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La ley del Cristo

“Estoy [...] bajo ley para con Cristo.” (1 CORINTIOS 9:21.)

“NI LOS pueblos ni los gobiernos han aprendido nunca nada de la historia, ni han actuado según
los principios que de ella se deducen.” Así se expresó un filósofo alemán del siglo XIX. En efecto,
se ha llamado a la historia humana la “marcha de la locura”, una serie de espantosos errores y
crisis, muchos de los cuales se hubieran podido evitar de haber estado dispuesta la humanidad a
aprender de los errores del pasado.
2 En este estudio de la ley divina se destaca la misma resistencia a aprender de las
equivocaciones del pasado. Jehová Dios reemplazó la Ley mosaica por otra ley superior: la del
Cristo. No obstante, los guías de la cristiandad, que dicen enseñar esa ley y vivir en conformidad
con ella, no han aprendido del terrible error de los fariseos. La cristiandad ha torcido la ley del Cristo
y ha abusado de ella, como lo hizo el judaísmo con la Ley de Moisés. ¿Cómo pudo suceder esto?
En primer lugar, examinaremos la ley misma: qué es, a quién regula y cómo, y qué la diferencia de
la Ley mosaica. Luego analizaremos cómo ha abusado de ella la cristiandad. Así podremos aprender
de la historia y sacar provecho de ella.
El nuevo pacto
3 ¿Quién, sino Jehová Dios, podía mejorar una ley perfecta? El pacto de la Ley mosaica era
perfecto. (Salmo 19:7.) A pesar de ello, Jehová prometió: “¡Mira! Vienen días [...] y ciertamente
celebraré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; no uno como el pacto que
celebré con sus antepasados”. Los Diez Mandamientos —el núcleo de la Ley mosaica— se
escribieron en tablas de piedra. Pero del nuevo pacto, Jehová dijo: “Pondré mi ley dentro de ellos, y
en su corazón la escribiré”. (Jeremías 31:31-34.)
4 ¿Con quién se celebraría este nuevo pacto? Desde luego, no con la “casa de Israel” literal, que
rechazó al Mediador de dicho pacto. (Hebreos 9:15.) No, este nuevo “Israel” sería el “Israel de Dios”,
una nación de israelitas espirituales. (Gálatas 6:16; Romanos 2:28, 29.) A este pequeño grupo de
cristianos ungidos con espíritu se le uniría posteriormente “una gran muchedumbre” de todas las
naciones, que también desearía adorar a Jehová. (Revelación [Apocalipsis] 7:9, 10; Zacarías 8:23.)
Aunque no participaría del nuevo pacto, esta también se sujetaría a la ley. (Compárese con Levítico
24:22; Números 15:15.) Compondrían “un solo rebaño” bajo “un solo pastor”, de modo que todos
estarían “bajo ley para con Cristo”, como escribió el apóstol Pablo. (Juan 10:16; 1 Corintios 9:21.)
Pablo llamó a este nuevo pacto un ‘pacto mejor’. ¿Por qué? Para empezar, porque se basa en
promesas cumplidas y no en sombras de cosas por venir. (Hebreos 8:6; 9:11-14.)
5 ¿Cuál es el propósito de ese pacto? Formar una nación de reyes y sacerdotes para bendecir a
la humanidad. (Éxodo 19:6; 1 Pedro 2:9; Revelación 5:10.) El pacto de la Ley mosaica no produjo
esa nación en el sentido más pleno, pues Israel se rebeló y perdió su oportunidad. (Compárese con
Romanos 11:17-21.) Sin embargo, el nuevo pacto sin duda triunfará, pues guarda relación con un
tipo de ley muy diferente. ¿En qué sentido es diferente?
La ley que pertenece a la libertad
6 La ley del Cristo se relaciona en reiteradas ocasiones con la libertad. (Juan 8:31, 32.) Se la
llama “la ley de un pueblo libre” y “la ley perfecta que pertenece a la libertad”. (Santiago 1:25; 2:12.)
