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La dictadura rompe tanto con el rol desarrollista del Estado como con
el pacto que este configuró con los profesores, por lo que la labor docente
se ve despojada de la protección y centralidad vividas anteriormente, en-
frentándose así a tres condiciones que terminaron por desembocar en la
precarización que marcará su ejercicio profesional durante la dictadura:
la pérdida de su calidad de funcionario público, la desprofesionalización
de su trabajo y la persecución político-ideológica de las cuales fueron
objeto. En el caso de los profesores de historia, la última de las variables
adopta una expresión más radical, ya que la asignatura de Historia tuvo
una transformación fundamental, que la puso en directa sintonía con
el discurso nacionalista, moralista y autoritario que la dictadura quería
construir por medio de la escuela como declaración de principios (Reyes.
2002), generando así dentro del magisterio condiciones específicas para
los docentes de historia.
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(Mi experiencia fue) Terrible porque, no recuerdo cómo se llamaba el artículo pero
era la letra F del código del trabajo y ahí empiezan a proliferar estos tristemente célebres
colegios particular subvencionados, que en ese tiempo compraban una casa antigua,
con cinco o seis salas de clases, un pizarrón y tiza y ese era el colegio. Yo estuve en un
colegio que se llamaba, todavía existe, San Lawrence, que era de la cadena ‘Libertadores
de Chile’, y en el último piso de una fábrica, había sesenta niños y cuarenta sillas, en-
tonces los cabros se peleaban las sillas, y era imposible hacer cualquier tipo de actividad
de clases ahí… ¡mira el número!. Entonces sesenta por X plata y había un inspector
de patio que pasaba la lista con grafito y todos presentes, entonces los tipos se hicieron
de una cantidad impresionante de dinero, y los profesores duraban tres meses, cuatro
meses, cinco meses o te echaban: si no te ponías la camiseta del colegio, te echaban.
Eso significaba, ponerse la camiseta, ser obsecuente a la dirección del colegio, ir a las
kermesses, sacarle plata a los pobres cabros, a los apoderados, que en ese tiempo no se
pagaba mensualidad, pero había un subterfugio legal para que sí pagaran, como el
financiamiento compartido de hoy en día, pero era un subterfugio ‘para ayudar al
colegio’, ‘pa que hagamos gimnasio’… entonces fue bastante ingrata, yo trabajé en
muchos colegios durante esa época y habitualmente, a finales de semestre o a fin de
año, me despedían. Y no te pagaban vacaciones, te costaba un mundo para que te
pagaran las vacaciones, enero y febrero… y si había un juicio te pagaban después de
un año una porquería de plata y a los abogados no les interesaban esos juicios (Jorge,
61 años, 17/07/2013)1.
Los despidos eran constantes, por lo que Jorge no solo vivió en sus
primeros años como profesor una experiencia de indefensión en el ejer-
cicio de su profesión, sino que también se vio obligado a trabajar en otras
áreas distintas a las de la pedagogía. La principal razón que explicaría
este régimen laboral para Jorge, sería la puesta en marcha de los colegios
particulares subvencionados en el contexto del régimen militar, ya que
sus sostenedores ejercían una gestión arbitraria de los establecimientos,
separando a los docentes cuando eran contrarios a los planes que dichos
directivos tenían para sus colegios:
(…) los dueños se daban cuenta quien eras tú y que los alumnos comenzaban a res-
petarte, y no a patadas porque yo vi como colegas les daban patadas a los niños, los
trataban muy mal. Y de a poco ellos entendieron un lenguaje sin gritar, digno y van
cambiando los cabros, y eso lo notan los dueños, los sostenedores. Entonces inventaban
cualquier cosa para echarte. Tú estabas en la indefensión más grande. Además el sueldo
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era miserable, entonces muchos colegas trabajaban mañana, tarde y noche, algunos
en un preuniversitario, entonces eran ochenta horas a la semana. También tuve ese
régimen, trabajé mañana, tarde y noche pa subsistir. Trabajé entre quince y veinte
colegios, estos particulares subvencionados hasta que después hice un reemplazo en el
Dario Salas y en ese tiempo al tercer reemplazo uno quedaba como planta y ahí mejoré
bastante la situación contractual y económica. Era un liceo ex fiscal, entonces había
más seguridad que en los particulares subvencionados. Entre el 80 y el 83, el 84 por
ahí ingresé al Dario Salas. Bueno trabajé en otras cosas también: de guía de turismo,
de fotógrafo, soy fotógrafo profesional. Iba a muchos matrimonios, me contrataban y
me iba bastante bien y en la parte económica tuve un respiro (Ibíd.).
