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Bolaño Infra

1975-1977:
los años que inspiraron Los detectives salvajes
Montserrat Madariaga Caro

Bolaño Infra
1975-1977:
los años que inspiraron
Los detectives salvajes
Ch864 Madariaga Caro, Monserrat
M Bolaño Infra. 1975-1977: los años que ins-
piraron Los detectives salvajes / Monserrat Ma-
dariaga Caro. -- Santiago : RIL editores, 2010.

xxx p. ; 21 cm.
ISBN: 978-956-284-xxx-x

  1 ensayos chilenos. 2 literatura chilena.

Bolaño Infra. 1975-1977:


los años que inspiraron Los detectives salvajes
Primera edición: octubre 2010

© Montserrat Madariaga, 2010


Registro de Propiedad
Intelectual Nº xxx.xxx

© RIL® editores, 2010


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Composición e impresión: RIL® editores

Impreso en Chile • Printed in Chile

ISBN 978-956-284-xxx-x

Derechos reservados.
Bolaño Infra

Índice

Introducción.............................................................................. 13

El detective salvaje.................................................................... 17
Los beatniks de México............................................................. 29
«¡Hay que acabar con Octavio Paz!»........................................ 47
La cultura oficial contraataca.................................................... 65
Correspondencia infra............................................................... 83
El carácter de Bolaño.............................................................. 101
Mario Santiago....................................................................... 115
Después de la aventura............................................................ 125
Epílogo.................................................................................... 135

Déjenlo todo, nuevamente.


Primer manifiesto del movimiento infrarrealista...................... 143
Cartas de Bolaño a Mario Santiago......................................... 153
Bibliografía............................................................................. 159

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Montserrat Madariaga Caro

8
Bolaño Infra

Agradecimientos

A todos los infras, ex infras, alguna vez vinculados con los infras y
definitivamente no infras, que amablemente cooperaron con su
testimonio. En especial a José Peguero, Guadalupe Ochoa, Ramón
Méndez, José Vicente Anaya, Raúl Silva, y, sobre todo, a Rebeca López,
la custodia de estos recuerdos. También agradezco a mi familia, amigos
y a Ricardo Martínez Gamboa, el impulsor de este estudio.

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Montserrat Madariaga Caro

10
Bolaño Infra

Según él, los actuales real visceralistas caminaban hacia atrás.


¿Cómo hacia atrás?, pregunté.
–De espaldas, mirando un punto pero alejándonos de él,
en línea recta hacia lo desconocido.

Los detectives salvajes, Roberto Bolaño

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Montserrat Madariaga Caro

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Bolaño Infra

Introducción

¿Cómo fue el proceso de conversión de Roberto Bolaño a ser


un escritor? ¿Qué fue lo que vivió junto a los infrarrealistas? ¿Hay
una coherencia entre ese Bolaño veinteañero y el que escribe 2666?
Estas son las interrogantes que este estudio intenta responder. Son
preguntas, que en alguna medida, se responden a sí mismas en la
lectura de sus obras y, sobre todo, de sus entrevistas. Pero es, jus-
tamente, por eso que se siguen formulando: el lector de Bolaño es
seducido por pistas que lo instan a indagar, a querer saber más sobre
la vida de Bolaño. Es entonces cuando se cae en su juego, pues su
historia es la Historia de cierta literatura, de un canon literario que
fue su guía y que reiteradamente inserta entre sus palabras, para
que a través de su vida personal sea reconocido. Ciertamente, Los
detectives salvajes es más que un mapa de lecturas, es también el
largo epitafio prematuro de una generación que vio derrumbarse
sus ideales a una edad en que debieron haberlos estado viviendo,
y es también una pieza de puzzle de la obra completa de Bolaño,
que sin duda, es un UNIVERSO que aún no se termina de descifrar.
Sin embargo, esta investigación es una prueba más de que Bolaño
quiso resaltar el canon literario que él siguió, el que se resume
en su ya célebre frase: «déjenlo todo, nuevamente láncense a los
caminos».
El origen de este libro es una tesis de grado de la Universidad
Adolfo Ibáñez, realizada durante el año 2006. El profesor Ricardo
Martínez Gamboa en una fuente de soda abrió sus ojos y sus ma-

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Montserrat Madariaga Caro

nos y dijo: «Hay que ir a México». Y la alumna fue. En ese tiempo


existía mucho interés por saber realmente cuál era la historia de
Bolaño en México, si acaso era lo que escribió en Los detectives
salvajes, si acaso, todo lo contrario. Hoy hay más conocimiento al
respecto –somos muchos los que viajamos a Ciudad de México tras
sus pistas, independiente de si se publicaría algo, hay seguidores de
Bolaño, los más puros me atrevo a decir, que son poetas adolescen-
tes en busca del mismo viaje al abismo que relatan sus textos– pero
también hay mitos. Nunca existirá un documento que zanje el tema,
simplemente porque el pasado no se puede recuperar del todo, sólo
fragmentos y recuerdos. En el caso particular de esta investigación se
logró entrevistar a XX personas, entre amigos de Bolaño, cercanos
a él y testigos de sus andanzas. Por ello se logró hilar una historia,
contrastar versiones de los mismos acontecimientos y hacer una
sinopsis del Bolaño infra entre los años 1975 y 1977. Se utilizaron
fuentes primarias como las revistas universitarias donde el chileno-
mexicano publicó sus primeras poesías, y también, por supuesto, las
publicaciones infras, artesanales, guturales, artefactos entrañables en
su doble sentido.
Este es un texto naive, sin duda, en el sentido que es la mirada
de una veinteañera en Ciudad de México jugando a detective. Pero
esa misma honestidad (o candidez) expone antecedentes o datos que
pueden llevar a nuevas líneas de investigación aún inexploradas.
Porque lo cierto, lo más certero, es Bolaño lleva a lugares. Leer, estu-
diar, investigar a Bolaño es ir abriendo puertas literarias, filosóficas,
históricas. Esta investigación abrió una y se encontró con un canon
literario. Estas páginas delatan la intención del Bolaño infra de ser
reconocido dentro de una vertiente de la literatura que él mismo
estaba articulando como discurso, como corpus, al escribir sobre
ello. Entonces, frente a la pregunta ¿es el Bolaño infra el mismo
que escribió 2666? la respuesta es sí. Un rotundo sí, y quien quiera
cerciorarse una vez más del genio de Bolaño es bienvenido a leer
estas páginas.

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Bolaño Infra

Una nota al pie respecto a las promesas de juventud, ese espíritu


caído que ronda a Los detectives salvajes. A mi parecer, Bolaño hace
algo increíble, en vez de sentir nostalgia, siente la satisfacción de una
etapa superada; no mistifica su pasado joven sino que lo degrada,
con humor, con cariño, sí, pero lo mira en menos. Y es porque ese
arrojo que lo movía a los veintitantos fue creciendo con el tiempo en
vez de ir apagándose, como le sucede a la mayoría de las personas.
El Bolaño de 2666, es una bofetada, es casi un insulto por su nivel
de arrojo. En otras palabras, después de Bolaño nadie puede decir
que el ímpetu de la juventud es insuperable. Y, también, nadie podrá
encontrar la «fórmula Bolaño», no la hay, pues el arrojo es arrojo,
no resiste análisis, no tiene aritmética.

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Montserrat Madariaga Caro

Arriba: José Rosas Ribeyro, Mario Santiago,


Cuauhtémoc Méndez, Roberto Bolaño.
Abajo: Rubén Medina, Dina XX, Guadalupe Ochoa, José Peguero.
Fotografía publicada en Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas,
Ediciones Asunción Sanchís, 1976.

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Bolaño Infra

El detective salvaje

Es el año 2003. Bolaño está en su departamento en Blanes, sen-


tado frente a su ordenador. Está solo, él y una mesa grande llena de
papeles y libros. El cassette toca a Lou Reed. Bolaño enciende un
cigarrillo. Inspira. En la pantalla se lee «México», la última palabra
que ha escrito de su novela 2666. Espira. Hace veintiséis años que
voló fuera de ese país. Allí fue donde se decidió a ser escritor. Allí
conoció a su mejor amigo Mario Santiago. Las imágenes lo invaden:
caras, carcajadas, las calles de noche, el café La Habana, un mani-
fiesto, las peleas, las mujeres, Lisa Johnson, un beso, una bofetada,
una despedida, Ramón, Cuau, Pita, Peguero, Rubén, Mara Larrosa,
Carla Rippey… Otra bocanada de nicotina. La joven poesía mexica-
na, piensa Bolaño y sonríe. Hace veintiséis años que no pisa México,
hace más de dos décadas que no lo termina de revivir.

