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1968/1

A Hugo Gernsback in memoHam


dfmsnSlon
REVISTA BIMESTRAL DE CIENCIA FICCION
Y FANTASIA
A cargo da:
Sebastián Martínez
Domingo Santos REEDICION DEL NUMERO 1
Lula VIgll
ARO 1968/1 Copyright Ediciones
RwtaccMn y administración:
Apartado da corraoa 4018, BARCELONA (Espafia) Dronte, 1978
Director:
J. M. Armengou Dep<5sito 1 egal:
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B. 6900 - 1968
Adolfo Buyila
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Inglaterra; Aithur Sellings PORTADA DE
Italia: Riccardo Leveghi
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EDICIONES DRONTE
CM « 90, M
,jiu B \# a .
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EMEGE, Industria Gráfica
Londres, 98 dimensian
Imprime ta cubierta: ES UNA PUBLICACION DE

isnoecRONiE
C»AFICAS FONT-DIESTRE
Ronda Guinardó, 15
Dqiósito legal: B. 6 900-19«8
Enero-Febrero 1968. Número 1
M \
.jiuB\nt
dnnensl
N O VEU COMIC
El pmblo del aira El ruido «n la oscuridad
por Poul A n d e r s o n .............................................................99 por Gllbert Shelton . . 138

CUENTOS ILUSTRACIONES DE
El monstruo
Luls-Eduardo Aute
por A . E. Van V o g t ............................................................. 8 Adolfo Buyila
JordI Buxadá
Imperativo categórica Alfonso FIgueras
por A rth ur S e l l i n g s .......................................................39 JordI Figueras
Carlos Jiménez
Francisco Lezcano
Hijo da la menta
por Norman S p i n r a d ...................................................... 79 Vladim ir Pablo
M * Llulsa Paytubf

CUENTOS CORTOS
El viejo y la tormenta HUMOR DE
por Bertil M a r t e n s s o n ................................................ 24 Francisco Lezcano

Pulgón
por L. Major R e y n o ld s ................................................ 29

Crónicas terrestrea/1
por P G a r c f á ...................................................................... 34

Cambio
por Kurt L u i f ......................................................................76

El peatón
por Ray B r a d b u r y ........................................................... 141

CtASICO
Las Islas voladoras
por Antón C h e j o v ........................................................... 94

POESIA
Los fugitivos
por Luls-Eduardo A u t e ................................................ 59

FANZINE
Sólo por diversión
por Janet F o x .................................................................65
E D ITO R IA L

HABLAR DE CIENCIA FICCIÓN


Son tas dos de ta mañana. Éste es el tercer intento de que
salga el editorial. Espero que esta vez quede bien y pueda irme
a dormir, pues me estoy cayendo de sueño. Volvamos otra vez
al principio. Tenemos un proyecto de revista: una revista de
ciencia ficción. Primero surge la idea, luego se reúne un grupo
de personas que quieren trabajar en ella (yo me encargaré...,
tú harás.,.), se buscan tos medios para realizarla (nosotros pon­
dremos.,., nos dejarán...), los colaboradores (Luis Eduardo,
haznos también el dibujo.., Forry, ¿podrías conseguirnos tos
4/MMortal
derechos de este cuento?... Enrique, ¿y este logotipo?...), los
permisos, las autorizaciones (hay que enviar rápidamente esos
papeles..., tenemos que solicitar el permiso..., vamos a tardar
un montón de tiempo...). Y un buen día, entre todo el ajetreo,
sobre la mesa, di lado de la máquina de escribir, hay un montón
de folios mecanografiados y un puñado de hojas de papel de
barba con dibujos a tinta china. ¡El número uno, ya tenemos el
número uno!
¿Lo tenemos?
¡No, maldición; falta el editorial!
F ahí empieza el drama...
E l editor, por cuyas manos han pasado muchos números
uno, repasa en su mente las ideas clásicas (hemos venido a lle­
nar un hueco... ¡uf!; creemos que a la literatura le hacia falta...
¡bah!; es nuestro propósito... ¡hum!) y pone cara de disgusto.
Las cuartillas empiezan a apelotonarse, arrugadas, hermanadas
en el fracaso, en ta papelera.
Pero hay que hacer el editorial. Y he de hablar, natural­
mente, de ciencia ficción. Aunque ¿cómo enfocar el asunto?
Podría hablar, por ejemplo, de que la ciencia ficción es real­
mente una literatura de cultura, en la que el escritor debe estar
en posesión de una gran cantidad de datos y conocimientos
aprendidos o tomados de publicaciones científicas, la física, la
astronomía, la biología, la sociología, y en general todas las ra­
mas del saber humano en evolución, las cuales se irán insi­
nuando, en forma más o menos amena, según la técnica del
autor, en sus relatos. Sí, es una buena idea. Hablar de que no
es nada fácil crear unas normas lógicas sobre las que asentar
el gobierno de una Federación Galáctica o un Imperio Estelar,
o imaginar los motivos y sentimientos que puedan ser origen
de las acciones de un extraterrestre o un robot en forma que
sean verosímiles. O crear todo un mundo, situarse ante un papel
en blanco e ir construyendo, capa tras capa, la endosfera y ta
exosfera, la litosfera y la biosfera. Situar un clima, una fauna
y una flora. Imaginar una Humanidad —o una Inhumanidad—
y darle unas características raciales, unas costumbres, una re­
ligión, una forma de gobierno. Y lograr que todo esto no quede
prendido con agujas, sino que forme un todo armónico y con­
secuente.
Pero no, todo esto sonarla a alabanza a los propios editores
y colaboradores de ta revista, así que hay que echar esa hoja
al cesto de los papeles.
O quizá podría hablar del lector de ciencia ficción, delimitar
cómo él género exige de él un esfuerzo superior at que le exige
editorial/5
cualquier otro tipo de literatura. Demostrar que el lector de
ciencia ficción no es un escapista; el escapismo es más fácil
hallarlo en la novela policiaca, en la rosa o en el western; la
ciencia ficción, al contrario, no trata de hacernos olvidar los
problemas cotidianos, sino que más bien nos presenta otros
nuevos e inéditos, o nos replantea los tradicionales vistos desde
un punto de vista no tradicional. Que el lector de ciencia ficción
es un hombre preocupado por su tiempo y por lo que resultará
de él, y no trata de evitar las cuestiones fundamentales sumer­
giéndose en el nirvana o leyendo la descripción de las mil y
una noches de aberraciones sexuales descritas por el libro-es-
cándalo de turno, sino que, de la mano de un Asimov, de un
Heinlein, de un Bradbury, de un Hoyle, parte en busca de so­
luciones nuevas a problemas viejos, o viceversa.
Pero no, tampoco; esto sonaría demasiado a intento de ga­
narse el bolsillo del lector a través de la adulación de su ego,
asi que tenemos otra cuartilla en ruta hacia el destierro.
Claro que podría hablar también de los motivos por los
que aparece ahora esta revista, de la pena que nos da a todos
sus componentes el ver en las librerías tanta infraliteratura
presentada bajo el nombre de ciencia ficción, o todas esas pe­
lículas malgastadas en temas malos que al acogerse al patro­
nímico ocasionan que a la larga ningún empresario consciente
quiera ni oír hablar de la posibilidad de proyectar en su cine
una cinta del género, en perjuicio de las pocas pero dignas
obras que realmente merecen llamarse de ciencia ficción. O de
esos «algos» seriados con los que la televisión nos provoca úl­
ceras cuando oímos al día siguiente cómo alguien comenta en
la calle: «Sí, hombre, sí, una película de ésas de monstruos y
platillos.» O de esos artículos de prensa en los que algún perio­
dista, gracioso residuo del Homo Neanderthalensis, sitúa bajo el
título de ciencia ficción las últimas cocciones, a lo Adamski,
de un camionero centroeuropeo.
¡Ya sé! Voy a hablar del disgusto que nos produce ver mul­
titud de libros, posibles best-sellers, verdaderas obras de ciencia
ficción, publicados bajo el titulo de «utopías» o de «crítica so­
cial por la extrapolación» por editores con miedo a usar las dos
palabras malditas. Y de esas antologías compiladas con cariño
por un especialista y que luego, al ser traducidas, lo son bajo
el patrocinio de algún otro cuyo único mérito es que su nombre
sea conocido, y cuyo único esfuerzo ha sido el de escribir un
par de naderías sin sentido e ingresar un cheque en su cuenta.
O de esos otros editores piratas, que hacen el gran negocio con
la edición en una traducción pésima y adulterada de estupendas
6 / editorial
obras extranjeras, sin ni siquiera pagar un céntimo de derechos
a sus autores.
Claro que hablar de todo esto sonaría un poco a autocom­
pasión, así que es mejor dar un tirón, y otro papel malgastado.
Veamos. Sí, sólo queda hablar ya de la política editorial.
Haré una declaración de esas tan bonitas, que comienzan por
<iEs propósito de esta revista el crear un nuevo estado de con­
ciencia, un clima de actuación...» Y hablaré de cómo pensamos
prescindir de todo servilismo hacia otras revistas o tendencias
más representativas para bascar todos los estilos, de cómo de­
seamos sacudirnos un poco el yugo de lo anglosajón y tener
en cuenta también la producción más importante de otros paí­
ses, de cómo estamos tratando de huir de la atracción que re­
presenta publicar sólo los nombres consagrados y vamos bus-
:ando los nuevos valores, sin despreciar las grandes glorias,
pues hemos visto que tanta calidad hay en unos como en otras.
Y hablaré también de cómo hemos pensado distribuir el mate­
rial dentro de nuestras páginas, dando acogida en ellas a toda
la ciencia ficción, clásica y moderna, y también a los textos de
fantasía pura, compañeros difícilmente discriminables de nues­
tro género; de cómo deseamos cuidar especialmente la parte de
ensayos, artículos y noticias, ese conjunto que los anglosajones
llaman fact, y de cómo pensamos abrir allí nuevos horizontes
a la ciencia ficción en el cine, en el comic, en el arte y en tan­
tos otros campos apenas conocidos; y de cómo esperamos poder
acoger con especial interés las colaboraciones de los que em­
piezan, e incluso de los lectores; y de cómo, en resumen, espe­
ramos poder pasar todo lo que recibamos por un espeso tamiz
que nos permita ofrecer una sota característica: calidad.
Claro que, si hago todo esto, ¿qué pasará? ¿No puede ocu­
rrir, como ha ocurrido ya tantas otras veces, que mañana no
podamos cumplir lo que nos proponemos hoy? M i puntería va
mejorando; difícilmente tiro un papel fuera del cesto. Son las
cinco ya y me voy definitivamente a la cama...
¿Y él editorial? ¡Ah, sí! ¡Dios, lo difícil que resulta hacer
un primer editorial!
Recojo los papeles de derítro y fuera de la papelera, los
aliso un poco, los ordeno. Me los leo cuidadosamente. Bueno,
quizá no resulte un editorial demasiado ortodoxo, pero todo
esto irá al tipógrafo mañana...

editorial /7
EL
M ONSTRUO
A. E. V A N V O G T
Acerca de Van Vogt ha dicho el conocido escritor
y antologista A ugust Derleth que «representa el más
alto desarrollo posible de la imaginación concebida
como un vehículo para la aventura de ciencia fic­
ción». Nacido en Canadá, descendiente de holande­
ses, el famoso autor de «S lan » y los «N o -A » residen
actualmente en Los Angeles, desde donde dirige su
actividad hacia la exploración de nuevos campos de
las ciencias mentales como son la dianétlca, el hip­
notismo y la semántica general.

ilustrado por CARLOS JIMÉNEZ

La gran nave se detuvo a cuatrocientos zó en fino polvo. Al erguirse, vio que Yoal
metros encima de una de las ciudades. estaba descendiendo cerca de allí. Enash
Abajo ha.bía una desolación cósmica. Mien­ esperó hasta que el historiador hubo sali­
tras descendía dentro de su burbuja de do de su burbuja y dijo:
energía, Enash vio que los edificos se es­ —¿Crees que deberíamos usar nuestro
taban derrumbando de pufo viejos. método de reavivar los antiguos muertos?
— ¡Ningún signo de destrucción bélica! Yoal quedó pensativo.
—La voz incorpórea sonó en sus oídos mo­ —He estado l)aciendo preguntas a varios
mentáneamente. Enash la deseoneptó. de los que han bajado, y encuentro algo
En el suelo, se deshizo de la burbuja. extraño aquí. En este planeta no hay-oin-
Se encontraba en un recinto vallado, cu­ gún animal sobreviviente, ni siquiera in­
bierto de plantas. Varios esqueletos yacían sectos. Tendremos que averiguar qué ocu­
en la alta hierba, al lado de un edificio rrió antes de arriesgar ninguna coloniza­
abandonado. Eran de seres altos, con dos ción.
piernas y dos brazos, y en cada caso con Enash no dijo nada. Soplaba úna suave
el cráneo montado al final de una delgada brisa que rechinaba a través de un griipo
espina. Los esqueletos, todos adultos, pa­ de árboles cercanos. S§ñaló hacia los mis­
recían hallarse en un estada excelente de mos. Yoal afirmó con la cabeza.
conservación, pero cuando se inclinó y tocó —Sí —dijo—, la vida vegetal no ha sido
imo de ellos parte del mismo se desmenu­ dañada, pero después de todo las plantas no
® 1948, Street and Smith Publishers, by arrangement by
Forrest 1 Ackertmn.
son afectadas en la misma manera que Se sentó al lado de la pantalla de ener­
las formas de vida activa. gía y observó cómo los expertos en biolo­
Hubo ima interrupción. Una voz habló gía sacaban fuera d# un sarcófago de pie­
desde el receptor de Yoal: dra a un cuerpo momificado. Estaba en­
—Ha sido hallado un museo cerca del vuelto en tiras de tela, muchas de ellas.
centro de la ciudad. Se ha instalado una Los expertos no se molestaron en desenre­
luz roja en el techo. dar el podrido material. Los fórceps lo
—Voy a ir contigo,' Yoal —dijo Enash—. atravesaron, apretando una parte del crá­
Tal vez haya esqueletos de animales y de neo. Éste era el procedimiento normal.
seres inteligentes en varias etapas de su Cualquier parte del esqueleto podía ser
evolución. No has contestado a mi pre­ usado, pero las reavivaciones más perfec­
gunta. ¿Vas a revivir a esos seres? tas, las reconstrucciones más completas,
—Me propongo discutir el asunto con el ocurrían cuando se hacía uso de una cierta
Consejo —contestó Yoal despacio—, pero sección del cráneo.
creo que no hay dudas. Debemos conocer El jefe biólogo Hamar explicó la elec­
la causa de este desastre. —Gesticuló va­ ción del cuerpo.
gamente una ventosa para abarcar el pa­ —^Los productos químicos usados para
norama, y añadió pensativamente—: Debe­ conservar esa momia muestran un rudi­
mos proceder con cautela, desde luego, em­ mentario conocimiento de química. Los gra­
pezando por un desarrollo claramente pre­ bados en el sarcófago indican una cultura
coz. La ausencia de esqueletos de niños in­ poco avanzada y no mecánica. En semejan­
dica que la raza consiguió la pervivencia te civilización no podía haber gran des­
personal. arrollo de las potencialidades del sistema
nervioso. Nuestros expertos en idiomas han
El Consejo vino a observar los hallaz­ estado analizando la voz grabada mecánica­
gos. Esto era, Enash lo sabía, solamente mente que hay junto a cada objeto expues­
una formalidad preliminar, La decisión ya to, y a pesar de que existen muchos idiomas
había sido tomada: los volverían a la vida. —testimonio de que ha sido reproducido
Era más que éso, estaban curiosos. El es­ cada idioma hablado en la época en que el
pacio era vasto, el viaje a su través largo cuerpo estaba vivo—, no han tenido ningu­
y solitario, el desembarco era siempre una na dificultad en traducir el significado. Se
experiencia estimulante, con la esperánza ha adaptado nuestra máquina universal de
de descubrir y estudiar nuevas formas de lenguajes, de manera que cualquiera que lo
vida. desee solamente necesita hablar en su co­
El museo tenía un aspecto normal. Te­ municador, y así tendrá sus palabras tradu­
chos altos y abovedados, vastas habitácio- cidas en el idioma de la persona revivida.
nes, modelos olásticos de extrañas bestias, Naturalmente, también funciona a la inver­
muchos artefactos, demasiados para ver sa. Ah, veo que el primer cuerpo está pre­
y comprender en tan poco tiempo. La his­ parado.
toria de tma raza se hallaba contenida Enash observó atentamente con los de­
aquí en un orden progresivo de reliquias. más cómo la tapa era fijada sobre, el re­
Enash observó junto con los demás y se constructor plástico, y los procesos de cre­
alegró x:uando llegaron a una fila de es­ cimiento empezaban. Notó como -él mismo
queletos y cuerpos conservados. se ponía en tensión. No había nada acci­
el monstruo / 9
dental en lo que estaba ocurriendo. En po­ un cambio en la fórmula de una molécu­
cos minutos, un antiguo habitante de aquel la, de manera que cuando una reacción
planeta se sentaría y los miraría. La cien­ es deseada, la forma emite el mismo rit­
cia de este proyecto era simple, y comple­ mo de respuesta.
tamente efectiva siempre. Del cráneo de la momia habían proce­
dido los multicuatrillones de formas de
...De las sombras de lo microscópico, la memoria, de las cuales se evocaba ahora
vida crece. El nivel de principio y fin, de una respuesta. Como siempre, la memoria
vida y no vida; en esa oscura región la ma­ se manifestó.
teria oscila fácilmente entre viejos y nuevos Un hombre parpadeó y por xm breve ins- •
hábitos. El hábito de lo orgánico, o el há­ tante abrió sus ojos.
bito de lo no inorgánico. Los electrones —Entonces es verdad —dijo en voz alta,
no tienen valores de vida y no vida. Los y mientras hablaba las palabras iban sien­
átomos no saben nada de inanimidad. Pero do traducidas al idioma Ganae—. La muer­
cuando los átomos se agrupan en molécu­ te es solamente el principio de otra vida.
las, hay un paso en el proceso, un pequeño Pero, ¿dónde están mis sirvientes?
escalón que es la vida... si es que la vida Al final de la frase, su voz tomó un
empieza. Un paso, y luego la oscuridad. tono quejoso. Se levantó y salió fuera de
O la vida. la caja, que se había abierto automática­
Una piedra o una célula viviente. Un mente cuando revivió. Vio a sus captores.
grano de oro o una hoja de hierba, las are­ Se detuvo, pero sólo por un momento.
nas del mar o los igualmente numerosos Tenía orgullo y un valor especialmente
animálculos residentes en las intermina­ arrogante, que ahora le asistía. Se arrodilló
bles aguas colmadas de peces... la dife­ con desagrado e hizo una reverencia, pero
rencia está en la zona crepuscular de la la duda debía ser poderosa en él.
materia. Cada célula viviente tiene en sí —¿Estoy en la presencia de los dioses
misma su completa forma. Al cangrejo de Egipto? —dijo. Se levantó, y siguió ha­
le crece una nueva pata cuando la antigua blando— : ¡Pero qué tonterías son éstas!
es arrancada de su cuerpo. Las extremi­ Yo no me arrodillo ante demonios desco­
dades del gusano planario se extienden, y nocidos.
en breve hay dos gusanos, dos entidades, El capitán Gorsid dijo:
dos sistemas digestivos, cada uno tan vo­ -^¡Matadlo!
raz como el original, cada uno completo, El monstruo de dos piernas se disolvió,
sin heridas, sin ningún daño tras esa expe­ retorciéndose en el haz de un rayo desin­
riencia. Cada célula se reproduce en ima tegrador.
forma tan intrincada que ninguna cantidad
de palabras podría descubrir nimca la per­ El hombre revivido en segundo lugar se
fección alcanzada. levantó, pálido y temblando de miedo.
Pero, paradoja, la memoria no es or­ —Dios mío, prometd que no volveré a
gánica. Un disco ordinario de cera repro­ tocar la bebida otra vez. Luego dicen de
duce sonidos. Un magnetófono emite fá­ los elefantes rosas...
cilmente un duplicado de la voz que ha­ Yoal preguntó curioso:
bló hace años. La memoria es una impre­ —¿A qué bebida te refieres?
sión fisiológica, una señal en la materia, —El viejo jarabe, el veneno en la petaca.
10 / a. e. van vogt
el monstruo / I l
el jugo que me dieron en esa taberna... El capitán Gorsid hizo una seña al guar­
¡Señor! dia que tenía el desintegrador.
El capitán Gorsid miró inquisitivamente
a Yoal. El tercer hombre se sentó, y los miró
—¿Necesitamos entretenernos? pensativamente.
Yoal dudó. —¿De las estrellas? —dijo finalmente— .
—Tengo curiosidad —dijo. Luego se di­ ¿Tienen un método, o fue simplemente
rigió al hombre—; Si te dijéramos que so­ una casualidad?
mos visitantes de otro sistema, ¿cuál se­ Los consejeros Ganae, en la abovedada
ría tu reacción? habitación, se agitaron inquietos en sus
El hombre le miró. Se hallaba obvia­ curvas sillas. Enash vio que Yoal lo mi­
mente perplejo, pero su miedo era más raba. La sorpresa en los ojos del historia­
fuerte. dor alarmó al meteorólogo. La adaptación
—^Veamos —dijo— . Yo estaba condu­ del ser con dos piernas, pensó, a una nue­
ciendo, ocupándome de mis asuntos. Ad­ va situación, su dominio de la realidad,
mito que tal vez tenía uno o dos tragos de habían sido anormalmente rápidas. Ningún
más. pero éste es el licor que sirven hoy Ganae podría haber igualado su velocidad
en día. Juro que no vi el otro coche, y si de reacción.
ésta es una nueva forma de castigar a la Hamar, el biólogo jefe, dijo:
gente que bebe y conduce, bien, ustedes me —^La rapidez de pensamiento no es ne­
han convencido. No volveré a tocar otra cesariamente un signo de superioridad. El
gota mientras viva. pensador lento y cuidadoso tiene su sitio
—Conduce un coche y no le da importan­ en la jerarquía del intelecto.
cia —dijo Yoal—. Sin embargo, no hemos Pero Enash estaba pensando que no era
visto coches. Ni siquiera se molestaron en la rapidez, sino la exactitud de la respues­
conservarlos en los museos. ta. Trató de imaginarse a sí mismo siendo
Enash se dio cuenta de que todos los revivido, y comprendiendo inmediatamen­
demás esparaban qu% otro hiciera los co­ te el significado de la presencia de seres
mentarios. Se turbó al comprobar que el de las estrellas. Él no podría haberlo he­
círculo de silencio sería completo a menos cho.
que él hablara. Se apartó de sus pensamientos, porque
—Pidámosle que describa im coche el hombre había salido de la caja. Mientras
—aventuró—. ¿Cómo funciona? Enash observaba con los otros, el hombre
—Ahora es cuando nos entendemos— di­ caminó hacia la ventana y miró fuera. Una
jo el hombre—. Marquen una línea en el ojeada, y entonces se volvió.
suelo, y andaré sobre ella. Y hagan tantas —¿Es todo así? —preguntó.
preguntas como quieran. Tal vez esté tan Una vez más, su rapidez de compren­
bebido que no pueda andar derecho, pero sión causó sensación en el auditorio. Fue
siempre puedo conducir. ¿Cómo funciona? Yoal quien finalmente replicó:
Simplemente, se pone la marcha y se pisa —Sí. Desolación. Muerte. Ruinas. ¿Tie­
el gas. nes alguna idea de lo que ocurrió?
—Gas —dijo Ved, el oficial ingeniero—. El hombre se acercó y se detuvo enfren­
El motor de combustión interna. Esto lo te de la pantalla de energía que protegía
clasifica. a los Ganae.
12 / a. e. van vogt
—¿Puedo mirar por el museo? Tengo El hombre se detuvo tranquilamente en
que calcular el año en que estamos. Te­ el centro de la habitación. A pesar de su
níamos ciertas posibildades de destrucción curiosa ansiedad, Enash tuvo que admi­
cuando yo vivía, pero ¿cuál se utilizó? De­ rar su calma. Con toda seguridad sabía el
pende del tiempo transcurrido. destino que le esperaba, pero permameció
Ix)s consejeros miraron al capitán Gor- allí pensativamente, y al final dijo, deli­
sid, que titubeó, antes de decir al guardia beradamente:
del desintegrador: —No necesito ver nada más. Tal vez sean
—Vigílalo. capaces de juzgar mejor que yo el tiempo
Luego, volviéndose al hombre: que ha transcurrido desde que nací hasta
—Comprendemos sus aspiraciones ple­ que estas máquinas fueron construidas.
namente: te gustaría tomar el control de Allí veo im instrumento que, de acuerdo
esta situación, y proteger tu propia segu­ con los datos que figuran en el mismo,
ridad. Déjame tranquilizarte. No hagas cuenta los átomos cuando estos estallan.
ningún movimiento falso, y todo irá bien. Tan pronto como el debido n iñ e ro ha
El hombre no dio señal de haber creído hecho explosión, cierra la potencia auto­
o no la mentira. Tampoco mostró ni si­ mática exactamente por el tiempo nece­
quiera con una mirada o un movimiento sario para evitar una reacción en cadena.
haber visto el agrietado suelo donde el des­ En mis tiempos teníamos un millar de
integrador había reducido a la nada a sus aparatos imperfectos para limitar la mag­
dos predecesores. Con curiosidad, caminó nitud de una reacción atómica, y se nece­
hasta la próxima puerta, estudió al otro sitaron dos mil años para desarrollar estos
centinela que le aguardaba allí, y enton­ instrumentos desde los principios de la
ces, cuidadosamente, pasó a la otra habita­ energía atómica. ¿Pueden hacer ima com­
ción. El primer guardia lo acompañó, se­ paración?
guido por la pantalla de energía móvil y, Los consejeros miraron a Ved. El ofi­
finalmente, por los Consejeros. cial ingeniero titubeó. Finalmente, a dis­
Enash fue el tercero en pasar a través gusto, dijo:
de la puerta. La habitación contenía esque­ —Hace nueve mil años teníamos mil
letos y modelos plásticos de animales. La métodos de controlar las explosiones ató­
habitación que estaba más allá era lo que, micas. —Hizo una pausa, y dijo más len­
a falta de una mejor califícación, Enash tamente—: Nunca he oído de im instru­
llamaba ima habitación cultural, y conte­ mento que contara los átomos para seme­
nía los artefactos de un único período de jante propósito,
civilización. Parecía bastante avanzado. Él —Sin embargo —^murmuró Shuri, el as­
mismo había examinado varias de las má­ trónomo, desalentado— la raza fue des­
quinas la primera vez que habían pasado truida.
por allí, y había pensado: energía atómica. Hubo un silencio, que terminó cuando
No fue el único en este reconocimento. Gorsid dijo al guardia más próximo:
Detrás suyo, el capitán Gorsid dijo al — ¡Mata al monstruo!
hombre: Pero fue el guardia el que cayó, estallíin-
—Se te prohíbe tocar nada. Un falso mo­ do en llamas. ¡No solamente el guardia,
vimiento será la señal para que los guar­ sino todos los guardias, cayeron simultá­
dias abran fuego. neamente, ardiendo con una llama azul!
el monstruo /13
La llama lamió la pantalla, retrocedió, Ganae. No puedo ver la necesidad de co-
avanzó con más furia, reculó, y ardió más rer ningún riesgo. Esta raza había descu­
brillante. A través de un halo de fuego, bierto los secretos de su sistema nervioso,
Enash vio que el hombre había retroce­ y no podemos permitirnos...
dido hasta la puerta más lejana, y que la Fue interrumpido. Hamar, el biólogo,
máquina que contaba átomos relucía con dijo secamente:
intensidad azulada. —Si sabían tanto, ¿por qué no emigraron
El capitán Gorsid gritó en su comunica­ a otro sistema estelar, salvándose?
dor: —He de reconocer —dijo Enash— que
— ¡Defended todas las salidas con rayos muy probablemente no habían descubierto
desintegradores! ¡Las naves preparadas para nuestro método de localizar estrellas con
matarlo con armas pesadas! familias planetarias. —^Miró ansiosamente
Alguien dijo: alrededor del círculo de sus amigos y con­
—Control mental. Alguna clase de con­ tinuó—: Hemos establecido que éste fue
trol mental. ¿Con qué nos hemos topado? un descubrimento accidental, único. No fui­
Empezaron a retirarse. La llama azul es­ mos hábiles, sino afortunados.
taba en el techo, tratando de atravesar la Vio, por la expresión de sus rostros, que
pantalla. Enash echó una última mirada a estaban refutando mentalmente sus argu­
la máquina. Debía estar aún contando áto­ mentos. Experimentó un desvalido senti­
mos, porque tenía im azul infernal. Corrió miento de catástrofe ijiminente. Podía ver
con los demás hacia la habitación donde la imagen de una gran raza frente a la
el hombre había sido reanimado. Allí, otra muerte. Esta debía haber venido rápida­
peuitalla de energía vino en su ayuda. Se­ mente, pero no tanto como para que ellos
guros ahora, se retiraron en sus burbujas no lo supieran. Había demasiados esquele­
individuales y escaparon a través de las tos en los espacios abiertos, yaciendo en
puertas exteriores hacia la nave. Mientras los jardines de las magnífícas casas, como
el gran aparato se remontaba, una bomba si cada hombre y su esposa hubieran sa­
atómica fue lanzada hacia abajo. El lla­ lido afuera a esperar el final de su espe­
meante hongo borró el museo y la ciudad cie. Trató de explicar esta imagen al Con­
circundante. sejo: el último largo día, hacía mucho
—Pero aún no sabemos por qué la raza tiempo, cuando una raza había ido con cal­
murió —susurró Yoal en el oído de Enash, ma al encuentro de su fin. Pero su visua­
cuando el estruendo cesó en el cielo, de­ lización falló en parte. Porque los demás
trás de ellos. se removieron impacientes en sus asien­
tos, que habían sido instalados detrás de
El pálido sol amarillento se arrastró so­ una serie de pantallas de energía. Y el ca­
bre el horizonte en la tercera mañana des­ pitán Gorsid dijo:
pués de lanzar la bomba, el octavo día —Exactamente ¿qué es lo que ha motiva­
desde el desembarco. Enash flotó con los do esta intensa reacción emocional en ti,
otros, bajando hacia una nueva ciudad. Ha­ Enash?
bía venido para oponerse a cualquier otra La pregunta hizo vacilar a Enash. No
reavivación. había pensado en ello como en algo emo­
—Como meteorólogo —dijo—, declaro cional. No había percibido la naturaleza de
este planeta seguro para una colonización 5u obsesión, tan sutilmente se habla adue­
14 / a. e. van vogt
ñado de él. Afortunadmente, se dio cuenta. —No puede salir afuera, lo sabemos. Está
— Fu el tercero —dijo pausadamente—. ahí, en algún lugar.
1 o vi a través del halo de fuego, y estaba Alrededor de Enash, los Ganae se levan­
parado allí, en una parte distante, obser­ taron mirando al caparazón de energía. Los
vándonos con atención, precisamente an­ guardias permanecieron con las armas asi­
tes de que retrocediéramos para escapar. das débilmente en sus ventosas. Con el
Su valentía, su calma, la hábil manera en rabillo del ojo vio que uno de los técnicos
que nos engañó... todo esto lo resuriie. de la pantalla protectora llamaba a Ved,
— ¡Resume su muertel —dijo Hamar. que se le acercó. Volviéndose con duro
Todo el mundo se rió. semblante, manifestó:
—Vamos, Enash —dijo el vicecapitán —^Dice que las agujas han saltado diez
Mayad de buen humor—. ¿No vas a pre­ puntos, cuando desapareció. Eso es en el
tender que esta raza es más valiente que nivel nucleónico.
la nuestra, o que con todas las precaucio­ — ¡Por los antiguos Ganae! —susurró
nes que ahora hemos tomado necesitamos Shuri—. Nos hemos encontrado con lo que
temer a un sólo hombre? siempre habíamos temido.
Enash se calló, sintiéndose en ridículo. Gorsid estaba gritando en el comunica­
La revelación de que había tenido ima dor:
obsesión eniocional lo avergonzaba. No — ¡Destruid todos los localizadores en la
quería aparecer irrazonable. Hizo una pro­ nave! ¡Destruidlos todos, ¿me oís?! —Se
testa final: volvió con ima mirada furiosa— : ¡Shuri!
—Solamente deseo llamar la atención —rugió—, ¡parece que no comprenden!
—dijo ásperamente— de que este deseo de ¡Di a esos subordinados tuyos que actúen!
descubrir lo que ocurrió a una raza muer­ ¡Todos los localizadores y reconstructores
ta no me parece absolutamente esencial. deben ser destruidos!
El capitán Gorsid hizo seña al biólogo. — ¡Rápido, rápido! —dijo Shuri débil­
—Procedamos —dijo— con la reaviva- mente.
ción. Cuando la orden se hubo cumplido, res­
Y dirigéndose a Enash, añadió: piraron más-fácilmente. Hubo hoscas son­
—¿Vamos a atravemos a volver a Gana- risas y una tensa satisfacción.
y recomendar una emigración masiva, ad­ —Al menos —dijo el vicecapitán Ma­
mitiendo luego que realmente no comple­ yad—, no podrá nunca descubrir Gana.
tamos nuestras investigaciones? Eso es im­ Nuestro principal método de localizar so­
posible, amigo mío. les con planetas continúa siendo nuestro
Era la antigua controversia, pero Enah secreto. No podrá haber represalias por...
admitió forzosamente que había razón en —se detuvo, y dijo con lentitud— : ¿Qué
tal punto de vista. Dejó sus pensamientos, es lo que estoy diciendo? No hemos hecho
porque el cuarto hombre se estaba mo­ nada. No somos responsables del desastre
viendo. que sobrevino a los habitantes de este pla­
El hombre se sentó. Y desapareció. neta.
Pero Enash sabía el signifcado de aque­
Hubo un momento de confusión, asom­ llo. Los sentimientos de culpa salían a la
bro y terrible silencio. Entonces el capitán superficie en momentos como aquél, los
Gorsid dijo ásperamente: fantasmas de todas las razas destruidas
el monstruo /15
por los Ganae, la voluntad sin remordi­ talla de energía entre los Ganae y el mons­
miento que habían tenido, cuando desem­ truo. La criatura se adelantó lentamente.
barcaron, de aniquilar lo que encontrasen Su constitución era esbelta, su cabeza se
allí, el oscuro abismo de odio y terror que sostenía bien alta. Sus ojos brillaban como
se extendía detrás de ellos, los días sin fin si tuvieran im fuego interior.
cuando, sin compasión, habían vertido ra­ Se paró al llegar a la pantalla y la tocó
diaciones mortíferas sobre los confiados con sus dedos. La pantalla relució, tornán­
habitantes de planetas pacíficos, todo esto dose borrosa, con cambiantes colores. Los
era lo que estaba detrás de las p^abras colores se hicieron más brillantes y se ex­
de Mayad. tendieron en ima complicada trama, desde
—Todavía me niego a creer que haya es­ su cabeza al suelo. La borrosidad se aclaró.
capado —decía el capitán Gorsid—. Está La trama fue desapareciendo hasta desva­
ahí. Está esperando a que retiremos nues­ necerse.
tras pantallas de modo que pueda escapar. El hombre había pasado la pantalla.
Bien, no haremos nada de eso. Se rió, un curioso sonido suave; luego,
Nuevamente hubo silencio, mientras mi­ adoptando una actitud seria:
raban con expectación en el vacío de la —Cuando me desperté, sentí curiosidad
pantalla de energía. El reconstructor re­ por la situación. El problema era qué de­
posaba sobre sus soportes metálicos, un bía hacer con vosotros.
reluciente conjunto. Pero no había nada Las palabras tenían un timbre fatídico
más. Ni un centelleo de falsa luz o una para Enash, en el aire tranquilo de la ma­
sombra. Los dorados rayos del sol baña­ ñana de aquel planeta de muertos. Una voz
ban los espacios abiertos con ima claridad rompió el silencio, una voz tan violenta y
que no dejaba lugar para escondrijos. poco natural que transcurrieron imos mo­
—Guardias —dijo Gorsid—. Destruid el mentos antes de que reconociera que per­
reconstructor. Tal vez quiera volver para tenecía al capitán Gorsid.
examinarlo, y no podemos correr esta cla­ — ¡Matadlo!
se de riesgo. Cuando los desintegradores cesaron en
El reconstructor ardió con blanca furia. su esfuerzo, el ser imposible de matar con­
Y Enash, que había esperado que tal vez tinuó en pie. Caminó despacio hacia ellos,
ia mortal energía obligaría a aparecer al hasta detenerse a irnos dos metros del Ga­
ser con dos piernas, sintió que sus espe­ nae más cercano. Enash se hallaba situa­
ranzas se venían abajo. do hacia atrás. El hombre dijo lentamente:
—¿Pero a dónde podrá haber ido? —mur­ —Hay dos caminos que se sugieren por
muró Yoal. si mismos, uno basado en la gratitud por
Enash se volvió para discutir el asunto. revivirme, el otro basado en la realidad.
En el momento de girarse, vio que el mons­ Yo sé lo que sois. Sí, os conozco, y eso es
truo estaba de pie debajo de un árbol, a infortunado. Es difícil sentirse misericor­
seis metros a im lado, contemplándolos. dioso. Para empezar, supongamos que me
Debía haber llegado en aquel momento, entregáis el secreto del locaUzador. Natu­
porque hubo im suspiro colectivo de los ralmente, ahora que existe un método, no
Consejeros. Todo el mundo se apartó. Uno volveremos nunca a ser atrapados como lo
de los Técnicos de la Defensa, con gran fuimos.
presencia de ánimo, estableció una pan­ Enash estaba preocupado, su mente bu­
16 / a. e. van vogt
llía con las posibilidades del desastre in­ trucción racial que habían visto venir se
minente, en tal forma que no parecía po­ estaba esfumando. Enash observó con or­
sible que pudiese pensar en algo distinto. gullo que desaparecía el primer shock, y
Y sin embargo, una parte de su atención que no sentían temor ni por ellos mismos.
se agitó ahora. —Ah —dijo Yoal suavemente—, no sabe
—¿Qué ocurrió? —^preguntó. el secreto. A pesar de todo su gran desarro­
El hombre palideció. Las emociones de llo, solamente nosotros podemos conquis­
aquel lejano día alteraron su voz. tar la galaxia. —Miró a los otros, sonriendo
—Una tormenta nucleónica. Llegó desde confiadamente—. Caballeros —dijo—, nues­
el espacio exterior y alceinzó este lado de tro orgullo por la gran hazaña Ganae es
nuestra galaxia. Tenía un diámetro de unos justificado. Sugiero que volvamos a nues­
noventa años-luz, más allá del límite de tra nave; no tenemos nada más que hacer
nuestro poder. No había forma de escapar. en este planeta.
Nosotros habíamos dejado de utilizar los Hubo un momento de confusión mien­
navios espaciales, y no teníamos tiempo de tras sus burbujas se formaban, y Enash
construir ninguno. Cástor, la única estre­ se preguntó si el ser de dos piernas tra­
lla con planetas que descubrimos, estaba taría de detener su partida. Pero cuando
también en el sendero de la tormenta. miró hacia atrás vio que el hombre estaba
Hizo una pausa. andando tranquilamente a lo largo de xma
—¿El secreto? —dijo. calle. Este fue el recuerdo que Enash se
Alrededor de Enash, los consejeros res­ llevó consigo, mientras la nave se empe­
piraron más fácilmente. El miedo a la des­ zaba a mover. Este, y el hecho de que las
el monstruo /17
tres bombas atómicas que lanzaron, una Cuando lo encontraron estaba limpian­
detrás de otra, se negaron a estallar. do afanosamente la planta baja de una pe­
queña casa. Puso la escoba a un lado y
—No vamos a dejar un planeta tan fá­ salió a la terraza exterior. Se había pues­
cilmente como eso —dijo el capitán Gor- to unas sandalias, y llevaba una túnica suel­
sid—. Propongo otra entrevista con la cria­ ta hecha de un material muy reluciente.
tura. Los miró en forma indolente, pero no dijo
Descendieron nuevamente a la ciudad. nada.
Enash, y Yoal, y Ved, y el Comandante. Fue el capitán Gorsid quien hizo la pro­
La voz del capitán Gorsid fue sintonizada^: posición. Enash tuvo que admirar el relato
— ...según creo —a través de la niebla, que vertió en la máquina de idiomas. El
Enash podía ver el transparente centelleo Comandante fue muy sincero. Este acer­
de las otras tres burbujas alrededor suyo— camiento era premeditado. Señaló que no
nos precipitamos en nuestras conclusiones podía esperarse de los Ganae que revivie­
acerca de la criatura, sin justificarlas con ran los muertos de aquel planeta. Seme­
evidencias. Por ejemplo; cuando despertó, jante altruismo no sería natural conside­
desapareció. ¿Por qué? Debido a que tuvo rando que las expansivas hordas de los Ga­
temor, desde luego. Quiso darse cuenta nae necesitaban continuamente nuevos
de su situación. No creyó que fuera omni­ mundos. Cada sucesivo incremento de la
potente. vasta población era un problema que so­
Parecía lógico. Enash se encontró cre­ lamente podía resolverse por un sistema.
yéndolo él mismo. Repentinamente, se asom­ En este caso, los colonizadores aceptarían
bró de que se hubiera aterrorizado tan fá­ respetar los derechos del único supervi­
cilmente. Empezó a ver el peligro bajo una viente de aquel mundo.
nueva luz. Solamente un hombre vivo en Fue en aquel momento cuando el hombre
todo un nuevo planeta. Con suficiente de­ le interrumpió.
terminación, los colonizadores podían to- —¿Pero cuál es el propósito de esta ex­
njar posesión de él como si no existiera. pansión sin fin? —Parecía genuinamente
Esto se había hecho ya antes, recordó. En curioso— . ¿Qué pasará cuando finalmen­
varios planetas, pequeños grupos de las te ocupéis cada planeta de esta galaxia?
poblaciones originales habían sobrevivido Los intrigados ojos del capitán Gorsid
a la radiación destructora, y tomado refu­ se encontraron con los de Yoal, luego con
gio en áreas remotas. Casi siempre, los Ved, después Enash. Enash sacudió su tor­
nuevos colonizadores los fueron eliminan­ so negativamente, y sintió piedad por la
do gradualmente. En dos ocasiones, sin em­ criatura. El hombre no lo comprendía, po­
bargo, que Enash recordara, las razas na­ siblemente no lo entendería nunca. Era el
tivas tenían aún pequeñas secciones de sus viejo problema de dos puntos de vista di­
planetas. En cada caso, se había conside­ ferentes, el viril y el decadente, la raza
rado impracticable destruirlos porque esto que ambicionaba las estrellas y la raza que
habría puesto en peligro a los Ganae so­ desoía la llamada del destino.
bre el planeta. Así, los supervivientes eran —¿Por qué no —indicó el hombre— con­
tolerados. trolar las cámaras de crianza?
Un hombre, pensó, no tendría necesidad — ¡Eso significaría la caída del Gobierno!
de mucho espacio. —dijo Yoal.
18 / a. e. van vogt
Habló en forma tolerante, y Enash vio que no parecía tener significado. Esto se
que los otros estaban sonriendo ante la había terminado. Estaba preso en una ma­
inocencia del hombre. Sintió que el vacío rea de irresisfible emoción, y arrastrado
intelectual entre ellos se ensanchaba. La por ella se sintió himdir, sumergiéndose
criatura no podía comprender las fuerzas en la masa de los seres Ganae. Toda la
naturales de la vida que los empujaban. fuerza y la voluntad de la raza se enarde­
El hombre habló otra vez: ció en sus venas.
—Bien, si no las controláis, lo haremos —Criatura —^gruñó—. Si tienes alguna
nosotros. esperanza de revivir a tu raza muerta,
Hubo silencio. puedes abandonarla.
Empezaron a ponerse rígidos. Enash lo El hombre lo miró, pero no dijo nada.
notó en sí mismo, viendo idénticas señales Enash continuó:
en los demás. Su mirada pasó de cara en —Si pudieses destruirnos, ya lo habrías
cara, y luego a la criatura en la puerta. hecho. Pero la verdad es que tus poderes
Sin ser la primera vez, Enash tuvo el pen­ tienen límites. Nuestra nave está construi­
samiento de que su enemigo parecía inde­ da de manera que ninguna reacción en ca­
fenso. Creo, decidió, que podría poner mis dena concebible pueda iniciarse en ella.
ventosas a su alrededor y aplastarlo. Por cada placa de material potencialmente
Se preguntó si el control nucleónico men­ inestable hay una placa contraria, lo que
tal, nuclear, de energías gravitónicas, incluía previene el desarrollo de tma masa crítica.
la habilidad de la defensa personal contra Tal vez podrías ocasionar explosiones en
un ataque macrocósmico. Tenía idea de que nuestros motores, pero estas, también, se­
sí. La exhibición de poder de hacía dos rían limitadas, y solamente iniciarían el
horas podía tener sijs limitaciones, pero proceso de reacción en un lugar destinado
aun así esto no había sido aparente. La precisamente a eso.
fuerza o debilidad no cambiarían la situa­ Se dio cuenta de que Yoal le tocaba el
ción. El ultimátum había sido hecho: «Si brazo.
no hay control, nosotros lo haremos». —Cuidado —advirtió el historiador—; no
Las palabras hicieron eco en la mente de sea que en tu cólera descubras información
Enash y, a medida que su significado se vital.
hacía más penetrante, su altivez se des­ Enash apartó la ventosa que lo retenía.
vanecía. Se había considerado siempre co­ —Seamos prácticos —dijo rudamente—.
mo un espectador. Aun cuando, antes, ha­ Esta cosa ha descubierto casi todos nues­
bía discutido en contra de la reanimación, tros secretos raciales aparentemente por
se había sentido como alguien aparte que el simple hecho de mirar a nuestros cuer­
observaba la escena en vez de formar par­ pos. Actuaríamos puerilmente si asumié­
te de ella. Vio con penetrante claridad que ramos que no se ha dado cuenta todavía
por eso se había rendido finalmente a la de las posibilidades de la situación.
convicción de los otros. Rememorando el — ¡Enash! —exclamó imperativamente el
pasado, vio que nunca se había conside­ capitán Gorsid.
rado él mismo como partícipe en la con­ Tan rápidamente como había venido, la
quista de un planeta de otra raza. Era so­ cólera de Enash se esfumó. Se volvió.
lamente un observador, analizando la rea­ —Sí, Comandante.
lidad, y especulando acerca de una vida —Creo que sé lo que intenta decir —dijo
el monstruo /19
el capitán Gorsid—, y le aseguro que estoy
en completo acuerdo, pero también creo
que soy yo, como el oficial Ganae supe­
rior, quien tiene que dar el ultimátum.
Se volvió. Su calloso cuerpo se irguió
sobre el hombre.
—Has formulado una amenaza imper­
donable —murmuró— . Nos has dicho, en
realidad, que tratarías de restringir el ex­
pansivo espíritu Ganae.
—No el espíritu —dijo el hombre. Rió
suavemente— . No, no el espíritu.
El Comandante ignoró la interrupción.
—Naturalmente, no tenemos alternativa.
Podemos asumir que, con tiempo para lo­
calizar el material y desarrollar las herra­
mientas, podrías ser capaz de fabricar un
reconstructor. En nuestra opinión se nece­
sitarían al menos dos años antes-de que
pudieras completarlo, aun cuando supie­
ras cómo. Es una máquina inmensamente
intrincada, poco fácil de montar por el úni­
co superviviente de una raza que abando­
nó sus máquinas milenios antes de que el
desastre los azotara.
»No tuvisteis tiempo de construir ima
nave espacial. No te daremos tiempo tam­
poco de fabricar un reconstructor.
»En pocos minutos, nuestra nave empe­
zará a lanzar bombas. Es posible que pue­
das evitar las explosiones en tu vecindad.
Por ello, empezaremos en el otro lado del
planeta. Si allí fracasamos, entonces asu­
miremos que necesitamos auxilio. En seis
meses de viaje a la máxima aceleración,
SUSCRIBASE A podemos llegar a un punto desde el que
el más cercano planeta Ganae podrá es­
cuchar nuestros mensajes. Enviarán una
flota tan vasta que todos tus poderes de
_ jiu B \ # a _ resistencia serán superados. Lanzando un

dimensian centenar o un millar de bombas cada mi­


nuto, conseguiremos devastar cada ciudad
de manera que ni un gramo de polvo que­
dará de los esqueletos de tu gente. Este
20 / a. e. van vogt
es nuestro plan. Así será. Ahora puedes ha­ alta y asombrada—; que podía viajar a
cer lo que quieras con los que estamos a voluntad a través del espacio, dentro de
tu merced. un límite... ¿Cuál fue el número que usó?...
El hombre sacudió su cabeza. Sí, de noventa años-luz.
—No haré nada... ahora —dijo. Se detu­ Suspiró. No se sorprendió de que los
vo, y continuó pensativamente—: Vuestro Ganae, que tenían que usar naves, no hu­
razonamiento es bastante exacto. Bastante. biesen pensado inmediatamente en seme­
Naturalmente, no soy omnipotente, pero jante posibilidad. Lentamente, comenzó
me parece que habéis olvidado un peque­ a apartarse de la realidad. Ahora que el
ño detalle, aunque no os diré cual es. Y shock había llegado, se sintió viejo y can­
Eihora —añadió— , buenos días. Volved a sado, una parte de su mente retirándose
vuestra nave y seguid vuestro camino. Yo otra vez a su anterior estado de lejanía.
tengo mucho que hacer. Necesitó varios minutos para saber lo ocu­
Enash había permanecido quieto, sin­ rrido. Uno de los ayudantes de los físicos,
tiendo la furia que crecía otra vez en su in­ en su camino al almacén, había percibido
terior. Saltó hacia delante con un siseo, con por un momento al hombre en un corre­
las ventosas abiertas. Estaba a punto de dor inferior. En una nave tan llena de tri­
tocar la lisa carne... cuando algo lo agarró. pulantes, lo asombroso era que el intruso
Estaba otra vez en la nave. hubiera escapado anteriormente a la ob­
No se acordaba de haber hecho ningún servación.
movimiento, ni de haber notado ofusca­ Enash tuvo una idea.
ción o daño. Se dio cuenta de que Ved, —A pesar de todo, no llegamos hasta
Yoal y el Capitán Gorsid se hallaban cerca ninguno de nuestros planetas. ¿Cómo pue­
de él, tan asombrados como él mismo. de esperar hacer uso de nosotros para lo­
Enash permaneció muy quieto, pensando calizarlo, si solamente utilizamos el video?
en lo que el hombre había dicho: «... ol­ —se detuvo. Eso era, desde luego. Ten­
vidado un pequeño detalle». ¿Olvidado? drían que usar el haz direccional del video,
Esto indicaba que lo sabían. ¿Qué podría y el hombre viajaría en la dirección correc­
ser? ta en el momento en que el contacto fuera
Aún estaba pensando en ello cuando hecho.
Yoal dijo: Enash vio la decisión en los ojos de sus
—Podemos estar relativamente seguros compañeros, la única decisión posible bajo
de que tan sólo con nuestras bombas no las circunstancias. Aun así, le parecía que
resolveremos el problema. estaban olvidándo algún punto vital. Ca­
No lo hicieron. minó lentamente hasta la gran placa del
video, al final de la cámara. Había una
A cuarenta años luz de la Tierra, Enash imagen en ella, tan detallada, tan vivida,
fue llamado a la Cámara de los Conseje­ tan majestuosa, que la mente no acostum­
ros. Yoal le saludó descorazonadamente. brada hubiera vacilado como si recibiera
—El monstruo está a bordo. un golpe. Aun a él, acostumbrado a la esce­
La fulminante noticia traspasó a Enash, na, le invadió un sentimiento de infinita
y con ello vino una repentina comprensión. inmensidad. Era una imagen de una sec­
—Esto es lo que quería decir que había­ ción de la Vía Láctea. Cuatrocientos mi­
mos olvidado —dijo finalmente, en voz llones de estrellas como vistas a través
el monstruo/21
de telescopios que pudieran detectar in­ tras ñotas llegaran allí podría haber re­
cluso la luz dé una enana roja a treinta vivido a bastantes de su raza como para
mil años luz. rechazar cualquier ataque que pudiéramos
La placa video tenía cerca de veinticin­ efectuar.
co metros de diámetro..., ima escena sin Sacudió su torso. Su razonamiento era
paralelo en ninguna otra parte. Otras ga­ correcto, estaba seguro, pero aún parecía
laxias simplemente no tenían tantas estre­ incompleto. Dijo lentamente;
llas. Solamente uno de cada doscientos —Pero tenemos ahora una ventaja. Cual­
mil de esos brillantes soles tenía planetas quier decisión que tomemos, no existe
a su alrededor. ninguna máquina de idiomas que se la
Éste era el colosal hecho que los com­ permita conocer. Podemos hacer nuestros
pelía ahora a im acto irrevocable. Cansa­ planes sin que él sepa cuáles son. Sabe
damente, Enash miró a su alrededor. que ni nosotros ni él podemos hacer es­
—El monstruo ha sido muy hábil —dijo tallar la nave. Esto nos deja, pues, una
quedamente— . Si seguimos, va con nos­ única alternativa.
otros, obtiene un reconstructor y vuelve Fue el Capitán Gorsid el que rompió el
utilizando s.u poder a su planeta. Si usa­ silencio que siguió.
mos el haz direccional, se desplaza a lo —Bien, caballeros, veo que conocemos
largo de él, obtiene un reconstructor y nuestros pensamientos. Fijaremos nues­
vuelve igualmente a su planeta. De cual­ tros motores, destruiremos los controles
quier forma, en el momento en que nues­ y nos los llevaremos con nosotros.
22 / a. e. van vogt
Se miraron unos a otros con un iiunen- originada por una energía inconcebible e
so orgullo de raza en sus ojos. Enash jun­ incontrolable. El calor estaba desconchan­
tó sus ventosas con las de cada uno por do su callosa piel mientras trataba de lle­
turno. gar desesperadamente al transmisor de
materia.
Una hora después, cuando la tempera­ Restalló ante él con llamas purpúreas.
tura era ya considerable, Enash tuvo un Corrió de vuelta al comunicador gritando
pensamiento que lo llevó titubeante hasta y dando alaridos.
el comunicador para llamar a Shuri, el Aún estaba sollozando unos minutos des­
astrónomo. pués, cuando la poderosa nave se precipitó
— ¡Shuri! —^gritó—. Cuando el monstruo en el corazón de un sol blanco-azulado.
despertó, recuerdo que el capitán Gorsid
tuvo dificultades en lograr que tus su­
bordinados destruyeran los localizadores.
Nunca se nos ocurrió preguntarles el mo­
tivo de la tardanza. Pregúntales..., ¡pre­
gúntales!
Hubo una pausa. Luego la voz de Shuri
se oyó débilmente sobre el ruido de la
estática:
—No... podían... entrar... en la... habi­
tación. ¡La puerta estaba cerrada!
Enash se derrumbó. Habían olvidado
más de un detalle, se dio cuenta repen­
tinamente. El hombre había despertado,
dándose cuenta de la situación; y desapa­
reció, yendo a la nave; y allí descubrió
el secreto del localizador y posiblemente el
secreto del reconstructor... si es que no
los sabía previamente. Cuando reapareció,
ya tenía lo que quería. Todo el resto había
sido tramado tan sólo para llevarlos hasta
aquel acto de desesperación.
Dentro de pocos momentos, ahora, él
estaría abandonando la nave con la segu­
ridad de que en breve tiempo ninguna
mente extraterrestre sabría que su pla­
neta existía. Y conociendo también que
su raza viviría de nuevo, para nunca más
desaparecer.
Enash se irguió trabajosamente; arañó
al rugiente comunicador y le gritó su re­
ciente comprensión. No hubo respuesta; Título original;
THE MONSTER
solamente el estruendo de una estática Traducción de S. Mas
el monstruo/23
E L VIEÜO
YLA
TORM ENTA
B E R TIL MARTENSSON
Aunque muchas veces no resulte evidente, la ciencia
ficción no es un fenómeno exclusivamente originario
de los Estados Unidos, sino que en casi todos los
países de Europa surgen constantemente nuevos
autores y tendencias de indudable calidad, que no
les deben nada en absoluto a los anglosajones. A s í,
en este prim er relato que se publica en lengua cas­
tellana de un escritor sueco de ciencia ficción, nos
hallamos ante un personal estilo literario que induda­
blemente le debe mucho más a Ibsen que a Asim ov.