Por supuesto, toda libertad en el ámbito humano es relativa. De todos modos, esta ley ofrece mucha
más libertad que su predecesora, la Ley mosaica. ¿En qué sentido?
7 Por una parte, nadie nace bajo la ley del Cristo. Factores como la raza y el lugar de nacimiento
son irrelevantes. Los cristianos verdaderos deciden libremente en su corazón aceptar el yugo de la
obediencia a esa ley. Al hacerlo, se dan cuenta de que es un yugo suave, una carga ligera. (Mateo
11:28-30.) Si recordamos, la Ley mosaica se había concebido para enseñar que el hombre es
pecador y tiene la necesidad apremiante de un sacrificio de rescate que lo redima. (Gálatas 3:19.)
La ley del Cristo enseña que el Mesías ha venido, ha pagado el precio del rescate con su vida y ha
abierto el camino para que se nos libere de la terrible opresión del pecado y de la muerte.
(Romanos 5:20, 21.) Para beneficiarnos, necesitamos ‘ejercer fe’ en ese sacrificio. (Juan 3:16.)
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8 ‘Ejercer fe’ implica vivir en conformidad con la ley del Cristo, lo que supone obedecer todos los
mandamientos cristianos. ¿Significa esto memorizar cientos de leyes y estatutos? No. Moisés, el
mediador del viejo pacto, puso por escrito la Ley mosaica, pero Jesús, el Mediador del nuevo pacto,
no escribió ni una sola ley. Lo que hizo fue vivir esa ley. Al seguir una trayectoria perfecta en la
vida, nos dejó un dechado que todos hemos de imitar. (1 Pedro 2:21.) Posiblemente por esta razón
el culto de los primeros cristianos se conoció como el “Camino”. (Hechos 9:2; 19:9, 23; 22:4; 24:22.)
Para ellos, la ley del Cristo se ejemplificó en la vida de Jesús. Imitarlo suponía obedecer esa ley. Su
intenso amor a él significaba que esta ley estaba en realidad escrita en su corazón, como se había
profetizado. (Jeremías 31:33; 1 Pedro 4:8.) Y el que obedece motivado por el amor nunca se siente
oprimido, otra razón por la que la ley del Cristo puede llamarse “la ley de un pueblo libre”.
9 Si bien el amor era importante en la Ley mosaica, en el caso de la ley cristiana es su misma
esencia. Por ello, la ley del Cristo incluye un nuevo mandamiento: los cristianos deben tenerse amor
abnegado unos a otros. Tienen que amar como amó Jesús, quien entregó voluntariamente su vida a
favor de sus amigos. (Juan 13:34, 35; 15:13.) Por consiguiente, puede decirse que la ley del Cristo
es una expresión de la teocracia aún más elevada que la Ley de Moisés. Como ha señalado
anteriormente esta revista: “La teocracia es el gobierno ejercido por Dios; Dios es amor; por tanto, la
teocracia es un gobierno regido mediante el amor”.
Jesús y los fariseos
10 No sorprende, entonces, que Jesús entrara en conflicto con los líderes religiosos judíos de su
tiempo. Una “ley perfecta que pertenece a la libertad” estaba muy lejos de la mente de los escribas
y de los fariseos. Estos intentaban controlar a la gente con reglas humanas. Su enseñanza era
opresiva, condenatoria y negativa. La enseñanza de Jesús, por el contrario, era edificante y positiva
en grado sumo. Él era práctico y le interesaban las necesidades y preocupaciones de la gente.
Enseñó con sencillez y sentimiento, usando ilustraciones tomadas de la vida cotidiana y basándose
en la autoridad de la Palabra de Dios. De ahí que ‘las muchedumbres quedaran atónitas por su
modo de enseñar’. (Mateo 7:28.) Sí, la enseñanza de Jesús llegó al corazón de la gente.