México. Distrito Federal, 1975. Un hombre lee y escribe en la


privacidad de su hogar: un cuarto de azotea de un edificio. Tiene la
puerta abierta. Desde fuera se le puede ver de perfil apoyado en una
pequeña mesa llena de papeles1. ¿José Vicente Anaya? –dice una voz.
Anaya gira su cabeza y ve a un hombre delgado, de cabellos largos
y abrigo negro. Sí –responde.
–Yo soy un genio.
(Silencio)
–Yo también. Pásale, te invito a un café.

Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.


1

17
Montserrat Madariaga Caro

Roberto Bolaño se presenta. Se sientan a conversar. Ambos son


poetas. Se caen bien. El allegado relata unas aventuras envidiables
por Latinoamérica. Un viaje poético –pero real– hacia su país natal,
Chile. Sus historias son buenas, las sabe contar. Las gafas negras y
gruesas se le mueven al compás de sus cejas. Dice que una vez vuelto
a México se embarcó en la búsqueda de los «jóvenes poetas mexi-
canos». A cada poeta que conozco le pregunto qué poetas hay, qué
hacen, qué piensan, qué dicen. José Vicente Anaya2, quien es unos
años mayor, lo escucha atento mientras Bolaño le explica cómo llegó
a él por un amigo suyo, un camarada de lecturas poéticas en mitines
y huelgas. Bolaño quiere conocerlos a todos, quiere juntarlos. Anaya
está de acuerdo3.
Poco tiempo después de este encuentro se forma el Infrarrealis-
mo, movimiento poético que quería seguir la tradición vanguardista
en la que juventud, locura y poesía son los elementos esenciales.
Bolaño logra inmiscuirse en los círculos poéticos de México que, ni
tan círculos y ni tan poéticos, contenían a posibles compañeros suyos
en la revolución verbal que su cabeza le dictaba. Como un detective
salvaje los fue cazando o más bien como un chileno «metiche» los
fue conociendo. Hoy, Anaya reflexiona: «de alguna manera fue en-
tretejiendo a poetas que habían expresado en cierto momento una
marginalidad crítica»4.
José Peguero [Jacinto Requena]5, quien pasaría a formar las
filas infrarrealistas, recuerda haber sido interpelado a la entrada de
Casa del Lago, lugar de tradición cultural donde se hacían diferen-
tes actividades musicales, teatrales y literarias. Se dirigía a pagar su

2
A pesar de que fue un activo participante del Infrarrealismo, Anaya no figura
como un personaje en Los detectives salvajes. Aunque dice reconocerse en acti-
tudes o situaciones de la novela y sus personajes. Hay que recordar que esta no
es una biografía del Movimiento Infrarrealista, ni de Bolaño mismo.
3
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
4
Ibidem.
5
A través del texto los paréntesis cuadrados servirán para hacer comparaciones
entre los datos reales y la novela.

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Bolaño Infra

inscripción al taller de poesía de Alejandro Aura y en el hall de en-


trada de la casa fue detenido por Roberto Bolaño y Bruno Montané.
«Su actitud mostraba un poco de azoro, después me enteré, ya que
nadie pagaba por entrar a un taller de poesía, por lo menos los que
después serían todos los infras. Se mostraron más que curiosos ya
que yo era el nuevo en el circuito de los talleres de los que ellos ya
eran una calamidad». A ver tus poemas, exigieron los aparecidos,
como dos policías pidiéndole su identificación6.
Para suerte del joven detective, México en la década del setenta
se había abierto a la proliferación de talleres literarios. La llegada
del Presidente Luís Echeverría en 1970 (hasta 1976) fue la razón
de que las actividades culturales en las universidades e instituciones
orientadas a las artes y humanidades aumentaran. Era parte del plan
de reconciliación con la juventud que el nuevo presidente llevaba
a cabo.
El gobierno anterior de Gustavo Díaz Ordaz se había despedido
con la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, aún viva en la
mente de los mexicanos. Los jóvenes estudiantes inspirados por las
protestas de mayo en París, habían iniciado su propio movimiento.
La diferencia radicaba en que las peticiones de los mexicanos eran
estrictamente políticas. Dentro de estas estaba la liberación de presos
políticos, la disolución del Cuerpo de Granaderos y la destitución
del alcalde de la ciudad7. Se trataba de una juventud cansada de la
dictablanda del PRI.
–¿Puede hablarse de sólidas tradiciones democráticas cuando de
hecho no hay más que un partido político? ¿Cuando en las cámaras
no se admiten candidatos de otro partido o solo se aceptan algunos
para dar la engañosa apariencia de una oposición? ¿Y qué decir de
la sólida tradición del «tapado», o sea el misterio que el presidente
en el poder y sus consejeros guardan hasta el último momento para

Entrevista a José Peguero, México D.F., febrero de 2006.


6

Poniatowska, Elena. La noche de Tlatelolco, 7ª ed., México D.F., Era, 1971,


7

pág. 20.

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Montserrat Madariaga Caro

anunciar a través del Partido Oficial, el PRI, quién debe ser candidato
a la presidencia? Todo el mundo sabe en México que el tapado, en
ocasiones hasta ese momento poco conocido, se convierte en unas
cuantas semanas en el hombre más dotado, más capaz, y su efigie se
repite en todas las bardas, en todas las pancartas… Se desperdician
millones de pesos en esta propaganda para que la masa ignorante y
crédula engulla las virtudes excepcionales del candidato propuesto
por el PRI8.
Estas duras palabras son parte de una carta que el profesor M.
Mayagoitia9 mandó al diario Le Monde cinco días después de la
matanza del 2 de octubre. Ese día el Consejo Nacional de Huelga,
formado por los adherentes al movimiento, llevó a cabo un gran
mitin en la Plaza de las Tres Culturas. Murieron 200 personas y
hubo más de mil heridos a manos del Ejército y la policía política,
la mayoría estudiantes, pero también hombres, mujeres y niños que
sin serlo apoyaban al movimiento o que simplemente estaban de
espectadores, y lo que es peor, los soldados entraron a las viviendas
vecinas y mataron a sangre fría a sus habitantes. Pero la cifra oficial
al día siguiente de la masacre fue de 33 muertos y el gobierno inició
una campaña del silencio, razón por la cual aún hoy se investigan
los hechos y se busca justicia10.
Dos años después, en 1970, el nuevo presidente y ex «tapa-
do», Luís Echeverría, quien fuera el secretario de Gobernación de
Díaz Ordaz para los hechos de Tlatelolco, se propuso recuperar la
confianza de los ciudadanos y alejarse de la imagen de su antecesor.
Ordenó la liberación de parte de los presos políticos del movimiento
estudiantil y declaró como temas de campaña un acercamiento a
los jóvenes, el diálogo y la «apertura», entre otras cosas11. A pesar

8
Ibidem.
9
En el libro La noche de Tlatelolco no se especifica el primer nombre del profe-
sor.
10
<www.jornada.unam.mx/2005/10/02/mas-jesus.html>.
11
Agustín, José. Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982, 2ª
ed., México D. F., Planeta. 1998, pág. 9.

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Bolaño Infra

de esto, Echeverría en ningún caso representaba en sí mismo una


etapa más democrática del PRI, de hecho fue «el primer mandatario
de México que jamás pasó por un puesto de elección popular, y su
carrera más bien se desarrolló en los laberintos burocráticos»12. Hoy
Echeverría es conocido como uno de los cabecillas del plan sinies-
tro en contra de los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, de
hecho en julio de 2006 se ordenó su arresto –domiciliario por sus
84 años–, convirtiéndose en el primer ex mandatario mexicano que
cumpla una detención13.
Bolaño llegó a México el mismo año de la tragedia y a sus
quince; entender el conflicto social y político debe haber sido difícil
para un extranjero adolescente, sin embargo, su novela Amuleto
está situada en la invasión del Ejército a la Ciudad Universitaria
de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) el 18 de
septiembre de 1968. La historia de Auxilio Lacouture, protagonista
de la novela, es verídica, y Bolaño pudo escucharla de la mismísima
mujer que la sufrió, Alcira Sous Scaffo, que deambulaba por el patio
de la UNAM y por el café La Habana sonriente y habladora, tal como
la describe el escritor.
En la década del setenta, entonces, el nuevo gobierno del PRI
como fue mencionado antes, se iniciaba con el aumento de las acti-
vidades culturales, y el Infrarrealismo tiene sus raíces en el circuito
de talleres que trazó el mapa literario de la ciudad. La UNAM ofrecía
talleres de narrativa y poesía en la facultad de Filosofía y Letras y el
departamento de Difusión Cultural editaba la revista Punto de parti-
da, espacio donde los jóvenes exponían sus trabajos (a diferencia de
la Revista de la Universidad, que era la oficial) y de la que se crearon
talleres de poesía, narrativa, teatro y ensayo. Otras universidades
como la UAM (Universidad Autónoma Metropolitana) también tenían
sus propios talleres; el Instituto de Bellas Artes otorgaba becas para

