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EL BIEN SUPREMO

Aristóteles define al bien como el objeto de todas las aspiraciones del hombre,
el bien como un fin no necesariamente tangible. Entre los fines que el hombre
como especie se propone, existen múltiples diferencias, tantas, como artes,
ciencias y acciones se han creado. El fin a conseguir puede ser diferente según
la perspectiva que se tenga, pero al fin y al cabo es uno solo: el bien supremo.

Para Aristóteles, el bien supremo deriva de la ciencia política o República, ya


que ella ordena y regula cuáles son las ciencias y artes que deben impartirse a
los ciudadanos y hasta qué límite deben aprenderlas. Pone las reglas para lo
que debe hacerse y lo que no, albergando bajo su fin, el fin de otras ciencias o
artes como son el arte militar, la retórica, la administración, etc. El bien personal
es bien para la República, el bien supremo del hombre es la finalidad de la
política.

En la misma línea, considera que el bien supremo, objeto de la política y por


consiguiente propósito de todos los actos de la vida humana es la felicidad, lo
cual es compartido por la gente corriente como por la gente ilustrada, para todos
obrar bien es sinónimo de dicha, sin embargo, tienen diferentes percepciones
sobre la naturaleza de la felicidad. Algunos consideran que la felicidad son las
cosas visibles, como a riqueza, otros según el contexto que tengan, por ejemplo
para un enfermo la salud será la felicidad, para un pobre lo será la riqueza.

Para la gente común, la felicidad es el goce material, los objetos, regalos y los
pasatiempos, ya que ellos viven para el placer del momento. Por otro lado, para
la gente educada, ilustrada, la felicidad es sinónimo de honra o gloria. Pero
incluso la honra o gloria se tratarían de conceptos superficiales de felicidad y no
una felicidad interior, como la que él refiere, ya que la honra está más en quien
da que en quien recibe, y la felicidad, como bien supremo, es una meta más
personal, que no podría ser arrebatada de quien la posee.

Para algunos la gloria equipara la virtud ya que por medio de ella obtienen la
alabanza de los otros, y por ello muchos podrían pensar que la virtud es el bien
supremo, pero aún esta sola es incompleta ya que un hombre puede tener
muchas virtudes pero no necesariamente ser feliz.

Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros


El bien se presenta tanto como sustancia, como cualidad y como relación. El bien
puede presentarse en múltiples acepciones, en la categoría de sustancia seria
la inteligencia, Dios, en la categoría de cualidad seria la virtud, en la categoría
de tiempo es la ocasión y así en cada categoría. Por lo tanto el bien no puede
ser universal a todas las categorías, ni tampoco puede ser un bien más bien que
otro porque aquel sea eterno, no puede existir diferencia ya que uno y otro son
bienes. El bien, entonces, no es una cosa común que se pueda albergar bajo
una Idea única.

En toda esta parte, Aristóteles realiza una reflexión profunda en busca de lo que
es en sí el bien, rechazando la idea de que el bien es común a todas las cosas
ya que el bien al que se refiere es un bien accesible al ser humano.

Considera que el bien debe buscarse por sí mismo y no en vista de conseguir


otro bien, es por ello que la felicidad se acerca mucho a ese concepto de bien,
ya que siempre se procura en vista de ella y no de otra cosa, la felicidad es en sí
misma definitiva, es una meta perfecta y se basta por sí sola, ya que es el fin de
todos los actos del hombre.

Para conocer la naturaleza del bien supremo, es necesario conocer cuál es la


obra propia del hombre. No podría ser la vida ya que esa cualidad se comparte
con otros seres, tampoco la sensibilidad ya que algunos animales la poseen, lo
que queda es la vida activa del ser dotado de razonamiento, la cual se divide en
dos partes: la que se rige por la razón y la que hace uso de ella. Así lo propio del
hombre seria actuar conforme a la razón, en instruir el alma conforme a la virtud,
la cual debe ser parte de toda su vida.

