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La historia de la Industria Química es, por tanto, la historia de la aplicación de los pro-
cesos químicos; es decir, la historia de una Tecnología cuya aparición precedió con mucho
a la de la Ingeniería Química e incluso a la de la Ciencia tal y como hoy la conocemos.
Uno de los principales avances tecnológicos de la Humanidad, sino el más importante, fue
el empleo del fuego. Proporcionó luz y calor, permitió operaciones de cocción y ahumado
de los alimentos con la consiguiente modificación de los hábitos alimentarios; originó la
aparición de la cerámica y, en definitiva, constituyó el medio con el cual las civilizaciones
del Paleolítico y Neolítico progresaron hasta las de las Edades del Bronce y del Hierro, y
más tarde, a las culturas pertenecientes a los tiempos históricos.
A épocas remotas se remontan también los procesos de obtención de sal mediante eva-
poración del agua de mar y la preparación de pinturas y pigmentos que permitieron la
aparición del arte rupestre o las operaciones de tinción de pieles y tejidos.
La mayor parte de los datos que se conocen de la tecnología antigua proceden de los es-
critos de los historiadores griegos; la arqueología suministra el resto. Así, se sabe que la
utilización del cobre, el oro y la plata se remonta al menos al 5.000 a. de C., el bronce a
unos 3500 a. de C. y el hierro a unos 1200 a. de C. El complejo proceso de fabricación del
hierro tendría, no obstante, una importancia fundamental en la Historia; de forma
inmediata por sus aplicaciones militares y a más largo plazo por las pacíficas, desenca-
denó la primera auténtica revolución tecnológica en el mundo.
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A la antigüedad pertenecen también la obtención de bebidas alcohólicas por fermentación,
conocida ya por los egipcios y babilonios unos 3.000 años a. de C., y la generalización del
empleo de tintas de escritura en Egipto.
En Grecia tuvo lugar el desarrollo de las ideas filosóficas clásicas acerca del fundamento
del Universo tales como la teoría de los cuatro elementos de Aristóteles de Estagira (384-
322 a. de C.) y la teoría atomística desarrollada en la misma época por Leucipo y su dis-
cípulo Demócrito de Abdera (460-370 a. de C.), que enseñaron la discontinuidad de una
materia formada por átomos, el ser, y por vacío, el no ser. No obstante, la importancia de
la cultura griega en el desarrollo tecnológico de la época estriba más en el establecimiento
del griego como primera lengua sobre la que se basó una literatura común a todos los
pueblos del Mediterráneo y que sirvió como vehículo de difusión y conservación tanto de
la cultura técnica propia como de los trabajos desarrollados por los pueblos orientales.
Con el tiempo, el latín sucedería al griego en este cometido de la misma forma que Roma
recogió la herencia política de Grecia.
Hacia el siglo I a. de C., los árabes comenzaron a desarrollar lo que luego se denominaría
«alquimia». Bajo esta denominación se conoce el conjunto de manipulaciones y especu-
laciones filosóficas y religiosas de fondo místico, con las que se pretendía obtener oro a
partir de otros metales con ayuda de la piedra filosofal y más tarde el elixir de larga vida o
elixir filosofal.
Tras el declive del Imperio Romano, el foco principal de la cultura tecnológica paso a
Bizancio primero y a los centros universitarios de Alejandría, Antioquía y Beirut después,
donde los conocimientos adquiridos hasta entonces se preservaron gracias a la traducción
al árabe de las obras en griego y latín. Entretanto, en Europa se vivió una época de
oscuridad , especialmente en el periodo que va del 400 al 1000 (Edad Tenebrosa) que dejó
paso a la influencia de la alquimia oriental. Entre los alquimistas cabe destacar a Averroes
(1126-1198), Roger Bacon (1214-1294), Santo Tomás de Aquino (1225-1274) y
Raimundo Lulio (1235-1315). No obstante, el primer alquimista europeo importante fue
Alberto de Bollstadt (aprox. 1200-1280), estudioso de Aristóteles más conocido como San
Alberto Magno. Es considerado el descubridor del arsénico y en su libro «De Alchimia»
expone las condiciones que debe reunir un alquimista.
