You are on page 1of 21

1

El hombre como medida del hombre


(entrevista a Roy Baumeister)
escrito por Germanico 28 agosto, 2011

Las personas que cometen actos malvados tienden a


verse a sí mismas como las víctimas de aquellos a
quienes persiguen. La Naturaleza del Odio. Robert J.
Sternberg y Karin Sternberg. Editorial Paidós. (cita
tomada por los autores de Roy Baumeister).
Nuestra autoestima, esto es, el grado en que nos
valoramos a nosotros mismos, requiere, como
cualquier otra evaluación, de una piedra de toque con
la que establecer una comparación que arroje un
resultado positivo o negativo.
Con una unidad de medida adecuada, como es el
metro, podemos comparar dos distancias entre dos
distintos puntos, y concluir que una es mayor que otra.
2

Con nuestra estima, el metro que habría que aplicar


sería el de los logros y aptitudes de quienes nos
rodean. No resulta por ello tan fácil en este caso el
cálculo de valores y diferencias, dadas nuestras
complejas psicologías y comportamientos y las
múltiples facetas a las que los aplicamos. Pero
ciertamente por debajo de todas nuestras actividades
diarias se encuentra la verdad última de la necesidad,
del instinto de sobrevivirnos como personas y como
grupos. Si dispusiéramos de un sociómetro ideal (tomo
el término de nuestro hace tiempo entrevistado Mark
Leary y Roy Baumeister) podríamos medir el nivel de
autoestima, a partir de ciertas variables del
comportamiento, la cognición y los logros de las
personas, en relación con su éxito o fracaso relativos
dentro del grupo humano al que pertenecen y en
relación a los imperativos básicos de la supervivencia
personal y en grupo.
Por mucho que saquemos pecho ante el espejo en una
habitación vacía, lo que necesitamos para sentirnos
mejor y valorarnos más positivamente son relaciones
sociales con una valencia positiva y con un alto grado
de compromiso, así como la apertura a nuevas
relaciones potencialmente fructíferas y evitación de
aquellas otras que puedan resultarnos perjudiciales. De
estas últimas quizás un ejemplo sean las de tipos
3

solitarios que contagian su soledad (véase al respecto


la entrevista al neurocientífico social John Cacioppo).
El ser humano es un ser social, cosa que nadie puede
discutir, pues al hacerlo ya estaría siendo social, con su
disputa y su lenguaje. Pero también es un ser grupal, y
al distinguir entre social y grupal lo que hacemos es
establecer nuevamente una valoración basada en un
“metro”, el número de personas con las que uno puede
tratar sin que entremos de lleno en la sociedad de
masas y la absoluta impersonalidad. Ya el antropólogo
Robin Dunbar nos habló de sus 150 personas, en la
entrevista que le hicimos, cifra sacada de estudios
comparativos de los neocortex de distintas especies
primates y sus tamaños grupales. Válganos este
número o no, que es en cualquier caso meramente
aproximativo, el hecho es que no somos tan sociales
como para relacionarnos con cualquiera y de cualquier
forma con absoluta naturalidad -nuestra naturaleza
impone restricciones al respecto. Evolucionamos en
grupos relativamente pequeños, posiblemente con un
número como el que Dunbar indica, aunque quizás
variando algunas decenas arriba o abajo. Así nos
hicimos animales grupales, y en eso reside gran parte
de lo que biológicamente tenemos de sociales.
En el lejano pasado en el que todos nuestros ancestros
eran cazadores-recolectores la exclusión del grupo
constituía un mal irremediable. Así nuestra autoestima
4

evolucionó como un sociómetro (pueden leer más


detalles en el documento enlazado de Luis Gómez
Jacinto, del que tomo la última frase, página 10) Esta
es, en última instancia la propuesta que hicieron Leary
y Baumeister, señalando de paso la necesidad de
pertenencia al grupo que es inherente a todos nosotros.
Pero el sociómetro funciona en el grupo. Aunque los
seres humanos busquen el aprecio y el logro, dentro de
nuestras grandes sociedades, en la fama o el poder a
gran escala, siguen necesitando un núcleo duro de
afecto y una referencia cultural, familiar y de
amistades íntimas a la que aferrarse. Siguen
necesitando el grupo reducido del pleistoceno.
Y la gran mayoría de las personas que no se proyectan
tan alto dentro de las sociedades masificadas e
impersonales en las que vivimos, que a lo más que
pueden aspirar es a los 15 minutos de fama de los que
hablaba el extravagante artista Andy Warhol, tienen
por referente único y fundamental, en su vida diaria, a
los más allegados que le toquen en suerte en la lotería
genética, social y cultural, y con ellos deben
conformarse y, lo que es más importante, medirse.
Aquí hago una digresión política. En el plano cultural
de hecho ha habido una auténtica rebelión por parte de
grupos que aspiran a proteger sus costumbres más o
menos ancestrales y más o menos artificiales, a través
5