Aristóteles divide a los bienes en tres clases: bienes exteriores, bienes del alma
y bienes del cuerpo. Los del alma son los considerados más perfectamente
bienes, junto con los hechos y ejercicios espirituales, podría decirse entonces
que el fin del hombre son ciertos hechos del alma. Esta acción es aceptada por
algunos que consideran que la felicidad es la virtud, o alguna virtud en particular,
por lo cual no sería extraño que se adjudique como bien supremo al uso de
ciertas cualidades. De ser esto real, el placer verdadero del hombre serían las
acciones conforme a la virtud, que no solo son agradables, sino que son además
bellas y buenas.

Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros


Sin embargo, al parecer la felicidad no es completa sin los bienes exteriores.
Según observaron es poco probable que un hombre sea feliz si carece de cosas
como la riqueza, los amigos, la política, lo mismo que si carece de nobleza o
tiene una familia perversa o malvada, por lo cual muchas veces se confunde la
felicidad con la suerte o con la virtud.

La felicidad no está negada a ningún hombre, todos pueden acceder a ella, si


algo ha de provenir de los dioses, tiene que ser ciertamente la felicidad, pues es
lo que más estima el hombre. Pero aun si no fuera un obsequio de los dioses,
sino que se obtuviera a través de practicar la virtud, esto no le resta su calidad
de divina, ya que el fin de la virtud es la felicidad.

TEORÍA DE LA VIRTUD

Para Aristóteles, la virtud es de dos especies: una intelectual y una moral.

Hay dos clases de virtudes, la una moral y la otra intelectual; porque no


alabamos sólo a los hombres porque son justos, sino también porque son
inteligentes y sabios. Antes dijimos que la virtud o las obras que ella inspira son
dignas de alabanza, y si la sabiduría y la inteligencia no obran por sí mismas,
provocan, por lo menos, los actos que proceden de ellas. Las virtudes
intelectuales van siempre acompañadas por la razón, y, por consiguiente
pertenecen a la parte racional del alma, la cual debe mandar al resto de las
facultades, en tanto que está dotada de razón. Por lo contrario, las virtudes
morales corresponden a esta otra parte del alma que, sin poseer la razón, está
hecha, por naturaleza, para obedecer a la parte que posee la razón; porque,
hablando del carácter moral de alguno, no decimos que es sabio o hábil, sino
que decimos, por ejemplo, que es dulce o ardiente. (Aristóteles, 1972).

La virtud intelectual (dianoética), proviene de un aprendizaje, y para cimentarse


necesita tiempo y experiencia. A través de ellas, el hombre se eleva de lo
sensible a lo racional. Las virtudes intelectuales son: La sabiduría, la Inteligencia
y la Prudencia (Quicios, 2002).

Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros


En cambio la virtud moral (ética), nace de los hábitos y costumbres. Y es el
dominio de la razón sobre las pasiones, por lo tanto se perfeccionan en el
accionar, por ello, considera, que ninguna virtud moral es natural del hombre,
ya que ninguna cosa natural, podría, por efecto de la costumbre, modificar su
estructura. Por lo tanto las virtudes no existen naturalmente en el hombre, sino
que el hombre es susceptible a ellas y los hábitos permiten desplegarlas y por
ende perfeccionarlas. Las virtudes morales son: Valentía, dominio de sí,
magnanimidad, grandeza del alma, mansedumbre, decencia, veracidad,
cortesía, templanza, amistad, generosidad, justicia. (Quicios, 2002).

Aunque considera que las virtudes no son naturales del hombre, sí avala el
hecho de que el hombre nace con la capacidad de potenciarlas, las virtudes se
adquieren luego de ponerlas en práctica, así, obrando en las virtudes es que se
aprenden, lo mismo que practicando la justicia se vuelve uno justo, o se aprende
la valiente entrenando el valor.

Toda virtud se origina como consecuencia y a través de las mismas acciones.


