utilizar el agua, incluso fría, para dar más firmeza Tal discurso culto, dominante en el siglo XIX, a
a las fibras. La limpieza «libera» y refuerza, pero hay pesar de sus aplicaciones, durante cierto tiempo Iimi-
que emplear un agua que apriete y endurezca. Yana tadas y vacilantes, desempeña por lo menos un papel:
bastan,los cambios de .ropa, como tampoco bastan ya, atribuir una utilidad «palpable» a una limpieza que se
como. umeos testimonios, los testimonios «externos». sigue viendo poco; dar un sentido funcional a ciertas
La piel debe ponerse en contacto con un líquido exigencias interiorizadas muy difíciles de formular
encargado de estimularla: sin duda, se trata de lavar porque su objetivo sigue siendo «ínfimo». La caza al
las zonas que recubre el traje, pero para fortificarlas microbio es la traducción real de esta limpieza «invisi-
más. Representación del agua Y representación del ble». Todas estas razones sabias, todas estas justifica-
c.uer po se explotan ahora según la física de los endure- ciones lentamente construidas dan «cuerpo» a una
cimientos. Una vez más, se trata de imágenes intuiti- vigilancia eminentemente social y, sin embargo, difícil
vas q~e revelan h?,sta qué punto, en este lento proceso de explicar, porque, precisamente, se refiere a lo im-
de ~o íntrmo, la higiene puede ser objeto de racionali- perceptible. Pero, evidentemente, tal ciencia no deja
zaciones.. Incluso parece que sólo hay una diferencia de tener sus verdades. El papel que desempeña se debe
entre la limpieza del siglo XVII, ampliamente compues- también aciertos descubrimientos muy reales y, ade-
t~ de aparrencias, y la del siglo XVIII, que cultiva más, importantes. Pero las tácticas de convicción en
CIertas fuerzas secretas. Tan simbólica como puede las que participa subrayan hasta qué punto esta lim-
serlo la dIferenCIa entre una aristocracia apegada a pieza, cada vez más comprometida con lo íntimo, ha
las tácticas de la apariencia y una burguesía que tenido que buscarse primero razones edificantes, antes
Inventa CIertos «VIgores»: un código escénico contra de convertirse en una simple costumbre. La exhorta-
un código de fuerzas. ción que utiliza la burguesía en el siglo XIX con
Limpieza «ejemplar» en lo que tiene de significacio- respecto a las clases populares confirma tales procedi-
nes socla~es, p~ro también limpieza «ejemplar» por su mientos, ampliándolos: la limpieza no sólo vuelve
~ecurso s~stematIco.a la referencia científica y a las «resistente», sino que garantiza un «orden». Es algo
JustIfic.a?lOne~ funcionales, La limpieza puede tener que se añade a las virtudes. La nitidez de la piel, la
una utilidad física precisa, pues aumenta los recursos disciplina del lavado, tendrían sus correspondencias
orgánicos. Estas teorizaciones de fines del siglo XVIII fisiológicas: resultado físicamente invisible, sin duda,
286 I El agua que protege Conclusión / 287

pero moralmente eficaz. Sea como fuere, con esta implican aquí una reestructuración total del mundo
limpieza que aleja al microbio se acaba un largo subterráneo, así como del mundo aéreo de las ciuda-
recorrido, el que va de lo más aparente a lo más des. El agua ha sido, sin duda, uno de los factores más
secreto, pero también el que va cavando la esfera del importantes de la reordenación urbana del siglo XIX.
espacio privado. Con ella, la alimentación, como la «respiración» de las
Otras referencias, finalmente, hacen que este reco- aglomeraciones, ha cambiado totalmente. La limpieza,
rrido sea aún más sensible. Con estas operaciones que por tanto, ha comprometido todo el lado imaginario de
van gestando una limpieza que escapa a la mirada se las ciudades, su tecnología, y también su resistencia
van creando insensiblemente ciertos lugares privatiza- contra la «capilarización».
dos. Y empiezan a existir ciertas topologías. La habita- La historia de la limpieza depende, en definitiva, de
ción del abad de Choisy en 1680 (L." parte, capítulo 3) una polaridad dominante: la constitución, en la socie-
todavía no tiene una dependencía para el aseo. Los dad occidental, de una esfera física que pertenece al
actos que el abad consagra a su limpieza correspon- individuo, la ampliación de esta esfera, pero también
den, por otra parte, a este espacio polivalente: acción el refuerzo de sus fronteras hasta conseguir alejarse de
sobre los afeites y los lunares, cambio de camisa, la mirada de los demás. Pero el recorrido de tal
diversos frotamientos. Hay que llegar al siglo XVIII y historia no puede ser lineal, ya que desempeña un
que se establezca una distancia con las espectaculari- papel que interviene en lo imaginario del cuerpo, el de
zaciones aristocráticas para que se creen, en los gran- los espacios habitados y el de los grupos sociales. Esta
des hoteles particulares y en las grandes mansiones, limpieza, que se va dirigiendo progresivamente a la
estos espacios especializados que se utilizan para el consecución de cuidados invisibles, es, por otra parte,
cuidado del cuerpo. A los cuartos de aseo, con sus objeto de una racionalización. Pero cuanto más secre-
lozas, con sus jarros, con sus bidés (aun cuando éstos ta se vuelve, más parece una seductora coartada que
sigan siendo escasos), corresponde una limpieza ya podría mostrar su utilidad concreta, es decir, su fun-
más secreta. Los espacios de la élite se aumentan y se cionalidad. Su historia es también la de estas raciona-
especifican, igual que se va ahondando en esta limpie- lizaciones.
za que va más allá de las superficies. Se está creando
un lugar, exactamente igual que se está ampliando la
limpieza.
A fines del siglo XIX se sistematiza un mandato
imperativo: cerrar rigurosamente los accesos a los
cuartos de aseo y a los cuartos de baño. Y se llega a
establecer una distancia definitiva con respecto a esta
piel y con respecto a todos sus repliegues. Al mismo
tiempo, se confirma el placer de la ablución que
todavía no osa declararse.
Hay que ver, finalmente, hasta qué punto esta
dinámica pone en juego otros espacios más, en particu-
lar el de las ciudades, con sus arquitecturas, sus
comunicaciones y sus flujos. Los cuidados del cuerpo
Notas I 289

11 M. Liman, Les Mesures contre la peste a Beeancon ou xvr


siécle, París, 1906, p. 9.
12 J. Garnier, Les Études dijonnaises, Dijon, 1867, pp. 28·29.
13 A. Paré, Oeuvres, París, 1585 (l.a ed. 1568), p. 56.

" N. Houel, Traité de la peste [...], París, 1573, p. 16.


lE> D. Jouysse, Rref Discours de la préservation el de la cure de la

peste [...l. Amiens, 1668, p. 3.


16 C. de Rebecque, Le Médecin francaie charitable, Lyon, 1683, p.

NOTAS 608.
17 F. Citoys, Avis sur la nature de la peste. París, 1623. p. 20.
lB J ..J. Manget, Traité de la peste el des moyens de e'en préserver,

Lyon, 1722, p. 199.


8
19 M. de Montaigne, Diario de viaje a Italia (1. ed. 1774),
Barcelona, 1986.
Introducción 20 L. Riviere, Les Pratiques de la médecine, Lyon, 1682, p. 10.

1 P. Searron, Le Roman comique (1651), en Romanciers du XVI! 21 C. de Rebecque, op. cit., p. 419.

siécle, París, Gallimard, Pléiade, 1973, p. 560. 22 L. Riviere, op. cit., p. 10.
a Ibid. 23 T. Le Forestier, Régime contre épidémie et pestilence, París,

3 Cf arriba, parte Il, capítulo 1. 1495, p. 102.


4 El texto de Norbert Élias, El proceso de la civilización Madrid 24 Cf G. Barraud, L'Humanisme et la Médecine au xvr eíécle,

1988 (1. 8 ed. alemana, 1939); es esencial a este respecto.' , Bruselas, 1942, p. 83. .
25 R. de Graff, Histoire anatomique des parties génitales de
l'homme et de la [emme, Basilea, 1699 (1. 8 ed. 1678).
PRIMERA PARTE 26 H. de Monteux, Conservation de santé et Prolongation de la

vie, París, 1572, p. 96.


27 A. Paré, op. cit., p. 1154.
Del agua festiva al agua inquietante
28 Ibid.
29 M. de Sully, Mémoires, París, 1662, t. VI, p. 427.
30 lbíd., p. 428.
1. El agua que se infiltra 31 Ibid.
32 A. d'Aquin, G.-C. Fagon, A. Vallot, Journal de la santé du roi
1 J.-N. Biraben, Les Hommes et la Peste en France et dans les pays Louis XIV (1647-1711), París, 1862, p. 67.
eur~péens ~t méditerranéens, París, Mouton, 1976, t. lI, p. 98. aa Ibid., p. 73
, J. Guiert, «Le peste a Lyon au XVII" siecle», Bíologíe médicale. ,. Ibid., p. 92.
París, 1929, núm. 5, p. 5. 35 T. Renaudot, Recueil général des questions traitées es conféren-
3 J.-N. Biraben, op. cit., t. Il, p. 167.
ces du bureau d'adress, París, 1655, t. Il, p. 533.
4 M. Briele, Document pour servir ti l'histoire des hópitaux de
36 N. de Blégny, Livre commode des adresses de París, 1878 (L''
Paris, París, 1883, t. 1, p. 16. ed. 1692), p. 184.
5 J. Guiart, op. cit., p. 10.
37 C. de Rebecque, L'Apothicaire [rancais charitable, Lyon, 1683,
6 N. de Delamare, Traité de la police, París, 1722 (l.8 ed. 1698),
p.474
t. 1, p. 628. 38 L. Guyon, Far;on de contregarder la beauté [..}, in Cours de
7 G. Bunel, Oeuvre excellente et ti chacun désirant eot de peste
médecine théorique et pratique, Lyon, 1689 (1. 8 ed. 1615), t. Il, p. 221.
préserver [...1, París, 1886 (1." ed. 1513), p. 17. 8
39 F. Bacon, The Historie of Lífe and Death (1. ed. 1623), 1977.
8. J. Riolan, Curieuses Recherches sur les écoles de médecine de
40 J. Héroard, Journal sur l'enfance et la jeunesse de Louis XIII
París et de Montpellier, París, 1651, p. 218. (1601-1628), Paris, 1868, t. 11, p. 70.
9 N. de Delamere, op. cit., t. 1, p. 628.
41 G. Patin, Lettres, París, 1846 (l.8 ed. 1683), t. 1, p. 109, Y Traité
10 L. Boucher, La Peste a Rouen aux xvr et XVII' sieclee París
1897, p. 26. ' ,
de la conservation de la santé, París, 1682.
290 I Notas Nota. I 291
42 R. Bonnard, Une dame qui va entrer au bain; París, 1691,
2. Desaparición de una costumbre
grabado BN.
43 Ibid., Audiger muestra indirectamente la muy escasa presen-
cia del baño en el siglo XVII. Cuando describe todas las actividades 1 J. Rioland, op. cit., p. 218.
en las que debe mostrar habilidad una doncella al servicio de una a lbid., p. 219.
señora de calidad, concede especial importancia al cuidado de la 3 Guillaume de Villeneuve, Les Crieries de Paris (siglo XIII),
ropa. al arte de disponer cintas y encajes y al adorno del peinado; citado por M. Barbarau, Le Costoiement ou Instructions du pére a son
finalmente cita <dahabilidad para preparar un baño de pies y pastas file, París, 1760; E. Boileau, Le Livre des métiers (siglo XIII), París,
para limpiar las manos» (p. 102). No es necesario saber lo mismo 1879, pp. 628·629.
cuando se sirve a un hombre de calidad. Aquí, lo importante es saber 4 «Cuenta de los pequeños placeres de la reina» (art. 376), citado
«rasurar y peinar» y «cuidar de que los trajes del señor estén limpios por V. Gay. Glossaire archéologique, París, 1887, t. 1, p. 683.
y aseedos» (La Maison réglée, 1691, p. 51). 5 C. de Beaurepaire, Nouveaux Mélanges hístoriques, París, 1904,
44 S. de Sainte-Marthe, La Maniere de nourrir les enfants a la p.94.
mamelle, París, 1698 (L" ed., siglo xvt), p. 52. 6 Ibid.
45 S. de Valembert, Cinq Livres de la maniere de nourrir et 7Valére Maxime, Faits et Dits mémorables (siglo xv), París, BN,
gouverner les enfants, Poitiers, 1565, p. 46. ms. fr., 289; fol. 414.
46 E. Rodion, Des divers travaux et enfantements des femmes, 8 J. Garnier, op. cit., p. 30.
trad., París, 1583 (1." ed., 1537), p. 94. 9 P. Goubert, Beauvais et le Reauvaisis de 1600 a 1730, París,
47 E. de Glainville, Le Propriétaire des choses tres utiles et SEVPEN, 1960, p. 232; F. Lebrun, La Mort en Anjou au xvur siécle,
profitables au corps humain (siglo XVI), París, 1518, s. p. París, Mouton, 1971, p. 266.
48 A. Paré, op. cit., p. 947. 10 N. de Blégny, op. cit., p. 183.
49 M. Ettmuler, Pratique de médecíne spéciale, trad., Lyon, 1691 11 A. Seyboth, Strasbourg historique et pittoresque de ses origines
(1." ed. 1685), t. Il, p. 484. a 1870, Estrasburgo, 1894. Seyboth relata minuciosamente los nego-
50 J. Héroard, op. cit., t. 1, p. 349: «Bañado por primera vez y la cios, por calles y fechas, lo que permite hacer el recuento.
señora (su hermana) con él». 12 D. Martin, Le Parlement nouveau, Estrasburgo, 1637, citado
51 H. de Monteux, op. cit., p. 265. por C. Nerlingen, Strasbourg, 1900, p. 125.
52 D. Erasmo, De civilitate morum puesilium (1530). 13 [bid.
53 Anónimo, Bienséance de la conversation, Pont-á-Mousson, 14 Mme de La Guette, Mémoires, París, Mercure de France, 1982
1617, p. 34. (1." ed. 1681), p. 89.
54 Anónimo, La Civilité nouvelle contenant la vraie et parfaite 15 G. de Chavagnac, Mémoires, París, 1699, t. l, p. 207.
instruction de la jeunesee, Basilea, 1671, p. 69. 16 Mme de Sévigné, Lettres, París, Gallimard, Pléiede, 1972, t. 1,
55 J. du Chesne, Le Portrait de saneé, París, 1606, p. 361. p. 28: carta del 26 de junio de 1655.
56 L. de Saint-Simon, Memorias, Barcelona, 1983. 17 G. Tallemant des Réaux, Historiettes, París, Gallimard, Pléia-
57 [bid. de, 1960 (ms. 1659), t. Il, p. 344. >

