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MÁSTER EN CIENCIA DEL LENGUAJE Y LINGÜÍSTICA HISPANA

ANÁLISIS LINGÜÍSTICO DEL DISCURSO

Profesora: Laura Alba Juez


Alumna: Paloma Losada Romero
2ª actividad: UNIDAD 9: ANÁLISIS NARRATIVO

REFLEXIONES Y TAREAS PREVIAS A LA LECTURA:


¿Por qué crees que a la gente le gusta contar historias?
En mi opinión, a la gente le gusta contar (y escuchar) historias porque suponen un género
discursivo más cercano a la experiencia que tenemos de las cosas. Las historias tienen una
estructura similar a la vida, a cualquier fragmento de nuestra vida (marcada por la experiencia
del tiempo), y por tanto es el género más cercano a la percepción. Esto hace que exijan un
menor esfuerzo para relacionarlas con lo que consideramos real que otro tipo de géneros, que
suponen una mayor abstracción y un alejamiento de las percepciones inmediatas.
Además, el hecho de que haya una estructura temporal-causal constante hace que este tipo
textual permita establecer fácilmente paralelismos entre acontecimientos que ocurren a
diferentes personas, privados y públicos, reales o irreales, pasados o presentes, y generar
esquemas mentales en relación a los cuales resulta más fácil interpretar nuevas historias, que
a su vez nos ayudan a ampliar nuestro conocimiento, a “comprender” el mundo, a hacernos
representaciones de los objetos y personas que nos rodean e incluso de nosotros mismos.
De esta forma, la narración constituye la manera más fácil de objetivar la realidad, pues
en otro tipo de textos los contenidos no siguen patrones tan regulares ni tan cercanos a la
experiencia.
¿Qué tipo de narrativa usamos en la conversación cotidiana?
En la conversación cotidiana predomina un tipo de narrativa breve, mayoritariamente
real, aunque plagada de valoraciones, y que se orienta al refuerzo de las relaciones personales
y del posicionamiento en un colectivo (crear sentimiento de grupo, sentirse comprendido,
darse a conocer, compartir creencias, valores o juicios sobre lo que nos rodea…). Tanto la
selección misma de historias como las continuas valoraciones, explícitas o implícitas,
responden en gran medida a patrones de pensamiento colectivos.
Los temas pueden ser muy variados, probablemente en relación también con ciertas
diferencias sociales (edad, nivel cultural, circunstancias...): experiencias personales, noticias
y sucesos de actualidad, cotilleos, etc. Se diría que las narraciones ficticias son en general
menos frecuentes que en otras épocas, la mayoría reproducción de narraciones de otros
ámbitos, como los medios de comunicación, el cine o la literatura. En cuanto a la estructura,
en una conversación espontánea es frecuente que las narraciones se superpongan, tanto entre

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ellas como con valoraciones o comentarios de otro tipo, de acuerdo con similitudes bien en la
historia misma bien en relación a los objetivos que se persigan.
¿Crees que todas las narraciones tienen una estructura común? Si es así, ¿cuáles son las
partes principales de una narración?
Como he dicho en la primera pregunta, creo que todas las narraciones tienen una
estructura común, y que precisamente esa es una de las claves de su importancia. Toda
narración se basa siempre en un suceso o serie de sucesos, por lo que lo más importante es el
componente temporal, que se manifiesta en una combinación de diferencia y similitud
(percibimos el tiempo cuando comparamos dos momentos en los que unos elementos
pertenecen inalterados y otros varían). Serían pues, elementos indispensables una situación
inicial, uno o varios cambios que provocan situaciones intermedias y una situación final, que
tiene unos elementos comunes y otros diferentes con la inicial. Estos tres elementos se dan,
explícita o implícitamente, incluso en las narraciones más breves: por ejemplo, una simple
frase como Me desperté pronto implica que el narrador (constante) esté dormido (situación
inicial) y pase a estar despierto (después), aunque solo se exprese de modo explícito el
cambio. También es indispensable al menos un actante, una persona, objeto o entorno sobre
el que se ejerza ese cambio.
Más allá de estos elementos imprescindibles, sin embargo, lo más frecuente es que una
narración se componga de una sucesión de acciones, enlazadas por una relación de
causalidad, y de varios actantes que participen en el cambio con diferentes funciones.
Ejercicio: ¿Qué tipo de narración es la siguiente? ¿Cuáles crees que son los objetivos y
principal función de este discurso narrativo?
El Papa se reúne con amigos
El sacerdote argentino Fabián Báez, indicó que el Papa Francisco detuvo
su Papamóvil el miércoles 9 de enero de 2014 para poder reencontrarse con él.
“Como no tenía billete, no pude entrar al sector de la audiencia, me quedé afuera,
detrás de la última valla, cuando se acercó el Papamóvil yo le sacaba una foto al
Santo Padre y él me reconoció y me preguntó '¿Qué hacés
acá?'. El Papamóvil siguió de largo, y en la segunda vuelta hizo ese gesto insólito.
¡Detuvo el Papamóvil y me invitó a saltar la valla! Pensé que me quería saludar.
¡Imagínate la alegría, lo estreché en un abrazo y ahí, es cuando me invitó
al Papamóvil!", narró emocionado Báez.
El texto “El Papa se reúne con amigos” es a la vez un texto periodístico (como se
deduce de la estructura en titular-entradilla-cuerpo, de la pretensión de objetividad del
narrador principal y la presentación como testimonio de la narración del sacerdote) y una
anécdota personal. Se trata de un suceso aparentemente irrelevante, más propio del ámbito
personal (puesto que la repercusión pública o social de la anécdota en sí es en principio
mínima), cuya presencia en un medio de comunicación solo se justifica por dos
características: la circunstancia de estar protagonizada por una figura de dimensión pública
mundial (el Papa) y el de constituir un suceso “fuera de lo común”. El mismo hecho de
aparecer publicado en prensa presupone la excepcionalidad, funcionando como un estímulo