11 En vez de añadir más reglas a la Ley mosaica, Jesús demostró el espíritu razonable y
misericordioso con el que debían haber aplicado la Ley los judíos. Recuerde, por ejemplo, la ocasión
en la que se le acercó una mujer que padecía flujo de sangre. Según la Ley mosaica, cualquiera a
quien ella tocara se hacía inmundo, de manera que no debía estar entre la muchedumbre. (Levítico
15:25-27.) Pero ansiaba tanto ser curada que se abrió camino entre la multitud y tocó la prenda
exterior de vestir de Jesús. Al instante dejó de sangrar. ¿La reprendió Jesús por violar la Ley? No,
sino que entendió sus circunstancias desesperadas y puso por obra el mayor precepto de la Ley: el
amor. Le dijo con comprensión: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz, y queda sana de tu
penosa enfermedad”. (Marcos 5:25-34.)
¿Es permisiva la ley del Cristo?
12 ¿Deberíamos concluir, entonces, que como la ley del Cristo “pertenece a la libertad”, es
permisiva, mientras que los fariseos, con todas sus tradiciones orales, al menos mantenían la
conducta de la gente dentro de rigurosos parámetros? No. Los códigos actuales ilustran que a
menudo, cuantas más leyes hay, más escapatorias halla la gente.g En los días de Jesús, el gran
número de reglas fariseas fomentaron la búsqueda de escapatorias, la realización mecánica de
obras carentes de amor y la apariencia externa de superioridad moral que oculta la corrupción
interior. (Mateo 23:23, 24.)
13 La ley del Cristo, por el contrario, no engendra tales actitudes. De hecho, obedecer una ley
que se basa en el amor a Jehová y que se observa imitando el amor abnegado de Cristo resulta en
una norma de conducta mucho más elevada que la que se consigue ateniéndose a un código
formal. El amor no busca escapatorias; impide que cometamos actos dañinos que un código
posiblemente no prohíba de manera explícita. (Véase Mateo 5:27, 28.) De manera que la ley del
Cristo nos motivará a actuar en favor de otros: a ser generosos, hospitalarios y amorosos de
maneras que ninguna ley formal podría lograr. (Hechos 20:35; 2 Corintios 9:7; Hebreos 13:16.)
14 En la medida en que la congregación cristiana primitiva viviera en conformidad con la ley del
Cristo, disfrutaría de un ambiente acogedor y amoroso, relativamente libre de las actitudes rígidas,
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sentenciosas e hipócritas tan comunes en las sinagogas de aquel tiempo. Los miembros de estas
jóvenes congregaciones debieron sentir verdaderamente que vivían según “la ley de un pueblo libre”.
15 Sin embargo, Satanás deseaba corromper a la congregación cristiana desde dentro, como lo
había hecho con la nación de Israel. El apóstol Pablo advirtió de la entrada de hombres lobunos que
‘hablarían cosas aviesas’ y oprimirían al rebaño de Dios. (Hechos 20:29, 30.) Él mismo tuvo que
oponerse a los judaizantes, que intentaban cambiar la libertad relativa de la ley del Cristo por la
esclavitud a la Ley mosaica, la cual Cristo había cumplido. (Mateo 5:17; Hechos 15:1; Romanos
10:4.) Después de morir el último de los apóstoles, la apostasía ya no tuvo restricción alguna, de
modo que la corrupción se extendió rápidamente. (2 Tesalonicenses 2:6, 7.)
La cristiandad contamina la ley del Cristo
16 Tal como en el caso del judaísmo, la corrupción adoptó más de una forma en la cristiandad.
Esta también fue víctima de las doctrinas falsas y el relajamiento moral. Es más, su interés por
proteger al rebaño de las influencias externas a menudo resultó corrosivo para los últimos residuos
de la adoración pura. Las leyes rígidas y antibíblicas proliferaron.
17 La Iglesia Católica se ha destacado por crear un amplísimo código eclesiástico. Las leyes son
particularmente retorcidas en lo que respecta al sexo. Según el libro Sexuality and Catholicism, la
Iglesia absorbió la filosofía griega del estoicismo, que recelaba de toda forma de placer. Llegó a
enseñar que todo placer sexual, incluido el de la relación conyugal, era pecaminoso. (Contrástese
con Proverbios 5:18, 19.) Se dijo que la relación sexual tenía como único y exclusivo fin la
procreación. Por lo tanto, la ley eclesiástica condenó todo medio anticonceptivo como grave pecado,
que podía requerir muchos años de penitencia. Además, se prohibió el matrimonio a los sacerdotes,
lo que fomentó la inmoralidad sexual, incluido el abuso de menores. (1 Timoteo 4:1-3.)
