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EL

NACIONALISMO VASCO DE SABINO


ARANA

ANTIESPAÑOLISMO, INTEGRISMO Y RACISMO



Autor: Juan Carlos Ruiz Franco








“Los vascos de mi generación hemos vivido una niñez y una adolescencia
inmersas en el culto clandestino a la memoria del fundador, de Sabin (...) Era
un culto visual: un culto al visus, al rostro”
- Jon Juaristi, El bucle melancólico





“Antiliberal y antiespañol es lo que todo vizcaíno debe ser”


- Sabino Arana



“El mundo del nacionalismo vasco ha arrancado de esa idea de que somos
distintos y somos superiores. Para Sabino Arana, el maqueto era un señor
moreno y bajo, lujurioso, irreligioso; en cambio, el vasco era guapo, alto,
noble, casto, etc. Pero, ¿quién puede creer eso? Hay que tener una cabeza un
poco especial”
- Julio Caro Baroja



“El carlismo se cura leyendo, y el nacionalismo viajando”


- Pío Baroja

ÍNDICE DE CONTENIDOS

1. INTRODUCCIÓN GENERAL 5

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS 10
2.1. La Vasconia antigua y medieval 9
2.2. Vasconia en la Edad Moderna. Los fueros 16
2.3. Vasconia en la Edad Contemporánea. Las guerras carlistas. La
polémica de los fueros 24

3. EL FUERISMO Y SUS AUTORES 38


3.1. Precedentes 38
3.2. Joseph-Augustin Chaho, el precursor 40
3.3. Principales autores fueristas 43

4. SABINO ARANA Y GOIRI, EL FUNDADOR 49


4.1. Niñez y juventud 49
4.2. El descubrimiento del nacionalismo 53
4.3. Inicio de la actividad política (1893-1898) 57
4.3.1. Bizkaya por su independencia 57
4.3.2. La invención de la tradición y el falseamiento de la historia
61
4.3.3. El periódico Bizkaitarra 69
4.3.4. La fundación del Eukeldun Batzokija 71
4.3.5. Ideología de la primera fase del pensamiento de Sabino Arana. El
antimaketismo y el racismo 77
4.3.6. Conclusión de la primera fase de su pensamiento 87
4.4. La segunda fase de su evolución política (1898-1902)
89
4.5. La boda con Nicolasa Achicallende 94
4.6. La evolución españolista 100

5. EL NACIONALISMO VASCO DESPUÉS DE SABINO ARANA


106
5.1. La primera expansión del PNV. Éxitos y fracasos 107
5.2. La escisión. La dictadura de Primo de Rivera 112
5.3. El nacionalismo vasco durante la Segunda República y la Guerra
Civil 115

6. CONCLUSIONES: LA PERVIVENCIA DE SABINO ARANA, EL


ANTIESPAÑOLISMO Y EL FALSEAMIENTO DE LA HISTORIA
122

BIBLIOGRAFÍA 125

1. INTRODUCCIÓN GENERAL
En el siglo XIX existen dos concepciones sobre la nación: la francesa y la
alemana. La primera nace con la Revolución Francesa en 1789, con el
precedente de la Independencia de los Estados Unidos; es de carácter liberal,
identifica a la nación con el pueblo, el conjunto de ciudadanos, defiende que la
voluntad popular es necesaria para que exista y se extiende por Europa con la
invasión napoleónica y las posteriores revoluciones liberales de 1820, 1830 y
1848. La segunda nace con el romanticismo alemán, es de carácter
tradicionalista, identifica la nación con una esencia intemporal que está por
encima de la ciudadanía; se basa en la raza, la lengua, la historia o el “espíritu
del pueblo” (Volkgeist), y se encuentra al margen de la voluntad popular.
Como veremos en el presente ensayo, Sabino Arana se aparta de la tradición
francesa y se aproxima a la alemana -a pesar de no haber leído a Herder y
Fichte- debido a su antiliberalismo y tradicionalismo. Su idea de nación es
romántica, aunque se trate de un romanticismo muy tardío, décadas después de
que tenga lugar el alemán.
Dentro de las tres generaciones en que suelen dividirse los nacionalismos, el
que defenderá Arana pertenece a la tercera, la propia de los nacionalismos
centrífugos, los característicos de grupos étnicos o culturales que reivindican
su independencia respecto de ciertos estados, sin llegar a conseguirla, y que
actualmente son los más dinámicos política y socialmente. Se trata de la
llamada “cuestión de las nacionalidades”, o no correspondencia entre las
fronteras estatales y los grupos nacionales, que, según Keating:
Ha constituido una característica recurrente de la política europea desde la consolidación de
los estados en el siglo XIX. Dicha falta de correspondencia puede surgir a causa de un
nacionalismo unificador de territorios fragmentados; del irredentismo cuando una minoría se
encuentra separada de su patria transfronteriza; de la existencia de una minoría a caballo de
dos estados que no son su territorio original; o de la presencia de una nación dentro de un
1
estado más amplio .

Para Sabino Arana, la nación no es una creación histórica, sino una esencia
metafísica, eterna e inmutable, “que data de la noche de los tiempos, pues es
2
una creación de la Providencia divina” . Su concepción es 1) esencialista, y la
esencia de la nación vasca es la raza; 2) providencialista, ya que, según él,
Vizcaya fue creada por Dios; 3) tradicionalista, puesto que añora lo bueno de
la tradición, que identifica con las leyes antiguas de Vasconia, los fueros, por
cuya restauración luchará, como veremos; 4) integrista, porque uno de los
pilares es la religión católica, y el objetivo último de su nacionalismo es la
salvación celestial de su pueblo. Como bien dice De la Granja, su esencialismo
no le impide formular una doctrina historicista, dado que recurre a la historia
para probar la existencia inmemorial de su nación, aunque habría que decir
más bien que recurre a la leyenda, ya que siempre maneja datos no
demostrados, mitos en lugar de hechos históricos.
Uno de los elementos básicos de los estados-nación durante el siglo XIX es el
hecho de contar con una historia nacional, elaborada por una historiografía
nacionalista en cada país. La nación y la historia se complementan, y sus
vínculos serán muy estrechos. De esto se deriva la importancia que han tenido
los historiadores en el despertar de la conciencia nacional en diversos pueblos.
Dado que las naciones y los nacionalismos son una novedad en el siglo XIX,
necesitan dotarse de una antigüedad que les conceda legitimidad política, y
para ese fin recurren a la historia, en algunos casos con fundamentos
auténticos, pero frecuentemente con tradiciones falsas o inventadas. Se trata de
un fenómeno muy común, para el que se ha acuñado la denominación de
“invención de la tradición”, que es también el título de un libro de Hobsbawm,
del cual citamos algunos pasajes relevantes:
El termino “tradicion inventada” se usa en un sentido amplio, pero no impreciso. Incluye
tanto las “tradiciones” realmente inventadas, construidas y formalmente instituidas, como
aquellas que emergen de un modo dificil de investigar durante un periodo breve y
mensurable, durante unos pocos años, y se establecen con gran rapidez (...)
La “tradicion inventada” implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas
aceptadas abierta o tacitamente y de naturaleza simbolica o ritual, que buscan inculcar
determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual
implica automáticamente continuidad con el pasado. De hecho, cuando es posible,
normalmente intentan conectarse con un pasado histórico que les sea adecuado.
Inventar tradiciones, como se asume aquí, es esencialmente un proceso de forrnalización y
ritualización, caracterizado por la referencia al pasado, aunque solo sea al imponer la
repetición. EI proceso actual de creación de estos rituales y simbólicos complejos no ha sido
adecuadamente estudiado por los historiadores. En gran parte continúa siendo oscuro. Se
puede decir que se ejemplifica de manera más clara cuando una “tradición” se inventa
3
deliberadamente y es construida por un unico iniciador .
En nuestro caso, ese “iniciador” es, evidentemente, Sabino Arana, el fundador
del nacionalismo vasco.
El Romanticismo apeló con frecuencia a la Antigüedad y la Edad Media, lo
cual estaba claramente vinculado a la idea de nación de procedencia
germánica, que ya hemos citado. De ese modo fomentó la invención del
pasado mediante una abundante literatura histórico-legendaria. Todo
nacionalismo requiere y crea un mito fundacional a partir del cual surge la
nación, que se sitúa en una época heroica: se trata del mito de la “edad de oro”
4
perdida y de la independencia primitiva, que pretende recuperar en el futuro .
La historia se convierte en un instrumento a su servicio, además de ser un
elemento importante de su ideología: de ahí nace su manipulación por parte de
los nacionalismos, con el fin de adecuarla a sus postulados e intereses. Por lo
que a nosotros más nos interesa, la concepción que de la nación tiene Sabino
Arana se caracteriza por ser tradicionalista e historicista, y al no gustarle el
pasado de su pueblo se lo inventa y sustituye la historia real por una
5
“mitología retrospectiva” .
En el caso concreto de Vasconia, los mitos sobre sus orígenes son el
tubalismo, el vasco-iberismo, el vasco-cantabrismo, la independencia
originaria, la invencibilidad, el monoteismo primitivo, la temprana
evangelización, la batalla de Arrigorriaga y el origen pactado del Señorío de
Vizcaya, el igualitarismo y la “democracia vasca”. A lo largo de este ensayo
explicaremos todos ellos. Aquí bástenos decir que el fuerismo, el movimiento
de defensa de los fueros privilegiados de las provincias vascongadas, recurre
constantemente a la historia para defender la supervivencia del régimen
tradicional de esos territorios; pero la historia no es suficiente y se recurre a la
literatura, sobre todo la novela histórica y las leyendas. Esto ocurre hasta tal
punto que a mediados del siglo XIX la literatura legendaria sustituye a la
historia como argumento ideológico para ensalzar los fueros y el pasado
vasco, lo cual se debe a que la historiografía fuerista tiene cada vez más
dificulades para sostener sus mitos ante el avance de la historiografía
científica, basada en hechos. Por otra parte, en Vasconia nunca ha existido un
estado que reuniera a todos los territorios, excepto posiblemente el reinado de
Sancho el Mayor de Navarra, a comienzos del siglo XI. Estas carencias las
compensan la imaginación de los escritores fueristas, un fenómeno estudiado
por Jon Juaristi en su obra El linaje de Aitor. El movimiento fuerista preparó
el terreno -y marcó el camino- a Sabino Arana, que conserva mitos ya
establecidos e inventa otros suyos propios, que explicaremos más adelante,
cuando hagamos referencia a su primer libro publicado, Bizkaya por su
independencia, que precisamente supone el inicio de su carrera política. Su
apego por los mitos y las leyendas, que le permiten establecer una base sobre
la que elaborar su ideología política, es lo que le lleva a criticar la
historiografía vasca: dando la vuelta por completo a la cuestión, afirma que los
historiadores habían tergiversado o falseado la historia del pueblo vasco, al
considerarlo parte integrante de la nación española. No salva a ningún
historiador porque ninguno ha sido nacionalista. Sólo escribió una reseña
historiográfica, la de la Historia General del Señorío de Bizkaya, de Estanislao
de Labayru, la historia de Vizcaya más importante, en la que se tiraban por
tierra todos los mitos tradicionales. De la Granja afirma que Arana publicó un
extenso “juicio crítico”, que se dedicó sólo a su primer tomo y en el que se
limitó a comentar el prólogo y las láminas anexas. Después de eso, le critica
por motivos ideológicos, afirmando que, igual que todos los historiadores
vascos que le precedieron, Labayru tenía el vicio de desconocer a su Patria y
adoptar espontáneamente la extranjera. Este juicio deja bien claro que el
interés de Arana por la historia está en función de su doctrina nacionalista:
sólo es útil si está de acuerdo con su idea de la nación vasca. Ante este
objetivo político, todo lo demás es secundario. No importa que la
historiografía sea buena o mala, sino sólo si es patriótica (nacionalista) o no,
hasta el extremo de preferir leyendas escritas por amor a la patria que una
6
recopilación de hechos demostrados, como la obra de Labayru . Esos mitos y
leyendas se fueron creando ya al final de la Edad Media, se conservaron y
acrecentaron con los autores fueristas, y por último los adoptó y volvió a
potenciar Sabino, con lo que han llegado hasta nuestros días como artículos de
fe del pueblo vasco, que tiene sobre sí mismo y su historia una idea muy
distorsionada y alejada de la realidad y de los datos demostrados. Además de
distorsionada, su visión del pasado es romántica, providencialista, maniquea y
mesiánica.
Ya hemos aludido al Romanticismo. En lo que respeta al providencialismo,
para Arana, Dios, creador de las naciones, es también el motor de la historia:
la Providencia divina es un factor esencial suyo. Ese providencialismo encaja
perfectamente con su integrismo religioso. En lo que respecta a su
maniqueísmo y mesianismo, los iremos viendo a lo largo de estas páginas.
Por todo ello, Sabino Arana Goiri fue algo más que el fundador del Partido
Nacionalista Vasco; fue el padre de la nación vasca, a la que dio un nuevo
nombre: “Euzkadi”. Su invención de la nación tuvo mucho de descubrimiento,
de imaginación y de falseamiento. Pero no fue el inventor de la tradición
vasca, pues ya había sido inventada por el fuerismo romántico, y a pesar de ser
tradicionalista y de presentarse como “restaurador” de la tradición, representó
una ruptura con la tradición política, literaria e historiográfica del País Vasco.
En realidad, en vez de restaurar, lo que hizo fue innovar; la aparición de su
7
nacionalismo constituyó una novedad en la Vasconia finisecular , una novedad
que poco a poco fue siendo aceptada por sectores cada vez más amplios de su
pueblo, hasta llegar al momento presente, en que los vascos tienen de sí
mismos una serie de creencias basadas principalmente en cuentos y
falsedades.

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
No es nuestro objetivo narrar la historia de Vasconia; sin embargo, además de
presentar unos antecedentes históricos, nos parece relevante citar los
acontecimientos más importantes, sobre todo teniendo en cuenta que Sabino
Arana, en la primera obra que publicó -Bizkaya por su independencia, a partir
de unos artículos suyos aparecidos en una revista- quiso sentar los precedentes
de su nacionalismo sobre cuatro batallas de la Edad Media que no eran más
8
que mitos, sin ninguna base histórica real .

2.1. La Vasconia antigua y medieval


Omitiendo lo que se sabe sobre la época prehistórica, podemos afirmar que,
mientras que la costa mediterránea de nuestra península tuvo contacto, desde
muy antiguo, primero con fenicios y griegos, y después con cartagineses y
romanos, el tercio norte tuvo que esperar a la conquista de estos últimos para
entrar de lleno en época histórica (con registros escritos, por tanto).
Anteriormente había tenido lugar el contacto entre los primitivos habitantes y
los pueblos indoeuropeos (celtas), que penetraron por los Pirineos
occidentales. Una de las fuentes principales de nuestro conocimiento de
aquella época es el geógrafo griego Estrabón, que redactó sus obras a finales
del siglo I a.C., y que ya nombra algunos de los pueblos montañeses que
ocupaban esta parte de la la antigua Hispania: galaicos, astures, cántabros y
vascones, comenzando por el extremo occidental.
Después de la victoria en la Segunda Guerra Púnica, los romanos
emprendieron la conquista de todo el territorio peninsular, que sólo se
completó en tiempos de Augusto. Como consecuencia del temprano contacto
de la zona mediterránea con fenicios y griegos, y por el mayor aislamiento del
resto, Roma se encontró con una gran desigualdad en lo referente al progreso,
con una zona norte en un estado cuasi-prehistórico, en contraste con la costa
mediterránea y el sur, regiones mucho más avanzadas. De este modo, los
autrigones, los caristios y los várdulos -los pueblos que ocupaban lo que
actualmente es el País Vasco-, y los vascones -en la actual Navarra y parte de
Aragón- se romanizaron, frente al perpetuo aislamiento que han defendido
ciertos autores interesados en ello. No obstante, a excepción de los territorios
más accesibles y poblados, la presencia civilizadora fue mucho menor que en
el resto de Hispania, lo cual puede ser la explicación de la supervivencia de la
antigua lengua de los vascones, que al este tenían como vecinos a los ilergetes
y los edetanos. Todos ellos habían tenido un intenso contacto con los pueblos
indoeuropeos procedentes de la actual Francia, que dejaron una profunda
huella en la toponimia y la lengua. De todas formas, sabemos menos sobre
ellos que sobre los cántabros o los astures, ya que los autores de la época
prestaron más atención a los pueblos que causaron más problemas ante la
conquista; en cambio, vascones, autrigones, caristios y várdulos normalmente
aceptaron de buen grado la romanización. Esto contradice el proverbial
aislamiento que normalmente se les ha atribuido: sin ninguna duda, formaron
parte del mundo romano. Su carácter pacífico hizo que se utilizaran para
repoblar las zonas situadas al oeste, más salvajes en principio. Esto aconteció
hasta el extremo de que posteriormente se hablara de los vascones como
vecinos inmediatos de los cántabros; pero de ningún modo se les puede
identificar por completo con los vascos modernos.
En contra de estos datos históricos, Sabino Arana, el fundador del
nacionalismo vasco y protagonista de este ensayo, afirmó rotundamente que
los vascos de la antigüedad siempre habían sido independientes, pasando por
encima de cartagineses, romanos, visigodos, árabes, asturianos, leoneses y
castellanos, hasta el fin de las guerras carlistas, momento en que habrían sido
absorbidos por España.
Los cántabros y los astures fueron, sin duda, los más belicosos ante la
conquista romana; pero no tuvieron relación directa con los otros pueblos
citados, los que habitaron lo que actualmente es Vasconia y Navarra, a pesar
del tan extendido mito vasco-cántabro, de nuevo en un intento por enfatizar su
presunto eterno deseo de independencia. Al contrario: en realidad quisieron
atraerse a los vascones para su causa, pero no lo consiguieron. Sin embargo,
muchos autores, y no pocos políticos, han querido convertir a los cántabros en
vascones para demostrar su espíritu indómito y enfatizar la reivindicación de
la hidalguía universal y los derechos forales de vizcaínos y guipuzcoanos.
En el año 476 acaba por desaparecer el Imperio Romano de Occidente, al
destronar el bárbaro Odoacro al último emperador, Rómulo Augústulo. Esa
fecha marca el final de la Antigüedad, y con ella de la civilización, y dan
comienzo los siglos oscuros, al principio de los cuales en Hispania penetran
los pueblos germánicos vándalos, suevos y alanos, dedicados principalmente
al pillaje, a excepción de su establecimiento en la zona de la actual Galicia.
Poco después son los visigodos los que ocupan casi todo el territorio
peninsular, pero no llegaron a dominar por completo la zona vascona, lo que
permitió a sus pobladores vivir -ahora sí- al margen del resto de lo que antes
había sido Hispania, especialmente las zonas más montañosas y situadas más
al norte. Así las cosas, los vascones se dedicaron esporádicamente a saquear
zonas dominadas por los visigodos, hasta que el rey Suintila les derrotara en
625 y se viesen forzados a firmar la paz. Posteriormente se vieron implicados
en las continuas luchas sucesorias que caracterizaron a los visigodos; por
ejemplo, en la revuelta del noble Froia contra el rey Chindasvinto. Pero los
vascones no fueron los únicos que crearon problemas a los visigodos: los
suevos, los bizantinos y los cántabros también fueron enemigos suyos; estos
últimos hasta que Leovigildo les sometió en el año 574. Además, no todo el
territorio de los vascones era hostil a los visigodos, sino que las zonas más
pobladas llegaron a integrarse, y sólo de nuevo la parte norte -poco poblada y
más atrasada- de Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra se resistió a quienes llegaron
a dominar gran parte de la península. De hecho, la ciudad visigoda más
importante del área vascona fue Pamplona, que envió sus obispos a los
concilios nacionales. Sin embargo, a pesar de la dominación visigoda
prácticamente total, ha sido una constante en autores y políticos vascos la
expresión “domuit vascones” (“dominó a los vascones”), afirmando que, si
casi todos los reyes visigodos se jactaban de ese título, es porque precisamente
nunca lograron subyugarlos. Lamentablemente para los nacionalistas, la citada
expresión no aparece ni una sola vez en los documentos de aquella época, ni
siquiera en Isidoro de Sevilla, sino que es una invención posterior, con el
eterno propósito de describir a los antiguos vascos como una raza indómita.

Conversión al catolicismo de Recaredo

Después de la invasión islámica y la caída de la monarquía visigoda,


propiciada por una guerra civil entre los bandos partidarios de dos sucesores
del rey Witiza, miles de cristianos se refugiaron en los bosques y montañas a
lo largo de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos, cuando las áreas más
accesibles de Navarra y Álava fueron conquistadas. De esos reducidos
territorios surgió el reino de Oviedo, que inició la resistencia contra los árabes.
En lo que respecta a los vascones, los anteriormente cristianos del reino de
Navarra se convirtieron al Islam y sólo a mediados del siglo IX se pusieron del
lado de los astures. Con el paso del tiempo tomaron forma los reinos de
Asturias-León, Castilla, Navarra y Aragón, que fueron creciendo poco a poco
a costa de los reinos de taifas y de la amplia zona despoblada que había entre
mahometanos y cristianos. A partir de 1212, año de la famosa batalla de Las
Navas de Tolosa, la zona musulmana quedó reducida al reino nazarí de
Granada, que sobrevivió hasta que los Reyes Católicos decidieron acabar con
él.
Del reino astur-leonés logró independizarse el de Castilla, así denominada por
los numerosos castillos que había en su territorio. En cuanto a la Vasconia de
aquellos primeros tiempos, nos ha llegado muy poca información, que sólo
comienza a ser clara a partir del siglo X. Parece ser que el conde castellano
Fernán González dominó amplias zonas del territorio vasco, con el título de
conde de Álava, entre otros, y que esta región también dependió de Navarra
durante el siglo XII. No obstante, a partir del año 1200 ya aparece vinculada a
Castilla, si bien con el estatus de señorío. Esta condición duró hasta 1332,
cuando ya pasó a formar parte plenamente del reino de Castilla, de manera
voluntaria: no sucedió que fuese un estado independiente, sino que
coexistieron dos jurisdicciones, la real en las villas y la de la Cofradía de
Arriaga entre los señores. En 1332, la Cofradía desaparece y todo el territorio
pasa a ser de jurisdicción real.
En lo relativo a Vizcaya, los primeros documentos nos la presentan como
señorío otorgado por el rey a la casa de Haro, después a la de Lara, y por
último al infante Don Juan, hijo del rey de Castilla Enrique II. Cuando éste
llegó al trono coincidieron en la misma persona el título de rey de Castilla y el
de señor de Vizcaya, unión que ha perdurado hasta nuestros días: ya pertenecía
a este reino, y formó parte del reino astur-leonés desde el siglo VIII. A partir
de 1371 el señorío pasa a ser de dominio real directo, como hemos indicado.
En cuanto a Guipúzcoa, parece ser que formó parte de Álava, y compartió con
ella sus instituciones hasta 1200. Fue señorío del aragonés García Acenáriz,
súbdito del rey de Navarra, situación que duró hasta la muerte de Sancho el
Mayor, en 1035. En 1076 depende de Castilla, durante parte del siglo XII
vuelve a pertenecer a Navarra, pero en 1200, debido a la guerra entre Alfonso
VIII de Castilla y Sancho el Fuerte de Navarra, Guipúzcoa pasa a formar parte
definitivamente de Castilla, sin saberse si fue por conquista o por entrega
voluntaria. Como es lógico, los defensores de los fueros siempre afirmaron
que se trató de una entrega voluntaria; sin embargo, esto no está demostrado.

Escudo del Señorío de Vizcaya



La pertenencia de las tres provincias vascas al reino de Navarra durante
algunos años ha sido utilizada por el nacionalismo como prueba de la
existencia de un estado vasco que después habría perdido la independencia, el
objetivo que habría que volver a conseguir. Pero lo cierto es que se trató de
una anexión transitoria de los territorios por parte del reino de Navarra, y que
a la primera oportunidad quisieron librarse de su dominio para volver a
depender de Castilla. Por ejemplo, los guipuzcoanos nunca quisieron formar
parte de Navarra, lucharon contra este reino y siempre manifestaron su deseo
de unirse a Castilla. Estos enfrentamientos entre las provincias vascas y
Navarra se prolongaron hasta la conquista de este último reino por Fernando el
Católico, en 1512, hecho en el que participaron de forma destacada los
vizcaínos, los alaveses y los guipuzcoanos. Esa rivalidad entre las provincias
vascas y Navarra es un hecho difícil de justificar por parte de los actuales
nacionalistas. Más aún, en varias ocasiones los reyes castellanos se plantearon
la cesión de las provincias vascas, y siempre se encontraron con una fuerte
oposición y una también fuerte conciencia nacional castellana por parte de los
vascongados.
Los vascos participaron continuamente en el proceso de la llamada reconquista
por parte de los reinos cristianos. Por ejemplo, sabemos de la participación del
señor vizcaíno Lope Íñiguez en las acciones de Fernán González, conde de
Castilla. Los vizcaínos formaron parte de las tropas castellanas y
contribuyeron a sus victorias. Asimismo, el señor Diego López de Haro
participó en la conquista de Zaragoza, en 1118, junto a Alfonso el Batallador,
rey de Pamplona y Aragón. Un segundo Diego López de Haro tomó parte
decisiva en la batalla de Las Navas de Tolosa. Ya en el siglo XIV, el señor
Juan Núñez de Lara estuvo en la vanguardia del ejército castellano durante la
batalla del Salado (1340). Por último, en la guerra de Granada, para poner fin
a la presencia islámica en la península, participaron muchos alaveses al mando
de Diego Martínez.
Además, los vascos jugaron un papel muy importante en la repoblación de los
territorios que iba conquistando Castilla. Por otra parte, tanto por la citada
repoblación como por la relación de los antiguos pueblos de Vasconia, tuvo
lugar una fusión completa de los mismos, entre ellos y con los castellanos,
navarros y aragoneses, de modo que actualmente no hay descendientes
directos de los vascones, los autrigones u otros, sino los procedentes de la
unión de todos los pueblos de la época romana, que tuvo lugar durante el
proceso de reconquista, como hemos indicado. Por citar un debate histórico,
tanto si atendemos a las tesis de Sánchez Albornoz como a las de Américo
Castro, los españoles que pueblan el país a comienzo de la Edad Moderna,
durante el reinado de Isabel y Fernando, son el resultado de la fusión de los
pueblos anteriores, autóctonos y foráneos, sin excluir, por supuesto, los
elementos árabes y judíos. Y, en contra de las leyendas defendidas por los
nacionalistas, Vasconia nunca fue un reino independiente de Castilla; al
contrario, ésta es un producto vasco en cierta manera, debido a las continuas
aportaciones tanto de conquistadores como de pobladores, como hemos
expuesto. Por otra parte, los reinos cristianos no siempre mantuvieron
relaciones amistosas, pero siempre se consideraron herederos de la Hispania
romano-goda que se vino abajo tras la conquista musulmana y que se reunió
en las montañas del norte para comenzar el proceso de reconquista. Como bien
dice Jesús Laínz:
no hay otro caso en la historia de Europa en el que unos reinos medievales surgidos de la
fragmentación señorial y territorial causada por el desmoronamiento de un reino, encaucen
su devenir histórico, a pesar de las rivalidades propias del medievo europeo, hacia una tarea
común y hacia una progresiva reunificación, concebida desde siglos antes de Isabel y
Fernando como el remedio al mal que significaba la partición de los reinos.

Prosigue afirmando que:


a pesar de la fragmentación, hoy se olvida interesadamente lo que unía a dichos reinos
independientes: un origen étnico común, formado por la fusión de las poblaciones que aquí
habían habitado desde tiempos prerromanos hasta la Edad Media; un origen estatal común,
pues llevaban siglos formando parte de una única comunidad política, como provincia del
Imperio y como reino visigodo; una común herencia cultural de la romanidad; una historia
común hasta el 711; una tradición jurídica común —el Fuero Juzgo— (…) que hasta siguió
rigiendo a la comunidad mozárabe muchos siglos después de la conquista musulmana,
dando testimonio de la unidad cultural y política previa (…); una tarea histórica común, el
enfrentamiento con el Islam; una religión común, el Cristianismo, factor identitario esencial
por encima de cualquier otro; un común sentimiento de ser los herederos del reino
desaparecido en Guadalete.

Y por último se pregunta:


¿No es significativo que mientras que los musulmanes no conservaron el nombre de España,
introduciendo el nuevo de Al-Ándalus, todos los reinos cristianos se consideraran reinos
9
españoles y sus reyes se llamasen todos ellos a la vez reyes de España?

2.2. Vasconia en la Edad Moderna. Los fueros


A finales de la Edad Media, varias epidemias, entre ellas la conocida Peste
Negra, alteraron la estructura social de toda Europa, y en lo que actualmente
es el País Vasco hubo continuas luchas territoriales. Las villas habían surgido
por fundación real o señorial, con el otorgamiento de fueros, y se libraban de
la influencia de los señores, cosa que no ocurría con las zonas rurales. La
violencia de los nobles se cebó principalmente en los campesinos, pero las
villas también se vieron implicadas en esas luchas, por lo que se aliaron con el
poder real con el fin de verse libres de la influencia de los señores feudales,
una tendencia que caracterizó el final de la Edad Media y que iba a marcar la
Edad Moderna. Así las cosas, a mediados del siglo XV la colaboración entre la
monarquía castellana y las villas logró derrotar a los nobles y poner punto y
final al constante estado de guerra. Y los reyes castellanos, a modo de
agradecimiento por la colaboración de los habitantes de las villas, les
eximieron de muchos impuestos; esas exenciones fiscales se identificaron con
la hidalguía, una de las características atribuidas a los habitantes de Vasconia.
A esto se le unió el hecho de la participación de los vascongados en la guerra
civil entre los partidarios de Isabel la Católica y los de Juana la Beltraneja: se
premió a las poblaciones leales con la generalización de la hidalguía a todos
los habitantes de esas tierras. Estos derechos eran una concesión real, por lo
que podrían haberse modificado posteriormente; por esta razón los
vascongados quisieron reivindicarlos como derechos propios, no como
concesiones, y de estar exentos como si fuesen hidalgos se pasó a defender la
idea de que estaban exentos por ser hidalgos, lo cual se proyectó a tiempos
muy antiguos; sin embargo, existió un régimen feudal similar al del resto de
Europa. Los documentos que nos han llegado hablan, sin duda alguna, de
nobles frente a plebeyos o siervos; por ejemplo, en las Cortes de Guadalajara
de 1390 los hidalgos vascos apelaron a la desigualdad frente a quienes no eran
nobles y por tanto pagaban impuestos. El Fuero Viejo de Vizcaya era un fuero
estamental, no aplicable a todos los habitantes. El igualitarismo del fuero tiene
fecha exacta: 1527, año en que Carlos I extendió la hidalguía a todos los
vizcaínos. A finales del siglo XVI, bajo el reinado de Felipe II, Juan García,
fiscal de la Cancillería de Valladolid, puso en duda la legitimidad de la
hidalguía universal, frente a lo cual las Juntas de Guernica encargaron a
Andrés de Poza la defensa del régimen foral, que efectuó recurriendo a unos
argumentos que hicieron historia, de forma que los autores nacionalistas
siempre han creído en la igualdad y la democracia más antigua del mundo. Por
tanto, la generalización de la categoría de hidalgo tiene fecha, si bien los
nacionalistas defenderían que no la concedió ningún poder y que procede de
tiempos inmemoriales. Desde el principio se recurrió a las explicaciones
tubalescas y vasco-cantábricas. Según las primeras, se decía que el pueblo
vasco era descendiente del patriarca Túbal, nieto de Noé, quien habría sido su
fundador. Los vascongados serían los españoles primigenios y nunca habrían
sido conquistados, lo cual quedaría demostrado por la conservación del
vascuence, la lengua originaria. Y para reforzar la cuestión se echaba mano del
pueblo cántabro, que había demostrado su fuerza ante la dominación romana.
Laínz afirma que el hecho de que
un disparate como el de Túbal -mítico nieto de Noé y primer poblador de España- pudiese
sostenerse tantos siglos se debió en gran parte al interés que la propia monarquía tenía en
hacerse provenir de tan altos orígenes, pues la casa real se gloriaba de ser la legítima
heredera de aquel primer español antediluviano a través de los vascongados Pelayo y
Alfonso I. Si se hubiese cuestionado la filiación de aquellos que, con la excusa de la
venerable lengua vascongada, se presentaban como tubalianos primogénitos e
incontaminados, se estaría cuestionando al mismo tiempo la propia legitimación de la
10
monarquía de origen divino .

La situación privilegiada de vizcaínos y guipuzcoanos en la España de la Edad


Moderna se justificó, como vemos, por la identificación de los vascos como
españoles primigenios, hijos directos de Túbal. Esa estirpe, además, se habría
cubierto de gloria durante la conquista romana por ser los únicos españoles en
no dejarse conquistar: los cántabros. A la independencia no perdida de los
tiempos romanos se añadiría el mantenimiento de su libertad en época
medieval y su vinculación con Castilla como un pacto entre iguales, un tema
que expondremos cuando hablemos de las obras de Sabino Arana:
Esta fábula de la independencia nunca perdida sería utilizada ya en nuestros días por el
nacionalismo como justificación de una independencia futura que vendría a reponer aquella
situación indebidamente perdida. Arana escribió numerosas y dogmáticas páginas sobre
11
ello .
Recurriendo a la Biblia se estableció que, de los hijos de Jafet -el hijo de Noé,
padre de todos los europeos-, fue Túbal el que pobló España. El cuento de
Túbal no era nuevo, ya que se encontraba en las Etimologías de san Isidoro de
Sevilla, quien a su vez lo tomó de san Jerónimo y de Flavio Josefo. Estas tesis
tubaliana y vasco-cantabrista abundaron a partir del siglo XVI, con defensores
como el propio Antonio de Nebrija, que por lo demás fue una autoridad en
varios campos de la cultura. Los cántabros habrían sido los primeros
pobladores de España, traídos por Túbal; y su lengua, la primera hablada en
España y también enseñada por el patriarca, sería la que posteriormente se
llamó vascongada. Este tipo de argumentos proliferaron durante los siglos
XVI a XVIII; y también durante el XIX, a pesar del desmentido de los hechos
históricos, los esgrimieron los defensores de los fueros y después el fundador
del nacionalismo vasco, Sabino Arana, y sus sucesores. Estas historias de
Túbal, cántabros y lenguas eternas sirvieron para que los vascos disfrutasen de
una posición privilegiada desde los Reyes Católicos hasta el siglo XIX, y para
que, después de que Cánovas acabara con los fueros, numerosos autores
reivindicaran la vuelta a los supuestos derechos históricos.
Según Juaristi, la teoría de que los fueros proceden de las libertades
ancestrales y de los usos jurídicos espontáneos de los vascos de tiempos
inmemoriales -que los señores y los reyes no hicieron sino confirmar porque
se les exigía para que se aceptara su autoridad- surgió entre la pequeña nobleza
derrotada por la alianza de la corona castellana y las villas a finales del siglo
12
XV . En realidad, los fueros medievales son privilegios concedidos por los
reyes y por los señores a villas, estamentos y comarcas, por diversos motivos,
entre otros que las villas eran un firme apoyo para los reyes frente a la
nobleza. La teoría tradicionalista del fuero reconoce el papel del soberano
como otorgante del privilegio, pero al mismo tiempo defiende que el fuero
concedido por los reyes canoniza unos usos jurídicos no escritos cuyo origen
se basa en costumbres muy antiguas.