58 Ursulines, Réglements des religieuses ursulines de la congrega- 18 Sauval, Les Antiquités de Paris, París, 1724, t. lI, p. 146.
tion de París, París, 1705 (1." ed. 1650), t. 1, p. 131. 19 G. Boccaccio, El Decamerón, (siglo XIV), Madrid, Alianza
59 J. Pascal, «Reglement pour les enfants» (París, 1657), en Edit., 1987.
Lettres et Mémoires, París, 1845, p. 232. 20 C. Ephrussi, Les Rains de femmes de Dürer, Nuremberg, s.f.
60 J.-E. de La Salle, Les Regles de la bienséance chrétienne, (hacia 1930).
Reims, 1736, p. 11. 21 Anónimo, Cent Nouvelles nouvelles (1450), en Conteurs fran-
61 N. Rétif de La Bretonne, Monsieur Nícoiae, París, 1924 (L'' ed. ~ais du xvr, París, Gallimard, Pléiade, 1979, p. 33.
1794), t. 1, p. 138. 22 L.-P. Gachard, «Les comptes de Philippe le Bon, duc de
62 J.-B. de La Salle, op. cit., p. 34. Bourgogne», Collection des voyages des souverains des Pays-Bae.
63 D. Erasmo, op. cit., pp. 66-67. Bruselas, 1876, t. 1, p. 89.
sa lbid., p. 87.
24 Ibíd., p. 91.
25 J. de Troyes, Histoire de Louis unzieme (1483), publicado por J.
292 r Notas Notas r 293

Michaud y J. Poujelat, en Nouvelle Collection des mémoires pour Arnoud, Étude historique sur les bains thermaux de Digne, París,
servir ti l'hietoire de France [...]. París, 1837, t. IV, p. 280. 1886.
26 A. Jubinal, La Contenance des fames (siglo XVI), en Nouveau 8 É. Boileau, op. cit., pp. 155-156 (nota); F. Piton, Strasbourg
Recueil des contes dits, París, 1842, t. II, p. 175. íllustré, Estrasburgo, 1855, p. 151.
27 Anónimo, Cent Nouvelles [...], op. cit., p. 33. 9 Valere Maxime, manuscrito, op. cit.
28 L.-P. Gacherd, op. cit., t. 1, p. 87 a 99. 10 G..F. Pogge, Les Bains de Base (siglo xv), publicado por A.
29 A. Vallet de Virville, «Compres royaua» (1403-1423), Chroni- Meray, París, 1847.
que du roi Charles VII roi de France, París, 1858, t. III, p. 277. 11 P. Pansier, «Reglement de prostitution a Avignon», Janus,
30 C. Perrault, La Querelle des anciens et des modernes en ce qui París, 1902, p. 144; J. Rossiaud, «Críses et consolidations» (1330-
regarde les arts et les sciencee, París, 1688, t. 1, p. 247. 1530), en J. Le Goff, La Ville médiévale, París, Le Seuil, 1980.
31 C. P. de Luynes, Mémoires, 1735-1738, París, 1860, t. X, pp. 180- 12 R. de Belleval, Lettres sur le Ponthieu, París, 1868, p. 154.
188. 13 É. Deschamps, «Rondel 552», Oeuvres, París, 1876-1903, t. IV,
32 cr. B. Teyeaedre, L'Art au suele de Louis XIV, París, Le livre p. 6, v, 4-10.
de poche, 1967, p. 145: «Le maitre des eaux.» 14 Cabanee, La Vie aux bains, París, 1904, p. 194.
33 P. Goubert, op. cit., p. 232. 15 R. Kendall, Yorkist Age: Daily Life during the wars of the
34 F. Lehoux, Le Cadre de vie des médecins parisiens aux xvr et Roses, Norton, 1970.
xvtr siécles, París, Picard, 1976. 16 J.-P. Legay, La Rue au Moyen Age, Rennes, Ouest-France
35 R. Havard, Dictionnaire d'ameublement, París, t. IV, p. 845. Université, 1984, p. 150.
36 Ibid. 17 A. Durero, Le Journal de voyage dans les anciens Pays-Bas

37 M. L. Vitruvio, Los diez libros de arquitectura, Barcelona, (1520-1521), trad. Bruselas, Weber, 1970, p. 71.
1985. 18 J. Garnier, op. cit., p. 41.

38 L. Savot, L 'Archítecture francaise. París, 1624, p. 102. 19 Ibíd., p. 79.

39 C. de Rebecque, L'Apothicaire [...], op. eit., p. 473. 20 L. Maeterlinck, op. eit., p. 180.
40 M. de Montaigne, Ensayos (1595), Madrid, Cátedra, 1987. 21 G. Espinas, La Vie urbaine ti Douai au Moyen Age, París, 1913,
41 A. Franklin, La Vie privée d'autrefoíe, París, 1908; entre otros, t. IV, p. 682.
R. Pernoud, Lumiére du Moyen Age, París, Grasset, 1981 (LB ed. 22 J. Garnier, op. cit., pp. 27·28.
1944). 23 H. T. Riley, Memorials of London and London Lífe. XIII, XIV
42 cr. más arriba, nota 4. and XV centuries, Londres, 1868, p. 647.
43 cr. más arriba, nota 24. 24 G. Arnaud d'Agnel, Les Comptes du roi René (1453-1480),

44 D. Erasmo, Les Hótelleries, trad., París, 1872 (La ed. 1526), París, 1908, t. I1I, p. 473.
p. 18. 25 J. Garnier, op, cit., p. 41.
26 C. Ephrussi, op, cit., p. 13.
27 O. Maillard, Confesions (siglo xv), citado por A Samouillan.
Olivier Maillard, sa prédication et son temps, París, 1891, p. 500.
3. Los antiguos placeres del agua
28 O. Maillard, Sermons (siglo xv). París (sermón XXVIII). cr.
también A. Méray, La Vie au temps des libres précheure, París, 1878.
1 G. de Lorris y J. de Meun, Libro de la rosa (siglo xm), Madrid,
29 Anónimo, Cent Nouvelles [...]. op. cit., p. 21.
1986, v. 10065. 30 Ibíd., p. 22.
a lbíd., t. 11, p. 186, v. 14348. 31 Ibid.
3 C. Enlart, Manuel d'archéologie [rancaiee, París, 1902, pp- 88-
32 Abbé de Choisy, Mémoires de l'abbé de Choisy habillé en
89. femme (ms. de finales del siglo XVI), París, Mercure de France, 1966,
4 L. Maeterlinck, Le Genre satirique dans la peinture flamande,
p.312.
Bruselas, 1907, p. 175. aa lbid., p. 313.
5 P. de Bourdeilles (llamado Brantóme), Les Femmes galantes, en
Oeuvres, París, 1864, t. IX, p. 290 (ms. 1585).
6 J. Bosch, El jardín de las delicias, Madrid, Museo del Prado,

1500.
7 J. Garnier, op, cit., p. 26; C. de Beaurepaire, op. cit., p. 22; J.
Notas I 295
294 I Notas

20 Regle de saint Benoit, en Regles des moinee, París, Le Seuil


SEGUNDA PARTE
(col. «Points»), 1982, p. 100.
21 C. Dehaisnes, «Inventaire de Guy, comte de Elandrea» (1305),
La ropa que lava Documents el Extraits divers concernant l'histoire de l'art dans la
Flandre [...], Lille, 1886, p. 170.
22 «Inventaire des biens meubles de C. de Fouquembert», Jour-
1. Lo que cubre y 10 que se ve nal de C. de Fouquembert (1431-1436), París, 1915, p. LXX.
23 C. de Beaurepaire, Nouveau Recueil de notes historiques el
1 T. Platter, La Vie de Thamas Platter, trad. Ginebra, 1862 (l.a archéologiques concernant le département de la Seine inférieure,
ed. 1499), p. 24. París, 1888, p. 173.
2 E. Le Roy Ladurie, Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, 24 J. Labarte, Inventaire du mobilier de Charles V, París, 1879, p.
Madrid, 1988. 75.
3 Le Ménagier de Paris (siglo XIV), París, 1846, t. 1, p. 172. 25 G. de Lorris, «Le Jardin d' Amour» (Roman de la Rose, La
4 B. de Glainville, op. cit., s. 1. parte, 1240), en Poétee et Romanciers du Moyen Age, op. cit., p. 550.
5 J. Sulpizio, Des bonnes moeurs et honestes convenances que doit 26 H. L. Bouquet, «Reglement du college de Harcourt» (1311),
garder un jeune homme (siglo xv), Lyon, 1555, p. 7. L 'Ancien College de Harcourt, París, 1891, p. 73.
6 Citado por L. Guyon, Diverses Leccns, Lyon, 1604, p. 826. 27 L. Le Grand, «Statuts de I'hópital Comtesse a Lille» (1250), op.
7 J. Guillemeau, De la nourriture et du gouvernement des en{ants, cit., p. 74.
París, 1609, pp. 166-167. 28 G. Boccaccio, op. cit., sobre la camisa; véase también F.
8 G. deChauliac, La Grande Chirurgie (siglo XVI), Lyon, 1592, p. Piponnier, Costume et Vie sociale, la cour d'Anjou XIV-XV' síécle,
471. Esta «familiar-idad» con la miseria puede servir de apoyo al París, Mouton, 1970, pp. 134, 145, 168, etc.
argumento melancólico de la Edad Media sobre la debilidad del 29 Marie de France, op. cit., p. 320-321.
hombre y la presencia constante de la muerte. Las relaciones entre 30 E. Le Roy Ladurie, op. cit.
esta miseria y la descomposición se imponen. Si el hombre, vivo, es 31 L. Douét d'Arcq: «Comptes d'Etienne de La Fontaine», Comp-
putrefacción: «¿Cuáles son los frutos que nacen de nosotros? Los tes de l'argenterie des rois de France au XIV" siécle, París, 1874, p. 84.
frutos agradables y utilísimos que engendramos son las liendres, las 32 P. Charbonnier, Guillaume de Murol, París, Institut d'études
pulgas, los piojos y los gusanos que crea nuestro cuerpo en nuestro du Massif central, 1973, p. 318.
cuerpo y crecen continuamente» (texto del siglo XIV citado por J. 33 P. Peyvel, (Le budget d'une famille noble a l'aube du xv-
Delumeau, El miedo en occidente: siglos XIV-XVIII, Madrid, 1989. eiecle», Cahiers d'histoire, Lyon, 1980, núm. 1, p. 46.
9 M. Ettmuler, op. cit., p. 468. 34 G. d' Avenel, Histoire économique de la propriété, des salaires,
10 H. de Monteux, op. cit., p. 275. des denrées et de tous les prix en général depuis l'an 1200 jusqu'd l'an
11 J.-B. Thiers, Traité des superstitions, París, 1692, p. 362. 1800, París, 1885, t. V, pp. 553·556.
12 L. Guyon, Le Miroir de la beauté et de la santé du corps. París, 35 L. Barthélémy, «Inventaire du cháteau des Beaux en 1428)),
1615, p. 35. Revue des sociétés sauantes, París, 1877, t. VI, p. 136.
13 M. Le Long, Le Régime de santé de l'école de Salerne, París, 36 A. Goldmann, lnventaire de Galeran le Breton (1299), París,
1633, p. 19. 1892, p. 3.
14 Anónimo, La Ne{ de santé, París, s.f. (h. 1490), s.l. 37 C. Arnaud, Histoire d'une {amille provencate, París, 1884,
15 A. de La Sale, L'Histoire et Plaisante Chronique du petit Jehan p.340.
de Saintré (siglo xv), París, ed. de 1724, p. 62. 38 Inventaire des biens de G. de Vernoit, étudiant de Sorbonne
16 Glixelli, «Les contenances de table» (siglo XIV), Romania, (1347), AN, M. 74.
1921, p. 37. 39 B. Prost, Inventaire des ducs de Bourgogne, París, 1902, t. 1,
17 Marie de France, Lais (siglo XII), en Poétee et Romanciers du p.37.
Moyen Age, París, Gal1imard, Pléiade, 1979, p. 327. 40 L. Douét d'Arcq, lnventaire de Jehanne de Presles (1347),
18 L. Le Grand, «Statuta de l'Hótel-Dieu de Vernon» (siglo XIII), París, 1878, pp. 16·17-26.
Statuts et Réglemente de léproseries et d'hopitaux du Moyen Age, 41 Regle de Saint Benoit, op. cit., p. 119.
París, 1903, p. 167. 42 Le Roman de Jehan de Paris (siglo xv), en Poetee et Roman-
19 L. Moulin, La Vie quotidienne des religieux au Moyen Age, ciers du Moyen Age, op. cit., p. 721.
París, Hachette, 1982, p. 153.
296 / Notas Notas / 297