12
Ibidem, pág. 15.
13
<http://www.elmundo.es/elmundo/2006/06/30/internacional/1151697129.
html>.

21
Montserrat Madariaga Caro

asistir a lecciones literarias con prestigiosos escritores como Augusto


Monterroso y la Casa del Lago en el bosque de Chapultepec era el
centro cultural por excelencia, que no se quedaba exento de dictar
cursos14.
Si bien el Infrarrealismo nace a mediados del 75 para algunos o
principios del 76 para otros y Echeverría deja su cargo a finales del
76, el ambiente cultural que influyó en la actitud de sus integrantes
corresponde al dictado por el ya mencionado presidente. Este, entre
todas sus extravagancias autoritarias como levantar en mitad de la
noche a sus colaboradores para que acudieran a una reunión, o que
su esposa y él siempre vistieran como reales mexicanos: con guaya-
beras y trajes autóctonos, se dio cuenta de que acercarse al mundo
intelectual le sería útil para revertir el quiebre que Tlatelolco había
dejado entre los artistas y el gobierno. «Uno de los primeros éxitos
del presidente en este terreno fue la conquista fácil de Carlos Fuen-
tes, quién no sólo se adhirió al nuevo mandatario sino que incluso
hizo un gran proselitismo a su favor al compás del lema Echeverría
o el fascismo»15. Con ello Fuentes se ganó el puesto soñado por los
intelectuales de la época de embajador en París. Como él muchos
se alinearon tras Echeverría, el presidente de las becas, el presidente
de los puestos de trabajo que dan dinero, el presidente que otorga
reconocimiento y fama.
En México existían dos mundos: la gran cultura y la cultura po-
pular, y no había manera de que se tocaran16 –es el dictamen de Carlos
Chimal, escritor mexicano que también circulaba por las escuelas
literarias. La gran cultura a la que se refiere es aquella cobijada bajo
el alero del PRI, la que molestaba tremendamente a los infrarrealistas
y a todo aquel que estuviera contra la compra y venta del talento.
Personas como José Luis Cuevas y Fernando Benítez caían dentro de

14
Los entrevistados José Peguero, Guadalupe Ochoa, Ramón Méndez y Carlos
Chimal contribuyeron a reconstruir este mapa de talleres.
15
Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982, pág. 17.
16
Entrevista a Carlos Chimal, México D.F., febrero de 2006.

22
Bolaño Infra

este grupo protegido17. Pero también estaban los grandes escritores


ya posicionados en la cartografía literaria mundial como verdaderos
intelectuales, y que no necesitaban el apoyo de Echeverría, entre ellos,
Octavio Paz y Carlos Monsiváis. Estos, por supuesto, eran parte de
la «gran cultura» y tenían discípulos a su alrededor.
Paz, más que Monsiváis, como dice Bolaño y los demás infras,
era un cacique. Era el dueño de la cultura oficial mexicana, el gran
gurú, la figura que más destacaba entre los intelectuales. Y como tal
estaba a cargo de una de las revistas más influyentes: Plural, creada
por él en 1971 y a la que abandona seis años después para hacer
la revista Vuelta18. La primera formaba parte del diario Excelsior,
pero se distribuía y vendía de manera independiente. El periódico
gozaba de un staff que se tomó a pecho las palabras de pluralismo
y libertad que a Echeverría le gustaba incluir en sus discursos y por
ello guardaba cierto objetivismo que molestó más de una vez al
Presidente, y por eso también era más creíble19. Carlos Monsiváis,
por su lado, dirigió desde el 72 al 87 el suplemento cultural de la
revista Siempre!, La cultura en México, que había cofundado en
196220. Por lo tanto, los intelectuales que no estaban cobijados bajo
el generoso brazo del PRI, estaban, al menos, resguardados por sus
padres literarios, llámese Paz o Monsiváis, quienes tenían el poder
de otorgar espacios en sus revistas y todo el dominio de la fama para
abrirle las puertas a quienes quisieran.
El PRI tras lo que Mario Vargas Llosa llamó «una dictadura
perfecta» es decir disfrazada de democracia, mantenía una izquierda
apaciguada, institucionalizada, discutiendo los cambios que urgía
la sociedad desde sus cómodos sillones. Echeverría había fingido
un comienzo político más jovial y democrático con un gabinete de
gente joven y llamando a los opositores a unirse al gobierno. Para

17
Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982, pág. 19.
18
<http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2126>.
19
Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982, pág. 19.
20
<http://www.fil.com.mx/rulfo/monsivais.asp>.

23
Montserrat Madariaga Caro

Hugo Gutiérrez Vega, poeta y hoy editor del suplemento La Jornada


Semanal del diario La Jornada, la izquierda estaba refugiada en la
universidad: «creo que tenían dos obreros que llevaban a las reunio-
nes, todos los demás eran estudiantes universitarios»21. Mientras
tanto, los problemas reales de los ciudadanos seguían intactos: el
deterioro del sistema, la devastación de la naturaleza, el desperdicio
de los recursos, la corrupción, la sobrepoblación, la injusta distri-
bución de la riqueza, la dependencia del exterior y el paternalismo
antidemocrático22.
Aquellos jóvenes que no confiaron en el «nuevo estilo demo-
crático» del PRI o bien se marginaron del sistema para criticarlo
desde fuera o extremaron sus posturas políticas con la guerrilla.
El movimiento del 68 había dejado claro que los jóvenes no eran
escuchados por el gobierno sino aplastados por este, por lo tanto
la manera de comunicar su descontento no estaba en la tradicional
huelga, ni estaba en hacer una declaración pública de sus molestias y
exigencias, para los automarginados estaba en la calle, en el rock, en
la autogestión y los colectivos; para los guerrilleros en las montañas,
la clandestinidad y la violencia.

Formar grupos no era sólo de los poetas, todos querían formar


colectivos. Era como tratar de hacer un nuevo tipo de sociedad23.

Las palabras son de Carla Rippey [Catalina O’Hara], quien en


los setenta era una norteamericana alocada capaz de cruzar el mundo
por un ideal. Fue así como de Estados Unidos viajó a Chile tras el
hombre que amaba, Ricardo Pascoe (mexicano), y así como tuvo que
escapar a México luego del Golpe de Estado. En Chile el ambiente
revolucionario la cautivó y usó sus dotes artísticas haciendo carteles
en serigrafía para el MIR. Una vez llegada a México esperaba la misma

21
Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega, México D.F., febrero de 2006.
22
Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982, pág. 7.
23
Entrevista a Carla Rippey, México D.F., febrero de 2006.

24
Bolaño Infra

efervescencia en el ambiente, la misma politización y no la encontró.


Después se dio cuenta de que «México simplemente era muchísimo
más complejo que Chile, y había lugares donde sí estaban pasando
cosas, pero no eran tan evidentes»24.
José Agustín, escritor mexicano, explica esta latencia por debajo
que va a ser el caldo de cultivo para la guerrilla en las montañas
que aún martiriza a los mexicanos: «Capas minoritarias, pero muy
significativas, de la sociedad exigían una verdadera democracia, y
por todas partes una efervescente voluntad de expresión pugnaba
por abrirse paso (…) los acontecimientos políticos y contraculturales
de 1968 generaron efectos silenciosos que se prolongaron durante
muchos años»25.
La década del setenta, por tanto, vio nacer a muchos grupos gue-
rrilleros que ya sea desde la montaña o en la misma ciudad llevaban
una lucha armada que incluía secuestros y asaltos. Y sus integrantes
en general eran jóvenes de clase media. De este ambiente de falsa
democracia surgieron figuras como Lucio Cabañas. Por supuesto
el gobierno no se quedó atrás y creó un «aparato de control» que
incluía espionaje, infiltración, brutalidades, torturas, asesinatos y
desapariciones26.
Pero no todos se radicalizaron a tal extremo, como fue dicho
anteriormente, algunos se refugiaron en el rock y la cultura under-
ground de los comics y la literatura beat. Pueden dar fe de ello Carlos
Chimal y Juan Villoro, quienes se jactan de ser los primeros en traer
música rock a México a través de su programa en la Radio Educa-
ción. Los artistas plásticos, entre ellos Carla Rippey, se tomaron las
calles haciendo exposiciones de fotografía en mecates y serigrafías en
las paredes. A mediados de los setenta nacieron grupos, algunos más
pacíficos que otros, que mezclaban arte y política como Peyote y la
Compañía, Suma y Proceso Pentágono. En buenas cuentas surge un

