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Acta de independencia de honduras 1821

ACTA DE INDEPENDENCIA

"PALACIO NACIONAL de Guatemala, 15 de septiembre de 1821. Siendo públicos e ineludibles


los deseos de independencia del Gobierno Español que por escrito y de palabras ha
manifestado el pueblo de esta capital: recibidos por el último correo diversos oficios de los
Ayuntamientos constitucionales de Ciudad Real, Comitán y Tuxtla, en que comunican haber
proclamado y jurado dicha independencia excitan a que se haga lo mismo en esta ciudad:
siendo positivo que han circulado iguales oficios a otros ayuntamientos: determinado de
acuerdo con la excelentísima diputación provincial, el Ilustrísimo Señor Arzobispo, los señores
individuos que diputasen la Excelentísima Audiencia Territorial, el venerable señor Deán y
Cabildo Eclesiástico, el Excelentísimo Ayuntamiento, el muy Ilustre Claustro, el Consultado y el
muy Ilustre Colegio del Abogados, los prelados regulares, jefes y funcionarios públicos
congregados todos en el mismo salón; leídos los oficios expresados: discutido y meditado
completamente el asunto; y oído el clamor de "¡Viva la Independencia!" que repetía de
continuo el pueblo que se veía reunido en las calles, plaza, patio, corredores y antesala de este
Palacio, se acordó por esta Diputación e individuos del Excelentísimo Ayuntamiento:

1º.- que siendo la Independencia del Gobierno español la voluntad general del pueblo de
Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el
señor jefe Político la mande publicar para prevenir las consecuencias que serian temibles en
caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.

2º.- que desde luego se circulen oficios a las provincias, por correos extraordinarios, para que
sin demora alguna se sirvan proceder a elegir Diputados o Representantes suyos, y éstos
concurran a esta capital a formar el Congreso que debe decidir el punto de Independencia y
fijar, en caso de acordarla, al forma de gobierno y ley fundamental que debe regir.

3º.- Para facilitar el nombramiento de Diputados, se sirvan hacerlo las mismas juntas
electorales de provincia que hicieron o debieron hacer las elecciones de los últimos Diputados
a Cortes.

4º.- que el número de estos Diputados sea en proporción de uno por cada quince mil
individuos sin excluir de la ciudadanía a los originarios de África.

5º.- que las mismas juntas electorales de provincia, teniendo presente los últimos censos,
sirvan determinar, según esta base, el número de Diputados o Representantes que deban
elegir.

6º.- Que en atención a la gravedad y urgencia del asunto, se sirvan hacerlas elecciones de
modo que, el día 1º de marzo del próximo año de 1822, estén reunidos en esta capital todos
los Diputados.

7º.- Que entre tanto, no haciéndose novedad en las autoridades establecidas, sigan éstas
ejerciendo sus atribuciones respectivas con arreglo a la constitución, decretos y leyes, hasta
que el Congreso indicado determine lo que sea más justo y benéfico.

8º.- Que el señor Jefe Político, Brigadier Don Gabino Gaínza, continúe con el Gobierno Superior
político y militar; y para que éste tenga el carácter que parece propio de las circunstancias, se
forme una Junta Provisional Consultiva, compuesta de los señores individuos actuales de esta
Diputación Provincial y de los señores Don Miguel Larreynaga, Ministro de esta Audiencia; Don
José del Valle, Auditor de Guerra; Marqués de Aycinena; Doctor José Valdés, Tesorero de esta
Santa Iglesia: Doctor don Angel María Candina; y Licenciado don Antonio Robles, Alcalde 3º
Constitucional: el primero, por la provincia de León, el segundo, por la de Comayagua, el
tercero, por Quezaltenango, el cuarto, por Sololá y Chimaltenango, el quinto, por Sonsonate y
el sexto, por al Ciudad Real de Chiapas.

9º.- Que esta Junta Provincial consulte al señor Jefe Político en todos los asuntos económicos y
gubernativos de su atención.

10º.- Que la religión Católica, que hemos profesado en los siglos anteriores y profesaremos en
lo sucesivo se conserve pura e inalterable, manteniendo vivo el espíritu de religiosidad que ha
distinguido siempre a Guatemala, respetando a los ministros eclesiásticos, seculares y
regulares, y protegiéndoles en sus personas y propiedades.

11º.- Que se pase oficio a los dignos prelados de las Comunidades religiosas para que
cooperando a la paz y al sosiego, que es la primera necesidad de los pueblos cuando pasan de
un gobierno a otro, dispongan que sus individuos exhorten a la fraternidad y concordia a los
que estando unidos en el sentimiento general de independencia, deben estarlo también en
todo lo demás, sofocando pasiones individuales que dividen los ánimos y producen funestas
consecuencias.