Esto quiere decir que es en la práctica de la virtud, en la relaciones de los
hombres, como unos se hacen justos y otros injustos, la situación a la que se
enfrente cada uno define qué tipo de acción realizará, así, ante el peligro,
algunos serán valientes mientras que otros cobardes. Entonces, los hábitos se
originan a partir de las actividades que cada uno realiza, por lo tanto conviene al
hombre realizar buenas actividades para adquirir buenos hábitos. (Martínez,
2001).

Conservar la virtud, no es una tarea fácil, ya que su exceso o falta puede traer
resultados alejados de ella, así como quien sucumbe a todo placer es inestable
mientras que aquel que huye de todo se vuelve cobarde, siendo la forma de
mantenerlas, el conducirse con moderación. Por lo tanto, es mejor solo practicar
actos de cierto género, ya que las cualidades se forman de estos actos, siendo
mejor contraerlos desde la infancia (Azcárate, 1873).

Aristóteles reseña que es necesario considerar todo lo referente a las acciones,


ya que al ser ellas las forjadoras del carácter del hombre y de sus cualidades, es
mejor aprender a realizarlas. Asimismo, manifiesta que el placer o el dolor que
acompañan las acciones, son signo manifiesto de las cualidades que el hombre

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va adquiriendo. Para él, la virtud moral se relaciona con el dolor y con el placer,
ya que el perseguir el placer es lo que conduce al hombre al mal, mientras que
el temor al dolor es lo que le impide realizar acciones buenas. Por ello sugiere y
concuerda con Platón, que es mejor que desde la infancia se dirija al hombre a
colocar el placer y el dolor en las cosas pertinentes, a fin de lograr una buena
educación.

Las virtudes se expresan por medio de acciones, y es innegable que ellas traen
como consecuencia o el placer o el dolor, siendo esto prueba de que la virtud
se refiere a los dolores y placeres del hombre. Por lo tanto, la virtud viene a ser
aquello que prepara al hombre para enfrentar los dolores y placeres de la vida,
de manera que su conducta sea lo mejor posible, siendo el vicio todo lo contrario.

Para Aristóteles, hay tres cosas que se deben buscar y de la misma manera,
hay tres cosas de las que se debe huir: debe buscarse lo bueno, lo conveniente
y lo placentero y se debe huir de lo malo, lo dañino y lo doloroso (sus contrarios),
el hombre bueno es quien sabe conducirse con propiedad por el camino recto,
mientras que el hombre malo no logra alcanzarlo y comete errores. Y
generalmente comete errores en su búsqueda del placer, ya que esto es
inherente a la especie humana, incluso desde la niñez, ya que el mismo infante
en el pecho materno experimenta el placer, por lo tanto es muy difícil alejarse de
esa sensación placentera, tan arraigada en la vida humana.

Aristóteles se adhiere al pensamiento de Heráclito sobre este respecto,


coincidiendo en que es más difícil combatir el placer que la cólera, y el arte y la
virtud se aplican a lo más difícil, ya que el bien más difícil de conseguir es el más
preciado.

Por ende, como se ha ilustrado, la virtud se ocupa de los placeres y de los


dolores, ya que se origina a partir de ellos y por su causa misma se destruye o
incrementa y tiene su actividad en aquello de lo que surgió. (Martínez, 2001).

A lo largo de su discurso, Aristóteles continúa reflexionando sobre las virtudes,


a fin de determinar qué son y de dónde provienen. Así, expresa que la virtud
debe ser alguna de las cosas que proviene o se origina en el alma: las emociones
(alegría, ira, odio, pasión, piedad, etc., todos las que acompañan al placer o al
dolor) – Aristóteles las llama “afecciones”, las capacidades (que permiten

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experimentar las afecciones) o los estados (el estado de bienestar o malestar
con respecto a las afecciones que se experimenta).

Sin embargo, en la misma línea desestima que las virtudes puedan ser
afecciones, ya que no es por estas que alguien recibe elogios ni censura, sino
que estos se reciben en función de las virtudes o los vicios. Tampoco sería
aceptable que sean afecciones puesto que no pueden elegirse (nadie siente ira
con solo desearlo), mientras que las virtudes sí son actos que se eligen.