43 Regle de Saint Benoit, op. cit., p. 98. 18 M. Faret, L'Honnéte Homme ou l'art de plaire a la cour, París,
44 La Regle du Maitre (siglo XI), París, Ed. du Cerf, 1964, p. 335. 1630, p. 233.
45 Ibid., p. 333. 19 Mme de Maintenon, Éducation morale, choix de lettree (carta
46 «Statuts de l'Hótel-Dieu de Vernon», op. cit., p. 153. de 1711), París, 1884, p. 157.
47 E. Coyecque, L'H6tel-Dieu de Paris au Moyen Age, París, 1891, 20 M. Broseard: «État de la maison du duc d'ürléans, frére du roi
p. 71. Charles IX», Bulletin archéologique du comité, París, 1890, p. 19.
48M. Briele, op. cit., t. JII, p. 47. 21 R. F. Le Men, «Le livre de compte du sieur de La Raye»,
• 49E. Coyecque, «Notioe sur I'ancien college des dix-huit», Bulle- Bulletin de la société archéologique du Finistére, Rennes, 1877-1879,
tm de la société historique de la ville de Paris, París, 1887, p. 182. p. 102 s.
50 «Reglement du college de Harcourt», op. cit., p. 75. 22 E. Bonnaffé, Inventaire de la duchesse de Valentinois, París,
51 N. de Delamare, «Ordonnance de police de 1348», op. cit., t. IV, 1878, p. 99.
p.202. 23 A. Descloseaux, Gabrielle d'Estrées, París, 1898, p. 271.
52 G. Boceacio, op. cit. 24 G. Tallemant des Réaux, op. cít., t. I, p. 7: (El difunto rey Luis
53 J.-P. Leguay, op. cit., p. 58.
XIII, pensando que así aparentaba ser buen compañero, decía: "He
54 «Ordonnance de police pour pourvoir au nettoiement de la salido a mi padre, siento la bolsa"»; cf. también la notable bibliogra-
place Maubert» (1374), ibid., t. IV, p. 203. fía escrita por Jean-Pierre Babelon, Henry IV, París, Fayard, 1982,
55 «Ürdonnance de 1395», ibid., t. IV, p. 204.
p.255.
56 Citado por B. Chevalier, Les Bonnes Villes de France du XIV' 25 G. Baschus de Lagreze, Henry IV, uie privée, détails inédits,
au XVI' eiecle, Aubier, 1982, p. 224. París, 1885, p. 92.
26 Y. Bézard, «L'Inventaire apres déces du mercier Cramoisy»,

Bulletin de la société historique de la ville de Parte, París, 1937, p. 51.


27 F. Lehoux, op. cit., pp. 221-222.
28 M. Mireur, «Inventaire des habillements et parures d'une
2. La piel y la blancura de la ropa interior
dame de Provence», Revue des sociétés savantes, París, 1874, t. II, p.
1 Bon~,venture des Périers, Récréatíons et Joyeux Devis, conteurs 125.
du XVI'sieele, op. cit., p. 394. , 29 E. Soulé, Recherches sur Moliere, París, 1863, p. 273; E. M.,

2 F. Rabelais, Gargantúa (1540). Madrid. 1989. vizconde de Grouchy, Inoentaire de Jean Racine. París, 1892, pp. 29-
3 L. Joubert, op. cit., p. 550. 30; A. Joubert, Les Constantin, París, 1890, p. 237.
• Ibid.; t. Il, p. 28. 30 A. Thomas, L'Isle des Hermaphrodites, París, 1724 (La ed.

5 M. de Montaigne, Ensayos, op. cit. 1580), p. 14.


6 J. L. Vives, Diálogos, Barcelona, 1988. 31 Cf. R. Ritter, Henry IV, Iui-méme, París, 1944, p. 403.

7 M. Bicaís, La Maniere de régler la santé par ce qui nous 32 A. de Montpensier, Mémoires, París, 1735 (La ed. 1728), t. I,

environne, Aix-en- Provence, 1669, p. 92. p. 157.


, P. Bailly, op. cit., pp. 373·374. 33 G. Tallemant des Réaux, op. cit., t. l, p. 534.

9 L. Savot, op. cit., pp. 102.103. 34 L. de Saint-Simon, op. cit.

10 C. Perrault, op. cit., p. 80. :15 Ibíd., t. XXVIII, nota de Boislile, p. 357.

11 J. Fouquet, Les Heures d'Étienne Chevalier (1440·1480), París,


36 A. Bosse, La Galerie du palais, París, 1640, grabado BN.

Draeger, 1971, pl. 11. 37 L. Le Nain, Infanta, 1630, Nantes, Museo de Bellas Artes.

12 G. Bellini, Retrato de unjoven senador (h. 1480), Padua, Museo 38 M. Lasne, Louis de Bourbon, 1632, París, grabado BN.

de la Ciudad. 39 Cornelis de Vos, Retrato de familia, 1631, Amberes, Museo

13 H. Memling, Joven (1475), Nueva York, col. Lehmann. Real de Bellas Artes.
40 Estados generales de 1614; véase citado por L. Godard de
14 J. Clouet, Galerie des portraits (principios del siglo XIV),
Chantilly, Museo Candé. Donville, Signification de la mode sous Louis XIII, Aix-en-Provence,
15 J. Clouet, Francisco 1 (1525), París, Museo del Louvre. Edisud, 1978, p. 208.
41 A. du Verdier, 1576, citado por R. Aragon, Les Loie somptuai-
16 Pierre de Bourdeilles (llamado Brantóme), op. cit., t. V, pp.
302·303. res en France. París, 1921, p. 69.
42 A de Montpensier, op. cit., t. I, p. 184.
17 C. Sorel, Les Lois de la galanterie, París, 1644, p. 12.
298 / Notas Notas I 299

43L. de Saint-Simon, op. cit., t. XV, p. 96. 14 Anónimo, La Ciuilité nouuelle (...], op. cit., p. 103.
44E. Soulé, op. cit., p. 252. 15 El cuadro de A. Bronzino, Lucrezia Panciatrichi (1550) es un
45 B. de Montbrison, Inventaire des habits, bagues, joyaux el buen ejemplo. Véase, sobre ello, la reciente obra de P. Perrot, Le
habillements de Mme Isabeau de Tournon (1610), París, 1910, p. 13. Travail des apparences ou les transformations du corpe {éminin,
46 Maison d'Anne d'Autriche, AN, K. 203. XVIIl'-XIJr eiécle, París, Le Seuil, 1984: «La Renaissance et l'Age
" G. d'Avenel, op. cit., t. V, pp. 553-556, Y t. III. claseique, si sales, se fardent généreusement», p. 33.
48 A. Courtin, De la civilité qui se pratique en France parmi les 16 A. Largilliere. Luis XIV y su familia (1711), Londres, col.

honnétes gens, París, 1671, p. 100. Wallace.


17 J. Liebault, Trois Livres de l'embellissement et de l'ornament
49 Mme de Maintenon, Éducation morale [...[. op. cit., p. 179.
50 M. dom, Félibien, Histoire de la ville de Parte, París, 1725, t.
du corps humain, París, 1632 (La ed. 1582), p. 215.
18 A. de Montpensier, op. cit., t. Il, p. 196.
IV, p. 266.
19 P. Scarron, op. cit., p. 560.
51 C. Démia, Réglemens pour les écoles du diocese de la oille de
20 A. Furetiere, Le Roman bourgeois (1666), en Romanciers du
Lyon, 1716, p. 39.
• 52 Bétancourt, Instruction méthodique de l'école paroissiale, Pa-
XVII' eíécle, op. cit., pp. 1048.
21 A. de Montpensier, op. cit., t. 1, p. 119.
rrs, 1669, pp. 67-66.
22 Anónimo, Discours de la mode, París, 1613, citado por J.
53 C. de Rochemonteix, «Reglement du college de La Fleche»
(siglo xvn), en Un college de jésuites aux XVII' et XVIII' eiéclee, París, Quicherat, Histoire du costume en France, París, 1877, p. 463.
23 J. de Renou, Institutions pharmaceutiques, París, 1626, p. 185.
1889, t. I1I, p. 192.
24 Anónimo, La Mode qui court ti présent et les singularités
54 Regles de la Compagnie de Jésus, París, 1620, p. 386.
55 Ibid. d'ícelle, París, 1622, p. 3.
25 S. Barbé, Le Par{umeur royal, París, 1691, pp. 112-113.
56 C. Sorel, Histoire comique de Francion (1624), en Romanciers
26 L. Guyon, op. cit., p. 338.
du XVII' eiécle, op. cit., p. 189.
27 P. Scarron, op. cit., p. 560.
57 G. Carré, «Reglement de la pension de l'oratoire en Charnpag-
28 P. Beaussant, op. cit., p. 88.
~e~) (siglo XVII), en L 'Enseignement secondaire ti Troyes du Moyen
29 A. de Montpensier, op. cit., t. 1, p. 158.
Ag. d la Réuolution (1662), p. 361.
30 L. Douét d' Arcq, «Inventaire et vente apres déces des biens de
58 Réglement des religieuses ursulines [...l, op. cit., t. 1, p. 96.
59 Ratio Studiorum, ms. BN, 1585. la reine Clémence de Hongrie» (1328), Nouveau Compte (...], op. cit.,
60 Cf más arriba, nota 57. p.80.
31 L. Barthélémy, op. cit., p. 134.
32 L. Douét d'Arcq, op. cit., p. 214.
33 C. de Troyes, Perceval le Galois (siglo XIII), París, ed. de 1866-
3. Apariencias
1867.
34 Margarita de Navarra, El Heptamerón (1548), Madrid, 1978.
1 G. Tallemant des Réaux, op. cit., t. II, p. 827. 35 G. Dupont de Drusac, Controverses des sexes masculins et
a Ibid., t. 1, p. 519.
{éminins, París, 1536, p. 62.
a Ibíd., t. 1, p. 615.
36 A. Piémontais, Les Secrets (...], París, 1567.
4 L. de Saint-Simon, op. cit. 37 G. Bouchet, Les Sérées, Lyon, 1618 (LB ed. 1570), p. 140.
e [bid.
38 Anónimo [...] Préservatifs contre la peste, op. cit., p. 19.
s Mme de La Guette, op. cit., p. 116. 39 lbíd., p. 18.
7 Mme. de Maintenon, op. cit., p. 334.
40 N. Lemery, Recueil des plus beaux de médecine, Amsterdam,
8 G. Tallemant des Réaux, op. cit., t. 1, p. 531.
1709, pp. 360-363.
9 B. Castiglione, El cortesano (siglo XVI), Madrid, 1984.
41 J. de Renou, op. cit., p. 181.
10 Le Mercure galant, París, julio de 1677, p. 274.
42 G. de Chauliac, op. cit., p. 181.
11 Ibid., p. 280.
43 A. Piémontais. op. cit., p. 146.
12 «PrOCeS verbal de la visite de I'évéque de Chartres a Saint-
44 J. de Renou, op. cit., p. 184. Existe una representación casi
Cyr», Versalles, 1692; véase T. Lavallée, Histoire de Saint-Cyr, París, médica de la purificación en el siglo XVII: en una reciente tesis (Sang
1866, p. 309. et Encens. Anthropologie de l'odeur, Université de Paria VII, 1984),
13 P. Beaussant, Versailles opéra, París, Gallimard, 1981.
300 I Notas Notas I 301

Annick Le Guerer subraya sutilmente un posible paralelismo entre 9 F. Raymond, Dissertation sur le bain aqueux simple, Aviñón,
la manipulación de los desperdicios humanos y la atención a las 1756, p. 19.
evacuaciones individuales. Las inmundicias que permanecen dema- 10 J.-F. Blondel, L'Architecture francaiee ou recueil de plans [...],
siado tiempo en el cuerpo pueden ser peligrosas, como lo son las París, 1752·1756, 4 vol.
inmundicias que se quedan en la ciudad. Ambas provocan fiebres y 11 J. Marot, L'Architecture francalee ou recueil de plans, París,
epidemias, por lo que son precisas purgaciones y sangrados. Le Roy 1750 (1." ed. 1727).
Ladurie subrayó recientemente (ef. la introducción al libro de 12 Artículo «Baignoire», Encyclopédie, op. cit., t. Il.
Claude Grimmer, La Femme et le Bátard, París, Presses de la 13 S.-G. Lonchamp y J.-L. Megniere, op. cit., t. 11.
Renaissance, 1983) la importancia social de tales precauciones 14 É. de Croy, Mémoires, 1727-1784, París, s.f., p. 178.
purgativas: «Cuanto más instalado se está en la sociedad, más le 15 J. de Lespinasse, Lettres (1769-1776), París, Garnier, s.f., p. 45.

sangran y purgan a uno», p. 13. 16 C. E. Gauthier de Brecey, Mémoires véridiques et lmprévues de


45 F. Rabelais, op. cit. la vie privée, París, 1834, p. 146.
46 J. de Renou, op. cit., p. 184. 17 G. G. Casanova, Memorias, Madrid, 1982. cr., aquí mismo, el

47 Barbe, op. cit., p. 109. capítulo siguiente: «El agua y los nuevos vigores.»
48 J. Guiffrey, lnventaire général du mobilier de la couronne 18 cr., aquí mismo, el capítulo siguiente: «El frío y los nuevos

(siglo XVII), París, 1885-1886, t. Il, p. 103. vigoree.»