12º.- Que el Excelentísimo Ayuntamiento, a quien corresponde la conservación del orden y


tranquilidad, tome las medidas más activas para mantenerla imperturbable en toda esta
capital y pueblos inmediatos.

13º.- Que el señor Jefe Político publique un manifiesto haciendo notorio a la faz de todos, los
sentimientos generales del pueblo, la opinión de las autoridades y corporaciones, las medidas
de este Gobierno, las causas y circunstancias que lo decidieron a prestar en manos del señor
Alcalde 1º, a pedimento del pueblo, el juramento de Independencia y fidelidad al Gobierno
Americano que se establezca.

14º.- Que igual juramento preste la Junta Provisional, el Excelentísimo Ayuntamiento, el


Ilustrísimo señor Arzobispo los Tribunales, Jefes Políticos y Militares, los prelados regulares,
sus comunidades religiosas, jefes y empleados en las rentas, autoridades, corporaciones y
tropas de las respectivas guarniciones.

15º.- Que el señor Jefe Político, de acuerdo con el Excelentísimo Ayuntamiento disponga la
solemnidad y señale el día en que el pueblo debe hacer la proclamación y juramento
expresado de Independencia.

16º.- Que el Excelentísimo Ayuntamiento disponga la acuñación de una medalla que perpetúe
en los siglos la memoria del día QUINCE DE SEPTIEMBRE DE MIL OCHOCIENTOS VEINTIUNO, en
que Guatemala proclamó su feliz Independencia.

17º.- Que imprimiéndose esta Acta y el Manifiesto expresado se circule a las Excelentísimas
diputaciones provinciales, ayuntamientos constitucionales y demás autoridades eclesiásticas
regulares, seculares y militares para que siendo acordes en los mismo sentimientos que ha
manifestado este pueblo, se sirvan obrar con arreglo a todo lo expuesto.

18º.- Que se cante, el día que designe el señor Jefe Político, una misa solemne de gracias, con
asistencia de la Junta Provisional, de todas las autoridades, corporaciones y jefes, haciéndose
salvas de artillería y tres días de iluminación.
Palacio Nacional de Guatemala, Septiembre quince de mil ochocientos veintiuno.

Gabino Gaínza, Antonio García Redondo, Francisco de Paula Vilches, Mariano Gálvez, José
Matías Delgado, Miguel Larreynaga, Tomás O`Horán, Serapio Sánchez, José Francisco Córdova,
Santiago Milla, José Antonio Larrave, Mariano de Aycinena, Antonio Rivera Cabezas, Isidoro del
Valle y Castriciones, Pedro Molina, Francisco Barrundia, Pedro de Arroyave, Mariano
Beltranena, Angel María Candina, José Mariano Calderón, Manuel Antonio Molina, José
Domingo Diéguez, Secretario y Lorenzo Romaña, Secretario.

ANÁLISIS DEL ACTA DE 1821

Este es el documento que jamás ha sido pensado públicamente, aunque ha sido y es


mencionado de manera grandilocuente, es referido a la Patria, pero no a las condiciones
políticas e históricas, no es trabajado con referencia a los intereses de los protagonistas que lo
concibieron, redactaron y aprobaron; en fin, el acta ha sido despojado de su valor histórico
propio, y en consecuencia, ha sido enterrado y soterrado, hasta ahora.

En el documento se refleja la actuación de dos partes enfrentadas y con diferentes intereses y


protagonismos: por un lado, los funcionarios del poder colonial, que maniobran
contradictoriamente entre sí, y por otro lado, el pueblo de la ciudad de Guatemala que
presiona, realmente, por una real independencia de España.

En el bloque de los funcionarios estaban los que no querían la independencia de España, los
que estaban dispuestos a firmar un acta de independencia para anexionarse después al
Virreynato de Nueva España (México), y en el caso de los criollos de San Salvador, los que
querían, sobre todo, los que querían sacudirse el predominio económico de los criollos de
Guatemala sobre la provincia de San Salvador.

Vistas las cosas así, resulta que los hombres reunidos el 15 de septiembre de 1821, en el
Palacio Nacional de Guatemala, no eran rigurosamente independentistas frente a la metrópoli
española, y que los verdaderamente independentistas eran el pueblo que estaba en la calle
exigiéndola a gritos, y metiéndoles miedo a los señores que vacilaban al interior del palacio.

