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EL DIÁCONO PERMANENTE EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA

Por: Helder Mauricio Chacón Villota- D.P.

“Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los
hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce
convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros
abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de
entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los
pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y
al ministerio de la Palabra.»” (Hch 6, 1-4)

En esta cita bíblica, el evangelista San Lucas nos da a conocer cómo fue el comienzo del
ministerio del diaconado, ministerio que hoy tiene una gran importancia dentro de nuestra
Iglesia Católica, porque precisamente su tarea fundamental es encargarse de la atención
a los más necesitados, a los pobres, a los que por diferentes razones sufren en esta vida
terrena, tanto espiritual como materialmente. Y esto es precisamente lo que representa
practicar las obras de misericordia.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice al inicio de su número 2447: “Las obras de
misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a nuestro prójimo
en sus necesidades corporales y espirituales”, es decir, que practicar las obras de
misericordia y animar a que otros las practiquen son de la esencia misma del ministerio
del diaconado y por ello, el compromiso de hacer vida, en todo lo que esté a nuestro
alcance, la invitación que el Papa Francisco nos hace para el año de la Misericordia: “Es
mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de
misericordia corporales y espirituales: Será un modo para despertar nuestra conciencia,
muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el
corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina”.
(Bula MV, 15)

Caridad y misericordia, dos términos que significan lo mismo: la expresión del amor de
Dios; por lo tanto, los Diáconos estamos llamados a ser testimonio de ese amor de Dios,
aprendido de Jesucristo mismo, quien precisamente vino a compartir nuestra existencia
terrenal para mostrarnos con su vida y con sus palabras el “rostro de la misericordia”, que
es nuestro Padre Eterno. La Constitución Dogmática Lumen Gentium en su número 29
nos lo dice claramente: “Dedicados a los oficios de caridad y administración, recuerden
los diáconos el aviso de San Policarpo: “Misericordiosos, diligentes, procedan en su
conducta conforme a la verdad del Señor que se hizo servidor de todos”.

Por lo tanto, una exhortación muy fraterna a todos nuestros hermanos Diáconos
Permanentes, para que fieles al compromiso adquirido en nuestra ordenación diaconal de
configurarnos con Cristo, y como una respuesta digna de nuestro ministerio: recordemos,
practiquemos y ayudemos a vivir desde nuestra Iglesia las siete obras de misericordia
corporales y las siete obras de misericordia espirituales. Que en nuestras Parroquias
seamos colaboradores y animadores especiales de todas aquellas actividades que se
programen y realicen con motivo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, a vivirse
desde el 8 de diciembre de 2015 hasta el 20 de noviembre de 2016, la cual ha sido
convocada por nuestro Pastor Universal, el Papa Francisco.

Finalmente, a toda la familia del Diaconado Permanente de nuestra Arquidiócesis, un feliz


nacimiento del niño Dios en sus hogares y que su luz les ilumine el año 2016, y por su
amor y misericordia les conceda lo mejor en ese nuevo año.

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