49 G. d'Ierni, Paris en 1596 vu par un Iuüien, publicado por G. 19 P. Richelet, Dictionnaire de la langue [mncaiee, París, 1728,

Raynaud, París, 1885, p. 6. t. m, p. 287.


50 S. Locatelli, Voyage en France (1664-1665), París, 1905, p. 144. 2(} J.-F. Bastide, La Petite Maison, París, 1758.

51 Princesse Palatine, Lettres, París, Mercure de France, 1982 21 J ..F. Bastide y J.-F. Blondel, L'Homme du monde éclairé par

(1.' ed. 1843), p. 244. les arts, París, 1774, t. l, p. 146.


22 J.-F. Bastide, op. cit., pp. 18-19.
23 C. L. Montesquieu, Cartas persas (1721), Madrid, 1986.

24 F. M. Voltaire, Le Mondain (1736), en Mélanges, París, Galli-


mard, Pléiade, 1965, p. 208.
TERCERA PARTE ae Ibid., p. 203.
26 lbíd., p. 205.

Del agua que penetra en el cuerpo 27 G. G. Casanova, op. cit.


28 A. R. Le Sage, Le Diable boiteux (1726), en Romanciers du XVIf
a la que lo refuerza
siécle, París, Gallimard, Pléiade, 1966, t. 1, p. 284.
29 A. Le Camus, Abdeker ou l'art de conserver la beauté, París,

1754, p. 94.
1. Una suave sensación de la piel 30 Mme S. F. de Genlis, Dicticnnaire critique et raisonné des
étiquettes de la cour, París, 1818, t. 1, p. 64.
1 S.-G. Longchamp y J.-L. Magniere, Mémoires sur Voltaire,
31 J.-F. Blondel, Traité d'architecture dans le gout modeme,
París, 1826, t. 1, p. 120. París, 1737, t. 1, p. 172.
2 María Antonieta o Josefina de Beauharnais tienen doncellas
32 Cf. también C. E. Briseux, L'Art de batir des maisons de
que las ayudan a bañarse. Cf. Mme de Campan, Mémoires, París, campagne, París, 1743. «Se suele instalar el apartamento de baños en
Ramsay, 1979 (La ed. 1823), p. 60 Y Mlle M. Avrillon, Mémoires,
el jardín», p. 7.
París, Mercure de France, 1969 (La ed. 1823), p. 224. 33 D. Diderot, Lettres a Sophie Volland, en Oeuvres completes,
3 P. de Nolhac, Le Chdteau de Versailles sous Louis XV, París,
París, Club franceia du livre, 1969, t. VIII, p. 877.
1898. 34 Prince de Ligne, Mes adieux a Beloeil (h. 1770), Bruselas, 1914,
4 L. C. de Luynes, Mémoires, París, 1865-1867, t. X, p. 180.
s.p.
5 Maréchal de Richelieu, Mémaires, París, 1793, t. VI, p. 119.
35 Le Médecin des dames ou l'art de conserver la santé, París,
6 Avis concernant les nouveaux bains de la Seine [... J, París, 1761,
1771, p. 318.
p. 1. 36 J.-J. Poitevin, Lettre ti messieurs les doyens et docteurs régents
, lbid.
de la faculté de Médecine, París, 1776, p. 1.
8 H. Maret, artículo «Bain», Encyclopédie, París, 1751, t. Il, p. 21.
302 I Notas Notas / 303

37lbid. 62 A. G. Le Begue de Preele, Le Conservateur de la santé, París,


38cr. Décret de la faculté de Médecine sur les nouveaux bains 1763, p. 345.
établis a Paris sur les quais de la Grenouillére, París, 1723. Los baños 63 Le Médecin des dames, op. cit., p. 302.
Albert y los de Poitevin tienen baños calientes. Los describe 64 J.-F. Blondel, Traité d'architecture [...], op. cit.
Mercier, pero también la Guide des amateurs et des étrangers 65 J ..F. Blondel, L'Architecture francaise, op. cit.
voyageurs ti Parie, de Thiéry, editada en 1787 (t. lI, p. 597). Ya hay 66 P. Le Muet, Maniere de bien batir pour toutes sortes de
algunos baños fríos que plantean un problema diferente; cf capítulo pereonnes, París, 1623.
siguiente. 67 C. Oulmont, La Vie au XVII' siécle, la maison, París, 1929, p. 31.
39 J.-J. Poitevin, op. cit., p. 13. 68 B. Chevallier, op. cit.
40 Sobre el precio del baño; cf Sobre el salario de los artesanos •• J.-B. Blondel, Architecture (...]. op. cít., t. 1, p. 239; t. 11, p. 200;
en 1760, cf M. El. Kordi, Bayeux aux XVIr et XVIlr síéclee, París, t. 111, p. 111. Véase el estado anterior de ciertas mansiones en P.-J.
Mouton, 1570, pp. 256-257. Mariette, Architecture [raneaiee, París, 1727, 2 vol.
41 J.~J. Poitevin, op. cit., pp. 11·12. 70 J.-F. Blondel, op. cit., p. 239.
42 La disertación de F. Raymond, op. cit., ganó el premio. r i Ibid., t. 11, p. 86.
4.3 F. Raymond, op. cit., p. 25. 72 Ibíd., t. 111, p. 84.
44 J ..P. de Limbourg, Dissertation sur les bains d'eau simple, 73 L. de Saint-Simon, op. cit., t. XXVIII, p. 250.
Lieja, 1757, p. 43. 74 Tal mobiliario se venderá el 3 de octubre de 1765: «Un bonito
45 G. Guillard de Beaurieu, L'Heureux Citoyen, Lille, 1759, p. 22. mueble de aseo, o tocador, de unos 9 pies de alto por 6 de ancho y 11
46 Le Voyer, marqués d'Argenson, Mémoires et Journal inédit, de largo con techo y artesonado, pintado en tela por M. de Machy».
París, 1867, t. 1, p. 205. Véase H. Havard, en Dictionnaire (...], op. cit., t. IV, p. 1356.
47 B. Chevallier, «Les inventaires mobiliers du cháteau de la 75 La interpretación que da Norbert Élias en la Soeíété de cour,
Malmaison», Bulletin d'histoire de la Ville de París, 1979, pp. 105- París, Calmenn-Lévy, 1974 (ed. alemana, 1969), p. 29, sigue siendo
107. fundamental.
48cr. H. Havard, Dictionnaire [...l. op. cit., t. 1, p. 313. rs J.-F. Blondel, Architecture (...]. op. cit., t. I1I, p. 111.
49L. Duvaux, Livre journal (1748·1753), París, 1873, p. 94. " [bid. t. I1I, p. 60.
50 J. Deville, Dictionnaire du tapieeíer, París, 1877, t. 1, p. 515. 78 J. Starobinski, L'invention de la liberté (1700·1789), Ginebra,
51 cr. H. Havard, Dictionnaire [...lo op. cit., t. 1, p. 313. Cf también Skira, 1964, p. 16.
el artículo de R. H. Guerrand, «L'áge d'or du bidet», L'Histoire, 7' J. Corday, op, cit., p. 20 e, y J.-F_ Blondel, op. cit., t. I1I, p. 111.
París, Le Seuil, 1983, núm. 157, p. 84. 80 Se emplea el término después de 1770; cf P. Verlet, op. cit., p.
52 P. Verlet, «Inventaire du cháteau de Montgeofrcy» (1775), La 262.
Maison au XVII' eiéele en France. París, Baschet, 1966, p. 262. 81 Este tema puede abordarse aquí de manera indirecta. Para un
53 «Inventaire du Palais-Bourbon- (1779), íbid., p. 274. estudio específico, véase L. Wright, Clean and decent, Londres, 1960,
54 G. de Saint-Aubin, Les Papillonneries humaines (1770), París, y H ..G. Guerraud, «Petite histoire du quotidien: l'avenement de la
grabado BN. chasse d'eau», L'Histoire, París, Le Seuil, 1982, núm. 43.
55 O. 'I'eiseier, La Maison d'un bourgeois du XVII' siécle, París, 82 Cf. más arriba, capítulo 5.
1886. 83 É. de Croy, Mémoires, op. cit., p. 33.
56 Véase E. Dumonthier, Mobilier national de France, le meuble
toilette, style Louie XV, Louis XVI, premier et second Empire, París,
2. El frio y los nuevos vigores
1923.
57 «Inventaire de J ..J. Rousseau a Montmorency, rue Mont-
1Brouzet, Éducation médicinale, París, 1754, t. 1, pp. 82·83.
Louia», en las Memorias de Mme d'Épinay, publicadas por F.
2Mercure galant, París, septiembre de 1724, p. 1913.
Boiteau en 1884, p. 435. a P. Noguez, Explication physique des effects de l'eau, Hoffmann,
58 J. Corday. [nventaire de Mme de Pompadour, París, 1939, pp.
Les Vertus médicinales de l'eau commune, París, 1730, t. Il, pp. 437-
111-113.
59 B. Chevallier, op. cit., p. 109.
438.
, Ibíd., p. 439.
60 P. Verlet, op. cit., p. 262.
5 L. de Préville, Méthode aisée pour conserver sa santé, París,
61 N. J. Jacquin, De la santé, París, 1762, p. 290.
1762, p. 368.
304/ Notas Notas / 305

