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La revolución científica
Una rnterpretaCion alternatrva
1. ¿Qué se sabía?
1. La escolastlca era una forma de la f1losofla anstotehca, especialmente tal como la desa-
rrollo Santo Tomas de Aqu1no (e 1225-1274), que se enseñaba en las umvers1dades me-
dievales (•escuelas•) A sus segu1dores se les llamaba a veces •escolastlcos•
no podían estar en la superf1c1e solar de la creenc1a trad1c1onalmente
aceptada según la cual el Sol era Inmaculada e Inmutablemente per-
fecto Argumentó contra un oponente anstotéhco que, sencillamente,
no era legít1mo cons1derar la perfección del Sol como una prem1sa
mdudable en un argumento f ís1co Más b1en, debemos pasar de lo
que Gahleo cons1deró como un hecho observac1onalmente b1en esta- La Revolucoon
c1enbfoca
blecido, es deCir, que las manchas estaban en la superf1c1e solar, a la
conclus1ón de que podría haber tanta 1mperfecc1ón en los Cielos
como en la T1erra
3. Sta1nes era un pueblo que d1staba alrededor de tre1nta k1lometros de la Clty de Londres
cerca de lo que es hoy el aeropuerto de Heathrow lnvest1gac1ones h1stoncas rec1entes sm
embargo han señalado que la expenenc1a europea del Nuevo Mundo estaba muy med1ada
por las ant1guas trad1crones textuales que generaban expectat1vas acerca de como podaa
ser d1cho mundo
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La Revoluoon
oenbfJCa
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Figura 4. El cosmos ptolema1co representado a med1ados del s1glo XVII por el ~
emmente astronomo germano-polaco Johannes Hevellus ( 1611-1 687)
Fuente Johannes Hevellus, Selenograph1a (1647)
l
esfera cuya rotac1ón causaba el mov1m1ento c1rcular de todo el
s1stema celeste
El s1stema geocéntnco de Ptolomeo Incorporaba 1deas gnegas
acerca de la naturaleza de la matena Cada uno de los cuatro «ele-
mentos» -t1erra, agua, a1re y fuego- tenía su «lugar natural», y
cuando estaba en ese lugar permanecía en reposo Es c1erto que La Revoluoon
45 4. Es notable que la nueva C1enc1a del s1glo XVII retuv1era el antropocentnsmo en otro sent,-
do Como se d1scutJra en el capítulo 3 las concepc1ones mecamcas de la naturaleza con
servaron y respaldaron la posiCIOn umca de los seres humanos dentro de una naturaleza
creada, cuyas partes no humanas hab1an s1do especialmente planeadas por 01os con el f1n
de proporc1onar a los humanos morada y recursos para la v1da Esta clase de antropocen-
trismo SIQUIO s1endo una caractenst1ca central de la c1enc1a hasta la aceptac1on del darw1-
n1smo a f1nales del s1glo XIX
5. En realidad Copern1co mtroduJO tamb1en un tercer mov1m1ento de la T1erra un «balan-
ceo• con1co muy lento del eJe de la T1erra que pretend1a expl1car los pequeños camb1os de
c1a común era sólo una «apanenc1a». S1 el sent1do común espera-
ba que d1chos mov1m1entos, en el caso de ser reales, obligarían a
la gente a SUJetar su sombrero para que no se lo llevara el v1ento
resultante o harían que la gente se cayera de la T1erra, entonces
tanto peor para el sent1do común. Y s1 las p1edras lanzadas hac1a
arnba volvían a caer en el punto de part1da, entonces se necesi- La Revoluoon
oenbfrca
taba una fís1ca nueva que, yendo más allá del sent1do común,
pud1era explicar por qué ocurría lo m1smo en una T1erra en movi-
miento La pos1c1ón de la T1erra en el un1verso ya no era ún1ca
Algunos coperntcanos consideraban tncluso que el hecho de que
no lo fuera aumentaba las pos1btltdades de que hub1era otros glo-
bos habttados y otros ttpos de humanos y, en 1638, el matemá-
ttco 1nglés John W1lkms ( 1614-1672) publico un tratado «para
demostrar que es probable que haya otro mundo hab1table» en la
Luna
Y s1 la percepc1ón humana común veía una bóveda celeste car-
gada de estrellas por enc1ma de la T1erra, las expltcac1ones de los
astrónomos modernos ampliaban enormemente la escala del cos-
mos Cuando Galileo d1ng1ó su telescopio a las estrellas, v1o un
número de ellas muchís1mo mayor que el que es pos1ble observar a
s1mple v1sta A las tres estrellas conocidas en el c1nturón de Onón,
Galileo añad1ó unas ochenta más (f1g. 5) Algunas estrellas nebulo-
sas se resolvteron ahora en pequeñas vías lácteas Galileo notó
tamb1én que, en comparac1ón con lo que ocurría con la Luna y los
planetas, el telescopio no parecía aumentar mucho el tamaño de
las estrellas Era pos1ble pues, s1 bten el m1smo Galileo era reticen-
te a la 1dea, que las estrellas pud1eran estar a una d1stanc1a Inmen-
sa Esta pos1btl1dad apoyaba al s1stema copern1cano, pues
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las pOSICiones estelares que se hab1an observado a lo largo de m1les de años Una expllca-
Cion completa del desarrollo de la astronom1a en la Revoluc1on C1entlf1ca d1scut1na tamb1en
el •comprom1so• entre P1olomeo y Copern1co que propuso el me¡or astronomo observaclo-
nal de f1nales del s1glo XVI el danes Tycho Brahe ( 1546-1601) En el SIStema t1cOn1co, los
planetas g1ran alrededor del Sol el cual a su vez. g1ra alrededor de una lierra central esta-
tlca En real1dad para muchos copern1canos emmentes, el esquema a combat1r era el de
Tycho -apoyado por los m1embros de la Orden de los Jesu1tas que desarrollaban una act1-
v1dad C1entlf1ca mas 1mportante-, mas que el de P1olomeo
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6. l_a paralaje es el camb1o de angulo que se observa cuando un objeto se diVISa desde
dos pOSICIOnes La paralaje anual de un objeto celeste cercano debena ser notablemente
grande m1entras que en un Objeto muy d1stante podna ser lo suf1c1entemente pequeño co
mo para resultar 1mperceptlble Copermco y sus contemporaneos no pud1eron detectar la
paralaje anual de las estrellas fiJaS
de 1nf1n1tud, el debll1tam1ento de los s1stemas trad1c1onales de
conoc1m1ento cosmológ1co y la ellm1nae~ón del lugar central de la
T1erra, pero n1nguna es más elocuente que la del clengo y poeta
1ngles John Donne que, en 1611, escnb1ó
• A Koyre Del mundo cerrado al uniVerso mfmtto trad de Carlos Sohs Madnd, S•glo XXI
1979 pag 32 (N del t.)
