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—¿Ah?

Con voz muy suave, un suspiro que se fundió con el viento tranquilo que soplaba en la verde
arboleda, la doncella de tersa y nívea piel expresaba su sorpresa, poniéndose en pie mientras,
con la cabeza virada, observaba a la chica a sus espaldas.

Previamente se encontraba acuclillada frente al riachuelo, metiendo sus finos dedos


blanquecinos en el interior de las cristalinas aguas dulces, sintiendo la apacible corriente. Una
pequeña sonrisa, como la que emitiese una niña pequeña, se dibujo en el rostro de la muchacha.
La repentina voz que le llegó desde atrás la tomó por sorpresa, al punto de casi soltar la piruleta
que mantenía dentro de su boca.

Era una jovencita de corta estatura y cabellos azules. Pese a que era raro encontrar a alguien por
aquellos solitarios parajes, la ajena no se veía sospechosa ni con malicia. Para mayor sorpresa, la
nueva "artista en escena" invitaba a la joven mujer de hielo a hacerle compañía.

—¿Celebrar...?—

La joven mujer de las nieves respondió con aquella voz tan suave, casi imperceptible, como si
fuera el susurro de un hada. En efecto, en aquellas tierras ella no era más que una forastera, por
lo que no era extraño que desconociera las festividades de la población aledaña a la tranquila
foresta verde por la cual se encontraba dando un paseo.

—No sabía—

La dama de blanca tez expresó, nuevamente con aquellos aires neutrales y sigilosos. Sus
cristalinos ojos azules no dejaban de atender a la jovencita desconocida, la cual no dejaba de
sonreír. Quizá aquella sonrisa logró tranquilizar un poco a la joven yōkai, pues se acercó un paso,
un único paso a la chica frente a ella. Y aún más, se atrevió a hacer una pregunta, que de igual
manera, salió en forma de un pacífico, y armónico, soplido tímido.

—¿Tú...no celebras?—

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