de los mecanismos políticos establecidos en las


sociedades democráticas o bien, en el peor y
desgraciadamente el más habitual de los casos, a través
del uso de la violencia. Las sociedades cerradas de las
que en su día hablo Popper hacen la guerra a la
sociedad abierta desde dentro, intentando boicotear su
desarrollo.
La artificialidad de las costumbres defendidas está en
relación directa con la pérdida, en gran parte de los
casos, de los lazos originales del grupo -al aumentar
enormemente el número de sus integrantes- y su
sustitución por otros más políticos, pero el carácter de
grupo está de forma natural más en la mente de
quienes lo forman que en el número y tipo de lazos
establecidos.
En cierto modo se llega a un enfrentamiento entre la
sociedad moderna y algunos de los grupos por ella
absorbidos, que aspiran a una vuelta a la naturaleza y
al socialismo de la tribu. El otro, es decir, el que está
fuera del círculo cerrado de las costumbres del grupo
de referencia, es visto estereotipada y
prejuiciosamente, es el enemigo, es, llevado al
extremo, el mismo mal.
Baumeister ha reflexionado sobre nuestra malicia en
sus diversas manifestaciones, escarbando en nuestra
psique, como buen científico de la mente, las raíces del
6

mal. Por supuesto la expuesta arriba no es en absoluto


la única raíz, ni sus trabajos con Leary sobre las raíces
del mal los únicos de su larga trayectoria, como
podrán comprobar en la entrevista. Este 1 de
Septiembre publicará, junto con John Tierney, un
nuevo libro, cuya portada hemos puesto más arriba.
El Profesor Baumeister ha tenido la amabilidad de
respondernos unas preguntas, cuya traducción al inglés
revisó José Miguel Guardia y cuyas respuestas tradujo
al castellano Marzo Varea. La entrevista original en
inglés la tienen en La Nueva Ilustración Evolucionista.
1. En sus propias palabras, ningún tema es más
interesante para las personas que las
personas. Además, para la mayoría de las personas
la persona más interesante es uno mismo. ¿Cuán
egocéntricos somos? ¿Cuánto nos influye la
imagen que tienen de nosotros otras personas? En
su opinión, ¿cuáles han sido para nosotros las
ventajas de esta perspectiva centrada en uno
mismo, tanto desde un punto de vista evolutivo
como actualmente?
Personalmente, yo encuentro a otras personas más
interesantes que a mí mismo. Por supuesto hay razones
prácticas para estar interesado en uno mismo, para
poder ocuparse de problemas, etcétera. Pero para mí la
7

investigación es un modo de explorar mentes y vidas


muy diferentes de mi propia experiencia.
La evolución ciertamente favorece el egocentrismo,
aunque sólo sea porque es más sencillo y por tanto
más prevalente. La mayor parte de las criaturas no
humanas son prácticamente incapaces de entender la
perspectiva de cualquier otra. Así que la capacidad de
salir de la propia mente y entender cosas desde el
punto de vista de otra persona es una capacidad nueva
y presumiblemente frágil que hemos desarrollado los
humanos. Ha hecho a los humanos capaces de
compartir información y cooperar de maneras nuevas y
potentes. En ese sentido, es una importante base de la
cultura, que es la estrategia biológica de los humanos.
2. ¿Qué significa para un psicólogo social la frase
“ningún hombre es una isla”? ¿Qué clase de
adhesivo nos mantiene juntos en grupos sociales?
En todos los lugares de la tierra, los seres humanos
eligen vivir en grupos, típicamente construyendo
mundos sociales con grupos pequeños caracterizados
por relaciones continuadas. Esto es lo que hemos
evolucionado para hacer. No hemos evolucionado para
arreglárnoslas solos, sino para formar estos grupos que
no son sólo sociales sino también culturales:
comparten información, desarrollan sistemas con
8

