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Coco Rodríguez
Ensayo largo
exposición que me llamó la atención en un primer momento por los pocos –y bien
utilizados- colores que tenía. Todos los objetos se presentan en un fondo negro. Todos
brillan de manera evidente por los cristales que los decoran (en su totalidad o en
selectivos puntos). Una parte de los objetos son negros como el caucho, los demás entre
naranja y rosado, del color de la arcilla cocida. Se ven preciosos, todos brillando,
posando para las fotos del catálogo, posando semi a oscuras en los cuartos de la galería
en que fueron exhibidos en Bogotá, a comienzos de 20101. Los vi uno por uno. Cada
tenerlos para mí y lucirlos y oír así halagadores comentarios sobre su belleza y la mía.
Las dos páginas del catálogo sobre las que vuelvo con más frecuencias son las
de una carterita negra con el borde de la tapa delineado con brillantes, con cristales de
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Galería Valenzuela y Klenner, Bogotá, enero-febrero de 2010.
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Asfour, y la de unas botas que no irían nada mal con la minifalda que usaría para un
coctel (en alguna galería, probablemente). La primera parece una carterita Chanel,
negra, de sobre, discreta, elegante. Las botas por su parte, son de caña media (lo que
traduce que al ponérselas alcanzan la mitad de la pierna, entre los pies y las rodillas), sin
cierres de ningún tipo, lisas y con el coqueto decorado -y violento, a la vez- de costosos
brillantes en el borde por donde entra el pie y en la suela que parece de caucho pero que
brilla preciosa. A decir verdad, la carterita tipo Chanel no combina totalmente con las
botas sin tacón. Pero, a decir verdad, ésta no es Chanel: Es un carriel negro, del color
del caucho de neumáticos, fabricada en cerámica y pintada, a igual que las botas,
llamadas en otros contextos „botas pantaneras‟ porque así se describe el alcance de sus
múltiples usos y cobra sentido su diseño de una sola pieza. Otros de los objetos –todos
en cerámica, unos pintados de negro y otros sólo cocidos- son una peinilla, o machete,
con la hoja toda cubierta de cristales, un sombrero como el que usaría un vaquero, con
encristalada.
que las percepciones estéticas cumplen un papel importante y las preocupaciones por la
forma son objeto de interés. Sin los cristales, sin la galería, sin el catálogo, sin el artista,
se encuentran sin mayor dificultad en una de cada tres casas colombianas. Las
diferencias entre éstas y las obras presentadas por Víctor Escobar bajo el título de
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“Tráquira” saltan a la vista. Unas, artesanías, y otras, obras de arte, no se confunden.
Pero unas y otras se relacionan de manera directa y no pueden verse los objetos de arte
de Escobar sin ignorar las apropiaciones que éste hace de los trabajos populares de
necesarios para atravesar los montes y vivir a la intemperie y llevar a cabo, en otros
casos, prácticas paramilitares (“traficantes rivales” de los grandes carteles, tal como los
llama Santiago Rueda), conocidas en tres de cada tres casas colombianas. Y con estas
mundo de la moda que pueden tenerse de la serie “Tráquira” de Escobar; una vez vista
la relación que hay entre las formas de cerámica y su contexto primero y la exhibición
de estas figuras con cristales de Asfour, éstas aparecen como objetos de arte que,
relaciones que hay entre el uso del dinero, su exhibición y las dinámicas sociales
todo esto tiene en los colombianos. No sé si mi deseo hacia estos objetos sigue siendo el
mismo.
