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Vieja tradición. Entre nosotros, la “quema de Judas” se remonta al siglo XVII.

La fe de los bisabuelos les hacía vivir la Semana Santa con tan sincera
contrición que no pocos enfermaban a causa del sentimiento de culpa; empero,
transcurridas los actos de la Pasión de Nuestro Señor, la quema de Judas era
un desfogue.
El norteamericano Thomas Francis Meagher (ardiente partidario de William
Walker) visitó nuestro país entre marzo y mayo de 1858 y fue uno de los
primeros cronistas de una “quema de Judas”:
“Era la madrugada del Domingo de Pascua […]. La plaza estaba atestada de
gente, así como la espaciosa explanada y las gradas de la catedral […]. Se
erguía una horca monstruosa […]. De la cruceta del palo colgaba un lío de
ropas asquerosas: había un gorro de dormir colorado, una camiseta de franela
amarilla de rayas negras y con las mangas puestas en cruz, unos calzones
rotos y unas botas mohosas […].
“Todo estaba lleno de buscapiés, carretillas y triquitraques, y dentro de los
calzones había una bomba del más duro cartón, repleta de combustibles.
¡Aquella era la efigie de Judas Iscariote! El simulacro del traidor estaba allí,
colgado al despuntar la aurora […].
“En un abrir y cerrar de ojos, hubo una explosión espantosa. La bota voló hecha
tiras, brotaron llamas del estómago, la bomba estalló convirtiendo los calzones
en una lluvia de harapos chamuscados, de las costillas partieron cohetes
zumbando, los brazos en cruz fueron arrebatados por una racha de azufre, el
gorro colorado salió disparado al cielo, perdiéndose de vista.
“Todo eso ocurrió en menos de dos minutos y en medio del redoble de los
tambores, de los alaridos agudísimos de los muchachos, del canto de los
gallos, de los ladridos de los perros, de las risitas entre dientes de las modestas
señoritas y señoras, de la cháchara de los loros, de una granizada de piedras y
de la gritería, maldiciones y regocijo estrepitoso de militares y paisanos,
clérigos, indigentes y patricios”.
Herencias burlonas. Un elemento clave en la quema de Judas es la lectura del
“testamento”. Gracias a este, la quema se volverá un divertido exorcismo social,
recurso que los copleros populares usarán en pro de la justicia.
Aparte de la chota contra cualquier vecino, el cadalso de Judas devendrá
escenario donde la voz revela deudas y exhibe pecados sociales de
importantes personajes, quienes merecen ser, por sus malos actos, “herederos
de Judas”.
Las quemas se han anticipado de la aurora del Domingo de Resurrección a la
medianoche del Sábado de Gloria.
El encargado busca un punto alto junto al monigote del vil traidor, que había
sido paseado por el pueblo, en burro o caballo (hoy, en moto o automóvil) para
recordar a los fieles la ocasión del espectáculo.
En irregulares cuartetas, antes de morir quemado, Judas “beneficia” a sus
“allegados”:
A Julia y Elías Montero
que no se pueden llevar
les dejo un par de garrotes
para que puedan pelear.
¿Morirá la tradición?
Pese a todo, la tradición puede tener sus días contados. Lo ideal es conservar
una tradición popular que se mantenga dentro de la convivencia civil.

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