papeles complementarios y en interacción, cooperan


para lograr cosas juntos, etcétera.
Estar solo en el mundo, o aun simplemente ser
solitario, tiende a ser uno de los más potentes
predictores de toda suerte de problemas físicos y
psicológicos. Asimismo, el confinamiento solitario es
uno de los castigos más opresivos y crueles. La mente
humana simplemente no está diseñada para la soledad.
En mi libro “El animal cultural: la naturaleza humana,
el significado y la vida social” desarrollo la idea
(basada en hallazgos de laboratorio de psicología
social) de que los rasgos específicamente humanos son
adaptaciones para hacer posible la cultura. La cultura
es la estrategia biológica de la especie humana. En
otras palabras, así es como nuestra especie resuelve los
eternos problemas de la supervivencia y la
reproducción: creando cultura y trabajando con su
información y sus sistemas.
3. ¿Cuáles son sus opiniones sobre las raíces del
mal? ¿Por qué nos hacemos daño mutuamente con
tan persistente regularidad? ¿Es el mal, en algún
tortuoso sentido, el reverso tenebroso del bien?
En mi libro “El mal: la violencia y crueldad humanas
por dentro” he concluido que hay cuatro amplias raíces
del mal. Una es que la agresión a menudo es útil: es
9

un modo de reducir conflicto y conseguir lo que uno


quiere. Otra es el egotismo amenazado: las personas
tienen opiniones favorables de sí mismas y buscan
mantenerlas. Cuando alguien desafía estas opiniones
favorables, las personas se revuelven contra quien lo
hace. Esto, por supuesto, es contrario a la sabiduría
convencional de que la baja autoestima causa la
agresión, pero creo que es mucho más compatible con
la gran cantidad de evidencia empírica.
La tercera raíz del mal es el idealismo. Tristemente,
muchas personas recurren a medios violentos para
conseguir lo que consideran objetivos positivos,
deseables, como hacer del mundo un lugar mejor,
defender sus ideales políticos o religiosos, o
deshacerse de personas que consideran
malvadas. Esto es generalmente colectivo, pero ha
traído algunos de los mayores baños de sangre de la
historia del mundo. Después de todo, los nazis y los
soviéticos y los comunistas chinos estaban motivados
todos por ideales positivos y una visión del
maravilloso mundo que iban a construir. Las guerras
de religión, asimismo, han sido a menudo brutales a
pesar de sus muy idealistas motivos.
La última raíz es el sadismo. Es mucho menos
prevalente que las otras tres, creo, pero puede ser
enormemente cruel. Algunas personas aprenden a
10

disfrutar infligiendo dolor y sufrimiento a otras y lo


hacen por la satisfacción que les procura.
Esas son las causas profundas. Es difícil
cambiarlas. Por otra parte, la causa próxima (en
contraste con la causa remota, profunda) de mucha
violencia es un fallo de los frenos y del
autocontrol. La mayoría de las personas refrena la
mayoría de sus impulsos agresivos y violentos.
Yo empecé mi libro con la pregunta clásica “¿Por qué
hay mal?”, pero una vez que vi todas las causas que
incrementan la violencia hube de formular una
segunda pregunta, a saber: “¿Por qué no hay más mal
que el que hay?” Y la respuesta es que por la mayor
parte las personas refrenan e inhiben sus impulsos
violentos. Cuando fallan esos frenos, la violencia
aumenta. La violencia empieza cuando cesa el
autocontrol. Mejorar el autocontrol parece un modo
mucho más viable de reducir la violencia que eliminar
las causas profundas.
4. ¿Cuáles son los factores esenciales de la
evaluación social que hacemos de nosotros
mismos? ¿Que determina nuestra autoestima?
La teoría del sociómetro subraya que la autoestima
está ligada a la aceptación social. Esto es, la
autoestima depende de cuánto piensa uno que es la
11