ilustrado por JORDI FIGUERAS

La tormenta se había estado fraguando amaba cuando era frío y lo llenaba a uno
durante todo el día. Había comenzado en de hielo en el mismo momento en que daba
la mañana con el viento, frío y húmedo, un paso fuera de la casa.
que tan familiar le era, y aumentado al En cierta manera había estado casado
mediodía y por la tarde con una furia in­ con el viento durante toda su vida, y su
tensificada, como si hubiese deseado to­ amor era un amor nacido del hábito. No
marle por sorpresa y al hallar eso impo­ podía evitar el amarlo de una forma apa­
sible quisiese aterrorizarle. sionada y sin embargo extrañamente dis­
Pero el viejo lo conocía. Un torrero re­ tante, la forma en que xmo ama a alguien
tirado conoce el viento de cabo a rabo. que conoce absolutamente, alguien que es
Habiendo vivido con él durante toda su parte de uno mismo, alguien a quien imo
vida, está familiarizado con todos sus tru­ se acomoda tan automáticamente que ni
cos y lo aprecia, aunque sepa que el viento siquiera se da cuenta, tal vez hasta pen­
desea matarle, quizá debido a este mismo sando en que lo que ocurre es precisamen­
amor, y que por esto mismo precisamente te todo lo contrario.
nunca podrá sorprenderle. Al atardecer había estado apretando dura
Sí, lo amaba; lo amaba cuando tan sólo y firmemente, las crestas de las olas se
era una simple brisa que refrescaba con habían convertido en pequeños enanos, el
su gustillo salobre mientras uno paseaba mar había tomado la forma ominosa de
en un atardecer de finales de verano, lo una vasta superficie plana de roca, agitán­
© 1961, Bertil Martensson.
dose como bajo los efectos de un terre­ mismo parecía darse cuentá de que no ha­
moto, hasta que su superficie comenzó a bía nada que temer de esa clamorosa vieja
romperse en trozos, moviéndose de aquí arrugada dé allí afuera, que ella había ve­
para allá, despedazándose unos contra otros, nido una vez más tan sólo para demostrar
royendo los costados de los demás hasta su furia, y que se iría pronto de nuevo. El
sacar carne blanca que era lanzada por el animal se agarraba a los barrotes de su
viento y pulverizada contra el cielo como jaula, rezongando de vez en cuando un
roca en polvo. Finalmente había comenza­ tanto altaneramente, tal vez para ocultar
do a crecer en fuerza una vez más, malig­ el que, a pesar de todo, tenía un poco de
namente. Pero él lo había estado esperan­ miedo:
do; tan sólo alzó sus ojos al cielo por un —Polly bonito —decía—. Pollypollypolly...
segundo, allí donde las nubes pasaban co­ Cayó la oscuridad.
rriendo como un rebaño de ganado nebli­ Las nubes se ennegrecieron y tan sólo
noso en una meseta brumosa. aquellas que volaban muy por encima, en
Y él había notado cómo el viento se la vecindad de la Luna que brillaba débil­
daba cuenta en alguna forma y se irritaba mente, eran visibles como veloces trazos
ante su superioridad; había sentido manos .de plata. La vieja bruja rascó sus uñas
estirándose, las manos de una vieja senil contra la casa hasta hacerse sangre, pero
arañando las paredes de la casa como si perseveró. El mar golpeó como si pensase
hubiesen deseado arrancarla de la roca y que la roca era im trozo de azúcar sin re­
ahogarla en el océano, llenarla con agua, sistencia alguna, pero la roca era imper­
sorber la vida de su interior y aplastarla turbable.
como la cáscara de un huevo contra una Por fin se hizo de noche.
punzante cresta de roca. La loca noche final del demente amorío
—Está ahí de nuevo —murmuró tan del otoño, antes de que la paz del invierno
sólo— ; está ahí de nuevo la vieja. se extendiese como im gran, gran orgasmo.
Y no le sorprendió qué a veces el viento «Se está bien aquí —^pensó el viejo— .
le pareciese- como una vieja loca, mientras Tuve suerte al conseguir esta casa en el
que otras semejase una joven y bella furia. archipiélago. Supón que hubiese tenido que
Era ambas cosas, era así de simple. irme a la ciudad...»
Al caer la noche, su rabia creció. En la Permaneció allí, al lado de la ventana,
pálida luz velada de la Luna se alzó des­ mirando afuera hacia el mar, y resopló.
vergonzada, con sus piernas abiertas, sobre La ciudad. Coches, multitudes de gente.
la casa, agarrándola con ambas manos para Coches. Luces de tráfico, casas de aparta­
arrancarla, para arrebatarla de sus cimien­ mentos, estufas eléctricas y calefacción
tos o aplastarla hecha astillas si la roca central. Coches.
no la soltaba. Y como siempre él perma­ No, esto... esto...
neció junto a la ventana observando sus —Polly bonito, Polly baila. Pollypolly bo­
amplias faldas ondulando en todas direc­ nito. Polly tiene frío. Buen tiempo. Buen
ciones... La casa rechinando, las paredes tiempo. Polly.
crujiendo bajo sus manos... Y sonreía au­ Se calló.
sente, placentero, sabiendo que la casa era El loro se movió preocupado. Erizó sus
más fuerte que ella. plumas. Levantó la cabeza como respon­
El loro parecía notar su calma, hasta él diendo a una llamada. Sus plumas se eri­
el viejo y la tormenta / 25
zaron de nuevo y se tornó pequeño, muy De repente el animal levantó la cabeza
pequeñito, como asustado por algo, como y le miró directamente, y su mirada era
si hubiese estado caminando por una calle tan extraña que, por un momento, se pre­
oscura y solitaria sin nadie a la vista y de guntó si realmente era su loro. Una mirada
repente hubiera oído una voz susurrando extraña, una mirada que no le reconocía.
su nombre cerca del oído. Como si algo —La conexión será breve y seremos in­
extraño le hubiese llamado a través de un capaces de entrar en contacto de nuevo
largo túnel oscuro. antes de que sea demasiado tarde. No sa­
Movió una pata dificultosamente, exten­ bemos si podremos terminar lo que tene­
dió a medias las alas como para escapar mos que decir, así que por favor no inte­
de una mano oscura que se extendiese ha­ rrumpa, sino escuche y pase la informa­
cia él. Pero se fue de lado. Quieto. Silen­ ción. Hemos sido incapaces de encontrar
cioso. Inmóvil. en su planeta cualquier otro organismo
El viejo se volvió y miró al animal. Es­ receptivo a nuestra transmisión. Podemos
taba agarrado a un barrote de su jaula, y percibir ondas de pensamiento de los ce­
de repente parecía tremendamente solitario rebros inteligentes, pero no podemos con­
y ansioso. tactarlos directamente. Rebotan. Aun este
El hombre se le acercó. El loro abrió el organismo es difícil de controlar. Polly­
pico. Un sonido semiahogado salió de él, pollypolly. ..
como si nunca lo hubiese usado antes, pero Abrió la jaula y alargó la mano hacia el
ahora tuviese, de repente, una urgente ne­ animal.
cesidad de hablar, como si de pronto tu­ —Polly —dijo este agitado— . Polly.
viese tanto que decir y tan poco tiempo Se alzó. El loro se comportaba extraña­
para decirlo. mente esta noche.
—Polly —dijo— . Polly. Polly habla. Polly —No podemos mantener la conexión por
dice. períodos más largos. ¡Es tan importante!
Formaba las palabras inciertamente, tan­ ¡Tenemos tanta prisa! Estamos hablando
teando. Como si hablase una lengua ex­ por un método desconocido para usted, con
tranjera que hubiese tenido que aprender palabras que hemos aprendido mediante el
demasiado aprisa. estudio de sus ondas de pensamiento. Quié­
—Polly habla. El único... en el mundo... nes somos no importa; somos una especie
Una vez más se quedó quieto. bastante distinta de la suya, pero éste es
—Habla... Pollypollypolly... Polly bonito... un asunto de la mayor importancia para
¡Oh, qué viento!... ambas. Hemos enviado una nave, pero si
El viejo se derrumbó sobre un sillón al no se hace algo no llegará a su destino a
lado de la jaula. tiempo. Lo que está sucediendo es impo­
—Pollypolly —murmuró. sible de explicar con las palabras que co­
Pero el pájaro no pareció darse cuenta nocemos. Según nuestros cálculos, se está
de él. Estaba quieto, frío y silencioso, es­ formando en las cercanías de su sol ua
cuchando algo muy lejano. Los pájaros son punto de ruptura, un punto en el que la
unos animales raros, pensó. Todos los ani­ estructura del espacio amenaza romperse.
males son raros. La gente también son Usted no tiene palabras para expresadlo.
animales raros. Si no siguen nuestras instrucciones «ste
Pero no la tormenta. centro va a condensarse y converti:áfe en
26/bertil martensson
incontrolable. Alrededor de él aparecerá
un torbellino que eventualmente disolverá
la estructura del espacio y significará el
fin tanto de su raza como de la nuestra.
La única cosa que puede evitar la conden­
sación del centro es una rápida y fuerte
oleada de energía. Ustedes podrían ocasio­
narla usando sus primitivas bombas de hi­
drógeno y cohetes, enviándolos a un punto
en las cercanías inmediatas de pollypolly-
bonitopollybuentiempopollypolly... •
La casa se agitó por el asalto de la tor­
menta, se estremeció como si fuera de car­
tulina, se movió como una casa de decorado
hecha con muros de papel.
—Polly —dijo el loro—. Polly. No pode­
mos mantener la conexión por mucho más
tiempo. El punto crítico está situado en
algún lugar entre el primero y segundo
planetas de su sistema. El número de bom­
bas que deberían ser adecuadas si ustedes
usan las más potentes que poseen es de
unas veinte. No lo solucionará, pero tal
vez retrase la formación del centro hasta
que lleguemos hasta ustedes. Estamos tra­
bajando en un plan a largo plazo para me­
jorar la estabilidad del espacio a nuestro
alrededor, pero este centro ha aparecido
tan repentinamente que no podemos hacer
nada al respecto sin su ayuda. Una oleada
de energía bruta, ahora, podría salvamos
a todos. No indefinidamente, pero al menos
hasta que nuestra nave llegue a él. De otra
manera, la ruptura ocurrirá rápidamente.
El campo base se resquebrajará, la masa
no será ya capaz de mantener su estruc­
tura, nuestra parte del universo será con­
vertida en energía, y la destrucción se ex­
tenderá como un fuego forestal y tal vez
ocasionará la ruptura del universo entero...
No podemos ya... Demuestre que usted ha...
La conexión se...
Le rascó suavemente bajo el ala, como
acostumbraba, y murmuró:
el viejo y la tormenta/27
—Sí, Polly; está bien, Polly. Polly bonito...
El animal volvió sus ojos hacia él, y es­
taban llenos de una giratitud tan inmensa
que no podía ser simplemente por la ca­
ricia.
Retiró la mano.
La casa se estremeció una vez más.
Fue hasta la ventana y miró hacia fuera.
El océano se alzaba como alguien tratando
de trepar, para ahogarlo todo en un odio
ciego. Se había despertado al fin, y a su
lado el viento no era nada, una vieja que
ni siquiera podía destruir una antigua casa
en una pequeña roca lejos en el archipié­
lago. Permaneció al lado de la ventana, con
sus piernas muy abiertas, como si de nue­
vo se encontrase en el puente de un navio
mirando al horizonte.
Casi no se podía ver nada debido a la
espuma lanzada por encima de la pequeña
isleta.
De pronto una idea apareció en su men­
te, una idea que contestaba a una pregunta
que había estado enterrada en su subcons­
ciente por un largo tiempo. ¿No lo puse
allí?
Fue hasta allí.
Oh, sí, allí estaba. El audífono. Mur­
muró algo acerca de su dejadez. No podía
oír una maldita cosa sin ese infame arti­
lugio.
Volvió a la ventana.
Ahora oía el delirante chillido de allá
afuera, el desencantado y rabioso chillido
que rasgaba las nubes y el cielo, y fusti­
gaba al recién despierto mar hasta enfu­
recerlo, y arañaba al impasible disco de
la Luna.
Pero también oía al loro, que se arre­
glaba las plumas con el pico.
—Polly bonito —decía—. Polly bonito...
«
Titulo original:
DEN GAMLE OCH STOÍMEN
Traducción de Berlt Sandberg
28/bertll martensson
PULGO N
L. M A J O R R E Y N O L D S
La autora de este cuento ha pasado una buena parte
de su vida en la India, lo que explica en parte el
por qué haya sentido siempre un especial Interés
por los fenómenos parahormales y supranormales. La
génesis de esta historia pueden haber sido muy bien
las especulaciones de Charles Fort o tal vez las
obras de Eric Frank Russell; lo que sí podemos decir
es que el indudable in te ré » que encierra queda cla­
ramente demostrado por el hecho de que esta es la
séptima vez que se publica desde el momento en
que fue escrita.

ilustrado por JORDI BUXADÉ

El invisible pedacito de algo pirueteó en un rincón. La cosa fue a ocultarse rápida­


la brisa a través de la puerta abierta. Se mente en otro.
levantó sin esfuerzo y flotó por el amplio —Helen, voy. a acostarme un rato. Me
vestíbulo. Otra puerta abierta, y la succión siento mal.
lo condujo a una pieza. Se acomodó junto El hombre se hallaba en la cama, fuera
a la forma de un perro dormido. Al acer­ de su alcance. La cosa esperó.
carse a él pareció vibrar. Creció en un —Muy bien, querido. Voy a la tienda.
momento con increíble rapidez. El perro Hace tanto calor que tendré que comprar
se estremeció, gimió y murió. más cervezas. Te sentirás mejor una vez
La cosa se hizo más fuerte. Ya no de­ hayas descansado. Dejaré la puerta abierta.
pendía enteramente de la brisa; acababa Se hizo el silencio. La cosa se movió len­
de adquirir una cierta movilidad. Se oye­ tamente, contra la brisa, antes cordial. Ha­
ron pasos, y un pie se aproximó. Con un bía alcanzado el tamaño de un ratón, era
supremo esfuerzo se adhirió al costado del ya casi visible. Aristas y ángulos dispara­
zapato, Su deseo la aferraba más a la piel tados se iban formando en su superficie.
curtida, la necesidad de las fuerzas vitales Estaba casi viva. Y hambrienta, vorazmen­
que sentía filtrarse a través del zapato. te hambrienta.
Permaneció adherida largo rato, ganando La puerta, al fin. Una hilera de hormi­
más fuerza a cada minuto que pasaba. gas acarreaba unos gránulos de azúcar. Y
El zapato salió del pie y fue arrojado a de pronto la hilera se rompió, en la pseudo-
1948, Volitant Publishing Co, by arrangement by For-
rest } Ackerman.
30/1. major reynolds
comedia de la muerte. Poco a poco, la cosa El doctor estaba desconcertado.
crecía. —No puedo comprender esto; su hija
Un gatito que jugaba en el sendero se es la segunda persona atacada por este
inmovilizó, con la mueca impotente de la mal en im solo día. Y la muerte del viejo
extinción. La cosa era ya más fuerte. señor Evart tenía rasgos pectdiares. El fo­
Un anciano que reposaba bajo la bien­ rense no ha podido descubrir ningima cau­
hechora sombra de un olmo suspiró y que­ sa aparente. El corazón le funcionaba bien;
dó mirando al vacío. La cosa avanzaba con yo mismo le había hecho un examen general
más facilidad. hará cosa de un mes. Y hasta el viejo ca­
Un grupo de chiquillos corría con el in- , ballo de Blain fue a escoger precisamente
extinguible vigor de la infancia. Luego uno este día para morirse. Algo extraño está
de ellos fue conducido en brazos, pálido y ocurriendo.
casi despojado de la preciosa energía vital. —¿Qué debemos hacer, doctor? — El pa­
La cosa era más activa. dre estaba pálido por la pena—. No pode­
—Doctor, doctor, tiene que salvarla; si le mos permitir que esto siga. ¿Cuál puede
ocurriera algo a esta chiquilla, su madre ser la causa?
moriría. ¿Cree que se salvará? —Ya le he dicho que lo ignoro. Si lo su­
El doctor gruñía algo por lo bajo. piera ya le habría puesto remedio. Sin
—Sí, pero estuvo a la muerte. Ya no hay embargo, voy a llamar a la policía. Tal vez
peligro ahora. No puedo imaginarme lo que ellos hallen la causa.
pueda haber ocurrido. La semana pasada
le hice un examen físico y estaba en per­ La cosa permanecía oculta tras un fron­
fecta salud. He aquí una de las cosas que doso seto, saciada en parte. Permanecía
no pueden suceder y que, sin embargo, su­ tranquila por un breve momento. Una ma­
ceden. Si vuelve a siifrir otro ataque como riposa de alas verdes se posó en una rama
éste me temo que ya no haya esperanzas. baja... y cayó al pavimento, las alas muer­
—Gracias, doctor; la vigilaré como un tas extendidas bajo los rayos de la luna.
halcón. ¿Dónde podré encontrarlo, si lo ne­ Y la cosa seguía hambrienta, ya en los
cesito? primeros vislumbres del conocimiento. Vi­
—En mi oficina saben siempre dónde sible ya para todos los ojos. En su super­
estoy. Llámeme esta noche, dé cualquier ficie sólo quedaba un ligero vestigio de los
modo, y hágame saber cómo se encuentra. destellos de otro mundo. Informe aún, sin
saberlo ni importarle..., su única emoción
La cosa esperaba pacientemente. Se mo­ era un hambre insaciable. Energía para
vía a voluntad, pero seguía c(jn hambre. vivir, energía para construir.
Esperaba en un desagüe seco, observando Los pequeños seres nocturnos que vuelan
lo que ocurría a su alrededor. Visible al o se arrastran le daban, no sin protestas,
fin. Y temerosa. El primer vestigio del mie­ su insignificante porción de vida. Una co­
do a ser descubierta. madreja hembra, con las ubres hinchadas,
Una pareja paseaba por el sendero, es­ se detuvo agonizante y cayó. Su nido de
trechamente unida en un abrazo. Una re­ hijuelos esperó en vano su regreso.
pentina y gradual debilidad, y el perplejo La cosa se agazapó de pronto al llegarle
muchacho se quedó mirando con ojos des­ el volumen de imas voces y el resplandor
orbitados a una forma inerte. de una luz.
pulgón / 31
—Yo mismo hablé con el doctor, y él
supone que pueda tratarse de algún ani­ — ¡Hey, Jean, mira esas cloacas! ¿Has
mal. Pero ninguno de los niños vio nada visto algtma vez en tu vida tantas ratas
anormal esta tarde, y yo no creo en fan­ muertas? Esta mañana encontré al menos
tasmas. —El sargento de policía no mos­ cincuenta. ¿Crees que haya alguna epide­
traba, sin embargo, la confianza que pa­ mia entre ellas?
recían inspirar sus palabras—. ¿Ya han — ¡Yo qué sé! Pero me parece que de­
terminado con este último patio? Bien, en­ beríamos capturar una pareja y llevarla
tonces examinemos este. al Departamento de Salubridad. Llevo vein­
Una mano se internó en el seto, directa­ te años trabajando aquí y nunca había vis­
mente frente a la cosa. El instinto del ham­ to nada semejante. Dame la red.
bre libró una breve batalla con el recién
nacido conocimiento, y el instinto ganó. La La cosa progresaba; aumentaba de tama­
mano tentó un momento y luego se retiró ño y acaparaba al mismo tiempo un em­
rápidamente. brionario conocimiento. Agazapada en el
— ¡Hey, mírenme la mano! ¡Parece como hueco del desagüe, observaba el mundo ex­
muerta! ¡Lo que buscamos está en este terior. Jamás volvería a cometer el error
seto! ¡Denme algo, rápido! de quitarles demasiado a aquellas extrañas
Un violento golpe entre las plantas del criaturas pensantes. Era mejor tomar poco
seto que alcanzó a la cosa en su mismo de muchos.
centro. Ola tras ola de dolor, una sensa­ Un perro se aventuró demasiado cerca
ción hasta entonces desconocida, cruzaron de la abertura y desapareció. La cosa con­
ante ella en relámpagos cegadores. Huyó templó largo rato la forma inerte frente a
frenéticamente, buscando un nuevo escon­ sí, y el conocimiento se hizo evidente. Poco
dite. a poco fue adquiriendo la forma de su víc­
— ¡Creo que le di! Alumbren ese sitio, tima. Unos pasos cautelosos por el exterior,
vamos. He sentido que le pegaba a algo y los alegres gritos de la chiquillería.
suave. Aquí está el lugar, miren. ¿Ven la Seguía tenaz en su idea: un poco de mu­
parte rasgada del seto? No hay nada ya, chos. Pero el hambre voraz continuaba.
pero estoy seguro de que le di a algo.
La búsqueda continuó mientras la cosa, —Si no fuera médico —murmuraba el
oculta debajo de un auto estacionado, su­ doctor— juraría que una epidemia repen­
fría casi audiblemente. La energía, conse­ tina de anemia está asolando esta parte
guida a tanto costo, huía a borbotones en de la ciudad. Todos los chiquillos presen­
la incesante marejada de dolor. Volvió rá­ tan idénticos síntomas; una actitud de in­
pidamente a su antigua invisibilidad, pero diferencia; actúan como si estuvieran me­
en ella quedó el conocimiento adquirido. dio vivos... ¿Medio vivos? ¡Dios mío, eso
La búsqueda pasó a otros lugares y llegó tiene que ser! ¡Señorita Crane, pronto, llame
por fin la anhelada oscuridad. A pocas a la policía!
yardas de la cosa se encontraba la entrada El doctor estaba frenético.
de un desagüe. Fueron largos y angustiosos
momentos los que necesitó para recorrer —Estoy seguro de que había algo allá
aquel corto espacio, pero al fin llegó al aquella noche —estaba diciendo el sargenj
seguro refugio. to—. Me di cuenta perfectamente cuand<^
32 / i. major reynolds
lo golpeé. ¿Y qué ocurre con todos esos Una forma inerte yacía en la calle. Y el
insectos muertos? ¿Y la comadreja? ¿Y las perro cariñoso desapareció repentinamente
ratas? Los compañeros se burlan de mí di­ de la vista.
ciendo que estoy haciendo oposiciones para El doctor se crispó en una mueca feroz.
héroe; pero, doctor, le aseguro formalmen­ — ¡Sargento! ¡Encargue a un hombre que
te que había algo tras aquel seto. vigile la manzana y que si ve a ese animal
—Le creo, sargento, pero no podría de­ lo mate instantáneamente! ¡Que no le per­
cirle de qué se trata. De todos modos ya mitan acercarse a ningún niño ni tampoco
ha vuelto, y me siento vencido. No pode­ a los adultos! No tengo la menor idea de
mos tener encerrados bajo llave a todos lo que pueda ser nuestro enemigo, pero
los chiquillos de la ciudad. Reúna de nüe- estoy bien seguro de que no es un perro.
vo a sus hombres: procedamos a una nueva ¡Vamos, ayúdenme con este muchacho!
búsqueda más exhaustiva.
La búsqueda entró en acción. Durante La cosa regresó al desagüe. Una vez más
todo el día, acompeiñados los hombres por el hambre triunfó sobre el conocimiento.
unos chiquillos lánguidos y un perro jugue­ Estaba ansiosa. El sabor del mundo exte­
tón. Un perro cariñoso que se frotaba con­ rior, que ya había probado, la impelía a
tra las piernas a cada momento en busca regresar.
de una caricia. Salía de noche y vigilaba. Vigilaba y ga­
La búsqueda persistió implacable sin omi­ naba. Ganaba y aprendía.
tir siquiera las copas de los árboles más Las parejas paseaban de noche. Manos
altos. apretadas, besos furtivos. Siempre el con­
—Eh, muchachos, ¿de quién es ese pe­ tacto. El contacto necesario para apropiar­
rro? Quitadlo de ahí; ya se ha enredado se de la valiosa energía.
entre mis piernas más de una docena de Las ratas morían por centenares. ¡Tan
veces. poco alimento en tan corta vida! ¡Tan poco
—Es «Rusty». Pertenece a este chico. Jue­ de tantos!
ga con nosotros a todas horas. Al principio La cosa crecía lentamente.
no le gustaba jugar con nosotros, pero Al fin el conocimiento llegó por el cami­
ahora sí. no debido. El cambio fue largo y pesado.
La clarividencia, torpemente expresada, Las horas de vigilancia demostraron la ne­
de los chiquillos. cesidad de una indumentaria. Y poco a
—Bueno, pero mantenedlo a un lado, que poco la necesidad fue cubierta.
no estorbe. No lo dejéis acercarse mucho La figura tomó la forma de una mu­
a nosotros: estamos demasiado atareados chacha.
para ocuparnos de él. Eh, chiquillo, sujé­ La cosa permaneció en una esquina, mi­
talo; no lo dejes ir. rando en todas direcciones, expectante.
Llegó el momento en que uno de los Oyó un silbido significativo.
hombres indagó en la abertura de un des­ Y atravesó la calle, seductora, perseguida
agüe. Y sacó los restos de un perro acho por dos ardientes varones.
colatado.
— ¡Hey, ése es «Rusty»! ¡Miren..., su co­
llar! ¡Y yo que creí que éste era mi perro! Título original:
BLÍGHT
Las voces infantiles formaron corro. Traducción de F. Kerman
pulgón / 33
1ICRONICAS
T E R R E ST R E S
PGARCIA
PGarcfa, como su nombre indica m uy bien, es espa­
ñol, y abundando en lo dicho al hablar de Bertil
M artensson nos atrevemos a afirmar que le debe
indudablemente más a Góm ez de la Serna y a Jardiel
Poncela que a Robert Heinlein y Fredrick Brow n. Por­
que PGarcfa es uno de los más conocidos humoris­
tas españoles de la actualidad, un humorista al
que, por supuesto, le gusta enormemente tanto leer
com o escribir ciencia ficción. Aunque llamar «cien­
cia» ficción a algunos de sus relatos resulte, quizá,
un poco exagerado.

Ilustrado por ALFONSO FIGUERAS

Mayo de 1969
La primavera de la sonrisa
A Mr. Ray Bradbury. Un instante antes la Tierra estaba seria;
A Mr. Ray Bradbury, con la admiración los rostros de los hombres habían perma­
con que le dedicamos trabajos cuantos necido atirantados desde tos comienzos de
escribimos alguna vez (o siempre), su historia, el frío atenazaba los espíritus,
los hombres, las mujeres y los niños se
ciencia ficción. producían con enorme gravedad; sólo en
A Mr. Ray Bradbury, sin intención de ocasiones excepcionales habían sonreído, y
parodia, y mucho menos de desde que fijaron los ojos en el firmamen­
competencia; con el único deseo to la preocupación esculpió con más fuer­
de complementar (humildemente) su za la seriedad; se sabían a las puertas del
nuevo milenio, se sentían observados y vi­
obra, porque él, que le puso gilados desde el exterior. Temían.
siempre la poesía y muchas veces Y de pronto una larga convulsión de re­
la fantasía, se dejó, en alguna gocijo sacudió el planeta; una bocanada
ocasión, la gotita del humor. de calor humano fundió los hielos secula-
© im, PGarcla y Nueva Dimensión.
res; tos músculos se distendieron, ios ceños Cuando los técnicos militares y los cíen-
se quebraron, el miedo se esfumó; los hom­ tífícos especialistas en cuestiones del espa­
bres se despojaron de la gravedad; las mu­ cio llegaron a la enorme plaza, el disco
jeres, por vez primera, mostraron la blan­ volador ya no estaba allí. De su breve pa­
cura de los dientes; los niños vieron que rada en la Tierra sólo quedaba... la cosa.
la seriedad se fundía y todos se hadan un Los testigos presenciales, todavía tem­
poco niños. blando, todavía sin haberse rehecho de la
La primavera de la sonrisa. La alegría tremenda emoción, lo explicaron así a los
saltó de casa en casa, de balcón en balcón. técnicos y a los especialistas:
La primavera de la sonrisa. Siguiendo a la —De repente apareció en el cielo, como
convulsión siguió un viento nuevo y tam­ materializándose de la nada. Luego se ha
bién renovador. Los colores fúnebres fue­ posado sobre el suelo, sin hacer ruido, con
ron bien pronto inútiles. La sonrisa, lle­ mucha suavidad. Ha descendido una cria­
gando del espacio, cambiaba las estaciones, tura indescriptible, nos ha mirado a los
invadía el planeta hasta el último confín. curiosos con desinterés, diríase que con
La primavera de la sonrisa. La gente se desprecio..., ha dejado en el suelo la cosa,
agitaba bajo las cosquillas de situaciones y después ha vuelto a subir al disco vola­
distintas, de perspectivas nuevas. Observa­ dor, se ha elevado y ha desaparecido en el
ba el Espacio, miraba el Tiempo, y des­ firmamento.
cubría una nueva dimensión, inesperada, Algunos especialistas pidieron más deta­
impensada, cálida. De pronto la faz del pla­ lles sobre la criatura del espacio. La ma­
neta cambió, y fue una faz distinta, en yoría, empero, se entregó a lo más urgen­
cuanto entró en contacto con otros seres te: el estudio de la cosa.
exteriores, con una época nueva. Con sumo cuidado, sin tocarla, se la miró
La influencia de otros seres creó un am­ al microscopio, se le aplicaron reactivosi
biente poderoso, jubiloso y magnífico. se le acercó un contador Geiger. La cosa
Y fue primavera en la Tierra... no revelaba síntomas de nada particular­
mente alarmante. Era algo nuevo en la
Tierra, un producto evidente de otro pla­
neta, desde luego sin radiactividad. Los

Junio de 1969
La Cosa

En docenas de ocasiones se ha
escrito sobre cosas venidas del es­
pacio. Al hablar de la cosa se han
referido a seres, objetos o entida­
des indescriptibles. Pero esta es la
historia de la primera cosa del es­
pacio llegada a la Tierra, según
las referencias del cronista.
crónicas terrestres / 35
militares y los científicos seguían arrodi­
llados en el suelo, al lado de la cosa, tra­
tando de descifrar aquel mensaje de las
estrellas.
En aquel instante llegó el General Supre­
mo. Avanzó con pasos enérgicos y decidi­
dos, con esa rápida y eficaz zancada del
hombre que está convencido de la autori­
dad de que se halla investido, y que tiene
costumbre de mandar y ser obedecido.
Y se dirigió sin titubeo al grupo de los
investigadores arrodillados.
—¿Qué pasa aquí? —bramó con voz to-
nante.
— ¡Cuidado, mi general! —gritaron los
que investigaban.
Pero el aviso llegó demasiado tarde. La
bota del General Supremo acababa de
aplastar el objeto estelar.
Un olor nauseabundo a letrina, a sulfhí­
drico, terriblemente familiar, se elevó por
toda la plaza.
— ¡Uf! ¡Qué asco! —dijo el general.
—Claro —habló uno de los científicos— .
¡Acaba usted de pisar la cosa!

Octubre de 1989
Cita en el espacio

Tal vez uno de los mayores es­


cándalos en la «carrera del espa-
cio» fuera aquel que se dio en
1969, antes de que los primeros
hombres llegaran a la Luna, en
pleno auge de las citas espaciales.
El cronista recoge un extracto del
mismo, obtenido de los artículos
aparecidos en «The New York Ti­
mes», «Izvestia» y otros periódi­
cos de aquella lejana época.
36 / pgarcía
CONSTERNACION EN EL « CAPRICOR­ rusa que con su compañero. Según Pip­
N IO ». per, las últimas palabras de Travers fue­
Cabo Kennedy, 071069. — Reina gran ron; «Tamara es una rubia sensacional.
confusión entre los técnicos del proyecto Ya os podéis ir, tú y el «Capricornio», a
«Capricornio» pues el astronauta Travers, hacer gárgaras».
después de haber sido lanzado en la cáp­
sula número MCMXXVIII (como se re­
cordará, las anteriores, por causas siem­
pre justificadas, terminaron fallando), en LOS RUSOS HAN PUESTO UN "N IG H T
compañía de Pipper y haber salido al es­ CLUB” E N ÓRBITA
pacio para celebrar cita espacial con aquél, Cabo Kennedy, 7. — Los informes que
le ha hecho saber que no pensaba volver continúa enviando la cápsula «Capricor­
a la cápsula. nio MCMXXVIII», transmitidos por el as­
tronauta Pipper, indican que los rusos de­
ben haber puesto un cabaret en órbita, sin
que la cosa haya trascendido, y que en di­
cho cabaret es donde sus cosmonautas lle­
vaban a cabo las citas espaciales. En el
«night club» orbital sólo había cosmonau­
tas hembras, las cuales han acogido con
gran alborozo la presencia de un hombre.
Pipper señala que el que Travers sea nor­
teamericano no ha tenido ninguna conse­
cuencia, antes bien, todo lo contrario, pues
las rusas también están hartas de la com­
petencia espacial. La última comunicación
recibida en la base a las 6 p. m. indica que
a Pipper, por el micrófono, le llegan los
sonidos de la juerga que su compañero se
está corriendo en la cita espacial.

INCREIBLE: PIPPER SE MARCHA TAM­


B IÉ N DE CITA.
Cabo Kennedy, 7. — La confusión de los
técnicos del Proyecto Capricornio se ha
UNA RUSA EN LA CITA convertido en consternación, al recibir el
Cabo Kennedy, 7. — Al parecer, la nega­ siguiente comunicado de la cápsula: «Tra­
tiva del astronauta Travers a realizar la vers dice que hay chicas de sobra, que
cita espacial con su compañero Pipper se hay tocadiscos y whisky esperando. Creo
debe a que ha coincidido su órbita con la que estoy haciendo el tonto, encerrado
de la rusa cosmonauta Tamara Dundin- aquí, dando vueltas como un imbécil. Me
zev, y ha preferido realizar la cita con la voy con ellos. Adiós».
crónicas terrestres / 37
PARECE QUE LAS COSMONAUTAS TEN­ nadie había preguntado nada; pero, como
TARON A PIPPER. ya se sabe, los Lores se parecen por hacer
Cabo Kennedy, 7. — Los jefes del «Ca­ declaraciones, y él, en cuanto ha podido,
pricornio» siguen tratando desesperada­ ha declarado: «Así aprenderán Rusia y Es­
mente de comunicar con Travers y Pipper, tados Unidos lo mala que es la competen­
pero la cápsula ha quedado en silencio des­ cia, y lo contraproducente que resulta no
pués del postrer mensaje de este último. dejar al Reino Unido regir los destinos
En medio de la confusión y de las llama­ del mundo».
das del Pentágono y las del Presidente pi­ La prensa de la tarde, por su parte, re­
diendo explicaciones, se ha filtrado el ru­ coge unas palabras del director del Obser­
mor de que las cosmonautas rusas estu­ vatorio de Monte Palomar, en los Esta­
vieron tentando a Pipper antes de que él dos Unidos: «Por el telescopio hemos po­
se decidiera a abandonar la cápsula. Un dido ver el cabaret-satélite, y hemos visto
radioaficionado de Gila (Arizona) ha re­ a los americanos y las rusas. Han llegado
gistrado una voz femenina procedente del a los extremos de mayor disipación. Como
espacio que decía: «Vente con nosotras, científicos diremos que lo reprobamos.
Pipper. En el espacio, la noche es joven». Como hombres, simplemente, que se nos
han hecho los dientes largos».

MOSCU, ABOCHORNADO.
Cabo Kennedy, 7. — Apenas producida
la venal escapatoria de Travers y Pipper,
se ha recibido en la Casa Blanca un comu­
nicado de Moscú a través del «teléfono
rojo», expresando su bochorno por la mala
educación de sus cosmonautas, las cuales
tenían órdenes precisas de realizar las ci­
tas espaciales entre ellas, pero no con hom­
bres, y menos, con hombres de la compe­
tencia. «Lo peor —^ha dicho Moscú— es
que el «nigth-club» está fuera de nuestro
control, y si los rebeldes se establecen en
él, en lo siícesivo todos los que vayan de
cita espacial se darán cita allí».

COMENTARIO DE LA PRENSA BRITA­


N IC A
Londres, 8. — «Ya sabíamos que de las
citas espaciales iba a salir algún lío», ha
declarado un Lord del Almirantazgo, al que
38 / pgarcía
IMPERATIVO
CATEGORICO
ARTHUR SELLIN G S
A rth ur Sellings pertenece a la clase privilegiada de
autores británicos que venden sin dificultad sus re­
latos y libros a los Estados Unidos. Com o todo buen
inglés, tiene su residencia de verano on Londres
y la de Invierno en la Costa Brava española, en cuyo
lugar tuvimos la ocasión y el placer 'de conocerle
recientemente. El relato suyo que les ofrecemos en
este número aborda el conocido tema de los robots;
sin embargo, hay que admitir que lo hace de una
manera muy especial... y con un indudable sentido
del humor característicamente británico.

ilustrado por M.* LLUISA PAYTUBf

firmemente— es im artista. —Y luego, como


si tan sólo fuera una consecuencia de lo
dicho, añadió—; Esto quiere decir que tie­
Fue el que el robot dejase de funcionar ne inteligencia e imaginación. Y esto quie­
lo que hizo que las cosas se desbordasen. re decir que ya tiene una cierta ventaja
Y no es porque no hubiesen estado salién­ en lo que se refiere a encontrar un nuevo
dose de cauce durante meses. De hecho, trabajo... ¿no es así, querido?
desde que lo habían retirado de su traba­ Y los grandes ojos marrones de ella le
jo, Marge parecía que había estado desa­ habían mirado de una forma tan cándida
rrollando una campaña... sutil, insistente, y confiada...
y muy propia de una esposa. —Seguro, seguro; una cierta ventaja
Primero había sido: —había contestado él, notando cómo el
—No es culpa tuya, querido, es simple­ alma le caía a los pies. El estar capacitado
mente que el mundo ya no comprende a para tocar el bajo no le parecía ser una
los artistas creativos. gran cualificación para cualquier otro tra­
Y él había contestado modestamente: bajo.
— ¡Oh, xm instrumentista de bajo no es —Naturalmente —^había añadido ella
creativo, encanto, es simplemente un eje­ unos días después—, podrías conseguir un
cutante! trabajo en una orquesta de jazz, ¿no es
—De cualquier manera —contestó ella así, Gilbert? Ahora vuelven a estar muy de
© 1967, Arthur Sellings.
moda —se apresuró a agregar—. Oh, ya sé La memoria de esta primera y última ten­
que no te gusta la idea, pero... tativa le hacía ahora sentirse culpable. Ésta
Él le explicó pacientemente que no era era una de las peores cosas del estar re­
cuestión de no gustarle la idea; era sim­ tirado; hacía que uno se creyera deficiente
plemente que no podía. El tocar jazz no al no tener habilidades para las cuales no
era lo mismo que el tocar música seria, existía ninguna razón, en primer lugar, de
razón por la cual los robots podían apren­ existencia.
der a tocar ésta, y no aquélla... por lo Pero esta vez logró controlarse. Y la si­
menos hasta el presente. guiente vez. Y, mediante un gran esfuerzo,
—Bueno, Phil Tomkys hizo el cambio, la siguiente.
¿no es así? —dijo ella. Pero la tensión subía y subía. Hasta que
Lo que pudo hacer Phil Tomkys y lo el robot dejó de funcionar, una espléndida
que él pudiera hacer, contestó bruscamen­ mañana de primavera. Y entonces dejó de
te, eran dos cosas completamente distintas. subir. Explotó.
El tocar jazz es una cierta habilidad es­ — ¡Además, mientras estaba preparando
pecífica —^y dijo esto último como quien el desayuno! —protestó Marge, echando
habla de reventar cajas de caudales o co­ una ojeada a la masa de metal inerte que
meter un parricidio— y, o bien la tienes, yacía al lado de la mesa de la cocina.
o no la tienes. ¿O es que acaso ella no po­ Gilbert acabó de levantarse. Se restregó
día verlo? los ojos, tratando de despejarse.
Bueno, sugirió ella algún tiempo después, —Llamaré a la Central —dijo, con un
¿acaso no podía dedicarse entonces a com­ bostezo poco apresurado.
poner? —Pero los niños llegarán tarde a la es­
No podía haberle tocado en un punto cuela —contestó ella—. ¡Colin! ¡Michael!
más vulnerable. Pero ella continuó, con una —gritó en dirección al lavabo—. ¡Daos pri­
alegre inconsciencia: sa!
—¿Qué hay de esas tonadas que siempre —No conseguirán nada con apresurarse
estás canturreando? A mí me suenan muy si no tienen el desayuno preparado, ¿ver­
bien, y... dad? —observó Gilbert, con ganas de ayu­
Posiblemente eran de algún otro, le con­ dar.
testó con sequedad. Eran de algún otro, —¿Y qué es lo que crees que estoy tra­
él lo sabía. Diez años de tocar en una or­ tando de hacer? —contestó ella con acri­
questa no le había dejado lugar en su ca­ tud, mientras manejaba desmañadamente
beza para música original. Había aprendi­ los para ella poco familiares aparatos—.
do esto por propia experiencia, porque ¡Tan sólo tengo dos pares de manos!
una vez había tratado de componer un Gilbert lanzó una carcajada y adoptó una
cuarteto para bajo, celeste, grabadora y pose.
guitarra, y aun esta combinación tan poco — ¡Vengan, vengan, vean en cautividad a
usual no había sido suficiente protección la única mujer con cuatro brazos!
contra su subconsciente. Ya casi lo tenía Ella pateó el suelo, con una rabia con­
terminado antes de que se diese cuenta de fusa.
que todo él era fragmentos y retazos de —Ya sabes lo que quiero decir. ¡Buen
oscuras composiciones que había tocado padre estás hecho, puesto ahí, tratando de
en el pasado. ser gracioso, mientras tus hijos llegan tar­
40 / arthur seliings
de a la escuela! ¡Como si los pobrecitos por el suelo, ella realizó aún un último y
todavía no hubieran sufrido bastante últi­ desesperado asalto contra el panel de man­
mamente! dos. Las salsas continuaron derramándose,
Él dejó de reír con brusquedad. pero al caos se unió ahora un trompeteo
—¿Qué es lo que quieres decir con esto? de música de jazz.
—Lo que he dicho. —Apretó desespera­ Alzó sus manos, rindiéndose; se desplomó
damente los tubos de alimentos. Él la miró sobre una silla, y apoyó la cabeza sobre
de mal talante. la mesa.
—Bueno, ¿qué es lo que «los pobrecitos» Gilbert, que permanecía como atontado,
han tenido que soportar últimamente? notó un repentino remordimiento. Tal vez
—Oh, estoy demasiado ocupada para fuera culpa suya, tal vez debería haber
argüir contigo. De cualquier forma, no lo previsto el día en que un ser metálico con
entenderías. un cerebro cristalino se haría con su tra­
—Ah, ¿así que no lo entendería? Tal vez bajo, tal como los robots lo habían hecho
lo entiendo demasiado bien. ¿No será «úl­ ya con el de otros muchos. Apenado, se
timamente»... tan sólo tres meses y trece apresuró a ir al lado del panel de control y
días? trasteó con él.
—Si así lo deseas... —murmuró ella, sin En alguna forma, sus manipulaciones lo­
mirarle. graron el efecto deseado. Los grifos gorgo­
— ¡Como lo pensaba! —explotó él—. ¡Tú tearon al secarse, la música se cortó, y el
me echas las culpas a mí! Desde que me henomat murió en una nube de débiles
retiraron, te has estado metiendo conmigo. quejidos.
¡Pues sí que es un buen estímulo para un La autoestima de Gilbert se recuperó
hombre! Si piensas... ligeramente. Miró expectativamente a su
En su enfado había avanzado un paso ha­ mujer, pero ella no levantó a cabeza; úni­
cia ella. No sé dio cuenta del robot caído camente emitió un desmayado y ahogado
hasta que dio de bruces sobre él. Se quedó hipido.
en el suelo, frotándose el tobillo dañado y ¡He aquí la gratitud! pensó irritado. Bue­
maldiciendo profusamente. no, no era su culpa. Su mirada cayó sobre
—Si vas a seguir diciendo palabrotas el abyecto montón de metal en el suelo;
—dijo su mujer fríamente—, por lo menos era culpa de él; de él, y de los millones de
podrías hacerlo en voz baja. Ya sabes cuán su especie. De repente, toda la frustración
Hnos tienen los oídos los niños. de los últimos meses se concretó en el robot
Se puso en pie, irritado. y ardió en ira. Le pegó una patada. El pie
—Así que ahora soy el corruptor de mis todavía estaba calzado con la zapatilla, y
propios hijos, ¿no es así? Bueno, déjame se hizo daño; pero estaba demasiado moles­
decirte que... to para que le importase. Y la acción, aun­
Pero en aquel momento, del henomat^ el que no dejó ninguna huella en el robot,
artefacto sintetizador de alimentos, surgió trajo un satisfactorio alivio á sus senti­
un chirrido enervante. Su mujer se abalan­ mientos.
zó y movió frenéticamente los controles. Se dio la vuelta y se encontró con que
Ünicamente consiguió abrir diversos grifos Marge había levantado la cabeza y lo mi­
de los que empezaron a manar distintas raba mustiamente.
salsas. Mientras salpicaban y se extendían —Bueno, ahora ya lo he visto todo
imperativo categórico / 41
—dijo— . Un hombre hecho y derecho pa­ —^Debe ser el mecánico del Centro. Yo
teando a un pobre robot indefenso. abriré.
—Y además, cuando está caído —dijo él Pero no era el mecánico.
cáusticamente. Su ira surgió de nuevo— . —Hola, muchacho —dijo una voz gan­
Parece que tienes más simpatías por un gosa. Otra, gentil y aflautada, sonó desde
robot que por tu marido. Es una bonita detrás de un montañoso paquete de fluo-
forma de... rotex—: ¡Sorpresa!
Fue interrumpido por una pequeña ava­ Eran George y Phoebe, los padres de
lancha humana que penetró en la habita­ Marge. Gilbert parpadeó. Esto era lo úni­
ción. co que le faltaba.
—Buenos días, mami —dijeron los niños —He recibido una súbita llamada del
a coro— . Buenos días, papi. cuartel general del partido —dijo estrepi­
¿Había, pensó Gilbert, una pausa, una tosamente George.
pequeña pausa, entre los dos saludos? ¿Y —Así que hemos tomado el primer cohe­
un cambio de tono en el segundo? te para poder estar una hora con vosotros
— ¡Hey, el robot ha estirado la pata! —explicó Phoebe, atisbando por encima de
—dijo Colin. su carga.
—¿Fue éste todo el ruido que se oía, papi? —Ah... eh... entrad, entonces —tarta­
—dijo Michael. mudeó Gilbert.
Gilbert miró ceñudamente. Luego suspiró —¿Algo va mal, hijo? —dijo George, lle­
con vehemencia y arrastró al robot por las vando a Gilbert a un lado, mientras Phoebe
piernas fuera de la cocina. Lo dejó caer se dirigía hacia la cocina.
en el closed del dormitorio, y telefoneó al —¿Mal? ¡Oh, no, nada va mal! —rió de
Robocentro. forma poco convincente— Es que simple­
Dejó pasar un tiempo antes de volver a mente estaba esperando a otra persona, el
la cocina. Vio que los niños ya habían sa­ mecánico del Robocentro.
lido, sin demasiado desayuno, obviamente, —¿Se ha estropeado vuestro robot?
y entonces se dio cuenta del por qué se Malo. La pobre chica estará hasta el cuello
había retrasado un poco: para evitar en­ de trabajo, ¿no? Voy a saludarla.
contrarse con ellos. Así que ahora estaba Volvió rápidamente.
llegando a ese punto. — ¡De verdad que lo está! De cualquier
forma, mamá la está ayudando —guiñó un
ojo cuando, desde la cocina, llegaron soni­
dos de furiosa actividad—. Ella es igual en
II casa. Deja tan poco por hacer a nuestro ro­
bot, que éste está pensando en pedir el re­
tiro. —Se carcajeó: luego, dándose cuenta
Gilbert se había afeitado y vestido, y se de que Gilbert ni siquiera estaba sonrien­
sentía desesperado, cuando sonó el timbre do, cesó abruptamente y pasó a una acti­
de la puerta. No fue con deseos de ayudar, tud que Gilbert conocía muy bien ya, la
ciertamente no tenía ningunas ganas de ha­ grave actitud de hombre a hombre—. Bue­
cerlo, sino simplemente para poder oír de no, ¿cómo van las cosas, muchacho?
nuevo el sonido de su propia voz... de cual­ —¿Quieres decir si es que ya he conse­
quier voz, por lo que dijo: guido un trabajo?
42 / arthur seilings
—¡Cielos, no! Ya sé que no es así de Pero alzó los hombros resignadamente y
fácil. Sé que toma tiempo. Lo que quería se apartó para dejarlos pasar.
decir es, ¿qué tal se van desarrollando esas —¿Dónde está el robot? —dijo el primer
ideas? terapista.
—¿Qué ideas? Gilbert, decidiendo que no le gustaba la
George agitó su cabeza, condoliéndose. forma en que se comportaba aquel indivi­
—Es tan malo como eso, ¿eh? Y no obs­ duo, se dirigió ostentosamente al mecá­
tante, la hora más oscura es justo la que nico.
precede al amanecer. Fíjate en mis pala­ —En el closed del dormitorio, la segunda
bras, he visto ocurrir esto muchas veces. puerta a la izquierda. Lo dejé allí después
En el momento en que un hombre piensa que se descompuso. Molestaba demasiado
que ya no queda ni una sola idea que no en la cocina.
haya pensado otro antes, entonces llega una —Bueno —dijo el mecánico amigable­
verdaderamente importante, de súbito, y mente, y fue hacia allí.
le golpea justo entre los... —Muy mal —dijo el primer terapista,
El timbre de la puerta interrumpió su agitando la cabeza—. Habría sido mucho
elocuencia. Gilbert se escapó aliviado. mejor si lo hubiera dejado donde cayó. La
Esta vez sí era el mecánico, ataviado con actitud de desfallecimiento nos da a me­
el mono gris del Roboservicio. Pero no iba nudo una clave valiosa de la causa de la
solo, descompostura. —Hizo una seña a sus co­
—¿Sí? —dijo Gilbert a los otros tres, legas, y se fueron en seguimiento del me­
cuando trataron de seguir al mecánico ha­ cánico.
cia dentro. Iban también de gris, pero con Gilbert se quedó mirando durante un
’'«stido de calle. Eran jóvenes, con la ca­ largo momento por donde habían desapa­
beza rapada y los rostros decididos. recido, antes de volver a la salita de estar.
—Somos terapistas —explicó el primero —Bueno, ahora ya lo he visto todo —dijo
de ellos. a su suegro—. Tienen hasta psiquiatras
—¿Terapistas? —^repitió Gilbert—. ¡Pero para robots.
si no hay nadie enfermo aquí! Pero George no se sorprendió.
— ¡Ja! Eso sí que es bueno —dijo el pri­ —¿Cómo, no lo sabías? Hace seis meses
mero de los tres, volviendo la cabeza para o más que existen. Es uno de los nuevos
compartir la diversión con sus colegas. campos más interesantes desde hace años.
Luego se volvió de nuevo hacia Gibert—. La televisión no ha hablado de otra cosa.
Naturalmente, somos roboterapistas. —Me lo he debido de perder —^murmuró
—¿Uh? —fue todo lo que pudo decir Gilbert, dándose cuenta de repente de
Gilbert. cuán fuera de contacto con el mundo ex­
—^Yo soy robopsiquiatra —aclaró el hom­ terior había estado, cuán absorbido en el
bre. mundo de la interpretación de la música,
—Yo soy estimulador robosináptico que ahora parecía tan irreal y tan lejos
—dijo el segundo. como una edad histórica.
—Y yo —dijo el tercero, con un orgullo —^¿Ves, hijo? —dijo George encarecida­
contenido— soy coordinador de robomoral. mente— , así es como son las cosas ahora.
Tal como en el cuento de los tres ositos, Especializándose, permaneciendo siempre
pensó Gilbert. ¡De todas las tonterías...! un poco por delante de los robots. Esto es
Imperativo categórico / 43
lo que, debes perdonarme que te diga, tú
todavía no has sabido aceptar. Un hombre
tiene que ser adaptabe. Por ejemplo, mira
el caso del viejo Tom Angel. Fue compañero
de estudios mío; era un sastre de prime­
ra categoría, y pensaba que su trabajo era
seguro como una roca. Pero no lo era. Así
que, después de haber sido retirado durante
algún tiempo, de pronto recordó las pos­
tales de felicitación que la gente se en­
viaba los unos a los otros en los cumple­
años cuando nosotros éramos niños. ¿Y qué
es lo que hace entonces Tom? Va y se re­
gistra como el primero de una nueva gene­
ración de escritores de versos para postales
de felicitación. Y lo que es mejor, nunca
había escrito una línea de verso en toda
su vida. Pero fue el primero en proponerlo,
así que obtuvo los derechos de patente.
¿Coges la idea? Una vez alcanzas que tus
sentimientos se hacen progresivos, ya estás
en camino.
Gilbert reflexionó sombríamente que el
desempolvar una costumbre difunta era
una rara forma de progresar, pero trató
de aparentar interés, sabiendo que George
trataba de ayudar a su manera, tal como
la madre de Marge lo hacía también cuando
traía paquetes de cosas que los cupones se­
manales de un retirado no podían adquirir.
Pero para soportar a ambos se necesitaba
un cierto ajuste.
—¿Comprendes, Gil? —continuó Geor­
ge—. Esto no es nada nuevo. Algo así ha
estado ocurriendo durante centenares de
años, las máquinas desplazando a la gente.
Lo que es nuevo es la escala en que esto
ocurre, porque los robots amenazan los
empleos de todo el mundo.
—Excepto los de los políticos y los ro-
bopsiquiatras —no pudo evitar el añadir
Gilbert.
George pareció dolido.
—No digas eso, Gil. Ah, y no creas que la
44/arthur sellings
política no se está convirtiendo en algo es un consuelo. El partido que lucha por
tan competitivo como todo lo demás. Ima- los derechos de los retirados.
gínate> hasta me han enviado a la escuela, Gilbert alzó interiormente la vista hacia
a mí, a mi edad, para estudiar lo que ellos los cielos.
llaman perspectiva histórica. Armé im es­ —Sí señor —continuó entusiásticamente
cándalo terrible, pero debo admitir ahora George—. Si los tecnócratas lograsen sus
que me fue estupendamente. Hace que un propósitos, la vida de un retirado no val­
hombre comprenda por qué han habido dría un comino. Pero nosotros luchamos
tantos cambios desde que los robots fue­ por sus derechos sin descanso. Fuimos
ron inventados. ¿Sabes? —agitó un dedo nosotros, los Populistas, los que consegui­
frente a Gilbert—, ha habido más progreso mos que cada familia, aún las de los tra­
en los últimos veinte años que en todo el bajadores y retirados, tuviesen un robot
siglo que los precedió. Desde los viajes en propiedad, como un derecho inalienable.
espaciales hasta... bueno, hasta los espa- Gilbert había soportado todo lo que
guetti autoenrollables. podía.
Gilbert se agitó impacientemente. — ¡Al infierno con tus derechos inaliena­
—No veo mucho progreso en el echar bles! —explotó—. Ambos partidos se han
a cinco millones de personas al retiro du­ repartido bien el pastel. Todo lo que os
rante el proceso. preocupa es aseguraros de que las cosas
—Ah, pero hace diez años había quince continúen en la forma en que están. En
millones. Esto demuestra que el reto de cuanto al precioso beneficio de tener un
los robots ha sido aceptado. Porque no es robot, déjame decirte que estaría muy con­
sólo un reto, sino que es también una opor­ tento si no existiesen los robots en ab­
tunidad. Esta es la Edad de la Oportuni­ soluto... ¡por lo menos aquellos que sientan
dad. Todos podemos estar agradecidos al sus posaderas cromoplatinadas en unas no
menos por una cosa; que no estamos vi­ menos cromoplatinadas orquestas!
viendo en el siglo pasado —George se es­ George parecía ahora positivamente mo­
tremeció—. Entonces, si un hombre perdía lesto.
su trabajo, ¡tenía que buscar otro! —Yo... yo... no sabes lo que estás di­
—¿Tenía que buscar otro? Me gustaría ciendo —babuceó—. Vaya, si estás hablan­
tener esa posibilidad. do como... como un Luddita.
—Ah, pero he ahí la cuestión: no siem­ —Oh, lo parezco, ¿no es así? Bueno, dé­
pre era tan fácil. Mientras que ahora, un jame... —Gilbert se detuvo a media frase
hombre no tiene que pelearse por ün em­ y dijo suspicazmente—: De cualquier for­
pleo. Todo lo que tiene que hacer es in­ ma, ¿qué es un Luddita?
ventarlo. —Ludditas —dijo George suavemente—
—Recuerdo que leí eso en el libro —dijo fueron las gentes que destrozaron las pri­
Gilbert, languideciendo rápidamente—. ¿Sa­ meras máquinas automotrices hace doscien­
bes?, ese ilustrado que te dan a cambio de tos años. —Era un concepto que había
tu empleo. aprendido en el curso de Perspectiva His­
—Oh, lo siento —dijo George un poco tórica—. Y si esta es la forma en que...
ofendidp—. Sólo estaba tratando de ayu­ — ¡Espera! —^una luz salvaje iluminó los
dar. De cualquier manera —continuó—, tie­ ojos de Gilbert; acaba de ocurrírsele algo—.
nes un suegro en el partido adecuado, esto ¡Claro, naturalmente! ¿Por qué no?
imperativo categórico / 45
—¿Qué ocurre, hijo? —dijo George, an­ A pesar de su turgencia por salir, Gibert
sioso ahora al ver la expresión en el rostro se encontró escuchando con una incredu­
de Gilbert. lidad fascinada. El terapista sonrió con
Pero Gilbert no lo oía. De un salto alcan­ una mueca profesional, dolorosamente de­
zó la puerta, la abrió violentamente y se dicado.
dio de bruces con el terapista jefe, que —Naturalmente, la próxima vez sabre­
estaba esperando en el otro lado con los mos mejor lo que hacemos, ¿no es así?
nudillos en alto para llamar. Central enviará un reemplazo. Tan sólo
—Bueno... —se sobresaltó el terapista, haga que el nuevo crea que le está hacien­
trastabilleando. do a usted feliz; eso será todo, y las cosas
—^Lo siento —dijo alegremente Gilbert, marcharán nuevamente bien. Tínicamente
haciendo ademán de pasar. una sonrisa, una palabra de agradecimiento
—Pero hay algo que tengo que decirle aquí y allí, ¿eh?
—exclamó el terapista, recuperando su aplo­ Por un momento, Gilbert miró al tera­
mo y el aliento con xm esfuerzo. Tras él, pista con la expresión de un niño que ve
sus dos colegas cerraron filas. por primera vez a un elefante. Después,
Gilbert se detuvo. estalló en carcajadas.
—Bueno, ¿qué es ello? Abrevie, soy un — ¡Naturalmente que le haré saber que
hombre ocupado —se rió alegremente de soy feliz! Soy feliz. ¿Quién no sería feliz
la novedad de sus palabras. viviendo en una era de oportunidad como
—No es un asunto jocoso, me temo —co­ esta? —se dio cuenta de la sobresatada
mentó el terapista, mirándolo algo asom­ cara de George, que le miraba desde la
brado—. Acabamos de pasar una cinta de salita de estar, y lanzó una nueva carca­
reconocimiento por su robot, y los resul­ jada—. Ahora, si a ustedes no Ies importa...
tados han sido tristes, tristes. Deberemos Los terapistas se miraron asombrados
llevárnoslo para una reorientación inme­ unos a otros, y se apartaron mientras Gil­
diata. Vea usted —movió la cabeza en im bert se dirigía hacia la puerta.
gesto grave—, había desarrollado un seve­
ro complejo de culpa.
—¿Complejo de culpa? —^hizo eco Gilbert. III
—Eso es. ¿Sabe usted?, ellos se dan
cuenta de cosas. Y si adquieren la idea de
que sus propietarios no son felices, esto ini­ La Oficina de Categorías contenía la ha­
cia el complejo. Si creen que es su falta, se bitual concurrencia de retirados, aguar­
preguntan qué equivocaciones pueden ha­ dando en la tenue esperanza de conseguir
ber cometido. Reflexionan sobre ello, y en­ algún dato valioso. Gilbert pasó a lo largo
tonces cometen errores. ¡Oh!, errores pe- de todos ellos, derecho al primer cubículo.
queñitos,’ que ni usted ni yo advertiríamos En su interior había un mostrador; tras
en absoluto, pero qué un robot sí los tiene él, un fimcionario robot.
en cuenta, porque sabe que se supone que —Quiero declarar una categoría —anun*
no debe cometer errores. Esto tan sólo le ció Gilbert.
hace sentirse más culpable, y la cosa conti­ —Ciertamente, señor —dijo el robot, ex-%
núa hasta que... bueno, simplemente se trayendo un cuestionario y un sobre de trai
rinde. el mostrador.
46 / arthur sellings
El cuestionario requería los datos del preparado en este complejo mundo. Ahora,
nombre, fecha de nacimiento, número de él iba a enfrentarse con el mundo en sus
retiro del solicitante. Gilbert los llenó im­ propios términos, y...
pacientemente, llegando por fin a la sec­ La máquina emitió un bip, y un trozo
ción titulada: Naturaleza de la Categoría. de cartulina saltó. El robot lo tomó, lo
Atrevidamente, escribió: NEO-LUDDITA. ojeó, y luego levantó sus ojos cristalinos
Se rascó la barbilla pensativo con el man­ hacia Gilbert.
go de la pluma, y añadió: Una oposición —Lo siento, señor, pero su aplicación ha
legal a la economía robótica. sido rechazada.
Sonrió para sí mismo. Ese era un tra­ Gilbert se quedó helado, sin lograr creer
bajo qíie ningtín robot podría nunca ejer­ lo que había oído.
cer. En el casillero titulado Clasificación —La Oficina de Categorías —continuó el
General de la Categoría puso: POLÍTICA. robot— le significa su más sentido pésa­
Colocó el cuestionario dentro del sobre, me, y confía en que esto no le impedirá
tal como estaba indicado, y se lo entregó al a usted el seguir presentado nuevas apli­
robot. caciones. La: Oficina de Categorías...
El robot lo cerró y lo introdujo en una Gilbert interrumpió lo que evidentemente
máquina que estaba a su lado. En uno o era un discurso hecho. Alargó el brazo por
dos segundos, el sobre volvió a salir y el encima del mostrador, y cogió al robot
robot se lo devolvió a Gilbert, que sintió por una de sus metálicas extremidades.
una repentina desazón. —Escucha, tú... tú... bocazas metálico,
—¿Y bien? —^pregimtó. esta aplicación es válida. Nadie tienen nin­
—^Llevará un cierto tiempo comprobar gún derecho a rechazarla. No puedes sim­
su aplicación —explicó el robot—, Esta plemente quedarte ahí y...
máquina envía una copia al registro del —Por favor —el tono inalterable de la
sótano. Allí llevan un fichero completo de voz del robot acentuaba aún más su evi­
todas las categorías. dente embarazo. Condicionado, como todos
—Oh, ya veo —dijo Gilbert, tranquili­ los robots, a no ser nunca hostil a los
zado. humanos, tan sólo podía hacer unos paté­
Mientras esperaba, se dedicó a ojear los ticos intentos de pura forma para soltarse.
carteles colocados en las paredes del cu­ Gilbert suspiró y lo soltó, sintiéndose
bículo. La mayor parte de ellos mostraban avergonzado de sí mismo.
los rostros de inventores de categorías que —De cualquier forma —insistió— deseo
habían obtenido éxito: inventores de em­ ver a alguien acerca de esto.
pleos tales como estabilizador de hidropó­ —El encargado está ya camino de aquí
nicos, adivino cibernético, traumografista... —dijo el robot.
¿Qué diablos podría ser traumografista?, Gilbert se dio cuenta de que el robot de­
se preguntó Gilbert. ¿Un escritor de trau­ bía de haber oprimido un botón de alarma
mas? ¿Alguien que dibuja gráficos de res­ sin que él se hubiera dado cuenta.
puestas traumáticas? ¿Y en qué? ¿Hom­ El encargado llegó rápidamente. Era un
bres? ¿Atomos? individuo grueso y jovial.
Sonrió. El eufonismo de unas vocacio­ — ¡Ah, el señor Gilbert Parry! Acerca de
nes tan especializadas y enigmáticas ya no su aplicación, ¿no es así? Bueno, lo siento
le hacía sentirse desamparadamente mal mucho. No queremos denegar la aplica-
imperativo categórico / 47
48 / arthur sellings
ción de nadie, usted ya lo comprende. Na­ un puesto con salario en unos pocos años.
turalmente, nosotros... —Gracias, no importa —murmuró Gil­
—Naturalmente, nada—dijo bruscamen­ bert. Y abandonó el cubículo.
te Gilbert—. Esta categoría que he pro­ Un grupo que aguardaba esperanzado
puesto es perfectamente admisible. miró a su rostro, y se dispersó.
—Pero, señor Parry... Fuera, caminó sin rumbo. Tan sólo había
—No me interrumpa. Tengo derecho a una cosa que hacer: empezar de nuevo en
ser oído. Ustedes pueden creer que lo tie­ alguna otra líjiea, estudiar y estudiíir hasta
nen todo muy bien atado. Eso es lo que que fuese tan experto en ella como lo era
los dos partidos políticos piensan, pero en tocar el contrabajo.
se equivocan. Ambos apoyan al sistema tal Pero, ¿qué línea? Y, ¿cómo podría estar
cual es. Esto no es suficiente. seguro de que ésta no sería absorbida
—Pero señor Parry, usted no puede... por los robots antes de que él lograra
—Yo puedo. Lo que es más, me propongo hacerse un experto en ella? Y sin embargo, *
probar, si se me obliga a ello, que aún no había otra cosa que hacer sino probar.
bajo el punto de vista del statu quo es so­ Aunque no desembocase en nada, Marge
cialmente necesaria una oposición. Y aho­ no podría meterse con él, por lo menos no
ra, no trate de decirme que no puedo hacer lo podría hacer con justicia. Más que eso,
eso. ni siquiera tendría que seguir soportando
El encargado sonrió. su propio y mordiente sentimiento de fra­
—Pero la necesidad de una oposición caso.
está reconocida. Ünicamente estaba tra­ Viendo una biblioteca, se dirigió hacia
tando de decirle que usted no puede fe- ella. Pidió al asistente, un robot — ¡aún aquí
gistrar esta categoría, porque fue registra­ en un centro de la cultura!—, que le infor­
da hace años< mase. Éste le trajo un grueso manual, muy
— ¡Quél usado.
—Sí, el movimiento de Sólo Humanos, Entre las categorías que listaba, las
como se le llama, es un partido recono­ principales eran aquellas correspondientes
cido, aunque nunca ha logrado ganar una a las viejas ocupaciones que estaban de­
elección ni atraerse muchos adeptos. La masiado íntimamente unidas a la carne,
mayor parte de la gente está demasiado sangre y espíritu, como para ser fácilmente
agradecida por los beneficios que los ro­ abandonadas al robot: medicina, leyes, ar­
bots han traído 9onsigo. Pero el movimiento tes creativas. Bueno, medicina ni pensarlo.
tiene el apoyo del Estado: fondos, oficinas, Él no era ningún timorato, pero no podía
la misma proporción de empleados asala­ soportar la idea de abrir fríamente un
riados con respecto a sus miembros que cuerpo humano. ¿Leyes? Si no podía ar­
los dos grandes partidos. güir con éxito con su propia mujer, mucho
Gilbert ya se dirigía miserablemente hacia menos podría hacerlo con un juez y ju­
la puerta. rado. En cuanto a lo que respecta a las
—Naturalmente —añadió, con ganas de artes creativas, uno tenía que tener una
ayudar, el encargado— podría usted reali­ vocación para ello; ¿o acaso no era así?
zar un trabajo voluntario para el.partido. No, tendría que ser algo completamente
Siempre hay la posibilidad de que sea nuevo, uno de esos campos asombrosamen­
usted capaz de lograr una vacante para te complejos, tal como... ¿qué era aquello
imperativo categórico / 49
que había leído en aquel cartel? ¿Traumo- trataba de entrar fue aún más perturba.*
grafía?. Impulsivamente, lo buscó. dor. Tuvo que echarse hacia atrás rápida­
Si, allí estaba; pero, tras minutos de mente, cuando las estrechas puertas ba­
perpleja lectura y relectura, no pudo ni tientes se abrieron de golpe y dos indi­
t£in sólo llegar a comprender en qué campo viduos macizos las atravesaron con violen­
se encontraba, tan especializado era el mis­ cia, llevando una carga pataleante y chi­
mo lenguaje que lo describía. ¡Infiernos! llona. A través de brazos y piernas en mo­
era aún peor de lo que él había temido. vimiento Gilbert divisó xm viejo rostro de
Hojeó el libro, desanimado. Entonces, de gnomo, rojizo por la frustración. Una vez
repente, un anuncio atrajo su mirada. De­ estuvieron en la acera, los dos gigantones
cía: depositaron en el suelo al hombre con xma
solicitud exagerada, le echaron una mirada
¿RETIRADO? ¡NO SE PREOCUPE! cargada de sentido, y retrocedieron de nue­
ENTRE EN CONTACTO vo al edificio. Uno de ellos reemergió mo­
CON LA OFICINA DE C. P. JONES mentáneamente para lanzar afuera ima mal­
INVENTORES DE CATEGORIAS tratada maleta, que cayó a los pies del
HABITACION 53, EDIFICIO UNIVERSO viejo.
— ¡Conseguiré un mandamiento contra
¡Así que existían caminos! Claro, natu­ ustedes, basura! —gritó la víctima agitan­
ralmente que tenía que haberlos. El siste­ do el puño. Su estatura era tan gnómica
ma había estado funcionando durante años; como su rostro, pero su voz era sorpresi­
tenía que ocurrir que la gente saliese con vamente repugnante—. Un hombre tiene
justamente este tipo de ocurrencias. Jóve­ sus derechos, ¿saben? Yo... yo...
nes avispados, con sus mentes sin cana­ El viejecillo se rindió, como si se diese
lizar en las estrechas orillas de ima profe­ cuenta de la futilidad de lanzar su protes­
sión como la suya, encontrándose en su ta contra unas puertas cerradas. Con un
elemento en este complicado mundo, capa­ suspiro que partía el alma tomó su maleta,
citados para ver la necesidad de im nuevo dio un ultrajado tirón a su chaqueta, y
trabajo aquí, una nueva profesión allá. luego cojeó calle abajo.
¿Pero cómo pagaría uno por un servicio Gilbert lo siguió por im momento con la
así? Los bonos de retiro eran innegocia­ mirada, sintiendo una pimzada de simpa­
bles. No obstante, tenía unos pocos cente­ tía por el pobre viejo. Tan sólo esperaba
nares de créditos en dinero efectivo reser­ que el incidente no tuviera nada que ver
vados para una posible emergencia. Valía con la Oficina de C.P. Jones, que ésta no
la pena probar. fuera su manera normal de tratar a los
clientes. Acallando el pensamiento, entró.
El Edificio Universo, a pesar de su nom­ —¿Habitación 53? —preguntó al portero
bre grandilocuente, era un pequeño y os­ robot—. La Oficina de C.P. Jones.
curo edificio en la parte baja de la ciudad, —Lo siento, señor, pero el señor Jones
que aparentaba tener im mínimo de treinta ya no trabaja aquí.
años de edad. No obstante, se dijo a sí mis­ —Oh, pero, ¿y su oficina?
mo Gilbert, no era correcto prejuzgar el —El señor Jones mismo era la oficina.
contenido por el continente. —Bueno, ¿ha reemprendido su trabajo
Pero el incidente que ocurrió cuando en algún otro sitio, lo sabe usted?
50/arthur sellings
—^No dejó información alguna sobre este Gilbert vació también el suyo y ante su
punto, señor. mirada inquisitiva el viejo contestó:
Gilbert alzó los hombros resignadamen- —Lo mismo que usted.
te, y salió. Así que eso era todo. ¿Y qué Gilbert hizo el pedido.
quedaba ahora? ¿La traumografía? Sintió —Vi lo que le ocurrió allí —aventuró
un escalofrío con el solo pensamiento. Mien­ con simpatía.
tras estaba indeciso en la acera, recordó —¿Lo vio? —el viejo suspiró—. ¡Los la­
el incidente que había presenciado. Bueno, drones! Echar a un hombre después de
aquí había un trabajo. Ellos nunca se atre­ tantos años —se veía tan triste que Gilbert,
verían a fabricar a un robot para maltratar instantáneamente, sintió haber mencionado
a los humanos. Flexionó sus biceps pen­ el incidente.
sativamente... —Es desesperante cuando uno ha traba­
El pensamiento murió miserablemente. jado en el mismo edificio durante casi
Con toda probabilidad, uno debería de ha­ diez años —continuó el viejo.
ber sido inscrito a su nacimiento para po­ —Oh, ¿usted trabajaba allí?
der obtener un empleo tan rudimentario —Yo tenía mi propio negocio: la ofici­
como éste. Suspiró, y echó a andar sin na C.P. Jones.
rumbo. —¿Usted?... C. P. Jones? —la visión de
Al pasar ante un bar, entró tan automá­ Gilbert de unos avispados jóvenes sufrió
ticamente como si fuera un hábito en él, una violenta rectificación.
lo cual nunca había sido asi. Era un bar — ¡Cómo!, ¿oyó hablar de mí? —el ros­
normal, no uno de esos descoloridos lu­ tro del viejo se iluminó expectante.
gares para retirados donde \mo entraba —¿Oír? ¡Iba a verle para saber si usted
con su cartilla de racionamiento. Aquí se podía ayudarme!
tenía que pagar con dinero. Entró y se —¿Realmente? —el señor Jones volvió
sentó en una mesa, pidiendo un escocés a caer en la tristeza—. Ah, bien, tal vez fue
doble al camarero robot. mejor que no me encontrase allí. Le salvó
Hasta el momento en que se movió para a usted de im desengaño.
coger el dinero de su bolsillo, no se dio Gilbert estaba sorprendido.
cuenta de quien estaba sentado frente a —Me desilusionó el no encontrarle. Pero,
él. Era el viejecillo que había visto ser ¿qué quiere decir usted con eso?
echado del Edificio Universo. Estaba mi­ —Bueno, no tenía ni una sola categoría
rando soñadoramente a su bebida, como en existencia. —Hizo una pausa y después,
si fuera una nebulosa bola de cristal. con el aire de uno que se desahoga al con­
Aquello movió a Gilbert a la piedad. fesar algo que llevaba muy adentro, aña­
Y pensar que él se compadecía a sí mismo. dió— : De hecho, hijo, yo nunca logré in­
Por lo menos él tenía juventud. Impulsiva­ ventar una sola categoría... excepto aque­
mente, levantó el vaso hacia el hombre y lla.
dijo: —Oh —dijo Gilbert, cuya simpatía co­
—Brindo por mejores tiempos. menzaba a estar teñida por la sospecha—.
El viejo levantó la cabeza lentamente. ¿Cuál fue aquélla?
— ¡Huh! —dijo. Consiguió esbozar ima —Pues la categoría de inventor de ca­
desdibujada sonrisa y añadió— : Gracias tegorías, naturalmente —el viejo dio tm
—y vació su vaso. bufido—. Tal vez yo no fui muy bueno en
imperativo categórico / 51
mi categoría, pero tenía derechos de título. hombre, en sus manos anudadas alrededor
Aunque parece ser que ya no existe nada del vaso.
sagrado, ni aún los derechos de título. Re­ —Pero yo había pensado que usted ya
visaron mi categoría hace una semana, y había pasado... quiero decir, bueno...
cancelaron mi licencia. Entiéndalo bien, no —Quiere usted decir que por qué me
me quedé sentado, pero, ¿qué es lo que preocupo buscando otro trabajo a mi edad,
se puede hacer? —tomó un desabrido sor­ ¿no es eso? Pues es porque mi mujer no
bo de su bebida—. Ellos tienen la sartén tiene mi edad... ella tiene tan sólo... bue­
por el mango. no, ella dice que tiene tan sólo veintinue­
Gilbert notó un cosquilleo de resenti­ ve años. De cualquier forma, no se tomaría
miento ante tal ingratitud. por las buenas la idea de que yo estuviese
—Me parece —dijo duramente— que us­ retirado.
ted le sacó tm buen provecho a la cosa. — ¡Ah, esas esposas! —mostró su confor­
Son más bien sus clientes los que podrían midad Gilbert—. Las cosas no serían tan
quejarse. malas si no tuviésemos que contar con
El viejo le miró indignado. ellas.
—¿Por qué? No les iba tan mal. Siempre —¿No lo serían? —dijo el señor Jones
trabajé duro por ellos. ¿Era mi falta el que casi con fiereza—. Por mi parte estoy con­
no viniesen ideas? De cualquier forma, no tento de cómo son las cosas. Si no fuera
les costaba nada. Mis honorarios se per­ por Babs, me habría deshecho. Yo era un
cibirían del salario que recibiesen cuando artista del trapecio en los circos. Es así
yo les suministrase la idea. como encontré a Babs. Ella era una bai­
—Oh, —dijo Gilbert. Entonces, el hom­ larina en un espectáculo de feria, yo era
bre no había sido tan voraz. el más viejo trapecista actuante. Pero has­
El viejo emitió una risa apagada. ta yo tuve que dejarlo algún día. Me volví
—Sin embargo, tiene usted razón sobre demasiado inseguro. Si no hubiera sido
eso de que saqué un buen provecho. Su­ por Babs, me habría vuelto vegetativo, y a
pongo que, de hecho, lo hice. estas horas ya estaría en una urna bajo
—¿Pero cómo ha logrado mantenerlo du­ tierra con toda seguridad. Babs tiene sus
rante tanto tiempo? defectos, pero es un incentivo mucho me­
El señor Jones volvió a reír suavemente. jor para un hombre que cualquiera de
—Bueno, era la Oficina de Rehabilita­ esas nobles y amistosas damas. Ellas ne­
ción la que me pagaba mi salario fijo, mien­ cesitan el sentimiento de dominio sobre
tras que era la Oficina del Trabajo a la el hombre: Babs tan sólo desea dinero y
que se suponía que yo debía entregar mis las cosas que con éste puede comprar,
honorarios... naturalmente disminuidos por y ella es feliz así. Y yo también lo soy.
mi comisión. Una vez al año, la Oficina Gilbert se sintió repentinamente dimi­
Contable, o sea un departamento distinto, nuto ante una filosofía tan realista.
enviaba un auditor robot a comprobar los —Bueno, tal vez tenga usted razón. To­
libros. Nunca pensaron en comprobar las memos otro trago.
cuentas unos con otros, supongo... hasta —No, es mi ronda —insistió el viejo. Y,
ahora —^volvió a sumergirse en la triste­ mientras llegaban las bebidas, continuó— ::
za—. Ahora debo inventar otro empleo. Pero estoy hablando demasiado de mí mis-i
Gilbert se fijó en el rostro gnómico del mo. ¿Qué es lo que le pasa a usted?
52 / arthur sellings
Gilbert se lo dijo, y tomaron otra be­
bida. E intercambiaron anécdotas sobre sus
ex-profesiones, y tomaron otra bebida. Y en­
tonces el señor Jones sugirió que fueran
a un bar de verdad.
Y esto inició una peregrinación de bar
en bar, tal cual Gilbert, en su vida sobria,
nunca hubiera imaginado como posible. Ha­
blaban, contaban chistes. Aún la forma en
que les estaba tratando el mundo a ambos
asumió, bajo la influencia de más y más
bebida, el aspecto de im gran chiste.
Se desternillaron sobre el concepto de
traumografía y lo que podía ser, con ex­
plicaciones que iban desde lo anodino hasta
lo obsceno. Esto los llevó a inventar cate­
gorías falsas, un juego que les duró dos
bares y que les acarreó ser expulsados de
un tercero cuando las categorías se vol­
vieron demasiado ultrajantes.
En un bar, en una pausa, pidieron cer­
veza, y tuvo un triste efecto en el hombre­
cillo. Se volvió positivamente melancólico.
Dijo que eran egoístas, que todo el mundo
era egoísta. No debían sentir lástima por
sí mismos, sino por los robots. Revelando
inesperadas profundidades en su carácter,
procedió a recitar lúgubremente:

¿Cómo voy a enfrentarme a las singulari-


Idades
del asombro del hombre y de Dios,
yo, un extraño y asustado
en un mundo que nunca hice?

Afortunadamente, esta fase no duró de­


masiado. Gilbert' ordénó rápidamente de
nuevo whisky, y el resistente hombrecillo
volvió a estar en forma en un relámpago.
Y cuando Gilbert dijo:
—¿Por qué no creamos una misión para
robots, entonces?
El señor Jones se lanzó a la idea con
un raro celo. Por un momento se pregun-
imperativo categórico / 53
taron si esto no podría ser la salvación parla si así lo hubiera hecho; no después
para ambos, hasta que reflexionaron que de su actitud de ayer, y luego encima la
la semana mínima de un robot tan sólo po­ noche pasada. Se sintió lleno de una repen­
dría ser una de ciento sesenta y ocho ho­ tina contricción,
ras, siendo su única función el trabajo; y —Todo va bien —dijo el robot—. Yo mis­
¿quién tendría ningún interés en oponerse mo la avisaré. Me voy a levantar.
a ello? Y en alguna forma consiguió hacerlo, aun­
La noche se volvió más y más salvaje. que no sin la asistencia del robot.
Gilbert nunca pudo estar seguro después —Gracias —le dijo Gilbert. Luego, sin­
de cuándo fue que el hombrecillo quiso tiendo la necesidad de hacer penitencia,
dar una demostración de los mejores pun­ añadió, de una forma un tanto humilde— :
tos del trabajo en un trapecio utilizando Me has hecho muy feliz.
una lámpara de techo. Recordaría más tar­ —Gracias, señor —dijo el robot, inevi­
de que entre ambos bebieron una gran tablemente sin inflexión. Pero cuando re­
cantidad de licor, y que en algún momento pitió las palabras, Gilbert notó que real­
en las primeras horas del día siguiente cayó mente lo sentía. Con su temple penitencial
dentro de im robotaxi. considerablemente sostenido, fue al encuen­
Después de esto todo fue oscuridad... tro de Marge. Y cuando la vio le pareció
más bella que nunca, y se sintió tocado
en lo más profundo. Comenzó a murmurar
palabras de abyecta apología, pero ella lo
IV detuvo con un beso.
—No te excuses, querido; fue todo mi
culpa. Si no te hubiese estado importu­
Fue el rojizo relumbre del sol a través nando no hubieras actuado de esta for­
de sus párpados lo que le despertó. Se arre­ ma. —Lo guió hasta una silla—. Aquí. —Le
bujó con im gruñido. Oyó correr cortinas, sirvió una taza de café cargado— . ¿Qué es
y se sintió agradecido por la penumbra. lo que quieres para desayunar?
Una fígura se movió cerca de él. —^Ya tengo bastante con esto, gracias
—¿Eres tú, Marge querida? —gimió. —dijo débilmente.
—No, señor; soy su nuevo robot. Ella asintió, adquiescente.
Sostenía un vaso con algo que burbu­ Sintiéndose empequeñecido por tanta
jeaba. Gilbert lo tomó ansiosamente y lo comprensión, Gilbert rebuscó en sus bol­
bebió de un trago. sillos un cigarrillo. Con el paquete salió
—Ajá, esto está mejor. un trozo de papel. Lo miró. Decía simple­
—¿Querrá algo más, señor? mente: Trazador de Paralajes Vmbrológi-
—No, gracias. —^Un miedo repentino lo cos. ¿Pero qué infiernos quería decir aque­
atenazó—. Sí, sí, otra cosa. ¿Y mi mujer? llo? Y además estaba escrito con su propia
—La señora Parry me ordenó que la letra. Entonces, un débil recuerdo reptó
avisara tan pronto como usted estuviera de entre la confusión de la noche anterior.
despierto —dijo el robot. Se quedó mirando las palabras, repitiéndo­
Gilbert respiró aliviado. Por vm momento las una y otra vez para sí mismo, entre
había tenido el pensamiento de que Marge sorbos de café. Entonces, de repente, vio
podía haberle abandonado. No podría cul­ la luz.
54 / arthur sellings
— ¡Claro, esto es! —exclamó, y dio un —Esto... bueno, esto tampoco es fácil
respingo. A pesar de haberle suministrado de describir. Verá...
una respuesta, su cabeza todavía no podía —Comprendo —dijo conciliador el fun­
soportar esta cantidad de excitamiento re­ cionario— . ¿Podríamos decir, tal vez, sín­
pentino. tesis? En estos días esta definición nos sir­
—¿Qué ocurre, cariño? —susurró Mar- ve para cubrir una gran multitud de ca­
ge—. Ten, tómate un calmante. tegorías.
Se levantó bamboleante. —Oh..., ah, sí, sí; definitivamente, es una
—Oh, no seas tan noble y posesiva —^hizo forma de síntesis.
una mueca y la besó rápidamente—. No El director asintió y llenó el casillero.
te preocupes por mí, querida. Acabo de ver —Tan sólo hay otra cosa. La Oficina de
la luz. —Terminó su café con prisa—. Ten­ West Town ha admitido ya esta mañana
go algo urgente que hacer. una petición por, eh... —consultó una hoja
La besó de nuevo, y salió corriendo. de papel que llevaba en su mano— un Co-
rrelacionador de Paralajes Umbrológicos.
Esta vez escogió un cubículo diferente, Acaba de llegar en un comunicado. Bien,
para estar más seguro, y rellenó su cues­ usted deberá probar, si fuera necesario,
tionario con una mano experta, si bien un de que las dos funciones son distintas y
tanto temblorosa. separadas.
Y esta vez el funcionario llegó sin ser Por un momento Gilbert dudó del testi­
llamado. El director en persona, como se monio de sus propios oídos. Entonces ¿exis­
presentó ante Gilbert. Tenía en su mano tía realmente algo denominado Umbrolo-
H copia del cuestionario. gía, en la cual aparecían paralajes? Y en­
—Me alegra conocerle, señor Parry tonces se dio cuenta...
—dijo—. Trazador de Paralajes Vmbroló- —¿Acaso será un tal señor C. P. Jones el
gicos. Ah, sí, muy interesante. ¿Y. qué es que la ha presentado?
exactamente eso? —Pues sí. Entonces, ¿se conocen el imo
Con una calma que le sorprendió hasta al otro?
a sí mismo, Gilbert contestó: —Nos deberíamos haber encontrado esta
—Bien, entraña investigar los grados de mañana —mintió firmemente Gilbert— para
paralaje que se presentan en las investiga-, presentar conjuntamente nuestras catego­
ciones umbrológicas. No es fácil explicarlo rías. Uno de nosotros debe haberse equi­
en unas pocas palabras, pero... vocado de oficina. Vea usted, la umbrolo-
—Naturalmente —dijo comprensivamen­ gía ha sido nuestro trabajo de por vida,
te el 'iire «o r—. Pensé que probablemente en nuestras horas libres, naturalmente.
sería demasiado complejo para que yo Pero un trazador de paralajes es algo com­
pudiese entenderlo. Pero usted dejó por lle­ pletamente distinto a un correlacionador
nar la clasificación general. Yo mismo pue­ de paralajes. De hecho, son dos funcio­
do hacerlo por usted en el fotostato... nes enteramente opuestas. Opuestas, pero
—miró inquisitivo a Gilbert, con su pluma mutuamente dependientes, si es que usted
preparada. me entiende. Comprenda, un paralaje tan
Por un momento Gilbert se sintió him- sólo puede ser correlacionado en oposición
dido, maldiciéndose a sí mismo por haber dialéctica y conjunción a y cuando está
dejado pasar aquel punto. siendo trazado —Gilbert estaba comenzan-
Imperatlvo categórico / 55
do a divertirse— . Poniéndolo en una forma
más simple...
—Está perfectamente claro —dijo el di­
rector—. Me ocuparé de que la distinción
sea tenida en cuenta. Su título le será en­
viado por correo en unos pocos días. Pero,
si están ustedes trabajando en el mismo
campo, ¿no sería mejor que compartiese
el local con su amigo, el señor Jones? ¿Por
lo menos provisionalmente?
—Claro, naturalmente —dijo Gilbert—.
Pensándolo bien, permanentemente. Nos
ahorraría una buena cantidad de retrasos
en nuestro trabajo.
—Claro que sí. Bueno, el señor Jones ya
habrá recibido la concesión de una ofici­
na. Espere un momento, pediré la direc­
ción a West Town.

Era una nueva oficina en un nuevo edi­


ficio. Cuando Gilbert entró, el señor Jones
estaba arreglando unos muebles de buen
estilo. El hombrecillo se irguió, iluminando
su mirada.
—Hola, muchacho. Así que entonces me
encontraste.
—^Viejo vagabundo. Casi me estropeaste
la jugada.
El viejo rió silenciosamente.
—Bueno, todo está permitido. De cual­
quier forma, ayer por la noche no me diste
tu dirección, y no sabía que tendrías la
misma idea. Recuerdo que nos reímos mu­
cho de ella y que dijimos que era una
de las mejores categorías que se nos ha­
bían ocurrido, por lo menos de las que
dejan imprimir. —^Rió nuevamente—. De
todas maneras, cambié el principio para
darte una oportunidad.
Gilbert palmeó al viejo en la espalda.
—Es más de lo que yo pensé en hacer,
debo admitirlo. Pero no recuerdo que tú
tomases también nota —sonrió— . Tan sólo
logro recordar que yo sí lo hice.
56 / arthur sellings
Dio una ojeada a la oficina, y sintió una la noche pasada? ¿Traumografista? Bueno,
repentina punzada en la conciencia. ¿cuántos traurhografistas hay en el mundo?
—Naturalmente, estamos estafando, ¿no Digamos que tan sólo hay uno, que es lo
es así? más probable. Entonces tan sólo él sabe lo
—¿Estafando? —dijo el hombrecillo, fin­ que está haciendo. De cualquier manera, si
giendo muy bien, peasó Gilbert, su indigna­ se dan cuenta antes de que hayamos lle­
ción—. Yo no lo estoy haciendo. Tal vez gado a ninguna parte, entonces simplemen-
estemos anticipándonos un poco, pero eso . te comenzaremos en cualquier otra línea.
es ima cosa competamente distinta. Para El campo es enorme.
comenzar, ya he buscado Umbrología. No Pero, se dijo a sí mismo Gilbert, ¡si real­
existe tal palabra... todavía no. Lo más mente pensaba lo que decía! Y, lo que era
aproximado a lo que he llegado es que sería más, su confianza era contagiosa. Era asom­
una ciencia sobre las sombras. Ahora, todo brosa también la forma en que el viejecillo
lo que tenemos que hacer es encontrar los no se preocupaba en lo que se refería a
paralajes. su edad. Hablaba como si fuera inmortal,
—Pero... ¿lo dices seriamente? —pregun­ como si su capacidad no conociese límites.
tó Gilbert. Ahora, allí de pie, con su cabeza inclinada
—¿Seriamente?... ¡Por supuesto que sí! hacia un lado, realmente parecía como un
¿Qué podemos hacer si todavía no hemos gnomo de edad indefinida, infatigable y con
logrado ponernos a tono cdn nuestra cate­ recursos infinitos.
goría? ¿Quién fue más grande como hom­ —De cualquier forma —dijo el señor Jo­
bre, el indio sentado inmóvil en el lugar nes—, no voy a dejar que todo esto ocurra
donde había nacido o Colón, que salió a sin hacer nada al respecto. Vamos —su son­
buscar un lugar que nadie sabía que exis­ risa casi partía su rostro en dos—, no estés
tiese? Simplemente tenemos que tener la ahí parado; nuestro robot no ha llegado to­
misma clase de fe que tuvo Colón. Tú tie­ davía. Dame una mano con este archivador.
nes cerebro. En cuanto a lo que a mí res­ Lo vamos a necesitar...
pecta, yo siempre hallé más fácil ganarme
la vida en un trapecio, pero no soy ningún
tonto. Mi cerebro ha estado muy bien pre­
servado todos esos años, balanceándose a
treinta metros de altura sin nada que ha­
cer. ¡Oh!, tal vez no haya sido nada espec­
tacular en mi última categoría, pero es que
no era nada específico. En la umbrología,
creo que hemos conseguido algo en lo que
de verdad podemos hincar el diente.
—Pero ellos se darán cuenta —dijo Gil­
bert acobardándose.
—Valor, mi amigo, valor. El mundo es
tan complicado estos días, y cada uno está
tan especializado, que nadie puede estar
seguro de lo que es verdadera realidad y Título originnl:
de lo que no lo es. ¿Qué era eso que dijiste CATEGORICAL IMPERATIVE
Traducción de B. García Mutiñó
imperativo categórico / 57
LOS
FUGITIVOS
L U IS -E D U A R D O A U T E
Pintor, compositor, cantante, y ahora escritor, Luls-
Eduardo Aute nos recuerda a uno de esos genios
medievales que sobresalían en todos los campos del
arte humano. Por eso, cuando recibim os de él este
sorprendente cuento, mitad relato, mitad poesía, no
vacilamos en pedirle que nos hiciera también la Ilus­
tración. Y no nos ha defraudado en absoluto.

ilustrado por el autor

Adán y Eva constituyen un matrimonio norm al, aparentemente feliz.


La única sombra de esta unión es la falta de hijos.
Por lo demás,
todo es normal.
Se aman, más o menos. Él trabaja en una importante agencia de publi­
cidad como director artístico
y ella se cuida de la casa.
Todo es normal.
Hace dos años que están casados y viven en un moderno apartamento
en una calle muy céntrica.
Muy céntrica.
En medio del ruido de los coches y de las luces nocturnas y de las voces
de la gente.
Y aquí empieza la tragedia.
© J968, Luis-Eduardo Aute y Nueva Dimensión.
La falta de unos hijos, de unos hijos que gritan, lloran, preguntan, lle­
nando toda una casa de carne de hijo, se nota.
Se nota en el silenbio interno y en el ruido externo.
Esta horrible ciudad.
Esa ho-rrible calle.

Eva espera la llegada de Adán.


Quiere decirle algo.
«Adán, no puedo soportar quedarme sola en casa todos los días. Me
aburro mucho. No sé qué hacer. Y además esta ciudad me intoxica,
me encuentro enjaulada, no puedo respirar. Me volveré loca. Debemos
huir.»
Adán le responde:
«Tienes razón. La gente deberá de estar loca quedándose a vivir en la
ciudad. También he pensado en huir. Debemos de hacerlo. Hay que
olvidarse de todo y preocuparnos por la única razón, la única verdad
de la vida.
Vivir.»

La noche está encima.


Y hace un calor pegajoso.
Adán conduce su coche con una gran pasión.
Pasión por dejar atrás inmediatamente esa absurda y mecanizada
Ciudad.
Eva está junto a él y le agarra de la mano con gratitud.
Se miran y sonríen alguna vez.
Son felices.
«Eva, jamás pensé que sería capaz de abandonarlo todo por nada.
¿Tú saises qué hacemos y adonde vamos?»
«No lo sé. No debemos saberlo. Hay que seguir hacia adelante
sin parar,
sin parar.»
El depósito de gasolina está lleno.
60 / luis-eduardo aute
Un hombre y una mujer huyen del Método, de la Rutina, de la
Máquina,
de las horas.
Un hombre y una mujer buscan un prado donde haya un bosquecillo,
unas flores, un cielo, una tierra, un abandono.

Un alarmante estruendo se desencadena en el firmamento


... y llueve.
Tormenta de verano dibujada en el parabrisas.
Han pasado varias horas y Adán está cansado de conducir.
Además la lluvia no le permite ver.
Decide adentrarse por un antiguo camino.
Adán y Eva salen del coche, se sujetan de la mano y corren, locos,
perdidos,
libres,
empapados,
humanos,
y penetran en las tinieblas de un negro capricho.

Eva abre los ojos.


Le duelen los párpados y las pupilas.
Encuentra a su marido junto a ella; todavía duerme.
Eva se levanta y observa extrañada el onírico paisaje
en el que se encuentran. Es un bosque de altos árboles transparentes
y rayos de sol que taladran el follaje.
Es un decorado de alucinación. Hay un arroyuelo que coquetea por
unas hierbas salvajes.
Y mariposas exhibiendo sus violetas, carmines y cadmios.
Eva despierta nerviosa a Adán.
Se desprenden de sus ropas para formar parte de la Naturaleza.
Y se funden con ella.
El bosque es inmenso y no hay signos de civilización.
Adán y Eva se construyen un refugio provisional.
La felicidad de la pareja no tiene límites ni horas.
los fugitivos / 61
H an encontrado su Paraíso perdido.
H an encontrado la verdad de la tierra,
la verdad de la vida.
Vivir.
Adán y Eva se aman.
Luego duermen.

Adán se despierta.
Tiene hambre.
Va a buscar alimento para él y su mujer.
Encuentra un fecundo manzano.
Tiende su mano para tomar unos frutos.
Se los lleva a la boca.
Adán se sorprende ante la aspereza de los frutos.
Los mira detenidamente.
Son
de
plástico.

Adán, enfurecido, va tocando con sus manos todo el manzano.


Y todo es artificial.
No puede ser — piensa— , esto es un truco.
Y ve a unos pocos metros un espléndido rosal.
Esas flores tienen que ser reales. Adán se revuelca encima de ellas para
olerías, para sentirse acariciado por su verdad.
Pero también
son
de
plástico.
Es absurdo; no puede ser.
Es de locos.
Ha sido un engaño.
Y Adán ha abandonado su trabajo, su casa, su Ciudad artificial para
C a e r en otro artificio mayor.

62 / luis- eduardo aute


Adán se desespera y siente ira por todo.
Necesita destruir, destruir.
Nada que no sea verdad debe perdurar.
Y Adán se ocupará de destruirlo todo.
Hasta lo único que ama.
Eva.

Adán encuentra a su mujer, majestuosa,


bañando su cuerpo en el arroyuelo.
Adán toma una aguda roca entre sus brazos y la estrella
contra el cuerpo de Eva.
Yace Eva ensangrentada con el abdomen abierto.
Adán, aturdido y enamorado, se acerca a su mujer.
Observa la enorme herida.
La enorme herida deja ver en su interior una máquina compleja.
E va...
es...
u n ...
robot.

Caóticos ensueño y realidad,


realidad y ensueño.
Verdades y m entiras, carne y metal.
Nunca se sabe.
Y Adán ha perdido el juicio.
Y el hombre la dignidad de hombre.
Y la Máquina es un dios humano.
Pero Adán ¿será hombre o máquina?
Si es hombre, será culpable de un homicidio.
Si es m áquina, no lo será.
Pero ¿quién sabe lo que es Adán?
Nadie.
Tendríamos que abrirle.
Pero Adán ha perdido el juicio y no se deja abrir.
los fugitivos/63
Él dice que ama la poesía,
y la Naturaleza,
y el amor,
y las palabras y los pensamientos.
Tiene que ser un hombre.
Pero podría ser un robot como Eva.
Eva amaba a su marido.
6 /) 86) : 5 / —TE QUIERO— ’ ; 2 ; / - 68 /’ % — TE QUIERO - ’ ;
9-5 % /);4 9 .
ADÁN.
Al revés: NADA.
Adán es un robot.
Nada es un hombre.
Adán ha perdido el juicio.
VIVAN los cerebros electrónicos!
VIVAN las tuercas y los electrodos!
VIVAN los robots!
MUERAN los hombres!
M Á Q U I N A S
Diez,
Nueve,
Ocho,
Siete,
Seis,
Cinco,
Cuatro,
Tres,
Dos,
Uno,
Cero.

64 / luis - eduardo auts


SO LO
POR
FANZINE-
D IV E R S IO N
J A N E T FOX

Cuando sonó el teléfono, Jodie apretó el —De acuerdo. ¿A la hora de siempre?


botón de «un momento, por favor» y corrió —^Ajá.
al tocador a pasarse un peine por su rojizo La pantalla se apagó y Jodie conectó el
cabello y a dar un toque de color cobre a interfono a la habitación de recreo. Cuando
sus labios. El videófono era una molestia, la cara pálida y de ojos hundidos del úl­
pero se alegró de ver aparecer el bronceado timo gigolo apareció, dijo impacientemen-
rostro de Ty en la centelleante pantalla. te:
—Ty, hacía años —dijo ella. —Quiero hablar con mi madre.
—Lo siento, chiquilla, pero me ha llevado —Sí, querida —la madre de Jodie apla­
un tiempo el salir de mi última. nó con la mano su revuelto cabello color
—¿Cuatro días enteros? mostaza.
—Ajá. Dime, ¿te alegras o no de verme? —Sólo quería decirte que voy a salir.
—Caro que sí, Ty; sólo que he estado en­ —¿Otra vez?
cerrada en casa aburriéndome mortalmen­ —También tengo que divertirme un poco,
te y... ¿no? Tú siempre consigues hacerlo.
—Y esa es la peor forma de morirse —Supongo que sí. Bueno, que te divier­
—bromeó Ty—. Te he llamado para salir tas; ya nos veremos.
esta noche. La pandilla va a la cumbre de —Gracias.
la montaña Salvation y quería que vinie­ Apagó el interfono y comenzó a arre­
ses. ¿De acuerdo? glarse para la noche. Finalmente se deci­
© 1966, Letand Sapiro.
dió por un ceñido conjunto dorado que —Nadie me va a ganar a llegar primero
la cubría como una segunda piel. a la cumbre —dijo Ty tozudamente.
—Cuatro días de no hacer nada —se dijo El coche aceleró, lanzando tras de sí
para sí misma—. Tal vez consiga quitarme espirales blancas de polvo y grava. El mo­
el mal humor y pasar un buen rato esta tor protestaba agudamente por la gran pen­
vez. diente de la subida, pero el pie de Ty se
Sonó el campanilleo de un timbre: Ty clavó en el acelerador.
estaba en la ventana de automóviles. Tan —^¿Contenta de haber venido? —le pre­
, sólo un fácil paso la llevó a través de ésta guntó al oído.
al interior del vehículo. Jodie se acurrucó Jodie asintió con la cabeza y contempló
apoyándose en el hombro de Ty, y el ruido cómo la oscura floresta volaba por las
del motor del coche rasgó una herida en ventanas. En la cumbre había un ancho
el silencio de la noche. espacio dominando im abismo cortado a
A medida que el coche, de color azul pico. Una barrera blanca marcaba el bor­
acero y forma de proyectil, avanzaba ve­ de; Jodie gritó mientras se agrandaba al
loz por las calles, otros vehículos se iban acercarse, luminosa en la luz del anoche­
reimiendo con él, todos ocupados por jóve­ cer.
nes parejas. — ¡Ahí vamos! —gritó Ty mientras el co­
—Muchacha, míralos —dijo Ty—. Esto che chocaba contra la valla y colgaba sus­
va a ser divertido. pendido, por un momento, sobre las pro­
Llegaron a la montaña Salvation después fundidades.
de diez minutos de rápida csirrera, y Ty No había nada como la sensación de
puso el pequeño pero salvaje coche en la caída. Los cabellos de Jodie se pusieron de
estrecha y retorcida senda de grava que punta y se abrazó al cuello de Ty en una
llevaba a la cumbre. Un automóvü negro convulsión de miedo y placer. Agarrados,
y plateado se colocó inmediatamente de­ cayeron juntos a través del espacio; luego,
trás de ellos y luego trató de adelantarlos, con la aceleración de su largo descenso,
con su poderoso motor rugiendo. golpearon contra la ladera de la montaña,
— ¡Cuidado! —chilló Jodie. como estrujados por ima mano gigantesca.
Ty hizo una finta a la izquierda. Metal Jodie vio cómo el panel de mandos, de
chocó con metal, pero el otro conductor acero, saltaba hacia su cara.
tan sólo saludó con la mano, con el rostro
partido por una amplia sonrisa. Abrió los ojos y lo primero que vio fue
—Nos va a adelantar —^protestó Jodie. ima jarra llena de agua y un florero con
—No, no lo va a hacer. —El coche azul rosas blancas. Un joven médico estaba es­
dio bandazos locamente, cerrando el paso tudiando un gráfico a los pies de su cama.
al otro. Con un chirrido de las ruedas, el —Hey —dijo ella, sentándose en el lecho.
automóvil negro dejó la carretera y se des­ —Hola. No ha perdido usted tiempo en
plomó por el lado del abismo. Cayó dando despertar.
saltos como si fuera un juguete, estallando —Es mi novena vez —dijo Jodie orgu­
en un fuego que parecía del tamaño de llosamente.
una cerilla allá, muy abajo. — ¡Una veterana, y a su edad! Déjeme
—Muchacho —dijo Jodie—, esto sí que llamar al doctor May.
ha ido justo. Jodie apartó la sábana y observó su
66 / janet fox
cuerpo. En realidad no esperaba ver nin­ —Brindo por todos mis jóvenes amigos
guna cicatriz, pero sin embargo... y pacientes —dijo el Dr. May apurando
—He aquí a mi paciente favorita. su copa.
—Hola, Dr. May; me alegra verle. La mente de Jodie sustituyó maliciosa­
—Se despertó más pronto de lo que es­ mente estas denominaciones por las de
perábamos —dijo el joven médico. «conejillos de indias y experimentos». Ha­
—¿Por qué no? —sonrió el Dr. May—. cía tiempo que había adivinado la fría
Ella es un especimen joven y saludable. mente clínica tras ese alegre exterior. ¿Qué
—Vi cuando la trajeron —insistió el jo­ mayor reto podía haber para un médico
ven médico. que el revivir a los muertos? Debe ser emo­
—Es un novato —dijo el doctor May rién­ cionante para él el hacerlo, pensó.
dose—. Simplemente porque tenias la espi­ Tras dejar el hospital, la pandilla se di­
na dorsal fracturada, el cráneo abierto, un vidió en parejas que se alejaron en distintas
fémur seccionado... direcciones.
—Maldición, no fue tán malo como la —Bueno nena, ¿qué quieres hacer ahora?
vez pasada —dijo Jodie—. Aquello sí que —No lo sé. Hagámoslo de nuevo, Ty.
fue un verdadero lío. —¿Morir? i?ero si acabamos de salir de
—No hay lío que no podamos deshacer ello! Francamente, estaba pensando en pa­
los médicos —contestó el Dr. May sonrien­ sar algún tiempo solo contigo en tu habi­
do serenamente. tación de recreo y...
—¿Dónde están Ty y el resto de la pan­ Jodie apretó fuertemente el brazo de él,
dilla? clavándole las uñas.
—Todavía inconscientes. No tienen tu —No, hagámoslo otra vez. Quiero hacer­
temple, señorita. lo. ¿Por favor?
Cuando se marcharon Jodie se levantó —Bueno, de acuerdo, niña. Desde lue­
y se vistió, demasiado impaciente para per­ go, te gustan las emociones.
manecer en la cama por un momento más. —Seguro; vamos.
Se miró en el espejo para aplicarse maqui­ Jodie lo arrastró hacia la cinta.
llaje. Su rostro seguía siendo el mismo. —Iremos al río —dijo— . No nos hemos
Era curioso el que la muerte no cambiase ahogado nunca. Será divertido.
en nada el aspecto de ima persona, aimque El cabello de Jodie volaba tras de ella
ésta se prendiese fuego y corriese contra mientras el camino rodante los llevaba a
el viento como una antorcha llameante, o través de la ciudad, hacia el puente de
se subiese a lo alto de un edificio para acero que formaba un arco sobre el hori­
saltar y aplastarse contra el cemento allá zonte, como si fuera ima telaraña metáli­
abajo. ca. Finalmente dejaron la cinta y se colo­
—No hay emoción superior a la emoción caron en una de las plataformas de diver­
de la muerte —se dijo a sí misma. Pero sión que se alzaban sobre las oscuras
todavía estaba inquieta, y deseaba que Ty aguas profundas. Todos decían que el aho­
y el resto se despertasen. garse era una clase de muerte especial.
Espero que sí, pensó Jodie.
Cuando los demás se hubieron levantado. —¿Preparada? —^preguntó Ty, enlazan­
Jodie se unió a ellos para la fiesta de re­ do su cintura con im brazo—. ¡Esto va a
cuperación en el salón del hospital. ser divertido!
sólo por diversión / 67
juntos cayeron a través del espacio, pero
el golpe con el agua arrebató a Jodie del
abrazo de Ty. El río estaba helado. Jodie
lo podía notar burbujeando por las ven­
tanas de su nariz y su boca abierta.
No hay remedio, se dijo a sí misma cal­ Pocos fanzines nos llegan
madamente, todavía estoy aburrida. El co­ procedentes de! Canadá, pero
nocimiento comenzó a abandonarla, y notó el Riverside Quarterly nos
cómo sus articulaciones se relajaban. compensa de esta falta. Con­
¿Qué haré mañana?, se preguntó. Sí, ¿qué tinuador de Inside, fanzine
que mereció un premio Hugo
es lo que haré? por su calidad, el Riverside
Quarterly no ha desmerecido
en nada a su predecesor. En
sus páginas aparecen fre­
cuentemente nombres de tan­
to prestigio como Kris Nevi­
lle, Algis Budrys, Alexei Pans-
hin, Jack Williamson, Thomas
Disch, Reginaid Bretnor, etc.,
e ilustradores del calibre de
Charles Scheeman, del que
pueden admirar el dibujo de
la portada que reproducimos.
Obras tan sobresalientes co­
mo «Heinlein in dimensión»,
de Panshin, que ha levantado
una tremenda polémica en los
Estados Unidos, han visto en
él la primera luz.
Es por todo ello que hemos
decidido Iniciar con él, y con
el relato de Janet Fox apare­
cido originalmente en el nú­
mero cuya portada precisa­
mente reproducimos en el si­
guiente artículo, este aparta­
do de nuestra revista en el
que trataremos de ir presen­
tando, de una manera siste­
mática, lo más destacado de
lo escrito por fans (no profe­
sionales) de todo el mundo.

Título original:
JÜST FOR KICKS
Traducción de M. Sobreviela
68/ianet fox
Acerca de los fanzines

UN MUNDO PARALELO:

EL FANDOM
El tema de los mundos pa­ obligados a usar en un par de por el momento, un tercer tér­
ralelos es uno de los clásicos ocasiones: fandom, contrac­ mino: fanzine o fan magazi-
en la literatura de ciencia fic­ ción de fan Icingdom o reino ne, otra de las contracciones
ción. ¿Quién no ha leído algu­ de los aficionados, y que po abreviatorias a las que tan
na historia sobre mundos re­ dría definirse como el conjun dados son los anglosajones y
sonantes, universos sincróni­ to de todos los aficionados que significa revista de aficio­
cos, conjunciones en el espa­ y, al mismo tiempo, de todas nado, o sea la que, sin afán
cio-tiempo, ucronías o utopías sus actividades, ya sean pu­ de lucro, pues lo cierto es
colindantes? Y sin embargo, blicaciones, reuniones, clubs, que pocas de ellas arrojan ba­
el lector medio de fantasía convenciones, etc. Es, pues, lances monetarios positivos,
científica, aún el adepto que el universo en que se mueve tal vez ninguna, edita un fan
busca y colecciona todo lo el aficionado o fan. para que le sirva de tribuna
aparecido que tenga una re­ Nos encontramos aquí con desde la que dar a conocer
mota relación con este cam­ la segunda de las palabras sus ideas, sus críticas y sus
po literario, desconoce la que tratamos de definir: fan relatos.
existencia del fandom, verda­ o aficionado, siendo éste Pues uno de los principales
dero mundo paralelo dentro aquel que dedica una buena atractivos que presenta la
del género. parte de su tiempo, energías, edición de un fanzine es pre­
Ante todo deberemos dar y hasta capital, a la ciencia cisamente ése, el ser editor
la definición de algunos tér­ ficción, en una forma no pro­ y por tanto no responder ante
minos que aparecerán m últi­ fesional. Al llegar aquí, quie­ nadie, dentro siempre de los
ples veces en los párrafos ro hacer un inciso para recal­ límites permitidos por las le­
que siguen, pues el fandom, car uno de los conceptos que yes de cada país, de lo que se
en su asombrosa vitalidad, acabamos de citar, el de la publique y, sobre todo, poder
ha dado lugar a la creación dedicación: en efecto, a mi publicar esa historia q u e
de una serie de neologismos modo de ver, ésta es la ca­ siempre ronda la cabeza de
que, extendiéndose a todos racterística que señala y de­ todo fan y que en su fuero
los países, forman una verda­ fine al fan del simple lector interno compara cualitativa­
dera lengua internacional de amante del género: su entre­ mente con las mejores del gé­
uso exclusivo de los «inicia­ ga total, que llega en ciertos nero. A través del fanzine to­
dos». casos a deformarse convir­ dos podemos ser Bradbury,
Empezaremos por una pala­ tiéndose en monomanía. Heinlein o Asimov... hasta
bra que ya nos hemos visto Por último necesitaremos, que lleguen ios loe.
artículo / 69
por correo viajan lentamen­
te ), del que su editor ya no
guarda sino un vago recuerdo.
FAIMDOM
Llegados a este punto, en Pero esto no basta al na­
que empezamos a entrever lo ciente mundo de los fans y
que representa ese fabuloso durante los siguientes años,
universo que es el fandom, de 1927 a 1929, se suceden
tal vez sea Interesante el re­ las peticiones de creación de
memorar cómo se Inició. Al un club de correspondencia
igual que la ciencia ficción independiente, el cual es or­
como literatura, el fandom ganizado en noviembre de
tiene su origen en los Esta­ 1929 por Aubrey Clements,
dos Unidos, y podemos con­ Ray Palmer y Walter Dennis.
siderar que su piedra funda­ A pesar de las altas cuotas
cional está en la sección de que fue necesario establecer,
correspondencia que inicia creció rápidamente, recibien­
Hugo Gersnback en su revis­ do durante este período el
Y aunque creíamos term i­ ta «Amazing Stories», me­ n o m b r e de International
nado el vocabulario básico, diante la cual los aficionados Scientific Association, publi­
surge aquí un nuevo concep­ al género empiezan a cono­ cando el primerf anzine, su
to que nos vemos obligados cerse y a entrar en contacto, órgano oficial, denominado
a introducir: el de loe, inicia­ llegando, como todo fan, a la «Cosmology». ^
les de letter of comment o trascendental conclusión que No obstante el éxito alcan­
carta.de comentario. Una de cambia el signo de una vida, zado, esta primera publica­
las cosas que más asombra a 1 exclamar gozosamente; ción de aficionados no llegó
al neofan o aficionado recién «¡No soy el único loco al que a satisfacer totalmente los
Introducido es la profusión le gusta esto de la ciencia deseos de los fans, pues de^
de cartas que le llegan de ficción!» dicó su política editorial a la
todas partes comentando sus propagación del estudio de la
publicaciones, de puntos del ciencia en el hogar y no era
globo a los que jamás pensó esto lo que los aficionados
enviar nada y de gentes cu­ deseaban. Así, el club se fue
yos nombres jamás oyó. convirtiendo gradualmente en
Y es que en esta herman­ un lugar en el que discutir las
dad de aficionados el único nuevas ideas originadas por
nexo de unión al que se pue­ la literatura anticipativa, pero
de definir de primordial es el debido a disensiones internas
correo, y las cartas van y vie­ muchos socios optaron por
nen de un punto de! globo al abandonarlo, con lo que el
otro, y así el fanzine que uno fanzine dejó de aparecer y al­
envió a la Gran Bretaña, por rededor de 1933 el club de­
consejo de un fan italiano, es jaba de existir.
reexpedido, tras su lectura, y Pero una vez dado el pri­
acaba en la biblioteca de un mer paso ya no podía desa­
aficionado australiano que parecer ese fandom tan de­
desde los antípodas le remite seado por muchos, y así, en
una ico en la que se comen­ el mismo año 1929, otro gru­
ta el número aquel de hace po, éste en Nueva York, los
meses (pues los Impresos Sciencers, crea el segundo
70 / artículo
vos fanzlnes fueron surgiendo crítica, es raro que tales es­
a lo larqo y a To ancho de la fuerzos se prolonguen por
FANDOM qeografía de los Estados Uni­ más de unos números.
dos, y así llegaremos a la No son los Estados Unidos
fanzine: «The Time Travel- época actual, en la que cien­ el único lugar en el que se
1er». Este presenta una im­ tos de publicaciones de afi­ publican fanzlnes, y así tene­
portante diferencia con su cionados aparecen en el fir­ mos noticia de que se publi­
predecesor; el estar redacta­ mamento del fandom como can en Canadá, Argentina,
do por simple afición, sin res­ estrellas fugaces al lado de Gran Bretaña, Francia, Bélgi­
ponder a ningún fin profesio­ unos cuantos luceros, tal vez ca, Italia, Japón, Alemania,
nal, pues no debemos olvidar menos espectaculares, pero Austria, Irlanda, Suecia, y
que, aunque hecho por fans, de un brillo más sostenido. también en España.
«Cosmology» era fundamen­ Realmente es sintomático en­ Estudiemos ahora las acti­
talmente órgano de un club y tre las publicaciones de afi­ vidades a las que puede dedi­
como tal sujeto a la politice cionados su corta duración y carse un fan: la primera, y
editorial del mismo. En el fan­ son pocas las que se mantie­ por así decirlo la madre de
zine de Nueva York tenemos. nen, ya que no debemos ol- todas las demás, sin la que
no existirían, es la lectura. La
lectura de la ciencia ficción
es la base del fandom, tanto
de revistas, de las que en Es­
paña sólo se publica por aho­
ra la presente, como de li­
bros. Es imposible decir que
uno es un fan de la literatura
anticipativa y no leer ningún
libro de este tema, defecto
en el que caen algunos de los
viejos fans, que creen que ya
lo han leído todo y que los
temas fueron agotados en la
«era dorada».
La segunda de las activida­
des abiertas al aficionado es
el coleccionismo. En efecto,
todos ios que nos dedicamos
a una afición tenemos algo de
coleccionistas, y siempre nos
agrada el recoger todo aque­
llo que se relaciona, más o
menos directamente, c o n
nuestra inclinación. Así, ¡qué
por el contrario, una publica­ vidar que se realizan en horas gran satisfacción tiene el afi­
ción hecha por el puro placer libres, muchas veces robadas cionado cuando obtiene uno
de editarla y que por tanto al sueño y a expensas del bol­ de los raros ejemplares de la
no debe prostituirse a nadie. sillo del fan, por lo que, de revista «Fantástica», dirigida
Es, pues, ya un fanzine real, no mediar una perseverancia por Jorge Avilés, o la alegría
tal como lo hemos definido. que dejaría asombrada a una de hallar uno de aquellos nú­
Luego, nuevos clubs y nue­ hormiga o un claro éxito de meros de «Más Allá» que no
artículo / 71
se distribuyeron en tapaña y del fandom. í s t o será fácil
son, por tanto, casi Inencon- cuando éstos habiieñ en su
trables, o cuando ve en una misma localidad, pero en mu­ FAtMDOM
librería de segunda mano, en­ chos casos, cuando el aficio­
nado visita uria nueva región desesperadamente faltos de
tre el montón de basura a
colaboraciones, así que cual­
peseta, un volumen de «La o país, en el que se hallen
quier fan con deseos de co­
Novela Fantástica», verdade­ personas a las que ha cono­
laborar en uno de ellos halla
ros incunables del género! cido a través de fanzines o
por mantener corresponden­ una calurosa acogida por par­
te del faneditor, sea cual sea
cia con ellas, es casi seguro
riverside que tendrá una cordial acogi­
su tipo de colaboración; ar­
tículo, relato o ilustración, sin
quarterly da y la posibilidad de anudar despreciar las cartas, que
definitivamente una amistad
que ya comenzó en un buzón, constituyen la espina dorsal
de casi todas las publicacio­
algún tiempo atrás. Y esto
nes de aficionado, cartas mu­
puede llevar a curiosas situa­
ciones, como el primer en­ chas veces polémicas, siem­
cuentro entre Domingo San­ pre sinceras, pero que logran
esa comunicación entre adep­
tos y yo, encuentro que fue
preparado por un fan, al que
ninguno de los dos había vis­
to antes pero con el que se
correspondían, fan de nacio­
nalidad francesa y que nunca
V0LUME2 NUMBER3
se desplazó a España para
35( presentarlos. Otro tipo de re­
Otro camino abierto al fan unión de fans muy en uso en
y, como ya hemos dicho, el los países anglosajones y
más antiguo de ellos, es la que ya comienza a extender­
escritura de cartas. Es ésta se al continente es la conven­
una de las ocupaciones más ción, ya sea local o mundial.
corrientes por su facilidad, y Por último es usual en nues­
porque muchas veces es la tro país la reunión literaria,
única posible para algunos de celebrada en un café y en la
los aficionados. Ya sea el es­
que un grupo de aficionados
cribir cartas al editor de una
revista profesional, o el man­ se muestran unos a otros las
dar un loo, o simplemente el novedades que han obtenido,
ponerse en contacto c o n leen sus cuentos y los c riti­
otros fans con el mismo tipo can... y toman mucho café.
específico de preferencias Y llegamos por fin a los tos a la ciencia ficción que
dentro de la literatura de fic­ fanzines. Sí, es casi impera­ es el signo que distingue a
ción científica, la carta es el tivo para todo fan el leer al­ éste de cualquier otro campo
nexo de unión, el esqueleto gunos fanzines y desde lue­ literario.
que mantiene erguido el fan­ go es tan interesante el co­ De esto, no tardando mu­
dom internacional. leccionarlos como p u e d a cho, el fan más arriesgado
De vez en cuando, el fan serlo el reunir una colección pasará a editar su propio fan-
tendrá oportunidad de encon­ de revistas profesionales. zine: provisto de una m ulti­
trarse con otros miembros Casi todos los fanzines están copista, una copiadora de al-
72 / artículo
se trate más bien de un te­ No estaría completo este
rrible final para la vida de unartículo si, después de estar
FANDOM fan. TJo es un final necesario,hablando durante tan largo
aunque sí usual, como muy tiempo de los fanzines y, su­
cohol o hasta de una simple bien sabe el autor de este ar­ ponemos, abierto al apetito
máquina de escribir, se dedi­ tículo, fan convertido en pro de algunos de nuestros lec­
cará a plasmar en papel los un poco en contra suya; y tores, no diésemos las señas
productos de su imaginación. desde luego no se puede con­ y breve descripción de algu­
Sí, no cabe duda que en los tar con ello como un medio nos de ellos, para que puedan
fanzines se publican muchas de ganarse la vida, sino más ser solicitados. No obstante,
«cosas» que ningún editor bien como un nuevo servicio, dos advertencias: excepto en
profesional en su sano juicio desde otro campo que el ama­ el caso de los fanzines edita­
se atrevería a pasar en su re­ teur, a ese fandom que tantos dos en Argentina y España,
vista, pero hasta estos fanzi­ desvelos causa a sus adep­ todos los demás están en las
nes de ínfima categoría, de­ tos. lenguas de los países de ori­
nominados crudzines en el ar­ gen, si bien no es raro encon­
got del fandom, cumplen con 5 Al
trar en todos ellos alguno es­
su misión, pues muchos es­ crito en inglés, lengua inter­
critores han tenido en ellos nacional cuyo conocimiento
su banco de pruebas, en el aparece cada día como más
que han ensayado su estilo, Indispensable. Por otra parte,
mejorándolo impulsados por cuando pidan un fanzine, les
las críticas de los loe, hasta aconsejo incluir un par de cu­
llegar a un nivel de calidad pones-respuesta internaciona­
que les ha permitido pasar al les, de fácil adquisición en
campo profesional.
cualquier estafeta de Co­
Las actividades de club son rreos: no olviden que el fan-
otro tipo de acciones a las
editor costea todos los gas­
que puede dedicarse un fan. tos con muy escasos márge­
Desgraciadamente, en Espa­
nes o muchas pérdidas, y
ña, si exceptuamos el Club
una petición acompañada del
de Ciencia Ficción de Las franqueo será siempre mejor
Palmas, creado por nuestro
acogida.
colaborador y amigo Francis­ El fandom no es más que
co Lezcano, no existe tal tipo Por orden alfabético listaré
una reunión de personas y
de asociación, al menos a a continuación algunos de los
por tanto la aportación de
nuestro conocimiento. Tal vez fanzines, no más buenos, sino
cada una de ellas, por peque­
impulsados por este artículo más representativos, pues
ña que pueda parecer, es lo
algunos de nuestros lectores que hace grande al mismo: hay muchos que no serán
se animen a fundar alguno, lo y lo principal es que estando mencionados por la premura
cual nos alegraría, y, de ser dentro de él, un aficionado de espacio y que sin embargo
así, desearíamos tener noti­ puede lograr desarrollar, al son cualitativamente tan dig­
cia de ello. máximo su afición, cosa im­ nos de mención como los que
Por último, y como coro­ posible de hacer al «lobo so­ siguen:
nando el cuadro de activida­ litario» que se lim ita a com­
des a las que puede dedicar­ prar los volúmenes que van ARGENTINA: «The Argenti­
se el fan, tenemos el paso al apareciendo, para leerlos en no SF Review»; editada por
profesionalismo, aunque algu­ la cerrada atmósfera de su Héctor Raúl Pessina, una re­
nos piensen que en realidad cuarto de estar. vista bilingüe, castellano e in-
artícuio / 73
una estupenda publicación de
los fans antípodas dedicada a
la discusión crítica de temas FA IM D O M
propios de esta literatura. Es Gasea, Juan de Olazábal, 15,
publicada por John Bangsund, 6.°, San Sebastián.
19 Gladstone Avenue, North-
cote N. 16, Melbourne. ESTADOS UNIDOS: «ERB-
dom», es un cuitzine o sea un
CANADA; «Riverside Quar- fanzine dedicado al culto de
una personalidad, en este
terly», estupenda publicación
caso Edgar Rice Burroughs,
de la que se desprende un
como los hay para Toikien,
agradable aroma académico.
Howard y otros. Tiene esta
Contiene muy buenos artícu­
revista la mejor de todas las
los sobre temas de la litera­
impresiones de las que he­
tura anticipativa. Su editor es
mos visto, superando a la de
Leland Sapiro, Box 40 Univer-
muchas publicaciones de pro­
sity Station, Regina.
fesionales. Colaboran en ella
glés, de bastante interés, pe­ grandes dibujantes como Fra-
ro de la que no tenemos no­ ESPAÑA: «Cuenta atrás», zetta, Ivie, Crandall y otros.
ticias desde iiace algún tiem ­ único fanzine español dedica­ Una gran publicación, aunque
po. Casilla de Correos 3.869, do a la ciencia ficción. Su edi­ sólo trate de las obras de un
Buenos Aires. to r es nuestro muy buen ami­ autor. La publica Camille Ca-
go y colaborador Carlos Bui-
ALEMANIA: «Andromeda», za, tal vez una de las
uno de los fanzines más vo­ personalidades más conoci­
luminosos que jamás haya­ das de la ciencia ficción es­
mos visto; ¡más de cien pági­ pañola. Fan y pro al mismo
nas! Organo oficial d e I tiempo, su fanzine está reali­
«Science Fiction Club Deuts­ zando una gran obra que nos
chland» o Club Alemán de la permite incorporar constante­
Ciencia Ficción. Cuida de su mente nuevas figuras de la
redacción Gert Zech, 6900 «cantera» local. Se puede so­
Heidelberg, Monchhofstrasse licita r a Carlos Bulza, Atocha
12-14, Astronomische Reche- núm. 12, Madrid, 12.
ninstitut. «Cuto», el único otro fanzi­
«Lunatique», único fanzine ne existente actualmente en
alemán en lengua francesa. España, está dedicado en su
Su editora ha conseguido au­ totalidad al comic, si bien por
nar la metódica precisión ger­ los extensos estudios que ha
mana con el brillante genio publicado sobre personajes
francés. Es uno de los mejo­ de ciencia ficción creemos
res del continente europeo. interesante su inclusión en
Para adquirirlo dirigirse a Jac- este resumen. El editor del zadessus, Jr., 7182 W olf St.,
queline Osterrath, 5929 Sas- mismo planea, para un futuro Wetsminster, Colorado 80030.
smannhausen. próximo,, la realización da «Yandro», también de los
otro fanzine dedicado al cine Estados Unidos, es un genzi-
AUSTRALIA: «Australian fantástico. Se trata de otro de ne o general fanzine, dedica­
Science Fiction Review», es nuestros colaboradores; Luis do a todas las actividades
74 / artículo
GRAN BRETAÑA: «Have- dom estaba compuesto por
rings»; ponemos esta revista «aquellos que tenían un senti­
FANDOM como representativa del fan­ do de la fantasía claramente
del fandom en general y de dom británico por una razón: definido». Heinlein, por su par­
Interés para todo tipo de lec­ la de que su política editorial te, definió a los fans como los
tores. Sus editores son Ro­ es muy interesante, ya que se «encuadernadores del tiem ­
bert y Juanita Coulson. dedica exclusivamente a la po», aquellos que podían ver
crítica y comentario de fanzi- al pasado, al presente y al fu ­
FRANCIA: «Le Jardin Sidé- nes recibidos por su editora, turo como parte de una mis­
ral», una de las mejores pu­ con lo que resulta de sumo ma cosa, de un mismo libro.
blicaciones de aficionados de Interés al aficionado pues, Para E. E. Evans, el fandom
lengua francesa, editada por además de múltiples direccio­ «no es un objeto, sino un es­
el buen amigo y colaborador nes de fanzines, ya da una tado de la mente»; y, como
Jacques Ferron, Résldence primera idea de lo que se dijo en Inglaterra Roseblum,
La Voie du Sud, Longjumeau puede esperar de cada uno los fans son los «ciudadanos
91. Forma parte de las nume­ de ellos en caso de solicitar­ del mañana en el mundo de
rosas ediciones del Cercle los. Para obtener esta publi­ hoy».
Lit erai r e d'Anticipation cación hay que dirigirse a El fandom es, pues, algo
(C.L.A.), que tanto ha hecho Ethel Lindsay, Courage Hou- así como esas hermandades
por reunir a los autores es­ se, 6 Langley Avenue, Surbi- medievales que por primera
pañoles, siempre bien recibi­ ton, Surrey. vez se extendiesen hasta
dos entre sus páginas, llegan­ abarcar todo el globo. El fan­
do Incluso a publicar en julio ITALIA: «Aspidistra». Entre dom es una experiencia úni­
de 1963 un fanzine en caste­ las muchas y dinámicas pu­ ca, una afición que llega a sa­
llano, «Astral», que puede ser blicaciones del joven fandom tisfacer plenamente. El fan­
considerado como el prede­ italiano, hemos escogido esta dom será, amigo lector, lo
cesor del fandom en nuestro de nuestro colaborador Leve- que cada uno de nosotros de­
país, a pesar de haber sido ghi por considerarla una de seemos que sea.
editado en Francia. las más representativas. Una
de las cosas que más nos han Luis VIGIL
gustado de ella son las mag­
níficas ilustraciones del edi­
to r antes citado, que nos lle­
varon a Interesarnos desde
tiempo en su participación
como ilustrador en NUEVA
DIMENSION. La dirección de
este fanzine es: RIccardo Le-
veghi, via Grazioli 85, Trento.

Visto someramente el pa­


norama del fandom mundial,
no nos queda sino hacer unas
cortas consideraciones sobre
lo que, en definitiva, es este
fandom del que tanto se ha
hablado en el artículo. Nor­
man Stanley dijo que el fan­
artículo / 75
C A M B IO
K U R T L U IF
Originariam ente publicada en Alem ania por la casa
M oew ig, esta historia fue seleccionada por Frederick
Pohl para el prim er número de su nueva revista
«International s f». Su autor, uno de los más destaca­
dos fans de la ciencia ficción austríaca, es copropie­
tario de una Importante agencia literaria, a través de
la cual se ha distinguido colaborando activamente en
la creación de la revista Italiana «N ova sf» y ta fran­
cesa «M e rc u ry »..., al igual que lo está haciendo
ahora con nosotros.

ilustrado por FRANCISCO LEZCANO

Ustedes, naturalmente, saben lo que es veza... alzó el vaso... ¡Traté de gritar, pero
un hombre-lobo, ¿cierto? Estupendo. En­ no podía!... Se llevó el vaso a los labios...
tonces, a Dios gracias, podré ahorrarme Quizás puedan ustedes comprender lo
una larga explicación. que pasaba en aquellos momentos por mi
Sería afortunado si fuera un hombre- mente. ¡Mi propia mujer quería bebérse-
lobo, pero por degrada no lo soy. nte! Era un método totalmente nuevo de
Así que, cuando hay luna llena, me trans­ matar a su propio esposo. Temblé de mie­
formo en líquido. Cada vez en un líquido do...
distinto: unas veces cerveza, otras vino, Ella me observó cuidadosamente, dubi­
a veces whisky o tónico capilar... tativa. No puedo imaginar cómo debe ver­
Pueden ustedes imaginarse lo peligrosas se la cerveza temblorosa; sin embargo, be­
que resultan para mí tales transformacio­ bió un sorbo de mí.
nes. Una vez recuerdo que me convertí en El dolor fue indescriptible.
cerveza y me encontré en un vaso deposi­ La cerveza, yo mismo, comenzó a echar
tado sobre la mesa de la cocina. espuma. Mi mujer gritó aterrorizada, cayó
Siempre le he insistido a mi mujer para al suelo dando alaridos histéricos. Entoo*
que salga de casa las noches de luna llena, ces, por fin, se dio cuenta de lo que habí^
pero esta vez no había pensado en hacerlo, bebido.
ni ella lo había recordado tampoco. Bueno, la aventura acabó sin más dafiosj
Entró en la cocina, me llamó, vio la cer­ Tan sólo perdí mi oreja derecha y el oj(|
O 19Í7, Panorama Literary Agtticy.
izquierdo. Puedo decir justificadamente
que aún fui afortunado dentro de mi mala
suerte, pues ella muy bien podía haberse
bebido también mi cerebro, y entonces
ustedes nunca habrían tenido la ocasión de
leer algo sobre mis aventuras.
No logro comprender cómo puedo trans­
formar mi metro ochenta de estatura y
mis noventa kilos de peso en líquido y,
además, encontrarme siempre dentro de
un vaso. Tan sólo se me ociure que debo
deslizarme por el suelo hasta hallarlo.
Naturalmente, debería visitar a un mé­
dico, pero ninguno creería jamás en tales
cosas.
Tras esto, en las noches de luna llena,
me encerraba en una habitación, en la que
dejaba un brillante y confortable vaso. No
me hubiera gustado que mi mujer estu­
viera presente durante el cambio. Ustedes
se darán perfecta cuenta de la razón de
ello, imagino; ¿cómo podría mi mujer se­
guir queriéndome si me viese como un
martini o una limonada?
Y sin embargo me arrepentí de hacer
esto. Me arrepentí, y mucho.
No lo había reflexionado suficientemen­
te; tal vez, después de todo, ella se tragó
parte de mi cerebro. Simplemente no pensé
en todas las posibilidades que podían ocu­
rrir.
Desgraciadamente me había olvidado de
algo: hay un líquido, de un notorio olor,
conocido con el nombre de gasolina. Uste­
des saben perfectamente bien lo que es la
gasolina: se pone en el depósito de un
auto, o se usa para limpiar manchas, o se
coloca como combustible en los mecheros
de estilo antiguo.
Pues bien, una noche de luna llena, me
convertí en gasolina.
Puedo asegurarles que es un líquido en­
diablado. Se evapora por sí mismo, así
que me evaporé, lenta pero seguramente.
cambio / 77
Mi cuerpo se encogía y, durante todo el
tiempo, yo pensaba en una novela de Ma-
theson. Era un proceso horriblemente
malo.
Disminuí y disminuí, hasta que tan sólo
quedaron unas gotas en el vaso. Una si­
tuación infernal.
Mi esposa tuvo que hundir la puerta, yo
no podía abrirla. Me encontró sentado en
el alféizar de la ventana, mirando triste­
mente a la calle, hacia abajo, a donde me
habría gustado saltar. Por entonces tan
sólo medía un par de centímetros de alto,
era el enano más pequeño del mundo.
Pero todavía no he perdido todas las
esperanzas.
Hay una posibilidad.
Nuestra casa está abarrotada, por todas
partes hay vasos y botellas, y en su inte­
rior hay centenares de líquidos diferentes.
El olor que se desprende de todos ellos
está siempre presente en el ambiente.
Estoy esperando a la próxima noche de
lima llena.
Tan pronto como me transforme de nue­
vo, mi mujer, si tenemos de ese líquido en
la casa, llenará mi vaso, con lo que espera­
mos que volveré a alcanzar mi estatura
normal.
En la próxima noche en la que la luna
sea llena, se lo ruego, crucen los dedos por
mí. Háganlo, y todo saldrá bien...

Título original:
VERAN0ERUNG
Traducción de Lucy V. Pelt
78 / kurt luif
HIJO
DE
L A M EN TE
N O R M A N S P IN R A D
La exobiología es uno de los temas más apreciados
por gran cantidad de autores de ciencia ficción, tai
vez por ei hecho de prestarse a una cantidad fabu­
losa de especulaciones a cual más atrevida. La que
les ofrecemos en este relato es precisamente una
de ellas, y también una de las más originales que
hemos tenido ocasión de leer en bastante tiempo.

Ilustrado por ADOLFO BUYLLA

Doug Kelton despertó en medio de la Se preguntó cómo olería la mujer


noche bajo el ruido de la fronda, cuyas ra­ Blair, y la de Dexter. Se sonrió a sí mismo
mas crujían en el bosque como el aparejo con torcida fatuidad. De ser él juez de
de un gran velero; con los silbidos dulce­ los seres, la mujer de Blair despediría un
mente modulados de los lagartos que sa­ vaho de miedo y sudor, mezclado con basto
ludaban a las lunas nuevas, con el inter­ perfume. La mujer de Dexter no olería en
mitente arrullo de un ave nocturna en el absoluto.
fondo de la espesura. Los oscuros y confusos pensamientos
Estiró lentamente los músculos de su asaltaron de nuevo su mente, tal como lo
cuerpo, minuciosamente, uno por uno, cui­ hacían cada noche durante aquella última
dando de no despertar a la mujer que semana. Pero hoy había algo diferente en
reposaba a su lado. Era el momento para ellos, sentía cómo una decisión se iba
una pausa de soledad. abriendo paso hasta la superficie de su
Miró a su compañera. Apartó los largos turbada mente, una decisión que hasta
mechones sedosos de su cabello y contem­ entonces había intentado firmemente evitar.
pló su rostro perfecto. Aspiró su fragancia. No seas tonto, se dijo a sí mismo. Has
Era im aroma leve y perfumado, demasiado conseguido aquí todo cuanto un hombre
perfecto, demasiado limpio, demasiado... puede desear: el jardín de un plíineta, col­
aséptico. Una mujer no debería oler así, mado de alimento, sin ninguna forma de
no bajo menos ajenos firmamentos. vida peligrosa...
I 1965, Ziff-Davis Publishing Company.
Sin embargo, halló a su. mente formando vidad pero con firmeza, lo empujaba ca­
la fría imagen de acero de la ástronave. riñosamente fuera de la cama, se cercio­
¡Idiota! La mujer de tus sueños, la per­ raba de que se lavaba, afeitaba y cepillaba
fecta compañera... sus dientes, le proporcionaba un desayuno
Dexter y Blair son dichosos. Ellos no nutritivo y bien equilibrado, una comida
tienen como tú ningún sueño desazonado, razonablemente ligera y una cena super-
han logrado exactamente lo que deseaban. indulgente. Se aseguraba de que se fuera
Ellos... a la cama a una hora conveniente, y le
Los imaginó en las cabañas próximas, y privaba del empleo del racionamiento de
su cara se avinagró. Aquél era uno de los tabaco y alcohol llevados por la astronave.
motivos por los que no podía dormir. El pensamiento de ambos revolvía la bi­
Blair pegaba cada noche a su mujer. A lis de Kelton. En un sentido muy real,
ella, desde luego, le gustaba. No podía im­ Dexter estaba viviendo con la imagen de
p elir que le gustase, del mismo modo que su madre. Kelton lo hallaba nauseabundo.
no podía impedir el disfrutar siendo su Sentía constantemente el deseo de dar un
esclava durante todo el día: sirviéndole el puñetazo en los dientes de la mujer de
desayuno en su hamaca por la mañana, Dexter, hundírselos en su melosa garganta.
lavándole, vistiéndole, afeitándole, peinán­ Pero desde luego, a Dexter le gustaba
dole, limpiándole los pies por la noche y cada minuto de aquello. Y a ella también.
secándolos empleando como toalla su pro­ Kelton sintió a la mujer agitarse en su
pia cabellera rubia. Después, la paliza dia- sueño junto a él. Sintió que un escalofrío
fia y... Kelton no quería pensar en lo que le recorría la espina dorsal. Aquella era la
ocurría entonces. mujer con que había soñado, lá mujer
Pero a ella le gustaba aquello, quería a ideal de toda una vida. El vivir con ella
Blair. Amaba cada minuto, cada instante, era como tocar vma melodía en compañía
cada golpe o bofetada, cada estúpida y de un virtuoso, como degustar un plato
mezquina indignidad. En realidad no podía exquisito preparado por el mejor cocinero
impedir que le gustara. robot de la galaxia. En realidad, ella le
Blair, cuando menos, podía compren­ conocía a él mucho mejor de lo que él se
derlo vagamente. Para él, una mujer era conocía a sí mismo. Y lo quería literal­
simplemente un animal, algo sobre lo cual mente con cada una de las fibras de su
debía imponer la propia voluntad con la ser.
mayor amplitud posible. Era una actitud Sería ima locura el abandonarla.
ni insólita ni infrecuente. Cuanto más re­ Pero era una locura mucho mayor el
bajaba a su mujer, más se elevaba él. Blair quedarse.
no era ningún monstruo. En la Tierra, bajo
condiciones normales, con una mujer real, Aún cuando el planeta pareciera ser el
sería mantenido a razonable raya por la jardín de un mundo, una verdadera joya,
fuerza de la personalidad de ella. Pero ellos se habían atenido a las instrucciones»
aquí... Kelton posó la astronave en un amplic|
Dexter, por su parte, era algo distinto. claro de un bosque, al sur del ecuador de|
Dexter estaba retrogradando, y aquello continente más extenso. Antes de aband<^
resultaba horrible de contemplar. Su mu­ nar el aparato lo cercaron con una sólida
jer lo despertaba por la mañana, con sua­ valla, y Blair efectuó un completo análisi|
80 / norman Spinrad
atmosférico, mientras Kelton comprobaba una evaluación en gran escala para la co­
los microorganismos que pudiera contener lonización.
el aire. El robot de la astronave fue en­ La primera reacción de Kelton en cuan­
viado a explorar la zona, en previsión de to a planeta fue un suspiro de satisfac­
la presencia de posibles bestias peligrosas. ción. La atmósfera tenía im contenido li­
Había un dicho entre los hombres de geramente más elevado de oxígeno que la
Inspección: «los planetas son como las de la Tierra... lo bastante para hacerle a
mujeres, no son las feas las peligrosas»'. uno sentirse grande sin caer en el desvarío.
Lathrop I I I había sido un bello planeta, El aire olía puro y fragante, con el aroma
y lo que eventualmente ocurrió allá fue de las cosas que crecen y se desarrollan
una de las razones por las que todas las incontaminadas por la bnmia, los rancios
naves de Inspección se hallaban ahora equi­ hidrocarburos o cualesquiera de los demás
padas con veinte Matadores de Planetas, inevitables productos atmosféricos inhe­
proyectiles dotados de cabezas atómicas rentes a una civilización industrial.
de cien megatones de cobalto y sodio cada Kelton se sintió como un chiquillo en
una, las bombas más indecentes que el el campo.
hombre haya construido a lo largo de su —Es un planeta-joya —dijo Larry Blair—.
existencia. Diez mil bonos de crédito.
Pero el aire resultó perfecto, todos los —¿Es que no piensas nunca más que
antibióticos y viricidas de uso general eran en el dinero? —^bufó despectivamente Curt
más que sobrados para combatir a los Dexter.
microorganismos locales, el robot no tuvo Blair le miró de reojo.
entorpecimento alguno, y así, al segundo —Aquí sólo hay otra cosa que merezca
día, salieron al exterior. [a pena de pensar en ella —^respondió— .
Había varias buenas razones por las que Y cuando uno está enjaulado durante seis
un equipo preliminar de Investigación se meses en una astronave de Inspección no
compusiera siempre de sólo tres hombres. resulta muy saludable insistir demasiado
La primera de todas era que se precisaban sobre ello.
tan sólo tres especialidades básicas para La respuesta de Dexter fue un frunci­
efectuar la evaluación previa de un pla­ miento de ceño. En circunstancias corrien­
neta: geología, ecología y xenología. tes, Blair y Dexter se habrían entendido
Pero la cosa más importante era que probablemente muy bien. Pero cuando tres
tres había sido siempre un número esta­ hombres se encuentran aislados juntos du­
ble. En cualquier decisión habría siempre rante meses, las cosas pequeñas adquieren
una evidente mayoría. No podían formarse grandes proporciones y la fricción es ine­
nunca pandillas, puesto que la mayor po­ vitable.
sible se componía de dos, y dos era siem­ Pero considerándolo todo, pensó Kelton,
pre la mayoría. componían un equipo bien conjuntado. Y
El planeta no presentaba ninguna mues­ un planeta como aquel era precisamente
tra de vida inteligente, por lo que Blair, lo mejor para solucionar las cosas.
el xenólogo del equipo, podía tomarlo con Kelton rió.
calma. Kelton, el ecólogo, y Dexter, el geó­ —No cuentes con tus créditos antes de
logo, realizarían los informes que determi­ atraparlos, Larry. El que no haya nativos
narían si aquel planeta merecía la pena de a los que echar el toro no significa que
hijo de la mente / 8i
este planeta no haya sido ya evaluado. AZ- bía organismos-clave que, siendo mortales
gunos de nosotros tendrán que trabajar para los humanos, eran absolutamente ne­
para la subsistencia. cesarios en la cadena sustentadora del pla­
Estas palabras parecieron zanjar la ten­ neta, por lo que no podían ser eliminados
sión. Hasta Dexter estaba sonriendo. sin destruir las bioformas del mismo.
—Está bien, campesinos — dijo Blair—. No parecía haber nada semejante aquí,
Curt, tú excavarás buscando oro, y Doug pero.,.
puede hacerlo para atrapar animales. En
cuanto a mí, yo inspeccionaré. Kelton examinó de nuevo las plaquitas
de vidrio de los dos, microscopios. No po­
El trabajo preliminar se hizo muy pau­ día ser, y sin embargo... era.
sadamente. Dexter hizo simples sondeos Dos idénticas secciones celulares de dos
del terreno y los substratos. Kelton colec­ al parecer iguales lagartos hembras, los
cionó muestras y tomó fotografías. Blair pequeños comedores de insectos que sil­
ayudó a extraer eilgimas. baban tan dulcemente por la noche.
El informe geológico fue favorable. La Los dos lagartos eran idénticos, órgano
corteza del planeta contenía todos los ma­ por órgano.
teriales necesarios para el establecimiento Y sin embargo, las células eran diferen­
de una potente colonia industrial. Debido tes.
a que el planeta era más bien joven, habría Las diferencias eran sutiles, pero resulta­
escasez de combustibles fósiles, pero exis­ ban evidentes bajo un buen microscopio.
tían en cantidad elementos radiactivos, Dos hembras de la misma especie, exte­
aparte de que estaban lejos de no poder riormente idénticas. Pero compuestas por
subvenir a las necesidades las cantidades dos diferentes clases de protoplasma.
existentes de carbón y petróleo. Igual que los insectos.
Un informe ecológico, sin embargo, debe Igual que cualquier otro organismo del
ser más detallado. Había sido bastante fá­ planeta, de entre los que había estudiado
cil determinar que la bioquímica del pla­ y que eran sexualmente diferenciados.
neta era lo suficientemente aproximada a Kelton se rascó la cabeza. Hablando fun­
la de la Tierra como para que los colonos cionalmente, las formas más elevadas te­
no tuvieran que importar la suya propia. nían los acostumbrados dos sexos. Pero,
Las formas de vida locales eran muy co­ a nivel celular, ¿había allí... un tercer se­
mestibles. xo?
Pero un ecólogo debe buscar cosas más No era esta tampoco la respuesta. Los
sutiles. Los archivos de Inspección estaban machos y las... llamémosles «hembras A»,
repletos de informes de planetas con bio­ tenían idéntica estructura molecular. Pero
química terrestre, y que sin embargo no se las «hembras B » eran diferentes. Las mis­
hallaban en los límites debidos, por lo que mas especies, pero distinto protoplasma.
no se podían colonizar. Las bestias de ra­ Gruñó desconcertado. Sabía que sería
piña podían ser demasiado activas y dema­ imposible el hacer un informe positivo has­
siado grandes, o las ecologías locales podían ta que lo descifrara. Era un factor dema­
encontrarse en un equilibrio tan delicado siado amplio e ignoto. Se precisaba más
que ima colonia podría producir una ca­ trabajo, mucha más labor. Tendría que
tástrofe planetaria. En algvmos planetas ha­ efectuar un estudio estadístico. ¿Cuál era
82 / norman Spinrad
el porcentaje de las «hembras A», y cuál que otros tomaran forma en el interior de
el de las «hembras B»? im seno materno, mientras que la mujer
Y cosas más importantes aún. ¿Qué sig­ que estaba ahora a su lado hubiera brotado
nificaba aquello? Parecía ser como un mó­ ya tal como era ahora de una gigantesca
dulo. Las células de los machos y de las masa amorfa?
«hembras A » se diferenciaban de una a Con sus brazos enteramente humanos
otra especie, era natural. Pero las «hem­ rodeándole, con su aroma mejor que hu­
bras B » de todas las especies tenían la mano rodeándole, resultaba difícil que la
misma estructura celular y el mismo pro- biología de la situación tuviese cualquier
toplasma. significado real para Kelton.
Resultaba como si hubieran diferentes Recordó el hallazgo de aquel primer te­
fases en el ciclo vital de im mismo orga­ leplasma, bajo una rama muerta. Su inme­
nismo. diata reacción, pese a su formación de bió­
¿Un organismo que había pasado por tos logo, fue de repugnancia.
estados de reptil, insecto y mamífero? ¿O Había dos diferentes estados dentro de
un organismo que en los varios peldaños la misma cosa, allí sobre el suelo del bos­
de la escala animal remedaba a todo otro que. Uno era como una pasta, la del mis­
organismo del planeta? mo translúcido protoplasma, semejante a
una gelatina, como de un metro treinta
Estaba empezando a llover. Las gruesas de diámetro. Y en tomo a su periferia y
gotas de agua se aplastaban sobre el gran moteando su superficie, una especie de
enramado que formaba el techo y las pa­ quistes, como capullos de varios tamaños,
redes de la cabaña. Era ima lluvia queda desde el de un guisante hasta el de ima
y suave, pacífica, como la mayor parte sandía. Era evidente que los capullos esta­
de todo lo que había en aquel planeta. ban formados por la misma materia que
Kelton suspiró. ¡Sería tan cómodo pasar el globo de gelatina.
el resto de mi vida aquí!, pensó. Notó el Kelton radió en demanda del robot de
reconfortante calor de la mujer a su lado. la astronave, y veinte minutos después lle­
Pensándolo bien, se dijo, ¿qué probabili­ gaba el mecanismo, un tanque oruga con
dad hubiera tenido él jamás de encontrar diez brazos semejantes a botavaras, re­
en ningún lugar ima mujer como aquella? matados por un completo siutido de so­
Una mujer real como aquella. pletes, cortadores, escoplos, barrenadores
Intentó aborrecerla. Era una forma de y garfios manipuladores. Kelton ordenó al
vida ajena, ni siquiera era humana. Pero robot que trasladase el objeto del suelo
haría falta un buen microscopio para de­ a su jaula de muestras.
mostrarlo. El robot cortó con su perforador im
Trató de representarse los comienzos de círculo en el césped, en torno al globo,
su vida: una informe mezcolanza de pro- de aproximadamente unos cincuenta cen­
toplasma bajo una rama muerta, en el tímetros de profundidad. Luego insertó ima
suelo del bosque... estrecha punta de soplete en el fondo de
Pero aquello no servía de nada. Pensán­ la ranura, lo giró de manera que apuntara
dolo bien, todos los hombres y todas las al disco de césped sobre el que se hallaba
mujeres han nacido, en último análisis, del el globo, y cortó con él por debajo del
mismo lodo amorfo. ¿Importaba realmente disco. Deslizó cuatro garfios bajo éste y
hijo de la m ente/83
lo alzó suavemente a través de la aber­ si lo comprendo. Todo cuanto tengo es una
tura de su parte posterior, con el globo teoría medio fabricada. Supongamos que
aún en su centro, al igual que un lechon- la vida se produce en este planeta como
cillo sobre una fuente. en todos los demás... a través de miles de
Kelton condujo al robot de nuevo a la especies diferentes. Luego, y de la manera
astronave. que sea, algo nuevo se muda bajo este sol
—¿Qué diablos es eso? —gruñó más tar­ particular. Una clase diferente de organis­
de Larry Blair, arrugando la nariz ante el mo informe, amorfo, como una ameba, pero
globo instalado en la jaula de muestras— . no microscópico, sino grande. Tiene que
Parece como un plato de jalea con im panal. crearse con esfuerzo un nicho ecológico
—Todavía no estoy seguro —respondió para sí mismo. No es un ser de rapiña.
Kelton—. Pero en este ungüento puede ha­ Ni im parásito siquiera. Ni un simbiótico.
llarse el germen de lo que busco. Al principio, acaso comience remedando
—¿Qué? lás cosas. Organismos simples. Luego se
—¿Recuerdas lo que os dije sobre la produce una nueva mutación, y el objeto
existencia de dos clases de hembras en este se hace... no sensible, sino consciente, de
planeta, el tipo A y el tipo B? manera telepáticamente burda, aimque a
—Sí. ¿Y...? nivel celular. Llama ahora a la cosa tele­
—Pues bien, hice un corte celular en plasma. Es una forma enteramente dife­
uno de estos capullos. Y resultó ser pro- rente de vida, una nueva clase de proto-
toplasma de hembra B. plasma.
—^Así pues, es una fuente de jalea hem­ —Estás empezando a darme náuseas
bra B con panales. —dijo Blair, no pareciendo decirlo en bro­
—¿Sospechas lo que hay en el interior ma en absoluto.
del capullo, Larry? —No te lo censuro. Esa cosa es más
—¿Cómo habría de saberlo? —respondió que una forma de vida ajena. Es un con­
impaciente Blair—. ¿Una muñequita como cepto completamente distinto de la misma
las que se meten en la masa de los pas­ vida. El teleplasma se hace consciente de
teles? otros organismos, a nivel celular, a un nivel
—Un lagarto hembra B. orgánico. Al igual que todos los organismos,
Blair bizqueó. debe competir por el alimento y el espacio
—¿Un qué? ¿Quieres decir que esa cosa vital. Pero de una nueva y fantástica mane­
incuba y expele lagartos? ra. Es amorfo, sin forma propia. Toma la
Kelton señaló inquieto al globo cubierto forma de los organismos que lo rodean: la­
de capullos. gartos, cuclillos... de todo. Tiene la habi­
—No precisamente sóío lagartos, Larry lidad de imitar cualquier forma de vida,
—dijo— . Insectos, culebras de agua, aves órgano por órgano. ¿Cómo podría consti­
de fronda, cuclillos... Hay docenas de es­ tuirse así una existencia cómoda?
pecies diferentes en estos capullos. Y cada —¿Y cómo habría de saberlo yo? No
ima de ellas pertenece al género hembra B. soy ninguna fuente de jalea.
—No lo capto. —^¿Quién paga el alimento de una mujer?
Kelton hizo una mueca. —Su marido... ¡Oh, santo Dios!
—No te preocupes demasiado por ello, —Sí, Larry. Eso es. Las hembras del
Larry. Yo soy el ecólogo, y tampoco sé aún tipo B son teleplasmas. Comienzan su vida
84 / norman Spinrad
como un globo de sustancia gelatinosa. Lue­
go un organismo macho se cuela, y el tele­
plasma lee de la manera que sea la imagen
de su cónyuge ideal, e imprime el molde
en una parte de sí mismo. Así se forma un
capullo. Al abrirse éste aparecerá un in­
secto, o un lagarto, o un cuclillo hembra.
Una hembra tipo B. Y hay otra novedad.
Las hembras del tipo B son mejores que
las del tipo natural A. Antes de haber ha­
llado el teleplasma hice un estudio esta­
dístico de las hembras en esta zona. El se­
tenta por ciento son del tipo B. El teleplas­
ma se halla expulsando a las hembras na­
turales.
—¿Por qué?
—Porque el teleplasma forma hembras
de acuerdo con las imágenes que obtiene
de los respectivos machos.
—¿Quieres decir una especie de hem­
bras hechas a medida para sus machos?
—Más o menos. Y así, siete de cada diez
machos parecen preferir la clase B.
— ¡Vaya éxito! —rió Blair—. ¡Sería una
lástima que esto no sirviera también para
nosotros! Todo lo que tendríamos que ha­
cer sería concentrarnos soñando con las
damas más encantadoras de la Galaxia e,
inmediatamente..., ¡a esperar!
Durante los días siguientes, Blair tuvo
frecuentes motivos de risa, especialmente
cuando trataba de pinchar al duro Dexter
para que le revelara la clase de mujer que
le gustaría saliese del protoplasma.
Pero cuando, dos semanas después, una
vez hubieron incubado todos los capullos,
el teleplasma comenzó a crecer y a crecer,
formando finalmente tres grandes capu­
llos de tamaño humano, la cosa cesó de
prestarse á ser tomada a broma.

El breve aguacero había pasado, y una


fresca brisa hacía crujir y gemir los fron­
dosos ramajes de la arboleda. Por lo gene-
hljo de la mente/85
ral, había en aquel susurro un sonido arru- Los capullos se estaban abriendo. Las
llador propicio al sueño... criaturas que estaban en su interior los
Pero Kelton sabía que no volvería a dor­ apartaron a un lado y se pusieron en pie.
mir aquella noche. Sentía que, fuese de la Los tres hombres quedaron simultánea­
manera que fuese, aquella era la noche en mente boquiabiertos.
la que toda su vaga inquietud, toda su sen­ Una de las mujeres era rubia, de amplias
sación de error, se fundiría en una deci­ caderas y mirada sumisa.
sión. La hora de la contemporización ha­ La otra era morena, bien formada, de
bía pasado rostro de mayor edad, más tranquilo y ma­
Y en lo más profundo de sí mismo sa­ ternal, con un cuerpo joven pero un tanto
bía ya cuál habría de ser esta decisión, reposado.
aunque hasta ahora se negara a admitirla. Kelton sabía que la tercera era la suya.
Lo mismo que ellos tres habían sabido Era una mujer alta y trigueña, de cuerpo
desde un principio lo que esperaban que un tanto más relleno que cenceño. Su ne­
naciera de aquellos capullos, mucho antes gra y poblada cabellera caía sobre sus
de que incubaran... hombros hasta su espalda. Sus ojos eran
Y cuando llegó el día, cuando las en­ profundos, de un intenso color verde, gran­
volturas de los capullos comenzaron a res­ des y traviesos. Reían por sí mismos, pro­
quebrajarse y a desplegarse, los tres hom­ metiendo cosas innominadas.
bres esperaron paralizados junto a la jaula Kelton sintió que algo se volvía fuego
de muestras, con miedo hasta de pensar... líquido en su interior y sus piernas comen­
La vida se agitó en el interior de los ca­ zaron a temblar.
pullos, y se removió contra las arrugadas — ¡Larry! —dijo con un gritito agudo la
envolturas, pugnando por nacer. rubia, abalanzándose hacia Blair.
—¿No deberíamos... no deberíamos abrir­ —Curt, pequeño —suspiró la matronal
los? —murmuró Dexter. belleza, envolviendo a Dexter en un gran
—No —^siseó Kelton con una ferocidad abrazo.
que le sorprendió incluso a él mismo— . Pero Kelton apenas se dio cuenta de lo
Quiero decir que... bueno, no creo que fue­ que ocurría con sus dos compañeros. Su
ra to debido. mirada estaba fija en la tercera mujer, que
—Doug..., ¿crees que haya realmente le hablaba suavemente, con una voz de ter­
mujeres ahí? —preguntó Blair. ciopelo.
—Depende de tu definición, Larry. Pero —Hola, Douglas —susurró—. Has estado
en esta zona no hemos visto seres tan gran­ esperándome toda la vida. Y yo a ti.
des como para tener hembras tan volumi­ Le acarició el pelo con una mano suave
nosas... excepto nosotros. y perfecta, acercó su rostro al de él, y todo
—^¿Pero serán inteligentes? —dijo Dexter. el pensamiento se detuvo.
—¿Es que hay alguna dama inteligente?
—chasqueó Blair nervioso. Estaban tendidos sobre la hierba, en el
—No lo sé, Curt —dijo Kelton, ignorando lindero del bosque. Kelton tenía apenas
a Blair—. Si el teleplasma es realmente te­ unos confusos recuerdos de las pocas horas
lepático, entonces sería reproducida com­ pasadas. No podían haberse hablado mu­
pletamente nuestra imagen subconsciente tuamente más que una docena de palabras,
de una mujer... pero él sabía ya que estaba totalmente.
8 6 /norman Spinrad
desesperadamente enamorado de aquella convertí en realidad. Tu sueño se transfor­
extraña e inteligente criatura. mó en una mujer real.
Ella parecía cbnocer cada pulgada de su —¿Tú sabes cómo...?
cuerpo y de su mente, cada pequeña idio­ — ¡Douglas, Douglas! Te dije qu^ no te­
sincrasia personal, toda la clase de cosas mas ofenderme. Sí, sé cómo nací: de eso
que hubieran llevado meses a una mujer que tú llamas teleplasma. Pero yo no siento
descubrir en un hombre. Todo como teleplasma: siento como mujer. Una
La tenía en sus brazos, inhalando su per­ mujer enamorada de ti —rió suavemente— .
fume increíblemente dulce. Una parte de él ¿En qué soy diferente de las demás muje­
sabía que tenía ante sí algo no humano, res? ¿Bajo un microscopio quizá? ¿Es que
que aquella extraña criatura había nacido acaso planeas amarme bajo Un micros­
de un informe capullo allá en la jaula de copio?
muestras, que lo que debería sentir ahora Kelton rió también para despejar su me­
era repugnancia, aversión... lancolía.
Pero no podía ser así. Ni su cuerpo ni —Bueno, seria diferente —dijo.
su mente podían aceptar que no se trataba — ¡Éste es mi Douglas! Éste es el hombre
de una mujer, de la más perfecta mujer al que conozco y quiero.
que jamás conociera. —¿Me conoces realmente? Sólo tienes
—Hijo de mi mente... —musitó. unas pocas horas de edad.
—¿Qué, Douglas? —Es cierto. Pero, en otro sentido, tengo
—He dicho hijo de mi mente. Eso eres tanta edad como tú. Te he conocido toda
tú, ¿no es así? tu vida. Yo soy lo que siempre deseaste en
Ella rió musicalmente. una mujer, y parte de lo que deseas es una
— ¡Qué idea tan linda! —suspiró—. Una mujer que te conozca y ame por completo.
encantadora manera de pensar en ello. Sólo Ahora ya la tienes. Para siempre.
que yo no me siento como tu hija —rió. —Te creo —dijo él—. No lo comprendo
Kelton se incorporó sobre un codo y miró totalmente, pero creo. A ti no te importa
su sonriente rostro. cómo naciste, ¿no es asi?
—¿Cómo te sientes? —^preguntó. —Sí. No importa lo que yo era; importa
—¿Qué quieres decir, Douglas? sólo lo soy ahora. Una mujer. Tu mu­
—Bueno, ya comprendes..., ¿eh?..., cómo jer. Por entero y para siempre.
llegaste a ser... Kelton la tomó entre sus brazos, la miró
Ella rió nuevamente, dándole un suave muy fijo a los ojos, y el pensamiento se
beso. detuvo.
— ¡Pobfe Douglas! —dijo—. No tienes que
preocuparte por ofenderme. Ya sé que no Pronto amanecería, y a la luz de aquel
ne nacido como las demás mujeres. sol ajeno sería preciso actuar. Sabía que,
—Entonces... ¿cómo has nacido? ¿Por de los tres hombres, él era el único capaz
qué? de tomar aún una decisión racional.
—Pues... Primero, durante muchos años, Teóricamente no había capitán en una
fui tan sólo una idea en tu mente, una es­ nave de Inspección. Sería ridículo nombrar
peranza, un sueño, aguardando cobrar for­ a un hombre comandante de una tripula­
ma. Yo era lo que tú deseabas, una parte ción de dos. Pero los equipos de Inspección
de ti mismo. Luego... algo sucedió y me no se constituían al azar. Kelton era el más
hijo de la m ente/87
introspectivo de los tres, el hombre con un planeaban pasar el resto de sus vidas allí,
sentido de la responsabilidad mucho más en aquel jardín de planeta, con sus mujeres.
desarrollado, la personalidad dominante. Y Con sus perfectas mujeres.
él lo sabía. Podía ser dominado por los Había sido preciso un gran esfuerzo men­
otros dos, puesto que su posición de jefa­ tal, pero Kelton había comprendido final­
tura era puramente extraoficial. Pero él mente que las mujeres de Blair y Dexter
había sido siempre el jefe, y Blair y Dexter eran perfectas para ellos, aun cuando a él
lo habían reconocido tácitamente así. le pareciesen grotescas caricaturas de lo
Pero ahora, y Kelton lo sabía, no forma­ que debía ser bajo su concepto una mujer.
ban ya un equipo, sino tres individuos aisr Ahora bien, estas caricaturas habían estado
lados. Las cosas que hasta entonces les ha­ en sus mentes desde el comienzo: para
bían mantenido juntos —un trabajo a efec­ Blair, una mujer era algo menos que un
tuar, un planeta al que trasladarse— no te­ ser humano, una esclava deseosa de servir
nían ya significado. y atender cualquier deseo b antojo de su
De las cosas que habían convertido a los dueño y señor; para Dexter, una mujer era
tres hombres en un equipo de Inspección algo más que un ser humano, la fuente, el
sólo quedaba ahora una: la astronave. Se manantial de toda satisfacción, la realiza­
precisaba únicamente un hombre para ma­ dora de todos los deseos.
nejarla, y los tres miembros de un equipo No podía haber, pues, ninguna envidia
de Inspección eran siempre experimentados entre ellos. Aquellas mujeres estaban for­
pilotos. madas para colmar los deseos y las apeten­
Pero Blair y Dexter no querían ya ni acer­ cias únicamente de sus compañeros, por
carse a la astronave. En realidad, desde el muy pueriles y neuróticas que fueran.
día en que las tres mujeres surgieron de Cambiarlas por otras sería como cambiar
los capullos, apenas habían tenido ningún un cepillo de dientes.
contacto el uno con el otro, ni tampoco con
Kelton. ¿Para qué mantener este contacto? Kelton sabía que, de desearlo, la astro­
El trato con otras personalidades indepen­ nave sería suya. Podría marcharse con ella
dientes supone conflicto; significa que la y abandonarlos, y a ellos no les importaría
voluntad de uno no siempre se doblega. Y lo más mínimo, puesto que no tenían el
esto supone aceptar a veces un acomodo, menor deseo de regresar, a la Tierra, y lo
un compromiso. pasarían igualmente bien sin él.
Se habían vuelto como chiquillos, pensó ¿Pero por qué deseo marcharme?, se
amargamente Kelton. Mocosos echados a preguntó. Tengo también mi mujer per­
perder por los mimos. Andaban tendidos fecta, ¿no es así? Para Blair, la mujer es
todo el día por los alrededores de sus .ca­ la esclava; para Dexter es la madre. ¿Qué
bañas, y obtenían todo cuanto deseaban es la mujer para mí, para no hallarme sa­
con sólo levantar un dedo, sin la menor tisfecho? No puede ser que no podamos...
discusión. La mujer de Blair era su esclava, Bueno, personalmente nunca me importó
y la de Dexter una madre indulgente. ¿Por demasiado. Y yo sólo formulé la pregunta
qué volver así a una vida que era menos casualmente...
perfecta, a mujeres que hacían peticiones, Paseaban por la umbrosa floresta, cuyo
que tenían pensamientos e impulsos pro­ frondoso ramaje se mecía lentamente a im­
pios? Ambos estaban satisfechos, y ambos pulsos de la brisa, y a través del cual se fil­
88/norman Spinrad
traba el sol, salpicando el suelo de motas ¿O no lo serían?
de luz. Entonces hizo la pregunta. Kelton conocía la doctrina de Inspección.
—^No, Douglas —respondió ella—. No po­ Cuando una nave no volvía se la buscaba,
demos tener hijos. —Frunció el entrecejo— . y la búsqueda no terminaba hasta que era
¿Es que realmente te importa? hallada. Aquello podía llevar un año, o una
—No —dijo él con sinceridad—. Unica­ década, o un siglo, pero Inspección hallaba
mente me sentía curioso. Una curiosidad el planeta. No era cuestión de altruismo,
científica: después de todo, soy biólogo. sino de protección. Si una astronave no re­
¿Cómo te sientes tú...? gresaba, aquello significaba la existencia de
Ella rió cariñosamente. algo que le había impedido volver, y Tierra
—^Douglas, ¿he de estar diciéndote siem­ tenía que saber qué era ese algo antes de
pre que no me ofende hablar de ello..., que que pudiera arrebatarle más astronaves u
no me hiere? Sé lo que soy, y no me aver­ ocurriera alguna cosa peor. Este algo podría
güenza. ¿Por qué debería...? ser alguna raza inteligente hostil, o una for­
—^Lo siento —cortó él. ma de vida mortal, y el hombre podría ha­
—No hay nada que sentir. Únicamente te llarse en grave peligro sin saberlo, caso de
pido que lo tomes de la misma manera que que Inspección no siguiera la pista de todas
yo. Respondiendo a tu pregunta, yo no pue­ sus astronaves perdidas.
do tener descendencia. No como las demás ¿Qué sucedería si no supieran de ellos
mujeres. Cuando te hayas ido... Bueno, durante algún tiempo?
quiero decir... Kelton daba por seguro que otros hom­
—¿Quién siente temor ahora a decir la bres recorrerían más pronto o más tarde
verdad? —respondió él con dulzura—. No la superficie de aquel planeta. Aquello era
tengo ninguna esperanza de ser inmortal. inevitable.
Cuando yo muera. Muy bien: ¿entonces, Y, por alguna insondable razón, el pen­
qué? samiento le colmaba de indecible terror.
Ella se ruborizó ligeramente.
—Cuando tú... —dijo— no estés ya más
conmigo, yo moriré también. En cierto Los primeros rojos rayos del alba se fil­
modo, es un bello pensamiento. Yo he na­ traron a través del enramado de la cabaña.
cido para amarte, y cuando ya no te tenga, Kelton sabía que estarían haciendo deste­
no existiré más en la forma que me dio tu llar el plateado casco de la astronave...
amor. Volveré a disolverme en teleplasma, Paraíso, pensó; el planeta es literalmente
sin recuerdo ni pesar alguno, hasta que al­ un paraíso para el hombre. Besó suavemen­
gún otro, o algo, venga a mí y... te el cuello de la mujer. Es curioso, siguió.
Como fuera, aquello le lastimó. No tanto Ninguno de nosotros les ha dado un nom­
la idea de que ella le sobreviviese, sino que bre. ¿Por qué?
pudiera convertirse luego en tantos lagar­ Estaba comenzando a comprender. La
tos, insectos o cualquier otra cosa, una vez criatura que dormía a su lado no era una
que él se hubiera ido, puesto que allí no mujer: era la Mujer, vista a través de los
habría ya otros hombres para convertir su ojos del hombre, su personal deseo colma­
protoplasma en otra mujer: él y Dexter y do. É l era su vida entera, de manera lite­
Blair eran los únicos que jamás habrían ralmente absoluta; ella no tenía ninguna
visto el planeta, y... existencia independiente propia, como lo
hijo de la mente / 89
90 / norman Spinrad
probaba el que cuando él se marchara, ella su corazón, pues la criatura dormida a su
deiaría de existir... •lado sabía sólo que sentía como mujer y
Y de pronto comprendió por qué Dexter que lo amaba con cada fibra de su ser.
y Blair estaban totalmente complacidos y ¡Dios!, pensó desesperadamente. Yo la
él no. Para Dexter, la mujer era madre; amo también...
para Blair, esclava; nada más. Ninguno de Pero sabía lo que debia hacer. La extin­
los dos poseía la menor noción de que la ción de la raza humana era un precio de­
mujer tiene una existencia independiente. masiado elevado para el amor. Un precio
En cambio, Kelton se daba cuenta de que que debería ser pagado por generaciones
para él la mujer siempre había sido Mis- aún no nacidas, generaciones que nunca na­
terior cerían, a menos que...
Y una hija de su propia mente no podía Una parte de sí mismo había presentido
albergar ningún misterio para él, sino tan desde el comienzo que el precio del paraíso
sólo una insatisfactoria ilusión. era siempre demasiado elevado. Que, de te­
Aun cuando la amaba y ella le amaba a ner que escoger, el hombre elegiría siempre
él, a pesar de que ella fuera totalmente la perfección sobre la realidad, aun cuando
perfecta, Kelton sabía que aquello no po­ aquello significara a la larga la muerte.
dría ser nunca bastante. Y no debía permitirse que existiera esta
Ahora comprendía completamente lo que elección.
antes sólo había presentido. Ahora sabía Con sumo cuidado, pulgada a pulgada
por qué le llenaba de temor la idea de que para no despertarla, se zafó de sus brazos
otros hombres recorrieran aquel planeta. y se puso en pie. Vistióse rápidamente y,
El setenta por ciento de las hembras de sin atreverse a mirar hacia atrás, se enca­
aquel planeta eran teteplasma... minó hacia la astronave.
El teleplásma estaba desplazando a las Kelton la dispuso en órbita polar de no­
hembras auténticas. venta minutos, de manera que pasara even­
Ahora sabía que no era por sí mismo que tualmente sobre el planeta entero.
había sentido miedo, sino por toda la raza Durante un largo instante permaneció
humana. como petrificado en el asiento del piloto,
Porque ¿qué ocurriría cuando los hom­ con un fusil lanzallamas en su regazo y
bres supieran de aquel planeta y sus carac­ la mirada clavada en el suave planeta ver­
terísticas? ¿Qué sucedería cuando llevasen de que flotaba bajo él.
teleplasma a la Tierra, como inevitablemen­ Aún puedes cambiar de parecer, pensó.
te harían? Todavía puedes volver...
¿Qué ocurriría a las mujeres reales, a las Y ser la otra especie de asesino, el ase­
que eran algo más que el reflejo de los de­ sino de la raza humana.
seos del hombre, a las que tenían mentes, No había otra alternativa. El teleplasma
y sueños, y deseos propios? sitmificaría la extinción de la humanidad.
¿Quién engendraría a las criaturas de la El hombre y el teleplasma no podían com-
raza humana? ¿Por cuánto tiempo seguiría nartir la misma galaxia. Otros hombres se
siendo una raza humana? habían enfrentado antes con aquella misma
Comprendió, y supo lo que debía hacer. decisión ante otras formas de vida.
Pero en aquello no había ningún consuelo La Inspección tenía una expresión muy
para él. Era como un cuchillo clavado en sutil para ello: Esterilización planetaria.
hijo de la m ente/91
Se había aplicado a Tau Ceti II. Y tam­
bién a Argol V. Y asimismo a Lathrop III.
Y ahora debería ser éste. Cada astronave
de Inspección estaba equipada para efec­
tuar una esterilización planetaria.
Todo cuanto tenía que hacer era apretar
un botón. El computador de la astronave
dispararía los proyectiles a su debido tiem­
po, y todo el planeta sería cubierto en un
exacto trazo geométrico. Veinte puntas de
torpedo de cobalto-sodio eran más que su­
ficientes para un planeta de este tamaño.
¡Perdóname, Blair! ¡Perdóname, Dexter!
¡Perdóname, hijo de mi mente!
Sabía que, por su parte, jamás sería ca­
paz de perdonarse a sí mismo.
Pero apretó el botón.