Juaristi cita que el primer fuero que se otorgó en Vasconia fue el de Jaca, en
1076, por parte del rey Sancho I Ramírez de Aragón y V de Navarra, el cual
sirvió de modelo a los que concedieron a las villas los reyes navarros hasta el
siglo XIII. Aparte de los fueros de las villas, en la Vasconia medieval hubo
fueros estamentales (de hidalgos), corporativos, de castas (fueros particulares
para judíos o mudéjares), eclesiásticos, etc., es decir, una gran dispersión. El
fuero viejo de Vizcaya, de codificación tardía (siglo XV), no se aplicaba a los
labradores, que carecían de privilegios. Hasta el siglo XIV no existieron fueros
provinciales, los fueros nuevos, que tienen un carácter y una función muy
distintos de los privilegios medievales.
La visión romántica del fuerismo del siglo XIX se basó en una visión sin
fundamento: una Vasconia anterior a la Edad Media organizada en aldeas o
“repúblicas” independientes. En realidad, las juntas no son anteriores al siglo
XIV, pero sí simultáneas a otras estructuras afines de Europa occidental, donde
las guerras y las epidemias redujeron la población y debilitaron la posición de
la nobleza en relación con las clases bajas, que lograron que los monarcas les
hicieran caso e imponer sus condiciones a los señores feudales. En Vasconia,
del mismo modo que en toda Europa, se registró un descenso de las rentas de
la tierra, lo que impulsó a la nobleza rural a extorsionar a las villas, que
buscaron el apoyo de la corona, organizadas en hermandades. Las juntas
fueron una consecuencia directa de estas alianzas contra los señores. En medio
del declive del poder nobiliario surgió el mito de unas juntas primigenias
solamente representativas de los linajes hidalgos, pero lo más parecido a esto
fue la cofradía de Arriaga, una liga nobiliaria que ejerció un poder de tipo
señorial sobre Álava y Orduña y que se disolvió en 1332, entregando
voluntariamente sus dominios a la corona castellana a cambio de un fuero
estamental.
La resistencia de los campesinos ante los hidalgos que querían elevar las
rentas no generó rebeliones, sino que se produjo un abandono masivo de los
campos y la consiguiente emigración a las villas. La nobleza se dispuso en dos
bandos enemigos, la de los Oñaz y la de los Gamboa, que se disputaron el
control de los territorios. A su vez apareció un enfrentamiento entre el
estamento nobiliario y las hermandades de las villas, apoyadas por la
monarquía.
En este entorno es cuando los vizcaínos reclamaron la hidalguía universal, que
fundamentaron en los argumentos que ya hemos explicado; y se insistió en la
pureza de sangre, propia de cristianos viejos, para defender su nobleza de
origen, todo lo cual se unió a las justificaciones ya expuestas. A finales del
siglo XVI la hidalguía universal de los vizcaínos era generalmente admitida
como nobleza de origen, enfatizada por la supervivencia del vascuence, lengua
común de la España primitiva, testigo de la pureza original del linaje de Túbal.
No obstante, esa nivelación estamental no acabó con las diferencias de fortuna
y poder. El igualitarismo vizcaíno servía para facilitar el acceso de los vascos a
los cargos públicos, pero en realidad no significaba nada.
Juaristi afirma que, frente a la dispersión foral de la Edad Media, en el siglo
XVI, bajo la autoridad de las juntas, hay un proceso de unificación de los
privilegios de cada territorio que da lugar a los fueros nuevos concedidos por
los reyes de la casa de los Austrias. Así, en Vizcaya, las juntas ordenaron la
redacción del fuero nuevo en 1526. En Guipúzcoa aparecería la recopilación
de Tolosa en 1583, válida hasta la nueva recopilación de 1692. En Navarra
siguió vigente el antiguo fuero. Estas leyes permitieron ejercer cierto control
sobre las intervenciones del poder real, con la posibilidad de oponerse
mediante el pase foral en las Vascongadas y el derecho de sobrecarta en
Navarra.
No obstante, los fueros tienen también otro origen. Como bien sabemos, la
península fue una mezcla de cristianos, judíos y musulmanes durante todo el
proceso de reconquista; pero cuando ya sólo quedaba en pie el reino nazarí de
Granada surge el problema de los conversos, los antiguos judíos y
musulmanes que se convierten al cristianismo sólo por evitar los problemas
derivados de la creciente intolerancia religiosa. La Inquisición suponía un
grave riesgo para los conversos como individuos, pero no alteraba su estatus
legal como colectivo. Por eso surgieron signos de insatisfacción entre sus
enemigos, los cristianos viejos, que quisieron legalizar la discriminación desde
dentro de la sociedad, puesto que el poder real no lo hacía. Esa es la razón por
la que surge toda una red de organizaciones dedicadas a comprobar la limpieza
de sangre. Y en las Provincias Vascongadas este fenómeno es aun más radical,
ya que fueron las mismas instituciones oficiales las que quisieron consagrar
esa discriminación, para excluir a un colectivo considerado inferior en
términos raciales y religiosos. Así, con el paso del tiempo, un proceso
histórico específicamente español -en este caso vasco- acabaría por ser el
13
núcleo de un nacionalismo racista de oposición a España . Las provincias de
Guipúzcoa y Vizcaya se dirigieron a la reina Juana en 1510 y 1511,
respectivamente, afirmando que muchos judíos pretendían refugiarse en la
Inquisición. A consecuencia de la petición, los descendientes de judíos y
musulmanes tendrían que abandonar el territorio en el plazo de seis meses. La
ordenanza fue confirmada por Carlos I en 1527, y ratificada mucho después,
ya por Felipe IV, en 1649. Los decretos ordenaban que los convertidos de
judíos y moros, sus descendientes y su linaje, no podían vivir en Guipúzcoa ni
Vizcaya; y para evitar los posibles fraudes, todo potencial vecino debía aportar
información que demostrara “ser de limpia sangre y no de judíos ni moros ni
de su linaje”. Como bien dice Elorza, desde un primer momento, la exclusión
de los cristianos nuevos y la exigencia de limpieza de sangre eran la otra cara
de la moneda de la aspiración de las dos provincias a ver reconocida la
condición generalizada de hidalgos, en la que se basará la nobleza universal de
sus habitantes. Vizcaínos y guipuzcoanos podían ser incluso criados o lacayos,
pero a pesar de ello su nobleza sería superior a la de cualquier otro castellano
por preservar la limpieza de sangre, que era signo de no estar contaminado por
aquellas otras razas. Es decir, ese racismo institucionalizado mediante los
estatutos de limpieza de sangre se convierte en el soporte sociológico del
régimen foral, de las instituciones de autogobierno de que disfrutan las
provincias vascas hasta el siglo XIX. Por tanto, para los guipuzcoanos y los
vizcaínos, la excepcionalidad de su condición de provincias exentas en el
aspecto fiscal, dotadas de unos fueros que pueden incluso suspender la
ejecución de las decisiones reales, se basa en la nobleza universal de sus
habitantes, que no depende solamente del reconocimiento obtenido del rey,
sino de esa condición excepcional que fundamenta la nobleza en el plano
14
biológico-religioso: la limpieza de sangre . Esa excepcionalidad se reforzaba
a nivel mítico-religioso con la afirmación de descender de Túbal, como ya
hemos dicho; y el círculo se cerraba invocando a la belicosidad de los vascos,
como también hemos explicado. Estamos, por tanto, ante un racismo que, por
su propio éxito, se ha quedado sin objeto, puesto que no hay judíos ni moros a
los que expulsar, pero que se mantiene vigente porque sirve de fundamento a
la base sociológica de los fueros, la nobleza universal, al conceder a los vascos
un estatus excepcional, comparable al de pueblo escogido que el Dios de la
Biblia asignó a Israel.
La toma de partido por quien después sería Felipe V, durante la Guerra de
Sucesión (1701-1715), permitió que los fueros vascongados sobrevivieran a
los Decretos de Nueva Planta que abolieron los de Aragón, por haber abogado
en favor del pretendiente de la casa de los Habsburgo. No obstante, y a pesar
de conceder a Álava el fuero que nunca antes había tenido, los Borbones no
podían estar muy de acuerdo con unas disposiciones que contradecían su
modelo de monarquía unitaria y centralizada, inspirada en la francesa. De
hecho, Felipe V trasladó las aduanas a la costa, tras lo cual surgieron revueltas
en las que los campesinos se aliaron con los nobles rurales, los jaunchos. Ante
la fuerte oposición, el monarca dio marcha atrás y devolvió las aduanas a los
puertos del interior.
Las tensiones entre las “provincias exentas” y la monarquía de los Borbones,
que tendía a la centralización, fueron aumentando según avanzaba el siglo
XVIII, y durante el reinado de Carlos III reapareció la actitud antiforal,
personificada en sus ministros ilustrados, como por ejemplo Esquilache; pero
de nuevo la oposición hizo dar marcha atrás. En la década de 1770 la
monarquía retomó su empeño, y debido al peligro que corría el régimen foral
apareció la obra del jesuita guipuzcoano Manuel de Larramendi, que en
nuestros días ha sido recuperada por el PNV como precursor de las ideas
nacionalistas. Este autor hizo una verdadera apología del pueblo vasco,
afirmando que entre ellos no existían hombres de cuerpos feos, mientras que
las mujeres estaban entre las más hermosas de toda España. También insistió
en sus buenas costumbres y sus cualidades morales: bien vestidos, aseados,
limpios, civilizados y decentes. Incluso planteó la posibilidad de un estado
15
vasco con el nombre de “Provincias Unidas del Pirineo” .
La larga y compleja crisis del régimen foral que vino unida a la crisis del
Antiguo Régimen nació en la guerra contra la Convención (1793-1795).
Durante la Revolución, España declaró la guerra a Francia después de la
ejecución de Luis XVI, por el pacto de familia que ligaba a los Borbones
españoles con los franceses. Las tropas francesas penetraron en la península en
1794 y ocuparon Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya, sin más resistencia que la de
Pamplona. De hecho, la diputación guipuzcoana pactó con los franceses la
incorporación de la provincia a cambio de que se respetaran sus fueros. En
1795 se firmó la paz de Basilea, ya con el gobierno termidoriano, y altos
cargos de la monarquía -ante lo que consideraron traición y secesión-
propusieron a Godoy, el valido de Carlos IV, que lanzara un ataque contra los
fueros con el fin de derogarlos. No era sólo cuestión de principios, sino que la
guerra había arruinado a la monarquía y se necesitaba recaudar (los fueros
implicaban la exención de impuestos). Sin embargo, las provincias
vascongadas se encontraban en una difícil situación económica, después del
saqueo a que les habían sometido las tropas francesas. Godoy intentó ganarse
la amistad de los jaunchos negociando con los nobles rurales vizcaínos un
acuerdo para suprimir los fueros a cambio de la concesión de un puerto
comercial en Abando, próximo a Bilbao. Pero en 1804 corrió el rumor de que
la contrapartida de la concesión del puerto era imponer el sistema de quintas,
por el cual 1.500 jóvenes tendrían que incorporarse al ejército. A causa de ello,
los pueblos se levantaron contra las juntas y Godoy tuvo que retirar el
proyecto del puerto y renunciar a la supresión de los fueros. No obstante,
fomentó una campaña propagandística contra ellos, por la que el canónigo
riojano Juan Antonio de Llorente publicó entre 1806 y 1808 los cinco tomos
de sus Noticias históricas de las tres provincias Vascongadas, en los que
desmontaba los argumentos tradicionales a favor de los fueros. Además, el
escolapio aragonés Joaquín de Traggia publicó en 1803 un extenso artículo
sobre Navarra, en el que defendía que la conservación de los fueros del viejo
reino tras su conquista por Fernando el Católico fueron una concesión del
monarca, que no tenía por qué respetar la legislación medieval de un territorio
conquistado. Las réplicas vascas y navarras tardaron mucho en llegar; tanto
que la más extensa y detallada se publicó en 1851. De este modo quedó
formulada la polémica foral, que sería el núcleo central de la llamada
“cuestión vascongada”, a lo largo del siglo XIX.

3.3. Vasconia en la Edad Contemporánea. Las guerras carlistas. La


polémica de los fueros
El primer gran acontecimiento de este siglo fue, como bien sabemos, la
invasión napoleónica, con la excusa de acceder a la rebelde Portugal, que
mantenía buenas relaciones con Inglaterra. Carlos IV ya había abdicado en su
hijo, Fernando VII, pero tanto el primero como el segundo se comportaron
como marionetas movidas por los hilos de Napoleón, dejando abandonado al
pueblo español, que tuvo que organizar la defensa como mejor pudo. No
obstante, en el transcurso de la contienda tuvo lugar un importante
acontecimiento que posteriormente marcaría gran parte de la política del siglo:
las Cortes de Cádiz y la aprobación de la primera constitución española, la de
1812, de cariz claramente liberal.
En las provincias vascongadas, prácticamente desde el inicio de la Revolución
Francesa, el clero -muy influyente- predicó en contra de las -para ellos-
perniciosas ideas que llevarían a contravenir los principios del catolicismo.
Algunos de los principales predicadores del momento, entre ellos Francisco de
Aguiriano, obispo de Calahorra, convencieron al campesinado de que iglesia,
monarquía y fueros estaban totalmente unidos, lo cual les llevó a oponerse,
durante todo el siglo, a cualquier cosa que oliese a liberalismo. Además, la
pasividad -colaboracionismo en muchos casos- de las clases altas generó la
indignación de los campesinos y las clases bajas de las villas, que identificaron
riqueza con impiedad y afrancesamiento.
En Vascongadas y Navarra, desde la toma de Pamplona por parte de los
franceses, en febrero de 1808, comenzaron a alzarse partidas de guerrilleros,
mientras la nobleza rural decidió no actuar. Entretanto, las clases altas, antes
partidarias del despotismo ilustrado, se alinearon claramente a favor del rey
impuesto, José I. Sin nobleza que les dirigiera, los campesinos vascos
formaron guerrillas bajo el mando de nuevos líderes, en muchos casos curas o
frailes. Fueron cuatro los principales jefes guerrilleros que plantaron cara a los
franceses en Vascongadas y Navarra: Francisco Xavier Mina, Francisco Espoz
e Ilundáin, Gaspar de Jáuregui y Francisco Tomás de Anchía. También
participó un todavía muy joven Tomás de Zumalacárregui, quien veinticinco
años después dirigiría las tropas carlistas.
En cuanto a las Cortes de Cádiz, la participación de representantes vascos fue
bastante escasa, con un solo diputado por provincia: Francisco de Paula por
Navarra, Miguel de Zumalacárregui por Guipúzcoa, Manuel de Aróstegui por
Álava y Francisco de Eguía por Vizcaya; todos ellos liberales, excepto Eguía,
que se negó a firmar la constitución y que posteriormente sería Secretario de
Guerra de Fernando VII y dirigiría la represión contra los liberales. Con la
aprobación de la constitución se abolían los fueros, que tras la restauración del
absolutismo en 1814 entrarían de nuevo en vigor. Las últimas batallas de la
guerra tuvieron lugar en las Vascongadas. El 21 de junio de 1813, el duque de
Wellington derrotó en Vitoria a las tropas que protegían la huida de José
Bonaparte hacia Francia, puso cerco a San Sebastián, que duró hasta finales de
agosto, tras lo cual entraron en terreno francés, y Napoleón devolvió el trono a
Fernando VII.

Como bien sabemos, el Deseado no aceptó nada de lo acordado en Cádiz y
restauró el Antiguo Régimen, lo cual supuso, entre otras cosas, la pervivencia
de los fueros y la vuelta atrás en lo que Godoy había modificado. Desde
entonces, los fueros quedaron vinculados a la supervivencia de la monarquía
absoluta, de igual forma que el triunfo del liberalismo conllevaría su
desaparición. A cambio, las élites vascas tradicionales aceptaron las tímidas
reformas que introdujo el nuevo monarca. El liberalismo tuvo que sobrevivir
en la clandestinidad, hasta que en 1820 el pronunciamiento de Riego marcase
el comienzo del trienio liberal, la abolición de los fueros y el traslado de las
aduanas. Frente a lo que en Cádiz se quedó sólo en intento, ahora se veían
directamente los efectos de la legislación reformista: quintas, impuestos,
desamortización. Sin embargo, las nuevas ideas eran sólo cosa de
determinadas élites sociales y del ejército, y el pueblo no hizo nada en contra
de los Cien Mil Hijos de San Luis, tres años después; de hecho, pronto se
organizó en partidas realistas en Navarra y Álava que después colaborarían
eficazmente con el ejército legitimista: se calcula que a los 90.000 de las
tropas se unieron unos 35.000 realistas, buena parte de ellos vascos. Con la
nueva restauración volvieron a entrar en vigor los fueros, si bien con ciertas
limitaciones.
Así transcurrieron diez años, hasta que la muerte de Fernando trajo consigo la
lucha por la sucesión entre los partidarios de su hija Isabel y los de su hermano
Carlos, apoyándose en la Ley Sálica, tradicional entre los Borbones, según la
cual no podían reinar mujeres si había parientes varones disponibles para el
trono. El llamado “carlismo”, al surgir principalmente en las Provincias
Vascongadas, aparte de la cuestión sucesoria, a nivel popular volvía a hacer
referencia a una discriminación de origen biológico, al calificar al adversario -
los liberales- de beltzak, o negros, que después se convertirán en azurbeltzak,
los que llevan lo negro (el liberalismo) en los huesos. Según Elorza, la misma
construcción reaparece en nuestro tiempo con la expresión “¡Tenéis la sangre
rojigualda!”, para referirse a quienes llevan en la sangre los colores de la
bandera de España. Por otra parte, en la Segunda Guerra Carlista surge la
calificación peyorativa de “cipayos” para los vascos que luchan por ideas
ajenas al país, que se mantiene hasta nuestros días; y de “mestizos” para
16
quienes hacen la menor concesión a la tolerancia o al liberalismo .
Al principio las partidas carlistas estaban mal dispuestas, y el hecho de que el
Pretendiente encargara a Zumalacárregui la dirección del ejército fue lo que
permitió organizar a las tropas. En pocos meses pudieron controlar toda la
región, excepto las grandes ciudades, defendidas por el ejército liberal y una
milicia de civiles. De todas formas, bastantes ciudadanos vascos, sobre todo
los residentes en las ciudades, se enrolaron como voluntarios en las milicias
liberales, lo que hizo que el conflicto fuese una especie de guerra civil. La
mayoría de la población, de base rural, apoyó al carlismo, pero las ciudades
eran bastiones liberales, sobre todo Bilbao y San Sebastián. Zumalacárregui
cosechó bastantes éxitos, pero don Carlos le ordenó tomar Bilbao,
contradiciendo sus planes, que incluían tomar Vitoria y marchar rápidamente
sobre Madrid. Y así, el 10 de junio de 1835 sitió la ciudad; pero fue herido
gravemente por una bala y murió días después.

Tomás de Zumalacárregui

El fallecimiento del “Tío Tomás”, como se le conocía popularmente, fue un


duro golpe para la causa carlista y cambió el rumbo de la guerra en Vasconia.
De nuevo en octubre de 1836, el Pretendiente encargó a uno de sus generales
(Villarreal) tomar Bilbao para conseguir un préstamo inglés que le permitiera
financiar la contienda. Tras dos meses de sitio, las tropas de Espartero se
impusieron en Luchana, por lo que se vio malogrado el intento de ayuda por
parte de los ingleses y a partir de entonces la guerra se limitó a operaciones
desesperadas. Ante la lamentable situación, el general Maroto consiguió
hacerse con el mando y firmó la paz con Espartero en Vergara, el 31 de agosto
de 1839. En lo que respecta a las motivaciones bélicas, la guerra fue en
principio una cuestión puramente dinástica, pero, para incrementar el apoyo
popular y que sirviera de banderín de enganche, don Carlos juró los fueros de
Vizcaya y Guipúzcoa en 1834. Por tanto, la Primera Guerra Carlista no fue
una guerra foral, ya que los fueros no constituyeron la causa del conflicto, no
figuraban en las primeras proclamas (el móvil fue la defensa del trono y del
altar) y el Pretendiente tardó cierto tiempo en jurarlos.

El Pretendiente Carlos María de Isidro

Para los campesinos, la abolición foral suponía quintas, peores mercados y


precios más altos; y en el transcurso de la guerra, la llegada al poder del
liberalismo progresista, representado por la desamortización de Mendizábal,
supuso la supresión de las diputaciones forales, por decreto, el 19 de
septiembre de 1837. Los fueros se convirtieron en un elemento relevante en la
fase final de la guerra, sobre todo desde que los liberales moderados
defendieron el lema “Paz y Fueros” de Muñagorri (1838), buscando separarlos
17
de la causa carlista . Tras el abrazo de Vergara con el general Maroto,
Espartero, que por entonces también era regente, se comprometió a respetarlos
en su integridad, y por eso la ley de 25 de octubre de 1839 los confirmaba, si
bien “sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía” (constitución
de 1837), lo que era una evidente contradicción. Las Provincias Vascongadas y
Navarra se convertían en provincias iguales que las demás del reino, dentro de
la organización territorial diseñada por Javier de Burgos en 49 provincias y 15
regiones, que llegó intacta hasta la reordenación autonómica de la
Constitución de 1978, actualmente vigente. Se establecía así la vía de reforma
de los fueros, defendida por el liberalismo moderado y que los fueristas
acogieron bien. El problema era cómo tendría lugar el arreglo foral, ante la
contradicción entre los fueros y la constitución. Con la nueva ley, las aduanas
se trasladarían a la costa, lo cual tranquilizó a los comerciantes vascos, que se
oponían a los antiguos privilegios porque conllevaban su marginación del
mercado nacional. Frente a ellos, los jaunchos, o señoritos rurales, y el
campesinado, se opusieron a la igualación jurídica respecto al resto del
territorio español. Entre ellos se impuso la interpretación de los fueros como
constituciones históricas que convertían en innecesaria la constitución de
1837. Según Juaristi,
el moderantismo español en su conjunto simpatizó con esta versión de los fueros, cuya
continuidad convertía a Vasconia en una especie de ideal de la España conservadora: un país
gobernado por una minoría económicamente responsable que perpetuaba el sistema de los
“millares”, excluyendo a las capas subalternas del poder político; una iglesia influyente, que
intervenía en todos los aspectos de la vida de la población; un predominio de la economía
rural, que incluía también la protoindustria siderúrgica; una administración local eficaz y
18
bien organizada, y finalmente, un paisaje idílico .

En Navarra se aprobó una ley paccionada que supuso la desaparición de casi


todo su antiguo régimen foral, pero que permitió el surgimiento de una nueva
foralidad basada en el convenio económico con el estado, muy beneficioso
para esta región. En cambio, las diputaciones vascongadas no llegaron a un
acuerdo con Espartero, sino que se unieron a la sublevación moderada contra
el regente, quien, en cuanto acabó con el levantamiento aprobó el decreto de
29 de octubre de 1841 que, en castigo por la rebelión y aplicando
estrictamente el principio de unidad constitucional, abolía las instituciones y
los regímenes forales vascongados, excepto las exenciones fiscal y militar.
Después de caer el liberalismo progresista de Espartero y de la llegada al
poder del moderantismo de Narváez, el gobierno promulgó el decreto de 4 de
julio de 1844, que mantenía el traslado de las aduanas a la costa y la
administración de justicia común, pero que restauraba las juntas y
diputaciones forales con carácter interino, hasta que las Cortes aprobasen la
ley de arreglo foral. Con ello, los moderados acabaron posponiendo la reforma
foral y lograron controlar las provincias vascas a través de los fueristas
transigentes, que eran los perfectos representantes de su modelo socio-político
doctrinario, católico y conservador, sin peligro de revolución alguna. Como
bien dicen Juaristi y Elorza, la prolongada resistencia de los fueros, después de
1839, se debe a la hegemonía de los moderados durante el reinado de Isabel II:
Se dio una coordinación aparentemente contradictoria entre fuerismo y régimen moderado, a
pesar de lo que en este último representaba la centralización. Para los moderados, la
persistencia del régimen foral significaba el mantenimiento de un régimen político
restrictivo, bajo la dirección de la oligarquía agraria, y por consiguiente conciliable en
19
términos de interés de clase con el bloque de poder asentado en el resto de la monarquía .
No hay contradicción entre el fuerismo y el régimen moderado porque aquél
es la expresión vascongada de éste, de forma que los moderados no se
limitaron a respetar los fueros, sino que los fortalecieron, con una época
dorada de las diputaciones forales durante el reinado de Isabel II. El País
Vasco es la utopía de la España conservadora; hay unanimidad fuerista en esta
época, y el “problema vasco” es una creación de la derecha española.
Más adelante hablaremos de la defensa de los fueros por parte de diversos
autores. De momento bástenos decir que en las décadas de 1830 y 1840 surgió
una nueva corriente ideológica, el fuerismo, que presentaba los fueros como
el paradigma del constitucionalismo arcaico, los restos de un orden democrático tradicional,
patriarcal y benéfico, garantizador de las libertades desde antaño, cuya representación se
basa en la propiedad de la tierra (…) El Fuero sería la expresión de la democracia originaria
20
vasca y de una peculiar soberanía popular .

El traslado de las aduanas permite una nueva estructura económica favorable


para la burguesía vasca, y la ley municipal recorta varios de los aspectos más
oligárquicos del sistema foral: es lógico que la burguesía se sienta muy
satisfecha, frente al descontento de la nobleza rural, que a través del clero supo
movilizar al campesinado. De este modo, en las décadas centrales del siglo
XIX se acentuó el particularismo vasco y fue surgiendo una conciencia pre-
nacional y una identidad bien diferenciada, ilustrada por la nueva foralidad
vascongada que existió durante el reinado de Isabel II. Una de las pruebas fue
el uso del término “nacionalidad” por parte del político fuerista Pedro de
Egaña, pero sin poner en cuestión la idea de la nación española ni la unidad
del estado. El fuerismo del siglo XIX fue un buen ejemplo de la existencia de
un doble patriotismo, vasco y español simultáneamente, expresado en su lema
21
“Fueros y Constitución” .
Continuamos con nuestra breve historia dando un salto hasta el 19 de
septiembre de 1868, fecha de la “gloriosa” revolución que depuso a Isabel II.
Se convocaron elecciones a cortes constituyentes por sufragio universal
masculino, lo cual, junto con el nuevo peligro que corría lo que aún quedaba
de los fueros, provocó una gran convulsión política en Vasconia, con las
fuerzas reaccionarias exaltadas ante la amenaza liberal, y un resurgimiento del
carlismo, nutrido de sectores católicos conservadores y antiguos liberales
moderados que temían la llegada de la democracia a España. En aquella parte
del país vencieron los tradicionalistas y los moderados que, aunque décadas
atrás se habían puesto de parte de Isabel II, ahora en gran número se habían
convertido al carlismo: cualquier cosa antes que las opciones más
revolucionarias; por ejemplo, el autor y político Francisco Navarro Villoslada,
de quien hablaremos más adelante, había sido esparterista, pero ahora pasó a
dirigir el partido carlista. Ante el caos que supuso el final del breve reinado de
Amadeo de Saboya y la proximidad de la Primera República, el nuevo
pretendiente, Carlos VII, ordenó el levantamiento general de sus partidarios y
entró en Navarra el 2 de mayo de 1872. Sin embargo, no logró causar un
levantamiento en masa y tuvo que volver a tierras francesas. Fue la
proclamación de la república, el 11 de febrero de 1873, lo que de verdad
permitió la organización del carlismo en Vasconia y Cataluña. Si contamos
con la insurrección “dels matiners”, que tuvo lugar entre los años 1846 y 1849,
estaríamos ante la tercera guerra carlista, pero aquélla no suele considerarse un
enfrentamiento civil propiamente dicho por haberse limitado a territorio
catalán y no haber supuesto ningún peligro para la monarquía de Isabel II. Por
ello, la que comenzó en 1872 a veces se considera segunda guerra carlista, no
tercera. Por otra parte, también había habido alzamientos en 1855, 1860 y
1869, sin llegar a entablarse ninguna contienda bélica. Pero en esta ocasión el
Pretendiente se presentaba ante las potencias europeas como una alternativa
seria a los acontecimientos que habían ocurrido desde 1868, con el
destronamiento de la reina. El contexto del sexenio permitió su fortalecimiento
por la unión de moderados desengañados y reaccionarios de diversa índole,
cuyo principal objetivo era frenar el proceso democratizante. El carlismo
adoptó la bandera rojigualda frente a la tricolor republicana, formó gobierno y
acuñó moneda. Por otra parte, el antiguo trilema “Dios, Patria y Rey” se
convierte ahora en “Dios, Patria, Rey y Fueros”, y su política neocatólica
pretende restaurar las tradiciones históricas y la soberanía divina, con un poder
solamente limitado por los fueros.

Carlos VII, pretendiente de la III Guerra Carlista

Don Carlos se financió mediante la emisión de bonos, respaldados por algunos


notables locales partidarios suyos, pero la cantidad recaudada no fue suficiente
y se negoció la concesión de préstamos por parte de bancos franceses, para lo
cual se exigía la toma de ciudades importantes. Por esa razón, a comienzos de
1874, don Carlos dio la orden de tomar Bilbao; pero de nuevo, como había
sucedido en la primera guerra, el intento fue un fracaso y supuso un desastre
por perder a varios de sus mejores jefes. Los carlistas ejercieron una fuerte
resistencia en Navarra, pero el fracaso mencionado había reducido la moral de
las tropas y sus mandos, aparte de acabar con las expectativas financieras.
Además, la restauración borbónica por parte de Alfonso XII, a principios de
1875, hizo que los moderados retirasen el apoyo al Pretendiente. El 28 de
febrero de 1876, el ejército alfonsino tomó Estella, capital carlista, con lo que
don Carlos huyó a Francia y se puso fin a la contienda, que había tenido un
cariz político-foral más marcado que los conflictos anteriores, por la
movilización popular que conllevaba: había jurado los fueros, y en la
Proclama de Peralta Alfonso XII prometió respetarlos si el rival se rendía.
Ante la negativa de éste, la guerra terminó con una derrota, no con una tregua,
y la opinión pública se mostró contraria a mantenerlos, ya que se identificaban
con el bando vencido. Mientras, Navarra mantenía el estatus surgido de la ley
de 1841. Dice Juaristi:
La identificación entre fueros y carlismo se hizo desde entonces absoluta, lo que explica que
Antonio Cánovas del Castillo, el adalid político de la monarquía restaurada, tuviera que
abordar con urgencia una tarea de la que íntimamente discrepaba, porque (…) se sentía
personalmente inclinado a favor de la permanencia del régimen foral, que había significado
para el moderantismo en su conjunto una eficaz barrera frente a la democracia. Por otra
parte, todas las fuerzas liberales, republicanas o dinásticas, estaban claramente posicionadas
en contra de los fueros (salvo, obviamente, los liberales vascos) y exigían su inmediata
22
abolición para terminar de una vez con el carlismo .

Fidel de Sagarmínaga, diputado general de Vizcaya, lideró la resistencia a la


campaña de agitación antiforal desatada tras la guerra. Según él, la
insurrección carlista no había tenido lugar por los fueros, sino por motivos
religiosos, que incluso superaron a los propiamente dinásticos. Cánovas
intentó presentar la abolición de los fueros como una especie de
modernización política, no una represalia contra los vascos, pero los
representantes de éstos no aceptaron entablar una discusión en tales términos.
Ante la falta de entendimiento, el presidente del gobierno presentó a las Cortes
el proyecto de ley abolitoria de 21 de julio de 1876 (los navarros no se verían
afectados), que fue aprobada por mayoría absoluta. En principio era
modificatoria de los fueros, pero de hecho los suprimía. Lo que aún quedaba
de ellos dejaba de existir en esa fecha: se suprimía la exención fiscal y el
privilegio de no tener que cumplir el servicio militar (las quintas). Desde 1877
se crearon las diputaciones provinciales, en sustitución de las forales. De la
antigua soberanía sólo quedó la relativa a la fiscalidad, puesto que la burguesía
vasca logró un acuerdo por el que se dejaba la recaudación en manos de las
diputaciones, a cambio de un cupo para el estado que tenía que negociarse
mediante los conciertos, todo lo cual permitía una gran autonomía fiscal a las
nuevas diputaciones provinciales a la hora de recaudar y gestionar ciertos
impuestos. Esto se vio reflejado en el decreto de 28 de febrero de 1878, que
estableció el primer concierto económico.
Fidel de Sagarmínaga y Epalza fue, como hemos dicho, el catalizador del
fuerismo intransigente en Vizcaya. Su postura se caracterizó por la radical
23
negativa a cualquier tipo de componenda basada en la ley derogatoria .
Entendemos que los fueros, separados del derecho foral, son palabra vacía de sentido o lazo
capcioso que se nos tiende. No admitimos reforma alguna, en lo que se relacione con
nuestras instituciones, que no concuerde, como antaño, con la voluntad libérrima del país
congregado en sus Juntas solemnemente, y lejos de considerar ventajoso, en modo alguno,
su restauración parcial, o por mejor dicho simulada y aparente, la combatiremos sin
24
descanso ni tregua, al amparo que nos conceden las leyes generales del reino .

Fidel de Sagarmínaga

Frente a la transigencia de la alta burguesía vasca, que velaba más por sus
intereses que por la pervivencia del fuero, Sagarmínaga afirma que “los
derechos del País” no son negociables, por lo que centra su actividad política
en intentar la derogación de la ley de 21 de julio de 1876; ése es también el
objetivo de la Unión Vasco-Navarra, que él mismo dirigía. Defiende la
superación de las antiguas diferencias entre los distintos partidos vascos, para
que el único fin sea la restauración de sus instituciones. Es precisamente la
radicalización del pensamiento fuerista, por la ausencia de cauces para
solucionar el problema foral, lo que lleva a planteamientos que pueden
considerarse nacionalistas, dejando el terreno abonado para las tesis de Sabino
Arana. A pesar de que Sagarmínaga sigue defendiendo un doble nacionalismo,
al exigir “que se establezca el antiguo y genuino sentido de la unidad de
25
España” , que no consiste en una unidad nacional, sino que integra en una
unidad superior a diversas nacionalidades, su obra teórica y política favorece
que el por aquel entonces popular principio de las nacionalidades se aplique a
la nación vasca. Es decir, tal como postula Corcuera, su fuerismo casi no se
distingue del futuro nacionalismo.
A pesar de que Cánovas había sido el artífice de la citada ley, dentro de su
partido -en la sección vascongada- había fueristas, defensores de los fueros,
que se dividían en “transigentes” e “intransigentes” (partidarios de la
reintegración foral completa). El presidente del gobierno disolvió las juntas y
renovó las diputaciones, colocando a los “transigentes” en los puestos de
poder, lo cual le permitió aprobar el decreto de 28 de febrero de 1878, por el
que se aprobaban los conciertos económicos, que dejaba en manos de las
diputaciones vascas una buena cantidad de impuestos y que acordaba el cupo
que se debía pagar a la hacienda nacional. Esto permitió romper el frente
fuerista, supuso una reintegración foral parcial suficiente para tener contentas
a las oligarquías provinciales y llevó a que el fuerismo “intransigente” no
tuviera un respaldo social importante, aunque la postura general fuera la
lamentación por el final del “oasis vasco”. Sagarmínaga fundó la Sociedad
Euskalerría de Bilbao y se alió con los fueristas navarros que publicaban el
periódico La Paz, que a su vez crearon la Asociación Euskara de Navarra; en
Álava y Guipúzcoa sus bases eran mucho más débiles. Su proyecto de unión
electoral no prosperó por la diversidad de intereses políticos de los mismos
fueristas y porque los carlistas no apoyaron un movimiento que en su mayoría
procedía del liberalismo. Por tanto, el fuerismo no cuajó políticamente, pero sí
tuvo importancia cultural en el contexto del “Renacimiento Euskaro”, que
había arrancado tiempo atrás y que incluyó a tres generaciones de autores: la
romántica, con Navarro Villoslada y Antonio Trueba; la de mediados de siglo,
con Araquistáin; y la del sexenio, con Vicente de Arana y Arturo Campión.
Euskaros navarros y euskalerríacos vascos propugnaban la unión vasco-
navarra para recuperar los fueros, expresada por el lema “Zazpiak bat” (“siete
en una”: la unión de las siete provincias vascas, cuatro españolas y tres
francesas); pero fracasaron con la vuelta del carlismo a las elecciones durante
la década de los ochenta. Su mayor interés para nuestro relato es que
terminaron por integrarse en el nacionalismo vasco. Además, entre los
euskalerríacos se encontraba el grupo del naviero Ramón de la Sota, que se
incorporaría al PNV de Sabino Arana en 1898 para formar su corriente
moderada y autonomista. Por otra parte, el carlismo se adaptó mal a la
Restauración, al tratarse de una monarquía católica y conservadora, y también
retrocedió debido a la progresiva modernización y urbanización, lo cual
socavó su base social principalmente rural. Por último, de él nació el
integrismo como tendencia política, cuando Ramón Nocedal se separó del
carlismo, atrayéndose a una parte del clero. Más adelante hablaremos sobre
estos autores; de momento bástenos decir que sus obras evocan una Edad
Media en la que proyectan su foralismo. A pesar de su constante
reivindicación, este movimiento se desarrolló casi exclusivamente en
castellano, excepto ciertos poetas en euskera que se dieron a conocer en los
juegos florales, como por ejemplo Felipe Arrese Beitia. Lo que sí aportaron
fue el hecho de empezar a hablar de una raza vasca, e intentaron que, junto a la
desaparición de la sociedad tradicional vasca como consecuencia de la
industrialización, no desaparecieran también los rasgos específicos de su
región, sobre todo la lengua. En este sentido, el gobierno central había
emprendido una campaña de refuerzo del castellano y de persecución del
vascuence, por medio de los maestros: imponían un anillo a los escolares que
hablaran euskera, una especie de castigo por no hablar castellano.
Volviendo a la abolición foral, en realidad ésta hizo posible el desarrollo
económico de la región por acabar con las trabas para la extracción y
exportación de mineral de hierro, que atrajo a Vizcaya a muchos trabajadores
procedentes de provincias rurales castellanas. Esta masiva llegada de
inmigrantes se consideró negativa por los nostálgicos del antiguo oasis foral, y
se les conoció por con la denominación peyorativa de “maketos”, término que
pudo proceder de “magüeto”, utilizada para los habitantes del interior de
Cantabria, o de “meteco” (“extranjero” en griego antiguo). El antimaketismo,
sentimiento claramente xenófobo, fue común a todas las tendencias políticas
autóctonas vascas, y como veremos, fue Sabino Arana quien lo convertiría en
uno de los pilares de sus tesis políticas. Ese sentimiento anticastellano era, sin
duda, una actitud poco solidaria hacia unos hombres que realizaban un trabajo
muy duro, se les pagaba mal y llevaban una vida pésima, alojados en
barracones y plagados de enfermedades por las malas condiciones en que
trabajaban. Debido a esta masiva inmigración y a las nuevas explotaciones
mineras e industriales, Bilbao creció en población y extensión a costa de las
aldeas aledañas, en lo que se llamó “el ensanche”. Simultánea a estas
condiciones infrahumanas fue la aparición de las grandes fortunas de la
burguesía industrial, en detrimento de los jaunchos, o terratenientes rurales,
que vivían de las rentas que les proporcionaban sus propiedades. Precisamente
Juaristi menciona como causa del odio de Sabino por el liberalismo el hecho
de que la fortuna de su padre Santiago sufriera graves quebrantos por los
26
reveses militares del carlismo y la posterior industrialización de Bilbao . Era
lógico que la presencia de una nutrida clase obrera tuviera como consecuencia
la aparición de un fuerte partido socialista y del sindicato UGT, dirigidos por
Perezagua. En el otro lado se alineaban los nostálgicos de los antiguos buenos
tiempos preindustriales, que, dirigidos y representados por Sabino Arana, se
aglutinarían en el Partido Nacionalista Vasco, como luego explicaremos.
Pero ya nos hemos extendido mucho con nuestra introducción histórica.
Pasamos ya a hablar de los precedentes de Sabino Arana, nuestro protagonista.