1. •El s1lenc1o eterno de los espac1os 1nf~n1tos me espanta• Estas palabras no pretend1an ex-
presar la act1tud personal de Pascal como f1losofo s~no la de los •libertinos• contemporaneos
recta hacra el centro de la Trerra, y se moverá así a menos que el
cuerpo térreo encuentre un obstáculo que bloquee su trayectona
o un empuje que lo haga moverse en otra drreccrón El movrmren-
to natural trende hacra el lugar natural Por supuesto, Anstóteles
sabía muy bren que había muchas clases de mov1m1entos que no
son rect1líneos Éstos se llamaban «movrm1entos v1olentos», movr- La Revoluc1on
oenbfiCa
mlentos en contra de la naturaleza de los cuerpos, y debían explr-
carse por la accrón de fuerzas externas, como la que una persona
podría hacer a una predra para hacer que se mueva hacra arrrba o
en una drreccrón paralela al suelo Pero sr consrderamos los mov1-
m1entos art1f1c1ales que se obl1ga a hacer los cuerpos, no podemos
saber nada de los movrmrentos naturales
De modo que, para Anstóteles y sus segurdores, todo movl-
mrento natural trene un carácter de proceso Los cuerpos se mue-
ven naturalmente para real1zar sus naturalezas, para transformar lo
potenc1al en actual, se mueven naturalmente hacra su lugar natural
En este sentrdo, el modelo de la físrca anstotéhca era la brología, y
empleaba categorías explicativas srmtlares a las que se utilizaban
para entender los seres v1vos Así como el desarrollo que expen-
menta la bellota hasta convertirse en un roble es la transformacrón
en actual de lo que era potenc1al, la caída de una predra desde una
altura determrnada es la actualtzacrón de su potenc1a, la realrzac1ón
de su «naturaleza» Es ev1dente que ex1ste una resonancra entre las
expl1cacrones tradrc1onales del movrm1ento natural y la textura de la
expenencta Los seres humanos ofrecen explrcactones teleológrcas
-onentadas a frnes- de sus prop1os movrmrentos 6Por qué cami-
na el pastor hac1a su cabaña? Porque qu1ere estar allí 6Por qué las
llamas se elevan de la hoguera? Porque asp1ran a rr a su lugar
natural. Éste es precrsamente el sent1do en que la fís1ca trad1c1onal,
la que estaba v1gente en vísperas de la Revoluc1ón c1entíf1ca, tenía 50
un carácter antropomórfico El carácter bás1co de las categorías
que se utll1zaban para explicar el movrmrento de las predras era
apreciablemente srmdar al de las que se utrlrzaban para explicar el
movrmrento de los humanos Por esta razón, se puede consrderar,
de manera general, que las 1deas trad1c1onales de la matena son
«amm1stas» en la med1da en que atnbuyen caractenst1cas prop1as
del alma (el térm1no lat1no amma s1gn1f1ca «alma») a los objetos y
los procesos naturales 8
Los nuevos filosofes naturales del s1glo XVII aprovecharon - en
realidad , cancatunzaron- estas caractensbcas teleolog1cas y anl-
(,o~.~e se sab1a? m1stas de la fís1ca trad1c1onal del mov1m1ento como pruebas de su
absurd1dad e mmte!Jg¡blfldad Lo que durante s1glos había propor-
Cionado a la f1s1ca su conex1ón con el sent1do comun ahora se con-
Sideraba como un s1gno de su falta de adecuac1ón La s1mple
af1rmaC1ón del caracter teleológ1co de la filosofía natural anstotell-
ca contaba como una cnt1ca El filosofo 1nglés Thomas Hobbes
( 1588- 1679) fue uno de los muchos cnt1cos del anstotel1smo en
el s1glo XVII que desacreditaron las creenc1as fís1cas trad1c1onales
alud1endo sarcásticamente a su antropomorfismo Anstóteles afir-
mó que los cuerpos descendían porque eran pesados «Pero s1
preguntamos qué s1gmf1ca peso, lo def1n1ran como la tendencia a 1
1
La máquina natural
8. Los h1stonadores han llamado tamb1en h1lozorstas a estas pautas de creenc1a un term1
no compuesto que se denva de los term1nos gnegos para •matena• y •v1da• La referenc1a
a la naturaleza antropomorf1ca de la fls1ca anstotehca refleJa parc1almente una caractenza-
c•on polem1camente desarrollada por sus oponentes del s1glo XVII Aunque la observac1on
acerca de la resonanc1a entre las categonas explrcat1vas humanas y naturales esta bren
fundamentada es rmportante notar que el m1smo Anstoteles prev1no contra la 1dea de que
•la naturaleza dehbera•
máquma desempeñaba un papel tan f undamental en tendencias
Importantes de la nueva c1enc1a que a muchos de sus exponentes
les gustaba refenrse a su práct1ca como la filosofía mecámca Los
filósofos modernos d1sputaban sobre los lím1tes y la naturaleza de
la expl1cac1ón mecán1ca, pero las expl1cac1ones de la naturaleza
proptamente mecán1cas eran reconocidas generalmente como el La Revoluc•on
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Figura 6. El reloJ de la catedral de Estrasburgo El segundo reloJ de la catedral,
que es al que se reftere Boyle se termrno de construrr en 1574 Esta rlustracron
muestra el relOJ tal y como se reconstruyo en la decada de 1870 No se ltmtta a
marcar la hora, ademas tndtca los crclos lunares y solares, calcula los eclipses,
etc El gallo automata que esta srtuado en la parte superror de la torre rzquterda
canta tres veces a med rodra en memona de la tentacron de San Pedro Fuente
ScJentdtc Amencan, 1O de abnl de 1875
