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PREFACIO
En el prefacio Ronaldo Munck dice que en la época actual está “totalmente de acuerdo
con la afirmación de Alain Badiou de que «el marxismo no existe»”. Pues defiende la
ruptura entre Marx y sus «herederos»:
El «marxismo» es pues una denominación vacía para conjuntos incoherentes o
políticamente singulares que no pueden ser amalgamados en una unidad continua de
desarrollo. El marxismo, en suma, no puede servir como discurso homogéneo
autorreferencial y autónomo. pp.7
Actualmente se está redescubriendo a Marx, y sale a relucir la gran diferencia que tiene
con el marxismo acartonado que dominó en otro tiempo. PP.8
Marx no propone una revolución como solución mágica a las contradicciones, sino que
proporciona herramientas para un análisis crítico de las mismas. PP.9
Asi como Nancy Fraser pide una concepción ampliada del capitalismo construida a
partir del enfoque de Marx, Ronaldo Munck pide elaborar una comprensión actualizada
de la reproducción social, a partir del pensamiento de Karl Marx, conscientes de la
diversidad de las luchas sociales, para llegar al Marx actualizado. Para ello propone
integrarlo estrechamente con el feminismo, la ecología y el postcolonialismo. PP.10-11
El capítulo 5 el marxismo y las mujeres habla del compromiso marxista original con el
género que recae en Engels al elaborar ideas originales sobre la familia burguesa y la
opresión de la mujer. No obstante que hasta la década de 1970 no surgió una
teorización y un activismo feminista socialista. La tercera oleada del feminismo y la
teoría queer, o lo que podríamos llamar post-feminismo da lugar a una pregunta ¿Puede
vincularse el marxismo con esas corrientes y, viceversa, pueden ganar ellas algo de la
colaboración con el marxismo o a través de él? PP. 14-15
Publica este libro, en 2017, año en que se cumplen 150 años del primer volumen de El
Capital.
una década después de la implosión del modelo neoliberal en 2007, no vemos
ninguna señal de que el capitalismo haya optado por una ruta más productiva y
estable que refute a Marx de una vez por todas. Por el contrario, sus textos
todavía nos proporcionan muchas de las herramientas necesarias para un
análisis crítico del capitalismo contemporáneo y sus contradicciones. PP.17
1
MÁS ALLÁ DEL LABERINTO:
EL MARXISMO Y LA HISTORIA
Marx en su época
La compleja arquitectura de El Capital de Marx, en sus tres volú- menes y el «cuarto»
de las Teorías sobre la plusvalía es, por supuesto, su legado más perdurable y
sistemático. Sin embargo, si se valorara solo a ese nivel, como economista, Marx podría
posiblemente ser arrumbado, habiendo sido calificado por algunos comentaristas como
un «postricardiano menor». Esa percepción cambia no obstante cuando se lee El Capital
políticamente, como advertía Harry Cleaver: «Esa lectura supera toda interpretación
individual y teorización abstracta en favor de una comprensión de los conceptos dentro
de la totalidad concreta de la lucha cuyas determinaciones discierne» (1979: 11). Pp.23
. En 1881, en cambio, en una carta a Vera Zasúlich, Marx decía que la teoría de la
acumulación capitalista no debía entenderse como una ley inexorable que se aplicara en
cualquier momento y lugar independientemente de las circunstancias históricas. En esa
carta ya no sugería una única vía del desarrollo capitalista, sino que reconocía la
complejidad, la diversidad y los distintos caminos posibles para el desarrollo en los
diversos países y regiones del mundo. Para Teodor Shanin, quien contribuyó a sacar a la
luz los escritos de Marx sobre Rusia, «no hubo ninguna “ruptura epistemológica” en su
pensamiento, ni declive ni derrota, sino una constante transformación [...]. Durante sus
últimos diez años de vida, Marx realizó un salto conceptual, truncado por su muerte. Era
tanto un intelectual como un hombre apasionado por la justicia social, un revolucionario
que prefería a otros revolucionarios por encima de los seguidores doctrinarios» (Shanin,
1983: 33; 1990: 57). Pp.25
Cuando Marx murió en 1883, Engels se convirtió en su albacea literario, lo que tuvo
enormes efectos en el desarrollo de lo que iba a ser el marxismo. Junto con los notables