3. EL FUERISMO Y SUS AUTORES
Dice Juaristi que “por movimiento fuerista entendemos estrictamente el
conjunto de iniciativas impulsadas por el sector intransigente de los
moderados vascos”. La abolición foral, con sus fechas clave de 1839 y 1876,
generó una escisión en los moderados entre fueristas “transigentes” e
“intransigentes”. Los primeros formaban parte principalmente de la burguesía
mercantil e industrial y negociaron con el gobierno un nuevo régimen fiscal
privilegiado, el de los conciertos económicos. Los intransigentes eran la
oligarquía agraria y la burguesía con intereses en el medio rural, los jaunchos;
esta tendencia reclamaba la reintegración foral. El rasgo más característico de
su discurso político es lo que Juaristi llama un “patriotismo dual”: reivindican
la foralidad sin que ello afecte a la adhesión a la patria común española. Por
eso reafirmaron su españolidad frente a quienes les acusaban de separatistas.

3.1. Precedentes
Los territorios de la antigua Corona de Aragón, mediante los Decretos de
Nueva Planta, habían perdido sus leyes privilegiadas, o fueros, por haberse
puesto de parte del archiduque Carlos de Habsburgo en la Guerra de Sucesión,
tras la muerte de Carlos II sin dejar descendencia. El sistema foral suponía
claras ventajas económicas y políticas: la exención de impuestos y de quintas,
y la vigencia del llamado “pase foral”, que limitaba la autoridad del rey ante
las cortes que legislaban sobre la región.
En el caso de Vasconia había una característica añadida: la nobleza universal.
En una sociedad estamental, el hecho de tener el estatus de noble supone
ventajas evidentes. A principios del siglo XVI, después de las llamadas
Guerras de Bandos, en las que el campesinado, aliado con la población de las
villas y con el rey, venció al partido de la aristocracia, se declara la hidalguía
con carácter general, mediante -entre otros- el Fuero Nuevo de Vizcaya de
1526, que reforma el Fuero Viejo, de 1452. La nobleza universal vasca se
justifica, a su vez, por ser descendientes de los primeros pobladores de la
península, adonde supuestamente llegan guiados por Túbal, nieto del bíblico
Noé, hablando una de las lenguas surgidas tras la confusión de la Torre de
Babel, el vascuence. Este mito se utiliza desde el siglo XV para justificar la
particularidad jurídica de los territorios vascos. Posteriormente surge el mito
del cantabrismo, al que ya hemos hecho referencia: los vascos serían los
descendientes de los antiguos e invencibles cántabros, que siempre se
opusieron a la conquista de su territorio, tanto por parte de los romanos como
de los visigodos y los árabes. Por otra parte, remitirse al mito de Noé permite
también afirmar que los descendientes de los vascos asumieron muy pronto la
verdadera religión. Las legendarias independencia y libertad iniciales, la
27
hidalguía universal y la excelencia del pueblo se basan en mitos que sirven
para justificar su particularidad y el hecho de que a sus territorios se les trate
de forma distinta que al resto del reino. Como también hemos dicho ya, fue
durante el siglo XVIII, con los deseos reformistas de los reyes ilustrados,
cuando se comenzó a poner en cuestión este estado. No obstante, la
inestabilidad política permite a los vascongados ir ganando tiempo y perpetuar
su privilegiada situación.
Y del mismo modo, desde aquel siglo fueron surgiendo una serie de autores
que defendieron los fueros, de una u otra manera: la apología del euskera por
parte de Pablo Pedro de Astarloa (1752-1806), Juan Antonio de Moguel
(1745-1804) y Juan Bautista Erro y Azpiroz (1773-1854). Pero fue el lingüista
Wilhelm von Humboldt, en su primer viaje a Vasconia, en 1799, quien pondría
de moda la originalidad de esa lengua, después de conocer al grupo de
Astarloa, quien ya había escrito una extensa apología suya, que Humboldt
pudo leer, y donde se pretendía demostrar que el vasco había sido la lengua
primitiva de la humanidad. Se dedicó a estudiarlo a fondo, y su libro Los
Vascos – Aportaciones sobre un viaje por el País Vasco, publicado en 1801, no
es sólo una nueva apología del euskera, sino también de la región y de sus
habitantes, ya que los describe como un pueblo próspero, sin mendigos, con
organizaciones libres y claramente diferenciados de España y Francia. Según
él, son el pueblo más animoso y expansivo, y a las jornadas más fatigosas
suceden sesiones de música y baile. Su lenguaje es peculiar, tanto en sus
palabras como en su entonación; y von Humboldt aprovecha para denunciar el
acoso al que se ve sometido por parte de españoles y franceses. En cuanto a
los fueros, afirma que consiguieron adoptar una organización tan alejada del
despotismo como de la anarquía, con un espíritu noble de libertad. Años
después, su claro sucesor sería Louis Lucien Bonaparte (sobrino del
emperador), quien viajó por las provincias vascas, estudió su lengua y publicó
treinta y tres obras sobre sus distintos dialectos.

3.2. Joseph-Augustin Chaho, el precursor


Dejando a un lado la vertiente más lingüística de estos apologetas, es evidente
su motivación política. El régimen foral vasco se veía legitimado por una serie
de elementos míticos -como ya hemos mencionado- que describían al
baserritarra, o campesino feliz, como arquetipo de lo vasco. Y centrándonos
en los autores más relevantes no podemos omitir la figura de Joseph-Augustin
Chaho (Soule, País Vasco-Francés, 1810-1858), el precedente de una larga
serie de escritores que han sido reivindicados por la izquierda abertzale. Chaho
pretende hacer historia, cuando en realidad lo que hace mayormente es narrar
leyendas, pero es importante para nuestro relato porque es el primero que
habla de Euskal Herria como nacionalidad oprimida por España. A pesar de lo
que hemos explicado sobre la Primera Guerra Carlista, Chaho asegura que fue
28
una lucha en defensa de la liberación nacional . Afirma que el castellano es
un pueblo despreciable y que la envidia de las instituciones vascas constituyó
la causa de la guerra, por lo que la victoria final habría supuesto la destrucción
de las esencias vascas. Con él nace, por tanto, la tendencia que interpreta las
guerras carlistas como guerras nacionales, y describe a Zumalacárregui como
un caudillo que luchó por la independencia de Euskal Herria:
La envidia de los castellanos fue la primera causa de esta guerra […] No podían aguantar el
ver a las provincias vascas gobernarse y administrarse a sí mismas en una completa
independencia, mientras que una infinidad de empleos civiles y militares estaban ocupados
en Castilla por vizcaínos y navarros […] El deseo de constreñir a nuestras provincias libres
a una fusión con Castilla, y de arrancar a los vascos el privilegio de su independencia, fue lo
único que dictó el testamento de Fernando, violador de la Constitución española […] las
hordas castellanas han hecho irrupción en Vizcaya: el roble venerable, al pie del cual se
29
celebraban, desde hace tres mil años, las asambleas de la república, ha sido abatido .

Según Chaho, los vascos eran un pueblo ario y el euskera estaba emparentado
con el sánscrito. Inventó una casta de antiguos sabios vascones a los que
denominaba los Videntes, e interpretó lo poco que se sabía de las creencias
folclóricas de su país natal a la luz de las mitologías de la India y de la Persia
de Zoroastro.
En 1835, Chaho visitó el campamento de las tropas carlistas, donde conoció a
Juan Bautista Erro, en cuyas teorías sobre el mundo primitivo y los vascos
encontró inspiración para sus propias fantasías. En 1836 publicó en París Viaje
a Navarra durante la insurrección de los vascos, una fantasiosa descripción de
su estancia con las tropas de don Carlos que ni siquiera fue bien recibida entre
los carlistas, quienes le obligaron a volver a Francia. En el libro afirma haber
entrevistado a Zumalacárregui (que ya había fallecido), quien le habría
revelado que el verdadero objetivo de la contienda era la independencia vasca.
A pesar de que su estancia en Navarra no duró más de dos semanas, atribuye
sus propias tesis a Zumalacárregui y afirma haber conseguido que éste las
defendiera, en la entrevista que mantuvo con él (no pudo desmentirlo porque
ya no estaba vivo). Según Xabier Zabaltza, autor de una biografía de Chaho
publicada por el Departamento de Cultura vasco, no fue el inventor de esos
rumores, sino que -según el mismo Zabaltza- varios viajeros que estuvieron en
Vasconia durante la Primera Guerra Carlista hacen la misma afirmación; sin
embargo, este autor no nos ofrece más detalles al respecto.

Joseph-Augustin Chaho

Aunque el libro no se tradujo al castellano hasta 1934, lo conocían bien los


intelectuales vascos, e incluso Unamuno lo comentó en su tesis doctoral de
1884. Chaho inventó todo un universo mitológico sin ninguna base histórica
real, con el basojaun, hombre salvaje de los bosques, y las maitagarris o
ninfas. No obstante, su principal fantasía, y la que más repercusión tuvo, fue la
de la figura de Aitor, antepasado común de los vascos -que hizo que se
olvidara la referencia a Túbal-, incluida en su libro Aitor, leyenda cántabra.
Partiendo de la expresión aitonen semeak (“hijos de padres buenos”, es decir,
“hidalgos”), donde aitonen se encuentra en caso genitivo (aita sería el
nominativo), modifica el sustantivo y lo sustituye por una combinación de aita
(“padre”) y oro (“todo”, en dialecto suletino), dando lugar a “Aitor”, que en
genitivo sería Aitoren, con lo que tendríamos la expresión final Aitoren semeak
(“hijos de Aitor”). De esta forma, los vascos procederían de este patriarca, que
habría llevado a su pueblo a su emplazamiento actual. Aitor habría llegado,
desde el este, a los Pirineos con sus siete hijos; y contempló las tierras que se
extendían a su alrededor: el fértil valle del Ebro al sur, inmensas llanuras al
norte, frondosos bosques al oeste, y detrás el mar. Los hijos de Aitor se
habrían establecido en estas tierras fundando las siete tribus originales,
antecedentes de las siete provincias vascas (Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y
Navarra en España; Labourd, Baja Navarra y Soule en Francia). En lo más
profundo de una caverna ocultó un tesoro, para que nadie pudiese robarlo, y
allí permanece, escondido en las montañas. Así nació su legado y nació un
pueblo, el de los vascos. Con la invención de Aitor perseguía un doble
objetivo: dotar a los vascos de un antepasado común, distinto del de los demás
españoles (por eso nunca cita a Túbal), y separar la genealogía vasca de la de
los pueblos semíticos (el mito de Túbal los asimilaría a los judíos). Aitor es un
patriarca ario, como los fundadores de los pueblos indos e iranios.
Chaho había leído a los apologistas de la lengua vasca que escribieron a partir
del siglo XVI, como por ejemplo Poza, Larramendi, Bala, Astarloa, Zamácola
y Erro. En 1847 publicó la Historia primitiva de los vascos, en colaboración
con Henri de Belsunce, y en 1853 la novela Safer ou les Houris espagnoles,
sobre los orígenes del reino de Navarra, en la que se inspiraría Navarro
Villoslada para escribir su Amaya o los vascos. Además, afirmaba que el
pueblo vasco era el elegido en la nueva edad de oro que se aproximaba, tal
como defendía por sus creencias esotéricas e iluministas. Chaho también
habría dicho que la democracia es una creación inglesa, tras arrebatar a los
vascos el concepto de constitución. Desde su perspectiva iluminista, Chaho
creía en una guerra de 5000 años, de la cual el conflicto carlista no sería más
que un episodio de la lucha interminable entre los Hijos del Sol y los Hijos de
la Noche. Convirtió a los vascos en un museo viviente, y a las costumbres
populares más insustanciales en maravillosas reliquias de rituales y religiones
que procedían de la remota antigüedad.
Más claras son sus aportaciones a la ortografía y el léxico del euskera:
contribuyó a que arraigaran los grafemas “k”, “ts”, “z”, “ñ” y “u”, que
actualmente se han generalizado. Creía que se había hablado en la mayor parte
de Europa, África y Asia, y que, mediante las lenguas actuales, se podría
reconstruir el idioma primitivo. Más realista fue su sugerencia de crear una
Academia Vasca.
Juaristi comenta que en la raíz de su vasquismo hay una marcada fobia
antisemita, y defendió unas supuestas relaciones entre el vasco y el sánscrito, a
la vez que se opuso a la teoría tradicional del origen babélico de la lengua. No
es de extrañar que sus teorías, a pesar de su heterodoxia, fueran bien recibidas
por los fueristas vasco-españoles, católicos en su mayoría: les habría halagado
la tesis de que los vascos habían conservado el culto a Dios y a la Trinidad
desde el origen de los tiempos. Por otra parte, Chaho consideraba a los vascos
el pueblo elegido por Dios para dirigir la nueva cruzada que restauraría la
verdadera religión, lo cual coincide con su imagen de pueblo que sufre,
difundida por el fuerismo. Por último, Juaristi niega que Chaho fuera un
nacionalista vasco; se parecería más bien a un agente de viajes que quiso
promocionar su región natal (el País Vasco, tanto el francés como el español).

3.3. Principales autores fueristas


El fuerismo fue un movimiento tanto político como cultural que reivindicaba
para Vasconia y Navarra un tratamiento constitucional distinto al del resto de
España. Surgió con la Primera Guerra Carlista, aunque ya antes hubiese
apologistas (desde el siglo XVI), que solían hacer acto de presencia cuando
sentían atacados de algún modo sus privilegios. Además de defenderlos,
elogiaban a los fueros como garantía de prosperidad. Hablando del fuerismo
propiamente dicho, el que tuvo lugar a lo largo del siglo XIX podemos
30
dividirlo en las siguientes generaciones de autores :
1. Generación isabelina. Nacen durante el reinado de Fernando VII y escriben
principalmente durante el de Isabel II. Los más importantes son Francisco
Navarro Villoslada, Antonio Trueba y Juan Venancio de Araquistáin.
2. Generación de la Restauración. Nacen entre 1830 y 1860. Casi todos
alcanzan su mayoría de edad hacia el sexenio revolucionario y su madurez en
la década posterior a la abolición foral. Son testigos de la liquidación del
“oasis foral” y de su transformación en una sociedad industrial. Las figuras
más importantes son Vicente de Arana y Arturo Campión.
3. Generación de fin de siglo. Reciben la influencia de las generaciones
anteriores y muestran una decidida voluntad de ruptura respecto de la tradición
recibida. Son Miguel de Unamuno, Pío Baroja y Sabino Arana Goiri (el
protagonista de estas páginas).
Durante el Antiguo Régimen, los apologistas de los privilegios vasco-navarros
recurrieron a una serie de tradiciones apócrifas para justificar históricamente
(o legendariamente más bien) los derechos de los territorios forales. Estas
tradiciones las forjaron cronistas y genealogistas de los siglos XIV al XVI, por
la necesidad de construir una ideología legitimadora del estado absoluto y la
dominación aristocrática. Estas narraciones pueden dividirse en cinco
31
grupos : los supuestos pactos entre los vascos y la corona de Castilla, los
vascos como primeros pobladores de España, la identidad de vascos y
cántabros orientales, la independencia de Vasconia durante la dominación
romana, el monoteísmo primitivo de los vascos y su temprana recepción del
evangelio, y las gestas medievales en que los vascos vencieron a poderosos
invasores.

Jaun Zuría jurando los Fueros de Vizcaya

a) Los pactos originarios: Jaun Zuría y la batalla de Arrigorriaga


Sólo para Álava existe documentación que demuestra el carácter voluntario de
la entrega de la provincia al monarca castellano, en 1332, durante el reinado
de Alfonso XI. La anexión de Guipúzcoa se explica por una expedición de
conquista de Alfonso VIII en 1200. En cuanto a la tradición del pacto entre
vizcaínos y su primer señor, procede de diversas fuentes, que coinciden en la
invasión de Vizcaya por parte de un ejército astur-leonés, el recurso de los
vizcaínos a su dirección por parte de un príncipe británico, la derrota de los
invasores en una zona próxima a Bilbao (Padura, llamada desde entonces
Arrigorriaga, “pedregal rojo”, debido a la sangre derramada) y la
proclamación del príncipe británico como señor de Vizcaya.

b) El vasco-iberismo
La hidalguía universal de los vascos se basó en una argumentación racial: los
vascos procederían de los primeros pobladores de España, que llegaron
guiados por el patriarca Túbal, nieto de Noé. Esta tesis se elaboró en el siglo
XVI.

c) El vasco-cantabrismo
La identidad de vascos y cántabros también es un producto del siglo XVI y
ofrecería a los defensores de los fueros el complemento al vasco-iberismo: la
gesta guerrera en que el pueblo demuestra su fuerza, al resistir a un invasor
más poderoso (romanos, visigodos y musulmanes).

d) El monoteísmo primitivo
El monoteísmo de los vascos precristianos y su temprana evangelización por
parte de Santiago y otros apóstoles serían el fundamento de la condición de
“cristianos viejos” de los vascos.

e) Las gestas medievales


Se trata principalmente de la batalla de Roncesvalles, narrada en el Cantar de
Roldán. El ataque contra la retaguardia del ejército de Carlomagno (con la
muerte de su sobrino Rolando) sería la revancha por el ataque sufrido por
Pamplona.

Como ya hemos dicho, la abolición de los fueros en 1876 provocó una fuerte
reacción de defensa de las instituciones suprimidas, así como de la lengua y la
cultura vascas, lo cual tomó forma en la aparición de numerosos folletos y
periódicos fueristas, la creación de organizaciones político-culturales y el
resurgir de la cultura euskaldún, como por ejemplo la celebración de
certámenes como los Juegos Florales, a imitación de los catalanes. Los
primeros se celebraron en Elizondo en 1879, y desde entonces se multiplicaron
por toda la geografía vasca. Este renacer vasco conlleva un espíritu de vuelta
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al pasado . La poesía vasca se populariza y se politiza, y los trabajos de
investigación histórica se orientan a la búsqueda de las raíces de un pueblo
indómito, invicto y soberano, hasta que le robaron sus fueros injustamente.
Con todo ello, como bien dice Javier Corcuera, los argumentos teóricos del
nacionalismo vasco se generalizan antes de que se formule explícitamente; y
Sabino Arana lo único que tendrá que hacer es una lectura consecuente de las
tesis fueristas. Aunque no haya llegado todavía el momento de negar la
existencia de una nacionalidad española, ya se apunta a la afirmación de una
nación vasca. La cuestión foral pasa a ser la cuestión vascongada, y los cantos
a las excelencias de los fueros son en realidad cantos a la excelencia de
Euskaria. Mediante la prensa, los folletos y los libros, se generaliza la imagen
de una Arcadia vasca, puesta en peligro por la industrialización y la pérdida de
los fueros. Este “vascongadismo” romántico encuentra su espacio político en
la derecha antiliberal: carlistas e integristas; una tendencia que proseguirá con
Sabino Arana, teniendo en cuenta su ideología y sus creencias.
Aparece un dualismo racista: el buen vizcaíno frente a la modernidad que todo
lo corrompe. Los vascos deben demostrar su esencialismo indómito y católico
reemprendiendo la lucha contra la España liberal, a pesar de la reciente derrota
en la guerra carlista que finalizó en 1876.
Por otra parte, se defendía la foralidad como sistema de administración que
había demostrado de sobra su eficacia para mantener el orden y la obediencia
del pueblo, y que había proporcionado a las provincias vascas un alto grado de
prosperidad para la pobreza de su suelo: en resumen, un sistema excelente que
no se oponía a la unidad constitucional del estado, que éste debía conservar en
su propio beneficio e incluso aplicar en el resto de sus territorios. Ésta fue la
base de la argumentación fuerista en el reinado de Isabel II, pero poco a poco
se fueron añadiendo nuevos argumentos, como por ejemplo el que los
presentaba como garantía para la paz, o el que los convertía en la esencia del
pueblo vasco y de su singularidad.
Una de las expresiones del movimiento fuerista es el llamado renacimiento
éuskaro, consistente en una serie de literatos y editores que quisieron afirmar
la singularidad cultural de los vascos y desvelar sus claves identitarias. Según
Elorza, fue “el primer ensayo consciente de utilizar la expresión literaria como
fermento de una conciencia nacional vasca”. Se trata de una literatura pre-
nacionalista cuyo principal representante fue el navarro Arturo Campión.
Juaristi llama “literatura fuerista” a aquélla de la que forman parte una serie de
autores que comienzan con José María Goizueta y sus Leyendas Vascongadas
(1851), que continúan con Navarro Villoslada, Trueba, Araquistáin y Vicente
Arana, entre otros, y que se creían llamados a despertar la conciencia de los
vascos como pueblo, recordándoles lo que habían sido a lo largo de la historia
y forjando un arquetipo determinado del vasco. Todo ello sirvió como señas de
identidad pre-nacionalistas, con su papel de precursores del nacionalismo de
Sabino Arana. Su vinculación con la política queda demostrada por el hecho
de que algunos desempeñaran importantes cargos, como por ejemplo Navarro
Villoslada, que, además de literato, fue periodista, secretario del Gobierno
Civil de Álava (1850), diputado a Cortes en 1854 y 1867, y senador en 1871.
En cuanto a sus ideas, pasó del liberalismo progresista de su juventud al
moderantismo, y posteriormente al neocatolicismo y el carlismo. También
ocupó cargos Antonio Trueba; en concreto, archivero y cronista del Señorío de
Vizcaya, además de estar a cargo de la redacción de una exposicion al rey
Alfonso XII solicitando el veto real contra la ley de abolición de los fueros de
21 de julio de 1876, con lo que se convirtió en el mentor espiritual del
fuerismo intransigente.
Como ya hemos dicho, de los autores fueristas debemos destacar a Francisco
Navarro Villoslada (1818-1895) -autor de Amaya o los vascos en el siglo VIII,
la novela más famosa del renacimiento cultural regionalista-, que conoció a
Chaho en 1852, durante el exilio de éste a raíz del golpe de estado de Luis
Napoleón. Seguramente le divirtieron (o le irritaron) las mistificaciones de
aquél, empeñado en sostener que los fueros vascos equivalían a una
constitución revolucionaria porque consagraban el principio de soberanía
nacional. Villoslada sabía bien que los fueros eran privilegios concedidos por
los reyes o los señores, tal vez con raíces en los usos consuetudinarios de la
población, pero sin efectos legales hasta su codificación y sanción por parte
del monarca. Los vascos que defendieron al Pretendiente, igual que los
catalanes y castellanos, lo hicieron para sostener la religión, que identificaban
con un modo de vida que no querían ver perturbado. El respeto de los fueros
por parte de don Carlos supuso un elemento tranquilizador para los
campesinos vascos, pero no era el componente principal del carlismo.
Tampoco podemos dejar de citar a Antonio Trueba (1819-1889), autor
costumbrista de gran éxito que describió una Vasconia rural idealizada y se
dedicó a una enorme labor de difusión del fuerismo, con un tradicionalismo
que permite evitar el liberalismo y los problemas de la industrialización.
Posteriormente, Sabino Arana tomaría esta visión idealizada del ruralismo
vasco como medio de afirmación nacional. Para Trueba, la inmigración y el
empuje industrial acabaron con el antiguo igualitarismo agrario.
Pero el fuerismo no se limitó a las páginas de una serie de escritores
románticos tardíos, sino que inspiró las predicaciones de muchos sacerdotes en
sus púlpitos, además de canciones populares, como por ejemplo la mejor
expresión simbólica de los fueros vascos, inmortalizada por José María de
Iparraguirre en el Gernikako arbola, la canción al Árbol de Guernica, que
constituye un himno extraoficial del País Vasco. Iparraguirre, poeta
(bertsolari) y músico, escribió principalmente en euskera. Siendo aún
adolescente participó en la Primera Guerra Carlista, en el bando del
Pretendiente. Una vez finalizada, se exilió en Francia, pero fue expulsado tras
el golpe de estado de Luis Napoleón. En 1853 regresó a España gracias a un
indulto, y compuso el famoso himno en el Café San Luis, de la calle de la
Montera, en Madrid, que pronto se hizo muy popular, llegó al País Vasco y fue
bien acogido.
Hemos descrito brevemente el relevante movimiento fuerista, expresión de
unos autores y políticos que representaban a un pueblo que se sintió afectado
por lo que consideraba el robo de unos privilegios a los que creía tener
derecho desde tiempos inmemoriales. Ésa era la idea generalizada, basada
solamente en mitos, que por el hecho de repetirse, generación tras generación,
llegaron a tomarse por verdades históricas. Sabino Arana, fundador del
nacionalismo vasco y protagonista del presente ensayo, partiría de ellos para
fundamentar sus ideas, crearía otros nuevos y fue el máximo responsable de
que actualmente la población vasca tenga una imagen distorsionada de sí
misma, que incluye como fundamental el componente mítico citado.
4. SABINO ARANA Y GOIRI, EL FUNDADOR
4.1. Niñez y juventud
Sabino Policarpo Arana y Goiri nació el 26 de enero de 1865 en la anteiglesia
de Abando, que en 1890 se anexionaría a un Bilbao en constante crecimiento
debido a la industrialización. Fue el octavo y último hijo del matrimonio
formado por doña Pascuala de Goiri Atxa y don Santiago Arana y Ansótegui,
que se dedicaba al negocio naviero y era un decidido partidario del carlismo.
Vio la luz en la casa que su padre había ordenado construir en la calle Ibáñez,
número 10, conocida entonces como “casa de Albia” y después como “Sabin-
Etxea”. La familia gozaba de una buena posición económica, era muy católica
y su padre había sido alcalde de Abando y apoderado en las Juntas Generales
de Guernica. El mismo día que nace le bautizan en la iglesia de San Vicente
Mártir, en Abando.
En 1871 comienza a asistir a la escuela municipal de Abando. Siendo aún niño
Sabino, don Santiago colaboró en los preparativos del alzamiento carlista de
1872, lo cual incluyó un viaje a Londres para comprar armas y la inversión de
parte de su fortuna en el ejército de don Carlos.
El 21 de abril tiene lugar la sublevación carlista en Euskadi y Cataluña. El
general Uribarri se había escondido en la caseta de los guardianes del astillero
de los Arana. Don Santiago se oculta en Mundaka, y la familia, con el miedo
de vivir en un lugar con escasa población, se traslada a Bilbao, a la casa de
Nicolasa de Mendíbil, una buena amiga. El 16 de mayo, el general Uribarri
muere en la batalla de Oñate y Santiago se refugia en Ziburo, temiendo las
represalias por haber participado en el levantamiento. Tras el primer fracaso,
se firma el Convenio de Amorebieta, pero el 18 de diciembre tiene lugar el
segundo alzamiento, que logra un gran éxito en el País Vasco. La familia se
traslada a Francia, mientras el padre apoya financiera y personalmente a la
conspiración. En agosto de 1873 da inicio el sitio de Bilbao, por lo que se
unen todos en Bayona. Sabino y Luis cursan estudios elementales en el
colegio de San Luis Gonzaga, de la citada localidad.
El 29 de diciembre, el general Martínez Campos, contra la vigente república,
proclama la restauración de la monarquía con Alfonso XII en el trono, lo cual
supone un duro golpe para el carlismo puesto que desaparece una de las causas
del levantamiento, el caos imperante en España durante todo el sexenio.
Sabino hace su primer comunión en la iglesia de San Juan de Luz.
El 28 de febrero de 1876, el pretendiente Carlos huye a Francia, y ya
finalizada la guerra, Sabino y parte de la familia vuelven a Abando, e ingresa,
junto a su hermano Luis, como interno en el colegio jesuita de Nuestra Señora
de la Antigua, en Orduña, para estudiar el bachillerato. Dios y fueros, religion
y tradición, eran los pilares básicos de la educación de ese colegio, tal como
representaban las familias que mandaban allí a sus hijos.

La familia Arana al completo (Sabino junto a su padre)

El 21 de julio se suprimen los fueros de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, como ya


hemos explicado. El 23 de diciembre muere su abuela materna, María Jesús de
Atxa, y don Santiago vuelve de Bayona para asistir al entierro. La derrota
carlista supone para el padre una grave crisis moral y ciertos problemas
económicos: aunque seguían manteniendo una posición desahogada, asistieron
a la pérdida de gran parte de la fortuna familiar. La juventud de Sabino,
supuestamente romántica, le lleva a leer libros fueristas sobre los mitos y
dogmas de los apologistas vizcaínos que hemos expuesto antes.
Fui primeramente, cuando niño, carlista acérrimo, pero sin pensar en los llamados fueros,
porque no tenia noticia de ellos […] Más tarde, cuando algún tanto había oído hablar de
ellos, era carlista fuerista, pero carlista per se, porque me creía español. Seguía la rutina de
la familia, aunque infundadamente, porque mi padre ha antepuesto siempre el bien de
Bizkaya al de la corona de España. No obstante, si don Carlos se hubiese opuesto a los
fueros, yo me hubiera quedado con éstos contra aquél […] Desde los catorce años hasta los
diecisiete, auxiliado en parte por mis cortos conocimientos de la Historia de Bizkaya y en
parte por cierta dosis de reflexión, se verificó en mi ánimo una revolución completa. De
carlista per se pasé a carlista per accidens, es decir: conociendo que Bizkaya había sido
siempre absolutamente independiente de España, consideraba, por otro lado, la venida de
don Carlos al trono de ésta, como el major medio, si no el único, de alcanzar el bienestar de
mi patria, puesto que aquel príncipe, heredero legítimo de la corona española, éralo también
del Señorío de Bizkaya, si juraba los fueros, y los había ya jurado. Ya no era, pues, carlista
por el rey de España, sino carlista por el Señor de Bizkaya […] Este cambio no fue, sin
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embargo, repentino. Tuvo sus altibajos, pero se determinó al fin en la forma transcrita .

Por tanto, al término de los estudios en el colegio, estaban ya definidos los dos
pilares de lo que luego sería la doctrina política de Sabino: la religion y los
fueros; una religion profunda que impregna todos sus escritos, privados y
públicos, y que le lleva a estar cerca del integrismo.
Sabino enferma de tuberculosis, está a punto de morir, y en junio de 1881 debe
examinarse postrado en la cama para obtener el grado de bachiller, con una
convalecencia posterior de dos años en casa de su hermana Francisca, cuyo
marido era medico. El Domingo de Resurrección de 1882, paseando por el
jardín de la casa, su hermano Luis logra despertar su conciencia nacional
vasca, acontecimiento que narraremos más adelante. Inicia sus estudios de
euskera con el Diccionario vasco-francés de Van-Eys. El 11 de agosto fallece
su hermano mayor, Juan, con 31 años de edad, lo cual supone un duro golpe
para el padre, que no logrará recuperarse. En 1883 muere don Santiago y
Sabino enferma de ictericia. En septiembre se traslada, junto con su madre y
sus hermanos Luis y Paulina, a Barcelona, donde comienza a estudiar Derecho
y Filosofía y Letras. Luis cursa estudios de Arquitectura, carrera que terminará
en 1893. El 18 de noviembre de ese año se inaugura el Círculo Vasco-Navarro
de Barcelona, del que fueron socios los dos hermanos.
En cinco años, Sabino no logra aprobar más que unas cuantas asignaturas, y
parece que esta época no deja más influencia en él que sus lecturas
autodidactas, ya que nunca habló de Cataluña como nacionalidad, sino sólo
como una region más de España. Solamente mostró interés por las obras que
podían fundamentar la idea, que elaboraría posteriormente, de que Vizcaya
había sido independiente.
La carrera que mi madre quiso y a mí menos me gustaba: la de leyes. La empecé con bien
poco provecho. En los cinco años que transcurrieron hasta que definitivamente la dejé,
estudié pocas asignaturas y me examine sólo de la mitad de ellas. Seguía siendo el de
siempre: no me gustaban los programas, ni los profesores; mucho menos me llenaban los
autores. Estudiada una asignatura, no creía necesario examinarme de ella, porque no
pensaba ejercer la Carrera y porque comprendía que por el examen y por la nota no habría
de saber más de lo que había estudiado. Guiado por mis aficiones, uno de aquellos años hice
una locura: además de matricularme en derecho, me matriculé en ciencias naturales y
físicas, y en filosofia y letras. Pero tan desaplicado y tan poco amigo del método y el orden
como siempre, todo fue inútil. Lo que cursé con alguna regularidad lo hice de libre, que era
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el sistema más adecuado a mi independiente carácter y mi libre criterio .

Sabino Arana, aún muy joven

Tres son los propósitos de Sabino al abrazar el nacionalismo: estudiar la


lengua de su patria, que le era totalmente desconocida, además de su historia y
sus leyes; proporcionar a los compatriotas que tampoco lo hablaran el medio
de aprenderla, mediante la publicación de una gramática; y por último la
extirpación del extranjerismo y la implantación del patriotismo, uniendo a los
hijos de Vizcaya bajo la misma bandera, la de la tradición. Su actitud ante el
fuerismo es selectiva: recoge los argumentos que tienden a reforzar la idea de
independencia de los vascos y rechaza los elementos que los unen con los
demás pueblos de España. Por otra parte, sus composiciones juveniles, de sus
años de Barcelona (¡Siñismena! [“¡Fe!”] y Kantauritarrak [“Los cántabros”]),
ya muestran su devoción por la patria y la exigencia de expulsar al extranjero.
Una tercera, que se quedó en sólo un esbozo, era un homenaje a Pedro de
Astarloa, quien había defendido la condición sublime del vascuence en su
Apología de la lengua bascongada (1803).
En 1885 pasa el verano y el otoño en Abando, donde empieza a escribir su
Gramática elemental del euskera bizkaíno. En enero de 1886 vuelve a
Barcelona, donde prosigue, más mal que bien, sus estudios. Intenta publicar
varios artículos, pero los periódicos y revistas a los que se dirige le rechazan.
El 6 de junio, junto con su hermano Luis y otros estudiantes vascos, asiste a la
llegada a Barcelona de San Valentín de Berriotxoa, misionero dominico en
Vietnam que había fallecido, siendo mártir (fue ejecutado por decapitación),
cinco años antes. El 15 de julio logra que se publique en la Revista de Vizcaya
su primer artículo, “¿Basco o Vasco?”. El 15 de septiembre se publica su
segundo artículo.
En 1887 publica en Bilbao el primer tomo de su Tratado etimológico de los
apellidos euskéricos, obra incompleta. Sigue publicando artículos en diversas
revistas. A comienzos de 1888 imprime en Barcelona las primeras páginas de
su Gramática elemental del Euskera Bizkaino, que no llegaría a venderse al
público. El 11 de febrero fallece su madre a consecuencia de una pulmonía.
Sabino enferma por la pena. Continúa con la publicación de artículos, pero en
julio regresa a Abando con Paulina y Luis, y abandona definitivamente los
estudios universitarios, al no existir ya ninguna razón para continuar en
Barcelona.
Los biógrafos de Arana se plantean la influencia que pudo tener su estancia en
Barcelona para la confirmación de su nacionalismo. Parece ser que, si algún
tipo de influencia tuvo el catalanismo, sería sólo negativa: Cataluña se define
como región de España y reclama autonomía. En cambio, Euskaria es una
nación históricamente independiente, no tiene nada que ver con España y
exige independencia. Sus “Apuntes íntimos”, escritos para no ser publicados,
nos describen a un joven Sabino totalmente centrado en la idea religiosa, que
sitúa a Dios como causa primera y última de toda su actividad.