ello, del poder de moverse por sí m1smas de maneras d1versas»
0Por qué no se debería exphcar la resptrac1ón, la d1gesttón, la loco-
moeton y la sensac1ón de la m1sma manera que explicamos los
mov1m1entos de un relOJ, una fuente arttflctal o un molino? En la
década de 1660, el filósofo mecan1c1sta mglés Robert Boyle
<-oue ~e -a a? ( 1627-1691) escnb1o que el mundo natural era «como SI diJera-
mas, un gran reloJ» As1 como el espectacular relOJ de la catedral de
Estrasburgo (f1g 6), que fue constru1do a f1nales del s1glo XVI, utili-
zaba mecanismos y mov1m1entos para 1m1tar los compleJOS movi-
mientos del cosmos (geocentnco), Boyle, Descartes y otros
filosofas mecan1ctstas recomendaban la metafora del relOJ como
un med1o, ftlosof1camente legítimo para comprender la estructura y
el func1onam1ento del mundo Para Boyle, la analog1a entre el uni-
verso y el relOJ de Estrasburgo era tan ferttl como exacta «Las
d1versas p1ezas que forman esa cunosa maqu1na están tan b1en
montadas y adaptadas entre sí, y tienen tales mov1m1entos que
aunque las numerosas ruedas y otros mecan1smos se mueven de
maneras d1st1ntas, lo hacen s1n nada parec1do al conoc1m1ento o
des1gn1o, sm embargo, cada p1eza realiza su comet1do de acuerdo
con el ftn para el que fue 1deada, tan regular y un1formemente
como s1 lo h1c1era deliberadamente y con la preocupac1on de cum-
plir con su deber»
Ast pues, muchos filósofos mecan1c1stas del s1glo XVI I quedaron
1mpres1onados por vanas caractenst1cas del reloJ, y v1eron en ellas
recursos metafoncos aprop1ados para la comprens1ón de la natura-
leza En pnmer lugar, el reloJ mecán1co es un artefacto compleJO,
dtseñado y constru1do por personas para cumpl1r unas func1ones
que otras personas han pensado El relOJ, aunque es man1mado,
1m1ta la complejtdad e tntenctonaltdad de los agentes tnteltgentes
57 S1 no se conoc1era la ex1stenc1a de un reloJero mtellgente que lo
construyó 1ntenc1onadamente, se podría suponer que el reloJ m1smo
era mtellgente y functonaba deliberadamente La populandad con-
temporánea de los autómatas -máqUinas que 1m1taban f1elmente
los mov1m1entos de los humanos y de los an1males- 1mpres1onó
tamb1én a vanos f tlósofos mecantc1stas (vease el gallo autómata en
la f1g 6). Que máqu1nas hábilmente d1señadas pud1eran engañar a
los observadores 1ngenuos, haciéndoles creer que estaban v1endo
algo natural y an1mado, contaba a favor de la leg1tlm1dad de la
metáfora mecán1ca. Sm embargo, la gente más av1spada sabía con
segundad que los reloJeS y autómatas no eran agentes 1ntel1gentes
Por lo tanto, el reloJ, y otros mstrumentos mecán1cos Similares, La Revoluct6n
ctenbftca
sum1n1straban recursos val1osos a los que se esforzaban por pro-
porcionar una alternativa convincente a los s1stemas f1losóf1cos que
ut11izaban noc1ones de 1nteligenc1a y f1nalidad en sus esquemas del
func1onam1ento de la naturaleza Las máqumas pueden actuar
como los agentes mtenc1onales, e 1ncluso pueden sustitUir el traba-
JO humano mtenc1onal, y esta semeJanza formaba parte de su atrac-
tivo como metáforas Sm embargo, está claro que no son agentes
1ntenc1onales, y esta d1ferenc1a formaba parte de su poder explica-
tivO Se puede consegu1r la apanenc1a de des1gnto compleJO y fma-
lldad en la naturaleza sm atnbu1r des1gn1o y f1nalidad a la naturaleza
matenal Como veremos en el capítulo 3, en el un1verso podría exis-
tir un agente Inteligente que tuv1era la m1sma relac1ón con la natu-
raleza que la que t1ene el reloJero con sus reloJes, pero no se debe
confundir el producto 1nan1mado de la mtel1gene~a con la mteligen-
Cia m1sma
El reloJ era tamb1én un eJemplo de umform1dad y regulandad S1
los filósofos consideraban que el mundo natural exh1bía pautas
ordenadas de mov1m1ento, el reloJ mecántco era un modelo accesi-
ble de la producc1ón mecán1ca de mov1m1entos naturales regulares.
Las máqumas tenían una estructura determmada los matenales y
mov1m1entos requendos para constrUirlas, y para hacerlas funcio-
nar, eran famtliares y, en pnnctpto, espec1f1cables Esto es, se Juzga-
ba que las máqumas eran totalmente mteftg1bles Según esta
representación cultural, en una máqu1na no había nada m1stenoso 58
o mág1co, nada 1mpredec1ble o causalmente capnchoso. La metá-
fora de la máqu1na podría ser, pues, un vehículo para «eliminar el
asombro» en nuestra comprens1ón de la naturaleza o, como lo for-
muló el soc1ólogo Max Weber a com1enzos del stglo XX, para «el
desencantamiento del mundo» De esta manera, las máqu1nas pro-
porc1onaban un modelo de la forma y el alcance que el conoc1-
m1ento adecuado de la naturaleza podría tener, y de cómo podrían
ser correctamente formuladas las 1nterpretac1ones humanas de la
naturaleza Se trata de pensar la naturaleza como SI fuera una
maquma, de atender a las un1form1dades de sus mov1m1entos,
(.oue se ~a? desentendiéndose de las 1rregulandades ocas1onales que se pue-
den observar 1ncluso en las máqu1nas que estan meJOr constru1das,
de mterpretar la naturaleza, en la med1da de lo pos1ble, como s1
fuera una maqu1na causalmente espee1f1cable Las InterpretaCio-
nes de la naturaleza que adoptan esta forma son filosóficamente
