You are on page 1of 4

1.

Análisis de los dos últimos bloques históricos


Las grandes transformaciones se hacen cuando hay una íntima articulación entre un gran sujeto popular
movilizado y un proyecto político nacional.
Este proceso, esta imbricación entre sujeto popular y proyecto político, puede observarse en la
conformación de bloques históricos cuyo principal rasgo es su carácter nacional, popular y democrático.
El primer bloque histórico que analizaremos tuvo vigencia de 1945 a 1976, en que la dictadura comenzó a
desarticular el tejido social construido durante un largo período. Tuvieron que pasar más de 20 años para
que a partir de 2003 se generaran las condiciones para la constitución de otro bloque histórico
transformador, que sigue desarrollándose hoy.
El primer gobierno peronista se irguió sobre la base de 3 pilares: la clase trabajadora, el empresariado
nacional y el ejército industrialista. También tuvo influencia y participación la Iglesia, aunque luego
defeccionó como el empresariado y el ejército. Durante el peronismo las organizaciones sindicales, las
organizaciones cooperativas y las llamadas organizaciones libres del Pueblo formaron una ligazón dada por
una identidad nacional y popular compartida.
Con el golpe de 1955, este bloque fue derrotado. Sin embargo, quedaron muchas cosas en pie.
En primer lugar, más allá de la proscripción, se mantuvo la capacidad de movilización política, activa y en
movimiento durante 18 años. En segundo lugar, las instituciones inscriptas por el peronismo como los
sindicatos y aquellas propias del constitucionalismo social como los derechos de los trabajadores, los
derechos a la salud y a la educación, la protección de la niñez y de la 3° edad, permanecieron porque
estaban en el imaginario y la voluntad de todos los argentinos. En tercer lugar, la cultura peronista, que se
transmitió de generación en generación. En esa familia argentina que había adquirido la dignidad del
trabajo, del salario, y que había obtenido condiciones laborales dignas, vacaciones pagas, acceso a la
educación y a la salud.
El movimiento peronista, que luego de 1955 contaba con el apoyo sólo de los sectores populares y
trabajadores, fue ganando nuevos aliados, nutriéndose sobre todo de numerosos contingentes juveniles.
El régimen militar fue crecientemente presionado por una diversidad de organizaciones sociales y fuerzas
políticas. El propio Perón fue armando diversos frentes para aislar al régimen. Se produce, así, el regreso de
Perón en 1973 pero tras su muerte, con la división interna del peronismo y el estado de debilidad de la
organización popular, comienza el período más sangriento de la historia argentina.
La dictadura militar de 1976 terminó por romper lo que podríamos llamar un "empate hegemónico". Hasta
ese momento histórico los sectores nacionales y populares impedían con su organización y lucha, que se
limitaran o hicieran desaparecer sus derechos, pero no podían erigir un proyecto propio. A su vez, los
sectores oligárquicos no contaban con las condiciones políticas para imponer un modelo neoliberal.
La resolución del empate hegemónico se definió no por las urnas, ni por el juego político electoral sino a
través de la supresión de nuestra ley fundamental, la Constitución Nacional y por medio de la represión, la
prohibición de las actividades políticas, el autoritarismo, la prisión, la tortura y la desaparición.
La dictadura destruyó las organizaciones sociales y políticas populares, quebró el tejido social solidario,
desmembró a la industria nacional, debilitó al movimiento y a la organización de los trabajadores y derribó
las instituciones instaladas durante el primer gobierno peronista.
Posteriormente, desde 1983 hasta 2003 no se dieron las condiciones para que se generara un nuevo bloque
histórico popular y nacional. Si bien se asistió a la recuperación democrática en 1983, fue una democracia
lavada, jaqueada. Se habló de generar un nuevo movimiento histórico, pero pronto se reflejó que tenía
mucho de clase media y poco de clase trabajadora. También se hizo gran hincapié en el anti-autoritarismo
pero se estigmatizó a las organizaciones populares colocándolas al mismo nivel que la dictadura,
poniéndolas en igualdad de condiciones y de responsabilidades. Se creó la “teoría de los dos demonios” sin
tener en cuenta que a las acciones autoritarias desde arriba se respondió con resistencia y lucha desde
abajo.
En la década del '90, el gobierno de Menem fue la domesticación del peronismo. Hasta superó al propio
Alvear en la domesticación del radicalismo. En su presidencia imperó el “mercado” como mecanismo
predominante de regulación social. Se impuso un Estado desregulador y tercerizador que delegaba la
provisión de servicios públicos a las empresas privadas. Se modificó la cultura y el imaginario colectivo. Se
dejó de hablar de Patria para hablar de sociedad. Se dejó de hablar de pueblo para hablar de gente. La
conducción pasó a ser gerencia. Los partidos políticos perdieron su esencia, ya no eran partidos con
