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Terapia de grupos

Modelo Humanista-Existencial
El objetivo de este modelo de trabajo grupal es la de negar la polarización que a
menudo existe entre el terapeuta y el cliente (en este modelo se sustituye la palabra
paciente por la del cliente).
En esencia se asume que la relación de reciprocidad con el terapeuta es la auténtica
experiencia grupal. (9)

El abordaje humanista-existencial debe sus existencia al filósofo danés Soren


Kierkegaard (1813-1855). Pasó gran parte de su vida en Copenhague.

Escribió acerca de un momento decisivo que cambia la vida de una persona, pero la
persona debe querer ese momento decisivo. Kierkegaard era pesimista y escéptico
sobre la condición humana.
Destacaba que toda la vida es incierta. (9)

Tras la Segunda Guerra Mundial empezó a desarrollarse en Los Estados Unidos de


Norteamérica un vigoroso movimiento de terapia humanista-existencial. (9) Psicólogos
y filósofos existencialistas le devuelven la libertad al individuo; es decir, después de
los problemas que la humanidad adquirió a raíz de la Primera Guerra Mundial, los
existencialistas ven a la persona libre.

En la psicología humanística, la persona tiene libertad de elección, lo cual sustituye la


idea conductista del conjunto mecánicamente determinado de conductas. De aquí
parte el concepto de cliente, el cual sustituye el concepto de paciente, porque el
cliente tiene la capacidad de decidir.

Algunos de los proponentes principales de esta orientación son: Abraham Maslow,


Carl Rogers, Gordon Allport,
Charlotte Bühler, Rollo May, Viktor Frankl, Wilhelm Dilthey, Edward Spranger, William
Stern, Kurt Lewin, Kurt
Goldstein, Gardner Murphy, Erich Fromm, Fritz Perls, entre otros. (10)

Para proporcionar condiciones que maximizan la autoconciencia y reducen los


bloqueos del crecimiento. Para que los clientes descubran la libertad de elección y
asuman la responsabilidad de sus elecciones. Su principal tarea es estar presente y
disponible para los individuos del grupo y captar su objetivo. Funciona creando la
relación persona a persona auto-revelándose y confrontando a los miembros de forma
prudente.

Los pacientes más susceptibles de un abordaje existencial son los que expresan su
falta de sentido de la vida y que arrastran una larga historia de tropiezos en su
búsqueda de objetivos. Si se trabaja con personas mayores de treinta años –cuando
hay que aceptar la propia finitud, cuando hay que encarar la realidad del
envejecimiento y la muerte, cuando ya no sirve la rebelión violenta como forma de
negación- el terapeuta se encuentra ante pacientes susceptibles del abordaje
humanista-existencial. (9)
El terapeuta puede estructurar al grupo en base a temas existenciales como la
libertad, la responsabilidad, la ansiedad, culpabilidad, los integrantes son
responsables de lo explorado.

Desde el primer encuentro grupal, este tipo de terapia pone el énfasis en la condición
humana. El terapeuta tiene su visión personal de la vida, pero anima a que cada
miembro del grupo encare su irrepetible individualidad. El terapeuta estimula la
autenticidad y alienta a los pacientes a arriesgarse en sus vidas. (9)

Este enfoque valora en primer lugar la compresión y en segundo las técnicas no


prescribe algún método. El terapeuta puede adoptar cualquier otra técnica de otro
enfoque. Un valor nuclear es el énfasis en la comprensión del mundo fenomenológico
del cliente, incluidos sus antecedentes culturales. Conduce al fortalecimiento
individual en una sociedad opresiva. Sus calores de individualidad, libertad,
autonomía y autorrealización a menudo entran en conflicto con los calores culturales
de colectividad, respeto a la tradición, referencia a la autoridad, etc.

El terapeuta de grupo existencial acepta que las personas necesitan ayuda para
superar los efectos emocionales de acontecimientos traumáticos, pero cada quien
dispone de una vía propia y exclusiva para recuperarse después de un shock
emocional. La relación terapéutica existencial debe ser de colaboración, (9) dirigida a
dar acompañamiento, pero no consejo, puesto que cada persona es dueña de su
propio destino y por lo tanto puede tomar decisiones y recuperarse por si misma
cuando esté lista.

Fundamentos.
Este enfoque descansa primariamente en la cualidad de la relación entre terapeuta y
persona que consulta (Mearns & Thorne, 1988).

A. La Relación Terapéutica.

Rogers (1961), afirma que el cambio y el desarrollo individual surgen de la experiencia


adquirida en una relación. Hay tres condiciones o actitudes que constituyen el clima
causante de este desarrollo:

La primera está relacionada con la autenticidad o congruencia, esto significa tener


presentes mis propios sentimientos, y no ofrecer una fachada externa, adoptando una
actitud distinta de la que surge de un nivel más profundo o inconsciente. Implica
también la voluntad de ser y expresar a través de palabras y conductas, los diversos
sentimientos y actitudes que existen en mí. Esta es la única manera de lograr que la
relación sea auténtica; sólo mostrándome tal cual soy puedo lograr que la otra persona
busque exitosamente su propia autenticidad.

Para que la congruencia tenga impacto en la relación, el cliente debe percibir al


terapeuta como congruente. Pero éste no puede sencillamente expresar cualquier
sentimiento en un momento dado, su respuesta a la experiencia del cliente, debe ser
relevante a la preocupación inmediata de este último (Mearas & Thorne, 1988). Las
respuestas del orientador que transmiten congruencia se manifiestan claramente en la
habilidad de inmediatez, que significa estar alerta a todas las comunicaciones del
cliente, ya sean directas o indirectas, que conciernen a la relación entre ambos y
comentar lo que pasa en el aquí y el ahora entre terapeuta y cliente, aludir a lo que se
vive en ese momento. Cuando el cliente se encuentra irritado, enojado, esta cerrado
por el canal de la empatía y abierto al de la congruencia, por lo tanto, si es necesario
se lo invita a expresar sentimientos negativos que pueda estar sintiendo por el
orientador (Rothstein, 1988).

Una persona se comunica simultáneamente a través de palabras, ademanes, expresión


facial, postura y movimientos corporales, tono de voz e incluso por la manera como
esta vestida, esta comunicación es verbal y no verbal. La comunicación es
incongruente cuando hay discrepancias entre lo verbal y no verbal, en clínica se
confronta al cliente con estas discrepancias y luego el terapeuta responde
empáticamente a lo que exprese el cliente (Satir, 1986).

La segunda condición es la aceptación positiva incondicional que experimento hacia un


individuo, es decir un cálido respeto hacia él como persona distinta y valiosa,
independientemente de su condición, conducta o sentimientos. Aceptación y respeto
por todas sus actitudes al margen del carácter positivo o negativo de éstas. Esta
aceptación brinda calidez y seguridad en la relación, esto es fundamental, puesto que
la seguridad de agradar al otro y ser valorado como persona parece constituir un
elemento de gran importancia en una relación de ayuda (Rogers, 1961).

La actitud de aceptación no es sólo un sentimiento sentido dentro del terapeuta, sino


que debe ser comunicada al cliente de forma genuina y espontánea (Mearns & Thorne,
1988). El grado de aceptación entre terapeuta y cliente se transmite a través del
lenguaje verbal y no verbal. El terapeuta evalúa las formas con las que el cliente le
manda el mensaje, observa el lenguaje no verbal, muy aparte de sus propios juicios y
de su propia percepción (Satir, 1986). Trata de dar el mismo valor que le da el cliente
a lo que expresa, no tanto lo que hace o dice el terapeuta, sino cómo lo hace y dice,
que tono de voz, potencia, gestos, movimientos, concuerden con lo que esta
recibiendo del cliente (Rothstein, 1988).

El terapeuta por medio de la habilidad de calidez muestra cuidado hacia el cliente a


través de frases, tono de voz, gestos, conductas no verbales como sujetar su mano,
tocar su hombro, brindarle una sonrisa o una mirada (Rothstein, 1988). El ambiente
donde se desarrolla la relación también influye, debe haber calidez en la grabadora,
sala de espera, interrupciones, secretaria, objetos que están entre cliente y terapeuta,
posición de los muebles, tipo de sillas y otros (Mearns & Thorne, 1988).

