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Bosques templados

38.2

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Perspectivas en el manejo de los bosques
templados
Jaime Prado Donoso 1

INTRODUCCION
Los bosques templados han sido relativamente ignorados en la creciente discusión internacional
sobre el destino de los bosques de nuestro planeta. Si bien ocupan una superficie total algo menor que
los bosques boreales o tropicales, presentan un conjunto de características únicas, no solamente en
términos biológicos, sino en la relación que los seres humanos han tenido con ellos.
La cultura occidental y la primera revolución industrial, así como varias culturas orientales,
se desarrollan en regiones con predominio de bosques templados, lo que permite las consecuencias
de las interacciones positivas o negativas entre las sociedades humanas y los bosques a lo largo de
distintas etapas del desarrollo.
Dentro de la Zona de los bosques templados existen países desarrollados y en desarrollo, así
como diferentes enfoques respecto de la relación entre los bosques y las sociedades humanas, lo que
provee un interesante laboratorio para analizar esta interacción, lo que tiene hoy en día una gran
importancia para dar un contenido sólido y un buen fundamento para las decisiones que todos los
países deben adoptar respecto de que quieren sus bosques.

1. LOCALIZACION Y ANTECEDENTES GENERALES DE LOS BOSQUES


TEMPLADOS
Los bosques templados se encuentran en ambos hemisferios, entre el nivel del mar y el límite
arbóreo en las montañas. Se presentan en zonas con una marcada estación fría, pero no muy prolongada,
y un amplio rango de temperatura y precipitación. Una gran proporción de los bosques templados se
encuentra en el hemisferio norte, limitando con los bosques boreales, dichos bosques están compuestos
principalmente por coníferas tales como pinos y sequoias y árboles de hoja caduca tales como robles,
arces y abedules. En el hemisferio sur, los bosques templados se encuentran en los contrafuertes de la
Cordillera de Los Andes en Chile y Argentina, así como en Nueva Zelandia y Australia siendo
dominantes los géneros de tipo siempreverde tales como Nothofagus, Araucaria y Podocarpus a los
que se agrega Eucalyptus en el caso de Australia. El límite preciso entre bosques templados y
subtropicales, así como entre ellos y los bosques boreales es difícil de definir en forma exacta, pero
en ambos hemisferios el límite hacia el trópico está cercano a los 30 º de latitud (Maini, 1996).
Debido a los diferentes criterios y escalas de análisis en diferentes países, así como la dificultad
de fijar un límite preciso a los bosques templados, no es posible señalar una estimación global aceptada
universalmente respeto de la superficie total cubierta por este tipo de bosque. Más aun, debemos
tener en cuenta que esas estimaciones no reflejan un problema que afecta a este tipo de bosques, cual

1 Director Ejecutivo Corporación Nacional Forestal. Chile

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es la rápida y continua pérdida de condiciones originales donde formaciones primarias están siendo
reemplazadas por bosques intensivamente manejados o por plantaciones. Establecer las áreas de
bosques vírgenes o antiguos no es fácil, pues generalmente no se hace tal distinción en las estadísticas.
Hoy en día, el rango de bosques originales remanentes varía ampliamente, siendo menos del 1% en
Europa Central hasta un 25% en Nueva Zelandia. (WWF, 1992)
En general, los bosques templados son deficitarios en áreas protegidas y la superficie que se
encuentra bajo protección tiende a estar concentrada en masas forestales de bajo valor comercial,
tales como bosques de montaña. Los ecosistemas forestales de mayor productividad, ubicados en los
valles, no se encuentran debidamente protegidos.
Un elemento no siempre considerado, pero que es determinante para el uso y manejo de los
bosques templados, es la existencia de diversas estructuras de propiedad en los diferentes países que
poseen este tipo de bosques. En los países europeos, Estados Unidos y Australasia, el Estado a nivel
federal es dueño de importantes extensiones de bosques, pero estos pueden pertenecer también a los
Estados u otras divisiones regionales, tal como sucede en Canadá. También la propiedad estatal
puede manifestarse a través de instituciones públicas, lo que se evidencia en Bélgica, Chipre, Suiza y
Chile.
La propiedad privada de los bosques se ejerce por instituciones muy diversas, tales como
organizaciones religiosas o académicas, por cooperativas agrícolas y forestales, como en el caso de
China, o cooperativas de trabajadores forestales (Portugal). Parte importante de los bosques privados
pertenecen a empresas forestales y grupos financieros. También existen organizaciones no
gubernamentales de conservación, que son propietarias de importantes extensiones, como en Italia,
Holanda y Reino Unido.
Esta distribución de la propiedad está asociada a la evolución de la población y de sus demandas
sobre el recurso. En naciones de baja densidad poblacional como Rusia y Canadá, existe un importante
porcentaje de bosques primarios; en países Europeos donde la concentración de habitantes es alta, se
encuentran situaciones con escasas áreas de bosques originales y ecosistemas altamente intervenidos,
y en países como Nueva Zelandia y Chile, que en el siglo pasado tuvieron una rápida expansión de la
frontera agrícola en desmedro de los bosques se presentan aun importantes superficies de bosques
nativo con posibilidades de manejo, así como terrenos marginales o erosionados como consecuencia
de la agricultura o ganadería, de los cuales gran parte se han empleado en el establecimiento de
plantaciones forestales. (WWF, 1992).
Se presentará a continuación un análisis de los bosques templados, teniendo en cuenta su
historia, desde el punto de vista de la actividad humana; las demandas actuales y lo que se prevé para
el futuro. La exposición de estos temas se desarrollará por áreas geográficas. En el hemisferio norte
se expondrán las situaciones de Europa y Norte América y en el hemisferio sur se analizará la situación
de los bosques en Australia, Nueva Zelandia, Chile y Argentina.

2. ORIGEN DE LOS BOSQUES TEMPLADOS

2.1. Origen de los Bosques Templados en el Hemisferio Sur


El continente Sudamericano está ocupado por el denominado reino florístico neotropical. Una
porción minoritaria dentro de Sudamérica está cubierta por los bosques templados de Chile y Argen-
tina, que se sitúan entre el Océano Pacífico, el mar Antártico, el desierto de Atacama y la Pampa
Argentina. Los desiertos y las praderas de la pampa lo aíslan de otras formaciones forestales tropicales

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y subtropicales del continente (Donoso, 1994).
Los vínculos florísticos del bosque austral con otras masas forestales ubicadas en Tasmania y
Nueva Zelandia, datan del Terciario (65 a 2 millones de años atrás). En este período, los bosques
tropicales y templados de Sudamérica no estaban separados como hoy por desiertos, distribuyéndose
en forma continua entre las latitudes tropicales y templadas. A su vez, Sudamérica estaba unida por la
Antártica, que no se hallaba cubierta totalmente de hielo, con Tasmania y Nueva Zelandia. Esta
situación explica las causas que hicieron del bosque austral una auténtica isla biogeográfica, al estar
separado por barreras infranqueables como desiertos y océanos, de los orígenes de su biota (Donoso,
1994).
Los bosques ubicados en los Andes australes y sur oeste del Pacífico, poseen diversas
particularidades:
á Tienen una relación evolutiva y geológica con los del Mar de Tasmania
á Poseen alto grado de endemismo y particularidades adaptativas,
á Incluyen especies de alto valor científico y comercial
á Son ecosistemas únicos en continentes en que predominan los bosques tropicales, desiertos y
sabanas

2.2. Origen de los Bosques Templados en el Hemisferio Norte


En Norteamérica los tipos vegetacionales actuales aparecieron por primera vez en la transición
Paleoceno - Eoceno (66.6 a 36.6 millones de años atrás), cuando la región del norte de Colorado
presentaba bosques ricos en especies arbóreas deciduas y coníferas de tierras bajas. Los bosques
montanos puros de coníferas y los bosques mezclados de coníferas y especies latifoleadas, estuvieron
presentes en tierras altas en Nevada-Idaho en el Eoceno medio y tardío (45 a 40 millones de años
atrás). El primer surgimiento de bosques montanos puros de coníferas, se produce en el Mioceno (5.3
millones de años atrás), en el norte del continente.
Durante el Cretácico (144 a 65 millones de años atrás), aparecieron las Angiospermas y durante
el Eoceno medio, las especies que hoy predominan en los bosques de Norteamérica. (Axelrod et al.,
1991)
Los bosques templados más diversos y biológicamente más ricos, que se presentaron en el
hemisferio norte y en los fragmentos de Gondwana, persistieron en el norte de Asia occidental, y en
el sur desde Asia suroccidental hasta Australia noroccidental (incluyendo Nueva Caledonia). En
Norteamérica se han encontrado fósiles de plantas actualmente restringidas a Asia occidental. Asimismo
existen algunos taxa restringidos actualmente a Australasia, que se presentaron en los bosques
templados de Sudamérica antes del Mioceno medio.(Axelrod et al., 1991).