4.2. El descubrimiento del nacionalismo


Sabino sigue estudiando vascuence, lengua que antes desconocía por
completo, y en marzo de 1888 se anima a opositar a la cátedra de lengua vasca
que la Diputación de Vizcaya había creado en el Instituto de Bilbao, donde se
enfrenta a Miguel de Unamuno, coetáneo suyo, y a Resurrección María de
Azkue, que fue quien logró la plaza, a pesar de que Sabino declaró renunciar a
toda remuneración si resultaba elegido.
Ya en Bilbao, reparte el tiempo entre el estudio y la caza. Sus preocupaciones
centrales siguen siendo la filología, la gramática y la historia vascas.
Consolida sus planteamientos bizkaitarras, a la vez que su insatisfacción le
lleva a plantearse la necesidad de emprender acción política, y parece que
sueña con la posibilidad de convertirse en el líder de su pueblo, al sentirse con
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fuerzas para el mando . En diciembre de 1889, en la revista La Abeja, dirigida
por Azkue, inicia la publicación de una serie de artículos titulados “Cuatro
ocasiones en que España intentó conquistar a Bizcaya, pero en que ésta
demostró ser inconquistable por las armas”, bajo el seudónimo de Axorabide.
En el primer número escribe sobre la batalla de Arrigorriaga.
Por esta época ya tiene prediseñadas sus tesis futuras, reflejadas en los
artículos que sigue publicando en 1890 en la misma revista. Frente al fuerismo
y el regionalismo, su política ya se define como nacionalista, y se justifica por
la tradición vasca: el nacionalismo es la tradición de Vizcaya, y por ello es la
política que necesita. En mayo aparece el último artículo de la serie de cuatro,
en el que concluye la serie de relatos históricos con la batalla de Mungia. Ya
había quedado muy atrás el carlismo heredado del padre, que al final de su
adolescencia, en 1882, es sólo un “carlismo per accidens”, para conseguir
restablecer los fueros de Vizcaya. La conversion se debió a Luis, quien el
domingo de resurrección de ese año le mostró cuál es su verdadera patria y le
instó a reconocerse como nacionalista vasco. Según se cuenta, su hermano
había logrado convertirse gracias a una conversación mantenida en un tren con
un santanderino, que le echó en cara que, si los vizcaínos se consideraban
españoles, cómo era posible que quisieran disfrutar de unos privilegios que no
tienen los demás habitantes del país, además de eludir obligaciones impuestas
por la patria común: mediante los fueros no sirven en el ejército español ni
contribuyen con impuestos a la hacienda pública; por tanto, no son buenos
españoles. Al admitir como verdad lo que le expuso su interlocutor, Luis tuvo
que decidir entre considerarse español o vizcaíno, ante lo cual se decide por la
segunda opción, que después transmite a su hermano Sabino.
El año ochenta y dos (¡bendito el día en que conocí a mi Patria, y eterna gratitud a quien me
sacó de las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín
mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política. Mi hermano era ya bizkaíno
nacionalista; yo defendía mi carlismo per accidens. Finalmente, después de un largo debate,
en el que uno y otro nos atacábamos y nos defendíamos sólo con el objeto de hallar la
verdad, tantas pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que
Bizkaya no era España, y tanto se esforzó en demostrarme que el carlismo, aun como medio
para obtener no ya un aislamiento absoluto y toda ruptura de relaciones con España, sino
simplemente la tradición señorial, era no sólo innecesario sino inconveniente y prejudicial,
que mi mente, comprendiendo que mi hermano conocía major que yo la historia y que no
era capaz de engañarme, entró en la fase de duda y concluí prometiéndole estudiar con
ánimo sereno la historia de Bizkaya y adherirme firmemente a la verdad […] Pronto
comencé a conocer mi patria en su historia y en sus leyes; pero no debe el hombre tomar una
resolución grave sin antes esclarecer el asunto y convencerse de la justicia de la causa y de
la conveniencia de sus efectos […]

Mas al cabo de un año de transición, disparáronse en mi inteligencia todas las sombras con
la que oscurecía el desconocimiento de mi Patria, y levantando el corazón hacia Dios, de
Vizcaya eterno Señor, ofrecí todo cuanto soy tengo en en apoyo de la restauración patria... Y
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el lema Jaungoikua eta Lagizarra se grabó en mi corazón para nunca más borrarse .

Mediante ese procedimiento socrático (por el diálogo mayéutico) a la vez que


peripatético (por tener lugar mientras paseaban) llegó Sabino a vislumbrar su
nacionalismo. Corcuera comenta que no conocemos las fuentes que utilizó
Sabino en su formación histórico-política, y los únicos datos sobre el
contenido de su biblioteca proceden de las escasas citas bibliográficas que
incluyen sus trabajos, además de las alusiones hechas por su hermano Luis -
una vez muerto Sabino- sobre la venta de los libros de éste, que hizo su viuda;
unas alusiones que suelen ser muy generales, sin referencia a títulos concretos.
Lo que sí parece fuera de toda duda es el carácter autodidacta de su
preparación intelectual. El carácter apologético de toda la historiografía
vizcaína en la Edad Moderna, escrita para demostrar la legitimidad de los
fueros, a base de los mitos o dogmas históricos que parecían probarla, tuvo
que confirmar a Sabino en sus tesis nacionalistas vizcaínas. Seguramente leyó
a Sagarmínaga y a Campión, quienes, desde el fuerismo, atacaban al
centralismo canovista basándose en los argumentos de independencia
originaria y soberanía de los territorios vascos hasta 1876. Según Corcuera,
Sabino sólo necesitaba releer la historia vasca desde la óptica de una
independencia mantenida continuamente hasta 1839.
Años después, el PNV recordaría esa fecha tan señalada celebrando el Aberri
Eguna, o día de la Patria Vasca, en memoria de la conversion de Sabino al
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nacionalismo, el momento en que “vio la luz” .

Luis Arana Goiri

Juaristi llama “curioso personaje” al hermano. Mejor estudiante que Sabino,


ofrece a éste la fórmula básica del nacionalismo y después asume el papel de
segundón. A pesar de llegar a terminar los estudios de Arquitectura, no se le
conoce otra obra que el diseño, en colaboración con su hermano, de la
ikurriña. De baja estatura, no muy agraciado de rostro, sin carisma y
fácilmente irritable, según quienes le conocieron bien, siempre estuvo a la
sombra de Sabino hasta la muerte de éste, tras lo cual se convirtió en el
guardian de la ortodoxia frente a los antiguos euskalerríacos. Fue expulsado
del partido en 1915 por ponerse de acuerdo con el gobernador civil de Vizcaya
para dar un “pucherazo” a favor de un candidato del partido de Dato, si bien
volvió a ser admitido años más tarde. Murió en 1951, con casi noventa años.
Tanto él como Sabino vivieron siempre de las rentas agrarias, que
disminuyeron como consecuencia del ensanche de Bilbao. Juaristi señala
como una de sus motivaciones políticas el rencor nacido porque el antiguo
patrimonio de su familia enriqueciera a los especuladores, mientras ellos iban
tirando con unas rentas mucho más modestas de lo que fueron las de su padre
y su abuelo, en el tiempo feliz del oasis foral.
Sabino escribió numerosos artículos politicos, entre ellos uno sobre los
“Orígenes de la raza vasca”, que no publicó ningún periódico, ya que criticaba
ásperamente a Miguel de Unamuno por sus afirmaciones sobre el origen de los
vascos. En 1890 emprende la redacción del reglamento de la Sociedad
Euskeldun Batzokija, publicado posteriormente en su periódico Bizkaitarra, en
1894.

4.3. Inicio de la actividad política (1893-1898)


4.3.1. Bizkaya por su independencia
En noviembre de 1892 publica Bizkaya por su independencia, a partir de
cuatro artículos ya publicados en La Abeja, relatos legendarios de cuatro
batallas medievales de Vizcaya contra León o Castilla (Arrigorriaga [888],
Gordexola y Otxandio [1355] y Mungia [1470]), que Sabino identifica con
España, y en las que se impuso la primera, gracias lo cual logró conservar su
independencia. Los textos servían para comparar la situación de Vizcaya en la
Edad Media con la originada por la ley abolitoria de los fueros de 1876, y
suponen en la práctica el acta fundacional del nacionalismo vasco, así como el
origen de la historiografía nacionalista, que por tanto está marcada desde el
principio por los relatos legendarios, dado que Sabino no se basa en
documentos históricos, sino que se trata de un producto de su imaginación, al
partir de relatos míticos anteriores. De las cuatro narraciones, Juaristi afirma
que la primera, Arrigorriaga, es la más singular, una pieza de pura
vascomanía, tal vez la última muestra de vascomanía romántica. Está inspirada
en la leyenda medieval de la mítica batalla de Padura, entre vizcaínos y
leoneses, y en la fundación del Señorío de Vizcaya. Según la primera versión
publicada en el siglo XIV, un hermano del rey de Inglaterra, llamado Froom,
llegó a Vizcaya cuando ésta, aún sin gobierno, se encontraba sometida a un
conde asturiano. El recién llegado ofreció a los vizcaínos librarlos de su
opresor si lo tomaban a él por señor, los vizcaínos aceptaron y fueron a la
guerra contra los invasores en los campos de Padura, donde hubo tantas bajas
que la sangre de los astures tiñó las piedras del campo, al que desde entonces
se dio el nombre de “Arrigorriaga”, que en castellano significa “pedregal
rojo”. En otra versión del siglo XV, los agresores son leoneses y el héroe hijo
de una infanta escocesa, desterrada. Los vizcaínos solicitan a este príncipe,
Jaun Zuría (“Señor Blanco”) que les guíe a la batalla, pero lo aceptan como
señor sólo cuando vencen a los leoneses. Esta versión insiste en el pacto entre
los vizcaínos y Jaun Zuría: la elección de éste como señor de Vizcaya está
condicionada el compromiso de respetar y hacer respetar las libertades de los
hidalgos vizcaínos. Los términos del acuerdo reproducen varias disposiciones
del Fuero Viejo de Vizcaya de 1452, que era un fuero estamental, exclusivo de
los pequeños nobles del señorío. Esta leyenda se modificó posteriormente para
servir de justificación al principio de hidalguía universal de los vizcaínos,
durante los siglos XVI a XIX. En la versión de Sabino, el relato sigue las
pautas tradicionales excepto en un punto: la figura de Jaun Zuría desaparece
casi por completo, y Arrigorriaga es una gesta colectiva del pueblo vizcaíno.
Cuando finaliza la lucha, los vizcaínos, reunidos en junta, deciden tomar por
jefe a un joven llamado Lope, natural de Busturia, al que la historia conocería
con el sobrenombre de Zuría. Esta eliminación de la figura heroica de Jaun
Zuría es consecuente con la antipatía de Sabino hacia la institución señorial,
aunque si ésta es el origen de los males de Vizcaya, habría que reconocer que
la degeneración de raza comenzó en el mismo momento en que los vencedores
de Arrigorriaga decidieron elegir un señor: el origen del supuesto estado
vizcaíno coincidiría con el origen de su decadencia, y el único momento de
libertad, de independencia plena de Vizcaya, habría sido la propia batalla.
Todo esto es legendario, no histórico, y Arana escoge también arbitrariamente
la fecha de la batalla: el 30 de noviembre de 888, para hacerla coincidir con la
festividad de San Andrés, en cuyo honor -y para conmemorar la victoria- se
habría construido la iglesia de San Andrés de Pedernales. Por eso
posteriormente inauguraría el Euzkeldun Batzokija -el primer batzoki- el día
de San Andrés de 1894, compró la isla de San Andrés, en Pedernales, y
también por ese motivo los hermanos Arana crean la ikurriña con un fondo
rojo, el pendón de Vizcaya, sobre el que colocan la cruz de San Andrés. Dando
por supuesta la perfección de la forma de vida vizcaína en su pasado
independiente y la santa propensión a defender la patria frente a los invasores,
ante la nueva invasión ejecutada por España después de abolir los fueros,
Sabino considera imprescindible poner como ejemplo las guerras en que los
vizcaínos se mostraron invencibles ante los españoles: “Cuando el bizkaíno
conozca su historia patria, brotarán en su corazón, merced a la sangre que
corre por sus venas, los sentimientos de sus abuelos, y no podrá menos de ser
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patriota, odiando al extranjerismo que hoy sustenta” . En lo que respecta al
carácter real de esta batalla, el propio Sabino reconocía la falta de fundamento
histórico, al admitir que no se basaba en ningún documento, sino sólo en la
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tradición que había llegado hasta su época . Por otra parte, él mismo se
contradijo en lo relativo a la fecha, ya que en el libro la dató exactamente el 30
de noviembre de 888, mientras que en un artículo de Bizkaitarra afirmaba que
tuvo lugar en “uno de los años (no es seguro cuál sea) de la penúltima década
del siglo noveno”.
La segunda batalla que expone, la de Gordejuela, de fines del siglo XIV, le
permite destacar el episodio más siniestro de la historia de Vizcaya: la
españolización a consecuencia de la institución señorial. Aparece uno de los
temas obsesivos de Arana: los matrimonios mixtos como causa de la
degeneración racial y la inserción en España: “Los señores de Bizkaya
enlazáronse con mujeres españolas de noble estirpe, y tomando parte active en
la reconquista de España llegaron a adquirir títulos de nobleza española y a
40
aceptar gustosos el de súbditos castellanos” . Una y otra vez, Sabino insiste
en que la decadencia de Vizcaya, hasta el fin de su independencia, se debe a su
contaminación con lo español y a la pérdida de su espíritu guerrero: el
“españolismo” invade Vizcaya. Ante ello, la ejemplaridad de las cuatro
batallas tiene como objetivo mostrar la exigencia de la movilización patriótica,
una movilización que debe ser bélica, por todo lo expuesto.
Corcuera concluye que el mérito historiográfico del libro es escaso, pero que
su importancia política será enorme. Su aportación central será la culminación
de la lectura fuerista de la historia vasca y la eliminación de todos los
elementos interpretativos que en los fueristas podían justificar el
mantenimiento de relaciones políticas con España. Arana sostiene la
existencia, desde siempre, de una nación vasca y de una nación española,
41
antagónicas debido a su raza y enemigas desde la antigüedad .
Si en 1892 no existen en el Estado español más que las naciones vasca y
española, esta situación debe darse también en el siglo IX, y la constante
histórica vizcaína entre los siglos IX y XIX consiste en la tension entre los
intentos españoles de invadir Vizcaya, para convertirla en una provincia, y en
la lucha vizcaína por su independencia. Sería incorrecta la postura de los
tradicionalistas y los fueristas sobre el pacto entre Vizcaya y Castilla, y la
ruptura del pacto por parte de ésta, ya que aquélla ha sido independiente hasta
la fecha de su conquista por Alfonso XII en 1876. Sólo si los vizcaínos
conocen su historia podrán tomar conciencia de las causas de sus malas
condiciones actuales y de las excelencias de su pasado libre. En esta primera
obra, Sabino afirma que Vizcaya fue conquistada por España en el transcurso
de la segunda guerra carlista, tras ser ocupada por las tropas de Alfonso XII, y
que la ocupación fue sancionada por la ley de 21 de julio de 1876. No
obstante, poco después defendería que perdió su independencia tras la primera
carlistada, cuando las cortes españolas aprobaron la ley por la que “se
confiman los fueros de las provincias Vascongadas y Navarra, sin perjuicio de
42
la unidad constitucional de la monarquía” . Durante todo el tiempo en que fue
independiente y luchó por seguir siéndolo, estuvo regulada por un derecho
propio que no tuvo nada en común con los derechos forales de las regiones
españolas ni con los privilegios subsistentes después de 1839.
El estado visigodo era un estado nacional español, y su unidad quedó rota por
la invasión musulmana. La lucha de liberación rompió la natural unidad entre
las regiones peninsulares, que se constituyeron como estados independientes y
soberanos, cuyos fueros no eran privilegios, sino leyes de comunidades
soberanas. Sin embargo, terminada la causa que había provocado la ruptura de
la patria común, finalizada la Reconquista, todos aquellos pequeños estados
perdieron su soberanía para tener una sola con un gobierno común. Desde la
reconstrucción de la unidad de la nación española, los fueros de sus regiones
dejaron de ser la expresión de su soberanía para convertirse en peculiaridades
jurídicas permitidas por el monarca, es decir, privilegios, ahora sí auténticos
fueros. La tradición vasca es republicana y no tiene nada que ver con la
monarquía; por eso todos los nacionalistas vascos son republicanos y
renuncian a la figura del señor, que se elimina sistemáticamente de todos los
escudos y emblemas en que los nacionalistas muestran su lema “Jaungoikoa
eta Lagi-Zarra”. En conclusion, el nacionalismo sólo pretende la
reconstrucción de la tradición vasca, y la historia demuestra que esa tradición
consiste en la independencia. Como señala De la Granja, del mismo modo que
el nacionalismo vasco supuso una ruptura con la tradición política de su
pueblo, el aranismo conllevó una ruptura con toda la historiografía vasca
anterior, al cortar los nexos de unión entre las provincias vascas y Castilla, o
España, hasta el siglo XIX, convirtiendo a Euskadi en una especie de isla.
Dado que no le agradaba nada el pasado real del pueblo vasco por la gravedad
de sus fallos históricos, se vio obligado a hacer una lectura radicalmente nueva
de la historia de Vizcaya y los Fueros, basada en el mito de la independencia
milenaria, “cuya reconquista llegó a ser el programa fundacional de su
43
partido” . Igual que Chaho -padre de Aitor- inventó la tradición vasca, a la
que siguió la literatura romántica legendaria en la segunda mitad del siglo
XIX, Sabino Arana, epígono suyo, inventó la historia vasca “para inculcar su
doctrina nacionalista y justificar con argumentos históricos de nueva planta su
44
reivindicación política de la independencia de Euskadi” . Como la historia
vasca no le gustaba, decidió inventar otra ad hoc que fuese útil para su
reivindicación de la independencia de Euskadi. En una época en que los mitos
fueristas ya se habían refugiado en la literatura legendaria, al haber sido
refutados por la historiografía erudita, Arana retomó algunos reformulándolos
en clave independentista, y creó otros nuevos, entre ellos la afirmación de
unos estados vascos independientes hasta la ley de 25 de octubre de 1839. Se
inventó una antigua Arcadia feliz, una patria imaginaria sólo alcanzable
mediante la literatura, que iba a ser rentable políticamente con la fórmula
mágica de la restauración foral. Después de la muerte de Sabino, en la medida
en que su partido “tuvo éxito político y arraigó en la sociedad vasca del siglo
XX, la invención de Arana se hizo realidad al creer en ella miles de vascos
nacionalistas”.

4.3.2. La invención de la tradición y el falseamiento de la historia


La instrumentalización de la historia que hizo Sabino conllevó terribles
consecuencias para la historiografía vasca posterior, al suponer una clara
regresión, por no aceptar las corrientes más avanzadas de su tiempo, adoptar
casi todos los mitos tradicionales y crear nuevos dogmas históricos sobre la
unión con Castilla o la supuesta independencia vasca hasta 1839. Ya a
comienzos del siglo XX, el novelista vasco Pío Baroja lamentó la invención de
la tradición y el falseamiento de la historia por parte de los nacionalistas
45
vascos : “El bizkaitarra dice ʻsomos tradicionalistas y respetamos la
tradiciónʼ, y lo primero que hacen es falsificar la historia y cambiar la
ortografía del vascuence”. De la Granja añade que, setenta años después, su
sobrino Julio Caro Baroja, pionero de la nueva historiografía vasca y autor de
Las falsificaciones de la Historia, escribió sobre el nacionalismo vasco:
El historiador sabe que muchas veces la “tradición” es la Historia falsificada y adulterada.
Pero el político no solamente no lo sabe o no quiere saberlo, sino que se inventa una
tradición y se queda tan ancho.
El intelectual, que una vez más es sobre todo el historiador, sabe que una forma de
mesianismo es frecuente que se dé en la vida no sólo religiosa, sino también política de los
pueblos. Es otra “idea fuerza”, y los vasos han estado sometidos a ella más de una vez y a
46
escalas distintas .

Este nacionalismo es al principio sólo nacionalismo vizcaíno, no vasco, y


hasta 1897 insiste en esta nueva idea, que se convierte en confederación
después de esta fecha, al hacérsele obvios los rasgos comunes (étnicos,
lingüísticos y culturales) entre los cuatro territorios vascos. Precisamente es
ese año cuando aparece por primera vez el nombre de “Euzkadi”, en Umiaren
lenengo Aizkidia, una obra menor escrita totalmente en vasco.
Aunque no es historiador, Sabino traza las grandes líneas de explicación de la
historia global, y sus seguidores se limitarían a repetirla. De la Granja hace un
resumen de su visión historica de Vasconia, que, aunque es un tanto extenso
para incluirlo como cita, lo hacemos en este momento por su importancia para
47
entender sus ideas y su actitud :
- El País Vasco, desde los tiempos más remotos que se conocen, fue un conjunto de Estados
libres e independientes de todo poder exterior, cuyos habitantes vivían felices, sin conocer
las desigualdades sociales de clase (igualitarismo vasco – hidalguía universal – inexistencia
del feudalismo) y gobernándose democráticamente en sus asambleas (los “batzarrak”
comunales, las juntas generales...), en una especie de Arcadia rural y bucólica, sentada a
horcajadas de los Pirineos.
- La sucesiva incorporación de los Estados vascos del sur y del norte de esa cordillera a las
Coronas de Castilla (luego de España) y de Francia, respectivamente, a lo largo de la Edad
media y la Edad Moderna, no fue un pacto, sino una mera unión personal en la cúspide (es
decir, la coincidencia en un mismo soberano de los títulos de señor de Vizcaya y rey de
Castilla, o de rey de Navarra y rey de España o de Francia, por ejemplo, del mismo modo
que Carlos I o V era rey de España y emperador de Alemania), que no afectó en absoluto a
la independencia secular de los vascos, puesto que, tras dichas uniones personales,
conservaron intactos sus “códigos nacionales” o Fueros (de Vizcaya, de Navarra, etc.) y sus
instituciones propias (v.gr. las Juntas Generales de Guernica, las Cortes navarras, etc.),
modelo histórico de libertad y democracia que inspiró a las modernas constituciones
norteamericana y suiza. (Arana rechaza la tesis pactista del fuerismo y del tradicionalismo).
- Los Estados vascos perdieron su libertad originaria en tiempos recientes, al advenir la
Edad Contemporánea con la revolución burguesa y el liberalismo jacobino (centralista y
antiforal), por la vía de la conquista y la dominación, llevadas a cabo en 1789 por parte de la
Francia revolucionaria sobre las tres regiones de la Euskadi continental y en 1839 -al
terminar la primera guerra carlista- por parte de la España isabelina sobre los cuatro
territorios de la Euskadi peninsular, convertidos desde entonces en simples provincias del
Estado español.

- Desaparecidos de esta forma violenta los Fueros vascos (que no fueron -según Arana-
abolidos o derogados, por la sencilla razón de que ni Francia ni España tenían poder legal
alguno para ello), los territorios vascos del sur no se uniformaron totalmente con las
restantes provincias, sino que mantuvieron peculiaridades político-administrativas y algunas
exenciones (fiscal, militar) hasta 1876 -fin de la última guerra carlista-, y desde entonces (en
el caso de Navarra, desde 1841) conservaron cierta autonomía de carácter económico-
tributario (los Conciertos o Convenios gestionados por las Diputaciones vascas). Para
Sabino Arana, ni aquéllas ni éstos son continuación de los históricos Fueros de los Estados
Vascos, sino que, desaparecidos éstos en 1839, son “fueritos” o privilegios otorgados a las
provincias vascas por el Estado español, el cual tiene potestad para modificarlos o
suprimirlos en cualquier momento. De ahí que la finalidad política última del nacionalismo
de Arana no sea la conservación de los Conciertos económicos, ni tampoco la abolición de
la ley canovista de 21 de julio de 1876, sino la supresión de la ley española de 25 de octubre
de 1839, esto es, la vuelta a la situación originaria de independencia del País Vasco
peninsular.

Con sus escritos, Sabino originó una corriente historiográfica -no basada en la
historia científica, sino en mitos y leyendas- que continuaron otros autores
nacionalistas del siglo XX, los cuales adoptaron su nueva visión del pueblo
vasco. Ya hemos visto que su interpretación se basó en tradiciones míticas y
unos cuantos hechos extendidos a lo largo de un milenio. Él mismo era
consciente de la ausencia de unidad vasca en el pasado y de la novedad que
suponía su proyecto de Euskadi como confederación de estados vascos. Las
tradiciones inventadas y los mitos históricos forman parte de todos los
nacionalismos, por lo que el vasco no es una excepción en cuanto que inventor
de mitos, pero llama la atención la larga perdurabilidad de algunos de ellos,
creados o reinterpretados por su fundador, y que han llegado hasta nuestros
días, al ser asumidos por políticos nacionalistas y amplios sectores del pueblo
vasco, aunque la historiografía académica los haya rebatido hace mucho
48
tiempo . Sabino quiere que los vizcaínos recuperen su independencia, perdida
en el siglo XIX, y con tal fin ofrece como ejemplo a imitar a sus antepasados
de la Edad Media, que lucharon y derramaron su sangre, y lograron conservar
su libertad originaria. Sabino no inventa la tradición vasca, cosa que hace la
literatura fuerista, que parte de Chaho, continúa con Araquistáin, Trueba y
Navarro Villoslada, y llega hasta Vicente Arana (primo de Sabino y Luis).
Esas fueron las obras que tuvo que leer Sabino, y con ello se convirtió en el
epígono de los autores citados, al reinterpretar la tradición en clave de
independencia y pretendiendo convertirla en la auténtica historia del País
49
Vasco . Convierte la leyenda en historia, y con ello se inventa ésta, con los
héroes, mártires y guerras de independencia necesarias para sus objetivos
políticos. Medio año antes de morir, en una carta a José Arriandiaga, admitió
que no había hecho ninguna investigación histórica, sino que se había basado
en la hecha por otros autores, pero cambiando la interpretación del pasado:
Yo, ciertamente, no hice más que copiar, pues que no me propuse escribir historia, sino sacar
conclusiones de la ya investigada por otros: interpretarla, no descubrirla; y para divulgar mi
50
interpretación, hacer ameno el trabajo. De ahí mi Bizcaya por su independencia .

Por ejemplo, el historiador Estanislao Jaime de Labayru publicó en 1895 el


primer tomo de Historia General del Señorío de Bizcaya, en el que negó
explícitamente la existencia de Jaun Zuría, supuestamente el primer señor de
los vizcaínos por haber contribuido a su victoria en Arrigorriaga. Sabino no
podía compartir esos hechos, pero en lugar de rebatirlos científicamente se
limitó a publicar una valoración negativa de esa obra, criticando a su autor por
desconocer a su patria, adoptar la extranjera y, al rechazar como falsas las
antiguas tradiciones, no actuar guiado por el patriotismo, sino por amor a los
51
estudios históricos . Arana prefería las leyendas escritas por amor a la patria a
una historia basada en hechos reales, como la de Layburu, considerada la
mejor de Vizcaya hasta ese momento. Como ya hemos dicho, Sabino es el
epígono de los autores fueristas, pero en su caso los extranjeros invasores no
son los romanos, los godos o los musulmanes, sino los españoles. Según él,
España había intentado conquistar por la fuerza Vizcaya, sin éxito, en
Arrigorriaga, Gordejuela, Ochandiano y Munguía, y no se detuvo hasta
conseguirlo en el siglo XIX, con la abolición de los fueros en 1876. Esa fue la
invención de la historia con la que Sabino entró en política, rompiendo
52
frontalmente con España : la Vizcaya del siglo IX era una “confederación de
repúblicas” libres e independientes, unidas fraternalmente, “regidas por sus
propias leyes” “y fundadas en la religión y la moral, con una existencia
perfectamente feliz”. De la Granja resume perfectamente el estado de cosas:
Así pues, como otros nacionalismos que fueron una novead en el siglo XIX (“novedad
disfrazada de antigüedad”, según Eric Hobsbawm), el nacionalismo aranista apareció a la
luz pública en 1892, reconstruyendo una historia ad hoc, puesta al servicio de su ideología,
para dotarse de gran antigüedad y para remarcar el antagonismo secular entre Vizcaya y
España, sin importarle el falseamiento o la tergiversación de la historia. Con él se cumplió
plenamente la afirmación de que “el error histórico es un factor esencial en la creación de
una nación”, hecha por el escritor Ernest Renan en su célebre conferencia, pronunciada en
1882 en la Universidad de la Sorbona, sobre ¿Qué es una nación? Dos autores, J. S. Huxley
y A. C. Haddon, contestaron a esa pregunta señalando que a menudo una nación es una
“sociedad unida por un error común sobre sus orígenes y una común aversión a sus
vecinos”. Tal fue el caso de la nación descubierta por Sabino Arana en 1882 y propagada a
partir de la difusión de su libro seudo-histórico Bizkaya por su independencia, “el libro
despertador de la conciencia nacional vasca y el que más inteligencias ganó para la Patria,
53
en Bizkaya”, según los compiladores de sus Obras completas .

Aparte de todos los datos que hemos ofrecido, y como también señala De la
Granja, resulta curioso que un movimiento político y social tan importante en
el siglo XX naciera con un opúsculo de carácter histórico-legendario como
Bizkaya por su independencia. La tesis política se encuentra en el mismo título
y en la reflexión final, en la que Arana compara la independencia de la
Vizcaya medieval con su situación en su época, y busca incitar a sus
contemporáneos con el ejemplo de sus antepasados para reconquistar su
antigua independencia. Sea como fuere, el 3 de junio de 1893, un grupo de
amigos y conocidos invitaron a Sabino para que pronunciara un discurso (que
después entregó por escrito a todos los presentes) con motivo de su
publicación, con el objetivo de que les expusiera sus teorías; entre ellos
estaban los euskalerríacos de Ramón de la Sota, que querían separarse del
partido y buscaban un nuevo líder a quien seguir. Habían leído la publicación
de Sabino y vieron en ella la justificación teórica de una alternativa política
propia, alejada tanto del liberalismo centralista como del inútil fuerismo. Sota
procedía de una familia de jaunchos, pero su principal fuente de ingresos (la
explotación de minas) se vino abajo con la legislación liberal, que quitó a los
ayuntamientos la propiedad foral de las minas. Una vez finalizada su carrera
de leyes, comienza su relación con el mundo naviero, hasta que en 1888
compra su primer barco, el inicio de una de las compañías navieras más
prósperas de España. Por tanto, tiene la misma procedencia que Sabino, pero
ante las adversidades impuestas por la abolición foral se convierte en burgués
emprendedor, frente a la eterna nostalgia aranista de los buenos tiempos
rurales y a seguir viviendo de la rentas agrarias.

Sabino Arana

Sabino ya adopta en su discurso el lema “Jaungoikoa eta Lagi-Zarra” (JEL),


“Dios y Ley Vieja” o “Fueros”, y concluye con el grito “¡Viva la
independencia de Vizcaya!”. Sin embargo, sus palabras, con las que al final
expresa su deseo de inaugurar un movimiento precisamente con el objetivo de
lograr la independencia de Vizcaya, no son muy bien recibidas. De hecho,
aunque suponen el primer acto de propaganda nacionalista, fueron seguido de
una fuerte discusión en la que Sabino y Luis no lograron convencer a los
asistentes. El propio Sabino narró los hechos.
Como me obsequiaban por la publicación del libro, les expuse con toda claridad las
doctrinas en él contenidas, y señalé francamente a todos los enemigos, y entre ellos, como es
claro, al partido euskalerríaco. Terminado el discurso, aprobación en unos, silencio sepulcral
en otros: Sota me felicitó, pero bajó la cabeza y se puso pensativo. Continuó unos minutos
sin novedad la cena. De pronto, uno de los de Sota empieza a defender a la Euskalerría,
diciendo que ésta había proclamado siempre las mismas ideas (…) Pero por mí contestaron
casi todos, incluso Sota, poniendo de vuelta y media a la tal sociedad (…) Comenzó a
embarullarse la cosa; en esto entran varios, a la sazón individuos significados de la
Euskalerría. Uno de ellos venía beodo. Tomaron parte en la discusión. Por fin las miradas se
dirigieron a nosotros; y mi hermano por su lado y yo por el mío tratamos de demostrarles
que la Euskalerría seguía una bandera completamente opuesta a la que yo había definido, es
decir, liberal y españolista (…) Yo les dije en resumen: proclamo el catolicismo para mi
patria, porque su tradición, su carácter politico y civil, es esencialmente católico; si no lo
fuera, lo proclamaría también; pero si mi pueblo se resistiera, renegaría de mi raza: sin Dios
no queremos nada. La discusión con Sota y los más gordos de sus amigos aquí terminó (…)
Guiard, su amigo íntimo, nos propuso se repitiera la cena algunas veces, de ocho en ocho
días, y yo le contesté que era inútil, porque no nos entenderíamos, y que estas cuestiones
eran muy graves para discutirlas en un chacolí; que nosotros creíamos que, puesto que ellos
me habían convidado por el libro, oirían tranquilos la exposición de las ideas que en él se
54
emiten .
La charla, que es bastante retórica, e incluso excesivamente adornada con
frases complejas y retorcidas, comienza apelando a sus oyentes como
vizcaínos, pretende hacer historia aludiendo a lo supuestamente ocurrido en el
siglo IX, que consistió en el error de establecer una forma de gobierno señorial
y permitir la españolización de lo que antes era Vizcaya. Prosigue llamando
“miserable” a España, que ha logrado humillar a su patria, y menciona los
ocho partidos distintos en los que se encuentran divididos los vizcaínos: tres
católicos (carlista, integrista y fuerista) y cinco liberales (conservador,
fusionista, radical, federal y posibilista), que se consideran vizcaínos, cuando
en realidad son españolistas.
Elorza comenta, en relación con el llamado “discurso de Larrazábal”, que
Sabino refleja una variante del relato clásico propio de los pensadores
reaccionarios, que parten de una supuesta edad de oro, situada en un pasado
lejano, para después describir un período de decadencia y al final ir a parar al
horror politico que supone el presente, un paisaje destructivo ya en el siglo
XIX, al que aplica toda la fuerza de su concepción xenófoba: su patria está
“despedazada por la furia extranjera y expirante, que no muerta, lo cual fuera
preferible, sino humillada, pisoteada y escarnecida por España, esa nación
enteca y miserable”: aparece ya el maniqueísmo obsesivo contra España, que
siempre será la razón de ser del nacionalismo radical. Sabino afirma que el
motivo de su libro es describir la dominación extranjera que sufre su patria,
ante la cual no logra encontrar ninguna ayuda. Prosigue explicando su
carlismo per accidens y el momento en que su hermano Luis le convenció de
que Vizcaya no es España, tras lo cual se esforzó por estudiar su historia. Y
finaliza declarando sus intenciones:
La sociedad nacionalista no está aún constituida, ni podrá estarlo hasta principios del
próximo año; sus estatutos están redactados, su programa político perfectamente definido, y
otro día, si me lo permitís, os daré una idea de unos y otro; pero nadie es aún miembro de
esa sociedad, ni puede alistarse en ella hasta el día que aparezca la proclama.

Tras ello, solicita la adhesión de los presentes a su proyecto y les emplaza para
una nueva reunión en la que expondrá todo su contenido. Puesto que la raza y
el idioma son los dos pilares de la existencia patria, Sabino declara
consagrarse a su defensa, lo cual hará en el periódico que –anuncia a los
invitados- está a punto de fundar, que será el vehículo para difundir su visión
redentora. Como hemos dicho, los oyentes no aceptaron sus ideas y después
del discurso no se escuchó ni un solo aplauso. En cuanto a Ramón de la Sota y
su grupo, debieron quedarse sorprendidos ante esas palabras que no esperaban
y seguramente pensaron que eran obra de un trastornado. No obstante, casi la
totalidad de los convidantes se integrarían cinco años más tarde en el PNV, y
además el acto supuso el inicio de su actividad política, ya que cinco días
después apareció el periódico Bizkaitarra, la mayoría de cuyos artículos eran
obra suya. Allí empezó a exponer su doctrina, resumida con el lema
“Jaungoikoa eta Lagi-Zarra” (“Dios y Fueros”). Estos acontecimientos marcan
el inicio de la primera fase de su evolución ideológica. La publicación tuvo
una vida de dos años, su periodicidad fue muy irregular y su tirada inicial de
1.500 ejemplares. Desde su primer número, Sabino se declara anti-liberal y
anti-español. Llegó a publicar treinta y dos números, y desde que lo anunció se
pudo ver que su objetivo principal era el odio racial como motor de la
independencia: “Periódico que ve la luz en Bilbao una vez al mes. Proclama y
defiende el nacionalismo de Euskeria en general y de Bizkaya en particular.
55
Enemigo acérrimo de los maketos y del maketismo” .

