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Aunque dudé, creo que elegí la mejor opción.

Miré hacia al frente nervioso y lo vi a los


ojos, sentí como el viento soplaba como un mar de sinfonías al rozar mi rostro. Suspiré
varias veces intentando borrar esos malos recuerdos que en aquel momento pasaban
por mi mente, pero era inútil ya que me llenaba de angustia y ansiedad. Solté la rosa
roja que cargaba en mis brazos por desquite, yo sabía que era insuficiente la intención
de visitar su tumba; pero sé que mi padre, en algún lugar esta mirándome.

Por: Harold Eduardo Urrego

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