3. Interacción Histórica entre las Sociedades Humanas y los Bosques Templados


El estudio de la historia de civilizaciones pasadas, pone en evidencia la eliminación del bosque
para establecer actividades agrícolas o ganaderas. Esta intervención y el impacto causado por conflictos
sociales, especialmente guerras, produjo la pérdida de numerosos bosques templados, teniendo efectos
que duran hasta la actualidad, como lo evidencian la desertificación y erosión en el norte de África y
el sur de Europa.
En este siglo, el tema de la desertificación y la degradación de los suelos ha tomado especial
interés, al hacerse más evidentes las consecuencias de la destrucción de los ecosistemas forestales.
Estos problemas han despertado el interés de la opinión pública, la cual ha desarrollado un papel
fundamental en las iniciativas de conservación. Sin embargo, el énfasis se ha puesto principalmente
en la conservación de los bosques tropicales, relegando a segunda importancia a las masas forestales
templadas. Los organismos internacionales de conservación han dado menor consideración a los

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bosques templados, por lo que la discusión mundial sobre estos ecosistemas ha sido escasa. A
consecuencia de esto, el entendimiento de los problemas, diferencias y similitudes entre bosques
tropicales y templados es por lo general inadecuado.
En las últimas dos décadas el estado sanitario, e incluso la sobrevivencia de los bosques
templados, se han visto afectados por la contaminación ambiental y posibles cambios climáticos.
Esto ha generado una importante discusión e investigación sobre el tema, pero sin que se haya llegado
a obtener conclusiones claras en cuanto a la intensidad de los efectos ni a establecer responsabilidades.
Por su situación geográfica, estos son los ecosistemas más afectados por este problema.

3.1. América del Norte


Existen antecedentes que señalan la existencia de población indígena en Norteamérica desde
hace más de 10.000 años. Estos habitantes eran principalmente cazadores y recolectores, teniendo
cierta actividad agrícola en la zona del este del país, desde la zona de los Apalaches hasta el sur de
Canadá. Los bosques eran usados en forma extensiva y aún cuando estos pobladores tenían como
herramienta el uso del fuego, no existieron transformaciones ni impactos de magnitud devastadora.
Con la llegada de los inmigrantes europeos, se incorporan nuevas tecnologías que hicieron
posible un cambio en el uso de la tierra, principalmente hacia la agricultura. Esto permitió un gradual
avance en la ocupación de tierras desde la costa Atlántica hacia el oeste. El desplazamiento de la
población hacia el Pacífico, provocó que los bosques fuesen eliminados en grandes extensiones. A
mediados del siglo XIX, se produjo un abandono de las primeras tierras en la costa del Atlántico, por
el agotamiento de los suelos y la expansión de la frontera agrícola, lo que dio paso al desarrollo del
bosque secundario. Esto explica la existencia de una importante masa de bosque secundario en el
este de Norteamérica. Se puede decir que este proceso, si bien con desfases de tiempo, se repitió
parcialmente en la zona de los grandes lagos, así como en el sur y oeste de Estados Unidos. Al mismo
tiempo surge una reacción frente al deterioro de los bosques, lo que se manifiesta en una mejoría en
la gestión de las tierras públicas y la creación del Servicio Forestal.
Aún cuando la sustitución de bosques por cultivos agrícolas y urbanización no tuvo las secuelas
que existen en otros países, la reducción de áreas silvestres o no intervenidas fue importante. Hoy en
día, el 34% de los bosques y terrenos forestales pertenecen al Gobierno Federal, al igual que casi la
totalidad de las áreas no intervenidas.
En Canadá el proceso histórico de actividad humana en los bosques, ha sido muy similar, pero
en menor escala. En el este se produjo una desforestación importante, principalmente por el aumento
de la población después de la guerra de la independencia de los Estados Unidos. En el siglo XVII ya
se observa un uso intensivo en la zona de Quebec, aumentando con la inmigración del siglo XVIII.
(Canadian Forest Service, 1996). Actualmente en Canadá, el Estado, a través de las Provincias, es
propietario del 90% de los bosques y terrenos forestales.

3.2. Europa
El desarrollo de la agricultura en Europa existe desde antes del Imperio Romano, teniendo un
modelo de avance desde el Mediterráneo hacia el Norte. Aun cuando la densidad inicial de la población
era baja y las zonas agrícolas se encontraban concentradas, poco a poco se fue deforestando. Este
proceso alcanzó de una u otra forma, a toda la región. El caso de Francia es un buen ejemplo de este
proceso.

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Período Percentaje de area cubierta de bosques
en Francia (%)
3,000 A.C. 80
0 50
SigloXV 33
SigloXVI 25
SigloXVII 14
SigloXVIII 17
1912 19
1963 21
1970 23
1977 24
1980 25

Fuente: WRI, 1992.

Esta desforestación causó serios problemas de disponibilidad de madera en Europa Central y


Occidental, llegando en algunos casos a límites críticos. Esta situación indujo a que, a mediados del
siglo XVII, el proceso comenzara a revertirse, pasando desde una explotación devastadora de los
bosques a un manejo forestal ordenado, que puede considerarse como el inicio del “manejo forestal
sostenible” (Johann, 1997). En esa época comienza el establecimiento de plantaciones, en terrenos
degradados por la agricultura, urbanización e industrialización. Sin embargo, la real preocupación
por la protección de los bosques surge a finales del siglo XVIII, debido a grandes daños causados por
la erosión y frecuentes inundaciones. Esto da origen a leyes destinadas a la protección de los bosques,
tanto a nivel nacional como internacional. En la segunda mitad del siglo XIX, debido a un progreso
tecnológico en la agricultura y al uso de nuevas fuentes de energía, disminuye la presión sobre los
bosques y se agregan en su manejo algunos objetivos ecológicos. En consecuencia, los bosques dejan
de ser considerados sólo como fuente de recursos maderables, pasando también a ser importantes
lugares de recreación y salud pública.(Johann,1997).
En Europa del Este, en cambio, los procesos de desforestación continuaron hasta bien avanzado
el presente siglo. Sólo en las últimas décadas se ha comenzado un proceso de reforestación de áreas
degradadas por la agricultura, la industria y la contaminación. Los bosques de Europa Oriental siguen
sometidos a una clara declinación en su estado sanitario y productividad, causada por la intensa
actividad industrial que tiene lugar en Europa Central. Esta, si bien parece ser la causa principal de
este problema, no está completamente confirmada (Samoplavsky, 1997).

3.3. Australia y Nueva Zelandia


En Australia existió una población cazadora y recolectora hasta hace dos siglos atrás, por lo
que, a pesar de casi 50.000 años de poblamiento, el impacto de la actividad humana no produjo
cambios profundos en la estructura y dinámica de los ecosistemas forestales, los cuales se encuentran
bien adaptados al fuego, elemento que pudo haberlos afectado. Con la llegada de los inmigrantes
europeos, se inicia un proceso de habilitación de terrenos para la agricultura y la ganadería, en desmedro
de las áreas cubiertas con bosque, que se ven considerablemente reducidas.