24
Ibidem.
25
Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982, pág. 7.
26
Ibidem., pág. 13.

25
Montserrat Madariaga Caro

movimiento contracultural, opuesto a las viejas estructuras que sólo


daban cabida a los artistas e intelectuales consagrados y sus séquitos,
y que empezaron a ceder «por un movimiento latinoamericanista muy
underground y muy de izquierda»27, en palabras de Rippey.
En este contexto Roberto Bolaño comienza la búsqueda de quie-
nes como él renuncian a formar parte del sistema social mexicano y,
en cambio, se mueven en los márgenes de la ciudad preocupados de
lo suyo: la poesía. Esto no significaba obviar los problemas sociales,
al contrario, se trataba de hacer la revolución por medio de la pa-
labra y encontrar la libertad suprema en el lirismo, o como dice el
manifiesto infrarrealista:
–Nuestra ética es la Revolución, nuestra estética la Vida: una-
sola-cosa28.
Bolaño, entonces, va a los talleres literarios que se ofrecen por
la ciudad y las caras de los contertulios se empiezan a repetir. En
una ocasión en que se encuentra en el campus de la UNAM le dan un
«aventón» o le ofrecen llevarlo hasta el café La Habana, que queda
en el centro del gran D.F. El camino es largo y hay otro muchacho
melenudo y más robusto que él, al que también lo dejarán ahí, en
calle Bucareli. Se ponen a charlar de poesía. Los dos escriben, los
dos se creen los mejores. Ya en el café, un bache de papeles va del
pelucón desconocido a Bolaño. Este se pasa en banda leyendo. Son
los poemas de Mario Santiago, quien desde esa noche se convierte
en su gran amigo29.

27
Entrevista a Carla Rippey, México D.F., febrero de 2006.
28
Bolaño, Roberto. «Déjenlo todo, nuevamente». Correspondencia Infra, revista
menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1, 1977, pág. 8.
29
Entrevista a Rebeca López, México D.F., febrero de 2006.

26
Bolaño Infra

Casa del Lago, Bosque de Chapultepec, México DF.


Febrero de 2005.

27
Montserrat Madariaga Caro

Rafael Catana y José Peguero en escaleras de Casa del Lago


en el bosque de Chapultepec.
Febrero de 2005.

28
Bolaño Infra

Los beatniks de México

Mucho antes de su viaje por Latinoamérica y de embarcarse en la


búsqueda de los jóvenes poetas rebeldes de México, Bolaño era un
adolescente digamos normal, que tenía la manía de la lectura. Hasta
que a los diez y seis años dejó la escuela y le dijo a sus padres: «Voy
a ser escritor, yo soy escritor y un escritor no necesita estudiar»30.
Esa era su última palabra, y en efecto no terminó la secundaria ni
fue a la universidad. Entonces, por fin empecé a aprender cosas
–comentaría Bolaño años después– porque en la escuela no aprendí
nada. Yo necesitaba mi tiempo para leer: a los 14 o 15 años, leía uno
por día. Hoy soy incapaz, apenas llego a un libro cada 2 o 3 días;
máximo uno o dos por semana31.
Roberto Bolaño en aquella época ya mostraba un carácter
obstinado y convencido de sí mismo; es esa actitud arrojada, de
abandonar el camino señalizado para crear su propio sendero lo que
lo hizo autor de innumerables poemas, diez obras en prosa y una
novela de más de mil páginas32. El Bolaño de 1969, el poeta amateur,
tenía la misma vertiginosa voluntad de escribir que el novelista leído
y premiado del 2003.

30
Jurado, María Cristina. «La muerte, esa puta asesina…», Caras, nº 399, 2003,
pág. 128.
31
Ibidem.
32
A la fecha se han editado los siguientes libros póstumos, luego de 2666: El
secreto del mal (2007), La universidad desconocida (2007) y El Tercer Reich
(2010).

29
Montserrat Madariaga Caro

Aunque el recuerdo de tal punto de quiebre en su vida tenga


carácter anecdótico, reconoce que la decisión de ser escritor se toma
en un «instante de locura total y de voluntad, entendida en el sentido
nietzschiano de la palabra, que es un sentido bastante delirante»33.
La vida misma no hace escribir a nadie, decía, y escoger hacerlo por
supuesto conlleva una ruptura total, un cambio de vida que los padres
no comprenden de una buena vez, menos un padre ex boxeador y
camionero. Sobre ello, Bolaño comentó en una entrevista que por el
lado de su padre provenía de una familia que arrastraba unos qui-
nientos años de analfabetismo constante y riguroso, y por el lado de
su madre, unos trescientos de desidia, también constante y rigurosa.
Frente a esto, él venía ser la oveja negra, y añadió: «la verdad es
que, conociendo lo que conozco ahora, que ya tengo cincuenta años,
tampoco a mí me gustaría que un hijo mío fuera escritor»34.
¿Qué es lo que lo impulsa a tomar el camino radical de la li-
teratura? La razón última la sabe el escritor y nadie más. Lo obvio
viene a ser la lectura de grandes autores, los que le inculcaron el virus
de la literatura, como lo señaló alguna vez. Era un lector anárquico
pero voraz cuando encontraba algo de su gusto. Pasaba de un thriller
policial de Dashiell Hammet, que se vendían en los puestos de perió-
dicos del Distrito Federal en ese tiempo, a clásicos como Horacio,
Ovidio y Arquíloco35.
Su familia era de clase media baja y siempre tuvo el sentido de la
aventura presente. Fueron un estilo de nómades contemporáneos que
les gustaba mudarse de ciudad: «Mis padres se cambiaban mucho de
casa, pero los motivos eran inconfesables. Yo siempre creía que todas
las familias chilenas se trasladaban mucho; en realidad, sólo era la

33
Cárdenas, María Teresa; Díaz, Erwin. «Bolaño y sus circunstancias», Revista
de Libros, El Mercurio, 25 de octubre de 2003, pág. 8.
34
Braithwaite, Andrés. Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, 1ª ed., Santia-
go, Editorial Universidad Diego Portales, 2006, pág. 34 (Álvarez, Eliseo. «Las
posturas son las posturas y el sexo es el sexo»).
35
Berger, Beatriz. «Del juego al humor negro», Revista de Libros, El Mercurio, 28
de febrero 1998, pág. 2.

30
Bolaño Infra

mía»36. Por eso Bolaño nació en Santiago, aunque nunca vivió ahí;
se trasladó a Valparaíso, Quilpué, Cauquenes y Los Ángeles.
Sus padres no tenían una relación estable, se separaban y vol-
vían a juntar continuamente. La idea de irse a México en 1968 fue
de Victoria Ávalos, la madre, quien ya había estado un par de veces
allí37. Era una oportunidad de nuevo comienzo, según Bolaño, aunque
finalmente inútil porque su madre se va a España a mediados de los
setenta y su padre forma una nueva familia. Quien sí tuvo un renacer
fue él mismo. Sus años mexicanos fueron la experiencia más vital,
diría después; pasó de los quince a los veintiséis años en el D.F. «En
total he vivido en México cerca de diez años y para mi percepción
de lo que yo creía que era ser escritor, eso fue básico. De hecho mis
primeras lecturas son de autores mexicanos, una literatura riquísima,
que yo creo que me ha marcado como ninguna otra»38.
En Los detectives salvajes, dentro del raudal de testimonios que
componen el segundo capítulo, está el de Perla Áviles, el que Bolaño
usa para contar la adolescencia de Arturo Belano, o su propia vida
a partir de su alter ego, el personaje que, en sus palabras, es lo que
le hubiera gustado ser o, tal vez, aquello de lo que se salvó de ser39.
Ahí nos encontramos con que Belano en 1970 vivía en la colonia
Lindavista y luego en la Nápoles, al igual que Bolaño, según cuentan
los infras40. Era un alumno despistado más preocupado del dominio
del Opus Dei sobre la escuela que de la materia dictada, algo que
no es difícil de creer como verídico en su vida. Y cuando la inocente
Perla le pregunta a Belano: «¿no quieres ir a la universidad?, ¿te
niegas a ti mismo los privilegios de una educación superior?»41, este

36
«Bolaño y sus circunstancias», pág. 8.
37
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 36 («Las posturas son las
posturas y el sexo es el sexo»).
38
«Bolaño y sus circunstancias», pág. 8.
39
«Roberto Bolaño triunfó en España», El Centro, 4 de noviembre de 1998, pág. 21.
40
Entrevista a José Peguero y Rafael Catana, México D.F., febrero de 2006.
41
Bolaño, Roberto. Los detectives salvajes, 6ª ed., Barcelona, Anagrama, 1998,
pág. 163.

