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Steven Shapin

La revolución científica
Una rnterpretaCion alternatrva
1. ¿Qué se sabía?

El alcance del conocimiento


y la naturaleza de la Naturaleza

Entre frnales de 161 O y medrados de 1611, el frlosofo natural y


matemátrco rtalrano Galrleo Galrler ( 1564-1 642) apuntó el recren-
temente rnventado telescopro al Sol y observo unas manchas oscu-
ras que estaban aparentemente srtuadas en su superfrcre Galrleo
anuncro que las manchas tenían una forma Irregular y que varraban
drarramente en número y grado de oscurrdad (frg 1) Ademas, no
permanecían estables, srno que parecran moverse regularmente
cruzando el d1sco del Sol de oeste a este Galrleo no pretendía
conocer con certeza la naturaleza de las manchas Podrían ser
características físrcas de la superfrcre solar, podrran ser algo srmrlar
35 a las nubes terrestres, o podrían ser «vapores que se elevaban
desde la Trerra y eran atraídos hac1a el Sol» Pero, mrentras que
otros observadores contemporáneos consideraban que las man-
chas eran pequeños planetas que grraban alrededor del Sol a una
drstancra considerable, Galrleo estaba seguro, basándose en cálcu-
los de ópt1ca matemátrca, de que «no están en absoluto aleJadas de
su superfrcre, srno que se hallan contiguas a ella o separadas por
un rntervalo tan menguado que resulta del todo rmpercepbble»
No fueron las observacrones de Galileo de las manchas solares,
srno su rnterpretacrón partrcular de éstas lo que fue generalmente
consrderado como un seno desafío a todo el edrfrcro de la filosofía
c,Oue se sabia? natural tradiCIOnal transmrtrda desde Anstóteles (384-322 a e),
con las modrfrcacrones rntroducrdas por los filósofos escolásticos
de la Edad Medra y el Renacrmrento ' Las oprnrones de Galrleo
sobre las manchas solares, JUnto con una sene de observacrones y
formulacrones teoncas, cuestionaron profundamente la drst~ncrón
anstotéhca fundamental entre la físrca de los crelos y la de la Trerra
El pensamrento ortodoxo, desde la antrguedad hasta la época de
Galileo, consideraba que la naturaleza y los pnncrpros físrcos de los
cuerpos celestes drferían en carácter de los que prevalecían en la
Trerra La Trerra, y la regrón que se extendía entre la Trerra y la
Luna, estaba sometrda a procesos de cambro y corrupción que
resultaban famrllares En la Trerra todo el movrmrento era rectrlíneo
y drscontrnuo Pero el Sol, las estrellas, y los planetas obedecían a
pnncrpros físrcos muy drferentes En sus dom1nros no había cambro
nr rmperfeccrón Los cuerpos celestes se movían continuamente en
círculo, sr es que se movían, ya que el movrmrento crrcular unrforme
era el mas perfecto posrble Por ello el pensamrento ortodoxo loca-
lizaba los cometas en la atmósfera de la Tr erra o, como máxrmo,
debaJO de la Luna estos cuerpos efrmeros, dotados de un movr-
mrento rrregular, eran precrsamente el trpo de cosas que no podía
pertenecer a los crelos Y aunque la rdea de la mutabrlrdad de los
crelos no era desconocrda en los crrculos anstotéhcos de frnales del
srglo XVI y comrenzos del srglo XVII, todavía conservaba nítidamente
su carácter de desafío a la ortodoxra
37 Dentro de ese marco ortodoxo, era rnconcebrble que el Sol pudie-
ra tener manchas o rmperfeccrones de n1ngún trpo Galileo conocía
muy bren el trpo de razonamrento a pnon que rnfería que las manchas

1. La escolastlca era una forma de la f1losofla anstotehca, especialmente tal como la desa-
rrollo Santo Tomas de Aqu1no (e 1225-1274), que se enseñaba en las umvers1dades me-
dievales (•escuelas•) A sus segu1dores se les llamaba a veces •escolastlcos•
no podían estar en la superf1c1e solar de la creenc1a trad1c1onalmente
aceptada según la cual el Sol era Inmaculada e Inmutablemente per-
fecto Argumentó contra un oponente anstotéhco que, sencillamente,
no era legít1mo cons1derar la perfección del Sol como una prem1sa
mdudable en un argumento f ís1co Más b1en, debemos pasar de lo
que Gahleo cons1deró como un hecho observac1onalmente b1en esta- La Revolucoon
c1enbfoca
blecido, es deCir, que las manchas estaban en la superf1c1e solar, a la
conclus1ón de que podría haber tanta 1mperfecc1ón en los Cielos
como en la T1erra

No prueba nada dec1r [ ] que es mcreíble que ex1stan manchas oscu-


ras en el Sol porque el Sol es un cuerpo muy resplandeciente M1entras
que los hombres fueron obligados de hecho a llamar al Sol «el cuerpo
mas puro y resplandec1entelt no se perc1breron en el nr manchas n1
1mpurezas de nrngun ttpo, pero ahora que se nos muestra parcialmen-
te 1m puro y con manchas, 6por qué no debenamos llamarlo «manchado
e 1mpuro»? Pues los nombres y atnbutos se deben acomodar a la
esencta de las cosas, y no la esencta a los nombres, ya que las cosas
v1enen antes que los nombres

En la época, esta argumentaCión se 1dent1f1có como una nueva


manera de pensar acerca del mundo natural y acerca de cómo se
debería consegu1r un conoc1m1ento f1able de d1cho mundo Galileo
estaba adoptando una postura contrana a la creenc1a tradiCIOnalmen-
te aceptada acerca de la estructura fundamental de la naturaleza, y
estaba argumentando que la doctnna ortodoxa no se debería dar por
supuesta en el razonamiento fís1co, s1no que se debería someter a los
descubnm1entos de la observación f1able y el razonamiento matemá-
ticamente d1sc1plinado 2 En lo que respecta a las pos1b1hdades del
38

2. La f1ab11idad y autent1c1dad de las observac1ones telescop1cas de Galileo -de la Luna y


úe los plane\<J:. a:.1 corno de las manchas solares- no fue aceptada 1nmedoa\amente por
todos los f1losofos naturales competentes En el 1ntento de convencer a los fllosofos de
que por e¡emplo los fenomenos alegados no eran 1lus1ones produc1das por el telescop10
11

estaban Involucrados problemas sustanciales de persuas1on El cap1tulo 2 tratara algunas


de estas ObJeCiones as1 como los problemas que conlleva la autent1cac1on publica de las
observac1ones hechas pnvadamente por un 1nd1v1duo
1
¡
¡¡
conoc1m1ento humano, pos1c1ones como la de Galrleo eran profunda-
mente opt1m1stas Al 1gual que muchos otros que, a f1nales del s1glo
XVI y com1enzos del s1glo XVII, desaf1aban la ant1gua ortodox1a, Galrleo
pensaba que no ex1stían dos t1pos de conoc1m1ento de la naturaleza,
que d1f1eren en el dom1n10 fís1co al que se aphcan, s1no un úmco cono-
Ove se ~a? c1m1ento unrversal Además, la afrrmac1ón de Galrleo acerca de la
semeJanza entre cuerpos celestes y terrestres 1mplrcaba que el estu-
diO de las prop1edades y mov1m1entos de los cuerpos terrestres ordr-
nanos podía proporcronar un conocrmrento unrversal de la naturaleza
No se trataba sólo de que las 1mperfeccrones de los objetos terres- r
[
1
tres y su naturaleza cambrante pud1eran ser uttl1zadas como recursos
para la comprens1ón de los fenómenos celestes, los frlósofos natura-
1
les modernos sostenían, además, que los efectos terrestres arflf¡c¡a/-
mente producrdos por los seres humanos podían serv1r legítimamente
como símbolos de las característ1cas de los objetos naturales El
mov1m1ento de una bala de cañón podía serv1r como un modelo del
mov1m1ento de Venus
Los nuevos objetos naturales que estaban contrnuamente
atrayendo la atencrón de los europeos al1mentaban el optrmrsmo
sobre el alcance pos1ble del conocrm1ento humano Cuando
Hamlet le diJO a Horacro que «hay más cosas en el crelo y en la
T1erra que las que sueña tu fllosof1a», expresaba una conv1cc1ón
s1mrlar a la que tenían los f1lósofos naturales que, a comrenzos de
la edad moderna, desaf1aban la ortodox1a antrgua Estos filósofos
consrderaban que los 1nventarros trad1c1onales de los objetos
naturales estaban Ilegítimamente empobrec1dos GOué razones
había para dar créd1to a los límrtes ant1guos del cuerpo de cono-
Cimiento factual? Todos los días se presentaban fenomenos nue-
vos sobre los cuales los textos antiguos guardaban srlenc1o Los
39 VIaJeros que regresaban de los nuevos mundos de Orrente y
Occ1dente tra1an plantas, an1malesy mrnerales que no tenran con-
trapartrda en la expenencra europea y contaban relatos en los que
se anuncraba la exrstencra de cosas aún más maravillosas Srr
Walter Rale1gh explrcó a los escéptrcos que nunca habían vraJado
que «hay más cosas extrañas en el mundo de las que exrsten
entre Stames y Londres» 3 Desde com1enzos del s1glo XVII, los
observadores que usaban telescop1os y m1croscop1os af1rmaban
que estos mstrumentos ponían de man1f1esto los lím1tes de los
sent1dos humanos y que la revelación de más detalles y más
maravillas sólo esperaba la apanc1ón de Instrumentos más per-
feccionados Tanto las práct1cas mtelectuales nuevas como las La Revoluoon
o entlflca
que habían s1do mod1f1cadas mvest1gaban la h1stona humana y
natural, y formulaban af1rmactones que asptraban a part1c1par de
las características del conoc1m1ento f1able acerca de cosas que
n1nguna persona v1va había v1sto. Los que estaban deseosos de
desconcertar a los teóncos ortodoxos aceptaban s1n t1tubear las
ent1dades recientemente observadas, las cuales planteaban meó-
modos problemas a los s1stemas f1losóf1cos ex1stentes G0Utén
podía determtnar, con conf1anza, lo que ex1stía en el mundo y lo
que no, cuando el mañana podría revelar, en los dom1n1os de lo
más leJano y de lo más pequeño, hab1tantes nunca soñados hasta
ahora?
En 1620, el f1lósofo tnglés S1r Franc1s Bacon ( 1561 - 1626)
publ1có un texto titulado lnstaurat1o magna (La gran Restauración)
El título mtsmo prometía una renovac1ón de la autondad ant1gua,
m1entras que el front 1sp1c1o es una de las más vív1das aftrmaetones
1conográf1cas del nuevo optlm1smo que ex1st ía acerca de las pos1-
btl1dades y la extens1ón del conoc1m1ento c1entíf1co (ftg 2) Un
barco que representa el conoc1m1ento cruza navegando las
Columnas de Hércules el estrecho de Gtbraltar, que solía stmbolt-
zar los lím1tes del conoc1m1ento humano DebaJO del grabado hay
una ctta profética del bíbltco Ltbro de Dantel - «Muchos pasarán y
crecerá la Clencta»- y Bacon expl tcó mas tarde que el mundo
moderno había as1st1do a la realtzactón de la profecía bíbltca, cuan-
do «la explorac1on del mundo mediante la navegación y el comer- 40

3. Sta1nes era un pueblo que d1staba alrededor de tre1nta k1lometros de la Clty de Londres
cerca de lo que es hoy el aeropuerto de Heathrow lnvest1gac1ones h1stoncas rec1entes sm
embargo han señalado que la expenenc1a europea del Nuevo Mundo estaba muy med1ada
por las ant1guas trad1crones textuales que generaban expectat1vas acerca de como podaa
ser d1cho mundo
<.Ove ,e sc:bra?

Figura 2. El front1sp1C10 de La gran Restaurac10n ( 1620) de Frane~s Bacon


41
~A perñt de(cription of the CcrleAWJ ()d,cs.
•.,.,Jn.,,.,¡, ..a • ..,..,_,¡,.
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La Revoluoon
oenbfJCa

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Figura 3. El s1stema copermcano, representado en la decada de 1570 por el


matemat1co 1ngles Thomas 01gges (e 1546-1595) 0 1gges mod1f1co las 1deas
de Copern1co, desarrollando la noc1ón de un un1verso fís1co mf1n1to en el que
las estrellas estaban s1tuadas en puntos diferentes del espac1o mf1n1to Fuente
Thomas 01gges, Una perfecta descopc1on de las esferas celestes ( 1576)

c10, y el progreso de la c1encta, se productrán en la mtsma época»


La exprestón tradtctonal de los límttes del conoctmtento, ne plus
ultra - «no más allá»- fue desaftantemente reemplazada por el
moderno plus ultra «aún más allá» La renovac1ón del conoctmten- 42
to de la naturaleza s1gu1ó a la ampltactón del mundo natural aún
desconocido Los filósofos que se proponían llevar a cabo la reno-
vación podían ut1hzar las ent1dades y los fenómenos reCientemen-
te descubtertos para trastornar radtcalmente los esquemas
ftlosóftcos ex1stentes
<.Que se aba?

