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En la Resolución 288 (X) del Consejo se manifestaron los objetos de la consulta con
las organizaciones no gubernamentales, o sean, por una parte, para el fin de capacitar
al Consejo o a cualquiera de sus cuerpos a obtener consejo o información experta y
por la otra, capacitar a las organizaciones que representan elementos importantes de la
opinión pública para que expresen sus puntos de vista.
Las OING pueden ser muy útiles también para que sus miembros -que suman ya
millones- estén al tanto de las actividades y de los que pueden lograrse a través de la
Naciones Unidas. Su papel se irá palpando de mejor manera a medida que pueda irse
configurando una interrelación más efectiva entre esos cuerpos no oficiales -que
expresan un gran sector de opinión- y la organización general.
El Tribunal funcionó hasta 1939, y resolvió con éxito unos 50 casos (21 resoluciones
finales, 7 sobre cuestiones preliminares, 2 interpretando decisiones anteriores y 27
opiniones consultivas). Sus resoluciones fueron siempre acatadas, citadas y usadas
como fuente de derecho internacional por el propio Tribunal, por otros tribunales
internacionales y por un gran número de publicistas. Su función para determinar las
reglas del derecho de gentes fue muy importante, sobre todo, en ausencia de órganos
encargados de codificar ese derecho.
El artículo 92 de la Carta confirma este criterio, pues expresa: “La Corte Internacional
de Justicia será el órgano principal de las Naciones Unidas; funcionará de conformidad
con el Estatuto anexo, que está basado en el del Tribunal Permanente de Justicia
Internacional…”
La Corte, empero, tiene una liga más estrecha con la Organización que la que tuvo el
Tribunal con la Sociedad de Naciones. Pues este cuerpo judicial, de acuerdo con el
artículo 93 de la Carta, viene a ser parte integrante de las Naciones Unidad, y el
Estatuto forman parte de la Carta, por lo cual se ha apreciado la importancia que tiene
la Corte para la resolución de controversias judiciales. Según el artículo 7 de la Carta,
la Corte es uno de los órganos principales.
Es voluntaria cuando las partes, de común acuerdo, deciden que tal o cual materia sea
resuelta por la Corte Internacional.
Es obligatoria, cuando las partes de un Tratado han convenido en cláusula especial que
para cualquier controversia que emerja del instrumento ella habrá de referirse a la C.
I. J.
Pero esta “cláusula opcional”, que está destinada a dar la Corte la categoría y los
atributos de un auténtico tribunal de derecho, resulta todavía un tanto utópica, al grado
que ha llevado a varios autores a insistir que parece conveniente que la Corte tuviera
sólo jurisdicción voluntaria. En efecto, casi la totalidad de Estados que han aceptado
la llamada “cláusula opcional” lo han hecho con numerosas y especiales reservas, con
el propósito de salvaguardar hasta el máximo interés doméstico. En casi todas ellas se
expresan que no se acepta la competencia de la Corte para cuestiones que caen bajo la
jurisdicción doméstica, y se deja la facultad al país que hace la reservas de determinar
cuáles materias son de jurisdicción doméstica y cuáles no. Ello nos lleva a la vieja
disputa de las llamadas cuestiones políticas y cuestiones jurídicas o controversias
susceptibles de jurisdicción y controversias no justiciables, que no ha sido aún resuelta
satisfactoriamente. Pero la “cláusula opcional”, deficiente y todo, no deja de ser un
instrumento moral muy adecuado. Viene a ser uno de tantos dispositivos que limitan
el ejercicio desenfrenado de la soberanía.
Evaluación. Cualquiera hubiera creído que la Corte iría siendo más y más utilizada,
máxime que la membresía de las Naciones Unidas ha ido en aumento. Por desgracia,
ha sido al contrario y defraudó las expectativas. Cuando funcionó en extinto Tribunal
Permanente, 45 Estados suscribieron la llamada “cláusula opcional”; en cambio hoy,
con un número doble de miembros, sólo 36 se han adherido a ella.
Se debe sin duda a que la Organización misma, en lugar de ver las disputas por
procesos legales, ha preferido recurrir a procedimientos políticos. También puede
deberse a que está presencia de un gran y urgente cambio en las condiciones del
mundo, y para resolver las materias que resultan de esos ajustes la Corte no resulta con
muchas perspectivas, pues es sólo un órgano judicial con evidentes limitaciones.
La Corte ha recibido críticas por ello. Pero esas críticas no se dirigen ni contra la
existencia de este cuerpo judicial ni contra su funcionamiento; son críticas apuntadas
a la actitud de los Estados hacia el proceso legal y a la falta de voluntad de ellos para
sujetar sus diferencias al imperio de la norma jurídica. En los últimos tiempos ha
surgido a varios sectores la recomendación para que los países recurran con mayor
frecuencia a la Corte; inclusive el Secretario General ha hecho un llamamiento
dramático en fecha reciente. Pero hasta ahora ha continuado la reticencia de las
naciones para servirse de este valioso órgano.
Pese a esa frialdad, la Corte justifica su supervivencia, pues un cuerpo de esta clase en
la comunidad internacional es garantía de cualquier conflicto, incluyendo los políticos,
puede resolverse con bases jurídicas si los Estados se avienen a ocurrir a la Corte.