Entre la alquimia y la química tal como la conocemos hoy se sitúa un periodo de transi-
ción que se conoce como iatroquímica o química-médica. Philipus Aurelius Theophrastus
Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso (1493-1541) indica que la
misión de la alquimia no era otra sino la curación de las enfermedades y por consiguiente
el estudio de las posibilidades terapéuticas de las sustancias. Las medicinas, anteriormente
polvos y jarabes, fueron sustituidas por tinturas, es decir, disoluciones o destilados de la
droga en alcohol. Gerogius Bauer, que latinizó su apellido convirtiéndolo en Agricola
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(1494-1555), fue un médico cuya preocupación pasó de los efectos sobre la salud del
trabajo en la minería a la propia ingeniería de las operaciones mineras. En su obra en latín
De re metallica (1556), Agricola describió con gran detalle todas las operaciones de
minería y metalurgia de la época tal como se practicaban en el siglo XVI en la zona mi-
nera de Joachimsthal, actualmente en Brandemburgo, Alemania. Ilustrado con 292 gra-
bados, De re metallica ejerció una profunda influencia sobre la geología, la química, la
tecnología minera y la metalurgia de su época, manteniéndose como texto fundamental
durante al menos los cien años siguientes [Fig. 1].
El siglo XVII marca el punto de inflexión hacia la química científica. Los estudios de
Boyle (1627-1691) marcan el final del término «alquimia» desde que en su obra Sceptical
Chemist publicado en 1661, suprimió la primera sílaba del término «alchemist». Torricelli
(1608-1647) demostró que el aire ejercía presión, Von Guerich (1602-1686) inventó una
bomba de vacío, Boyle (1627-1691) y Mariotte (1630-1684) hallaron la relación volumen-
presión en gases. Lemey (1645-1715) describe las distintas operaciones en química. Stahl
(1660-1734) propone la teoría del flogisto, basada en las ideas del alquimista alemán
Becher (1635-1682). Según esta teoría toda sustancia combustible contiene un «principio
inflamable», denominado posteriormente flogisto. En la combustión se desprende el
flogisto acompañado de luz y calor, y queda un residuo, la «ceniza» del cuerpo
combustible. En este periodo se crean las grandes academias científicas de Europa: la
«Accademia del Cimento» (1617), la «Royal Society» (1662), la «Académie des Scien-
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ces» (1666) o el «Collegium Curiosum sive Experimental» (1672). Este tipo de institu-
ciones llegarían a gozar de gran prestigio a lo largo de la Historia, contando con la pro-
tección de gobernantes e industriales. La ciencia básica conoce entonces los primeros
avances fundamentales y así, Galileo y Newton establecen las leyes del movimiento,
Kepler estudia las órbitas planetarias y Boyle y Hooke estudian los procesos de combus-
tión.
Por otro lado, comienzan a desarrollarse en gran escala algunos procesos importantes en la
historia de la industria química. A finales del siglo XVIII, el impulso de los procesos de
fabricación que arranca de la Revolución Industrial, alcanza a la industria química. La
fabricación de textiles comienza a requerir cantidades importantes de algunos productos
químicos para las operaciones de tinción y blanqueo de fibras. Las primeras industrias
químicas conciernen a la producción de ácidos y de álcalis y tal vez la mayor contribución
la constituye el desarrollo del método de las cámaras de plomo para la obtención del ácido
sulfúrico. En 1746 John Roebuck construyó en Birmingham la primera cámara de plomo;
tres años más tarde se construiría la segunda. La composición del ácido continuó siendo
una incógnita hasta los trabajos de Lavoisier hacia el 1775. Poco después se explica la
acción catalítica de los óxidos de nitrógeno sobre la reacción de formación del ácido sulfú-
rico y Gay-Lussac en 1827 y Glover en 1860 introducen dispositivos de recuperación de
los mismos de forma que a fines del siglo pasado pudo prepararse industrialmente ácido
de hasta el 78% de pureza.
