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Fueron dos chispas disímiles las que encendieron la mecha de la discusión. Hace dos
semanas, el gobierno bonaerense decidió volver al sistema de calificaciones numérico del 1 al 10
en las escuelas de la provincia, en lo que se entendió como "el regreso de los aplazos". "La
meritocracia es un valor que debe ser aprendido", dijo la gobernadora, María Eugenia Vidal, al
justificar la reforma. Unos días antes, la empresa General Motors difundió un spot publicitario
para su nuevo modelo de Chevrolet, en el que retrata un mundo de "meritócratas", donde "toda
persona tiene lo que se merece", "el que llegó llegó por su cuenta, sin que nadie le regale nada"
y "sabe que cuanto más trabaja, más suerte tiene". En las redes sociales las reacciones de rechazo
virulento fueron inmediatas, y en poco tiempo existía ya el "contraspot" que hablaba de "un
mundo donde casi nadie tiene lo que se merece", el que llega es "un hipster caprichoso con tía
gerenta", "cunita de oro" y "careteo de sacrificio".
En distintos espacios, de los medios a las redes sociales, la meritocracia fue por algunos días
objeto de posiciones encontradas de trazo grueso y con aroma a grieta: para algunos, estaba
vinculada con la "derecha neoliberal" y el "gobierno para los ricos" del presidente Mauricio
Macri; para otros, representaba una reivindicación justa de valores "perdidos" bajo capas de
corrupción, acomodos y nepotismos de larga data. En cualquier caso, los desencuentros
funcionaron como indicadores de algo más profundo: la idea del progreso personal y familiar a
fuerza de trabajo y talento toca un nervio sensible de la sociedad argentina, y puede moverse
tanto en las aguas de la corrección política como en las del malentendido, y de ciertas tensiones
entre clases sociales que se agudizan en tiempos de crisis.
Más aún, señalan algunos expertos, mientras se le pide a la escuela que promueva el mérito,
fuera de ella predomina una escala de valores que privilegia mucho más las relaciones con el
poder, la informalidad, la corrupción y el lobby como vías al éxito. ¿Se opone la meritocracia a
la igualdad? ¿Puede existir una "meritocracia progresista"? ¿Es creíble hablar en la Argentina de
una "cultura del esfuerzo"?
A pesar de que hay varias instituciones que funcionan con sus principios, es en el ámbito de
la escuela donde la meritocracia suele estar más vapuleada, supuesta y negada, con sentidos
diversos.
"El gran aporte de la Modernidad es que nuestra sociedad esté abierta al talento, que ya no
se mueva por la familia y la herencia, sino que las personas pueden demostrar lo que son y
pueden hacer. Pero los talentos están distribuidos de manera desigual y hay condicionamientos
sociales, económicos, familiares y culturales. Para que la carrera abierta al talento sea justa, el
punto de partida tiene que ser justo. La única opción meritocrática justa es la que iguala el
terreno de juego. La escuela tiene que igualar ese terreno para que todos tengan el mismo punto
de partida -dice Mariano Narodowski, profesor e investigador en la Universidad Torcuato Di
Tella (UTDT)-. Lograrlo, por otra parte, lleva varias generaciones. Aunque reciban más
recursos, los chicos más pobres no van a igualar a los chicos de clase media, salvo que esa
inversión se sostenga por muchos años."