31
Montserrat Madariaga Caro

reafirma lo que Bolaño siempre dijo en sus entrevistas respondiendo


que «en la universidad seguramente iba a aprender lo mismo que en
la prepa: nada»42.
El Belano de Perla Áviles se formaba a sí mismo de otras
maneras, con el celuloide y los libros. Aunque le interesaba más
el cine que la buena literatura; decía que ya había leído todo lo
que verdaderamente le importaba. También recuerda la narradora
que su presumido amigo visitaba constantemente a un «famoso
director de cine y teatro. Un compatriota suyo»43, al que admiraba.
No es difícil pensar que ese personaje está inspirado en Alexandro
Jodorowsky, sobre todo porque había hecho temblar las buenas
costumbres del D.F. con los desnudos en sus montajes y porque
Bolaño sí conoció a Jodorowsky en México. Rebeca López, ex
mujer de Mario Santiago, recuerda que este le comentó sobre una
vez en que acompañó a su amigo a un taller de teatro que hacía el
director, y que había visto como este en medio de la lección, le pegó
una bofetada a Bolaño. Mario Santiago no podía entender cómo
su amigo se dejó golpear, sin asomo de inmutación, sumergido en
la extraña dinámica de Jodorowsky44.
Ya en el relato «El gusano» de Llamadas telefónicas, Bolaño
nos cuenta qué era lo que hacía su alter una vez tomada la decisión
de ser escritor, o qué es lo que hace un escritor en formación según
sus parámetros:
Mi rutina consistía en ser levantado temprano, desayunar con
mi madre, mi padre, mi hermana, fingir que iba al colegio y tomar
un camión que me dejaba en el centro, donde dedicaba la primera
parte de la mañana a los libros y a pasear y la segunda al cine y de
una manera menos explícita al sexo45.

42
Ibidem.
43
Los detectives salvajes, pág. 163.
44
Entrevista a Raúl Silva y Rebeca López, México D.F., febrero de 2006.
45
Bolaño, Roberto. Llamadas telefónicas, 4ª ed., Barcelona, Anagrama, 2005,
pág. 71.

32
Bolaño Infra

Fue tal la impresión que causaron las proyecciones eróticas/


mañaneras, que le inspiraron tres poemas, todos llamados «Cine
de mala muerte». En el primero dice: «Es el cine donde el hombre
reposa/ se saca la careta de loco y comulga con sí mismo/ fuera de
las verdes hojas de los poros abiertos/ honradamente/ comulga con
los senos de cuatro metros y rosados/ con la nariz gigantesca que
flota en el espacio (…)»46.
En el mismo cuento, Bolaño relata lo que muchas veces confesó
en entrevistas, el robo de libros:

Los libros los solía comprar en la Librería de Cristal y en


la Librería del Sótano. Si tenía poco dinero en la primera, donde
siempre había una mesa con saldos, si tenía suficiente en la última,
que era la que tenía las novedades. Si no tenía dinero, como sucedía
a menudo, los solía robar indistintamente en una u otra… A veces
llegaba antes que los comercios abrieran y entonces lo que hacía era
buscar un vendedor ambulante, comprarme una torta de jamón y
un jugo de mango y esperar. A veces me sentaba en un banco de la
Alameda, uno oculto entre la hojarasca, y escribía47.

La Alameda de la que habla en Los detectives salvajes es una


plaza alargada al estilo europeo, grande, verde, con caminos que
llevan a fuentes con estatuas de dioses o semidioses rodeados por el
agua. Al final de esta se encuentra el Palacio de Bellas Artes, como
una postal de armonía y belleza, en mitad del caos del tráfico. No
está lejos de los centros comerciales, y aunque hoy debe ser más
bulliciosa que en los setenta, tiene la calma de todo parque a las
ocho de la mañana. Un lugar propicio para escaparse de lo que
sea, sentarse en un banco con un emparedado, un jugo y un libro,
y cobijarse del siempre radiante sol mexicano bajo la sombra de
un árbol. Cualquiera en el pellejo de Belano y de Bolaño hubiera
escogido este lugar para aprovechar el tiempo.

46
Bolaño, Roberto. «Cine de mala muerte 1». Punto de partida, nº 49-50, 1976,
pág. 34.
47
Llamadas telefónicas, pág. 72.

33
Montserrat Madariaga Caro

Jaime Quezada quien vivió con la familia Bolaño-Ávalos du-


rante 1971 en su morada de la colonia Guadalupe-Tepeyac (tercer
domicilio, para seguir con la tradición) describe a Bolaño de la
siguiente manera: «Muchacho de 18 años, neurótico lector con los
siete tomos de Proust al cateo de sus ojos, intolerable como el que
más, superdotado intenso, necesitado de ternura que va del querer
al odio y viceversa, impaciente de imaginarios sueños, fumándose la
noche entera cigarrillo tras cigarrillo, bebiéndose su mañanero vaso
de leche, escribiendo una obra de teatro para enviar a un concurso
cubano y, en fin, retrato de artista adolescente con Joyce y todo»48.
A pesar de todas las bondades librescas y cinematográficas que
el D.F. tenía para ofrecerle, Bolaño en 1973 decide volver a Chile.
El triunfo de Salvador Allende lo invocaba y era hora también de
empezar a vivir la literatura que leía. Nada mejor para ello que un
viaje iniciático, y, en particular, con todo el espíritu beatnik.

Ese fue un viaje que tenía dos intencionalidades. Una era la


beatnik, de libertad suprema, y la otra el regreso al país natal para
participar en la Unidad Popular. Así que hubo tramos que hice a
dedo, otros en autobús y otros en barco49.

Llegó a Chile la última semana de agosto, poco tiempo antes


del Golpe Militar, y sus ilusiones de un Chile como gran ejemplo
revolucionario y como el inicio de un cambio mundial, pronto se
fueron desinflando cuando constató la batalla en sordina que se es-
taba viviendo. Peor aún, su condición de extranjero latinoamericano,
aunque nacido en Chile, y su euforia comunista no lo ayudaban a
estar a salvo de la represión del Ejército una vez dado el Golpe.
Quezada en su libro El año de la ira constata el peligro inminente
que era su apariencia: «El marcado canturreo mexicano y el aspecto

48
Quezada, Jaime. El año de la ira. Diario de un poeta chileno en Chile, 1ª ed.,
Santiago, Bravo y Allende Editores, 2003, pág. 32.
49
Paz, Sergio. «De aquí a la eternidad», Revista de Libros, El Mercurio, 13 de
diciembre de 1998, pág. 4.

34
Bolaño Infra

desfachatadamente extranjerizante y desafiante de su vestimenta (lu-


ciendo un ancho y provocativo cinturón de cuero con dorada hebilla de
balas/vainas de fusil. «Lo primero que tienes que hacer –le dije, apenas
se apareció por Santiago–, es quitarte ese cinturón», advirtiéndole
que el país estaba ya casi entregado al control y vigilancia militar) le
traerían momentos de ingratos pesares»50. Y tenía razón porque en
la visita que hace Bolaño a sus familiares en Los Ángeles, Mulchén y
Concepción tuvo que sufrir los profundamente incordiales controles
militares, que lo tuvieron en el encierro por unos días.
Sobre ese viaje iniciático Bolaño escribiría en su poema «Overol
blanco»:

¿En qué consiste tu experiencia poética?


Caminar como santo huevón por los márgenes del Mapocho.
Leer a Borges en los pasillos de la universidad
leerlo en poblaciones callampas
Disfrutar la última película del Robbe- Grillet codo a codo
con los cadetes
Desmayarme cuando sin querer descubro la Colt de mi com-
pañera.
Leer entonces a De Rokha en los excusados
Salir de la cárcel con la cabeza en alto y los testículos hin-
chados.
Mirarme en el espejo y ver un montón de gente y yo ahí
sonriéndome esperanzado como jovencito de película (…)51.

Con todo, Bolaño describe la experiencia de estar en Chile en


ese momento como espantosa pero gloriosa, una experiencia vivi-
ficante en la que no sintió miedo o al menos se lo supo aguantar.
«Sólo empecé a darme cuenta de lo que había vivido cuando volví
a México, en enero del 74, y paulatinamente fui entendiendo el lío
en que me había metido»52.

50
El año de la ira. Diario de un poeta chileno en Chile, pág. 32.
51
Bolaño, Roberto. «Overol blanco». Punto de partida, nº 49-50, 1976, pág. 42.
52
«Bolaño y sus circunstancias», pág. 8.