6 J. Huxan, Essai sur les différentes eepécee de fiévree, París, 1752 21 C. A. Vandermonde, Essai sur la maniere de perfectionner
(1." ed. Londres, 1750), p. 36. l'eepéce humaine, París, 1756, t. lI, p. 215.
7 P. Pomme, Traité des affections vaporeuses des deux sexes, 22 J. Mackenzie, Histoire de la santé ou de l'art de la conserver,
Lyon, 1763, p. 18. La Haya, 1761, p. 172.
a N ..J. Jacquin, op. cit., pp. 286·287. 23 L. A. La Hontan, Nouveaux Voyages du baron de La Hontan
9 J. Ballexserd, Dissertation sur l'éducation physique des enfonte. dans l'Amérique septentrionale, La Haya, 1709; C. Le Beau, Aventure
Geneve, 1762, p. 152. Francia no halla si no tarde ciertos principios parmi les sauvages de l'Amérique septentrionale, Amsterdam, 1738,
de Locke sobre la educación por el «frío), Cf L 'Education des 2 vol.
enfants, trad., Amsterdam, 1965 (9." ed. 1693), p. 8 s. 24 J ..J. Rousseau, Emilio (Lw ed. 1762), Madrid, Alianza Edit.,
10 cr. el artículo «Bains», Encyclopédie, t. 1I, 1760, pp. 20·21.
1990.
11 -Ieze État ou tableau de la Vitle de Parte, ed. de 1757, p. 187. 25 lbíd., p. 20.
Los textos' inmediatamente anteriores, como el del padre Antonini, 26 lbíd., p. 38.
Memorial de París, 1744, o el de J.-C. Nemeitz, Séjour de Paris, 27 J ..J. Rousseau, Discurso sobre las ciencias y las artes (1. a ed.
Leyde, 1727, no mencionan estos establecimientos. Pero hace tiempo 1750), Madrid, 1987.
que hay instalaciones someras destinadas al juego, sobre todo. Cf. G. 28 Daunou, citado por D. Julia, «Le brauet noir des enfants de la
F. Saint-Foix, Essais historiques sur Paris, París, 1777, t. VII, p. 96. patrie», Raison présente, Bris, 1981, núm. 59, p. 115. Mona Ozouf, La
12 -Ieze, op. cit., p. 187. [éte révolutionaire, 1789-1799, París, NRF, 1976: «La deshistorización
13 J ..P. de Limbourg, op. cit., p. 35.
de la historia antigua primitiva utopizada en una vida sencilla,
14 P. Fabre, Essais sur différents points de physiologie, de patho-
frugal y equitativa» (p. 330).
logie et de thérapeutique, París, 1770, p. 317. 29 Jeanbon de Saint-André, 1792, citado por D. Julia, op. cit., p.
15 La medicina del siglo XVIII orienta la atención hacia los 114.
«sólidos- del cuerpo, dotándolos de ciertas cualidades particulares, 30 J.-L. Fourcroy de Guillerville, Les Enfants élevés dans l'ordre
entre las que se cuenta la irritabilidad, lo que no tiene consecuen- de la nature, París, 1774, p. 90.
cias sobre la imagen de un organismo «que reacciona» ante el medio 31 C. A. Vandermonde, op. cit., t. H, p. 219.
ambiente. Cf. sobre este punto, M. D. Grmek: «La noción de fibra 32 S. Mercier, Tableau de Paris, París, 1783, t. IlI, p. 98.
viviente en los médicos de la escuela iatrofísica», CUo Medica. Ox- 33 C. A. Vandermonde, op. cit., t. 1I, p. 212.
ford, 1970, vol. 5. 34 P. Bourdieu, «Le Nord et le Midi, contribution a l'effet
16 H. Maret, Mémoire sur la maniere d'agir des bains d'eau douce
Montesquieu», Actes de la recherche en sciences sociales, París, 1980,
et d'eau de mer, París, 1769, p. 48. núm. 35, p. 25.
17 J ..P. de Limbourg, op. cit., p. 59; Le Monnier ya había medido,
35 F. M. de Grimm y D. Diderot, Correspondance littéraire {...l.
en 1747, la aceleración de su pulso según el diferente calor del agua. París, enero de 1782 (ed. de 1813), t. 1, 3.a parte, p. 314.
Cf Mémoires de l'aeadémie des Sciences, 1747, p. 271. 36 J.-A. Millot, Art d'améliorer et de perfectionner les hommes,
18 T. Tronchin, Manuscrit de 1764, citado por H. Tronchin, Un
París, 1301, t. 1, p. 92.
médecin du XV¡P eieele, Théodore Tronchin, París, 1906, p. 59. 37 lbiá.
19 El ejemplo presente suele ser el de las leyes y de la educación 38 Cf. S. A. Tissot, Avis au peuple sur sa santé, París, 1765, 2 vols.
espartanas (especialmente la Vida de los hombres ilustres, de Plutar- El texto de Tissot es un buen ejemplo de las imágenes que evoca el
co), en las que el simple hecho de soportar el frío con una si~ple frío: acelerar la transpiración y reforzar. El frío parece ser esencial-
túnica es ya reforzador. La «virilidad» que se evoca aquí mantiene mente un factor de dinamización en el que participan fibras, fibrillas
una ambigua relación con la limpieza que siempre puede revelar una y nervios: «El baño frío restablece la transpiración, vuelve a dar
«debilidad». En el ascetismo espartano, ser limpio es ser «tierno». fuerza a los nervios y disipa todos los desarreglos que ocasionan
Plutarco dice claramente lo que Tronchin ya no dice, claro está, estas dos causas en la economía animal» (t. 1I, p. 66). El agua es, en
pero subraya éste, por lo menos, el primer significado del frío: tal caso, para empezar, un medio «conmocional».
«Siempre estaban sucios, excepto algunos días del año, en los que 39 Mme M. C. R. de Maraise, Correspondance, 27 mayo 1780,
esta ternura les estaba permitida» (t. I, p. 92, de la edición de citado por S. Chassagne, Une femme d'affaires au XVIP eiecle,
Plutarco en 1838). El frío es, sobre todo, rusticidad. Toulouse, Privat, 1981, p. 106.
20 T. Tronchin, op. cit., p. 59. 40 Ibíd., p. 141.
e i lbíd., p. 74.
306 / Notas Notas I 307
42 S. A. Tissot, op. cit., t. Il, p. 63. 66 H. Maret, Mémoire [...l, op. cit., p. 21. .
43 S. Mercier, op. cit., t. V, p. 77. 67 G. G. Hufeland, Avis aux meres sur les points les plus smpor-
44 Cf más arriba, parte Il, cap. 2.
tants de l'éducation physique des enfants, París, 1800 (1.a ed. alema-
45 J. N. Dufort de Cheverny, Mémoires (1731-1802), París, 1886, t.
na, 1796), pp. 19·20.
I1, p. 22. 68 Sobre la inoculación a fines del siglo XVIII, cf. J.-F. de
46 Anuncio de La Gazette de santé, París, 1776, p. 107.
Raymond, La Querelle de l'inoeulatíon, París, Vrin, 1982.
47 B. Franklin, Correspondance choisie, trad. París, 1818, 2 vol.
(carta del 28 julio 1768).
48 Réglement concernant les nouvelles écoles royales militaires, du
28 mars 1776, Archives historiques de l'Armée, ya 145, arto 9.
49 Ibíd., arto 10. 3. Naturaleza y artificio
50 G. Dupont-Ferr'ier, Du college de Clermont au lycée Louis-le-
1 Baronne A. d'Oberkirch, Mémoires, París, Mercure de France,
Grand, Paris, 1920, p. 186.
51 Inuentaire de l'ameublement de Brienne, 1788, Archives hiato-
1970 (1." ed. 1787), p. 199.
a [bid.
riques de I'Armée, ya 158.
3 S. Mercier, op. cit., t. 1, p. 94.
52 J. Verdier, Cours d'éducation ti l'usage des éleves destinés aux
4 A. Riballier, De l'éducation physique et morale des [emmee,
premié-es professions el grands emplois de í'Etat, París, 1777, p. 232.
sa Ibíd., p. 368. Bruselas, 1779, p. 38.
5 A. Ganne, L 'Homme physique et moral, Estrasburgo, 1791, p. 43.
54 Cf. padre Arnaud: «Establecimiento que interesa a la utilidad
6 J.-J. Rousseau, Emilio, op. cit.
pública y a la decoración de la capital», La Gazette de eanté, París,
, [bid.
1777. Arnaud, en un texto que lleva el mismo título, de 1790, expone
8 Cf. A. Riballier, op. cit., p. 64: «Sin duda, me opondrán que sólo
sus gestiones entre las diversas academias y ante personalidades
cercanas al rey. Parece que la negativa proviene de M. de La tomé mis ejemplos en la clase de la gente rica, y lo reconozco. Pero
Michaudiere, preboste de los comerciantes y del ministerio de no hay que decir que si me he inspirado en esta clase es porque es
Breteuil. El establecimiento debía estar adosado a los pilares de un ella la que da impulso a los que son inferiores. Todo el universo se
puente parisino. Las razones de la negativa son oscuras y están halla hay infectado y degradado por el contagio de sus funestos
vinculadas, a pesar de todo, al costo del establecimiento, al temor de ejemplos.»
que entorpeciera el tráfico del Sena y a la convicción de su no 9N.-J. Jacquin, op. eit., pp. 291-292.
utilidad (texto de 1790, p. VII a X). Cf también L. C. Marcquart, 10N. G. Le Begue de Presle, op. cit., p. 340.
11 Le M¡decin des hommes depuis la puberté juequ'á l'extréme
Manuel sur les propriétés de l'eau, París, 1783, p. 349.
55 Turquin, Avis, au public sur l'etablissement d'une école de
vieillesse, París, 1772, p. 413.
12 Marquise de La Tour du Pin, .Mémoíree, París, Mercure de
natation, París, 1786, p. 1.
56 Artículo «Natation», Encyclopédie, op. cit., t. Il, p. 54 s.
France, 1979 (1." ed. 1907), p. 39.
13 Los temas se abordan paralelamente, sobre todo desde 1760.
57 L. C. Macquart, op. cit., p. 347.

58 Turquin, op. cit., p. 1.


Cf. los autores ya citado y, entre otros, a Desessarts, Tronchin,
59 Ibid., p. 3.
Riballier, Jacquin, Rousseau.
14 S. Mercier, op. cit., t. IV, p. 125.
60 El general Thibault evoca en sus Mémoires, publicadas en
15 L. de Jaucourt, artículo «Cosmétique», Encyclopédie, t. IV, p.
1893, algunas anécdotas de esta escuela de natación. ~n la que
encuentra a los niños de Orleáns (t. I, p. 198 s.). Cf. también Arnaud 292.
16 L. de Jaucourt, artículo «Fard», op. cii., t. VI, p. 410.
(1790), op. cit.: «El señor Turquin, sin consultarme, hizo una escuela
17 L. de Jaucourt, artículo «Cosmétique», op. cit., p. 292.
de natación para los ricos y no para los hijos del pueble» (p. X).
18 Artículo «Art du Parfumeur», Encyclopédie méthodique, París,
61 C. J. Defrance, «Esquiase d'une histoire sociale de la gymnas-
tique», Actes de la recherche en sciences sociales, París, 1976, núm. 6. 1789, t. IV, p. 31.
19 Duc de Levis, Souvenirs et Portraits (1780-1789), París, 1815, p.
62 H. Tronchin, op. cit., p. 86.
63 A. Paré, op. cit., p. 947.
48.
64 J.-L. Fourcroy de Guillerville, op. cit., p. 107.
20 Mme S. F. de Genlis, Mémoires, París, 1825, t. 1, p. 274.
65 Artículo «Freid», Encyclopédie, op. cit., t. VII, p. 323.
21 Marquise de La Tour du Pin, op. cit., p. 75.
22 lbid.
308 I Notas Notas I 309

23 Cf F. Boucher, La Marquesa de Pompadour (1759), col. 54 lbíd., p. 33.


Wallace, Londres. 55 S. A. Tissot, op. cit., t. Il, p. 62.
24 Baronne A. d'Oberkirch, op. cit., p. 295. 56 N.~A. Jacquin, op. cit., p. 289.
25 S. Mercier, op. eit., t. V, p. 77. 57 M. Dejean, Traite des odeure. 1777, p. 467.
26 Cabinet des modes, París, 1785-1786, p. 115.
27 Cabinet des modes, op. cit., 1786, p. 43.
28 Affiches el Annonces de Parte, París, 1773, p. 132 Y 179; 1780, p.
139 Y 208. 4. Efluvios populares y urbanos
29 Artículo «Propreté», Encyclopédie, op. cit. (1765), t. XIII, p.
490. 1 La Gazette de eanté, París, 1773, «Préface».
30 S. Mercier, op. cit., t. XI, p. 79. 2 lbíd., 1785, prospecto.
31 tua., t.XI, p. 72. 3 Journal de santé, Burdeos, 1785.
32 N.-J. -lacquin, op. cit., p. 290. 4 «Création de la société de santé a Lyon en 1793», Journal de
33 S. Mercier, op. cit., t. 1, p. 94.
santé, Burdeos, año 1, p. 97.
34' J.-C. Bomare, artículo «Aromate», Dictionnaire d'histoire na- 5 M. Moheau, Recherches et Considérations sur la population de
turelle., París, 1764, t. l. p. 335. la France, París, 1778, t. 1, p. 19l.
35 P. Pornme, op. cit., p. 423. Cf también artículo (Muse», 6 C.-A. Vandermonde, op. cit., t. 1, p. 3l.
Encyclopédie, op. cit., t. X, p. 881. 7 Cf. J.-P. Meyer, «Une enquete de l'académie de Médecine sur
36 P. V. de Seze, Recherches physiologiques et philosophiques sur les épidémiee (1774-1794»), Annales ESe, París, 1966; J.-P. Peter,
la sensibilité ou la vie animales, París, 1786, p. 236. «Enquéte de la Société royale de Médecine (1774-1794)>>, Annales
37 J.-C. Bomare, artículo «Homme», op. cit., t. IV, p. 436. ESe, París, 1967.
38 G.-L. de Buffon, Discours sur la nature des animaux (1753), en 8 Turneau de La Morandiere (1763), citado por B. Barret Kriegel,
«Oeuvres philoeophiquee», París, PUF, 1954, p. 33l. «L'hópital comme équipement», Les Machines a guérir, París, Insti-
39 Bernardin de Saint-Pierre, Etudes sur la nature, París, 1838 tut de l'environnement, 1976, p. 28.
(1.' ed. 1820), p. 203. 9 M. Moheau, op. cit., t. 1, p. 17.
40 A. Corbin, Le Miasme et la Jonquille, París, Aubier, 1982, p. 10 El tema de la limpieza individual va a abordarse explícitamen-
81. te desde el punto de vista de las condiciones colectivas de vida. La
41 Artículo «Muso>, Encyciopédie, op. cit., p. 88l. orientación es fundamental, incluso si sólo se esboza.
42 F. Vicq-d'Azir, Instructions sur la maniere de désinfecter une 11 J.-J. Menuret, Essais sur l'histoire médico-topographique de
paroisse, París, 1775, p. 8. Parte, París, 1786, p. 88.
43 S. A. Tissot, Avis [...], op. cit., t. 1, p. 100. 12 J. Razou, Tableau nosologique et météorologique, Basilea, 1767;
H N.-J. Jacquin, op. cit., p. 290. L. Lepecq de la Clóture, Collection d'observations sur les maladies et
45 Mme S. C. Necker, Mélanges extraits des manuscrits de Mme constitutions épidémiques, París, 1778, 2 vol.; G. Daignan, Tableau
Necker, París, año VI, t. 1, p. 262. des variétés de la oie humaine, París, 1786.
46 L. de Jaucourt, artículo «Cosmétique», op. cit., p. 291. 13 J.-B. Banau y A.-F. Turben, Mémoire sur les épidémies du
47 N.-J. Jacquin, op. eit., p. 29l. Languedoc, París, 1786, pp. 12·13.
48 Baronne A. d'Oberkirch, op. cit., p. 194. 14 S. Hales, Description of ventilators, Londres, 1743; J. Priesley,
49 J.-J. Rousseau, Julie ou la Nouvelle Héloíee, París, Garnier, Experirnents and observations on differend kinds of oír, Londres,
1960 (1.' ed. 1760), p. 530. 1772.
50 S. A. Tissot, op. cit., t. l, p. 10l. 15 Ver más particularmente el artículo de Jacques Guillerme,
51 B.-C. Faus, Sur le vetement libre, unique et national d l'usage «Le malsain et l'économie de la nature», Dix-Huitíéme Síécle, París,
des enfants, París, 1792. Véase también el libro de Philippe Perrot, 1977, núm. 9 (Le Sain et le Malsain). «En verdad, no basta con decir
Le Travqil des apparences [...], op. cit., que cita B.-C. Faust, p. 103. que los inventos de la química neumática están animando el fin del
52 W. Harvey, De motu cordis et sanguinis in animalibus, Frank- siglo, el cuadro de la naturaleza. Habría que hablar más bien de
furt, 1628. dramatización, puesto que se trata de representaciones que se
53 F. Frier, Guidepour la conservation de l'homme, París, 1789, p. orientan hacia el orden y los desórdenes de los fenómenos de la
74. vida» (p. 62).
310 I Notas Notas I 311