Titulo original:
A CHILD OF MIND
Traducción de Vicente Viía
92 / norman Spinrad
LAS
IS L A S
VOLADORAS
CUSICO-
AN TO N C H EJO V
Antón Paviovich Chéjov (1860-1904),
publicó esta divertida parodia en 1885,
en la revista rusa «B u diin ik .
(despertador). Su principal aliciente
es estar escrita de modo que pretende
ser la traducción al ruso de una de
las obras de Julio Verne, tan
de moda por aquellos tiempos. Y aqu(
está el resultado.

sagrada obligación el darles a ustedes las


CAPITULO PRIMERO gracias por la asombrosa paciencia con la
La conferencia que han escuchado mi conferencia de una
duración de 40 horas, 32 minutos y 14 se­
— ¡He terminado, caballeros! —dijo Mr. gundos... ¡Tom Grouse! —exclamó, volvién­
John Lund, joven miembro de la Real So­ dose hacia su viejo criado— . Despiértame
ciedad Geográfica, mientras se desploma­ dentro de cinco minutos. Dormiré, mientras
ba exhausto sobre un sillón. La sala de los caballeros me disculpan por la descor­
asambleas resonó con grandes aplausos y tesía de hacerlo.
gritos de ¡bravo! Uno tras otro, los caba­ — ¡Sí, señor! —dijo el viejo Tom Grouse.
lleros asistentes se dirigieron hacia John John Lund echó hacia atrás su cabeza y
Lund y le estrecharon la mano. Como estuvo dormido en un segundo.
prueba de su asombro, diecisiete caballe­ John Lund era escocés de nacimiento.
ros rompieron diecisiete sillas y torcieron No había tenido una educación formal ni
ocho cuellos, pertenecientes a otros ocho estudiado para obtener ningún grado, pe­
caballeros, uno de los cuales era el capi­ ro lo sabía todo. La suya era una de esas
tán de «La Catástrofe», un yate de 100.000 maravillosas naturalezas en las que el in­
toneladas. telecto natural lleva a un innato conoci­
— ¡Caballeros! —dijo Mr. Lund, profun­ miento de todo lo que es bueno y bello.
damente emocionado—. Considero mi más El entusiasmo con que había sido recibido
las islas voladoras / 93
su parlamento estaba totalmente justifica­ —Señor —dijo Grouse a Mr. Lund— si
do. En el curso de cuarenta horas había nuestro camino es tan largo como este ca­
presentado utt vasto proyecto a la consi­ ballero, de acuerdó con la ley de la fric­
deración de los honorables caballeros, cu­ ción, ¡gastaremos nuestras suelas!
ya realización llevaría a la consecución de Los caballeros meditaron un momento.
gran fama para Inglaterra y probaría hasta Diez minutos después, habiendo decidido
qué alturas puede llegar en ocasiones la que el comentario de Grouse tenía mucha
mente humana. gracia, rieron ruidosamente.
«La perforación de la Luna, de un cos­ —¿Con quién tengo el honor de compar­
tado al otro, mediante una colosal barre­ tir mis risas, caballero? —preguntó Lund
na». ¡Este era el sujeto de la brillantemen­ a su calvo acompañante.
te pronunciada conferencia de Mr. Lundl —Tiene usted el honor de caminar, ha­
blar y reír con un miembro de todas las
sociedades geográficas, arqueológicas y et­
nográficas del mundo, con algtiien que po­
CAPITULO I I see un grado magna cum laude en cada
El Misterioso Extraño ciencia que ha existido y que existe en la
actualidad, es miembro del Club de las
Sir Limd no durmió siquiera durante tres Artes de Moscú, fideicomisario honorífico
núnutos. Una pesada mano descendió so­ de la Escuela de Obstetricia Bovina de
bre su hombro y tuvo que despertarse. Southampton, suscriptor del The lllustra-
Ante él se alzaba un caballero de un me­ ted Imp, profesor de magia amarillo-ver­
tro, ocho decímetros, dos centímetros y dosa y gastronomía elemental en la futura
siete milímetros de altura, flexible como Universidad de Nueva Zelanda, director del
un sauce y delgado como ima serpiente Observatorio Sin Nombre, Willicim Bolva-
disecada. Era completamente calvo. Ente­ nius. Le estoy llevando, caballero a...
ramente vestido de negro, tenía cuatro (John Lund y Tom Grouse cayeron de ro­
pares de anteojos sobre su nariz, un ter­ dillas ante el gran hombre, del que tanto
mómetro en el pecho y otro en su .espalda. habían oído, e inclinaron sus cabezas en
— ¡Seguidme! —dijo el calvo caballero señal de respeto).
en tono sepulcral. — ...Le estoy llevando, caballero, a mi
—¿Dónde? observatorio, a treinta y dos kilómetros de
— ¡Seguidme, John Lund! aquí, ¡Caballero! El silencio es una bella
—¿Y qué pasará si no lo hago? cualidad en un hombre. Necesito un com­
— ¡Entonces me veré obligado a perfo­ pañero en mi empresa, la significación de
rar a través de la Luna antes de que lo la cual será usted capaz de comprender
hagáis vosi con tan sólo los dos hemisferios de su cere­
—En ese caso, caballero, estoy a vuestro belo. Mi elección ha recaído en usted. Tras
servicio. su conferencia de cuarenta horas, es muy
—Vuestro criado caminará tras nosotros. improbable que usted desee entrar en con­
Mr. Lund, el caballero calvo y Tom Grou- versación conmigo, y yo, caballero, no amo
se abandonaron la sala de asambleas, sa­ a nada tanto como a mi telescopio y a un
liendo a las bien ilimiinadas calles de Lon­ silencio prolongado. La lengua de vuestro
dres. Caminaron durante largo tiempo. servidor, espero, será detenida a una or­
94 / anton chejov
den vuestra. ¡Caballero, viva la pausa! Lo verdaderos ingleses, debemos hacer saber
estoy llevando... Supongo que no tendrá que este gran hombre no vive ya en nues­
usted nada en contra, ¿no es así? tros días; murió hace algunos años, oscu­
— ¡En absoluto, caballero! Tan sólo la­ ramente, devorado por tres cocodrilos
mento que no seamos corredores y, por mientras nadaba en el Nilo.
otra parte, el que estos zapatos que esta­
mos usando valgan tanto dinero.
—Les compraré zapatos nuevos.
—Gracias, caballero. CAPÍTULO I II
Aquellos de mis lectores que estén sobre Los Puntos Misteriosos
ascuas por el deseo de tener un mejor co­
nocimiento del carácter de Mr. William El observatorio al que llevó a Lund y
Bolvanius pueden leer su asombrosa obra; al viejo Tom Grouse... (sigue aquí una
«¿Existió la Luna antes del diluvio; y, si larga y extremadamente aburrida descrip­
así fue, por qué no se ahogó?». A esta obra ción del observatorio, que el traductor del
se le acostumbraba a unir un opúsculo, francés al ruso ha creído mejor no tradu­
posteriormente prohibido, publicado un cir para ganar tiempo y espacio). Allí se
año antes de su muerte y titulado: «Cómo alzaba el telescopio perfeccionado por Bol­
convertir el Universo en polvo y salir con vanius. Mr. Lund se dirigió hacia el ins­
vida al mismo tiempo». Estas dos obras trumento y comenzó a observar la Luna.
reflejan la personalidad de este hombre, —¿Qué es lo que usted ve, caballero?
notable entre los notables, mejor que cual­ —La Luna, caballero.
quier otra cosa pudiera hacerlo. —Pero, ¿qué es lo usted ve cerca de la
lncidentalmente, esas obras describen Luna, caballero?
cómo pasó dos años en los pantanos de —Tan sólo tengo el honor de ver la Lu­
Australia, subsistiendo por completo de na, caballero.
cangrejos, limo y huevos de cocodrilo, y —^Pero, ¿no ve usted algunos puntos pá­
sin hacer en todo ese tiempo un sólo fue­ lidos moviéndose cerca de la Luna, caba­
go. Mientras estaba en los pantanos, in­ llero?
ventó un microscopio igual en todo a uno — ¡Pardiez, caballero! ¡Veo los puntos!
ordinario, y descubrió la espina dorsal en ¡Sería un asno si no los viese! ¿De qué cla­
los peces de la especie «Riba». Al volver se de puntos se trata?
de su largo viaje, se estableció a unos —Esos puntos son tan sólo visibles a
kilómetros de Londres y se dedicó entera­ través de mi telescopio. ¡Pero basta ya!
mente a la Astronomía. Siendo como era un ¡Deje de mirar a través del aparato! Mr.
real misógino (se casó tres veces y tuvo, Lund y Tom Grouse, yo deseo saber, tengo
como consecuencia, tres espléndidos y bien que saber, lo que son esos puntos. ¡Estaré
desarrollados pares de cuernos) y no sin­ allí pronto! ¡Voy a hacer un viaje para ver­
tiendo deseos ocasionales de aparecer en los! Y ustedes vendrán conmigo.
público, llevaba la vida de un esteta. Con — ¡Hurra! —gritaron a un tiempo John
su sutil y diplomática mente, logró obte­ Lund y Tom Grouse—. ¡Vivan los puntos!
ner que su observatorio y su trabajo astro­
nómico tan sólo fuesen conocidos por él
mismo. Para pesar y desgracia de todos los
las islas voladoras / 95
quinto día, rompiendo finalmente el silen­
CAPITULO IV cio.
Catástrofe en el Firmamento —Gracias, caballero —replicó Lund, emo­
cionado— ; vuestro interés me conmueve.
Media hora después, Mr. William Bolva- Estoy en agonía. Pero, ¿dónde está mi fiel
nius, John Lund y Tom Grouse estaban Tom?
volando hada los misteriosos puntos en el —Está sentado en un rincón, mascando
interior de un cubo que era elevado por tabaco y tratíindo de poner la misma cara
dieciocho globos. Estaba sellado herméti­ que un hombre que se hubiera casado con
camente y provisto de aire comprimido y diez mujeres al mismo tiempo.
de aparatos para la fabricación de oxíge­ — ¡Ja, ja, ja, Mr. Bolvanius!
no (1). El inicio de este estupendo vuelo —Gracias, caballero.
sin precedentes tuvo lugar en la noche Mr. Bolvanius no tuvo tiempo de estre­
del 13 de Marzo de 1870. El viento pro­ char su mano con la del joven Lund antes
venía del suroeste. La aguja de la brú­ de que algo terrible ocurriese. Se oyó un
jula señalaba noroeste-oeste. (Sigue una terrorífico golpe. Algo explotó, se escucha­
descripción, extremadamente aburrida, ron un millar de disparos de cañón, y un
del cubo y de los dieciochó globos). Un profundo y furioso silbido llenó el aire. El
profundo silencio reinaba dentro del cubo. cubo de cobre, habiendo alcanzado la at­
Los caballeros se arrebujaban en sus ca­ mósfera rarificada y siendo incapaz de so­
pas y fumaban cigarros. Tom Grouse, es­ portar la presión interna, había explotado,
tirado en el suelo, dormía como si estu­ y sus fragmentos habían sido despedidos
viera en su propia casa. El termómetro (2) hacia el espacio sin fin.
registraba bajo cero. En el curso de las ¡Éste era un terrible momento, único en
primeras veinte horas, no se cruzó entre la historia del Universo!
ellos ni una sola palabra ni ocurrió nada Mr. Bolvanius agarró a Tom Grouse por
de particular. Los globos habían penetra­ las piernas, este último agarró a Mr. Lund
do en la región de las nubes. por las suyas y los tres fueron llevados
Algunos rayos comenzaron a perseguir­ como rayos hacia un misterioso abismo.
los, pero no consiguieron darles alcance, Los globos se soltaron. Al no estar ya con­
como era natural esperar tratándose de in­ trapesados, comenzaron a girar sobre sí
gleses. Al tercer día John Lund cayó en­ mismos, explotando luego con gran ruido.
fermo de difteria y Tom Grouse tuvo un —¿Dónde estamos, caballero?
grave ataque en el bazo. El cubo colisio­ —En el éter.
nó con un aerolito y recibió un golpe te­ —Humm. Si estamos en el éter, ¿qué
rrible. El termómetro marcaba —76°. es lo que vamos a respirar?
—¿Cómo se siente usted, caballero? —¿Dónde está su fuerza de voluntad, Mr.
—preguntó Bolvanius a Mr. Lund en el Lund?
— ¡Caballeros! —^gritó Tom Grouse—.
¡Tengo el honor de informarles que, por
(1). Gas inventado por los químicos. Dicen que es
imposible vivir sin él. Tonterías. Lo único sin lo cual
alguna razón, estamos volando hacia arriba
no se puede vivir es el dinero. y no hacia abajo!
(2). Este instrumento existe en la realidad. (Notas
— ¡Bendita sea mi alma, es cierto! Esto
del traductor de! francés al ruso.) significa que ya no nos encontramos en la
96 / anton chejov
esfera de influencia de la gravedad. Nues­
tro camino nos lleva hacia la meta que
nos habíamos propuesto ¡Hurra! Mr. Lund,
¿qué tal se encuentra?
—Bien, gracias, caballero. ¡Puedo ver la jiu e \# a
Tierra encima, caballero!
—Eso no es la Tierra. Es uno de nues­ d im e iis iD n
tros puntos. ¡Vamos a chocar con él en VOLUIHEN 2
este mismo momento!
¡¡¡BOOM!!!

CAPÍTULO V aflcpfl
La isla de Johann Gath

Tom Grouse fue el primero en recupe­ c: ido


:)ESO
rar el conocimento. Se restregó los ojos y
comenzó a examinar el territorio en que
Bolvanius, Lund y él yacían. Se despojó
de uno de sus calcetines y comenzó a dar
friegas con él a los caballeros. Éstos reco­
braron el conocimiento de inmediato.
—¿Dónde estamos? —preguntó Lund.
— ¡En una de las islas que forman el ar­
Larry Niven
chipiélago de las Islas Voladoras! ¡Hurra!
— ¡Hurra! ¡Mire allí, caballero! ¡Hemos Jerry Pournelle
superado a Colón! EDICIONES DRONTE
Otras varias islas estaban volando por
encima de la que les albergaba (sigue la
descripción de un cuadro comprensible tán VOLUMENES 13-14'
sólo pará un inglés). Comenzaron a explo­
rar la isla. Tenía... de largo y... de ancho
(números, números, ¡una epidemia de nú­
meros!). Tom Grouse consiguió un éxito PREMIO JUPITER
al hallar un árbol cuya savia tenía sabor
del vodka ruso. Cosa extraña, los árboles
eran más bajos que la hierba (?). La isla
FINALISTA
estaba desierta. Ninguna criatura viva ha­
bía puesto pie en ella. PREMIO HUGO
—Vea caballero, ¿qué es esto? —^pre­
guntó Mr. Lund a Bolvanius, recogiendo
un manojo de papeles.
PREMIO NEBULA
—Extraño... sorprendente... maravillo­
so... —murmuró Bolvanius.
las islas voladoras / 97
Los papeles resultaron ser las notas to­ te días! —^murmuró Mr. Lund, delgado
madas por un hombre llamado Johann como un artista hambriento. Y relató lo
Goth, escritos en algún lenguaje bárbaro, sucedido.
creo que ruso. La isla de Johann Goth ya no existía.
— ¡Maldición! —gritó Mr. Bolvanius—. El peso de los tres bravos hombres la ha­
jAlguien ha estado aquí antes que noso­ bía hecho repentinamente más pesada. De­
tros} ¿Quién pudo haber sido? ¡Maldición! jó la zona neutral de gravitación, fue atraí­
¡Oh, rayos del cielo, machacad mi potente da hacia la Tierra y se hundió en el puer­
cerebro! ¡Dejadme que le eche las manos to de El Havre.
encima, tan sólo dejadme que se las eche!
¡Me lo tragaré de un bocado!
El caballero Bolvanius, alzando sus bra­ CONCLUSION
zos, rió salvajemente. Una extraña luz bri­
llaba en sus ojos. John Lund está ahora trabajando en el
Se había vuelto loco. problema de perforar la Luna de lado a
lado. Se acerca el momento en que la Luna
se verá embellecida con un hermoso agu­
jero. El agujero será propiedad de los in­
CAPITULO V I gleses.
Et regreso Tom Grouse vive ahora en Irlanda y se
dedica a la agricultura. Cría gallinas y da
— ¡Hurra! —gritaron los habitantes de palizas a su única hija, a la que está edu­
El Havre, abarrotando cada centímetro del cando al estilo espartano. Los problemas
muelle. El zdre vibraba con gritos jubilo­ científicos todavía le preocupan: está fu­
sos, campanas y música. La masa oscura rioso consigo mismo por no haber pensado
que los había estado amenazando durante en recoger ninguna semilla del árbol de la
todo el día con una posible muerte estaba Isla Voladora cuya savia tenía el mismo, el
descendiendo sobre el puerto y no sobre mismísimo sabor que el vodka ruso.
la ciudad. Los barcos se hacían rápidamen­
te a la mar abierta. La masa negra que
había ocultado al sol durante tantos días
chapuzó pesadamente (pesamment), entre
los gritos exultantes de la multitud y el
tronar de la música, en las aguas del puer­
to, salpicando la totalidad de los muelles.
Inmediatamente se hundió. Un minuto
después había desaparecido toda traza de
ella, exceptuando las olas que cruzaban
la superficie en todas las direcciones. Tres
hombres se hallaban flotando en medio de
las aguas: el enloquecido Bolvanius, John
Lund y Tom Grouse. Fueron rápidamente
subidos a bordo de unas barquichuelas. Título original:
LLETUCHIE ASTRAVA
— ¡No hemos comido en cincuenta y sie­ Traducción de S. Castro
98 / anton chejov
EL
PUEBLO
DEL
AIRE
POUL ANDERSON

Poul Anderson es, probablemente, el principal expo­


nente de la historia de aventuras en la ciencia fic­
ción, si bien en sus relatos se halla sieníipre pre­
sente algo más que lo que se ha venido en denomi­
nar de una forma convencional «la aventura». Poul
Anderson, que es un hombre alto, delgado y razona­
blemente tranquilo al que le gusta la cerveza, las
baladas, los libros y los botes, nos cuenta aquí una
de sus mejores y más típicas historias, desarrollada
en un futuro en el que el hombre va de nuevo en
busca de la perdida civilización.

ilustrado por ADOLFO BUYLLA

decía que el Perio había abandonado sus


provincias fronterizas a su suerte. Así que
La Flota Corsaria llegó justo antes del toda la riqueza transportable de Meyco de­
amanecer. Desde su altura, a mil quinien­ bía haber sido llevada a S’Antón para su
tos metros, la tierra se veía de un color custodia, lo cual significaba que el lugar
gris azulado, neblinoso. Los canales de irri­ bien valía un ataque. Loklann sonrió.
gación reflejaban las primeras luces como Robra sunna Stam, el primer oficial del
si estuviesen llenos de mercurio. Hacia el Buffalo, habló:
oeste brillaba el océano, que se disolvía — Será mejor que bajemos a setecientos
a lo lejos en una masa púrpura moteada metros —sugirió—■, para estar seguros de
de unas pocas estrellas. que los hombres no serán empujados por
Loklann sunna Holber se empinó sobre el viento fuera de las murallas al saltar.
la baranda del puente de su nave almiran­ —Sí —el capitán asintió con im gesto
te y enfocó un telescopio hacia lá ciudad. de su cabeza—. De acuerdo, a setecientos.
Un conglomerado de paredes, techos pla­ Sus voces parecían extrañamente fuertes
nos y cuadradas torres de vigía saltó ha­ allí arriba, donde tan sólo el viento y los
cia su vista. Las espiras de la catedral crujidos del aparejo rompían el silencio.
estaban teñidas de rosa por el aún oculto El cielo, alrededor de los corsarios, era
sol. No había en el aire ningún globo de una inmensidad oscura tachonada de co­
barrera; debía ser cierto el rumor que lor oro-rojizo hacia el este. Sobre la cu­
I 1956, Mercury Press, Inc.
bierta se había formado escarcha. Pero amanecer. Era uno de esos hombres de
cuando las largas comas de madera hi­ cabello rubio y ojos azules tan raros aún
cieron oír sus señales, no sonaron a inte- entre el Pueblo del Aire, y desconocidos
rmpción, ni tampoco lo fue el distante gri­ en cualquier otra parte—. Naturalmente
terío de órdenes desde las demás naves, —dijo—, no somos expertos en navios de
ni el sonido de los pasos de las tripulacio­ superficie. Tan sólo los vemos pasando.
nes, ni el ruido de las cabrias y las bombas En sus palabras se notaba un desprecio
compresoras manuales. Para un Hombre teñido de ima cierta comprensión; por lo
del Aire, estos sonidos pertenecían a las menos, los marinos eran buenos esclavos,
alturas. aunque naturalmente el único vehículo dig­
Los cinco grandes navios bajaron en sua­ no de tal nombre para un guerrero era un
ves espirales. Los primeros rayos del sol dirigible corsario en las expediciones y un
reverberaron en los dorados de los mas­ caballo en el hogar.
carones de proa, atrevidamente colocados —Probablemente es un comerciante
sobre puntiagudas proas de góndola, y —decidió—. Si es posible lo capturaremos.
juguetearon por los extravagantes diseños Fijó su atención en problemas más ur­
pintados en las telas de los globos. Las gentes. No tenía mapa de S’Antón, y nun­
velas y los timones se veían increíblemente ca antes lo había visto. Aquello era lo más
blancos entre las últimas oscuridades del hacia el sur a que el Pueblo del Aire había
oeste. llegado en sus correrías, y casi lo más
—^Mira ahí —dijo Loklann. Había estado lejano que alguno de ellos había visitado
estudiando el puerto a través de su teles­ nimca, ya que en épocas anteriores los apa­
copio— . Algo nuevo. ¿Qué podrá ser? ratos aéreos eran todavía demasiado primi­
Ofreció el tubo a Robra, que se lo llevó tivos, y el Perio demasiado fuerte. Debido
a su único ojo. Enmarcado por el círculo a esto, Loklann debía estudiar la ciudad
de cristal se encontraba un muelle de pie­ desde arriba, a través de las errantes ma­
dra, y tinglados viejos de siglos, reliquia sas de vapor, y preparar sus planes sobre
de los días de grandeza del Perio. Ahora el campo. Estos planes no podían sér de­
eran usados en menos de im cuarto de su masiado complicados, pues tan sólo dispo­
capacidad. La masa normal de pequeños y nía de las banderas de señales y de un
maltrechos barquitos de pesca, un solita­ pregonero con un megáfono para transmi­
rio velero de cabotaje... ¡y sí, por Oktai, el tir sus órdenes a los otros navios.
que manda las tormentas; una cosa mons­ —Esa gran plaza frente al templo —mur­
truosa, mayor que una ballena, siete más­ muró—. Nuestro contingente tomará tierra
tiles que eran imposiblemente altos! ahí. Los hombres del Stormcloud se ocupa­
—No sé —el primer oficial bajó el teles­ rán de ese gran edificio al este de la pla­
copio—. ¿Un extranjero? ¿Pero de dónde? za... míralo... parece que sea la residencia
No puede ser de ninguna parte de este del jefe. Allí, a lo largo de la muralla nor­
continente. te, se ven cuarteles y patios de armas: el
—Nunca he visto un velamen como éste Coyote puede entendérselas con los sol­
—dijo Loklann—. Velas cuadradas erf el dados. Que los hombres del Witch of Hea-
palo mayor, triangulares en el trinquete y ven aterricen en los muelles, ocupen los
mesana... —Acarició su corta barba, que emplazamientos de la artillería de costa y
brillaba como cobre trenzado a la luz del ese extraño navio, y luego se unan al ata-
100/poul anderson
que a la guarnición. La tripulación del
Fire Elk’s deberá descender frente a la
puerta de la muralla este, y enviar un des­
tacamento a la puerta del sur para embote­ II
llar a la población civil. En cuanto yo haya
ocupado la plaza, enviaré refuerzos a cual­ Don Miuel Carabán, calde de S'Antón
quier parte donde sean necesarios. ¿Está d’Inio, preparó una fastuosa fiesta para
todo claro? sus huéspedes Maurai. No era tan sólo
Se sacó los anteojos protectores. Algu­ porque ésta fuera una ocasión histórica,
nos de los hombres que se apiñaban a su que tal vez señalase un punto de cambio
alrededor vestían cotas de malla, pero él en el largo declive. (Don Miuel, siendo esa
prefería una coraza de cuero endurecido, rara combinación, un hombre práctico que
al estilo mong: era casi tan resistente, y al mismo tiempo podía leer, sabía que la
mucho más ligera. Iba armado con una retirada de las tropas del Perio a Brasil
pistola, pero tenía mucha más fe en su ha­ hacía veinte años no era un «ajuste tempo­
cha de combate. Un arquero podía disparar ral»: nunca volverían. Las provincias fron­
casi tan deprisa como un hombre con un terizas estaban abandonadas a su suerte.)
arma de fuego, con la misma certeza, y Los extranjeros debían ser convencidos de
además las armas de fuego se estaban vol­ qUe habían encontrado una nación rica,
viendo fabulosamente caras de mantener fuerte y básicamente civilizada: que era
en funcionamiento a medida que dismi­ fructuoso visitar las costas Meycanas para
nuían las fuentes de azufre. comerciar e incluso concertar una alianza
Notaba una sensación que era como vol­ contra los salvajes del Norte.
ver a ser de nuevo joven, abriendo los re­ El banquete duró hasta cerca de media­
galos en la Mañana de Pleno Invierno. Tan noche. Aunque algunos de los viejos ca­
sólo Oktai sabía qué tesoros encontrarían, nales de irrigación se habían cegado y nxm-
oro, telas, herramientas y esclavos, qué ca habían sido reparados, de tal forma
batallas, y hechos heróicos, y fama eterna. que los cactus y las serpientes de cascabel
Posiblemente la muerte. Algún día era se­ ocupaban los pueblos abandonados, la pro­
guro que moriría en combate; había sa­ vincia de Meyco todavía era fértil. Los
crificado tanto a sus dioses protectores jinetes de ojos oblicuos, los Mong de Tek-
que no creía que le pudiesen negar una kas, habían matado a innumerables peo­
muerte en batalla y la posibilidad de vol­ nes cuando sus correrías de hacía cinco
ver a renacer como un Hombre del Aire. años —las horcas de madera y las guada­
— ¡Vamos! —gritó. ñas de obsidiana eran una débil defensa
Saltó por encima de la baranda. Por un contra sables y flechas—,- de modo que
momento el mundo giró; tan pronto la pasaría otra década antes de que la po­
ciudad estaba en lo alto como su Buffalo blación volviera a su nivel normal y re­
pasaba de nuevo por encima de él. Enton­ apareciesen las hambres periódicas. Así,
ces tiró de la anilla y su arnés dio una sa­ pues, Don Miuel ofreció numerosos pla­
cudida, estabilizándolo. Alrededor suyo tos: ternera, jamón curado, olivas, frutos,
florecían paracaídas escarlatas. Calculó la vinos, nueces, café (este último descono­
velocidad del viento y tiró de una cuerda, cido para el Pueblo del Mar y que no
dirigendo su descenso. había sido de su agrado), etc. A continua-
el pueblo del aire /101
ción vinieron las diversiones: música, ju­ debía de callarse. Lo cual hizo, murmu­
glares, una exhibición de esgrima realiza­ rando una apología y retirándose rubori­
da por algunos de los nobles más jóvenes. zado a un oscuro rincón, debajo de unos
Llegado este momento, el cirujano del despintados murales.
Dolphin, que estaba bastante ebrio, se Ruori se volvió hacia su anfitrión.
ofreció a ejecutar una danza de las Islas. —Le ruego me perdone, S'ñor —dijo,
Musculoso bajo sus tatuajes, su broncea­ usando la lengua local—. La maestría de
da silueta efectuó una serie de contorsio­ mis hombres en el spañol es aún inferior
nes que hicieron aparecer rictus en los a la mía.
labios de los dignificados Dones. El mis­ —Naturalmente —la delgada figura en­
mo Miuel comentó; fundada en negro de Don Miuel hizo una
-^Me recuerda en algo a los «ritos de pequeña y envarada reverencia. Al hacer­
fertilidad» de nuestros peones —y lo dijo lo, su espada se levantó, apareciendo ri­
con una cortesía forzada que sugirió al diculamente como una cola. Ruori oyó
capitán Ruori Rangi Lohannaso la idea de una mal contenida risa de uno de sus
que los peones debían tener una cultura oficiales. Y sin embargo, pensó el capi­
completamente distinta y no demasiado tán, ¿eran peores los pantalones largos y
refinada. las camisas de volantes que los sarongs,
El cirujano echó hacia atrás su coleta sandalias y tatuajes de clan? No eran sino
y rió. costumbres distintas. Uno tenía que na­
—Ahora traigamos a tierra a las wahi- vegar a lo largo de la Federación Maurai,
nes y demostremos lo que es un buen desde Awaii hasta su N ’zealand natal, y
huía —dijo en Maurai-Ingliss. al Oeste hacia Mlaya, para poder comen­
—No —contestó Ruori—. Me temo que zar a apreciar cuán grande es ese planeta
ya debemos haberles causado mala impre­ y cuanto de él es un misterio.
sión. El proverbio dice: «Cuando estés en —Usted habla nuestro lenguaje excelen­
las islas Solmón oscurece tu piel». temente, S’ñor —dijo Doñita Tresa Cara-
—No creo que ellos sepan cómo diver­ bán sonriendo—. Tal vez mejor que nos­
tirse realmente —^protestó el doctor. otros mismos, ya que usted estudió textos
—Todavía no sabemos cuáles son sus viejos de siglos antes de embarcar, y el
tabús —avisó Ruori—. Portémonos, pues, spañol ha cambiado mucho desde que
con gravedad, como esos hombres de bar­ fueron escritos.
ba puntiaguda, y no riamos o hagamos el Ruori le devolvió la sonrisa. La hija de
amor hasta que estemos de vuelta a bor­ Don Miuel lo merecía. El rico vestido ne­
do entre nuestras wahines. gro acariciaba una figura tan hermosa
— ¡Pero esto es estúpido! Que se me como cualquier otra que él hubiera po­
trague Nan, el de dientes de tiburón, si dido ver en el mundo; y aunque el Pueblo
hago... del Mar prestaba poca atención al rostro
—Tus antepasados se avergüenzan —le de una mujer, se daba cuenta de que el
dijo Ruori. Era una respuesta tan ofen­ de ella era digno y bien formado, con la
siva como la que se puede dar a un hom­ nariz de águila de su padre dulcificada
bre con el que se trata de entablar una por una curva suave, los ojos luminosos
pelea. Dulcificó el tono de su voz para y el pelo del color de los océanos a me­
quitarle algo de mordiente, pero el doctor dianoche. Era una pena que esos Meyca-
102 / poul anderson
nos, por lo menos los nobles, pensasen —Y sin embargo, ¿qué era el Perio en
que una muchacha debía ser reservada sí mismo sino un estado sucesor? —pre­
tan sólo para el marido que eventualmen­ guntó amargamente el Bispo— . Unificó
te escogiesen para ella. Habría sido di­ una amplia área, dio ley y orden durante
choso de haber podido cambiar sus perlas un cierto tiempo, pero ¿qué es lo que creó
y plata por un lei y partir en una canoa de nuevo? Su historia fue el mismo triste
del barco, tan sólo ellos dos, para con­ cuento de xm millar de reinos anteriores,
templar la salida del sol y hacer el amor. y el mismo juicio ha caído sobre él.
Sin embargo... Doñita Tresa se santiguó. Hasta Ruori,
—En tal compañía —^murmuró—, me que poseía un diploma de ingeniería, así
siento estimulado a aprender el lenguaje como en navegación, se asombró.
moderno tan rápido como me sea posible. —¿Acaso atómicas? —exclamó.
Ella evitó el coquetear con su abanico, —¿Cómo? Oh, las antiguas armas que
un hábito local que el Pueblo del Mar en­ destruyeron el viejo mundo. No, natural­
contraba a veces hilarante y a veces eno­ mente que no —Don Carlos agitó la cabe­
joso. Pero sus párpados aletearon. Las za—. Pero en nuestra forma más limitada
pestañas eran muy largas, y sus ojos, él hemos sido tan estúpidos y pecadores como
podía verlos, eran de un color verde mo­ los legendarios antepasados, y los resulta­
teado de oro. dos han sido paralelos. Puede usted llamar­
—^Usted está también aprendiendo las le ambición humana o castigo divino; yo
maneras de vm cab’llero con la misma creo que las dos cosas se asemejan mucho.
rapidez, S’ñor —dijo ella. Ruori observó fijamente al sacerdote.
—No llame a nuestro lenguaje «moder­ —Me gustaría hablar más con usted,
no», se lo ruego —interrumpió un hombre S'ñor —dijo, esperando que fuera éste el
de aspecto estudioso vestido con una lar­ apelativo correcto— . Los hombres que co­
ga túnica. Ruori reconoció al Bispo Don nocen la historia en lugar de los mitos son
Carlos Ermosillo, un alto sacerdote de raros en estos días.
aquel Esu Carito que parecía emparen­ —Por supuesto —dijo Don Carlos— . Me
tado con el Lesu Haristi de los Maurai—. consideraré honrado.
No es moderno, sino corrompido. Yo tam­ Doñita Tresa se removía nerviosamente
bién he estudiado los antiguos libros, im­ en su asiento.
presos antes de la Guerra del Juicio. Nues­ —Es costumbre el bailar —dijo.
tros antepasados hablaban el verdadero Su padre rió.
spañol. Nuestra versión del mismo está —^Ah, sí. Las jovencitas se están ponien­
tan distorsionada como nuestra sociedad do nerviosas, estoy seguro. Habrá tiempo
de hoy en día —suspiró— . Pero ¿qué pue­ suficiente para reiniciar las conversaciones
de uno esperar, cuando aún entre los bien formales mañana, S’ñor Capitán. ¡Ahora,
nacidos no hay uno entre diez que sea que empiece la música!
capaz de escribir su propio nombre? Hizo ima señal. La orquesta inició unos
—Había más cultura en los días de glo­ acordes. Algunos instrumentos eran bastan­
ria del Perio —dijo Don Miuel—, Debería te similares a los de los Maurai, y otros
usted habernos visitado cien años atrás, completamente desconocidos. La misma es­
S’ñor Capitán, y haber visto de lo que cala era distinta. Tenían algo similar a esto
era capaz nuestra raza. en Stralia, pero...
el pueblo del aire / 103
Una mano se apoyó en el brazo de Ruori.
Su mirada tropezó con la de Tresa.
—Ya que usted no me pide un baile
—dijo ella—, ¿podría ser tan inmodesta
como para pedírselo yo?
—¿Qué significa inmodesta? —inquirió él.
Ella enrojeció y trató de explicárselo sin
obtener demasiado éxito. Ruori decidió que
era otro concepto local que faltaba en el
Pueblo del Mar. Por aquel entonces las
muchachas Meycanas y sus caballeros ya
habían salido a la pista de baile. Los es­
tudió durante un momento.
—Los movimientos son desconocidos para
mí —dijo—, pero creo que podré apren­
derlos pronto.
Ella se deslizó entre sus brazos. Era un
contacto placentero, aunque nada ^ese a
salir de él.
—Lo hace usted muy bien —dijo ella
después de un momento— . ¿Toda su gente
es tan hábil en el baile?
Sólo más tarde se dio él cuenta de que calidad y además se había puesto una ca­
era un cumplido por el que debería haber misa a rayas. Su cuchillo, sin el cual xm
dado las gracias, pero siendo un habitan­ Maurai se encontraba obscenamente inde­
te de las Islas lo tomó literalmente como fenso, era, en contraste, viejo y gastado
si fuera una pregunta y contestó: hasta que uno veía la hoja, una perfecta
—Muchos de nosotros pasamos una gran herramienta.
parte de nuestro tiempo en el mar, por lo —^Yo querría ver a ese dios S’osé —dijo— .
que debemos desarrollar un sentido del ba­ ¿Me lo enseñará? O no. No tendría ojos
lanceo y del ritmo, o de lo contrario es muy para una simple estatua.
posible que caigamos al agua. —¿Cuánto tiempo estará aquí? —^pregun­
Ella hizo un mohín. tó ella.
—Oh, basta —rió—. Es usted tan solem­ —Tanto como podamos. Se supone que
ne como S’osé en la catedral. tenemos que explorar toda la costa Mey-
Ruori le devolvió la sonrisa. Era un jo­ cana. Hasta ahora el único contacto Maurai
ven alto, moreno como toda su raza, pero con el continente Meriken ha sido un viaje
con los ojos grises que muchos conserva­ desde Awaii a Calforni. Encontraron el de­
ban en memoria de sus antepasados Ingliss. sierto y un puñado de salvajes. Hemos oído
Siendo un N'zealanner, él no iba tatuado de unos comerciantes okkaidan que hay
tan profusamente como algunos hombres bosques mucho más al Norte, donde hom­
de la Federación. Por otra parte, se había bres blancos y amarillos luchan unos con­
puesto en su coleta una filigrana de hueso tra otros. Pero lo que existía más al Sur
de ballena, su sarong era batik de mayor de Calforni era desconocido para nosotros
104/poul anderson
hasta que se envió esta expedición. Tal vez lo ancho de la pista, flexible entre sus
ustedes puedan decirnos qué es lo que en­ brazos.
contraremos en Su-Merika. Luego, a medida que transcurría la no­
—Ahora ya muy poco —suspiró ella—. che, bailaron juntos tanto como permitía
Aún en el mismo Brasil. la decencia, o tal vez un poco más, y pe­
—Ah, pero en Meyco florecen bellas rosas. queños secretos que no concernían sino a
El buen himior de ella'retornó. ellos se cruzaron entre los dos. Hacia el
—Y piropos en N ’zealann —sonrió. anochecer, la orquesta fue despedida y los
—En absoluto. Somos notoriamente poco huéspedes, escondiendo bostezos tras bien
dados a las fiorituras. Excepto, natural­ educadas manos, comenzaron a partir.
mente, cuando rememoramos los viajes que —Cuán cansado es estar recibiendo des­
hemos hecho. pedidas —^miurmuró Tresa—, Dejemos que
—¿Y qué contará acerca de éste? piensen que ya me he ido a la cama.
—No mucho; de lo contrario, todos los Tomó la mano de Ruori y se deslizó tras
jóvenes de la Federación vendrían a api­ una columna, y luego, fuera, a un balcón.
ñarse aquí. Pero yo la llevaré a bordo de Una vieja sirvienta, colocada para servir
mi nave, Doñita, y le mostraré el compás: como dueña para las parejas que se aven­
de ahora en adelante siempre señalará ha­ turaban fuera, se había envuelto en su
cia S’Antón d’Inio. Usted será, por así de­ manto para protegerse del frío y se había
cirlo, mi rosa de los vientos. quedado dormida. Aparte esto, los dos es­
De una forma sorpresiva para él, ella le taban solos entre los jazmines. La niebla
comprendió y sonrió..Condujo su baile a flotaba alrededor del palacio, ocultando la
el pueblo del aire / 105
ciudad. A lo lejos sonaba el «todosbien» —Esto es menos consecuencia de nuestra
de los piqueros patrullando las murallas virtud que de nuestra suerte, Doñita. Su­
exteriores. Hacia el oeste el balcón daba frimos menos que la mayoría en la Guerra
a las sombras, donde brillaban las últimas del Juicio, y el hecho del Juicio y el hecho
estrellas. Los siete altos mástiles del Mau- de que nosotros éramos sobre todo isleños
rai Dolphin recibían el naciente sol y res­ impidió que nuestra población superase la
plandecían. rica habilidad del mar en alimentamos.
Tresa se estremeció y se acercó a Ruori. Así que nosotros... no, no retuvimos nin­
Permanecieron silenciosos durante un mo­ guna de las perdida artes ancestrales. No
mento. nos queda ninguna, pero recreamos una
—Recuérdenos —dijo ella finalmente muy actitud antigua, una forma de pensar que
bajito— . Cuando esté de vuelta con su pue­ es lo que nos hace diferentes: la ciencia.
blo, más alegre, no nos olvide a los de aiquí. Ella se santiguó.
—¿Cómo podría? —contestó él muy se­ — ¡El átomo! — exclamó, apartándose.
riamente. —No, no, Doñita —protestó él—. ¡Tantas
— ¡Ustedes tienen tanto más que nosotros! naciones que hemos descubierto última­
—dijo ella anhelante—. Usted me ha dicho mente creen que la ciencia fue la causa
cómo sus naves pueden deslizarse increí­ de la ruina del viejo mundo, o en cambio
blemente rápidas, casi en alas del viento; piensan que fue una colección de fórmulas
cómo sus pescadores siempre llenan sus que servían para construir altos edificios
redes; cómo sus pastores de ballenas tie­ y para hablar a distancia! Pero ninguna de
nen rebaños que oscurecen el agua; cómo estas dos creencias es verdadera. El mé­
ustedes llegan hasta a cultivar el océano todo científico es solamente una forma de
para obtener alimentos y tejidos, y... —apal­ aprender. Es... un comenzar de nuevo per­
pó el reluciente material de su camisa—. petuo. Y esto es por lo que ustedes aquí,
Usted me ha dicho que esto fue fabricado en Meyco, pueden ayudamos tanto como
partiendo de espinas de pescado, usted me nosotros podemos ayudarles a ustedes, por
ha dicho que toda familia tiene su propia lo que les hemos buscado, y volveremos de
y espaciosa vivienda, que casi cada miem­ nuevo, esperanzados, a llamar a sus puer­
bro de la misma tiene su propio bote..., tas en el futuro.
que aún los niños, en la isla más perdida, Ella franció el entrecejo, aunque algo
pueden leer y poseer libros impresos; que comenzó a brillar en su interior.
ustedes no sufren ninguna de las enferme­ —No comprendo —dijo.
dades que nos destruyen a nosotros..., que Él buscó un ejemplo. Finalmente apuntó
nadie pasa hambre, que todos son libres. a una serie de pequeños agujeros en la
¡Oh, no nos olviden ustedes, a los que el balaustrada del balcón.
Dio ha sonreído! —¿Qué es lo que había aquí? —^preguntó.
Se detuvo turbada. Ruori podía ver cómo —Bueno..., no lo sé. Siempre ha esta­
su cabeza se alzaba y las ventanillas de su do así.
nariz se dilataban, como si estuviese re­ —Creo que yo puedo decírselo; he visto
sentida con él. Después de todo, pensó, ella una cosa similar en otras partes. Era una
descendía de ima estirpe que durante siglos celosía de hierro forjado. Pero fue arran­
había dado, y no recibido, caridad; así que cada hace tiempo y convertida en armas
escogió sus palabras con cuidado: o herramientas, ¿no?
106/poul anderson
—Es muy posible —admitió ella— . El gún combustible. El sol derrama energía
hierro y el cobre se han vuelto muy esca­ que sabemos cómo concentrar y usar. La
sos. Tenemos que enviar caravanas a través madera, la cerámica y aún la piedra pue­
de todo el país, a las ruinas de Támico, den reemplazar al metal en muchas nece­
con gran peligro por los bandidos y bár­ sidades. El viento, a través de principios
baros, a recoger metal. Hubo un tiempo tales como la ley de Venturi o el tubo de
en que había raíles de hierro a un kiló­ Hilsch, suministra fuerza, calor, refrigera­
metro de este lugar. Don Carlos me lo ha ción; las mareas pueden ser aprovechadas.
dicho. Aún en su presente estado primitivo, la
Él asintió. psicología paramatemática ayuda en el con­
—Justamente. Los antiguos dejaron el trol de la población, así como...
mundo exhausto. Extrajeron los minerales, »No, ahora estoy hablando como un in­
quemaron el petróleo y el carbón, erosio­ geniero, expresándome en mi propio len­
naron el suelo hasta que no quedó nada. guaje. Pido excusas. Lo que quería decir
Exagero, naturalmente; todavía hay depó­ es que, si podemos tener la ayuda de otras
sitos minerales aquí y allá, pero no los su­ gentes, tales como ustedes, a una escala
ficientes. La antigua civilización usó todo mundial, podremos igualar a nuestros an­
el capital, por decirlo así. Ahora han cre­ tecesores o sobrepasarles... no en su pro­
cido los suficientes bosques y se ha rege­ pia manera, que a menudo fue miope y
nerado lo bastante el suelo como para que derrochadora, sino en realizaciones única­
el mundo pueda tratar de reconstruir la mente nuestras...
cultura de la máquina... si exceptuamos Su voz se quebró. Ella no estaba escu­
que no hay suficientes minerales y com­ chándole. Miraba sobre su cabeza, hacia el
bustibles. Por siglos, los hombres se han aire, y el horror se pintaba en su rostro.
visto obligados a aprovechar los antiguos Entonces chillaron las trompetas en las
artefactos, si es que querían usar algún almenas, y las campanas de la catedral co­
metal. En su mayoría, los conocimientos braron vida.
de los antiguos no se han perdido; simple­ — ¡Por los nueve demonios! —Ruori dio
mente se han convertido en algo inusable, la vuelta y miró también hacia arriba. El
porque somos mucho más pobres que ellos. cénit se había vuelto de un color azulado.
Se echó hacia adelante ansioso. Cansinamente, sobre S’Antón, flotaban cin­
. —Pero el conocimiento y los descubri­ co formas similares a oreas. El sol nacien­
mientos no dependen de la riqueza —dijo— . te alumbraba la heráldica pintada en sus
Tal vez porque no teníamos tanto metal flancos. Estimó asombrado que cada una
para desguazar en las islas tuvimos que de ellas debía de tener un centenar de
buscar otras soluciones. El método cientí­ metros de largo.
fico se puede aplicar tanto al viento y al Unos objetos como pétalos del color de
sol y a la materia viva como lo fue al pe­ la sangre surgían bajo ellas y descendían
tróleo, el hierro o el uranio. Estudiando ge­ sobre la ciudad.
nética aprendimos cómo crear algas, planc­ — ¡El Puebo del Aire! —exclamó una pe­
ton, peces que sirven para nuestros pro­ queña vocecilla tras él—. ¡Sant’ísima Mari,
pósitos. Una administración científica de ruega ahora por nosotros!
i«s bosques nos da la madera adecuada,
las bases para una síntesis orgánica y al­
el pueblo del aire / 107
Un viejo con ropajes de sacerdote apa­
reció en la puerta. Agitaba en lo alto uno
III de los dioses Meycanos en forma de cruz,
como tratando de bloquear el camino. Ro­
Loklann golpeó sobre las losas, rodó so­ bra le partió la cabeza de un hachazo, echó
bre sí mismo y saltó en pie. Ante él, un el cuerpo escaleras abajo de una patada y
jinete esculpido presidía las aguas de una empujó a la mujer hacia el interior.
¡Puente. Durante un instante admiró la pie­ Del cielo llovían hombres armados. Lok­
dra, casi viva; no tenían nada como esto lann tocó su cuerno de toro llamándolos,
en Canyon, Nona, Corado, ni en cualquiera En cualquier momento podía esperarse un
de los reinos de la montaña. Y el templo contrataque... Sí, ahora.
frente a la plaza sé alzaba al cielo en su Una patrulla de caballería Meycana apa­
blancura. reció ante su vista. Eran jóvenes altaneros,
La plaza había estado concurrida: cam­ vestidos con pantalones anchos, peto de
pesinos y artesanos preparando sus pues­ cuero y casco emplumado, con la capa al
tos para un día de mercado. La mayor viento, lanzas de madera endurecida al fue­
parte de ellos se disolvió en un pánico go y sables de acero. Muy similares a los
bullicioso. Pero un hombretón rugió, alzó nómadas amarillos de Tekkas, con los que
un mazo de piedra y saltó envuelto en sus habían luchado durante siglos. Pero tam­
harapos para enfrentarse a Loklann. Es­ bién lo había hecho el Pueblo del Aire,
taba cubriendo la huida de una mujer jo­ Loklann se dirigió a la cabeza de la línea,
ven, probablemente la suya, que llevaba a donde su portaestandarte había alzado ya
un niño en brazos. A través de la informe la Bandera del Rayo. La mitad de la tri­
ropa de arpillera Loklann vio que la figura pulación del Buffato montó secciones de
de ella no era mala: alcanzaría un buen nicas rematadas, con puntas de cerámica,
precio cuando el traficante de esclavos hincó en tierra el pie y esperó. La cargg
Mong visitase próximamente Canyon. Tam­ cayó sobre ellos. Las picas se hudieron en
bién podría haberlo alcanzado su marido, tierra. Algunos caballos se empalaron ellos
pero no había tiempo ahora, mientras to­ mismos y otros retrocedieron relinchando.
davía estaba impedido por el paracaídas. Los piqueros atacaron a los jinetes. La se­
Así que sacó su pistola y disparó. El hom­ gunda línea de paracaidistas saltó hacia
bre cayó sobre una rodilla, miró asombra­ adelante con hachas y espadas y cuchillos,
do la sangre que brotaba entre los crispa­ Durante unos pocos minutos la muerte en­
dos dedos que apretaban su estómago, y tró en ebullición. Los Meycanos rompieron
se desplomó. Loklann se desembarazó del filas. No huyeron, pero retrocedieron eri
arnés. Sus botas resonaron mientras corría confusión. Y entonces los arcos de Canyon
tras la mujer. Ella gritó cuando la ruda comenzaron a sonar.
mano se cerró sobre su brazo y trató de Luego, tan sólo los muertos y los heridos
rehuirle, pero el niño impedía sus movi­ quedaron en la plaza. Loklann se movió
mientos. Loklann la empujó hacia el tem­ rápido entre estos últimos. Los que no es­
plo. Robra ya le seguía. taban malheridos fueron llevados al temí
— ¡Coloca un guardia! —gritó el capi­ pío. No era malo recoger todos los posibles
tán—. ¡Meteremos aquí a los prisioneros esclavos e ir seleccionándolos luego. j
hasta que estemos listos para el saqueo! A lo lejos se oyó un retumbar apagado.
108 / poul anderson
—Cañón —dijo Robra llegando hasta él-—. palda sobre esta línea'. ¡El
En los cuarteles del ejército. ayudadme a mantenerlos o c u p ié S ^ H I
—Bueno, deja que la artillería se divierta tras tanto!
hasta que nuestros muchachos lleguen has­ Levantó su enrojecida hacha.
ta cila —dijo Loklann sardónicamente. — ¡A Canyon! —gritó.
—Seguro, seguro —Robra se veía nervio- — ¡A Canyon! —^repitieron sus seguy^kUtl
»o—. De cualquier forma, me gustaría que tras él, y corrieron a la batalla. -ü
nos hiciesen saber algo de ellos. El estar La última carga había retrocedido, iM|
simplemente aquí no me agrada. grienta y sin respiración. Media docAHI
—No tardarán mucho —^predijo Loklann. de Meycanos estaban en el amplio porta
Y así fue. Un mensajero con un brzizo lón. Todos ellos eran nobles: austerot
roto trastabilleó hasta él. hombres con perilla y mostacho, vestidos
—Stormcloud —jadeó— . El gran edificio de negro, con rojas capas enrolladas como
contra el que nos enviaste... lleno de es­ un escudo en sus brazos izquierdos y lar­
padachines. Nos rechazaron en la puerta. gas y estrechas espadas en sus diestras.
—¡Uh! Pensé que era simplemente la casa Tras ellos se alzaban otros, dispuestos a
del rey —dijo Loklann. Rió.—. Bueno, tal tomar el puesto de los caídos.
vez el rey estaba dando una fiesta. Ven — ¡A Canyon! —gritó Loklann mientras
entonces, iré a verlo yo mismo. Robra, se abalanzaba.
toma el mando aquí. — ¡Qu'el Dio nos guarde! —vociferó un
Su dedo señaló a una treintena de hom­ alto y canoso Don. Una cadena de oro de­
bres para que le acompañasen. Corrieron notando su rango colgaba de su cuello. Su
por calles desiertas y silenciosas, excepto espada saltó hacia delante.
por sus pisadas y el tintineo de las armas. Loklann alzó su hacha y paró el golpe.
Los habitantes debían estar acurrucados El Don era rápido y respondió con una
temblorosamente tras aquellas desnudas finta que terminó en el pecho del atacante.
paredes. Mucho más fácil para reunirlos Pero el endurecido cuero de seis gruesos
luego, cuando la lucha hubiese terminado desvió la punta. Los hombres de Loklíuin
y comenzase el saqueo. se acumularon a ambos lados, sin preocu­
Se oyó un rugido. Loklann aceleró su parse de las acometidas, y atacaron. Gol­
carrera, rebasando la última esquina. Frente peó la espada enemiga, que saltó de la
a él vio el palacio, un viejo edificio con mano del propietario.
techo de tejas rojas y reblandecidas pare­ — ¡Oh, no, Don Miuel! —^gritó im joven
des, y muchas ventanas encristaladas. Los al lado del calde. El viejo bufó, interpuso
hombres del Stormcloud estaban luchando sus manos y de alguna forma agarró el
en la püerta principal. Sus heridos y muer­ hacha de Loklann. Tiró de ella con una
tos del último ataque estaban amontonados. fuerza descomtmal. Loklann leyó en sus
Loklann abarcó la situación de una sola ojos la muerte. Don Miuel levantó el hacha.
mirada. Loklann sacó su pistola y disparó a que­
—¿No se les ocurriría a esos cabeza de marropa.
cerdo enviar un destacamento a través de Mientras Don Miuel caía, Loklann lo aga­
alguna puerta lateral, no? —ladró—. ¡Jonak, rró, le arrancó la cadena de oro y se la
coge quince de nuestros muchachos y hun­ echó alrededor de su cuello. Alzándose, de­
did una puerta lateral para caer por la es­ tuvo un salvaje ataque. El golpe le arreliató
el pueblo del aire / 109
el casco. Recuperó su hacha, plantó firme­ sabe a cuántos en otros países. El hombre
mente sus pies en el suelo y golpeó. moreno esperó con un cuchillo entre sus
. La línea defensiva onduló. dientes, las manos colgando. Cuando la es­
Tras Loklann se oyó im clamor. Se dio pada descendió, el hombre simplemente ya
la vuelta y vio brillar armas tras las es­ no estaba allí. Sonriendo alrededor dp su
paldas de sus propios hombres. Con ima cuchillo, golpeó el puño que sujetaba la
maldición se dio cuenta de que había ha­ espada con el canto de una mano. Loklann
bido más -gente en el palacio que aquellos oyó claramente romperse los dedos. Mork
que defendían la puerta. El resto había aulló. El extranjero le golpeó en la nuez.
apEirecido por retaguardia y estaba ahora Mork cayó de rodillas, escupió sangre, se
a sus espaldas. derrumbó y quedó inerte. Otro Hombre
Una punta atravesó su cadera. No notó del Aire cargó, hacha en alto. El extranjero,
más que una punzada, pero la rabia oscu­ de algima manera, evitó el arma, cogió so­
reció su vista. bre su cadera el cuerpo en movimiento y
— ¡Volved a nacer como los cerdos que lo lanzó. El Hombre del Aire golpeó el pa­
sois! —exclamó con un grito. Sin casi darse vimento con su cabeza y ya no se movió
cuenta rehuyó a sus atacantes. De alguna más.
forma limpió el espacio alrededor suyo, se Entonces Loklann vio que los recién lle­
echó a un lado y contempló el desarrollo de gados formaban un anillo alrededor de
la batalla. otros que no combatían. Mujeres. ¡Por Ok*
Los recién llegados eran principalmente tai y el antropófago Ulagu, aquellos bas­
guardias de palacio, a juzgar por sus ale­ tardos estaban llevándose a todas las mu­
gres uniformes rayados, picas y machetes. jeres del palacio! Y la lucha contra ellos
Pero tenían unos aliados, una docena de había perdido ímpetu; los atemorizados
hombres como Loklann nunca había visto atacantes permanecían apartados cuidando
u oído hablar de ellos. Tenían la piel oscura sus heridas.
y el cabello negro de los Injuns, pero sus Loklann se lanzó hacia delante.
rostros eran más parecidos a los de un — ¡A Canyon! ¡A Canyon! —gritó.
hombre blanco. Unos intrincados dibujos —Ruori Rangi Lohannaso —respondió
de color azul cubrían sus cuerpos, que es­ amablemente el alto extranjero. Lanzó xma
taban vestidos únicamente con unas túnicas retahila de órdenes y su grupo comenzó a
sueltas y guirnaldas de flores. Blandían moverse. •
cuchillos y garrotes con xma destreza sin — ¡Golpeadles, malditos! —rugió Loklann.
igual. Sus hombres se revmieron y se abalanzaron
Loklann rompió la pernera de su panta­ en su persecución. Las picas de la reta­
lón para mirar su herida. No era muy gra­ guardia los rechazaron. Loklann dirigió una
ve. Mucho peor era la paliza que estaban carrera hacia el frente de la plaza.
recibiendo sus hombres. Vio a Mork sunna El hombre alto lo vio venir; unos ojos|
Brenn correr con una espada en alto hacia grises se fijaron en la cadena del calde y
uno de los oscuros extranjeros, un hom­ se llenaron de hielo.
bretón que había añadido una blusa de rico —^Así que mataste a Don Miuel —dijo
aspecto a su indumentaria. Mork había Ruori en spañol. Loklann lo comprendió^
matado por lo menos a cuatro hombres pues había aprendido la lengua de los pri$
allá en su patria, en luchas abiertas, y quién sioneros y las concubinas durante muchoé
110/poul anderson
el pueblo del a ir e / 111
ataques más al Norte—. Maldito hijo de como muñecos de trapo abandonados por
un skua. algún niño llorón. El humo de los cañones
La pistola de Loklann apareció. La mano flotaba en el ambiente, dañando las pitui­
de Ruori se hizo confusa por su velocidad. tarias.
De pronto el cuchillo apareció en el bíceps Atel Hamid Seraio, el primer oficial, que
derecho del Hombre del Aire. Dejó caer había permanecido a bordo del Dolphin
su pistola. con la tripulación, mandaba un grupo que
— ¡Lo recobraré! —gritó Ruori. Luego, había salido en busca de Ruori. Su saludo
dirigiéndose a sus seguidores— : ¡Vamos, fue a la manera de las Islas, tan casual que
al barco! aún en ese momento algunos de los Meyca-
Loklann se fijó en la sangre que fluía nos se asombraron.
de su brazo. Oyó los ruidos que se produ­ —Estábamos a punto de ir con usted, ca­
cían a su alrededor mientras los refugiados pitán —dijo.
rompían la cansada línea Canyon. El grupo Ruori miró hacía el bosque que era el ye-
de Jonak apareció en la puerta principal, lamen del Dolphin.
que estaba ahora vacía, puesto que los de­ —¿Qué ocurrió aquí? —^preguntó.
fensores supervivientes ise habían unido al —Una banda de esos demonios aterrizó
grupo de Ruori. Un hombre se aproximó por esos contornos, cerca de la batería. To­
a Loklann, que todavía contemplaba su maron los emplazamientos mientras toda­
brazo. vía estábamos preguntándonos qué ocurría.
—¿Debemos ir tras ellos, capitán? —dijo Algunos de ellos fueron hacia aquel punto
casi tímidamente—. Jonak puede capita­ en el lado norte, creo que es donde está
nearnos en su contra. el ejército. Pero el resto del grupo nos
—No —dijo Loklann. atacó. Bueno, con nuestro cañón ballenero
—Pero deben estar escoltando a un cen­ a tres metros sobre el muelle y nosotros
tenar de mujeres, y una buena parte de entrenados para repeler a los piratas, no tu­
ellas son jóvenes. vieron demasiada suerte. Les di una buena
Loklann se estremeció como un perro dosis de llamas.
que acabara de salir de un profundo arro­ Ruori volvió a mirar los cuerpos enne­
yo helado. grecidos. Sin duda se lo habían merecido,
—No. Quiero buscar al médico y que me pero no le gustaba la idea de bombear
cosa esta herida. Entonces tendremos un aceite de ballena hirviendo sobre hombres
montón de cosas que hacer. Podremos ocu­ vivos.
pamos de esos extranjeros más tarde si —Lástima que no probaron a atacarnos
hay oportunidad. ¡Hombre, tenemos toda por el lado del mar —añadió Atel suspiran­
una ciudad para saquear! do— . ¡Tenemos una catapulta de arpones
tan bonita! Usé una como ésta hace varios
años en Hinja, cuando un bucanero si-
nese se acercó demasiado. Su junco se
IV hundió como una ballena.
— ¡Los hombres no son ballenas! —cortó
Había hombres muertos diseminados por secamente Ruori.
los muelles, algunos quemados. Se Ies veía —De acuerdo, capitán, de acuerdo, de
ridiculamente pequeños bajo los tinglados. acuerdo —Atel retrocedió ante su violencia,
112/ poul anderson
un tanto asustado— . No lo dije en serio, en Tresa protestó:
absoluto. —^¿Acaso ya se está usted rindiendo, S’ñor
Ruori se recuperó y juntó las manos. Dónoju?
— He hablado con una ira innecesaria —No, Doñita —exclamó el joven—. Pero
— dijo formalmente— . Me río de mí mis­ espero poderme confesar antes de volver a
mo. la lucha, porque soy un hombre muerto.
—No es nada, capitán. Como le estaba —Suban a bordo —dijo cortésmente Ruo­
diciendo, los derrotamos, y finalmente se ri.
retiraron. Imagino que volverán con refuer­ Abrió camino, subiendo a bordo por la
zos. ¿Qué debemos hacer? plancha. Liliu, una de las cinco vahines
—Esto es lo que no sé —dijo Rouri en del barco, corrió a su encuentro. Echó sus
un tono dubitativo. Se volvió hacia los Mey- brazos alrededor de su cuello y gritó:
canos, que permanecían con rostros de in­ — ¡Temí que habríais sido todos muertos!
comprensión—. Les ruego me perdonen. Do­ —Todavía no —Ruori se soltó tan suave­
nes y Doñitas —dijo en spañol—; tan sólo mente como le fue posible. Se dio cuenta
me estaba relatando lo que había sucedido. de que Tresa lo miraba envarada, con hielo
— ¡No se disculpe! —Tresa Carabán se en los ojos. Y entonces se asombró. ¿Es
adelantó de entre los hombres. Algunos de que aquellos curiosos Meycanos suponían
ellos parecieron algo ofendidos, pero esta­ que una tripulación se iba a embarcar en
ban demasiado cansados y atontados como un viaje de meses de duración sin llevar
para reprobarle su atrevimiento, y para a bordo a unas cuantas muchachas? Enton­
Ruori era natural que una mujer actuase ces decidió que lo que ocurría era que,
tan libremente como un hombre—. Usted siendo la ropa de las vahines muy similar
salvó nuestras vidas, capitán; más que nues­ a la de los hombres, iba en contra de las
tras vidas. costumbres locales. Que Nan se llevase a
Él se preguntó qué era peor que la muer­ sus malditos prejuicios.
te, y luego asintió. La esclavitud, natural­ Pero le dolía que Tresa se apartara de él.
mente, las ligaduras y los látigos, el trabajo Los otros Meycanos curioseaban a su alre­
sin libertad durante toda su vida en una dedor. No todos habían visitado el barco a
tierra extraña. Sus ojos se clavaron en ella, la llegada de éste. Observaban asombrados
en su cabello largo despeinado que caía las cuerdas y las lanzas, desde los puentes
sobre su rostro, en el traje rasgado, en su bajos hasta la catapulta de arpones, los
faz cansada y con huellas de lágrimas. Se cabrestantes y los baupreses, y por último
preguntó si sabía que su padre había muer­ a los marinos. Los Maurai sonreían para dar­
to. Se mantenía erguida, y lo miraba con les ánimos. Por ahora la mayor parte de
una extraña expresión de desafío. ellos veían lo ocurrido como un incidente.
—Estamos inciertos sobre qué hacer Los hombres que bucean tras los tiburones
—dijo, violento— . Sólo somos cincuenta por pura diversión, o que navegan en ca­
hombres. ¿Podemos ayudar en algo a su noas, solitarios, a través de un millar de mi­
ciudad? llas náuticas para efectuar una visita, no se
Un joven noble, alzándose, replicó: asustan por una pequeña lucha.
—No, la ciudad está perdida. Pueden us­ Pero ellos no habían hablado con el grave
tedes llevarse a estas damas hacia un lu­ Don Miuel ni con el alegre don Uan, ni
gar seguro, esto es todo. con el culto Bispo Ermosillo, ni habían
el pueblo del a ire / 113
luego visto a todas estas personas muertas Ruori se rascó la barbilla pensativo.
sobre la pista de baile, pensó Ruori amar­ —No pueden ser tan salvajes —^riiurmü-
gamente. ró—. Esos dirigibles son mejores que cual­
Las mujeres Meycanas estaban apiñadas, quier cosa que mi propia Federación haya
damas y sirvientas, llorando unas en brazos tratado de hacer. La tela... ¿quizá sea algún
de otras. Los palaciegos formaban una só­ sintético? Debe serlo, o de lo contrario no
lida muralla a su alrededor. Los nobles y contendría al hidrógeno durante tanto tiem­
Tresa siguieron a Ruori hacia el castillo de po. ¿O acaso estarán usando helio? Porque
popa. para una producción de hidrógeno en tan
—Ahora —dijo él—, hablemos. ¿Quiénes gran escala se necesitará poseer una indus­
son esos bandidos? tria. Por lo menos, una buena química em­
— El Pueblo del Aire —^murmuró Tresa. pírica. Quizá hasta lo obtienen por electró­
— Eso puedo verlo —Ruori echó una mi­ lisis... ¡buen Lesu!
rada a los navios aéreos que patrullaban por Se dio cuenta de que se había estado
encima de la ciudad. Tenían la siniestra hablando a sí mismo en su propio idioma.
belleza de otras tantas barracudas. Aquí y —Ruego su perdón —dijo—. Estaba pre­
allí, varias columnas de humo se alzaban guntándome qué es lo que deberíamos ha­
a su encuentro—. Pero, ¿quiénes son ellos? cer. Este buque no lleva navios voladores.
¿De dónde vienen? De nuevo miró hacia arriba. Atel le pasó
— Son Nor-Merikans —contestó ella en sus prismáticos. Enfocó al dirigible más
una vocecilla seca, como asustada de sus cercano. El gran globo y la góndola debajo,
propias palabras— . De las mesetas salvajes en sí misma tan grande como muchos de
alrededor del río Corado, del Gran Canyon los barcos Maurai, formaban una unidad
que éste ha labrado: montañeses. Hay una aerodinámicamente limpia. La góndola pa­
historia que dice que fueron expulsados de recía ser ligera, de cañas entrelazadas alre­
las llemuras del este por invasores Mong, dedor de un esqueleto de madera, pero re­
hace mucho tiempo; pero ellos volvieron a sistente. A intervalos a lo largo de su ba­
hacerse fuertes en las colinas y en los de­ randilla había máquinas movidas a mano.
siertos, así que han derrotado a algunas Algunas debían ser para elevar objetos, pero
tribus Mong, y entablado amistad con al­ otras sugerían catapultas. Así que los di­
gunas otras. Durante un centenar de años rigibles de los diversos jefes debían luchar
han molestado nuestra frontera norte, unos con otros en los reinos del norte. Se­
pero ésta es la primera vez que se han aven­ ría bueno conocerlo. Los psicólogos políti­
turado tan al sur. Nunca los habríamos es­ cos de la Federación eran duchos en el
perado. Supongo que sus espías se entera­ arte del divide y vencerás. Pero por ahora...
ron de que la mayor parte de nuestros sol­ La fuerza motriz era extraordinariamente
dados están hacia el río Gran, persiguiendo interesante. Cerca de las proas de las gón­
ima fuerza rebelde, así que se vinieron hacia dolas surgían dos vergas* laterales largas
el suroeste —se estremeció. de unos veinte metros, una encima de la
El joven Dónoju escupió: otra. Soportaban dos artefactos sobre pi­
— ¡Son perros paganos! ¡No saben hacer votes en cada lado, a los que estaban unidas
otra cosa que robar, y quemar, y asesinar! velas cuadradas. Otro par similar atravesa­
—flaqueó—. ¿Qué les hemos hecho para que ba la parte posterior del casco: en total,
caigan sobre nosotros? ocho velas. Sobre el depósito de gas se
114/poul anderson
encontraban unas superficies de control si­ — ¡Es muy fácil para usted! —gritó—. Us­
milares a aletas de tiburón. Debajo de la ted no ha tenido que luchar contra los
góndola había un par de pequeñas aspas Mong en el norte y los Raucanos en el
de viento que podían pivotar y girar, evi­ sur, siglo tras siglo... Usted no ha tenido
dentemente haciendo el servicio de una fal­ que gastar veinte años y diez mil vidas
sa quilla. Las velas y los timones eran con­ construyendo canales y acueductos, para
trolados por cables que pasaban a través que asi unas cuantas personas menos ter­
de jarcias y aparejos hasta las cabrias de minaran muriendo de hambre cada año...
los costados del puente. Alterando su situa­ Usted no está sujeto por una mayoría de
ción, debería ser posible cambiar el rumbo peones que tan sólo pueden trabajar la tie­
por lo menos en diversas direcciones si­ rra, que no pueden cuidarse a sí mismos,
guiendo al viento y, naturalmente, el aire porque nunca se les ha enseñado cómo,
se mueve en distintas direcciones a diferen­ porque su existencia es una carga demasia­
tes niveles. Un dirigible podía descender do grande para nuestro país como para po­
bombeando el suficiente gas fuera de las derlo permitir... ¡Es muy fácil para usted
células de sus depósitos, comprimiendo el el correr por ahí descamisado y burlarse de
hidrógeno dentro de depósitos de almacena­ nosotros! ¿Qué es lo que usted habría he­
miento; y podía elevarse reinflándose o cho, S’ñor capitán omnisapiente?
echando lastre, aunque seguramente esta —Cállese —reprobó el joven Dónoju—;
última maniobra debía ser reservada para él salvó nuestras vidas.
los viajes de retorno, cuando las pérdidas — ¡Hasta ahora! —dijo ella, entre dientes
hubieran hecho disminuir las existencias de y lágrimas. Unas pequeña zapatilla de baile
gas. Entre las velas, timones y su habilidad golpeó la cubierta.
para encontrar un viento razonablemente fa­ Por un asombrado momento, Ruori se
vorable, un tal dirigible debía de poder va­ preguntó qué quería decir descamisado. So­
gar a través de muchos miles de kilómetros naba poco favorecedor. ¿Acaso se refería a
con una carga útil de no pocas toneladas. las vahines? Pero, ¿había un camino más
¡Oh, un maravilloso aparato! honorable para una mujer que pasar su
Bajó sus prismáticos. vida, arriesgándola, al lado de los hombres
—¿No ha construido el Perio ninguna na­ de su pueblo, en una misión de descubri­
ve aérea para defenderse? —^pregxmtó. miento y civilización? ¿Qué era lo que espe­
—No —murmuró uno de los Meycanos—. raba contar Tresa a sus nietos en las noches
Lo único que hemos tenido han sido globos. lluviosas?
No sabemos cómo fabricar un tejido que Entonces se asombró aún más, pregun­
mantenga el gas durante el suficiente tiem­ tándose por qué ella le preocupaba tanto.
po, o cómo controlar el vuelo, así que... Se había dado cuenta, anteriormente, en
—su voz se quebró. alguno de los Meycanos, de la existencia de
—Y siendo una cultura acientífíca, nunca una intensidad entre hombre y mujer casi
han pensado ustedes en efectuar una in­ aterradora, como si una esposa fuese algo
vestigación sistemática para aprender esos más que un amigo y compañero respetado.
trucos —dijo Ruori. Pero ¿qué otra forma de relación era posi­
Tresa, que había estado contemplando su ble? Un especialista psicólogo tal vez la co­
ciudad, giró bruscamente para enfrentár­ nociese. Ruori se encontraba completamen-
sele. te perdido.
el pueblo del aire / 115
Agitó su irritada cabeza para aclararla, y do—: ¿Cree usted que los bandidos puedan
dijo con voz fuerte: atacarnos?
— Este no es momento para descortesías —Tan sólo si usted permanece aquí —dijo
—^tuvo que usar ima palabra spañola que Tresa. Sus ojos eran pedazos de hielo ver­
no significaba lo mismo que en su idioma—. de—. Plugiera a Mari que usted no se hu­
Debemos decidir. ¿Están ustedes seguros biera comprometido a izar velas.
de que no hay esperanzas de repeler a los —Si ellos vienen tras de nosotros al mar...
piratas? —No creo que lo hagan. Usted lleva tan
— No, a menos que el mismo S’Antón haga sólo un centenar de mujeres y unos pocos
un milagro —dijo Dónoju con una voz géneros que puedan comerciar. El Pueblo
muerta. del Aire podrá escoger entre diez mil mu­
Luego, irguiéndose: jeres, otros tantos hombres y todas las ri­
—^Tan sólo hay ima cosa que puede usted quezas de la ciudad. ¿Por qué deberían to­
hacer por nosotros, S’ñor. Si usted parte marse la molestia de perseguirle?
ahora, con las mujeres... hay damas de alta —Sí... sí.
cima entre ellas, que no deben ser vendidas —^Vaya —dijo ella fríamente—, si es que
en cautividad y desgracia... llévelas al sur, no se atreve a retrasar la partida.
hasta Puerto Uanauato, donde el calde cui­ Se enfrentó a ella. Había sido como un
dará de ellas. golpe.
—^No me gusta oír —dijo Ruori, mirando —¿Qué quiere usted decir? pregimtó— .
a los hombres caídos en los muelles. ¿Cree usted que los Maurai son cobardes?
— jS’ñor, estas son damas! ¡En el nombre Ella dudó. Luego, con una testaruda y
de Dio, tenga piedad de ellas! reluctante honestidad:
Ruori estudió los severos y barbudos ros­ —No.
tros. Les debía bastante hospitalidad, y no —Entonces, ¿por qué me ataca?
veía otra forma en que pudiese nunca pa­ — ¡Oh, váyase! —se arrodilló al lado de
gársela. la barandilla, inclinó la cabeza y los brazos,
—Si ustedes lo desean así —dijo lenta­ y se sumergió en sí misma.
mente—. ¿Y ustedes? Ruori la abandonó y dio sus órdenes. Los
El joven noble le hizo una reverencia, hombres treparon por el .cordelaje. Las lo­
como a un rey. nas recogidas se desenrollaron y chasquea­
—^Nuestras gracias y nuestras oraciones ron en el joven viento. Más allá de la esco­
irán con usted, caballero capitán. Nosotros, llera, el océano brillaba azul, con pequeñas
naturalmente, volveremos ahora a la batalla. olas de espuma; las gaviotas planeaban a
—se irguió, y gritó con una voz militar—: través del cielo. Pero Ruori tan sólo veía el
¡Atención! ¡Formen filas! recuerdo de las escenas contempladas an­
Unos pocos besos rápidos se cruzaron en tes, mientras dirigía la retirada del palacio.
la cubierta principal, y luego los hombres Un hombre desarmado, yaciendo con su
de Meyco cruzaron la plancha y bajaron a cabeza abierta. Una muchacha de escasa­
«u ciudad. mente doce años, que chillaba mientras dos
Ruori golpeó el pasamanos con un puño asaltantes la llevaban a un callejón. Un vie­
cerrado. jo huyendo aterrorizado, zigzagueando,
- ^ i hubiera alguna forma —murmuró—. mientras cuatro arqueros hacían puntería
]Si pudiera hacer algo! —y casi esperanza­ sobre él y estallaban en carcajadas mientras
116/poul anderson
caía atravesado y se arrastraba penosamen­ rrotados. Y tenemos a ,muchas mujeres a
te. Una mujer sentada alucinada en la cálle, bordo.
con sus ropas desgarradas, al lado de un —Si perdemos —dijo ella con ima voz
niño cuyo cerebro había sido arrancado de tan débil que casi no podía oírla—, ¿morire­
cuajo. Una pequeña estatua en un nicho, mos, o seremos capturados?
una imagen sagrada, con un ramillete ajado —Creo que moriremos.
de violetas a sus pies, decapitada por el —En este caso bien —asintió ella, estre­
golpe casual de una maza de combate. Una meciéndose—. Sí. Luche entonces.
casa que ardía, y aullidos en su interior. —Tan sólo hay una cosa de la cual no-
De repente, los aparatos que había en estoy seguro: cómo hacer que nos persigan
el aire no le parecieron tan bellos. —hizo una pausa—. Si alguien se dejase...,
¡Si pudiese alcanzarlos y arrancarlos del se dejase capturar por ellos, y les dijese
cielo! que nos llevamos un gran tesoro, ¿se 1»
Ruori se detuvo en seco. La tripulación creerían?
lo envolvió. Oyó una cantinela de trabajo, —Es muy posible que lo hiciesen —^la vi­
graves voces jóvenes con la alegría de ha­ da había vuelto a su voz, y hasta una cierta
ber sido siempre libres y no haber conocido ansiedad—. Digamos que se trata de la for­
nunca las privaciones, pero tan sólo encon­ tuna del calde. Nunca existió, pero los la­
traba eco en un lejano rincón de su cerebro. drones creerán que los sótanos de mi padre
— ¡Izad velas! —cantó el primer ofícial. estaban llenos de oro,
— ¡Todavía no! ¡Todavía no! ¡Esperad! —Entonces alguien tiene que ir hasta
Ruori corrió hacia la popa, subió la esca­ ellos —dijo Ruori. Le dio la espalda, juntó­
lera y, dejando atrás al timonel, se dirigió los dedos, y llegó a una conclusión que no
hacia Doñita Tresa. Esta se había alzado deseaba—. Pero no puede ser cualquiera..
de nuevo y estaba con la cabeza inclinada, Ellos llevarían a un hombre con los demás
por lo que el cabello le cubría el rostro. cautivos, ¿no es así? Quiero decir, ¿es que
—Tresa —jadeó Ruori— . Tresa, tengo una acaso le iban a escuchar?
idea. Pienso... quizá exista ima posibilidad. —Probablemente no. Muy pocos de ellos
Después de todo, quizá podamos combatir­ saben spañol. Para cuando el hombre que
los. hablase del tesoro fuese comprendido, es
Ella alzó la vista, mirándole. Sus dedos muy posible que ya estuviesen en el camino
se clavaron en su brazo, hasta que él notó de regreso. —Tresa se enfurruñó—. ¿Qué
cómo surgía sangre. es lo que vamos a hacer?
Las palabras salieron apresuradas de su Ruorí veía la respuesta, pero no podía sa­
boca: lir de sus labios.
—Dependerá... de atraerles... hacia noso­ —Lo siento —murmuró— . Mi idea no era
tros. Por lo menos un par de sus naves... tan buena, después de todo. Partiremos.
deben seguimos... al mar. Creo que enton­ La muchacha le bloqueó el paso contra
ces, no estoy seguro de los detalles, pero la barandilla, colocándose frente a él como
podría ser... Podremos luchar... quizá hasta si de nuevo danzasen. Su voz era ya firme.
rechazarlos. —Usted conoce una solución.
Ella seguía mirándole todavía. El notó —No.
una duda. —En vma noche, he llegado a conocerle
—Naturalmente —dijo—, podemos ser de­ bien. Es usted un mal embustero. Dígamelo.
el pueblo del a ire / 117
Uf