En esta época se produjo un fuerte incremento de la demanda de álcalis que hasta entonces
venían obteniéndose de los vegetales, en particular de la barrilla de Alicante que daba un
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alto rendimiento en carbonato sódico. De hecho, nuestro país era el principal sumi-
nistrador de cenizas alcalinas a Francia. A partir de 1768 se desarrollaron una serie de
procesos de obtención de carbonato sódico a partir de cloruro sódico. Watt y Black con-
siguieron la síntesis por vez primera mediante tratamiento de la sal con ácido sulfúrico y
haciendo pasar el sulfato correspondiente a través de una lechada de cal. Con posteriori-
dad se presentaron una serie de patentes para preparar álcali sintético; pero el proceso que
pasaría a la posteridad como el primero con aplicación industrial fue el desarrollado por
Nicolás Leblanc (1742-1806) en 1787 en el que el sulfato procedente del ataque ácido se
trataba con carbón y carbonato cálcico. En 1806, después de ciertas vicisitudes motivadas
por la Revolución Francesa, se puso en marcha la primera planta comercial de sosa en
Charlefontaine. Las fábricas de sosa evolucionaron de forma tal que se convirtieron pronto
en el primer ejemplo de industria química moderna. Así, se introdujo la tostación de
piritas para la producción in situ del ácido sulfúrico y la fabricación de los ácidos nítrico y
clorhídrico necesarios para la fabricación del carbonato.
A fines del siglo XVIII, la siderurgia constituía una actividad industrial de considerable
importancia, sobre todo a partir de la introducción del coque como combustible-reductor
en el horno alto. A principios del siglo XIX se implantan las primeras fábricas de gas para
alumbrado. De ellas y de las baterías de coque de la industria siderúrgica, se obtienen
cantidades elevadas de alquitrán cuya fabricación independiente se había propuesto en
1681 en una de las primeras patentes británicas fruto del trabajo conjunto de los químicos
J. Becher y H. Serle [Fig. 2].
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Fig. 2. Extracto de la patente de Becher y Serle para producción de alquitrán
Durante este siglo se desarrollaron numerosos procesos industriales. Así, por ejemplo,
tuvo lugar la aparición de los procesos de destilación del alquitrán de hulla que hasta en-
tonces constituía un subproducto desechable en la fabricación de coque. Las primeras
plantas se construyó en Inglaterra en 1822 y en Alemania en 1860. Las fracciones más
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ligeras se emplearon como disolventes, los aceites más pesados como agentes de impreg-
nación y el residuo de brea para la producción de negro de carbono. La disponibilidad de
gran cantidad de compuestos químicos aromáticos tales como el benceno o el tolueno dio
lugar al desarrollo de la industria de fabricación de colorantes sintéticos. Al final de la
década de 1860, el éxito de la producción de colorantes mediante oxidación de mezclas de
aminas aromáticas o derivados, condujo a la fundación de los predecesores de la mayoría
de las actuales compañías químicas de Europa Occidental. En 1856, William Perkin
descubrió el malva, primer colorante sintético a partir de la anilina. En mayo de 1859, los
hermanos Renard obtuvieron el rojo de anilina. La influencia de la obtención de colorantes
de anilina en el desarrollo de la industria química fue fundamental en Inglaterra y Francia.
