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Índice
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Sesgos temporales[editar]
Artículos principales: Cronología, Arcontología, Tiempo histórico, Tiempo
geológico y Periodización.
Los sesgos temporales van desde las periodizaciones clásicas Prehistoria, Edad
Antigua, Edad Media, Edad Moderna o Edad Contemporánea, hasta las historias por siglos,
reinados, etc. La periodización clásica (ver su justificación en «División del tiempo histórico»)
es discutible tanto por la necesidad de periodos de transición y solapamientos, como por no
representar periodos coincidentes para todos los países del mundo (por lo que ha sido
acusada de eurocéntrica).
Los anales fueron uno de los orígenes de la fijación de la memoria de los hechos históricos en
muchas culturas (véase en su artículo y más abajo en Historiografía de Roma).
Las crónicas (que ya en su nombre indican la intención del sesgo temporal) son usadas como
reflejo de los acontecimientos notables de un periodo, habitualmente un reinado (véase en su
artículo y más abajo en Historiografía de la Edad Media e Historiografía española medieval y
moderna). La arcontología sería la limitación del registro histórico a la lista de nombres que
ocupaban determinados cargos de importancia ordenados cronológicamente. De hecho, la
misma cronología, disciplina auxiliar de la historia, nace en muchas civilizaciones asociada al
cómputo del tiempo pasado que se fija en la memoria escrita por los nombres de los
magistrados, como ocurría en Roma, donde era más corriente citar un año por ser el de
los cónsules tal y cual. En el Antiguo Egipto, la datación del tiempo se hizo por años (Piedra
de Palermo), años, meses y días de reinado del faraón (Canon Real de Turín),
o dinastías (Manetón). Es muy significativo que en las culturas no históricas, que no fijan
mediante la escritura la memoria de su pasado, es muy frecuente no plantearse la duración
concreta del tiempo pasado más allá de unos pocos años, que pueden ser incluso menos que
los que dura una vida humana.21 Todo lo que ocurre fuera de ello sería «hace mucho tiempo»,
o en «tiempo de los antepasados», que pasa a ser un tiempo mítico, ahistórico.22
El tratamiento cronológico es el más usado por la mayor parte de los historiadores, pues es el
que corresponde a la narración convencional, y el que permite enlazar las causas pasadas
con los efectos en el presente o futuro. No obstante, se emplea de distinta manera: por
ejemplo, el historiador siempre tiene que optar por un tratamiento sincrónico o diacrónico de
su estudio de los hechos, aunque muchas veces hacen sucesivamente uno y otro.
Sesgos
Prehistoria
Edad de Piedra Edad de los Metales
Paleolítico Mesolítico Edad Edad Edad
Neo-
P. P. P. Epipa- Proto- del del del
lítico
Inferior Medio Superior leolítico neolítico Cobre Bronce Hierro
Para el caso del periodo prehistórico, la radical diferencia de fuentes y método (así como la
división burocrática de las cátedras universitarias) la hacen ser una ciencia muy distante de la
que hacen los historiadores, sobre todo cuando tales fuentes y método se prolongan, dando
primacía al uso de las fuentes arqueológicas y el estudio de la cultura material en periodos
para los que ya hay fuentes escritas, hablándose entonces no de la Prehistoria, sino
propiamente de la arqueología con sus propias periodizaciones arqueología
clásica, arqueología medieval, incluso arqueología industrial. Menor diferencia pude hallarse
con el uso de las fuentes orales en lo que se conoce con el nombre de historia oral. No
obstante, hay que recordar lo ya dicho (véase más arriba sesgos temporales) sobre la
primacía de las fuentes escritas y lo que éstas determinan la ciencia historiográfica y la propia
conciencia de la historia en su protagonista -que es toda la humanidad-.
Sesgos espaciales[editar]
Como la historia continental, historia nacional, historia regional o la historia local. El papel de la
historia nacional en la definición de las propias naciones es innegable (para España, por
ejemplo, desde las Crónicas medievales hasta la historia del Padre
Mariana (véase nacionalismo, nación española). Puede también verse, en este mismo artículo
(historia de la historia), cómo se agrupan separadamente los historiadores por nacionalidad,
además de por época o tendencia.