adecuadas, leg1t1mas e mtehg1bles
S1n embargo, debe apuntarse que, por así dec1r, no hay nada
«en la naturaleza>> de las máqumas que 1mp1da que se las conside-
re m1stenosas, y una línea de pensamiento que se remonta al
período helemsbco explicaba las máqu1nas como s1 fueran algo
más que la suma de sus partes matenales Boyle, por eJemplo,
escnb1o acerca de la vanab1lldad cultural de las aprec1ac1ones de
las maqUinas Relató una h1stona -probablemente apócnfa- acer-
ca de los JeSuitas «que, según se d1ce, regalaron un relOJ al rey de
Chma, el cual cons1deró que era una cnatura v1va)) El m1smo Boyle
aceptaba la adecuac1ón de una expl1cac1ón formulada enteramen-
te en term1nos de «la forma. el tamaño, el mov1m1ento, etc, de los
muelles, contrapesos y otras partes del reloJ», pero reconocía que
«no podría haber expuesto un argumento que hub1era consegu1do
convencer al monarca ch1no de que el relOJ no estaba VIVO» Una
metáfora mecan1ca de la naturaleza 1mpllcaba, como ocurre con
todas las metáforas que se cons1deran legít1mas, que nuestra com-
prensión de ambos térmmos camb1a con su yuxtapos1c1ón La leg1-
bm1dad de una metáfora no está sujeta a prueba
59 Para los filósofos que tenían la m1sma onentac1ón que Boyle o
Descartes, la expllcac1ón mecán1ca de la naturaleza contrastaba
explícitamente con el antropomorfismo y el an1m1smo de gran
parte de la filosofía natural trad1c1onal Pract1car la filosofía mecá-
mca suponía, por cons1gu1ente, separarse rad icalmente de los que
atnbuían fmalldad, 1ntenc1ón o sens1bll1dad a las ent1dades natura-
les Las expl1cac1ones mecán1cas de los fenómenos naturales
varraban ampl1amente Algunos filósofos se atrevían a 1r más leJOS
que otros a la hora de espec1f1car la constJtucJón mecán1ca de la
naturaleza En secc1ones postenores de este l1bro se d1scut1rá lo
que 1mpftcaba proporcionar una explicaCión mecán1ca de los fenó-
menos naturales, cuáles eran los lím1tes de este tipo de explica- La Revoluaon
ctenbftca
CIÓn, y cuáles eran los domm1os en los que las expl1cac1ones
mecán1cas resultaban aprop1adas S1n embargo, a pesar de estas
dJferenCJas, todas las explicaciones mecámcas que se propus1eron
en el s1glo XVII estaban enfrentadas a la trad1c1ón que adscnbía a la
naturaleza y a sus componentes, las capac1dades de fmal1dad,
1ntenc1onal1dad y sens1bil1dad
En el s1glo XVII era un hecho b1en conoc1do que las bombas
asp1rantes no podían elevar el agua a una altura supenor a d1ez
metros aproximadamente (f1g 7) Esta 1ncapac1dad se atrrbuí~ en
parte, a las características de los matenales que se utilizaban -por
eJemplo, la poros1dad de los tubos de madera- y en parte a la doc-
tnna trad1c1onal que consideraba que la naturaleza aborrece el
vacío 9 Desde el punto de v1sta trad1c1onal, el hecho de que una
bomba asp1rante pueda elevar el agua se debe a que, como el agua
aborrece el vacío, mtenta ascender para 1mped1r que se forme el
vacío en la parte supenor del tubo As1m1smo, la altura lim1tada de la
columna se puede cons1derar como una med1da cuant1tat1va de la
mtens1dad con que el agua aborrece el vacío Por cons1gu1ente, la
expl1cac1on tradiCIOnal de un efecto b1en conoCJdo, y de 1mportancra
práct1ca, adscnbía caractenst1cas mtenCJonales a una pequeña
parte de la naturaleza, en este caso, una cant1dad de agua
Los problemas planteados por los fenómenos de las bombas
asp1rantes constituyeron un punto central en la drstlnCJón entre las
filOSOfíaS de la naturaleza <<nuevas» y <<VIeJaS», ccmecaniCIStas» y 60
((anstotélrcas>> En 1644, el matemático 1tal1ano Evangelista Torncell1
La RevoluctOn
oenbf1ca
62
de arre atmosfénco La columna de agua alcanza su altura de repo-
so cuando su peso es rgual al del arre atmosfénco que empuJa con-
tra su base De esta forma, Torncellr pretendía utrlrzar el b1en
conocrdo func1onam1ento de la balanza como modelo para com-
prender los fenómenos de las bombas En realrdad, la rdea mrsma
de que el atre ttene peso es un desafto a las creenetas basadas en
la noctón de «lugar natural», ya que los anstotéltcos sostenían que
nt el atre nt el agua pesan en sus «lugares naturales», por eJemplo,
el atre en la atmósfera y el agua en el mar
Se sabía que el mercuno es, aproxtmadamente, catorce veces
(¡aue se saeta? más denso que el agua Por constgUtente, la expltcactón mecántca
predecía que st un tubo de vtdno, cerrado en un extremo, se llena-
ba de mercuno y se tnvertía en un rectptente que contenta este
metal, la altura del ntvel de mercuno en el tubo debena ser sólo una
catorceava parte de la alt ura que alcanzaba el agua en las bombas
asptrantes Y esto fue lo que se observó (ftg 8) «Vtvtmos)), procla-
mó Torncellt, "en el fondo de un océano del elemento atre, el cual,
medtante una expenencta mcuest1onable, se demuestra que tiene
peso» En realidad, Torncelll había construtdo el pnmer barómetro -
de los térmtnos gnegos para «peso» y «medtda»- y muchos lo VIe-
ron como una conftrmactón dectstva de la concepc1ón mecantca de
la naturaleza Muchos, pero no todos La tdea de que el horror al