clase de persona que otras querrán incluir en sus


grupos y relaciones. Esto incluye ser atractivo,
amistoso y agradable, pero también ser competente y
moral.
Pero esto no es todo. La autoestima depende también
de logros y dominancia, y tal vez del ejercicio de
control. Lo más probable es que haya otros factores
además.
Las autoevaluaciones se basan en parte en
realimentación que recibimos de otras personas. Pero
las personas no son simplemente receptáculos de
opiniones ajenas. Procesan muy selectivamente, y a
veces defensivamente. Así que el concepto de uno
mismo es producto tanto de realimentación social
como de procesamiento interno.
5. En general, cuando nos obsesionamos con hacer
o no hacer algo acabamos sucumbiendo a las
tentaciones que intentábamos evitar (pasividad o
abuso). ¿Cuáles son las claves del autocontrol?
En primer lugar, ¡permítame decir que el cuadro no es
en absoluto tan sombrío como sugiere! Las personas a
menudo tienen mucho éxito en resistir tentaciones. El
autocontrol es muy efectivo. Ocurre simplemente que
los fracasos destacan.
12

Para poner las cosas en perspectiva, tenemos un


estudio reciente con muestreo de experiencias
realizado por Wilhelm Hofmann y
colaboradores. Cuando las personas no resisten a un
deseo o impulso, lo ejecutan aproximadamente el 70%
del tiempo. (A veces uno puede fracasar en hacer lo
que quiere aun si no resiste; por ejemplo, las
oportunidades pueden desvanecerse por razones
externas). En contraste, cuando resisten a sus deseos
los ejecutan sólo el 17% del tiempo. Así que un modo
de contemplar esa diferencia es que el autocontrol
reduce dramáticamente la tasa de ejecución de los
impulsos: del 70% al 17%. Esto indica un enorme
papel del autocontrol, y un alto grado de éxito. Aun
así, ese 17% puede causar muchos problemas.
En cuanto a la pregunta de cuáles son las claves del
autocontrol, mucho se trata en mi nuevo libro, “La
fuerza de voluntad: redescubriendo la más importante
fortaleza humana” (coescrito con John Tierney, a
publicarse el 1 de septiembre de este
año). Brevemente, hay tres partes principales. En
primer lugar, la persona ha de adoptar estándares
claros de autocontrol. Es decir, hay que tener
objetivos claros de lo que se supone que debe
conseguir el autocontrol.
En segundo lugar, es importante prestar atención y
llevar cuenta de la conducta que se supone que hay
13

que controlar. Por ejemplo, las personas comen más y


beben más cuando no prestan atención. En contraste,
cuando se ponen a dieta a menudo llevan cuidadosos
registros de qué comen y cuántas calorías
consumen. Prestar atención y comparar la realidad
con el estándar son partes vitales de un autocontrol
efectivo.
En tercer lugar, se necesita fuerza de voluntad. Las
personas tienen una cantidad limitada de energía que
se pueda canalizar hacia el autocontrol. Otras
actividades también drenan esta misma energía. Por
ejemplo, la toma de decisiones usa fuerza de voluntad,
que es por lo que el autocontrol puede fallar después
de que una persona se ha esforzado mucho tomando
decisiones.
6. La psicóloga de Stanford Carol Dweck cree que
deberíamos alabar el esfuerzo más bien que la
inteligencia, ya que alabar esta alienta la
conformidad mientras que alabar aquel refuerza la
tendencia a arriesgarse a errar, y es mediante los
errores como mejor aprendemos. Sabemos que ha
investigado usted en esta área. ¿Qué piensa usted
que debería alentarse para explotar plenamente las
capacidades de aprendizaje de los seres humanos?
Mi mentor, Edward E. Jones, también escribió
extensamente sobre la cuestión del esfuerzo frente a la
capacidad. El esfuerzo es controlable y puede
14