18 Al multiplicarse las leyes eclesiásticas, estas se organizaron en códigos, que oscurecieron la
Biblia y la reemplazaron. (Compárese con Mateo 15:3, 9.) El catolicismo, como el judaísmo,
desconfió de la literatura secular y vio a gran parte de esta como una amenaza. Tal postura pronto
fue mucho más allá de la cautela y la prudencia que la Biblia recomienda a este respecto.
(Eclesiastés 12:12; Colosenses 2:8.) Jerónimo, escritor eclesiástico del siglo IV E.C., dijo: “Señor, si
alguna vez tengo libros seculares y los leo, es que he renegado de ti”. Con el tiempo, la Iglesia se
dedicó a censurar libros, incluso aquellos sobre temas seculares. En el siglo XVII se censuró al
astrónomo Galileo por escribir que la Tierra giraba alrededor del Sol. La insistencia de la Iglesia en
ser la autoridad final en todo —incluso en cuestiones de carácter astronómico— con el tiempo
socavaría la fe en la misma Biblia.
19 La legislación eclesiástica medró en los monasterios, donde los monjes vivían una vida
ascética separados de este mundo. La mayoría de los monasterios católicos se adhirieron a “La
Regla de San Benito”. El abad (término derivado de la palabra aramea para “padre”) gobernaba con
autoridad absoluta. (Compárese con Mateo 23:9.) Si un monje recibía un regalo de sus padres, el
abad decidía si debía quedárselo ese monje u otro. Aparte de condenar las vulgaridades, una regla
prohibía la charla ociosa y las bromas, diciendo: “No consentimos que el discípulo abra su boca para
semejantes expresiones”.
20 El protestantismo, que intentó reformar los excesos antibíblicos del catolicismo, pronto se
aficionó igualmente a la promulgación de reglas autoritarias sin ninguna base en la ley del Cristo.
Por ejemplo, a Juan Calvino, uno de los principales reformadores, se le llamó “el legislador de la
Iglesia renovada”. Calvino gobernó Ginebra con multitud de reglas rígidas que hacían cumplir los
“Ancianos”, cuyo “oficio —dijo aquel— era supervisar la vida de toda persona”. (Contrástese con
2 Corintios 1:24.) La Iglesia controlaba las posadas y determinaba qué temas de conversación se
permitían. Se imponían fuertes penas por infracciones como cantar canciones frívolas o bailar.g
Aprendamos de los errores de la cristiandad
21 ¿Han protegido a la cristiandad de la corrupción este sinnúmero de reglas y leyes? Todo lo
contrario. Hoy la cristiandad se ha escindido en cientos de sectas, desde las más estrictas hasta las
más permisivas. Todas ellas, de uno u otro modo, han ‘ido más allá de las cosas que están
escritas’, permitiendo que el pensamiento humano gobierne el rebaño y desplace la ley divina.
(1 Corintios 4:6.)
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22 Sin embargo, la historia de la ley del Cristo no es una tragedia. Jehová Dios nunca permitirá
que el ser humano destierre la ley divina. La ley cristiana está en vigor hoy entre los verdaderos
cristianos, y estos tienen el gran privilegio de vivir en conformidad con ella. Pero después de
examinar lo que el judaísmo y la cristiandad han hecho con la ley divina, es posible que nos
preguntemos: ‘¿Cómo podemos vivir en conformidad con la ley del Cristo y evitar la trampa de
contaminar la Palabra de Dios con razonamiento y reglamentos humanos que socavan el mismo
espíritu de la ley divina? ¿Qué criterio equilibrado debe infundirnos la ley del Cristo hoy?’. El próximo
artículo contestará estas preguntas.