A partir de 1860, un nutrido grupo de químicos franceses emigrados a Suiza sentaron las
bases de la industria química de este país. Perkin introdujo en 1869 la síntesis de alizarina
a partir de dicloroantraceno obtenido haciendo pasar cloro sobre antraceno fundido y
tratando el producto con el recién descubierto óleum (entonces llamado ácido sulfúrico
Nordhausen) seguido del intercambio de los grupos sulfónico por hidroxilo. En Alemania,
la mayoría de edad de la industria orgánica llegó de la mano de la alizarina y de los
colorantes de antraquinona y azocompuestos a partir de 1870 (Stadelhofer y col, 1988;
Travis, 1988).
Otra importante industria que nació en esta época es la del caucho una vez desarrollado el
proceso de vulcanizado. En 1846 se inventa la nitrocelulosa y en 1847 la nitroglicerina. En
1866 Alfred Nobel inventa la dinamita con lo que se produjo el nacimiento de la moderna
industria de explosivos. Con la aparición en 1870 del celuloide comienza el desarrollo de
la industria de los plásticos. En 1880 Swan y Chardonnet obtienen la primera fibra
sintética: el rayón. La expansión de la industria de los plásticos sería ya imparable: en
1909 se sintetiza la baquelita, en 1933 los poliuretanos y el policloruro de vinilo.
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Prácticamente todas las ramas de la química cuya evolución marcó el siglo XX se ini-
ciaron y desarrollaron en parte en la última parte del siglo pasado. Junto a los casos ya
citados cabe mencionar la aparición de la Química Agrícola y con ella la aplicación de
compuestos de nitrógeno como fertilizantes. La síntesis del amoniaco, que se llevó a cabo
a partir de los trabajos de Fritz Haber (1868-1934) y Karl Bosch (1874-1940), abriría
luego la puerta a la fabricación de fertilizantes sintéticos, insecticidas y herbicidas y
terminó con la dependencia de los nitratos naturales que constreñían la producción de
fertilizantes y explosivos. En 1910 BASF comenzó la producción de amoniaco por el
método de Haber-Bosch y en 1918, motivada por el bloqueo de guerra a que fue sometida,
Alemania producía más de 200.000 t/año por este sistema (Appl, 1980). La síntesis del
amoniaco supuso tecnológicamente el primer ejemplo de reacción catalítica a alta presión
y con su dependencia del suministro de hidrógeno contribuyó al desarrollo de los procesos
de gasificación de carbón que poco después se emplearían también en la obtención de
combustibles sintéticos y metanol. Así, en 1922, BASF comercializa formaldehido,
materia prima para la síntesis de resinas fenólicas, a partir de la oxidación de metanol
procedente del gas de síntesis. El carbón, por otro lado, daría lugar durante la primera
mitad del siglo XX a una poderosa industria de síntesis basada en el acetileno que se
prolonga prácticamente hasta nuestros días (planta de ERT en Guardo, Palencia). En la
tabla I se sintetizan ordenados cronológicamente algunos de los acontecimientos más
importantes que se produjeron desde principios del siglo XIX hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial en cuanto al desarrollo de la industria química en el mundo. El punto de
partida corresponde a la generalización de la máquina de vapor hacia 1800 y el final al
final de la carboquímica como base de la industria química de síntesis.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la evolución de la industria química es tal que sus
necesidades no pueden satisfacerse sólo con la aportación de la química tradicional por un
lado y de la ingeniería mecánica por otro. Ésta, en el periodo que se conoce como
Revolución Industrial, se desarrolló prácticamente sin emplear más personal especializado
que los aprendices. En cambio, la química industrial de la época requirió la intervención
de personal altamente especializado. Durante la última parte del siglo XIX el énfasis de la
Industria Química estaba claramente orientado hacia el desarrollo de procesos. Hasta
entonces esto se había llevado a cabo empleando máquinas y estructuras industriales
relativamente simples; pero pronto algunas industrias comenzaron a requerir una
ingeniería considerablemente más compleja (por ejemplo, las columnas del proceso
Solvay). La importancia de este tipo de ingeniería específico fue explícitamente recono-
cida en 1880 cuando se intentó fundar la Sociedad de Ingenieros Químicos de Londres
(Davies, 1904).