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ostensivo que activa determinados esquemas mentales en la audiencia: los que relacionan la
figura del Papa con la solemnidad y el poder de la jerarquía eclesiástica, una figura que
estaría por encima de la gente “común” al ostentar un cargo especialmente único. Al
constituir esta anécdota una excepcionalidad frente a estos esquemas, se realza por contraste
la imagen cercana, informal y afectiva de ESTE Papa por oposición a la idea previa,
socialmente aceptada, que en principio debería asociarse a esta figura.
Por tanto, más que una función informativa, predominan en él las funciones
persuasiva y emotiva: a través de la emoción del narrador de la anécdota se intenta convencer
al destinatario de algo que en nuestra cultura actual se considera un aspecto positivo,
presentando al Papa como una persona que antepone los afectos y las relaciones personales a
las convenciones y aspectos rituales de su figura. Esa emoción es descrita por el periodista
(narró emocionado) y se refleja lingüísticamente en el discurso del sacerdote en el uso de
periodos cortos, predominando los yuxtapuestos o coordinados, la abundancia de
exclamaciones, la primera persona y el uso el uso de expresiones valorativas actitudinales
(por ejemplo, con la valoración de juicio, como el adjetivo insólito, que sitúa el hecho en
relación a expectativas sociales, o con valoraciones de afecto explícitas como en la expresión
imagínate la alegría).
El objetivo final, entonces, es contribuir a la construcción de la imagen pública del
Papa en un determinado sentido: cercanía a la gente corriente, afectividad (resaltada en el
título mediante la palabra “amistad”), lealtad hacia sus antiguos conocidos… Como el Papa
es el representante máximo de la Iglesia Católica, tanto oficialmente como en la imaginería
social, es relativamente probable que esas cualidades positivas se perciban como
potencialmente extensibles a la institución en su conjunto.
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REFLEXIONES Y TAREAS POSTERIORES A LAS LECTURAS:
A) Responde las preguntas basándote en las lecturas:
¿Cuáles son los elementos de la estructura narrativa según Labov?
William Labov, en colaboración con Waletsky al comienzo de su trabajo, parte de una
perspectiva variacionista (del estudio de los cambios lingüísticos en diferentes comunidades
de habla), dentro de la cual la narrativa es una forma de discurso privilegiado, por ser la más
cercana a lo vernáculo, y está presente en prácticamente cualquier conversación. A través del
trabajo de campo, analizando las narraciones orales de los habitantes de determinados barrios
estadounidenses, Labov consiguió establecer un modelo de análisis sistemático de las
secuencias narrativas del discurso.
La base es una secuencia de cláusulas, que representan la recapitulación de una
experiencia mediante una ordenación temporal, y que por tanto debe contener un comienzo,
un medio y un final. Al analizar los detalles de este tipo de discursos, sin embargo, encontró
que hay también una serie de elementos que enriquecen esa estructura básica, un serie de
informaciones que suelen aparecer y que vienen a “rellenar” diferentes funciones en relación
a la historia. Son los siguientes:

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- un resumen que sintetiza el episodio y lo relaciona con su resolución.
- una orientación, compuesta por una serie de cláusulas que informan sobre el contexto: el
momento, el lugar, las personas, sus actividades y situación. Suele aparecer al principio,
pero también pueden aparecer secuencias de este tipo incrustadas con el resto de la
narración.
- una complicación, realizada en una serie de cláusulas secuenciales conducentes al suceso
central. Contiene los sucesos que rompen la estabilidad descrita en la orientación, y se
reconocen porque aparecen en el mismo orden en el que ocurrieron los sucesos (que se
entienden como realmente ocurridos), de forma que alterar ese orden cambiaría la
interpretación.
- una evaluación, relacionada con la finalidad de la narración, en la que el narrador
justifica por qué lo cuenta, cuáles son sus pretensiones al hacerlo, generalmente en
relación a las implicaciones del evento en las necesidades o deseos humanos. El
componente valorativo es muy importante en las narraciones personales, pues justifica el
relato, de modo que orienta todos los demás elementos. Por ejemplo, en muchos de los
relatos analizados por Labov la evaluación se orienta al “engrandecimiento” del
narrador-protagonista.
- el resultado o resolución, que consiste en el conjunto de acciones que coinciden con la
solución del conflicto, consecuencia de la secuencia temporal y causal, y de la que se
deriva un nuevo estado de equilibrio.
- una coda, uno o dos enunciados que señalan a la audiencia que la narración ha acabado, y
con los cuales el narrador devuelve el turno de palabra. Suele contener alguna
observación general sobre los efectos de los sucesos en el narrador, cubriendo el hueco
entre el momento de los hechos narrados y el momento de habla.
¿Aparecen todos los elementos en todas las narraciones?
El propio Labov afirma que los elementos anteriores no aparecen necesariamente en todas
las narraciones, siendo los únicos estrictamente necesarios los que forman parte de la
secuencia temporal, las cláusulas secuenciales (reconocibles porque, al alterar su orden,
cambia la interpretación del oyente). Esas cláusulas temporales son las que constituyen la
complicación. En consecuencia, la narrativa más simple posible consiste en una sola
complicación, sin resolución clara.
Por otra parte, el análisis de Labov se refiere sobre todo a narraciones de experiencias
personales. Aunque constituye un punto de partida interesante para analizar otro tipo de
narraciones, es posible que algunas de las categorías reconocidas por él requieran cierta
reformulación al aplicarlas a otros tipos de relato, tal como demuestra el análisis de Allan
Bell para narraciones periodísticas que se comentará en otra pregunta. También pienso que
habría que matizar muchos elementos si quisiéramos aplicar este esquema a relatos que se
desarrollan en condiciones específicas, como los literarios o los cinematográficos. En este
sentido, considero muy oportunas las observaciones de Derek Edwards, quien demuestra que
estos elementos no son siempre tan claramente identificables, y su reconocimiento, aunque

