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Mito y explicación racional (logos).

a. El mito.
En general, cabe entender por mito el conjunto de narraciones y doctrinas tradicionales de los poetas
(especialmente, Homero y Hesíodo) acerca del mundo, los hombres y los dioses. Como conjunto de estas
narraciones y doctrinas, el mito se caracteriza por ofrecer una explicación total, una explicación en que
encuentran respuesta los problemas y enigmas más acuciantes y fundamentales acerca del origen y
naturaleza del universo, del hombre, de la civilización y la técnica, de la organización social, etc. Al oponerse
a las explicaciones de carácter mítico, la filosofía no renunciaría a esta dimensión de respuesta última
acerca de la totalidad de lo real, antes al contrario, tal dimensión vendrá a constituir uno de los rasgos
esenciales del pensamiento filosófico.
Por mito cabe entender también, no solamente el conjunto de las narraciones tradicionales de los poetas,
sino una actitud intelectual, algo así como el esquema mental que subyace a tales explicaciones. Las
características peculiares del mito así entendido, es decir, en cuanto actitud intelectual ante la realidad, son
varias. De ellas nos importa considerar dos fundamentales. En primer lugar, en el mito las fuerzas naturales
(el fuego, el viento, etc.) son personificadas y divinizadas: se trata de dioses personales, cuya presencia y
actuación como tales se deja sentir continuamente en el curso de los acontecimientos. En segundo lugar, y
en consonancia con lo anterior, los fenómenos y sucesos del universo se hacen depender de la voluntad de
un dios (de los dioses en general).
Las consecuencias de esto son fácilmente comprensibles: los fenómenos naturales -y también la conducta
humana, individual o colectiva- son en gran medida imprevisibles, suceden de un modo arbitrario, dependen
en su curso de la voluntad antojadiza de la divinidad.
Resulta obvio que dentro de estas coordenadas es imposible la ciencia. La ciencia sólo es posible como
búsqueda de las leyes, de las regularidades que rigen en la naturaleza y ¿cómo intentar siquiera descubrir
las leyes que rigen el universo, si se niega por principio su misma existencia?
Conviene, por otra parte, señalar que el cuadro que venimos trazando del pensamiento mítico es en cierta
medida esquemático. La arbitrariedad en el curso de los acontecimientos (sean humanos o cósmicos)
encuentra ciertas limitaciones incluso en el pensamiento mítico. La actuación misma de los dioses está
sometida a ciertas fuerzas de carácter cósmico, como el destino. Se trata de entidades más o menos
imprecisas que, al contrario que los dioses a que nos hemos referido anteriormente, no son personales sino
abstractas. Contra el destino nada pueden los bombres, nada pueden los dioses. De este modo, el destino
viene a establecer una cierta necesidad en el acontecer universal.
De una parte, la filosofía criticará la arbitrariedad de las intervenciones divinas a que anteriormente nos
referíamos y, de otra parte, recogerá esta idea de necesidad despojándola de su carácter ilógico e
inescrutable y afirmándola como una exigencia de la racionalidad de lo real.

b. La explicación racional (logos).