del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Engels sistematizó o simplificó y atirantó
el pensamiento mucho más fluido de Marx. Su influencia se aprecia en la redacción de
los volúmenes de El Capital publicados después de la muerte de Marx, en sus propios
textos doctrinales como el Anti-Dühring y en su conversión del «materialismo
histórico» en una Weltanschauung (visión del mundo). Pp.25
Contra todas las lecturas cientifistas de Marx por Engels y otros, cabe recordar que
Marx nunca empleó como tal el concepto de «materialismo histórico» y menos aún el
monstruo teórico convertido en dogma soviético del «materialismo dialéctico» (o
‘diamat’ como preferían abreviarlo sus pregoneros), a partir sobre todo de la
publicación en 1938 del folleto de Stalin El materialismo histórico y dialéctico, que
consolidó esa ortodoxia supuestamente «marxista» y ayudó a convertirla, no solo en la
ideología del estado, sino en un auténtico instrumento policial. Pp.25
La religión marxista-leninista no es en absoluto herencia de Marx, si situamos la obra de
este en su contexto histórico y leemos lo que realmente escribió atendiendo a la
coyuntura política del momento. Esto no quiere decir, por supuesto, que pueda quedar
exento de toda crítica, sobre todo como pensador modernista. Pp.26
El método de Marx es el de la crítica radical, con su capacidad intrínseca de reflexividad
y autocrítica. Si el ‘diamat’ forma parte integral del totalitarismo estalinista, el método
crítico de Marx apunta en cambio hacia todas las tendencias radicales en la
epistemología, desde el feminismo hasta la deconstrucción. En el propio pensamiento de
Marx había innovación, adaptación y reflexión autocrítica permanente. El pensamiento
de Marx era / es tan dinámico como la sociedad a la que se refería… pp.26
Marshall Berman, para quien «el gran regalo [que Marx]... puede darnos hoy, me
parece, no es una forma de salir de las contradicciones de la vida moderna, sino una vía
más segura y más profunda hacia esas contradicciones» (1983: 129). Pp.26-27
Los seguidores
Kolakowski ha calificado el período 1889-1914, sin mucha exageración, como «edad de
oro del marxismo» (1981: 1). Pp.27
El papel de Friedrich Engels en el marxismo siempre ha sido controvertido. Para
algunos se trata simplemente de un personaje bifronte, Marx / Engels; para otros Engels
fue elevado a los altares por el marxismo-leninismo ortodoxo precisamente porque
simplificó y a veces distorsionó el pensamiento de Karl Marx. Mi propia posición,
resumida, es que Engels jugó un importante papel en la vida de Marx y a veces colaboró
con él, pero que debe ser considerado como un pensador distinto. Pp.28
El «joven Engels» fue un concienzudo analista de La guerra campesina en Alemania
(1850), así como de La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845); mucho después
publicó su famosa obra polémica Anti-Dühring (1878), volviendo también a temas
filosóficos en La dialéctica de la naturaleza (1876, publicada póstumamente en alemán
y ruso en 1925) y antropológicos en El origen de la familia, la propiedad privada y el
estado (1884)… pp.28
cuando Marx murió, Engels comenzó a reelaborar un marxismo que era en gran medida
de su propia cosecha, a partir del discurso ante la tumba de Marx en el cementerio de
Highgate en 1883 que lo retrataba como un «materialista científico» a imagen y
semejanza de Darwin. Pp.28
Esta lectura «científica» de Marx, con extrañas adiciones sobre ciencias naturales y la
construcción de un «materialismo dialéctico» de carácter más bien teológico (del que no
encontramos huellas en los textos de Marx) se acomodaba portentosamente a las
necesidades del nuevo estado soviético después de 1917 para legitimarlo. Pp.29
Karl Kautsky, conocido en su tiempo como «el Papa» del marxismo, llevó a cabo la
sistematización orgánica de la doctrina… pp.29
Incluso Lenin, quien lo llegó a condenar como «el gran renegado», elogió su papel en el
desarrollo del legado teórico de Marx, especialmente en relación con la cuestión agraria.
Según Kolakowski, «junto a Engels, Kautsky fue sin duda el máximo exponente del
elemento naturalista, evolucionista-determinista-darwinista del marxismo» (1981: 51).
