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LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES

Con el artículo 71 de la Carta se procuró introducir una nueva idea en la organización


de la comunidad: la de relacionar con las Naciones Unidad todas aquellas
organizaciones no oficiales que de alguna manera se ocupan de materias similares de
las ECOSOC, y que tengan un cierto “carácter internacional”, y sólo para el efecto de
consultar con ellas. Esa disposición dice que “el Consejo Económico y social podrá
hacer arreglos adecuados para celebrar consultas con organizaciones que se ocupan de
la competencia del Consejo”.

En realidad, el nombre de “organismos internacionales no gubernamentales” no es


muy apropiado, si se toma en cuenta que le vocablo “internacional” no le es aplicable
por entero a muchas de estas entidades. Y sin varios los autores que prefiere el uso de
“transnacional”. La palabra transnacional fue acuñada desde 1956 por el Prof. Jessup
de la Universidad de Columbia, de Nueva York, y denota una acción emprendida por
una entidad mayor o menor que una nación, y fuera del marco de acción de las
naciones-Estados, en otras palabras, acciones o instituciones o eventos que producen
efectos legales más allá de las fronteras nacionales.

El ECOSON creó un Comité de Organizaciones no gubernamentales, el cual sentó los


principios capitales que deben llenar estas organizaciones para que pudieran ser
considerados como cuerpos de consulta. Ellos son que la agrupación debe ser
internacional en carácter de, ocuparse de materias económicas, sociales, culturales,
educativas, de salud y similares, ir de acuerdo con el espíritu, propósitos y principios
de la Carta, tener un status reconocido y agrupar una proporción substancial de
personas, contar con oficinas centrales a cargo de oficiales ejecutivos, tener autoridad
para hablar en nombre de sus miembros.

Además, se clasificaron tales organizaciones no oficiales en a), b) y las que se anotan


en el Registro. En la categoría a) entran aquellas que tienen un “interés básico” en la
mayoría de las actividades del ECOSOC y tienen una relación muy estrecha con la
vida económica y social de las áreas que representan. Hay 12 agrupaciones en esta
categoría. La b) incluye las organizaciones (143) de un campo más limitado o
especializado. La tercera categoría se reservó para aquellas organizaciones que
informan a la opinión pública y diseminan información (223 actualmente en el
Registro) pero que además tengan una contribución importante que hacer.

En la Resolución 288 (X) del Consejo se manifestaron los objetos de la consulta con
las organizaciones no gubernamentales, o sean, por una parte, para el fin de capacitar
al Consejo o a cualquiera de sus cuerpos a obtener consejo o información experta y
por la otra, capacitar a las organizaciones que representan elementos importantes de la
opinión pública para que expresen sus puntos de vista.

Las OING pueden ser muy útiles también para que sus miembros -que suman ya
millones- estén al tanto de las actividades y de los que pueden lograrse a través de la
Naciones Unidas. Su papel se irá palpando de mejor manera a medida que pueda irse
configurando una interrelación más efectiva entre esos cuerpos no oficiales -que
expresan un gran sector de opinión- y la organización general.

Estas entidades internacionales autónomas, aunque se antojan en ocasiones grupos de


presión, son un factor necesario sin el cual no sería posible un equilibrio internacional,
y su derecho propio viene a ser un complemento de derecho internacional de los
Estados soberanos, y un elemento vigorizador para el progreso del derecho de gentes.
Parece más conveniente, sin embargo, que pasen a depender de la Secretaría General.
LA CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA.

Los tribunales representan el coronamiento de una evolución progresiva del derecho.


La presencia de ellos es la manifestación más visible de que un sistema jurídico ha
alcanzado su exponente más alto y le da carácter completo a tal sistema. Por ello fue
que los creadores de la Sociedad de Naciones resolviendo dotar a la organización con
un cuerpo judicial. De esa manera se garantizaban la continuidad y homogeneidad a la
administración de la justicia internacional, y se daba un paso para alcanzar la paz a
través de del funcionamiento de la norma jurídica. Por otra parte, se evitaba que
algunas disputas no resueltas por falta de un órgano adecuado pudieran constituir una
fuerte fricción.

El artículo 14 del Pacto establecía que el Consejo de la Sociedad de Naciones


formularía los proyectos para el establecimiento de un “tribunal permanente de justicia
internacional”, mismos que después se someterían a los gobiernos. Se designo un
comité de expertos, para preparar el proyecto, que fue finalmente adoptado por la
Asamblea de la Liga en diciembre de 1920, convirtiéndose en el Estatuto de lo que se
llamó Tribunal Permanente de Justica Internacional. El Estatuto pronto tuvo que sufrir
reformas, con respecto al número de jueces y otras materias. El Tribunal Permanente
de Justicia Internacional (T.P J. I.) funcionó en La Haya, hasta 1939, y como sus
normas son muy similares a las de la actual Corte Internacional de Justicia, bastará con
la referencia que de ese cuerpo se va a hacer más adelante para entender la composición
y funcionamiento del Tribunal que le precedió.