J|IIB\#8|
SUSCRIBASE A dimensión
Él apartó la vista. En alguna forma, logró Se debatió para liberarse, y se apresuró
decir: a través de la cubierta, bajando por la esca­
—Una mujer... no cualquier mujer, sino lerilla hasta la plancha. Su cabeza no se
una muy hermosa, ¿no sería llevada ense­ volvió hacia atrás.
guida a su jefe? Algunas palabras llegaron hasta Ruori,
Tresa se echó hacia atrás. El color aban­ traídas por el viento:
donó su rostro, —Después, si es que hay un después,
—Sí —dijo finalmente—. Así lo creo. siempre queda el convento...
—Pero quizá —dijo Ruori, descorazona­ Él no lo comprendió. Se quedó en la popa,
do— la maten. Estos hombres matan por viéndola alejarse y maldiciéndose a sí mis­
placer. No puedo dejar a nadie que haya mo hasta que se perdió de vista. Entonces
sido confiado a mi protección arriesgarse dijo:
a ser muerto así. —Levad anclas —y la nave salió al mar.
— ¡Tonto pagano! —dijo ella entre labios
apretados—. ¿Cree que la posibilidad de ser
asesinada me preocupa?
—¿Qué otra cosa podría ocurrir? —pre­
guntó sorprendido. Y entonces—; Oh, sí,
naturalmente. Podría convertirse en una es­ Los Meycanos lucharon obstinadamente,
clava si perdiéramos luego la batalla. Aun­ calle por calle, casa por casa; pero tras un
que me imagino, si ella es hermosa, que no par de horas, sus soldados sobrevivientes
sería maltratada. habían sido acorralados en el rincón oeste
—¿Y esto es todo lo que se le...? —Tresa de S'Antón. Ellos mismos no lo sabían, pero
se interrumpió. Él nunca hubiera supuesto un jefe del Aire tenía una visión de la lucha
que una sonrisa pudiese esconder un sen­ desde arriba: una de las naves estaba ahora
timiento de total ofensa—. Naturalmente, anclada a la catedral, con una escalerilla de
me debería de haber dado cuenta. Su pue­ cuerdas por la que los hombres subían y
blo tiene otra manera de pensar. bajaban, y otra nave, con una tripulación
—¿Qué quiere usted decir? —tartamu­ reducida al mínimo, le traía noticias.
deó él. —Es suficiente —dijo Loklann—. Los ten­
Durante otro largo momento, ella perma­ dremos acosados con im cuarto de nuestras
neció con los puños apretados. Luego, me­ fuerzas. No creo que efectúen una salida.
dio diciéndoselo a sí misma: Mientras tanto, el resto de nosotros podre­
—Ellos asesinaron a mi padre, sí. Lo vi mos organizar las cosas; no debemos dejar
muerto en el umbral de la puerta. Ellos de­ mucho tiempo para que estos individuos se
jarán mi ciudad convertida en una ruina escondan, ellos y su plata. Al atardecer,
habitada por cadáveres. cuando hayamos descansado, podemos lan­
Su cabeza se alzó. zar paracaidistas tras las tropas de la ciu­
—Iré —dijo. dad, empujarlas hacia nuestras líneas y des­
—¿Usted? —Ruori la tomó por los hom­ truirlas.
bros—. ¡No, seguro que usted no! Una de Ordenó que aterrizase el Buffalo, para
las otras... así poder embarcar el botín más precioso
—¿Debo acaso enviar a otra? Yo soy la inmediatamente. Los hombres, en su mayo­
hija del calde. ría, eran demasiado rudos; buenos chicos,
el pueblo del a ir e / 119
pero igual podían dañar un ropaje precio­ pues nunca podría ser dicho que Loklann
so, o una copa, o una cruz enjoyada, en sus simna Holber se había apartado del com­
prisas. Y, a veces, esas cosas Meycanas bate. Pero tan sólo sería la mitad de lo que
eran demasiado bellas para regalarlas, y había sido.
menos aún para venderlas. Tocó el cuchillo que le había herido. Por
La nave almirante descendió tanto como lo menos, había conseguido una buena hoja
era posible. Todavía se encontraba a unos de acero a cambio. Y... ¿no había dicho su
trescientos metros, porque las bombas ma­ propietario que se volverían a encontrar,
nuales y los tanques de aleación de aluminio para dirimir quién lo conservaba? Había un
no permitían mucha compresión al hidró­ presagio en estas palabras. Sería un placer
geno. En im aire más frío y denso todavía reencarnar a ese Ruori.
habría estado suspendida a más altura. Pero — ¡Capitán, capitán, señor!
desde ella fueron lanzadas cuerdas a un Loklann miró a su alrededor. Yuw Red-ax
equipo de tierra reunido con prisas. En casa y Aalan sunna Rickar, hombres de su pro­
había cabrestantes en el exterior de cada pio clan, le llamaban. Agarraban los brazos
vivienda, de tal forma que tan sólo cuatro de una joven mujer, vestida con terciopelo
mujeres podía hacer descender a ima nave. negro y plata. La multitud armada que per­
Uno odiaba el procedimiento de emergencia manecía en la plaza se iba concentrando a
de expulsar gas, pues los Mantenedores casi su alrededor, y entre los murmullos empe­
no podían suplir a las demandas, a pesar zaban a oírse gritos admirativos.
de la nueva unidad de energía solar añadida —¿Qué ocurre? —dijo Loklann bt^isca-
a su estación hidroeléctrica, y en consecuen­ mente. Tenía mucho qué hacer.
cia aumentaban los precios. O por lo menos, —Esta hembra, señor. Bien parecida, ¿no?
eso era lo que decían los Mantenedores, La cogimos cerca del muelle.
pero tal vez sólo estuviesen tomando ven­ —Bueno, metedla en el templo con eJ
taja del hecho de ser inviolables, por enci­ resto, hasta... Oh. —Loklann giró sobre sus
ma de todos los reyes, para subir los pre­ talones, empequeñeciendo los ojos para
cios. Algunos jefes, incluyendo Loklann, ha­ mantener su verdosa mirada. Ciertamente
bían empezado a experimentar la produc­ era bien parecida.
ción de hidrógeno por sí mismos, pero era —Ella estaba todo el rato gritando las
cosa lenta el jugar con un arte que los mis­ mismas palabras una y otra vez: Chef, rey,
mos Mantenedores sólo comprendían a me­ gran ombre. Finalmente me pregunté si no
dias. querría decir «Jefe» —dijo Yuw—. Y en­
Aquí, los suficientes hombres fuertes re­ tonces, cuando ella gritó: khan, estuve bas­
emplazaban a la maquinaria. El Buffalo tante seguro de que quería verte.
estuvo pronto anclado a la plaza de la ca­ —¿Aba tu spañol? —dijo la muchacha.
tedral, que llenaba casi por completo. Lok­ Loklann sonrió.
lann inspeccionó cada atadura por sí mismo. —Sí —replicó en el mismo idioma. Sus
Su pierna herida le dolía, pero no lo bastan­ palabras tenían un fuerte acento, pero eran
te como para impedirle caminar. Más mo­ suficientemente comprensibles—. Lo bas-
lesto era su brazo derecho, que le dolía tanto como para saber que me estás hablan­
más por la sutura que por el corte original. do de tú —su bien formada boca se convirtió
El médico le había advertido que se cuida­ en una línea—, lo que significa que piensas
se. Esto significaba combatir con la zurda, que soy tu inferior... o tu dios,, o tu amante.
120/poul anderson
Ella se sonrojó; echó hacia atrás su ca­ —Ven a bordo de la nave conmigo
beza, con lo que el sol corrió entre su ca­ —dijo—. Quiero discutir más esto.
bello color ala de cuervo, y contestó: Los ojos de ella se cerraron^ pero tan
—Podrías decirles a estos brutos que me sólo un momento, y sus labios se movieron
soltasen. levemente. Luego le miró, y él recordó ha­
Loklann dio la orden en Angliz. Yuw y ber visto una mirada semejante en un leo­
Aalah la dejaron ir. Las marcas de sus de­ pardo que había atrapado una vez. Después,
dos quedaron impresas en sus brazos. ella dijo:
Loklann se mesó la barba. —Sí. Tengo otros argumentos.
—¿Querías verme? —^preguntó. —Toda mujer los tiene —rió él—. ¡Pero
—Si tú eres el jefe, sí —dijo ella—. Soy tú más que muchas!
la hija del calde, Doñita Tresa Carabán. — ¡No es eso! —saltó ella—, Quiero de­
—Brevemente, su voz fluctuó— . Eso que cir... No. Mari, ruega por mí.
llevas en el cuello es la cadena de rango A medida que él se abría camino entre
de mi padre. He vuelto en nombre de su sus hombres, ella lo siguió. Pasaron al lado
pueblo, para pedir condiciones. de las velas recogidas hacia una escalerilla
—¿Qué? —Loklann parpadeó. Alguien, en­ que descendía del puente. En la cubierta in­
tre la multitud de guerreros, rió. ferior había abierta una compuerta, que de­
No debe estar acostumbrada a pedir fa­ jaba ver una bodega de carga y grilletes de
vores, pensó; su tono continuaba siendo cuero para los esclavos. Unos poco centine­
altivo. las estaban apostados en la cubierta supe­
—Considerando vuestras pérdidas segu­ rior. Se apoyaban en sus armas, sudando
ras, si lucháis hasta el fin, y la posibilidad bajo sus cascos, intercambiando chistes;
de provocar un contraataque contra vues­ cuando Loklann llevó a la muchacha entre
tra patria, ¿no aceptaríais im tributo en di­ ellos, le gritaron su bienhumorada envidia.
nero y un salvoconducto, a cambio de sol­ Abrió una puerta.
tar a vuestros cautivos y cesar en vuestra —¿Has visto alguna vez uno de nuestros
destrucción? navios? —^preguntó.
—Por Oktai —^murmuró Loklann—, tan La góndola superior contenía una larga
sólo una mujer podría imaginar que noso­ habitación, desnuda excepto por los arma­
tros... —se detuvo— . ¿Dijiste que habías zones de las literas, en los que estaban en­
vuelto? rollados los sacos de dormir. Luego, una
Ella asintió. serie de particiones definía unas pequeñas
—En nombre del pueblo. Sé que no tengo cabinas, una especie de cocina y fínalmente,
autoridad legal para solicitar condiciones, en la misma proa, ima habitación con ma­
pero en la práctica... pas, tablas, instrumentos de navegación y
— ¡Olvídate de eso! —^interrumpió él—. tubos de comunicación. Sus paredes salían
¿De dónde has vuelto? tanto hacia afuera que las encristaladas ven­
Ella vaciló. tanas daban una espaciosa vista cuando el
—Esto no tiene nada que ver con... navio estaba en vuelo. En un armario, en­
Había demasiados oídos alrededor. Lok­ tre armas almacenadas, se encontraba un
lann aulló órdenes para que se comenzase pequeño ídolo, con cuernos y cuatro brazos.
un saqueo sistemático. Entonces se volvió a En el suelo había un jergón enrollado.
la muchacha. —El puente —dijo Loklann— es también
el pueblo del aire /121
el camarote del capitán. —Hizo un gesto se­ violenta sacudida por el golpe. Se acurru­
ñalando a una de las cuatro sillas de mim­ có, tocándose la rojiza señal, mientras él
bre, atadas al suelo—. Siéntate, Doñita. ¿Te chillaba:
gustaría algo para beber? — ¡No tengo tiempo para juegos, dímelo!
Ella se sentó, pero no le contestó. Sus Dime en este momento qué pensamiento
puños estaban apretados sobre su regazo. te trajo de vuelta aquí, abandonando la
Loklann se sirvió a sí mismo un vaso de seguridad, o te echo abajo a la bodega. Al­
whisky, y tragó la mitad de una sola vez. canzarás un buen precio cuando los mer­
— ¡Ahhh! Más tarde conseguiremos algo caderes hagan su próxima visita a Canyon.
de vuestro vino para ti. Es una pena que Hay muchas casas esperando por ti: la ca­
no conozcáis aquí el arte de destilar. bina de un maderero en Oregón, el yurt
Unos ojos desesperados se alzaron ha­ de un khan de los Mong en Tekkas, un
cia él. burdel hacia el lejano este en Chai Ka-Go.
—S'ñor —dijo ella—. Te ruego, en el nom­ Dime ahora y de verdad lo que sabes, y te
bre de Carito... bueno, en el de tu madre evitarás todo esto.
entonces... compadécete de mi pueblo. Ella miró al suelo y dijo entrecortada­
—Mi madre se reiría hasta caer enferma mente:
si oyese esto —dijo él. Y echándose hacia —El buque extranjero está cargado con
adelante— ; Veamos, no gastemos palabras. el oro del calde. Mi padre hacía tiempo
Estabas escapando, pero volviste. ¿A dónde que deseaba enviar su tesoro personal a
escapabas? un lugar más seguro que este, pero no se
—Yo... ¿Acaso importa eso? atrevía a arriesgarlo en una caravana de
Bien, pensó él, estaba empezando a des­ carretas a través de los campos. Todavía
moronarse. Volvió a insistir: hay muchos fuera de la ley entre aquí y
—Sí que importa. Sé que estabas en pa­ Fortlez d'S'Ernán, y tanto botín podría
lacio esta mañana; sé que huiste con los tentar aún a la misma escolta militar a
extranjeros de tez oscura; sé que su nave convertirse en bandidos. El capitán Lohan-
partió hace una hora. Debes haber estado naso aceptó llevar el oro por el mar hasta
en ella, pero la abandonaste, ¿no es así? Puerto Uanauato, que está cerca de Fort­
—Sí —ella comenzó a temblar. lez. Podíamos fiarnos de él porque su go­
Loklann dio otro sorbo del fuego líqui­ bierno está ansioso de comerciar con noso­
do y preguntó razonablemente; tros. Vino aquí oficialmente. El tesoro ya
—^Ahora dime, Doñita: ¿qué es lo que había sido embarcado. Naturalmente,
tienes para negociar? No puedes haber es­ cuando ocurrió vuestro ataque, el buque
perado que abadonásemos la mejor parte embarcó también a las mujeres que habían
de nuestro botín y una gran cantidad de estado en el palacio. ¿Pero no podéis vos­
valiosos esclavos por un simple salvocon­ otros perdonar sus vidas? Hay más botín
ducto. Todos los reinos del Aire nos ha­ en el barco extranjero del que toda vues­
brían abominado. Venga, debes tener algo tra flota pueda llevar.
más que ofrecer, si es que esperas que — ¡Por Oktai! —murmuró Loklann.
aceptemos. Le dio la espalda, paseó arriba y abajo,
—No... realmente nó. y finalmente se detuvo para mirar a tra­
Su mano explotó contra la mejilla de vés de la ventana. Casi podía oír las ideas
ella de tal forma que su cabeza dio una perseguirse en su cerebro. ¡Tenía sentido!
122 / poul anderson
El palacio había sido un desengaño... oh, habría llenado el botín y las personas. A
sí, unos damasquinados, y platería, y otras menos que, ¡hum!, a menos que decida­
cosas aún, pero nada como en la catedral. mos navegar el barco hasta Calforni, car­
O bien el calde era menos rico que pode­ gado, y encontramos allí con más naves
roso, o escondía su tesoro. Loklaim había aéreas. Sí, ¿por qué no?
planeado torturar unos cuantos sirvientes —Perjuro —dijo ella, con un infierno de
para averiguar cuál de las dos posibilida­ desprecio.
des era la cierta. Ahora se daba cuenta de —^Tan sólo prometí no venderte —dijo
que existía una tercera. Loklann, y su mirada la recorrió de pies
Sería mejor interrogar a algunos prisio­ a cabeza—. Y no lo haré.
neros, de cualquier forma, para asegurar­ Dio un paso al frente, y la atrajo hacia
se... No, no había tiempo. Dado un viento sí. Ella luchó, maldiciendo. Logró sacar el
favorable, ese barco podía distanciar a cuchillo de Ruori de su cinto, pero la
cualquier navio aéreo sin molestias. Quizá coraza detuvo la hoja.
fuese ya demasiado tarde para alcanzarlo. Finalmente él se alzó. Ella lloraba a sus
Pero si no... Hummm. El asalto no sería pies, con su pecho señalado por la cadena
ninguna tontería. Ese delgado y balancean­ de su padre. El dijo, más tranquilo:
te casco era xm pequeño blanco para los —No, no te venderé, Tresa. Te guardaré.
paracaidistas, y con tanto velamen... No,
espera, los hombres atrevidos siempre en­
cuentran un camino. ¿Qué tal si abordasen
las partes altas del navio? Si el esfuerzo VI
partía el cordamen, mejor; una cuerda
lastrada daría entonces un buen camino de —^¡Dirigibleeees!
descenso hacia la cubierta. Por otra parte, El grito del vigía colgó solitario durante
si los garfios se mantenían, un grupo de un minuto entre el viento y la amplia mar.
abordaje podría bajar por las cuerdas ha­ Bajó por el palo mayor, e hizo que los
cia los mástiles. Sin duda los marinos eran tripulantes corrieran a sus puestos.
también ágiles, pero ¿acaso habían mane­ Ruori forzó su vista hacia el este. La
jado la vela de un navio aéreo en medio tierra era una delgada línea bajo monta­
de una tormenta Merikana, a dos kilóme­ ñosas nubes cúmuliformes sombreadas de
tros sobre tierra? azul. Tardó algo en localizar al enemigo,
Podría improvisar a medida que se des­ en todo aquel cielo. Finalmente, el sol hi­
arrollase la batalla. ¡Por lo menos sería rió sus ojos. Levantó su binoculares. Dos
divertido el probar! Y a lo mejor podría baillenas asesinas pintadas recorrían pere­
volver a nacer como un conquistador mun­ zosamente su camino, bajando desde una
dial, si realizaba una tal hazaña en su vida. altura de dos kilómetros.
Rió fuertemente, con alegría. Suspiró.
— ¡Lo haremos! —gritó. —Tan sólo dos —dijo.
—¿Perdonará a la ciudad? —suplicó ella —Pueden ser más que suficientes para
entrecortadamente. nosotros— dijo Atel Hamid. Su frente es­
—Nimca prometí tal cosa —dijo Loklann taba cubierta de sudor.
suavemente—. Naturalmente, la carga del Ruori echó una aguda mirada a su pri­
navio ocupará el sitio que de otra forma mer oficial.
el pueblo del aire / 123
—No les tienes miedo, ¿verdad? Me atre­ principal, y se dirigió hacia los obenques
vería a decir que ésta ha sido iina de sus del palo mayor. Su tripulación se amonto­
principales ventajas, la superstición. naba gritando a su alrededor. Las armas
—Oh, no, capitán. Conozco el principio brillaban. Las dos grandes cometas vibra­
de la aerostación tan bien como tú. Pero ban en su tiesa lona, atadas y esperando.
esa gente de arriba son duros de pelar. Y Ruori deseaba que hubiese habido tiempo
esta vez no están tratando de asaltamos para construir más.
desde un muelle; están en su elemento. Aún tal como había sido, se había entre­
—Nosotros también —^Ruori dio ima pal­ tenido más de lo que parecía oportuno,
mada en la espalda del otro— . Toma el primero dirigiéndose muy hacia el naar,
mando. Tanarao sabe qué es lo que va a y luego voMendo lentamente, para hacer
suceder, pero usa tu propio juicio si caigo. que el enemigo le buscase mientras se
—Desearía que me dejases ir —^protestó preparaba. Cuando se había despedido de
Atel—. No me gusta estar seguro aquí aba­ Tresa, sus propias ideas no habían con­
jo. Es lo que pueda ocurrir arriba lo que sistido más que en la convicción de que
me preocupa. podía luchar. Asumiendo que, después de
—^No estarás todo lo seguro que desea­ todo, hubiesen estado tentados a perse­
rías —Ruori forzó una sonrisa—, y alguien guirle, había arriesgado que hubiesen per­
tiene que gobernar esta bañera hasta casa dido la paciencia y regresado a tierra. Aho^
y entregar todos esos bonitos informes a ra, durante una hora, había hecho tiempo
la Comisión de Investigación Geotécnica. con sólo ima pequeña parte del velamen,
Bajó por la escalerilla hasta la cubierta desplegado, esperando que el Pueblo del;
124/poul anderson
Aire fuese lo suficientemente ignorante en diendo los arpones más pequeños, simples
cosas del mar como para que no sospe­ palos de dos metros, que eran lanzados
chase al ver tan poca lona en un tiempo a mano desde un bote. Los cables de todos
tan bueno. ellos descendían desde el mástil hasta cu­
Pero aquí estaban, y con su llegada ter­ bierta.
minaban las preocupaciones y el remordi­ —Sí, ya pueden venir —Hiti sonrió con
miento por la suerte de cierta muchacha. toda su cara redonda—. Nan se puede tra­
Tales emociones eran raras en un habitan­ gar al mundo, pero esto será buen motivo
te de las Islas; y encontrarse a sí mismo para una danza cuando regresemos a casa.
enfocándolas en una sola persona, de to­ —Si es que volvemos —dijo Ruori. Tocó
dos los millones de la Tierra, había sido la pequeña hacha de bote que se había
horrible. Ruori trepó rápidamente por las sujetado a la cintura. Como una cortina,
cuerdas, como si huyese de algo. el cegador día parecía velar una visión
Los dirigibles estaban todavía muy arri­ del hogar, donde los rompientes se desha­
ba, pasando por encima llevados por una cían en blanco bajo la luna, las fogatas
brisa de nivel alto. Aquí abajo, el viento ardían en la playa, los bailarines estaban
casi venía del mismo sur. Los navios aé­ alegres, y las palmeras daban sombras a
reos, incapaces de meiniobrar en poco es­ las parejas que se alejaban. Se pregunta­
pacio, descenderían luego, una vez rebasa­ ba qué opinaría de ello la hija de un calde
do el barco, para aproximarse a favor del Meycano... si era que su cuello no había
viento. Aun así, estimó una parte fría de sido cortado.
su cerebro, el Dolphin podía haber evitado —Hay vma tristeza en ti, capitán —dijo
tan torpe abordaje. Hiti.
Pero el Dolphin no lo iba a hacer. —^Algunos hombres van a morir —con­
El aparejo estaba ahora constelado de testó Ruori.
marineros armados. Ruori se izó hasta la —¿Y qué? —^unos pequeños ojos amis­
cruceta del palo mayor y se sentó, balan­ tosos lo estudiaron—. Morirán alegres, si
ceando casualmente las piernas. El barco es preciso, por la canción que luego será
cabeceaba, y él estaba suspendido sobre hecha. Tienes otra preocupación más que
la inmensidad verde azulada moteada de la simple muerte.
blanco. Se inclinó, sin apenas darse cuenta, — ¡Déjame en paz!
y preguntó a Hiti: El arponero pareció dolido, pero se re­
—¿Estáis todos preparados? tiró en silencio. El viento soplaba y el
—Sí señor —el enorme arponero, una océano reverberaba a su alrededor.
masa de músculos y tatuajes, asintió con Los navios aéreos maniobraron, acer­
su cabeza rapada. Atada a la cuña de mas­ cándose. Vendrían uno por cada lado. Ruo­
telero en la que estaba puesto de cuclillas ri aprestó el megáfono que llevaba colgado
se encontraba la catapulta del barco, mon­ del hombro. Atel Hamid mantenía al Dol­
tada y cargada con uno de los grandes phin en su camino, listo para maniobrar.
arpones que podían matar a una ballena Ahora Ruori podía ver el sonriente dios
de un solo golpe. Un par más de arpones en la proa del navio aéreo de estribor.
estaban a su lado, alineados en su estante. Pasaría justo por encima de la pimta de
Los dos ayudantes de Hiti y cuatro mari­ los mástiles, un poco hacia el lado del vien­
neros más estaban a su alrededor, blan­ to... Desde los palos partieron impulsivas
el pueblo del aire / 125
flechas hacia él, sin efecto; pero nadie es­ do empujado por el viento hacia babor.
taba lo suficientemente excitado como pa­ Se llevó el megáfono a la boca y el ampli­
ra malgastar una munición de rifle. Hiti ficador de batería solar gritó por él:
hizo girar su catapulta. — ...¡Oíd, oíd! ¡Incendiad al segundo ene­
—Espera —dijo Ruori—. Vale más que migo ahora, antes de que nos aborde! ¡Cor­
veamos primero lo que van a hacer. tad los cables al primero y repeled a todos
Sobre la barandilla del dirigible apare­ los asaltantes!
cieron cabezas cubiertas por cascos. Un —¿Puedo disparar? —gritó Hiti—. Nun­
hombre se abocó, otro, y otro, a interva­ ca tendré un blanco mejor.
los. Hicieron girar arpones de tres puntas — Sí.
y los lanzaron. Ruori vio como uno de El arponero tiró del gatillo de su cata­
ellos golpeaba el palo de proa, rebotaba, pulta, que se disparó con el ruido de un
pegaba contra un foque... El cable que lo trueno. El acero dentado golpeó contra
unía al dirigible se estiró y vibró, pero no la góndola del dirigible al que estaba uni­
se rompió, pues era de cuero. El foque ce­ do el barco en su parte inferior; la atrat*
dió; se oyó el ruido de la lona cayendo, vesó, y terminó en el otro lado del suelq
y golpeó a un marino en el estómago, arro­ de madera interior.
jándolo de su puesto. El hombre se reco­ — ¡Cobrad cuerda! —rugió Hiti. Sus pro?
bró lo suficiente como para estabilizarse pias manos de gorila ya estaban en kj
y golpear el agua en un limpio sEilto. Lesu empuñadura del torno. En alguna formal
quisiera que viviese... El gancho rebotó, otros dos hombres encontraron sitio paríj
se cogió a una botavara. La madera rechi­ ayudarle. |
nó... El buque tembló a medida que cable Ruori se dejó deslizar por las guarnicio^
tras cable se tensaban de un tirón. nes del barraganete, y saltó a la botavara^
Se inclinó hacia un lado, empujado por Otro pirata había aterrizado allá, y un teí^
la fuerza que tiraba de él. Las velas resta­ cero estaba llegando, con dos más desl|
llaron. Todavía no había peligro de hun­ zándose tras él. El primero de ellos se bí|
dimiento, pero un mástil podía ser arran­ lanceaba sobre sus pies desnudos tan bie
cado de cuajo. Y ahora, saltandp por enci­ como cualquier marino, y sacó una esi
ma de la barandilla y cogiéndose a los ca­ da. Ruori se agachó mientras la hoja
bles con brazos y piernas, llegaban los pi­ baba sobre él, se cogió a una cuerda
ratas. Chillando como chiquillos, se des­ la principal con una mano, y se colgó
lizaron hasta los ganchos y se agarraron allí, golpeando con su hacha de bote
a cualquier pieza del aparejo que les cayó cable del gancho de abordaje. El piral
a mano. fintó y le lanzó un puntazo. Ruori per
Uno de ellos saltó como un mono a la en Tresa, le dio un golpe seco en la
botavara del palo mayor. Uno de los ayu­ con el hacha, y lo apartó hacia im lad
dantes del arponero maldijo, lanzó su ar­ haciéndole caer en cubierta. Volvió a
ma y atravesó al invasor. tar; el cuero era duro, pero su hoja esta!
— ¡Basta de eso! —rugió Hiti— ¡Necesi­ afilada. El cable se partió y dio un latií
tamos esos hierros! zo al aire, alejándose. La botavara col¡
Ruori dio una ojeada a la situación. El libre, dando un tirón que casi hizo salt
otro dirigible estaba aún maniobrando al­ los dedos de Ruori. El segundo HombíÉ
rededor de su compañero, que estaba sien­ del Aire trastabilleó, golpeó contra un
126 / poul anderson
líente de abajo, y quedó inmóvil. Los hom­ lanzadas desde ella; luego se soltó, desli­
bres del cable se deslizaron hacia un ine­ zándose hacia popa. El buque Maurai se
vitable final. Uno de ellos no pudo detener­ balanceó buscando el viento.
se, y el mar lo tragó. El otro se destrozó El enemigo podía retirarse o tal vez pla­
contra la punta del mástil, llevado por el near un nuevo ataque, Ruori no quería que
movimiento pendular. ocurriese ninguna de las dos cosas. Dijo
Ruori se soltó de la botavara y se sentó a través del megáfono:
por un momento, introduciendo aire en sus — ¡Animo, muchachos! ¡Acabemos con
ardientes pulmones. La lucha se arrastraba esa escoria! —y capitaneó un descenso
alrededor suyo, por las guarniciones y ver­ por las cuerdas hacia la cubierta, donde
gas, y abajo en la cubierta. El otro diri­ continuaba el combate.
gible se acercó. Por la popa, elevada por Por su parte, el grupo de Hiti había
la velocidad del barco moviéndose con el acertado a la góndola con tres arpones
viento, se alzó una cometa. Atel lanzó una grandes y media docena de pequeños.
orden y el timonel hizo girar la caña. A Sus cables se arrastraban en líneas cada
pesar del lastre que pesaba sobre él, el vez más tensas desde el dirigible hasta el
Dolphin respondió bien. La profunda cien­ cabrestante, en los costados. Ya no había
cia de la mecánica de los fluidos había miedo de una tensión indebida. El Dol­
sido empleada en el diseño de la cometa. phin, como cualquier otro navio Maurai,
Empapada en aceite de ballena, se mantu­ estaba proyectado para vivir del mar en
vo en el aire por un tiempo, el suficiente sus viajes. Había arrastrado más de una
para que unos «mensajeros» de papel ar­ ballena a su costado; un dirigible no era
diendo se elevasen por su cuerda. La come­ nada a su lado. Lo que contaba ahora era
ta saltó en llamas. la velocidad, antes de que los piratas se
El dirigible se apartó, la cometa cayó, dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo
su pequeña carga de pólvora explotó sin y encontrasen una forma para liberarse.
daño alguno. Atel maldijo y dio nuevas —¡Tohiha, hoiha, itoki, itoki! —el viejo
órdenes. El Dolphin cambió de rumbo. La canto de canoa se elevó a medida que los
segunda cometa, ya en el aire y en llamas, hombres se esforzaban alrededor del ca­
golpeó a su blanco. Detonó. brestante. Ruori se posó en cubierta, vio
El hidrógeno surgió a chorros. No hubo a un hombre de Canyon luchando con un
explosión, pero repentinas llamas envolvie­ marino, espada contra maza, y descerebró
ron al dirigible. Parecían pálidas al brillo al enemigo desde atrás como hubiera aca­
del sol. Comenzó a elevarse humo, a me­ bado con cualquier alimaña. Entonces se
dida que el plástico entre las celdillas de preguntó, algo asombrado, qué era lo que
gas se desintegraba, ha nave aérea des­ le hacía pensar así de un ser humano.
cendió como un lento meteoro al agua. La batalla concluyó rápidamente, los
Su compañera no tenia otra elección ra­ Hombres del Aire se enfrentaban contra
zonable sino soltar las amarras no corta­ una tarea imposible. Pero media docena
das, abandonando al grupo de abordaje, de ciudadanos de la Federación estaban
■ún en inferioridad numérica. Su capitán malheridos. Ruori hizo que los pocos pi­
no podía saber que el Dolphin tan sólo ratas sobrevivientes fueran llevados al dis­
había poseído dos cometas. Unas pocas pensario, e hizo bajar a sus propios heri^
descargas vengativas de catapulta fueron dos abajo, a los anestésicos y antibióticos,
el pueblo del aire / 127
y a las arrullantes Doñitas. Entonces, rá­ reías; la tripulación del Dolphin transbor­
pidamente, preparó a su tripulación para dó en masa al dirigible y comenzó a reu­
la siguiente fase. nir a los prisioneros.
El dirigible había sido acercado hasta Unos pocos Hombres del Aire se ocul­
casi el costado del buque. Estaba tan de­ taban tras una puerta, con las armas em­
cantado que sus catapultas eran inútiles puñadas. Ruori vio al rubio alto entre ellos.
Los piratas se alineaban en cubierta, gri El hombre tomó la daga de Ruori en su
tando y agitando sus armas. Sobrepasaban zurda y corrió hacia él. El brazo derecho
a la tripulación del Dolphin en tres o cua­ parecía inutilizado.
tro veces. Ruori reconoció a uno de entre — ¡A Canyon, a Canyon! —gritaba, el fan­
ellos: el hombre alto y rubio que había tasma de un grito de guerra.
luchado contra él fuera del palacio. Notó Ruori fintó la carga y le zancadilleó. El
un sentimiento extraño. rubio tropezó. Mientras caía, la parte ro­
—¿Los quemamos un poco? —^preguntó ma del hacha de Ruori se descargó sobre
Atel. su nuca. Cayó al suelo, trató de levantar­
Ruori sonrió. se, se estremeció, y volvió a caer espas­
—Supongo que tendremos que hacerlo módicamente.
—dijo— . Trata de no incendiar la nave. —Quiero mi cuchillo de vuelta. —Ruori
Sabes que la necesitamos. se acuclilló, le sacó el tinturón de cuero,
Una viga movible era levantada y baja­ y lo comenzó a atar con él.
da, llevada por fuertes isleños. De una Unos asombrados ojos azules le miraron
manguera de cerámica surgió un chorro como suplicando.
de fuego. El humo y el hedor, y los chi­ [a pjnuunui— ¿jbjbui e sba ara oj^?—
llidos que siguieron, y las cosas que pu­ otro en spañol.
dieron ser vistas cuando Ruori ordenó ce­ —^Haristi, no —dijo Ruori sorprendi­
sar el fuego, hicieron sentirse un poco do— . ¿Por qué debería hacerlo?
mal hasta al más endurecido veterano de Se alzó. La última resistencia había ter­
las patrullas contra corsarios. Los Maurai minado, el dirigible era suyo. Abrió la puer­
eran un pueblo asentimental, pero no les ta de proa, pensando que el equivalente
gustaba hacer daño. del puente de un barco debería encontrar­
—Manguera —carraspeó Ruori. Los cho­ se tras ella. Luego, durante un momento,
rros de agua que siguieron fueron como no se movió en absoluto, ni oyó otra cosa
una bendición. El mimbre que había co­ que el viento y su propia sangre.
menzado a arder chisporroteó hasta un Fue Tresa la que finalmente llegó hasta
silencio renegrido. él. Iba con las manos extendidas, como un
Los ganchos propios de la nave fueron ciego, y sus ojos veían a través de él.
lanzados. Un par de grumetes se adelan­ —Está usted aquí —dijo, con voz vací^
taron a los hombres maduros para ser los y sin entonación. |
primeros en los cables. No encontraron —Doñita —tartamudeó Ruori. Tomó s»j
resistencia en la cubierta. La mayoría de manos—. Doñita. Si hubiese sabido qv
lós piratas, indemnes, permanecían como estaba a bordo, nunca habría... habr
atontados, con las armas a sus pies: el arriesgado...
espíritu de lucha les había abandonado. —¿Por qué no nos hizo arder y nos hv
Tras los muchachos fueron puestas pasa- dió como al otro navio? —dijo ella
128 / poul anderson
voz desmayada—. ¿Por qué debe éste re­ —Él lo llamó Buffálo —contestó ella, ré-
gresar a la ciudad? mota y desinteresada.
Se soltó de él y trastabilleó afuera, ha­ —¿Qué es eso?
cia la cubierta. Estaba muy decantada y se —Una especie de ganado salvaje.
balanceaba bajo sus pies. Cayó, se volvió a —Creo comprender, entonces, que él le
levantar, y se dirigió hacia la barandilla, habló mientras navegaban en mi búsque­
donde se quedó mirando al océano. Su ca­ da*. ¿Dijo alguna cosa de interés?
bello y su ropa desgarrada ondeaban al —Habló de su pueblo. Se vanaglorió de
viento. todas las cosas que ellos tienen y nosotros
no... motores, energías, aleaciones... como
si esto les redimiese de ser una manada
de sucios salvajes.
V II
Finalmente, estaba demostrando algo de
espíritu. Ruori había temido que ella hu­
Había xma gran parte de técnica en el biese comenzado a desear que su cora­
manejo de una nave aérea. Ruori notaba zón se parase. Pero recordó que no había
que los treinta hombres que había puesto visto evidencias de esta común práctica
a bordo de ésta estaban tripulándola tan Maurai aquí en Meyco.
mal como era posible. Un Hombre del Aire —¿Abusó tan malamente de usted, en­
experimentado sabría qué clase de térmi­ tonces? —preguntó sin mirarla.
cas y corrientes descendentes esperar, con —Usted no lo consideraría abuso —dijo
una simple mirada al agua de abajo; po­ ella violentamente—. ¡Ahora déjeme sola,
dría estimar el nivel al cual una brisa de­ por favor! —oyó como se alejaba, a través
seada estaba soplando, y elevarse o des­ de la puerta, hacia las secciones posterio­
cender continuadamente; hasta podría di­ res.
rigirse en contra del viento, aunque éste Bueno, pensó, después de todo, su pa­
debería ser un proceso lento y muy plaga­ dre fue asesinado. Esto dolería a cualquie­
do de desviaciones. ra, en cualquier parte del mundo, pero
Sin embargo, un estudio de una hora tal vez a ella más que a él, porque un
demostró los principios básicos. Ruori vol­ niño Meycano era educado tan sólo por
vió al puente y dio órdenes por el tubo sus padres; no pasaba la mitad de su tiem­
comunicador. Entonces, la tierra se acer­ po comiendo o durmiendo o jugando con
có. Una mirada hacia abajo le mostró al cualquier pariente casual, como la mayor
Dolphin con su cargamento de cautivos de parte de los jóvenes de las Islas. Así que
guerra, siguiéndole con velas acortadas. Él los parientes inmediatos debían tener aquí
y sus compañeros aeronautas tendrían que mayor significativo psicológico. Al menos,
soportar una buena cantidad de bromas era la única explicación que Ruori podía
acerca tie su celestial paso de tortuga. pensar de la súbita oscuridad en el interior
Ruori no sonrió ante ese pensamiento ni de Tresa.
planeó sus réplicas, como habría hecho La ciudad apareció ante su vista. Vio los
ayer. Tresa estaba sentada tan rígidamen­ restantes navios enemigos flotando enci­
te al lado suyo... ma de ella. Tres contra uno... sí, esto se
—¿Sabe el nombre de este navio, Doñi- convertiría en una leyenda entre el Pueblo
ta? ^preguntó, para romper el silencio. del Mar, si es que tenía éxito. Ruori sabía
el pueblo del aire / 129
que él debería haber sentido el mismo pla­ llegó la cometa preparada y enviada desde
cer descuidado que un hombre notaba es­ abajo. Esta vez incluía ganchos. Se agarró
quiando sobre las olas, o luchando contra y se mantuvo en el globo Canyonita.
los tiburones, o navegando en un tifón, o — ¡Largad! —gritó Ruori. El fuego subió
en cualquier deporte arriesgado en el que por la cuerda de la cometa. En unos minu-
el éxito significase gloria y mujeres. Podía tos había envuelto al enemigo. Unos pocos;
oír a sus hombres cantar afuera, tambori­ paracaídas fueron empujados por el viento*
lear ritmos guerreros con sus manos y hacia el mar.
pies. Pero sü propio corazón era el Artico. —Y quedan dos —dijo Ruori, sin que
El navio hostil más cercano se aproxi­ su voz registrase el triunfo que gritabais
mó. Ruori trató de enfrentarse a él en una sus hombres.
forma profesional. Había disfrazado a su Los invasores no eran tontos. Sus otros
tripulación con ropas capturadas a los dirigibles giraron sobre la ciudad, no de-
Hombres del Aire. Una mirada superficial seando exponerse a las llamas que subían
los confundiría con legítimos Canyonitas, desde el mar. Uno descendió, lanzó cables
cansados tras una dura lucha pero con el y fue rápidamente anclado a la plaza. A
capturado buque Maurai a sus talones. través de sus binoculares Ruori vio cóma
Mientras los norteños se acercaban en hombres armados subían en masa a borda
la fácil manera de los navios aéreos, Ruori del mismo. El otro, sin duda con una sim^
tomó su tubo de comunicación. pie tripulación de patrulla, maniobró ha­
—^Mantenedlo estabilizado. Disparad cia el Buffalo, que se aproximaba.
cuando pasemos por su costado. —Creo que éste quiere enfrentarse a nos!-
—Sí, señor —dijo Hiti. otros —avisó Hiti—. Mientras tanto el nú'
Un minuto después el capitán oyó rugir mero dos, ahí abajo, tomará a bordo a
la catapulta de arpones. A través de un un par de centenares de soldados, luego se
ojo de buey, vio al proyectil golpear a la pondrá a nuestro costado y nos abordará,
otra góndola en el centro. —^Lo sé —dijo Ruori—. Sigámosles la co>
—Soltad cable —dijo—. Debemos rete­ rriente.
nerlo para la cometa, pero no quemarnos Maniobró como si fuera a acercarse at
nosotros mismos. escasamente tripulado patrullero .No la
—Sí, he pescado peces espada antes de evitó, como había temido que hiciese; to
ahora —la risa burbujeaba en el tono de que ocurría era que había una bravura
voz de Hiti. compulsiva en la cultura del Aire. En vez
El enemigo se apartó frenético. Unos de esto, maniobró para abordar cuanto an»
pocos disparos saltaron de sus catapul­ tes. Esto daría a su compañero una posi>
tas; uno acertó, pero una simple celdilla bilidad de cargar guerreros y elevarse...
de gas reventada significaba poco. esto fue casi lo que ocurrió.
— ¡Estabilizad! —gritó Ruori. No tenía • Ahora vamos a asustaries, decidió Ruori.
ningún sentido el presentar su costado a —Flechas de fuego —dijo. Fuera, en la
una andanada. Ambos navios comenzaron cubierta, pistones de madera dura fueron
a derivar en la dirección del viento, con introducidos en pequeños cilindros, hacien'
las velas batiendo. do entrar en ignición yescas en el fondo;
— ¡Mantened! —el Buffalo se convirtió en así fueron encendidas varias flechas moja*
un ancla, reteniendo a su víctima. Y aquí das en aceite. Cuando el enemigo estuvo a
130 / poul anderson
tiro, de los arqueros del Buffalo comenza­
ron a salir cometas de fuego.
Si esta tentativa no hubiese funcionado,
Ruori habría dado la vuelta. No deseaba
sacrificar más hombres en combate cuerpo
a cuerpo. En su lugar, habría tratado se­
riamente de quemar o incendiar el otro
buque aéreo desde lejos, como necesitaba
su estrategia. Pero el efecto moral de de­
sastre previo estaba muy presente. A me­
dida que las flechas de fuego golpeaban la
góndola, una táctica de batalla tan de dos
filos que ninguna tripulación norteña esta­
ba ni equipada para ella, los Canyonitas en­
traron en pánico y se tiraron por la borda.
Tal vez, mientras descendían en paracaí­
das, unos pocos se dieron cuenta de que
ninguna flecha había sido dirigida a su
depósito de gas.
— ¡Cobrad cuerda rápido! —gritó Ruo­
ri—. ¡Apagad los fuegos!
Los anzuelos golpearon en su objetivo.
Los dirigibles se aproximaron relativamen­
te. Los hombres saltaron a la otra cubier­
ta; los cubos de agua salpicaron.
—^Atención —dijo Ruori—. La mitad de
la gente, a la presa. Cortad las cuerdas y
recogedlas pronto.
Depositó el tubo. Una puerta chirrió tras
él. Se giró al tiempo que Tresa entraba en
el puente. Todavía estaba pálida, pero en
alguna forma había peinado su cabello, y
su cabeza estaba alta.
— ¡Otro! —dijo, en un tono casi de ale­
gría—. ¡Tan sólo queda uno de ellos!
—Pero estará lleno de sus hombres
—^protestó Ruori—. Desearía ahora no ha­
ber aceptado su negativa a ir a bordo del
Dolphin. No estaba pensando claramente.
Esto es demasiado peligroso.
—¿Cree que esto me preocupa? —dijo
ella—. Soy una Carabán.
—Pero a mi sí me preocupa —respon­
dió él.