Cabe afirmar que la explicación racional (logos) comienza cuando la idea de arbitrariedad es suplantada
definitivamente por la idea de necesidad, es decir, cuando se impone la convicción de que las cosas suce-
den cuando y como tienen que suceder. Esta convicción puede parecernos hoy elemental, pero
constituye ciertamente uno de los más importantes logros de la cultura occidental.
A esta idea de necesidad se hallan vinculadas un conjunto de ideas que constituyen lo que podemos
denominar coordenadas o esquema intelectual dentro del cual tiene lugar la explicación racional en la filo -
sofía griega.
a) La idea de que las cosas suceden como tienen que suceder está relacionada con la idea de
permanencia o constancia. Tomemos un ejemplo muy sencillo: el agua se comporta de manera constante
(por ejemplo, hierve y se solidifica siempre a unas temperaturas. determinadas); posee, pues, unas
propiedades constantes y, por tanto, una manera de ser constante o permanente. Esta manera de ser
constante o permanente fue denominada por los griegos esencia (eidos). La esencia es lo que una cosa es
a pesar de sus cambios posibles de apariencia o estado. El agua de nuestro ejemplo se presentará en
estado sólido o líquido, etc., pero siempre es agua. O bien, el hombre se presentará bajo diversas
apariencias, edades, razas, culturas, etc., pero en todos estos casos se trata siempre de hombres.
De esta manera el pensamiento griego vino a crear una serie de conceptos opuestos de dos en dos, cuyo
entramado constituye el sistema de coordenadas de su explicación de la realidad. De un lado, tenemos lo
que hay de permanente en las cosas frente a lo que en ellas hay de cambiante, frente a sus distintos
estados o apariencias; a su vez, lo permanente constituye la esencia (lo que las cosas verdaderamente son)
frente a sus apariencias (lo que las cosas parecen ser); por último, esta manera de ser constante es lo que
hay de idéntico o común entre seres que muestran apariencias diversas: hombres de diversas razas,
culturas, etc., tienen en común, precisamente, su ser 'hombres'. La esencia es, pues, el fundamento de la
unidad de las cosas frente a la multiplicidad de sus estados y apariencias, así como frente a la multipli-
cidad de individuos que la comparten.
Conocer las cosas será, por tanto, conocer lo que verdaderamente son, lo que tienen de común y
permanente. Los griegos estaban firmemente convencidos de que, por muy útil que sea el conocimiento
sensible, los sentidos no bastan para proporcionarnos tal conocimiento. Antes al contrario, los sentidos nos
muestran una multiplicidad de individuos, de apariencias y estados cambiantes y accidentales. Es necesario
un esfuerzo intelectual, racional, para alcanzar el ser de las cosas. De este modo, y en correspondencia con
la dualidad anteriormente establecida (unidad y permanencia frente a pluralidad y cambio), los griegos
establecieron también una dualidad en el campo del conocimiento: razón frente a sentidos. La
heterogeneidad del conocimiento racional respecto del conocimiento sensible se reveló a los griegos
fundamentalmente en el dominio de las matemáticas, en el descubrimiento de la estructura matemática, que
subyace a lo real, y en la peculiaridad del razonamiento matemático.
La distinción entre ambos tipos de conocimiento y la presencia de ambos en el hombre tendría, a su vez,
importantes repercusiones en sus ideas antropológicas.
b) Hay, pues, esencias o maneras de ser que son comunes a una multiplicidad de individuos. En esta idea
se basa la actividad intelectual consistente en clasificar. Supongamos ahora que, basándonos en esta idea,
clasificamos globalmente los seres del universo agrupándolos en minerales, plantas, animales y hombres.
¿Se detendrá aquí el entendimiento humano? Seguramente, no. El entendimiento volverá a plantearse la
misma pregunta sobre los individuos pertenecientes a estos grupos. Tal vez -pensará- minerales, plantas,
animales y hombres no son sino variedades o estados distintos de una única sustancia, o bien el resultado
de combinaciones varias de unas cuantas -pocas- sustancias primeras y elementales.
La búsqueda de lo permanente y común está asociada a una segunda convicción fundamental: que todo el
universo se reduce, en último término, a uno o muy pocos elementos. Esta convicción constituye otro de los
pilares sobre los que se asienta la investigación racional acerca del universo. Sin esta convicción, la ciencia
es igualmente imposible.
Es ésta la perspectiva que permite comprender tanto la originalidad como la transcendencia histórica de la
pregunta de los filósofos griegos acerca de la arché o principio último de lo real. Desde esta perspectiva es
posible comprender, en efecto, que la pregunta misma por la arché o principio es mucho más importante
que las variadas respuestas que los filósofos griegos ensayaron sucesivamente. Gentes hay de escasa
sensibilidad histórica que se limitan a subrayar la ingenuidad de Tales de Mileto cuando afirmaba que el
principio último de todo lo real es el agua. La respuesta de Tales no es lo verdaderamente importante. Lo
notable, lo genial, es que este filósofo fue el primero en formular tal pregunta en toda su amplitud y
radicalidad. NAVARRO/CALVO: Historia de la Filosofía, pp.14-17, Anaya 1992.

LA FILOSOFÍA Y SU RELACIÓN CON LA CIENCIA, LA TÉCNICA, EL ARTE Y LA RELIGIÓN.