La tercera condición es la comprensión empática de cada uno de los sentimientos y


expresiones del cliente tal y como se le aparecen en ese momento. Sólo cuando el
terapeuta comprende sus sentimientos y pensamientos, cuando alcanza a verlos tal y
como él los ve y aceptarlo con ellos, se siente realmente libre de explorarse a sí mismo
tanto a nivel consciente como no consciente. El cliente también debe sentirse libre de
toda evaluación moral o diagnóstica puesto que éstas son siempre amenazadoras
(Rogers, 1961).
Modelo Centrado en la Persona

El autor del enfoque centrado en la persona es el reconocido psicólogo Carl Rogers


(1902-1987). En este enfoque
de psicoterapia no se trata de hacerle algo a la persona ni de inducirlo a hacer algo en
relación a sí misma, sino se
trata de liberarla para que pueda tener un crecimiento y un desarrollo a nivel personal,
que ella misma quite los
obstáculos que le impiden avanzar. (11)

Su meta es proporcionar un clima seguro para examinar la gama de sentimientos y


ayudar a los miembros a ser
más abiertos a las experiencias y desarrollar la confianza en si mismo y en sus juicios.
Para desarrollar la
espontaneidad, honestidad y apertura. Facilita el grupo, maneja las barreras de
comunicación, establece clima de
confianza ayuda en el funcionamiento. La tarea del facilitador es ser genuino, tener
aceptación incondicional,
respeto y comprensión, creando un clima de tolerancia y experimentación. El
terapeuta proporciona escasa
estructuración o dirección. Los miembros son considerados capaces de encontrar una
dirección significativa, de
ayudarse mutuamente y de progresar hacia resultados constructivos.

Hace hincapié en actitudes y conducta del facilitador se emplean pocas técnicas


estructuradas o planificadas.
Algunas son la escucha activa, el reflejo de sentimientos, la clarificación, apoyo y el
estar presente para el cliente.
Rogers contribuyó a la ruptura de barreras culturales y a la posibilitación de diálogo
abierto entre diversas
culturas. Los puntos centrales son el respeto por valores, la escucha activa, la
aceptación de diferencias etc.
Algunos de los valores centrales de este enfoque pueden ser incongruentes con la
cultura del cliente, la falta de
estructura y dirección por parte del terapeuta con inaceptables por lo tardado del
proceso.

Carl Rogers en su libro El proceso de convertirse en persona, dice que la psicoterapia


centrada en la persona
produce muchos cambios: en individuo modifica su manera de elegir y establecer
valores; enfrenta la frustración
con menos tensión fisiológica y cambia su manera de percibirse y valorarse. La teoría
de la psicoterapia centrada
en la persona postula que los cambios operados en el interior del individuo durante el
tratamiento le permitirán,
una vez finalizado éste, conducirse de maneras menos defensivas y más socializadas
y aceptar la realidad en sí
mismo y en el medio social que lo rodea, todo lo cual demuestra que su sistema de
valores se ha socializado. Esto
significa que adoptará conductas más maduras y que tenderán a desaparecer las
actitudes infantiles. El proceso
del cliente está en reciprocidad con las actitudes del terapeuta. (12)

Rogers dice que son necesarias tres actitudes o comportamientos básicos,


facilitadores del proceso, y que todo
psicoterapeuta humanista debe tener: la empatía, la autenticidad o congruencia, la
aceptación incondicional de la
persona.

Características de la Terapia Centrada en la Persona

El foco de atención se centra en la persona, no en el problema. Su finalidad no consiste


en resolver un problema concreto, sino en ayudar al individuo a crecer, para que
pueda enfrentarse con el problema actual y con los que surjan posteriormente de una
manera más coherente, En otras palabras, lograr una estabilidad personal como para
enfrentarse con un problema con mayor independencia y responsabilidad y de una
manera más organizada (Rogers, 1978).

Concede una importancia mayor a los elementos emocionales, al sentimiento, más que
a los intelectuales, en una situación concreta. La mayoría de las inadaptaciones no son
debidas a razones intelectuales, sino que el conocimiento es ineficaz porque queda
bloqueado por las satisfacciones emocionales que la persona encuentra en su
inadaptación del momento. Todas nuestras expresiones verbales van siempre
acompañadas de una carga emocional. Debido a ello, cuando el orientador responde a
nivel intelectual a las ideas expresadas por el cliente, bloquea la manifestación y
actitudes con carga emocional y tiende a definir y a resolver los problemas desde él,
inútilmente, ya que con frecuencia no son la verdadera respuesta para el cliente. Por
otro lado, cuando el terapeuta se mantiene alerta constantemente, y responde al nivel
afectivo, le da al cliente la sensación de ser profundamente comprendido, lo capacita
para expresar nuevos sentimientos y lo conduce eficazmente a las raíces emocionales
de su problema de adaptación (Rogers, 1978).

Otorga una importancia mayor a la situación inmediata que al pasado de un sujeto, los
modelos de comportamiento emocional de una persona, se manifiestan igualmente en
su adaptación presente e incluso durante el tiempo de la entrevista. Es curioso que
cuando no existe una exploración de los hechos históricos, surge una imagen más
adecuada del desarrollo dinámico de la persona, a través de los contactos terapéuticos
(Rogers, 1978).

La relación terapéutica es en sí misma una experiencia de crecimiento, aquí la persona


aprende a comprenderse a sí misma, a tomar decisiones importantes
independientemente, a relacionarse satisfactoriamente con los demás de una manera
más adulta. Este tipo de terapia no es una preparación para el cambio, es ya cambio
(Rogers, 1978).

La terapia no se basa en una relación médico-paciente, caracterizada por el diagnóstico


experto y el consejo lleno de autoridad por parte del médico, con la aceptación sumisa
y dependiente del paciente (psicoterapia directiva). Al contrario, el terapeuta no pude
mantener una relación de ayuda psicológica, al mismo tiempo que tiene algún tipo de
autoridad sobre el cliente. Nótese el empleo de "cliente" y nunca el de "paciente", ya
que el individuo que acude para recibir ayuda no es un enfermo sino una persona que
por diversos motivos se encuentra en un momento difícil de su proceso madurativo y le
falta una percepción clara de quién es y de su situación vital (Rogers, 1978). La ayuda
psicológica no-directiva está basada en el convencimiento de que el cliente tiene
derecho a elegir sus propias metas en la vida. Si éste consigue a través de la
experiencia de una relación de ayuda, un grado suficiente de captación intuitiva como
para comprender el estado de su situación real, él mismo puede elegir el método que
considere más adecuado para adaptarse a ella y ser capaz de enfrentarse con los
problemas futuros (Rogers, 1978).

La psicoterapia no-directiva se caracteriza por el predominio de las actividades del


cliente, ya que éste interviene exponiendo sus problemas durante la mayor parte del
tiempo. Las técnicas más importantes empleadas son aquellas que ayudan al cliente a
aceptar y comprender sus sentimientos, actitudes y modelos de respuesta y que lo
animan a hablar sobre ellos. El terapeuta puede conseguir esto expresando con otras
palabras y clarificando el contenido de lo expuesto por el cliente (reflejos). Con
frecuencia pedirle que exprese sus sentimientos sobre ciertos temas, con menos
frecuencia hacer preguntas concretas para obtener información, y a veces proporcionar
información o explicaciones sobre la situación del terapeuta (Rogers, 1978).

El terapeuta.

