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Anahí Mallol
UNLP - CONICET
Paul Valéry, quien no fue solo un destacado poeta francés, sino también un teórico lúci-
do de la poesía, escribió en sus tiempos: “por más que contemos los pasos de la diosa y ano-
temos su frecuencia y longitud media, no deduciremos el secreto de su gracia instantánea”
(Varietés III, 1936).
¿Plantea esto una imposibilidad, una superficialidad de la crítica sobre la poesía?
Ha habido teóricos y críticos que han dedicado sus esfuerzos a “contar los pasos de la dio-
sa”: basta remitirse al artículo de Jakobson que pretende explicar “Les chats” de Baudelaire,1
para comprobar la justeza de la frase de Valéry.
En manos de los formalistas y estructuralistas, que se desentienden voluntariamente del
sentido como si se tratara de un más allá de la forma y limitan su labor a un trabajo de in-
ventario de los materiales, lo que queda del trabajo crítico, después del deslumbramiento y la
fascinación primera que produce la exactitud de la técnica, es la conciencia de haber llegado
a un límite que pone a la crítica al borde de caer en la banalidad, en la medida en que la
estructura, al repetirse, repite siempre lo mismo, o en la medida en que el crítico, al aplicar
metodológicamente una estructura, o incluso una estructuración, prefigura de antemano,
con los puntos de partida, los datos resultantes (Derrida, [1967] 1988; Deleuze, 1976).
Lo que no deja de entrañar ciertos riesgos, por más de una razón. En primer lugar, por-
que se basa en, y no deja de construir al mismo tiempo, la ilusión de una autotransparencia
(sujeto-objeto, lenguaje-objeto) de corte netamente positivista, que no hace sino propender a
la acumulación de un incierto capital, que a la vez que simbólico niega la densidad de su pro-
pia simbolicidad, y que se retiene como rehén de un saber, pasible a su vez de capitalizarse en
poder.2 Por otro lado, y en relación con ello, no ha dejado de reducir a la crítica y a los críticos
a tecnócratas, incluso burócratas de lo que puede y debe ser dicho, de las formas que debe
adoptar para instituirse en garante de que se está en presencia de algo concreto, aprehensible
como “conocimiento o saber” (acumulable, transmisible, demostrable) que se ejerce como una
contabilidad de lo literario. Se constituye así a la crítica en un espacio de poder determinado,
que anula muchas veces, y en el mismo movimiento, su posibilidad de ser crítica, sobre todo
crítica de sí misma, y se transforma en una metodología a priori de los estudios literarios.3
“Los recursos metodológicos, que eran en principio absorbidos en una técnica filosófica,
en los formalistas rusos, son ahora propuestos como una refundación de los estudios litera-
rios”, advertía Nicolás Rosa (2002), en un Congreso en que contraponía el perfil del escritor-
crítico al del profesor-investigador.4
Ahora bien, ¿cuáles son las consecuencias, para la teoría y para la práctica crítica, de una
inversión tal de los términos?
Conclusiones
Dice Gadamer (1993: 145): “De manera un poco desafiante me atrevo a decir que la fuer-
za de la poesía lírica reside en su tono. Y digo tono en el sentido de tonós, tensión como la de
la cuerda tensada, de la que brota la eufonía”.
Más allá de la discusión acerca de lo que se considera lírico, de los modos de la crítica
que distintas teorías consideran apropiados o inapropiados para hablar de poesía, y de la ne-
cesidad, tanto desde el punto de vista teórico como de la práctica crítica, de reconocer que a
diferentes poéticas es posible llegar a veces solo desde diferentes encuadres teórico-críticos,
al leer trabajos de crítica como, por ejemplo, el de Enrique Pezzoni (1986) sobre Alejandra
Pizarnik, el de Jorge Panesi (2000) sobre Tamara Kamenszain, o los dos de Nicolás Rosa
(2003) sobre Arturo Carrera, uno puede afirmar que estos críticos han oído el tono de cada
poeta y han sabido transmitirlo en su propia voz crítica.
No se trata solo de que ocasionalmente tematicen estas cuestiones16 o de que al parecer
partan de una premisa según la cual la lectura de un texto literario no es sino un trabajo
que se mueve en las zonas indefinibles de la intertextualidad (que es una intersubjetividad),17
una interpretación, un juego de asociaciones que alguien hace sobre las palabras que el texto
dice y las que no dice, y que esa lectura, como la detención súbita del movimiento de un ca-
leidoscopio, sea consciente de que arma una figura momentánea que deberá ser modificada
una y otra vez con nuevos movimientos.
En estos trabajos de crítica es posible ver que el crítico se enfrenta al lenguaje como a un
problema, con un rigor que no es menor que el del escritor, que en ellos hay, a la vez que la
distancia crítica necesaria, respeto por el texto a tratar, sobre el cual lo que se ejerce es una
escucha atenta. Para que el poema diga todo lo que tiene para decir, el escucha selecciona
una figura recurrente, la que luego es sometida o puesta a vibrar en variaciones, tantas como
Bibliografía
Notas
1 También Riffaterre tiene un artículo dedicado al análisis de este poema. Riffatterre, Michel, “Essais de stylistique”.
2 Como queda claro a partir de las conceptualizaciones teóricas y los análisis institucionales de Pierre Bourdieu.
3 A este respecto, en un artículo que, cifrado en una discusión metodológica reciente entre la elección de corpus de autor versus corpus de textos de autores diversos, y que se
convierte en un análisis agudo de la institución crítica y de la crítica hegemónica, es decir académica, dice Jorge Panesi: “Lo que aquí está en juego es el parámetro dominante
por el que la institución universitaria otorga a sus miembros la validación de un saber demostrado en investigaciones que se miden según el consenso más o menos mudable,
más o menos estable en muchos de sus protocolos. El consenso que en la jerárquica institución universitaria tiene el privilegio de decidir qué tipo de saberes, de metodologías
teóricas y críticas, y qué tipo de corpus son los válidos académicamente, es el que impera en los ‘estamentos superiores’, vale decir, entre aquellos que forman los jurados de un
trabajo entendido como estrictamente profesional. O, si se quiere, de estricta política académica. Porque, en el fondo, lo que aquí se discute es también la validez de trabajos de
investigación emprendidos para defender una tesis doctoral”. Panesi, Jorge, “Discusión con varias voces: el cuerpo de la crítica”, en AA.VV., Boletín/12. Rosario, Centro de Estudios