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pueda servir como punto de partida, debe subordinarse a la función discursiva de cada
elemento en cada caso concreto, evitando forzar en exceso las generalizaciones.
Explica los siguientes conceptos esenciales dentro del análisis narrativo:
La capacidad de la narrativa para transmitir y a la vez recrear la experiencia del narrador
ante la audiencia la convierte en un fenómeno social, muy influido por el contexto y que
resultará clave en la construcción de la identidad personal y colectiva.
El esfuerzo necesario para contar una historia y el requisito, propio de este tipo de textos,
de que el narrador ostente por más tiempo que los demás participantes el turno de palabra,
solo se justifican con la suposición de que esa historia en concreto merece la pena ser
escuchada, de que contiene algún tipo de interés para su audiencia, y por tanto cierta
dimensión social. Esta cualidad ha sido llamada, dentro del análisis narrativo, ‘contabilidad’
(reportability), y el elemento que la proporciona es el ·suceso más contable, el que contiene
los mayores efectos en los deseos o necesidades de la audiencia, y que justifica por tanto que
el turno le sea reasignado al hablante durante el tiempo que dura la narración. El suceso
contable se constituye así en el punto hacia el que debe tender la organización secuencial de
la historia, de modo que los sucesos relatados establezcan entre sí una serie de relaciones que
los encadenan, estableciendo relaciones entre el suceso más contable y la orientación y
otorgándole así credibilidad. La contabilidad exige, por tanto, que detrás de cada relato exista
una teoría personal de causalidad.
Por otra parte, los efectos que justifican la contabilidad se asientan también en otro
concepto clave del análisis narrativo, el de credibilidad. La credibilidad se refiere a la
medida en que los oyentes consideran que los eventos narrados ocurrieron realmente en la
forma en que les son descritos, son veraces y coherentes con sus representaciones del mundo,
de modo que una narración carece de ella no se atenderá al reclamo del narrador para retomar
el turno de palabra.
Se hace necesaria, pues, una cierta objetividad, para que la historia sea contable y
creíble. Siguiendo a Labov, esta cualidad se otorga a los sucesos que el narrador conoce a
través de la experiencia, frente a la subjetividad de los sucesos que se evocan a través del
recuerdo, de la reacción emocional o de sensaciones internas. Puesto que aumenta la
credibilidad, las narraciones objetivas son las que tienen un mayor impacto en la audiencia, y
debe ser prioritaria en las cláusulas que componen la complicación y la resolución, mientras
que la subjetividad es tolerada, incluso esperada, en las cláusulas evaluativas.
Por otra parte, la subjetividad siempre está presente en alguna medida: además de la
evaluación propiamente dicha, el punto de vista del narrador, que pocas veces es
consciente, se constituye en el marco ideológico conforme al cual se presentan los sucesos,
orientando la transmisión de experiencias y la construcción de identidad a través de la
narración mediante una asignación positiva o negativa a los actores y acciones implicados en
los eventos.
Explica la importancia relativa que cada uno de los siguientes tipos de estructura tienen
dentro de la narrativa, según Labov:
a) Estructura temporal b) Estructura descriptiva c) Estructura evaluativa

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Los variacionistas analizan las diferencias entre textos o tipos de texto buscando las
formas lingüísticas que constituyen sus patrones distribucionales.
En el caso de la narración, resulta evidente que será la estructura temporal, consistente
en una presentación lineal de cláusulas de sucesos, la clave de su identidad como unidad
discursiva y también de su interpretación, ya que es el elemento que permite establecer los
referentes temporales. De este modo, la presencia de una estructura temporal lineal, que no
puede alterarse sin alterar la interpretación, será lo que permita diferenciar el género narrativo
de otros tipos textuales, en los que la alteración no tiene estos mismos efectos.
El segundo elemento en importancia, al menos en las narraciones personales que
analizaron Labov y Waletsky, son las estructuras evaluativas. Puesto que las narraciones
son en gran medida construcciones de una experiencia, suelen implicar una elevada cantidad
de subjetividad. Además, hay que recordar que la contabilidad, la cualidad que hace esa
historia digna de ser escuchada, se justifica principalmente a través de la evaluación, que
señala el motivo del relato.
También pueden formar parte de las narraciones las estructuras descriptivas, que, aun
no siendo cruciales, se orientan a la función de orientación. Este tipo de estructuras puede
aparecer tanto al comienzo de la historia, a modo de prefacio de la acción, como
entremezcladas en la complicación, con la finalidad de aclarar determinados rasgos de los
personajes o de las acciones.
Como vemos, las unidades pertenecientes a estas tres estructuras mantienen diferentes
relaciones entre sí, contribuyendo a la coherencia del texto mediante diferentes funciones,
que no son correlativas a la forma empleada. Además, el estudio contrastivo del uso y la
función de estas estructuras permite el estudio sistemático de las variaciones que se producen
entre los tipos de texto o incluso dentro de un tipo de texto determinado.
¿Por qué se reconoce al análisis narrativo como una ciencia social poderosa e
importante?
Las historias, como señala Allan Bell, están presentes, en diferentes formas, en todas las
culturas del mundo (cuentos, fábulas, parábolas, leyendas, relatos épicos…) y se incluyen en
todo tipo de discursos, desde la conversación privada a los textos públicos. Cabe suponer
pues que estamos ante una forma de discurso privilegiada, que juega un papel fundamental en
cualquier conversación, y por tanto también en la construcción de la identidad. Esto explica
su presencia en todo tipo de situaciones e invita a un análisis que tenga en cuenta perspectivas
más amplias que la propiamente lingüística.
En el caso de Labov y Waletsky, por ejemplo, su interés inicial era estudiar las
variaciones del lenguaje, y derivaron su trabajo hacia el análisis narrativo debido a las
estrechas relaciones entre este tipo de discurso y el vernáculo, que era su primer objeto de
estudio. El vernáculo es la forma de lenguaje que se adquiere en primer lugar, en la
preadolescencia, la que los hablantes utilizan entre ellos y a la que tienden espontáneamente
cuando prestan mínima atención al discurso, por ello surge con mayor facilidad al pedirles
una narración de experiencias personales. Además, como afirma Deborah Schiffrin, este tipo

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de narraciones revelan con más facilidad que otros tipos discursivos las normas y estilos
comunicativos propios de la comunidad.
Como ya se ha dicho, en el modelo explicativo de Labov la importancia social de una
historia radica en el concepto de contabilidad, que se refiere a los efectos que esa historia
pueda tener en los deseos y necesidades de los participantes, y que resulta imprescindible
para justificar el relato. Sin embargo, otros autores han señalado que la propuesta de Labov
no presta suficiente atención al contexto, a la relación entre el narrador y los oyentes.
De hecho, hay toda una línea de pensamiento que considera las prácticas sociales como
medio para presentarse uno mismo ante los otros y construir la propia identidad. Destaca en
este sentido el construccionismo social, para el cual la identidad no es algo que esté dado,
sino un proceso que resulta de la negociación y la externalización producidas en la
interacción discursiva. En este sentido, el análisis narrativo se constituiría en una ciencia
social importante, porque la narración proporciona a las personas una oportunidad para
organizar sus experiencias de acuerdo con un esquema constante, que actúa como un medio
para dar un sentido a estos hechos, y contribuye así a la construcción de identidades
personales y colectivas. Esa regularidad permite estudiar sistemáticamente la forma en la que
los hablantes asumen posicionamientos ante las ideologías, ante ellos mismos y ante terceras
personas, cómo realizan elecciones de identidad que se reflejan o resultan de sus elecciones
estructurales y lingüísticas, comunican su postura ante problemas sociales…, en función del
papel que adoptan en las narraciones de sus experiencias personales. Por ello se ha utilizado
en numerosos estudios sobre la construcción de conceptos como el género, la raza, la
etnicidad o las identidades colectivas en situaciones de migración e interculturalidad, así
como en análisis psicológicos (psicología narrativa).
¿De qué maneras puede la identidad personal o global ser expresada o construida en la
narrativa?
Ya en sus trabajos, a partir de recopilaciones de experiencias personales entre jóvenes
miembros de bandas callejeras, Labov observa que el género narrativo no se limita a contar
una experiencia, sino que la rehace mediante un conjunto de elementos que constituyen la
evaluación. En los ejemplos de su estudio de campo (bandas callejeras), los enunciados
evaluativos recorren todo el discurso, con la finalidad de establecer la posición social del
narrador, incrementando el valor de sus acciones a través de la presentación positiva de sí
mismo y negativa de sus oponentes. Esa evaluación, además de en la caracterización misma
de los actores y de las acciones, se manifiesta en una serie de mecanismos sintácticos y
pragmáticos, como los intensificadores, que incluyen gestos, rasgos fonéticos expresivos,
repeticiones o expresiones “rituales”; los comparadores, que establecen contrastes entre los
hechos realmente ocurridos y los que no (a través de adverbios modales, negaciones,
preguntas…); los correlativos, que combinan sucesos ocurridos al mismo tiempo (como los
gerundios); o los explicativos, que añaden datos para la interpretación (sobre todo a través de
cláusulas subordinadas).
Barbara Johnstone (2002, cap. 4) recuerda varios estudios en los que la narrativa se
analiza como una forma de construir y mantener la propia identidad, poniendo los sucesos de
la vida en un orden temporal y lógico, lo cual les da coherencia, y estableciendo puentes entre