Si la terapia fuera inmejorable, intensiva y totalizadora, ello significaría que el


terapeuta ha sido capaz de iniciar una relación subjetiva e intensamente personal con
su cliente y que se ha relacionado con él como una persona con otra persona. En el
ámbito clínico se desarrollan diagnósticos elaborados en los que se considera a la
persona un objeto. Para el enfoque centrado en la persona no es útil ni satisfactorio
interferir en la experiencia del cliente con explicaciones diagnósticas, interpretaciones,
sugerencias o consejos. Si se considera a la persona como alguien estático, ya
diagnosticado y clasificado, ya modelado por su pasado, se contribuye a confirmar esta
hipótesis limitada. Si en cambio, se lo acepta como un proceso de transformación se lo
ayuda a confirmar y realizar sus potencialidades (Rogers, 1961).

El terapeuta centrado en la persona, no se considera experto y va hacer todo lo que


pueda para evitar caer en ese error, porque de lo contrario sería negar un supuesto de
este enfoque, es decir, que se puede confiar en que el cliente sabrá encontrar su
propio camino si tiene en el terapeuta el compañero adecuado que lo hace sentir
seguro y aceptado. Para el orientador es importante buscar compartir el poder, esto
tiene que ver con todos los aspectos de la relación y el ambiente donde se desarrolla la
misma. El terapeuta se muestra genuino, no pone fachada profesional ni personal, así
desalienta al cliente a que lo vea superior. Por ende, la persona tiene más posibilidad
de encontrar sus propios recursos en sí misma y no se agarra a las expectativas de
que el terapeuta proveerá las respuestas para él (Mearns & Thorne, 1988).

Habilidades del terapeuta.

Entre las cualidades facilitadoras para los terapeutas efectivos que propone Rothstein
(1988), están en primer término la empatia, la consideración positiva incondicional y la
congruencia, a las cuales me referí anteriormente; entre las otras habilidades figuran:
- Concreción.- Insistir en lo preciso, lo personal. Ayudar a entrar en áreas sensibles y
a entregarse profundamente a la naturaleza de los sentimientos, lo cual evoca fuertes
catarsis y lleva a revelaciones profundas.

- Confrontatividad.- Significa desafiar a los clientes con sus discrepancias (lo verbal/
lo no verbal, las distorsiones, las conductas evitativas), haciéndolo con franqueza pero
con calidez, para facilitar el autoanálisis.

- Potencia.- Significa la fuerza de estar presente, la vibración que emana de un


terapeuta comprometido, autoconfiado, autoasegurado. Los clientes se sienten seguros
en su presencia y se permiten expresar emociones dolorosas.

- Inmediatez.- el aquí y el ahora de las comunicaciones entre terapeuta y cliente,


específicamente en referencia a los aspectos de sus interacciones y relaciones.

- Autodevelación.- En momentos cruciales, los terapeutas comparten algo de sí


mismos en beneficio de sus clientes, comunican indirectamente que ambos tienen
experiencias, pensamientos y sentimientos similares, y que por lo tanto pueden ser
reales y abiertos mutuamente, lo cual facilita la autoexploración.

- Calidez.- Aceptación positiva incondicional + inmediatez. Transmitir consideración


por los clientes a través del lenguaje verbal como del no verbal.

- Autoactualización.- Una persona autoactualizada sería la que ha resuelto los


conflictos más grandes de su vida y disfruta de una satisfacción básica de vivir. Esto se
va logrando poco a poco, con cada cliente se aprende algo nuevo y se crece como
persona.

El Proceso de la Terapia.

¿Qué ocurre durante él? ¿Qué sucede mientras duran las entrevistas? ¿Qué hace el
terapeuta? ¿Y el cliente?. Los pasos que caracterizan el proceso terapéutico no son
hechos aislados, los procesos se mezclan y superponen unos con otros (Rogers, 1978):

I. El sujeto llega para recibir ayuda.- La persona ha hecho una decisión responsable de
mucha importancia. Si es el mismo cliente quien se responsabiliza de la visita, también
aceptará la responsabilidad de enfrentarse con sus problemas (Rogers, 1978).

II. La situación de ayuda queda definida.- Se concientiza al cliente que el terapeuta no


tiene las respuestas sino que la psicoterapia le provee de un espacio donde él puede
con ayuda, llegar por sí mismo a la solución de sus problemas (Rogers, 1978).

III. El terapeuta fomenta la libre expresión de los sentimientos que acompañan al


problema (catarsis).- No obstaculizar las manifestaciones de sentimientos negativos,
los cuales se expresan libremente si el terapeuta es capaz de hacer que el cliente
capte, que la hora de terapia es verdaderamente suya. Una de las metas más
significativas de cualquier experiencia de psicoterapia es la de sacar a la luz aquellos
pensamientos y actitudes, sentimientos e impulsos cargados emocionalmente, que
están relacionados con los problemas y conflictos del individuo. Esta meta se complica
por el hecho de que las actitudes superficiales y las que se expresan fácilmente, no son
siempre las más significativas. Por consiguiente, el terapeuta debe estar preparado
para ayudar al cliente a que exprese adecuadamente los sentimientos más profundos
que le afectan.

IV. El terapeuta acepta, reconoce y clarifica estos sentimientos negativos.- Debe


intentar a través de lo que dice y de lo que hace, crear una atmósfera en la que el
cliente sea capaz de reconocer que tiene sentimientos negativos y aceptarlos
abiertamente como parte de sí mismo, en vez de proyectarlos a otros o esconderlos.
Clarificar estos sentimientos sin interpretar su causa o analizarlos (Rogers, 1978).

V. Cuando los sentimientos negativos han sido expresados en su totalidad, surgen


expresiones vagas y tentativas de impulsos positivos que promueven el crecimiento.-
El cliente admite sus sentimientos negativos tal y como son, entonces, al no tener que
seguir probando que es inútil y anormal, podrá analizarse a sí mismo más fácilmente y
descubrirá sus cualidades más positivas (Rogers, 1978).

VI. El terapeuta acepta y reconoce los sentimientos positivos expresados, de la misma


manera que aceptó y reconoció los negativos.- Las intervenciones moralizantes no
caben en este tipo de terapia. Los sentimientos se acogen como integrantes de la
personalidad, lo que da al individuo la oportunidad, por primera vez en su vida, de
comprenderse cómo es (Rogers, 1978).

VII La captación intuitiva (insight), la comprensión del propio Yo y su asunción.-


Proporciona los conocimientos sobre los que el individuo construirá nuevos niveles de
integración de la experiencia acumulada (Rogers, 1978).

VIII. Mezclado con el proceso de captación intuitiva se da un proceso de clarificación


de las decisiones y de los modos de acción posibles.- Esencialmente el individuo parece
decir "esto es lo que soy, y lo veo mucho más claramente, pero ¿Cómo puedo
reorganizarme de otra manera?". La función del terapeuta es aquí ayudar a clarificar
las diferentes elecciones que se pueden realizar, y reconocer el sentimiento de miedo y
la falta de valor para llevar adelante lo que el individuo experimenta (Rogers, 1978).

IX. La iniciación a acciones positivas pequeñas pero altamente significativas.- Una vez
que se consigue la captación intuitiva, las medidas que se toman generalmente suelen
ser muy adecuadas a la nueva comprensión. La captación intuitiva lleva consigo la
elección entre metas que proporcionan una satisfacción inmediata y temporal y las que
la ofrecen a largo plazo pero que son más duraderas (Rogers, 1978).

X. Los pasos restantes no requieren demasiada atención.- Desarrollo de la captación


intuitiva, es decir una comprensión más completa y adecuada de uno mismo.

XI. Existe una acción positiva e integradora cada vez mayor por parte del cliente.-
Menos miedo para tomar decisiones y mayor confianza para tomar posturas por sí
mismo. El terapeuta y el cliente trabajan juntos, ya no queda dependencia.

XII. Existe una posibilidad cada vez menor de recibir ayuda y un reconocimiento por
parte del cliente de que la relación debe terminar.- El terapeuta le ayuda a clarificar
esta sensación, aceptando y reconociendo el hecho de que es él mismo quien ahora se
hace cargo de su propia situación con mayor confianza, y que ya no se ve la necesidad
de prolongar las visitas por más tiempo (Rogers, 1978).
Por todo lo mencionado anteriormente en la revisión teórica, pienso que la Terapia
Centrada en la Persona es una postura que demuestra originalidad frente a las demás
terapias.