4.3.3. El periódico Bizkaitarra


En junio y agosto de 1893 se publicaron los dos primeros números de
Bizkaitarra, en el que Sabino fue exponiendo sus ideas. Se declara vizcaíno
anticarlista, antiintegrista, antieuskalerríaco, anticonservador antifusionista y
antirrepublicano. Bizkaitarra se dirigía sólo a los vizcaínos y deseaba
despertar en ellos la conciencia nacional. Su estilo era muy agresivo, algo
habitual en la época. Se trata de una política del odio, que es la posición
defendida hasta nuestros días por el ideario nacionalista, afirma Elorza.
Tal como postula De la Granja, Sabino convirtió a Bizkaitarra en una
antología del españolismo más visceral, con un ideario rupturista basado en un
marcado maniqueísmo, rasgo típico de los movimientos tradicionalistas del
siglo XIX, por el cual eran enemigos todos los que no estaban de acuerdo con
su doctrina nacionalista.
En uno de los números publica un canto religioso-político dedicado a san
Ignacio de Loyola, a quien convierte en una version vasca de Santiago
Matamoros, al frente de sus tropas celestiales para garantizar la victoria del
nacionalismo. Su finalidad es la propaganda política, y su planteamiento en
nada se parece a un negocio, ya que en cada número que se edita los hermanos
Arana pierden dinero, lo mismo que sucederá a la mayoría de sus empresas de
difusión nacionalista. Además, a lo largo de su existencia (1893-1895), debido
a su incontinencia verbal, Sabino fue procesado varias veces. En las dos
primeras ocasiones salió indemne gracias a sendos indultos para la prensa. En
la tercera le condenaron a una multa, que fue suspendida por el gobernador.
Por un artículo publicado en el número 14, de 31 de agosto de 1894, fue
encarcelado en Larrínaga desde el 28 de agosto hasta el 8 de octubre de 1895.
Abundando en el nombre del periódico, Elorza se pregunta quiénes son los
bizkaitarras. Para Sabino no son españoles, no son amigos del extranjero, ni
tampoco amigos de los maketos. Ya descritos quiénes son los malvados,
introduce una de las ideas de mayor futuro en la literatura nacionalista radical,
la de la enemistad esencial de España, a la que en su publicación llama
“Erdalerria”, el país donde se habla erdera o castellano. El español ha sido y
será siempre el enemigo que busca la destrucción de lo vasco, de lo cual no
aporta ninguna prueba, pero sí extrae consecuencias: el primer deber del
56
vizcaíno consiste en ser enemigo de sus enemigos, y por tanto de España .
Los enemigos pretenden imponerse sobre Vizcaya, y para impedirlo hay que
ahogarlos en un baño de sangre, de acuerdo con las lecciones históricas que
expuso en Bizkaya por su independencia. La meta política del primer
nacionalismo va a ser la restauración plena de los fueros, pero no tal como
existieron a lo largo de los siglos, sino en la forma de la “Ley Vieja”
(“Lagizarra”, sinónimo de “Fueros”) concebida por Arana, es decir, su imagen
mítica y esencialista. Como buen tradicionalista, la re-creación del pasado le
sirve para refutar el presente, que le disgusta y desea subvertir; y la
recuperación del paraíso perdido se convierte en su proyecto político de cara al
57
futuro .
El 10 de mayo fallece Fidel de Sagarmínaga, fundador de la Sociedad
Euskalerria y fuerista intransigente, después de lo cual el grupo dirigido por
Ramón de la Sota se reincorpora a la misma e intenta reconducirla hacia el
nacionalismo vasco, con una posible alianza con Sabino Arana. De hecho,
durante varios años, a pesar de sus invectivas lanzadas contra los que
consideraba “fenicios”, éstos siempre se mostraron deseosos de contar con él,
ya olvidado el primer desencuentro del discurso con motivo de la publicación
de Bizkaya por su independencia.
Además de la publicación de artículos, el incipiente nacionalismo vasco se
hizo ver en la “sanrocada” de 1893 y la “gamazada” de 1894, acontecimientos
a los que asistió Sabino, y que después comentó en su periódico. La
“sanrocada” tuvo lugar cuando Germán Gamazo, ministro de Hacienda, quiso
revisar los conciertos económicos navarros, frente a una fuerte oposición. En
Guernica, el 16 de agosto de 1893, se estaba celebrando la festividad de San
Roque, con un almuerzo al aire libre en honor del orfeón de Pamplona. Por la
mañana se rindió homenaje al árbol de Guernica, y durante la comida se
oyeron gritos de “abajo Castilla” y “vivan las regiones”, ante los cuales
protestan algunos carlistas. En respuesta se oye el grito de “¡muera España!”,
por lo que los carlistas y los fueristas deciden abandonar el acto. Esa misma
tarde, seguidores de Sabino queman las dos banderas españolas de las
sociedades carlista y fuerista, a la vez que repiten el “muera España” y añaden
“viva Euskeria independiente”. Este acontecimiento se considera la primera
manifestación del independentismo vasco.
En cuanto a la “gamazada”, el 14 de febrero de 1894, una delegación navarra,
presidida por el fuerista Arturo Campión, visita Madrid en protesta contra el
proyecto de Gamazo y a su regreso son recibidos en Castejón, el 18 de febrero,
por una multitud, entre quienes se encuentran los aranistas, que llevaban el
primer diseño de la futura ikurriña, confeccionada por Juana Irujo, hermana de
Daniel Irujo y esposa de Estanislao Aranzadi; y en el reverso el lema
“Jaungoikoa eta Lagi zarra, bizkaitarrak agurreiten deute naparrei” (“Dios y
Fueros, los vizcaínos saludan a los navarros”). En contra del proyecto se
recogen 120.000 firmas, tiene lugar la mayor manifestación vista hasta
entonces en Navarra y surgen algunos choques violentos.

Sabino Arana, en su retrato más conocido

4.3.4. La fundación del Eukeldun Batzokija


En mayo Sabino publica su Tratado Etimológico de los Apellidos Euskéricos.
Después de los sucesos de la “gamazada”, su política comienza a ser conocida
gracias a su participación en ellos y a la difusión de sus ideas en el periódico.
Después de anunciarla también en el periódico, los hermanos Arana, fundan,
el 14 de julio de 1894, el Euskeldun Batzokija, embrión del PNV y sociedad
cultural que, aparte de actos de ese cariz, pretende ser el centro de un
movimiento politico, si bien de forma no declarada, ya que las doctrinas
aranistas son totalmente incompatibles con la legalidad española. De hecho, el
gobernador civil aprobó su reglamento como sociedad de recreo, sin tener
nada que ver con la política. Pero Sabino la consideraba un paso previo a la
fundación del partido nacionalista que ya tenía planeado. Un mes después del
discurso de Larrazábal, en cartas enviadas a dos amigos, aludía a “la
asociación patriota que no tardará mucho tiempo en establecerse”. Con ella
quería recoger los frutos de lo sembrado con el libro Bizkaya por su
independencia:
En Bilbao ha producido mucho efecto mi librito, a pesar de no haber regalado un ejemplar a
ningún periódico: en todos los partidos y sociedades hay adictos a esta política bizkaína. Por
el contrario, en las villas pequeñas, según mis noticias, ni siquiera se conoce mi libro, no
obstante haber mandado ejemplares a casi todas.
[En Bilbao] ha llegado a preocupar esa señal de aparición de un partido separatista: El
Basco [diario carlista] publicó un artículo refutando ciertas especies vertidas en mi libro; en
la Sociedad Euskalerria se ha formado una agrupación separatista, dispuesta a ingresar en la
nueva asociación en proyecto; me han declarado particularmente su conformidad con las
ideas expuestas en el libro individuos afiliados a los distintos partidos españolistas, desde el
liberal más avanzado hasta el íntegro (...) En fin, que mi pobre libro ha producido en Bilbao
58
mucho, muchísimo más efecto que el que yo jamás me imaginara .

La política efectuada a través de la asociación buscaba la independencia de las


Vascongadas, la ruptura con el estado español, por lo que era
anticonstitucional y la única posibilidad para lograr sus objetivos consistía en
una guerra en la que el pueblo vasco venciera al ejército español. Por este
motivo, no podía plantearse un partido electoralista de estructura abierta. El 15
de julio se celebra una misa en Begoña y fuera de la iglesia cantan el
Gernikako Arbola. Después se dirigen al local de la Sociedad, donde tiene
lugar la junta fundadora, en la que se nombra presidente a Sabino y
posteriormente (31 de julio) se elige el Bizkai Buru Batzar del PNV, que se
mantendrá en la clandestinidad. Al finalizar el acto se iza la ikurriña y sale al
balcón un grupo de txistularis que tocan música durante varias horas. La fiesta
se prolonga hasta la noche y se repite el día siguiente, por lo que un vecino les
denuncia por alboroto y se les impone una multa de quinientas pesetas. Sabino
ridiculiza posteriormente al denunciante en su periódico, en el artículo “Un
fino maketofilo”, por lo que éste le vuelve a denunciar, ahora por injurias. Este
artículo fue el que hemos citado como la causa del primer encarcelamiento de
Arana.
El Euskeldun Batzokija fue mucho más que una asociación recreativa: fue el
embrión del que nació el PNV, y después formó parte sustancial del mismo.
Tanto era así que los mismos miembros del BBB pertenecían a la junta
directiva del batzoki. De la Granja llega más lejos y afirma que no sólo fue el
precedente del PNV, sino el mismo partido, puesto que en su primer año de
vida realizó sus primeras funciones, a pesar de no estar aún fundado
59
oficialmente .
Como muestra de la pureza deseada por Sabino, éste impone que, para ser
miembro de pleno derecho, los cuatro apellidos procedentes de los padres
tienen que ser vascos, además de otros requisitos bastante rebuscados,
explicados en sus ciento diez artículos. El número 19 de Bizkaitarra incluyó el
siguiente anuncio sobre la asociación: “No admite a españoles o maketos, ni
siquiera les da entrada en el local. Por hoy, solamente pueden pertenecer a ella
los euskerianos avecindados en Bizkaya”.
Para ingresar en ella es preciso profesar íntegra y exclusivamente el lema
“Jaungoikoa eta Lagizarra”, que significa religión, independencia, pureza de
raza, leyes tradicionales, buenos usos y costumbres y euskera.
Se requiere también el no pertenecer a ninguna logia masónica, al Círculo Republicano, al
Sitio, a la Euskelerria, a la Sociedad Tradicionalisa y al Círculo Católico Vascongado, que
60
son sociedades enemigas o de Jaungikoa o de Lagizarra, o de ambos a la vez .

Precisamente los problemas legales del batzoki no se debieron a su


vinculación con el PNV, ya que éste permanecía en la clandestinidad, sino a su
relación con Bizkaitarra, y por tanto se le acusó de contribuir a un periódico
que incitaba la rebelión separatista. Para evitar inconvenientes, se modificó el
reglamento, explicitando que el Euskeldun Batzokija no tenía relación con el
periódico, puesto que éste era político y la asociación puramente recreativa.
Pero el intento de separarlos no sirvió de nada, y un artículo antiespañolista
publicado en septiembre de 1895 provocó el cierre de ambos. De hecho,
Sabino había incluido en el reglamento varios artículos de cariz claramente
político-ideológico, donde también se puede observar su paso del
bizkaitarrismo (exclusiva preocupación por Vizcaya) al euzkotarrismo (deseo
de lograr una confederación de territorios vascos):
Art. 3º. Jaungoikoa. Bizkaya será católica-apostólica-romana en todas las manifestaciones
de su vida interna y en sus relaciones con los demás pueblos.
Art. 4º. Lagizarra. Bizkaya se reconstituirá libremente. Restablecerá en toda su integridad lo
esencial de sus Leyes tradicionales llamadas Fueros. Restaurará los buenos usos y las
buenas costumbres de nuestros mayores.
Art. 8º. Siendo Bizkaya, por su raza, su lengua, su fe, su carácter y sus costumbres, hermana
de Alaba, Benaberre, Gipuzkoa, Lapurdi, Nabarra y Suberoa, se ligará o confederará con
estos seis pueblos para formar el todo llamado Euskelerria (Euskeria), pero sin mengua de
su particular autonomía. Esta doctrina se expresa con el principio siguiente: Bizkaya libre en
Euskeria libre.

Para ingresar, los aspirantes debían presentar una instancia en la que constasen
su nombre y apellidos, en base a los cuales el calificador les clasificaba en una
de las tres clases de socio. Por otra parte, las causas de expulsion se
explicitaban en once artículos. A los socios se les imponía numerosas
obligaciones, y el presidente ejercería un férreo control sobre la asociación. Es
lógico que en los cuatro primeros meses se expulsara a siete socios y hubiera
varias bajas de descontentos. Francisco Ulacia, euskalerríaco, describe con
cierta ironía una escena relacionada.
Aún recuerdo aquella mañana del mes de junio de 1894. Entramos al mediodía en la
rebotica varios contertulios. Sobre la mesa de trabajo del boticario, y junto a un gran frasco
de jarabe de brea, había un montón de papeles.

- Sabino ha traído esto para los amigos - nos dijo sonriendo con cierta malicia, mientras
preparaba unos sellos de antipirina.
Cada uno de nosotros tomó un papel de aquellos. Era el famoso Reglamento de la Sociedad
Euzkeldun Batzokija, cuya aperture se realizaría en breve. Era un documento curiosísimo: el
paso más valiente que se había dado por el nacionalismo. Hasta a nosotros mismos, que
vivíamos empapados en la doctrina desde su nacimiento, nos llenó de sorpresa.

El boticario se reía. - ¿Eh? ¿Qué tal?- nos dijo.


Nosotos, asombrados todavía por la lectura, nos miramos sin contester.
Al poco rato entró Sabino y nos dirigió una mirada ansiosa.
- ¿Lo habéis leído? - exclamó.

- Lo estamos leyendo – contestamos. Pero el boticario le discutió enseguida el programa.


Había cosas que no le parecían bien. Aquello de los cuatro apellidos euskerianos podía dar
lugar a disgustos… Y la obligación moral de casarse con una chica del país tampoco lo
encontraba muy bien… ¡Caramba! Había maketas que a él le gustaban mucho…
Sabino se amoscó y salió bufando de la botica. Había por primera vez tomado en serio las
palabras de su buen amigo, del excelente Cortina.

Estaba pesaroso este de su primer apellido… Cortina, Cortina… Le olía a maketo. Los
tertulianos le decían que aquél era un apellido de barquillero. Pero Sabino le consoló un día
diciéndole que Cortina era una corrupción de Cortena, y auque el significado de la palabra
no era muy seductor, admitió de buen grado la opinion de su amigo: al fin y al cabo, Cortena
61
era euzkera puro .

Al haber sido antiguo alumno interno de los jesuitas y gran admirador de su


Orden, Sabino impone los criterios de una organización muy disciplinada y
militante, al servicio de una causa sagrada. El catálogo de prohibiciones refleja
los rasgos represivos de una mentalidad integrista, obsesionada por preservar
la ortodoxia: sólo se reciben periódicos fieles al lema JEL, no se admite en la
biblioteca ningún libro ni escrito que sea irreligioso o inmoral, no se podrán
emitir ideas o frases españolistas o anticatólicas, ni tampoco blasfemias ni
cantos impíos o españoles. Tampoco se permiten discusiones sobre temas
religiosos o política españolista. En cuanto al derecho de admisión, quienes
profesen otra religión o procedan de alguna nación enemiga de Vizcaya, es
decir, de España, tendrán prohibido el acceso al local: el Euskeldun Batzokija
se presenta como un instrumento de acción social y política de la raza vasca.
La tremenda rigidez del reglamento elaborado por Sabino y la aplicación por
parte de la junta directiva contribuyeron al escaso número de socios: nació con
94 en julio de 1894 y se clausuró con 110 en septiembre de 1895, después de
bastantes expulsiones y bajas voluntarias.
De la Granja alude a un manuscrito inédito de Sabino, con su intervención en
la asamblea fundadora del Euskeldun Batzokija (15 de julio de 1894), que se
centra en explicar el lema JEL, síntesis de “la doctrina que todo el que quiera
ser buen bizkaino debe profesar y todo el que pretenda ingresar en esta
sociedad está obligado a aceptar y mantener”. El lema Dios y Fueros define la
política tradicional de Vizcaya y es la única nacional, pues la demás son
extranjeristas. Después examina los dos elementos principales de su santo
lema:
Jaungoikoa significa Dios, y con esta palabra expresa la Religión tradicional de Bizkaya,
que es la Católica-Apostólica-Romana, desarrollo y perfeccionamiento de la natural, la que,
según todas las conjeturas fue observada por nuestros antepasados, hasta la predicación del
Cristianismo, adoptado por ellos libremente.
Bizkaya establecerá la unidad católica, que quiere decir que en su territorio no permitirá ni
templos, ni cementerios, ni escuelas, ni sociedades, ni manifestaciones exteriores y públicas
que sean opuestas a la Religión Católica; prohibirá la blasfemia, los discursos anticatólicos,
la publicación y venta de libros y periódicos del mismo carácter, y la inmoralidad en las
62
costumbres .

Como hemos dicho, en julio de 1895 se eligió el primer consejo regional de


Vizcaya, con lo que nacía el primer órgano del Partido Nacionalista Vasco. El
principal sistema de propaganda de las ideas nacionalistas son las charlas que
los hermanos Arana ofrecen por los pueblos de la provincial. La difusión es
lenta, pero constante, y en ella tiene una gran influencia el carisma que
afirman que tenia quienes llegaron a conocer a Sabino, un carisma que puede
comprobarse incluso en las fotografías en las que aparece, con una mirada que
parece dirigirse a todos los ángulos. Al respecto, Juaristi cuenta la historia de
que en la casa de su bisabuelo había un retrato de Arana, y que en cierta
occasion, durante la dictadura de Primo de Rivera, éste, de visita en Bilbao,
tuvo que utilizar el teléfono, y el único que había era el de la familia de
Juaristi, que había sido requisado por si se necesitaba. El bisabuelo, indignado,
se había marchado de la casa durante los días de la visita del dictador, y
cuando éste entró a hacer una llamada, se quedó mirando con curiosidad la
fotografía, tras lo cual preguntó quién era ese señor. Una de las hijas del dueño
de la casa contestó con miedo: “Mi tío Sabino”, a lo cual el general contestó:
“¡Pues cómo mira el puñetero del tío…!”.
Al hacerse evidente que la sociedad tenía un objetivo político, una orden del
gobierno de 12 de septiembre de 1895 ordenó el cierre por no cumplir los fines
para los que se creó, ser foco de revueltas y un peligro para la nación. Se
clausura también el periódico y Sabino vuelve a ingresar en prisión por
conspiración a la rebelión. Los argumentos esgrimidos por el gobernador civil
para el cierre del periódico y el batzoki fueron los insultos al ejército español,
la izada de la bandera bicrucífera “como emblema del separatismo” y la
consideración del Euskeldun Batzokija como un “foco perenne de rebelión y
un peligro para la nación española”, en el momento en que tenía lugar la
guerra de Cuba.
Una vez fuera de la cárcel, y desprovistos de un local propio, se instalan en un
café bilbaíno, donde se reorganiza la junta del batzoki. Las dificultades
debidas a la represión reducen la propaganda del partido a contactos
personales y hacen que disminuya el número de socios; pero también
enfervorizan al pequeño grupo de fieles, que todavía se limita a Bilbao y
algunos pueblos de la zona de Guernica.

4.3.5. Ideología de la primera fase del pensamiento de Sabino Arana. El


antimaketismo y el racismo
Las principales fuentes de las que surgen los primeros nacionalistas vascos son
el carlismo (el propio Sabino Arana) y el integrismo. El clero, muy influyente
en el País Vasco, tuvo un papel muy importante en ese trasvase político, al
63
pasarse algunos de sus miembros carlistas e integristas al nacionalismo ; el
caso más conocido fue el del capuchino navarro Evangelista de Ibero, autor
del folleto Ami Vasco (1906), un catecismo de doctrina nacionalista con claros
tintes integristas. Durante esta primera fase de su evolución política, que se
prolonga hasta 1898, Sabino se declara profundamente antiespañolista, lo que
va unido a su rechazo y desprecio a los inmigrantes españoles que acudían a
trabajar a las minas e industrias vizcaínas, con el calificativo peyorativo de
maketos, que para Sabino representan la mezquindad española y su
inferioridad étnica y cultural. El maketo encarna dos grandes demonios para el
verdadero vasco: el secularismo (los obreros blasfeman, según Sabino, y se
enfrentan a la Iglesia) y la industrialización, que supone la destrucción de la
sociedad rural ideal. A pesar de sus duras condiciones de trabajo, los obreros
no merecen ni un atisbo de empatía por parte de quien se declara católico hasta
la médula. Por el contrario, en su periódico recomienda que, si un vizcaíno ve
gritando y ahogarse a un maketo en la ría, no le socorra y le conteste en
euskera: “Nik eztakit erderaz” (“No entiendo castellano”). A diferencia de
otros sectores o grupos políticos, que identificaban a los maketos con los
obreros inmigrantes, los liberales o los socialistas, para el nacionalismo
maketos son todos los españoles, vivan donde vivan. La mentalidad maniquea
de Arana genera una comparación entre el vizcaíno, representación del bien, y
su enemigo, el español, encarnación del mal. Esa comparación queda
64
sintetizada en el cuadro que ofrece De la Granja :

El bizkaíno El español

Fisionomía inteligente y noble Fisonomía inexpresiva y adusta


Andar apuesto y varonil No sabe andar o es tipo femenino
Nervudo y ágil Flojo y torpe
Inteligente y hábil en el trabajo Corto de inteligencia y sin maña al trabajar
Laborioso Perezoso y vago

Emprendedor Nada emprendedor


Nacido para ser señor Nacido para ser vasallo y siervo
Degenera en carácter si roza con extraños Necesita invasión para civilizarse
Caritativo incluso con enemigos Avaro aun con sus hermanos
Digno Indigno
Baila suelto Baila agarrao (inmoral)
Limpio Sucio
Religioso Irreligioso, fanático o impío

Amante de familia y hogar Desafecto al hogar


No delincuente ni criminal Delincuente y criminal


La fisonomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español, inexpresiva y adusta. El
bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar (ejemplo, los quintos) o
si es apuesto es tipo femenil (ejemplo, el torero). El bizkaino es nervudo y ágil; el español es
flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es
corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a
cualquier contratista de obras y sabréis que un bizcaino hace en igual tiempo tanto como tres
maketos juntos. El bizkaino es laborioso (ved labradas sus montañas hasta la cumbre); el
español, perezoso y vago (contemplad sus inmensas llanuras desprovistas en absoluto de
vegetación). El bizkaino es emprendedor; el español nada emprende, a nada se atreve, para
nada vale (examinad el estado de las colonias). El bizkaino no vale para servir, ha nacido
para ser señor; el español no ha nacido más que para ser vasallo y siervo.
El bizkaino degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en
cuando una invasión extranjera que le civilice. El bizkaino es caritativo aun para sus
enemigos; el español es avaro aun para sus hermanos. El bizkaino es digno, a veces con
exceso, y si cae en la indigencia, capaz de dejarse morir de hambre antes de pedir limosna;
el español es bajo hasta el colmo, y aunque se encuentre sano, prefiere vivir a cuenta del
65
prójimo antes que trabajar .

El antimaketismo aranista es la manifestación más violenta de su


antiespañolismo, que se ensaña con los inmigrantes de Vizcaya, tanto de clase
baja (mineros y obreros) como de clase media (periodistas y maestros). Aparte
de su aversión a los matrimonios mixtos, que suponen una degeneración de la
raza, su antimaketismo surge por el temor a que los inmigrantes compitan
laboralmente con las clases medias bilbaínas, a las que pertenecen la mayoría
de los nacionalistas. Ante esta situación, defiende una política de segregación
contra ellos, que deben ser aislados por completo en todos los ámbitos de las
66
relaciones sociales, hasta hacerles la vida imposible . Su propuesta de
segregación daría lugar a la formación de dos comunidades totalmente
67
separadas entre sí, mientras Vizcaya no fuese independiente .

Sabino Arana

Abundando en las tesis de su primera fase, y como ya hemos dicho en un


punto anterior, Sabino lleva a cabo una invención de la historia vasca, que
pone al servicio de su ideología independentista:
La aspiración a un futuro Estado vasco de carácter confederal se sustentaba en la pretendida
existencia de Estados vascos independientes desde tiempos inmemoriales hasta el siglo XIX.
Para ellos, sus principales argumentos, que constituían un flagrante falseamiento de la
historia, eran: la afirmación de la existencia de varias guerras de independencia de Vizcaya
contra España en el Medievo, su interpretación de que las uniones de los territorios vascos a
la Corona de Castilla fueron meras uniones personales y no institucionales, y su tesis
fundamental sobre la pérdida de su independencia, al término de la primera guerra carlista,
por la ley de 25 de octubre de 1839 (...), por considerar incompatibles los Fueros vascos con
68
la Constitución española .

Como también hemos explicado, su pensamiento se resume en el lema “JEL”


(“Jaungoikoa eta Lagi-Zarra”: “Dios y Fueros”), un catolicismo antiliberal y la
originaria independencia del pueblo vasco, sólo malograda por los decretos
posteriores a las guerras carlistas, con los que habrían sido absorbidos por
Castilla. En su primera fase, mediante un lenguaje directo y muchas veces
agresivo, insiste en los elementos que diferencian a los vizcaínos de los
españoles (étnicos, religiosos, históricos e idiomáticos), a quienes considera
una raza degenerada e inferior. No deja pasar la oportunidad para criticar a los
que considera “malos vizcaínos”, que no son conscientes del papel de su raza
en la historia y traicionan a su patria.
Sabino cree que el catolicismo es uno de los elementos clave de la raza vasca,
ya que sin Dios no es nada. Se burla del “tubalismo”, la tesis de que los vascos
proceden del patriarca Túbal. Rechaza la estructuración de la Iglesia en
diócesis y defiende una organización universal, además de la separación entre
Iglesia y Estado, ya que las subvenciones conllevan su pérdida de
independencia. La iglesia vasca apoyó al nacionalismo vasco desde el
principio mediante algunos de sus representantes, aunque al principio fueron
pocos y crecieron sólo con el paso de las décadas, cuando estuvieron seguros
de que el aranismo equivalía a integrismo católico.
En esta primera fase de su evolución política, la raza tiene también una gran
importancia: la vasca es distinta de la española y superior a ella, y constituye
un signo de identidad nacional. Existe una raza euskeriana, originalísima, que
no es celta, ni fenicia, ni griega, ni latina, ni germana, ni árabe, ni se parece más que en ser
humana a ninguna de las que habitan el continente europeo, el faricano, el asiático, el
americano y las islas de la Oceanía (…) Está aislada en el universe de tal manera que no se
69
encuentran datos para clasificarla entre las demás razas de la Tierra

Es tan importante el elemento de la raza que la independencia y la lengua no


sólo no valen de nada sin mantener la raza vasca, sino que para Sabino es
preferible la total desaparición de Vizcaya a que sea “maketa, independiente y
regida por las leyes de nuestros padres, poseedora de nuestra lengua y
70
heredera de nuestra historia” . La raza precede a todos los elementos de la
nacionalidad, es su sustancia, mientras que la lengua, las instituciones y las
71
costumbres son sólo accidentes derivados de la sustancia nacional
Esa raza, definida por los apellidos, es lo que determina la nación. Los vascos,
dicen los antropólogos, son una raza distinta: ningún español es vizcaíno, ni el
72
vizcaíno es español . Y precisamente es su importancia lo que le permite
concluir con su exclusiva preocupación por el bizkaitarrismo para llegar a
afirmar la nación vasca, la confederación de los antiguos estados históricos,
73
unidos gracias a la raza y a la religión . Para Sabino, los vascos son la
aristocracia del mundo, la nobleza de la Tierra, y la conciencia de su
superioridad racial queda reflejada en la propaganda nacionalista. Esta
conciencia de superioridad racial irá de la mano de la total separación entre los
vascos y los extranjeros residentes en el País Vasco; de ahí el antimaketismo
sabiniano y su oposión a los matrimonios mixtos. El proyecto aranista prevé
unos estados vascos (al principio sólo Vizcaya) habitados por ciudadanos de
raza vasca, en la medida de lo posible, lo que significa que podrían vivir otras
razas o mestizos, pero tendrían menos derechos que los vascos, algo que
también se vio reflejado en los estatutos del primer batzoki. Ese racismo se fue
atemperando después de la muerte de Sabino, con el paso del tiempo, como es
lógico; pero siguió presente en la vida política vasca durante décadas, y aún en
nuestro tiempo hay ciertos matices racistas en las tesis políticas de los partidos
vascos, tanto el PNV como la izquierda abertzale.
El racismo, junto a la xenofobia, era algo muy común en el pensamiento de la
época, con su muestra más conocida en el famoso Ensayo sobre la
desigualdad de las razas humanas, de Gobineau, publicado en 1855.
Manifestación de la de los vascos es su peculiar lengua, que ha sobrevivido a
numerosas invasiones y que es totalmente distinta de todas las demás, lo cual
le refuerza la convicción de que los vascos forman una raza aparte.
Prosiguiendo con su cariz racista y xenófobo, para Sabino los maketos (los
inmigrantes llegados a Vasconia para trabajar en las minas y las industrias)
personifican los males de la patria vasca. Estos invasores conllevaban la
destrucción de la forma de vida tradicional. Sabino considera que es peor un
español que hable euskera que un vasco que no lo hable.
Muestra también un fuerte rechazo hacia el liberalismo propio de la época, sea
conservador o progresista, y a las clases oligárquicas, representantes del
caciquismo. Sus principales defensores procedían de las clases medias y el
campesinado, debido al empeoramiento de sus condiciones de vida, y veían en
el nacionalismo una forma de recuperar los derechos perdidos en 1876. Sabino
también se declara anticapitalista, pero no por defender a la clase obrera, sino
porque cree que el capitalismo supone la destrucción del modo de vida
tradicional del pueblo vasco. Beneficia sólo a unos pocos, genera masas de
mendigos y relega a la patria a un estado miserable. Se trata del
anticapitalismo del propietario que se ve desbordado por el proceso de cambio
74
económico . Esos capitalistas son los liberales que tienen en sus manos el
estado español. Por eso, a pesar de que posteriormente se le unirían, critica y
llama “fenicios” a los euskalerríacos de Ramón de la Sota, quienes dan más
importancia a su actividad económica que al bienestar del pueblo vasco. Eso
no impide que Sabino y su hermano Luis se sintieran atraídos por la fiebre del
oro del Bilbao de fin de siglo, por lo que invirtieron buena parte de su capital
en la Bolsa y se convirtieron en accionistas, junto a Ramón de la Sota, de la
Compañía Minera Abertzale, propietaria de minas en Navalmoral de la Mata,
Cáceres. Sin embargo, sus negocios no tuvieron éxito y sufrieron las
consecuencias negativas del crash de la Bolsa de Bilbao de 1901.
Su nacionalismo se basa en una concepción esencialista de la nación vasca: las
naciones existen desde siempre, independientemente de la voluntad de sus
habitantes. En el caso de los vascos, esa esencia se expresa a través de su raza
y de la religion católica, y puede identificarse por los apellidos, el motivo por
el que exigía que fueran vascos los cuatro primeros apellidos para ingresar en
su batzoki. Fundamenta su nacionalismo, y por tanto la reivindicación de
independencia, en su interpretación de la historia vizcaína, que ya hemos
expuesto al hablar de su primer libro publicado. Por eso el estudiio de la
historia y la difusión de su interpretación son pilares básicos de toda la
propaganda nacionalista vasca.
Su integrismo católico y su esencialismo son los que le llevan a rechazar el
liberalismo, ya que éste aparta al pueblo de su último fin, que es Dios. Por eso
reclama la independencia respecto de la España liberal, a fin de lograr la
salvación religiosa de los vascos: “Bizkaya, dependiente de España, no puede
dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica”. La raza española y la
vasca han sido enemigas desde la antigüedad. Las provincias vascas siempre
lucharon por su independencia frente a España, lo cual consiguieron, y los
reyes españoles no tuvieron otra salida que concederles sus fueros. Desde
entonces esos territorios fueron independientes de España y entre sí, hasta que
en 1839 los fueros quedaron subordinados a la constitución española:
El año 39 cayó Bizkaya definitivamente bajo el poder de España. Nuestra patria Bizkaya, de
nación independiente que era, con poder y derecho propios, pasó a ser en esa fecha una
provincia española, una parte de la nación más degradada y abyecta de Europa.

Desde que tiene contacto con España, el pueblo vasco ha ido degenerando,
hasta llegar a la desaparición de los fueros en el siglo XIX. Los inmigrantes
españoles, los maketos, como representantes de la nación opresora, son los
culpables de todos los males: la industrialización y la desaparición de la
sociedad tradicional, que Sabino idealiza y añora con nostalgia. En
consecuencia, la única forma de terminar con la degeneración de la raza vasca
es la recuperación de la independencia respecto de España, la vuelta a la
situación anterior a 1839: es la ley de este año la principal responsable (no la
de 1876), ya que supuso la incorporación de las provincias vascongadas al
territorio regido por la constitución. Cuando se consiguiese la independencia,
se crearía una confederación de estados vascos, con los territorios forales de
ambos lados de los Pirineos: las cuatro provincias incluidas en España y las
tres incluidas en Francia. Esa confederación estaría basada en la unidad de
raza y la unidad religiosa, por lo que sólo podrían formar parte de ella los
vascos de pura raza y católicos practicantes. Quedarían excluidos no sólo los
inmigrantes, sino también los vascos liberales, republicanos o socialistas, que
se consideraban traidores.
Vemos, por tanto, que el nacionalismo surge como una especie de religión
civil para afrontar las transformaciones que estaba experimentando el País
Vasco a finales del siglo XIX, consecuencia de la industrialización. Por eso,
como cualquier religión, Sabino apela a los sentimientos y las emociones para
atraerse seguidores. En su artículo “Efectos de la invasion” expresa los
siguientes argumentos: 1) España es una nación corrompida, y su corrupción
es esencial, no accesoria; 2) la invasion maketa que sufre Vizcaya es la mayor
desgracia que padece el pueblo vasco, cuyo modo de ser y costumbres,
originariamente puros, están amenazadas de inmoralidad por el contagio de los
españoles; 3) la única solución para lograr la salvación de los vascos es su
independencia de España.
Explica su feroz odio hacia España porque, según él, “está esclavizando a
nuestra patria, y esto nos basta para odiarla con toda nuestra alma”.
El euskeriano patriota, el euskeriano nacionalisa en tanto lo ese en cuanto que rechaza total
y absolutamente toda polítia exotica, toda política españolista. Para él, España es una nación
extranjera y le importa un comino de su suerte: más aún, desea que se arruine y se destruya,
75
si su ruina y destrucción ha de debilitar el poder con que esclaviza y arruina a su patria .

No se trata de una falta de caridad, sino de un movimiento de defensa.