vacío desempeñaba algún papel legítimo en la expllcactón de estos
resultados estaba muy arratgada, y muchos ftlósofos de la pnmera
m1tad del stglo XVII, que s1n embargo estaban b1en dtspuestos hacta
el mecan1c1smo, pensaban que la tdea era plaustble El mtsmo
Gal1leo lo pensaba así
En Francta, Pascal cons1deró tn1c1almente que el expenmento
torncelltano sólo probaba que la fuerza con la que la naturaleza
aborrecía el vac1o era fm1ta Torncell1 había establecido, Simple-
mente, que d1ez metros de agua y setenta y tres centímetros de
mercuno medían esa fuerza tgualmente bten Ya que le faltaba
conftanza para formular generalizaciones acerca de la naturaleza a
part1r de unos pocos efectos producidos arttftctalmente, Pascal no
63 estaba dtspuesto a aceptar la analogía con la balanza mecántca, a
menos que pudtera vanar los pesos en ambos lados En 1647,
Pascal ptdtó a su cuñado Flonn Péner que transportara el baróme-
tro torncelllano a la c1ma del Puy-de-Dóme, un p1co volcántco de
Francta central, para observar los cambtos, s1 es que había alguno,
produc1dos en el n1vel de mercuno por una altura mayor Cuando
finalmente se h1zo la ascens1ón, en sept1embre de 1648, se deJÓ al
cu1dado de un monJe de un convento s1tuado al p1e de la montaña
un barómetro 1gual, de modo que su n1vel de mercuno pud1era ser-
VIr de «control». El cuñado 1nformó que la altura del n1vel de mer-
cuno en la c1ma -que estaba a unos novecientos metros por
enc1ma del punto de part1da- era aproximadamente s1ete metros y La Revoluc1o
c•enbfoca
med1o menor Hay menos atmósfera capaz de eJercer su peso
sobre el barómetro en la cumbre que en el p1e de la montaña Se
cons1deró que la causa de la conducta del barometro era el peso
del a1re y, a su vez, que el barómetro ofrecía una med1da f1able de
d1cho peso Pascal, en consecuencia, anunc1ó su convers1ón a la
concepción mecánica· «Todos los efectos atnbu1dos al [horror al
vacío] se deben al peso y a la pres1ón del a1re, que es su ún1ca
10
causa real» Ser un filósofo mecan1c1sta s1gn1f1caba prefem expli-
caciones en térm1nos de factores 1nan1mados, como el peso del
a1re, a las que Introducían factores 1ntenc1onales, como el horror al
vacío presente en la matena
Muchos filósofos mecan1c1stas contrastaron favorablemente
sus expllcac1ones de los fenómenos naturales con las que Invoca-
ban poderes «ocultos» En la trad1c1ón «mág ico-naturalista» del
Renac1m1ento, por eJemplo, era común suponer que los cuerpos
podían actuar entre sí a d1stanc1a med1ante poderes ocultos de
s1mpatía, atracc1ón y repuls1ón Aunque los efectos de estos pode-
res eran observables, los med1os por los que actuaban no lo eran
(por eso se llamaban ocultos) y no podían ser espec1f1cados en
termmos de las ord1nanas prop1edades «manifiestas» de la matena
sens1ble Las mfluenc1as astrológicas de los cuerpos celestes,
como los planetas, sobre los asuntos terrestres se expl1caban
Invocando poderes ocultos Así se explicaba que el Sol tenga el
poder de blanquear, que el ru1barbo pueda actuar como laxante y 64
1O. Otros f1losofos rep1treron vanas veces, en otras montañas, el expenmento del Puy-de-
Dome Aunque el expenmento ong1nal fue evidentemente dec1s1vo para Pascal otros no pu-
dieron reproducir la d1smlnuc1on del n1vel de mercuno Tampoco faltaron recursos que perm1
t1eran expl1car la d1smmucoon observada son aceptar completamente la exphcac1on mecan1ca,
por e¡emplo señalando la pos1ble 1nfluenc1a de los camb1os de temperatura En el próx1mo
cap1tulo se d1scuhra una d1stmc1on entre el peso y la pres1on del a1re
que el 1mán atra1ga al h1erro Se af1rmaba que los efectos de todos
estos poderes eran perceptibles, pero que los poderes m1smos no
se podían 1nfenr de la apanenCia man1f1esta de los planetas, el Sol,
el ru1barbo o los 1manes 11 El cuerpo humano (el m1crocosmos)
estaba conectado con el unrverso (el macrocosmos) med1ante una
<-aue se saiJ4a? sen e de 1nfluenc1as y correspondenciaS ocultas No es c1erto en
absoluto que los nuevos filósofos mtentaran desacreditar la leg1t1-
m1dad de los poderes ocultos o rechazar todas las af1rmac1ones
de la tradtcton astrológ1ca Entre los astronomos, Kepler y Tycho
Brahe fueron adeptos a la astrolog1a As1m1smo, Bacon y Boyle,
por eJemplo, aceptaron smceramente el pnnc1p1o de las Influen-
Cias celestes naturales, aunque s1multaneamente expresaban su
escepttc1smo frente a algunas formas pred1ct1vas de astrolog1a
que eran más amb1c1osamente espec1f1cas Boyle y otros miem-
bros de la Ro¡al Soc1ety de Londres, en la decada de 1660 y en
la s1gu1ente, no dudaban que esp1ntus Incorpóreos, bruJaS y demo-
niOS eJerc1eran efectos en el mundo natural aunque, como vere-
mos, tanto el lugar de estas ent1dades en la filosofía mecán1ca
como los med1os ut1llzados para establecer la verac1dad de las
af1rmae~ones concretas relacionadas con ellas estaban sometidos
a d1scus1on y control Sm embargo, era caractenst1co de la nueva
prácttca que se expresaran sospechas sobre una gama de aftrma-
CIOnes emp1ncas re laetonadas con las 1nfluenc1as ocultas o que,
en otros casos, se mtentara traduc1rlas a térmmos mecán1cos y
matenales.