Entre las técnicas utilizadas por este enfoque destacan: El reflejo


(de sentimiento, actitud, pensamiento y
experiencia), la autorrevelación (que significa que el terapeuta puede compartir sus
experiencias que puedan ser
de ayuda a los miembros del grupo), la confrontación, entre otras.
Rogers en su libro Grupos de Encuentro, dice que los grupos de encuentro atraviesan
por diversas etapas que son:
(2,13)
1. Rodeos
2. Resistencia a la expresión o exploración personal
3. Descripción de sentimientos del pasado
4. Expresión de sentimientos negativos
5. Expresión y exploración de material personalmente significativo
6. Expresión de sentimientos interpersonales inmediatos dentro del grupo
7. Desarrollo en el grupo de la capacidad de aliviar el dolor ajeno
8. Aceptación de sí mismo y comienzo del cambio
9. Resquebrajamiento de las fachadas
10. Realimentación
11. Enfrentamiento
12. Relación asistencial fueras de las sesiones del grupo
13. Encuentro básico
14. Expresión de sentimientos positivos y acercamiento mutuo
15. Cambios de conducta en el grupo

PSICOTERAPIA INFANTIL
4.2. Fase de tratamiento
4.2.1. ¿Por qué hacer psicoterapia a niños?

Desde diversos enfoques teóricos se postula que proveer en la temprana


infancia las condiciones para un buen desarrollo del niño facilita
esperar mejores índices de salud mental posteriormente, pero
en la experiencia diaria se ha visto que cada vez es más difícil proporcionar
un ambiente facilitador en el cual la madre y el padre
puedan dedicarles atención a sus hijos y comprender sus necesidades
o pesquisar a tiempo las alteraciones o déficits en su desarrollo. Es
conveniente tomarse tiempo para observar y conocer a su hijo, poder
separar lo que pertenece a él, de lo que concierne a sus propias
experiencias infantiles que no han sido superadas todavía.
Hay algo fundamental que se ha ido perdiendo: el afecto más
instintivo, el dar y recibir en el intercambio con el hijo (esto vale
tanto para la madre como para el padre), el desear tener hijos, que
implica reconocer la presión instintiva, como también las presiones
del entorno social, temores e inquietudes, alegrías, risas, satisfacciones
y sinsabores.
El psicoterapeuta puede acoger al niño sin condiciones o también
sentir ambivalencia en aceptar o no aspectos que le resuenan a
él personalmente, de ahí la importante recomendación de que todo
terapeuta haya tenido un proceso de psicoterapia personal para reconocer
las emociones que son propias y diferenciarlas de las emociones
de la persona que atiende. La labor del terapeuta es proveer
una experiencia emocional correctora.
La elección de cómo trabajar con el niño depende de la edad y
de sus características personales que fueron pesquisadas en la fase
diagnóstica, pero como guía sirve saber que las ansiedades con las
que él llega a la psicoterapia deben ser tomadas en la primera sesión
mostrándole que está asustado, que tal vez no le gusta venir, que no
sabe de qué se trata esto del psicólogo.
El niño pequeño muestra su ansiedad moviéndose, habla mucho,
tomando uno y otro juguete sin poder hacer un juego con sentido.
También puede reaccionar con miedo, no hablar, llorar, querer salir de la sala,
negarse a entrar solo. Los niños mayores de 8 años
mostrarán desconfianza preguntando, poniendo en duda que esto
le sirva, mostrando que no necesitan venir, que deben asistir sus padres
y no ellos.
Melanie Klein reconoce estas señales como transferencia negativa
y aconseja mostrar de inmediato y sistemáticamente este tipo
de transferencia, para tener una buena alianza con el niño, dado
que no es fácil establecer el vínculo si se deja fuera los sentimientos
negativos. Es importante estar alerta a la contratransferencia a los
pacientes; cuáles son las emociones y vivencias que evoca la comunicación
del niño.
El terapeuta puede llevar a esta relación los problemas a n no
resueltos con sus propios padres, tomando actitudes de hijo resentido,
agresivo o sumiso, culpable, y la alianza terapéutica con el niño
se vea teñida por sus emociones, rechazando a los padres, criticándoles
o quizás haciendo una alianza inconsciente con ellos en perjuicio
de la objetividad esperable para la atención del niño.De ahí la
importancia de haber tenido su propia psicoterapia, para conocer
sus emociones en relación con sus padres y que esto no interfiera en
su trabajo.
El terapeuta no debe atender, como ya se señaló, a otros familiares:
hermanos, primos o amigos del niño ni a sus padres, salvo
que se decida por una intervención familiar. En tal caso, cambia el
enfoque y el objeto de la psicoterapia es la familia y el niño deja de
ser el paciente individualizado como el problema. En general el niño
que acude a psicoterapia es porque se siente carente de atención, de
afectos y espera que este sea el espacio para él solo, en que pueda
confiar en la persona que lo atiende, de otro modo surgirán los celos
fraternos o con sus padres o pueda sentirse postergado.
El terapeuta de niños debe conocer los variados juegos que ellos
practican, los personajes de los cuentos y de las series o películas que
ven. El hecho que el niño se identifique o desplace sentimientos en
alguno de esos personajes permite al terapeuta ampliar el rango de
sus conocimientos acerca de las emociones no manifestadas más directamente
en las sesiones.
Para la indicación de tratamiento, aparte de tener en cuenta la edad, motivo de
consulta e interés de los padres, conviene relacionar
el contexto familiar y social, por lo tanto, además de la psicoterapia
individual o grupos terapéuticos para niños, se puede recomendar la
terapia familiar, talleres acerca de temas específicos para los niños y
talleres de orientación para los padres.
Si se reconoce que la problemática corresponde a los padres, se
indica terapia de pareja. Con niños más pequeños se puede realizar
psicoterapia vincular (la madre o quien lo cuida, junto con el niño).
A medida que avanza el tratamiento, el ambiente familiar puede
reaccionar en forma ambivalente, es decir, estar contento con los
progresos, pero también sentirse complicado con la aceptación de
las actitudes nuevas del niño. Esto lleva a algunos padres a interrumpir
la psicoterapia o a criticar tanto al niño como al terapeuta,
lo cual dificulta el proceso terapéutico.
Conviene estar alerta a estos cambios y poder trabajarlos en la
relación con el niño, tomando esto como un hecho esperable frente
a situaciones nuevas para el grupo familiar y que ponen en riesgo su
equilibrio inestable.
Terapia familiar
Enfoque conductual

El fundamento de esta nueva forma de terapia reside en la oportunidad de producir importantes


cambios conductuales en los participantes por medio de una reestructuración básica de sus
ambientes interpersonales. La terapia de parejas y de familias puede ser un medio especialmente
fuerte de modificar el comportamiento, porque el ambiente interpersonal que se hace cambiar es
el de la vida diaria, de los encuentros cara a cara, de las experiencias individuales que se llevan a
cabo con las personas más importantes de la vida de un ser humano: su esposa o los miembros de
su familia inmediata.

Cuando esta terapia tiene éxito se debe a que el terapeuta ha sido capaz de guiar a los miembros
de la pareja o de la familia a cambiar la forma en la cual se comportan unos con otros. En términos
conductuales o del aprendizaje podemos decir que "formas de comportarse unos con otros" quiere
decir consecuencias del comportamiento o contingencias de refuerzo. En lugar de premiar el
comportamiento no adaptativo por medio de la atención y la preocupación, la familia aprende a
darse reconocimiento y aprobación por el comportamiento de tipo más adaptativo. Como la familia
es un sistema de red, un sistema de comportamientos recíproco (incluyendo el comportamiento
afectivo), la terapia familiar funciona mejor cuando cada uno de los miembros aprende cómo
cambiar su responsabilidad ante los otros miembros de la familia.

El principio de aprendizaje básico que subyace la fuerza de la terapia familiar y de parejas es el


cambio en las contingencias por las cuales el paciente logra reconocimiento e interés de otros
miembros de la familia. El refuerzo social se vuelve contingente sobre la conducta adaptativa que
se desea y no sobre la conducta no adaptativa y sintomática.