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En Nueva Zelanda el poblamiento con los pueblos polinésicos es relativamente reciente, ya
que se establecieron en estas islas sólo algunos siglos antes que los europeos. Sus actividades incluían
la práctica de la agricultura, por lo que afectaron los sistemas forestales. Sin embargo, fue la
colonización europea la que acentuó este proceso, ya que el desarrollo se basó en la actividad agrícola
y ganadera. Esto dio origen a extensas áreas desprovistas de vegetación y afectadas por procesos
erosivos, las que luego fueron ocupadas por plantaciones con especies introducidas, dando origen a
un valioso recurso forestal.
Paralelamente surge un fuerte interés por la conservación del patrimonio natural, es así que
Nueva Zelanda es uno de los países con la mayor proporción de su territorio en áreas protegidas.
También las tendencias silviculturales están dirigidas hacia el incremento, tanto en superficie como
en calidad, de los bosques nativos, constituidos principalmente por especies de los géneros Nothofagus
y Podocarpus.

3.4. Chile y Argentina


En Chile, la población indígena precolombina tenía una actividad principalmente agrícola. Se
estima que antes de la llegada de los colonizadores españoles la población indígena había despejado
importantes áreas para el desarrollo de la agricultura, especialmente en valles. No obstante, existían
zonas de baja intervención en los sectores montañosos del territorio. En los bosques templados de
Argentina, predominantemente montañosos, la población precolombina era escasa y se trataba
básicamente de cazadores - recolectores, por lo que el impacto sobre los bosques fue bajo.
Con la llegada de los españoles, la población indígena disminuyó en forma drástica,
principalmente por transmisión de enfermedades. Esto implicó un abandono de terrenos intervenidos,
con la consiguiente recuperación del bosque, que hacia principios del siglo XIX ocupaba una extensión
mayor que en el siglo XVI. En esa época comienza una fuerte migración de colonos europeos hacia
los territorios cubiertos de bosques, los cuales fueron quemados y eliminados para propiciar
asentamientos humanos con economías basadas en la agricultura y ganadería. Este impacto fue
aumentado por el uso leña para la minería y el transporte. A fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, los bosques comerciales empezaron a ser afectados por una explotación selectiva, producto de
un incipiente mercado maderero. A estos se agrega la ocurrencia de grandes incendios, que eliminaron
millones de hectáreas de bosques, con el consiguiente daño al suelo, ríos, puertos y otra infraestructura.
Afortunadamente, parte de estas áreas quemadas se han vuelto a cubrir con bosque secundario, por lo
que la superficie total de bosque no ha continuado disminuyendo, aunque su composición y estructura
ha cambiado.
En Chile, la industria maderera desarrollada en las últimas décadas se ha basado en el incremento
de las plantaciones de rápido crecimiento, lo cual ha tenido un efecto positivo, en cuanto a rebajar la
presión sobre los bosques nativos templados. Sin embargo, este avance en las plantaciones significó
una menor prioridad en el conocimiento de la silvicultura y manejo de masas forestales nativas.
Hoy se está tratando de recuperar el tiempo perdido y se discuten programas gubernamentales
destinados a incentivar la investigación y manejo sostenible de los bosques nativos y a reducir la
sustitución por plantaciones o cultivos agrícolas. En Argentina, se está comenzando con prácticas de
manejo en mayor escala, ya que las que existen constituyen principalmente investigación. Aquí también
las plantaciones juegan un rol fundamental, como lo señala el Plan de Desarrollo Forestal. (Ministerio
de Economía, Obras y Servicios Públicos, 1996).

3.5. Asia Oriental


Los bosques templados de Asia Oriental se encuentran vecinos a las áreas más antiguas en que
las sociedades humanas desarrollaron cultivos agrícolas. Estas son también las zonas en que más

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tempranamente se alcanzaron altas densidades poblacionales, por lo que, mucho antes que se inventara
la escritura y los procesos sociales y económicos pudieran ser documentados, ya había un deterioro
importante de los suelos y una sustitución de ambientes naturales por ambientes cultivados.
Como consecuencia de estos procesos, más de 150 millones de hectáreas en China Central, se
encuentran severamente erosionadas. En la actualidad, este proceso se está revirtiendo mediante
masivos programas de reforestación, rehabilitación de suelos y conservación de las aguas (National
Afforestation Committee, 1991).

4. DEMANDAS ACTUALES RESPECTO DE LOS BOSQUES TEMPLADOS.


Durante las últimas dos décadas, se ha producido un importante cambio en cuanto a los
beneficios que la sociedad demanda de los bosques templados y de los bosques en general. De un
concepto de “rendimiento sostenido” que se refería esencialmente a la producción de madera, se ha
transitado hacia el concepto de “manejo sostenible”, donde los aspectos ambientales, sociales y
culturales cobran tanta importancia como la producción de bienes, por lo que el destino de los bosques
pasa a ser una preocupación generalizada en toda la sociedad, que se organiza en los niveles locales,
nacionales e internacionales, con el fin de influir en las políticas que afectan su manejo y conservación.
A lo anterior debe agregarse una preocupación globalizada por el futuro de los bosques, debido
a su gran influencia en la mantención de los equilibrios globales del planeta. Esto genera importantes
iniciativas destinadas a promover su conservación y manejo, y un debate internacional que pone al
bosque a la cabeza de los temas ambientales.
Por su extensión, alto grado de endemismo, diversidad biológica, estabilidad ecológica y su
gran potencial productivo, se le reconoce a los bosques templados un rol sobresaliente en términos
económicos, ambientales y sociales. Algunos estudios señalan que los bosques templados podrían
fijar una cantidad importante de carbono, cuya liberación es considerada como la principal causa del
calentamiento global del planeta. Su superficie, el incremento volumétrico anual, las tasas de
respiración fotosintética y las reservas de hojarasca y suelos existentes en ellos, hacen de los bosques
templados una de las principales herramientas para enfrentar este problema (Maini, 1996).
En los países de mayor ingreso y nivel de educación, principalmente en Europa, existe claridad
en cuanto a enlazar el uso tradicional del bosque con la creciente demanda por bienes no maderables
y servicios ambientales y sociales. Si bien se reconoce la importancia de la producción de madera,
queda claro, al momento de establecer políticas sobre el manejo y utilización de los bosques, que los
aspectos ambientales y sociales son igualmente relevantes. La protección del suelo, producción de
agua, protección contra avalanchas, caza o la producción de frutos y hongos silvestres constituyen
demandas tradicionales, que hoy tienden a fortalecerse, poniendo un mayor énfasis en el bien común.
Actualmente se observa en Europa Occidental una evolución de la silvicultura, tendiéndose a
que los bosques sean más complejos en estructura y funcionamiento, albergando un mayor número
de especies de flora y fauna, otorgando un hábitat más natural, realzando sus cualidades paisajísticas
y sus funciones públicas. La tendencia, en muchos casos, es volver hacia una silvicultura más natural
(Boersma et al.,1997).
En Europa Oriental este cambio no es tan evidente ya que en algunos países la tendencia hacia
el deterioro de los bosques, producto de la urbanización, contaminación del aire, el suelo y las aguas,
aun continua. Esto se traduce en un empobrecimiento de los bosques, con la consecuente pérdida en
su diversidad y productividad (Patlaj et al.,1997).
En América del Norte, la demanda de la sociedad se orienta claramente a disminuir el impacto