Esta lógica es la que explica el texto del acta, porque como sabemos, para interpretar un texto
hay que conocer su contexto, y en este caso su contexto histórico. El acta en referencia puede
dividirse en 5 partes, y en sus 18 numerales encontramos una atención al Congreso que,
posteriormente, en el mes de marzo de 1822, determinaría la independencia de España.

Esto quiere decir que el 15 de septiembre no es la fecha definitiva de la independencia. Luego


viene la parte que va del número 7 al 9, en donde se establece claramente que se trata de una
independencia sin independencia, o una especie de cambio pero sin cambio.

La tercera parte, que va del número 10 al 11, establece el poderío de la iglesia católica, en
tanto que el número 12 es el texto que garantiza el orden y tranquilidad, y del 13 al 18, se
establece el protocolo y los actos oficiales correspondientes.

En el número 1 del documento encontramos la confrontación histórica real de la coyuntura de


1821. El texto dice que la independencia debe ser pública “para prevenir las consecuencias que
serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Aquí encontramos
el sentido excluyente de este texto y la voluntad política de quienes lo redactaron o firmaron.
Lo cierto es que revela la existencia de la confrontación real entre los sectores populares
realmente independentistas y la de los funcionarios y miembros de las elites políticas y
económicas que consideraban que era necesario evitar que el pueblo hiciera en realidad la
independencia, porque en ese caso, dicen los señores en su texto, que las consecuencias
serían temibles.

A continuación, y confirmando que el acta del 15 de septiembre no era el documento


definitivo, se pasa a organizar la convocatoria al Congreso que el siguiente año, 1822, debía
decidir “el punto de independencia general y absoluta, y fijar en caso de acordarla, la forma de
gobierno y ley fundamental que deba regir”.

En los siguientes numerales se desarrolla el procedimiento de convocatoria; mientras tanto, el


Brigadier Gabino Gaínza, funcionario español, nombrado por España para gobernar la
Capitanía General de Guatemala, dice el texto, “continúe con el gobierno superior político y
militar”, es decir, que no hubo ninguna independencia, y mas bien fue una maniobra para
aplacar las exigencias populares y ganar tiempo para sus intrigas palaciegas.

Pero, además, los señores disponen formar “una Junta Provisional Consultiva” para que el
gobierno continuista de Gaínza “tenga el carácter que parece propio de las circunstancias”. Por
si esto fuera poco, ocurre que esta Junta Provisional Consultiva, que debía ser consultada por
Gaínza, es la que debía consultar al señor jefe político “en todos los asuntos económicos y
gubernativos”. Esto quiere decir, ayer, hoy y siempre, que estos no eran independentistas, y
no tenían interés en romper con la metrópoli.

La iglesia católica tenía un papel político muy importante en los acontecimientos y el texto le
asegura el monopolio de esta fe, los cargos ocupados y, además, a los ministros eclesiásticos
seculares y regulares les garantiza protección “en sus personas y propiedades”, y se les da la
tarea política de sofocar la pasión independentista del pueblo para que no se dividan los
ánimos y no se produzcan “funestas consecuencias”.

En esta parte, el texto llega a ser perverso y antipopular y nos muestra el miedo profundo que
se le tenía al pueblo independentista, al que había que controlar mediante la fuerza y el
trabajo ideológico de la iglesia católica. Lo que sigue en el documento hasta el número 18 es el
protocolo de la ocasión. Hay que hacer notar que en el número 13, Gabino Gaínza debía
publicar un manifiesto informativo de lo que se había hecho, pero sin una fecha concreta para
hacerlo.

En realidad, el acta de independencia del 15 de septiembre de 1821, debe ser tratado


históricamente, y debe ser salvado en esa calidad, pensado, estudiado, discutido, en su
contexto histórico, para revelar la lucha política, los intereses enfrentados y el papel del
pueblo y las elites, dentro de la coyuntura. Es necesario romper, desde abajo y desde arriba, el
silencio sobre este documento, para poner en su sitio, desde las diferentes visiones e intereses
actuales, el pasado histórico, de manera de encontrar ahí las pistas que necesitamos para
enfrentar y resolver nuestros problemas actuales.

El mayor fracaso histórico que se engendraba en 1821 era que Centroamérica, como realidad
política, necesaria, vital e imprescindible, actualmente, no estaba apareciendo en las cabezas,
en los bolsillos y en los propósitos de las fuerzas, personas e intereses, reunidos en el Palacio
Nacional de Guatemala, y hasta hoy, 5 pequeños, pobres y atrasados países, se debaten entre
la miseria de los pueblos y la opulencia ofensiva de los dominadores.

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