que se tiene de ellos. Podría también decirse que altera el contexto dentro del que los
el trabajo de Escobar, en el trabajo que él hace para la realización de estos objetos, está
intrínseca esta alteración y es evidente que la visión que sobre ellos se tiene es otra
ahora. Con los mismos principios físicos que afectan la luz al pasar a través de un
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motosierra. Se hacer de un modo paralelo a como sucede con los objetos del japonés
Kohei Nawa adquiridos en almacenes populares o por internet y recubiertos con esferas
descripción de esta exposición2 puede leerse que los objetos exhibidos crean un “mundo
psicoanalíticas y, por este camino, mi visión de los objetos de Escobar se dirige, una vez
más, hacia mi deseo. Los cristales que brillan en superficies relativamente grandes
hacen que quiera seguir viendo los objetos, que los desee y que esto resalte las maneras
de poder adquirirlos y el valor (en plata) que tienen, así como los trabajos necesarios
doblemente alterada. Por una parte, los objetos, al atravesar el prisma de los cristales,
aparecen distorsionados, no en su figura como sucede con los objetos presentados por
Nawa, sino en el contexto al que alude y en los señalamientos que hacen sobre este
contexto. Por otra parte me resultan doblemente alteradas su visión y percepción puesto
que de su exhibición no supe sino meses después de haber cerrado y esta serie de
Escobar la conozco por el catálogo que hizo la galería en donde se presentó, por el
registro que queda de ella. Resulta paradójico que el registro de la producción y venta
consolidación de estas prácticas, tal como deja verlo la presentación de Rafael Mauricio
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Fundación Joan Manuel Miró, Barcelona 2008.
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Méndez al libro Una línea de polvo. Arte y drogas en Colombia y como su autor
Santiago Rueda lo constata al señalar que el artículo de Eduardo Serrano “Los años
respuesta al problema narco en toda la década” (Rueda 36). Pero de 1980 a 2010 mucha
agua ha corrido bajo el puente y las drogas en el arte colombiano han tomado un papel
ejemplifican3.
conozco bidimensionales, los cristales sólo brillan por un lado, sus proporciones
seguramente no son las reales, su presentación, además, tiene de telón el artículo que
sobre esta obra hace un curador y crítico. Las expresiones sociales, si así pueden
llamarse, a las que alude Escobar en su obra las percibo igualmente alteradas.
una manera parecida a como este artista altera la visión que se tiene de los elementos
populares de los que se apropia? ¿Cuál es la relación que hay entre una de obra de arte y
evidente en el catálogo de esta exposición la importancia del registro de las obras para
su difusión (así como el registro de los alcances del negocio de la droga para tomarse
como objeto de estudio), además del importante papel que desempeñan con respecto a la
obra y al espectador, en tanto que permiten ver, en un segundo nivel y con una cierta
funciona de igual modo a como lo hace el crítico frente a la obra y la función de puente
entre el espectador y la obra que en muchos casos cumple. Y que confirma, en muchos
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Caleta en dólares (2007), Caleta en oro (2007), Escobarras (2007).
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otros, el carácter hermético del arte contemporáneo –cuestionando, de pasada, su
reconocimiento como obra de arte y el título de artista de quien firma la obra- aunque
especialmente el que trata “lo narco”. Las exposiciones4 que artistas (plásticos y
curadores) colombianos han hecho por fuera del país y que presentan las dinámicas que
se crean alrededor del „enriquecimiento ilícito‟ que resulta la producción y venta ilegal
de cocaína son una prueba de ello. “Tráquira” se aleja de las reflexiones sobre los
modos de producir una obra de arte, sin que por esto no cuestione sobre los conceptos
artesanales y los señalamientos que hace sobre las tensiones sociales de las últimas
décadas en Colombia y las repercusiones que esto ha tenido en las prácticas artísticas en
el país. Como colombiana puedo imaginar las dinámicas sociales a las que alude
Escobar, reconozco rápidamente los elementos populares que presenta, las figuras de las
que se apropia, algunas de sus técnicas, las ganas de brillar que tienen los carrieles y las
alcancías de marranito. La relación entre las imágenes y el espectador está mediada por
la percepción del segundo sobre la primera, al modificarse la imagen con un prisma que
y cambian, por lo tanto, los puentes que pueden tenderse entre los objetos exhibidos y
Al hacer parte del contexto al que pertenecen todos estos elementos y los puntos
que señala esta obra, se me presentan estos objetos como visiones alteradas de los
hechos que veo reportados en detalle, casi a diario, y fotografiados en los medios de
comunicación. Los veo como hechos que constituyen un imaginario de las experiencias
de millones de otros colombianos y que por años han sido expuestas técnicamente,
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Rueda Fajardo, Santiago. “La reina del sur: Flora política y botánica necrológica” en Una línea de
polvo. Arte y drogas en Colombia. En este capítulo Rueda hace una recopilación de estas exposiciones,
los artistas colombianos que participaron y las obras más relevantes.