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que se convirtió en el producto de cabecera de mayor importancia económica para la
síntesis química en sustitución del acetileno (Dosher, 1976).
Mientras en Estados Unidos el petróleo dominó pronto toda la industria de síntesis or-
gánica, en Europa, el carbón mantuvo durante bastante tiempo una situación de privilegio.
En Alemania, los procesos de Fischer-Tropsch y de Bergius, consiguieron obtener
combustibles de tipo gasolina y gasóleo a partir de carbón, lo que contribuyó notable-
mente al sostenimiento de la maquinaria de guerra alemana hasta 1945. Con posterioridad
al fin de la contienda, la mayor facilidad y economía de extracción y tratamiento del
petróleo provocó una rápida sustitución del carbón como materia prima. Aún en 1950 la
casi totalidad de la producción de etileno en Europa era de origen carboquímico, mientras
que una década más tarde la situación se había invertido.
Los años setenta del siglo pasado estuvieron marcados por sucesivas crisis económicas
provocadas por el encarecimiento de los precios del petróleo, paralelamente a las cuales se
produjo un replanteamiento de la dependencia de este producto como fuente de energía y
materia prima. No obstante los procedimientos para la obtención de carburantes y
productos como el gas de síntesis capaces de propiciar una industria química basada en el
carbón carecen por el momento de viabilidad económica. De hecho, los precios del pe-
tróleo se han mantenido en niveles relativamente bajos durante la mayor parte de las dos
últimas décadas del siglo XX debido a la aparición de nuevos yacimientos y a la debilidad
política del cártel de la OPEP. Por otro lado, el gas natural se ha incorporado con fuerza en
todo el mundo occidental como materia prima de primer orden para la generación de
energía debido a su menor impacto ambiental. Precisamente la incorporación del gas
natural como materia prima química ha revitalizado las vías de producción que arrancan
en el gas de síntesis, ahora obtenido mediante reformado de gas natural.
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Tabla I. Acontecimientos históricos en el desarrollo de la Industria Química
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Tabla I. Acontecimientos... (continuación)
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Tabla I. Acontecimientos... (continuación)
AÑO ACONTECIMIENTO HISTÓRICO
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Tabla I. Acontecimientos... (continuación)
AÑO ACONTECIMIENTO HISTÓRICO
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La Industria Química española
A la guerra civil (1936-1939), seguiría un período de dificultades políticas con los regí-
menes democráticos al que seguiría un bloqueo económico impuesto por los países ven-
cedores de la Segunda Guerra Mundial, lo que obligó a la empresa española a desarro-
llarse en un contexto de autarquía y sometida a unas carencias tecnológicas extremas. La
actividad de la industria química en este período se caracterizó por su reducida capacidad
de producción y su total aislamiento comercial. La participación del sector en la economía
española fue mínima. Con todo, en 1939 surge la industria farmacéutica con la cons-
titución de Unión Química del Norte (Bilbao) y en 1940 se crea el Sindicato Vertical de
Industrias Químicas que engloba solamente empresas cuyo principio es el cambio de
naturaleza de la materia. El que dicho Sindicato no considerase todas las actividades
químicas en el sentido moderno de la palabra fue debido principalmente a que se utiliza-
ban criterios de clasificación más económicos y laborales que científicos (López-Mateos,
1988).
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con requisitos de inversión relativamente reducidos, al que siguió la implantación con
fuerza de la industria básica. En este período, la industria química española multiplicó por
cinco su producto, mientras la media del sector mundial tan sólo la duplicó. La fase de
crecimiento termina con la repercusión en España de las crisis del petróleo de 1973 (lo que
se produce en 1974-1975 coincidiendo con la transición política) y 1979.