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lo pasado, lo presente y lo no realizado. A través de la secuencia causal y temporal, las
historias representan la experiencia de continuidad del yo a través del tiempo, además de
expresar la relación con los otros y presentar la experiencia vital en un todo coherente.
Otros estudios, siguiendo la estela inaugurada por Goffman, analizan el uso de medios
lingüísticos como la referencia, la deixis o las citas para asumir la autoridad, reclamar su
experiencia en un determinado campo o implicarse ante problemas sociales como el género,
la raza o la cultura a través de la narrativa de experiencias personales.
También ha resultado muy productiva para el análisis narrativo la idea de heteroglosia o
polifonía de Bakhtin, que permite observar cómo la combinación de diferentes voces en el
discurso narrativo colabora en la construcción de la identidad. Para este estudioso, el discurso
es siempre dialógico, una construcción colectiva en la que el narrador incorpora las voces,
colectivas e individuales, de otros, y las relaciones e interacciones entre estas voces revelan al
mismo tiempo la construcción de identidades globales, por un lado, y de la identidad
individual, que resulta del posicionamiento de la propia voz ante la de los demás, por otro.
Según Bell (1999), ¿es la estructura narrativa de las noticias la misma que la de las
narraciones de Labov?
Allan Bell parte del modelo de análisis que Labov había establecido a partir de las
narraciones personales para aplicarlo a la narración de noticias, observando una serie de
similitudes y de diferencias entre ambos tipos de discurso narrativo.
En primer lugar, el resumen, que era opcional en las narraciones personales, se convierte
en un elemento indispensable en las noticias, o al menos en las noticias impresas,
manifestado principalmente en la entradilla, que resume la acción y establece la importancia
de la historia, y también en el titular, que Bell considera un resumen del resumen.
En esas mismas partes introductorias de la noticia (el titular y la entradilla) encontramos,
de nuevo obligatoriamente, la orientación y la evaluación. En la orientación intervienen,
además de las informaciones en sí, lo que Bell llama “atribución” (los datos sobre la fuente
de información, lugar y tiempo, la agencia de noticias y el periodista), que sitúan la historia
dentro de la información proporcionada por una fuente en particular. En cuanto a la
evaluación, cuyo núcleo suele aparecer al final en el caso de las narraciones personales, se
concentra también en el comienzo en el caso de las periodísticas, estableciendo la
significación de lo que se cuenta, enfatizando los sucesos y justificando así la atención que su
publicación reclama para ellos.
Con respecto a la complicación, que Bell llama “acción”, este estudioso recuerda que en
el caso de las narraciones personales, tal y como constataba Labov, tiene que seguir el orden
en el que ocurrieron los hechos, mientras que en las noticias periodísticas, en las que lo más
importante es el resultado, este suele aparecer al principio, en la entradilla, y la secuencia
temporal sufre numerosas alteraciones.
Por otra parte, esa resolución en el caso de las noticias suele ser parcial, no está tan clara
como en las narraciones personales, ya que muchas de ellas forman parte de una serie que
suele continuar más allá de ella (el asesinato que lleva al juicio, el accidente cuyas víctimas
aun están en el hospital…). Además, las narraciones periodísticas escritas carecen de coda

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(aunque algo equivalente a ella sí lo hay en las audiovisuales), ya que, al no estar abiertos los
turnos y ser continuadas por otra historia, esta se hace innecesaria.
Bell señala también otras diferencias importantes entre ambos tipos de texto: la narración
personal se centra en experiencias del narrador, mientras que los periodistas cuentan historias
ocurridas a terceras personas; la primera responde a un solo punto de vista, mientras que las
noticias recogen informaciones de diferentes fuentes, y existen también algunas diferencias
en aspectos concretos del lenguaje.
Así pues, podríamos decir que la respuesta a la cuestión inicial es al mismo tiempo
afirmativa y negativa. Hay una estructura subyacente común, pues los elementos obligatorios
reconocidos por Labov se mantienen en general en las noticias, y muchos de los que en la
narración personal eran opcionales se hacen obligatorios, pero se presentan de un modo muy
diferente. Esas diferencias en la organización del texto propician que Bell proponga un
modelo estructural diferente, afirmando que la noticia se puede estructurar en tres aspectos:
un resumen, compuesto por el titular y la entradilla, que incluye también la atribución y la
evaluación; una atribución, no siempre explícita, con datos sobre la fuente de información, el
tiempo y el lugar y que contribuye a la orientación; y la historia propiamente dicha,
compuesta de una red, en ocasiones compleja, de sucesos organizados a su vez en episodios,
cada uno de ellos con sus propios actores, situación y acción, y que a veces contienen
también una atribución propia. También reconoce unas categorías adicionales a esta
estructura básica: el seguimiento (reacciones, consecuencias y acciones que siguen al suceso
principal), el comentario (observaciones, valoraciones o expectativas sobre la acción por
parte del periodista o de los actores), y el trasfondo (episodios previos, muchas veces noticias
anteriores, relacionados con el suceso actual).
¿Cuáles son los tres tipos de análisis narrativo esbozados por Edwards (2006)?
Explícalos.
Según Derek Edwards, el análisis narrativo puede clasificarse en tres tipos según el objeto
al que preste más atención:
Los cuadros de sucesos atienden sobre todo a la naturaleza de los sucesos narrados,
analizando el discurso como una forma para conocer los hechos en sí, las “cosas” de las que
se habla. Es el enfoque preferido por la etnografía y el análisis de historias orales, así como el
que adoptamos intuitivamente en las prácticas cotidianas (juicios, clases, conversaciones,
discurso científico…). En este grupo incluimos numerosos modelos de análisis que extraen
de los discursos narrativos una serie de categorías, más o menos detalladas. Aunque este es
un objetivo de análisis importante, el principal problema que plantean estos modelos es forzar
el reconocimiento de esas categorías, por encima de las contingencias particulares de cada
discurso.
Los cuadros de mente responden a un interés psicológico por el hablante, y estudian
cómo interpretan los participantes aquello que narran, tomando el discurso como un modo de
averiguar cómo ve las cosas el individuo, sea como individuo o como miembro de una
colectividad. Es el enfoque propio de la psicología cognitiva y narrativa o de la antropología.