Características de la Terapia Centrada en la Persona

El foco de atención se centra en la persona, no en el problema. Su finalidad no consiste


en resolver un problema concreto, sino en ayudar al individuo a crecer, para que
pueda enfrentarse con el problema actual y con los que surjan posteriormente de una
manera más coherente, En otras palabras, lograr una estabilidad personal como para
enfrentarse con un problema con mayor independencia y responsabilidad y de una
manera más organizada (Rogers, 1978).

Concede una importancia mayor a los elementos emocionales, al sentimiento, más que
a los intelectuales, en una situación concreta. La mayoría de las inadaptaciones no son
debidas a razones intelectuales, sino que el conocimiento es ineficaz porque queda
bloqueado por las satisfacciones emocionales que la persona encuentra en su
inadaptación del momento. Todas nuestras expresiones verbales van siempre
acompañadas de una carga emocional. Debido a ello, cuando el orientador responde a
nivel intelectual a las ideas expresadas por el cliente, bloquea la manifestación y
actitudes con carga emocional y tiende a definir y a resolver los problemas desde él,
inútilmente, ya que con frecuencia no son la verdadera respuesta para el cliente. Por
otro lado, cuando el terapeuta se mantiene alerta constantemente, y responde al nivel
afectivo, le da al cliente la sensación de ser profundamente comprendido, lo capacita
para expresar nuevos sentimientos y lo conduce eficazmente a las raíces emocionales
de su problema de adaptación (Rogers, 1978).

Otorga una importancia mayor a la situación inmediata que al pasado de un sujeto, los
modelos de comportamiento emocional de una persona, se manifiestan igualmente en
su adaptación presente e incluso durante el tiempo de la entrevista. Es curioso que
cuando no existe una exploración de los hechos históricos, surge una imagen más
adecuada del desarrollo dinámico de la persona, a través de los contactos terapéuticos
(Rogers, 1978).

La relación terapéutica es en sí misma una experiencia de crecimiento, aquí la persona


aprende a comprenderse a sí misma, a tomar decisiones importantes
independientemente, a relacionarse satisfactoriamente con los demás de una manera
más adulta. Este tipo de terapia no es una preparación para el cambio, es ya cambio
(Rogers, 1978).

La terapia no se basa en una relación médico-paciente, caracterizada por el diagnóstico


experto y el consejo lleno de autoridad por parte del médico, con la aceptación sumisa
y dependiente del paciente (psicoterapia directiva). Al contrario, el terapeuta no pude
mantener una relación de ayuda psicológica, al mismo tiempo que tiene algún tipo de
autoridad sobre el cliente. Nótese el empleo de "cliente" y nunca el de "paciente", ya
que el individuo que acude para recibir ayuda no es un enfermo sino una persona que
por diversos motivos se encuentra en un momento difícil de su proceso madurativo y le
falta una percepción clara de quién es y de su situación vital (Rogers, 1978). La ayuda
psicológica no-directiva está basada en el convencimiento de que el cliente tiene
derecho a elegir sus propias metas en la vida. Si éste consigue a través de la
experiencia de una relación de ayuda, un grado suficiente de captación intuitiva como
para comprender el estado de su situación real, él mismo puede elegir el método que
considere más adecuado para adaptarse a ella y ser capaz de enfrentarse con los
problemas futuros (Rogers, 1978).

La psicoterapia no-directiva se caracteriza por el predominio de las actividades del


cliente, ya que éste interviene exponiendo sus problemas durante la mayor parte del
tiempo. Las técnicas más importantes empleadas son aquellas que ayudan al cliente a
aceptar y comprender sus sentimientos, actitudes y modelos de respuesta y que lo
animan a hablar sobre ellos. El terapeuta puede conseguir esto expresando con otras
palabras y clarificando el contenido de lo expuesto por el cliente (reflejos). Con
frecuencia pedirle que exprese sus sentimientos sobre ciertos temas, con menos
frecuencia hacer preguntas concretas para obtener información, y a veces proporcionar
información o explicaciones sobre la situación del terapeuta (Rogers, 1978).

El terapeuta.
Si la terapia fuera inmejorable, intensiva y totalizadora, ello significaría que el
terapeuta ha sido capaz de iniciar una relación subjetiva e intensamente personal con
su cliente y que se ha relacionado con él como una persona con otra persona. En el
ámbito clínico se desarrollan diagnósticos elaborados en los que se considera a la
persona un objeto. Para el enfoque centrado en la persona no es útil ni satisfactorio
interferir en la experiencia del cliente con explicaciones diagnósticas, interpretaciones,
sugerencias o consejos. Si se considera a la persona como alguien estático, ya
diagnosticado y clasificado, ya modelado por su pasado, se contribuye a confirmar esta
hipótesis limitada. Si en cambio, se lo acepta como un proceso de transformación se lo
ayuda a confirmar y realizar sus potencialidades (Rogers, 1961).

El terapeuta centrado en la persona, no se considera experto y va hacer todo lo que


pueda para evitar caer en ese error, porque de lo contrario sería negar un supuesto de
este enfoque, es decir, que se puede confiar en que el cliente sabrá encontrar su
propio camino si tiene en el terapeuta el compañero adecuado que lo hace sentir
seguro y aceptado. Para el orientador es importante buscar compartir el poder, esto
tiene que ver con todos los aspectos de la relación y el ambiente donde se desarrolla la
misma. El terapeuta se muestra genuino, no pone fachada profesional ni personal, así
desalienta al cliente a que lo vea superior. Por ende, la persona tiene más posibilidad
de encontrar sus propios recursos en sí misma y no se agarra a las expectativas de
que el terapeuta proveerá las respuestas para él (Mearns & Thorne, 1988).

Habilidades del terapeuta.

Entre las cualidades facilitadoras para los terapeutas efectivos que propone Rothstein
(1988), están en primer término la empatia, la consideración positiva incondicional y la
congruencia, a las cuales me referí anteriormente; entre las otras habilidades figuran:

- Concreción.- Insistir en lo preciso, lo personal. Ayudar a entrar en áreas sensibles y


a entregarse profundamente a la naturaleza de los sentimientos, lo cual evoca fuertes
catarsis y lleva a revelaciones profundas.

- Confrontatividad.- Significa desafiar a los clientes con sus discrepancias (lo verbal/
lo no verbal, las distorsiones, las conductas evitativas), haciéndolo con franqueza pero
con calidez, para facilitar el autoanálisis.

- Potencia.- Significa la fuerza de estar presente, la vibración que emana de un


terapeuta comprometido, autoconfiado, autoasegurado. Los clientes se sienten seguros
en su presencia y se permiten expresar emociones dolorosas.

- Inmediatez.- el aquí y el ahora de las comunicaciones entre terapeuta y cliente,


específicamente en referencia a los aspectos de sus interacciones y relaciones.

- Autodevelación.- En momentos cruciales, los terapeutas comparten algo de sí


mismos en beneficio de sus clientes, comunican indirectamente que ambos tienen
experiencias, pensamientos y sentimientos similares, y que por lo tanto pueden ser
reales y abiertos mutuamente, lo cual facilita la autoexploración.

- Calidez.- Aceptación positiva incondicional + inmediatez. Transmitir consideración


por los clientes a través del lenguaje verbal como del no verbal.
- Autoactualización.- Una persona autoactualizada sería la que ha resuelto los
conflictos más grandes de su vida y disfruta de una satisfacción básica de vivir. Esto se
va logrando poco a poco, con cada cliente se aprende algo nuevo y se crece como
persona.

El Proceso de la Terapia.

¿Qué ocurre durante él? ¿Qué sucede mientras duran las entrevistas? ¿Qué hace el
terapeuta? ¿Y el cliente?. Los pasos que caracterizan el proceso terapéutico no son
hechos aislados, los procesos se mezclan y superponen unos con otros (Rogers, 1978):

I. El sujeto llega para recibir ayuda.- La persona ha hecho una decisión responsable de
mucha importancia. Si es el mismo cliente quien se responsabiliza de la visita, también
aceptará la responsabilidad de enfrentarse con sus problemas (Rogers, 1978).

