102 a las Relaciones Internacionales.Nicolás Maquiavelo
Material de Clase El realismo político en Maquiavelo. liberalidad; de lo contrario, o sería seguido por Original de 1513 520 sus soldados . Puedes most arte mucho más da- Maquiavelo, N. (1983). El príncipe. Madrid: Sarpe. divoso,XVIIyay XVIII Capítulo que das lo que o es tuyo ni de tus súbditos, como hicieron Ci o, César y Alejan- dro521; porque gastar lo de l s otros no perjudica a tu reputación, sino que le añade una más so- bresaliente522; gastar lo tuyo es lo único que te perjudica. No hay nada que se consuma tanto a sí mismo como la liberalidad; mientras la ejerces, pierdes la facultad de ejercer a; te vuelves pobre y despreciable 523 , o, para ese par de la pobreza, rapaz y odioso 524 . Entre tod s las cosas de que un príncipe debe preservarse está la de ser me- nospreciado y aborrecido; y 1· liberalidad te con- duce a ambas. Por tanto, ha más sabiduría en soportar la reputación de avaro, que produce una infamia sin odio, que en ver e, por el deseo de tener fama de liberal, en la n cesidad de incurrir en la nota de rapaz, que prod ce una infamia con odio 525 .
XVII
DE LA CRUELDAD Y DE A CLEMENCIA, Y SI V ALE MAS SER Aiv ADO QUE SER TEMIDO
l. DESCENDIENDO des ués a las demás
cualidades alegadas a 1teriormente, digo que todo príncipe debe desear ser tenido por cle- mente y no por cruel; sin em argo, debe cuidar El Príncipe 103
de no usar mal esta clemencia526 . César Borgia
era considerado cruel; no obstante, su crueldad había reparado los males de la Romaña, extin- guido sus divisiones, restablecido en ella la paz, y la había hecho fiel 527 . Si consideramos bien todo esto, veremos que él fue mucho más clemente que el pueblo florentino, el cual, para huir de su fama de cruel, dejó destruir Pistoya 528 . Un prín- cipe, por tanto, no debe temer la infamia aneja a la crueldad, a fin de tener a sus súbditos unidos y fieles 529 : porque con poquísimos ejemplos será más clemente que aquellos que, por demasiada clemencia, dejan engendrarse desórdenes, de los cuales no nacen más que asesinatos y rapiñas: pues éstos suelen ofender a la universalidad de los ciudadanos, mientras que los castigos que di- manan del príncipe sólo ofenden a un particu- lar530. Además, entre todas las clases de príncipe, al príncipe nuevo le es imposible evitar la repu- tación de cruel531 , a causa de que los Estados nuevos se hallan llenos de peligros. Virgilio, por boca de Dido, dice:
Res dura, et regni novitas me talia cogunt
Moliri, et late fines custode tueri 532 .
Sin embargo, debe ser comedido al creer y al
actuar, no atemorizarse nunca él mismo 533 , y proceder moderadamente, con prudencia y huma- nidad, de modo que la confianza desmedida no lo convierta en incauto, y la desconfianza exagerada no le haga intolerable 534 . 104 Nicolás Maquiavelo
2. Nace de ello una disputa: si vale más ser
amado que temido, o todo lo contrario 535 . Se res- ponde que se quiere ser las dos cosas; pero, como es difícil conseguir ambas a la vez, es mu- cho más seguro ser temido primero que amado, cuando se tiene que carecer de una de las dos cosas 536 . Porque de los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, si- muladores y disimulados, que huyen de los peli- gros y están ansiosos de ganancias 537 ; mientras les haces bien, como dije más arriba, te son ente- ramente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal, su vida y sus hijos 538 , cuando la necesidad está cerca; pero cuando la necesidad desaparece, se rebelan. Y el príncipe que se ha fundado por en- tero en la palabra de ellos 539 , encontrándose des- nudo de otros apoyos preparatorios, decae; por- que las amistades que se adquieren con el dinero y no con la grandeza y nobleza de alma 540 , no son de provecho alguno en los tiempos difíciles, por más bien merecidas que estén. Y los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer 541 ; pues el amor se retiene por el vínculo de la grati- tud, el cual, debido a la perversidad de los hom- bres, es roto en toda ocasión de propia utilidad; pero el temor se mantiene con un miedo al cas- tigo que no abandona a los hombres nunca 542 . 3. Sin embargo, el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio 543 ; porque puede muy bien conseguir al mismo tiempo ser temido y no odiado; esto lo El Príncipe 105