Es en el liceo Darío Salas donde Jorge logra mejorar en parte esa situa-
ción de precariedad que vivió anteriormente, y es la estabilidad conseguida
en este establecimiento lo que lo llevó a participar con mayor ahínco en
organizaciones que buscaban resistir a las reformas que llevó adelante
el régimen militar y que afectaron tanto las condiciones laborales de los
docentes en general como las que vivió el liceo en particular. Es así como
Jorge participó activamente, desde su militancia comunista y como profesor
de historia, en la fundación de la Asociación Gremial de Educadores de
Chile (AGECH), y posteriormente en la democratización del Colegio de
Profesores. Esta intervención es rememorada con las siguientes palabras:
(…) yo fui, siempre público, entonces después se crea la AGECH, Asociación Gremial
de Educadores de Chile, y posteriormente deshicimos la AGECH y nos metimos al colegio
de profesores para ganar al Colegio de Profesores y gobernamos tres o cuatro periodos.
Y ganamos el colegio por dentro democratizado durante la dictadura. Nos tocó vivir
el proceso de municipalización el ochenta y seis. Huelgas grandes que tuvimos, paros
nacionales y esa fue nuestra actuación De ahí allí como Profesor de Historia creamos los
consejos gremiales al interior de los colegios, porque no se nos permitía tener sindicatos.
Entonces está el subterfugio de consejo gremial y yo fui dirigente muchos años del colegio
Darío Salas, presidente gremial, del consejo gremial (Ibíd.).
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que asistir, pagar cuentas… A nosotros nos mantenían los rusos… (ríe) entonces
éramos de otro planeta (Ibíd.).
Yo recuerdo que tenía una asamblea, teníamos dos jornadas, una en la mañana y otra
en la tarde, y teníamos que decir lo mismo en la mañana y en la tarde, y pa’ que un
profesor… hay que decirle diez veces la misma cosa, ¿sí o no? Entonces yo ya estaba
cansado ya en la tarde y teníamos que asumir un paro, votar internamente un paro,
una movilización, salir a la calle, manifestarnos entonces alguien paró el dedo y dijo:
‘que no, que cómo era posible, que los profesores anduviéramos en las calles, no somos
obreros’. Entonces me dijo: ‘sí, cuenta con mi apoyo moral’. Entonces ahí yo me salí de
madre, y después mis colegas me retaron, pero soy humano. ‘Si hueón –hueón le dije–
a mí me mantienen los rusos, la Unión Soviética hueón. No pago cuentas, no tengo
familia hueón, no pago arriendo, no pago luz hueón… No hueón, soy de otro planeta
hueón’. Así. Bueno, se enojaron conmigo los colegas, otros me avalaron, me tocaron
la espalda pero era tenso. ‘Anda tú, no yo, moralmente te apoyo’. Entonces decían ‘ya
moralmente cuando ganemos algo devolví la plata que moralmente me apañaste, ¿te
parece?’. Entonces que aquí, que allá… (Ibíd.)
¿Adivina quién? Los profesores de Historia, los profesores de Filosofía y una colega de
Educación Física… teníamos un grupito de cinco que nos turnábamos para las labores,
para las reuniones en el liceo de la comunal Santiago, reuniones de nuestras orgánicas
políticas, entonces teníamos harta tarea y mantener el paro, motivar a los profesores
que ‘no nos van a pagar’, ‘que nos van a echar’, ‘que van a venir los militares’, un
miedo terrible. Y lo pudimos sostener por dos meses (Ibíd.).