el pueblo del aire / 131


La altivez la abandonó; tocó su mano, Y ahora, el último buque pirata se al­
por un momento, y sus mejillas se co­ zaba de tierra. Se movía cerca; ios dos
lorearon. navios de Ruori no intentaron huir. Vio
—Perdóneme. ¡Ha hecho usted tanto por cómo la luz del sol brillaba en el metal.
nosotros! No hay ninguna forma en que Sabía que ellos habían contemplado el fin
podamos agradecérselo nunca. de sus compañeros y que no serían enga­
—Sí, la hay —dijo Ruori. ñados por la misma táctica. En vez de esto,
—Dígalo. se acercarían, aunque su navio ardiese a su
—No pare su corazón tan sólo porque alrededor, pues por lo menos podrían pren­
ha sido herido. derle fuego a su vez y luego lanzarse en
Ella le miró con una especie de amane­ paracaídas hacia la seguridad. No hizo
cer en sus ojos. lanzar flechas.
El contramaestre apareció en la com­ Cuando tan sólo una corta distancia los
puerta exterior. separaba de su enemigo, gritó:
—^Todo preparado, capitán. Estamos — ¡Abrid las válvulas!
mateniéndonos a unos trescientos metros, El gas brotó de los depósitos de ambos
con un hombre al pie de cada válvula de navios. Los navios, unidos, cayeron.
estos dos navios que tenemos. — ¡Fuego!—^gritó Ruori. Hiti apuntó su
—¿Se le ha asignado a cada uno un ca­ catapulta hacia arriba y envió im arpón
ble particular? con un cable de anclaje a través del fon­
—Sí, señor —el contramaestre partió. do de su atacante.
—Usted necesitará uno también. Venga. — ¡Incendiad y abandonad!
—Ruori tomó a Tresa por la mano y la Los hombres en la cubierta prendieron
llevó a cubierta. Vieron el cielo a su alre­ fuego al aceite que otros derramaban de
dedor, xma brisa tocó sus rostros, y la su­ jarras. Las llamas se alzaron.
perficie bajo sus pies se movía como ima Con el peso de los dos casi desinflados
cosa viva. Él indicó una de las muchas dirigibles arrastrándole hacia abajo, el bu­
cuerdas delgadas de los depósitos del Dol- que de Canyon comenzó a caer. A ciento
phin atada a la barandilla. cincuenta metros, las cuerdas lanzadas se
—No vamos a arriesgar tirarnos en pa­ arrastraron a través de los techos planos
racaídas con hombres inexpertos —dijo— . y descendieron hasta las calles.
Pero usted no tiene experiencia en descen­ Ruori se tiró por la borda. Se cortó las
der por ima de éstas. Le haré un arnés que palmas de sus manos bajando. |
la mantendrá en seguridad. Baje mano so­ Pese a todo, no fue demasiado rápido.i
bre mano. Cuando llegue a tierra, corte la El dirigible arponeado ordenó que se sol*^
cuerda. tase el hidrógeno comprimido. El navíoj
Su cuchillo cortó algunos trozos de cuer­ se elevó a imos trescientos metros con sil]
da y los anudó juntos con la pericia de un carga, buscando espacio abierto. Probabl®|
marino. Cuando le ajustó el arnés, notó mente nadie había visto todavía que sv
como ella se tensaba bajo sus dedos. lastre estaba en llamas. En cualquier csM
—Pero yo soy su amigo —murmuró él. so, no le sería demasiado fácil el cortar
Ella se relajó y llegó a sonreír desmaya­ o desprender uno de los arpones de Hitii
damente. Él le dio su cuchillo y volvió al Ruori miró hacia arriba. Avivadas pol
interior. el viento, las llamas no producían humoi
132 / poul anderson
eran como im pequeño y violento sol. No Había sido una cosa desagradable, aún
había contado con que su fuego tomase a después de que las envalentonadas tropas
su enemigo totalmente por sorpresa. Había de la ciudad habían efectuado una salida
supuesto que saltarían en paracaídas a y arrasado al enemigo ante ellas. Dema­
tierra, donde los Meycanos podrían atacar­ siados Hombres del Aire habían luchado
les. Casi deseaba poderles advertir. hasta la muerte. Los centenares de pri­
La llama alcanzó al hidrógeno restante sioneros, principalmente procedenties del
de los desinflados globos. Hubo como un primer éxito Maurai, probarían ser un pe­
suspiro gigante. El navio más alto se con­ ligroso botín; nadie estaba seguro de qué
virtió en una pira voladora. El viento lo se debía hacer con ellos.
llevó fuera de las murallas de la ciudad. —Pero por lo menos su hueste ha sido
Uns pocas figuras similares a hormigas lo­ batida —dijo Dónoju.
graron liberarse. El paracaídas de una es­ Ruori agitó su cabeza.
taba ardiendo. —No, S’ñor. Lo siento, pero no se ve el
—Santísima Mari —suspiró una voz. Y final. Allá en el norte hay millares de esas
Tresa se abrazó a Ruori, y ocultó su rostro naves aéreas y un fuerte pueblo hambrien­
en él. to. Volverán de nuevo.
—^Nos enfrentaremos a ellos, capitán. La
próxima vez estaremos preparados. Una
guarnición mayor, globos de barrera, co­
V III
metas de fuego, cemones que disparen ha­
cia arriba, hasta una fuerza aérea propia...
Tras la oscuridad, se encendieron velas Podemos aprender lo que debemos hacer.
en todo el palacio. No podían ocultar la Tresa se movió. Había de nuevo vida
fealdad de las desnudas paredes y de los en sus palabras, pero una vida que odiaba.
ennegrecidos techos. Los guardias que cus­ —Al final, llevaremos la guerra hasta
todiaban la habitación del trono estaban ellos. No quedará nadie en todas las mese­
harapientos y cansados. Tampoco el mismo tas de Corado.
S’Antón se regocijaba todavía; había de­ —No — dijo Ruori—. Esto no debe su­
masiados muertos. ceder.
Ruori se sentaba en el trono del calde, La cabeza de ella giró violentamente. Le
con Tresa a su derecha y Pauolo Dónoju miró desde la sombra de su capucha. Fi­
a su izquierda. Hasta que un nuevo grupo nalmente, dijo:
de dirigentes pudiese ser escogido, éstos —En verdad, estamos obligados a amar
debían tomar la autoridad. El Don se sen­ a nuestros enemigos, pero esto no se apli­
taba rígido, no permitiendo que su cabeza ca al Pueblo del Aire. jNo son humanos!
vendada cayese, pero de vez en cuando sus Ruori habló a un paje:
párpados se volvían demasiado pesados —Traigan al prisionero principal.
para continuar abiertos. Tresa miraba con —¿Para oír nuestro juicio sobre él?
unos ojos enormes debajo de la capucha —^preguntó Dónoju—. Pero esto debe ha­
de una amplia capa que la cubría. Ruori cerse formalmente, ante el público.
estaba sentado cómodamente; se sentía un —^Tan sólo para que hable con nosotros
poco más contento ahora que la lucha —dijo Ruori.
había terminado. —No le comprendo —dijo Tresa. Su voz
ei pueblo del aire /133
le falló, incapaz de demostrar el desprecio
COLECCION OE LIBROS que pretendía. Pero las frases surgieron—:
Tras todo lo que ha hecho, de repente no
hay hombría en usted.
dfflñmnSDn Él se preguntó por qué le dolía el que
Tresa dijese aquello. No le hubiera preo­
1. EN LAS PROFUNDIDADES cupado si hubiese sido cualquier otra per­
por Arthur C. Clarke sona.
2. CARNE Loklann entró entre dos guardias. Sus
por Philip José Farmer
manos estaban atadas a su espalda, y en
3. HOY ESCOGEMOS ROSTROS
por Roger Zelazny su rostro había sangre seca, pero camina­
4. PEREGRINACION A LA TIERRA ba bajo las picas como im conquistador.
por Robert Sheckley Cuando llegó ante los troncos, se detuvo
5. EL MUNDO FORTALEZA con las piernas entreabiertas y sonrió a
por James E. Gumi Tresa.
6. CHTHON —Bueno —dijo— , así que encuentra a
por Piers Anthony esos otros menos satisfactorios y quiere
7. EL FIN DEL PLEISTOCENO
por Roy Lewis que vuelva.
8. EL LADO OSCURO DE LA TIERRA Ella saltó en pie y gritó:
por Alfred Bester — ¡Mátenlo!
9. EL DIOS DE PIEDRA DESPIERTA — ¡No! —dijo Ruori.
por Philip José Farmer Los guardias dudaron, con sus machetes
10. NORSTRILIA a medio desenvainar. Ruori se alzó y co­
por Cordwainer Smith gió la muñeca de la muchacha. Ella luchó,
11. UNA Y OTRA VEZ arañando como un gato.
por Clifford D. Simak
12. PUENTE ENTRE ESTRELLAS —^No lo maten, entonces —asintió final­
por J. E. Gmm y J. Williamson mente, tan irritada que casi no se la en­
13-14. LA PAJA EN EL OJO DE DIOS tendía—. No ahora. Háganlo lentamente.
por L. Niven y J. Pournelle Estrangúlenlo, quémenlo vivo, empálenlo
15. EL ARMA DEFINITIVA con sus lanzas...
por Robert Sheckley Ruori siguió apretando hasta que se
16. LOS PORTICOS DE LA CREACION calló. Cuando la soltó, ella se sentó y lloró.
por Philip José Farmer
Pauolo Dónoju dijo, con una voz que era
17. LOS MUNDOS DE F. L. WALLACE
como acero:
18. KING-KONG BLUES
por Sam J. Limdwall —Creo que entiendo. Ciertamente debe
19. ¿QUIEN ES HUMANO? ser inventado un castigo apropiado.
por Hayden Howard Loklann escupió en el suelo.
20. FUTUROS SIN FUTURO —Naturalmente —dijo— . Cuando tienen
por Jacques Stemberg a un hombre atado hay muchísimos juegos
21. EL AGUJERO EN LA NADA sucios que jugar con él.
por M. K. Joseph —Cállese —dijo Ruori—. No está ayu­
22. LA ISLA DE LOS MUERTOS
por Roger Zelazny dando a su propia causa. Ni a la mía.
Se sentó, cruzó las piernas y entrelazó
los dedos alrededor de una rodilla, mi­
134/pouI anderson
rando ante él, hacía la oscuridad del fon­ que nos une a ellos, o a sus hijos, o a sus
do del salón. nietos... con ellos que han matado hoy a
—Sé que todos ustedes han sufrido por nuestros hijos? Ante Dio todopoderoso: yo
culpa de este hombre —dijo lentamente soy la última Carabán y tendré mis segui­
y con cuidado— . Pueden esperar sufrir dores para hablar por mí en el gobierno
aún más en manos de sus compatriotas en de Meyco. ¡Nunca habrá para ellos otra
el futuro. Ellos son una raza joven, irre­ cosa sino exterminio! Lo podemos hacer,
flexivos como niños, tal como sus ante­ lo juro. Habrá Tekkanos que nos ayuda­
pasados y los míos lo fueron una vez. rán por el botín. ¡Viviré para ver tu hogar
¿Creen ustedes que el Perio fue estableci­ ardiendo, cerdo, y tus hijos cazados con
do sin daño ni dolor? ¿O, si recuerdo su perros!
historia correctamente, que el pueblo Spa- Se volvió frenética hacia Ruori.
ñol fue bienvenido aquí por los inios? ¿Qué —¿De qué otra forma podemos estar
los Ingliss no llegaron a N ’Zealann con ma­ seguros? Estamos rodeados por enemigos.
tanzas y que los Maurai no fueron en otro No tenemos otra posibildad sino destruir­
tiempo caníbales? En una época de hé­ los, o ellos nos destruirán a nosotros. Y
roes, el héroe ha de tener siempre un opo­ somos la última civilización Medicana
nente. Se sentó y se estremeció. Ruori extendió
»Su verdadera arma contra el Pueblo del el brazo para tomar sus manos. Se notaba
Aire no es un ejército enviado a perderse fría. Por un simple instante, inconscien­
en montañas ignotas. Sus sacerdotes, mer­ temente, ella contestó a su presión. Luego
caderes, artistas, artesanos, modas, costum­ se apartó violentamente.
bres, conocimientos... ¡he ahí la manera Él suspiró, cansado.
para hacerlos caer de rodillas ante uste­ —Tengo que estar »n desacuerdo
des, si saben usarla! —dijo— y lo lamento. Comprendo cómo se
Loklann se estremeció. siente.
—Usted, demonio —murmuró—. ¿Piensa —No lo comprende --dijo ella entre dien­
usted en realidad convertirnos a... a la tes—. No puede comprenderlo,
fe de una mujer y a la jaula de una ciu­ —Pero, después de todo —continuó él,
dad? —echó hacia atrás su cabello y rugió forzando un tono seco—, no soy tan sólo
en tal forma que las paredes resonaron—. un hombre con deseos humanos. Represen­
jNo! to a mi gobierno. Debo volver para con­
—Esto llevará un siglo o dos —dijo tarles lo que hay aquí y puedo predecir
Ruori. su respuesta.
Don Pauolo sonrió en su joven y poco »Les ayudarán a repeler los ataques. Es­
poblada barba. ta es una ayuda que ustedes no pueden
—Una venganza refinada, S’ñor capitán rechazar, ¿no es así? Los hombres que
—admitió. sean responsables de todo Meyco no van
— ¡Demasiado refinada! —^Tresa levantó a declinar nuestra oferta tan sólo por con­
su rostro de las manos, tragó aire y alzó servar una precaria independencia de ac­
su mano engarfiada, dejándola caer en el ción, no obstante lo que puedan argumen­
aire como si fuese en los ojos de Lok­ tar unos pocos extremistas. Y nuestras
lann— Aún si fuese posible hacerlo —se condiciones serán muy razonables: no pe­
indignó— , aún si tienen alma, ¿qué es lo diremos mucho más que una política que
el pueblo del aire/135
tienda hacia una conciliación y unas rela­ —Lo han hecho píu-tiendo de la nada
ciones estrechas con el Pueblo del Aire, —explicó Ruori—, no como una mera co­
tan pronto como éste se haya cansado de pia de antiguas técnicas. Comenzando como,
estrellarse contra nuestra defensa unida. refugiados, el Pueblo del Aire creó un sis­
—¿Cómo? —exclamó Loklann. El resto tema agrícola que puede lanzar guerreros,
de los presentes estaban en el más absolu­ por millares desde lo que antes era un de­
to de los silencios. Bajo las sombras de sierto y, sin embargo, sin necesitar para
los cascos brillaban blanquecinos los ojos, mantenerlo hordas de peones. Interrogán­
clavados en Ruori. doles me he enterado de que aprovechaa
—Empezaremos contigo —dijo el Mau- la energía solar y la hidroeléctrica, que
rai—. Cuando sea oportuno, tú y tus com­ tienen una cierta química de síntesis, un
pañeros seréis escoltados a vuestros hoga­ arte de la navegación con todas las mate­
res, Vuestro rescate será el que vuestra máticas superiores que ello lleva consigo,,
nación permita entrar en su territorio una pólvora, metalurgia, aerodinámica... ¡Oh!„
misión diplomática y comercial. me atrevería a decir que se trata de una
—No - ^ i j o Tresa, como si hacerlo le cultura desequilibrada, una delgada capa
causara daño en la garganta—. Él no. Haga de conocimientos sobre una masa ignoran­
regresar a los otros si debe hacerlo, pero te en su mayoría, pero aún la masa debe
no a él... para que pueda vanagloriarse de de respetar la tecnología, pues de lo con­
lo que hizo hoy. trario esta no habría llegado tan lejos.
Loklann sonrió de nuevo, mirándola cara «Resumiendo —suspiró, preguntándose si
a cara. lograría hacer que ella comprendiese—.:
—Lo haré —dijo. el Pueblo del Aire es ima raza científica...
Ruori sintió que en su interior se en­ la única otra, aparte de nosotros mismos,
cendía la ira, pero mantuvo su boca ce­ que hemos descubierto hasta ahora los
rrada. Maurai. Y esto los convierte en algo de­
—No lo comprendo —dudó Don Pauo- masiado precioso para dejar que desapa­
lo—. ¿Por qué favorece a esos animales? rezca.
—Porque son más civilizados que uste­ «Ustedes tienen aquí mejores modales,
des —contestó Ruori. unas leyes más humanas, un arte más des­
—¿Qué? —El noble saltó en pie, echando arrollado, una visión más amplia, todas
mano a su espada. Luego, envaradamente, las virtudes tradicionales. Pero no son
se sentó de nuevo. Su tono se convirtió en científicos. Ustedes usan el corrompido co­
helado—. Expliqúese, S'ñor. nocimiento heredado de los antiguos. Como
Ruori no podía ver el rostro de Tresa, ya no hay combustibles minerales, depen­
sumergido en la noche propia de su capu­ den de la fuerza bruta, por lo que inevita­
cha, pero notaba que se estaba alejando blemente existe una claje de peones, y
de él más que una estrella. siempre existirá. Puesto que las minas de
—^Han desarrollado navios aéreos — dijo, hierro y de cobre ya están exhaustas, uste­
demimbándose en su silla, agotado y sin des desguazan las ruinas antiguas. En su
ninguna sensación de victoria. ¡Oh gran tierra no he visto investigaciones sobre la
creador Tanaroa, pensó, concédeme el des­ energía del viento, del sol o de las reservas
canso por esta noche! de energía de la célula viva, y ya no hable­
—Pero... mos de la posibilidad teórica de la fusión
136/poul anderson
del hidrógeno sin necesidad de un ceba­ ojos verdes y de los entreabiertos labios le
dor de uranio. Ustedes irrigan el desierto devolvió su victoria.
con un esfuerzo mil veces superior al que Sonrió.
necesitarían para cultivar el mar y a pesar —No espero que lo comprenda en segui­
de esto nunca han tratado siquiera de me­ da. ¿Podría discutirlo de nuevo con usted...
jorar sus técnicas de pesca. Ustedes no a menudo? Cuando haya visto usted las Is­
han explotado el aluminio que se encuen­ las espero que...
tra abundante en las arcillas ordinarias — ¡Es usted un... un extranjero! —gritó
ni tratado de convertir ese aluminio en ella.
aleaciones duras. ¡No, sus campesinos usan Su mano golpeó en la mejilla de él. Se
herramientas de madera y materias volcá­ levantó y, descendiendo por las escaleras,
nicas! salió de la sala.
»¡0h, ustedes no son ni ignorantes ni Ruori no se llevó la mano a la mejilla.
supersticiosos! Lo que les falta son única­ Siguió a Tresa con la mirada, incluso por
mente los recursos para adquirir nuevos vin corto espacio de tiempo después de que
conocimientos. Son ustedes una buena gen­ ella se hubo ido. Entonces se volvió con
te y el mundo es mejor al tenerlos, y yo un esfuerzo hacia Dónoju y dijo:
les aprecio tanto como odio al demonio —Lo siento si les he ofendido. Algunas
este que tenemos frente a nosotros. Pero, cosas... —vaciló, por lo que Dónoju hizo una
amigos míos, si se les dejase a sus propios inclinación, con una instintiva cortesía, ha­
recursos, el resultado final sería que se cia él— son más importantes que... qUe la
deslizarían ustedes, elegantemente, de vuel­ ternura.
ta a la Edad de Piedra. Se levantóí
Una cierta fuerza volvió a él. Elevó su —Ruego que me excusen —dijo— . Esta­
voz hasta que llenó la sala: mos todos tan cansados, creo... Desearía re­
—El camino del Pueblo del Aire es el tirarme a dormir a bordo de mi buque esta
rudo camino hacia delante, hacia las estre­ noche.
llas. En este aspecto, y eso está por delante
de cualquier otra consideración, son más
semejantes a nosotros, los Maurai, de lo
que ustedes puedan serlo. Y no podemos
dejar morir a algo que se nos asemeja
tanto.
Se sentó entonces, en silencio, frente a
la mueca de Loklann y la mirada de Dó-
noju. Un centinela cambió de pie, con un
débil crujido de su arnés de cuero.
Tresa dijo finalmente, con una voz muy
baja entre las sombras:
—¿Es ésa su decisión final, S’ñor?
—Sí —dijo Ruori. Se volvió hacia ella.
Como se echaba hacia delante, la capucha
caía algo hacia atrás, con lo que la luz de T<tiiIo original:
THE SKY PEOPLE
las velas le tocó el rostro. Y la vista de los Traducción de B. García Mutiaó
el pueblo del a ire / 137
í

M s -

•« o
■«1. ás'iy>
140 / ray bradbury
EL
PE A T O N
RAY B R A D B U R Y
O rville Prescott ha dicho, eji el «New York Times*:
«Ray Bradbury es el rey no coronado de los escrito­
res de ciencia ficción, un autor cuya fantástica ima­
ginación, poética prosa y madura comprensión del
carácter humano le han ganado una reputación inter­
nacional». «El peatón» es quizá, de entre todos sus
cuentos, uno de los más humanos... y uno de los
más estremecedores también.

ilustrado por VLADIMIR PABLO

Entrar en aquel silencio que era la ciu­ saba a su casa. Y en su caunino veía las
dad a las ocho de una nublada noche de casas y los edificios con sus ventanas os­
noviembre, poner los pies soj^e aquella curas, y le parecía como si fuera atrave­
calzada de cemento, avanzar sobre la her­ sando un cémenterio, puesto que sólo al­
bosa senda y seguir su camino, las manos guna lucecilla aislada, tímida como una
en los bolsillos; en medio del silencio, luciérnaga en 1^ noche, aparecía tras los
esto era lo que el señor Leonard Mead cristales de alguna ventana. O eran grises
amaba más entrañablemente. Se detenía fantasmas los que se perfilaban a veces
en la esquina de un cruce y contemplaba tras las otras ventanas cuyas cortinas no
las largas avenidas que avanzaban en cua­ habían sido corridas al llegar la noche, o
tro distintas direcciones bañadas por la lu­ susurros y murmullos que se escuchaban
na, decidiendo cuál iba a seguir, aunque tras lo que parecían las puertas abiertas
esto no importaba mucho; estaba solo en de una cripta.
aquel mundo del año 2053, o casi solo, y El señor Leonard Mead se detenía, in­
cuando era tomada ima decisión final, era clinaba su cabeza, escuchaba, miraba, y
elegido un camino, continuaba andando, reemprendía su camino, sin que sus pies
lanzando bocanadas de aire helado que hicieran el menor ruido en la irregular ace­
parecían el humo de un cigarrillo. ra. Desde hacía mucho tiempo había adop­
Algunas veces caminaba durante horas tado los zapatos de goma para caminar
y kilómetros, y sólo a medianoche regre­ por la noche, puesto que los perros, en
© 1959, Mercury Press, Inc.
grupos intermitentes, animciaban su paso tidos? ¿Un concurso? ¿Una revista? ¿Un
con fuertes ladridos si llevaba tacones, y cómico que se caerá del escenario?
entonces se encendían luces y aparecían ¿Era un murmullo de risas lo que se
rostros asustados en todas las ventanas, y desprendía de aquella casa blanqueada por
la calle entera se sobrecogía ante el paso la luna? Vaciló, pero continuó su camino al
de aquella figura solitaria, la suya propia, ver que nada más sucedía. Dio un traspiés
en aquel prematuro anochecer de noviem­ en un tramo de acera particularmente irre­
bre. gular. El cemento había desaparecido ba­
Aquella noche en particular emprendió jo las flores y la hierba. En diez años que
su camino en dirección oeste, hacia el llevaba caminando, de día y de noche, por
oculto mar. Había una cristalina escarcha cientos de kilómetros, no había encontrado
en el aire, que hería sus fosas nasales y nunca ninguna otra persona caminando...
encendía sus pulmones como si fueran ninguna en todo aquel tiempo.
un árbol de Navidad. Casi podía sentir la Llegó a una intersección en forma de
fría iluminación interna y las ramificacio­ trébol, donde se unían dos carreteras prin­
nes pulmonares cubiertas de invisible nie­ cipales que cruzaban la ciudad. Durante
ve. Escuchó con satisfacción el leve cruji­ el día, aquel lugar era un atronador avis­
do de sus zapatos sobre las hojas de otoño, pero de coches, de estaciones de gasolina
y empezó a silbar entre dientes una suave abiertas, una gran colmena zumbante lle­
melodía, cogiendo ocasionalmente alguna na de insectos incesantemente nerviosos,
hoja a su paso para examinar su esquelé­ con el ruido de sus escapes abiertos y un
tico diseño a la infrecuente luz de algún eterno avanzar hacia lejanas direcciones.
farol, y sentir de cerca su húmeda y sutil Pero ahora las carreteras eran como ríos
fragancia. en época de sequía, sólo piedras, soledad
—Hola, vosotros —^murmuraba a cada y brillo de luna.
casa, en cada esquina del camino— . ¿Qué Dio la vuelta en una calle lateral, ini­
es lo que hay esta noche en el Canal 4, ciando un semicírculo que lo llevaría de
Canal 7, Canal 9? ¿Hacia dónde van corrien­ regreso a su casa. Estaba apenas a una
do los vaqueros, a qidén acude a rescatar manzana de su destino cuando el solita­
la valiente caballería de los Estados Uni­ rio automóvil dio vuelta a una esquina
dos desde lo alto de la próxima colina? inesperadamente, y lo iluminó con un des­
La calle estaba silenciosa y larga y va­ lumbrador cono de luz blanca dirigido di­
cía, con sólo su sombra moviéndose como rectamente hacia él. Se detuvo hipnotiza­
la sombra de un gavilán sobre la campiña do, aturdido como un mosquito ante la
desierta. Si cerraba los ojos y permanecía luz y a la vez atraído irremisiblemente
muy quieto, inmóvil, podría imaginar que hacia ella.
se hallaba en medio mismo del desierto de Una voz metálica le gritó:
Arizona, sin ninguna casa en cien millas — ¡Quieto ahí! ¡Quédese donde está! ¡No
a la redonda, y con sólo ríos secos —las se mueva!
calles— por compañía. Se detuvo.
—¿Qué es lo que ocurre ahora? —^pre­ — ¡Suba las manos!
guntaba a las casas, consultando su reloj —^Pero... —^protestó.
de pulsera—. ¿Las ocho y treinta p.m.? — ¡Las manos arriba! ¡O disparamos!
¿Hora para una docena de crímenes sur­ La policía, por supuesto. Pero era extra­
142 / ray bradbury
ño, algo increíble; en una ciudad de tres —¿Pero paseando hacia dónde? ¿Para
millones de habitantes, solamente había qué?
un automóvil de la policía en servicio. Des­ —Paseando para tomar el aire. Paseando
de ei año pasado, 2052, el año de las elec­ para ver.
ciones, la fuerza había sido reducida de — ¡Su domicilio!
tres coches a uno. El crimen iba desapa­ —Calle Saint James, Sur, número once.
reciendo; no era necesaria pues la policía, —¿Y no hay aire en su casa? ¿No tiene
salvo aquel solitario automóvil que reco­ un acondicionador de aire, señor Mead?
rría las calles desiertas. —Sí.
—¿Su nombre? —dijo el coche de la —¿Y no tiene usted una pantalla visora
policía con un murmullo metálico. La bri­ en su casa para ver?
llante luz dirigida a sus ojos le impedía —No.
ver a sus ocupantes. —¿No? —hubo un pesado silencio que
—Leonard Mead —contestó. era, en sí mismo, una acusación—. ¿Está
— ¡Más alto! usted casado, señor Mead?
— ¡Leonard Mead! —No.
—¿Negocio o profesión? —Soltero —dijo la voz del policía, más
—Creo que soy lo que ustedes llamarían allá del feroz rayo. La lima se veía alta y
im escritor. clara entre las estrellas, las casas eran gri­
—Sin profesión —dijo el coche policía­ ses y silenciosas.
co, como si hablara para sí mismo. La luz —Nadie me necesitó —dijo Leonard
lo tenía inmovilizado, como si fuera la Mead con una sonrisa.
aguja que atraviesa a un insecto exhibido — ¡No hable a menos que se le pregunte!
en un museo. —rugió el altavoz.
—Pueden decirlo así —aceptó el señor Leonard Mead aguardó en el frío de la
Mead. No había escrito en años. Las re­ noche.
vistas y los libros ya no se vendían. Todo —¿Sólo paseaba, señor Mead? —pregun­
ocurría dentro de las casas-tumbas, pensó, tó la voz.
continuando su fantasía. Las tumbas, ilu­ —Sí.
minadas por la televisión, donde la gente —Pero no ha explicado con qué pro­
permanecía sentada, como muerta, con pósito.
las luces grises o multicolores iluminando —Sí lo he hecho: para tomar el aire,
sus rostros, pero sin tocarlos realmente. para ver; simplemente para pasear.
—Sin profesión —dijo la voz metálica, —¿Ha hecho esto frecuentemente?
silbante, como la de vm fonógrafo—. ¿Qué —Cada noche, desde hace años.
es lo que está haciendo ahora? El coche policíaco se encontraba en el
—Paseando. centro de la calle con el transmisor rugien­
— ¡Paseando! • do suavemente.
—Precisamente paseando —dijo con sen­ —Bien, señor Mead —dijo.
cillez, pero sintiendo algo helado en el —¿Es todo? —preguntó él cortésmente.
rostro. —Sí —dijo la voz—. Venga. —Hubo un
—¿Paseando, paseando, simplemente pa­ zumbido, luego un chasquido. La porte­
seando? zuela posterior del coche policíaco se
—Sí, señor. abrió—. Suba.
el peatón/143
—Pero un momento, ¡yo no he hecho jando trás de sí otras calles vacías, sin el
nada! menor sonido y sin el menor movimiento
—Suba. en todo el resto de aquella noche de no­
— ¡Protesto! viembre.
—Señor Mead.
Caminó como un hombre repentinamen­
te borracho. Cuando pasó frente a la ven­
tanilla del coche miró dentro. Como ha­
bía esperado, no había nadie en el asiento
del conductor... no había nadie dentro
del coche.
—Suba.
Puso su mano en la puerta y escudriñó
el asiento posterior, que era ima pequeña
celda, una reducida cárcel negra con ba­
rrotes. Olía a acero remachado. Olía a an­
tiséptico, olía a algo demasiado limpio, du­
ro y metálico. No había nada suave allí.
—Si al menos tuviera una esposa que
le proporcionara una coartada —dijo la
voz metálica—. Pero...
—¿A dónde me llevan?
El coche vaciló, o más bien produjo un
leve chirrido, como si la información, en
algún lugar, fuera puesta en forma de
ima tarjeta perforada bajo sus ojos eléc­
tricos para ser leída.
—^Al Centro Psiquiátrico para la Inves­
tigación de Tendencias Regresivas.
Subió. La portezuela se cerró con un blan­
do ruido. El coche policíaco se deslizó a
lo largo de las oscuras avenidas, ilumina­
das solamente por sus faros delanteros.
Un momento después pasaban frente a
ima casa, en una calle... una casa en una
ciudad de casas a oscuras. Pero esta casa
tenía todas las luces eléctricas encendidas,
y cada una de sus ventanas era un gran
cuadro de acogedora luz amarilla en me­
dio de la helada negrura dé la noche.
—Esta es mi casa —dijo Leonard Mead.
Nadie le contestó.
El coche siguió avanzando por'las calles, Título orif^al:
THE PEDESTRIAÍI
vacías como el lecho de un río seco, de­ Traducción de Pedro Domingo

144 / ray bradbury


s e p ie n s a
la ciencia flceióii sadores comienzan
«segunda revolución (
trial». t i
en la psiicologfía de la « a lt a r a No es, pues, una coincidencia J *
de que e impulso para -crear « i
género literario que es la ,denote
Toda manifestación cultural, literaria o artística es el re­ ficción proceda de épocas en que
sultado de una época y de unas circunstancias sociológicas. se está gestando una nueva huma­
La ciencia ficción es considerada como la literatura repre­ nidad. Epocas en las que el hombre
se siente angustiado (en el sentido
sentativa de nuestra época, pero ¿cómo y por qué ha surgi­ vivencia! y etimológico de está pa­
do? El doctor Alfonso Alvarez Villar, profesor de la Universi­ labra) y busca nuevas salidas a sus
inquietudes y a sus aficiones. No se
dad de Madrid, Jefe de Departamento del Instituto español podría comprender, en efecto, la
de la Oponión Pública, nos da una respuesta a esta pregunta psicología del hombre contemporá­
neo si no contásemos con ese mag­
a través de su especialidad: la psicología. nífico «camino real» que es la SF
y que nos conduce al meollo de
sus aspiraciones y de sus temores.
Si partim os del principio básico det poema de Alejandro Magno, tra ­
del determ inismo, de que -nada su­ ducido más adelante por los árabes De sus temores hemos dicho,
cede sin una razón suficiente», ia y convertido en sonoros versos cas­ también, porque ¿no hay acaso en
ciencia ficción es también un pro­ tellanos muchos siglos después, en «Farenheit 451» de Ray Bradbury,
ducto culturai que iiinca sus raíces plena Edad Media. Y es un epígono, o en «El asfalto»^ de Carlos Buiza,
erf otros fenómenos más amplios. 3or el «dintorno» de su cultura he- el mismo estremecimiento imper­
Lo cierto es que un estudio so­ enística, Luciano de Samosata, ceptible que experimenta el médico
mero de la historia nos demuestra autor de una «Historia verdadera», al diagnosticar una enfermedad gra­
que el género de la ciencia ficción que lanzará el prim er cohete lite ­ vísima? El hombre contemporáneo
suele florecer en fases especiales rario hacia la Luna. cuenta, por supuesto, con la ciencia
de la evolución de la cultura. Me El Renacimiento se inclina por lo para predecir un gran número de
refiero, por supuesto, al concepto que podríamos llamar ciencia ficción fenómenos, pero a veces la ciencia
de ciencia ficción como un généro sociológica, y así tenemos que men­ falla y entonces hay que volar en
eit e( que los conocimientos cien­ cionar la «Utopia» de Tomás Moro, el Pegaso de la fantasía para ex­
tífic o s de una determinada época «La ciudad del sol» de Campañella plorar regiones que se hallan más
histórica son puestos al servicio de y «La Nueva Atlántida» del canciller allá del alcance de la Razón Pura.
una imaginación creadora para am­ Bacon. Paralelamente, alcanzan una Porque la historia se halla saturada
pliar, sobre la palestra de la lite ­ enorme difusión las novelas de ca- de casos en los que la imaginación
ratura, el alcance det hombre. Por ballerÍEÍf que encuentran en la im­ de un escritor adelantó, e incluso
eso no itie lim ito a identificar «cien­ prenta el mejor aliado para divulgar determinó, los hallazgos del cien­
cia ficción» con «ciencia ficción con­ temas épicos y caballerescos de la tífico .
temporánea». A lta Edad Medía.
A partir de entonces surge la Ciencia ficción y empuje creador
Historicidad de ia ciencia ficción. auténtica ciencia ficción, bajo la fo r­ Pero, por otra parte (y si la cien­
Lo cierto es que, eliminando los ma de relatos de expediciones e x ­ cia ficción fuera sólo un modesto
epígonos y anticipadores, la ciencia traterrestres. Tendríamos que citar malabarismo mental) es patente que
ficción alcanza una difusión masiva aquí a Kepler, a Godwin y a Cyranó crea en nuestra sociedad una men?
muy concreta: el llamado período de Bergerac, pero el impulso lo ha te mucho más flexible, una mente
alejandrino, el Renacimiento y la Era dado el Renacimiento, no la Contra­ abierta a cualquier acontecimiento
científico-tecnológica de nuestros rreforma ni el «espíritu» de la Gue­ por muy improbable que fuere.
días. Tres épocas que se caracte­ rra de los Treinta Años. ¿Es, en efecto, una simple coinci­
rizan por un despliegue del hom­ Finalmente, en tercer lugar, te ­ dencia el que él siglo XIX, tan po­
bre fáustico en busca de nuevos nemos a la vista el últim o período sitivista , tan aferrado al método ex­
horizontes para el quehacer intelec­ histórico: la Revolución científico- perimental que canta con tanto én­
tual humano. industrial, que se inicia en el siglo fasis un Claude Bernard, no creara
El período alejandrino da origen, XVIII en Inglaterra y que, hija de un auténtico género de ciencia fic­
dentro del género de la ciencia dic­ la «Aufkarung» y de la «llustration ción salvo bajo la firma de esa per­
ción «avant la lettre», a ciertas per­ frangaise», es sólo superada, hacia sonalidad señera que es Julio Ver­
sonalidades como el autor anónimo el año 1950, por lo que muchos pen­ ne? La ciencia ficción habría, eti

s e p ie n s a / t4 5
10
efecto, fracasado lamentablemente. muricb atucítíánfó dé los eépáeios manifiesta, por otra part«:f:;en esé
Por eso, el mismo Julio Verne tuvo plurldimensionales, de las superfi< área tan concreta que soni las re­
que ceñirse a los conocimientos cíes que se retuercen sobré sí mis^ laciones comerciales. ¿Qué es otra
que le proporcionaba la ciencia de mas y que plantean enigmas indes­ cosa, por ejemplo, el bra iitrM O r*^
su tiempo. cifrables (recuérdense las teorías ming, sino la aplicación de la técnl- "
El siglo XX (y esta tendencia se de Bourbaki). Por otra parte, la ex­ ba literaria que utilizan el surrealis­
acentúa según una ecuación expo­ traña fauna de partículas elementa­ ta o los más^ exaltados de los cultir
nencial) supone un proceso de li- les que han aparecido hasta ahora vadores de la ciencia ficción, a ta
beralización intelectual respecto al en el ciclotrón y que siguen apa­ heurística de la venta?
determinismo del siglo XIX. Resu­ reciendo, han derrocado por conv Podemos, pues, considerar a la
cita los mitos antiguos, las religio­ pleto la vieja teoría unitaria del ciencia ficción como uno de los ex­
nes ocultas; desempolva los escri­ átomo. El probabiljsmo del infinita­ ponentes más importantes de esta
tos de los teósofos y alquimistas, mente pequeño va desplazando, a apertura a nuevos modos de vivir
hflsta someté al molde hipotético partir del célebre enunciado de y de m orir, a nuevas posturas ante
experimental los fenómenos para- Heisenberg, el implacable determi­ el Cosmos y ante la divinidad. En
^ ic o ló g lc o s . ¿No habría, pues, de nismo de la física clásica. la ciencia ficción late el corazón
á«r favorable para la edificación del Si quisiéramos, en efecto, expre­ del hombre contemporáneo. Sus la­
généro literario de la ciencia fic- sar en una sola frase la postura del tidos son a veces armoniosos, otras
hombre contemporáneo, podríamos suenan mal al oído del amante de
oí6n?
afirmar que «para él todo puede ser la buena literatura. Pero en tódo
Una prueba de esta liberalización nuevo bajo el sol». Contra el fata­ caso, no lo olvidemos, son latidos
de la mente es el nuevo sesgo que lismo del hombre antiguo, el hom­ del hombre.
adopta la literatura desde la tercera bre fáustico opone el posibilismo
década del siglo XX. Se desprecia más radical. Posibilismo que se Alfonso ALVAREZ Villar
el rígido planteamiento de la lógica
aristotélica y se comienza a cantar
ef absurdo por el absurdo. La sin­
taxis queda sustituida por las téc­
nicas de asociación libre que utiliza
al psicoanálisis. Prueba de ello son ¿uueTO nomitpe
eí im arjiflesto surrealista» de Andre
Bretón, que aparece en el año 1924, p a r a l a cien cia ficción?
y el éxito de los poemas de Ezra
Pound y de la novela -Ulises» de
iatnes Joyce. La imaginación crea­ El presente artículo apareció por primera vez en el «Hugo
dora rompe ahora las vallas de ca­ Gernsback Forecast» (la pequeña revista anual de noticias
nalización de la m étrica o del ra­
cionalismo literario, tal como se ha­ y comentarios con que Gernsback felicitaba las Pascuas a
bía manifestado en la novela natu­
ralista de un Emilio Zola. Ya para sus amigos) de 1963. En él se plantea un problema que está
Proust la narrativa es un espejeo actualmente en boca de todo el mundo. Gernsback se pre­
Cisntelleante de vivencias sólo uni­
das entre sí por la identidad del gunta; ¿Hay que darle un nuevo nombre a la ciencia ficción?
protagonista. Desde ahora todo le Pese a todos los intentos, aián no existe ninguna respuesta
será perm itido al literato, que cons­
truirá mundos m ulticolores sin ser satisfactoria para ella. ¿Pueden ustedes ayudarnos?
necesariamente SF, con la ayuda del
verbo (introduzcámonos, si no, en
el paisaje tropical que pinta !\/liguel Cuando, a finales de 1960, la So­ de abril de 1962, Doug Hoylman,
Ángel Asturias) o de la Metáfora ciedad de Ciencia Ficción del Ins­ uno de los estudiantes, presentó
(Jorge Luis Borges, por ejem plo). titu to de Tecnología de Massachu­ un artículo bastante provocativo ti^
La ciencia rompe también moldes setts (MIT) me invitó a hablar ante tulado «Un nuevo nombre para la
tradicionales. Retornando a Parmé- sus miembros, les apremié, al final ciencia ficción».
nides, Einstein demostrará, por de mi charla, para que sacasen su Dice Doug en su introducción;
ejemplo, que «sólo el ser es», que propia revista de ciencia ficción. «Ahora bien, no deseo aparecer
en el universo sólo existe espacio- Me alegré mucho cuando a conti­ como desagradecido hacia el viejo
tiem po y estados especiales de ese nuación, en 1961, la Sociedad dio tío Hugo, que inventó tanto el nom­
continuo í)ue son la energía y la a la luz el «The Tw ilight Zine». Los bre como la forma a rtística, pero
materia. Algunas de las afirmacio­ estudiantes del MIT están haciendo la ciencia ficción ha superado con
nes .einstenianas son, en efecto,,pa­ una labor muy apreciable y estoy mucho las lim itaciones que Gern*
radojas, y hasta las matemáticas seguro de que con el tiempo la sback impuso, y todavía está tra­
iíuyen del frío racionalismo de la ciencia ficción se beneficiará so­ tando de imponer, al medio. La pa­
Ito tra c ió n , buscando fuera de las bremanera de sus esfuerzos. labra ciencia ya no es aplicable».
iM ín is a s de Gauss y de Leibniz el En el «The T w ilight Zine n,° 5», El artículo de Doug Hoylman,

446/sej^ensa
como él mismo a d m itir eé-m uy logrará slgnlltcar lo que debe haéia
apto para la controveM lii} áooefla el «lito Xwi/ o sigo asf. V esto
ser leído por todos los «nefónados. to d t o muy seriamente,
Desgraciadamente, no nos da un ’ Toda m i,v id a he astado tratando
nuevo térm ino con el que suplantar ' de hacer entrar ta palabra ciencia,
al viejo, olenclá ftcoión. En vez de a través de m is numerosas revis­
esto dice: *iY la primera persona tas, en las mentes de millones de
que grite Sclentlfletlon recibirá un individuos mal dispuestos que no
puñetazo en la nariz!» estaban preparados para ello... y
¡Touchél Ocurre que yo fu i esa que todavía no lo están.
primera persona y que creé, con Desafortunadamente, hoy en día,
gran pesar m ío, ese térm ino en sólo un pequeño porcentaje de gen­
1925. te están realmente interesados en
Sclentlfiction, ese horror, no era la ciencia: científicos, técnicos, in­
sino una contracción lógica de la genieros, etc. El público en general
frase Scienttffc Fiction (ficción cien­ todavía piensa en la ciencia como
tífica ) que comenzó a usar en la un sujeto demasiado esotérico y
portada del número de diciembre vanguardista. Ciertamente el hom­
de 1922 de mi revista Science & ln< bre o mujer medios no desean leer
vention. ciencia ficción en sus horas de
Posiblemente fue ocasionado por asueto; el nombre es demasiado im­
los insoportables dolores de creci­ presionante. Si no fuera así, la ma­
m iento del género. Corramos una yoría de las revistas de ciencia
piadosa cortina literaria de olvido ficción en circulación en la actuali­ si les digo que si ahora tuviera de
sobre este desafortunado episodio dad tendrían, cada una de ellas, nuevo, conociendo lo que me ha
y pasemos a la progresiva luz del Una circulación que se podría con­ enseñado la experiencia, que hacer­
futuro. tar en m illones de ejemplares en lo, no originaría el térm ino «ciencia
Quiero decir aquí, enfáticamente, vez de la mezquina cifra promedio ficción» en un siglo XX que no
que estoy en completo acuerdo con de menos de cien mil. estaba, como tampoco está ahora,
Doug en que necesitamos una nue­ Se necesita algo más atractivo, preparado en una forma general
va term inología. Desafortunadamen­ estimulante y popular. En esto es­ para recibirlo.
te , el térm ino ciencia ficción no to y de acuerdo con Doug. Acuñé el térmir(o «ciencia fic ­
está pasado de moda, pero ha lle­ He trabajado en el problema por ción» en un editorial que escrlBí
gado a tener un uso generalizado años, sin éxito haSta la fecha, lo para mi antigua publicación Sélsnc»
demasiado pronto. Probablemente admito. Y deben ustedes creerme Wonder Stories (historias: ntaravi-.
llosas científicas), en el número de '
junio de 1929.
En aquella época tenía yo ta pe­
queña esperanza de que finalme,nte
se había producido una InfiltréciÓn
de la ciencia en las mentes áé ta
población mundial. Por desgraciai
esto no iba a ocurrir ni ocurrirá en
este o en el siguiente siglo.
El hombre o m ujer medios Ven a
la ciencia coñ una profunda spape-
cha, como sí fuera un maligno ogro
que constantemente Interfiere y.
cambia sus vidas y hábitos, que
periódicamente causa revoluciones
técnicas, echando a millones de per­
sonas fuera de sus trabajos como
está ocurriendo ahora temporalmeiK
te por la automatización.
Y sin embargo, la gente sabe tam»
bién que deben v iv ir con el ogró
si es que quieren subsistir, pero
su profundo e irracional antagónls}:
mo contra la ciencia se ha conver's
tido en una fijación y a través de
años de sacudidas inducidas |>or ta
ciencia en centenares de form as: ^
sacudidas económicas, sacudidas
sociales, sacudidas de asombro (et

Sé plénaa /147
10
tfp ico ¿qué ocurrirá ahora?). Han Probablemente les sonarán extra­
sido condicionados en un proceso ños. Bueno, también me lo pareció
í'avloviano. a mí el térm ino «ciencia ficción»
V ésta es la verdadera razón por cuando por primera vez lo contem­
la que tan sólo un reducido número, plé críticam ente.
una élite, leen historias científicas P R ED IFIC CIÓ N (Predifiction). La
para su diversión o descanso. palabra predicción va, aquí, unida
Por tanto creo que serta adecua­ a ficción.
do un nuevo concepto. Por lo me­
P R O FIC C IÓ N (Prophiction). Con­
nos, si fuera adoptado, podría pre­
parar el camino para una ciencia tracción de ficción profética (Pro-
phetic fictio n ). Curioso térm ino que
ficción de adultos en futuros siglos.
Ahora miremos a los componen­ además tiene la ventaja de que
tes de un sustituto aceptable. también puede significar profesional.
Para el número uno del volumen F U T U F IC C IÓ N (Futufiction). Uno
primero de Science W onder Stories, bien raro que pone de manifiesto
en junio de 1929, escribí esta frase: su cualidad de visión del futuro.
«1.a ficción profética es la madre T E L E F IC C IÓ N [Telefiction). Del
del hecho científico.» Creo que esto griego tele, lejano, distante. Un té r­
todavía significa lo que dice. La mino eufónico y que el público po­
ciencia ficción, bajo cualquier con­ dría asim ilar fácilm ente porque ha
cepto o nombre, debe, en mi opi­ sido condicionado durante largo
nión, tratar primera y principalmen­ tiempo por térm inos sim ilares tales
te sobre los futuros posibles. como telescopio, telégrafo, teléfo­
Debe, en forma historiada, profe­ no, televisión, etc. Me agrada par­ que nos pinta Bradbury en uno de
tizar las maravillas que vendrán del ticularm ente porque podría in filtrar­ sus capítulos —tal vez el mejor—
progreso del hombre. Esto también se en el lenguaje, tomando al pú­ de «Crónicas marcianas». A llí veía­
incluye a las hazañas distantes y a blico desprevenido, por así decirlo, mos cómo coincidían en un tiempo
la exploración del espacio y del ¡no sospechando nunca que corres­ real —bueno, a lo m ejor no era
tiempo. pondía a la impopular y desdeñada real— dos formas diferentes de pen­
En lo que respecta a un nuevo ciencia ficción disfrazada con una sar, dos manifestaciones humanas;
vocablo, sugiero a continuación va­ nueva piel de cordero! uno iba en un barco para navegar
rios, que podrían ser o no ser los por la arena, el otro en su camión.
más apropiados. Hugo GERNSBACK No se entendían. Era inútil. Veían
lo mismo, pero no era lo mismo.
Yo había creído que, valiéndome
de este encuentro, podría hacer que
desapareciese por fin esa absurda
polémica entre el «Farenheit» libro
en'Jtorno a ‘ y el «Farenheit» film . Unos dicen
ií que el libro es mucho más hondo
Farenheiti 451 ¿i 1 y maravilloso; otros se inclinan por
que la película de Truffaut es tam­
bién una obra maestra.
La polémica en torno a «Fahrenheit 451» sigue aún can­ De lo que no hay duda, me pare­
ce, es de que Frangois Truffaut ha
dente: para muchos, esta es la primera película inteligente llevado a cabo una adaptación fiel
de ciencia ficción que se ha hecho en todo el mundo; para y respetuosa de la obra de Brad­
bury. Y esto ya es, de entrada, muy
otros, es un apreciable intento malogrado por exceso de importante. Bradbury jamás había
intelectualismo y frialdad. Pero en todos los países donde sido bien servido por el cine. Ni
«El monstruo de los tiempos remo­
ha sido exhibida ha causado una verdadera sensación, y en tos», ni «Icarus M ongolfier Wright»,
ni nada de su obra tuvo siquiera un
muchos lugares ha sido considerada como una de las mejo­ mínimo de dignidad. Bradbury, ade­
res películas de la temporada. más, ha hecho públicas unas decla­
raciones en donde reconocía, poi
un lado, que la película le había
Es sumamente d ifíc il enfrentarse Había pensado, en un principio, gustado mucho, y por otro, que era
eon la película «Farenheit 451». resolver este llamémosle acerca­ la primera vez que había visto una
¿Motivos? Todos los que se quie­ m iento de la siguiente manera. obra suya inteligentemente llevada
ran. Y siempre podrán encontrarse Atiendan: Imagínense ese encuen­ al cine.
mas. tro entre el marciano y el terrestre Desde su época de crítico en

148 / se piensa
tíArts» y «Cahle'rs du cinema», Truf- eñ un mundo «clásico» de ciencia volucionaria de estilo. Pero es uhñ
faut ha sido siempre un expositor ficción; sólo en una época imagina­ película sin edad. Y esto es algo
claro de ideas y de criterios. Ja­ ria, en un espacio imaginario. Ocu­ mucho más importante. Está filmada
más ha sido hombre que se andase rre entonces que lo que vemos nos en color, un color al servicio de
por las ramas. Fue uno de los p ri­ parece ya casi real. El motivo es unos personajes, de una intención,
meros que comenzó a descubrir el que no andamos muy lejos. Los de unas imágenes.
cine americano en todo su positi­ gobiernos se preocupan de que la Quizás, en ese supuesto encuen­
vismo. Cuando en 1959 pasó al cam­ gente no aprenda, de que se dedi­ tro del que hablaba más arriba, el
po de la realización con «Los 400 quen a cultivar su cuerpo por medio «amigo» de Bradbury no viese nada.
golpes», no perdió aquella condi­ del deporte, de que olviden el «pen­ Sólo escuchase, en su interior, las
ción. Ni después la ha olvidado. sar» (¿no existe un auge de los magníficas páginas del libro. Pero
Esto es algo no insólito, pero sí comíc y de las foto-novelas?). No el «amigo» del cine, vería un des­
muy digno de tener en cuenta, so­ se ha pretendido alejar el relato, file de imágenes con una fuerza
bre todo si tenemos en cuenta que sino todo lo contrario: acercarlo. — una por una— arrolladora. Se­
Truffaut es, actualmente, el valor Hay un enorme acierto de medida, cuencias como la del incendio de
más sólido de la «antigua» nueva de equilibrio, en la dosificación de la biblioteca, cuando aquella mujer
ola francesa y, por qué no, del lo cotidiano, de lo vulgar y lo ex­ se quema con sus libros: o la de
cine de nuestros días. Y a sus pe­ traordinario. Ha tratado la normali­ la reparación de Linda; o todo el
lículas me rem ito, incluida la úl­ dad como fantasía, y al revés. En­ final... están dentro del m ejor cine
tima. tonces, toda la película respira una de siempre, dentro del mejor cine
atmósfera real y distante, sensible de ese gran autor llamado Truffaut,
«Farenheit 451» es una película
y dura, mágica y patética. que ha realizado hasta la fecha
meridiana, clarísim a. «Farenheit» es
Truffaut, gran conocedor del cine film s de la calidad de «Jules et Jim»
un film que ataca el Poder, la Su­
americano, del cine de Alfred Hitch­ o «La piel suave». Digamos que
per Organización, cuando éstos des­ cock sobre todo, nos ha dado una «Farenheit 451» no desmerece. ,
precian la cultura. «Farenheit» es, película americana (hay veces que Se ha escrito y se ha dicho que
también — ¡es tantas cosas!— , una uno parece contemplar «Vértigo»). es el humanismo quien inspira la
despiadada crítica, un ataque feroz, Esto es un acierto. Se ha servido obra de Bradbury: el humanismo y
contra todas las formas de censu­ de unos medios de expresión cine­ la poesía. Creo, honradarnente, que
ra. Contra todo lo que pueda ir matográficos totalmente USA... para ambas cosas están también en la
contra la más pequeña expresión un escritor USA. Truffaut, con su
película.
de libertad del ser humano. lenguaje, parece enraizado en esa
aburrida vida americana tan del gus­ Otra cosa sería decir, por su­
Pero no es nunca un film con to bradburyano-, porque el autor de puesto: yo no he visto en ella que
«mensaje». No vemos la «trascen­ «Las doradas manzanas del sol», de «la ciudad se levantase, girara so­
dencia». No asoma lo «importante». «El peatón», de «El día que llovió bre sí misma y cayese muerta». El
Porque «Farenheit» es una obra ci­ siempre», es un hombre americano
nematográfica llena de humor, de cine, por desgracia, no ha llegado
que escribe, de la misma forma que aún a esas imágenes.
ternura... humor y ternura que son, Bob Dylan es un hombre americano
asimismo, premisas principalísim as Truffaut ha demostrado que, sin
que canta, valga el ejemplo. valerse de trucos, de engaños fa­
en la obra literaria de Bradbury. La No es una película nueva ni re­
gran virtud de la película es que, bricados por el laboratorio, de pre­
siendo totalmente patética, jamás supuestos elevados y de todos esos
podemos decir que sea un produc­ factores que siempre se han creído
to cruel. Y a esa crueldad era muy indispensables para hacer un cine
fácil acercarse. de ciencia ficción, ha sabido, a base
A Truffaut no le entusiasma la de talento, realizar una de las me­
ciencia ficción. Bradbury, por otra jores películas del género en toda
parte, ha declarado en numerosas la historia del cine. (Es curioso,
ocasiones: «Nunca me he llamado pero las grandes películas de este
a mí mismo un escritor de ciencia m aldito género, como «Ultimátum
- ficción: otra gente lo hizo por mí. a la tierra», «La humanidad en pe­
En realidad, he tratado de que el ligro», «Los pájaros», «Planeta Pro­
editor quitase el emblema de mis hibido»... responden a unos postu­
libros.» De todas formas, a Truffaut lados de serie B, salvo el caso de
le había gustado de siempre la idea Hitchcock).
expuesta por Bradbury, como tam­ Frangois Truffaut ha demostrado
bién está interesado en volver a ro­ que las posibilidades del género son
dar «El día de los trífidos». Truf­ todas. Que para hacer buen cine de
faut, en «Farenheit», recrea pero ciencia ficción sólo se necesita ima­
respeta. El espíritu está totalmente ginación. Lo demás — ese dinero
mantenido: Montag, Clarissa o Lin­ que asusta a los productores, esas
da son idénticos a los del libro. maquetas grandiosas— es acceso­
La película ha sido planteada no rio.