*** w96 1/9 págs. 19-24 Vivamos en conformidad con la ley del Cristo ***
Vivamos en conformidad con la ley del Cristo

“Sigan llevando las cargas los unos de los otros, y así cumplan la ley del Cristo.”
(GÁLATAS 6:2.)

LOS testigos de Jehová hutus y tutsis de Ruanda arriesgaron la vida para protegerse
mutuamente durante la matanza étnica que hace poco asoló el país. Los testigos de Jehová de
Kobe (Japón) sufrieron un duro golpe cuando perdieron a sus familiares en un devastador terremoto.
Sin embargo, se movilizaron con rapidez para rescatar a otras víctimas. En efecto, muchos ejemplos
alentadores procedentes de todo el mundo demuestran que la ley del Cristo está en acción hoy, y
que es una poderosa influencia en favor del bien.
2 Al mismo tiempo, se está cumpliendo una profecía bíblica relativa a estos críticos “últimos días”.
Muchas personas ostentan “una forma de devoción piadosa”, pero ‘resultan falsas a su poder’.
(2 Timoteo 3:1, 5.) La religión, especialmente en la cristiandad, se ha convertido en una cuestión de
forma, o apariencia, no de corazón. ¿Se debe esto a que es demasiado difícil vivir en conformidad
con la ley del Cristo? No, Jesús no nos daría una ley que no pudiéramos seguir. La cristiandad
sencillamente no ha entendido esa ley. No ha observado las siguientes palabras inspiradas: “Sigan
llevando las cargas los unos de los otros, y así cumplan la ley del Cristo”. (Gálatas 6:2.) ‘Cumplimos
la ley del Cristo’ si llevamos las cargas los unos de los otros y no imitamos a los fariseos añadiendo
injustificadamente más cargas a nuestros hermanos.
3 La ley del Cristo incluye todos los mandamientos de Cristo Jesús: ya sea predicar y enseñar,
mantener el ojo puro y sencillo, procurar la paz con el prójimo o eliminar la inmundicia de la
congregación. (Mateo 5:27-30; 18:15-17; 28:19, 20; Revelación 2:14-16.) En realidad, los cristianos
están obligados a observar todos los mandamientos de la Biblia dirigidos a los seguidores de Cristo.
Es más, la organización de Jehová y cada una de las congregaciones también tienen que establecer
reglas y procedimientos para mantener el orden. (1 Corintios 14:33, 40.) Los cristianos ni siquiera
podrían reunirse si no contaran con reglas respecto a cuándo, dónde y cómo celebrar sus reuniones.
(Hebreos 10:24, 25.) Cumplir la ley del Cristo también implica cooperar con las directrices razonables
de los hermanos a quienes se ha conferido autoridad en la organización. (Hebreos 13:17.)
4 No obstante, los verdaderos cristianos no permiten que su adoración se convierta en un
entramado de leyes carente de sentido. No sirven a Jehová solo porque algún individuo u
organización se lo ordene. No, su adoración a Dios está motivada por el amor. Pablo escribió: “El
amor del Cristo nos obliga”. (2 Corintios 5:14, nota.) Jesús mandó a sus seguidores que se amaran
unos a otros. (Juan 15:12, 13.) El amor abnegado es el fundamento de la ley del Cristo, y obliga, o
motiva, a los verdaderos cristianos en todos los ámbitos, tanto en la familia como en la
congregación. Veamos cómo.
En la familia
5 El apóstol Pablo escribió: “Esposos, continúen amando a sus esposas, tal como el Cristo
también amó a la congregación y se entregó por ella”. (Efesios 5:25.) Cuando el esposo imita a
Cristo y trata a su esposa con amor y comprensión, cumple un aspecto fundamental de la ley del
Cristo. Además, Jesús exteriorizó su afecto a los niños tomándolos en brazos, poniendo las manos
sobre ellos y bendiciéndolos. (Marcos 10:16.) Los padres que cumplen la ley del Cristo también
muestran afecto a sus hijos. Es cierto que a algunos les resulta difícil imitar a Cristo en este
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aspecto, pues no son expresivos por naturaleza. Padres, no permitan que nada les impida demostrar
a sus hijos el amor que les tienen. No es suficiente que ustedes sepan que los aman. Ellos también
deben saberlo. Y no lo sabrán a menos que ustedes encuentren la manera de demostrárselo.