proyectos, sino partidos que se orientaban hacia lo que recomendaran las encuestas. Ya no había bases, ni
militantes, ni organizaciones populares, sino sólo encuestados. No había convicciones, sólo opinión pública.
En el nuevo siglo llega el gobierno de la Alianza con Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho" Álvarez. La
Alianza se propuso ser la cara más prolija y humana del modelo menemista. Continuó con la misma política,
hecho que se evidenció cuando realizó un recorte del 13% a los jubilados y empleados del Estado.
Y estalló el 2001. Fue en ese año donde las grandes movilizaciones reflejaron una eclosión que se venía
incubando hacía ya mucho tiempo. Era una eclosión de masas y el comienzo de una nueva etapa. Allí
comienza a perfilarse la constitución de un nuevo bloque histórico nacional y popular ya que se dan las
condiciones para la articulación de un nuevo tejido social con las fuerzas políticas.
2. Proyecto nacional, sujeto popular y dinámica transformadora
Podemos realizar una analogía entre la tríada proyecto político nacional, sujeto popular y movimiento
transformador con los componentes de la música: melodía, armonía y ritmo. Y en el marco de esta triada,
como la música no puede ser desmembrada, tampoco podemos pensar en un bloque histórico donde no
exista una articulación entre un proyecto, un sujeto y un ritmo movilizador.
El proyecto político sería la melodía porque marca el horizonte, la estrategia que ordena y orienta el
conjunto de políticas públicas. La melodía de una canción nos permite identificarla porque convoca y
embellece a todos los restantes componentes de la obra.
El sujeto popular es la armonía. Es una conjugación de fuerzas políticas y sociales, un conjunto de
organizaciones que representan sectores y grupos diversos de la sociedad que poseen un carácter
protagónico pero que a la vez no son pura homogeneidad, sino que tienen diferencias internas que
enriquecen todo el proceso.
Y el ritmo es el movimiento transformador. Porque se cristaliza en un flujo dinámico por el que transitan los
demás elementos, dándole momentos de mayor rapidez, de respiro, de pausas y nuevos bríos.
La melodía es el proyecto político nacional. Sin embargo, antes que el proyecto irrumpa en escena
aparecen algunos símbolos, algunos relatos que perfilan el horizonte. Por ejemplo, el uso de la lapicera Bic
que Néstor Kirchner utilizó cuando asumió la Presidencia dejando de lado la tradicional lapicera de lujo. O
la herida en su frente cuando bajó a Plaza de Mayo y tomó contacto con el pueblo como no lo hacía un
presidente en muchos años, desafiando cualquier limite protocolar. Se suma a ello la bajada del cuadro de
Videla y Bignone del Colegio Militar, o la lectura del poema de Joaquín Areta “Quisiera que me recuerden”.
Estos hechos simbólicos, estas señales, son indicios de la formación de un nuevo horizonte histórico.
Podemos recordar muchas más. El cambio en la Suprema Corte de Justicia a los pocos días de asumir su
gobierno, la política de derechos humanos, la reestructuración de la deuda externa, el No al ALCA, las
nacionalizaciones, la estatización de los fondos de las AFJP y ya con Cristina Fernández de Kirchner al frente
del poder ejecutivo, la Asignación Universal por Hijo, la estatización de Aerolíneas Argentinas, la
expropiación de YPF, la implementación del programa Fútbol para Todos y la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual, entre otras. Todos estos hechos van marcando una huella… van señalando un
camino… Y así se va construyendo un proyecto, con símbolos, con relatos.
Finalmente, a través de una serie de decisiones que se concatenan con acciones concretas, se forma un
plan, un proyecto nacional. Pero el proyecto necesita del sujeto para concretarse.
El sujeto popular sería, en términos musicales, la armonía que expresa la voluntad política y el deseo
militante. En el sujeto popular se armonizan diversas voces e instrumentos que pertenecen a un conjunto
de fuerzas políticas y sociales distintas. Estas se identifican con el proyecto nacional a la vez que lo
producen y le dan forma.
A partir de 2003, para articular sujeto y proyecto, la decisión política fue realizar varios acuerdos. Acuerdos
de transversalidad, tratando de reunir e incorporar a distintos sectores y articular una nueva fuerza política.
Posteriormente se dieron acuerdos de concertación con sectores afines del radicalismo y finalmente la
incorporación de los numerosos contingentes de juventudes a los que Néstor Kirchner apeló durante toda
su vida, esos que coparon las calles y plazas luego de su muerte en 2010.
Por último, el ritmo. El ritmo es el movimiento transformador que expresa la voluntad política de cambio. Y
como todo cambio, como toda transformación, se desarrolla también una confrontación con los que
oponen resistencia. La política es conflicto de intereses y a medida que se va conformando el sujeto
popular también se va identificando quien está fuera o en contra del proyecto nacional y popular.