La geografía dispone de conceptos no más potentes pero sí menos arbitrarios, que han
permitido edificar la prestigiosa rama de la geografía regional. La historia local es sin duda la
de más fácil justificación y validez universal, siempre que supere el nivel de la
simple erudición (que al menos siempre servirá como fuente primaria para obras de mayor
ambición explicativa).
Sesgos temáticos[editar]
Son los que darían paso a una historia sectorial, presente en la historiografía desde muy
antiguo, como ocurre con
James Frazer, autor de La rama dorada (1890-1922), un clásico de la antropología que cambió la
manera de ver la historia
La fragmentación del objeto histórico puede inducir, en algunas ocasiones, a una limitación
muy forzada de la perspectiva historiográfica. Llevada a un extremo, se puede reducir la
historia a la ciencia auxiliar de la que se sirve para encontrar explicación a los hechos del
pasado, como la economía, la demografía, la sociología, la antropología, la ecología,
la geografía, etc.
En otras ocasiones, la limitación del campo de estudio produce realmente un género
historiográfico:
Géneros historiográficos[editar]
Puede señalarse que hay géneros historiográficos que participan de la historia pero pueden
llegar a alejarse más o menos de ella: un extremo lo ocuparían los terrenos de la ficción que
ocupa la novela histórica, cuyo valor desigual no empaña su importancia. Otro extremo lo
ocuparían la Biografía y un género anejo, sistemático y extraordinariamente útil para la historia
general como es la Prosopografía. Vinculada con la historia desde el comienzo del registro
escrito, una de las principales preocupaciones a la hora de fijar los datos fue lo que hoy
llamamos Arcontología (listas de reyes y dirigentes).
Historia de la historia[editar]
Ban Gu
Antigua Grecia[editar]
Artículo principal: Historiografía griega
Heródoto y Tucídides, opuestos en una doble herma del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles
Los primeros cronistas griegos, que se interesaron sobre todo en los mitos de origen
(los logógrafos), practicaban ya el recitado de acontecimientos. Su narración podía apoyarse
en escritos, como era el caso de Hecateo de Mileto (segunda mitad del siglo VI a. C.). En el
siglo V a. C., Heródoto de Halicarnaso se diferencia de ellos por su voluntad de distinguir lo
verdadero de lo falso; por ello realiza su "investigación" (etimológicamente: "historia"). Una
generación después, con Tucídides, esta preocupación se transforma en espíritu crítico,
fundado sobre la confrontación de diversas fuentes orales y escritas. Su Historia de la guerra
del Peloponeso puede ser vista como la primera verdadera obra historiográfica.
Los continuadores del nuevo género literario de Heródoto y Tucídides fueron muy numerosos
en la Grecia Antigua y pueden contarse entre ellos Jenofonte (autor de
la Anábasis), Posidonio, Ctesias, Apolodoro de Artemisa, Apolodoro de Atenas, Aristóbulo de
Casandrea (ver literatura griega e historiografía helenística)
En el siglo II a. C., Polibio, en su Pragmateia (traducido también como "Historia"), tratando
quizá de escribir una obra de geografía, aborda la cuestión de la sucesión de los regímenes
políticos para explicar cómo su mundo ha entrado en la órbita romana. Es el primero en
buscar causas intrínsecas al desarrollo de la historia más que evocar principios externos. En
esas alturas del periodo helenístico, la Biblioteca y el Museo de Alejandría representaban la
cumbre del afán griego por preservar la memoria del pasado, lo que implica su valoración
como herramienta útil para el presente y el futuro.