67
12. La metaf151ca es la 1nvest1gac•on f1losoftca de los •pnmeros pr nc1p1os• que tncluye el
1nlento de caractenzar la naturaleza ull1ma de lo que ex1ste en el mundo Aunque algunos
escntores modernos cons1deraban que la metaf1s1ca era una parte 1m portante de la f1loso
fta natural o 1ncluso que era su fundamento otr~s condenaban la especulac1on metaf1s•ca
porque cons1deraban que se s1tuaba mas alla de los hm1tes prop1os de la 1nves!tgac1on
c1enttf1ca y ut11tzaban el term1no metaf1s1ca como un term1no mas o menos peyorat1vo que
serv1a para caltf1car af1rmac1ones ftlosof1cas que eran abstrusas abst'actas o en algun
senbdo 1ndec1d1bles uttl1zando los med1os ordmanos
llo que la había produc1do, tncluso en el caso de que el arma y la
henda estuv1eran separadas por una d1stanc1a de hasta Cincuenta
kilómetros Bacon no estaba d1spuesto aún a aceptar o rechazar la
realidad del supuesto efecto y sugmó que se somettera a una con-
trastactón más estncta El efecto podría ser suscepttble de una
expltcactón en térm1nos matenales, pero pnmero se debía estable- La Revoluoon
oenbflca
cer la realidad de su ex1stencra ' 3 Bacon tambtén pasó rev1sta a
«muchas trad1c1ones y observaciones ant1guas que han llegado
hasta nosotros, relacionadas con la stmpatía y antipatía de las
plantas» Era algo habttual expltcar, med1ante pnnc1p1os ocultos de
stmpatía, por qué algunas plantas se desarrollaban meJOr cuando
crecían cerca de otras Al respecto, Bacon rechazaba categónca-
mente <<cualqUier am1stad y odto secretos de este ttpo» por ser
«completamente erróneos» y sugería que algunos efectos genUI-
nos se podían explicar medrante causas más prosarcas. los efec-
tos sobre las plantas se debían a que sus vec1nas extraían del
suelo crertas sustanc1as nutnt1vas
A medtados de la década de 1660, médtcos y f1losofos natura-
les 1ngleses d1scut1eron la realidad y la explicac1ón correcta de
supuestas curas med1ante «tmpos1c1ón de las manos», que se atn-
buían al curandero Irlandés Valenttne Greatrakes Muchas fuentes
ftables test1f1caron que Greatrakes había curado, 1mpon1éndoles
las manos, a enfermos que sufrían escróf ula, úlceras y p1edras en
los nñones Boyle abordó tan «estupendos resultados» dando cré-
dito cautelosamente a su real1dad y proponiendo una explicaetón
mecán1ca prov1s1onal de cómo se producían las curas realmente
Af1rmó que no estaba convenc1do de que hub1era algo «puramen-
te sobrenatural» en las curas y se esforzó en «proporcionar una
explicac1ón físrca» OUizás pasaban del cuerpo de Greatrakes al del
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13. S1 Bacon era ret1cente a aceptar el hecho el balsamo de las espadas (o •polvos de
stmpatla•) tuvo mfluyentes abogados en el s1glo xvu S~r Kenelm Otgby (1 ii03-1665) cor-
tesano 1ngles f1losofo y f1nalmente m1embro de la Royal Soc1ety de Londres, estaba satis-
fecho de su ef1cac1a lo ut1l1zo para curar a un duehsta hendo que los CirUJanos del rey eran
1ncapaces de tratar 01gby tamb1en ofrec1o una exphcac1on de como curaba el balsamo, en
la que se mezclan los recursos del mecan1c1smo y la s1mpat1a oculta de una manera que no
era tnfrecuente en la f1losof1a del s1glo XVll
pacrente «efluvros curatrvos» materrales y, qurzás, estos efluvros
eran los que efectuaban la cura. La emrsrón de los efluvros mate-
rrales y los efectos que producía se podían explicar totalmente
medrante pnncrpros mecánrcos No se necesrtaba recurrrr a nada
oculto o sobre natural Lo maravrlloso en las curas de Greatrakes
c.Oue se sabia? eran las causas mecánrcas que actuaban en la naturaleza creada
por Oros, no las cosas supuestamente mrsterrosas e rnmaterrales
Figura 9. Esquema utrltzado por Descartes para expltcar los efectos magneh-
cos Fuente Rene Descartes. Los pnnctptos de la ftlosofta (1644)
culas son las mayores) Algunos cuerpos -por eJemplo, el Sol y las
estrellas fiJaS- son «puros», o sea estan formados sólo por el ele-
mento fuego, otros t1enen una compos1c1ón «m1xta)), por eJemplo,
todos los objetos que se encuentran en el entorno terrestre, mclul-
dos los cuerpos an1mados Por cons1gu1ente, las explicaciones flsl-
cas cartes1anas cons1stlan en espec1f1car la compos1c1ón de los
cuerpos en térm1nos de las partículas constituyentes y sus estados
de mov1m1ento
14. Descartes como los anstotehcos no adm1t1a la extstenc1a del vacto en la naturaleza y
71 por constgUtente esttpulaba que las part1culas del pnmer elemento no teman una forma y
un tamano determinados s1no que se podtan d1v1dtr y cambtar de forma med1ante coltsto-
nes •para acomodarse a los espac1os por los que penetran• Su ns1stencta en la tnftntta d-
vtSibthdad de las parttculas de matena dtst1ngu1a as1 su teona de la matena de la de sus
contemporaneos •atom1stas• como P1erre Gassend1 y Walter Charle ton el 1m portante de-
fensor 1ngles de Gassend1 Por tanto sostener una concepc1on que cons1dera que la mate-
na ttene una estructura corpuscular o que esta compuesta de parttculas no equ1vale nece
sanamente a sostener la doctnna que define al atom1smo que todos los cuerpos estan
compuestos de porc1ones de matena que son mvts1bles Impenetrables e tndlviStbles
El magnet1smo, por eJemplo, se explica medtante partículas
s1m1lares a tornillos, generadas por el remolino que rodea la T1erra,
que aJustan en los poros aproptadamente conftgurados del h1erro
(f1g 9) Una comente de estas partículas, al moverse entre un 1mán
y un trozo de h1erro, expulsa el a1re ex1stente entre los dos cuerpos
y ello hace que ambos se aprox1men. Se expl1ca la ex1stencta de La Revoluc10n
ctentJflca
dos polos magnét1cos postulando la ex1stencta de dos clases de
tornillos. roscados a derecha y roscados a rzqurerda Análogamente,
el cuerpo humano se podía tratar como sr fuera srmplemente «una
máqurna de t1erra» La d1gesbón es la separac1ón, mduc1da por el
calor, de las partículas que componen el al1mento Las más gruesas
descrenden hasta ser finalmente expulsadas por el recto, las más
pequeñas fluyen por poros del tamaño aprop1ado hacta el cerebro y
los órganos de la reproducción Los «espíntus antmales» del cuerpo
están compuestos por las partículas de la sangre que son más
pequeñas y se encuentran en un estado de ag1tac1ón mayor Estas
partículas entran en las cavrdades del cerebro, luego fluyen a través
de los nervtos, que están huecos, y van a los músculos, donde pro-
ducen efectos sens1trvos y motores que se explican en los mr~mos
térmtnos que los utilizados para explicar las fuentes artrf1c1ales y
otros rnstrumentos mecánrcos semeJantes. Así es como se podían
explicar eJemplos de lo que ahora se llama «acctón refleJa», en tér-
minos aproptada y específicamente mecánicos. Las partículas del
fuego A (en la f1g 1O) se mueven muy ráptdamente y, por consl-
gurente, poseen la fuerza sufrcrente para desplazar la p1el adyacen-
te 8 , ésta empuJa el frlamento nervroso ce. el cual abre el poro de
que termtna en el cerebro, «de rgual modo que cuando se provoca
el son1do de una campana, unrda a una cuerda, pues éste se pro-
duce en el mrsmo momento en que se trra del otro extremo». El
poro se abre a su debrdo trempo y los espíntus anrmales contenrdos 72
en la cavrdad cerebral F penetran en su rntenor y son transportados
por él, «parte a los músculos que srrven para retrrar ese pre del
fuego, parte a los que s1rven para mover la cabeza y los OJOS para
mtrarlo y parte a los que s1rven para adelantar las manos, así como
para doblar todo el cuerpo y defenderlo».