1
~

~
1

1
Figura 4. El cosmos ptolema1co representado a med1ados del s1glo XVII por el ~
emmente astronomo germano-polaco Johannes Hevellus ( 1611-1 687)
Fuente Johannes Hevellus, Selenograph1a (1647)

El desafío al universo centrado en el hombre

Muchas de las 1nvestlgac1ones f ís1cas y astronómicas que Galileo


emprend1ó a com1enzos del s1glo XVII tenían el propós1to de pres-
tar cred1bll1dad a un nuevo modelo f1s1co del cosmos que el ca-
nón igo polaco N1colas Copérn1co ( 1473-1543) (f1g 3) había
publ1cado en 1543 Hasta med1ados del s1glo XVI, en el Occlden-
43 te latino, nmgún estud1oso había cuestionado sena y Sistemáti-
camente el s1stema de Claud1o Ptolomeo (e 100-170), en el cual
la T1erra mmóvd está s1tuada en el centro y los planetas, as1 como
la Luna y el Sol, son transportados, med1ante esferas fís1camente
reales, en órb1tas circulares alrededor de la T1erra (f1g 4) Más allá
estaba la esfera que transportaba las estrellas fiJas y despues la

l
esfera cuya rotac1ón causaba el mov1m1ento c1rcular de todo el
s1stema celeste
El s1stema geocéntnco de Ptolomeo Incorporaba 1deas gnegas
acerca de la naturaleza de la matena Cada uno de los cuatro «ele-
mentos» -t1erra, agua, a1re y fuego- tenía su «lugar natural», y
cuando estaba en ese lugar permanecía en reposo Es c1erto que La Revoluoon

nmgún cuerpo de los que nos encontramos en la T1erra es elemen-


talmente puro, pero lo que parece terroso t1ene a la t1erra como su
elemento predom1nante, el a1re elemental es el componente pnma-
no del a1re que resp1ramos, y así sucesivamente. La t1erra y el agua
son elementos pesados, que pueden permanecer en reposo sólo s1
se encuentran en el centro del cosmos El a1re y el fuego t1enen
tendenc1a a elevarse, y sus esferas prop1as están por enc1ma de la
T1erra Pero los cuerpos celestes, mcluyendo el Sol, las estrellas y
los planetas, están hechos de un qu1nto elemento -la «quintaesen-
Cia» o «éteP>- que es una clase de matena mcorrupt1ble, sometida
a pnnc1p1os fís1cos d1ferentes De manera que, m1entras la t1erra
bende a descender hasta que alcanza el centro del un1verso, y el
a1re y el fuego tienden a elevarse, los c1elos y los cuerpos celestes
t1enden a moverse naturalmente en círculos perfectos, y la matena
de la que están hechos es perfecta e Inmutable
Así pues, el cosmos g1ra alrededor de la T1erra, que es donde
v1ven los seres humanos y, en este sentido, la cosmología preco-
permcana es literalmente antropocéntnca Sm embargo, ese lugar
tan espec1al no connotaba necesanamente una v1rtud espec1al
Aunque se entendía que los seres humanos, y su entorno terrenal,
eran creac1ones ún1cas del D1os Judeocnst1ano, se consideraba
que la T1erra y la ex1stenc1a terrena, comparados con los c1elos y la
v1da celest1al que esperaba después de la muerte, eran m1serables
y corruptas, y que el 1nf1erno estaba s1tuado en el centro real del 44
cosmos A f1nales del s1glo XVI, el ensi3-y1sta francés escépt1co
M1chel de Monta1gne ( 1532-1 599) -que todavía aceptaba el Sis-
tema ptolema1co- descnbía el lugar donde moraban los humanos
como «la c1énaga y la 1nmund1c1a del mundo, la peor, más baJa y
más 1nerte parte del un1verso, el sótano de la casa, E 1ncluso en
una fecha tan tardía como 1640, un partrdano mglés del copern1-
can1smo reconocía que un poderoso argumento comun contra el
hel1ocentnsmo provenía de «la vileza de nuestra T1erra, porque está
formada de una matena más baJa y sórd1da que cualqu1er otra
parte del mundo, y, por cons1gu1ente, debe estar s1tuada en el cen-
(.ou,. se ~aa? tro, y a la mayor d1stanc1a de aquellos cuerpos mcorrupt1bles más
puros, los c1e los» Además, después del pecado ong 1nal cometido
por Adán y Eva, y su expuls1ón del Edén, los sent1dos humanos se
corromp1eron, y las pos1brl1dades del conoc1m1ento humano resul -
taron muy lrm1tadas Por una parte, el pensamiento trad1c1onal con-
Sideraba que un1cament e el mundo en que transcurría la v1da
mortal de los humanos -el mundo s1tuado en el centro del univer-
so- era camb1ante e 1m perfecto, por otra parte, el alcance y la cali-
dad del conoc1m1ento que los humanos podían consegu1r eran
lrm1tados
Los filósofos naturales que, a f1nales del s1glo XVI y en el xv11,
1
abrazaron y desarrollaron las 1deas de Copérn1co, atacaron los
j
aspectos fundamentales del antropocentnsmo La T1erra ya no
estaba en el centro del un1verso Elevada hac1a los Cielos, la T1erra
1
se conv1rtro Simplemente en uno de los planetas que g1raban alre-
dedor del Sol y, en este sentrdo fís1co literal, el antropocentnsmo
fue rechazado 4 La exper1 enc1a humana de hab1tar una plataforma
estát1ca, alrededor de la cual g1raban d1anamente el Sol y las es-
trellas, sometidos a su propro mov1mrento anual, se VIO contradi-
cha St el sent1do común atestiguaba la estabrl1dad de la T1erra, la
nueva astronomía hablaba de un doble mov1m1ento de ésta, drano
alrededor de su eJe y anual alrededor del Sol, que ahora perma-
necía estát1co 5 En este sentrdo, se consideraba que la expenen-

45 4. Es notable que la nueva C1enc1a del s1glo XVII retuv1era el antropocentnsmo en otro sent,-
do Como se d1scutJra en el capítulo 3 las concepc1ones mecamcas de la naturaleza con
servaron y respaldaron la posiCIOn umca de los seres humanos dentro de una naturaleza
creada, cuyas partes no humanas hab1an s1do especialmente planeadas por 01os con el f1n
de proporc1onar a los humanos morada y recursos para la v1da Esta clase de antropocen-
trismo SIQUIO s1endo una caractenst1ca central de la c1enc1a hasta la aceptac1on del darw1-
n1smo a f1nales del s1glo XIX
5. En realidad Copern1co mtroduJO tamb1en un tercer mov1m1ento de la T1erra un «balan-
ceo• con1co muy lento del eJe de la T1erra que pretend1a expl1car los pequeños camb1os de
c1a común era sólo una «apanenc1a». S1 el sent1do común espera-
ba que d1chos mov1m1entos, en el caso de ser reales, obligarían a
la gente a SUJetar su sombrero para que no se lo llevara el v1ento
resultante o harían que la gente se cayera de la T1erra, entonces
tanto peor para el sent1do común. Y s1 las p1edras lanzadas hac1a
arnba volvían a caer en el punto de part1da, entonces se necesi- La Revoluoon
oenbfrca
taba una fís1ca nueva que, yendo más allá del sent1do común,
pud1era explicar por qué ocurría lo m1smo en una T1erra en movi-
miento La pos1c1ón de la T1erra en el un1verso ya no era ún1ca
Algunos coperntcanos consideraban tncluso que el hecho de que
no lo fuera aumentaba las pos1btltdades de que hub1era otros glo-
bos habttados y otros ttpos de humanos y, en 1638, el matemá-
ttco 1nglés John W1lkms ( 1614-1672) publico un tratado «para
demostrar que es probable que haya otro mundo hab1table» en la
Luna
Y s1 la percepc1ón humana común veía una bóveda celeste car-
gada de estrellas por enc1ma de la T1erra, las expltcac1ones de los
astrónomos modernos ampliaban enormemente la escala del cos-
mos Cuando Galileo d1ng1ó su telescopio a las estrellas, v1o un
número de ellas muchís1mo mayor que el que es pos1ble observar a
s1mple v1sta A las tres estrellas conocidas en el c1nturón de Onón,
Galileo añad1ó unas ochenta más (f1g. 5) Algunas estrellas nebulo-
sas se resolvteron ahora en pequeñas vías lácteas Galileo notó
tamb1én que, en comparac1ón con lo que ocurría con la Luna y los
planetas, el telescopio no parecía aumentar mucho el tamaño de
las estrellas Era pos1ble pues, s1 bten el m1smo Galileo era reticen-
te a la 1dea, que las estrellas pud1eran estar a una d1stanc1a Inmen-
sa Esta pos1btl1dad apoyaba al s1stema copern1cano, pues

46
las pOSICiones estelares que se hab1an observado a lo largo de m1les de años Una expllca-
Cion completa del desarrollo de la astronom1a en la Revoluc1on C1entlf1ca d1scut1na tamb1en
el •comprom1so• entre P1olomeo y Copern1co que propuso el me¡or astronomo observaclo-
nal de f1nales del s1glo XVI el danes Tycho Brahe ( 1546-1601) En el SIStema t1cOn1co, los
planetas g1ran alrededor del Sol el cual a su vez. g1ra alrededor de una lierra central esta-
tlca En real1dad para muchos copern1canos emmentes, el esquema a combat1r era el de
Tycho -apoyado por los m1embros de la Orden de los Jesu1tas que desarrollaban una act1-
v1dad C1entlf1ca mas 1mportante-, mas que el de P1olomeo

"


.... . . ......... .

fr~Ln- .,, .,... ~ .....
l • 1 ...... ..... ..




Figura 5. •De la mult1tud de pequeñas estrellas que se descubren con el te-


lescopio • Esta 1lustrac1on procede de la M1crografla ( 1665) del expenmenta-
hsta 1nglés Robert Hooke ( 1635-1705) A s1mple v1sta solo son v1s1bles s1ete
47 estrellas en las Pleyades El pnmer telescopio de Galileo hab1a d1sttngurdo
tremta y sers En el centro y a la derecha de la rlustrac1on Hooke represento
setenta y ocho estrellas que pudo ver con su telescop1o de doce p1es Sus
magnrtudes se rndrcan en la escala representada a la 1zqurerda de la parte rnfe-
nor de la f1gura Esto se consrdero como una prueba del poder de la v1sron te-
lescóprca, que aumentaba rap1damente en el srglo XVII y Hooke expreso su
conf1anza en que «con lentes mayores [ ] se podna descubnr una multrtud de
otras estrellas pequeñas aun 1nv1S1bles•
explicaba la ausenc1a de paralaJe6 que, s1 las estrellas estuv1eran a
una d1stanc1a menor, debería observarse desde una T1erra en movi-
miento. El espectacular descubnm1ento, efectuado por Galileo, de
las lunas que g1ran alrededor de Júp1ter, se utilizó para proporcio-
nar al s1stema copermcano una cred1bll1dad ad1c1onal, pues la rela-
CIÓn Tierra-Luna ya no era úmca La RevoiUCIOI'I
oentrflCél
La astronomía trad1c1onal tendía a postular un un1verso f1n1to,
en el que cada esfera g1raba alrededor de la T1erra estát1ca y la
esfera estelar daba una vuelta cada ve1nt1cuatro horas. En este SIS-
tema las estrellas no podían estar a una d1stanc1a 1nf1n1ta porque,
SI lo estuv1eran, la esfera que las transportaba se tendría que
mover a una veloc1dad 1nf1n1ta, lo cual se cons1deraba fís1camente
absurd o. Por su parte, Copérn1co consideraba que las estrellas
estaban fiJas en el espac1o y, aunque había InSIStido úmcamente en
que estaban a una d1stanc1a enorme, ya no había n1nguna razón
f ís1ca que las proh1b1era estar a una d1stanc1a 1nf1n1ta De hecho,
algunos part1danos postenores del s1stema copern1cano estipula-
ron que la esfera de las estrellas estaba «fiJa a una altura 1nf1n1ta»
Así que, s1 b1en la 1dea de un un1verso 1nf1n1to había s1do conside-
rada en 1~ anbguedad y aunque 1ncluso algunos copern1canos se
habían deten1do ante ella, el stglo XVI y el XVII fueron los pnmeros
períodos de la h1stona de la cultura europea en que la 1nf1n1tud
cósm1ca desaf1ó senamente a las d1mens1ones más cómodas de la
expenenc1a común Ou1zá los seres humanos ocupaban sóJo una
mota de polvo en un un1verso de tamaño 1n1mag~nable Y aunque
muchos astrónomos profestonales no veían n~ngún mottvo de
angustia en la noc1ón de un cosmos tnftntto (algunos 1ncluso la
celebraron como una 1dea sublime), no pasaba necesanamente lo
m1smo con los que, aunque educados, eran legos en la matena
Hubo muchas expres1ones del malestar que provocaban la noc1ón 48

6. l_a paralaje es el camb1o de angulo que se observa cuando un objeto se diVISa desde
dos pOSICIOnes La paralaje anual de un objeto celeste cercano debena ser notablemente
grande m1entras que en un Objeto muy d1stante podna ser lo suf1c1entemente pequeño co
mo para resultar 1mperceptlble Copermco y sus contemporaneos no pud1eron detectar la
paralaje anual de las estrellas fiJaS
de 1nf1n1tud, el debll1tam1ento de los s1stemas trad1c1onales de
conoc1m1ento cosmológ1co y la ellm1nae~ón del lugar central de la
T1erra, pero n1nguna es más elocuente que la del clengo y poeta
1ngles John Donne que, en 1611, escnb1ó

Y la nueva f1losof1a lo pone todo en duda,


el elemento fuego se ext1ngue completamente,
el Sol se p1erde, as1 como la T1erra. y no hay 1ntel1genc1a
humana
capaz de 1nd1car donde buscarlo
Y los hombres conf1esan abiertamente que este mundo se
ha consum1do
cuando en los Planetas y el F1rmamento
buscan tantas novedades, y entonces ven que todo
se ha reduc1do de nuevo a sus Atomos
Todo se halla reduc1do a sus partes componentes perd1da
toda coherenc1a,
as1 como todas las reservas y toda Relac1on

Y en Franc1a, el matemat1co y filósofo Bla1se Pascal ( 1623-1662)


expresó, con una frase que se ha hecho celebre, los efectos moral-
mente desonentadores de la 1dea del espac1o 1nf1n1to Le stlence
éternel de ces espaces mfmts m 'effraye 7
La nueva filosofía agredía al sent1do comun no sólo en un
ámb1to cósm1co, s~no además en otro mundano Consideremos el
anáils1s general del mov1m1ento en la fís1ca anstotél1ca y en la
«moderna» Para Anstóteles, y sus segu1dores de la Edad Med1a y
de com1enzos de la edad moderna, cada uno de los elementos, tie-
rra, agua, a1re y fuego, tenía su «mov1m1ento natural», la manera de
49 moverse que estaba «en su naturaleza» Como hemos v1sto, el
mov1m1ento natural del elemento «tierra» es el descenso en línea

• A Koyre Del mundo cerrado al uniVerso mfmtto trad de Carlos Sohs Madnd, S•glo XXI
1979 pag 32 (N del t.)
1. •El s1lenc1o eterno de los espac1os 1nf~n1tos me espanta• Estas palabras no pretend1an ex-
presar la act1tud personal de Pascal como f1losofo s~no la de los •libertinos• contemporaneos
recta hacra el centro de la Trerra, y se moverá así a menos que el
cuerpo térreo encuentre un obstáculo que bloquee su trayectona
o un empuje que lo haga moverse en otra drreccrón El movrmren-
to natural trende hacra el lugar natural Por supuesto, Anstóteles
sabía muy bren que había muchas clases de mov1m1entos que no
son rect1líneos Éstos se llamaban «movrm1entos v1olentos», movr- La Revoluc1on
oenbfiCa
mlentos en contra de la naturaleza de los cuerpos, y debían explr-
carse por la accrón de fuerzas externas, como la que una persona
podría hacer a una predra para hacer que se mueva hacra arrrba o
en una drreccrón paralela al suelo Pero sr consrderamos los mov1-
m1entos art1f1c1ales que se obl1ga a hacer los cuerpos, no podemos
saber nada de los movrmrentos naturales
De modo que, para Anstóteles y sus segurdores, todo movl-
mrento natural trene un carácter de proceso Los cuerpos se mue-
ven naturalmente para real1zar sus naturalezas, para transformar lo
potenc1al en actual, se mueven naturalmente hacra su lugar natural
En este sentrdo, el modelo de la físrca anstotéhca era la brología, y
empleaba categorías explicativas srmtlares a las que se utilizaban
para entender los seres v1vos Así como el desarrollo que expen-
menta la bellota hasta convertirse en un roble es la transformacrón
en actual de lo que era potenc1al, la caída de una predra desde una
altura determrnada es la actualtzacrón de su potenc1a, la realrzac1ón
de su «naturaleza» Es ev1dente que ex1ste una resonancra entre las
expl1cacrones tradrc1onales del movrm1ento natural y la textura de la
expenencta Los seres humanos ofrecen explrcactones teleológrcas
-onentadas a frnes- de sus prop1os movrmrentos 6Por qué cami-
na el pastor hac1a su cabaña? Porque qu1ere estar allí 6Por qué las
llamas se elevan de la hoguera? Porque asp1ran a rr a su lugar
natural. Éste es precrsamente el sent1do en que la fís1ca trad1c1onal,
la que estaba v1gente en vísperas de la Revoluc1ón c1entíf1ca, tenía 50
un carácter antropomórfico El carácter bás1co de las categorías
que se utll1zaban para explicar el movrmrento de las predras era
apreciablemente srmdar al de las que se utrlrzaban para explicar el
movrmrento de los humanos Por esta razón, se puede consrderar,
de manera general, que las 1deas trad1c1onales de la matena son
«amm1stas» en la med1da en que atnbuyen caractenst1cas prop1as
del alma (el térm1no lat1no amma s1gn1f1ca «alma») a los objetos y
los procesos naturales 8
Los nuevos filosofes naturales del s1glo XVII aprovecharon - en
realidad , cancatunzaron- estas caractensbcas teleolog1cas y anl-
(,o~.~e se sab1a? m1stas de la fís1ca trad1c1onal del mov1m1ento como pruebas de su
absurd1dad e mmte!Jg¡blfldad Lo que durante s1glos había propor-
Cionado a la f1s1ca su conex1ón con el sent1do comun ahora se con-
Sideraba como un s1gno de su falta de adecuac1ón La s1mple
af1rmaC1ón del caracter teleológ1co de la filosofía natural anstotell-
ca contaba como una cnt1ca El filosofo 1nglés Thomas Hobbes
( 1588- 1679) fue uno de los muchos cnt1cos del anstotel1smo en
el s1glo XVII que desacreditaron las creenc1as fís1cas trad1c1onales
alud1endo sarcásticamente a su antropomorfismo Anstóteles afir-
mó que los cuerpos descendían porque eran pesados «Pero s1
preguntamos qué s1gmf1ca peso, lo def1n1ran como la tendencia a 1

d1ng1rse al centro de la T1erra De modo que la causa por la que las 1

cosas desc1enden es una tendenc1a a s1tuarse abaJO lo cual eqUI- 1


vale a dec1r que los cuerpos desc1enden, o asc1enden, porque des-
Cienden, o asCienden [ ] [Es] como s1 las p1edras y los metales, lo
m1smo que el hombre, tuv1eran deseos, o pud1eran d1scern1r el
1~
lugar en que qu1eren estar»