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de las actividades de producción maderera, dando gran importancia a conservar la diversidad biológica,
proveer oportunidades para la recreación y mantener ecosistemas con un mínimo grado de perturbación.
La silvicultura y manejo de los bosques en Canadá y Estados Unidos se acerca a las tendencias
desarrolladas en los países europeos, donde no sólo se trata de resaltar la producción de bienes físicos,
tanto madereros como no madereros, sino que también los servicios y valores que los bosques aportan
a la sociedad. Esto hace que el manejo se torne más complejo, al tratar de satisfacer las demandas
sociales, económicas y ambientales que impone la sociedad.
El Servicio Forestal de los Estados Unidos, que maneja directamente el 34 % de los bosques
de ese país, plantea el paso desde el manejo forestal de uso múltiple a lo que denomina “Manejo de
Ecosistemas”, que se define como la integración de factores ecológicos, económicos y sociales con
el fin de mantener e incrementar la calidad del ambiente para satisfacer necesidades presentes y
futuras. Este nuevo enfoque holístico concuerda con la definición de manejo forestal sostenible, que
hoy día orienta la actividad forestal en muchos países del mundo. Este concepto, originalmente
adoptado por el Servicio Forestal de los Estados Unidos, está ganando una amplia aceptación en el
resto de la comunidad relacionada con el manejo de recursos forestales (Wetterberg y Risbrudt, 1997).
En el caso de Nueva Zelanda, se ha optado por la producción de madera en base al cultivo de
bosques plantados con especies de rápido crecimiento, lo que ha permitido disminuir la presión sobre
los bosques nativos remanentes. Hoy día, existen fuertes restricciones a la intervención de los bosques
nativos, impulsándose acciones que tienden a su recuperación. En Australia hay distintas políticas
estatales, que tienden a promover la conservación de los bosques nativos, incorporando también a las
plantaciones como parte de su estrategia forestal.
En Chile la discusión sobre el destino de los bosques nativos es reciente. Sin embargo, se ha
posicionado como uno de los temas de mayor relevancia dentro de la discusión ambiental. Esta
discusión se encuentra bastante polarizada, desde grupos que exigen la prohibición de las intervenciones
en los bosques nativos, mientras no se tenga un mayor conocimiento de la respuesta al manejo, hasta
otros quienes sostienen que el conocimiento es suficiente como para hacer una utilización racional de
estos bosques. Por su parte, el Estado estudia el establecimiento de incentivos para lograr el manejo
sostenible de este recurso, de modo que cumplan con todos los requerimientos impuestos por la
sociedad.
También, al igual que en Nueva Zelanda y Australia, Chile dispone de un importante recurso
forestal de plantaciones, que ha permitido disminuir la presión de la demanda industrial sobre este
recurso. En la actualidad, casi el 85 % de la madera de uso industrial proviene de plantaciones de
Pinus radiata y varias especies de Eucalyptus.
En el caso de Argentina, gran parte de los bosques templados del sur del país, se encuentran
protegidos y aun cuando existen políticas destinadas a impulsar el establecimiento de plantaciones,
el tema forestal no ha llegado a ser una preocupación prioritaria de la opinión pública.

5. ANTECEDENTES SOBRE POLITICAS FORESTALES Y DESAFIOS ACTUALES EN


LOS BOSQUES TEMPLADOS.
La existencia y el manejo de los bosques se ha convertido en uno de los temas centrales de la
discusión internacional, integrando agendas de trabajo en materias políticas, ambientales, económicas
y de desarrollo social.
No cabe duda que la sociedad moderna, especialmente la que vive en las grandes ciudades
siente la urgente necesidad de tener un contacto con la vida natural, por lo que los grandes espacios y

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los bosques han ido cobrando cada vez más valor desde el punto de vista ambiental y de recreación;
la sociedad da gran trascendencia al aporte de los bosques en la mantención de los equilibrios globales
del planeta. Esta situación genera un gran desafío, que es equilibrar, en un mundo con demandas
crecientes, las necesidades de las sociedades de hoy y del mañana.
Todo este interés ha quedado claramente demostrado, especialmente en la última década, en
un gran número de reuniones en torno al tema forestal. Esto mismo ha tenido un profundo impacto en
la actitud de la gente hacia los bosques. Especial importancia tuvo la Conferencia de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, realizada en Río de Janeiro en 1992, conocida
también como “Cumbre de la Tierra” o “Cumbre de Río”, donde el tema forestal recibió la máxima
atención. A pesar de esto y por la complejidad del tema y los muchos intereses contrapuestos en torno
a él, en esta etapa sólo se logró llegar a adoptar un conjunto de Principios Forestales, sin fuerza legal
obligatoria. Sin embargo, los bosques forman parte importante tanto de las tres Convenciones que se
acordaron en Río como del Programa 21, donde los bosques constituyen un elemento fundamental,
lo que es una clara demostración de la importancia que hoy se les asigna, reconociendo su rol en la
producción de bienes y servicios, en la mitigación de los efectos del cambio climático, en el combate
de la erosión del suelo y la desertificación y como refugio del 80 % de las especies terrestres conocidas
y seguramente muchas aun desconocidas, que constituyen una gran reserva para el futuro desarrollo
de la humanidad.
Uno de los aspectos más relevantes de la Cumbre de Río es la consagración del concepto de
manejo sostenible de los bosques, que sienta las bases de una nueva manera de enfocar el manejo de
estos, considerando aspectos de producción de bienes, ambientales y sociales, de modo que esta
actividad sea equitativa con las actuales y futuras generaciones humanas.
Dentro de esta discusión, el interés por los bosques templados ha sido creciente, pese a que
inicialmente los bosques tropicales recibieron mucho mayor atención. Como parte de esta discusión,
son ampliamente conocidas las iniciativas que se han generado después de la CNUMAD, ante la
necesidad de establecer criterios e indicadores para la conservación y manejo sustentable de los
bosques. Entre las iniciativas promovidas por los países poseedores de bosques templados, están el “
Proceso de Helsinki”, que reúne a los países Europeos y el “Proceso de Montreal” que reúne a los
países con bosques templados y boreales no europeos, en un esfuerzo destinado a evaluar la
sustentabilidad del recurso en el tiempo y a promover los valores que los bosques poseen y que no
siempre se han considerado en el manejo forestal.
En la discusión internacional, existe un principio de acuerdo para avanzar en la vía del manejo
forestal sustentable de los bosques en general, a través de una aproximación al tema que sea capaz de
reconocer las diferencias, tanto en la condición de los bosques como en las necesidades que tienen
los países, dependiendo de su nivel de desarrollo. El diálogo establecido a través del Panel
Intergubernamental sobre Bosques (IPF) reveló fuertes diferencias de opinión entre los países
desarrollados y en desarrollo, así como entre exportadores y consumidores. A pesar de las interrogantes
sobre como continuar este dialogo global que no han sido resueltas, deben reconocerse los progresos
logrados por el Panel.
El elemento central y común del análisis, en todos los países que poseen bosques templados,
es incorporar consideraciones ecológicas, así como variables estructurales y funcionales al manejo
de los bosques nativos y plantaciones. Esto, como resultado del creciente debate científico, que ha
señalado que los bosques son complejos ecosistemas que deben otorgar múltiples beneficios, más
allá de la producción de madera. Es importante la preocupación social que existe por el impacto que
se le atribuye a la actividad forestal sobre la fauna terrestre y de agua dulce, la diversidad biológica y
la recreación, dando origen a restricciones o a una visión mas crítica sobre la función maderera de los
bosques. La población urbana informada, se organiza para representar sus intereses ante quienes