Antigua Roma[editar]
Véase también: Historiografía romana
Edad Media[editar]
Véase también: Historiografía cristiana
El egipcio Ibn Abd al-Hakam escribió Futuh Misr wa’l-Maghrib ("Conquistas de Egipto y del
Magreb"), donde recopila las fuentes de los siglos VII al IX. Otros historiadores árabes
medievales fueron Al-Jahiz, Al-Hadani y Al-Masudi (a quien se comparaba con Heródoto). De
familia andalusí emigrada, el tunecino Ibn Jaldún (finales del siglo XIV comienzos del XV) ha
sido muy valorado por como precedente de la filosofía de la historia y sus planteamientos
innovadores en los terrenos de la economía y sociología de su Al-
Muqaddimah ("Prolegómenos" o "Introducción" a su obra, planteada como una historia
universal).
Para la historiografía española, tanto cristiana como musulmana, véase su sección.
Edad Moderna[editar]
Véase también: Historiografía moderna
Durante el Renacimiento, el humanismo aporta un gusto renovado por el estudio de los textos
antiguos, griegos o latinos, pero también por el estudio de nuevos soportes: las inscripciones
(epigrafía), las monedas (numismática) o las cartas, diplomas y otros documentos
(diplomática). Estas nuevas ciencias auxiliares de la época moderna contribuyen a enriquecer
los métodos de los historiadores: en 1681 Dom Mabillon indica los criterios que permiten
determinar la autenticidad de un acta por la comparación de fuentes diferentes en De Re
Diplomática. En Nápoles, más de doscientos años antes, Lorenzo Valla al servicio de Alfonso
V de Aragónhabía conseguido demostrar la falsedad de la pseudo-Donación de
Constantino. Giorgio Vasari con sus Vidas de artistas nos ofrece a la vez una fuente y
un método historiográfico para la historia del Arte.
En esta época la historia no se diferencia de la geografía ni siquiera de las ciencias naturales.
Se dividía en dos partes: la historia general (la que hoy llamaríamos historia) y la historia
natural (ciencias naturales y geografía). Este sentido amplio de historia se explica por la
etimología del término (ver Historia#Etimología).
La cuestión de la unidad del reino que plantean las guerras de religión de Francia en el
siglo XVI dan origen a trabajos de historiadores que pertenecen a la corriente llamada historia
perfecta, que muestra que la unidad política y religiosa de la Francia moderna es necesaria, al
derivarse de sus orígenes galos (Etienne Pasquier, Recherches de la France).
El providencialismo de autores como Bossuet (Discurso sobre la historia universal, 1681),
tiende a devaluar la significación de cualquier cambio histórico.
En paralelo, la historia se muestra como instrumento de poder: se pone al servicio de los
príncipes, desde Maquiavelo y Guicciardini hasta los panegiristas de Luis XIV, entre los que se
cuenta Jean Racine.
Las crónicas[editar]
Para Asturias, León y Castilla se encadenan sucesivamente en un conjunto muy completo,
que comienza realmente con dos crónicas redactadas en territorio andalusí:
la Crónica bizantina-arábiga (741) y la Crónica Mozárabe (754), que preceden a una
crónica perdida del reinado de Alfonso II y establecen su continuidad con las de Alfonso
III a finales del siglo IX (Crónica Albeldense, Crónica Profética, Crónica Rotense y Crónica
Sebastianense);
la de Sampiro (del reinado de Bermudo II, cercana al año 1000);
las del siglo XII (Crónica Silense en torno al 1110, la de Pelayo, obispo de Oviedo,
la Crónica de Emperador Alfonso VII y la del monje anónimo de Nájera, estas tres de
finales del siglo);
las del reinado de Fernando III el Santo (Chronicon mundi de Lucas, obispo de
Tuy, Crónica latina de los Reyes de Castilla de Juan, obispo de Osma y De rebus
Hispaniae del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada);
las de Alfonso X el Sabio (Estoria de España, editada por Ramón Menéndez Pidal con el
título de Primera Crónica General, y la Grande e General Estoria);
llegando a las del siglo XIV, en que destacan las Crónicas de Pedro López de
Ayala (Crónica del rey don Pedro, la de Enrique II, la de Juan I y la inacabada de Enrique
III), más sobrias y pegadas a los hechos que las contemporáneas europeas, aunque su fin
primordial fuera la autojustificación de su autor, Canciller de Castilla, que también
compuso un Rimado de Palacio donde describe a sus contemporáneos.