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El problema que plantean es considerar esa identidad como algo previo al discurso y que se
refleja en él, no como algo que se construye a través de él.
Las acciones discursivas analizan el discurso en sí, considerando que tanto los sucesos
como las perspectivas que los hablantes adoptan ante ellos no están dados, sino que se
construyen en el mismo discurso. En esta perspectiva el discurso es una acción, y los
objetivos de la misma determinan tanto los sucesos que se narran como la interpretación que
les da el hablante.
B) ANÁLISIS:
Elije UNA de las siguientes narraciones:
“Anécdotas de Chávez: Diarrea en Cadena Nacional" en YouTube
Analiza los elementos de la estructura de la siguiente narración en la página de
narradores de You Tube, tratando de utilizar la taxonomía de Labov (1972, 1997)
¿Te sirven los elementos de Labov para esta historia? Si no es así, explica por qué.
Tratándose en gran medida de la narración de una experiencia personal, cabe esperar que
el modelo de análisis de elementos narrativos propuesto por Labov, resultante precisamente
del análisis de este tipo de manifestaciones discursivas, proporcione un marco adecuado para
comenzar el análisis de este texto.
No está muy claro si se puede asumir como resumen la cláusula inicial (la última
voladura), que tal vez aluda más bien al suceso que trae a la memoria del narrador la
anécdota que refiere a continuación, pero sí se pueden observar con claridad los demás
elementos. El relato comienza con una breve orientación que sitúa al personaje (el mismo
narrador), el espacio (el túnel aquel del ferrocarril Caracas…) y la situación inicial (a mí me
llevaron a dar el último golpe con una máquina para tumbar una pared). Continúa con la
complicación (me monto yo en esa máquina… yo andaba con un cólico, compadre, es decir,
tenía diarrea), a lo largo de la cual se van retomando periódicamente nuevos elementos de
orientación, que introducen nuevos personajes y localizaciones (los periodistas y el túnel, el
autobús, el chófer y el muchacho de seguridad, los trabajadores, la cuesta, los perros).
La evaluación, que se retoma en varias ocasiones intercalándose con la propia
complicación, aparece por primera vez justo después (Yo soy un ser humano como
cualquiera de ustedes, a veces la gente se olvida de eso), y se completa poco más adelante
con una cláusula que volverá a repetirse en varias ocasiones: eso me pasa a mí no más en este
mundo (refiriéndose al hecho de que estuviese la radio); ¡El pobre Chávez! Ja,ja, solo le
pasa eso a Chávez (cuando se derriba la pared), y finalmente esto, le pasa solo, a Chávez, a
más nadie en este mundo, esta vez intercalada ya en la coda. La resolución llega de manera
rápida y se expresa con brevedad, pues, a diferencia de otras narraciones, no es el suceso más
contable (por fin, los pararon, los amarraron… Y llegué). La coda retoma, como hemos
visto, la evaluación, y realiza una justificación de algo que pasó después (Por eso no quise ir
para allá yo de líder, a ver si me llevo otra vez la misma varilla).
La contabilidad del relato no reside en un suceso especialmente importante, sino en todo
el proceso o situación en sí, en los apuros del protagonista, que, en su conjunto, establecen

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una suerte de complicidad entre el narrador, que como gobernante es una figura pública
importante para la ciudadanía, y la audiencia, enfatizando las similitudes entre ellos. Como se
puede ver en las secuencias evaluativas, la justificación consiste en la presentación del
narrador-protagonista como “víctima” de una situación “complicada” y original, a través de
la cual pretende captar la conmiseración del público (expresada en el adjetivo pobre), y por
tanto su solidaridad para con él, y también su simpatía, ya que se trata de un suceso con
componentes escatológicos propios del humor popular. La coda permite suponer que este
relato ayude a justificar, además, la ausencia del Presidente en un acontecimiento similar.
Esa misma dimensión humana de los sucesos le otorga credibilidad, ya que presenta a
un ser narrador honesto, que “confiesa” sus apuros y muestra su lado más humano. A pesar
de estar plagado de subjetividad, la familiaridad de la situación y la identificación de las
reacciones del personaje ante ella lo presentan como una situación perfectamente posible, y la
audiencia probablemente considerará que las sensaciones subjetivas que se enumeran son
muy similares a las que cualquiera tendría en esa situación, por lo que se trata de una
subjetividad en cierta manera compartida, y tolerada, ante unos hechos objetivos que se
representan como reales.
Indica la estructura de información que prevalece en esta narración (¿temporal,
descriptiva o evaluativa?). Justifica tu respuesta.
La secuencia temporal, escrupulosamente respetada por el narrador (el orden de la
narración es el mismo en el que tuvieron lugar los sucesos en la realidad), justifica la
prevalencia de la estructura narrativa, pues son las cláusulas narrativas las que organizan las
ideas que componen el discurso, constituyéndose en el elemento clave para poder seguirlo.
Solamente la importancia organizativa justifica esa prevalencia, pues los elementos
descriptivos y evaluativos son cuantitativamente igual de importantes, si no más. En realidad,
las tres estructuras están perfectamente imbricadas en el texto, y podríamos afirmar que, si la
narración es estructuralmente más importante (como organizadora de la información), la
evaluación lo es funcionalmente (pues constituye el objetivo principal, en función del cual se
relata la anécdota), mientras que la descripción se subordina a las otras dos. Por otra parte,
esa imbricación produce que no siempre se pueda identificar con claridad las cláusulas que
responden a cada una de estas estructuras, ya que, como en el ejemplo proporcionado por
Derek Edwards en su artículo “Narrative Analysis”, muchas de ellas cumplen funciones
relacionadas con las estrategias discursivas.
Así, por ejemplo, en las cláusulas descriptivas, encaminadas en principio a la
orientación de nuevas acciones que tienen lugar en otras localizaciones y espacios, Chávez
selecciona los aspectos que contribuyen a aumentar las dificultades que se interponen a su
necesidad, así como las sensaciones de incomodidad e insatisfacción del narrador-
protagonista. Mayoritariamente, se trata de descripciones de situaciones, cuyo carácter
descriptivo se manifiesta en el uso del pretérito imperfecto (tenía diarrea/ una máquina que
hacía así /no le daba donde era/ el sudor me tapaba los ojos, no veía /Estábamos en la mitad
del túnel /cien periodistas, enfocándome, preguntándome, yo con aquel casco/ eran varios
kilómetros/ cuarenta trabajadores que estaban allí esperando /cuatro perros de esos
grandotes, gigantescos) y de sus pensamientos (ahora lo digo y me río/ Había que darle ahí