La religión, el arte, la ciencia, la filosofía, son distintos modos de la relación del hombre con el mundo; son,
además, actividades que tipifican a la humanidad en comparación con las demás especies. Todas estas
actividades tienen en común el empleo de formas simbólicas de realización y de expresión. Son algo así
como mapas de ruta que el hombre construye para poder transitar con cierta seguridad por ese enigmático,
inagotable e intrincado laberinto de la vida. Cada una de ellas tienen sus propios mecanismos de realización
y todas responden, sucesiva o simultáneamente, a distintos problemas humanos, o a los mismos problemas
desde distintas perspectivas.
1.- LA RELIGION es, filogenéticamente (Filogenia, término acuñado por Haeckel (1865), se refiere en su
sentido original a una clasificación que refleja la historia evolutiva de una especie o grupo, y la filogenética
es el estudio de esas relaciones evolutivas..) considerada, la primera y más antigua forma de conexión del
hombre con el mundo. Es la primera repuesta a nuestro asombro por los misterios, lo incomprensible, lo
mágico; ella nos explica el mundo como un proyecto o designio de la divinidad. Por su naturaleza, la religión
no ínsita al hombre a indagar, descubrir, dudar, investigar, develar misterios, sino a una aceptación
incondicional, de sus propias verdades, La fe es la actitud fundamental de esta aceptación, porque la razón
no alcanza para admitir como posible lo que se muestra como imposible.
2- EL ARTE. sucede filogenéticamente a la religión; se instala como ella en el centro de nuestra afectividad
y comparte con ella el milagro del asombro. Desde el instante mismo del nacimiento, a través de nuestra
sensibilidad, el mundo se va introduciendo en nosotros. Esta relación estética primordial es la intuición
sensible - conocimiento directo que consiste en una captación inmediata - de la realidad que se nos
enfrentan como diciéndonos "aquí estoy".
Por nuestra sensibilidad, captamos un mundo sin saber ni poder decir qué es ni cómo es; el conocimiento
humano comienza sin palabras, En cada auténticamente obra de arte al proceso se reedita: enfrentamos un
mundo nuevo a un nuevo aspecto del mundo viejo. Frente a cada obra de arte volvemos a ser como los
niños: nos quedamos sin palabra.
Una obra de arte tiene dos formas de nacer y de morir. Nace cuándo el autor la crea y muere cuándo el
tiempo la destruye. Nace cuándo produce una emoción estática y muere cuándo deja de producirla.
3- LA CIENCIA, en cambio, es la más nueva, rigurosa y precisa de conexión del hombre con el universo.
Nace en el seno de la filosofía - hacia el siglo VI a.d.C.- cuando los filósofos griegos comprendieron la
imprescindible necesidad de distinguir entre un conocimiento azaroso, opinativo y versátil: (la doxa) y otro
que asegurarse en el más alto grado la adquisición de la verdad (episteme).
Sus instrumento fundamental es la razón, y su exigencia más distintiva es la prueba es la prueba de la
verdad de sus afirmaciones y de la validez de sus argumentaciones y teorías.
La verdad científica puede coincidir o no con la verdad revelada, pero no le es dada gratuitamente a ningún
hombre; su hallazgo es el fruto de la búsqueda, el escrutamiento, la confrontación, la prueba. Al
descubrirnos cómo es el mundo, la ciencia nos permite descubrirlo, explicarlo, predecirlo, Gracias a la
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ciencia, el hombre logra conocer y emplear las leyes de la Naturaleza, participar de su poder y convertirás
en un co-legislador del sistema universal.
La religión a través de la fe, nos dice que el hombre está hecho a imagen y semejanza de los dioses. La
ciencia, a través de la razón, puede decirnos en qué consiste esa semejanza,
4.- LA TECNICA no emparienta con el arte desde el punto de vista de la creación y, con la ciencia, desde el
punto de vista de su precisión: cuanto más preciso sea el conocimiento de la naturaleza de los elementos
que combina, más efectivos serán sus resultados.
Gracias a la técnica el hombre ha multiplicado su capacidad de acción; ha llevado hasta límites
insospechado alcance de sus sentidos; ha creado un ejército de servidores suyos cuya resistencia a la
fatiga, y su eficacia, parecen no conocer fronteras. Los adelantos de la técnica son de tal magnitud que
llegan a justificar, de algún modo, la afirmación de Anaxágoras: "El hombre piensa porque tiene una mano".
5.- LA FILOSOFIA, finalmente, es el plasma germinal; al caldo de cultivo de los hallazgo científicos. Casi tan
nueva como la ciencia en la filogénesis del conocimiento humano, la precede y la justifica.
A ella, le corresponde la búsqueda y hallazgo de los principios más generales; de los principios primeros o
últimos que sirven de fundamento o culminación de todo conocimiento posible. A ella le cabe la construcción
de ese edificio conceptual (cosmovisión) con los materiales que lo proveen la ciencia, la religión y el arte.
Pero cuándo la religión y la ciencia entran en conflicto y las verdades de la fe se hacen incompatibles o
inconciliables con las de la razón; cuando el arte reemplaza los mundos de la bellezas por universos
deformes; cuando el hombre ya no sabe qué hacer con el poder que le confieren los resultados de la
técnica". los pilares de ese edificio conceptual se resquebrajan el edificio se conmueve o se derrumba; no
produce la crisis. Y acaece entonces para el hombre el desamparo, la alienación; ese sentimiento de estar
arrojado, a la deriva, rígido ".a merced de toda desolación. Desgastados los viejos materiales con que
estaba construida "la casa del ser" se hacen imprescindible recurrir a nuevos materiales para edificar "la
nueva casa del hombre". Tal es la ingente tarea del filósofo en cada época de crisis; tal es el sentido, función
y vigencia de la filosofía en el mundo actual. Porque reconvertir este oriol en un vergel es, para el hombre,
un modo de reconquistar el paraíso perdido.

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