Posteriormente achacaría este fuerte sentimiento a la necesidad de despertar a
su pueblo. Corcuera afirma que esto no es del todo cierto, ya que, aunque el
antiespañolismo y el antimaketismo son más marcados en su primer periódico
-Bizkaitarra- esos sentimientos nunca desaparecen, ni siquiera en El Correo
Vasco, el diario nacionalista de los últimos años de Arana y que pretendió
mantener una postura menos agresiva. Esa invasión se ve agravada por el
hecho de que conlleva “una sociedad impía, ávida de placeres”, propia de “la
nación más degradada y abyecta de Europa”, la nación de los maketos. De
todas formas, el antimaketismo ya existía en Bilbao antes de la entrada en
escena de Arana, y lo utilizaban también los tradicionalistas y el grupo de
Ramón de la Sota. No obstante, asimismo es cierto que, aunque el
antimaketismo es anterior al nacionalismo, su persistencia en la sociedad
vasca sólo se explica por la importancia que tuvo en las ideas de Sabino y sus
seguidores.
Arana quiere que Vizcaya sea independiente para servir a Dios, puesto que el
contagio que conlleva su contacto con España le impide ser católica en la
práctica. En lo que se refiere a este punto, todos los que le trataron reconocen
la sinceridad de sus posturas religiosas. De hecho, con veintitrés años, después
de los ejercicios espirituales que todos los años hacía en retiro, quiso entrar en
la Compañía de Jesús, orden religiosa que tenia en gran estima. En realidad, a
pesar de que su primer objetivo político es la independencia, ésta se considera
como el paso necesario para la salvación del pueblo vasco, el objetivo último y
principal de su ideología, que también incluye el hecho de tener una historia
distinta al resto de España, fundamentada en los fueros, que, como hemos
dicho, constituyen una serie de privilegios, como no pagar ningún impuesto al
gobierno central y no tener que aportar jóvenes a las quintas del ejército.
Como ya hemos dicho, Arana se declara antiliberal. Su condena al liberalismo
es más radical que entre los carlistas o los integristas, tanto que se sitúan a la
derecha de todos ellos. Por otra parte, el liberalismo y la democracia liberal se
identifican con el ateísmo. Para Sabino, la nación es cosa de Dios o de la
naturaleza, no una invención humana. Sin embargo, la base doctrinal de su
afirmación nacionalista es muy escasa; raramente aparece en sus escritos algún
argumento de autoridad para definir la nación o la importancia de sus
elementos.
Ya hemos dicho también que uno de los medios de su actuación política fue la
fundación del Euskeldun Batzokija en 1894, el primer batzoki, un centro
nacionalista de acceso restringido, ya que las condiciones de participación,
además de tener los cuatro primeros apellidos vascos, eran muy restrictivas.
Como también hemos mencionado, el gobierno lo clausuró, pero fue el
germen que vio surgir al Partido Nacionalista Vasco (Eusko Alderdi
JELtzalea: EAJ-PNV), que nació en la clandestinidad el 31 de julio de 1895.
Arana dio también un nuevo nombre a su pueblo. A partir de la raíz euzko,
añadiéndole el sufijo di, hasta entonces sólo aplicable a especies vegetales,
creó el neologismo “Euzkadi” (que posteriormente se convertiría en
“Euskadi”), que le gustaba más que la denominación tradicional de
“Euskalerria”, o “pueblo que habla euskera”.
Otro de los elementos identitarios del nacionalismo vasco fue su bandera, la
ikurriña, que en principio los hermanos Arana idearon sólo para Vizcaya, pero
que después se aplicó a todos los territorios vascos. El propio término
“ikurriña” es también creación de Sabino, a partir de ikur, que significa
“símbolo”.
El fondo de nuestra Bandera es rojo, como el fondo del Escudo (de Vizcaya) (…) La Cruz
blanca de la Bandera es la Cruz blanca del Escudo y el Jaungoikua del Lema (…)

La Cruz verde de San Andrés representa a un tiempo por su color el Roble del Escudo y las
leyes patrias (…).

Unidos están la Cruz y el Roble en el Escudo unidos por el eta, el Jaun-Goikua y el Lagi-
Zarra: del Lema; y unidas por lo tanto en un centro común deben estar en la Bandera las dos
Cruces, blanca y verde. Y así como en la unión de la Cruz y el Roble en el Escudo, aquélla
ocupa el lugar preferente, y en la unión del Jaun-Goikua y el Lagi-Zarra: en el Lema lo
ocupa el primero: así también en la Bandera la Cruz blanca está superpuesta a la verde de
San Andrés.

Sabino, haciendo de lingüista-etimólogo, creó toda una serie de palabras en


euskera, que después se han incorporado a la version estándar de la lengua,
pero que en su origen no tenían nada que ver con ella. A pesar de echar pestes
del castellano, prácticamente escribió todo en este idioma y el vasco sólo llegó
a hablarlo mal, a inventar esos neologismos a los que nos referimos y a sentar
las bases para otros similares: “ikurriña” (que no equivale a “bandera”),
“lehendakari” (que no equivale a “presidente”), “jaurlaritza” (que no equivale
a “gobierno”), “emakume” (que no equivale a “mujer”, sino más bien a
“hembra”). A pesar de serle totalmente desconocidos los grandes de la
literatura vasca, nunca se culpó a sí mismo, sino que hizo recaer la
responsabilidad sobre la extranjerización, que supuestamente había dejado el
euskera en malas condiciones. Y en lugar de adoptar la lengua literaria de su
contemporáneo Resurrección María de Azkue, se dedicó a crear neologismos
y a pretender reformar la otrografía, cuestión en la que cambió varias veces de
criterio con una absoluta arbitrariedad. Así, en sus Lecciones de ortografía del
euzkera bilbaíno (1896), además de un caprichoso alfabeto, introdujo signos
diacríticos para representar sonidos palatales y vibrantes que sólo provocaron
risa en los verdaderos expertos. Lamentablemente, al ser el fundador del
nacionalismo, muchos de esos términos que hemos citado se han incorporado
al euskera batúa. Por otra parte, tuvo mucho éxito la nueva onomástica que
difundió con sus calendarios. Partió de una inconsistente teoría de Astarloa,
según la cual la “a” tenia en el euskera antiguo valor de terminación
masculine, y la “e” de femenino, con lo que ideó nombres como Joseba
(“José”) y Josebe (“Josefa”). Pero resulta que los hipocorísticos vascos para
esos nombres son Josepe y Josepa. A su propia mujer la rebautizó como
Nikole. En cuanto a sí mismo, no llegó a cometer la torpeza de llamarse
76
Sabina, lo cual habría provocado muchas risas, sino que se quedó en Sabin .
El 17 de julio de 1896, el Bizkai Buru Batzar acuerda la edición de 5.000
ejemplares de Lecciones de Ortografía del Euskera Bizkaino, redactadas por
Sabino. El 20 de febrero de 1897 se publica su hoja titulada El Partido
Carlista y los Fueros vasco-navarros. El 2 de mayo comienza a aparecer su
segundo periódico, Baserritarra, dirigido por Teófilo Guiard, que tendrá
periodicidad semanal, y en el que ya son menos fuertes y frecuentes sus
ataques a España y los españoles. Tras la dimisión Teófilo, el mismo Sabino le
sustituirá como director. El 29 de agosto se publicaría el último número, tras
ser denunciados sus artículos “Nuestras ideas”, de Federico de
Belausteguigoitia, y “El catalanismo”, del propio Sabino.
En 1897 Sabino publica el Egutegi Bizkaitarra, el primer calendario en
euskera, y el Tratado etimológico de los apellidos euskéricos. El 22 de octubre
de ese mismo año se constituye la Asociación Nacionalista Euskeriana de
Vizcaya, que el experto Javier Corcuera considera la fundación formal del
PNV.

4.3.6. Conclusión de la primera fase de su pensamiento


Al final de la primera etapa de su evolución política, la situación del
nacionalismo vasco no era demasiado buena, y así lo reconocía el propio
Sabino en agosto de 1897: “Lo confesamos sin rebozo: el número de los
nacionalistas, es decir, de los afiliados al partido y que como tal cumplen
fielmente sus deberes de patriotas, es muy corto. Negarlo sería tontería
77
manifiesta” . Poco después tiene que cerrar el periódico Baserritarra por las
pérdidas económicas. Todo dependía de la actividad del propio Sabino, pero
aun no teniendo que ejercer un trabajo pagado para vivir le faltaba tiempo para
abarcarlo todo. A finales del 97, el problema no parecía ser la represión, sino
la falta de material humano, lo cual provoca el desánimo en los hermanos
Arana, que expresan sin pudor:
Esta nuestra patria hay que confesar que está llena de desagradecidos; […] esta nuestra
desventurada patria, esta patria pisoteada por el extranjero, esta patria a quien hay que
llamar a golpe limpio para que despierte, su sueño es brutal, tanto que no parece natural,
parece enfermedad, parece castigo de Jaungoikoa […] ¿No es un pueblo idiota el pueblo a
quien se le dice lo que debe de ser por su historia, etc., y se queda tan tranquilo? […] ¡Pobre
Euskeria! Crucificada por muchos de sus hijos, negada y desonocidas por los unos,
abandonada de los ministros del Señor, desatendida por la misma raza, diríase también que
78
Dios la ha dejado de su mano y entregándola en las garras de Satanás .

En un intento por atraerse simpatizantes y militantes, ataca a los carlistas, lo


cual hace especialmente en El Partido Carlista y los Fueros Vasco-Nabarros,
de 1897. No sabemos si consiguió mucho con esta táctica, pero el carlismo
estaba en crisis a finales de siglo, sobre todo cuando se prestaron a llegar a
acuerdos electorales con quienes habían sido sus enemigos, los caciques
liberales-conservadores. Lo que sí sabemos es que, muchos años después, un
historiador carlista reconocía que
el nacionalismo vasco abrió brecha en la ciudadela carlista, empleando para ello, como arma
poderosa, la afirmación de que los carlistas no eran verdaderos fueristas, como antes el
integrismo la destrozó, manteniendo la afirmación de que el carlismo no era suficientemente
católico [...] El nacionalismo vasco en Vascongadas y Navarra, y el regionalismo de Prat de
la Riba y Cambó en Cataluña, consiguieron desgajar del carlismo a elementos importantes,
presentándose como los únicos custodios y defensores de las libertades regionalies y de las
79
doctrinas forales .

Precisamente a finales de siglo, Unamuno fue consciente del proceso historico


que llevó a dar el paso del carlismo al integrismo o al nacionalismo, lo cual
refleja en su novela Paz en la guerra:
Del viejo fondo de la comunión carlista, nutrido de mera lealtad, de terco apego a una
tradición indefinible e indefinida, iniciábase ya el desprendimiento de sus elementos
componentes. De un lado, la aspiración a una política íntegra y exclusivamente católica; de
otro lado, el regionalismo exclusivista y ciego a toda visión amplia, a todo lo que del
80
horizonte natural traspase .

De todas formas, el pesimismo con que finaliza 1897 aumentaría a comienzos


de 1898. El 20 de abril, los Estados Unidos declararon la guerra a España, con
lo que se desborda el nacionalismo español, el patrioterismo llena las calles de
manifestantes y la prensa exalta los ánimos. Todos los partidos se suman a la
histeria de la guerra. No era, por tanto, el mejor momento para hacer
propaganda nacionalista, cuestionando la unidad nacional. De hecho, el 24 de
abril, mientras varios miles de manifestantes recorren las calles de Bilbao, al
pasar por delante de la casa de Sabino pronuncian vivas a España y mueras al
nacionalismo, junto con pedradas contra las ventanas y los balcones. Los
hermanos Arana, temiendo que en la fiesta del Dos de Mayo se repitiera la
81
escena, salen de Bilbao en secreto . La contienda no sólo supone la
impopularidad de las ideas nacionalistas, sino que la declaración de guerra
hacía temer una represión más directa por parte del gobierno. Como hemos
dicho, se cierra el periódico y la actividad pública se ve reducida al mínimo en
los primeros meses de 1898. Parecía haberse adelantado muy poco desde
1893, cuando comenzó la vida política de Sabino. Sin embargo, cuatro meses
después, salía elegido diputado provincial por el distrito de Bilbao, con más de
cuatro mil votos. ¿Qué sucedió para conseguir este relativo éxito? Nada menos
que el ingreso en la organización de los antiguos fueristas del grupo de Ramón
de la Sota, los mismos que, cinco años antes, habían asistido al convite por la
publicación de Bizcaya por su independencia. En el siguiente apartado
explicamos los detalles.

4.4. La segunda fase de su evolución política (1898-1902)


La guerra contra los Estados Unidos y la mala situación que hemos descrito
permite tomar conciencia a Sabino de que necesita refuerzos y expandir su
organización, aunque sea a costa de mostrarse menos agresivo contra el estado
español. Por otro lado, en abril la Sociedad Euskalerríaca sufre una crisis
interna entre españolistas y nacionalistas, que acabaría con la separación de
éstos, que controlaban el periódico Euskalduna. Ramón de la Sota y su grupo
se quedan sin un centro desde el que hacer política, cuando era mayor la
necesidad de combatir el caciquismo, y cuando el reforzado nacionalismo
español parecía dificultar la propaganda de lo que supusiera atacar la unidad
hispana.
Además, en la sesión del Bizkai Buru Batzar del 10 de abril se plantea la
posibilidad de presentarse a unas elecciones, decidiéndose por las
provinciales, que tendrían lugar en septiembre en los distritos de Bilbao y
Guernica. Por otro lado, varios miembros de la organización se mostraban
interesados en una union con los “fenicios”, como hasta entonces les había
llamado Sabino por su supuesta exclusiva preocupación por sus negocios. Ese
fue el contexto de la incorporación en el PNV de los euskalerríacos, que no
incluyó ningún requisito formal. Esa union se realizó a pesar de la inicial
negativa de Sabino a cualquier tipo de componenda electoralista que supusiera
alguna pérdida de la pureza nacionalista. Tal vez porque empezaban a decaer
los ánimos quiso obtener cierto estímulo y, con el apoyo del grupo de Sota, lo
vería posible. Asimismo, los demás grupos de derecha (carlistas, integristas,
neocatólicos) pasaban por una situación igual o peor que la suya. Los
nacionalistas presentan dos candidatos: Sabino por Bilbao y Ángel Zabala por
Guernica. Al contar con el apoyo de los euskalerríacos, tenían un medio que
les respaldara, el periódico Euskalduna, que sin ninguna reticencia asumió
como propia la campaña electoral de los dos candidatos mencionados,
candidatura neta e íntegramente vizcaína, la cual no pueden menos de ver con buenos ojos
todos aquellos que, como nosotros, no admiten más política que aquella que se basa en el
82
amor a Vizcaya .

El triunfo electoral (cinco concejales en Bilbao) lo celebran los sotistas como


propio, y nos permite conocer las nuevas relaciones entre su grupo y el de los
Arana:
Las últimas elecciones han dejado ver en la opinion corrientes de mutuo reconocimiento de
unos elementos para con otros: deseos de olvidar y borrar ciertas diferencias. Fácil es
entender cuánto nos congratulamos con ello; nosotros, los que aspiramos muy
principalmente a la union de todos los vascongados bajo la base de un amor sincero a
83
Euskalerría y a cuanto Euskalerría se refiera directa o indirectamente .

La unión parece un hecho en octubre de 1898, sin la afiliación formal al


partido por parte de Sota ni de ninguno de sus seguidores. Pese a ello, nadie
puso en duda su pertenencia, y sirve de testigo no sólo la colaboración entre
los dos grupos en proyectos comunes, sino el atemperamiento de la
intransigencia y el purismo de la primera fase del pensamiento y la praxis
política de Sabino. Todos los especialistas coinciden en que en este momento
comienza su evolución hacia la moderación y el regionalismo autonomista,
durante los cuatro años en que fue diputado provincial por Vizcaya demostró
ser un político pragmático y sus decisiones estuvieron muy lejos del
antiespañolismo anterior. También abandona su anterior anticapitalismo y pasa
a defender la industrialización, que ahora considera un nuevo factor de
superioridad del pueblo vasco sobre los demás del estado español, que, a
excepción de Cataluña, no se han industrializado. También desaparece su anti-
bilbainismo y pasa a elogiar a la capital vizcaína: “Bilbao es el plantel de las
riquezas vascas, y cuando aprenda a invertir el oro, será el plantel de la cultura
84
vasca” .

Sabino Arana, en la cárcel de Larrínaga


No obstante, esa moderación tiene lugar más en las formas que en los
contenidos, más en la táctica que en la estrategia real, lo cual queda reflejado
en las “Instrucciones al director” (del periódico) que redacta: el periódico se
atendrá rigurosamente a la doctrina nacionalista, que es, por sumisión a Dios,
totalmente católica-apostólica-romana, y todo lo humano se subordina a la
religión y la moral. No obstante, pese al mantenimiento absoluto de la
ortodoxia católica, se quiere evitar un periódico de cariz integrista. Los
planteamientos no han cambiado: Arana mantiene los mismos postulados, el
antiespañolismo y el independentismo, pero como hay que tener todo el
cuidado necesario para que su funcionamiento no se vea entorpecido por la
acción de las autoridades españolas, “en el orden práctico no será nacionalista
mientras la Junta superior no acuerde y mande otra cosa, pues dadas las
85
circunstancias actuales no podría sostenerse un periódico de este carácter” .
Los antiguos euskalerríacos son una corriente interna cada vez más influyente
y presionan para conseguir sus objetivos: dotar al partido de una organización
democrática y legalizar sus fines renunciando a la independencia como meta y
sustituyéndola por la autonomía. Ya tenían un modelo a imitar: la Lliga
86
Regionalista de Prat de la Riba y Cambó .
Por todo lo dicho, desde 1898 existe en potencia la dualidad característica del
PNV, al compaginar una doctrina independentista con una práctica política que
ya no lo era, lo cual también generó tensiones entre los radicales y los
moderados (los “sotistas”, antiguos euskalerríacos). Elorza sugiere que,
después de casarse Sabino, el tiempo de convivencia con el medio rural
vizcaíno ha contribuido a acabar con las ilusiones previas sobre un mundo
agrario que sería la reserva de las virtudes de la raza. Su visión ha cambiado:
el clero no cumplió su deber pedagógico con el pueblo vasco, y por ello éste se
encuentra en la más profunda ignorancia, amenazados sus rasgos raciales. Es
decir, se desploma el mito del campesino autárquico y feliz. Por esa razón,
prosigue Elorza, el viraje lleva a Sabino a buscar refugio en una organización
87
basada en un capitalismo lleno de contenidos nacionalistas .
El periódico Euskalduna no se presenta como órgano oficial del partido, pero
estará a su servicio; sería nacionalista, pero sin parecer serlo. Según se
manifestó, muchas personas se comprometieron a contribuir a su
sostenimiento y a colaborar, pero los hermanos Arana tuvieron que invertir a
fondo perdido importantes cantidades de dinero. En cuanto a su redacción,
Sabino se hizo cargo de gran parte de los artículos. De acuerdo con Corcuera,
los artículos escritos en los 103 números de existencia ocupan más de 120
páginas de sus Obras completas.
Así las cosas, a partir de 1898 Sabino suaviza el tono con el que se dirige
hacia los politicos contrarios, e incluso en la forma de hablar de España.
Después del mal comienzo de año que hemos mencionado -tiene lugar la
guerra contra Estados Unidos con motivo de las últimas colonias (Cuba,
Puerto Rico y Filipinas), y durante una manifestación españolista que
transcurría por Bilbao, la casa de Sabino y Luis es apedreada, como ya hemos
dicho- en verano, el grupo fuerista de Ramón de la Sota, escindido de la
Sociedad Euskalerria, ya ha ingresado en el PNV para formar su sector
moderado, no independentista. Enseguida surgen buenas noticias para el
movimiento, como que Sabino forme parte de la Comisión de Fomento de la
Diputación de Vizcaya, y la fundación del Centro Vasco de Bilbao, el 4 de
noviembre, por parte de los dos grupos del PNV, aranistas y sotistas.
88
Ciertamente, la primera tarea que se imponen los jelkides es la creación de
una sociedad politico-recreativa, no ya unir a los definidos como nacionalistas
(como se hizo en el Euskeldun Batzokija), sino una sociedad abierta que,
controlada por nacionalistas, incluyera también a vascongados de otras
ideologías; una iniciativa apoyada tanto por los aranistas como por los sotistas.
El primer presidente fue Emiliano de Arriaga, uno de los pocos sabinianos
pertenecientes al mundo de los negocios, y el secretario Nicolás de Viar,
euskalerríaco. Se inaugura con un millar de socios, que en agosto de 1899
89
llegan a 1.144 . Como bien dice Corcuera, “el nacionalismo sale de las
catacumbas y empieza a contar con gentes de dinero e influencia”. La fusión
definitiva entre sabinianos y sotistas tiene lugar, por tanto, entre 1898 y 1899,
aunque la unión nunca fuese total en vida de Arana. El nuevo impulso debido
a los euskalerríacos sigue dando sus frutos, y en poco tiempo el Centro Vasco
es la segunda sociedad recreativo-política de Bilbao por su número de socios.
A la vez tiene lugar la apertura de la primera asociación nacionalista fuera de
la capital: el 7 de mayo de 1899 se inaugura el Batzoki Bermiotarra en
Bermeo; y se crea un diario: El Correo Vasco.
En consecuencia, Sabino da muestras de moderación, con la presentación del
Proyecto de creación de un Consejo Regional Vasco, integrado por las cuatro
provincias españolas (Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra). La diputación
asegura considerarlo, y el periódico de los sotistas, Euskalduna, también lo
apoya.
El apaciguamiento de su discurso no sólo le permite hacer una política más
pragmática, sino también que el sector más moderado pueda pertenecer al
partido. Sin embargo, esto es en lo que se refiere a la praxis, ya que sus tesis
ideológicas no variaron, lo cual se deja ver en su correspondencia. En
noviembre de 1897, en su periódico Baserritarra (Bizkaitarra había sido
clausurado años antes; en cuanto a Baserritarra, su existencia se prolongó sólo
durante algunos meses), explica que su anterior estilo agresivo se debía a que
deseaba darse a conocer y despertar a la sociedad vasca, adormecida por la
dominación española.
El 14 de mayo tienen lugar las elecciones municipales, y los nacionalistas
consiguen cinco concejales en el ayuntamiento de Bilbao. También los logran
en Bermeo, Arteaga y Mundaka, donde se nombra el primer alcalde
nacionalista. El 4 de junio sale el primer número del diario nacionalista El
Correo Vasco. Sin embargo, el gobierno, alarmado por los primeros éxitos
electorales de los nacionalistas en las elecciones municipales, el 12 de
septiembre suspende las garantías constitucionales en Vizcaya, clausura El
Correo Vasco y Euskalduna, y cierra el Centro Vasco y el Batzoki
Bermeotarra, que se habían inaugurado unos meses atrás. ¿A qué se debe esta
represión, cuando el nacionalismo se muestra más cauto que nunca? Corcuera
afirma que parece demostrado que la persecución no partió del consejo de
ministros, de Silvela ni del ministro de la gobernación, sino del principal
representante de la oligarquía vizcaína, Víctor Chávarri, que estaba
particularmente interesado en “cortarle las alas” a Ramón de la Sota, al que,
como influyente empresario, consideraba que ponía en peligro su monopolio
del poder municipal y provincial. De todas formas, esa represión ya no podía
acabar con el nacionalismo, puesto que los cinco concejales elegidos seguían
manteniendo la presencia pública del partido. Por otra parte, tres meses
después del cierre de El Correo Vasco se empieza a pensar en inaugurar otro
diario, si bien por razones desconocidas pronto se abandonó el proyecto. En
cualquier caso, en julio de 1900, diez meses después del decreto que había
ordenado los cierres, se vuelve a autorizar la reaperura de los centros
nacionalistas y de su prensa, con la única excepción del diario.

4.5. La boda con Nicolasa Achicallende


A pesar de los malos tiempos que parecen llegar de nuevo, Sabino decide
casarse, aunque no tuviera de las mujeres un concepto demasiado positivo:
La mujer, pues, es vana, es superficial, es egoísta, tiene en sumo grado todas las debilidades
propias de la naturaleza humana: por eso fue ella la que primeramente cayó. Pero por eso
precisamente de ser inferior al hombre en cabeza y en corazón, por eso el hombre debe
amarla: ¿qué sería de la mujer, si el hombre no la amara? Bestia de carga, e instrument de su
bestial pasión: nada más. La mujer necesita de la protección del hombre, de su tutela; como
el hombre necesita de la compañía de la mujer. El hombre debe considerar a la mujer: 1º
como hermano menor, que necesita de su protección para vivir, y por tanto debe ser por él
amada; 2º, como hija suya, pues madre de la mujer es el hombre, y por tanto, con ese cariño
de madre, debe disimular las flaquezas de la mujer; 3º, como medio imprescindible para
perpetuarse él, procreando nuevos seres semejantes a él y a Dios, y por esto es natural debe
que la ame, que puesto que el hombre seres que sirvan a Dios y no está llamado, por
vocación extraordinaria, a otro estado más excelente, debe engendrarlos; 4º, como
compañera que le ayude a sobrellevar las penas de este mundo, a servir a Dios y a educar a
los hijos para él; 5º, como madre de sus propios hijos y persona, entre todas las del mundo,
90
que más ama a esos pedazos de sus entrañas .

Parece ser que hubo una primera candidata, pero, por desgracia para Sabino,
era maketa, y eso es algo que no se podía permitir un vasco puro, él que tanto
había criticado los matrimonios mixtos, que echaban a perder la raza. De
hecho, su hermano Luis -unos años antes, mientras estudiaba en Barcelona-
residió en una pensión, donde tuvo relaciones y posteriormente se casó con la
cocinera, natural de Huesca y de nombre Josefa Egüés Hernández. Con todo lo
que los hermanos Arana habían criticado a los maketos, no se podía consentir
que el hermano del fundador se casara con una española, así que adoptó la
solución más sencilla, que era cambiar los apellidos de su querida,
“vasquizarlos” y convertirla en Eguaraz Hernandorena. Esto, que puede
parecer propio de una película o un serial televisivo, es totalmente cierto. Por
tanto, la elegida por Sabino no podía tener el mismo defecto. Y como el
requisito más importante era la naturaleza vascongada de la mujer, en 1899
eligió a una joven aldeana de Pedernales, ya que en aquel momento seguía
creyendo que en el campesino vasco están intactas las virtudes de la raza, aún
no corrompidas por la invasión maketa. Además, había nacido en Busturia,
supuesto lugar de nacimiento de Jaun Zuría, el héroe vizcaíno que venció a los
españoles en Arrigorriaga. En cuanto a su pureza vasca, del nombre, Nicolasa
Achicallende Iturri, Sabino duda del primer apellido, pero pronto se queda
tranquilo al saber que procede de la unión de “Achica” y “Allende”, y que es
un apellido único en Vizcaya. Tras mucho pensarlo, decide que Allende no es
suficientemente vasco y que se lo suprimirá, quedándose sólo con “Achica”. Y
queda totalmente reconfortado cuando logra localizar ciento veintiséis
apellidos de su futura esposa, en forma de árbol genealógico, todos ellos
vascos.
Me ha dado bastante que pensar el apellido de mi amada, con ser aldeana y todo. Es un
apellido único en Vizcaya, que sólo allí existe: Achica-Allende. Aparecía mixto, y acordado
estaba en el partido nacionalista de acá que los mixtos se han de tener como puros
euskéricos para los efectos de la clasificación de los individuos; pero, asi y todo, estaba yo
muy intranquilo. Me propuse recorrer los libros de bautizados antes de que trascendieran al
público nuestras relaciones, y así lo hice. De esta manera pude llegar a hallar la incógnita y
tranquilizarme: pues resulta que el apellido no es así, sino simplemente Achica; el allende lo
adoptó, por vez primera, un tío de su padre, y sólo porque ya entonces (dentro de este siglo)
le llamaban al caserío Achica, en Rigoitia, ya Achica de abajo, ya Achica-allende, para
distinguirle de otro Achica contiguo. Pero el padre de ese primer Achica-allende se apellidó
simplemente Achica, y lo mismo sus antepasados. Con este motivo son ya 126 los apellidos
de mi futura esposa que tengo hallados y puestos en cuadro sinóptico o árbol genealógico:
91
todos ellos son euskéricos. Procuraré suprimir el allende .

Como era de esperar, el compromiso no es bien visto por su familia. Pero


tampoco los de Busturia están muy tranquilos, ya que creían que se trataba del
típico devaneo de un jauncho, o señorito, con una aldeana, para aprovecharse
de su diferencia de condición. Pero no había nada que temer, porque el
propósito de Sabino no era abusar de la chica; de hecho, él mismo reconocía
que no era nada hermosa ni de cara ni de cuerpo. Por el contrario, en lo moral
era un dechado de virtudes para un vascongado como Sabino: “humilde,
obediente, sencilla y modesta, amantísima de sus padres, caritativa, despejada,
sufrida, laboriosa, económica”. Además, la había conocido mientras ella
trabajaba en la huerta, con la azada, y mientras destripaba terrones tal vez
reconociera a la “varonil mujer bizcaína” de Arrigorriaga.

Sabino Arana y Nicolasa Achicallende


Lo que más le incomodaba era que se murmurase que había bailado con ella al
son de la pianola, en lo que en la época se llamaba “baile agarrao”. Si hay algo
que detestara Sabino es el organillo, que consideraba un símbolo maketo
típico, además del hecho de poner en práctica ese tipo de baile inmoral, cáncer
de la raza vasca, en el que el cuerpo del hombre y la mujer permanecen muy
juntos.
Su hermana Paulina, en sus memorias, narra una anécdota muy ilustrativa del
carácter de Sabino:
Sucedió que en un almacén que teníamos arrendado en cuatro mil pesetas, el arrendatario,
sin ningún permiso, dio bailes de máscaras los tres días de carnaval, sin saberlo nosotros,
puesto que al ir yo con mis amigas a la función de desagravios de la universidad y pasar por
la calle Barroeta Aldamar, que era donde estaba el almacén, vi el rótulo “El Edén”, y
extrañada dije a mis amigas: “¿Qué es esto?”. Y me contestaron: “¿No sabes que dan aquí
bailes de máscaras?”. Me quedé asustada, y en cuanto llegué a casa escribí a mis hermanos
lo que pasaba. Volvieron a Bilbao enseguida y Sabino llamó al arrendatario, que era un tal
González. Se incomodó con él, porque nosotros dimos el almacén para tienda de
ultramarinos y no para bailes. Como estaba anunciado para el domingo el baile de piñata,
también de máscaras, Sabino le dijo que de ninguna manera permitiríamos el escándalo, y
que, si insistía, antes daría fuego al almacén. Por fin, después de tanto altercado, el baile no
92
se efectuó, dejando de pagar la renta del año, y nosotros, contentos, perdimos el dinero .

Una vez calmada su conciencia, podía hacer público su noviazgo, pero había
que desbastar un poco a su querida, puesto que hasta entonces se había
limitado a trabajar en el campo. Juaristi comenta con ironía que Sabino se
entregó a tareas dignas del Pygmalion de Shaw:
Hoy viste y se peina aún como entonces: hasta hace poco no ha dejado el atxur ni la cesta de
la plaza [es decir, que seguía trabajando en la huerta y llevando la vendeja al mercado de
Guernica, los lunes], y sólo lo ha hecho por prohibírselo yo y muy a su pesar. Hoy no hace
más que las labores de la casa, hasta ir al colegio. En todo el tiempo de nuestras relaciones,
he hecho con ella el oficio de catequista; pero debe ir al colegio para aprender algunas
93
materias y adquirir la educación exterior necesaria para alternar con mi familia .

En cuanto a su nombre, Sabino la llamaría Nikole, aunque Luis y el resto de la


familia siempre se referirían a ella como “la Nicolasa”. Con el objetivo de que
aprenda a leer y escribir en castellano, además de recibir clases de doctrina
cristiana, el 23 de septiembre Sabino la manda ingresar en el colegio de las
monjas carmelitas de Bilbao, donde sólo permanece tres meses.
Lo que más dolía a Sabino era la incomprensión de los nacionalistas ante su
futuro matrimonio:
Juzgaban y me decían que desprestigiaba al partido con mi acto y daba un golpe de muerte
al nacionalismo. Yo estaba pasmado por esta manera de discurrir. ¡Qué argumentos me
exponían! Todos los que nacen de un mal espíritu. Yo contestaba sin que nadie me oyera: es
una bizcaína originaria; todas las familias originarias eran en Bizkaia nobles; todos los
baskos descendemos de aldeanos, de caseríos; nuestras doctrinas son esencialmente
democráticas y se fundan en el amor al pueblo, y mi casamiento sería ejemplo en vez de ser
mengua; lo que podrían decir nuestros enemigos es que en nosotros no hay ambiciones, y
que nuestro amor patrio es sincero (…) Un enviado, Zabala, recorrió aquellos pueblos a
informarse del juicio de las gentes; algunos nacionalistas de aquí pensaron en escribirme
una carta de protesta; se deliberó si habría de juzgárseme por el Consejo Supremo. Yo, por
mi parte, la acompañaba cada vez más. Por fin los ánimos se han calmado, según parece,
94
pues hace semanas que no he oído una censura .
Poco después, el 2 de febrero de 1900 celebra su boda en la más estricta
intimidad, para evitar la presencia de curiosos, con la única presencia de sus
hermanos Luis y Paulina, que fueron los padrinos, y los familiares más
cercanos de Nicolasa.
De viaje de novios salieron ese mismo día hacia Lourdes, pero ya en
Amorebieta, a pocos kilómetros de Pedernales, se sienten enfermos
(disentería). A duras penas llegan a Lourdes, donde el 7 de febrero
comprueban que no tienen fuerzas ni para levantarse de la cama, y lo que
podía haber sido una luna de miel, se transformó en una “luna de mierda”,
como él mismo reconoce.
A su regreso, la pareja se instala en Pedernales, y Sabino no volverá a Bilbao
excepto en contadas ocasiones. Nunca perdonará a sus correligionarios que se
opusieran a sus planes de matrimonio. Pero el desastroso viaje de novios
preludia otras desgracias: Nicolasa, embarazada de cuatro meses, pierde en
agosto el hijo que esperaba.
No todo son malas noticias: en julio de ese mismo año, por orden
gubernamental, se permite la reapertura del Centro Vasco de Bilbao y la
reaparición de Euskalduna. En marzo de 1901 aparece la revista trimestral
Euzkadi, dirigida por el propio Sabino, en cuyo primer número explica la
etimología de su neologismo “Euzkadi” para designar al País Vasco, que se
populariza entre los nacionalistas. En septiembre, Sabino interviene como
vicepresidente del Congreso Ortográfico de Hendaya, cuyo objetivo era poner
las bases para unificar la ortografía del euskera. Invita a participar a todos los
intelectuales que tratan la materia, aunque no estuviesen de acuerdo con su
proyecto nacionalista. En noviembre se crea la primera organización juvenil
nacionalista, con el nombre de Euzko Gaztedia. También en noviembre, en las
elecciones municipales de Bilbao, salen elegidos seis nuevos concejales del
PNV.
Como ya hemos dicho, en esta época se observa la progresiva desaparición de
sus tesis xenófobas e integristas, a la vez que modera el mensaje político, con
la sustitución del independentismo por un marco que permitiese al PNV actuar
dentro de la legalidad. Sabino es consciente de que su proyecto debía hacerse
más elástico, si quería que la sociedad de su tiempo lo aceptara y se
expandiera. Esto se expresa en su propuesta de crear un consejo regional a
modo de organismo asesor de las diputaciones vasco-navarras, una
mancomunidad de diputaciones con menos funciones que un estatuto de
autonomía. En este contexto, se queda en una simple anécdota que intentara
enviar un telegrama al president Theodore Roosevelt, felicitándole por la
independencia concedida a Cuba. La oficina de telégrafos no transmite el
telegrama y denuncian a Sabino, que a finales de mayo ingresa en la prisión de
Larrínaga, momento que aprovecha para componer el Euzko Abendearen
Ereserkija, el himno nacional vasco. El 10 de junio hace depositar en la
oficina de telégrafos un nuevo telegrama, en esta ocasión felicitando a la reina
de Inglaterra por el final de la guerra de Sudáfrica. Unos días después, el
gobernador civil suspende de sus funciones a los concejales bilbaínos del
PNV, por felicitar a un país extranjero en nombre de un partido que se llama
“nacionalista” sin añadir “español”.
Juaristi se pregunta cuál es el motivo de estos gestos, por qué esos desplantes
sabiendo que esos telegramas no se cursarían y que iría a parar a prisión.
Responde con dos posibles hipótesis. La primera, que quisiera autoinmolarse
para despertar la conciencia dormida de su gente y crear el mártir que
necesitaba el nacionalismo. O bien por despecho hacia quienes decían ser sus
discípulos.
Lo que sí era evidente es que el gobierno español no estaba dispuesto a tolerar
que existiera un nacionalismo que defendiera abiertamente la independencia.
La conciencia de este hecho puede ser una de las causas del último giro en su
evolución ideológica.