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a la piedra/ ¡qué seguridad! dije /¡Dios mío, trágame tierra, llévame de aquí, Dios mío!/ ya
me salvé de las cámaras/ El túnel, ¿dónde me paro yo en el túnel, a hacer lo que tenía que
hacer?). La presencia de estos contenidos, además, retrasa la resolución y se orienta a la
función valorativa, ya que ayuda a la identificación de la audiencia con el “pobre” Chávez.
Como en las narraciones de bandas callejeras analizadas por Labov, en esta anécdota
juegan un papel crucial las estructuras evaluativas, orientadas preferentemente a la
valoración positiva del narrador-protagonista, tanto en lo relativo a su propia presentación
como personaje como a las relaciones que establece con otros personajes y elementos
narrativos.
Siguiendo la teoría de la valoración, podríamos organizar el análisis de esta dimensión en
torno de los dominios semánticos de actitud, gradación y compromiso, que se combinan en el
texto. Dentro de la primera, la valoración de juicio, que evalúa el comportamiento en relación
a un sistema de normas y valores sociales, es especialmente importante debido a la
importancia social del narrador-protagonista (que habla como presidente de su país). Más allá
del enunciado Yo soy un ser humano como cualquiera de ustedes (que sitúa al narrador con
un valor positivo en la escala de normalidad) se realiza preferentemente de modo implícito, a
través de una serie de comportamientos (palabras y acciones) que no se juzgan directamente
pero que guardan relación con determinados valores, y que analizaremos con más detalle en
la pregunta siguiente.
También es muy importante el subsistema de afecto, por el que el protagonista manifiesta
sus emociones ante lo que le pasa, y que aquí se expresa preferentemente mediante el uso de
recursos expresivos, con los que se incide sobre todo en el apuro del protagonista, en la
incomodidad de la situación,: exclamaciones (¡En cadena!; ¡Dios mío, trágame tierra,
llévame de aquí, Dios mío!; ¡Dios mío, me salvé! ¡Ah, la salvación! ); diminutivos y
aumentativos (caminando apretadito; los dos solitos arrancamos; cuatro perros de esos
grandotes, ¿cómo se llaman? esos perros gigantescos), alguna metáfora (Y yo pariendo; el
drama que yo estoy viviendo), y también, en menor medida, mediante valoraciones explícitas
(saben lo peor, ahora lo digo y me río). La valoración de afecto, como señalan Martin &
White, favorece la solidaridad o la simpatía entre los interlocutores, un punto importante de
esa caracterización predominantemente social que realiza el narrador. También favorece esa
relación horizontal la presencia del subsistema de apreciación en relación a un valor estético-
social como podría ser el humor o la diversión que provoca la situación (muy resaltado a
través del tono y los elementos paralingüísticos).
Como se ve en varios de los ejemplos anteriores, la valoración de afecto se entremezcla
con elementos orientados a la gradación, aumentando la dimensión de las dificultades (el
polvero aquel me tapaba todo; voy a pasar aquí todo el día; como cien periodistas; eran
varios kilómetros; Vienen como cuarenta trabajadores; cuatro perros de esos grandotes).
Estas expresiones de cantidad contrastan con otras que disminuyen la gradación e insisten en
la soledad del protagonista (los dos solitos/ eso me pasa a mí no más en este mundo./solo le
pasa eso a Chávez) También inciden en la gradación algunas repeticiones, especialmente al
principio, resaltando el esfuerzo que realiza el protagonista (y dale… y dale…; y me
volteaba… y me volteaba; enfocándome, preguntándome: y dale, dale, ra, ra…).

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En cuanto al subsistema del compromiso, predomina una orientación monoglósica en los
enunciados atribuidos al emisor, ya que se centra en los hechos que se presentan como
realmente ocurridos y en sus reacciones emocionales ante ellos (contenidos poco sujetos a
negociación), omitiendo interpretaciones, comentarios o hipótesis. Las manifestaciones
heteroglósicas, sin embargo, son también frecuentes, pero casi siempre en forma de extra-
vocalizaciones externas al texto, mediante la reproducción en estilo directo de las palabras de
otros participantes, por lo que no ponen en cuestión la objetividad de los hechos.
¿Crees que el narrador está construyendo su identidad a través de esta narración? Si es
así, ¿de qué manera?
De lo que hemos visto hasta aquí se puede deducir no solamente que el narrador está
construyendo su identidad a través de la narración, sino que esa construcción resulta el
elemento central de sus objetivos discursivos: a través de ella espera sin duda obtener la
solidaridad y la simpatía de los ciudadanos (expresada lingüísticamente en ese ¡Pobre
Chávez! que repite varias veces).
El elemento clave de esa construcción es la caracterización del propio narrador como
protagonista de la historia. Pero a su vez, esa construcción tiene un carácter social, se
fundamenta en sus relaciones con el resto de los “actantes”, tanto las que mantiene con otras
personas como las referidas a factores sociales (su condición de presidente) o naturales (sus
necesidades físicas). Si, como recuerda Barbara Johnstone (2002, cap. 4) citando a Tannen, el
poder y la solidaridad están en juego en cualquier relación (y, por ende, también en la
comunicación), en este texto se observa un juego muy interesante con estos dos conceptos: no
hay que olvidar que el hablante es el presidente del país al que se dirige, lo cual lo sitúa en
una relación asimétrica con respecto a su audiencia. Sin embargo, la dimensión evaluativa de
la anécdota se orienta a buscar la solidaridad, que es una relación simétrica (y que se explicita
al mismo comienzo en la frase Yo soy un ser humano como cualquiera de ustedes). Ese juego
implica, por tanto, una reformulación del poder, o al menos del poder político que el cargo
representa, como algo que no sitúa a quien lo ostenta en el plano de superioridad que la
audiencia podría tener en mente. Más bien al contrario, su condición de presidente, las
obligaciones a las que ese cargo lo somete, funcionan en el relato como un impedimento para
sus necesidades más humanas, fisiológicas; algo que él asume con la serie de cualidades que
manifiestan las palabras y acciones atribuidas a sí mismo como protagonista (humor,
paciencia, comprensión, humildad al pedir ayuda…). El discurso se orienta, pues, a construir
una identidad mayoritariamente social, basada en las relaciones que el emisor establece tanto
con la audiencia como con los otros elementos del relato.
En la caracterización inicial, el narrador asume una función de paciente (me llevaron), y
al mismo tiempo sugiere la confianza de sus colaboradores en él (me dijeron “No, eso lo
tumbas tú en cinco minutos”). También apunta algo muy presente en el relato, el contraste
entre las dificultades personales y las obligaciones como figura pública, en la frase saben lo
peor, que nadie supo en ese momento, recuperando el tópico de “la soledad del poder” y
retratándose a sí mismo como un líder capaz de llevar con resignación y discreción sus
dificultades. Un contraste en principio negativo que el narrador se apresura a asumir con