1
La máquina natural

El marco teónco que los filósofos naturales modernos preferían a


la teleología anstotélica era uno que haCia de las características de
la máqwna el modelo explíc1to de la naturaleza La metáfora de la
51

8. Los h1stonadores han llamado tamb1en h1lozorstas a estas pautas de creenc1a un term1
no compuesto que se denva de los term1nos gnegos para •matena• y •v1da• La referenc1a
a la naturaleza antropomorf1ca de la fls1ca anstotehca refleJa parc1almente una caractenza-
c•on polem1camente desarrollada por sus oponentes del s1glo XVII Aunque la observac1on
acerca de la resonanc1a entre las categonas explrcat1vas humanas y naturales esta bren
fundamentada es rmportante notar que el m1smo Anstoteles prev1no contra la 1dea de que
•la naturaleza dehbera•
máquma desempeñaba un papel tan f undamental en tendencias
Importantes de la nueva c1enc1a que a muchos de sus exponentes
les gustaba refenrse a su práct1ca como la filosofía mecámca Los
filósofos modernos d1sputaban sobre los lím1tes y la naturaleza de
la expl1cac1ón mecán1ca, pero las expl1cac1ones de la naturaleza
proptamente mecán1cas eran reconocidas generalmente como el La Revoluc•on

objetivo y el prem1o S1n embargo, la 1dea m1sma de mterpretar la


naturaleza como SI fuera una máquma y de ut11izar el conocimien-
to denvado de las máqumas para Interpretar la estructura fís1ca de
la naturaleza, equ1valía a una v1olac1ón de una de las d1st1nC1ones
más bás1cas de la filosofía anstotélica Se trata del contraste entre
lo natural y lo art1f1c1al
La concepCion que ve en la naturaleza un artíf1ce no era des-
conoCida en absoluto para el pensam1ento gnego y romano y, en
realidad, era una 1dea prominente en la Ftstca de Anstóteles La
naturaleza lleva a cabo un plan, lo m1smo que el arqUitecto que
construye una casa, o el armero que fabnca un escudo, ejecuta m-
tenCJonalmente un plan Ya que tanto el trabaJO humano como el de
la naturaleza se pueden cons1derar como art1f1ces, hay razones
para una comparac1ón específ1ca uno puede dec1r, con los gnegos,
que el arte (que aquí s1gn1f1ca «art1f1c1o» o «tecnología») 1m1ta a la
naturaleza El arte humano puede ayudar, completar o mod1f1car la
naturaleza -como es el caso de la agncultura- o puede 1m1tar deli-
beradamente a la naturaleza, como la hilandera o el tejedor emulan
el trabaJO de la araña (Otros filósofos antiguos decían que el arte
cul1nano 1m1taba al Sol y que la construcCión de máqu1nas estaba
1nsp1rada en la observaciÓn de la rotac1ón de las esferas celestes.)
Sm embargo, no es legít1mo suponer que el arte de la naturaleza y
el arte de los humanos están en el m1smo plano La naturaleza,
aunque se puede equ1vocar, es muy supenor al artíf1ce humano, y 52
es 1mpos1ble que los humanos comp1tan con ella Tamb1én se
podría cons1derar que esta amb1c1ón es 1nmoral, pues el orden del
mundo es d1v1no y no es líc1to que los humanos pretendan emular
a la d1v1n1dad Los escntores romanos relataban h1stonas de la
Edad de Oro, cuando los humanos v1vían fel1z y satlsfactonamente
s1n arqu1tectos, tejedores o, en algunas vers1ones, mcluso s1n agn-
cultura El arte humano y el natural resultaban opuestos en la
m1sma med1da en que se comparaban Y en el pensam1ento tradi-
CIOnal, las razones de esta opos1c1ón eran otras tantas razones que
servían para negar que fuera legít1mo utilizar 1ngen1os art1f1c1ales
t.Ove se sabia? para Interrogar o modelar el orden natural
S1n embargo, una cond1c1ón prev1a de la 1ntehg1bll1dad de la
fdosofía mecán1ca de la naturalez~ y de su pos1b1lldad pract1ca,
era la ellm1nac1on de esa d1st1nC1Ón anstotéllca, tal y como hab1a
s1do desarrollada y salvaguardada a lo largo de la Edad Med1a y
el Renac1m1ento Algunos escntores, como por eJemplo Bacon,
h1c1eron de ese rechazo la base de una h1stona natural reforma-
da -de manera que ahora 1ncluyera los productos del arte huma-
no- y de una actitud mas optlm1sta hac1a el potenc1al del arte
humano «Lo artlf1c1al no d1f1ere de lo natural por su forma o
esenc1a [.] n1 1m porta, con tal de que las cosas estén d1spuestas
para produc1r un efecto, que este resulte produc1do por med1os
humanos o de otra manera» Esta concepc1ón bacon1ana fue
generalmente aprobada por los filósofos mecamc1stas del s1glo
xvn En Franc1a, el atom1sta P1erre Gassend1 ( 1592-1655) escn-
bló que «en lo que respecta a las cosas naturales, las Investiga-
mos del m1smo modo que 1nvest1gamos las cosas que hemos
hecho nosotros m1smos» Y el filósofo y matemat1co francés
René Descartes ( 1596- 1650) proclamó que «no hay d1ferenc1a
entre las máqumas que construyen los artesanos y los cuerpos
d1versos que solo la naturaleza compone», excepto que las pn-
meras deben guardar necesanamente proporc1on con el tamaño
de las manos de los que las construyen, m1entras que las máqUI-
nas que producen los efectos naturales pueden ser tan pequeñas
53 que resulten 1nv1s1bles «Es seguro», escnb1ó Descartes, «que no
hay reglas en mecán1ca que no se cumplan en fís1ca, de la cual la
mecán1ca es una parte o un caso part1cular (de modo que todo lo
que es art1f1c1al es tamb1én natural), pues no es menos natural
que un relOJ, que está compuesto del número necesano de rue-
das, 1nd1que las horas, que un árbol que ha crec1do de una u otra
sem1lla, produzca un fruto particular.» Se puede comparar legíti-
mamente el calor del Sol con el fuego terrestre; el oro supuesta-
mente produc1do por el alqu1m1sta es el m1smo que el que se
encuentra en la T1erra de forma natural; la fís1ca aprop1ada para
comprender las máqu1nas hechas por los humanos puede ser la
m1sma que la que se requ1ere para comprender los mov1m1entos La Revoluoon
C1entrf1c.a
celestes; y, como veremos, se puede cons1derar que las causas
de todos los efectos naturales perceptibles prov1enen de las
acc1ones de «mJcromáqUJnas». En el s1glo XVII estaba muy exten-
dida la conv1cc1ón de que los humanos sólo pueden conocer con
segundad lo que ellos m1smos construyen con sus manos o
modelan con su mente.
De todos los Instrumentos mecán1cos cuyas características
pueden serv1r como modelo del mundo natural, el reloj es el que
más atraJO a muchos filósofos naturales de com1enzos de la edad
moderna En realidad, apl1car la metáfora del reloJ a la naturalez~
en la cultura europea de com1enzos de la edad moderna, equ1vale
a trazar los contornos pnnc1pales de la filosofía mecámca y, por
cons1gu1ente, de la mayor parte de lo que, según la 1nterpretac1ón
tradicional, desempeñó un papel central en la Revoluc1ón Científi-
ca Los relojes mecán1cos aparec1eron en Europa hac1a f~nales del
s1glo XIII y, hac1a med1ados del s1glo s1gu1ente, los que funcionaban
med1ante pesos se habían convert1do en una característica razo-
nablemente hab1tual de las grandes Ciudades. Era típ1co que los
pnmeros reloJeS tuv1eran su maqu1nana a la v1sta y, por tanto, se
entendía muy b1en la relac1ón ex1stente entre los mov1m1entos de
las manecillas que marcaban la hora y los med1os mecán1cos que
producían d1chos mov1m1entos. Hac1a el s1glo XVI, Sin embargo, se
comenzó a encerrar los relojes en caJaS opacas, de modo que sólo
eran v1s1bles los mov1m1entos de las manecillas, no los med1os 54
mecán1cos que los producían Los efectos que podían produc1r los
relojeS públ1cos se h1c1eron cada vez más complicados y cada vez
se 1ntegraron más en la v1da práct1ca de la comun1dad. Así, por
eJemplo, m1entras que las «horas» temporales trad1c1onales que
medían los relojes de sol vanaban con la estac1ón y la lat1tud, las
horas que medía el reloJ mecán1co eran constantes en el ttempo y
en el espac1o, e mdepend1entes de los ntmos naturales del univer-
so o de las vanadas práct1cas de la v1da humana Ahora resultaba
pos1ble que las pautas de la act1v1dad humana se regularan segun
el ttempo mecán~co, en lugar de que el t1empo se m1d1era con los
(.aue se sabia? ntmos de la v1da humana o los mov1m1entos naturales
Para aquellos sectores de la soc1edad europea en los que el
relOJ y sus func1ones reguladoras eran aspectos 1mportantes de la
expenenc1a d1ana. esta máqu1na llegó a ofrecer una metáfora de un
poder, comprens1b1lldad e 1mportanc1a enormes El atract1vo de la
máqu1na, espeCialmente el reloJ mecán1co, como metafora extraor-
dlnanamente 1ntel1g1ble y adecuada para explicar los procesos
naturales, no sólo s1gue a grandes rasgos los contornos de la expe-
nencla cotld1ana con este ttpo de Instrumentos, s1no que ademas
reconoce la potenc1a y leg1t1m1dad de los Instrumentos como
med1os de ordenar los asuntos humanos Esto es, s1 queremos
entender totalmente el recurso a las metáforas mecán1cas en las
nuevas prácticas e~entíf1cas - y el consigUiente rechazo de la dis-
tinCIÓn entre la naturaleza y el arte- tendremos que entender, en
última InstanCia, las relaCiones de poder existentes en una socie-
dad europea cuyas pautas de v1da, producc1ón y orden polítiCO
estaban expenmentando, a com1enzos de la edad moderna, cam-
biOS enorm es a med1da que el feudalismo daba lugar a un captta-
lismo 1nc1p1ente
En 1605, el astrónomo alemán Johannes Kepler ( 1571-1630)
proclamó el rechazo de su ant1gua creenc1a en que «la causa
motnz» de los mov1m1entos planetanos «era un alma>> «Estoy muy
ocupado con la 1nvest1gae~ón de las causas fís1cas M1 objetivO en
este aspecto es mostrar que la máquma del un~verso no es s1mllar
55 a un ser an~mado d1v1no, s1no a un reloj» En la década de 1630,
Descartes elaboró un conJunto de amplias analogías causales
entre los mov1m1entos de los relojes mecámcos y los de todos los
cuerpos naturales, stn exceptuar s1qu1era los mov1m1entos del cuer-
po humano «Vemos que los reloJeS [ ] y otras máqumas de este
t1po, aunque han s1do construidas por el hombre, no carecen, por
La Revoluoon
oenbftca