4.6. La evolución españolista
La última publicación periódica promovida por Sabino fue el semanario La
Patria (1901-1903). El 22 de junio aparece, en su número 35, sin firma, pero
de su autoría, el artículo titulado “Grave y trascendental”, en el que, ante el
acoso sufrido por el nacionalismo, propone fundar un nuevo partido que sea a
la vez vasco y español, sin el objetivo de conseguir la independencia.
Corre el rumor de que el señor Arana y Goiri, que proclamó el nacionalismo vasco y fundó
el partido, viendo hoy que a éste no se le permite la vida legal, pues se impide a sus afiliados
en uso de sus derechos constitucionales que a los anarquistas no se les niegan, y no se les
permite ni consiente la mera profesión interna de las ideas; convencido ya de que continuar
la campaña nacionalista sería gastar inútilmente preciosas energías que los vascos pudieran
aplicar a la consecución de fines, como más asequibles, más prácticos, propónese desistir de
continuar llamando a sus compatriotas al nacionalismo; recomendar a los que hasta el
presente han acudido, reconozcan y acaten la soberanía española, y pedirles un último voto
de confianza para redactar y exponerles el programa completo de un nuevo partido vasco
que sea a la vez español, que aspire a la felicidad de este país dentro del Estado esñaol, que
camine hacia ella sin quebrantar la legalidad presente, que ofrezca bases generales para la
constitución del Estado total y otras particulares para este país y adaptadas a su peculiar
carácter, que aspire a restaurar del pasado vasco lo bueno y a la vez compatible con la
unidad del Estado español y con las necesidades de los modernos tiempos, y fije soluciones
claras y en lo posible concretas para los problemas que hoy tan seriamente preocupan a
95
todas las naciones .

Según parece, Sabino no veía otra salida que rectificar sus planteamientos
nacionalistas y sustituir el partido por otro de corte regionalista. Una vez
realizado el sacrificio por amor a su patria, se retiraría a la vida privada y
abandonaría la política. Se inicia así la tercera fase de su evolución, el llamado
“giro españolista”, que ha sido objeto de disputas entre los expertos en lo
referente a su significado real. Los más íntimos sospecharon que intentaba
poner al partido a resguardo de la represión que hasta entonces habían sufrido.
A la vez que el citado artículo, en una carta dirigida a su hermano Luis, le
aconseja que “hay que hacerse españolistas”. El 29 de junio, La Patria
reproduce una entrevista concedida al diario La Gaceta del Norte por Sabino;
en ella defiende “una autonomía lo más radical posible dentro de la unidad del
estado español”, como objetivo de la Liga de Vascos Españolista, el nombre
del nuevo partido que quiere fundar, para sustituir al PNV. Euskalduna,
periódico portavoz del sector euskalerríaco, dentro del PNV, apoya esa
evolución en su editorial “Donde estábamos”. El 6 de julio, en unas
“Aclaraciones” publicadas en La Patria, afirma que su evolución implica la
renuncia a “la independencia del pueblo vasco” como fin último del
nacionalismo. El 24 de agosto, un manifiesto publicado en el mismo periódico
vuelve a mencionar la proyectada Liga de Vascos Españolista, que es fiel
reflejo de la línea política de Euskalduna. Lógicamente, son los antiguos
euskalerríacos quienes imponen al partido una línea cada día más
acomodaticia, más transigente con el sistema político de la Restauración y con
el capitalismo industrial. Para Corcuera, el abandono del purismo y de la
intransigencia de sus inicios se entienden a la luz de su evolución desde 1898-
1899, sin tener que apelar a la Liga de Vascos Nacionalistas. Sin embargo, y a
pesar del moderantismo de sus últimos años, aún tuvo que experimentar un
nuevo ataque personal, en esta ocasión de los manifestantes de una
manifestación liberal con motivo del 2 de mayo (en 1902).
Este cambio de pensamiento, en cierto modo, supone una vuelta al fuerismo
pre-nacionalista. Es probable que Sabino estuviera pensando en convertir al
PNV en un partido legal, abandonando la utopía independentista y dejando de
pensar en guerras de liberación, sacando el máximo partido del marco de la
constitución española. Esto supone el total abandono del nacionalismo, junto
con la aspiración a la independencia. No se trata de negar la nación vasca, sino
de afirmar la imposibilidad de llevarla a cabo -por la represión del gobierno
central-, y de aprovechar las energías derrochadas en campañas de resultados
más seguros y positivos. Hay que impulsar de verdad la nueva organización, y
pide a los nacionalistas un voto de confianza. La Patria, órgano de prensa del
partido por aquella época, se propone la tarea de convencer a sus lectores de la
conveniencia de la nueva postura, mencionando la necesidad de “seguir el
96
consejo de quien nos merece una confianza ilimitada” . Sabino puntualiza que
el nuevo partido no pretenderá cambiar los medios utilizados por el PNV, sino
los fines de éste: se rechaza la independencia para conseguir que
los estados vascos, que de hecho son españoles, reconociendo y acatando en derecho esta
anexión o agregación suya a España, alcancen dentro de esta situación de derecho, dentro de
97
la unidad del estado España, la mayor felicidad moral y material que alcanzar puedan .

Debido a la evolución que estamos describiendo, el PNV desaparecería y se


sustituiría por la Liga de Vascos Españolista (sinónomo de regionalista para
Sabino), un nombre similar a la Lliga Regionalista de Cataluña, que era el
modelo que quería imitar el grupo de Ramón de la Sota. De acuerdo con el
testimonio de su discípulo José Arriandaga (Joala), uno de los más radicales,
Sabino se hizo españolista al considerar que la guerra era el único medio
adecuado para lograr la independencia y no estar dispuesto a ello. De la Granja
afirma que la controvertida evolución españolista demuestra que el último
Arana fue no sólo un político pragmático, sino también oportunista, como él
98
mismo reconoció: “seamos también nosotros oportunistas” . El experto
mencionado afirma que Arana se dio cuenta de que la independencia era una
utopía políticamente inalcanzable e históricamente inexistente, pero que podía
ser literariamente imaginable: por eso abandonó el campo de la política y la
historia y se refugió en la literatura legendaria con su melodrama Libe, que
comentamos a continuación.
La primera reacción de los nacionalistas fue de sorpresa y de rechazo. En
cuanto a su hermano Luis, escribió diciendo a las personas que entonces
estaban a su lado que se fijasen bien en si estaba loco. Parece cundir el
desaliento entre los sabinianos aunque la mayoría se resigna a dar su voto de
confianza. Como era de esperar, el semanario Euskalduna, afín a los
euskalerríacos, dio su conformidad. El artículo “Aclaraciones” indicaba las
etapas a seguir. Por último, “El nuevo partido”, publicado el 26 de octubre de
1902 señalaba las líneas generales del programa.
Sea como fuere, lo que parece evidente es que nos encontramos ante un
cambio táctico, no de doctrina profunda, ya que la publicación de su obra
teatral Libe confirma todas sus ideas iniciales. En ella convierte la batalla de
Mungía en el escenario de una tragedia política al que da el nombre de su
heroína. Como era habitual en él desde el comienzo de sus planteamientos,
describe el orden idílico que supuestamente era la sociedad vizcaína en la Baja
Edad Media. La protagonista al final muere por haber traicionado sus
principios, al enamorarse de don Diego, un noble castellano. Como puede
comprobarse, su ideario no ha variado en nada respecto a su primera
publicación sobre las cuatro glorias patrias. Para Elorza, la liga es una simple
máscara con objeto de reunir más recursos humanos para el nacionalismo:
99
“Haciéndonos españolistas, convertiremos a los vascos en nacionalistas” .
En noviembre sale absuelto en el proceso mantenido en su contra, pero, ante la
noticia del recurso del fiscal a la sentencia absolutoria, temiendo un nuevo
encarcelamiento, se refugia en San Juan de Luz, Francia, después de cruzar la
frontera a pie. Al sufrir ya la enfermedad de Addison en fase avanzada, por
entonces incurable, viaja a Vichy para tomar las aguas e intentar recuperar la
salud. Pensaba rematar las líneas del nuevo partido al salir de la cárcel, pero
esta nueva huida es el inicio del enfrentamiento entre los sabinianos “puros” y
los antiguos euskalerríacos.
Sobreseída la causa judicial, en enero de 1903 regresa a Pedernales, pero su
salud ya está muy maltrecha. En febrero, el PNV llega a un acuerdo con José
Maria de Urquijo, significado político católico, no nacionalista, para apoyar a
éste en su candidatura como diputado a Cortes. En marzo envía un telegrama a
Pío X, recientemente elegido Papa, para darle a conocer el problema vasco. En
abril, con el seudónimo de Jelalde, publica su “melodrama histórico” Libe. El
14 de junio se publica en La Patria una nueva referencia a la creación de la
Liga de Vascos Españolista.
Prosiguen las discusiones dentro del partido y Sabino sigue sin redactar el
programa definitivo. Va también a Cestona a tomar las aguas, ya gravemente
enfermo, y permanece allí hasta la primera semana de julio, en que vuelve a
Pedernales, muy débil: “Agravado en la dolencia que estos últimos años le
aqueja, si bien no se le obliga a guardar cama, los médicos que le asisten le
han prohibido en absoluto ocuparse en asuntos políticos, recibir visitas y
100
seguir correspondencias” . En este momento Sabino sigue pensando en la
citada “evolución”, y está probado que su decisión de crear una organización
españolista no implicaba una ruptura radical con la política nacionalista
mantenida hasta entonces. De hecho, en su manuscrito Mi pensamiento seguía
soñando con la misma idea salvadora de siempre: “la independencia de
101
Euzkadi, bajo la protección de Inglaterra, será un hecho en día no lejano” .
Por eso, en el partido se mantendrían dos posturas distintas: la de quienes,
esperando la evolución, llevaban a cabo una política de alianzas, y la de los
que, mientras el tema no se aclarase y después de una inicial campaña
propugnando la confianza, conservaban sus postulados nacionalistas-
independentistas. En cualquier caso, los conflictos internos se manifiestan en
aspectos concretos -comités electorales para nombras candidaturas, control del
Centro Vasco, etc.-, pero no se explicitan ideológicamente. La prensa del
partido no refleja ninguna discusión interna, pero ofrece artículos
“evolucionistas” junto a artículos “nacionalistas”, y esta dualidad parecía
poder perpetuarse en caso de que Sabino muriese sin definirse públicamente
sobre el nuevo programa. Así pues, estaba muy enfermo y seguía sin redactar
el programa. Ante el agravamiento de su salud, a finales de septiembre de
1903 comenzó a plantearse el asunto de su sucesión en la jefatura del partido,
una decisión que condicionaría la historia posterior del nacionalismo vasco.
Por esas mismas fechas empieza a realizar consultas para nombras sustituto, y
decide designar a Ángel Zabala, su hombre de mayor confianza política.
Parece una contradicción designar a un nacionalista convencido en un
momento en que piensa dar un giro a su política, pero, por una parte, parece
que pensaba que le harían caso en lo relativo a sus últimas voluntades. Por otra
parte, en el momento de ceder poderes seguía pensando en escribir el
programa españolista. Zabala le solicitó la explicitación del mismo, Sabino le
prometió hacerlo, pero el 12 de noviembre de 1903, trece días antes de su
muerte, le pide dispensa de hacer lo que le prometió, añadiendo que cree que
no es tan preciso como antes. Mientras empeora su salud prosigue la crisis
interna, con la lucha entre las dos tendencias, agravada por la necesidad de
cubrir las candidaturas para las elecciones municipales del 8 de noviembre.
El 30 de septiembre, ya muy avanzada su enfermedad, abandona la dirección
del PNV y elige definitivamente como sucesor a Ángel Zabala. Fallece el 25
de noviembre, a los 38 años de edad, tras haber recibido la buena noticia de
que su partido obtuviera cinco concejalías en el ayuntamiento de Bilbao. Al
día siguiente le entierran en el cementerio de Pedernales. Como suele decirse,
al mismo tiempo, su hermano Luis y su sucesor, Ángel Zabala, entierran la
evolución españolista.
El señor Zabala, hablando de los rumores que circulan sobre la evolución del partido
nacionalista en sentido francamente españolista, nos dijo textualmente lo que sigue: No
pudiendo los nacionalistas vascos admirar más en don Sabino de Arana y Goiri que la
fundación del Partido Nacionalista Vasco, los que de ser sus amigos se precian y quieren
seguir en todo sus enseñanzas, no pueden pretender destruir con la evolución del partido
vasco españolista lo que es mejor obra del señor Arana y Goiri, y dentro de cuyo seno ha
muerto él.

A pesar de las disputas que los dos sectores del partido entablarán en los
próximos años por tomar el control y decidir la política a seguir, ambos se
verán todos los 25 de noviembre en la tumba del fundador.
La negativa de Zabala a proseguir la citada evolución se basa en el intento de
mantener la pureza de lo que él entiende que es la mejor obra de Arana Goiri.
Comenzaba de esta forma una fase de identificación del pensamiento de
Sabino con sus primeras formulaciones de la época del Euskeldun Batzokija,
marginando al Arana “evolucionista”, hasta el punto de que esta faceta de su
obra quedaría totalmente olvidada en cuestión de meses. La versión que se
impone en el PNV es la que presenta la evolución españolista como un suceso
misterioso e inexplicable. Se ignora el pretendido cambio, pero se mantenían
las causas que habían llevado a ese proyecto y en el partido sigue habiendo un
sector que seguía considerando necesario el establecimiento de un programa y
una organización que posibilitaran la legalización real del PNV. Existía una
falta de acuerdo entre los “sabinianos” y los “euskalerríacos”, que ni siquiera
se ponían de acuerdo en el nombre que debería tener el partido. Sólo años
después, en 1915, con la expulsión de su hermano Luis y la salida de los
primeros nacionalistas, la burguesía controló definitivamente la organización y
la depuró de los elementos más radicalmente sabinianos, planteando
claramente una política autonomista, y por tanto la recuperación del Arana
“españolista”.


5. EL NACIONALISMO VASCO DESPUÉS DE SABINO ARANA
Después de la muerte de Sabino, la doctrina nacionalista no experimentó
grandes cambios, excepto en lo referente a la praxis política cotidiana, que por
medio del sector de los moderados se manifestó en reivindicaciones de
autonomismo, en lugar de independentismo. Ya Unamuno había definido el
nacionalismo fundamentalista de Arana como una doctrina tosca y obtusa, que
sólo podía ser tomada en serio por mentes simples, y que estaba fundamentada
en estudios pseudocientíficos e invenciones históricas con tintes
102
legendarios : unas conclusiones que consideramos muy acertadas, puesto que
parecen definir qué es en realidad, de acuerdo con la opinión de los actuales
expertos en el tema.
Durante más de un siglo, la huella de Arana ha marcado decisivamente el
movimiento nacionalista vasco. Ahora bien, su presencia ideológica no
consiste en la fidelidad a sus escritos. Al contrario, éstos son utilizados por sus
adversarios para demostrar su trasfondo reaccionario y racista. Por ello, ha
quedado reducido a la condición de fundador, con una especie de culto
religioso a su tumba y a los retratos colgados en las organizaciones que se
proclaman sucesoras suyas. De este modo, la institución político-cultural más
emblemática del PNV recibió el nombre de “Fundación Sabino Arana”; y el
25 de noviembre de 2003, con ocasión del 100º aniversario de su muerte,
Xabier Arzalluz inauguró un monumento en su honor, en Bilbao, a la vez que
le reivindicó como precursor. Lo que es evidente que legó Sabino Arana, en
colaboración con su hermano Luis, fue la invención de la nación vasca,
reflejada en una serie de símbolos: el lema JEL, la bandera y el himno,
después de añadir letra a una melodía popular vasca. Esa canción, llamada
“Gora ta Gora”, es el himno actual del PNV, y la melodía, sin la letra, es el
himno del País Vasco (“Eusko Abendaren Ereserkia”). Por otro lado, gracias a
otra de sus creaciones, los batzokis, existe una serie de centros culturales
donde se crea el modelo de sociedad vasca; además, con ellos el nacionalismo
ha ido penetrando en todas las esferas de la sociedad.
Su legado, en sus diversas fases, se transmitió a las dos grandes tendencias del
nacionalismo vasco, la radical y la moderada, que heredaron su españolismo
en diversos grados. Una de las diferencias entre las dos corrientes es la
relación con el gobierno central, influida por la disyuntiva entre la autonomía
y la independencia. Esta última ha sido la meta de los abertzales radicales, y se
vio representada por los grupos Aberri y Jagi-Jagi antes de la Guerra Civil, y
por ETA y los partidos batasunos, posteriormente. El nacionalismo moderado
lo ha representado el PNV, que, a pesar de la ambigüedad de su objetivo final,
ha procurado compatibilizar el independentismo en la teoría con el
103
autonomismo en la práctica .

5.1. La primera expansión del PNV. Éxitos y fracasos


En la primera fase de la historia del nacionalismo, entre la muerte de Sabino y
la Primera Guerra Mundial, la prioridad es la organización del partido, su
creciente presencia en las instituciones municipales y provinciales, y la
implantación fuera de Vizcaya, en Guipúzcoa, Álava y Navarra. Había
arraigado con fuerza en Bilbao y algunos pueblos de Vizcaya, pero fuera de
esta provincia y de algunas zonas aisladas de Guipúzcoa era casi desconocido.
Además, el PNV, aún un partido no constitucional, seguía estando bajo la
atenta vigilancia de las autoridades.

Al morir el líder, el partido atravesó por una situación crítica debida a las
luchas internas, con una posible separación de las dos corrientes enfrentadas
por llevar a cabo o rechazar la polémica evolución españolista de la última
fase del pensamiento aranista. Recordemos que Sabino no la culminó, pero
104
que tampoco renegó de ella . El sector “sotista” estaba a favor de la citada
evolución, para legalizar por completo el partido; en el bando contrario, los
considerados “sabinianos” se oponían a ella y querían mantener sin cambios el
legado del primer Arana, con su integrismo e independentismo. Este sector
jugaba con ventaja, ya que Ángel Zabala, el sucesor, pertenecía a él, junto a
Luis Arana, el hermano de Sabino, que siempre se consideró el conservador de
la vieja ortodoxia.
Aunque el debate se cerró con el olvido de la citada evolución, los “sotistas”
insistían en la conveniencia de legalizar el PNV, que aún era un partido
inconstitucional, y por tanto con la posibilidad de sufrir represalias por parte
del gobierno. Con el objetivo de ofrecer una salida pactada, el aranista Miguel
Cortés propuso una fórmula que satisfizo a los dos sectores, ya que cada uno
podía interpretarla a su antojo: “Nacionalismo es la política que trata de
reintegrar a Euskadi todos los derechos que tenía antes del 25 de octubre de
105
1839, es decir, volver a adquirir los llamados fueros en toda su integridad” .
En diciembre de 1906, una asamblea aprueba el Manifiesto y Organización del
PNV, en el que consta que su máxima aspiración es la derogación de la citada
ley. La propuesta era compatible con la ortodoxia sabiniana, según la cual la
restauración foral suponía recuperar la independencia vasca que se había
perdido en 1839; y por otra parte, al señalar como meta la derogación de la
ley, que podía tomarse como una autonomía dentro del estado español, podía
ser asumida por los antiguos euskalerríacos y de paso hacer posible la
legalización del partido. De nuevo estamos ante otra muestra de la
ambigüedad que caracterizó -y caracteriza- al PNV.
A pesar de esta decisión salomónica, la división entre las dos corrientes
continuó durante los años posteriores a la muerte de Sabino, con duros
enfrentamientos entre Zabala y los suyos, respaldados por el semanario Patria,
y los “sotistas”, que contaban con el periódico Euskalduna. Aprovechando que
Zabala había tenido que ingresar en prisión tras descubrir la policía un
cargamento de folletos “separatistas” en un barco procedente de México, los
moderados insistieron en que se debía aprobar un programa que convirtiera al
PNV en un partido legal, y la citada fórmula podía conseguirlo.
Dos años después, una asamblea del partido celebrada en Elgóibar añadió una
cláusula más legalista: “El Partido Nacionalista Vasco se ajustará en todos los
actos de su propaganda a los preceptos del régimen legal vigente”: una victoria
en toda regla para los moderados, que ahora podían aplicar su política
gradualista. Y de este modo, desde 1906-1908, el programa consiguió integrar
a independentistas y autonomistas, a la vez que se convertía en un grupo
totalmente legal, dentro del sistema político liberal. Así, sin renunciar a la
meta final, que para los ortodoxos era la independencia, el nacionalismo
106
comenzó a implicarse en la vida política . La expansión estructural fue de la
mano de un desarrollo de la prensa nacionalista, el mejor modo de difundir las
ideas jeltzales. A pesar de la desaparación de Patria y Euskalduna, que evitó
el aumento de las polémicas entre los dos sectores, el partido siguió teniendo
prensa propia: Aberri y después un nuevo Bizkaitarra, por parte del sector
radical. Faltaba el “gran diario nacionalista”, que llegó por fin en 1913,
cuando apareció Euzkadi, que se publicaría sin interrupción hasta 1937. El
puesto de director lo ocupó Engracio Aranzadi, lo que aseguraba su pureza
ideológica; pero tenía buenos profesionales y una base económica sólida, que
se amplió cuando el año siguiente se creó el diario vespertino La Tarde, menos
vinculado al partido, pero también en el contexto de la prensa nacionalista.
Además del interés por la prensa, el PNV creó diversas organizaciones
paralelas para aumentar la difusión del nacionalismo. En 1904 se creó la
agrupación juvenil Juventud Vasca, que se fue expandiendo a otras
localidades. Dentro de la organización surgieron los primeros grupos de
mendigoizales (montañeros), jóvenes excursionistas que difundían las ideas
nacionalistas por todos los rincones de la geografía vasca y se consideraban
107
“guerrilleros de la patria” .
Otro campo que no se podía descuidar era el de las clases trabajadoras,
importantes en Vizcaya y cada vez más presentes en Guipúzcoa, y de paso
evitar que los trabajadores autóctonos se contagiaran de las ideas socialistas.
Así, el 23 de julio de 1911 el nacionalismo vasco organizó su propio sindicato,
Solidaridad de Obreros Vascos, “nacionalista y cristiano”, cuyos objetivos
eran la defensa del obrero vasco (los inmigrantes quedaban excluidos) frente
al “capitalismo absorbente” y el “exótico socialismo”. La organización se
enfrentó siempre a la UGT y la CNT y actuó en la órbita del sindicalismo
cristiano, para que los obreros vascos no se afiliaran a sindicatos izquierdistas
y españolistas. Al regirse por la doctrina oficial de la iglesia, le tildaron de
sindicato “amarillo”. En su primera etapa, Solidaridad no pudo aproximarse a
la fuerza de los sindicatos de izquierda, ya que, por sus buenas relaciones con
los patronos nacionalistas, daba la impresión de que no era un sindicato de
verdad. Sólo tendría éxito en los años treinta, rebautizado como ELA-STV
(Euskal Langileen Alkartasuna – Solidaridad de Trabajadores Vascos).

Ramón de la Sota

En 1908, por votación se elige a Ramón de la Sota para la dirección del


partido, pero una revuelta del sector “sabiniano” logra invalidar el resultado.
Había que atenerse a la ortodoxia, y para ello nadie mejor que Luis Arana, el
hermano del fundador. Así quedará el partido hasta que la guerra, ante la
germanofilia de Luis (frente a la mayoritaria “aliadofilia” del partido), permite
que el sector moderado -los antiguos euskalerríacos- se haga con el poder.
Otro de los motivos fue la mala situación económica del partido por esta
época, hasta encontrarse al borde de la quiebra. Por último, Luis Arana se vio
envuelto en un escándalo: a cambio de algunos favores para el partido, había
pactado en secreto con el gobernador civil para sacrificar a uno de los dos
candidatos jeltzales de un distrito electoral en favor de un monárquico
conservador; y el gobernador, con el beneplácito de Arana, recurrió a un
pucherazo para que saliera elegido su aspirante. Dado que el PNV siempre
había criticado el sistema caciquil de la Restauración, el apaño fue un gran
desprestigio para el partido. Fueron muchas las críticas contra Arana, y entre
finales de 1915 y principios de 1916 se le apartó primero de sus cargos
directivos y se le expulsó después del partido. Sin modificar la ideología
sabiniana, se renovó la organización interna para suprimir los elementos que
habían favorecido el autoritarismo de Luis Arana. Por otra parte, la acción
política práctica experimentó una moderación, que se reflejó incluso en el
nombre del partido, que a partir de diciembre de 1916 pasa a llamarse
Comunión Nacionalista Vasca, y que pronto goza de una fuerte expansión con
el auge de las nacionalidades con motivo de la Gran Guerra y la grave crisis
que sufrió España en 1917. Esa expansión se tradujo muy pronto en éxitos
electorales, y en las elecciones provinciales de este año logra la mayoría en la
Diputación de Vizcaya, a la vez que incrementa su presencia en Guipúzcoa.
Ramón de la Sota Aburto, hijo del gran naviero, pasa a ser presidente de la
diputación, y a finales de año el jeltzale Mario Arana es nombrado alcalde de
Bilbao. Después de ampliar su poder a nivel local y provincial, al partido sólo
le faltaba la presencia en las Cortes, un paso difícil porque esas elecciones
eran más fáciles de controlar por la estructura caciquil. Por otra parte, el
nacionalismo siempre se había opuesto a participar en las elecciones
generales, que consideraba un asunto español. No obstante, en 1918
decidieron que la situación era suficientemente favorable como para intentar
tener presencia en Madrid. El resultado fue muy bueno, con cinco diputados
por Vizcaya, uno por Guipúzcoa y otro por Navarra, en alianza con otros
partidos de derecha; en cuanto al Senado, logró el nombramiento de sus tres
candidatos. Todos estos éxitos fueron una prueba del pragmatismo del PNV en
aquella época. Además, la visita a Bilbao del dirigente catalanista Francesc
Cambó, en enero de 1917, había preparado el ambiente para que Euskadi
siguiera la estela del movimiento autonómico que se había iniciado en Cataluña. Este
empuje catalanista bebía de la idea moderada del nacionalismo de la Lliga, según la cual la
España centralista en crisis debía dar paso a una España regenerada, que acogiera en su seno
108
las identidades regionales alternativas .

La Comunión intentaba ganarse el apoyo de diversos sectores políticos, puesto


que casi todos (carlistas, republicanos, integristas, alfonsinos) se consideraban
foralistas, aunque cada uno interpretase este término de una forma distinta.
Los monárquicos temían que el movimiento autonomista lo dirigieran los
nacionalistas, y la prensa liberal de Vitoria alertó contra los separatistas. Dado
que la Comunión tenía una representación muy reducida en Álava, no tenía
más remedio que rebajar el tono de sus peticiones para lograr el apoyo
unánime de las tres diputaciones vascas, y así solicitó “una amplia autonomía
que esté en consonancia con las constantes aspiraciones del País”. Por otra
parte, los diputados a Cortes, para tomar posesión de sus escaños, habían
tenido que jurar la Constitución española. Aunque alegaron que se trataba de
un simple requisito formal, no es de extrañar que Luis Arana y los suyos
aprovecharan para criticar ese nacionalismo “ñoño, de bazar”, que no tenía
109
nada que ver con “la sana doctrina nacionalista de Sabino” . Estas críticas al
principio no tuvieron mucho eco, pero sí se tuvieron muy en cuenta cuando se
vio que la moderación no conducía a ningún sitio, al ser conscientes de que el
ambiente general de las Cortes era contrario al nacionalismo vasco, no
transigiendo ni siquiera con las peticiones de autonomía. El gobierno de
Romanones había intentado llegar a un acuerdo con los partidos autonomistas
(vascos y catalanes), pero en abril de 1919 dimitió, y con ello fracasó
definitivamente el movimiento autonómico iniciado en 1917, el único intento
de la Monarquía de la Restauración por resolver la cuestión vasca. Ahora era
evidente que el sistema de Alfonso XIII, “en plena descomposición, era
incapaz de solucionar el problema de los nacionalismos en España y de
110
aceptar una estructura no centralista del estado” .

5.2. La escisión. La dictadura de Primo de Rivera


A partir de 1919, el fracaso del intento autonómico llevó a una profunda crisis
en el nacionalismo vasco. Después de los éxitos en 1917 y 1918, llegaron los
fracasos en sucesivas elecciones, con la pérdida de la hegemonía en la
Diputación de Vizcaya y de la mayor parte de sus escaños en las Cortes. Por
otro lado, volvió la represión contra sus representantes, con la desposesión de
sus escaños a tres de sus cuatro diputados por Vizcaya. Todo esto llevó a una
profunda crisis en la Comunión, que en 1921 sufriría una escisión,
protagonizada por el semanario de Juventud Vasca, Aberri, y su dirigente,
Elías Gallastegui, después de quedar en minoría en la asamblea general del
partido, celebrada en mayo de 1920; otros miembros fueron expulsados. En
septiembre de 1921, escindidos y expulsados crean un nuevo partido político,
que recupera el nombre inicial de Partido Nacionalista Vasco, que ha pasado a
la historia con el apelativo de “PNV aberriano”, que retomaba la ortodoxia
sabiniana inicial, se oponía a la moderación autonomista y proclamaba la
lucha por la independencia por medios pacíficos. El nombre procedía del
periódico que publicaban por aquel tiempo. Los aberrianos tenían en un
pedestal (casi en un altar) la figura de Sabino Arana, y tal como éste defendió
en la primera fase de su evolución política, España era el país extranjero que
había esclavizado a Euskadi en el siglo XIX. Era una lucha de razas entre dos
pueblos antagónicos que sólo podía terminar con el final de la dominación
española y de la esclavitud vasca, con la independencia de Euskadi. A
diferencia de los moderados, la independencia ha sido siempre el objetivo
último de los radicales, los abertzales.
Los aberrianos también se dedicaron a prestar atención a las relaciones con
otros nacionalismos, lo cual dio lugar a la firma de la “Triple Alianza”, el 11
de septiembre de 1923, con los sectores independentistas de los nacionalismos
catalán y gallego. que después se encarnó en el acuerdo llamado “Galeuzca”
(acrónimo de Galicia – Euzkadi – Cataluña). E incluso llegaron a pensar en
ampliar a cuatro esa triple alianza, con la incorporación de los rebeldes rifeños
de Abd el-Krim, que luchaban contra el dominio español en Marruecos. Para
dar a entender claramente que el partido quería volver al independentismo del
primer Sabino Arana, en enero de 1923, Luis Arana era elegido presidente del
PNV aberriano.
De todas formas, los tiempos no eran propicios para el nacionalismo ni para el
autonomismo, ya que el 13 de septiembre de 1923, ante la mala situación en
toda España, y con la connivencia de Alfonso XIII, Primo de Rivera, capitán
general de Cataluña, da un golpe de estado con el que comienzan los años de
su dictadura. Primo de Rivera consideraba al separatismo como uno de los
problemas que debían solucionarse para lograr la regeneración de España, si
bien inicialmente le parecía positivo un sano regionalismo, compatible con la
unidad española. Además, hay que tener en cuenta que, ante el desprestigio del
sistema de la Restauración, gran parte de la opinión pública española aceptó el
golpe con algo de esperanza en el posible beneficio que podría conllevar la
actuación de un cirujano de hierro. Los jeltzales moderados también
compartían esta forma de pensar, y por ello los representantes que el PNV
tenía en las diputaciones vascas no expresaron ninguna protesta contra el
dictador. Por otra parte, en el manifiesto firmado por el Consejo Regional de
Guipúzcoa, en marzo de 1923, la Comunión declaraba que, por las
circunstancias excepcionales en que vivía todo el país, decidía suspender
111
voluntariamente su actividad política . No participó en actos contra la
dictadura, y por ello no sufrió ningún tipo de represión. Primo de Rivera se
olvidó muy pronto de sus promesas autonomistas, aunque no puso
impedimentos a la renovación de los conciertos económicos en 1925: la
autonomía fiscal y administrativa de las provincias vascas, nacida en el inicio
de la Restauración, prosiguió sin problemas durante la dictadura. Tampoco
sufrió dificultades el sindicato nacionalista Solidaridad de Obreros Vascos, que
siguió actuando durante esos años. Incluso algunos afiliados al partido
ingresaron en la Unión Patriótica, el partido único creado por Primo de Rivera,
ante la acusación de “traidores” por parte de los aberrianos. Frente a la casi
total inactividad política, el nacionalismo impulsó un renacimiento cultural
que a su vez generó un proceso de concienciación nacional cuyos frutos se
recogerían más adelante, durante la República.
La prensa nacionalista sufrió dificultades económicas en los siete años de
dictadura, debido a que tuvo que disfrazar continuamente su ideología, que
112
seguía presente sólo entre líneas . La solución pasó por inaugurar el primer
diario deportivo de toda España, Excelsior, donde se prestaba mucha atención
a los triunfos de los deportistas vascos, que se presentaban como una cuestión
nacional y racial, que supuestamente demostraba la superioridad vasca frente a
España.

El general Primo de Rivera

Frente a los pocos problemas que tuvieron que sufrir los moderados, en
cambio los aberrianos sí sintieron la represión, con sus centros clausurados,
sus periódicos suspendidos y algunos dirigentes encarcelados o exiliados,
después del decreto antiseparatista de finales de octubre de 1923. Esa
represión no fue indiscriminada, sino que se centró en sus líderes,
especialmente Elías Gallastegui, que pasó esos años en la cárcel y en el exilio.

5.3. El nacionalismo vasco durante la Segunda República y la Guerra


Civil
Después de la caída de la dictadura, las dos familias nacionalistas mostraron
su deseo de volver a unirse en un solo partido, y por la reunificación de
Vergara, del 16 de noviembre de 1930, el PNV (ahora con esta denominación)
volvió a reunir a moderados y radicales, conservando la ideología aranista.
Esta doctrina se haría compatible con una actuación pragmática, más cercana a
la política de la Comunión que a la de Aberri, al reconcer que el partido podría
defender “soluciones concretas congruentes con la aspiración final del
113
nacionalismo” : por eso, durante la Segunda República, el partido volvería a
mostrar su doble cara al aunar el aranismo independentista y la estrategia
autonomista.
A lo largo de la República, el PNV se modernizó al evolucionar desde el
integrismo antiliberal hacia la democracia cristiana, y de su coalición
antirrepublicana con el carlismo (Estatuto de Estella, en 1931) a su alianza con
el Frente Popular durante la Guerra Civil (estatuto de 1936 y primer gobierno
vasco). Esta importante evolución política fue obra de la nueva generación,
liderada por José Antonio Aguirre y Manuel Irujo. Para ellos, el Estatuto era el
“programa mínimo” del PNV, y el primer paso hacia la soberanía plena de
Euskadi, su “programa máximo”.
Sin embargo, ante el advenimiento de la República, el PNV no asistió al Pacto
de San Sebastián, si bien aceptó acatar aquélla y defender una república
federal o confederal. A pesar de ello, se alió con el carlismo, enemigo del
nuevo régimen, en la coalición pro-estatuto de Estella, y se enfrentó al
gobierno tomando la forma de una fuerza antisistema que no aprobó la
Constitución de 1931, sobre todo debido a la cuestión religiosa. No obstante,
pronto rectificó su error y aceptó la vía constitucional hacia la autonomía de
Euskadi participando en la elaboración del nuevo proyecto de estatuto con las
izquierdas, en 1932-1933, tendencia que se acentuó al comprobar, después de
la victoria de las derechas en las elecciones de 1933, que éstas no eran
partidarias ni siquiera de conceder un estatuto de autonomía.
Por otra parte, no podemos dejar de comentar que, ante el advenimiento de la
república, el partido sufrió una escisión por la izquierda, con la creación de
ANV (Acción Nacionalista Vasca), partido que se declaraba representante de
una izquierda moderada, republicana, liberal y aconfesional.