En el siglo XV la recopilación cronística se multiplicó:
Trabajo inca. Ilustración de la Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala,
1616
Las primeras obras de historia de América, desde las relaciones del mismo Cristóbal Colón, su
hijo Hernando y muchos otros descubridores y conquistadores como Hernán Cortés o Bernal
Díaz del Castillo (Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España), tienen un claro
carácter justificativo. La aportación en sentido contrario de Bartolomé de las Casas(Brevísima
relación de la destrucción de las Indias) fue tan trascendental que dio origen a la polémica de
los justos títulos, en que le dio réplica Juan Ginés de Sepúlveda; e incluso a la
llamada Leyenda negra al divulgarse por toda Europa como propaganda antiespañola. La
visión de los indígenas, que vieron sus documentos y cultura material saqueados y destruidos,
fue posible por algunos casos excepcionales, como el inca Felipe Guamán Poma de Ayala.
Oficialmente el cargo de Cronista de Indias se inicia con la documentación reunida por Pedro
Mártir de Anglería que se pasa en 1526 a Fray Antonio de Guevara, Cronista de Castilla; y
con Juan Gómez de Velasco que hace lo propio con los papeles del cosmógrafo mayor Alonso
de Santa Cruz, a los que suma el cargo de cronista. Antonio de Herrera es nombrado Cronista
Mayor de Indias en 1596, y publica entre 1601 y 1615 la Historia general de los hechos de los
castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano, conocida como Décadas. Antonio de
León Pinelo (criado en Lima, que había recopilado las Leyes de Indias), Antonio de
Solís y Pedro Fernández del Pulgar cubrieron el cargo durante el siglo XVII. En el siglo XVIII la
institución se refunda con la creación de otras dos, muy importantes para el mantenimiento de
la memoria y la historiografía española: la Real Academia de la Historia y el Archivo General
de Indias. Aún tuvo tiempo de destacar la figura de Juan Bautista Muñoz (Historia del Nuevo
Mundo, que no completó).
Ilustración[editar]
Véase también: Historiografía del siglo XVIII
Los límites de la historiografía del siglo XVIII son la sumisión a la moral y la inclusión de juicios
de parte, con lo que su objeto permanece limitado.
En España destaca la España Sagrada del padre agustino Enrique Flórez, recopilación de
documentos de historia eclesiástica, expuesta con criterio ultraconservador (1747 y continuada
tras su muerte hasta el siglo XX) y la Historia crítica de España del jesuita desterrado Juan
Francisco Masdeu; desde una perspectiva más ilustrada tendríamos al regalistaMelchor
Rafael de Macanaz, al crítico Gregorio Mayans y Siscar (uno de sus discípulos, Francisco
Cerdá y Rico, intentó emular a Lorenzo Valla discutiendo la veracidad del medieval voto de
Santiago), y más avanzado el siglo al propio Gaspar Melchor de Jovellanos, Juan Sempere y
Guarinos, Eugenio Larruga y Boneta (Memorias políticas y económicas), y el espléndido
documento recopilatorio que es el Viaje de España de Antonio Ponz. Intermedio entre ambas
tendencias se encuentra el caso de Juan Pablo Forner, casticista en su famosa Oración
apologética por España y su mérito literiario (1786) y reformista en otras obras, publicadas
después de su muerte.
Los historiadores románticos, como Augustin Thierry y Jules Michelet, manteniendo la calidad
de la reflexión y la explotación crítica de las fuentes, no recelan de explayarse en el estilo y la
mantienen como un arte. Los progresos metodológicos no impiden contribuir a las ideas
políticas de su tiempo. Michelet, en su Historia de la Revolución francesa (1847-1853),
contribuye igualmente a la definición de la nación francesa contra la dictadura de
los Bonaparte, así como al revanchismo antiprusiano (murió poco después de la batalla de
Sedán). Con la III República, la enseñanza de la historia se conforma como un instrumento de
propaganda al servicio de la formación de los ciudadanos, y continuará siéndolo durante el
siglo XX.