cambiarse, mientras que muchas capacidades (como la


inteligencia) están fijadas. (Aunque Dweck cree que
es mejor pensar en la inteligencia como mutable, si
entiendo su trabajo correctamente). Sin embargo en
nuestra sociedad premiamos la capacidad. Como dijo
Jones, ¿preferiría usted ser conocido como una
persona brillante pero algo perezosa, o como una
persona trabajadora pero estúpida? La mayoría de las
personas preferirían lo primero.
En cualquier caso, por lo que sé ha habido muy poco
éxito en cambiar la inteligencia a largo plazo, así que
no tiene mucho sentido alabarla. Alentar el esfuerzo
es mucho más valioso e importante.
7. ¿Hasta qué punto muestran sus estudios que la
gratitud es una convención social, o, menos
eufemísticamente, una forma de hipocresía?
Hace algún tiempo publiqué un estudio en el que los
sujetos escribían sobre un gran logro personal. En la
condición pública, los participantes esperaban leer sus
relatos en voz alta ante un grupo. En la condición
privada, los entregaban anónimamente. Hallamos que
en la condición pública los sujetos agradecían
profusamente a otras personas por ayudarles y
contribuir a su éxito. En la condición privada, hubo
muy poco de esto. Etiquetamos este hallazgo de
“gratitud superficial” porque los sujetos no parecían
15

honrar sinceramente a otros sino que les mostraban


gratitud como una concesión a las normas públicas.
Sin embargo, sí que existe la gratitud genuina. Yo sé
que recuerdo largamente a personas que me han
ayudado y hecho favores, y les guardo un elevado
aprecio y lealtad. Además, trabajos recientes en
psicología positiva han mostrado que los ejercicios de
gratitud, como dar las gracias a personas importantes e
incluso simplemente reflexionar sobre las cosas por las
que uno ha de estar reconocido, contribuyen de forma
duradera a la felicidad y el bienestar. La gratitud es un
rasgo que es importante y deseable cultivar.
8. ¿Qué diferencias fundamentales halló usted entre
varones y mujeres en sus profundos estudios de la
conducta sexual?
Hay muchas diferencias, algunas fundamentales y
otras no tanto. Uno de los hallazgos originales de mi
trabajo fue la diferencia de “plasticidad erótica”. Esto
es, el impulso sexual femenino responde mucho más
que el masculino a influencias sociales, situacionales y
culturales. O, para decirlo de otra manera, los teóricos
han discutido mucho tiempo sobre cuánto del impulso
sexual es naturaleza y cuánto cultura, y mi conclusión
es que la respuesta depende del género. El impulso
sexual masculino es más natural, el femenino es más
cultural. La sexualidad de las mujeres tiende a ser
16

fluida y cambiante, a lo largo de la vida y en diferentes


circunstancias. La sexualidad de los varones cambia
mucho menos.
Otra diferencia es simplemente la fuerza del impulso
sexual. Publicamos un artículo de revisión hace
algunos años que combinaba los resultados de docenas
de estudios. Prácticamente todos los estudios y todas
las medidas hallaban que los varones tienen deseos
sexuales más frecuentes que las mujeres. Esto puede
contribuir a la diferencia en plasticidad: un impulso
más débil es más susceptible a las influencias
modeladoras y civilizadoras de la cultura que un
apetito incesante y potente.
Estas diferencias forman la base de la teoría que
hemos desarrollado Kathleen Vohs y yo, y que
llamamos “economía sexual”. Aplicamos principios
económicos a la conducta sexual. Brevemente, el sexo
opera como si las mujeres fuesen la oferta y los
varones la demanda. Por esto la sexualidad femenina
tiene valor de cambio y la sexualidad masculina
no. Los varones generalmente dan cosas a las mujeres
a cambio de sexo: regalos, amor, respeto, atención, y a
veces incluso dinero u otros beneficios
materiales. Cuánto dan (el “precio” del sexo) fluctúa
con la oferta y la demanda, entre otros factores. Así,
cuando hay muchas más mujeres que varones las
normas sexuales tienden a ser permisivas, con
17

abundante sexo premarital y extramarital, y las


mujeres no obtienen mucho a cambio. Cuando hay
más varones que mujeres las normas tienden a ser
restrictivas y mojigatas, con poco sexo premarital o
extramarital, y los varones deben contraer importantes
compromisos para empezar una relación sexual.
9. ¿Dónde están los límites de la racionalidad
humana? ¿Qué es realmente sapiens en el Homo
sapiens?
Oí una vez a Daniel Kahneman resumir esto muy
bien. Es conocido por haber proporcionado una
potente crítica de la racionalidad humana,
especialmente en las decisiones económicas. Lo que
él decía era que los seres humanos somos racionales,
sólo que incompletamente. Esto me parece del todo
correcto.
El filósofo Davidson escribió una vez en un famoso
artículo que la racionalidad es un rasgo social, y sólo
los comunicadores la tienen. Creo que esta es una
profunda intuición que los psicólogos sociales
deberían considerar más. Las personas aprenden a
pensar en virtud de sus interacciones sociales, y en
verdad el entender a otras personas y otros puntos de
vista puede ser una parte vital de la capacidad de
pensamiento racional, que incluye analizar diferentes
opciones y compararlas mediante la lógica.
18