Pp.29
Kautsky era muy consciente de la importancia de la democracia en el desarrollo del
socialismo. Su análisis de las nuevas relaciones emergentes entre la sociedad, el estado
y los partidos políticos prefiguraba ideas posteriores de Gramsci. Su oposición a la
naturaleza antidemocrática de la revolución bolchevique de 1917 merece atención,
incluso hoy día. Por último, era el guardián del marxismo «ortodoxo» contra el
«revisionismo» de Eduard Bernstein y otros, que pretendían una revisión y
modernización a fondo del marxismo para adaptarse a las nuevas condiciones de un
capitalismo estable, cada vez más próspero y democrático, tal como ellos lo veían.
Pp.29
El avance de la democracia en los países más industrializados parecía indicar la
posibilidad de que los partidos de la clase obrera pudieran promover la causa del
socialismo en el parlamento. Pp.30
Kautsky y Bernstein sirvieron de puente, cada uno a su modo, entre el marxismo clásico
(el de Marx principalmente) y la moderna tradición de la socialdemocracia. Con esos
dos pensadores el marxismo emergió de lleno en la era moderna sacudiéndose la mayor
parte de su herencia romántica. Como escribe Beilharz, «no es ninguna casualidad que
Kautsky y Bernstein tuvieran poca paciencia con el idilio de estilo Fourier de La
ideología alemana» (1992: 118). Una oleada de realismo se había apoderado del
discurso socialista y el elemento utópico se desvaneció. Pp.30
El trauma de 1914 y los acontecimientos posteriores –como la participación
socialdemócrata en el «gobierno burgués» alemán después de 1918– transformaron
completamente el discurso socialdemócrata. Pp.30
Mientras que en el pasado hasta los socialdemócratas más moderados estaban
dispuestos a respaldar la acción de masas e incluso la retórica revolucionaria para ganar
ventaja, ahora muchos líderes socialdemócratas comenzaron a temer a las masas
movilizadas. Los socialdemócratas se estaban convirtiendo en aspirantes «responsables»
a ejercer el poder del estado y por lo tanto cualquier intento contra este estado iba a
encontrar su oposición, por la fuerza si era preciso. Hasta los reformismos de Kautsky y
Bernstein comenzaban a parecer peligrosamente radicales. Pp.31
Durante el período anterior y posterior a la Segunda Guerra Mundial, la
socialdemocracia se había transformado en una ideología que apenas podía recordar a
Marx. Keynes había reemplazado a Kautsky como faro teórico, y un amplio frente
«democrático» por encima de las clases había sustituido la tradicional dependencia de
los sindicatos y del movimiento obrero. Pp.31
Se añadieron al nuevo consenso keynesiano el “estado del bienestar” y el liberalismo
político. Pp.31
En la década de 1980, la historia centenaria de la socialdemocracia como interpretación
reformista discernible o desarrollo del marxismo había llegado claramente a su fin.
Esencialmente había quedado asimilada con el liberalismo en el discurso neoliberal
ahora dominante a nivel mundial. Pp.32
Reformismo y socialización eran sustituidos ahora por modernización y liberalización.
Pp.32
El terreno democrático ya no quedaba bajo la hegemonía indiscutible de los
descendientes de Karl Marx… pp.32
En América Latina hubo un cierto auge de la socialdemocracia a finales de la década de
1970 y principios de la de 1980. Pp.33
Uno de los objetivos era asegurar la región para las inversiones europeas y bloquear
cualquier perspectiva insurgente mediante la reforma preventiva. Pp.33
Marx en Oriente
Mientras que Marx y Engels no tenían ninguna concepción clara de cómo se lograría el
poder político proletario, y Kautsky y Bernstein habían elaborado una vía reformista y
parlamentaria hacia el socialismo, Lenin y los bolcheviques (aunque de mala gana
muchos de ellos) fueron pioneros en la vía revolucionaria a la toma del poder del estado.