Otro de los fundadores de la historiografía en el siglo XIX fue Leopold Von Ranke, que era muy
crítico con las fuentes usadas en historia. Estaba en contra de los análisis y las
racionalizaciones. Su adagio era escribir la historia tal como fue. Quería relatos de testigos
visuales, enfatizando sobre su punto de vista. Importantes historiadores alemanes del
siglo XIX, que no participaron de su pretensión de objetividad, fueron Johann Gustav
Droysen (fijó el concepto de helenismo) y Heinrich von Treitschke (de importante actividad
política, que acuñó el lema antisemita ¡Los judíos son nuestra desgracia!). Hans
Delbrückdesarrolló la historia militar.
El papel epistemológico de la ciencia de la historia se ve sujeto a los grandes esquemas
intelectuales que se construyen a partir de corrientes filosóficas como el positivismo y
el historicismo. El historicismo es dominante entre los seguidores de Ranke en Alemania, con
un acusado componente idealista: las ideas son las raíces del proceso histórico al encarnarse
en hombres o instituciones. El positivismo es dominante en Francia (Coulanges, Hippolyte
Taine), donde la historiografía es más analítica que narrativa, evitando explicaciones
trascendentales y buscando en la misma naturaleza de las cosas la explicación última de los
hechos. En Inglaterra se produjo una síntesis ecléctica y moderada de positivismo e
historicismo (lord Acton, John B. Bury, ambos catedráticos de Cambridge).38
La propuesta de Wilhelm Dilthey de separación de campos entre las ciencias naturales,
objetivas; y las ciencias del espíritu, subjetivas, situaba a la historia entre estas. Su deseo era
superar tanto el eruditismo entendido como mero coleccionismo de hechos individuales, como
el recurso a métodos de ciencias ajenas a la historia, por lo que optaba por leyes psicológicas
para garantizar el carácter científico de la interpretación de los acontecimientos.
Hegel y Marx introducen el cambio social en la historia. Los historiadores anteriores se habían
centrado en los ciclos de auge y decadencia de gobernantes y naciones. Una nueva disciplina
emergente aporta el análisis y la comparación a gran escala: la sociología. Desde la historia
del arte, estudios como el de Jacob Burckhardt sobre el Renacimiento se convierten en la
referencia para entender los fenómenos culturales. La arqueología pone en contacto el mito
con la realidad histórica, tanto en Egipto como en Mesopotamia y Grecia (Heinrich
Schliemann en Troya, Micenas y Tirinto, y más tarde Arthur Evans en Creta); todo ello en un
ambiente romántico y aventurero que se va depurando para hacerse científico, aunque no
desaparece, como prueba la tardía aportación de Howard Carter(Tutankamon) y la imagen
popular de los arqueólogos que perpetúa el cine (Indiana Jones). La antropología aplicada a la
explicación de los mitos produjo el monumental trabajo de James George Frazer (La rama
dorada), a partir del cual la historiadores pudieron replantearse su punto de vista sobre la
relación de las sociedades humanas de todas las épocas con la magia, la religión e incluso
la ciencia.
Durante el siglo XIX, España mantiene al menos su patrimonio documental con la creación de
la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico Nacional, pero no se distingue por una gran
renovación de su historiografía que, aparte del arabismo de Pascual de Gayangos o de la
historia económica de Manuel Colmeiro, aparece escindida entre una corriente liberal(Modesto
Lafuente y Zamalloa, Juan Valera), y otra tradicionalista, cuya cumbre, el erudito y
polígrafo Marcelino Menéndez y Pelayo (Historia de los heterodoxos españoles), es una digna
continuación de la tradición que nace con san Isidoro y pasa por la Historia del padre
Mariana y por la España sagrada del padre Flórez.
Siglo XX[editar]
Véanse también: Historiografía contemporánea y Organizaciones de historia.