Por contraste con el alto grado de espec1f1c1dad mlcromecánr-
ca consegu1do por Descartes, los filósofos mecan1c1stas 1ngleses
tendían a segu1r a Boyle en su adopc1ón de un enfoque más cauto
Boyle estaba convencido de que la creac1ón ong1nal del mundo
había causado la d1v1s1ón de una (tmatena un1versal» homogénea
,oué se sabia? en «pequeñas partículas, de vanos tamaños y formas, con d1versos
mov1m1entos» (Por esta razón, Boyle se complacía en llamar a la
nueva filosofía «mecan1ca» o «corpuscular») Estas partículas o cor-
púsculos luego «se asoc1aban en masas o agregados d1m1nutos»,
d1ferenc1ados por lo que Boyle llamaba sus «texturas», es dec1r la
d1spos1CIÓn espac1al de sus partes Las cual1dades o prop1edades
de las cosas se debían explicar, pues, «en v1rtud del mov1m1ento,
tamaño, f1gura y art1f1CIO» de los corpúsculos Se podía explicar el
camb1o de prop1edades en térm1nos del camb1o de la «textura» o de
los estados de mov1m1ento de los corpúsculos Donde la práct1ca
de Boyle d1verge de la de Descartes es en su rebcencta extrema a
pasar de pnnctptos mecántcos a detalles mecán1cos El capítulo
stgutente presentará un ejemplo de la cautela de Boyle cuando se
trate de su explicactón de fenómenos como la prestón del atre Se
constderaba que la matena y el movtmtento eran los pnnc1p1os que
hacían «tnteliglbles>> a las explicactones mecán1cas los fenómenos
vtstbles y tangtbles, puestos de mantftesto por la conducta de los
objetos de tamaño med10 en el mundo de la expenenc1a d1ana,
eran el modelo del mundo InVISible de los corpúsculos
Algunos ftlósofos conJeturaban que el rec1én tnventado micros-
copio pronto permtbría ver los corpúsculos 6acaso no revelaba ya
el nuevo mstrumento que las superfrctes macroscóptcamente sua-
ves eran m1croscóp1camente rugosas (ftg 11 )? El mtcroscoptsta
holandés Antont van Leeuwenhoek ( 1632-1723), que estaba va-
73 gamente tnsptrado por la teoría de la matena de Descartes, const-
deró tntctalmente que todos los cuerpos estaban compuestos de
pequeños •glóbulos», los m1smos glóbulos que había vtsto repeti-
damente med1ante una amplia gama de observacrones mtcroscó-
p1cas Con más cautela, el m1croscop1sta y expenmentallsta tnglés
Robert Hooke expresó la esperanza de que el mtcroscop1o perfec-
La Revoluc•o
oenllf•ca
15. En real1dad la doctnna de las formas sustanctales que rechazaban los modernos del
stglo xv11 fue desarrollada a part1r de los escntos de Anstoteles por sus segUidores esco-
lastlcos de la Edad Med1a y de los stglos XVI y XVII Los espec1alistas aun dtscuten st esa
doctnna pertenecta prop1amente al m1smo Anstoteles
algo d1st1nto, porque cont1enen las cualidades reales de la espec1e
Las formas de las cosas causan nuestras percepc1ones sens1bles
ord1nanas y, por tanto, hay una conex1ón cuahtat1va entre cómo es
el mundo y cómo lo expenmentamos
Estas «formas sustanciales» eran un obJeto favonto de burla
c.Oue se sab4a? para los f ilósofos mecamc1stas y el rechazo, por parte de los
modernos, de las formas sustanc1ales ayudaba a establecer lo
que s1gn1f1caba proporcionar una expl1cac1ón de la naturaleza que
fuera mtellg1ble y proptamente mecan1ca Para Bacon, las formas
anstotellcas eran «productos de la mente humana» Boyle consi-
deraba que aftrmar que las formas no son matenales, pero «per-
tenecen a» los cuerpos matenales, era sencillamente absurdo
Estas entidades no pod1an aparecer en una expltcacton f1s1ca
correcta, y una f1losofía que acepte untcamente los pnnc1p1os de
matena y mov1m1ento debe proscnb1r el d1scurso sobre este ttpo
de cosas Los fllosofos mecamc1stas 1denttf1caban las formas sus-
tanciales con las cualidades ocultas Eran 1n1ntellgtbles, no pod1an
formar parte de una f1losof1a natural que estuvtera correctamente
const1tu1da Locke estaba de acuerdo en que era 1mpos1ble for-
marse una 1dea 1ntellg1ble de las formas sustanciales 1nmatenales
«Cuando se me d1ce que [hay) algo, además de la f1gura, el tama-
ño y la s1tuac1ón de las partes soltdas, en la esenc1a de ese cuer-
po, algo que se llama forma sustanc1al, conf1eso que no tengo la
menor 1dea de ello» Para Hobbes, el dtscurso sobre las «sustan-
Cias 1ncorpóreas» (InclUidas las formas sustanciales) olía a tdeolo-
gía Que este d1scurso ocupara un lugar central en la filosofía
natural anstotéltca se expltcaba porque esta filosofía estaba
dom1nada por los curas, que utilizaban las noc1ones de las formas
sustanciales, las esenc1as separadas y las sustanc1as 1ncorpóreas
79 para apoderarse de una parte del poder del Estado, para aterren-
zar a las masas y mantenerlas sometidas por el temor Los cuer-
pos matenales no tenían, por dec1rlo así, formas o esenc1as
vert1das en su 1ntenor su naturaleza matenal -tal y como la defi-
ne la filosofía mecámca- es su naturaleza Lo que no es matenal
y no resulta man1f1esto por sus efectos es m1stenoso y oculto,
1nmtel1g1ble y no pertenece a la práct1ca de una filosofía mecáni-
ca de la naturaleza
La 1ns1stenc1a re1terada de los filósofos mecan1c1stas en que
sólo sus expllcac1ones eran 1ntellg1bles era, por tanto, como hemos
v1sto, un notable argumento a favor de d1chas expl1cac1ones. No se
puede entender cómo se abrazaron las explicaciones mecán1cas y La Revoluc•on
