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Ser perfume de Cristo

¡Señor, que al caminar contigo deje una fragancia agradable en los demás que te lleven a
Ti! ¡Haz, Espíritu Santo, que mi vida sea un olor que atraiga a las personas hacia Dios!
¡Ayúdame a ser el dulce aroma de Cristo para los demás! ¡Que el perfume de mi vida,
Señor, lo derrame hasta la última gota en símbolo de mi fe hacia Ti y me total entrega a tu
voluntad! ¡Que cada una de mis palabras, sentimientos, gestos y actitudes lo inundan todo
con la fragancia de Dios! ¡Que mi testimonio, en este mundo tan envuelto en la inmundicia
del pecado, refleje siempre las gracias y el amor que tú mostraste! ¡Concédeme la gracia
del servicio para dar y no para recibir! ¡Permíteme ser la fragancia de tu Evangelio para
que otros lo lean, ser catecismo para que otros conozcan tu verdad en la Iglesia, ser Iglesia
para que otros te encuentren! ¡Te pido sobre todo, Señor, que elimines de mi vida aquello
que te resulta desagradable y me bañes con la frescura de tu fragancia porque lo único que
deseo es serte agradable a ti y ser agradable a los demás! ¡Ayúdame, Señor, por medio de
tu Santo Espíritu a limpiar mi corazón para que descansando en él solo veas mi belleza
interior! ¡Gracias, Señor, por lo mucho que has hecho y haces por mí! (Orar con el
Corazón abierto).
¿Cuántas veces te he traicionado, Señor? ¿Cuántas veces te he sido infiel, te he dejado solo, he
antepuesto mis intereses a los tuyos? ¿Cuántas veces te he traicionado en uno de mis hermanos, amigos,
compañeros? ¡Señor, reconozco mi condición humana y mis debilidades, confieso que te he negado como
san Pedro tres veces, te confieso mi condición de pecador, de creerme seguro en mi fidelidad hacia Ti, en
no contar con mis debilidades por mi autosuficiencia y mi soberbia, pero quiero ser transparencia tuya en
medio del mundo! ¡Quiero, Señor, que lleno del Espíritu Santo que viene en mi ayuda no traicionarte con
mis palabras, ni con mis gestos ni con mis acciones! ¡Quiero, Señor, abrir los ojos que iluminan mi corazón
para ver la realidad desde el prisma de Dios y no el mío tan mundano! ¡Quiero ser persona de espíritu
abierto, fiel, que viva según el Espíritu para realizar las obras según el Espíritu que es lo que Dios desea
para mí! ¡No permitas, Señor, que me abone al conformismo, a acomodarme a lo fácil, al no arriesgar, a
vivir sin confianza, a encerrarme en mi mismo, a no ser testigo de tu verdad, abierto siempre a la acción del
Espíritu en mí! ¡Señor, no permitas que mi interés sea solo por lo material y no por lo espiritual, a estar
interesado por lo que tú me enseñas, no dejes que el Evangelio sea un medio para mi propio fin personal y
orgulloso! ¡Tú me conoces, Señor, hazme un cristiano comprometido con tu verdad, ayúdame a ser como
Tú, no permitas que falte a tu confianza! ¡No permitas que nunca me aleje de Ti! ¡Ayúdame a ser más
humilde y desde la humildad aprender a valorar la confianza que tienes en mí!
¡Búscame a mí, Señor!
28 MARZO, 2018 / 1 COMENTARIO

Miércoles Santo. A un día de la Pasión de Cristo. Jesús se predispone a cargar el pesado madero camino del Calvario.
Este gesto de cargar la cruz tiene una gran profundidad para mi sendero espiritual.
La cruz es la viva representación de la vida misma y de todas las circunstancias que me rodean, de los problemas
cotidianos, de las constantes caídas, de los conflictos que de manera conscientemente genero, de aquellos que me llegan
sin esperarlos. Cristo me enseña a cargar la cruz, mi propia cruz, siendo responsable de mis propios actos aunque
también el saber pedir ayuda cuando el peso es excesivo y las cargas dolorosas.
Los clavos que traspasan las manos y los pies de Cristo significan para mí la manera como afronto las vicisitudes de la
vida y los problemas que me atenazan. Puedo quedarme apresados en ellos o, como Jesús, resucitar y dar cabida a la
esperanza, a la alegría, a la confianza y avanzar en mi peregrinaje vital.
El camino que conduce hasta el monte Calvario es largo y sinuoso, difícil de transitar, como lo es también la vida. En
este caminar serán muchas las personas que pasen a mi lado, unos me halagarán, otros me traicionarán, otros me
apoyarán, otros me levantarán y para otros seré alguien indiferente.
Como a Jesús en su caminar ascendiendo hasta el lugar de su crucifixión encontraré quien me dé de beber, quien me
limpie el rostro en el desconsuelo, quien me latigue con sus críticas, quién me fustigue con su indiferencia o quien se
acerque a mi para llevar la cruz. O también a quién no he dado de beber, ni he limpiado su rostro, o he fatigado con mis
críticas o no me he acercado para portar su cruz. Esas personas representan a mi familia, a mis amigos, a mis
compañeros de trabajo, a la gente de mi círculo social, a los conocidos que se crucen en mi camino.
En este Miércoles Santo quiero ser consciente de que camino al lado de Jesús. Que como él voy lleno de heridas pero
que no debo dejar de portar la cruz con entereza y dignidad porque en definitiva mientras camino con ella a cada paso
que doy me acompaña la sombra indeleble de mi propia vida, de mis propios actos y de mi auténtico ser.
¡Señor, estoy llamado a unirme a ti, acompañarte en el camino de la Cruz! ¡En este Miércoles Santo quiero prepararme
bien para vivir contigo espiritualmente la Santa Cena, la institución de la Eucaristía y el sacerdocio, estar contigo en el
huerto de Getsemaní, llorar por mis pecados, aceptar con dolor que serás flagelado por mis faltas y mis pecados, cargar
contigo la cruz! ¡Quiero acompañarte en silencio para unirme a tu amistad de una manera especial entregándote mis
dolores y hacerlos uno contigo, mis sufrimientos y hacerlos uno contigo, mis pesares y hacerlos uno contigo! ¡Quiero
contemplar tus sufrimientos Señor y que mi corazón se llene de compasión para tomar con fortaleza el saber sobrellevar
cada una de las pruebas que me presenta la vida! ¡Señor, en estos días te vas a sentir muy solo, búscame a mí! ¡Señor, te
vas a encontrar sin nadie que te acompañe, búscame a mí! ¡Te encontrarás abrumado por el silencio, escucha mi oración
y mis palabras de amor! ¡Te llenará de desconsuelo el desprecio de la gente, reposa en mi! ¡Te pesará la cruz, déjame
que te ayude a llevarla! ¡Te verás despojado de tus vestiduras, desnudo frente al mundo, déjame que ame tu desnudez y
que sea yo quien te vista! ¡Permíteme, Señor, ser un auténtico testigo de tu verdad, concédeme la gracia de ser tu
palabra, tus gestos, tu mirada! ¡Dame la gracia de ser tu refugio en estas horas difíciles y vivir auténticamente como
viviste tu!

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