(Compárese con Marcos 1:11.)
6 Al mismo tiempo, los hijos necesitan directrices, lo que significa que los padres deben
establecer reglas y, a veces, valerse de la disciplina para hacer que se cumplan. (Hebreos 12:7,
9, 11.) Aun así, se debe ayudar progresivamente a los hijos a ver que tras estas reglas hay una
razón subyacente: el amor paterno. Y tienen que aprender que el amor es el mejor motivo para
obedecer a sus padres. (Efesios 6:1; Colosenses 3:20; 1 Juan 5:3.) La meta de los padres debe ser
enseñar a sus hijos a usar su “facultad de raciocinio” para que con el tiempo ellos tomen decisiones
inteligentes. (Romanos 12:1; compárese con 1 Corintios 13:11.) Por otra parte, las reglas no deben
ser demasiado numerosas ni la disciplina excesivamente severa. Pablo dice: “Padres, no estén
exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen”. (Colosenses 3:21; Efesios 6:4.)
Cuando la ley del Cristo impera en el hogar, no hay cabida para la disciplina que se aplica con ira
incontrolada y el sarcasmo hiriente. En un hogar así, los hijos no se sienten cargados ni derribados,
sino seguros y edificados. (Compárese con Salmo 36:7.)
7 Algunos que han visitado los hogares Betel en diferentes partes del mundo dicen que estos son
un buen ejemplo de equilibrio en lo que respecta a las reglas domésticas. Aunque son instituciones
compuestas por adultos, están organizadas como una familia.g El funcionamiento de Betel es
complejo y requiere una cantidad considerable de reglas, sin duda más que una familia promedio.
No obstante, los ancianos que llevan la delantera en los hogares, oficinas y fábricas de Betel se
esfuerzan por aplicar la ley del Cristo. Para ellos su asignación no consiste solo en organizar el
trabajo, sino también en promover el progreso espiritual y “el gozo de Jehová” entre sus compañeros
de trabajo. (Nehemías 8:10.) Por lo tanto, procuran trabajar constructiva y animadoramente, y se
esfuerzan por ser razonables. (Efesios 4:31, 32.) No extraña que se conozca a las familias de Betel
por su espíritu alegre.
En la congregación
8 En la congregación también tenemos la meta de edificarnos unos a otros con amor.
(1 Tesalonicenses 5:11.) De modo que todos los cristianos ejercen cautela para no añadir más
cargas a otros imponiéndoles sus propias ideas sobre cuestiones de elección personal. A veces,
algunos escriben a la Sociedad Watch Tower y piden reglas para juzgar libros, películas, o incluso
determinados juguetes. Sin embargo, la Sociedad no está autorizada para analizar tales asuntos y
emitir juicios sobre ellos. En la mayoría de los casos, estas son cuestiones que cada persona o
cabeza de familia debe decidir individualmente, basándose en su amor a los principios bíblicos.
Otros tienden a convertir en reglas las sugerencias o directrices de la Sociedad. Por ejemplo, en
La Atalaya del 15 de marzo de 1996 se publicó un artículo oportuno que animaba a los ancianos a
hacer visitas de pastoreo periódicas a los miembros de la congregación. ¿Tenía el propósito de
establecer reglas? No. Los que pueden seguir las sugerencias obtienen muchos beneficios, pero
algunos ancianos no están en condición de hacerlo. De igual manera, en el artículo “Preguntas de
los lectores” de La Atalaya del 1 de abril de 1995 se dijo que los extremismos, como los festejos
inmoderados o los ademanes de victoria, restaban dignidad a la ocasión del bautismo. Algunos han
llevado este consejo maduro a los extremos, estableciendo incluso la regla de que es impropio
mandar una tarjeta de felicitación.