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Bueno, nosotros nos organizamos, estuvimos en paro, estuvimos dos meses con el colegio
tomado, nosotros los profesores, con la ayuda de los alumnos y los apoderados, sin em-
bargo nosotros sabíamos que era como un saludo a la bandera, debido a que estábamos
en dictadura, y solamente por dignidad nos opusimos y el año ochenta y seis el colegio
lo traspasan del fisco, del ministerio de educación, a la municipalidad de Santiago.
La toma se organizó por las juventudes políticas, internas y externas, con la ayuda
de los profesores, de algunos no de todos los profesores. Y estuvimos en huelga, no en
toma, en huelga dos meses. Y posteriormente hay una toma en el colegio por parte de los
alumnos y son desalojados por Carabineros. Los Carabineros ingresan con tanquetas…
con tanquetas al colegio. Nos bombardean con lacrimógenas y se llevan detenidos a
muchos profesores, muchos alumnos y fue un golpe como brutal porque nunca pen-
samos que iban a ingresar y si ingresaron. La puerta de entrada fue sacada de raíz
por una tanqueta… Sé que hoy día nunca ha entrado una tanqueta a un colegio o a
las universidades, me parece, creo que no… entonces fue brutal. Y nosotros sabíamos
que anteriormente en ese paro-huelga era por dignidad, y así lo hicimos, con ese norte
bien claro (Ibíd.).
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Pero aun así fuimos capaces de levantar la AGECH, después democratizar el Colegio
de Profesores, crear los comunales, que antes no existían y avanzar con tareas que tal
vez hoy día pueden decir, muy simples, muy fácil o muy sencillas pero que en ese tiempo
eran muy relevantes. El liceo Darío Salas fue el primer colegio en que tuvimos votación
de centros de alumnos, un alumno un voto. Hicimos eso, dos Profesores de Historia:
Jaime, profesor de historia de la Universidad de Concepción (…) y yo. Y el director
nos responsabilizó de todo lo que pudiera hacer, y nosotros asumimos. Le indicamos
a los niños, hubo listas políticas, con propaganda. En el auditórium, con urnas, con
vocales de mesa una cuestión espectacular. El primer liceo de Chile, municipalizado,
en dictadura, 1986, que hacemos votación con sufragio universal, un alumno, un
voto (Ibíd.).
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Una de las situaciones más complejas fue cuando sacan del currículum educación
cívica, y la dictadura militar fue muy inteligente en ello porque de esa forma va a
haber sesgo en la formación ciudadana. Deberes y derechos… El marco curricular
se circunscribía básicamente a ser un relato muy positivista de los contenidos, se
destruye grandes eventos de la humanidad como la revolución de octubre, la revolu-
ción cubana, el proceso de emancipación de los nacionalismos en el África durante
la guerra fría en los años sesenta, los movimientos sociales emergentes acá en la
región, y en síntesis se trata de borrar lo que nosotros llamamos memoria histórica.
Sin memoria histórica no hay un marco de referencia, si no hay un marco de referen-
cia tú no puedes comparar, si tú no puedes comparar te quedas con lo que te están
planteando desde el Estado-Nación, desde la dictadura militar y eso complejiza el
cómo tratar contenidos que estaban entre comillas prohibidos. Ahora si nosotros nos
ingeniábamos, para tratar los contenidos, tal vez disfrazándolos de otros nombres, pero
igual lo hacíamos. Ahora obviamente, eso significaba un riesgo y un costo-beneficio
porque en ese contexto estaban muy interesados en lo que pasaba, y había como un
consenso en que la dictadura tenía que terminarse algún día. Entonces dentro del
marco curricular también se disminuyen las horas de filosofía y la filosofía te hace
expandir tus ideas, más que pensar, hacer una revisión crítica. Horas de música
también, horas de plástica, todo lo que tenga que ver con creatividad, con acción
con lo colectivo a esta gente siempre le ha asustado. Pero aún así se podían tratar, no
todos los contenidos, pero algunos si inteligentemente y yo creo que eso los alumnos
lo recepcionaban muy bien, lo que yo creo (Ibíd.).
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Para abordar de manera soterrada los contenidos, Jorge nos cuenta que
el uso que hacía de la historia se amparaba en la elaboración de discursos
políticamente correctos en las planificaciones de las clases entregados a
la burocracia de los colegios (UTP) y en el espacio del aula, la que una
vez cerrada su puerta, dejaba afuera los dispositivos de control y censura
elaborados por las autoridades militares, sacando por unos momentos a
la escuela y a la historia del engranaje ideológico de la dictadura.