se piensa /149
l o d iíic it no es construir una (Dáseár en bicicleta p6f ló s Ange­ tontanclo Un proyecto gue ViabiSí
calle marciana. Lo d ifíc il es inven­ les. Y, por supuesto, a muchísima propuesto a «Editorial Novaro». Pro»
tarla. gente. yectaba editar un comic quincenal
«Farenheit 451» es una magnifica Lo demás es buscar al gato más titulado «Pánico», con treinta y doS
película. Que habrá hecho (que ha patas de las que, en realidad, tie ­ páginas a todo color y una tirada
hecho) m u y ,fe liz a ese americano ne; cuatro. de doscientos m il ejemplares. «Cada
con gafas dé illinois, que gusta de José Luis GARCl día me especializo más —me decía
en esta carta— en el comic actual.
Es decir, del año 1960 hasta nues­
tros días. Creo que esta época, la
actual, es el mejor momento de la
A n íb a l 5 , historieta. Pero por otro lado he
logrado que vuelva a editar «Noya-
un cyborg' dem aiiiado hum ano ro» un comic que fue una verda­
dera maravilla: Spirit, de W ill Eis-
ner. Saldrá junto con el m ío, en
enero o febrero».
Es difícil hallar un buen comic de ciencia ficción pero, Pero salió Spirit, mientras Páni­
cuando se encuentra, la satisfacción que produce compensa co quedaba en el pozo de los bue­
nos propósitos. Hasta que el 1 de
el tiempo perdido en la búsqueda. Aníbal 5 trajo hasta noso­ octubre de 1966, otra Editorial me­
jicana, «Temporae», lanza en form a­
tros un remarcable aire de rejuvenecimiento y calidad, pero to «comic-book» una innovación sen­
el personaje murió al poco de nacer, y no ha vuelto a la sacional firmada por el propio Jo-
dorowsky. Puesto que «Temporae»
vida. ¿Qué pasó, Aníbal 5? y «Novaro» tienen estrecha relación
económica, puede suponerse fá c il­
mente que el recién nacido A n í­
nante para el lector, como de vida bal 5 visualiza gráficamente lo que
efímera. A níbal 5 tiene demasiados no llegó a ser el otro proyecto de
hallazgos expresivos como para po­ Jodorowsky.
der sobrevivir en un mercado don­
de el comic cada día se hace más Aníbal 5, no es un hombre co­
rriente. Tampoco un robot ni un an­
vulgar, por eso sólo ha durado cua­
droide. Es un «cyborg», o sea, «un
tro meses escasos y no se ha ven­
ser normal — como dice su autor—
dido más allá de su país de origen,
amén de una pequeña cantidad de al que se le han injertado en el
cuerpo toda clase de pequeñas má­
ejemplares en Venezuela y otros
quinas y dispositivos para aumentar
países de lengua hispana.
sus poderes al máximo». «Mañana
El creador de Aníbal 5 es Ale- —adelanta la publicidad del cuader­
xandro Jodorowsi<y, conocido en no— gracias a la ciencia moderna,
España por muclios aficionados al ¡también usted podrá ser un cy­
teatro, ya que pese a viv ir en la borg!»
capital de Méjico ha pasado mu­ El nuevo héroe es pues un hom­
chas temporadas en París, donde bre transformado por la mecánica.
junto con Topor y Arrabal fundó el Se comporta como un ser humano,
teatro pánico y los efímeros, mon­ ama —continuamente, insaciable­
tando además el primer espectácu­ mente— , pero cuando sus arriesga­
lo «happening» en Europa. En su das misiones se lo exigen, recurre
LAS MOMIAS libro -Teatro Pánico» adelanta Jo- a las armas letales que alberga su
ROMÁNTICAS dorowsky que ios comics son «poe­ organismo.
sía pánica» y en su «Efímero de La primera aventura, «Amenaza de
San Carlos» centenares de comics las mujeres topo», se inicia justa­
La ciencia ficción ha tenido nu­ fueron lanzados a los espectadores mente cuando su jefe supremo en el
merosos héroes reflejados en las por el propio Alexandro, mientras A .l.A .D . (Agencia Latino-Americana
páginas del comic mundial. Unos, los increpaba diciendo; «Esta es la de Defensa) ordena la serie de ope­
estúpidos como Superman. Otros, verdadera poesía del siglo XX ¡to­ raciones que irán transformando su
perfectos como Flash Gordon. De­ men! ¡léanla!» A sí pues, el acer­ organismo. Y de esta forma le van
masiado perfectos. Otros, centena­ camiento del discutido autor y d i­ injertando una serie de armas y
res de ellos, anodinos por exceso de rector al más revolucionario medio mecanismos, de los que el más es^
superpoderes. Y he aquí que nos de comunicación de nuestros días, pectacular es el fusil que sustenta
viene de í\4éjico un nuevo persona­ no es en absoluto fortuito. En d i­ su brazo, con proyectiles (100 cáp­
je tan revolucionario, tan apasio­ ciembre de 1965, me escribía ya sulas atómicas) albergadas en el

150 / se piensa
ocasiones el dibujante discute con
Jodorowsky, se niega a ilustrar
aventuras cada vez más descabe­
lladas, toma parte decisiva en la
acción. Por otro lado, Anibal S pre­
senta su forma física, invariable ya
en el resto de los cuadernos, ins­
pirada en el actor azteca Jorge Ri-
vero, que figura también en las
portadas de los cinco primeros cua­
dernos.
El segundo de los cuadernos
quincenales se titu la «Las cinco
muertes de Aníbal 5». Esta vez el
Barón de Sader ha creado una má­
quina atómica, con la que se está
apoderando de la mente de la fauna
africana, provocando una rebelión
del reino animal, como en «Los
pájaros». El jefe de A níbal 5 le en­
vía en misión ofreciéndole como
compensación cinco bellas «misses»
ganadoras de concursos internacio­
nales, que tomarán a su cargo el
«reposo del guerrero» del héroe de
la aventura.
Y realmente, Aníbal 5 va a pre­
cisar de un descanso de tal cate­
goría, ya que le aguardan experien­
cias que superan los avatares del
hombro y dos cañones que salen de da de las seis vírgenes, éstas le asno de oro. Gracias a una máquina
las uñas. Sus dientes están huecos ceden sus energías juveniles y en­ transmigradora de entidades, la
y albergan cada uno una micro- vejecen al traspasárselas al mons­ suya es trasladada entre las bes­
bomba. Sus pupilas contienen dim i­ truo, mientras salmodian una a tias en rebelión para introducirse
nutas cámaras de TV y gracias a modo de acción de gracias a su en cinco animales, una araña, un
sus plantillas anti-gravitacionales amo, como origen que es de su pez prehistórico, un rinoceronte, un
puede elevarse en el aire. Tiene existencia. antílope y un tigre. Aníbal, huma­
además un micrófono radiotransmi­ Para triunfar en este reino par­ no a pesar suyo, siente el grito de
sor en la garganta, una placa bajo ticular y excitante, Aníbal 5 utiliza la selva en cada transmigración y
el paladar para lanzar todo tipo de un disfraz de mediocre hombre vul­ se nota débil y grácil al ser antílo­
gases, un regulador cardlo-pulmo- gar, pero al enamorarse de la reina pe, o salvaje al ser tigre, cuando
nar para resistir presiones estratos­ Dunia decide recuperar su ser na­ descubre que las piedras tienen
féricas y submarinas y por últim o, tural y se quita el rostro y cuerpo olor, o lo que es más espantoso,
aliando la técnica con la más pura falso como si se tratase de una nota deseos incontenibles de devo­
fantasía, al presionar el tobillo de­ camiseta sucia, para enamorarla rar las entrañas de un león. Lucha
recho crea una barrera invisible con su verdadero semblante y, una entre el bien (humano) y el mal
alrededor suyo. vez conquistada, asesinarla en la (animal) y acaba usando tretas de
Aníbal 5 debe enfrentarse en esta sala en la que se cultivan los em­ judo para vencer al león. Tras ho­
primera peripecia con el Barón de briones de las futuras androides, rribles sufrim ientos y agradables
Sader, jefe de interterror, con base sumergidos en un líquido nutricio. momentos al lado de cada «miss»
en una isla del Pacífico, custodiado En esta primera aventura está ya —muy humanas a pesar de operar
por guardianes que, al igual que todo el ambiente habitual en la en estado de hipnosis— el héroe
sus perros, usan cascos erizados serie. Los hallazgos de Jodorowsky, consigue liquidar a Sader. Pero sus
de púas. Sader, a quien sus esbi­ amante de la ciencia ficción y del cenizas son recogidas por la gorila
rros saludan con un «Heil, SaderI», comic — dos artes paralelos y com­ Medea, generala del ejército animal.
vegeta habitualmente en una cápsu­ plementarios— s o n antológicos. En esta aventura se acentúan los
la llena de líquido nutricio en su Pero lo importante es el tratam ien­ caracteres eróticos del protagonis­
Templo de la Vida, a donde le lle­ to gráfico que le da un dibujante ta. No es tan sensato como Gordon,
van mensualmente seis androides, excepcional, Manuel Moro, de estilo ni tan decadente como Lone Sloa­
vestidas como las protagonistas sá­ que recuerda a los actuales épicos ne. Le gustan simplemente las mu­
dicas de la serie «Nutrix» ameri­ americanos, Wallace Wood, Frazet- jeres hermosas, por separado o en
cana: botas negras y ropa del m is­ ta. Guionista y dibujante intervienen grupo. La aventura term ina con una
mo calor. En la ceremonia de ofren­ en el curso de cada aventura. En «partouze» del galán y las cinco

se piensa /151
vertido en un anciano inofensivo, ción de lujo a todo color y form ato
lo envían a los dominios de Sader. «Barbarella» de esta pequeña obra
Pero donde los hallazgos del tán­ de arte que se emparenta con los
dem Jodorowsky-Moro se agudizan -space opera», tan de actualidad
es en la aventura «El hombre-mu- hoy día.
jer», que narra las fabulosas aven­ Luis GASCA
turas de Aníbal en un universo fe­
menino, regido por la Capitana Sara,
quien se ha apoderado de Valpa­
raíso y de sus mujeres, al servicio
de Sader. Aníbal 5 se ve, bien a
pesar suyo, convertido en mujer,
y su bella apariencia le complace,
ya que han cambiado su forma de
pensar y alterado su pensamiento.
En su papel de «Delfina», se expre­
sa en vez de con globos escritos a
máquina, con letra femenina de ras­
aos delicados. Le han equipado con
m ortíferas medias que se endure­
cen como espadas, con ligas que
se vuelven rígidas y con Un hallaz­
go excepcional, que entusiasmará
a los surrealistas; Cuando lo desea,
se pinta los labios con un concen­
trado orgánico, que le perfnite lan­
zar «besos corpóreos» al espacio
9 ^ / ■ que succionan y degluten a sus
enemigos.
En «La risa del canguro» el hé­
roe, vestido de Mandrake, actúa
como prestidigitador en un teatro
de variedades, de esos que figuran
habitualmente en las aventuras fíl-
micas de «Santo el enmascarado de
plata», y gracias a que puede via­
bellezas, practicando la terapia de ja r a través de la materia sólida
grupo. lucha contra el canguro padre, que
En el tercer episodio, «El cemen­ ha raptado a los mayores sabios de|
te rio de los satélites», la gorila mundo, para extraer sus conoci­
Medea há conseguido reconstruir mientos con una ordenadora cere­
en parte a Sader, quien, para co- bral. Hay también diabólicos niños
rreisponder al favor, le otorga el vampiros que dejan en mantillas a
áeníiblante de una mujer, aunque los infantes de «Village of the
óon apariencia simiesca. Ambos Damned».
amantes se van a la Luna y cons En su últim a aventura, «Las mo­
truyen una fortaleza utilizando los. mias románticas» las viñetas se
satélites terráqueos que flotan li­ impregnan de un acusado sabor ne-
bres por el espacio. Visto el éxito crofílico , con una invasión del mun­
de su reconstrucción partiendo de do por bellísim as momias fem eni­
sus cenizas, Sader repite la ope­ nas. Y aquí acaban las andanzas
ración con notorias figuras del mal de Aníbal 5.
y,, crea un ejército de cadáveres Parece ser que la «Editorial Tem-
zombies, succionando con una de porae» dejó de publicarlo, los mo­
süs máquinas los restos que repo­ tivos no los conozco. Pero es las­
san en los cementerios del mundo. tim oso que la mejor historieta de
Para luchar en este planeta demen­ ciencia ficción de los años 60 haya
cial, Aníbal 5 es condicionado de terminado tan prematuramente. Des­
form a especial. Máquinas de suc­ graciadamente, sus viñetas han sido
ción cibernética quitan fuerza y vo­ reproducidas con malos colores y
lumen a sus músculos, una jalea de forma im perfecta. Sería de de­
hipercapilar hace crecer desmesu­ sear que un editor como Eric Los-
radamente sus cabellos, y así, con­ feld se decidiese a lanzar una edi­

f 52 / se piensa
s e d ic e

el libro entre los lectores soviéti­


cos, puede darnos una idea de ella
L IB R O S el hecho de que se haya anunciado
ya la preparación de una segunda
Doc Savage, el héroe de los años de Estados
La editorial «A d v e n t», antología de idénticas característi­
treinta que marcó un hito impor­ Unidos, ha encargado al escritor cas, englobando una mayor repre­
tante en el género de los «detec­ Harry Warner la confección de una sentación.
tives científicos», y cuyas aventu­ Historia del Fandom. El manuscrito
ras estaban tan entrelazadas con la del primer volumen, que cubre la
ciencia ficción de aquella época, época de los años cuarenta, ya está
está conociendo una afortunada se­ terminado, y una vez haya sido pu­ R E V IS T A S
gunda vida. A sí, en los Estados blicado su autor comenzará la re­
Unidos, «Bantam books», su casa dacción del segundo, destinado a Harry Harrison, el conocido autor
reeditora, lleva ya sacados al mer­ narrar la historia del fandom de d e ' Death W orld (publicado en len­
cado veintiuno de los títu lo s de la los años cincuenta. gua castellana, en dos distintas'edi-
serie original, y la casa belga «Wla- ciones, con los poco afortunados
rabout», que ha adquirido los de­ La luna dalle venti braccia (La luna títu lo s de IVIundo muerto y Mundo
rechos en lengua gala, lleva ya edi­ de los veinte brazos), es el títu lo yerto) y de tantos otros volúme­
tados cinco volúmenes. Algunos ru­ de la primera antología italiana de nes, se ha hecho cargo reciente­
mores anunciaron también su posi­ relatos de ciencia ficción publicada mente de la dirección literaria de
ble reaparición en castellano, aun­ en la U.R.S.S., y cuya edición ha las revistas estadounidenses A m a­
que por ahora no los veamos superado los 50.000 ejemplares. El zing y Fantastic. Tras una etapa
concretarse. Son dignos de men­ títu lo del volumen es el del p ri­ d ifíc il en la que, bajo la dirección
ción especial, en esta reedición, los mero de los relatos que contiene, de Sol Cohén, ambas revistas se ha­
excelentes dibujos de las portadas, perteneciente a Lino Aldani. Los de­ bían limitado a reim prim ir relatos
comunes para la edición yanki y más autores agrupados en el vo­ publicados en las mismas durante
belga, cuyo autor lamentamos que­ lumen son Libero Bigiaretti, Dino las décadas de los años treinta al
de en el incógnito, como suele ocu­ Buzzati, Italo Calvino, inisero Cre- cincuenta, lo que levantó una gran
rrir con las portadas de la mayor maschi, G iulio Raiola, Ana Rinonapo- ola de protestas entre el público,
parte de los libros editados en li y Sandro Sandrelli. Aunque des­ Harrison quiere convertir ambas re­
USA. conocemos la acogida que ha tenido vistas en dos revistas de calidad,

se dice /153
Moskowitz, Lino Aldani, Roberto
Brivio, sin contar, por supuesto, al
propio M alaguti. Uno de los más

. ' 'laTASTIC í í <


interesantes proyectos de «Nova
sf» es precisamente deslindarse de
la servidumbre absoluta a la cien­
cia ficción anglosajona y hacer un
análisis también de la ciencia fic­
ción europea, para lo cual cuenta,
en su comité de redacción, con una
serie de colaboradores que incluyen
prácticamente a toda Europa.

nova s f*
mwmmm

A. E. VAN VOGT
I MIEI
UNIVERSl
Confiamos que, en esta nueva
dando a Amazing una orientación etapa, el más amplio éxito sonría
hacia la ciencia ficción de primera a la publicación hermana.
clase, mientras Fantastic, como lo
ha sido en otras épocas anterio­ La editorial Géminis, que ya había
res, se especializa en el space ope­ puesto últimamente en el mercado
ra y en el sword-and-sorcery, es una antología de relatos — Univer-

li
decir, la aventura interplanetaria y sum 66— y un libro — El túnei dei
el relato de fantasía pura al estilo tiempo — de ciencia ficción, ha pre­
de un Burroughs o un Toikien. sentado ahora su nueva colección
Confiamos en su éxito, y lo desea­ de antologías Selecciones Géminis
mos. No, hay que olvidar que A m a­ de ciencia ficción, de aparición quin-
zing, pese a haber pasado por muy ' cenal, en un estilo propiamente de
distintas vicisitudes y haber tenido revista, y con material de las pres­
claras etapas de crisis, sigue sien­ tigiosas revistas estadounidenses
do aún la más veterana de las re­ La revista «Minotauro ciencia fic­ Galaxy y W orlds of Tom orrow . Bue­
vistas del género en todo el mun­ ción», que edita en Buenos Aires na selección de los nombres, y una
do, y la única de su época que aún Ediciones Minotauro, ha vuelto a magnifica reserva de donde ir es­
se sigue editando. aparecer, después da un silencio de cogiendo posteriormente. Tan sólo
casi dos años. Varias novedades nos molestaría el que la serie se li­
Nova sf constituye, en Italia, el p ri­ hay en ella; el aumento del núme­ mitara también a la exclusiva de­
mer intento serio y organizado de ro de páginas, de 128 a 160, una pendencia de los Estados Unidos a
crear una revista especializada de distinta presentación de la cubierta, la que nos tienen acostumbrados la
ciencia ficción. Editada y dirigida quizá para nuestro gusto demasiado mayor parte de revistas, sin incluir
por Ugo Malaguti, uno de los es­ semejante a la de un libro, y la textos de otros países. En el p ri­
critores de más prestigio en Italia desaparición de la nota científica mer número aparecido, y tras una
y uno de los «sf men» más ambi­ que se incluía en los números an­ somera ojeada, tan sólo debemos
ciosos en ideas y proyectos, recoge teriores. El número 9, único que señalar dos puntos negros: la exis­
en sus páginas relatos, crónicas, hasta el presente ha llegado a nues­ tencia de dos dibujos del gran ilus­
noticias y estudios literarios de muy tro poder, está dedicado completa­ trador V irgil Finlay en un relato
alta calidad. En los tres números mente a la ciencia ficción inglesa, que se dice ilustrado por Perera,
que han llegado a nuestro poder se con relatos de Brian W. Aldiss, John y un error tipográfico en el nom­
Incluyen relatos, artículos y estu­ Brunner, J. G. Ballard y Kathleen bre de Emsh, otro gran dibujante
dios críticos de Ray Bradbury, el James. Complementa el número dos estadounidense, premiado con un
binomio PohI-Kornbluth, A. E. Van artículos, uno de Judith M errill so­ Hugo por sus magníficas ilustracio­
Vogt, Brian Aldiss, Theodore Stur­ bre la escena inglesa y otro de nes. Nuestras noticias son que, por
geon. Hal Clement, Robert Sheckiey, Agustín Mahieu sobre el cine in­ el momento, se distribuirá única­
W alter Ernsting, John Carnell, Sam glés de ciencia ficción. mente en España.

154 / se dice
curioso añadiremos también que por citada productora realizó ya, en
C IN E primera vez se ha empleado el cu­ 1959, una producción denominada
rioso sistema de que el director Spaceship to Venus doesn't answer
La película «2001», basada en un moviera a sus actores dándoles sus (Astronave a Venus no contesta),
argumento original de Arthur C. indicaciones a través precisamente basada en una novela del conocido
Clarke, y filmada en Cinerama y en de los micrófonos de sus trajes es­ escritor polaco Stanislaw Lem.
technicolor por el director británico paciales.
Stanley Kubrick, será estrenada en Lo único que desconocemos, por
los Estados Unidos en la Pascua de ahora, es cuándo llegará esta pelí­
1968. Según nuestras noticias, esta cula a los países de habla caste­ TEATRO
película, cuyo rodaje comenzó en llana. Esperamos que sea pronto.
1966, promete ser uno de los film s El teatro de ciencia ficción, una
más interesantes — y más espec­ La productora « D E F A », de Alemania vertiente del género que parece es­
taculares— de ciencia ficción roda­ del Este, comenzará a film ar este ta r muy poco explotada, tiene en
dos hasta la fecha. Destinado a año, en coproducción con Polonia, Italia un destacado lugar. Son dig­
narrar la epopeya futura del hombre tres cintas de ciencia ficción. La nas de mención, entre las últimas
en el espacio, han sido diseñados primera, según un escenario origi­ obras de este género presentadas
para él dieciocho decorados espe­ nal de A . Wagenstein, describe últimamente en dicho país. Non si
ciales, que recogen escenas de-la cómo, al ir expandiéndose el hom­ uccidono i robots (No se mata a
Tierra a principios del siglo XXI, bre por el Universo, considerará los robots), de Pino Pugnoni, gana­
del interior de una estación espa­ cada vez menos importante a la dor del premio «Ca Foscari» de la
cial gigante, de una órbita alrededor Tierra. La segunda, basada en la Universidad del mismo nombre, de
de la Tierra, de un viaje a la Luna, obra Die andere W elt (el otro mun­ Venecia, e Italia 2500, del célebre
y de una nave interplanetaria con do), de Herbert Ziergiebel, presenta humorista Giovanni Mosca.
destino a la parte exterior del sis­ el problema del enfrentamiento del
tema solar. Se han empleado nue­ hombre con la soledad del espacio.
vas técnicas de maquillaje y ves­ El tercer film , por últim o, sigue una
tuario, tales como unos trajes es­ historia de Carlos Rasch, uno de C O M IC
paciales fabricados con una tela los mejores escritores de ciencia
especial confeccionada con nylon y ficción de la República Democrática La primera tira de com ic en lengua
metal, que pese a ello es tan flexi­ Alemana, centrada en las aventuras catalana que se publica en un pe­
ble como la seda. Y como detalle de los cazadores de asteroides. La riódico francés viene apareciendo,
diariamente, en el cotidiano de
M ontpellier «M idi Libre». La serie,
con dibujos de Roger Taillade y tex­
to de Pere Verdaguer, desarrolla un
sujeto de ciencia ficción;: la má­
quina del tiempo. Con el títu lo de
El cronomdbil (el cronom óvil), es
propiedad de la empresa «Edicions
62» de Barcelona, y su duración
aproximada será de un año.
Lo único que debemos lamentar
de esta primera e interesante ex­
periencia es que la calidad del d i­
bujo no esté a la altura de la
misma.

«L e Terrain Vague», de París, conti­


núa desarrollando una política edito­
rial claramente Inclinada hacia la
ciencia ficción, principalmente en su
ya famosa serie de «Bandes Dessi-
nées». A l primer ensayo, la archifa-
mosa Barbarelia de Jean-Claude Fo-
rest, est>ecle de Flash Gordon feme­
nino que reúne en sus historias los
cuentos de hadas, el erotismo y la
ciencia ficción, y que recientemente
ha sido llevada al cine por Roger Va­
dim con Jane Fonda como prótago-
nista, han seguido; Les aventures
de Jodelle (Las aventuras de Jo­

sé dlce/155
perm itido apreciar su pertenencia a ser extraterrestre, Mr. Love, cuy?
nuestro campo literario. Esr intere­ nave se estrella en nuestro planeta,
sante ver cómo la colección más quedando separado en el accidenta
prestigiosa y más prestigiada del de su compañero Ooan, al que d e fe
comic actual ha sido dedicada casi encontrar para iniciar la búsqueda ;
exclusivamente a lo fantástico y a del «Metal de Bios», con el que,
la ciencia ficción... según el mismo Love, su planeta
será salvado de un fin no especi­
El tan esperado volum en «Flash ficado.
G ordon», editado por la estadouni­ El primer episodio, titulado «La
dense «Nostalgia Press», ha apare­ vénus d 'o r» (La venus de oro) nos
cido al fin. De gran formato, 36x28 plantea el inicio del argumento y
centím etros, lujosamente encuader­ nos hace v iv ir las primeras aven­
nado, contiene el material dibujado turas del protagonista, uno de cu­
por Alex Raymond para las pági­ yos poderes es la facultad de tras­
nas dominicales de los periódicos ladar su mente a otros cuerpos hu­
de los años treinta, época dorada manos apoderándose de ellos. El
de la serie. De especial interés es desarrollo del episodio está plagado
la biografía de Alex Raymond he­ de acción y violencia, y ambientado
cha por Al W illiamson, así como la por una serie de actrices que, en
tan comentada «Ice Sequence» de diversos estados de «deshabillé»,
1939-40, que se publica completa. hacen agradable al héroe su estan­
La edición es limitada. cia en la Tierra y amena al lector

d ejle), de Guy Pellaert, que trans­


curre en una antigua Roma muy
particular, con dibujos muy estilo
«pop» y constelada de elementos
fantásticos; Lone Sloane, de Phi-
lippe Druillet, cuyo ambiente, ba­
rroco y decadente, está claramente
inspirado en la famosa serie de
ciencia ficción «Nortwest Smith»;
Scarlett Dream, de Gigi y Moliter-
ni, que usa, en el contexto de unas
aventuras de agentes secretos, ele­
mentos claramente pertenecientes
al género de ciencia ficción, como
ya se está haciendo tradicional en
este tipo de aventuras... como hace
Alain Terclnet en su Et on tuera
tous les affreux (Y se matará a to ­
dos los fe o s ). Por últim o, reciente­
mente, ha aparecido Saga de Xam,
cuya publicidad previa ya nos había

una serie que, por otra parte, no


FUM ETTI ofrece nada fuera de lo normal.

La revista italiana «To p ie s s», edita­ Y también de Italia, la patria de esa


da al mismo tiempo en italiano y variedad del comic compuesta a
francés, publica en su número uno, base de fotografías en lugar de di­
recientemente aparecido, uno de los bujos, nos llega asimismo otro «fu-
primeros fumetti europeos de cien­ metto», editado al igual que el an­
cia ficción que hemos tenido oca­ te rio r en versión simultánea fran­
sión de ver. Bajo el títu lo general cesa e italiana, titulado W am pir, y
de «Les aventures de M r. Love» dedicado éste a narrar aventuras de
(Las aventuras de M r. A m or), la horror. El prim er número recoge la
serie i-ecoge las peripecias de un historia «L a malson del horreurs»

156 / se dice
(La casa de los horrores), y está tologías, a los artistas, etc., así
ilustrado con las fotografías del film la c a iic lo n » f ic c M ii como a aquellos escritores que, ha­
«House of Dracula» (La casa de biendo pertenecido al género, ya no
Drácula) de Erie C, Kenton.
deMINOLO MIZ actúen profesionalmente dentro del
mismo. Numerosas opiniones en
pro y en contra han surgido ante
estas propuestas, y es posible que
sean puestas a votación en la re­
unión de primavera de 1968. Sería
de desear que una sociedad del
prestigio de la SFWA liberalizase su
actitud para que, de una organiza­
ción local, pasase a tener el cariz
mundial tan deseado por todos y tan
apropiado para todo lo que es cien­
cia ficción.

Para contribuir a la difusión de la


puestas e interpretadas por el can­ ciencia ficción, Damon Knight ha
tante Manolo Díaz, tituladas «Los propuesto, en los Estados Unidos,
marcianos» y «El laboratorio», cu­ una operación que ha denominado
yos temas respectivos son el pri­ Project Bosl<one. Consiste en que
mer encuentro de un terrestre con los aficionados al género de todo
un ser espacial y la fabricación de el país visiten a los distribuidores
androides. La canción, hasta ahora de libros de las distintas poblacio­
nes de su zona para pedirles que
D IS C O S ausente casi totalmente del género,
entra así repentinamente en él con sum inistren un mayor número de
un sorprendente auge. ¿Llegaremos libros de ciencia ficción a las li­
«Béart chante l'esparce» (Béart can­ a poder o ír algún día las obras del brerías, puesto que últimamente, y
ta al espacio), uno de los últimos omnipresente Bradbury en nuestro debido a la m ultitud de publicacio­
«long-play» del conocido cantante y tocadiscos, además de tenerlas en nes de todo tipo que se editan en
compositor francés Guy Béart, ha nuestra biblioteca? dicho país, los libros de este gé­
sido uno de los discos más vendi­ nero estaban empezando a diluirse
dos en ese país en el segundo se­ entre la gran cantidad de libros
que abarrotan las estanterías.
mestre del año 1967. Se trata de
un disco con cuatro canciones so­
AUTORES Resulta curioso resaltar a este
bre temas de ciencia ficción: «Les respecto la indudable intención que
enfants sur la Lune» (Los niños en La «Science Fiction W riters of Ame­
la Luna), «Années-lumiére» (Años- rica» (Escritores de Ciencia Ficción
luz), «Le voyageur de rayons» (El de Am érica), única asociación pro­
viajante de rayos), y «Le grand
chambardement» (La gran barahún­
da). Esta última canción precisa­
fesional de este tipo de la que te ­
nemos noticia en todo el mundo, se
halla ante la disyuntiva creada por
a BULLETIN
Oetol5.r IMT
Vclume J, 8
mente, cuyo tema principal es la las interpelaciones formuladas por
meis Ku.-als»r 14
guerra nuclear, ha constituido uno sus miembros Kit Reed y Nelson
de los éxitos más importantes de J. Bond. La cuestión, tal como la
esta últim a temporada en Francia, presenta su actual presidente, Ro­
y una de las canciones más escu­ bert Silverberg, en el últim o núme­ The E ligiblltty Qu«stien
chadas en todos los medios de di­ ro del SFWA Bulletin, es la siguien­
fusión del país. te: hasta el presente tan sólo Several BfVA «tóers — sotatly Kit Beei Mil *el»OB S.
Bond -- htve r4i5el th« question of «i Ilb«rali;atloR of th«
Además de su contenido, el disco podían ser miembros d*? la agrupa­ entena for »=tív« «Jixsrship ¡n the or^niMtíon. Aa
.ínforaal álscusolon uiong toae tv«nty «nbera at thé l°éT
tiene un nuevo e interesante atrac­ ción los escritores que hubieran miford Conference prodiicert no sppsrent Interíat io ehang^g
theae cr'.tsris; nsvt^rtheleBs I tblok ttie u tler ahould be put
tivo en la magnífica cubierta, obra publicado en los Estados Unidos li­
de Guy Pellaert, el famoso dibujan­ bros, historias, guiones de película
te «pop» del magnífico comic «Les o de televisión, o programas de ra­
aventures de Jodelle». dio. Lo que se pretende ahora es
dar cabida también a los escritores
El prim er disco español de ciencia cuyas obras no hayan sido publi­
ficción, un «single» titulado «Can­ cadas en ese país, a las personas
ción-ficción», ha obtenido un éxito íntimamente relacionadas con la
tal que ha agotado su edición a los ciencia ficción aunque no se trate
pocos días de salir al mercado. El de escritores, a los críticos, a los
disco recoge dos canciones com­ editores, a los compiladores de an­ «1567 ffeJiMWtiha«lAnrlc*

se dice/157
89 oculta tras el nombre del pro­ de una de sus revistas. Nació en fandom en todo el continente euro­
yecto. Boskone, en efecto, es el Luxemburgo, y emigró a los Esta­ peo. Su editora es Jean G. Mug-
nonibre que el conocido autor E. E. dos Unidos cuando era muy joven. goch, y colaboran en él: por Italia,
Snííith da al Imperio del Mal es su Creó la revista Amazing Stories en Gian Paolo Cossato; por Francia,
fatnosa «Lesman Series». ¿Acaso abril de 1926, y anteriormente ha­ Jean-Pierre Moumon; por Suecia,
en la mente de M r. Knight se ha­ bía publicado ya numerosas histo­ Leif Andersson; por España, Luis
brán entrelazado la Imagen ficticia rias cortas y novelas seriadas de Vigil; y por Gran Bretaña, la propia
de ia obra con la imagen real del «Scientifiction», otro de sus té rm i­ editora; fallando en el últim o mo­
im perio caciquil que rige la d is tri­ nos, en su revista Science & inven- mento la colaboración esperada por
bución de libros en los Estados tion. El mismo escribió la ex­ parte de Alemania.
Unidos? traordinariamente profética novela El proyecto original de este news-
Suerte, Mr. Knight. Raipli 124C41-F en 1911. Durante su zine era reunir en Gran Bretaña las
extraordinariamente fecunda vida noticias remitidas por todos los co­
Falleció, el 19 de agosto de 1967, como inventor, científico, editor, laboradores, form ar con ellas cada
en el hospital Roosevelt de Nueva autor, director literario y filósofo, número y rem itirlo después de
York, a los 83 años de edad, Hugo creó también revistas como Science vuelta a los distintos países para
Gernsback. Fue el creador y anima­ W onder Stories y su correspondien­ ser allí traducido a su lengua co­
dor de la actual ciencia ficción des­ te Quarterly, Amazing Stories A n ­ rrespondiente y editado, con lo que
de sus comienzos, y gracias a su nual y su Quarterly, A ir Wonder se conseguiría un único fanzine de
labor el género ha pasado a ser, Stories, Scientific Detective Stories noticias de amplia circulación en
del incipiente fenómeno local que (posteriormente Amazing Detecti­ diferentes idiomas. Sin embargo,
se inició en los Estados Unidos, la v e ), Sciente Fiction -f, Sexology y según la propia Jean G. Muggoch,
literatura mundial que hoy todos co­ las Science Fiction Series. Él fue el nuevo newszine se está convir­
nocemos. No podemos dejar pasar quien me bautizó como «el hijo de tiendo en un fanzine internacional
este primer número que hemos de­ la ciencia ficción» y «la primera dirigido por ella misma, y según
dicado a su memoria, sin rendirle autoridad en ciencia ficción», y es­ sus propias palabras no se cree a
nuestro homenaje, a través de la toy orgulloso de haber recibido el la altura suficiente para llevarlo
evocación que de él y de su obra premio que honra su nombre, el adelante. Lamentaríamos que un
nos hace, desde Hollywood, nuestro Hugo, y aún más orgulloso de ha­ proyecto tan interesante se trun ­
colaborador Forrest J. Ackerman: ber sido el que llevó personalmen­ cara.
te a M r. Gernsback su propio Hugo.
Autores clásicos tales como Jack Heildelberg ha sido el lugar esco­
Williamson, Murray Leinster, Ed­ gido para la celebración de la con­
mond Hamilton, Edward E. Smith, vención correspondiente a 1968 por
A. M e rritt, Ray Cummings y Edgar el SFCD (Club de Ciencia Ficción
Rice Burroughs se formaron en las de Alem ania). La fecha elegida ha
páginas de sus revistas; Robert sido la del dos al cuatro de agosto
A. Heinlein cortejó a su primera de este año.
esposa mientras ésta le leía Time
Stream (La corriente del tiempo) La ocnvenclón de 1968 de la «Bri­
de una de las revistas de Gerns­ tish Science Fiction Association» se
back. M urió en Nueva York el 19 celebrará en Buxon, cerca de Man­
de agosto de 1967, cuando el fan­ chester, en el fin de semana de
dom del que había sido padre esta­ Pascua. Como Huésped de Honor de
ba a punto de celebrar su 25 Con­ la misma asistirá el conocido autor
vención Mundial; pero vivirá por de ciencia ficción H. K. Bulmer. En
siempre en el corazón de la ciencia el programa se incluyen, entre otras
ficción, puesto que él fue la semilla actividades, la proyección de varias
originaria desde la cual esta lite ­ películas, tanto profesionales como
ratura mundial de imaginación y amateurs, del género.
extrapolación ha extendido sus raí­
ces, de aquí a la eternidad y al
infinito. La próxima convención nacional de
Forrest J. ACKERMAN Suecia tendrá lugar, según parece
ser, en Estocolmo, aprovechando las
fiestas de Pascua, como ya viene
siendo tradicional en el fandom
europeo. Sin embargo, algunas no­
Adiós a nuestro abuelo. Hugo F A IM D O M ticias dan como posible que el lu­
Gernsback fue el padre indiscutido gar de celebración sea trasladado a
de la ciencia ficción, incluso llegó Bajo el título «European Link» ha últim a hora a la localidad de Whit-
a inventar el térm ino por el que se aparecido en Londres el primer suntide.
la conoce hoy en día, usándolo por néwszine (fanzine de noticias), de­
primera vez en 1929, en el editorial dicado a recoger la actualidad del

158/se dice
publicación en lengua española, (Francia) y Bruselas (Bélgica).
bajo el títu lo de «Forastero en tie ­ También se habla de una posible
rra extraña», está anunciada como incursión al territorio americano, al
inminente por ediciones Géminis). Canadá.
Los otros premios correspondie­ Este hecho trascendental, a nues­
ron: el de novela corta a Jack Van­ tro entender, para la dignificación
ee, por Th e last Castle (el último de la ciencia ficción, durante, de­
ca stillo ); anteriormente Vanee había masiado tiempo considerada como
conseguido ya otro Hugo por su no­ la «béte noire» de los géneros li­
vela corta «The dragón masters» terarios, merece que le dediquemos
(los amos de dragón), de la que un comentario algo más extenso
«The last C astle» sigue los pasos. que el de la simple noticia, por lo
El de relatos a Larry Niven, por que reproducimos a continuación las
«Neutrón star» (estrella neutrónica). impresiones que de esta exposición
El premio a la m ejor revista a «If». nos rem ite, desde París, nuestro co­
El destinado al mejor ¡lustrador a laborador Jacques Ferron.
Jack Gaughan. Y el premio al me­
jo r espectáculo al film para TV LA C IE N C IA F IC C IO N EN PARIS.—
«Th e menagerie» (la casa de fie ra s ), El museo de las Artes Decorativas
de Gene Roddenberry, perteneciente de París abriga, en el pabellón Mar-
a la serie Star Trek ... la mejor se­ san, dentro del Palacio del Louvre,
rie, a ju icio de los amantes del la primera Exposición General de la
género, aparecida hasta la fecha en Ciencia Ficción. Esta manifestación
la televisión mundial. ha sido organizada por M. Haraid
Szeemann, director de la Kunsthalle
En el curso de la convención anual de Berna, en colaboración con la
del Club de Ciencia Ficción Alemán, Unión Central de las Artes Decora­
celebrada en Berlín en agosto de tivas. La exposición, inaugurada el
1967, se entregaron los siguientes
P R E M IO S premios; Hugo» a la mejor novela
28 de noviembre de 1967, cerrará
sus puertas el 26 de febrero de
de autor alemán a W enn das Füh­ 1968.
Los premios «H u g o » que se conce­ rer w üsste (Si el Führer supiera),
der! anualmente en el curso de la «Aquí está el repertorio de nues­
de Otto Basil; mención especial a tras angustias — escribe Christiane
World Science Fiction Convention W alter Ernsting por Sigbert Mohn
(Convención Mundial de Ciencia Duparc en el número 160 de Le
Verlag (Editorial Sigbert Mohn) y a Nouvel Observateur — ; un m agnífi­
Ficción) para premiar los mejores Hans Kneifel por Lichter des
trabajos del género en sus distintas co terreno de caza para los psico­
Qrauens (Luces del te rro r). Los pre­ analistas y los amantes de las ma­
especialidades fueron concedidos mios a las mejores películas de
en 1967, en Nueva York, en la pri­ riposas negras.»
ciencia ficción vistas en Alemania Nadie pretende, lo contrario. Sin
mera semana de setiembre. durante el año fueron concedidos a
En su categoría de novela, Ro­ embargo, queremos añadir que se
Farenheit 451, Fantastic Voyage (Via­ trata del inventario completo de
bert Heinlein se ha llevado nueva­ je alucinante) y Raumpatrouille (Pa­
mente el palmarás, por su obra The todo lo que se relaciona, en una
trulla espacial). Otros premios fue­ forma u otra, con' la ciencia ficción:
Moon is a harsh mistress (La Luna ron concedidos a las mejores tra­
es una austera am ante), publicada ducciones, a los mejores escritores
originalmente como serial en la re­ fan, al m ejor fanzine, etc.
vista «If». El premio ha levantado
una gran polvareda, ya que para
muchos críticos la novela no es
merecedora del mismo, si bien el
sistema de votaciones, con votos EXPO
enviados por correo meses antes de
la convención por los que intervie­ Un hecho importante se ha produ­
nen en la misma, indica que sí es cido en la escena internacional; la
al menos la que ha gozado de ma­ primera Exposición General de la
yor popularidad, tal vez en parte Ciencia Ficción.
por el nombre del autor. Heinlein Concebida originalmente para su
había ganado ya anteriormente presentación en la sala Kunsthalle
otros tres premios Hugo por sus de Berna (Suiza), se ha presentado
novelas Double Star (publicada en luego en el Museo de las Artes
español por Nebulae con el títu lo Decorativas del Louvre, en París
de «Intriga Estelar»), Starship Troo- (Francia), de donde ha de pasar
pers («marines» del espacio) y posteriormente a Dusseldorf y Ba-
Stranger in a strange land (cuya den-Baden (Alem ania), Grenoble

se dice/159
libros, íbtos, música, carteles, artes
plásticas, juguetes, etc. Acogido
por un retrato de la efigie de Bat­
man, el visitante penetra en la pe­
queña sala de la entrada donde
están expuestas obras plásticas ta ­
les como le !\/lanipulateur (el mani­
pulador) de Piotr Kowalski y la
Chrysalide Cía crisálida) de Tetsumi
Kudo. La semioscuridad favorece
esta presentación. Nos apena, sin
embargo, que no sea entregado un
plano a los visitantes, plano que
diera, al mismo tiempo, a las perso­
nas no iniciadas algunas explica­
ciones someras sobre lo que iban
a ver. Desde la sala de las obras-
máquina, el visitante trata de com­
prender, pero nada le ayuda; el lu­
joso catálogo de la exposición, que
va acompañado de un número de la
revista Phenix referente a la parte
de comics, es, a su vez, una verda­
dera revista que no puede ser leída
sobre el terreno.
Una bella sala ha sido reservada
a las manifestaciones literarias de
la ciencia ficción y permite seguir
su desarrollo mediante una clasifica­
ción lógica, aunque en apariencia
no lo parezca: «Anarquía y Ciencia La parte relativa a las portadas pone así: 1.°, Extractos de film s
Ficción», «Literatura y Ciencia Fic­ de las revistas permite admirar proyectados contra el techo: Taran-
magníficas ilustraciones, muchas tula, First Spaceship to Venus, Flash
ción», «Futuro Pasado», «Veinteavo veces en colores. Gordon. 2.°, Proyección de diapo­
Siglo», «Año 2.000», «Futuro Vie­ Por el lado de los libros es pre­ sitivas, a menudo de gran impacto,
jo», etc. ciso señalar, en lo que se refiere a sobre tres planos sim ultáneos y
Se reencuentra aquí a la mayor España, El visitante (col. Infinitum) cuya temática comprende la con­
parte de las ilustraciones para ni­ de Domingo Santos, Ellos (col. Ne­ quista del espacio, ilustraciones an­
ños y adolescentes y también, ¿por bulae) de Antonio Ribera, La rebe­ tiguas, precursores de la imagine­
qué no?, las reservadas para los lión de los hypogeos (col. Robot) ría, la ciencia ficción y las tiras
adultos. Tras M ickey, las célebres de Alan Comet, El conquistador del de comic, los comics, las portadas
serles de las Am azing Stories, A s ­ mundo (col. Luchadores’ del Espa­ de las revistas. Y 3.°, Proyecciones
tounding, Planet, Fantastic, Futur, y cio) del Profesor Hasley y Submi- coloreadas contra el techo, alternan­
otras. Además de las publicaciones crobia (col. Espacio) de Clark Ca­ do con la iluminación de las v i­
americanas, resalta la participación rrados. Naturalmente, era imposible trinas.
de gran cantidad de libros y de re­ exponer todos los librOs de Ciencia El centro de la sala está ocupado
vistas procedentes del mundo en­ Ficción y, como ocurre con las por una cabina de relajación, idea­
tero, tales como Galaxy, Satellite y obras españolas, no se trata sino da por el ingeniero hl. W. M üller,
Fiction, de Francia, Anticipación de de muestras. destinada al condicionamiento de
España, etc. Es im posible cita r si­ La radio, aunque las canciones ciertos enfermos, y en la cual un
quiera una parte del todo. Un buen sean bastante raras en este campo, aparato de proyección con discos
número de los fanzines internacio­ y la televisión, tiene su lugar en visuales proyecta colores y formas.
nales tiene Igualmente un lugar en esta parte de la exposición, donde El autor de esta realización ha con­
esta sala, aunque sean más apre­ se halla también una librería espe­ cebido, para el futuro, una sala de
ciables, en este dominio más redu­ cializada. meditaciones que parece ser un
cido, una serie sensible de lagunas. Un pequeño inconveniente que se proyecto muy interesante.
El apartado de los precursores debe de señalar es el que numero­ En el intervalo de estos efectos
está bien representado con, entre sas obras reposen en vitrinas, co­ audiovisuales se puede examinar
otros, H. G . W ells y Julio Verne. locadas planas contra el fondo, lo las vitrinas consagradas a los jugue­
Hay allí una excelente colección de que convierte en muy d ifíc il un tes de ciencia ficción: platillos,
volúmenes antiguos. La mayor par­ examen profundo. monstruos, robots, armas.
te de estos documentos literarios La sala 1.900, que sigue, com­ Otras son reservadas a la apor­
provienen de la biblioteca del Club prende una programación audiovi­ tación de la ciencia ficción a la
Futopía de Lausana (Suiza). sual de 17 minutos, que se descom­ publicidad. La oscuridad que reina

160 / se dice
a menudo en esta sala vuelve d ifí­ enmascarado de plata y Santo y las
cil una visita continua, y los deste­ mujeres vampiro.
llos m últiples no facilitan las cosas. La exposición se acaba con una
No obstante se puede ver, en ma­ colección que trata sobre la vesti­
teria de tiras de comic, bellas menta en el futuro. No debemos
ampliaciones destinadas a dar valor olvidar el original cuadro cronológi­
a ciertos temas, tales como ciuda­ co de la ciencia ficción compuesto
des fabulosas o mundos lejanos. por Fierre Versins basándose en
Los documentos fotográficos de cine las cuatro historias del futuro de
provienen de los archivos de la re­ Robert Heinlein, Poul Anderson, Ja­
vísta M idi-M inuit. mes Blish y Michel Demuth.
La últim a parte de la exposición En conclusión, a pesar de algunas
se abre sobre el tema de los autó­ debilidades y de una puesta en es­
matas y los robots, que parece es­ cena que sobrepasa un poco su ob­
tar menos bien tratado por los ar­ jetivo, la exposición del pabellón
tistas de la ciencia ficción. Algunas IVIarsan presenta un gran interés,
obras plásticas de Robert Malaval no sólo para los fans de la ciencia
y de Markus Retz no tienen sino ficción, sino también para todos
un lejano nexo con el sujeto, pero aquellos que se apasionan por los
una tela de Ferró: Electro Junk campos que esta toca y que son,
(Electrobasura) aumenta un poco el según se ha visto, numerosos.
nivel de calidad gráfica y preludia
los dibujos lium oristicos, por des­ Jacques FERRON
gracia poco numerosos. Queda, por
suerte, una expléndida colección de
carteles (colecciones A. de Groote
y Luis Gasea) que cubren treinta
años de cine de ciencia ficción y
provienen de diversos países. A l­
gunos títu lo s en lengua española
son; Conquistadores de la Luna,
Con destino a la Luna, Santo el

Las noticias recogidas en esta sec­


ción proceden de las siguientes
fuentes: Alien W orlds (revista), Sal-
ford, Gran Bretaña; Arcanes (bole­
tín de «Le Terrain Vague»), París,
Francia; European Link (fanzine),
Londres, Gran Bretaña: M idi Libre
(periódico), M ontpellier, Francia;
Nova sf (revista), Bologna, Italia;
Science Fiction (catálogo de la ex­
posición de ciencia ficción en Pa­
rís ), París, Francia; Scottishe (fan­
zine), Surbiton, Gran Bretaña; S FW A
(boletín de la «Science Fiction
W riters o f A m erica»), Baltimore
Estados Unidos; The national fanta
sy fan (fanzine). Carden Grove, Es
tados Unidos; Topless (fumetto)
Roma, Italia; W am pir (fum etto). Mi
Ian, Italia; Yandro (fanzine), Lon­
dres, Gran Bretaña; y las colabora­
ciones de: Forrest J Ackerman, Los
Angeles, Estados Unidos; Carlos
Buiza, Madrid, España; Jacques Fe-
rron, Longjumeau, Francia; l\Aarcial
Souto Tizón, Montevideo, Uruguay;
se dice Eduardo Texeira, Málaga, España.

se dice /161
MINICONVENCION
M A D R I D , 9 D E D I C I E M B R E D E 1967
En la noche del 9 al 10 de diciembre pasados, un grupo
de personas se reunía en los sótanos de un típico mesón
madrileño, en la calle de Atocha. Su propósito no era ni
conspirar, ni tomar drogas, ni siquiera charlar de fútbol o
toros. jSe reunían allí para hablar sobre la ciencia ficción...!
En una mesa cercana, una pareja de novios, muy ensimisma­
dos en sus arrullos, levantaban la vista hacia la extraña con­
gregación cuando la conversación pasaba del murmullo al
alarido.
Realmente sería curioso saber qué opinión se llevó la
pareja de aquel grupo de individuos que, a pesar de ser al­
gunos de ellos mayorcitos y de aspecto respetable, se pasa­
ron la noche hablando de marcianos, de platillos y de máqui­
nas del tiempo, y ni tan sólo una vez mentaron al Real, a
Santana o al Cordobés. ¡Los hay chalados!
Aunque Carlos Buiza opine, al respecto, lo contrario.

Una convención de ciencia ficción todo pudo sistematizarse la parte a diferente idioma, no sólo no
a la que concurren escritores de final de las conversaciones, gracias arriesgan nada, sino que ganan lec­
ciencia ficción en número de dieci­ a un magnetófono, en el que se tores.
siete, d ifícilm ente podrá ser con­ grabaron los diferentes puntos de Dije antes que el editar una re­
siderada como verdadera conven­ vista que cada uno tenía sobre cuál vista como ésta es una auténtica
ción. Pero éste no es nuestro caso, debería ser el «enfoque» de NUEVA aventura, por una sencilla razón:
porque la... digamos reunión, fue DIMENSION y que, en resumidas momento actual de la ciencia fic ­
estrecha en cuanto a la difusión cuentas, fue el tema-base de todo ción en España. Una mirada hacia
(sólo los asistentes se enteraron); lo hablado. Parece, pues, evidente, atrás (pongamos siete u ocho
corta en duración (unas seis ho­ que Domingo Santos y Luis Vigil, años); el panorama hispano era
ras); inadecuada en el local (un cuando al día siguiente regresa­ francamente desolador; una revis­
m esón), etc., de tal forma que aún ron a Barcelona, llevarían consigo ta, entonces, no habría sido una
el nombre de «mini-convención» le un abundante material apto para el aventura, sino el más estúpido de
resultará un poco grande. cotejo. los suicidios. Creo que ni con un
Fueron tratados en ella, sin em­ Creo interesante destacar ahora, fuerte capital, ni con una acertada
bargo, temas muy interesantes; con­ sin falsa modestia y sin venda en promoción, ni siquiera con un m i­
siguieron reunirse, por primera vez, los ojos, que el estado de concien­ lagro se hubiera conseguido un pú­
unos escritores que, o se descono­ cia de ciencia ficción entre noso­ blico. El caso de ahora, 1968, no
cían entre sí, o el conocimiento tros parece ser inmejorable en to ­ es el mismo, afortunadamente. Pero
mutuo fue, hasta entonces, , sólo dos los sentidos. Aparte de algunas hay que añadir, muy de prisa, que
epistolar. Estuvieron presentes va­ consideraciones marginales que elu­ tampoco se trata de miel sobre
rias generaciones de SF: los pione­ do, no cabe duda que NUEVA DI­ hojuelas. Hace falta «algo más»;
ros (SANTOS y VALVERDE), los de MENSION es una auténtica aventu­ «algo» que sólo el tiempo y el es­
la «Segunda Generación* (ATIENZA, ra; en ella participan, primero, los fuerzo podrán conseguir. ¡Me gus­
VILLAR y LEZCANO), los «nuevos» editores, y en segundo lugar —y no taría ver en esas condiciones a un
(FR A BEni, GARCI, MONTALBAN, tan distanciados de aquéllos como magazine anglosajón, uno de esos
VIGIL, TEBAR y yo m ism o), y los pudiera parecer— , nosotros mismos: monstruos sagrados de la ciencia
«novísimos» (Mercedes VALCAR- los escritores nacionales. La par­ ficción! Ni con una plantilla de auto­
CEL y MENGOTTI). Esto sin contar ticipación de autores extranjeros, res de primerísima línea se hubie­
los observadores: Tere Díaz, Fran­ sin menospreciarlos ni cosa que se ran atrevido a cualquier cosa.
cisco Sánchez, Gerardo Bustillo, etc. le parezca, es meramente funcio­ Por eso es aventura: emprende la
Se habló, repito, mucho. Y de nal: con la traducción de un texto revista, realmente, una nueva d i­

162 / m¡niconvención
mansión, que todos espérámóá Séá es vulgar la mayor parte de las muy bien para Planéte... y
duradera. Precedentes, contrarios y veces, aunque el texto, subjetiva­ Francia, que aquí — al menos en
desgraciados, existen: Más Allá y mente, posea franca calidad. Un re­ principio— no debemos aspirar a
Anticipación. No es igual mantener novador, en este sentido, ha sido el tanto.
una colección de novelas a man­ inglés Brian Aldiss; los hombres del Valcárcel, Mengotti, Garci y V i­
tener una revista. Esto últim o es futuro del Asimov, por ejemplo, no llar se mostraron más o menos de
mucho más comprometido, mucho son tales hombres del futuro, sino acuerdo con darle al conjunto un
más d ifíc il, aunque sea de apari­ hombres del siglo XX transporta­ sentido más popular que especiali­
ción bimestral. dos al futuro, a un medio diferente; zado, que sería la única forma de
Y éste fue uno de los temores el hombre no ha cambiado, sólo poder contar con un público nu­
que todos expresamos. También se ocurre que desarrolla su actividad meroso.
dieron soluciones viables para que en un mundo extraño. Piénsese, Yo me quedo en la mitad: ni para
esto no ocurriera, pues cualquier por el contrario, en los seres huma­ todos ni para unos pocos. Hacer
crítica —y más si es apriorística— nos (¿y hasta qué punto podríamos de NUEVA DIMENSION una lectura
debe de ser constructiva. En p ri­ darle este calificativo?) del primer de élite, es tan perjudicial como
mer lugar se habló de selección cuento de Starswarm (Cuando la hacerla demasiado «popular». Pero
— auténtica selección— de textos, al Tierra esté muerta), de Aldiss: han ante todo una cosa debe ser inex­
margen de la nacionalidad de sus cambiado tanto al medio y el me­ cusablemente cuidada: la selección.
autores; en segundo, secciones de dio los ha cambiado tanto, que Y aquí sí que no caben favoritism os
información, ensayos, etc, etc.; te r­ casi no los podemos entender. Son ni prioridades. Puede, incluso, que
cero, nárticular atención a «esta auténticos hombres del futuro. Pero sea la clave del éxito o del fracaso.
canija, pero pujante escuela españo­ están viviendo en sus propios té r­ Si los textos que se incluyan
la de SF» (en palabras de Frabetti), minos y nos interesan sus vidas — prescindiendo de que su tónica
y cuarto: dentro de ofrecer temas porque en ellas reconocemos nues­ sea renovadora o no— , no pueden
y autores clásicos en el género, in­ tra propia vida transformada por el ser puestos en entredicho atendien­
tentar poco a poco, pero firmemen­ paso del tiempo. Un ejemplo de do únicamente a su calidad literaria
te, la introducción de una SF reno­ esta tendencia actual puede encon­ en cualquiera de sus aspectos, la
vadora, de la «Cosa Nueva», que trarse en New W ordls, de Michael cosa irá bien.
actualmente se habla en el mundo Moorcock (la revista que más ma­ Y así term inó esta mini-conver-
anglosajón. terial experimental publica hoy en sación, precipitada e importante,
Efectivamente: respecto a esto día) y en Judith M errill, en USA. con buenos augurios y grandes es­
últim o es necesario destacar su im­ Por eso, una orientación hacia la peranzas.
portancia. Recorrer caminos trillados «Cosa Nueva» no puede dejar de Carlos SUIZA
estar presente en una revista que
comience a editarse ahora.
Otro punto tocado en la reunión,
e igualmente interesante, fue el
del público: ¿Qué deberá ofrecer
NUEVA DIMENSION al público lec­
tor? Hubo opiniones tajantes, como
la de Atienza: «Que los editores si­
gan su propio criterio y no den
oportunidades a nadie. Que piensen
únicamente que los señores más
atrevidos que ha habido en Europa
últimamente —y que han sido los
señores de Planéte— están publi­
cando 80.000 ejemplares, en Fran­
cia, de una revista que se vende
a 6,5 NF; 10.000 en italiano; 30.000
en castellano; 7.000 en holandés...
y que ahora saldrá en árabe y todo.
Bien, esos no han dado oportuni­
dades a nadie más que a ellos mis­
mos. Ni siquiera al público: al
público hay que darle en el morro.
Y cuando al público se le den más
burradas, mejor se las traga... me
refiero a burradas en cosas inte­
ligentes...». Montalbán no compar­
tió la opinión de Atienza, y dijo
que los 80.000 ejemplares están

miniconvencíón /103
s e e s c r ib e

en Ibusica
de correspon den cia
Crear una sección de correspondencia es siempre, para
el editor de una revista, lo más difícil e ingrato. Quizá*a su
través le lluevan las alabanzas, pero lo más probable es que
al mismo tiempo le caigan también una buena dosis de palos.
Pero siempre es indispensable un flujo de ideas que vaya
del lector al editor. Una revista que no viva al ritmo de su
público es una revista muerta. Es por ello precisamente que,
tras mucho meditarlo, preparando nuestra coraza para recibir
los saetazos que tal vez nos lleguen, impermeabilizándonos
ante las frases de halago que nos podrían hacer engreír, dis­
puestos a consultar todos los libros necesarios para respon­
der a las preguntas de los lectores más curiosos que noso­
tros mismos, sin temor (aunque no del todo tranquilos) ante
las críticas más feroces, dispuestos para recibir todas las
sugerencias... abrimos aquí nuestra sección de missiles.
Aceptaremos en ella todo lo que nos traiga ideas nuevas.
Aceptaremos:
— Opiniones.
— Críticas,
— Sugerencias.
— Peticiones de información.
— Informaciones.
— Consultas.
— Colaboraciones.
— Todo.
Les esperamos. Atenderemos todas las cuestiones que
nos lleguen, intentaremos resolver los problemas que se nos
planteen. Aunque sea un tópico decirlo, necesitamos su ayu­
da para mejorarnos. Y nuestras mejoras revertirán en uste­
des mismos.
La puerta está abierta. Adelante. Una NUEVA DIMENSIÓN
les aguarda.

T o d a l a c o r r e s p o n d e n c i a d e b e r á i r d irig^ id a a:
•IlneTs D im e n s ió n , A p a r t a d o de C o r r e o s , 40l§, B a r c e l o n a , E s p a ñ a

164 / se escribe
A L D A N I . C L A R K E . E R N S T I N G . K U T T N E R . L E M . . . en el numero 2

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