La historia va asentándose como una ciencia social, una disciplina científica implicada en la
sociedad. A principios del siglo XX, la historia había adquirido una dimensión científica
incontestable, un papel destacado en la educación y una estructura institucional sólida. A las
Academias, los departamentos universitarios y las revistas especializadas, se fueron
añadiendo las asociaciones profesionales, como la American Historical Association, fundada
en 1884.
La historia, entre el positivismo y el ensayismo[editar]
Instalada en el mundo de la enseñanza, erudita, la disciplina se influencia por una versión
empobrecida del positivismo de Auguste Comte. Pretendiendo objetividad, la historia limita su
objeto: el hecho o acontecimiento aislado, en el centro del trabajo del historiador, se considera
como la única referencia que responde correctamente al imperativo de objetividad. Tampoco
se ocupa de establecer relaciones de causalidad, sustituyendo por retórica el discurso que se
pretendía científico.
Simultáneamente y en contraste, se desarrollan disciplinas anejas que tienden a la
generalización, como historia cultural o la historia de las ideas, con Johan Huizinga (El otoño
de la Edad Media) o Paul Hazard (La crisis de la conciencia europea) entre sus iniciadores.
Ensayistas como Oswald Spengler (La decadencia de Occidente) y Arnold J. Toynbee (Un
estudio de la Historia) en famosa controversia, publican profundas reflexiones sobre el
concepto mismo de civilización que junto con la Rebelión de las Masas o España
invertebrada de José Ortega y Gasset se divulgaron extraordinariamente, al ser el reflejo del
pesimismo intelectual de entreguerras. Más cercano al método del historiador, y no menos
profundo, es el trabajo de sus contemporáneos el belga Henri Pirenne (Mahoma y
Carlomagno), o el australiano Vere Gordon Childe (padre del concepto Revolución neolítica).
No obstante, la principal transformación de la historia de los acontecimientos viene de aportes
exteriores: Por un lado el materialismo histórico de inspiración marxista, que introduce
la economía en las preocupaciones del historiador. Por otro lado, la perturbación causada en
la historiografía por los desarrollos políticos, técnicos, económicos o sociales que conoce el
mundo, sin olvidar los conflictos mundiales. Nuevas ciencias auxiliares aparecen o se
desarrollan considerablemente: arqueología, demografía, sociología y antropología, bajo la
influencia del estructuralismo.
Marc Bloch.
Tumba de Fernand Braudel.
La Escuela de Annales[editar]
En torno a la revista Annales d’histoire économique et sociale, fundada por Lucien
Febvre y Marc Bloch en 1928, surgió na corriente de pensamiento (la llamada escuela
de Annales) que agrandó el campo de la disciplina al solicitar la confluencia de otras ciencias,
en particular la sociología; y más genéricamente transformó la historia ampliando su objeto
más allá del acontecimiento e inscribiéndola en la larga duración (longue durée). Tras el
paréntesis de la segunda guerra mundial, Fernand Braudel continúa la revista y recurre por
primera vez a la geografía, la economía política y la sociología para elaborar su tesis
de economía-mundo (ejemplo clásico es El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempo
de Felipe II).
El papel del testimonio histórico cambia: permanece en el centro de las preocupaciones del
historiador, pero ya no es el objeto, sino que se le considera como un útil para construir la
historia, útil que puede ser obtenido en cualquier dominio del conocimiento. Una constelación
de autores más o menos próximos a Annales participan de esa renovación metodológica que
llena las décadas centrales del siglo XX (Georges Lefebvre, Ernest Labrousse).
La visión de la Edad Media cambia completamente tras una relectura crítica de las fuentes,
que tienen su mejor parte justo en lo que no mencionan (Georges Duby).
Privilegiando la larga duración al tiempo corto de la historia de los acontecimientos, muchos
historiadores proponen repensar el campo de la historia desde Annales, entre ellos Emmanuel
Le Roy Ladurie o Pierre Goubert.
Alternativas a Annales[editar]
Otros historiadores franceses, fuera de Annales, Philippe Ariès, Jean Delumeau y Michel
Foucault, este último en las fronteras de la filosofía, describen la historia de los temas de la
vida diaria, como la muerte, el miedo y la sexualidad. Quieren que la historia escriba sobre
todos los temas, y que todas las preguntas se respondan.