35
Montserrat Madariaga Caro

De vuelta de su cruzada beat, a sus 21 años decide vivir la


vida intensamente en México y se pone en la búsqueda de sus pares
poetas53. Con tal suerte que encontró a Mario Santiago, quien para
Bolaño siempre fue uno de los mejores poetas de la historia y a
quien convierte en Ulises Lima, el otro detective salvaje de su nove-
la. Desde ese día en el café La Habana Bolaño y Mario se hicieron
inseparables. Como dice hoy la viuda de Mario, Rebeca López, «lo
que los identifica es el valor tan cabrón que ambos le están dando
a la palabra»54. Es una amistad muy literaria, que es a partir de la
escritura y para la escritura.
A Mario Santiago le gustaba mucho más que a Bolaño, andar en
«rol» como dicen en México, es decir, disfrutar la noche de lugar en
lugar hasta que amanezca. Y en una de estas ocasiones se encontraba
con Ramón Méndez [Pancho Rodríguez], gran amigo de Mario, igual
de irreverente y apasionado. Ya no les quedaba más ron y caminaban
borrachos por el centro del D.F., sin rumbo, hasta que a Mario se le
ocurre ir a visitar a Bolaño55.

–Llegamos pasaditas las cuatro de la mañana y Roberto nos reci-


bió enojado porque interrumpíamos su sesión diaria de escritura56.

Cuenta Méndez, quien dice que el chileno tenía una rutina es-
tricta desde las cuatro a las ocho de la mañana.
El caso es que a Mario Santiago poco le importó romper el
esquema de su amigo y lo convenció de sacar un jerez para hacer
más interesante la visita. Estaban, entonces, platicando de los libros
leídos, de la poesía, mostrándose los propios poemas que llevaban en
sus morrales, y Bolaño, con su entusiasmo, quizás neurótico, como
diría Quezada, se dirige a Mario Santiago y le dice:

53
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
54
Entrevista a Raúl Silva y Rebeca López, México D.F., febrero de 2006.
55
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
56
Ibidem.

36
Bolaño Infra

¡Tú eres Ginsberg, el Ginsberg de México, y este, este es


Corso!57.

«Éramos los beatniks de México» dice Méndez, quien estaba


feliz de una comparación tan ansiada por todo veinteañero con un
gusto por la literatura. Los beatniks eran los grandes ídolos de su
generación. «A mí me dio el papel de Corso porque yo estuve en la
cárcel antes de conocerlo por deleites contra la salud…», dice Mén-
dez con una sonrisa, probablemente viendo en su cabeza la imagen
de sí mismo, joven, rebelde y fumando marihuana, como un buen
beatnik mexicano58.
Bolaño, en el papel de crítico visionario de las letras, tras escu-
char la torrentosa lectura poética que sus invitados improvisaron,
les anticipa que ellos harán «buena literatura para el mundo». Y
faltó que pasaran unos pocos meses desde ese día de 1975 para que
Mario Santiago le diera la noticia a Méndez de que era tiempo de
fundar un movimiento de poesía subversiva59. Algo así como Bolaño
después relataría en Los detectives salvajes, a través de Juan García
Madero: «Belano y Lima me miraron y dijeron que sin duda yo
ya era un real visceralista y que juntos íbamos a cambiar la poesía
latinoamericana»60.
Rubén Medina [Rafael Barrios], hoy profesor de literatura en
la Universidad de Wisconsin-Madison, conoció a Mario Santiago
en la segunda mitad de 1975. Estaba en el taller de Alejandro Aura,
al igual que José Peguero, y Mario se dedicaba a recorrer diferentes
talleres en busca de «verdaderos poetas o poetas que revelaban una
actitud crítica ante la tradición poética nacional o tenían una actitud
anti-complaciente de su persona y poesía»61. Por ello se toparon en
el taller de Aura. Medina ya llevaba dos años escribiendo poesía

57
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
58
Ibidem.
59
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
60
Los detectives salvajes, pág. 17.
61
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.

37
Montserrat Madariaga Caro

sin la ayuda de ningún taller; Mario vio en él lo que buscaba y se


hicieron amigos. Una semana después este le presentó a Bolaño e
inmediatamente Medina empezó a frecuentar a quienes serían los
infrarrealistas. Entre ellos el mismo Peguero que ya había sido re-
clutado por el chileno.
Pronto el nuevo integrante pudo observar que Mario Santiago
y Bolaño se dividían el trabajo de organización, «si bien este no era
sistemático sino debido a su propia personalidad: Mario era quien
reclutaba poetas para el Infrarrealismo; Roberto se interesaba en
contactar artistas plásticos, editores, y planear publicaciones o reci-
tales. También tomaba la iniciativa de definir los fundamentos del
Infrarrealismo y luego consultaba con Mario y otros infras»62.
El detective salvaje de Bolaño había encontrado a su compañero
indiscutible, Mario Santiago, que como él estaba en busca de los beats
de México, aunque de una manera más visceral, como un impulso,
mientras que Bolaño parecía hacerlo desde su necesidad racional de
formar un movimiento.
La primera lectura pública que hicieron los infrarrealistas fue en
la librería Gandhi, hoy una gran cadena de tiendas que vende lápices,
bolsos, discos de música, y bueno, libros de todo tipo; pero a finales
de 1975 solo existía una sede en la calle Miguel Ángel de Quevedo
a pasos del parque Tagle, en la que se hacían actividades culturales
en el segundo piso, que es hoy la sección «cafetería».
José Vicente Anaya fue quien se consiguió el espacio. Habló
con el encargado y le propuso que cada viernes durante dos meses
se hicieran lecturas infras. Anaya trabajaba en una oficina de publi-
caciones, donde aprovechando la tecnología a mano, fotocopió el
afiche artesanal que había diseñado y que repartieron los infras por
todos lados63.

Ibidem.
62

Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.


63

38
39
Bolaño Infra

Mario Santiago. Fotografía publicada en Pájaro de Calor. Ocho poetas infrarrealistas, ob. cit.
40
Montserrat Madariaga Caro

Arriba: Margarita XX, Mario Santiago, José Rosas Ribeyro, Roberto Bolaño, José Vicente Anaya
Abajo: Rubén Medina, Dina XX, Ramón Méndez, Guadalupe Ochoa, Ramón Méndez.
Fotografía publicada en publicadas en Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, ob. cit
Bolaño Infra

La primera lectura estuvo llena. Yo creo que había más de


ciento veinte personas. Leímos Bolaño y yo. Algunos dicen que fue
allí cuando Roberto leyó el manifiesto pero yo me acuerdo que sólo
intercaló ideas que después estaban en él64.

En esa ocasión Mara Larrosa [María Font], Lorena de la Rocha


y Darío Galicia [Ernesto San Epifanio] llevaron instrumentos de mú-
sica: percusiones, guitarras y flautas. Y cada vez que se terminaba la
lectura de un poema, la música irrumpía la escena y se mezclaba con
el ruido de la gente. Incluso se expusieron algunas obras plásticas de
Carla Rippey y de Rodolfo Sanabria, amigo de los infras65.
Medina también recuerda una multitud de personas, incluso
algunos tuvieron que estar de pie en las orillas. «Aparte de los ami-
gos y conocidos (sobre todo poetas), la gente vino porque había
curiosidad, asombro e incredulidad de que un grupito de jóvenes de
clase baja y desertores de los talleres literarios se atreviera a crear
un movimiento estético y político. Me parece que muchos factores
propiciaron que en esa noche se diera mucha espontaneidad en el
recital y se rompiera con la solemnidad de las lecturas de poesía.
Fue realmente memorable la lectura. No se trataba simplemente
de poesía, sino que la poesía aparecía como parte de un modo de
vida»66.
Los poetas ya no tenían nada más que recitar y el público
aún estaba encendido. La lectura había sido un éxito. Era tanto el
entusiasmo que un contertulio, amigo de Anaya, dijo «¡vamos a mi
casa!» y la fiesta siguió hasta el amanecer a cuatro cuadras de la
Gandhi67.
Este episodio que contiene el espíritu infrarrealista, bien po-
dría ser parte de los recuerdos de Jack Kerouac o, más bien, son los

64
Ibidem.
65
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
66
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
67
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.

41
Montserrat Madariaga Caro

episodios de Kerouac, los que son parte del inconsciente colectivo


de los infras:

…acompañé a la banda de ululantes poetas a la Galería Seis, a


la lectura de aquella noche, que fue, entre otras cosas importantes, la
noche del renacimiento de la poesía en San Francisco. Todo el mundo
estaba allí. Fue una noche delirante. Y yo fui precisamente quien puso
las cosas a tono, al hacer una colecta de monedas de diez y veinticinco
centavos entre el muy serio auditorio que permanecía de pie en la
galería, volver con tres garrafones de cuatro litros de borgoña cali-
forniana y poner a todos calamocanos. De modo que, para las once,
cuando Alvah Goldbook [Allen Ginsberg] estaba leyendo o, mejor
dicho, gimiendo su poema «Gemido» [«Aullido»], con voz un tanto
estropajosa y los brazos extendidos, todo el mundo estaba gritando:
«¡Dale, dale, dale! (como en un encuentro de boxeo)…»68.