El Tribunal funcionó hasta 1939, y resolvió con éxito unos 50 casos (21 resoluciones
finales, 7 sobre cuestiones preliminares, 2 interpretando decisiones anteriores y 27
opiniones consultivas). Sus resoluciones fueron siempre acatadas, citadas y usadas
como fuente de derecho internacional por el propio Tribunal, por otros tribunales
internacionales y por un gran número de publicistas. Su función para determinar las
reglas del derecho de gentes fue muy importante, sobre todo, en ausencia de órganos
encargados de codificar ese derecho.

Cuando las Potencias Aliadas se enfrentaron al problema del órgano judicial de la


organización internacional que se contempla en 1943, tuvieron ante sí un dilema: o
continuar con el antiguo T. P. J. I., imprimiéndole aquellas modificaciones que dictaba
la experiencia o crear uno nuevo, con características diferentes. Se optó por un camino
intermedio: o continuar con un nuevo nombre, Corte Internacional de Justicia, pero
conservando el Estatuto en su mayor parte, modificándolo en lo que se refiere a la
elección de jueces, y a la representación de las corrientes jurídicas más importantes del
mundo, de manera que bien puede hablarse de que la nueva Corte viene a ser una
continuación del extinto Tribunal.

El artículo 92 de la Carta confirma este criterio, pues expresa: “La Corte Internacional
de Justicia será el órgano principal de las Naciones Unidas; funcionará de conformidad
con el Estatuto anexo, que está basado en el del Tribunal Permanente de Justicia
Internacional…”

La Corte, empero, tiene una liga más estrecha con la Organización que la que tuvo el
Tribunal con la Sociedad de Naciones. Pues este cuerpo judicial, de acuerdo con el
artículo 93 de la Carta, viene a ser parte integrante de las Naciones Unidad, y el
Estatuto forman parte de la Carta, por lo cual se ha apreciado la importancia que tiene
la Corte para la resolución de controversias judiciales. Según el artículo 7 de la Carta,
la Corte es uno de los órganos principales.

COMPOSICIÓN DE LA CORTE. La Corte Internacional de Justicia de las Naciones


Unidas está compuesta de quince Jueces (Estatuto, Artículo 3) “magistrados
independientes elegidos… de entre personas que gocen de alta consideración moral…
o que sean jurisconsultos de reconocida competencia en materia de derecho
internacional”. La elección de Jueces es un procedimiento complicado y abstruso, que
permite le predominio de la influencia política en la designación. Pero ello es, en el
fondo, conveniente, pues los Estados debe tomar muy en cuenta la importancia de que
los asuntos que les afecten sean resueltos en el que se ha de consultar a otros países y
escuchar número garantice que la composición del tribunal sería siempre equilibrada
y de jueces competentes e imparciales.

Tanto la Asamblea como el Consejo participan en la elección de miembros de la Corte


Internacional de Justicia. Esto es, es una interpretación del artículo 8, los candidatos
deben obtener el voto favorable en ambos órganos. Los jueces duran en su encargo
nueve años y la tercera parte de ellos se renueva cada tres años. Tienen privilegios e
inmunidades diplomáticas. Nueve jueces forman el quórum necesario.

COMPETENCIA DE LA CORTE. La jurisdicción de la C. I. J. es, por esencia,


limitada. Sólo los litigios que los Estados mismos acepten que vayan ante la Corte
pueden ser resueltos por ella. Para dar sin embargo un mayor campo de acción al
tribunal y un principio de obligatoriedad a las decisiones C. I. J. se buscó que en lo
general, y de antemano, se diese la conformidad de los Estados para que ciertos tipos
de controversias, de carácter eminentemente jurídico, puedan quedar sujetas a
jurisdicción. El Artículo 36 del Estatuto señala cuál es la competencia de la C. I. J. De
esta disposición se desprende que la competencia es voluntaria, pero que para algunos
asuntos es obligatoria.

Es voluntaria cuando las partes, de común acuerdo, deciden que tal o cual materia sea
resuelta por la Corte Internacional.

Es obligatoria, cuando las partes de un Tratado han convenido en cláusula especial que
para cualquier controversia que emerja del instrumento ella habrá de referirse a la C.
I. J.