56
Figura 6. El reloJ de la catedral de Estrasburgo El segundo reloJ de la catedral,
que es al que se reftere Boyle se termrno de construrr en 1574 Esta rlustracron
muestra el relOJ tal y como se reconstruyo en la decada de 1870 No se ltmtta a
marcar la hora, ademas tndtca los crclos lunares y solares, calcula los eclipses,
etc El gallo automata que esta srtuado en la parte superror de la torre rzquterda
canta tres veces a med rodra en memona de la tentacron de San Pedro Fuente
ScJentdtc Amencan, 1O de abnl de 1875
ello, del poder de moverse por sí m1smas de maneras d1versas»
0Por qué no se debería exphcar la resptrac1ón, la d1gesttón, la loco-
moeton y la sensac1ón de la m1sma manera que explicamos los
mov1m1entos de un relOJ, una fuente arttflctal o un molino? En la
década de 1660, el filósofo mecan1c1sta mglés Robert Boyle
<-oue ~e -a a? ( 1627-1691) escnb1o que el mundo natural era «como SI diJera-
mas, un gran reloJ» As1 como el espectacular relOJ de la catedral de
Estrasburgo (f1g 6), que fue constru1do a f1nales del s1glo XVI, utili-
zaba mecanismos y mov1m1entos para 1m1tar los compleJOS movi-
mientos del cosmos (geocentnco), Boyle, Descartes y otros
filosofas mecan1ctstas recomendaban la metafora del relOJ como
un med1o, ftlosof1camente legítimo para comprender la estructura y
el func1onam1ento del mundo Para Boyle, la analog1a entre el uni-
verso y el relOJ de Estrasburgo era tan ferttl como exacta «Las
d1versas p1ezas que forman esa cunosa maqu1na están tan b1en
montadas y adaptadas entre sí, y tienen tales mov1m1entos que
aunque las numerosas ruedas y otros mecan1smos se mueven de
maneras d1st1ntas, lo hacen s1n nada parec1do al conoc1m1ento o
des1gn1o, sm embargo, cada p1eza realiza su comet1do de acuerdo
con el ftn para el que fue 1deada, tan regular y un1formemente
como s1 lo h1c1era deliberadamente y con la preocupac1on de cum-
plir con su deber»
Ast pues, muchos filósofos mecan1c1stas del s1glo XVI I quedaron
1mpres1onados por vanas caractenst1cas del reloJ, y v1eron en ellas
recursos metafoncos aprop1ados para la comprens1ón de la natura-
leza En pnmer lugar, el reloJ mecán1co es un artefacto compleJO,
dtseñado y constru1do por personas para cumpl1r unas func1ones
que otras personas han pensado El relOJ, aunque es man1mado,
1m1ta la complejtdad e tntenctonaltdad de los agentes tnteltgentes
57 S1 no se conoc1era la ex1stenc1a de un reloJero mtellgente que lo
construyó 1ntenc1onadamente, se podría suponer que el reloJ m1smo
era mtellgente y functonaba deliberadamente La populandad con-
temporánea de los autómatas -máqUinas que 1m1taban f1elmente
los mov1m1entos de los humanos y de los an1males- 1mpres1onó
tamb1én a vanos f tlósofos mecantc1stas (vease el gallo autómata en
la f1g 6). Que máqu1nas hábilmente d1señadas pud1eran engañar a
los observadores 1ngenuos, haciéndoles creer que estaban v1endo
algo natural y an1mado, contaba a favor de la leg1tlm1dad de la
metáfora mecán1ca. Sm embargo, la gente más av1spada sabía con
segundad que los reloJeS y autómatas no eran agentes 1ntel1gentes
Por lo tanto, el reloJ, y otros mstrumentos mecán1cos Similares, La Revoluct6n
ctenbftca
sum1n1straban recursos val1osos a los que se esforzaban por pro-
porcionar una alternativa convincente a los s1stemas f1losóf1cos que
ut11izaban noc1ones de 1nteligenc1a y f1nalidad en sus esquemas del
func1onam1ento de la naturaleza Las máqumas pueden actuar
como los agentes mtenc1onales, e 1ncluso pueden sustitUir el traba-
JO humano mtenc1onal, y esta semeJanza formaba parte de su atrac-
tivo como metáforas Sm embargo, está claro que no son agentes
1ntenc1onales, y esta d1ferenc1a formaba parte de su poder explica-
tivO Se puede consegu1r la apanenc1a de des1gnto compleJO y fma-
lldad en la naturaleza sm atnbu1r des1gn1o y f1nalidad a la naturaleza
matenal Como veremos en el capítulo 3, en el un1verso podría exis-
tir un agente Inteligente que tuv1era la m1sma relac1ón con la natu-
raleza que la que t1ene el reloJero con sus reloJes, pero no se debe
confundir el producto 1nan1mado de la mtel1gene~a con la mteligen-
Cia m1sma
El reloJ era tamb1én un eJemplo de umform1dad y regulandad S1
los filósofos consideraban que el mundo natural exh1bía pautas
ordenadas de mov1m1ento, el reloJ mecántco era un modelo accesi-
ble de la producc1ón mecán1ca de mov1m1entos naturales regulares.
Las máqumas tenían una estructura determmada los matenales y
mov1m1entos requendos para constrUirlas, y para hacerlas funcio-
nar, eran famtliares y, en pnnctpto, espec1f1cables Esto es, se Juzga-
ba que las máqumas eran totalmente mteftg1bles Según esta
representación cultural, en una máqu1na no había nada m1stenoso 58
o mág1co, nada 1mpredec1ble o causalmente capnchoso. La metá-
fora de la máqu1na podría ser, pues, un vehículo para «eliminar el
asombro» en nuestra comprens1ón de la naturaleza o, como lo for-
muló el soc1ólogo Max Weber a com1enzos del stglo XX, para «el
desencantamiento del mundo» De esta manera, las máqu1nas pro-
porc1onaban un modelo de la forma y el alcance que el conoc1-
m1ento adecuado de la naturaleza podría tener, y de cómo podrían
ser correctamente formuladas las 1nterpretac1ones humanas de la
naturaleza Se trata de pensar la naturaleza como SI fuera una
maquma, de atender a las un1form1dades de sus mov1m1entos,
(.oue se ~a? desentendiéndose de las 1rregulandades ocas1onales que se pue-
den observar 1ncluso en las máqu1nas que estan meJOr constru1das,
de mterpretar la naturaleza, en la med1da de lo pos1ble, como s1
fuera una maqu1na causalmente espee1f1cable Las InterpretaCio-
nes de la naturaleza que adoptan esta forma son filosóficamente
adecuadas, leg1t1mas e mtehg1bles
S1n embargo, debe apuntarse que, por así dec1r, no hay nada
«en la naturaleza>> de las máqumas que 1mp1da que se las conside-
re m1stenosas, y una línea de pensamiento que se remonta al
período helemsbco explicaba las máqu1nas como s1 fueran algo
más que la suma de sus partes matenales Boyle, por eJemplo,
escnb1o acerca de la vanab1lldad cultural de las aprec1ac1ones de
las maqUinas Relató una h1stona -probablemente apócnfa- acer-
ca de los JeSuitas «que, según se d1ce, regalaron un relOJ al rey de
Chma, el cual cons1deró que era una cnatura v1va)) El m1smo Boyle
aceptaba la adecuac1ón de una expl1cac1ón formulada enteramen-
te en term1nos de «la forma. el tamaño, el mov1m1ento, etc, de los
muelles, contrapesos y otras partes del reloJ», pero reconocía que
«no podría haber expuesto un argumento que hub1era consegu1do
convencer al monarca ch1no de que el relOJ no estaba VIVO» Una
metáfora mecan1ca de la naturaleza 1mpllcaba, como ocurre con
todas las metáforas que se cons1deran legít1mas, que nuestra com-
prensión de ambos térmmos camb1a con su yuxtapos1c1ón La leg1-
bm1dad de una metáfora no está sujeta a prueba
59 Para los filósofos que tenían la m1sma onentac1ón que Boyle o
Descartes, la expllcac1ón mecán1ca de la naturaleza contrastaba
explícitamente con el antropomorfismo y el an1m1smo de gran
parte de la filosofía natural trad1c1onal Pract1car la filosofía mecá-
mca suponía, por cons1gu1ente, separarse rad icalmente de los que
atnbuían fmalldad, 1ntenc1ón o sens1bll1dad a las ent1dades natura-
les Las expl1cac1ones mecán1cas de los fenómenos naturales
varraban ampl1amente Algunos filósofos se atrevían a 1r más leJOS
que otros a la hora de espec1f1car la constJtucJón mecán1ca de la
naturaleza En secc1ones postenores de este l1bro se d1scut1rá lo
que 1mpftcaba proporcionar una explicaCión mecán1ca de los fenó-
menos naturales, cuáles eran los lím1tes de este tipo de explica- La Revoluaon
ctenbftca
CIÓn, y cuáles eran los domm1os en los que las expl1cac1ones
mecán1cas resultaban aprop1adas S1n embargo, a pesar de estas
dJferenCJas, todas las explicaciones mecámcas que se propus1eron
en el s1glo XVII estaban enfrentadas a la trad1c1ón que adscnbía a la
naturaleza y a sus componentes, las capac1dades de fmal1dad,
1ntenc1onal1dad y sens1bil1dad
En el s1glo XVII era un hecho b1en conoc1do que las bombas
asp1rantes no podían elevar el agua a una altura supenor a d1ez
metros aproximadamente (f1g 7) Esta 1ncapac1dad se atrrbuí~ en
parte, a las características de los matenales que se utilizaban -por
eJemplo, la poros1dad de los tubos de madera- y en parte a la doc-
tnna trad1c1onal que consideraba que la naturaleza aborrece el
vacío 9 Desde el punto de v1sta trad1c1onal, el hecho de que una
bomba asp1rante pueda elevar el agua se debe a que, como el agua
aborrece el vacío, mtenta ascender para 1mped1r que se forme el
vacío en la parte supenor del tubo As1m1smo, la altura lim1tada de la
columna se puede cons1derar como una med1da cuant1tat1va de la
mtens1dad con que el agua aborrece el vacío Por cons1gu1ente, la
expl1cac1on tradiCIOnal de un efecto b1en conoCJdo, y de 1mportancra
práct1ca, adscnbía caractenst1cas mtenCJonales a una pequeña
parte de la naturaleza, en este caso, una cant1dad de agua
Los problemas planteados por los fenómenos de las bombas
asp1rantes constituyeron un punto central en la drstlnCJón entre las
filOSOfíaS de la naturaleza <<nuevas» y <<VIeJaS», ccmecaniCIStas» y 60
((anstotélrcas>> En 1644, el matemático 1tal1ano Evangelista Torncell1

9. Muchos f1losofos naturales de la ant1guedad aunque no todos cons1deraban 1mpos1ble


que ex1st1era el vac1o en la naturaleza C1ertamente esta era la 1nfluyente op1n1on de
Anstoteles Los f1losofos mecan1c1stas del s1glo xvn estaban d1vtd1dos con respecto a la
cuest1on de s el vac1o era pos1ble o SI la naturaleza estaba llena de matena es dec1r era un
plenum
Figura 7. La elevacton del agua
V o Lm P(?
medtante la bomba asptrante de
:lf:¡1? :~oi
Robert Boyle Cuando se h zo este
expenmento en la decada de 1660
era bten conoc1do en los c1rculos f1-
losof1cos y artesanales que las bom-
bas podtan elevar el agua hasta una
altura ltm1te de unos d1ez metros El
hecho hab1a s1do establec1do por
Gasparo Bert1 en la decada de
1640 el cual a su vez se hab1a ms-
ptrado en algunos comentanos que
aparec1an en los 01scors1 ( 1638) de
Galileo Boyle se quena asegurar
del hecho, porque sospechaba que
los aparatos ut1lizados antenormen-
te «no eran suf1c1entemente herme-
tlcos m la operac1on se hab1a reali-
zado con el suf1c1ente cu1dado y
atenc1on• Para fac1litar la observa-
Clan la porc1on supenor del tubo
que ten1a una long1tud de sesenta a
noventa cent1metros era de v1dno y
estaba Cimentada a la parte metall-
ca 1nfenor de unos d1ez metros La
bomba de Boyle elevo el agua hasta
una altura max1ma de 1O2 metros
Probablemente la casa ut11izada pa-
ra este expenmento estaba cerca
de la res1denc1a londmens e de
Boyle en Pall Mall Fuente Robert
Boyle Contmuac1on de los Nuevos
Expenmentos fiSICo-mecamcos re-
lativos al resorte y peso del a1re
(1669)

( 1608-1647), un admtrador de Galileo, tntento explicar meJOr los


efectos de las bombas y, en parttcular, contrastar la validez de la
61 expllcactón mecan1ca que no atnbuía a los flu1dos nada parec1do a
una capac1dad de aborrecer Supongamos que la altura de los llqUI-
dos en las bombas asp1rantes no t1ene nada que ver con la ex1s-
tenc1a e 1ntens1dad de una «capac1dad de aborrecer>>, s1no con una
s1mple equ1valenc1a mecán1ca que está presente en la naturaleza
Dentro de la bomba hay una columna de agua, fuera una co lumna
~,,~)'f . 5 ~ .

La RevoluctOn
oenbf1ca

Figura 8. Esta representacrón del expenmento torncelhano provrene de la


PhystOiogta Eplcuro-Gassendo-Charltomana (1654) de Walter Charleton, una
obra rnfluyente en la recuperacron, que tuvo lugar en el srglo XVII, del atomrsmo
gnego y latrno Ilustra una versron del fenomeno puesto de manrfresto ongrnal-
mente por Evangelista Torncelh en la decada de 1640 Charleton ( 1620-1707)
argumentaba que el espacro que esta srtuado encrma de la columna de mercu-
no no contrene arre Cuando el tubo se rnchna respecto de la perpendrcular
(derecha), el nrvel de mercuno llena el espacro prevramente exrstente y
Charleton preguntaba retoncamente adonde podra rr el arre que supuestamen-
te exrstra en ese espacro, ya que la parte supenor del tubo estaba hermetrca-
mente cerrada y no se veran burbujas pasando a traves del mercuno

62
de arre atmosfénco La columna de agua alcanza su altura de repo-
so cuando su peso es rgual al del arre atmosfénco que empuJa con-
tra su base De esta forma, Torncellr pretendía utrlrzar el b1en
conocrdo func1onam1ento de la balanza como modelo para com-
prender los fenómenos de las bombas En realrdad, la rdea mrsma
de que el atre ttene peso es un desafto a las creenetas basadas en
la noctón de «lugar natural», ya que los anstotéltcos sostenían que
nt el atre nt el agua pesan en sus «lugares naturales», por eJemplo,
el atre en la atmósfera y el agua en el mar
Se sabía que el mercuno es, aproxtmadamente, catorce veces
(¡aue se saeta? más denso que el agua Por constgUtente, la expltcactón mecántca
predecía que st un tubo de vtdno, cerrado en un extremo, se llena-
ba de mercuno y se tnvertía en un rectptente que contenta este
metal, la altura del ntvel de mercuno en el tubo debena ser sólo una
catorceava parte de la alt ura que alcanzaba el agua en las bombas
asptrantes Y esto fue lo que se observó (ftg 8) «Vtvtmos)), procla-
mó Torncellt, "en el fondo de un océano del elemento atre, el cual,
medtante una expenencta mcuest1onable, se demuestra que tiene
peso» En realidad, Torncelll había construtdo el pnmer barómetro -
de los térmtnos gnegos para «peso» y «medtda»- y muchos lo VIe-
ron como una conftrmactón dectstva de la concepc1ón mecantca de
la naturaleza Muchos, pero no todos La tdea de que el horror al
vacío desempeñaba algún papel legítimo en la expllcactón de estos
resultados estaba muy arratgada, y muchos ftlósofos de la pnmera
m1tad del stglo XVII, que s1n embargo estaban b1en dtspuestos hacta
el mecan1c1smo, pensaban que la tdea era plaustble El mtsmo
Gal1leo lo pensaba así
En Francta, Pascal cons1deró tn1c1almente que el expenmento
torncelltano sólo probaba que la fuerza con la que la naturaleza
aborrecía el vac1o era fm1ta Torncell1 había establecido, Simple-
mente, que d1ez metros de agua y setenta y tres centímetros de
mercuno medían esa fuerza tgualmente bten Ya que le faltaba
conftanza para formular generalizaciones acerca de la naturaleza a
part1r de unos pocos efectos producidos arttftctalmente, Pascal no
63 estaba dtspuesto a aceptar la analogía con la balanza mecántca, a
menos que pudtera vanar los pesos en ambos lados En 1647,
Pascal ptdtó a su cuñado Flonn Péner que transportara el baróme-
tro torncelllano a la c1ma del Puy-de-Dóme, un p1co volcántco de
Francta central, para observar los cambtos, s1 es que había alguno,
produc1dos en el n1vel de mercuno por una altura mayor Cuando
finalmente se h1zo la ascens1ón, en sept1embre de 1648, se deJÓ al
cu1dado de un monJe de un convento s1tuado al p1e de la montaña
un barómetro 1gual, de modo que su n1vel de mercuno pud1era ser-
VIr de «control». El cuñado 1nformó que la altura del n1vel de mer-
cuno en la c1ma -que estaba a unos novecientos metros por
enc1ma del punto de part1da- era aproximadamente s1ete metros y La Revoluc1o
c•enbfoca
med1o menor Hay menos atmósfera capaz de eJercer su peso
sobre el barómetro en la cumbre que en el p1e de la montaña Se
cons1deró que la causa de la conducta del barometro era el peso
del a1re y, a su vez, que el barómetro ofrecía una med1da f1able de
d1cho peso Pascal, en consecuencia, anunc1ó su convers1ón a la
concepción mecánica· «Todos los efectos atnbu1dos al [horror al
vacío] se deben al peso y a la pres1ón del a1re, que es su ún1ca
10
causa real» Ser un filósofo mecan1c1sta s1gn1f1caba prefem expli-
caciones en térm1nos de factores 1nan1mados, como el peso del
a1re, a las que Introducían factores 1ntenc1onales, como el horror al
vacío presente en la matena
Muchos filósofos mecan1c1stas contrastaron favorablemente
sus expllcac1ones de los fenómenos naturales con las que Invoca-
ban poderes «ocultos» En la trad1c1ón «mág ico-naturalista» del
Renac1m1ento, por eJemplo, era común suponer que los cuerpos
podían actuar entre sí a d1stanc1a med1ante poderes ocultos de
s1mpatía, atracc1ón y repuls1ón Aunque los efectos de estos pode-
res eran observables, los med1os por los que actuaban no lo eran
(por eso se llamaban ocultos) y no podían ser espec1f1cados en
termmos de las ord1nanas prop1edades «manifiestas» de la matena
sens1ble Las mfluenc1as astrológicas de los cuerpos celestes,
como los planetas, sobre los asuntos terrestres se expl1caban
Invocando poderes ocultos Así se explicaba que el Sol tenga el
poder de blanquear, que el ru1barbo pueda actuar como laxante y 64