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humor (ahora lo digo y me río), evitando que la audiencia lo perciba como una queja ante sus
obligaciones.
En los episodios que siguen, el protagonista se va encontrando con representantes de
diversos colectivos y, aunque muestra se muestra comprensivo ante todos ellos, no todos
contribuyen en la misma forma en la superación de sus dificultades. En su huida, va dejando
atrás a ministros, periodistas y seguridad, los sectores en principio más cercanos a su calidad
de presidente. Esto no implica una visión negativa, salvo quizás en una ocasión (a alguien se
le ocurrió [llamar a la radio]), pero con respecto a un actor indefinido y que no participa
directamente. En el resto de los casos, tanto la selección de acciones y palabras como las
valoraciones del narrador justifican sus actuaciones, especialmente las de los periodistas (los
camarógrafos inocentes, ellos no saben el drama que yo estoy viviendo), pero también la
preocupación por él del ministro y del muchacho de seguridad, en el cumplimiento de sus
obligaciones profesionales.
Más significativa es la colaboración del sector de trabajadores, pues incide directamente
en esa visión horizontal del poder que pretende transmitir: ante su incapacidad para derribar
la pared, pide ayuda a un operario, que lo soluciona con facilidad, y después colaboran con su
“huida” un chófer y unos trabajadores. El episodio con el chófer contribuye especialmente a
humanizar la figura de Chávez, cuyo apuro es tal que casi le hace “perder los papeles” (no les
voy a decir lo que le dije al señor/el chofer prendió, bajo amenaza mía), actitud suavizada
por el tratamiento (“arranque, compadre”, dije) y por el diminutivo de los dos solitos. Con
los trabajadores se retoma el papel de presidente, que se presenta como alguien admirado
(estaban allí esperando: “¡Chávez, Chávez!”), que sabe corresponder a esa admiración (y los
saludé, yo no sé de dónde saqué yo fuerzas para aguantar aquello). Su comprensión le lleva
incluso a “justificar” a los perros (los perros no conocen a Chávez, y menos en una situación
como esa), en una frase que vuelve a oponer lo natural y lo social (implicando que si fuesen
personas no supondrían una amenaza).
Los términos con los que se refiere a todos estos participantes también son significativos
de esa oposición entre los que rodean al presidente (un señor, señores –periodistas-
camarógrafos, alguien, el ministro), y los trabajadores junto a los que se posiciona el
narrador (compadre, muchacho, trabajadores, chicos…), enfatizando la diferencia social,
pero sobre todo la relación del narrador con ellos, más distante en el primer caso y más
cercana, incluso en algún momento paternalista, en el segundo. En cualquier caso, ninguno de
ellos es presentado claramente como oponente, función que se reserva más bien para
elementos “no humanos”: sus necesidades fisiológicas, sus obligaciones como presidente…
Vemos, pues, a un presidente en una situación de conflicto entre lo personal y lo público;
que se siente querido y valorado por sus colaboradores y por la sociedad; que se presenta
como alguien cercano a diferentes sectores sociales, especialmente a los trabajadores, cuya
colaboración está dispuesto a solicitar y valorar; y que hace gala de cualidades necesarias
para su liderazgo (humor, paciencia, camaradería, comprensión), sin perder su dimensión
humana.
Como se puede ver en ejemplos anteriores, y como corresponde a la dimensión pública de
la identidad que se construye, el relato incorpora las voces de otros personajes, que tal como