Desde una orientación completamente opuesta (la derecha católica), Roland Mousnier realizó
una aportación decisiva a la historia social del Antiguo Régimen, negando la existencia
de lucha de clases e incluso de estas mismas, en beneficio de lo que describe como
una sociedad de órdenes y relaciones clientelares.39
Peter Burke
"Nueva historia" es la denominación, popularizada por Pierre Nora y Jacques Le Goff (Hacer la
Historia, 1973), que designa la corriente historiográfica que anima la tercera generación
de Annales. La nueva historia trata de establecer una historia serial de las mentalidades, es
decir, de las representaciones colectivas y de las estructuras mentales de las sociedades.
También ubicada dentro de la tercera generación de la escuela de Annales, la corriente
historiográfica denominada "nueva historia cultural" comienza en 1966 y aún persiste en la
actualidad. Tiene como claro referente la nueva historia antropológica, rama de
la antropología, cuyos máximos exponentes del tema fueron Bronislaw Malinowski y Clifford
Geertz. Al igual que las dos primeras generaciones de Annales, esta corriente maneja la
interdisciplinariedad con otras ciencias sociales; además de contar con la antropología,
también cuenta con la colaboración de sociólogos, psicólogos, lingüistas, etc.
Entre sus representantes más significativos están Peter Burke, Roger Chartier, Robert
Darnton, Patrice Higonnet, Lynn Hunt, Keith Jerkins y Sarah Maza. Su objeto de estudio se
centra en las culturas a lo largo de la historia, entendiéndose por "culturas" según la definición
de Clifford Geertz en su método de la "descripción densa", a la dimensión simbólica de la
acción como un conjunto de significados heredados y expresados simbólicamente en los
hábitos de la vida cotidiana. La historia cultural considera que todas las sociedades del pasado
han tenido cultura, sin hacer juicios de valor en considerar a unas mejores o peores que otras.
Otro principio clave de esta corriente historiográfica, es aplicar el concepto de la "otredad", es
decir, ver al "otro" desde "el otro" a las demás culturas. Consideran que no existe una cultura
homogénea, sino que hay "subculturas" insertas a su vez, dentro de otras culturas,
civilizaciones o regiones. La cultura, es concebida como la tradición recibida y modificada por
quienes la han heredado, y que a su vez, han hecho una "construcción simbólica" de las
sociedades.40
La historiografía francesa repiensa su Revolución[editar]
Artículo principal: Debate historiográfico sobre la Revolución francesa
Por otra parte el uso de la historia para celebrar acontecimientos que cumplen años
"redondos" (centenarios, decenarios, etc.) es una ocasión de lucimiento profesional para los
historiadores, de acercamiento de la disciplina al gran público y de coartada para distintos
tipos de justificaciones. El bicentenario de Estados Unidos (1976) había sido un precedente
difícil de superar en cuanto a impacto mediático y coste económico. Las últimas que
recordamos para España fueron la de la Guerra Civil Española (1976, con la innovadora
exposición del Palacio de Cristal de los Jardines del Retiro comisariada por Javier Tusell;
1986, cincuentenario que se aprovechó también para recordar particularmente a Antonio
Machado, y García Lorcacon la izquierda en el poder; 1996; 2006, con los debates sobre
la memoria histórica), Carlos III (1988, en emulación de la paralela preparación del
bicentenario francés), el Quinto Centenario del Encuentro entre dos
Mundos (1992), Cánovas(1998), el Año Quijote (2005). Existe incluso una Sociedad Estatal de
Conmemoraciones Culturales, que mantiene una apretada agenda.44
Sin necesidad de conmemorar algo más concreto que su propia intemporalidad, pero con el
mismo afán justificativo (en el que tiene milenios de ventaja) la Iglesia Católica española ha
realizado el conjunto de exposiciones más notable: Las edades del hombre,45 repaso temático
de asuntos religiosos ilustrado sucesivamente con distintos soportes histórico-artísticos
exquisitamente seleccionados y expuestos (libros, música, escultura...) itinerante por las
catedrales de Castilla y León, que en sí mismas ya justificaban la visita. El mismo formato y
comisario tenía Inmaculada, que conmemoraba el 150 anniversario del dogma (Catedral de la
Almudena, Madrid, 2006) y que sirvió para compensar la reciente inauguración del edificio, de
gusto y decoración discutidos. Inspirada en ellas se realizó por el gobierno navarro la
exposición Las Edades de un Reino (Pamplona 2006, coincidiendo con la del centenario de
San Francisco Javier en Javier).