1O. Otros f1losofos rep1treron vanas veces, en otras montañas, el expenmento del Puy-de-
Dome Aunque el expenmento ong1nal fue evidentemente dec1s1vo para Pascal otros no pu-
dieron reproducir la d1smlnuc1on del n1vel de mercuno Tampoco faltaron recursos que perm1
t1eran expl1car la d1smmucoon observada son aceptar completamente la exphcac1on mecan1ca,
por e¡emplo señalando la pos1ble 1nfluenc1a de los camb1os de temperatura En el próx1mo
cap1tulo se d1scuhra una d1stmc1on entre el peso y la pres1on del a1re
que el 1mán atra1ga al h1erro Se af1rmaba que los efectos de todos
estos poderes eran perceptibles, pero que los poderes m1smos no
se podían 1nfenr de la apanenCia man1f1esta de los planetas, el Sol,
el ru1barbo o los 1manes 11 El cuerpo humano (el m1crocosmos)
estaba conectado con el unrverso (el macrocosmos) med1ante una
<-aue se saiJ4a? sen e de 1nfluenc1as y correspondenciaS ocultas No es c1erto en
absoluto que los nuevos filósofos mtentaran desacreditar la leg1t1-
m1dad de los poderes ocultos o rechazar todas las af1rmac1ones
de la tradtcton astrológ1ca Entre los astronomos, Kepler y Tycho
Brahe fueron adeptos a la astrolog1a As1m1smo, Bacon y Boyle,
por eJemplo, aceptaron smceramente el pnnc1p1o de las Influen-
Cias celestes naturales, aunque s1multaneamente expresaban su
escepttc1smo frente a algunas formas pred1ct1vas de astrolog1a
que eran más amb1c1osamente espec1f1cas Boyle y otros miem-
bros de la Ro¡al Soc1ety de Londres, en la decada de 1660 y en
la s1gu1ente, no dudaban que esp1ntus Incorpóreos, bruJaS y demo-
niOS eJerc1eran efectos en el mundo natural aunque, como vere-
mos, tanto el lugar de estas ent1dades en la filosofía mecán1ca
como los med1os ut1llzados para establecer la verac1dad de las
af1rmae~ones concretas relacionadas con ellas estaban sometidos
a d1scus1on y control Sm embargo, era caractenst1co de la nueva
prácttca que se expresaran sospechas sobre una gama de aftrma-
CIOnes emp1ncas re laetonadas con las 1nfluenc1as ocultas o que,
en otros casos, se mtentara traduc1rlas a térmmos mecán1cos y
matenales.

11 . Los s1gn1f1cados de la palabra •oculto• exper mentaron vanac1ones y camb1os en el pe


nodo de com1enzos de la edad moderna Ademas los f1losofos mecan1c1stas uhhzaban fre-
cuentemente como forma de acusac1on la descnpcton de una expllcac1on como oculta
Por e¡emplo los ftlosofos de •ncl1nac•on mecan•c sta que se negaban a proporc•onar una
65 exphcac1on causal espec1flca de la manera en que se produc1a un determ1nado efecto f1s1
co pod•an ser acusados de re1ntroduc~r desacreditados poderes ocultos que es lo que
ocumo en la d1sputa entre Le1bn1z y Newton acerca de la grav1tac1on que tuvo lugar a co
m1enzos del s1glo xvn1 a la cual se hara referenc1a postenormente en este cap1tulo
Rec1entemente se ha argumentado 1ncluso que cuando los f1losofos naturales modernos
camb1aron la noc1on de cuahdad oculta hac1endo que s1gn1f1cara no ya lo oculto e Imper-
ceptible, s1no lo que tema efectos v1s1bles pero era mmteftg¡b/e en termmos mecan1cos y
corpusculares, estaban en real1dad re1ntroduc1endo las cualidades ocultas por mucho que
pretendieran rechazarlas
Aunque la filosofía mecán1ca se desarrolló, en gran med1da,
como una f1losofía que se oponía a la doctnna anstotél1ca, la tradi-
CIÓn del «naturalismo renacentista» proporcionó tamb1én un modelo
1mportante de lo que se debía combat1r. Se consideraba que este
«naturalismo» estaba profundamente enra1zado en la cultura global,
y muchos de los que se sentían atraídos por el mecan1c1smo estaban La Revoluc•on
oenhf•ca
preocupados, en los s1glos XVII y el XVIII, por las consecuencias del
naturalismo en una amplia gama de valiosas práct1cas culturales y
soc1ales El surg1m1ento y el desarrollo de la concepc1ón mecán1ca
de la naturaleza se deb1eron, en parte, a estos procesos de oposi-
CIÓn En la Franc1a de com1enzos del s1glo XVII, por ejemplo, el filóso-
fo y matemát1co padre Mann Mersenne (1588-1648) de la Orden
de los Míntmos cons1deró que de la recuperac1ón renacentista de la
doctnna del antma mund1, o alma del mundo, se seguían conse-
cuenCias muy pel1grosas la noc1ón de que la matena estaba llena de
vtda y la cons1gu1ente tdentlftcaCión de D1os con la naturaleza Estas
doctnnas conferían leg1t1m1dad a las prácttcas y creenctas mágtcas,
y, además, a la hereJía reltgtosa, que es lo que Mersenne temía espe-
Cialmente Mersenne temía que la proyecc1ón de poderes sobrena-
turales en las cosas que, hablando con proptedad, no los tienen,
termtnaría por dtfummar la drsttnCión relig1osa crucral entre lo natural
y lo sobrenatural, lo cual, en última rnstancta, tría en detnmento de las
creenctas e tnstttuctones cnsttanas
Al dotar a la naturaleza con una multitud de poderes actrvos
tnherentes, el naturalismo renacentista tendía a eltmrnar el papel
expltcatrvo desempeñado por Otos, que se debía concebtr como la
ún1ca ent1dad completamente sobrenatural Era esto, más que
cualqurer otra cosa, a lo que había que oponerse en nombre de la
reltg1ón cnstrana Aunque el anstoteltsmo poseía recursos que, en
pnnctpto, eran valiosos para combatir el naturalismo -por ejemplo, 66
su aprobactón de la tnmortaltdad del alma y su rechazo del deter-
mrnrsmo-, sus resultados como rned1o efect1vo de afrontar el
desafío del naturalismo renacentrsta no habían stdo sattsfactonos
El anstoteltsmo tampoco había ofrectdo expl1cacJones convincen-
tes del tipo de fenómenos que aducían constantemente los natu-
ral1stas, por eJemplo, la atracc1ón magnét1ca y las plantas curat1vas
Para Mersenne, el problema fundamental estaba en la concepc1ón
que cons1deraba que la matena era esencialmente act1va, y la solu-
CIÓn se deb1a encontrar en una 1nterpretac1ón de la matena que
h1c1era de ésta algo totalmente pas1vo e 1nerte en otras palabras,
c.<Le se sab•a? en una metafís1ca que resultara aprop1ada para una 1nterpretac1ón
mecamc1sta del mundo natural ' 2 Merced a esta 1nterpretac1on de
la matena como algo pas1vo, se podían preservar las Importantes
d1St1nc1ones entre lo natural y lo sobrenatural En realidad, el pre-
supuesto de la pas1v1dad de la matena fue fundamental en la gama
de vers1ones del mecan1c1smo que ex1st1eron en el s1glo XVII La
1nfluenc1a de Mersenne en el desarrollo del mecan1c1smo y de la
concepc1ón mecamc1sta de la matena fueron cons1derables Su
am1go Descartes elaboro esta concepc1ón en las décadas de
1630 y de 1640, y su vers1ón fue cont1nuada, con mod1f1caC1ones,
por Hobbes, Boyle y muchos otros S1n embargo, aunque la con-
cepclon de la matena como algo pas1vo ocupo un lugar funda-
mental en la frlosof1a natural mecan1ca a lo largo del s1glo xv11,
d1cha concepc1ón fue atacada, en ocas1ones, tanto por filosofas
como por algunos que no lo eran, y los modos en que mtervema en
las tareas expl1cat1vas espec1f1cas vanaron mucho
Formaba parte del credo de los mecan1c1stas la 1dea de que se
podía probar que todos los efectos genu1nos en la naturaleza eran
expl1cables en térmmos de causas ordmarras, comprens ibles,
mecamcas y mater1ales As1, Bacon sospechaba de los supuestos
hed'los rnvolucrados en el famoso «balsamo de las espadas» Se
adm1tía generalmente que una henda causada por un arma dada
se podía curar s1 se untaba no la henda, s1no la espada o el cuch1 -

67
12. La metaf151ca es la 1nvest1gac•on f1losoftca de los •pnmeros pr nc1p1os• que tncluye el
1nlento de caractenzar la naturaleza ull1ma de lo que ex1ste en el mundo Aunque algunos
escntores modernos cons1deraban que la metaf1s1ca era una parte 1m portante de la f1loso
fta natural o 1ncluso que era su fundamento otr~s condenaban la especulac1on metaf1s•ca
porque cons1deraban que se s1tuaba mas alla de los hm1tes prop1os de la 1nves!tgac1on
c1enttf1ca y ut11tzaban el term1no metaf1s1ca como un term1no mas o menos peyorat1vo que
serv1a para caltf1car af1rmac1ones ftlosof1cas que eran abstrusas abst'actas o en algun
senbdo 1ndec1d1bles uttl1zando los med1os ordmanos
llo que la había produc1do, tncluso en el caso de que el arma y la
henda estuv1eran separadas por una d1stanc1a de hasta Cincuenta
kilómetros Bacon no estaba d1spuesto aún a aceptar o rechazar la
realidad del supuesto efecto y sugmó que se somettera a una con-
trastactón más estncta El efecto podría ser suscepttble de una
expltcactón en térm1nos matenales, pero pnmero se debía estable- La Revoluoon
oenbflca
cer la realidad de su ex1stencra ' 3 Bacon tambtén pasó rev1sta a
«muchas trad1c1ones y observaciones ant1guas que han llegado
hasta nosotros, relacionadas con la stmpatía y antipatía de las
plantas» Era algo habttual expltcar, med1ante pnnc1p1os ocultos de
stmpatía, por qué algunas plantas se desarrollaban meJOr cuando
crecían cerca de otras Al respecto, Bacon rechazaba categónca-
mente <<cualqUier am1stad y odto secretos de este ttpo» por ser
«completamente erróneos» y sugería que algunos efectos genUI-
nos se podían explicar medrante causas más prosarcas. los efec-
tos sobre las plantas se debían a que sus vec1nas extraían del
suelo crertas sustanc1as nutnt1vas
A medtados de la década de 1660, médtcos y f1losofos natura-
les 1ngleses d1scut1eron la realidad y la explicac1ón correcta de
supuestas curas med1ante «tmpos1c1ón de las manos», que se atn-
buían al curandero Irlandés Valenttne Greatrakes Muchas fuentes
ftables test1f1caron que Greatrakes había curado, 1mpon1éndoles
las manos, a enfermos que sufrían escróf ula, úlceras y p1edras en
los nñones Boyle abordó tan «estupendos resultados» dando cré-
dito cautelosamente a su real1dad y proponiendo una explicaetón
mecán1ca prov1s1onal de cómo se producían las curas realmente
Af1rmó que no estaba convenc1do de que hub1era algo «puramen-
te sobrenatural» en las curas y se esforzó en «proporcionar una
explicac1ón físrca» OUizás pasaban del cuerpo de Greatrakes al del
68

13. S1 Bacon era ret1cente a aceptar el hecho el balsamo de las espadas (o •polvos de
stmpatla•) tuvo mfluyentes abogados en el s1glo xvu S~r Kenelm Otgby (1 ii03-1665) cor-
tesano 1ngles f1losofo y f1nalmente m1embro de la Royal Soc1ety de Londres, estaba satis-
fecho de su ef1cac1a lo ut1l1zo para curar a un duehsta hendo que los CirUJanos del rey eran
1ncapaces de tratar 01gby tamb1en ofrec1o una exphcac1on de como curaba el balsamo, en
la que se mezclan los recursos del mecan1c1smo y la s1mpat1a oculta de una manera que no
era tnfrecuente en la f1losof1a del s1glo XVll
pacrente «efluvros curatrvos» materrales y, qurzás, estos efluvros
eran los que efectuaban la cura. La emrsrón de los efluvros mate-
rrales y los efectos que producía se podían explicar totalmente
medrante pnncrpros mecánrcos No se necesrtaba recurrrr a nada
oculto o sobre natural Lo maravrlloso en las curas de Greatrakes
c.Oue se sabia? eran las causas mecánrcas que actuaban en la naturaleza creada
por Oros, no las cosas supuestamente mrsterrosas e rnmaterrales

La matematización de las cualidades

Segun el resumen de Boyle, la frlosofía mecánrca sólo tenía «dos


grandes prrncrpros». matena y movrmrento No había pnncrpros
que fueran más prrmarros, más srmples, más amplios y más com-
prensrbles Materra y movrmrento eran como las letras del alfa-
beto, que son srmpl es y frnrtas tomadas por sr m1smas, pero
com brnadas pueden dar lugar a una drversrdad casr mfrnrta
Todos los efectos naturales que concernran a una práct1ca
correctamente concebrda de la frlosofía natural se debran explr-
car medrante las prop1edades rrreduct1bles de la materra y sus
estados de movrm1ento esto era lo que convertía la expl1cac1ón
de la naturaleza en algo semeJante a la de las máqurnas En el
d1scurso sobre la materra y el mov1m1ento no rnterve nía nada
oculto La expl1cacrón mecamca de la naturaleza recrb1ó enton-
ces la del1mrtac1ón de su forma y conten1do se trataba de espe-
Cif icar la forma, el tamaño, la d1sposrc1ón y el movrm1ento de los
constituyentes matenales de las cosas
Los frlósofos mecan1c1stas del srglo XVII h1 c1eron depender de
fuentes bíblicas la legrtrmrdad de esta concepcrón de la estruc-
69 tura fundamental de la naturaleza La apócrrfa Sabrduría de
Salomón af1rmaba que D1os «ha drspuesto todo según número,
peso y medrda» y, a lo largo de la Edad Med1a, se expresaron a
veces 1deas s1mrlares Lo nuevo del srglo xvn es la resolucrón con
que se formulaban los prrncrp1os de materra y movrm1ento como
los elementos que def 1nían a una filosofía natural correcta Sr
La RevoluclOn
oenllflca