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tienen la responsabilidad de establecer las políticas relacionadas al futuro de los bosques.
Los cambios políticos, económicos y sociales experimentados por Europa Occidental, Europa
Oriental, Sudamérica, Asia y América del norte, permiten señalar que el manejo futuro de sus bosques
será significativamente distinto de lo que ha sido hasta ahora. En este sentido, Europa Oriental enfrenta
simultáneamente varios desafíos. A la devolución de amplias superficies de bosques a sus antiguos
propietarios y gobiernos locales, se suma la necesidad de rehabilitar ecosistemas devastados por la
contaminación industrial, así como la reconversión desde una industria forestal basada en materias
primas y mercados locales protegidos, a una industria abierta al abastecimiento de materias primas
de menor costo provenientes del exterior y obligada a competir en un mercado global.
En Sud América los países con bosques templados han tenido una rápida evolución de la
estructura de su actividad maderera, lo que ha influido en el manejo de los bosques. Hasta mediados
de este siglo, hubo poca preocupación por ellos, lo que se manifestó en una considerable reducción
en su superficie. Hoy día el desafío es cambiar substancialmente las tendencias tradicionales y orientar
la acción hacia una cosecha controlada de los bosques nativos, aprovechando que la expansión de las
plantaciones de rápido crecimiento proporciona una fuente de materia prima para una industria
creciente, disminuyendo la presión sobre ellos.
Por todo esto, es importante que se fomenten políticas que promuevan la conservación y el
desarrollo no sólo actual, sino futuro de los ecosistemas forestales, armonizando las demandas de los
diferentes grupos de interés sobre Desarrollo Forestal Sustentable, que considere:
• La difusión de patrones de manejo sostenible para los bosques nativos.
• La conservación in situ de los ecosistemas, para salvaguardar el acervo genético presente en
los bosques, considerado como un elemento fundamental para el desarrollo de las sociedades
futuras. Muchos países están haciendo importantes esfuerzos para integrar en sus áreas
protegidas los ecosistemas que no se encuentran presentes.
• El desarrollo de los valores sociales y culturales asociados al bosque.
• El fomento al manejo y desarrollo de los bosques nativos. Los modelos de desarrollo basados
en economías abiertas y competitivas, han demostrado que promover el uso de los recursos es
una herramienta efectiva para protegerlos.
El futuro de los bosques templados descansa, en forma importante, en la capacidad y habilidad
de quienes los manejen para responder a las cambiantes variables económicas y a las demandas
crecientes que nuestras sociedades les imponen. Si no se avanza hacia un manejo sostenible, que
realmente satisfaga las demandas productivas, ambientales y sociales, las sociedades tenderán a ser
más restrictivas en cuanto a la aceptación de intervenciones para el manejo de los bosques templados.

BIBLIOGRAFIA
Armesto, J., Villagrán, C., Arroyo, M. “Ecología de los Bosques Nativos de Chile”. Editorial
Universitaria. Santiago, 1995.
Axelrod, D. et al. “Historical Development of Temperate Vegetation in the Americas”. En: Rev.Chilena
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167
La gestion sostenible de los bosques
templados europeo.
Reflexiones sobre las experiencias alemana y
francesa
Christian Barthod 1, Ernst Wermann2

RESUMEN
Las características forestales de Alemania y Francia ponen en evidencia ciertas insuficiencias
del debate internacional actual sobre el manejo sostenible de los bosques, si bien los bosques alemanes
y franceses no están en el centro de las críticas más acerbas de los naturalistas y de las grandes ONGs
en relación con la gestión forestal. ¿Es posible continuar silenciando la importancia del bosque privado
en Europa, y hacer como si las soluciones adoptadas para el bosque público tuvieron vocación
generalista? ¿Es razonable hacer abstracción de la fragmentación territorial y ecológica en la
elaboración de las grandes estrategias de manejo sostenible? ¿Es lógico emprender una reflexión
unitaria, común para el bosque cultivado de larga data por el hombre y para el bosque muy poco
modificado por el hombre? ¿Acaso no es peligroso no integrar las consecuencias económicas de las
orientaciones forestales preconizadas sobre el equilibrio social y económico de las sociedades?

Palabras clave: manejo sostenible, propiedad privada, fragmentación del bosque, bosque cultivado,
economía del bosque y la madera, ecocertificación

El forestal no es sólo el guardián y el educador de una colección de árboles, Su responsabilidad


va mucho más lejos. Concierne, en primer lugar, al mantenimiento de la estructura y de la fertilidad
de los suelos en buen estado de funcionamiento, la conservación de la diversidad biológica de los
bosques a una escala espacial y temporal que debe ser precisada, y la preservación de ecosistemas
forestales dotados de una buena capacidad de reacción a las inevitables perturbaciones, habida cuenta
de la longitud de los ciclos forestales. Su responsabilidad se extiende igualmente a la satisfacción de
las necesidades y expectativas diversas de la sociedad, en el respeto al derecho a la propiedad limitado
por las leyes. Sobre esta base, ciertas características de Alemania y Francia, países de vieja tradición
forestal, pueden contribuir a subrayar algunas cuestiones que con demasiada frecuencia quedan ocultas
en el actual debate internacional sobre el manejo sostenible de los bosques. Las cuestiones abordadas
son, en general, explicitadas a partir de ejemplos franceses. Pero la situación alemana es muy semejante,
y las conclusiones valen para ambos países.

1 Sous-directeur de la forêt; Ministère de l’agriculture, de la pèche et de l’alimentation. 19, avenue du Maine; 75015
París, Francia
2 Director Federal Adjunto a cargo de los Bosques Bundesministerium für Emährung. Landwirtschaft und Forsten
Postfach 14 02 70; 53107 Bonn, Alemania

168
LA IMPORTANCIA DEL BOSQUE PRIVADO
A escala mundial, el bosque es mayoritariamente una propiedad pública o comunitaria. La
situación es muy diferente en Europa occidental. En el seno de la Unión Europea, existen 76,5 millones
de hectáreas de bosques privados, o sea el 65 % de la superficie forestal (entre el 15 % en Grecia y el
80 % en Portugal). Ese porcentaje es en Francia del 74 %, del 70 % en Suecia y Finlandia, del 46 %
en Alemania. El derecho de propiedad es uno de los fundamentos de las sociedades democráticas
europeas, y el Estado es su garante, bajo el control de los tribunales. Dos tipos de propiedad privada
coexisten, más o menos representados según los países: la propiedad privada familiar y la de los
grupos industriales. La situación es extremadamente variable de un país a otro: en Suecia, cuatro
grupos industriales poseen 5 millones de hectáreas, o sea un tercio de los bosques privados, sin
siquiera hablar del ‘holding’ industrial que controla la mitad del bosque productivo del Estado, ahora
en proceso de privatización. En Finlandia, los grupos industriales poseen 2,3 millones de hectáreas.
Estas situaciones no tienen nada en común con las de Alemania y Francia, donde el 98 % de los
bosques privados pertenecen a propietarios que no tienen ningún lazo con la rama de la transformación
de la madera.
Para un propietario forestal individual que ejerce la mayor parte del tiempo otra profesión
principal, el bosque es percibido principalmente como el lugar de una libertad y una responsabilidad
garantizadas por el derecho de propiedad, en un marco de respeto por las reglamentaciones que son
las únicas que pueden encarnar el interés general y las legítimas demandas de la sociedad. El bosque
es, entonces, el lugar de una memoria, un patrimonio recibido a transmitir después de haber producido
un interés, un vínculo con el futuro y la garantía de una solidaridad apacible entre generaciones.
Antes incluso que ser un bien económico, el bosque es un patrimonio, revestido de un fuerte valor
simbólico y afectivo, que suscita actitudes particulares. La adopción a un ritmo rápido de nuevas
reglamentaciones ambientales, antes que se haya encontrado un equilibrio para las modalidades de
aplicación de los textos precedentes, conduce a una desestabilización permanente de los propietarios,
que se sienten confrontados a una arbitrariedad administrativa.
Para un propietario forestal industrial maderero, existe una lógica de razonamiento integrada
entre el bosque y la transformación de la madera. El bosque es, ante todo, un instrumento de producción,
y su manejo es pilotada por el mercado y las oportunidades industriales y financieras, en un incesante
arbitraje entre la lógica forestal interna y la lógica industrial y comercial. Si los mercados exigen una
modificación de las prácticas de manejo, el propietario industrial no tiene demasiados reparos en
optar por una evolución rápida de sus técnicas silvícolas, en tanto está seguro de que se trata de una
estrategia ganadora en términos de márgenes de beneficio o de cuotas de mercado, aun cuando la
rentabilidad forestal se vea afectada.
En el caso de las propiedades familiares, las evoluciones silvícolas son relativamente lentas,
influenciadas por la interacción permanente de la legislación forestal y ambiental, por modelos de
desarrollo forestal que son preconizados por las organizaciones de propietarios forestales, por estímulos
financieros del Estado y de la fiscalidad, sin olvidar el grado de motivación personal del propietario
y las múltiples compulsiones que se derivan de su situación familiar, particularmente el tiempo que
puede dedicar a su bosque y los recursos financieros que puede invertir o extraer de este. En Europa
occidental, la situación actual refleja una larga evolución de las prácticas y de los reglamentos. Nadie
niega que aún se puedan contemplar progresos en la dirección de un manejo más sostenible todavía,
pero el Estado y las asociaciones de protección de la naturaleza no pueden tomar las decisiones en
lugar de los interesados: aun modificando las reglamentaciones que potencialmente son
contraproducentes por relación a la evolución deseada, hay que tomar conciencia de que sólo una
estrategia de asociación y de negociación puede lograr la adhesión de los propietarios forestales
individuales. Esto requiere tiempo y medios humanos y financieros. Por otra parte, no se puede

