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Antigüedad – II.

Filosofía ática

causa de todo lo que absolutamente hablando es. Y así le correspondería


el nombre de «teología» (Met. E, 1). Se nos ocurriría objetar que en esta
denominación la metafísica deja de ser ciencia general para convertirse en
ciencia particular, en ciencia de una región del ser, ya sea de Dios, ya más
en general de todo aquello que pueda ser considerado como separado e
inmóvil. Se ha creído que, en esto último, Aristóteles está en contradicción
con la concepción de la metafísica antes enunciada, como ciencia del ser
en general, sin determinación alguna de particulares sectores del ser. Ello
sería un resabio de la concepción de la metafísica del joven Aristóteles
aún bajo el influjo de Platón. Se harían allí patentes las tendencias teo-
logizantes de Platón que separan radicalmente el reino de lo sensible del
de lo suprasensible, mientras que la definición del ◊n Œ ‘n del Aristóteles
posterior comprendería todo el ser, sin la anterior discriminación, en un
gran sistema unitario; y esta última sería más conforme con el Aristóteles
verdadero, independiente (Jaeger).
Con todo, habremos de notar que la ciencia de lo primero y del motor
inmóvil no está ciertamente en contradicción con la ciencia del ser en gene-
ral, como tal, sino que sería justamente su continuación y complemento.
Si se considera el ser como tal, esta consideración lleva de suyo a un funda-
mento último suficiente del ser; en efecto, este problema del fundamento del
ser es uno de los más capitales puntos tocados en la ontología aristotélica.
La teología y la ontología no están separadas, ni constituyen en Aristóteles
dos ciencias independientes, como lo han sido en la Edad Moderna desde
C. Wolff, sino que la teología en él es el complemento y la coronación de la
ontología; y esto no solo en el joven Aristóteles, sino también en el maduro.
Lo mismo que en los presocráticos y luego en Platón, también aquí, en
Aristóteles, la ciencia del ser se convierte en teología, es decir, en doctrina
filosófica de Dios, a diferencia de la primitiva puramente mítica. Por ello
coinciden las tres definiciones aristotélicas de la metafísica.

El ser explicado por sus principios (metafísica general)

Aristóteles se acerca al ser desde cuatro puntos de vista, las cuatro causas
o principios. Por principio entiende en general lo mismo que entenderá
santo Tomás de Aquino, «aquello de lo que algo procede de algún modo».
En los principios se nos muestran los fundamentos y las causas a través
de las cuales el ser entra en juego, su devenir, sus múltiples formas, todo
el proceso mundano; por ellos, en una palabra, el ser tiene su explicación
y su sentido. Estos principios o causas son la sustancia y la forma (oŸsÖa,
morfª), la materia (€lh), la causa y principio del movimiento (t’ ”qen π
¢rcæ t¡j kinªsewj), y el fin (t’ o· õneka) (Met. A, 3).

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