Pp.34
Lenin trató de llenar el vacío dejado por Marx en términos de estrategia política. Pp.34
La ruptura epistemológica de Lenin data de 1903, en el Segundo Congreso del Partido
Obrero Socialdemócrata de toda Rusia. Pp.34
Está el Lenin de la democracia directa, el arquitecto del «doble poder» y el promotor de
«todo el poder a los soviets»; pero también el Lenin de los últimos años, cuando, ya
enfermo, se angustiaba viendo cómo la burocracia del partido-estado se iba convirtiendo
rápidamente en una dictadura sobre (más que de) el proletariado. Sin embargo, en la
práctica, el Lenin que dirigió el leninismo fue el creador del partido de vanguardia,
admirador de los métodos de trabajo tayloristas y firme creyente en la disciplina
económica y política. Pp.35
La joven revolución bolchevique miraba a Alemania en 1918 con la esperanza de una
revolución en el corazón capitalista de Europa que le daría un respiro frente al asedio.
Pp.35
Después de la Primera Guerra Mundial había surgido un gran estado anticapitalista,
aunque sitiado, en la escena mundial; después de la Segunda Guerra Mundial China,
Vietnam, Corea del Norte y Cuba se unieron al club; también se establecieron gobiernos
pro-soviéticos en la mayor parte de Europa oriental, aunque fueran impuestos por el
ejército ruso. Pp.36
A estas alturas pocos observadores dudan de que el sistema económico y polí- tico que
surgió de ellas tenía muy poco que ver con las previsiones de Marx o incluso de Lenin.
Pp.36
Lo que está claro es que, después de la muerte de Lenin, la Unión Soviética se lanzó,
bajo la dirección de Stalin, a un proceso de modernización autoritaria y totalitarismo
político que tiene pocos paralelos en la historia moderna. Pp.36
Al cabo de cuarenta años las brillantes esperanzas de 1917 se habían empañado. Pp.37
Un círculo vicioso de inestabilidad, reformas frustradas y decadencia condujo
finalmente a la perestroika de Gorbachov, una melodía de reestructuración que se
convirtió en una marcha fúnebre. Pp.37
consecuencia de una lucha política marcada por revueltas populares, desconcierto
laboral y campañas por los derechos humanos. Pp.37
No pasó mucho tiempo antes de que estallara el resentimiento por los regímenes
«estatosocialistas» impuestos en Europa del Este: en Alemania oriental en 1953 y en
Hungría en 1956 se produjeron impresionantes levantamientos, aunque fueran
finalmente derrotados. El último, en particular, se convirtió en un punto de referencia
para el movimiento comunista internacional. Luego en Checoslovaquia en 1968 y en
Polonia en 1979-81 hubo movimientos populares aún más decisivos contra la burocracia
gobernante. El centralismo burocrático de esos regímenes era más frágil de lo que
parecía. Pp.37
La Revolución china había sido el segundo gran acto revolucionario tras el ruso en
1917. Pp.38
Las revoluciones victoriosas en Argelia y Cuba cimentaron la leyenda de la guerra
popular contra el imperialismo. Pp.38
Pero entonces murió el Che Guevara y Castro apoyó la invasión soviética de
Checoslovaquia. Pp.38
En 1989 el muro de Berlín, que separaba la Alemania oriental de la occidental, se vino
abajo, simbolizando el final de la era comunista. Pp.38
Lo que representaba «1989», al igual que antes «1968», era mucho más que el colapso
de los regímenes políticos comunistas. Pp.39
El libro de Francis Fukuyama que proclamaba «el fin de la historia» (1992), por
discutible que fuera, captaba realmente algo del espíritu de la época. Era una mutación
histórica, aunque pronto se demostrara que los conservadores más optimistas y los
radicales más pesimistas estaban equivocados. Pp.39
Hubo muchas reacciones en la izquierda marxista a los acontecimientos de 1989. Para
los organizados en grupos políticos a la izquierda del marxismo soviético, la crisis
representaba una nueva oportunidad. Pp.39
Por desgracia, en el mundo real, a la gente le costaba distinguir entre el marxismo de
tipo soviético y las 236 variedades a su izquierda. Otra reacción fue el desarrollo de un
caso agudo de amnesia política, por el que toda la historia del marxismo era
simplemente olvidada. Desde abrazar los nuevos tiempos y un marxismo crítico más
liberal, parecía que «1989» daba licencia para una historia de amor con el capitalismo
en sí y las maravillas del libre mercado. Pp.39