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Acá también te podían delatar pero era menos común, porque había una amalgama
común, un cierto espíritu de cuerpo (Ibíd.).
Ahora tu sabes que según los énfasis que uno impregne a los distintos contenidos, los
relatos, la pasión o la no pasión, o los sesgos tu y yo marginamos los contenidos. No los
tratamos quizás… a ver: no todos los contenidos se tratan de la misma forma, porque
hay una jerarquía, y esa jerarquía la pone el docente, no la planificación. Entonces
uno relevaba aquellos contenidos que en el contexto nos pudieran servir de metáfora, de
relato, marco ideológico, conceptual, crítico, de preguntas, como lo hacemos hoy día…
[Por ejemplo] trabajábamos mucho con análisis de documentos con trabajo grupal en que
los compañeros y compañeras exponían sus ideas, como foro y los demás los escuchaban
respetuosamente y después ahí se daba un intercambio de opiniones y de crítica, entonces
la síntesis la hacían los alumnos. Uno direccionaba, uno era un facilitador, surgían
solo de la discusión, y logramos hacer entender que cuando hablas tú, yo me callo, y
cuando tu terminas de hablar, yo pido la palabra, y cuando yo esté hablando tú te callas,
y si no estás de acuerdo esperas que yo termine de hablar. Entonces situaciones tal vez
hoy día nimias, pero que en ese contexto nosotros las podíamos visualizar y hagámoslo
así po’, que los alumnos sean protagonistas, no como hoy día que es algo vertical. En
la universidad, en los colegios… la universidad no ha cambiado sustantivamente,
perdóname. Tú estudiaste en la universidad, yo también… el profesor da cátedra,
sobre todo en historia, y tú tienes que anotar hueón, todo. Y tú le tienes que repetir lo
que él te dijo, no lo que tú piensas, habitualmente… y si te salí’ de las comas, ‘no po’,
¿Quién dijo eso?’. Guardando las distancias, ciertamente, no es lo mismo estar en
dictadura que estar en democracia, no, el curriculum no ha variado sustantivamente:
la metodología, los contenidos, las didácticas siguen siendo casi las mismas frontales.
Entonces no era una cuestión de contenidos más o contenidos menos, sino que como
uno ve, como uno traduce el mundo, desde tu comunidad de vida: política, económica,
social, religiosa, ética… claro: los profesores somos todo eso, y nos paramos frente a los
alumnos con lo que somos (Ibíd.).
En este escenario, Jorge una vez más recurre a la primacía del Profesor
de Historia dentro del gremio del magisterio para dar sentido a sus recuer-
dos respecto de la experiencia laboral durante la dictadura, y por el rol
que le cabía a los docentes especializados en la disciplina histórica para
rearticular un movimiento político que surgía en el periodo.
Nosotros somos, sin desmerecer a nadie, nosotros somos los que organizamos, los que
visualizamos, porque sabemos los contextos y claro, los sindicatos, los centros de padres,
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los centros de alumnos, ¿Quiénes son? ¡Los profesores de historia! Entonces en la sala
de clases potenciábamos los contenidos de historia, pero los contenidos de historia
desde aspectos valóricos, ideológicos, políticos y los tratábamos así, abiertamente. En
algunas ocasiones no, había que ser mas diplomático, pero los alumnos, los apoderados
agradecían que tú fuerai pan pan, vino vino… Y empieza ya a desaparecer el miedo,
uno sabe que la cosa ya… el término de esto está cercano entonces hay otros aires, otros
aires creo yo (Ibíd.).
Yo siempre, –y te quiero decir al tiro– no soy profesional de nada más que de la política,
es decir, mi interés; no tengo estudios pedagógicos pa’ decir: mire, voy a hacer educa-
ción popular, lo que me interesa es hacer acción política a través de instrumentos de
educación popular como podría ser… no sé po’eh (…) incluso mí, mi, mis preu que
pase tenían una intencionalidad política, claro lo otro era relato histórico (bastante).