169
menos que lamentar que los propietarios forestales sean sistemáticamente marginados de las reflexiones
y negociaciones internacionales sobre el manejo de los bosques.
La importancia del bosque privado plantea cuestiones difíciles a los responsables del debate
sobre el manejo sostenible de los bosques: ¿hasta dónde se puede llegar en la imposición de presiones
nuevas de todo tipo a los propietarios forestales silvicultores, en nombre del interés general de la
sociedad por una cierta idea de la naturaleza, sin poner en cuestión el respeto al derecho de propiedad,
que es un fundamento de las sociedades democráticas? Suponiendo una clara visión política del
nuevo equilibrio a encontrar en un manejo sostenible del bosque, ¿cómo deben dosificar los poderes
públicos las incitaciones financieras, fiscalidad, formación-desarrollo y reglamentación, para alcanzar
sus objetivos? ¿Cómo convencer y motivar a los propietarios forestales a comprometerse más
activamente en una evolución demandada por la sociedad y por el mercado? Las opciones que parecen
esbozarse en materia de certificación, ¿ no podrían convertirse en máquinas de guerra al servicio de
la propiedad forestal pública y de los grupos industriales integrados, en detrimento de la propiedad
forestal familiar?

LA FRAGMENTACION TERRITORIAL Y ECOLOGICA


La importancia de la propiedad forestal privada familiar está muy generalmente correlacionada
con una importante fragmentación territorial, más aún en los países donde la igualdad entre los hijos
es el principio de las sucesiones, como es el caso de Francia. Con 3,7 millones de propietarios forestales
privados (2,6 ha. por propietario, en promedio), Francia cuenta con más de la mitad de los propietarios
forestales de la Unión Europea, en tanto que sólo tiene el 16 % de los bosques privados. Incluso
limitándose a los propietarios de más de 1 hectárea, resulta que 9 millones de hectáreas están repartidas
entre 1,3 millones de propietarios, o sea una superficie media de 6,8 ha. por propietario, generalmente
en varias unidades no contiguas. En efecto, las 770 000 hectáreas que se reparten 2,4 millones de
propietarios complican enormemente la estructura territorial forestal, fragmentando el espacio boscoso
francés. Si nos limitamos a las unidades de manejo de más de 25 hectáreas de un solo propietario, el
bosque francés de 15 millones de hectáreas se reduce a 7,7 millones de hectáreas que se reparten el
Estado, 11 000 comunas y 40 000 propietarios privados. La situación no tiene nada en común con la
de Suecia, donde cerca de 230 000 propietarios familiares se reparten 9,5 millones de hectáreas
(propiedad media de 42 hectáreas) y donde menos de 250 000 gestores controlan 28 millones de
hectáreas.
La fragmentación territorial es una desventaja considerable para el manejo silvícola, aunque
ciertas fórmulas de reagrupamiento en cooperativas pueden atenuar ligeramente este impacto. En los
hechos, una parte importante de la superficie forestal y del número de propietarios sigue al margen de
las reflexiones silvícolas y de los circuitos económicos. La propiedad privada suministra alrededor
del 60 % del volumen de madera comercializada anualmente en Francia, pero esto sólo concierne a
unos 45 000 propietarios por año. En total, el conjunto de las intervenciones silvícolas que modifican
el volumen en pie (cortas rasas, aclareos, cortas de mejora, cortas de regeneración) afectan cada año
a 140 000 hectáreas, repartidas en 65 000 unidades elementales, o sea una operación de 2,13 hectáreas
en promedio.
Junto con la fragmentación territorial, es preciso tomar en cuenta la ecológica. Las masas de
4 a 100 hectáreas son predominantes, con más de un 85 % de los conjuntos forestales. Pero la
estructuración general del paisaje forestal francés parece más generalmente asegurada por una red de
masas de menos de 1 000 hectáreas, unidas por numerosos corredores. Las masas de más de 10 000

170
hectáreas son muy poco numerosas (menos de un centenar) y poco compactas. En el seno de esas
masas, dos tercios de las unidades de vegetación homogénea son de una dimensión inferior a 25
hectáreas, pero más de un tercio de la superficie total está constituido por unidades ecológicas de más
de 500 hectáreas (con una media de 1 600 ha.). La fragmentación territorial no es necesariamente
sinónimo de una fragmentación ecológica en la misma proporción. En ese contexto, las decisiones
individuales de los muy numerosos pequeños propietarios, por lo demás muy activos en general, no
pueden sino contribuir a aumentar la biodiversidad local, al crear microclaros y zonas de regeneración
acogedoras para las nuevas especies.
En el debate internacional, suele existir un modelo implícito de manejo sostenible, que hace
abstracción de la fragmentación territorial y ecológica, heredada de siglos de historia, para soñar con
la libre expresión de la dinámica natural de vegetación sobre inmensos territorios, con paisajes y
ecosistemas despojados de toda influencia humana. Este sueño, por otra parte respetable en sí mismo,
está en el centro de las demandas de ciertas grandes ONGs que reclaman la puesta en reserva integral
del 10 al 12 % del territorio boscoso de cada país, así como un ambicioso programa de “recreación de
bosques antiguos”. Algunos gobiernos de vastos países forestales, que detentan grandes superficies
públicas poco explotadas, acceden, ya sea espontáneamente o al cabo de prolongados conflictos, a
esta demanda, y así pueden beneficiarse de una buena nota ambientalista. Esta estrategia, llevada a la
práctica en países como Suecia, es probablemente una buena respuesta a una demanda comprensible,
siempre y cuando sea posible satisfacerla en el estado actual de la estructura territorial y ecológica de
los bosques en cuestión. Se trata de una estrategia totalmente inadaptada a la fragmentación territo-
rial y ecológica del bosque francés y alemán. Así, ciertas ONGs parecen actuar como vehículos de
una uniformización cultural mundial, sirviendo involuntariamente los intereses de ciertos actores
arraigados en un contexto forestal muy particular, y ponen en cuestión implícitamente la existencia
de otros caminos hacia el manejo sostenible de los bosques, tan legítimos como la partición de los
territorios.
La fragmentación territorial y ecológica “dicta”, en efecto, el camino que sigue desde hace
mucho tiempo la política forestal francesa, a la búsqueda de un manejo aún más sostenible. El código
forestal pone en primer plano la multifuncionalidad de los bosques, extrayendo las consecuencias de
una experiencia secular globalmente lograda y de presiones que no se pueden eliminar. Puesto que
debe tomar en cuenta el conjunto de las funciones y servicios del bosque, el propietario puede
legítimamente acordar una ponderación diferente a las diferentes funciones, según el contexto local,
la evolución de sus objetivos prioritarios y de sus problemas, y las grandes opciones de la política
forestal, nacional pero conjugadas regionalmente. La fragmentación territorial y ecológica da asimismo
la garantía de una diversidad de opciones y de caminos silvícolas, por el hecho del entramado de las
unidades de manejo y de la gran diversidad de características del medio, que caracterizan la mayor
parte de los bosques franceses. Por las razones explicitadas anteriormente, existe casi por doquier un
tejido intersticial muy significativo de parcelas (o incluso de vastas zonas) donde las intervenciones
silvícolas son prácticamente muy raras. Por lo tanto, es esta red de hecho lo que debe tomarse en
cuenta en el análisis del manejo sostenible, y no las unidades de manejo tomadas una por una. ¿Cuáles
son, pues, las razones que impiden escuchar este discurso en el estado actual del debate internacional,
particularmente en las reflexiones acerca de la certificación?