Siguiendo el mismo razonamiento, descarta que las virtudes sean capacidades,


ya que no se puede catalogar a alguien de malo o bueno solo por ser capaz de
tener afecciones o experimentar emociones. Incluso las capacidades vienen con
el hombre naturalmente, pero la bondad o la maldad no son naturales. Y dado
que si no son afecciones ni capacidades, entonces las virtudes solo serían
estados.

Pero, ¿qué es un estado? La virtud no solo confiere valor a la virtud per se, sino
que también a su acción, en el caso del hombre, la virtud seria el estado por
medio del cual llega a ser bueno y también gracias al cual realiza bien sus
acciones. Por ello la virtud es más fiel y superior que cualquier arte o ciencia.
(Martínez, 2001). Lo dicho, claro, aplicado a la virtud moral – no hay que olvidar
que Aristóteles distingue dos clases de virtud- ya que la virtud moral es la que
tiene que ver con afecciones y acciones, y estas son susceptibles de exceso y
defectos y por ende de poseer un término medio. Los excesos y defectos, como
ya se esbozó, son propios de los vicios, mientras que el término medio es el
punto exacto propio de la virtud y es el que merece elogio.

Por consiguiente, la virtud es un estado que se elige, es un estado medio entre


los excesos y los defectos. No pueden ser las virtudes ni afecciones ni acciones,
ya que hay afecciones tan negativas que no admiten término medio (por ejemplo
la desvergüenza, el odio, el adulterio, el asesinato, etc.), estas afecciones y
acciones se rechazan por el hecho de ser malas en sí mismas, no solo en un
extremo de ellas.

Aristóteles incluso, reflexiona sobre las tres fases que tienen tanto las
emociones, como los dolores, placeres y acciones. Así por ejemplo, en relación
a las pasiones, el pasmado se avergüenza de todo (defecto) mientras que el otro

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lado está el desvergonzado (exceso), el término medio seria el pudoroso, lo cual
convierte al pudor en una virtud. Por ello, tanto el exceso como el defecto son
contrarios a la virtud, que es el término medio, lo mismo que se oponen entre
ellos, se oponen a la virtud.

Así, queda clara la explicación que la virtud moral es una condición media entre
dos vicios, uno por exceso y otro por defecto, y es así porque es término medio
tanto en acciones como en pasiones. Esto representa un reto para el hombre- y
más aún en los tiempos actuales- ya que mantenerse en el camino correcto no
es parte de su naturaleza, siendo incluso más difícil para el hombre menos
instruido. Esto hace que la virtud sea elogiable y hermosa. Y es por ello que
Aristóteles apunta tanto a la necesidad de la educación, tanto para la
consecución del bien individual como del bien social.

En el siguiente cuadro podemos apreciar la distinción entre las virtudes (término


medio) y los vicios (por exceso y por defecto), según lo que plasmó en sus obras.

Es menester del hombre reconocer cuál es su debilidad, hacia qué lado es más
fácil para él ser arrastrado, ya que no todos los hombre sucumben ante las
mismas pasiones.

1
Cuadro elaborado por Pilar Quicios (2002)

Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros


Y dado que las virtudes se relacionan con los afectos y las acciones, y en estas
las ejercidas de manera voluntaria son susceptibles de elogios o censura,
mientras que las involuntarias son merecedoras de perdón o compasión, se hace
necesario definir lo voluntario de lo involuntario. Al parecer las acciones por
ignorancia o por la fuera son involuntarias, sin embargo, el objetivo de una acción
se determina según la ocasión, por ende en el momento podría saberse si es
voluntaria o involuntaria. Un acto involuntario seria el que se produce por un
cierto grado de ignorancia, mientras que aquel que se produce por uno mismo
sabiendo las circunstancias específicas sería un acto voluntario.

La elección, entonces, parece ser algo voluntario, algo que depende


enteramente del hombre. La elección se elogia por ser lo que más conviene, ya
que se elige lo que se sabe que es bueno,

Resumiendo todo lo dicho, las virtudes serian hábitos o estados que permiten al
hombre elegir, en cada circunstancia, lo más adecuado y conveniente, lo
correcto, siendo consciente que lo correcto será siempre un término medio
establecido de forma racional entre dos actitudes contrarias. (Quicios, 2002).