En lo relativo al recuerdo de su fundador, una vez finalizada la dictadura, que


había prohibido los homenajes al padre del nacionalismo, la Segunda
República supuso la culminación del culto a Sabino Arana en todos los
114
aspectos . La prensa del PNV trató ampliamente su figura, se reeditaron sus
escritos, se publicaron sus primeras biografías, su casa natal se convirtió en la
sede central del partido y se creó el Día de la Patria Vasca, o Aberri Eguna,
que se celebraría en la Pascua de Resurrección, en recuerdo del día en que su
hermano Luis le mostró el camino del nacionalismo. Y así, el “año
quincuagésimo de la era sabiniana”, 1932, supuso el apogeo del culto al
fundador. El hecho de que la festividad coincidiera con la Pascua de
Resurrección servía para ratificar el paralelismo entre Jesucristo y Sabino
Arana, con la creencia en la doble resurrección: “la de la carne del Hijo de
Dios y la de la raza que con estremecimiento de vidente y sublime misión del
predestinado señaló un camino por el que hace cincuenta años marchamos”. El
folleto que se publicó con motivo del Aberri Eguna denominó a Arana “el
taumaturgo de Euskadi”, creyéndole capaz de hacer milagros como Jesucristo;
por ejemplo, Ramón Bikuña, presidente del partido (1930-1932), redactó un
artículo que se titulaba “Sabin, curando a los enfermos” (Euzkadi, 25-11-
1932). También se editó la primera antología de textos suyos, y su hermano
Luis publicó el Formulario de los principios esenciales o básicos del primitivo
nacionalismo vasco, “que representó el summum de la ortodoxia aranista, de
115
la cual él mismo era su guardián supremo” .
Luis Arana, que ya había sido presidente del partido, y que volvería a serlo,
encabezaba la vieja guardia aberriana, que tuvo mucha influencia en el PNV
durante el primer bienio republicano y generó un auténtico revival aranista, lo
cual servía de contrapeso a la política autonomista de sus diputados.
Ciertamente, persistía la dualidad entre autonomía e independencia, que se
reflejó también en las dos primeras biografías de Sabino, escritas por Engracio
Aranzadi (procedente de Comunión) y Ceferino Jeméin (procedente de
Aberri): mostraron la doble lectura política, moderada y radical, del
pensamiento de Arana, e interpretaron de forma opuesta la evolución
españolista del final de su vida, que ya hemos expuesto. Y así, según
Aranzadi, constituyó su testamento, en apoyo de la política autonomista del
PNV; mientras que, según Jeméin, Sabino abandonó esa postura medio año
antes de morir y negó que fuese su testamento político. El libro de Jeméin era
116
una auténtica hagiografía de Arana, en el sentido literal de este vocablo :
“Fue el Fénix glorioso de la historia de Euzkadi, sin precursor en lo pasado y
sin semejanza en lo porvenir”.
No vamos a extendernos mucho más, ya que no era nuestro objetivo hacer una
historia completa del nacionalismo vasco, y sí poner de manifiesto la
evolución política de Sabino Arana y las líneas maestras de la actividad
posterior de su partido. Como ya hemos dicho, éste se aproximó a las
izquierdas en 1936, cuando fue consciente de que sólo así lograría el tan
deseado estatuto. Después del alzamiento del 18 de julio se mantuvo a la
expectativa, a pesar de declarar su lealtad a la República, sin oponer ninguna
resistencia militar hasta que por fin en octubre de ese año se concedió el
estatuto de autonomía, que, aunque en principio iba a ser “de mínimos”, en
realidad fue “de máximos”, debido a la situación por la que pasaba el país en
esos momentos (si bien se redujo a las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa).
La cuestión autonómica fue la clave del proceso de democratización, e incluso
de republicanización, del PNV, que culminó en la Guerra Civil con su
posicionamiento junto a la República y su alianza con el Frente Popular en
octubre de 1936. Por vez primera, el PNV tuvo un ministro en el gobierno
español, además de un estatuto de autonomía y un gobierno vasco, en
coalición con el Frente Popular, pero de mayoría nacionalista. Durante nueve
meses, el PNV y el gobierno de Aguirre crearon un estado vasco
semiindependiente y ejercieron plenos poderes, incluido el militar; una
experiencia efímera y en un territorio reducido. Fue también una buena
ocasión para demostrar su lealtad constitucional; y como muestra de la actitud
del PNV hasta nuestros días, su dirección, cuyo hombre fuerte era Juan
Ajuriaguerra, negoció a través del canónigo Alberto Onaindía la llamada
solución italiana, por la que rindió sus batallones al ejército italiano que
ayudaba a los rebeldes, en el conocido como Pacto de Santoña.

José Antonio Aguirre, el primer lehendakari




Por ello, a pesar de hacer pública su postura de adhesión al bando republicano,
los acontecimientos posteriores dejarían bien clara su ambigüedad.
Ante los acontecimientos que se desarrollan en el Estado Español, y que tan directa y
dolorosa repercusión pudiera alcanzar sobre Euskadi y sus destinos, el Partido Nacionalista
declara -salvando todo aquello a que le obliga su ideología que hoy ratifica solemnemente-
que planteada la lucha entre la ciudadanía y el fascismo, entre la República y la Monarquía,
sus principios le llevan indeclinablemente a caer del bando de la ciudadanía y la República,
en consonancia con el régimen que fue privativo con nuestro pueblo en sus siglos de
libertad.

Y así fue hasta el punto de que José Antonio Aguirre, presidente del gobierno
autonómico, se puso él mismo al mando de las tropas nacionalistas que
intentaron detener el avance del ejército rebelde del norte, dirigido por el
general Mola; pero, frente a la ofensiva de los sublevados, se preocuparon más
por guardar el orden público (para evitar las represalias contra el clero por
parte de los izquierdistas) que por combatir al adversario. Y, cuando era ya
evidente que todo el territorio vasco quedaría pronto ocupado por las tropas
franquistas, negociaron con los italianos el Pacto de Santoña, por el cual el
ejército nacionalista vasco se rendiría a aquéllos (que actuarían como
intermediarios ante el gobierno provisional de Franco) a cambio de unas
condiciones favorables para sus tropas. Los hechos son un tanto confusos, y no
está claro si el lehendakari estaba al tanto de los hechos, o si fue sólo obra de
Juan de Ajuriaguerra, presidente del Bizkai Buru Batzar, con la mediación del
sacerdote Alberto Onaindía, que llevó las negociaciones con los italianos,
incluida la intervención del mismo Papa, Pío XII. Sea como fuere, por acción
o por omisión, lo cierto es que la actitud de los gudaris del PNV facilitó las
cosas al ejército del norte del bando franquista. Y, tras la rendición, muchos de
ellos se apresuraron a ingresar en las filas de los sublevados frente a la
República. Xuan Cándano afirma que “el Pacto de Santoña fue la
consecuencia lógica de la posición del PNV en la guerra civil española y la
crónica de un final anunciado”. Si en principio se encontraban del lado de los
republicanos fue sólo por el estatuto de autonomía y por obligación, al ver
invadido su territorio por los rebeldes. La mayor parte de la resistencia al
bando adversario la llevaron a cabo las tropas izquierdistas y anarquistas, y las
nacionalistas se limitaron a las acciones que hemos mencionado.
Azaña, presidente de la República, se temía lo peor, que fue lo que después
realmente sucedió:
Madrid no se defendió en el campo, y empezó a defenderse cuando el enemigo entró en los
arrabales. En Bilbao será al revés. Cuando esté vencida la defensa en el campo, la villa no
resistirá. Y temo aún otra cosa: caído Bilbao es verosímil que los nacionalistas arrojen las
armas, cuando no se pasen al enemigo. Los nacionalistas no se baten por la causa de la
República ni por la causa de España, a la que aborrecen, sino por su autonomía y
semiindependencia. Con esta moral es de pensar que, al caer Bilbao, perdido el territorio y
desvanecido el gobierno autónomo, los combatientes crean o digan que su misión y sus
motivos de guerra han terminado. Conclusión a la que la desmoralización de la derrota
prestará un poder de contagio muy temible. Y los trabajos que no dejará de hacer el
enemigo. Y la resistencia, cuando no sea oposición, a que el caserío, las fábricas y otros
117
bienes de Bilbao y su zona padezcan o sean destruidos .

Como hemos dicho, no se conoce bien la participación de Irujo y Aguirre en el


Pacto de Santoña, pero parece que mantuvieron su compromiso democrático
con la República, ya que el primero siguió siendo ministro en el gobierno de
Negrín, hasta agosto de 1938, y el segundo permaneció al frente de su
gobierno, instalado en Cataluña, hasta su caída en febrero de 1939, fecha en
que salió hacia Francia junto a Companys, presidente de la Generalitat
Catalana. No obstante, también es cierto que los dos dirigentes del PNV se
desentendieron de las instituciones republicanas, a las que fueron desleales en
el exilio, durante la Segunda Guerra Mundial: Irujo fundó el Consejo Nacional
Vasco en Londres, que elaboró un anteproyecto de “Constitución de la
República de Euskadi”, que el socialista Indalecio Prieto consideró
“imperialismo vasco”. En esos años de guerra mundial, el PNV se desmarcó
de la República y consideró superado el estatuto de 1936, al creer que la
victoria de los aliados conllevaría la caída del régimen de Franco y la
independencia de Euskadi. Cuando se comprobó que las potencias vencedoras
no iban a derrocar a Franco, el PNV se tuvo que conformar con la llamada
“solución pesimista” de Aguirre y colaboró en la recomposición del gobierno
republicano, de nuevo con Irujo de ministro. En la posguerra, el PNV se
integró en la democracia cristiana internacional y en el movimiento europeísta,
con el sueño de tener una Euskadi libre en una Europa unida y federal. Como
vemos, tal como se le ha denominado -y es el título de un libro dedicado al
tema-, se trata del eterno “péndulo patriótico” del PNV, que, además de pasar
del radicalismo a la moderación y viceversa, siempre ha dado constantes
bandazos en su intento por conseguir la mejor situación posible; y, cuando no
lo ha logrado, se ha adaptado perfectamente a las circunstancias.
De hecho, en 1936, los veteranos independentistas Elías Gallastegui, Ángel
Zabala y Luis Arana se declararon neutrales ante la Guerra Civil, por
considerarla una guerra española y no vasca. El hermano de Sabino, próximo a
la sección radical Jagi-Jagi, abandonó el PNV en protesta por la colaboración
de Irujo como ministro en el gobierno español, a cambio del estatuto en
octubre de 1936.
En cuanto a la actitud del gobierno provisional franquista ante el Pacto de
Santoña, no cumplió lo acordado a través de los italianos y fusiló a
nacionalistas destacados, si bien fue más indulgente con ellos que con las
tropas izquierdistas e indultaron a muchos de sus líderes. No obstante, en lo
que se refiere a lo que aún quedaba de los Fueros, Franco consideró a Vizcaya
y Guipúzcoa “provincias traidoras” y les retiró los últimos restos de autonomía
foral, al tiempo que los mantenía en Álava y Navarra.
Poco después, a pesar de esta imposición, de la relación de la España
franquista con la Alemania nazi y del teórico apoyo a los países aliados por
parte del PNV en el exilio, algunos dirigentes vascos -con el beneplácito del
lehendari Aguirre- dialogaron con autoridades alemanas, después de la
ocupación de Francia por Alemania, en el transcurso de la Segunda Guerra
Mundial. La idea era crear un estado vasco independiente dentro de una
Europa dominada por los nazis.
A pesar de que el PNV había tomado la decisión de apoyar a los aliados, hubo también
intentos aislados de explorar un acercamiento táctico a los nazis, para el caso de que ganaran
la guerra (...) También afectó el hecho de que los nazis sintieran cierta fascinación por la
cultura vasca, al considerar a Euskadi parte de una raza pura (...) Asimismo, el cine vasco se
interesó por el País Vasco, tal y como demuestra el fascinante documental In Lande der
Basken (“En tierra de los vascos”), de 1944, que trataba de presentar a Euskadi como un
pueblo de características simlares a la Alemania racial soñada por los nazis (...) El
encargado de mediar entre el PNV y los nazis fue el dirigente de las SS en Francia, Werner
Best (...) Best propuso una reordenación territorial de Europa en la que desaparecerían los
estados artificiales, que sería sustituidos por “pueblos vivos” bajo la hegemonía nazi (...)
También se conserva un informe anónimo escrito por algún jetzale residente en Francia que
afirma confiar “en el talento político del Führer” (...) El caso más conocido de
colaboracionismo fue el de (...) Eugenio Goyheneche, que más tarde explicó que había
realizado esos contactos a nivel personal. Mediado el año 1942, envió un memorando a los
nazis, titulado “Euzkadi y la Europa del futuro”, en el que destacaba la similitud racial entre
118
arios y vascos .

Tras la victoria aliada, Goyheneche fue juzgado en Francia por


colaboracionista, si bien recibió una condena leve. Queda así demostrada
la eterna ambigüedad del PNV tanto hacia el estado español como hacia
los regímenes democráticos, del mismo modo que siempre ha mostrado
una vertiente independentista, pero a la vez también posibilista,
consistente en sacar el máximo provecho posible del gobierno central,
una praxis política que conserva en nuestra época.

6. CONCLUSIONES: LA PERVIVENCIA DE SABINO ARANA, EL
ANTIESPAÑOLISMO Y EL FALSEAMIENTO DE LA HISTORIA
De acuerdo con De la Granja, se puede hablar de un eterno retorno del
aranismo en la larga historia del PNV, que, por una parte, mantiene el lema
sabiniano JEL en su nombre en euskera (Euzko Alderdi Jeltzalea), y que por
otro lado nunca ha cuestionado oficialmente sus tesis. El PNV abandonó hace
tiempo los aspectos más obsoletos de su doctrina fundacional, como el
racismo, el clericalismo y el antiliberalismo, pero también es cierto que en el
partido siguen vigentes otros dogmas importantes del ideario aranista, como la
visión mitificada de la historia vasca, la concepción esencialista de Euskadi y,
sobre todo, el antagonismo maniqueo entre Euskadi y España, como puede
verse en sus programas, en sus discursos y en los planes el ex lehendakari
Ibarretxe, quien afirmaba que “Euskadi no es una parte subordinada de
España” y que “los Fueros siguen siendo nuestra verdadera constitución”.
De todos los rasgos, el que más ha perdurado y ha sido el principal legado de
Sabino, es el antiespañolismo, la seña de identidad constante del nacionalismo
vasco a lo largo de toda su historia. Por eso, a diferencia del catalanismo,
nunca ha presentado un proyecto de España, y en cambio ha elaborado varios
proyectos contra ella. Para los abertzales radicales, España sigue siendo el
enemigo a batir para lograr la independencia, y para el PNV es el estado a
superar en el marco europeo. Por esa razón nunca ha aprobado una
constitución española (ni la republicana de 1931 ni la monárquica de 1978), y
en cambio sí votó a favor del proyecto de constitución europea en 2005, a
pesar de que ésta no se basaba en la Europa de los pueblos.
Por último, aunque no tenga prestigio en el ámbito académico y esté apartada
de los debates científicos, la visión aranista de la historia sigue divulgándose
actualmente en Euskadi, sigue vigente en el discurso de los políticos
nacionalistas de nuestro tiempo y es un elemento clave de la ideología del
PNV que parece haber asimilado el pueblo vasco en general, que tiene sobre sí
mismo unas ideas y creencias basadas en mitos, leyendas e historias
inventadas, tal como hemos expuesto en estas páginas.
¿Por qué le interesa al nacionalismo vasco mantener una memoria colectiva
mítica? ¿Cuál es la razón por la que un sector importante del nacionalismo
vasco decide anclarse a la memoria distorsionada y no a la historia?
Eduardo Manzano Moreno señala que
de entre las muchas definiciones que existen sobre el nacionalismo se puede extraer un
postulado que suele ser común a todas ellas: todo nacionalismo es una respuesta política al
problema de la identidad colectiva (...) Tal respuesta se basa en una percepción del pasado
que hace del pueblo o nación su sujeto histórico, en una visión del presente que acentúa el
elemento diferencial de ese pueblo frente a los ´otros´, y en un proyecto colectivo de futuro
119
que da sentido político a la identidad nacional así definida .
Los teóricos del nacionalismo vasco son conscientes de que éste es una
respuesta identitaria, y por ello necesita una memoria que sea lo
suficientemente homogénea, mítica y particular para permitir a los vascos
sentirse desligados del pretérito y el presente español, con el objetivo de forjar
un proyecto común futuro. Toda nación es una comunidad imaginada, a lo que
habría que añadir que no sólo el presente o el proyecto futuro necesitan
grandes dosis de imaginación, sino también el pasado recordado. Es evidente
que, si el nacionalismo recurre a la historia y no encuentra los argumentos que
necesita, entonces tendrá que imaginarlos, creando una memoria colectiva
120
ficticia sobre ese pasado . El control del pasado y de la memoria colectiva es
una de las razones por las que el nacionalismo genera mitos unificadores
pretéritos. En el caso de los vascos, el nacionalismo ha necesitado imaginar un
pasado propio basado en una mitología unificadora, con atributos tan fuertes
como los de primigenia, pureza, aislamiento e independencia respecto a los
demás pueblos de la península ibérica, con lo que el mito ha hecho creer a la
sociedad vasca que es una comunidad con un pasado diferente al del resto de
los pueblos que conforman el estado español. No hay que olvidar que la
veracidad histórica no es uno de los requisitos del discurso político. Por ello,
de poco sirve que los historiadores pongan en evidencia la no historicidad de
la memoria nacionalista radical vasca, siempre que los políticos nacionalistas
vascos necesiten, para conseguir sus fines, crear una memoria de comunidad, a
121
través de símbolos y mitos emotivos .
Una etnia vasca anterior al primer estrato del nacionalismo español, es decir anterior a la
romanización, legitima las posturas nacionalistas radicales y la existencia de un vínculo
protonacional vasco que justifica su diferencia respecto a los españoles. Es claro, por tanto,
que el nacionalismo vasco, al defender la no romanización de su territorio, pretende
derrumbar una construcción nacional geológica española, negando el primer estrato común
con los españoles, a la vez que intenta reforzar el mito del aislamiento y de la independencia
ancestral, convirtiéndola en una de sus nociones-eje, presente a lo largo de todo el proceso
122
histórico vasco .
Tal como concluye Eduardo Manzano, lo cierto y preocupante es que en el
País Vasco se ha ido generando una comunidad latentemente racista y
expresamente excluyente por poseer su propio pasado, su propia memoria.
Tomando la definición de cultura dada por Geertz, como “redes de símbolos
compartidos por un conjunto humano que genera en ellos estados
motivacionales y disponen a actuar de determinada manera”, podemos afirmar
que el nacionalismo vasco está fomentando una peligrosa etnocultura basada
en una memoria no histórica, en una serie de mitos.
Esos mitos son los que sigue reclamando como ciertos tanto el PNV como la
izquierda abertzale, para fundamentar la reivindicación de la independencia;
unos mitos que, como hemos visto claramente en el presente trabajo, no tienen
fundamento histórico. Y, lamentablemente, como todos sabemos, han sido
también el fundamento para que un sector del nacionalismo radical decidiera
emprender acciones terroristas que sólo en los últimos años parecen haber
finalizado, después de casi cinco décadas de “lucha armada” por la que ETA se
propuso iniciar una espiral de acción-represión-acción que llevara al gobierno
español (primero durante la dictadura y después con la democracia) a tomar
medidas contra la población del País Vasco, que pondrían de manifiesto ante
sus ciudadanos la postura represora de España, y con ello el nacionalismo
radical y la organización terrorista resultarían reforzados e incluso
legitimados. No nos atreveremos a afirmar que el surgimiento de ETA fuese
una consecuencia lógica de la evolución del nacionalismo vasco, pero sí que
tiene sus claros precedentes en los postulados de Sabino Arana y en grupos
radicales de las tres primeras décadas del siglo XX, como los aberrianos y
Jagi-Jagi, que llegaban a pregonar el uso de la violencia para conseguir sus
objetivos.
Con estas conclusiones damos por terminado el presente trabajo, en el que
hemos querido mostrar el pensamiento y la praxis política del fundador del
nacionalismo vasco, así como sus antecedentes y las líneas generales de la
evolución tras su muerte. Esperamos haber sido objetivos y haber expuesto
solamente hechos históricos demostrados, sin añadir ninguna opinión propia.
Ése al menos era nuestro propósito.

Madrid, a 12 de junio de 2017

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memoria
De la Granja Sainz, José Luis, “La doctrina fundacional del nacionalismo
vasco: El aranismo”. En Ángel o demonio: Sabino Arana – El patriarca del
nacionalismo vasco.
De la Granja Sainz, José Luis, “Sabino Arana y la historia: Mito y arma
política”. En Ángel o demonio: Sabino Arana – El patriarca del nacionalismo
vasco.
De la Granja Sainz, José Luis, Ángel o demonio: Sabino Arana – El patriarca
del nacionalismo vasco. Editorial Tecnos.
De la Granja Sainz, José Luis, El siglo de Euskadi – El nacionalismo en la
España del siglo XX, Editorial Tecnos.
De la Granja Sainz, José Luis, y otros, La España de los nacionalismos y las
autonomías, Editorial Síntesis.
De Pablo, Santiago, La patria soñada – Historia del nacionalismo vasco desde
su origen hasta la actualidad, Biblioteca Nueva.
Elorza, Antonio, Tras las huellas de Sabino Arana – Los orígenes totalitarios
del nacionalismo vasco. Ediciones Temas de Hoy.
Juaristi, Jon, El bucle melancólico – Historias de nacionalistas vascos, Espasa
Calpe.
Juaristi, Jon, El linaje de Aitor – La invención de la tradición vasca. Editorial
Taurus.
Juaristi, Jon, Historia mínima del País Vasco. Ediciones Turner.
Keating, Michael. “Naciones, nacionalismos y estados”. Revista Internacional
de Filosofía Política 3:39-59 (1994).
Laínz, Jesús, «Adiós, España». Verdad y mentira de los nacionalismos.
Ediciones Encuentro.
Manzano Moreno, Eduardo, “La construcción histórica del pasado nacional”.
En Pérez Garzón, Juan Sisinio et al. (eds.): La gestión de la memoria. La
historia de España al servicio del poder. Editorial Crítica.
Maíz, Ramón, Nacionalismos y movilización política. Prometeo Libros.
Montaño Montero, Luisa, “Unamuno y Arana: La cara y la cruz del
nacionalismo vasco”. Cuad. Cát. M. de Unamuno, 48, 1-2010.
Montero, Manuel, Historia del País Vasco. De los orígenes a nuestros días.
Editorial Txertoa.
Varios Autores, De Túbal a Aitor. Historia de Vasconia. La Esfera de los
Libros.
Zabaltza, Xavier, Augustin Chaho – Precursor incomprendido. Libro digital
publicado por el Departamento de Cultura del País Vasco.

Otros libros consultados:


Amézaga, Elías, Biografía sentimental de Sabino Arana, Ediciones
Txalaparta.
Moa, Pío, Una historia chocante, Ediciones Encuentro.
Navarro Fernando & Belosticalla, El patriota insufrible, libro digital
disponible en navarth.blogspot.com.








Notes
[←1]
Cf. Keating, Michael. “Naciones, nacionalismos y estados”. Revista Internacional de Filosofía
Política 3:39-59 (1994).
[←2]
De la Granja Sainz, José Luis, “La doctrina fundacional del nacionalismo vasco: El aranismo”. En
Ángel o demonio: Sabino Arana – El patriarca del nacionalismo vasco. Pág. 71.
[←3]
Bobsbawm, Eric y Ranger, Terence, La invención de la tradición, Editorial Crítica, p. 8-10.
[←4]
De la Granja Sainz, José Luis, “Sabino Arana y la historia: Mito y arma política”. En Ángel o
demonio: Sabino Arana – El patriarca del nacionalismo vasco. P. 132-133.
[←5]
Expresión inventada por Hobsbawm. Citado por De la Granja, en op. cit., p. 135.
[←6]
De la Granja, “Sabino Arana y la historia...”, en op. cit., p. 143-144.
[←7]
De la Granja Sainz, José Luis, El siglo de Euskadi – El nacionalismo en la España del siglo XX,
Editorial Tecnos, p. 19-20.
[←8]
Para esta breve historia nos hemos basado en Laínz, Jesús, «Adiós, España». Verdad y mentira de
los nacionalismos. Ediciones Encuentro; Juaristi, Jon, Historia mínima del País Vasco. Ediciones
Turner; Montero, Manuel, Historia del País Vasco. De los orígenes a nuestros días. Editorial
Txertoa; y Varios Autores, De Túbal a Aitor. Historia de Vasconia. La Esfera de los Libros.
[←9]
Cf. Laínz, Jesús, «Adiós, España». Verdad y mentira de los nacionalismos. Ediciones Encuentro.
[←10]
Cf. Laínz, op. cit.
[←11]
Cf. Laínz, op. cit.
[←12]
Cf. Juaristi, Jon. Historia mínima del País Vasco. Ediciones Turner.
[←13]
Elorza, Antonio, Tras las huellas de Sabino Arana – Los orígenes totalitarios del nacionalismo
vasco. Ediciones Temas de Hoy. Pág. 33-34.
[←14]
Elorza, op. cit., p. 38-40.
[←15]
De la Granja Sainz, José Luis, y otros, La España de los nacionalismos y las autonomías,
Editorial Síntesis, p. 31.
[←16]
Elorza, op. cit., p. 45-46.
[←17]
De la Granja y otros, La España de los nacionalismos y las autonomías, p. 33.
[←18]
Cf. Juaristi, Jon. Historia mínima del País Vasco. Ediciones Turner.
[←19]
Elorza, Antonio, Ideologías del nacionalismo vasco, pp. 14-15. En Juaristi, Jon, El linaje de Aitor,
p. 25.
[←20]
De Túbal a Aitor, p. 372.
[←21]
De la Granja y otros, op. cit., p. 35.
[←22]
Cf. Juaristi, Jon. Historia mínima del País Vasco. Ediciones Turner.
[←23]
Corcuera Atienza, Javier, La patria de los vascos – Orígenes, ideología y organización del
nacionalismo vasco (1876-1903). Editorial Taurus. Página 119.
[←24]
Sagarmínaga, Fidel, Memorias históricas de Vizcaya, p. 414. En Corcuera, op. cit., p. 120.
[←25]
Sagarmínaga, op. cit., p. XXX. En Corcuera, op. cit., p. 127.
[←26]
Juaristi, Jon, El linaje de Aitor – La invención de la tradición vasca. Editorial Taurus. Pág. 200.
[←27]
Beriain, Josetxo Beriain, “La metamorfosis de las voces ancestrales en la mitología nacionalista
vasca”. Congreso sobre “La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico.
Ideas, lenguajes políticos e imaginarios culturales”, Valencia, 5 de marzo de 2003.
[←28]
Zabaltza, Xavier, Augustin Chaho – Precursor incomprendido. Libro digital publicado por el
Departamento de Cultura del País Vasco.
[←29]
Cf. Chaho, Joseph-Augustin, Viaje a Navarra durante la insurrección vasca. Imprenta Moderna,
Bilbao, 1933.
[←30]
Juaristi, Jon. El linaje de Aitor, pág. 47-48.
[←31]
Juaristi, op. cit., pág. 49-57.
[←32]
Corcuera, op. cit., p. 157.
[←33]
Arana Goiri, Sabino, “Apuntes íntimos”, mayo de 1887, III. En Corcuera, op. cit., p. 192-193.
[←34]
Arana Goiri, Sabino, borrador manuscrito de una entrevista, sin fecha. En Corcuera, op. cit., p.
197.
[←35]
Corcuera, op. cit., p. 204.
[←36]
Arana Goiri, Sabino, “Discurso de Larrazábal”. Portal Sabin Etxea, www.sabinetxea.org.
[←37]
Cf. De la Granja Sainz, José Luis, “El culto a Sabino Arana: la doble resurrección y el origen
histórico del Aberri Eguna en la II República”. En Ugarte, Javier (coord.), El nacionalismo vasco:
Mitos, conmemoraciones y lugares de la memoria.
[←38]
Elorza, op. cit., p. 94.
[←39]
Arana Goiri, Sabino, “La cruz de San Andrés”, Bizkaitarra, 30-11-1894.
[←40]
Cf. Arana Goiri, Sabino, Bizkaya por su independencia.
[←41]
De la Granja Sainz, José Luis, Ángel o demonio: Sabino Arana – El patriarca del nacionalismo
vasco. Editorial Tecnos. Pág. 28.
[←42]
Ley de 25 de octubre de 1839, artículo primero.
[←43]
De la Granja Sainz, José Luis, “Sabino Arana y la historia: Mito y arma política”. En Ángel o
demonio: Sabino Arana – El patriarca del nacionalismo vasco. Pág. 173-174.
[←44]
De la Granja, “Sabino Arana y la historia...”, en op. cit., p. 174.
[←45]
Cf. Baroja, Pio, Momentum catastrophicum, Caro Raggio, Madrid, 1919.
[←46]
Caro Baroja, Julio, El laberinto vasco, p. 139 y 142.
[←47]
De la Granja Sainz, “Sabino Arana y la historia...”, en op. cit., p. 150-151.
[←48]
De la Granja Sainz, José Luis, “El mito bélico y heroico de origen: Bizkaya por su
independencia”. En Ángel o demonio: Sabino Arana – El patriarca del nacionalismo vasco. Pág.
54.
[←49]
De la Granja, “El mito bélico...”, en op. cit., p. 57.
[←50]
De la Granja, “El mito bélico”, en op. cit., p. 58.
[←51]
Arana Goiri, Sabino, “Juicio crítico”, Bizkaitarra, 31 mayo, 16 junio y 7 julio de 1895. En De la
Granja, op. cit., p. 59.
[←52]
De la Granja, “El mito bélico..”, op. cit., p. 60.
[←53]
De la Granja, “El mito bélico...”, op. cit., p. 63.
[←54]
Aranzadi y Etxeberría, Engracio, Ereintza. Siembra de nacionalismo vasco. Zarauz, 1935, p. 76.
En Corcuera, op. cit., p. 216-217.
[←55]
Elorza, op. cit., p. 105.
[←56]
Elorza, op. cit., p. 73.
[←57]
De la Granja Sainz, José Luis, El siglo de Euskadi – El nacionalismo vasco en la España del siglo
XX, Editorial Tecnos, p. 157.
[←58]
Arana Goiri, Sabino, carta a Alfredo Urquizu, 7 de julio de 1893. Citado en “La cuna del
nacionalismo vasco: Euskeldun Batzokija de Bilbao, el embrión del PNV”. En De la Granja, José
Luis, Ángel o demonio: Sabino Arana – El patriarca del nacionalismo vasco. Editorial Tecnos.
Pág. 104.
[←59]
De la Granja Sainz, José Luis, “La cuna del nacionalismo vasco: Euskeldun Batzokija de Bilbao,
el embrión del PNV. En Ángel o demonio..., op. cit. p. 109.
[←60]
De la Granja, “La cuna...”. op. cit., p. 110.
[←61]
Juaristi, op. cit., p. 173.
[←62]
De la Granja, “La cuna del nacionalismo...”, en op. cit., p. 113.
[←63]
De la Granja y otros, La España de los nacionalismos y las autonomías, Editorial Síntesis, p. 81.
[←64]
De la Granja, José Luis, “La doctrina fundacional del nacionalismo: El aranismo”. En Ángel o
demonio..., op. cit., p. 88.
[←65]
Arana Goiri, Sabino, “¿Qué somos?”. Bizkaitarra, nº 28.
[←66]
Arana Goiri, Sabino, “Nuestros moros”, Bizkaitarra, 10-12-1893.
[←67]
Arana Goiri, Sabino, “Educación moderna”, Bizkaitarra, 20-1-1895.
[←68]
De la Granja Sainz, José Luis, “El antimaketismo: La visión de Sabino Arana”. En Ángel o
demonio..., op. cit., p. 41.
[←69]
Arana Goiri, Sabino, “¿Qué somos?”. En Bizkaitarra, nº 28. Citado en Corcuera, op. cit., p. 362.
[←70]
Arana Goiri, Sabino, “Errores catalanistas”. En Bizkaitarra, nº 16.
[←71]
Arana Goiri, Sabino, “Errores catalanistas”.
[←72]
“¿Qué somos?”. En Corcuera, op. cit., p. 363.
[←73]
Arana Goiri, Sabino, “La unión”, Baserritarra nº 15.
[←74]
Elorza, op. cit., p. 104.
[←75]
Arana Goiri, Sabino, “Suma y sigue”. En Baserritarra, nº 17. Citado en Corcuera, op. cit., p. 385.
[←76]
Juaristi, op. cit., p. 201-203.
[←77]
Arana Goiri, Sabino, “La muerte de Euskeldun Batzokija”, en Baserritarra nº 15.
[←78]
Arana Goiri, Sabino, carta a Engracio Aranzadi, de 17 de noviembre de 1897.
[←79]
Cf. Oyarzun, Román, Historia del carlismo, 1939. En De la Granja, op. cit., p. 93.
[←80]
Cf. Unamuno, Miguel de, Paz en la guerra, 1897. En De la Granja, op. cit., p. 93.
[←81]
Arana Goiri, Sabino, carta de Ángel Zabala, de 30 de abril de 1898. En Corcuera, op. cit., p. 492.
[←82]
“La candidatura vizcaína”, Euskalduna, nº 105, 4 de septiembre de 1898.
[←83]
“Lo que se impone”, Euskalduna, nº 111, 9 de octubre de 1898.
[←84]
De la Granja y otros, La España de los nacionalismos y las autonomías, p. 86-87.
[←85]
Arana Goiri, Sabino, “Instrucciones al director”, manuscrito sin fecha. En Corcuera, op. cit., p.
504.
[←86]
De la Granja y otros, La España de los nacionalismos y las autonomías, p. 87.
[←87]
Elorza, op. cit., p. 124-125.
[←88]
Seguidores del lema JEL (Jaungoikoa eta Lagi-Zarra: “Dios y Fueros”).
[←89]
Corcuera, op. cit., p. 500.
[←90]
Juaristi, Jon, El bucle melancólico – Historias de nacionalistas vascos, p. 168.
[←91]
Elizondo, Mauro, Sabino Arana, padre de las nacionalidades, p. 336-337. En Juaristi, op. cit., p.
174.
[←92]
“Memorias de Paulina Arana Goiri”, p. 96. En Juaristi, op. cit., p. 158.
[←93]
Juaristi, op. cit., p. 175.
[←94]
Elizondo, Mauro, Sabino Arana, padre de las nacionalidades, p. 335. En Juaristi, op. cit., p. 171-
172.
[←95]
Arana Goiri, Sabino, “Grave y trascendental”, La Patria, 22 de junio de 1902.
[←96]
“Entre nacionalistas”, La Patria, nº 36, 29 de junio de 1902.
[←97]
Arana Goiri, Sabino, “Aclaraciones”, La Patria, nº 37, 6 de julio de 1902.
[←98]
Arana Goiri, Sabino, “La oportunidad”, La Patria, 10 de mayo de 1903. En De la Granja, El siglo
de Euskadi, p. 49.
[←99]
Arana Goiri, Sabino, carta a Aranzadi, 20 de marzo de 1903. En Elorza, op. cit., p. 147.
[←100]
Arana Goiri, Sabino, carta a Eduardo de Arriaga, 16 de julio de 1903. En Corcuera, op. cit., p.
619-620.
[←101]
De la Granja, “El antimaketismo...”. En op. cit., p. 47.
[←102]
Cf. Montaño Montero, Luisa, “Unamuno y Arana: La cara y la cruz del nacionalismo vasco”.
Cuad. Cát. M. de Unamuno, 48, 1-2010, pp. 71-86.

[←103]
De la Granja, “El antimaketismo...”, en op. cit., p. 49.
[←104]
De la Granja y otros, La España de los nacionalismos y las autonomías, p. 89.
[←105]
Cortés, Miguel, artículo publicado en Patria, 1904. En De la Granja y otros, op. cit., p. 90.
[←106]
De Pablo, Santiago, La patria soñada – Historia del nacionalismo vasco desde su origen hasta la
actualidad, Biblioteca Nueva, p. 73-74.
[←107]
De Pablo, op. cit., p. 81.
[←108]
De Pablo, op. cit., p. 99.
[←109]
De Pablo, op. cit., p. 101.
[←110]
De Pablo, op. cit., p. 105.
[←111]
De Pablo, Santiago, La patria soñada, p. 119.
[←112]
De Pablo, op. cit., p. 126.
[←113]
De Pablo, op. cit. p. 137.
[←114]
Cf. De la Granja Sainz, José Luis, “El culto a Sabino Arana: la doble resurrección y el origen
histórico del Aberri Eguna en la II República”. En El nacionalismo vasco: Mitos,
conmemoraciones y lugares de la memoria, Javier Ugarte (coordinador).

[←115]
Cf. De la Granja Sainz, José Luis, “El culto a Sabino Arana...”.
[←116]
Cf. De la Granja, “El culto a Sabino Arana...”.
[←117]
Cf. Cándano, Xuan, El Pacto de Santoña, La esfera de los Libros, 2006.
[←118]
De Pablo, op. cit. p. 311-313. El documental de los nazis sobre los vascos puede verse
en la dirección de Internet https://www.youtube.com/watch?v=dMZCBgs1q6c, o bien
buscando “In Lander der Basken” en www.youtube.com. Hay más información sobre el
tema en el documental español “Una esvástica sobre el Bidasoa”, que puede verse en
https://www.youtube.com/watch?v=6QNilaClKks&t=1744s.
[←119]
Cf. Manzano Moreno, Eduardo, “La construcción histórica del pasado nacional”, pp. 33-62. En
Pérez Garzón, Juan Sisinio et al. (eds.): La gestión de la memoria. La historia de España al
servicio del poder. Editorial Crítica.
[←120]
Cf. Del Molino García, Ricardo, “En torno a la memoria colectiva nacional: el abuso del pretérito
por el nacionalismo radical vasco”. En Revista Comunicación y Ciudadanía, 4.
[←121]
Cf. Maíz, Ramón, Nacionalismos y movilización política. Prometeo Libros.
[←122]
Cf. Manzano Moreno, Eduardo, “La construcción histórica del pasado nacional”, op. cit.

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