conseguirá siempre, i se abstiene de robar la ha-
cienda de sus ciuda anos y súbditos, y de robar sus mujeres 544 : y cu ndo le sea indispensable de- rramar la sangre de lguien, hágalo cuando exista justificación conven ente y causa manifiesta 545 ; pero, sobre todo, ab téngase de tomar los bienes ajenos 546 : porque los hombres olvidan más pronto la muerte del padre que la pérdida del pa- trimonio547. Ademá , nunca faltan razones para robar los bienes ajen s; el que comienza viviendo de rapiñas, siempre ncuentra pretexto para apo- derarse de lo ajeno 48 ; y, por el contrario, los pretextos para derra ar sangre son más raros, y faltan con mayor frequencia 549 . 4. Pero cuando el príncipe está con sus ejércitos y tiene que goberna a multitud de soldados, en- tonces es completam nte necesario que no se pre- ocupe de la reputació de cruel, porque sin esta re- putación no se tiene nunca un ejército unido ni dispuesto para ningu a acción 550 . Entre las admi- rables acciones de Aníbal se cuenta que, te- niendo un numerosí imo ejército, compuesto de hombres de países uy diversos, y que iba a lu- char en tierras extra- as 551 , no surgió nunca nin- guna disensión, ni e tre ellos ni contra el prín- cipe, tanto en la mala como en la buena fortuna 552 . Esto no udo provenir más que de su inhumana crueldad, que junto con sus infinitas virtudes le hizo siem~re respetable y terrible a los ojos de sus soldados;¡ y sin ella no le habrían bas- tado sus demás vi~tudes para obtener aquel efecto 553 . Los escritqres poco reflexivos en esto, 106 Nicolás Maquiavelo
por una parte admiran su ac ión, y por otra vitu-
peran su principal causa554 . S. Y para convencerse de que sus demás vir- tudes no habrían bastado, p demos mencionar a Escipión, hombre excepciona no solamente en su tiempo, sino en toda la histor a de las cosas cono- cidas555, contra el cual se re elaron sus ejércitos 1
en España556 . Esto no derivó de otra cosa que de
su exceso de clemencia, qu dejaba a sus sol- dados más licencia de la que convenía a la disci- plina militar557 . En el Sena o, le reconvino de ello Fabio Máximo, quien le llamó corruptor de la milicia romana 558 . Los loe ios, habiendo sido destruidos por un lugartenie te de Escipión, no fueron vengados por él, ni la ~nsolencia del lugar- teniente fue castigada, provi iendo todo ello de su natural blando,· en tal g ado que, uno que quiso excusarle en el Senado, dijo que había mu- chos hombres que sabían mej r no errar, que co- rregir los errores 559 . Este nat ral habría alterado con el tiempo la fama y la gl ria de Escipión, si él lo hubiera conservado e el mando; pero, como vivió bajo la direcció del Senado, esta cualidad perniciosa no sólo de apareció, sino que se convirtió en gloria suya 560 . 6. Volviendo a la cuestió de ser temido y amado, concluyo, pues, que, mando a los hom- bres a su voluntad y temiendc a la del príncipe, debe un príncipe cuerdo fun arse en lo que es suyo 561 , no en lo que es de otr s: debe solamente ingeniárselas para evitar el dio, como he di- chos62_ El Príncipe 107
XVIII
DE QUE MODO LOS PRINCIPES DEBEN
GUARDAR LA FE DADA
l. CUAN loable es en un príncipe mantener
la fe jurada y vivir de un modo íntegro y no con astucia 563 , todos 564 lo comprenden: sin embargo, la experiencia de nuestros días nos muestra príncipes que han hecho grandes cosas 565 y, no obstante, han hecho poco caso de la buena fe y han sabido atraerse con astucia las mentes de los hombres 566 , de modo que incluso han aca- bado triunfando de los que se fundaban en la leáltad567 • 2. Debéis, pues, saber que hay dos maneras de combatir: una con las leyes, y otra con la fuerza; la primera es propia del hombre, la segunda lo es de los animales; pero, como muchas veces la pri- mera no basta, conviene recurrir a la segunda 568 . Por tanto, a un príncipe le es necesario saber ha- cer buen uso de una y otra. Esto es lo que con palabras encubiertas enseñaron a los príncipes los antiguos autores, los cuales escribieron que Aquiles y muchos otros príncipes de la antigüedad fueron confiados en su niñez al centauro Quirón, para que los custodiara bajo su disciplina569 . Tener por pre- ceptor a un maestro mitad bestia y mitad hombre no quiere decir otra cosa sino que un príncipe ne- cesita saber usar una y otra naturaleza 570 ; y que la una sin la otra no es duradera. 3. Así pues, viéndose un príncipe en la necesi- 108 Nicolás Maquiavelo
