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Siempre escuchamos la historia de dos ladrones uno devoto y otro impío, pero es un poco más
complicada que eso. Al principio los dos ladrones ultrajaban a Jesús y se burlaban de su condición
como podemos escuchar en “Mateo 27:38 “Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a su
diestra y otro a su siniestra”. Y en Mateo 27:44 “De la misma forma le injuriaban también los ladrones
que estaban crucificados junto a él”.
Pero algo sucedió en el transcurso de esas amargas horas. Algo le dijo a uno de los ladrones que
Jesús no era un hombre cualquiera, algo le dijo a uno de los ladrones que este hombre era rey!
Quizás pudo haber sido el letrero que pusieron sobre su cabeza, como aparece en Lucas 23: 38
“Había también sobre él una inscripción escrita con letras griegas, latinas y hebreas que decía:
ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS”.
O quizás fue algo más específico, quizás fue algo en el mismo Jesús. Quizás fue el momento donde
imploró por sus transgresores, o quizás fue su mirada de amor. Y así al final, el ladrón reconoció a
Jesús como el cristo. Y se identifica la epifanía de este ladrón en Lucas 23: 39-43