Juventud, extravagancia, alcohol, poesía, entusiasmo, todos estos


elementos se encuentran en la primera lectura infra en Gandhi, o en
el «renacimiento poético del D.F.», así como en el debut beatnik en
1955.
El espíritu que buscaba Bolaño en los jóvenes poetas mexicanos
no era otro que el que pregonaba Kerouac en su novela En el cami-
no: «… la única gente que me interesa es la que está loca, la gente
que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas
de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de
[con] lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes
amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces
se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ‘¡Ahhh!’»69. Y
lo encuentra. La poesía infrarrealista nace de esa necesidad de libe-
ración de todas las convenciones y límites que la sociedad impone
en aras del orden. Los infras atacan los cimientos de la idiosincrasia
mexicana desde el germen de la misma: la palabra.

68
Kerouac, Jack. Los vagabundos del Dharma, 1ª ed., Buenos Aires, Losada,
1960, pág. 17.
69
Kerouac, Jack. En el camino, 20ª ed., Barcelona, Anagrama, 2005, pág. 16.

42
Bolaño Infra

Vamos a retirar del caos las preguntas Vamos a descomponer


el sistema y a repetirnos una cosa distinta… Podemos caer en un
charco pero la jugada siempre nos será conocida La máquina de
escribir del futuro en cada acto de la intensidad impaciente el sim-
bolismo insólito el atrevimiento audaz Hemos saludado al orgasmo
Hemos visitado los hospitales siquiátricos de la mente Exigir es
atormentarnos lacerarnos hasta la tormenta de la gripe cortarle las
uñas a los tenedores de la pasión y el suspiro seguir haciéndolo en
este pinche universo encerrado en los globos TNT del kapitalismo
y sus defraudadores Quien no aborda el lomo de la práctica de la
ilusión no contribuirá ni con ½ miligramo del rechazo en bloque
de esta barbarie Tienen la ambición de no acabar en obra de arte
Lo que era contemporáneo ya ha dejado de serlo… Engarróteseme
ahí poesía contestataria nada de vanguardia ni clisé de lo nuevo
El horizonte es largo y hermoso como un beso prolongado en las
diferentes mujeres del sol y de los hombres (…)»70.

Esto es parte de un texto firmado como «MOVIMIENTO INFRA-


RREALISTA» de la revista Correspondencia infra, revista menstrual
del movimiento infrarrealista, número octubre/noviembre de 1977.
Un texto que arde, como diría Kerouac.
Los infrarrealistas, al igual que muchos de los jóvenes de los
setenta veían en los beatniks su alter ego, y tuvieron la suerte de que
en México se editara una revista de culto, El corno emplumado o
The plumed horn, donde había mucha poesía beatnik que leer. Esta
publicación fue un sólido aporte cultural para América durante la
década del sesenta. Su contenido era estrictamente poético, tenía
formato de libro y la particularidad de ser bilingüe. Sus editores
Sergio Mondragón, poeta y escritor mexicano, y Margaret Randall,
poeta beatnik estadounidense, marido y mujer, lograron sacar a
circulación 32 números desde el 62 hasta el 69.
El espíritu de El corno emplumado era el de la revolución pa-
cífica, la liberación del alma. Así se aprecia en el siguiente extracto
de una nota editorial:

Movimiento Infarrealista. «Agua de riñón». Correspondencia infra, revista


70

menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1, 1977, págs. 13-14.

43
Montserrat Madariaga Caro

… Cada poema, y también, cada acto que se realiza, son una


energía que se libera, esto es, un hecho que pone en actividad a la
totalidad universal, un paso que puede acercarnos al ejercicio dichoso
de nuestra infinita libertad71.

Mondragón y Randall creían en la «revolución espiritual de la


conciencia contemporánea»72, y creían en un movimiento america-
nista que a través de la poesía unía a todas las naciones. Por eso en
su publicación, además de tener a grandes como T. S. Elliot, o los
mismos beats, se podía leer antologías como «poesía argentina con-
temporánea» o «poesía nicaragüense contemporánea», entre otras.
Todos los infrarrealistas entrevistados para esta investigación
concuerdan en que los beatniks fueron una inspiración, y que El
Corno Emplumado les dio la posibilidad de leerlos. Medina recuerda
que leían constantemente a Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William
Burroughs. Anaya tradujo al castellano el libro Aullido y otros poe-
mas para la UNAM en el 83 y ha dedicado gran parte de sus estudios
literarios publicados a los beatniks. Bolaño, por su parte, confesó en
una entrevista en 1998 que siempre ha intentado seguir los consejos
de Burroughs: «Para mí Burroughs es el paradigma del escritor. Es
un escritor absolutamente autosuficiente, que puede ir cambiando
de escenarios sin necesidad de cambiar él mismo. Cuando vuelve a
Nueva York vive en una habitación que él llama El Bunker y que es
un tugurio, sin ventanas, en alguna parte de Manhattan»73.

71
Randall, Margaret y Mondragón, Sergio. «Nota de los editores», El Corno
Emplumado, nº 13, 1965, pág. 5.
72
Ibidem.
73
«De aquí a la eternidad», pág. 6.

44
45
Bolaño Infra

José Rosas Ribeyro, Mario Santiago, Cuauhtémoc Méndez y Roberto Bolaño.


Fotografía publicada en publicadas en Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, ob. cit
46
Montserrat Madariaga Caro

JRoberto Bolaño y José Vicente Anaya.


Fotografía publicada en publicadas en Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, ob. cit
Bolaño Infra

«¡Hay que acabar con Octavio Paz!»

Carla Rippey, Ricardo Pascoe y Juan Pascoe, hermanos, viajaron


en trolebús desde la colonia Mixcoac, en el suroeste del D.F., al Zóca-
lo, el centro histórico de la ciudad. Calle Argentina le habían dicho a
Juan Pascoe, mientras apuntaba el número de un edificio en el primer
papel que encontró cerca del teléfono. Bolaño los había invitado a la
gran convocatoria para formar el Movimiento Infrarrealista. Rippey
iba entusiasmada, era la ocasión perfecta para poder descargar su
ímpetu revolucionario y mezclarlo con su gran pasión, el arte. Juan
Pascoe, iba porque Bolaño, sin ser íntimos, le caía bien; además la
literatura también era su campo: había armado su propia imprenta
artesanal hacía dos años, en el 73, el Taller Martín Pescador, nombre
que Bolaño mismo le ayudó a poner y donde este editaría su primer
poemario, Reinventar el amor, por último, Ricardo Pascoe, a quien
Juan describe como el «hermano grave» de la familia, iba más que
nada por acompañar a Carla y a su hermano, aunque también en
representación del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, y
bueno, porque Bolaño era su amigo74.
Desde la calle el edificio era un muro de piedra tezontle, recuerda
Juan Pascoe, como la mayoría de las residencias coloniales de las
calles céntricas. Pasado el frontis se encontraron con tres hileras de
edificaciones; caminaron hasta la más alejada y subieron dos o tres

Entrevista a Carla Rippey y cuestionario de Felipe Ossandón a Juan Pascoe


74

(material entregado por Pascoe para esta investigación).

47
Montserrat Madariaga Caro

pisos. El número garabateado correspondía a la última puerta a la


izquierda, que daba a un «lúgubre galerón sin ventanas» o el living
de los Montané-Krebs75.
De a poco se fue llenando la sala, en total fueron unas cuaren-
ta personas. Los puntuales alcanzaron a sentarse en sillas, otros se
instalaron en el piso y algunos se quedaron parados.

Es muy posible que el Infrarrealismo fuera un movimiento


democrático sin líder alguno –recuerda Pascoe–, pero esa noche
quién coordinaba era Roberto Bolaño: desde su silla de comedor en
el centro del cuarto, sentado en la orilla, los dos pies plantados en el
piso, los brazos en movimiento constante, enfatizando las palabras,
cigarrillo tras cigarrillo dibujando el aire a manera de bastón de
mando. Pronunció palabras de introducción y decidía quienes debían
hablar y en qué orden76.