9 Piense también que si queremos que “la ley perfecta que pertenece a la libertad” prevalezca
entre nosotros, es preciso aceptar que las conciencias de los cristianos no son idénticas. (Santiago
1:25.) ¿Debemos molestarnos si los hermanos toman ciertas decisiones personales que no violan los
principios bíblicos? No. Si lo hiciéramos, promoveríamos la discordia. (1 Corintios 1:10.) Cuando
Pablo previno contra juzgar a nuestro compañero cristiano, dijo: “Para su propio amo está en pie o
cae. En verdad, se le hará estar en pie, porque Jehová puede hacer que esté en pie”. (Romanos
14:4.) Nos arriesgamos a desagradar a Dios si criticamos a los demás por cuestiones que deberían
dejarse a la conciencia individual. (Santiago 4:10-12.)
10 Recordemos, también, que a los ancianos se les ha confiado la supervisión del rebaño de
Dios. (Hechos 20:28.) Están ahí para ayudar. Deberíamos sentirnos libres para pedirles consejo,
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pues son estudiantes de la Biblia y conocen bien lo que se ha explicado en las publicaciones de la
Sociedad Watch Tower. Cuando los ancianos observan algún tipo de conducta que puede incurrir en
la violación de principios bíblicos, ofrecen sin temor el consejo necesario. (Gálatas 6:1.) Los
miembros de la congregación siguen la ley del Cristo al cooperar con estos queridos pastores que
llevan la delantera entre ellos. (Hebreos 13:7.)
Los ancianos aplican la ley del Cristo
11 Los ancianos están muy interesados en cumplir la ley del Cristo en la congregación. Llevan la
delantera en la predicación de las buenas nuevas, enseñan la Biblia de manera que llegue al
corazón y, como pastores amorosos y compasivos, hablan a las “almas abatidas”. (1 Tesalonicenses
5:14.) Evitan las actitudes anticristianas que existen en muchas religiones de la cristiandad. Como
este mundo degenera rápidamente, los ancianos podrían inquietarse por las congregaciones, como le
sucedió al apóstol Pablo; pero actúan con equilibrio ante tales preocupaciones. (2 Corintios 11:28.)
12 Por ejemplo, es posible que un cristiano consulte a un anciano sobre un asunto importante que
las Escrituras no tratan directamente o que requiere conciliar diferentes principios cristianos. Quizá le
han ofrecido un ascenso en el trabajo con un sueldo mejor pero con más responsabilidad. O tal vez
un padre incrédulo demande a su hijo cristiano algo que afecte al ministerio de este. En tales
situaciones el anciano, en vez de dar su opinión personal, probablemente abra la Biblia y ayude a la
persona a analizar los principios pertinentes. Puede valerse del Índice de las publicaciones Watch
Tower, si está disponible en su idioma, para encontrar lo que “el esclavo fiel y discreto” ha dicho
sobre el asunto en las páginas de La Atalaya y otras publicaciones. (Mateo 24:45.) Pero, ¿y si dicho
cristiano tomara una decisión que no le pareciera prudente al anciano? Si esta no violara ningún
principio bíblico ni ley, el anciano respetaría el derecho del individuo de tomar tal decisión, pues
sabe que “cada uno llevará su propia carga de responsabilidad”. Este, sin embargo, debe recordar
que “cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”. (Gálatas 6:5, 7.)
13 ¿Por qué actúa de ese modo el anciano con experiencia? Por al menos dos razones. En
primer lugar, Pablo dijo a una congregación que él no era ‘amo sobre la fe de ellos’. (2 Corintios
1:24.) Al ayudar a su hermano a razonar sobre la base de las Escrituras y a tomar su propia
decisión con conocimiento de causa, el anciano imita la actitud de Pablo. Reconoce los límites de su
autoridad, tal como Jesús reconoció los suyos. (Lucas 12:13, 14; Judas 9.) Al mismo tiempo, los
ancianos ofrecen con presteza consejo bíblico útil, y a veces firme, siempre que es necesario. En
segundo lugar, está preparando a su compañero cristiano. El apóstol Pablo dijo: “El alimento sólido
pertenece a personas maduras, a los que mediante el uso tienen sus facultades perceptivas
entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto”. (Hebreos 5:14.) Así que para pasar
a la madurez tenemos que usar nuestras facultades perceptivas y no esperar siempre que otra
persona nos diga qué debemos hacer. Al enseñar a su compañero cristiano a razonar sobre la base
de las Escrituras, el anciano le ayuda a progresar.