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sugería Bakhtin, ayudan a posicionar al hablante en relación a diferentes sectores sociales (los
enunciadores o responsables de esos fragmentos). Cuando aparecen en estilo directo (sus
colaboradores: me dijeron, “no, eso te lo tumbas en cinco minutos”; el ministro de
infraestructuras: “espéreme presidente”; los trabajadores: “Ah, allí hay un tráiler, mire allá”)
contribuyen a la credibilidad del texto, puesto que reflejan las relaciones de esos personajes
con el presidente en el mismo sentido que ya se ha comentado, además de dar viveza y
amenidad al relato. En ese mismo sentido funcionan las expresiones del protagonista
reproducidas en estilo directo, que manifiestan en el registro coloquial escogido su
camaradería para con ellos: “Compadre, túmbela usted, que yo voy a pasar aquí todo el día”
(al obrero); “Señores, he concluido, por favor, estoy apurado, abran paso” (a los
periodistas); “Compadre, prenda y arranque. Arranque compadre”, dije, “arranque o le
dejo aquí no sé qué”;”Dale duro compadre”; “Párate aquí, gracias, compadre, hasta la
vista” (al chófer); “¿Qué tal muchachos?”, “Compadre ¿dónde hay un baño por ahí?”; Y
yo, “bueno, ya vengo, chicos, voy al baño un segundo, espérenme aquí” (a los trabajadores).
La relación con los demás, clave en la construcción de la identidad del Presidente, se refleja
especialmente en el uso de términos respetuosos (les trata de usted), pero acompañados de
apelativos que indican cercanía (compadre, muchachos, chicos), y, en el último caso, de un
marcador que indica a la vez comprensión hacia los trabajadores y justificación del emisor
(bueno).
De hecho, como es natural a los relatos autobiográficos, la voz de Chávez se desdobla en
dos funciones, narrador y protagonista, que a menudo aparecen confundidas, contribuyendo a
la construcción de una identidad constante a lo largo del tiempo. Esa identidad personal, que
refleja la primera persona, se resalta aún más con la alternancia entre tiempos de pasado y de
presente para hacer referencia a los acontecimientos del relato (me monto yo en esa máquina/
andaba con un cólico/ yo paso aquella polvareda, a ver qué consigue/les dije/entonces
veo/prendió/vienen), alternancia que afecta también a otros elementos deícticos (apretaba
aquí/esa que estaba ahí/vienen como cuarenta). La fusión de las voces correspondientes a los
dos momentos del narrador –protagonista es especialmente palpable en la reproducción de
sus pensamientos, que no aparecen introducidos por verbos de pensamiento o lengua, lo cual
contribuye a borrar los límites entre el yo protagonista y el yo narrador. Estas expresiones
hacen explícitas sus sensaciones, resaltando su humanidad y favoreciendo la solidaridad que
busca: ¡Dios mío, trágame tierra, llévame de aquí, Dios mío! / ¡Y lo que veo! ¡Un autobús!/
El túnel, ¿dónde me paro yo en el túnel, a hacer lo que tenía que hacer?/ ¡Dios mío, me
salvé! ¡Oh, Dios mío, ten piedad de mí! ¡Ah, la salvación! Además, al borrar constantemente
las diferencias temporales, recuerdan a los destinatarios que el que habla en ese momento es
el mismo del pasado, con sus mismas debilidades y cualidades.
Pero no solo las voces de los personajes aparecen en el discurso. Se pueden reconocer
también enunciadores que no se mencionan, directamente imbricados en el texto. Esos
fragmentos heteroglósicos se orientan también a la imagen de sí mismo que pretende
construir ante su audiencia. Por un lado, presentándose como una víctima, bien de las
habladurías (a veces la gente se olvida de eso [de que es una persona como cualquier otra]) 1,
1
Para la audiencia habitual del Presidente, y especialmente para sus simpatizantes, esta expresión provocaría sin
duda inferencias relacionadas con determinadas críticas a su personalidad y forma de gobierno.

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bien de la misma situación: ¡El pobre Chávez! solo le pasa eso a Chávez (introduciendo en su
discurso lo que espera que piense la audiencia, como se ve en la primera aparición de esta
frase, tras la oración Imagínense ustedes, uno con esas…). Este último uso se manifiesta en la
referencia a sí mismo en tercera persona, indicando que la cláusula pertenece a otro
enunciador, o bien que hace suyas las palabras/pensamientos de otros (en la última frase: yo
dije “esto solo le pasa a Chávez”). También se pueden entender como fragmentos
heteroglósicos los enunciados que indican obligación o necesidad, que presentan lo que se
dice como algo que está por encima del narrador, por ejemplo como un discurso social en
Había que darle ahí a la piedra (él no lo había decidido, otros se lo imponen), o las
contingencias naturales (hacer lo que tenía que hacer/ había que subir), que, frente a la
representación social que asocia al Presidente con el poder, lo sitúan por debajo de fuerzas
más poderosas.
La construcción de una identidad personal que se proyecta hacia lo social afecta también,
como no podía ser menos, a la relación que establece con la audiencia, con la cual,
nuevamente, se alinea en una relación simétrica a través de una serie de elecciones
lingüísticas que manifiestan cercanía. Esto es especialmente visible todo en la elección de un
registro muy coloquial, en el que predominan las oraciones cortas, yuxtaposiciones,
repeticiones, anacolutos e interjecciones, muletillas, diminutivos y aumentativos, relajación
fonética, entonación expresiva, onomatopeyas, vocativos y elementos orientados a la unción
fática etc. A este registro se añade un tono jocoso, ilustrado con risas frecuentes, que enfatiza
la dimensión amena y divertida de la anécdota, incrementando la cercanía y la simpatía de un
público popular. La referencia a la audiencia aparece en varias apelaciones directas,
especialmente al comienzo del relato (¿ustedes no se acuerdan?, soy un ser humano como
cualquiera de ustedes/ imagínense ustedes), pero además, a lo largo del discurso aparece
también un “narratario” indefinido, al que se refiere con el vocativo compadre, un término
coloquial con el que se establece una relación de familiaridad más individual que con el
plural genérico, como si se dirigiese simultáneamente a cada uno de los que le está
escuchando más como personas que como miembros de un grupo. Todos esto elementos
parecen orientarse a una audiencia predominantemente popular, o al menos con una visión
más horizontal que vertical de las relaciones jerárquicas que se establecen en el seno de la
sociedad.
Finalmente, el propio encadenamiento de acciones contribuye a la imagen de un hombre
común, en apuros, susceptible de provocar piedad y simpatía en la audiencia. Esta idea se
resalta por el retraso de la “solución” al problema, enfatizado por el uso de determinados
marcadores: por ejemplo, en el caso de además, que incide a seleccionar los efectos
contextuales comunes con los enunciados precedentes (referidos a la acumulación de
dificultades): además el sudor me taba los ojos/ estábamos en mitad del túnel, además/ había
que subir, además. Un caso diferente es el uso de por fin, en la segunda mitad, para marcar el
final de una secuencia, pero que al mismo tiempo genera unas expectativas que se ven
fracasadas por la secuencia siguiente (por fin le dije al señor; el chófer prendió por fin; por
fin veo la salida del túnel), aumentando la sensación de frustración.

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Siguiendo a Edwards (2006), ¿qué tipo de análisis narrativo estarías tú haciendo aquí?
El análisis que he realizado, o al menos el que he pretendido realizar, entraría dentro del
grupo que Edwards considera de “Acciones discursivas”, ya que he considerado tanto el
análisis de sucesos (en el que se enmarca el modelo de Labov utilizado en las preguntas a) y
b)), como el de los participantes (que formaría parte de un análisis de “cuadros de mente”, y
al que responde la pregunta c) y parte de la b)) en relación al discurso en sí mismo, como
representativo de una acción social: la presentación de un personaje público ante una
audiencia, constituida por los ciudadanos a los que gobierna, en una determinada dirección,
con una finalidad perfomativa: ganarse su simpatía y establecer una determinada idea del
poder asociado a su cargo.
Desde este punto de vista, el discurso no es una vía para conocer la realidad de la que se
habla, sea esta la propia cadena de sucesos o una personalidad subyacente, previa al discurso,
del emisor. La narración de la anécdota es, por el contrario, un modo de recrear, de
reconstruir, esos sucesos y esa identidad, a través de la propia interacción discursiva.

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