Figura 9. Esquema utrltzado por Descartes para expltcar los efectos magneh-
cos Fuente Rene Descartes. Los pnnctptos de la ftlosofta (1644)

una pretendrda expllcacrón en fllosofra natural mtroducía recur-


sos que no fueran los pnncrpros de matena y movrmrento, corría
senamente el nesgo de que se la tachara de mmtelrgrble y no
fllosófrca
A pesar de este acuerdo básrco entre los filósofos mecanrcrstas,
la especrfrcrdad y el contenrdo de las explrcacrones mecánrcas de
los drstrntos fenómenos naturales vanaban consrderablemente de
un filosofo a otro Descartes prefería explrcar detalladamente cómo
el tamaño, la forma, el movrmrento y los modos de rnteraccrón de las
porcrones rmperceptrbles de materra podían producrr toda la diversi-
dad de los efectos fís1cos Suponía que todos los cuerpos fís1cos 70
estaban compuestos de tres <<elementos» que estaban formados
por el m1smo trpo básrco de matena pero que drferían en tamaño y
forma En orden ascendente del tamaño de sus partículas, los ele-
mentos van de lo que en ocasrones llamaba «fuego» (las partículas
más pequeñas) pasando por el «arre» hasta la «trerra» (cuyas partí-
Figura 1 O. Esquema ut1hzado por Descartes para explicar la acc1on refleJa
Fuente Rene Descartes Tratado del hombre ( 1664)

culas son las mayores) Algunos cuerpos -por eJemplo, el Sol y las
estrellas fiJaS- son «puros», o sea estan formados sólo por el ele-
mento fuego, otros t1enen una compos1c1ón «m1xta)), por eJemplo,
todos los objetos que se encuentran en el entorno terrestre, mclul-
dos los cuerpos an1mados Por cons1gu1ente, las explicaciones flsl-
cas cartes1anas cons1stlan en espec1f1car la compos1c1ón de los
cuerpos en térm1nos de las partículas constituyentes y sus estados
de mov1m1ento

14. Descartes como los anstotehcos no adm1t1a la extstenc1a del vacto en la naturaleza y
71 por constgUtente esttpulaba que las part1culas del pnmer elemento no teman una forma y
un tamano determinados s1no que se podtan d1v1dtr y cambtar de forma med1ante coltsto-
nes •para acomodarse a los espac1os por los que penetran• Su ns1stencta en la tnftntta d-
vtSibthdad de las parttculas de matena dtst1ngu1a as1 su teona de la matena de la de sus
contemporaneos •atom1stas• como P1erre Gassend1 y Walter Charle ton el 1m portante de-
fensor 1ngles de Gassend1 Por tanto sostener una concepc1on que cons1dera que la mate-
na ttene una estructura corpuscular o que esta compuesta de parttculas no equ1vale nece
sanamente a sostener la doctnna que define al atom1smo que todos los cuerpos estan
compuestos de porc1ones de matena que son mvts1bles Impenetrables e tndlviStbles
El magnet1smo, por eJemplo, se explica medtante partículas
s1m1lares a tornillos, generadas por el remolino que rodea la T1erra,
que aJustan en los poros aproptadamente conftgurados del h1erro
(f1g 9) Una comente de estas partículas, al moverse entre un 1mán
y un trozo de h1erro, expulsa el a1re ex1stente entre los dos cuerpos
y ello hace que ambos se aprox1men. Se expl1ca la ex1stencta de La Revoluc10n
ctentJflca
dos polos magnét1cos postulando la ex1stencta de dos clases de
tornillos. roscados a derecha y roscados a rzqurerda Análogamente,
el cuerpo humano se podía tratar como sr fuera srmplemente «una
máqurna de t1erra» La d1gesbón es la separac1ón, mduc1da por el
calor, de las partículas que componen el al1mento Las más gruesas
descrenden hasta ser finalmente expulsadas por el recto, las más
pequeñas fluyen por poros del tamaño aprop1ado hacta el cerebro y
los órganos de la reproducción Los «espíntus antmales» del cuerpo
están compuestos por las partículas de la sangre que son más
pequeñas y se encuentran en un estado de ag1tac1ón mayor Estas
partículas entran en las cavrdades del cerebro, luego fluyen a través
de los nervtos, que están huecos, y van a los músculos, donde pro-
ducen efectos sens1trvos y motores que se explican en los mr~mos
térmtnos que los utilizados para explicar las fuentes artrf1c1ales y
otros rnstrumentos mecánrcos semeJantes. Así es como se podían
explicar eJemplos de lo que ahora se llama «acctón refleJa», en tér-
minos aproptada y específicamente mecánicos. Las partículas del
fuego A (en la f1g 1O) se mueven muy ráptdamente y, por consl-
gurente, poseen la fuerza sufrcrente para desplazar la p1el adyacen-
te 8 , ésta empuJa el frlamento nervroso ce. el cual abre el poro de
que termtna en el cerebro, «de rgual modo que cuando se provoca
el son1do de una campana, unrda a una cuerda, pues éste se pro-
duce en el mrsmo momento en que se trra del otro extremo». El
poro se abre a su debrdo trempo y los espíntus anrmales contenrdos 72
en la cavrdad cerebral F penetran en su rntenor y son transportados
por él, «parte a los músculos que srrven para retrrar ese pre del
fuego, parte a los que s1rven para mover la cabeza y los OJOS para
mtrarlo y parte a los que s1rven para adelantar las manos, así como
para doblar todo el cuerpo y defenderlo».
Por contraste con el alto grado de espec1f1c1dad mlcromecánr-
ca consegu1do por Descartes, los filósofos mecan1c1stas 1ngleses
tendían a segu1r a Boyle en su adopc1ón de un enfoque más cauto
Boyle estaba convencido de que la creac1ón ong1nal del mundo
había causado la d1v1s1ón de una (tmatena un1versal» homogénea
,oué se sabia? en «pequeñas partículas, de vanos tamaños y formas, con d1versos
mov1m1entos» (Por esta razón, Boyle se complacía en llamar a la
nueva filosofía «mecan1ca» o «corpuscular») Estas partículas o cor-
púsculos luego «se asoc1aban en masas o agregados d1m1nutos»,
d1ferenc1ados por lo que Boyle llamaba sus «texturas», es dec1r la
d1spos1CIÓn espac1al de sus partes Las cual1dades o prop1edades
de las cosas se debían explicar, pues, «en v1rtud del mov1m1ento,
tamaño, f1gura y art1f1CIO» de los corpúsculos Se podía explicar el
camb1o de prop1edades en térm1nos del camb1o de la «textura» o de
los estados de mov1m1ento de los corpúsculos Donde la práct1ca
de Boyle d1verge de la de Descartes es en su rebcencta extrema a
pasar de pnnctptos mecántcos a detalles mecán1cos El capítulo
stgutente presentará un ejemplo de la cautela de Boyle cuando se
trate de su explicactón de fenómenos como la prestón del atre Se
constderaba que la matena y el movtmtento eran los pnnc1p1os que
hacían «tnteliglbles>> a las explicactones mecán1cas los fenómenos
vtstbles y tangtbles, puestos de mantftesto por la conducta de los
objetos de tamaño med10 en el mundo de la expenenc1a d1ana,
eran el modelo del mundo InVISible de los corpúsculos
Algunos ftlósofos conJeturaban que el rec1én tnventado micros-
copio pronto permtbría ver los corpúsculos 6acaso no revelaba ya
el nuevo mstrumento que las superfrctes macroscóptcamente sua-
ves eran m1croscóp1camente rugosas (ftg 11 )? El mtcroscoptsta
holandés Antont van Leeuwenhoek ( 1632-1723), que estaba va-
73 gamente tnsptrado por la teoría de la matena de Descartes, const-
deró tntctalmente que todos los cuerpos estaban compuestos de
pequeños •glóbulos», los m1smos glóbulos que había vtsto repeti-
damente med1ante una amplia gama de observacrones mtcroscó-
p1cas Con más cautela, el m1croscop1sta y expenmentallsta tnglés
Robert Hooke expresó la esperanza de que el mtcroscop1o perfec-
La Revoluc•o
oenllf•ca

Figura 11. llustrac1ones de objetos comunes aumentados con el m1croscop1o,


de la M1crograf1a ( 1665) de Rober Hooke en la parte supenor se muestra la
punta de una aguja, debaJO un punto 1mpreso y en la parte 1nfenor, el borde de
una navaJa af1lada

c1onado perm 1t1era fmalmente ver «las f1guras de las partículas


componentes de la matena» y su colega Robert Boyle, con más
cautela aún, estaba de acuerdo «S1 tuv1éramos la v1sta lo suf1c1en- 74
temente aguda, o m1croscop1os muy perfectos, lo cual me temo
que es más un deseo que una esperanza, nuestro sent1do así per-
feccionado podría d1scern1r [ ] los tamaños, formas y sttuactones
part1culares de los cuerpos extremadamente pequeños» que son,
por eJemplo, la causa del color Análogamente, Hooke 1ns1stía en la
pos1b1lldad de que el m1croscop1o, al hacer v1s1bles las ((pequeñas
maqumas de la naturaleza» med1ante las que los efectos se produ-
cen realmente, el1m1nara def1mt1vamente la leg1t1m1dad del discur-
so sobre las cualidades <<ocultas» Pero la mayona de los filósofos
aceptaba que el mundo corpuscular era, y probablemente lo sería
:)~.. .. se ....!)a? Siempre, macces1ble a la v1s1on humana y que, por tanto, las expli-
caCiones m1cromecan1cas de este tipo tenían necesanamente un
caracter htpotét1co, esto es, nunca se podna probar su verdad físi-
ca utilizando med1os sensonales
El corpusculansmo fue propuesto como un modo fllosoflca-
mente plaus1ble de dar sent1do a la conducta de los cuerpos VISI-

bles y, a med1da que los m1croscop1os revelaban un numero


s1empre mayor de apanenCias ocultas, cualitativamente d1ferentes,
gano cred1bil1dad, espeCialmente cuando se mostró que cada vez
un mayor número fenómenos naturales eran compat1bles, en pnn-
clplo, con una expllcaCJon en térmmos de matena y mov1m1ento
Boyle, como Descartes, escnb1o extensamente, en un esfuerzo por
mostrar que tomando en cons1derae~on el tamaño, la forma, la tex-
tura y el mov1m1ento de los corpusculos se pod1a explicar una
amplia gama de fenomenos naturales Pero, a d1ferenc1a de
Descartes, Boyle raramente, s1 es que lo h1zo alguna vez, propor-
cionaba detalles de los tamaños, formas, texturas y mov1m1entos
relevantes que produc1an el magnetismo, el fno, la ac1dez, y todo lo
demás Cons1deraba que su tarea era s1mplemente mostrar el
poder y la plaus1bi11dad, en pnnctp1o, de las expl1cac1ones corpus-
culares El mecaniCismo corpuscular del s1glo xvtt, por tanto, abar-
caba un rango que se extend1a de lo metodológicamente general
a lo expl1cabvamente específ1co
Los filósofos mecanlcJstas y los part1danos de la filosof1a cor-
75 puscular se proponían dar una exphcac1ón plaus1ble de las propie-
dades observadas de los cuerpos -su fnaldad, dulzor, color,
flex1bil1dad, y las demás- pero pretend1an hacerlo hablando de un
remo de corpúsculos que no sólo no se podían observar, s1no que
además carecían de esas propiedades Así, SI algu1en preguntara
por qué una rosa es roJa y fragante, la respuesta no sena que sus
const1tuyentes últimos poseen las prop1edades de la roJez y la fra-
gancia. Esta cuest1ón es de 1mportanc1a fundamental con respec-
to a la crít1ca del anstotellsmo Por una parte, se presentaba la
expl1cac1ón mecán1ca como la ún1ca mtel1g1ble; por otra parte,
d1cha expllcac1ón refería a una realidad últ1ma que tenía muchas
prop1edades que eran cualitativamente d1ferentes de las que se La Revoluc•on
c•enbflca
daban en la expenenc1a común
Es costumbre refenrse a la d1st1nc1ón en cuest1ón como la d1s-
tlnc1ón entre cualidades «pnmanas» y «secundanas» y, aunque
llegó a ser cas1 ub1cua en la filosofía del s1glo XVII, no se p1Jeden
encontrar dos vers1ones de ella que sean exactamente 1guales.
Aunque algunos elementos de esa d1st1nC1ón aparecen ya en la
obra de los «atomistas» gnegos, como Demócnto (e 460-370 a C.)
y Ep1curo (e 341-270 a.C ), la pnmera formulación clara, en el
s1glo XVII, aparece en El ensayador ( 1623) de Galileo. En esta obra,
Galileo ponía el eJemplo de la expenenc1a común que proporcio-
nan los obJetos que llamamos calientes. En tanto que una descnp-
Ción de una sensac1ón subjetiva, no cometemos n1ngún error al
af1rmar que, por eJemplo, «esta olla está caliente». Nos equivoca-
mos, af1rmaba Galileo, cuando suponemos que «el calor es un
fenómeno real, o prop1edad, o cualidad que realmente res1de en el
matenal que nos produce la sensac1ón de calor» Galileo explicaba
que, aunque no podemos conceb1r un obJeto s1n pensar que t1ene
c1erta forma y c1erto tamaño, y que se encuentra en un estado de
mov1m1ento determmado, podemos pensar fácilmente en obJetos
que no son roJOS n1 dulces nt cal1entes Estas últ1mas cualidades
son las que se presentan a nuestros sent1dos cuando encontra-
mos un objeto particular, pero no pertenecen al objeto en sí
m1smo «Por tanto, ptenso que los sabores, los olores, los colores y
todo lo demás no son más que meros nombres, en lo que respec- 76
ta al objeto en el que las sttuamos, y que sólo restden en nuestra
conc1enc1a»
Las cualidades pnmanas son las que realmente pertenecen al
objeto en sí m1smo la forma de sus partes, su tamaño y su movl-
mtento. Se las llamaba «pnmanas» (o algunas veces «absolutas»)
porque no se puede descnb1r mngún objeto, o sus constituyentes,
stn hacer referenc1a a ellas Las cualidades secundanas -roJez,
dulzura. calor y las demás- se denvan del estado de las cualidades
pnmanas de un obJeto Las cualidades pnmanas causan (y expli-
can) las secundanas Así pues, según la filosofía corpuscular, las
¿Ove se sabta? porc1ones de mate na que constituyen un cuerpo no son por sí mis-
mas roJas, dulces o calientes, s1no que sus tamaños, formas, dispo-
SICIOnes y mov1m1entos son los que producen en nosotros estos
efectos subjetwos Toda la d1vers1dad de los objetos naturales que
se expenmentan se debe explicar med1ante las cualidades pnm1t1-
vas y mecán1camente s1mples que pertenecen necesanamente a
todos los cuerpos en tanto que cuerpos y no a las rosas o las
barras de h1erro o los 1manes en tanto que clases de cuerpos El
filósofo 1nglés John Locke ( 1632-1 704) escnb1ó al respecto «En
los cuerpos m1smos no ex1ste nada parec1do a nuestras 1deas [de
los cuerpos]• Las 1deas que tenemos de dulzura, rojeZ y calor son
sólo los efectos produc1dos en nosotros por «el tamaño, la f1gura y
el mov1m1ento de las partes 1mpercept1bles» de los cuerpos De
todas nuestras 1deas de los cuerpos, sólo algunas se pueden con-
Siderar objetivas -esto es, que corresponden a la naturaleza de las
cosas m1smas- y éstas 1nclu1rían las 1deas de que los cuerpos tie-
nen c1erta forma, tamaño y mov1m1ento Otras 1deas y expenencms
se deben cons1derar subJetivas como el resultado del procesa-
miento act1vo por parte de nuestro aparato sensonal de las Impre-
Siones que se denvan del re1no real y pnmano Ahora b1en, la rosa
de la expenenCia común no se perc1be como un agregado ordena-
do de cualidades, smo como un todo· roja, aproximadamente Circu-
lar, de olor fragante, de unos s1ete centímetros de ancho, etc La
d1stmc1ón entre cualidades pnmanas y secundanas, como la con-
77 cepc1ón copern1cana del mundo, mtroduJO una cuña entre el domi-
niO de la leg1t1m1dad f1losóf1ca y el del sentido común La realidad
m1cromecámca tenía pnondad frente a la expenenc1a del sentido
común, y la expenenc1a subjetiva quedaba apartada de las explica-
Clones de lo que objetivamente ex1ste Nuestra expenenc1a sensi-
ble real no ofrece mnguna guía f1able que nos perm1ta descubnr
cómo es realmente el mundo. Por consrgurente, esa drstrncrón fun-
damental dro un paso de grgante hacra lo que el h1stonador E. A.
Burtt ha descnto como «la expuls1ón del hombre del retno real y pn-
mano» Los seres humanos, y la expeneneta human~ ya no eran «la
medrda de todas las cosas»
Al rntroduc1r esta drstrncrón, los filósofos mecanrcrstas no se La Revoluoo
oenbf1ca
estaban opon1endo sólo a la expenencra común y al sent1do común,
s1no tambrén a lo que era una doctnna central del anstoteltsmo la
doctnna de las «formas sustancrales>> (o «cualrdades reales») Los
anstotéltcos medrevales y los de com1enzos de la edad moderna
acostumbraban a establecer una d1strncrón analítrca entre la «mate-
na» y la «forma» de los cuerpos 15 Drcho en pocas palabras, la mate-
na de una estatua de mármol es el sustrato matenal a part1r del cual
se puede hacer una estatua de AleJandro o de su caballo Se puede
hacer una estatua de mármol de cualqurer persona o cos~ de r1odo
que la «matena» de una estatua partrcular no proporcrona una explr-
cacrón adecuada de lo que la estatua es La «forma» de una esta-
tua dada es ese pnncrpro ordenador rnmatenal que la convrerte en
una representacrón de AleJandro o de su caballo La «matena» de la
que está constrturda una entrdad dada no trene prop1edades pro-
pras, es la «forma» con que se dota a la «matena» lo que la convier-
te en esa clase de cuerpo Las formas son entrdades reales; no son
matenales, pero están lrgadas a la matena. Análogamente, se
podría hablar de la forma sustancral de una rosa o de una rata Su
forma sustancral es lo que da a la matena que contrene su roserdad
o su rate1dad Cualqurer rosa o rata dada puede tener característr-
cas part1culares que le confreren su 1ndrvrdualrdad, pero éstas cuen-
tan como «accrdentes» y no trenen nada que ver con su forma
sustancral, esto es, con su ser una rosa o una rata Así pues, para
los anstotélrcos, una explrcacron físrca de las cosas trene srempre 78
un carácter cualrtatrvo 1rreductrble· las cosas son lo que son y no