16 M. du Tennetar, Mémoire sur l'état de l'atmosphére ti Metz el


41 G. Daignan, Ordre de seruice des hópitaux militaires, París,
ses effets, Nancy, 1778, p. 23. 1785, p. 173.
42 J. Pringle, Obseruations sur les maladies des armées dans les
17 P. Bertholon, De la salubrité des villes, Montpellier, 1786, p. 6.
18 Citado por P. Muray, Le XIX' eíécle ti trauers les ages París
camps et les garnisons, París, 1763 (l.a ed. Londres, 1752), p. 44.
Denoél, 1984, p. 33. ' , 43 B. Poyet, Mémoire sur la nécessité de transférer et reconstruire

19 J.-H. Ronesse, Vue sur lapropreté des rues, París, 1782, p. 13.
l'H6tel-Dieu de París, suiui d'un. projet de translation de cet hópital,
20 Londres, Réflexions sur le projet d'éloigner du milieu de Paris
París, 1785, p. 36.
44 J.-R. Tenon, Mémoire sur les h6pitaux de Porte, París, 1788, p.
les tueries de bestiaux el les [oruieries, París, 1788, p. 15.
2l J.-L. Moreau de La 8arthe, Essai sur la gangréne humide des 441.
hópitaux, París, 1796, p. 20. 45J. Bouchery, L'Eau aParis d la fin du XVIlr siécle, París, 1946.
22 J.-J. Menuret, Essai sur l'action de l'air dans les maladiee
46P. Bertholon, op. cit., p. 99.
contagieuses, París, 1781, p. 85. 47 J.-J. Menuret, Essai sur l'histoire [...], op. cit., p. 84.
48 C.-H. Piarron de Chamousset, Oeuvres, París, 1783, t. 1, p. 333.
23 Citado por P. Muray, op. cit., p. 36.
49 Chevalier d'Auxiron, Projet pour donner des eaux a Parie,
24 cr. J.-L. Harouel, «Les fonctions de l'alignement dans l'orga-
nisme urbain», Dix-Huitiéme Siécle, op. cit. París, 1769, p. XIV.
50 A. L. Lavoisier, «Lettre sur les moyens d'amener l'eau a
25 Cf. G. de Bory, Mémoire dans lequel on prouue la possibilité
d'agr~ndir la uille de Paris sans en reculer les limites, París, 1776, y Paris», 1786, Oeuvres, París, 1868, t. 111, p. 255.
51 A. Deparcieux, Projet d'amener d Paris la riuiére de l'Yvette
el artículo de Bruno Fortier, «La maitrise de I'eau», Dix-Huitiéme
Síéele, op. cit. (Memoria de 1767), París, 1776, p. 136.
52 Prospectus de la fourniture et distribution des eaux de la Seine
26 J.-J. Menuret, Essai sur l'action [...], op. cit., p. 75.

27 Jouanné, citado por J.-P. Goubert, Malades et Médecins en


d Paris par la machine d feu, París, 1781.
53 Chevalier d' Auxiron, Projet patriotique sur les eaux de Parle,
Bretagne (1770-1790), París, Klincksieck, 1974 p. 192.
28 Vigier,. Mémoire adressé au subdélégué de Landerneau (17
París, 1765, p. 26.
54 J.-B. Banau y F. Turben, op. eit., p. 50.
mars 1769), citado por J.-P. Goubert, op. cit.
55 J.-J. Menuret, Essai sur l'histoire [. ..}, op. cit., p. 86.
29 M. Briele, op. cit., t. 1, p. 44.
30 J.-S. Bailly. «Examen d'un projet de translation de l'Hótel-
se J.-C. Perrot, op. cit., t. Il, p. 658; J. F. Capelle, Tableau des
Dieu de París et d'une nouvelle construction d'hópítaux pour les améliorations sanitaires de Bordeaux, Burdeos, 1817, pp. 47-48; C.
mal~des), Histoire et Mémoires de l'Académie royale des Sciences, Grimmer, Aurillac au XVIlr siécíe, París, PUF, 1983, p. 96.
París, 1785, p. 24. 57 H.-L. Duhamel de Monceau, Moyen de conseruer la santé des

31 Bertelet de Barbot, Topographie médicale, Lyon, 1783, citado


équipages des vaisseaux, París, 1759, p. 38.
58 J.-M. Audin-Rouviere, Essai sur la topographie physique et
por R. Favre «Du médico-topographique a Lyon en 1723» Dix-
Huitiéme Síécíe, op. eit., p. 154. ' médicale de Paris, París, año VII, p. 17.
59 É. Tourtelle, Éléments d'iwgiéne. París, 1815 (texto redactado
32 A. Ganne, op. cít., p. 111.
33 «Dépérissement de I'eapece humaine a Paria» La Gazette de
en 1797), p. 128.
santé, París, 1777, p. 111. ' 60 Le Roy, «Précis d'un ouvrage sur les hópitaux dans lequel on

34 Chirol, Idéés neuues sur la construction des hópitaux París


expose les principaux résultats des observations de phyeique et de
1787, pp. 9-10. ' , médecine, qu'on doit avoir en vue dans la construction de ces
35 Affiches et Annonces de Parie, París, 1779, p. 183. édifices, avec un projet d'hópital dieposé d'apres ces príncipes»,
~6 J.-M. Audin-~ouviere, «Reglement de I'Hoepice des enfants, Mémoires de l'Académie royale des Sciences, París, 1787.
61 G. Daignan, Tableau {...}, op. cit., p. 284 s.
París, an Vl'l», Cahier de charges pour les hospices de París, París,
p. 17.
37 Cf., más arriba, nota 50, capítulo 2, parte 11.
38 J.-M. Audin-Rouviere, Cahier [...l, op. cit., p. 24.
39 Cf. P,-A. Alletz, Tableau de l'humanité et de la bienfaisance
5. Baños y abluciones parciales
París, 1769, p. 105. '
~o J. Howard, Histoire des principaux lazarets et prison [...], 1 Prospectus de la fourniture et distribution de l'eau f...}, op, cit.,
París, 1790, t. Il, p. 170. p.6.
312 / Notas Notas / 313

2 Chevalier d'Auxiron, op. cit., 1769, p. 7. 29 É. Protat, Éléments d'éducation physique el médecine des
3 Cf. J. Bouchery, op. cit., p. 140. enfants, París, 1803, p. 68.
4 La Gazette de santé, op. cit., 1776, p. 107. 30 N. Rétif de La Bretonne, Les Contemporaines, ed. París, reed.
5 J.-H. Ronesse, op. cit., p. 91. s.f. (1.8. ed. 1780), t. lJI, «Les Parisiennes», p. 45.
6 J.-C. Kraft, Plans, coupes, élévations des plus belles maisons et 31 Los adjetivos empleados hoy para calificar tales abluciones

a
des hótels construits Paris et dans les environs depuis, environ, 25 ti (local, restringido, parcial) son, sin duda, ambiguos y podrían hacer
30 ans, París, 1801. pensar que la limpieza obtenida así se percibe claramente como
7 Cf. más arriba, parte lI, capítulo 1. «local», incluso por los propios actores. Pero, cuando Turben y
, Cf. ibid. Banau aconsejan a los habitantes del campo, en 1786, que se laven
9 L. Prudhomme, Miroir de l'ancien et du nouveau Paris, 1804, t. los pies en caso de epidemia y que se froten el cuerpo, están
lI, «Bains publica», p. 231. evocando una limpieza «completa», Las palabras «local» o «reetrin-
10 Décret de la Faculté de médecine sur les nouveaux bains établis gida» sólo intentan diferenciar, en este capítulo, el baño y las demás
ti Paris {...j, París, 1785, p. 7. abluciones.
11 La Gazette de santé, op. cit., 1782, p. 87. 32 P..J. Marie de Saint-Ursin, op. eit., pp. 55-56.
12 Vie publique et privé des Francais ti la ville, ti la cour et dans 33 MUe M. P. J. Avrillon, Mémoire, op. cit., p. 156.

les provinces, par une société de gens de lettres, París, 1826, t. lI, 34 C. de Rémusat, Mémoires de ma víe, París, Plan, 1958, t. I,
p.206. p.270.
13 J.-A. Dulaure, Nouvelle Description des curiosités de París, 35 Constant, op. cit., p. 730.
París, 1787 (1.' ed. 1785). p. 61. 36 AN, Minutier central, LXV, 604.
14 lbid., p. 61 y 62. cr. también Le Guide de Thiery, op. cit. 37 Ibid:

Gaignard es el sucesor de Poitevin. Vigier compra el establecimien- 38 A. Margry, «Inventaire du chanoine C. F. Afforty, doyen de
to durante la revolución. Saint-Rieul», Revue du Comité archéologique de Sen lis, 1879, p. 63.
15 Sobre los precios de los baños chinos, cf. La Gazette de santé, 39 AN, Minutier central, LXV, 604.
op. cit., 1782, p. 87; sobre el salario de los jornaleros, cf. J.-C. Perrot, 40 A. Ledieu, «Mobilier de quelques paysans picarde», La Picar-
Genése d'une ville {...}, op. cit., t. Il, p. 790, nota 76. die, 1884. p. 508.
16 J. Garnier, op. cit., p. 35. 41 AN, Minutier central, LXV, 602.
17 J.-C. Perrot, op. cit., t. Il, p. 912. 42 lbid., LXV, 604.
18 J.-F. Capelle, op. cit., p. 147. 43 Ibíd., LXV, 602.
19 Los establecimientos suelen tener entre 15 y 30 bañeras. 44 D. Rache, Le Peuple de Parte, París, Flammarion, 1981, p. 158.
Vigier construye en 1799 un huevo edificio que contiene 140 bañe- El texto de Daniel Rache es fundamental. La evaluación de los
ras, porque uno de sus barcos sufrió daños con los hielos del Sena instrumentos higiénicos del pueblo es precisa y está cifrada. Véase,
(cf. C. Prudhomme, op. cit.). sobre todo, pp. 157·159.
20 P.-J. Marie de Saint-Ursins, L 'Ami des femmes, París, 1804, p. 45 AN, Minutier central, LXV, 602.
70. 46 iu«. LXV, 603.
21 Mme de Genlis, Mémoires, op. cit., t. lI, p. 221, y cf Rétif, 47 tu«, LXV, 602.

Monsieur Nicolas, op. cit., t. IV, p. 136.


22 S. Mercier, op. cit., éd. de 1789, t. 1I, p. 164.
23 N. Rétif de La Bretonne, Les Nuits de París (h. 1790), en
Oeuvres, París, 1930, t. I, p. 106. CUARTA PARTE
24 Cf. Constant, Mémoires intimes de Napoleón, París, Mercure
de France, 1967 (1.' ed. 1830), p. 764. El agua que protege
25 J. Pisais, Manuel d'tvygíéne, Le Puy, 1802, p. 250.
as Ibid., p. 104.
27 A. J. L. Hufeland, L'Art de prolonger la vie humaine, París,
l. Las funcionalidades de la piel
1810 (1.' ed. Jena, 1796), p. 285.
28 A. F. Willich, Hygiéne domestique, París, 1802 (La ed. inglesa
1 H. de Balzac, Lettres ti Tétrangére, París, 1899, t. 1 (1833-1842), p.
1798). t. 1, p. 41. 407.
314 I Notas Notas I 315