3. El bloque histórico hoy


Estamos inmersos en la constitución de un nuevo sujeto histórico que supone la articulación entre los
intereses de distintas clases, sectores sociales y fuerzas políticas. Por ello debemos poner la atención en los
diferentes sectores que conforman este nuevo bloque histórico.
No sólo debemos buscar dónde están los trabajadores, los profesionales o el empresariado nacional, sino
apuntar también nuestra mirada a un nivel micro-social, incluyendo organizaciones locales de la
comunidad, clubes, grupos parroquiales, cooperativas, organizaciones de artistas populares, de grupos de
teatro, de músicos, de intelectuales, agrupaciones juveniles, blogs, iniciativas de comunicación
democrática, etc. Es decir, tenemos un gran abanico de sectores sociales, políticos, económicos y culturales
que componen la identidad de este nuevo movimiento nacional y popular.
Veamos a continuación la importancia que tiene la organización como estrategia de formación de un sujeto
nacional y popular.
Existen varios teóricos de la izquierda internacional que plantean que los sectores populares o los
trabajadores no deben organizarse porque eso lleva al autoritarismo de la decisión o al verticalismo y
burocratismo de la organización. Pero debemos preguntarnos ¿Cómo se puede de esa manera generar un
movimiento con la fuerza suficiente como para enfrentar, en la arena política, a un adversario? Porque
muchos sectores impulsan la no articulación con los poderes políticos, alejándose de toda conducción y
proyecto común, pero se olvidan que los grupos económicos concentrados están organizados desde hace
tiempo ya y actúan conforme a sus propios intereses.
Vale la pena recordar todos los intentos obstaculizadores y hackeadores que recibieron los gobiernos de
Néstor y Cristina, de los cuales la lucha de la patronal agropecuaria frente a la Resolución 125, es uno de los
más representativos. No debemos olvidar las campañas sistemáticas de los medios de prensa que se
complementaron con los rumores por lo bajo que se practicaban en diversos ámbitos opositores. Como la
política es conflicto se generan estas situaciones de tensión, de lucha, de resistencia del establishment. Por
todo ello es necesario organizarse. Porque con la organización se canaliza la fuerza, se fortalece la
deliberación popular, se clarifican las ideas, se adquiere identidad política y se desarrollan nuevos
liderazgos.
Hoy existen espacios democráticos para discutir y debatir, para construir un modelo y defenderlo, para
pensar la relación que existe entre los intereses particulares de una agrupación, de un barrio o de un club
con los intereses nacionales, con los intereses de la patria hoy y de cara al futuro.
Y aquí, también, hay que señalar la incidencia del proyecto político iniciado por Néstor Kirchner. En primer
lugar, porque puso freno a la voracidad de las corporaciones. En segundo lugar, porque recuperó el Estado
y a la política cuando nadie creía que iba a ser posible pensar que el Estado podía llegar a tener un rol
predominante nuevamente, que regulase la economía, que distribuyese la riqueza social. Nadie confiaba en
la política que fue catalogada como un juego de intereses particulares y corporativos.
Pero el proyecto político actual y el sujeto popular en formación que lo sustenta han modificado estas
percepciones. Hoy la política es un ámbito cada día más concurrido por jóvenes y no tan jóvenes. A ello se
agrega que estamos acompañados por gobiernos nacionales y populares en toda Latinoamérica. Venezuela,
Ecuador, Uruguay, Bolivia, Brasil, Chile, son solo algunos ejemplos de esta nueva historia que se abre para
nuestro país y para toda la región.