15. En real1dad la doctnna de las formas sustanctales que rechazaban los modernos del
stglo xv11 fue desarrollada a part1r de los escntos de Anstoteles por sus segUidores esco-
lastlcos de la Edad Med1a y de los stglos XVI y XVII Los espec1alistas aun dtscuten st esa
doctnna pertenecta prop1amente al m1smo Anstoteles
algo d1st1nto, porque cont1enen las cualidades reales de la espec1e
Las formas de las cosas causan nuestras percepc1ones sens1bles
ord1nanas y, por tanto, hay una conex1ón cuahtat1va entre cómo es
el mundo y cómo lo expenmentamos
Estas «formas sustanciales» eran un obJeto favonto de burla
c.Oue se sab4a? para los f ilósofos mecamc1stas y el rechazo, por parte de los
modernos, de las formas sustanc1ales ayudaba a establecer lo
que s1gn1f1caba proporcionar una expl1cac1ón de la naturaleza que
fuera mtellg1ble y proptamente mecan1ca Para Bacon, las formas
anstotellcas eran «productos de la mente humana» Boyle consi-
deraba que aftrmar que las formas no son matenales, pero «per-
tenecen a» los cuerpos matenales, era sencillamente absurdo
Estas entidades no pod1an aparecer en una expltcacton f1s1ca
correcta, y una f1losofía que acepte untcamente los pnnc1p1os de
matena y mov1m1ento debe proscnb1r el d1scurso sobre este ttpo
de cosas Los fllosofos mecamc1stas 1denttf1caban las formas sus-
tanciales con las cualidades ocultas Eran 1n1ntellgtbles, no pod1an
formar parte de una f1losof1a natural que estuvtera correctamente
const1tu1da Locke estaba de acuerdo en que era 1mpos1ble for-
marse una 1dea 1ntellg1ble de las formas sustanciales 1nmatenales
«Cuando se me d1ce que [hay) algo, además de la f1gura, el tama-
ño y la s1tuac1ón de las partes soltdas, en la esenc1a de ese cuer-
po, algo que se llama forma sustanc1al, conf1eso que no tengo la
menor 1dea de ello» Para Hobbes, el dtscurso sobre las «sustan-
Cias 1ncorpóreas» (InclUidas las formas sustanciales) olía a tdeolo-
gía Que este d1scurso ocupara un lugar central en la filosofía
natural anstotéltca se expltcaba porque esta filosofía estaba
dom1nada por los curas, que utilizaban las noc1ones de las formas
sustanciales, las esenc1as separadas y las sustanc1as 1ncorpóreas
79 para apoderarse de una parte del poder del Estado, para aterren-
zar a las masas y mantenerlas sometidas por el temor Los cuer-
pos matenales no tenían, por dec1rlo así, formas o esenc1as
vert1das en su 1ntenor su naturaleza matenal -tal y como la defi-
ne la filosofía mecámca- es su naturaleza Lo que no es matenal
y no resulta man1f1esto por sus efectos es m1stenoso y oculto,
1nmtel1g1ble y no pertenece a la práct1ca de una filosofía mecáni-
ca de la naturaleza
La 1ns1stenc1a re1terada de los filósofos mecan1c1stas en que
sólo sus expllcac1ones eran 1ntellg1bles era, por tanto, como hemos
v1sto, un notable argumento a favor de d1chas expl1cac1ones. No se
puede entender cómo se abrazaron las explicaciones mecán1cas y La Revoluc•on
oentftca
cómo se rechazaron las que no lo eran s1 no se aprecia la Impor-
tancia de esta d1ferenc1a en mtel1g1blildad, sobre la que se 1ns1stía
una y otra vez S1n embargo, desde un punto de v1sta más neutral
merece la pena tomar en cons1derac1ón algunos problemas que
están relacionados con la estructura bás1ca y, por tanto, el alcance
de las expl1cac1ones mecán1cas Estas expl1cac1ones tienen un
carácter estructural Es dec1r, las características y la conducta de
una ent1dad natural compleJa se deben expl1car 1nd1cando su com-
posiCIÓn las partes que la const1tuyen, su estructura y su conduc-
ta Como hemos v1sto, las expl1cac1ones estructurales de la
filosofía mecán1ca proceden típ1camente utll1zando «m1cromecan1s-
mos>' Así, por eJemplo, el calor se explicaría recurnendo a los movi-
mientos ráp1dos y percue~entes de los corpúsculos 1nv1S1bles que
componen los cuerpos cal1entes O, en un eJemplo que se discuti-
rá en el capítulo sigUiente, se explicaría la pres1ón del a1re Indican-
do las características elást1cas de los corpúsculos mv1s1bles que lo
constituyen
La 1ntellg1b1lldad de estas expl1cac1ones prov1ene de la Circuns-
tancia de que, en muchos casos, se pueden señalar ejemplares
v1s1bles y tang1bles del mundo cot1d1ano de la v1da humana en los
que se pueden produc1r efectos semeJantes utll1zando med1os
mecámcos Es una expenenc1a común y, por tanto, fácilmente mte-
llg,ble que podemos produc1r calor med1ante un mov1m1ento ráp1do
y percuc1ente de un palo o de nuestras manos, y que podemos 80
conservar el calor de nuestro cuerpo moviéndonos con un movi-
miento ráp1do y percuc1ente (Éste es otro ejemplo de la relac1ón
ex1stente, que se h1zo notar antenormente, entre la clandad del
conoc1m1ento y la capacidad de constrUir los objetos del conoci-
miento.) S1n embargo, en sus momentos de exaltac1ón, los fllóso-
fos mecan1c1stas pretendían explicar no sólo algunos fenómenos
naturales, smo todos Así, en Los pnnCJp!Os de la ftlosofía (1644)
Descartes aborda todos los fenómenos naturales -la grav1tac1ón
de los cuerpos, la conducta de los líqu1dos y de los 1manes, las
causas de los terremotos, la comb1nac1ón quím1ca, los mov1m1entos
<>aue ~ sab•a? del cuerpo humano, las bases de la sensac1on humana, y así suce-
Sivamente- y concluye af1rmando que «no hay n1ngun fenómeno
en la naturaleza cuyo tratam1ento se haya om1t1do>> y que no se
pueda expl1car med1ante pnnc1p1os mecan1cos
Sm embargo, aunque se pueden 1mag1nar fácilmente estructuras
expllcatJvas m1cromecanJcas para todos los fenómenos naturales, no
todas se benefiCian de la mtellg1bll1dad que prov1ene de la existenCia
de contrapartidas mecámcas en el re1no de los objetos de tamaño
med1o que pueblan la expenenCJa humana Consideremos, por eJem-
plo, la sensac1ón humana En esta cuest1on particular, Descartes
ofrece extensas explicaCiones mecámcas basadas en los pnnCiplos
de la h1drauhca y en las operac1ones mecánicas de flu1dos, valvulas
y tubos, como es patente en su explicaCión de la percepc1ón del
calor produCido por un fuego y del mov1m1ento refleJO que s1rve para
ev1tarlo Pero en el dom1n1o macroscóp1co no hay nada que s1rva
para explicar cómo se produce mecan1camente la sensac1ón que
tenga la m1sma mtelig1bil1dad que, por eJemplo, una exphcac1ón Ciné-
tica m1cromecámca del calor o una expl1cac1on estructural mJcrome-
cámca de la pres1on del a1re Por esta razón, algunos h1stonadores y
filosofas con mentalidad crítica se han preguntado 1ncluso SI la pre-
tendida 1nteiJgJbl11dad global de las expl1cac1ones mecán1cas era algo
más que Simplemente el acuerdo de los mecanlclstas para que
d1chas explicaciones contaran como más 1ntelig1bles que las alter-
nativas Cuando los filósofos mecan1c1stas pretendían explicar olo-
81 res o sabores agradables y desagradables recurnendo a la textura
suave o rugosa de las partículas constituyentes de los cuerpos,
Gestaban realmente ofreCiendo algo d1ferente e mherentemente
más Inteligible que las exphcac1ones de sus oponentes anstotéllcos?
El h1stonador de la filosofía Alan Gabbey piensa que no en la filo-
sofía mecámca «los fenómenos que hay que expl1car están causa-
dos por ent1dades cuyas estructuras son tales que causan los fenó-
menos Antenormente, el op1o provocaba sueño porque tenía una
cualidad dorm1t1va particular· ahora provoca sueño porque tiene una
m1croestructura corpuscular part1cular que actúa sobre las estructu-
ras f1s1ológ1cas>> Desde esta perspectiva, la mtellg1b1lldad supenor y,
por tanto, el poder exphcat1vo de la filosofía mecámca es más limita- La Revoluoon
oenbf1ca
do de lo que pretendían sus proponentes La conv1cc1ón que tenían
los part1danos del mecan1c1smo de que las expllcac1ones mecán1cas
eran globalmente supenores y más 1ntellg1bles que las alternativas,
se debe explicar en térmmos que son más h1stóncos que abstracta-
mente fllosóf1cos

La estructura matemática de la realidad natural

Algunas veces se af1rma que la 1magen mecamc1sta de un un1verso


const1tu1do por matena y mov1m1ento <<implica» una concepc1ón
matemática de la naturaleza No cabe duda de que una concepción
mecán1ca del mundo es, en pnnCiplo, proclive a la matemat1zac1ón
Vanos filósofos mecan1c1stas ms1stleron resueltamente en que las
matemát1cas deb1an desempeñar un papel fundamental en la com-
prenslon de la naturaleza Boyle, por eJemplo, aceptaba que un
mundo natural cuyos corpúsculos se conc1b1eran con vanos tama-
ños, formas, dispOSICIOnes y mov1m1entos reclamaba1 en prrnc1p1o,
un tratam1ento matemático Sm embargo, a pesar de las frecuentes
declarac1ones que, en esta época, 1ns1stían en la «concordancia))
natural que ex1stía entre mecan1c1smo y explicaciones matemática-
mente formuladas, sólo una pequeña porc1ón de la frlosofía mecá-
nica fue matemat1zada, y la capac1dad de representar regulandades
o leyes fís1cas matemáticamente expresadas no dependió de la 82
creenc1a en sus causas mecan1cas Es dec1r, aunque la matemat1-
zac1ón de la filosofía natural es, s1n mnguna duda, una característi-
ca 1mportante de la práct1ca del s1glo XVII, las declaraciones que
proclamaban la ex1stenc1a de una relac1ón const1tut1va entre el
mecan1c1smo y las matemáticas s1guen s1endo problemáticas
La conf1anza que tenía el s1glo XVII en la adecuac1on y la poten-
Cia fundamentales de una formulación matemát1ca de la filosofía
natural podía aduc1r el respaldo de la ant1guedad Los filosofas
naturales modernos recurnan a P1tágoras, y especialmente a Platón
(e 427-347 a C ), a la hora de leg1t1mar el análls1s matemát1co del
lue ,.e sa01a? mundo, c1tando el d1ctum de Platón que af1rma que «el mundo es la
carta que 01os escnb1ó a la human1dad» y que «está escnta en
caracteres matemabcos» Galileo argumento que la f•losof1a natural
deb1a adoptar una forma matemat1ca porque la naturaleza t1ene una
estructura matemática Los filósofos naturales modernos, y no sólo
los que eran part1danos de la filosofía mecanrc1sta o de la corpus-
cular, estaban de acuerdo, en general, en que las matemát1cas eran
la forma de conoc1m1ento más segura y, por esta razon una de las
mas valoradas S1n embargo, para los que se ded1caban al estud1o
de la naturaleza fís1ca, las cuest1ones que dom1naban a todas las
demás eran cómo, de qué manera y hasta qué punto resultaba ade-
cuado ut1llzar los metodos matemat1cos para explicar los cuerpos
naturales reales y los procesos fís1cos reales Oue es pos1ble estu-
diar matemat1camente la naturaleza no ofrecía dudas, en pnnc1p10,
pero G.es pract1co y fllosof1camente correcto hacerlo? En este punto
hab1a una d1vergenc1a de opm1ones entre los filosofas de los s1glos
XVI y XVII Algunos filosofas Influyentes estaban seguros de que el
objetivo de la c1enc1a era, y debía ser, la determmac1on de leyes de
la naturaleza fiJaS y matematlcamente formuladas, m1entras que
otros dudaban que las representaciones matemát1cas pud1eran
captar las cont1ngenc1as y compleJidades de los procesos naturales
reales A lo largo del s1glo XVII, hubo voces Influyentes que manifes-
taron su escept1c1smo ante la leg1t1m1dad de las «1deallzac1ones»
matemáticas que se ut1llzaban en la expllcac1on de la naturaleza
83 fís1ca real Filósofos como Bacon y Boyle af1rmaban que las expli-
caciones matemáticas func1onan muy b1en cuando se cons1dera la
naturaleza en abstracto, pero no tanto cuando se cons1deran sus
part1culandades concretas La ley matemát1ca de la caída libre de
los cuerpos, formulada por Galileo, nge el mov1m1ento de cuerpos
1deales en un entorno desprovisto de rozam1ento Es pos1ble que
La Revolucaon
caent faca