2 Cf E. Werdet, 80uuenirs de la uie ltuéraire, retratos íntimos,


sabe hoy que estos accidentes se deben con frecuencia a un trastor-
París, 1879, p. 326. no de la regulación térmica y menor, claro está, a algún fenómeno
3 Cf las obras citadas de J. Mackenzie, Histoire de la santé el de
respiratorio.
l'art de la conserver, La Haya, 1761; L. de Préville, Méthode aisée 23 C. Labouverie, Notions de physiologie et d'hygiéne a l'usage de
pour conserver la santé, París, 1762 o N. Le Begue de Presle, Le la jeunesse et des maison d'éducation, París, 1868, p. 308.
Conservateur de la santé, París, 1763. 24 T. Gallard, Notions d'hvgiéne a í'ueage des instituteurs primai-
4 J. Pissis, Manuel d'iiygiéne, Le Puy, 1802, o P. F. Vidalin,
res, París, 1868, p. 28.
Traité d'hygiene domestique, París, 1825, o J. Briand, Manuel complet 25 V. Régnault y J. Reiset, Recherches chimiques sur la respira-
d'hygiéne, París, 1826. tion des animaux des diverses classes, París, 1849, p. 211.
5 La palabra no se emplea realmente, aunque suscite, lo que no
26 La máquina de fuego y, sobre todo, la teorización term~d~ná­
carece de importancia, un artículo de la Encyclopédie. Sin embargo, mica han conducido a una representación del cuerpo muy original
no hay un sólo título de obra que contenga este término durante el en eÍ siglo XIX. Cf., sobre ello, mi obra anterior, Le Corps redreeeé,
siglo XVIII. París, Delarge, 1978, el capítulo: «Análisis energético», p. 199.
6 J. Briand, op. cit., p. 7.
27 G. Sand, Mémoires, Gallimard, Pléiade, París, 1970, t. 1, p. 969.
7 El consejo de salubridad del Sena publica un informe anual
28 Cf. más arriba, p. 181.
desde 1802, fecha de su creación. Los primeros informes son manus- 29 M. Morin, Manuel théorique et pratique d'hygiéne, París, 1827,
critos y se halla una copia, también manuscrita, en los Archivos de p. 190.
la Policía. 30 F. Foy, Manuel d'tvygiéne. París, 1844, p. 526.
e «Consídératíone religieuses sur l'hygiene», La Dominicale, 31 J. Briand, op. cit., p. 158.
journal des paroisses, París, 1833, p. 271. 32 A. Tessereau, Cours d'hygiéne, París, 1855, p. 265.
9 Véase la tesis de J. Léonard, Les Médecins de I'Ouest au XIX'
33 M. Lévy, op. cit., t. 1I, p. 178.
siéele, Université Paris IV, París, 1976, t. HI, p. 1141. 34 Sesión del Consejo Central de Higiene de Nantes, en 1852, que
la M. Lévy, Traité d'hygiéne publique et priuée, París, 1857 (1. 8
cita J. Léonard, op. cit., t. 1I1, p. 1142.
ed. 1845), t. Il, p. 246, 35 C. Pavet de Courteille, Hygiéne des colleges et des maisons
i r Ibid.. t. Il, p. 247.
d'éducation, París, 1827, p. 84.
12 L. Fleury, Cours d'hygiéne, op. cit., 2.a ed. corregida, París,
36 F. de Courcy, (La partie de natation», Le Journal des enfants,
1847, t. Il, p. 631. París, 1842, p. 55.
13 C. Londe, Nouveaux Éléments d'hygiéne, op. cit., 2. a ed. corre-
37 Mme E. de Celmart, Manuel des dames ou l'Art de l'élégance,
gida, París, 1847, t. Il, p. 631. París, 1833, p. 100; citado por A. Corbin, op. cit., p. 210.
14 P..J. Buchez y U. Trélat, Précis élémentaire d'hygíéne, París,
38 F. Foix, op. cit., p. 526.
1825, p. 101. 39 O. Amold, Le Corps et l'Ame, la uie dans les couvents au XIX'
15 E..A. Ancelon, Manuel d'tvygíéne. Nancy, 1852, p. 53.
eiécle, París, Le Seuil, 1984, p. 81.
16 J. Briand, op. cit., p. 147.
40 Comtesse J. de Pange, Comment j'ai vu 1900, París, Grasset,
17 W. Edwards, De l'influence des agents physiques sur la víe,
1975, p. 86.
París, 1824, p. 12. 41 Ibíd.
18 F. Magendie, Precie élémerüaire de physiologie, París, 1816, t.
42 Baronne Staffe, Le Cabinet de toilette, París, 1892, p. 55.
n, p. 356. 43 Ibid., p. 51.
19 J. Abernethy, Surgical andphysiological essay, Londres, 1793.
20 S. Carnot, Reflexiones sobre la potencia motriz del fuego (L" ed.
1809), Madrid, Alianza Edit., 1987. Esquisse élémentaire de la théorie
mécanique de la chaleur et de ses conséquences philosophiques. 2. Los itinerarios del agua
Estrasburgo, 1864, sistematiza el tema de las aplicaciones de la
termodinámica a la fisiología. R. Apponyi, Vingt-Cinq Ans d Paríe. París, 1913, t. 1I, p. 162.
1

21 H. Bouley, Recueil de médecine vétérinaire, París, 1850.


C. de Rémusat, op. cit .. t. II, p. 560.
2

22 A. Fourcault, «Expérience démontrant l'influence de la sup-


Arzobispo de París, Mandement a l'occasion du choléra morbus,
pression mécanique de la transpiration cutanée sur l'altération du París, 30 de marzo de 1832.
4 L. Blanc, Histoíre de dix ans, 1830-1840, Lausana, 1850, t. III, p.
eang», Compte rendu de l'académie des 8ciences de Parle. t. IV. Se
185.
316 I Notas Notas I 317

, Ibid., pp. 174·175. 31 H. C. Emmery, «Statistiques des eaux de la ville de París»,

6 Anónimo, Projet d'amélioration el d'embellissement pour Au- Annales des Ponts-et-Chaussées, París, 1839, p. 67.
teuil et Passy, París, 1832, p. 13. 32 P.-S. Girard, Simple exposé [...}, op. eit., p. 39.
, Ibid., p. 14. 33 Ibid., pp. 26-27.
8 L. Chevalíer, Le Choléra, la premíére épidémie du XIX' siécie, 34 P.-S. Girard, «Recherchee sur les établissements de bains
étude collective présente par L. Chevalier, La Roche-eur-Yen, Impri- publics a Paris depuis le xv- siecle jusqu'á préaent», Annales
merie centrale de I'Ouest, 1958, p. 17; cf. también P. Trolliet, Rapport d'hygiéne publique, París, 1831, p. 51; H. C. Emmery, op. eit., p. 184.
sur le choléra morbus de Parte, París, 1832. 35 A. Hugo, La France píttoreeque, París, 1835, p. 120.
9 C. de Rémusat, op. cit. 36 N. P. Willis, Pencillings by the way, written during some years
10 H. de Balzae, La Filie aux yeux d'or, en Oeuures completes, of residence and travel in Europe, Nueva York, 1852 (3. 8 ed.), p. 150.
París, Michel Lévy, 1667, t. 1, p. 63. 37 Cf. L'Hótel des bains, París, 1820, AN F18 635; Les Bains ti la
i r L. Blanc, op. cit., t. 111, p. 176. papa, París, 1819, p18 632.
12 C. de Rémusat, op. cit., t. IlI, p. 45. 38 Cf. F. P. N. Gillet de Laumont, Rapport fait ti la Société
13 L. Blanc, op. cit., t. IIl, p. 177. d'encouragement pour l'industrie nationale sur les bains tempérés
14 Anónimo, Conseils pour se préseruer du choléra morbue, adres- portés ti domicile [...} entrepris par M. Valette, París, 1819, p. 3.
sés par la société médicale de Diion aux habitants de la ville et des 39 A. J. B. Parent-Duchatelet, Hygiéne publique, París, 1836, t. Il,
campagnes, Dijon, 1849, p. 7. p.253.
15 Anónimo, Projet d'amélioration et d'embellissement {...j, op. 40 H. C. Emmery, «Statiatiques des eaux [...]», op. cit., pp. 177-178.
cit., p. 15. 41 El término se halla a su vez en los títulos de ciertas obras o en
16 A. Bazin, L'Époque sans nom, esquisses de Paris (1830-1833), sus capítulos a principios del siglo XIX y se crean cátedras de higiene
París, 1833, t. 11, pp. 269-270. pública en las facultades de medicina.
17 H. de Balzac, La piel de zapa, Madrid, 1981. 42 Cf. F. P. N. Gillet de Laumont, op. cit., p. 4.
18 E. Sue, El judío errante (1. 8 ed. 1844), Barcelona, 1988. ea Cf. Le Moniteur, París, 1850, p. 1951.
19 V. Hugo, Los miserables (l.8 ed. 1862), Barcelona, 1988. 44 A. Hugo, op. cit., p. 122.
20 F.-L. Poumiea de La Siboulie, Souvenirs d'un médecin de París 45 H. C. Emmery, «Statiatiquea des eaux [...l». op. cit., p. 184.
(1789·1863), París, 1910, pp. 234·235. 46 Ibid.
21 1. Bourdon, «Le choléra», Le Répertoire des connaissances 47 ef. H. Lynch, citado por E. Weber, en su libro La Fin des
utiles, Paris, 1850, t. V, p. 526. terroire, París, Flammarion, 1983 (1. 8 ed. 1976), p. 233.
22 Anónimo, Conseils pour se préserver du choléra morbus {...j, op. 48 L. Normand, Paris modeme, París, 1837-1847, 2 vol.
cit., p. 21. 49 C. Daly dirigió la Revue de l'architecture et des travaux
23 C.-F. Mallet, Notice historique sur le projet d'une distribution publics, publicada en París desde 1840 hasta 1873.
générale d'eau ti domicile dans Parte, París, 1830, p. 28. 50 E. Souvestre, Le Monde tel qu 'il sera, París, 1846, p. 65.
24 Mme F. M. Troloppe, Paris et les Parisiens en 1835, París, 51 B. Gérard, «L'inventaire apres déces de L. H. Berhoe», Bulle-
1836, p. 303. tin de la société de l'hietoire de Parte, París, 1979, p. 186.
25 H. Colman, European agriculture and small economy [...], 52 11;. Zola, Pot-Bouílle, París, Garnier-Flammarion, 1979 (1. 8 ed.
Boston, 1848, citado por G. de Bertier de Sauvigny en su reciente 1882), p. 33. La novela se sitúa a fines de los años 1860.
obra, La France et les Fmncais vus par les voyageurs américains, 53 Le Vocabulaire des enfants, París, 1839, p. 249.
1814·1848, París, Flarnmarion, 1982, p. 136. 54 Algunos ejemplos de este mobiliario empiezan a verse en las
26 F. Beguin, «Machineries anglaises du confort», L'Haleine des grandes mansiones muy a finales del siglo XVIII. Véase el libro de F.
faubourgs, en la revista Recherche, Fontenay-sous-Boia, 1977, p. 161. Dumbnthier, Mobilier national[...j, op. cit.
27 P.-S. Girard, Simple Exposé de l'état actuel des eaux publiques 55 L. Normand, op. cit.; y C. Daly, Architecture prioée au XIK
de Parte, París, 1831, p. 24. eíécle, París, 1864, 3 vol.
28 H. Horeau, Nouveaux Égouts, París, 1831, p. 6. 56 R. Apponyi, op. eit., t. Il, p. 292.
29 C.-F. Mallet, op. cit., p. 23. 57 A. Dumas, Mémoires, en Oeuvres completes, París s.f. (h. 1900 Y
30 A. Chevalier, «Mémoire sur les égouts de París, de Londres, de l.' ed. IS57), t. 11, p. 119.
Montpellier». Les Annales d'hvgiéne publique [...], París, enero de 58 E. Sue, El judío errante, op. cito
1830, p. 368.
3181 Notas Nota. 1319
59 H. de Balzac, Splendeurs el Miseres des courtisanes, en Oeu- 8 Rapport sur les travaux du Conseil central de salubrité du
vres completes, op. eit., t. 1, p. 15. département da Nord, 1843, pp. 28-29.
60 Sobre los baños chinos de mediados del siglo XIX, véase G. de 9 P. de Kock, La Grande Ville, Nouveau tableau de Paris, París,
Bertier de Sauvigny, op. cit., p. 137. Sobre el salario de los obreros, 1842, t. 1, p. 170.
véase G. Duveau, La Vie ouoriére SOU8 le eecond Empire, NRF, París, 10 C. E. Clerget, op. cit., p. 267.
1946, p. 320. 11 Cf. el número de la revista Recherche ya citado: L'Haleine des
61 H. C. Emmery, «Statistíque des eaux [...]», op. cit., p. 185. faubourgs, París, 1977.
62 S. P. Chevalier (llamado Gavarni), Les Lorettes, en Oeuvres 12 Sobre J. Massé, véase el largo pasaje que le consagra F.
choisies, París, 1845, t. I. Mayeur en su libro L 'Éducatioin des filles au XIX eiécle, París,
63 P. de Kock, Les Bains d domicile, París, 1845. Hachette, 1977.
64 H. Daumier, Les Bains a quatre SOUS, en Le Charivari, París, 13 J. Massé, Encyclopédie de la santé, cours d'hygiéne populaire,
26 ~e junio de 1839. Véase también E. Briffault, Paris dans l'eau, París, 1855, t. 1, p. 157.
París, 1844, p. 78. 14 A. Guillaume, Catéchisme iiygiénique, París, 1850, p. 237.
65 H. Daumier, Attention Gargouset {...j, en Le Charivari, París, 15 M.-J. Orfila, Préceptes d'hygiene ti l'usage des enfants fréquen-
13 de agosto de 1842. tent les écoles primaires, París, 1836.
66 Ordonnance de par les préuóts des marchands et écheoine de la 16 Ibid.
uille de París, concernant les bains dans la ríoíére, París, 12 de junio 17 Ibid., p. 8.
de 1742, manuscrito BN, reg. 21.629, Fo 170. 18 Mme J.-L. Sauvan, Coura normal des instituteurs primaires,
67 Ordonnance concernant les bains de riuiére, cartel del 30 de París, 2.a ed. 1840, p. 17.
abril de 1840. Cf., para el conjunto de este problema, los archivos de 19 B. Overberg, Manuel de pédagogie, Lieja, 1845 (La ed. alemana
la prefectura de policía, DB. 227. 1825), p. 84.
68 El tema de los baños de mar no puede desarrollarse en el 20 Travaux du Conseil de salubrité de la Seine, París, 1821, p. 16.
presente texto, incluso si los testimonios que hay sobre él son ya 21 Rapport sur les travaux du Conseil de salubrité de I'Aube,
numerosos antes de 1850. Cf., por ejemplo, Mémoires de la comtesse Troyes, 1835, p. 62.
de Bcigne, de Louis XVI ti 1848, París, Mercure de France, 1971 (La 22 Rapport sur les travaux du Conseil de salubrité de Nantes,
ed. 1807-1909), t. I, p. 167. Las Mémoires, de Apponyi, op. cit., y las de Nantes, 1817-1825, p. 10.
Rémusat, op. cit., contienen igualmente numerosas indicaciones. En aa Conseil de salabrité de l'Aabe [...]. op. eit., 1835, p. 30.
lo que toca a la «teoría» de los baños de mar, cí. una de las primeras 24 Ibid.
obras francesas escritas sobre el tema: A. Assegond, Manuel des 25 T. de Bordeu, OeuVTeS, París, 1818, t. Il, p. 959.
bains de mer, París, 1825. Cf. igualmente, G. Vigarello, «Pratiques de 26 A. Bourgeois d'Orvanne, Lavoirs et Bains publica ti prix
natation au XIX' siecle. Représentation de l'eau et différenciations réduits, París, 1854, p. 9.
sociales», obra colectiva Sport et Socíété, Saint-Étienne, 1982. 27 cr. Le Moniteur, París, 1850, p. 1951.
28 cr. Le Moniteur, París, 1852, p. 144.
29 Cf. M. Lévy, op. eit., t. Il, p. 726: «Desgraciadamente, las vistas
3. La pastoral de la miseria
liberales del gobierno aún no han dado todos sus frutos: una
pequeña cantidad de ciudades han solicitado la cantidad que la ley
1 C. E. Clerget, «Du nettoyage mécanique des voies publiques),
La Revue de l'architecture, París, 1843, p. 267. les concede para construir baños y lavaderos.»
30 A. Bourgeois d'Orvanne, op. cit., p. 72.
a Ibid,
31 Projet de Ioi tendant ti obtenir l'ouverture d'un. crédit extraordi-
3 Ibid.
naire de 600.000 franes, op. cit., p. 3336; sobre las encuestas realiza-
4 L. R. Villermé, Tableau de l'état physique et moral des ouuriers,
París, 1840, t. 1, p. 408. das en medio obrero, alrededor de 1850 y más tarde, cf los estudios
de Frédéric Le Play, presentados por B. Kalavra y A. Savcye,
5 E. Sue, Los misterios de París (1844), Barcelona, 1986, segunda
parte. Ouvriers des deux mondes, París, L'Arbre verdoyant, 1983.
32 Intervención de J.-B. Dumas, «Débat sur le projet de loi [...l»,
6 N. Turquin, Mémoires et Aventures d'un prolétaire ti trauere la
Réuolution, París, Maspero, 1977, p. 28. op. cit .. p. 3335.
33 Ibid.
7 L. Chevalier, Classes laborieuses et Classes dangereuses, París,
Plon, 1958, pp. 162·163.
320 I Notas Notas I 321