oentftca
cómo se rechazaron las que no lo eran s1 no se aprecia la Impor-
tancia de esta d1ferenc1a en mtel1g1blildad, sobre la que se 1ns1stía
una y otra vez S1n embargo, desde un punto de v1sta más neutral
merece la pena tomar en cons1derac1ón algunos problemas que
están relacionados con la estructura bás1ca y, por tanto, el alcance
de las expl1cac1ones mecán1cas Estas expl1cac1ones tienen un
carácter estructural Es dec1r, las características y la conducta de
una ent1dad natural compleJa se deben expl1car 1nd1cando su com-
posiCIÓn las partes que la const1tuyen, su estructura y su conduc-
ta Como hemos v1sto, las expl1cac1ones estructurales de la
filosofía mecán1ca proceden típ1camente utll1zando «m1cromecan1s-
mos>' Así, por eJemplo, el calor se explicaría recurnendo a los movi-
mientos ráp1dos y percue~entes de los corpúsculos 1nv1S1bles que
componen los cuerpos cal1entes O, en un eJemplo que se discuti-
rá en el capítulo sigUiente, se explicaría la pres1ón del a1re Indican-
do las características elást1cas de los corpúsculos mv1s1bles que lo
constituyen
La 1ntellg1b1lldad de estas expl1cac1ones prov1ene de la Circuns-
tancia de que, en muchos casos, se pueden señalar ejemplares
v1s1bles y tang1bles del mundo cot1d1ano de la v1da humana en los
que se pueden produc1r efectos semeJantes utll1zando med1os
mecámcos Es una expenenc1a común y, por tanto, fácilmente mte-
llg,ble que podemos produc1r calor med1ante un mov1m1ento ráp1do
y percuc1ente de un palo o de nuestras manos, y que podemos 80
conservar el calor de nuestro cuerpo moviéndonos con un movi-
miento ráp1do y percuc1ente (Éste es otro ejemplo de la relac1ón
ex1stente, que se h1zo notar antenormente, entre la clandad del
conoc1m1ento y la capacidad de constrUir los objetos del conoci-
miento.) S1n embargo, en sus momentos de exaltac1ón, los fllóso-
fos mecan1c1stas pretendían explicar no sólo algunos fenómenos
naturales, smo todos Así, en Los pnnCJp!Os de la ftlosofía (1644)
Descartes aborda todos los fenómenos naturales -la grav1tac1ón
de los cuerpos, la conducta de los líqu1dos y de los 1manes, las
causas de los terremotos, la comb1nac1ón quím1ca, los mov1m1entos
<>aue ~ sab•a? del cuerpo humano, las bases de la sensac1on humana, y así suce-
Sivamente- y concluye af1rmando que «no hay n1ngun fenómeno
en la naturaleza cuyo tratam1ento se haya om1t1do>> y que no se
pueda expl1car med1ante pnnc1p1os mecan1cos
Sm embargo, aunque se pueden 1mag1nar fácilmente estructuras
expllcatJvas m1cromecanJcas para todos los fenómenos naturales, no
todas se benefiCian de la mtellg1bll1dad que prov1ene de la existenCia
de contrapartidas mecámcas en el re1no de los objetos de tamaño
med1o que pueblan la expenenCJa humana Consideremos, por eJem-
plo, la sensac1ón humana En esta cuest1on particular, Descartes
ofrece extensas explicaCiones mecámcas basadas en los pnnCiplos
de la h1drauhca y en las operac1ones mecánicas de flu1dos, valvulas
y tubos, como es patente en su explicaCión de la percepc1ón del
calor produCido por un fuego y del mov1m1ento refleJO que s1rve para
ev1tarlo Pero en el dom1n1o macroscóp1co no hay nada que s1rva
para explicar cómo se produce mecan1camente la sensac1ón que
tenga la m1sma mtelig1bil1dad que, por eJemplo, una exphcac1ón Ciné-
tica m1cromecámca del calor o una expl1cac1on estructural mJcrome-
cámca de la pres1on del a1re Por esta razón, algunos h1stonadores y
filosofas con mentalidad crítica se han preguntado 1ncluso SI la pre-
tendida 1nteiJgJbl11dad global de las expl1cac1ones mecán1cas era algo
más que Simplemente el acuerdo de los mecanlclstas para que
d1chas explicaciones contaran como más 1ntelig1bles que las alter-
nativas Cuando los filósofos mecan1c1stas pretendían explicar olo-
81 res o sabores agradables y desagradables recurnendo a la textura
suave o rugosa de las partículas constituyentes de los cuerpos,
Gestaban realmente ofreCiendo algo d1ferente e mherentemente
más Inteligible que las exphcac1ones de sus oponentes anstotéllcos?
El h1stonador de la filosofía Alan Gabbey piensa que no en la filo-
sofía mecámca «los fenómenos que hay que expl1car están causa-
dos por ent1dades cuyas estructuras son tales que causan los fenó-
menos Antenormente, el op1o provocaba sueño porque tenía una
cualidad dorm1t1va particular· ahora provoca sueño porque tiene una
m1croestructura corpuscular part1cular que actúa sobre las estructu-
ras f1s1ológ1cas>> Desde esta perspectiva, la mtellg1b1lldad supenor y,
por tanto, el poder exphcat1vo de la filosofía mecámca es más limita- La Revoluoon
oenbf1ca
do de lo que pretendían sus proponentes La conv1cc1ón que tenían
los part1danos del mecan1c1smo de que las expllcac1ones mecán1cas
eran globalmente supenores y más 1ntellg1bles que las alternativas,
se debe explicar en térmmos que son más h1stóncos que abstracta-
mente fllosóf1cos
F1gura 12. El esquema que utrhzo Kepler para mostrar la ccmaravtllosa proporCion
de las esferas celestes [ ] establectda por medto de los ctnco solidos geometncos
regulares» Fuente Johannes Kepler El secreto del uniVerso, 2a ed1C10n ( 1621)
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