dad de saber obrar competentemente según la
naturaleza de los animales, debe entre ellos imi- tar a la zorra y al león a un tiempo; porque el león no se defiende de las trampas, y la zorra no se defiende de los lobos571 . Es necesario, pues, ser zorra para conocer las trampas, y león para destrozar a los lobos. Los que sólo toman por modelo al león no entienden sus intereses 572 . _Por tanto, un príncipe prudente no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio, y cuando las razones que la. hicieron prometer ya no exis- ten573. Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería bueno 574 ; pero, como son malos y no observarían su fe con respecto a ti, tú tampoco tienes que observarla con respecto a ellos575 . Nunca le faltan a un príncipe razones legí- timas para cohonestar la inobservancia576 . De esto se podrían dar infinitos ejemplos recientes, y mos- trar cuántos tratados de paz, cuántas promesas han quedado anuladas y vanas por la infidelidad de los príncipes 577 : el que mejor supo obrar como zo- rra, tuvo mejor acierto. Pero es necesario saber encubrir bien este natural, y tener gran habilidad para fingir y disimular 578 : los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las nece- sidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar579 . 4. Entre los ejemplos recientes, no quiero pa- sar uno en silencio. Alejandro VI no hizo nunca otra cosa, ni pensó nunca en otra cosa que enga- ñar a los hombres, y siempre encontró medios de El Príncipe 109
poder hacerlo 580 . o existió nunca un hombre
que tuviera may r eficacia en aseverar, y con mayores jur mentos afirmara una cosa, que al mismo tie 1po la observara menos; sin embargo, sus enga os le salieron siempre a me- dida de sus dese s, porque sabía cómo hacer caer a los hombres con semejante estratagema 581 . No es necesario, p es, que un príncipe posea de hecho todas las cu lidades mencionadas, pero es muy necesario que parezca poseerlas. Incluso me atreveré a decir q e si las posee y las observa siempre, serán pe judiciales, y, si parece po- seerlas, le serán út les 582 ; puedes parecer manso, fiel, humano, leal, religioso y serlo 583 ; pero es preciso retener tu lma en tanto acuerdo con tu espíritu que, en C' so necesario, sepas variar de un modo contrario. Y hay que comprender bien que un príncipe, especialmente un príncipe nuevo, no puede bservar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son considerados buenos, ya que a enudo se ve obligado, para conservar el Estad , a obrar contra la fe, contra la caridad, contra a humanidad, contra la reli- gión584. Es menes er que tenga el ánimo dis- puesto a volverse s gún que los vientos de la for- tuna y las variacion s de las cosas se lo exijan, y, como dije más arri a, a no apartarse del bien, mientras pueda 58 5, ino a saber entrar en el mal, cuando hay necesid d. 5. Un príncipe, pues, debe tener gran cuidado de que nunca le sal a de la boca una cosa que no esté llena de las cin o mencionadas cualidades, y JIO Nicolás Maquiavelo
de que parezca, al verle y oírle, todo bondad,
todo buena fe, todo integrid d, todo humanidad, todo religión 586 . Y no hay cosa más necesaria para aparentar tener que es a última cualidad 587 • Los hombres en general juz an más por los ojos que por las manos 588 ; porq e el ver pertenece a todos, y el tocar a pocos. 1 dos ven lo que pa- reces, pero pocos comprend n lo que eres~~'1 ; y estos pocos no se atreven a ponerse a la opinión de muchos, que tienen la ajestad del Estado que les protege 590 ; en las a ciones de todos los hombres, especialmente de os príncipes contra los cuales no hay juicio a quien reclamar, se con- sidera el fin. Procure, pues, un príncipe conser- var y mantener el Estado: lo medios que emplee serán siempre considerados onrosos y alabados por todos; porque el vulgo s deja siempre coger por las apariencias y por el a ierto de la cosa 591 y en el mundo no hay sino v lgo; los pocos espí- ritus penetrantes no tienen Ju ar en él, cuando la mayoría tiene dónde apoyars 592 . Un príncipe de nuestros tiempos 593 , al cual no está bien nom- brar, jamás predica otra cosa que paz y lealtad, y en cambio es enemig~ acérri o de una y otra; si él las hubiera observado, muchas veces le habrían quitado la reputación o el Est~do.