. 3~ Las teorías de Lamarck se ponen aquí al servicio de una 28 J. Verne, Los Quinientos millones de la Begum, Madrid,
inquietud sobre la «represión» biológica de la raza. Alianza Editorial, 1987.
35 Intervención de J.-B. Dumas, op. cit., p. 3335. 29 lbid.
30 er. Grellety, La guerre aux mierobes, Mácon, 1900.
31 C. Flammarion, Uranie, París, 1889, pp. 200·201.
4. Los hijos de Pasteur 32 L. Martin, «Hygiene hospitaliere», en el libro de P. Bouardel y

E. Mosny, Traité d'hygiéne, París, 1907, t. VIII, p. 236.


1 P. Remlinger, «Les microbes de la peau» Médecine moderne, 3.1 Hópitaux el Hospices, Béglemente intérieurs, París, 1910, p. 86.
París, 1896, p. 157. ' 34 A. Lutaud, Les États·Unis en 1900, París. 1896, p. 94.
2 Cf., más arriba, parte HI, capítulo 2. 35 Ibid.

3 Cf F. David, Les Monstres invisibles París 1897 36 L. Martin, op. cit., p. 237.
• E A ' , .
, .: rnou}d, «Désinfection des livres de bibliotheque», Revue 37 «Díphtérie -mesures prophylactiques», Médecine el Chirurgie,
d hygíéne, París, 1897, p. 555. París, 1893, p. 917.
5. Chavigny, «Contagien indirecte par voie buccale aux fontaines 38 E. Duchaux, Le Microbe et la Maladie, París, 1886, p. 259.
Pub!lqUeS), Revue d'liygiéne, París, 1899, p. 894. :39 Cf. E. Vallin, «De la présence du bacille d'Eberth dans l'eau,
, Cf. ~. ~bba, «Sur ~es conditions bactériologiques déplorables le sol et les metieres fécales d'individus saine», Revue d'hygiene,
de ; eau be~lte dans l~s églises», Revue d'hygiéne, París, 1899, p. 929. París, 1896.
Chavigny, op. cu., p. 894. ao lbid., p. 816.
, F. Abba, op. cit., p. 929. 41 L. Pasteur, «Sur le choléra des poulea», Comptes rendus de
9 Chavigny, op. cit., p. 894. l'académie des Scíencee, París, 1880. Sobre este «segundo» pastoris-
10 S. Broído, «Souillurs de la peau par des micro bes», Revue mo, cf. F. Dagognet, Méthodes et Doctrine dans l'oeuvre de Pasteur,
d'hygiéne, París, 1894, p. 717. París, PUF, 1967. «La microbiologie renonce a son dogmatisme
t r lbíd., p. 718. initial», p. 211.
12 A. Vigoura, «S~r la q':Iantité et la variété d'especes microbien- 42 L. Gautié, Notions d'hygiene, Philippeville, 1892, p. 53.

nes1~ur la peau des sujeta sama», Revue d'hygiéne, París, 1895, p. 930. 43 A. Lutaud, «Le microbe et la natura», La Médecine anecdoti-
L. Marchand, Les Microbes, París, 1887, p. 15. que, historique et littéraire, París, 1901, p. 230.
14 R. Blanchard, Les Ennemis de l'espéce humaine París 1888 44 L. Gautié, op. cit., p. 54. Sobre la teoría de la oxigenación en
pp. 2-3. ' , , los higienistas de fin de siglo, cf. también E. Pécaut, Cours d'hygie-
:: Duja~in-Baumet~,L 'Hygiéne prophylactique, París, 1889, p. 4. ne, París, 1882. «La peau respire, exhale de l'acide carbonique et de
A. Vigoura, op. cü., p. 930. la vapeur d'eau et absorbe de I'oxygene» (p. 97).
~: Marié-Davy, De l'évacuation des vidanges f...], París, 1882. 45 Cf., más arriba, parte IV, capítulo 1.

19 P. Degr~ve, Manuel d'hygiene élémentaire, París, 1902, p. 8. 46 Breucq, op. cit., p. 3.


E. Monm, La Propreté de l'individu et de la maison París 47 P. Degrave, op. cit., p. 7.
1884, p. 17. ' , 48 E. Rist, La Tuberculose, París, 1934, p. 336.
20 F. David, op. cit., p. 82. 49 O. Mirbeau, Le Journal d'une femme de chambre, París, 1900,
21 Breucq! La Propreté de l'écolier, Bayona, 1909, pp. 8-9. p.389.
22 F. David, op. cit., pp. 82-83. 50 L. d'Alq, Les Secrets du cabinet de toilette, París, 1882, p. 1.

23 F. David, Les Microbes de la bouche, París, 1890, pp. 278-279. 51 Baronne Staffe, op. cit., p. 4.
24 P. Degrave, op. cit., pp, 9-10. 52 P. Sédaillon y R. Sohier, Précis d'tvygiéne et d'épidémioíogie,
25 V'
eaee en R
" B outason,
. Histoire de la médecíne, París, Laroua- París, 1949, p. 155.
se, 1~7, el capítulo sobre Pasteur: «Los microbios se dividen en
ba~tenas, organismos vegetales, protozoos, organismos animales
unicelulares y ~ltravirus, ta~bién llamados virus filtrables, organis- 5. Aparatos e intimidades
mos tan pequenos que atraviesan los filtros conocidos) (p. 308).
26 Breucq, op. cit., p. 3.
7 G. Feydeau, Un bain de ménage, París, 1888, escena 1, acto 1.
1
'66 E. Monin, Le Trésor médical de la [emme, París, s.f (h. 1905), Baronne Staffe, op. cit., p. 4. Véase sobre el mismo tema, P.
2
p. 2 .
Perrot, op. cit., p. 134, que, además, cita a la condesa de Tamar, A la
322 / Notas Notas I 323

conquéte du bonheur, París, 1912: «Todo se hace ahora con el mayor también en la descripción de los aseos dudosos y en los perfumes
secreto, con la certidumbre absoluta de Que no le molesten a uno. mezclados con tufos y manifiesta, más directamente, cierto gusto
a L. D'Alq, op. cit., p. 4. por lo «sucio». Véase ciertas descripciones de lugares en Nana, op.
, tua; p. 1. eit.: (En el pasillo aumentaba aún más la asfixia; acidez del agua de
5 O. Mirbeau, op. eit., p. 51. colonia y perfumes de jabón que bajaban de los palcos entrecorta-
6 Porcher, Catalogue. París, 1908, p. 101. ban de vez en cuando el veneno de los alientos» (p. 151).
7 Cf., más arriba, parte IV, capítulo 2. 23 P. Bourget, Cosmopolis, París, 1893, p. 152.
8 L. Figuier, Les Merveilles de l'industrie París, 1875, t. IV, 24 Rachilde, Le Venus, Bruselas, 1884, p. 45.
«L'mdustrie de I'eau», p. 351. • 25 Cf. más arriba, parte IV, capítulo 3.

~ A. Mayer, «La canalisation souterraine de Paria- Paris Cuide 26 J. Arnould, Sur l'installation de bains ti peu de [rais pour les
París, 1867, t.ll, p. 1614. " ouvriers, Lille, 1879, pp. 1-2.
lO «Études d'intérieur, L'eau a domicile», La Semaine des cons- 27 Ibid., p. 2.
tructeurs, París, 1833, p. 245. 28 J. Arnould, «Sur la vulgarisation de l'usage du bain», Annales

~l El texto de J.·P. ~arcet, Description: d'une salle de baíns, d'hygiéne publique, París, 1880, 3.8. serie, t. III, p. 403.
Paría, 18~, es un buen ejemplo de estas antiguas construcciones, 29 El procedimiento se separa, evidentemente, del baño, pero

que nec~~ltaban a menudo varios cuartos, uno de los cuales para la también de la ducha hidroterapéutica, cuyo principio depende de la
calefacción. fuerza del chorro. Fue necesario hacer un esfuerzo de «separación»
~ 12 La Semaine des constructeurs, op. cit. Para el baño portátil cf con respecto a tal procedimiento. G. Heller ve en ello una de las
ano 1865, p. 437. ' . razones de la aparición «tardía» de esta ducha-lluvia. Cf. su obra,
1.1 Cf. S. Giedon, La Mécanisation au pouvoir París Centre Propre en ordre, Editions d'En Bes, Leusana, 1979, p. 61. La obra de
PompidOU',1~80(La ed. Nueva York, 1948), p. 557. Gi~don d~ en unas G. Heller contiene una preciosa iconografía sobre el tema.
cuant8;s P?gmas una sugestiva visión sobre la evolución de la 30 Dunal, «Bains par effusion frcide», Recueil de mémoires de

mecanización de los lugares sanitarios. A. Moll Weiss en Le livre d médecine militaire, París, 1861, 3.8. serie, t. V, p. 380.
[ayer, París, ~914, también da ejemplos de estas bañe;as plegables ~ 31 Haro, «Bains-douches de propreté», Recueil de mémoiree de

de e~tas bañeras-cama, lo que supone su «independenejn» con médecine militaire, París, 1878, 3.8. serie, t. XXXIV, p. 502.
relación a toda canalización. 32 M. Merry-Delabost, Sur les bains-douches de propreté, París,

, 14 L. D'Alq, op. ,cit., p. 34 s. Cf., y H. de Nousaanne, Le Goút dans 1889, p. 5.


: ame.ublement, París, 1896, pp. 179 Y ss. Cf., por fin, Le Catalogue des 33 Cf M. Foucault, Surveiller et Punir, París, Gallimard, 1975.
etabüssements L. Grumberg París 1912 34 M. Merry-Delabost, op. cit., p. 5.
"AL
16 • utaud, Le~ É '"
tats:Unis {..-l, op, eit., p. 61. 35 Cf el comentario en la Revue d'iiygiéne, en 1876, sobre el libro

J. Verne, Vemte mil leguas de viaje submarino Madrid, de Lincoln Chase, Baths and bathing for soldiers, Boston, 1895, p.
Alianza Editorial, 1987. ' 1124.
~ 7 «Hótel particulier a París», La Semaine des constructeurs 36 Cf. M. Pain, Bains-douches populaires a bon marché, París,
París, 1865, p. 463. ' 1909, p. 13.
18. La expresión se repite en el texto. El cuarto de baño del 37 Cf J. Arnould, Sur la vulgarisation (.. .j, op. cu., p. 406
Nautllus.ya posee este agua corriente «a discreción» (op. cit., p. 87). 38 Cf. M. Pan, op. cit., p. 8.
La Semaine d~s constructeurs le consagra varios artículos (en 1881 y 39 lbid.

en 1883 espe~Ialm~~te). Este agua «corriente» es un tema mayor de 40 P. Christmann, La Natation et les Bains, París, 1905, p. 14.
los nuevos dISPOSItivOS. 41 Citado por Mangenol, Les Besoins de natation et les Écoles

19 «La préfecture d'Oran», La Semaine des constructeurs París primaires communales, París, 1892, p. 8; cinco establecimientos de
1880, p. 451. ' , este tipo se crean en París entre 1885 y 1900. Sobre el «conflicto»
"L . •B ' lI'l~lSons
onruer, ". les plus remarquables construitee a Paris entre piscinas y baños-duchas para asegurar la limpieza popular, cf.
de 1905 a 1914, París, 1920. Cf. también T. Bourgeois, La Villa Cheysson, «Piscines et bains-douchea», Revue d'hygiene, París, 1899.
moderne, París, 1910. 42 L. D'Alq, op. cit., p. 40.
21 Porcher, op. cu., p. 101.

22 E. Z~la, Nana .(1. a ed. 1~), Madrid, Cátedra, 1988. Zola, como
lo demostro A. Corbin, Le Mlasme et la Jonquiiie, op. cit., se detiene

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