UN BOSQUE CULTIVADO
El bosque francés es, en término medio, un bosque profundamente modificado por la acción

171
del hombre, desde el Neolítico, hace 8 000 años. La superficie conformada como monte alto desde
hace más de dos siglos no tiene más de 1 millón de hectáreas, y la mitad del bosque estaba todavía en
estado natural de pasturas o de tierra labrada a comienzos del siglo XIX. Existen 1,7 millones de
hectáreas de bosques producto de forestaciones espontáneas sobre antiguas tierras agrícolas y 4,5
millones de hectáreas han sido plantadas por el hombre en el curso de los últimos dos siglos. Es el
caso, especialmente, del macizo de pino marítimo en las Landas (más de 1 millón de hectáreas)
constituido a partir de una especie autóctona que no ocupaba más de 180 000 hectáreas en razón de la
presión humana durante siglos. Algunos de los más bellos bosques franceses, entre ellos prestigiosos
robledales como los de Tronçais, que la mayoría de los paseantes creen de origen natural, provienen
de una política voluntarista de plantación para garantizar un recurso de calidad.
Desde el siglo XIV estaban bien establecidos los principios silvícolas relativos a los robles del
Oeste de Francia y el pinsapo del Este. Por otra parte, 150 años después del lanzamiento de un
ambicioso programa de conversión en monte alto, la mitad del bosque francés sigue siendo monte
bajo o una mezcla de ambos, herencia de técnicas silvícolas complejas e ingeniosas pero muy alejadas
del estado de la naturaleza. El cultivo del bosque es, pues, una tradición labrada por años de experiencia,
actuando sobre la estructura y la composición específica de las poblaciones espontáneas y sobre la
calidad de los bosques, en función de las necesidades de la sociedad. El hombre puede, en efecto, no
encontrar de su interés el limitarse a acompañar la dinámica natural de las poblaciones que gestiona,
particularmente cuando la cosecha posible de madera no satisface enteramente sus necesidades en
cantidad y calidad.
La situación del bosque francés, producto de siglos de historia y conminado a satisfacer las
necesidades de una población numerosa, no tiene gran cosa que ver con la de las vastas zonas forestales
de otros países, con frecuencia poco pobladas y relativamente poco modificadas por el hombre, pese
a la evolución engendrada por explotaciones extractivas en las partes más fácilmente accesibles.
Desarrollar una reflexión idéntica para los dos tipos de bosque tradicional implicaría, sin duda, una
visión ideológica de un bosque fantasmal, en lugar de la búsqueda pragmática de una acción del
hombre lo más respetuosa posible de los mecanismos naturales. Esto sería tanto más sorprendente
que la el bosque cultivado de larga data es una respuesta a algunas de las inquietudes que carcomen
al honesto hombre de este fin del siglo XX. Producir madera en el bosque de pino marítimo de las
Landas es probablemente la mejor respuesta a la preocupación ecológica sobre el porvenir del bosque
boreal.
Cuando los silvicultores franceses hacen suya la máxima “imitar a la naturaleza, apresurar su
obra”, no buscan una estricta conformidad con los mecanismos naturales, sino una fuente de inspiración
que les permite orientar el funcionamiento de las leyes biológicas y ecosistémicas hacia la “producción”
de los bienes y servicios demandados por la sociedad (madera, animales de caza, productos menudos
del bosque, protección de los suelos y el agua, paisajes, etc.). Un bosque cultivado no supone el
equivalente de un campo de maíz y sus problemas son considerablemente menores, aun cuando la
exportación de madera implica una vigilancia particular sobre la evolución de la fertilidad mineral a
largo plazo de los suelos y, por tanto, eventualmente, el recurso a enmiendas calcomagnésicas o a
fertilizantes. La madera es un ecomaterial. Susceptible de ser producido en condiciones muy
interesantes para la colectividad, en el respeto de la concepción moderna de la sostenibilidad, por un
bosque cultivado. Olvidarlo no hará otra cosa que beneficiar a las industrias del hormigón, del acero
y del PVC, que no pueden menos que regocijarse del giro que han adquirido ciertos debates sobre el
manejo sostenible. Hacer que recaiga sobre los bosques cultivados el peso de encarnar la Naturaleza
a través de un bosque original y eterno, fantasmagórico, es un arma mortal para Europa occidental.
Ya en 1348, una ordenanza real prescribía a los forestales franceses el limitar su cosecha “con
vistas a que los dichos bosques se puedan mantener perpetuamente en buen estado”. La lógica del

172
manejo sostenible del bosque cultivado reposa en efecto sobre la existencia no contestada de un
propietario, plenamente responsable sobre el conjunto del ciclo forestal. Esta es la razón por la que
los viejos países con bosques cultivados han sido los primeros en desarrollar un corpus jurídico
coherente para asumir todas las consecuencias de una acción del hombre sobre el bosque. Por tanteos
sucesivos, teniendo en cuenta el contexto social, económico y jurídico general, pero también en
función del estado de los conocimientos científicos y de las necesidades prioritarias de la sociedad,
se han elaborado todas las reglas que enmarcan la actividad silvícola. Si algunos países nuevos
descubren muy lógicamente, con ocasión del debate sobre el manejo sostenible, la necesidad de
definir tales reglas y de construir un esquema muy detallado para enmarcar sus intervenciones en el
bosque, ¿es razonable pedir a los viejos países forestales que hagan abstracción de su historia y de
sus códigos forestales? ¿No será necesario desarrollar una reflexión autónoma sobre el manejo
sostenible de los bosques cultivados, compartiendo bases comunes con el resto de los bosques, pero
teniendo en cuenta el conjunto de sus especificidades y su contribución a la protección de los bosques
naturales que subsisten en el mundo?

DESAFIOS ECONOMICOS MUY REALES


En el debate internacional sobre el manejo sostenible, los desafíos económicos de los grandes
países exportadores de productos forestales son evidentes para todos. La necesidad vital de salvaguardar
sus partes de mercado y la capacidad de reacción rápida de los grandes grupos industriales integrados,
del bosque a la comercialización de un producto transformado, son dos elementos que marcan las
estrategias forestales actuales de esos países. Existe un consenso de los responsables políticos y
económicos para llevar adelante una política activa de escaparate de manejo sostenible, tanto más
que todos reconocen la necesidad de evolucionar por relación a modos de explotación eficaces pero
poco cuidadosos con el impacto sobre el medio ambiente, o hasta incluso los problemas de un
rendimiento sostenido a largo plazo.
Esta percepción de los alcances económicos del debate sobre el manejo sostenible de los
bosques está desgraciadamente menos viva en países como Francia, pero no por ello los desafíos son
menos reales. En Europa continental, la cuestión suele reducirse a un arbitraje entre una demanda
ciudadana que a priori parece poco costosa de satisfacer, y los discursos de un sector económico poco
estructurado y sin grandes conexiones con la opinión pública. Ciertamente, el bosque francés sólo
emplea a 40 000 asalariados, sin contar el trabajo de los propietarios privados en sus propios bosques,
pero la madera que pone en el mercado da trabajo a más de 400 000 de los 500 000 empleos que van
desde los aserraderos y las fábricas de pasta de papel al comercio y preparación de la madera en la
construcción. En total, el sector forestal y maderero emplea al 2,5 % de la población activa ocupada.
Es cierto que el bosque francés (incluida la explotación forestal) tiene un valor agregado de menos de
9 000 millones de francos, pero la madera que comercializa genera un centenar de miles de millones
de valor agregado en sentido descendente. En total, el sector forestal y maderero representa el 1,7 %
del PIB. En este contexto, el debate sobre el manejo sostenible de los bosques no puede pretender
desinteresarse de sus repercusiones sobre el equilibrio de una sociedad, tanto más cuanto que la venta
de madera financia lo esencial del manejo de los bosques.
El bosque privado exhibe resultados positivos en los dos países, del orden de 400 francos/
hectárea/año en Francia y de 47 marcos/hectárea/año en Alemania, mayormente en razón del hecho
de que el trabajo de los propietarios privados no es contabilizado y sin tratar de tomar en cuenta la
remuneración que sería normal de los capitales inmovilizados durante decenios, cuando no durante