II. La situación de ayuda queda definida.- Se concientiza al cliente que el terapeuta no


tiene las respuestas sino que la psicoterapia le provee de un espacio donde él puede
con ayuda, llegar por sí mismo a la solución de sus problemas (Rogers, 1978).

III. El terapeuta fomenta la libre expresión de los sentimientos que acompañan al


problema (catarsis).- No obstaculizar las manifestaciones de sentimientos negativos,
los cuales se expresan libremente si el terapeuta es capaz de hacer que el cliente
capte, que la hora de terapia es verdaderamente suya. Una de las metas más
significativas de cualquier experiencia de psicoterapia es la de sacar a la luz aquellos
pensamientos y actitudes, sentimientos e impulsos cargados emocionalmente, que
están relacionados con los problemas y conflictos del individuo. Esta meta se complica
por el hecho de que las actitudes superficiales y las que se expresan fácilmente, no son
siempre las más significativas. Por consiguiente, el terapeuta debe estar preparado
para ayudar al cliente a que exprese adecuadamente los sentimientos más profundos
que le afectan.

IV. El terapeuta acepta, reconoce y clarifica estos sentimientos negativos.- Debe


intentar a través de lo que dice y de lo que hace, crear una atmósfera en la que el
cliente sea capaz de reconocer que tiene sentimientos negativos y aceptarlos
abiertamente como parte de sí mismo, en vez de proyectarlos a otros o esconderlos.
Clarificar estos sentimientos sin interpretar su causa o analizarlos (Rogers, 1978).

V. Cuando los sentimientos negativos han sido expresados en su totalidad, surgen


expresiones vagas y tentativas de impulsos positivos que promueven el crecimiento.-
El cliente admite sus sentimientos negativos tal y como son, entonces, al no tener que
seguir probando que es inútil y anormal, podrá analizarse a sí mismo más fácilmente y
descubrirá sus cualidades más positivas (Rogers, 1978).

VI. El terapeuta acepta y reconoce los sentimientos positivos expresados, de la misma


manera que aceptó y reconoció los negativos.- Las intervenciones moralizantes no
caben en este tipo de terapia. Los sentimientos se acogen como integrantes de la
personalidad, lo que da al individuo la oportunidad, por primera vez en su vida, de
comprenderse cómo es (Rogers, 1978).

VII La captación intuitiva (insight), la comprensión del propio Yo y su asunción.-


Proporciona los conocimientos sobre los que el individuo construirá nuevos niveles de
integración de la experiencia acumulada (Rogers, 1978).
VIII. Mezclado con el proceso de captación intuitiva se da un proceso de clarificación
de las decisiones y de los modos de acción posibles.- Esencialmente el individuo parece
decir "esto es lo que soy, y lo veo mucho más claramente, pero ¿Cómo puedo
reorganizarme de otra manera?". La función del terapeuta es aquí ayudar a clarificar
las diferentes elecciones que se pueden realizar, y reconocer el sentimiento de miedo y
la falta de valor para llevar adelante lo que el individuo experimenta (Rogers, 1978).

IX. La iniciación a acciones positivas pequeñas pero altamente significativas.- Una vez
que se consigue la captación intuitiva, las medidas que se toman generalmente suelen
ser muy adecuadas a la nueva comprensión. La captación intuitiva lleva consigo la
elección entre metas que proporcionan una satisfacción inmediata y temporal y las que
la ofrecen a largo plazo pero que son más duraderas (Rogers, 1978).

X. Los pasos restantes no requieren demasiada atención.- Desarrollo de la captación


intuitiva, es decir una comprensión más completa y adecuada de uno mismo.

XI. Existe una acción positiva e integradora cada vez mayor por parte del cliente.-
Menos miedo para tomar decisiones y mayor confianza para tomar posturas por sí
mismo. El terapeuta y el cliente trabajan juntos, ya no queda dependencia.

XII. Existe una posibilidad cada vez menor de recibir ayuda y un reconocimiento por
parte del cliente de que la relación debe terminar.- El terapeuta le ayuda a clarificar
esta sensación, aceptando y reconociendo el hecho de que es él mismo quien ahora se
hace cargo de su propia situación con mayor confianza, y que ya no se ve la necesidad
de prolongar las visitas por más tiempo (Rogers, 1978).

Por todo lo mencionado anteriormente en la revisión teórica, pienso que la Terapia


Centrada en la Persona es una postura que demuestra originalidad frente a las demás
terapias.

Características de la Terapia Centrada en la Persona

El foco de atención se centra en la persona, no en el problema. Su finalidad no consiste


en resolver un problema concreto, sino en ayudar al individuo a crecer, para que
pueda enfrentarse con el problema actual y con los que surjan posteriormente de una
manera más coherente, En otras palabras, lograr una estabilidad personal como para
enfrentarse con un problema con mayor independencia y responsabilidad y de una
manera más organizada (Rogers, 1978).

Concede una importancia mayor a los elementos emocionales, al sentimiento, más que
a los intelectuales, en una situación concreta. La mayoría de las inadaptaciones no son
debidas a razones intelectuales, sino que el conocimiento es ineficaz porque queda
bloqueado por las satisfacciones emocionales que la persona encuentra en su
inadaptación del momento. Todas nuestras expresiones verbales van siempre
acompañadas de una carga emocional. Debido a ello, cuando el orientador responde a
nivel intelectual a las ideas expresadas por el cliente, bloquea la manifestación y
actitudes con carga emocional y tiende a definir y a resolver los problemas desde él,
inútilmente, ya que con frecuencia no son la verdadera respuesta para el cliente. Por
otro lado, cuando el terapeuta se mantiene alerta constantemente, y responde al nivel
afectivo, le da al cliente la sensación de ser profundamente comprendido, lo capacita
para expresar nuevos sentimientos y lo conduce eficazmente a las raíces emocionales
de su problema de adaptación (Rogers, 1978).
Otorga una importancia mayor a la situación inmediata que al pasado de un sujeto, los
modelos de comportamiento emocional de una persona, se manifiestan igualmente en
su adaptación presente e incluso durante el tiempo de la entrevista. Es curioso que
cuando no existe una exploración de los hechos históricos, surge una imagen más
adecuada del desarrollo dinámico de la persona, a través de los contactos terapéuticos
(Rogers, 1978).

La relación terapéutica es en sí misma una experiencia de crecimiento, aquí la persona


aprende a comprenderse a sí misma, a tomar decisiones importantes
independientemente, a relacionarse satisfactoriamente con los demás de una manera
más adulta. Este tipo de terapia no es una preparación para el cambio, es ya cambio
(Rogers, 1978).

La terapia no se basa en una relación médico-paciente, caracterizada por el diagnóstico


experto y el consejo lleno de autoridad por parte del médico, con la aceptación sumisa
y dependiente del paciente (psicoterapia directiva). Al contrario, el terapeuta no pude
mantener una relación de ayuda psicológica, al mismo tiempo que tiene algún tipo de
autoridad sobre el cliente. Nótese el empleo de "cliente" y nunca el de "paciente", ya
que el individuo que acude para recibir ayuda no es un enfermo sino una persona que
por diversos motivos se encuentra en un momento difícil de su proceso madurativo y le
falta una percepción clara de quién es y de su situación vital (Rogers, 1978). La ayuda
psicológica no-directiva está basada en el convencimiento de que el cliente tiene
derecho a elegir sus propias metas en la vida. Si éste consigue a través de la
experiencia de una relación de ayuda, un grado suficiente de captación intuitiva como
para comprender el estado de su situación real, él mismo puede elegir el método que
considere más adecuado para adaptarse a ella y ser capaz de enfrentarse con los
problemas futuros (Rogers, 1978).

