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nacionalidad en la antigüedad
Esta aparente “tiranía” del presente no es una condena a una narrativa caprichosa
ya que, por otro lado, 3) sólo es una “tiranía” aparente, porque el análisis del historiador
se encuentra limitado por la disponibilidad de vestigios significativos se encuentren en
existencia. Esta es la evidencia del historiador; y, dada nuestra comprensión del análisis
histórico, es deber del historiador, qua historiador, dilucidar racionalmente ese pasado
en interés de la verdad. El criterio explícito de la tarea del historiador al ponerse en
contacto con su material de una manera crítica, es decir, reconociendo la distinción entre
hechos y meras fantasías (lo que en la oración anterior se llamó la obligación del
historiador de dilucidar racionalmente el pasado en interés de la verdad) es el legado de
Herodoto, a pesar de que incluso la Historia de Herodoto es en sí misma un ejemplo
obviamente ambiguo de la obligación del historiador. (Ver, por ejemplo, Herodoto, La
historia, 7.152, 8.119-120, 8.133.) La existencia de medios críticos y conscientes para la
evaluación de la evidencia es lo que distingue a la historiografía griega y a la nuestra de
la de los antiguos israelitas. Cumpliendo con esta obligación, 4) el historiados hace lo
que puede para sumergirse en la cultura extranjera aprendiendo el lenguaje, las
instituciones, la religión, etc., de esa cultura.
Está claro que semejante descripción del Israel de la antigüedad parece ser
producto de la perspectiva de los historiadores deuteronómicos. Por consiguiente, el
historiador o estudioso de la Biblia de la actualidad enfrenta varias complicaciones: 1)
hasta qué punto esa descripción se ajusta a la realidad de la colectividad en ese
momento, 2) hasta qué punto se encontraba esa avenencia en el reino del norte de Israel,
y, con ello, las implicaciones de nuestro uso de la categoría “nación”, dadas las
relaciones, a veces beligerantes, entre Israel del norte y Judea; 3) hasta qué punto la
naturaleza del culto a Yavé, el cual, si en algún momento fue monolatrous (incluso con
el culto a asherah), contribuyó a la formación de Israel como nación, con Jerusalén
como centro; y 4) hasta qué punto es esta comprensión una representación fiel de la
visión preponderante durante el reinado de Josías.
[1]
Sobre estos problemas, todavía son útiles Max Weber, The Methodology of the Social
Sciences (Glencoe: The Free Press, 1949); la introducción metodológica de Economy
and Society, de Weber (Berkeley: The University of California, 1978); y Heinrich
Rickert, The Limits of Concept Formation in Natural Science: A Logical Introduction to
the Historical Sciences (Cambridge: Cambridge University Press, 1986).
[2]
Ver Michael Oakeshott, On History and Other Essays (Totowa: Barnes and Noble,
1983).
[3]
Se ve un ejemplo de un intento similar en el artículo (por lo demás bastante bueno) de
Bruce Routledge, “The antiquity of the nation? Critical reflections from the ancient
Near East,” Nations and Nationalism 9 (2), 2003, 213-233.
[4]
Ver Arnaldo Momigliano, The Classical Foundations of Modern Historiography
(Berkeley: University of California Press, 1990); and Studies in Historiography (New
York: Harper, 1966)
[5]
Ver Auch eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der Menscheit de Herder; y
Steven Grosby, “Herder’s Idea of the Nation” in Athena Leoussi, ed., Encylopaedia of
Nationalism (New Brunswick: Transaction, 2001).
[6]
Ver Hans Freyer, Theory of Objective Mind: An Introduction to the Philosophy of
Culture (Athens: University of Ohio Press, 1998). Para leer sobre investigaciones
recientes sobre costumbres funerarias, ver Rachel Hallote, Death, Burial, and Afterlife
in the Biblical World (Chicago: Ivan Dee, 2001). Para ver ejemplos recientes de un
análisis comparativo que emplea características transhistóricas como “primordial” y
“era axial,” ver S.N. Eisenstadt, Japanese Civilization: A Comparative View (Chicago:
University of Chicago Press, 1996), y The Origin and Diversity of Axial Age
Civilizations (Albany: State University of New York Press, 1986). El ejemplo clásico de
análisis comparativo siguen siendo las obras de Max Weber sobre el judaísmo,
hinduismo, confucianismo y protestantismo de la antigüedad.
[7]
En el caso de Asiria, ver Peter Machinist, “Assyrians on Assyria in the First
Millennium B.C.” en Kurt Raaflaub, ed., Anfänge politischen Denkens in der Antike
(München: R. Oldenbourg, 1993). Para leer sobre los problemas de aplicar la categoría
de nación a la Grecia y Roma de la antigüedad, ver Frank Walbank, “The Problem of
Greek Nationality” y “Nationality as a Factor in Roman History” en Selected Papers
(Cambridge: Cambridge University Press, 1985); Para leer sobre el arameo y la
Armenia de la antiguedad, ver los capítulos relevantes de Biblical Ideas of Nationality.
Ver también Anthony D. Smith, The Nation in History, The Menahem Stern Jerusalem
Lectures (Hanover: University Press of New England, 2000).
[8]
For the “tribe” of the ancient Near East as a territorially constituted collectivity, see
the articles by M.B. Rowton on “enclosed nomadism.” For the bearing of the apparent,
historically perennial expression of territorial forms of kinship on early Christianity, see
the chapters “The Category of the Primordial in the Study of Early Christianity and
Second-Century Judaism” and “Nationality and Religion” in Biblical Ideas of
Nationality.