173
siglos. Es evidente para todos que ciertas evoluciones deseables hacia un manejo aún más sostenible
no son necesariamente costosas y pueden a veces ir en el mismo sentido que un esfuerzo de
maximización de la eficiencia económica. No obstante, ciertas demandas de los naturalistas y de las
asociaciones de protección de la naturaleza pueden conducir a una degradación muy significativa del
resultado neto del manejo forestal, y a desmotivar a los actores sobre quienes reposa la puesta en el
mercado de la madera que crea empleos y valor añadido de los que se beneficia el conjunto de la
sociedad.
El nuevo contexto forestal conduce, pues, muy directamente a poner de relieve cuatro cuestiones
que desbordan la mera responsabilidad de los forestales y corresponden a un arbitraje político: ¿cómo
definir nacional y regionalmente un nuevo equilibrio forestal entre preocupaciones ambientales y
presiones económicas, o recíprocamente entre preocupaciones económicas y presiones ambientales?
¿Quién debe pagar el coste del manejo sostenible, si el mercado de la madera no es capaz de remunerar
el manejo forestal, lo que está lejos de ser un riesgo teórico? ¿Es posible contemplar transferencias
financieras para compensar este deterioro del resultado económico? ¿Cómo podrían ser remuneradas
las funciones ecológicas y sociales del bosque, que son objeto de una creciente socialización, cuando
sólo el propietario asume la carga correspondiente? Si los participantes en el debate sobre el manejo
sostenible no tratan de interesarse en estas cuestiones, hay razones para temer que opciones a priori
seductoras suscitarán a medio plazo efectos perversos, cargados de consecuencias para las sociedades
que no pueden dedicar grandes medios financieros al bosque.

174
Resúmenes de las memorias voluntarias
(los que siguen se publican también en inglés, francés y
turco)

SE UTILIZA PERO RARAMENTE SE DEFINE: UN ENFOQUE HACIA LA DEFINICION


Y EVALUACION

M. Amaranthus1

“Sostenibilidad forestal” es un concepto que abarca las condiciones ideales de los ecosistemas
forestales en el mundo entero. Sin embargo, los aspectos esenciales de los bosques sostenibles varían
enormemente entre los pueblos del mundo. Parques y desiertos, reservas de flora y fauna silvestres,
áreas para la protección de cuencas hidrográficas, silvicultura con fines múltiples, y cultivos arbóreos
de rotación corta: todos ellos son sostenibles desde algún punto de vista cuando con el tiempo se
alcanza el equilibrio entre las “entradas” y “salidas”. Las opiniones individuales sobre la sostenibilidad
forestal son muy diversas y dependen de los varios usos de las perspectivas de los ecosistemas y de la
escala espacial y temporal. Aunque el término “silvicultura sostenible” se utiliza frecuentemente,
raramente se le otorga una definición. ¿Cuáles, dónde, quién y por cuánto tiempo se sustentarán los
valores forestales? Para poder reducir al mínimo el conflicto, la confusión y la desconfianza se necesita
definir la sostenibilidad. Un enfoque recomendado es el de evaluar la sostenibilidad a nivel del paisaje
y definir los procesos, estructuras y recursos necesarios para alcanzar por lo menos una gran parte de
los objetivos de la sociedad. Un ejemplo a nivel de paisaje en 200 000 ha de la cuenca hidrográfica
Applegate del Pacífico en el noroeste de los Estados Unidos utiliza cuatro criterios como medida de
la sostenibilidad, lo que permite que los objetivos de ordenación y las actividades y medidas de
vigilancia puedan ejecutarse a lo largo de la cuenca. Las modernas actividades de ordenación forestal
datan de hace poco tiempo y por ello existe escasa documentación sobre sus efectos a largo plazo. Se
necesitan mayores esfuerzos para elaborar planteamientos bien diseñados, integrados y de larga
duración para la vigilancia de la sostenibilidad forestal.

Palabras claves: nivel del paisaje, ordenación, valores sociales, escala espacial y temporal.

1 Jefe de equipo, Productividad de larga duración del ecosistema, Pacific Northwest Research Station, c/o
Siskiyou National Forest, P.O.Box 440, Grants Pass, OR 97526, USA.

175
LA ORDENACION DE ECOSISTEMAS EN LOS BOSQUES NACIONALES DE EUA:
EVOLUCION DE UN PARADIGMA

Gary B. Wetterberg, PhD 1, Christopher D. Risbrudt, PhD2

La ordenación de ecosistemas se ha acreditado rápidamente en la ordenación de los bosques


nacionales de los EUA desde el principio de los años 90, constituyendo en la actualidad un paradigma
que realza los conceptos de “rendimiento sostenido”, “uso múltiple”, “especies indicadoras”, y otros.
Este documento examina los antecedentes de la ordenación de ecosistemas en el Servicio Forestal de
los EUA (bosques templados - dominios templado-húmedo y seco); los correspondientes aspectos
legislativos e institucionales; y ejemplos recientes de aplicación que ilustran sobre su estado actual y
su continua evolución.

Palabras clave: Ordenación de ecosistemas, Servicio Forestal de EUA, templado, sostenible.

1 Ecosystem Management Coordination Staff, USDA Forest Service, Washington, D.C. 20090-6090 /
s=g.wetterberg/ ou1=w01c@mhs-fswa.attmail.com
2 Director, Ecosystem Management Coordination Staff, USDA Forest Service Washington, D.C. 20090-6090 /
s=c.risbrudt/ou1=w01c@mhs-fswa.attmail.com

176
DE LA SOBREUTILIZACION A LA REGULACION DE MANEJO SOSTENIBLE. UN
ESTUDIO DE CASO DE CAMBIOS HISTORICOS A LARGO PLAZO EN EL RECURSO
FORESTAL DE AUSTRIA

Elisabeth Johann 1

En el pasado, las tierras boscosas de Austria no sólo fueron el lugar donde se producía la madera
y la leña o un espacio de caza para la nobleza. La quema para despejar tierras para el cultivo, las
granjas forestales, el pastoreo, la utilización del bosque y la recogida de resina fueron importantes
derechos sobre los bosques que mejoraron las condiciones de vida de los habitantes rurales. Los
bosques ofrecieron ingresos adicionales mediante la recolección de corteza, miel, frutos y hongos.
Por otra parte, las áreas boscosas, especialmente en la región alpina, sirvieron para proteger los
asentamientos y a las poblaciones contra avalanchas, inundaciones y deslizamientos de tierra. Desde
el siglo XIII, las administraciones locales dictaron regulaciones del rendimiento de los bosques para
satisfacer las diferentes demandas de la población rural. No obstante, la limitación de los recursos
llegó a provocar conflictos y llevó a una sobreutilización de las tierras boscosas agrícolas, que adoptó
diversas formas.
El paisaje siempre ha mostrado la evidencia de los sistemas de manejo sensibles. Si bien los
sistemas no sostenibles e inadaptados pueden destruir los recursos naturales, dando como resultado
la erosión del suelo, inundaciones y avalanchas, es esencial observar que, si se tienen en consideración
los conceptos de ordenación sostenible, la sobreutilización del pasado no ha tenido ningún efecto
irreversible sobre el potencial productivo de la región. Por otro lado, el estudio también prueba que
un conocimiento general del desarrollo económico histórico facilita la comprensión de los bosques
contemporáneos.

Palabras clave: utilización del bosque, conflictos de utilización, regulaciones de manejo sostenible

1 Institute for Forest Policy/Forest History, University of Freiburg. D-79085, Friburgo, Alemania. Fax (49 761)
2033822

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