Entre las virtudes morales, para Aristóteles, la justicia es la virtud suprema por
excelencia, es la virtud perfecta, ya que esta se da en relación a otros hombres,
no solo hacia quien la posee. La justicia es la virtud que consiste en buscar el
bien del otro, no de uno mismo. Incluso Aristóteles distingue entre algunos tipos
de justicia, a saber: una justicia general que es conforme a la legalidad y que
busca la felicidad de la sociedad; y una justicia parcial, que regula aspectos de
la vida social, que atribuye las ventajas y desventajas que corresponden a los
miembros de la sociedad y que regula los contratos de la sociedad.

Para algunos filósofos actuales (Marcos, 2011), sin embargo, es necesario hacer
una observación de la educación en virtudes que propone Aristóteles, ya que
estas, al estar relacionadas a contextos socioculturales, no pueden ser exactas
en la actualidad que en la época en que se plantearon. Al proponer la necesidad
de un punto medio, se corre el riesgo de caer en una educación muy puritana,
pudiendo incluso volcarse hacia normas inflexibles y causantes de prejuicios.
Por lo tanto no debe olvidarse que para Aristóteles, las virtudes no son una meta

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sino más bien una vía para lograr el fin supremo del ser humano, que es la
felicidad personal.

Los tiempos actuales también representan un reto para el logro de una educación
en virtudes, ya que se ha erigido un culto al placer y al consumismo, relacionando
lo placentero con lo bueno mientras que lo que cuesta trabajo o causa dolor, es
relacionado con lo malo. Una vida dirigida solo a la búsqueda de placeres dista
mucho de lo que propone Aristóteles como una vida bien lograda. Por lo tanto,
la educación debe fomentar las virtudes y su puesta en práctica, a fin de lograr
la felicidad individual y social. (Marcos, 2011)

Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros


Conclusión

Es evidente que la obra de este gran pensador es de suma profundidad y


reflexión, la cual, llevada a nuestros tiempos actuales se hace muy necesaria en
todos los ámbitos del quehacer humano, empezando por el educativo. Enseñar
a los individuos, desde pequeños, a conducirse por el camino correcto, evitando
ceder ante los excesos o carencias de sus acciones y emociones, se torna cada
vez más difícil, debido a que la modernidad permite tener todo al alcance de la
mano o de un click, siendo muchas veces casi utópico esperar que la sociedad
se rija por el camino de la virtud ya que los límites hacia lo moralmente correcto
se han ido tornando difusos conforme ha cambiado la sociedad.

Sin embargo, Aristóteles ha sido muy ilustrativo en mostrarnos que las virtudes
son elegibles, por lo tanto son aplicables a la conducta y pueden aprenderse por
medio de la práctica continua, si bien no constituyen parte natural del ser
humano, sí pueden hacer parte de su vida e incluso convertirse en su segundo
lenguaje, ya que mientras más ponga en práctica el conducirse con bien, dentro
de lo correcto, lo moral lo virtuoso, más digno de elogio y mayor virtud tendrá y
más sencillo le será elegir el camino bello y virtuoso del bien, que es la búsqueda
de perfeccionamiento del hombre.

Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros


BIBLIOGRAFIA

Aristóteles. (1972). La gran moral. Madrid: Espasa Calpe.

Azcárate, P. D. (1873). Obras de Aristóteles puestas en lengua castella. Vol. 1. Madrid:


Medina y Navarro editores.
Marcos, A. (2011). Aprender haciendo: paideia y phronesis en Aristóteles. Educação,
13-24.
Martínez, J. L. (2001). Ética a Nicomaco. Madrid: Alianza Editorial.
Quicios, P. (2002). Aristóteles y la educación en virtud. Acción pedagógica, 14-21.

Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros


Redacción: Valencia Vargas, Grendha Milagros

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