La psicoterapia no-directiva se caracteriza por el predominio de las actividades del


cliente, ya que éste interviene exponiendo sus problemas durante la mayor parte del
tiempo. Las técnicas más importantes empleadas son aquellas que ayudan al cliente a
aceptar y comprender sus sentimientos, actitudes y modelos de respuesta y que lo
animan a hablar sobre ellos. El terapeuta puede conseguir esto expresando con otras
palabras y clarificando el contenido de lo expuesto por el cliente (reflejos). Con
frecuencia pedirle que exprese sus sentimientos sobre ciertos temas, con menos
frecuencia hacer preguntas concretas para obtener información, y a veces proporcionar
información o explicaciones sobre la situación del terapeuta (Rogers, 1978).

El terapeuta.

Si la terapia fuera inmejorable, intensiva y totalizadora, ello significaría que el


terapeuta ha sido capaz de iniciar una relación subjetiva e intensamente personal con
su cliente y que se ha relacionado con él como una persona con otra persona. En el
ámbito clínico se desarrollan diagnósticos elaborados en los que se considera a la
persona un objeto. Para el enfoque centrado en la persona no es útil ni satisfactorio
interferir en la experiencia del cliente con explicaciones diagnósticas, interpretaciones,
sugerencias o consejos. Si se considera a la persona como alguien estático, ya
diagnosticado y clasificado, ya modelado por su pasado, se contribuye a confirmar esta
hipótesis limitada. Si en cambio, se lo acepta como un proceso de transformación se lo
ayuda a confirmar y realizar sus potencialidades (Rogers, 1961).
El terapeuta centrado en la persona, no se considera experto y va hacer todo lo que
pueda para evitar caer en ese error, porque de lo contrario sería negar un supuesto de
este enfoque, es decir, que se puede confiar en que el cliente sabrá encontrar su
propio camino si tiene en el terapeuta el compañero adecuado que lo hace sentir
seguro y aceptado. Para el orientador es importante buscar compartir el poder, esto
tiene que ver con todos los aspectos de la relación y el ambiente donde se desarrolla la
misma. El terapeuta se muestra genuino, no pone fachada profesional ni personal, así
desalienta al cliente a que lo vea superior. Por ende, la persona tiene más posibilidad
de encontrar sus propios recursos en sí misma y no se agarra a las expectativas de
que el terapeuta proveerá las respuestas para él (Mearns & Thorne, 1988).

Habilidades del terapeuta.

Entre las cualidades facilitadoras para los terapeutas efectivos que propone Rothstein
(1988), están en primer término la empatia, la consideración positiva incondicional y la
congruencia, a las cuales me referí anteriormente; entre las otras habilidades figuran:

- Concreción.- Insistir en lo preciso, lo personal. Ayudar a entrar en áreas sensibles y


a entregarse profundamente a la naturaleza de los sentimientos, lo cual evoca fuertes
catarsis y lleva a revelaciones profundas.

- Confrontatividad.- Significa desafiar a los clientes con sus discrepancias (lo verbal/
lo no verbal, las distorsiones, las conductas evitativas), haciéndolo con franqueza pero
con calidez, para facilitar el autoanálisis.

- Potencia.- Significa la fuerza de estar presente, la vibración que emana de un


terapeuta comprometido, autoconfiado, autoasegurado. Los clientes se sienten seguros
en su presencia y se permiten expresar emociones dolorosas.

- Inmediatez.- el aquí y el ahora de las comunicaciones entre terapeuta y cliente,


específicamente en referencia a los aspectos de sus interacciones y relaciones.

- Autodevelación.- En momentos cruciales, los terapeutas comparten algo de sí


mismos en beneficio de sus clientes, comunican indirectamente que ambos tienen
experiencias, pensamientos y sentimientos similares, y que por lo tanto pueden ser
reales y abiertos mutuamente, lo cual facilita la autoexploración.

- Calidez.- Aceptación positiva incondicional + inmediatez. Transmitir consideración


por los clientes a través del lenguaje verbal como del no verbal.

- Autoactualización.- Una persona autoactualizada sería la que ha resuelto los


conflictos más grandes de su vida y disfruta de una satisfacción básica de vivir. Esto se
va logrando poco a poco, con cada cliente se aprende algo nuevo y se crece como
persona.

El Proceso de la Terapia.

¿Qué ocurre durante él? ¿Qué sucede mientras duran las entrevistas? ¿Qué hace el
terapeuta? ¿Y el cliente?. Los pasos que caracterizan el proceso terapéutico no son
hechos aislados, los procesos se mezclan y superponen unos con otros (Rogers, 1978):
I. El sujeto llega para recibir ayuda.- La persona ha hecho una decisión responsable de
mucha importancia. Si es el mismo cliente quien se responsabiliza de la visita, también
aceptará la responsabilidad de enfrentarse con sus problemas (Rogers, 1978).

II. La situación de ayuda queda definida.- Se concientiza al cliente que el terapeuta no


tiene las respuestas sino que la psicoterapia le provee de un espacio donde él puede
con ayuda, llegar por sí mismo a la solución de sus problemas (Rogers, 1978).

III. El terapeuta fomenta la libre expresión de los sentimientos que acompañan al


problema (catarsis).- No obstaculizar las manifestaciones de sentimientos negativos,
los cuales se expresan libremente si el terapeuta es capaz de hacer que el cliente
capte, que la hora de terapia es verdaderamente suya. Una de las metas más
significativas de cualquier experiencia de psicoterapia es la de sacar a la luz aquellos
pensamientos y actitudes, sentimientos e impulsos cargados emocionalmente, que
están relacionados con los problemas y conflictos del individuo. Esta meta se complica
por el hecho de que las actitudes superficiales y las que se expresan fácilmente, no son
siempre las más significativas. Por consiguiente, el terapeuta debe estar preparado
para ayudar al cliente a que exprese adecuadamente los sentimientos más profundos
que le afectan.

IV. El terapeuta acepta, reconoce y clarifica estos sentimientos negativos.- Debe


intentar a través de lo que dice y de lo que hace, crear una atmósfera en la que el
cliente sea capaz de reconocer que tiene sentimientos negativos y aceptarlos
abiertamente como parte de sí mismo, en vez de proyectarlos a otros o esconderlos.
Clarificar estos sentimientos sin interpretar su causa o analizarlos (Rogers, 1978).

V. Cuando los sentimientos negativos han sido expresados en su totalidad, surgen


expresiones vagas y tentativas de impulsos positivos que promueven el crecimiento.-
El cliente admite sus sentimientos negativos tal y como son, entonces, al no tener que
seguir probando que es inútil y anormal, podrá analizarse a sí mismo más fácilmente y
descubrirá sus cualidades más positivas (Rogers, 1978).

VI. El terapeuta acepta y reconoce los sentimientos positivos expresados, de la misma


manera que aceptó y reconoció los negativos.- Las intervenciones moralizantes no
caben en este tipo de terapia. Los sentimientos se acogen como integrantes de la
personalidad, lo que da al individuo la oportunidad, por primera vez en su vida, de
comprenderse cómo es (Rogers, 1978).

VII La captación intuitiva (insight), la comprensión del propio Yo y su asunción.-


Proporciona los conocimientos sobre los que el individuo construirá nuevos niveles de
integración de la experiencia acumulada (Rogers, 1978).

VIII. Mezclado con el proceso de captación intuitiva se da un proceso de clarificación


de las decisiones y de los modos de acción posibles.- Esencialmente el individuo parece
decir "esto es lo que soy, y lo veo mucho más claramente, pero ¿Cómo puedo
reorganizarme de otra manera?". La función del terapeuta es aquí ayudar a clarificar
las diferentes elecciones que se pueden realizar, y reconocer el sentimiento de miedo y
la falta de valor para llevar adelante lo que el individuo experimenta (Rogers, 1978).

IX. La iniciación a acciones positivas pequeñas pero altamente significativas.- Una vez
que se consigue la captación intuitiva, las medidas que se toman generalmente suelen
ser muy adecuadas a la nueva comprensión. La captación intuitiva lleva consigo la
elección entre metas que proporcionan una satisfacción inmediata y temporal y las que
la ofrecen a largo plazo pero que son más duraderas (Rogers, 1978).