F1gura 12. El esquema que utrhzo Kepler para mostrar la ccmaravtllosa proporCion
de las esferas celestes [ ] establectda por medto de los ctnco solidos geometncos
regulares» Fuente Johannes Kepler El secreto del uniVerso, 2a ed1C10n ( 1621)

nrngún cuerpo real se haya mov1do nunca obedec1endo precisa-


mente a esa ley Galileo proclamo que <<el mov1m1ento ha s1do
somet1do a la ley del número», pero los cuerpos en mov1m1ento a los
que se refena sólo se parecen aproximadamente a los cuerpos rea-
les de tamaño med1o cuyos mov1m1entos son objeto de la expenen-
Cia d1ana La cuest1ón, sobre la que se vo lverá en el capítulo 2, es SI

el dom1n1o prop1o de la filosofía natural es el del 1deal matemát1co o


el de lo concreto y particularmente real, o SI se puede llegar a algu - 84
na soluc1ón de comprom1so
Johannes Kepler se cuenta entre los platón1cos matemáticos
mas apas1onados Su Mystenum cosmograph1cum ( El secreto del
unwerso), publ 1cado en 1596, anunc1o un gran descubn mtento
relat1vo a las d1stanc1as entre el Sol y los planetas en un un1verso
copern1cano mod1f1cado Kepler hab1a descub1erto que las orb1tas
de los se1s planetas entonces conocrdos ten1an una semeJanza
sorprendente con las d1stanc1as al Sol que se obtienen SI las
«esferas» planetanas se rnscnben en, y son crrcunscntas por, los
c1nco sol1dos regulares de la geometría de Platon el cubo, el te-
~.~e se saba? traed ro el dodecaedro el ICOsaedro y el octaedro (flg 12) Una
esfera que c1rcunscnbe un cubo transporta el planeta mas extenor,
Saturno En el cubo se rnscnbe la esfera de Júprter, la cual, a su
vez crrcunscnbe un tetraedro En el tetraedro se rnscrrbe la esfera
de Marte, y as1 sucesrvamente El descubnm1ento de Kepler es
que la estructura del srstema planetano srgue un orden geometn-
co Y explrca por que esto es as1 ((El Creador Optrmo Maxrmo, al
crear este mundo movll y al d1sponer el orden de los c1elos se
atuvo a los c1nco cuerpos regulares que han srdo tan famosos
desde los d1as de P1tagoras y Platón hasta los nuestros y [ ] en
func1on de su naturaleza aJusto su numero, sus proporcrones y la
razon de sus mov1m1entos» Un astronomo con rnchnacrones mate-
matlcas habra descub1erto que Oros creador es un matematrco el
Creador hab1a empleado los pnne1pros de la geometna para esta-
blecer las drstanCJas planetanas La armon1a matematrca de las
esferas era una caractenstrca sustantiva de la creacron del mundo
y de los pnnCipros que gobrernan sus movrmrentos La naturaleza
obedece leyes matemabcas porque en la creacron 01os utllrzo este
trpo de leyes
La rdea de que la naturaleza obedece a leyes matemat1cas dro
confranza a los que promov1an una concepcron matematrca de la
filosofía natural En tanto que rnvestrgadores de los fenómenos físi-
cos, los filósofos trabaJaban con la evrdencra frsrca, real y sens1ble,
e rntentaban darle sentrdo, en tanto que matemáticos, pretendran
85 establecer las pautas formales que subyacen al mundo natural y
que qurzá le hayan dado ongen Esta confranza alcanzo su punto
culmrnante, en los desarrollos que tuvreron lugar a com1enzos de la
edad modern~ en la obra publicada en 1687 por Isaac Newton
( 1642-1727) Phllosophtae natura!ts pnnc1p1a mathemat1ca
(Prmc1p10s matemáticos de la fJ!osofía natura~ La maqu1na del
mundo srgue leyes que trenen forma matemátrca y que se pueden
expresar en el lenguaje de las matemátrcas Matemátrcas y meca-
nrcrsmo se funden en una nueva definiCIÓn de lo que es una filoso-
fía natural correcta
Muchos contemporáneos consideraron que el logro de Newton
representaba la perfección de la filosofía mecán1ca, y muchos hrsto- La Revoluc1on
Ctenbf1ca
nadores lo consrderan como la culm1nac1ón de la Revoluc1ón Cientí-
fica No cabe duda de que Newton h1zo avanzar dec1s1vamente el
1mpulso galileano haCia la consolldac1ón de los dom1mos en los que
se puede aplicar legítimamente un esquema ún1co de filosofía natu-
ral Los Pnncrp1a un1f1caron las matemátrcas y la mecámca terrestre
y celeste Newton mostró que las órb1tas elípt1cas de los planetas,
que habran srdo descntas previamente por Kepler, se deben explrcar
med1ante dos mov1m1entos· uno es 1nerc1al -los planetas tienden a
moverse con velocrdad un1forme en una línea recta y, por consi-
gUiente, a moverse por la tangente a sus órb1tas, el otro es la atrac-
CIÓn grav1tae1onal centrípeta entre los planetas y el Sol, que t1ende a
trrar de ellos hac1a el centro del s1stema solar Todos los cuerpos -
terrestres o celestes- tienden a moverse uniformemente en línea
recta o a permanecer en reposo, todos los cuerpos -dondequiera
que estén Situados- se atraen grav1tae1onalmente La grav1tac1ón es
un1versal y actúa entre cualesqu1era dos cuerpos con una fuerza
que es Inversamente proporcronal al cuadrado de la d1stanc1a que
los separa y que se puede descnb1r med1ante la ecuac1ón matemá-
2
t1ca F = G(mm'/0) G es una constante que tiene el m1smo valor en
todos los casos, 1ndepend1entemente de SI la fuerza actúa entre
Marte y el Sol, entre Marte y Venus, o entre el libro que tiene el lec-
tor en sus manos y la T1erra «Todos los cuerpos», af1rma Newton,
«están dotados con un pnnc1p10 de gravrtac1ón mutua.'>
Con ello se d1o un paso de grgante en el proceso hacra la 86
homogene1zac1ón y objet1vac1ón del mundo natural que se hrzo
notar a comrenzos de este capítulo, cuando se d1scut1eron las afir-
maciones de Galrleo sobre las manchas solares. Los hrstonadores
han utrlrzado la expresrón «la destruccrón del cosmos» para descn-
blr el logro de Newton. M1entras el pensamrento tradrcronal, e rnclu-
so buena parte del pensam1ento de com1enzos de la edad moder-
na, concebía un unrverso frnrto que tenía regrones espacrales cua-
lrtatlvamente d1ferenc1adas, Newton proclamaba un un1verso de
tamaño 1ndef1mdo, untdo, según ha escnto el h1stonador Alexandre
Koyré, «sólo por la 1dent1dad de sus leyes y contenidos fundamen-
Jve se sabta? tales», un umverso en el que no ex1stla n1nguna distinCión f1s1ca
cualitativa entre los c1elos y la T1erra, o entre cualqu1era de sus
componentes, y en el que «la astronom1a y la f1s1ca llegan a ser
rnterdepend1entes y un1das por su comun sujec1on a la geometna»
Simultáneamente, el conoetm1ento m1smo de este un1verso se hace
obJetiVO Algunas veces se af1rma que en este mundo homogéneo,
«en el que cuerpos abstractos se mueven en un espac1o abstrac-
16
to», ya no hay lugar para noc1ones de frnalldad En este mundo
homogéneo y abstracto, sólo ex1sten causas matenales Ahora se
conc1be que todos los procesos naturales tienen lugar en una
trama de tiempo y espac1o abstractos, autosuf1c1ente, y que carece
de referenc1as a la expenenc1a human~ local y llm1tada En los
Pnncrpra, Newton rntrodujo las defrn1c1ones necesanas para la
nueva pract1ca «El t1empo absoluto, verdadero y matemat1co en s1
y por su naturaleza, y srn relac1ón a algo externo, fluye uniforme-
mente [ ] El espac1o absoluto, por su naturaleza y srn relac1ón a
cualqu1er cosa externa, s1empre permanece 1gual e rnmóv1l» Se
llevó a la perfecc1ón a la nueva c1enc1a cuando se creó para ella un
sustrato que está d1vorc1ado de los rernos de lo local, de lo lim1tado
y de lo subjetivo
Aunque la 1dea de que Newton completo el programa gahleano
desp1erta un amplio acuerdo, hubo, y todavía hay, una d1vergenc1a
cons1derable respecto a la cuest1ón de s1 es correcto cons1derar que
Newton perfecc1onó la filosofía mecámca de la naturaleza No hay
87 duda de que la fuerza grav1tac1onal que mantiene un1do el un1verso
se puede descnb1r matemáticamente La ley de la grav1tae~ón se
ofrec1ó, rncluso, como modelo de una práct1ca cuyo objetivo era la

16. En el cap1tulo 3 se 1ntroduc1ran algunas mat1zac1ones muy 1mportantes de esta op1mon


que desempeño un papel destacado en algunas mterpretac1ones trad1c1onales de la 1den-
t1dad de la Revoluc1on C1entlflca
caractenzac1ón, med1ante leyes, de las regulandades matemáttcas
de la naturaleza, leyes que debían ser (según af1rmó Newton)
«deducidas» de la conducta real observada de los cuerpos. El obJe-
tivo era la certeza fís1c8.¡ y las matemát1cas el Instrumento para con-
seguirla S1n embargo, el prec1o de esa concepc1ón de la c1enc1a
1ncluía, en ocas1ones, un abandono de la ~nvest1gac1ón de las causas La RevolucJOn
oentJhca
fís1 cas En este sentido, Newton reconociÓ abiertamente que «no he
pod1do todavía deduc1r a part1r de los fenómenos la razón de estas
prop1edades de la gravedad y yo no 1mag1no h1pótes1s». Pretendía
<<Únicamente proporcionar una noc1ón matemát1ca de esas fuerzas,
Sin cons1derar sus causas fís1cas» La matematlzaCJón del un1verso
se podrí8.¡ entonces, oponer a la 1nvest1gac1ón de las causas mecá-
nicas, matenales o de otro tipo Así pues, según una 1nterpretac1ón
de la empresa newton1ana. ésta deJÓ de lado la ~nvestlgaCJón causal
para concentrarse en las formulaciones matemáticas de las regula-
ndades observables en la naturaleza, m1entras que otra Interpreta-
CIÓn celebra que Newton ampl1ara el alcance de la expllcac1ón
mecán1ca causal.
Una cuest1ón cruCial, s1n embargo, es que Newton re~ntrodUJO o,
al menos, puso un nuevo énfas1s en el papel que podían desempe-
ñar los «poderes act1vos» mmatenales en una filosofía natural
correctamente const1tu1da, espec1almente a la hora de expl1car
efectos cuya reducc1ón a pnnc1p1os mecánicos constderó 1mpos1ble
o mcorrecta el magnet1smo, la electnc1dad, la acc1ón capilar, la
cohes1on, la fermentac1ón y los fenómenos de la v1da Aunque toda-
vía se puede af1rmar que en la filosofía natural de Newton la forma
pretenda de expl1cac1ón causal era mecántca y matenal, la práct1ca
de d1cha filosofía ya no debía c1rcunscnb1rse a la prov1s1ón de
d1chas expllcac1ones (El capítulo 3 se ocupará de los contextos
filosóficos y rel1g1osos que proporcionaron gran parte de su 1mpor- 88
tanc1a a esta pastelón) Newton 1ns1stía en que no había sacnflca-
do al mecan1c1srno Filósofos nvales, como el alemán Gottfned
Wlihelm Le1bn1z ( 1646-1716), le acusaron VIolentamente de ut1llzar
el enorme prest1g1o cultural de las matemáticas para re~ntroduc1r
los pnnc1p1os ocultos y de abandonar el sueño de espec1f1car un
un1verso completamente mecámco Para Le1bn1z, como para otros,
la cond1c1ón suprema de mtellg1bll1dad era la prov1s1ón de una
causa mecántca plausible y, ya que Newton no la había respetado
-como en el caso de la gravitaCión-, se deb1a JUzgar que sus expli-
caCiones eran 1n1ntehg1bles y ocultas Newton consideraba «absur-
lue se sabia? da» la noc1ón de que la gravedad actúa a d1stanc1a entre los
cuerpos, s1n la med1ac1ón de cuerpos matenales, e 1ntentó tenaz-
mente descubnr de qué modo la atracCJon gravltaCJonal se podía
transm1tlr a través de un med1o Sm embargo, 1ncluso sm esa teoría
fís1ca, la atracCión grav1taC1onal no se debía constderar tnmteltg tble
su lnteltgtbtltdad restdía en el hecho de que su acc1on obedecía a
una ley La ley de la grav1tae~ón se podta uttl1zar para ftnes expltca-
ttvos, aunque no se pud1era espec1f1car una causa mecan1ca
Por tanto, no puede extst1r mnguna generaltzac1ón que perm1ta
,
dec1d1r fac1lmente s1 el logro newton1ano representa la culmmacron
de la filosofía mecán1ca, su subvers1ón por haber re1ntroduc1do las
cualidades ocultas o la creac1ón de una nueva práct1ca que debe
ser Juzgada uttltzando cntenos filosóf1cos nuevos Los filósofos de
f1nales del s1glo XVII y com1enzos del XVIII debatieron prec1samente
estas cuest1ones, que están relac1onadas con la correcta com-
prensión del logro de Newton D1scutteron s1 Newton había per- r¡
l
fecCionado el mecan1c1smo o lo había negado, debatieron s1 la ~
'
cond1c1ón de la expl1cac1ón fís1ca es la determmac1on de causas
mecán1cas, cuestiones que tamb1én d1scuten los h1stonadores y
muchos c1entíf1cos de hoy

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