Cuando yo me miro en la época esa, bastante tradicionalista mi forma de enseñar es
más bien mostrar que uno sabía, o sea ¡poco pedagógico! es decir, la idea era construir
comuna dentro de los jóvenes, dentro de las pobladoras, los pobladores o en el sindicato,
lo que se pudiera hacer donde se hacía, se hacía con una funcionalidad política no
desde una perspectiva profesional.
Yo creo que si tú entrevistas a militantes de distintos partidos van a estar en los mismo,
tratando de organizar socialmente, y algunos más teóricos, o más profesionistas como
los MAPU podrían dar cuenta de algo más pedagógico, digamos. Lo que a nosotros
nos interesaba llegar, vincular, activar, hacer mundo popular, re-construir mundo
popular, salir a… cuando comenzaron las protestas, organizar bien las protestas, o
sea etc. Está lejos de un acto profesional, es un acto muy voluntarioso y muy político
(Rodrigo, 59, 27/07/2013).
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historia político y social, por cierto. No había reflexión, no había ninguna reflexión. Yo
conozco después las reflexiones que hacía PIIE o el CIDE que empezaron a pensar algo,
pero cuando uno las revisa son generalidades interesantes para la, pal’ país con una
dictadura tan estrecha y brutal, digamos, porque si uno contrasta las reflexiones que
se están haciendo en otros lados, que ya habían abandonado la dictadura, era mucho
más rica la discusión. Entonces te diría que no hay ninguna reflexión pedagógica, no
hay reflexión profesional, más bien lo que alienta tanto a la reflexión historiográfica
como pedagógica es la política, la política es la que te hace pensar: “¿oye cómo lo hago
para?… ah, tomemos a Freire” (Ibíd.).
(…) al sostener al movimiento social que estaba creciendo con el mundo de las pro-
testas, tratar de darle más consistencia, modelos organizativos, de juntas de vecinos
alternativas que también tiene que ver con la política, es decir, cómo se organizan los
pobladores… no sabían organizarse solamente la clientela de la dictadura los movían
pa’ uno u otro lao. Había que construir modelos, entonces recuerdo por ejemplo ser
parte de un equipo que trata de construir un movimiento social poblacional, y para
eso modelos organizativos, un centro cultural, cómo se organiza un centro cultural,
cómo se motiva la formación de un centro cultural (Ibíd.).
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Aparece una suerte de nihilismo, se instala una abulia generalizada, sin embargo los
profesores de historia seguimos siendo críticos, seguimos siendo líderes. Hace un tiempo
atrás nos querían quitar horas de historia, ¿y que hicimos los profesores de historia? ¿Qué
hicimos? (hace un gesto con las manos como tejiendo)… y nos reunimos, y marchamos,
¿sí o no? y ahí está: no se sacaron las horas de historia. Es algo vital en nosotros, o si
no seríamos profesor de cualquier otra cosa o mecánico, sin desmerecer en lo absoluto,
¿te das cuenta? Hay algo vital, tu eres profesor de historia por algo, no porque sí, no
porque ‘puta, me dijeron’, no, porque lo vives y tienes una pasión (Jorge, 61 años,
17/07/2013).
4. Conclusión
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Como parece evidente, no puede escribirse una historia acerca de los con-
flictos por el control de la memoria bajo un régimen dictatorial sin prestar
atención a la ingeniería política y las prácticas sociales promovidas desde
arriba. Hacerlo significaría pasar por alto aspectos cruciales de una historia
que modeló muchas vidas y luchas sociales: la concentración del poder en
unos pocos; el empeño del régimen en reformar reglas fundamentales de la
vida social. Por otra parte, ignorar las dinámicas desde abajo sería igualmente
reductor: una parte nuclear del drama de Chile ha sido, justamente, la his-
toria de actores sociales valientes que se sobrepusieron al temor y al Estado
policial para imponer sus luchas por la memoria y la conciencia sobre los
derechos humanos en el espacio público (…). En resumen, la historia de las
luchas de la memoria bajo Pinochet exige un acercamiento integrado que
considere los procesos desde arriba y desde abajo, además de las dinámicas
de mediación (Stern, 2013: 43-44).
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Chile de Pinochet. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales.
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