También aparece como obligatoria la jurisdicción de la Corte en el caso de la llamada


“cláusula opcional”, contenida en el artículo 36 del Estatuto. Por virtud de ella los
Estados pueden reconocer en cualquier tiempo, como obligatoria con respecto de ellos,
la competencia de la Corte en controversias del tipo legal que se refieran: a) a la
interpretación de un tratado; b) a cualquier cuestión de derecho internacional; c) a la
existencia de un hecho que si establece constituiría violación de una obligación
internacional, y d) la naturaleza o extensión de la reparación que ha de hacerse por el
quebramiento de una obligación internacional. Ese reconocimiento opera sólo con
respecto de otros Estados que hayan aceptado la “cláusula opcional”. ´

Pero esta “cláusula opcional”, que está destinada a dar la Corte la categoría y los
atributos de un auténtico tribunal de derecho, resulta todavía un tanto utópica, al grado
que ha llevado a varios autores a insistir que parece conveniente que la Corte tuviera
sólo jurisdicción voluntaria. En efecto, casi la totalidad de Estados que han aceptado
la llamada “cláusula opcional” lo han hecho con numerosas y especiales reservas, con
el propósito de salvaguardar hasta el máximo interés doméstico. En casi todas ellas se
expresan que no se acepta la competencia de la Corte para cuestiones que caen bajo la
jurisdicción doméstica, y se deja la facultad al país que hace la reservas de determinar
cuáles materias son de jurisdicción doméstica y cuáles no. Ello nos lleva a la vieja
disputa de las llamadas cuestiones políticas y cuestiones jurídicas o controversias
susceptibles de jurisdicción y controversias no justiciables, que no ha sido aún resuelta
satisfactoriamente. Pero la “cláusula opcional”, deficiente y todo, no deja de ser un
instrumento moral muy adecuado. Viene a ser uno de tantos dispositivos que limitan
el ejercicio desenfrenado de la soberanía.

La Corte tiene, además de sus funciones judiciales, una muy importante, y es la de


fungir judiciales, una muy importante, y es de fungir como órgano de consulta jurídica
(art. 65 del Estatuto, art. 96 de la Carta). Pueden solicitar esos dictámenes los órganos
de las Naciones Unidas -Asamblea y Consejo de Seguridad, directamente; los otros,
con autorización de la Asamblea General- y los organismos especializados.

Las opiniones de un cuerpo de tanta autoridad jurídica son de considerable valor


para clasificar la controversia y para proporcionar puntos que pueden servir de base
para un arreglo, aun cuando los Estados muestran propensión a no considerarse ligados
por los dictámenes de la Corte, no obstante ser solicitados por ellos mismos. En
ocasiones, las opiniones consultivas han resultado tan importantes como una decisión
de la Corte, pues en virtud de ellos pudo prevenirse o terminarse una diferencia
internacional.

De otro lado, en varios instrumentos internacionales de estipula que las opiniones


consultivas solicitadas por los órganos partes en la controversia son obligatorias para
ellos.

Evaluación. Cualquiera hubiera creído que la Corte iría siendo más y más utilizada,
máxime que la membresía de las Naciones Unidas ha ido en aumento. Por desgracia,
ha sido al contrario y defraudó las expectativas. Cuando funcionó en extinto Tribunal
Permanente, 45 Estados suscribieron la llamada “cláusula opcional”; en cambio hoy,
con un número doble de miembros, sólo 36 se han adherido a ella.
Se debe sin duda a que la Organización misma, en lugar de ver las disputas por
procesos legales, ha preferido recurrir a procedimientos políticos. También puede
deberse a que está presencia de un gran y urgente cambio en las condiciones del
mundo, y para resolver las materias que resultan de esos ajustes la Corte no resulta con
muchas perspectivas, pues es sólo un órgano judicial con evidentes limitaciones.

La Corte ha recibido críticas por ello. Pero esas críticas no se dirigen ni contra la
existencia de este cuerpo judicial ni contra su funcionamiento; son críticas apuntadas
a la actitud de los Estados hacia el proceso legal y a la falta de voluntad de ellos para
sujetar sus diferencias al imperio de la norma jurídica. En los últimos tiempos ha
surgido a varios sectores la recomendación para que los países recurran con mayor
frecuencia a la Corte; inclusive el Secretario General ha hecho un llamamiento
dramático en fecha reciente. Pero hasta ahora ha continuado la reticencia de las
naciones para servirse de este valioso órgano.

Pese a esa frialdad, la Corte justifica su supervivencia, pues un cuerpo de esta clase en
la comunidad internacional es garantía de cualquier conflicto, incluyendo los políticos,
puede resolverse con bases jurídicas si los Estados se avienen a ocurrir a la Corte.

H. EL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN FIDUCIARIA Y EL SISTEMA DE


TERRITORIOS FIEICOMITIDOS. El sistema de los Mandatos sirvió de precursor
para el régimen de la administración de territorios en fideicomiso. En ambos se observa
la obligación de un país de dar cuenta de la administración de un área que se le ha
conferido, y la supervisión internacional sobre la administración realizada. Pero
existen diferencias dignas de señalarse. El régimen de mandatos fue instituido para
resolver una cuestión que surgió específicamente, con respecto a cómo se procedería
con los antiguos territorios de Turquía y Alemania.

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