14 Confiamos en que Jehová Dios influirá en el corazón de los verdaderos adoradores por medio
de su espíritu santo. De modo que los cristianos maduros apelan al corazón de sus hermanos, les
suplican, como hizo el apóstol Pablo. (2 Corintios 8:8; 10:1; Filemón 8, 9.) Pablo sabía que eran
principalmente los injustos, no los justos, quienes necesitaban leyes detalladas para controlar su
conducta. (1 Timoteo 1:9.) Él no sospechó ni desconfió de los hermanos, sino que tuvo fe en ellos.
Escribió a una congregación: “Tenemos confianza en el Señor, respecto a ustedes”.
(2 Tesalonicenses 3:4.) La fe y la confianza de Pablo sin duda motivó a aquellos cristianos. Los
ancianos y los superintendentes viajantes tienen hoy objetivos similares. Estos hombres fieles
confortan mucho a la congregación al pastorear con amor el rebaño de Dios. (Isaías 32:1, 2;
1 Pedro 5:1-3.)
Vivamos en conformidad con la ley del Cristo
15 Todos tenemos que examinarnos periódicamente para determinar si vivimos en conformidad
con la ley del Cristo y la promovemos. (2 Corintios 13:5.) En realidad, sería provechoso que nos
preguntáramos: ‘¿Soy edificante, o crítico? ¿Soy equilibrado, o extremista? ¿Soy considerado con los
demás, o insisto en mis propios derechos?’. El cristiano no trata de dictar a su hermano lo que debe
o no debe hacer en asuntos que la Biblia no trata específicamente. (Romanos 12:1; 1 Corintios 4:6.)
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16 En estos tiempos críticos es importante que busquemos maneras de animarnos mutuamente.
(Hebreos 10:24, 25; compárese con Mateo 7:1-5.) Cuando nos fijamos en nuestros hermanos,
¿no son mucho más importantes para nosotros sus cualidades que sus debilidades? Para Jehová,
cada uno de ellos es muy valioso. Desafortunadamente, no todos piensan así, ni siquiera de sí
mismos. Muchos tienden a ver solo sus defectos e imperfecciones. Para animar a estos y a otros
hermanos, ¿podríamos hablar con uno o dos de ellos en cada reunión, explicándoles por qué
valoramos su presencia y su importante aporte a la congregación? ¡Qué gozo aliviar su carga de esa
manera y así cumplir la ley del Cristo! (Gálatas 6:2.)
La ley del Cristo en acción
17 La ley del Cristo está en acción en la congregación cristiana. La vemos diariamente cuando
nuestros compañeros Testigos declaran las buenas nuevas con tesón, cuando se consuelan y
animan unos a otros, cuando se esfuerzan por servir a Jehová a pesar de problemas muy difíciles,
cuando los padres procuran criar a sus hijos para que amen a Jehová con un corazón alegre,
cuando los superintendentes enseñan la Palabra de Dios con amor y sentimiento, infundiendo en el
rebaño un celo ardiente por servir a Jehová indefinidamente. (Mateo 28:19, 20; 1 Tesalonicenses
5:11, 14.) Cuando aplicamos la ley del Cristo en nuestra vida, el corazón de Jehová se regocija.
(Proverbios 23:15.) Él quiere que todos los que aman su ley perfecta vivan para siempre. En el
Paraíso venidero viviremos en un tiempo en el que la humanidad será perfecta, no habrá infractores
de la ley y controlaremos toda inclinación de nuestro corazón. ¡Qué gloriosa recompensa por vivir en
conformidad con la ley del Cristo!

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