Por último… “Nuevos desafíos nacionales y populares”.


La experiencia histórica nos enseñó que no hay producción intelectual que no sea producto de algún
momento de la historia y que esté inscripta territorialmente en un punto determinado. Por eso, nuestro
desafío hoy es generar nuestro propio pensamiento nacional que acompañe esta articulación entre sujeto
popular, proyecto nacional y dinámica transformadora.
La idea de formar un pensamiento nacional ya aparece planteada desde los orígenes de nuestra nación y
ahora, con este nuevo bloque histórico, hay conciencia de la necesidad de pensar nuestros problemas
desde nosotros mismos, desde nuestros propios intereses. Porque cuanto más nacional seamos, más
universales seremos, como por ejemplo lo ha sido el Martin Fierro.
Ser nacional no significa cerrarse o aislarse del mundo, sino que implica no perder la propia identidad
nacional o renunciar a la misma. Hay una anécdota de Gershwin, el padre del jazz, quien, siendo admirador
de Ravel, el músico francés autor del famoso Bolero, le pidió que le enseñara, porque deseaba componer
como él. A lo que Ravel le contestó: “No le voy a enseñar porque usted tiene que ser un Gershwin de
primera y no un Ravel de segunda”. Este es el desafío que tenemos los argentinos. Ser argentinos de
primera y no europeos o norteamericanos de segunda.
Las ideas no se trasponen, los proyectos no se copian y tampoco puede repetirse la historia. Se transfieren
conocimientos, se reelaboran ideas y nuevos proyectos son movilizados por nuevos sujetos políticos.
Tal vez, estemos en las puertas de la constitución de una nueva articulación política, con peronistas y
aliados, tal vez sigan floreciendo muchas organizaciones silvestres más y tal vez se multipliquen, como
ocurrió en el pasado, los ámbitos colectivos de deliberación, de participación popular, de gestión asociada
con el Estado, de definición de líneas estratégicas de gobierno.
Tal vez proliferen las escuelas de cuadros, con militantes, voluntades y deseos de proponer soluciones
políticas y de instaurar, otra vez, valores trascendentes.
Tal vez todo eso se articule y la política deje de ser moneda de cambio y se transforme en fuente de
compromiso.
Tal vez la melodía siga sonando y la voluntad crezca al ritmo de la multitud organizada, del pueblo.
Tal vez, y seguramente así ocurrirá, se mantendrá viva aquella consigna que decía "Patria Sí, Colonia No".

You might also like