La psicología social ha tendido a estudiar conductas


irracionales y a esforzarse en buscarlas. Hay
discusiones sobre si son realmente errores y actos
irracionales, o meramente basar las acciones en
criterios diferentes.
Mi trabajo ha mostrado un interés duradero en la
conducta contraproducente o autodestructiva. Para mí
es un modo estupendo de observar los límites de la
racionalidad humana. Si la racionalidad es la
búsqueda del interés propio ilustrado, entonces la
conducta autodestructiva es la esencia de la
irracionalidad. En mi estudio de la literatura de
investigación, la autodestrucción es rara vez buscada
por sí misma. Más a menudo las raíces de una
conducta contraproducente están en transacciones,
especialmente en cosas señaladas por ganancias a
corto plazo con costes a largo plazo. (Por ejemplo,
fumar cigarrillos es contraproducente, pero las
personas no fuman porque quieran contraer
cáncer; más bien buscan los beneficios a corto plazo,
como el pacer de fumar, y arriesgan los costes a largo
plazo, como la enfermedad).
Otra fuente de conducta contraproducente es seguir
estrategias que fracasan. El proceso de toma de
decisiones de las personas puede quedar distorsionado,
de modo que continúen siguiendo estrategias que no
están funcionando. Y otra fuente de conducta
19

contraproducente es el fracaso de la autorregulación.


En términos del pensar, la mente usa muchas
diferentes clases de información, no siempre las cosas
mejores y correctas. Así que las personas cometen
errores, y estos contribuyen a la conducta irracional.
10. ¿En qué trabaja ahora? ¿Cuál es en su opinión
el mayor misterio del ser humano?
Ahora estamos buscando extender mi trabajo sobre el
autocontrol a una comprensión más amplia del libre
albedrío. También me he estado esforzando mucho en
entender para qué es el pensamiento consciente,
porque en décadas recientes ha habido abundante
investigación que sugiere que el inconsciente hace
algunas cosas mejor que el consciente. Tenemos en
curso algunos proyectos estupendos sobre la emoción,
incluida la idea de que la emoción puede crear
“ilusiones de aprendizaje”: las personas creen que han
aprendido mucho simplemente porque han
experimentado emoción. También he seguido
estudiando el rechazo interpersonal y la necesidad de
inclusión, mientras estudiamos los efectos de quedar
excluido de grupos sociales. Estoy también
trabajando en algunos proyectos sobre cómo se
orientan las personas hacia el futuro y cómo ajustan su
conducta basándose en el futuro más bien que en el
pasado.
20

En cuanto al máximo misterio, es difícil escoger


uno. Tal vez la consciencia merece llamarse el más
grande misterio, porque es difícil entender cómo cosas
físicas como el cerebro humano pueden crear
experiencia subjetiva. También me ha fascinado largo
tiempo la gran cuestión de cómo causa conducta la
cultura. Aquí también se cruza la frontera entre lo
físico y lo no físico, porque la cultura no es una cosa
física, mientras que la conducta sí lo es; así que si
aceptamos que la cultura puede causar conducta
estamos diciendo que los eventos físicos pueden sufrir
la influencia de cosas no físicas. La cuestión
relacionada de cómo cambian las culturas siempre me
ha parecido una de las más grandiosas de todas las
ciencias sociales. Las culturas están cambiando
constantemente, pero de muchas maneras diferentes,
algunas interrelacionadas, otras independientes entre
sí. Si pudiésemos captar cómo cambian las culturas,
podríamos ser más capaces de prepararnos para
nuestro futuro colectivo como seres humanos. ¡Eso
sería de gran ayuda para la especie humana!
No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin
duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por
sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las
ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y
jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto
disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién
21

sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier


aseveración generalmente aprobada (que no
indudablemente probada), convierten el mundo en el
que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y
en un infierno para todos, pero especialmente para los
que tratan de comprender cabalmente que es lo que
realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

&&&&&&

You might also like