Historiografía anglosajona[editar]
Los Estados Unidos son muy pródigos en la experimentación de nuevos enfoques
metodológicos, como
Entre tanto, las universidades españolas se vacían por la Guerra Civil y el exilio interior y
exterior. A la mitad del siglo XXpodía contemplarse repartido por todo el mundo un nutrido
grupo de individualidades: Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro, Claudio Sánchez
Albornoz, Julio Caro Baroja, José Antonio Maravall, Jaume Vicens Vives (a quien se debe
entre otras aportaciones, la creación del Índice Histórico Español en 1952), Antonio
Domínguez Ortiz, Luis García de Valdeavellano, Ramón Carande y Thovar...
En la posguerra se crea el CSIC, en cuyo organigrama se incluyen departamentos de historia.
La requisa de papeles por el bando vencedor con fines represivos y su concentración
permitirán el funcionamiento de una sección del Archivo Histórico
Nacional en Salamanca especializada en la Guerra Civil Española (desde 1999
denominado Archivo General de la Guerra Civil Española). Fue centro de una polémica que
trascendió el ámbito de lo historiográfico para entrar completamente en el ámbito de lo político,
muy intensa entre 2004 y 2006, por la devolución a la Generalidad de Cataluña de los
originarios de esta institución y de otras catalanas (los llamados papeles de Salamanca), que
se puede considerar como parte de la polémica simultánea en torno a la llamada recuperación
de la memoria histórica.49
En la segunda mitad del siglo XX se produce una intensa renovación metodológica en todas
las ramas de la ciencia histórica, y se multiplican los departamentos universitarios. Algunos
historiadores vuelven del exilio, donde se habían mantenido como referentes de una forma de
hacer historia no sometida a censura, es el caso de Manuel Tuñón de Lara, preocupado por la
reflexión metodológica (materialismo histórico) a la vez que mantiene una postura militante en
política. Es de destacar la labor efectuada, también en Francia, por la Editorial Ruedo Ibérico,
cuyos libros se distribuían de forma semiclandestina, así como de algunas en México (Fondo
de Cultura Económica).
Hay una división clara entre una minoría de historiadores conservadores (Luis Suárez
Fernández, Ricardo de la Cierva) y una mayoría abiertos a las nuevas tendencias, que no
forman una corriente historiográfica unida. Ver Gonzalo Anes, Julio Aróstegui, Miguel
Artola, Ángel Bahamonde, Bartolomé Clavero, Manuel Espadas Burgos, Manuel Fernández
Álvarez, Emiliano Fernández de Pinedo, Josep Fontana, Jordi Nadal, Gabriel Tortella, Javier
Tusell, Julio Valdeón Baruque...
Son reseñables las figuras destacadas en campos de estudio concretos: la de Francisco
Tomás y Valiente y Alfonso García-Gallo en la historia del Derecho, la de Emilio García
Gómez en el arabismo, la de Guillermo Céspedes del Castillo en americanística, la de Antonio
García y Bellido y Antonio Blanco Freijeiro en la arqueología, las de Pedro Bosch
Gimpera, Luis Pericot, Juan Maluquer o Emiliano Aguirre en la prehistoria (la de este último
vinculada al inicio del excepcional yacimiento de Atapuerca, cuyo estudio es continuado
por Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro que han puesto a
la prehistoria española en el centro de la atención mundial).
Véase también: Estudios de historia del arte en España