X. Los pasos restantes no requieren demasiada atención.- Desarrollo de la captación


intuitiva, es decir una comprensión más completa y adecuada de uno mismo.

XI. Existe una acción positiva e integradora cada vez mayor por parte del cliente.-
Menos miedo para tomar decisiones y mayor confianza para tomar posturas por sí
mismo. El terapeuta y el cliente trabajan juntos, ya no queda dependencia.

XII. Existe una posibilidad cada vez menor de recibir ayuda y un reconocimiento por
parte del cliente de que la relación debe terminar.- El terapeuta le ayuda a clarificar
esta sensación, aceptando y reconociendo el hecho de que es él mismo quien ahora se
hace cargo de su propia situación con mayor confianza, y que ya no se ve la necesidad
de prolongar las visitas por más tiempo (Rogers, 1978).

Por todo lo mencionado anteriormente en la revisión teórica, pienso que la Terapia


Centrada en la Persona es una postura que demuestra originalidad frente a las demás
terapias.

La tarea del terapeuta, en colaboración con la familia o la pareja,


reside en:

(1) Especificar la conducta no adaptativa.

(2) Elegir metas razonables que sean comportamientos alternos, de carácter adaptativo.

(3) Dirigir Y guiar la familia para que cambie las contingencias de sus patrones de refuerzo social, de
la conducta no adaptativa a la conducta adaptativa. Otro principio de aprendizaje que toma parte
en la terapia familiar que tiene éxito es el seguir modelos, también denominado imitación o
identificación.

El modelo, que algunas veces es el terapeuta pero en otros casos son los otros miembros de la
familia, presenta el comportamiento deseado, adaptativo, que después el paciente imita. La
imitación o identificación ocurre cuando el modelo es una persona a quien se estima (el terapeuta,
un miembro de la familia a quien se admira) y cuando el modelo recibe refuerzo positivo
(aprobación) por su comportamiento por parte de los demás (Bandura y Walters, 1963).
INTERVENCION EN CRISIS
A continuación propongo una propuesta metodológica de intervención en crisis, basada en
elementos comunes de diversos modelos de intervención como los de Mathilde du Ranquet,
Malcolm Payne, A. Fernández Liria y B Rodríguez Vega, Daniel Benveniste, Ph., D. Juan
Carlos García Ramos o Judith Herman.
“Tres factores modulan el impacto de la exposición a un desastre: El soporte social, las
atribuciones de control interno y la percepción de amenaza” (Solomon i Green,1992).
En toda situación de crisis, aparecen tres áreas como fundamentales en el proceso de
recuperación y adaptación:
Factores estresantes y reacción de estrés. Afectan la conducta dependiendo del tipo del evento
traumático, la percepción y significado para su supervivencia más las consecuencias de cambio
en su entorno.
Estilos de conducta de afrontamiento. Capacidad del individuo de afrontar los cambios
personales producidos por el desastre y el de su entorno, de manera apropiada y saludable.
Sistemas de conducta y apoyo social. Ayuda y redes de soporte que ayudan de manera
específica, apropiada y eficiente al sobreviviente.

(Cohen, R.E. 2008)


La intervención repasará cada una estas áreas e irá afrontando posibles desequilibrios en cada
una de ellas.

5.1 Idoneidad de la intervención.


Lo primero que habremos de tener en cuenta al inicio de una intervención en crisis es si es lo
apropiado. Según las circunstancias del paciente, de la situación o del problema puede que no
sea oportuna una intervención psicológica o al menos no en este momento. Habrá que valorar
diversos factores:
Circunstancias del paciente (toma de medicación inhabilitante o situación física/médica
inapropiada o prioritaria, edad, aspectos culturales, actitud, otras).
Circunstancias de la situación que no permiten una correcta relación terapéutica (idioma,
contexto, aceptación por parte del paciente, otras).
Circunstancias del problema (es una crisis accidental o evolutiva, se adapta el problema a las
características de una intervención en crisis, otros)

5.2.1 Narración del suceso:


Preguntaremos por el nombre, edad, profesión, tipo de incidente sufrido.
Averiguaremos si es víctima directa o indirecta y las pérdidas más graves que ha tenido
(fallecimiento de personas cercanas, pérdidas materiales importantes o consecuencia más grave
percibida).
Le haremos saber nuestras condolencias por lo acaecido y mostraremos nuestra empatía con sus
circunstancias.
Continuaremos favoreciendo la narración del suceso. Idealmente intentaremos que lo haga de
una forma cronológica, centrándose en los hechos y con el mayor lujo de detalles posibles.
No interrumpiremos, a no ser que veamos que empieza a divagar o a apartarse de una narración
hilada. En este caso, volveremos a centrar la historia por el punto en donde se desvió para que
la retome (me decía que…, entonces cuando… que pasó, etc.).

Es posible que existan pequeñas lagunas de memoria, en que no recuerde bien lo sucedido en
algún momento, o que el tiempo transcurrido no sea muy preciso. Tomaremos nota de estos
aspectos y en qué punto de la historia ocurre. Más adelante podremos ayudarle a pensar sobre
estos hechos.
Valoraremos en este punto la fase en la que se encuentra en este momento el paciente:
Es posible que continúe en un cierto estado de shock, en una fase aguda. En este caso el relato
será de una gran intensidad emocional, costándole mucho separar del relato la
26
parte cognitiva de la emocional. Dejaremos que se desahogue emocionalmente, e iremos
dirigiendo el relato de una forma más directiva.

Tomamos nota de los hitos más relevantes de la narración y anotaremos aquellos indicadores
que nos den pistas del estado de ánimo de la persona, en el momento de los hechos y su posible
repercusión actualmente.
Asimismo incidiremos sobre aquellos momentos en los que la persona haya realizado las
conductas apropiadas para usarlo como reforzador y hacerle ver las actuaciones y
conductas apropiadas que realizó y por ende su capacidad y resistencia.

Hay que tener presente que las personas que han padecido una situación traumática suelen verla
de una forma global y califican su actuación durante la misma de forma integral, normalmente
dura, autoexigente y descalificadora (no fui capaz de.., quería haber hecho pero…, tenía que
haber…, pero si yo… etc.) y no son consientes, hasta que uno se lo hace ver, que en ciertos
momentos actuaron de la forma apropiada. Puede que solo sea el hecho de haberse apartado lo
suficiente del foco de peligro, pero esto ya es algo positivo que concluir de su actuación. Es
posible que se sorprendan con este comentario e intenten quitarle importancia para reafirmar su
criterio global descalificador, pero habrán tomado nota de ello y será un primer paso para ir
encontrando sus propias fortalezas.

La propia narración ya va siendo terapéutica en sí misma. Los refuerzos durante el relato, de


forma verbal o no verbal, con comentarios como los anteriormente expuestos o con pequeños
asentimientos en los que le daremos a entender que comprendemos su proceder y que lo
aprobamos, irán apoyando su actuación.
La verbalización de lo sucedido produce un cierto desahogo, mientras es escuchado, aceptado y
comprendido incondicionalmente, sin prejuicios, sin cuestionarle y sin ningún tipo de intención
morbosa.
El relato coherente sobre lo ocurrido permitirá ir integrando la parte cognitiva de los hechos
con las emociones sentidas e ir identificando pormenorizadamente dichas emociones y las
circunstancias en que se produjeron, que hasta ahora eran sentidas como globales y
generalizadas.
Esta narración cronológica favorecerá la reconstrucción cognitiva. El paciente irá recordando
lo sucedido desde una cierta perspectiva de observador, lo que le permitirá disminuir la
intensidad de las connotaciones emotivas que contienen los hechos, que se irán evocando a lo
largo del discurso, similares a las sintió cuando se produjeron, pero más atenuadas. Esto nos
permitirá también ir elaborando un screening de sintomatología, en este caso emocional, que
nos ayude a comprender como se sintió durante el suceso.

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