La crisis de los años setenta resultó particularmente intensa en España debido al retraso de
las medidas de ajuste provocado por la delicada situación política del país. Además, la
industria encontró dificultades adicionales debido a (i) la diseminación y minifundismo
empresarial, (ii) el desequilibrio entre industrias básicas y transformadoras, (iii) la falta de
investigación aplicada, (iv) las dificultades a la integración vertical propiciadas por una
elevada penetración de capital extranjero, (v) la falta de una adecuada red de comer-
cialización y (vi) la falta de normalización y los defectos de calidad originados por prác-
ticas de fabricación anticuadas (Nava, 1993). Algunos de estos factores han demostrado
ser estructurales y como consecuencia, la industria química española ha venido regis-
trando de forma continua una pérdida de competitividad debido no sólo a una coyuntura
económica desfavorable, sino especialmente al desinterés de las empresas españolas en la
investigación y el desarrollo de procesos propios y a su escasa agresividad en cuanto a la
penetración en nuevos mercados (Puechel, 1993). Estos fenómenos se han manifestado en
forma de una progresiva implantación de las empresas multinacionales tanto en el
mercado como en la propiedad (Bayer, Hoechst, BASF, Du Pont) y gestión de las empre-
sas nacionales (Montedison, BP) y la aparición de porcentajes de propiedad importantes
de empresas nacionales que han pasado a manos de capital internacional especulativo.
La Tabla II muestra los principales datos de las diez mayores empresas del sector en Es-
paña según datos del año 2000. El dominio de Repsol (Grupo) es tradicional en esta cla-
sificación, sin embargo, se aprecia una reducción progresiva de la distancia con el resto.
En 1989 triplicaba las ventas del entonces segundo grupo (CEPSA) y multiplicaba por
diez las cifras de BAYER, entonces en séptima posición (Casado, 1990).
Tabla II: Datos de los diez mayores grupos de empresas del sector químico español.
Beneficio Recursos
Grupos de empresas Facturación Cash-Flow Inversiones Plantilla
Neto propios
Repsol Química S.A 1526.67 -18.93 - 266.00 259.00 1487
Dow Chemical
1246.66 30.63 93.80 309.17 - 540
Ibérica S.A.
Bayer Hispania S.A. 1017.00 68.00 - 217.03 41.01 2203
Basf Española S.A. 740.60 25.68 57.28 216.50 21.52 962
Solvay Ibérica S.L. 740.00 - - 213.64 60.10 2396
Atofina España S.A. 484.48 11.39 22.76 69.69 5.55 520
Fertiberia S.A. 474.80 65.35* 79.07* 206.90 - 1750
Petroquímica Espa-ñola
335.97 45.59 68.35 139.57 - 266
S.A. (Petresa)
Sociedad Española de
Carburos Metálicos, S.A.
331.34 42.35 - 267.05 36.20 1322
Energía e Industrias
317.41 16.47 37.91 205.91 20.13 1215
Aragonesas EIA S.A.
(Datos en millones Euros, excepto "Plantilla"; * Últimos datos disponibles [=] 1999)
Fuente: Revista Fomento de la Producción, Octubre de 2001
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La industria química española ha caracterizado tradicionalmente por un índice de creci-
miento superior al de otros sectores industriales y se le ha reconocido además de un ele-
vado potencial de crecimiento en relación al conjunto de la Unión Europea (Galán Zazo,
1997). No obstante, como regla general, la tecnología que emplea esta anticuada, su grado
de automatización es bajo y su capacidad para generan intangibles muy reducida. Existe
además una notable tendencia a la concentración de la producción en grandes empresas
sectoriales y una acusada dependencia del extranjero en cuanto a capital y tecnología que
se agrava por la escasa inversión que se destina a investigación y desarrollo. La necesidad
de destinar fondos al desarrollo de procesos y de industrias de alta especialización se pone
de manifiesto cuando se considera que más del 30% de las ventas de la industria química
española corresponden a productos de base.
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