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analizadas de manera crítica, objeto recurrente, si no obligado, de las expresiones
artísticas de las últimas décadas en Colombia, desde los cuentos de ficción hasta las
pinturas al óleo, pasando por el teatro, las instalaciones, la música. Escobar dijo en una
entrevista a BBC Mundo que su obra se basaba en las “contradicciones típicas nuestras
típicas, aunque esto suene redundante. Las expresiones estéticas que han resultado del
las flores (ornamentales), pueden entenderse de un modo tan tradicional como las
hace menos de cuarenta años. No puede ignorarse que “en Colombia la década de 1980
estos años cuando se crean los carteles narcotraficante, compuestos por “criminales del
brutalidad” (Rueda 40). La paradoja que hay en la reunión de esta brutalidad y del lujo
que puede llegar a ostentarse como resultado del exceso de dinero lo presenta Rueda
que
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momento parecen distantes, lejanísimos, sobre las formas que se muestran antes de que
Esta obra de Escobar modifica las percepciones que tiene el espectador de los mismos
objetos y de los juegos sociales a los que apunta, juegos en los que el espectador, en
muchos casos, estará inscrito. Ésta es una re-vista sobre los elementos y las dinámicas
que habitan todas las casas colombianas, ya sea porque ahí se alojan de cuerpo presente,
porque llegan con el periódico, con los cuentos de todos los días, porque se ven sobre la
mesa del televisor, ya sea en la pantalla o en los múltiples adornos a los que se les quita
el polvo con esmero y que se han convertido ahora en objetos de arte porque, entre
especialmente, pero las pantaneras dejan con esto de ser simples botas y la alcancía
simple marranito. Para transformar unas botas y un marrano en objetos de lujo no basta
con hacerlos entrar en una galería y convertirlos así en objetos estéticos. El deseo de
lucir las botas populares en un elegante evento evidencia el lujo exagerado del marrano
de cristales: por un lado el ahorro como una de las expresiones extremas del capitalismo
y por el otro el derroche. Bajo esta luz y con rayos destellantes, pueden apreciarse las
dinero y el manejo del poder que proporciona el bolsillo, hasta el punto de transar
parámetros estéticos. Probablemente las lecturas que pueden hacerse del catálogo de una
exposición como la de Víctor Escobar sean los mismos que tiene la propaganda de los
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tradiciones y el dinero-, en un país en el que no hay una sola de sus tiendas y en el que,
alucinantes que hacen que los ahorros alcancen para comprar más de un par como
extranjera que revela las diversas maneras de utilizar el dinero: mientras unos asisten a
exposiciones y pasan su tiempo hablando de arte sin ver de frente las obras que tratan en
sus conversaciones, otros ahorran salarios enteros para alimentar marranos, matarlos
jornada.
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Bibliografía
<http://www.bbc.co.uk/mundo/internacional/2010/03/100305_2357_colombia_narco_es
tetica_traquira_jrg.shtml>
http://www.raquira-boyaca.gov.co/nuestromunicipio.shtml?apc=D1v1--&s=m&m=I>
<http://www.fundaciomiro-bcn.org/exposicio.php?idioma=6&exposicio=1019&titulo=>
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