A esa reunión llegaron Guadalupe Ochoa [Xochitl García] y


José Peguero, quienes eran y son aún pareja. Se conocieron en la pre-
paratoria en 1972. Recordando, Ochoa concluye que mientras ellos
dos estudiaban filosofía y literatura, los hermanos Méndez, Ramón
y Cuauhtémoc [Moctezuma Rodríguez], y Mario Santiago estaban
ocupados yendo de taller en taller «mentando la madre»: acusaban
a los poetas de hacer mala poesía, y declaraban que la verdadera era
la que rompía con todos los cánones77.
El primer taller con el que arrasaron fue el de Juan Bañuelos, Ju-
lio César Álamo en Los detectives salvajes. Su obra Espejo humeante
le había valido el Premio Nacional de poesía de Aguas Calientes en
1968, y ese reconocimiento le llevó a dirigir el taller de poesía del
departamento de Difusión Cultural de la UNAM a finales del 73, un
espacio abierto a cualquiera que se interesara en la creación lírica.
Entre sus contertulios había tanto jóvenes universitarios como señoras

75
Juan Pascoe, cuestionario de Felipe Ossandón.
76
Ibidem.
77
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.

48
Bolaño Infra

cincuentonas, juntos sumaban más o menos veinte personas78. Pero


el respetable poeta Bañuelos, no se esperaba tener entre sus filas a
tres iconoclastas dispuestos a derrocarlo.

La llegada de nosotros al taller de poesía fue una gota que


colmó el vaso de inconformidad de los que asistían. Ellos pedían
estudios serios y no los tenían. Mario Santiago redactó su renuncia,
la firmamos casi todos y nos corrieron a nosotros en vez de a él79.

Cuenta Ramón Méndez, quien junto a su hermano, desde en-


tonces se hicieron íntimos amigos, carnales, como dirían en México,
con Mario Santiago. Este llevaba un año estudiando Filosofía en la
UNAM y se retiró; los Méndez, que venían de Morelia, en el estado
de Michoacán, se iban a inscribir en la universidad, pero Ramón no
se acuerda si lo hicieron o no. Sí está seguro de no haber ido a clases.
Pronto Mario se fue a vivir con ellos a la colonia San Rafael, cerca
del Monumento a la Revolución (no podría haber sido otro).
Y ahí estaban los tres, en la reunión, en el departamento de
Bruno Montané Krebs [Felipe Müller], sentados en la escalera fu-
mando marihuana mientras adentro en la sala se hablaba de poesía
y revolución y se tomaba vino tinto.
La velada se daba sin objeciones y todos aportaban ideas. Pero
cuando se dijo a quienes se ubicaba por enemigos, como Octavio
Paz, –cuenta Peguero– mucha gente se disgustó. En esos años nadie
reconocía que Paz fuera un cacique80. [Los real visceralistas tenían el
mismo parecer: «Nuestra situación (según me pareció entender) es
insostenible, entre el imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo
Neruda. Es decir: entre la espada y la pared»81].
El tema central, la víctima del sacrificio, sin lugar a dudas, era
Octavio Paz: «sus nefastos crímenes al servicio del fascismo interna-

78
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
79
Ibidem.
80
Entrevista a José Peguero, México D.F., febrero de 2006.
81
Los detectives salvajes, pág. 30.

49
Montserrat Madariaga Caro

cional, sus pésimos montículos de palabras que risiblemente llamaba


«poemas», su abyecta ofensa a la inteligencia latinoamericana, aque-
lla aburrición de «revista literaria» que con olor a vómito se hacía
llamar Plural»82. Así describe Juan Pascoe el ataque contra el jefe de
la intelectualidad mexicana que protagonizaron los infras, quienes
vociferaban: «¡Hay que acabar con Octavio Paz!», según Peguero.
Rubén Medina se sorprendió al ver a tanta gente reunida, sabía
que muchos tenían intereses opuestos a los que los infras planteaban,
y en efecto la mayoría no participaría del grupo más allá de esta ce-
remonia inicial. Hoy, Medina piensa que no entendían o compartían
el rechazo a la tradición poética:

A esa reunión, me parece, vinieron algunos invitados a «orien-


tarnos», a señalarnos el camino que felizmente no seguimos. Después
de terminada la reunión se quedó en el departamento el grupo que en
su mayoría constituiría el Infrarrealismo. Pero no siguió la discusión
sino el reventón. De algún lado salió una guitarra, instrumentos de
percusión, tequila, canciones de los Rolling Stones83.

A la vuelta de la tertulia, iban Carla Rippey y los hermanos


Pascoe acompañados por Roberto Bolaño caminando por la calle.
Rippey ya no iba tan entusiasmada, en su castellano agringado ha-
bía expuesto sus ideas sobre el compromiso político que el artista
contemporáneo debía tener, pero los presentes no la tomaron mu-
cho en cuenta, e incluso ella notó un dejo de disgusto. Más tarde le
dirían que su propuesta de hecho no había sido muy bien acogida
por ser norteamericana84. Juan Pascoe aprovechó la oportunidad
para preguntarle a Bolaño qué era lo que había dicho, en definitiva,
un joven que leyó un ensayo sobre la estética marxista. Por lo que
Pascoe había visto, Bolaño escuchó atentamente la lectura e hizo
preguntas de rigor. Sin embargo, una vez planteada la interrogante,

82
Juan Pascoe, cuestionario de Felipe Ossandón.
83
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
84
Entrevista a Carla Rippey, México D.F., febrero de 2006.

50
Bolaño Infra

Bolaño soltó una carcajada, dijo no tener la menor idea y agregó:


«Hacer unas preguntas sobre un detalle mínimo muestra respeto
hacia el autor; le hace sentir que su pensamiento ha sido escuchado,
despertado inquietud». Juan recuerda haber pensado: «Ah, entonces
Bolaño es un buen actor»85.
Ya en el trolebús devuelta a Mixcoac, Ricardo, quien no ha-
bía abierto la boca en toda la noche, redondeó la velada diciendo:
«Entonces, hemos presenciado, un acto improvisado de la tragedia
de Sófocles, Edipo el Rey, en el cual se comprueba que la primera
tarea para que los poetas adolescentes puedan crear una voz que se
escuche en la injusticia constante del mundo de las letras, es «matar
al padre» –a Paz»86.
Finalmente los pequeños edipos llegaron a ser veinte: Ma-
rio Santiago [Ulises Lima], Roberto Bolaño [Arturo Belano],
José Vicente Anaya, Juan Esteban Harrington87 (chileno), Jorge
Hernández «Piel Divina» [Piel Divina], Rubén Medina [Rafael
Barrios], Ramón y Cuauhtémoc Méndez [Pancho y Moctezuma
Rodríguez], Lisa Johnson [Laura Jáuregui], Mara y Vera Larrosa
[María y Angélica Font], Gelles Lebrija (prima de las anteriores),
Pedro Damián, Víctor Monjarás- Ruiz, Bruno Montané (chileno)
[Felipe Müller], Guadalupe Ochoa [Xóchitl García], José Peguero
[Jacinto Requena], Estela Ramírez, Lorena de la Rocha y José
Rosas Ribeyro (peruano)88.
Hubo otras personas, como Carla Rippey, que simpatizaban
con el movimiento, es decir que convivían con ellos, eran invitados
a las fiestas y a las lecturas poéticas, pero no se hacían llamar in-
frarrealistas.

85
Juan Pascoe, cuestionario de Felipe Ossandón.
86
Ibidem.
87
Juan Esteban Harrington ha dicho en entrevistas que él es el personaje Juan
García Madero, pero Bolaño nunca se pronunció al respecto.
88
Según la lista que hizo José Vicente Anaya sobre los «Poetas fundadores del
Infrarrealismo».

51
Montserrat Madariaga Caro

La mayoría había estado o en el taller de Juan Bañuelos en la


UNAM o en el taller de Alejandro Aura en Casa del Lago, y aquellos
que no, llegan al grupo por su amistad con alguno de los primeros.
Es el caso, por ejemplo, de Jorge Hernández, quien era amigo de
Rubén Medina, estudiaban juntos Filosofía.
Bolaño y Montané se conocieron por ser compatriotas. La
familia de Montané llega en 1974 a Ciudad de México arrancan-
do de la dictadura de Augusto Pinochet. Antes de partir, Montané
obtuvo de Jaime Quezada la dirección de una familia chilena vi-
viendo en el D.F., la familia Bolaño-Ávalos, como es de suponer.
Cuando fui a visitarlo –dice Montané– él salía de su edificio y le
pregunté si conocía a un vecino que era chileno, y que se llamaba
Roberto: «yo soy Roberto», me contestó curioso y sonriente89.
Montané le contó que escribía poesía, y este que creaba obras de
teatro con raros superhéroes. Tiempo después, ya consolidada la
amistad, el chileno/mexicano le invitaría a participar del fin de sus
días dramáticos, con la quema de las setecientas páginas escritas
para montajes de teatro:

–Mientras las páginas se quemaban tuve la impresión de que


Roberto sabía que la fuerza poética reunida en esas páginas –esa
concentración alcanzada en largas noches de intensa escritura– se
vería multiplicada por esa suerte de ritual de la pérdida. Fue como
si dijera, ya está, ahora a escribir versos, a escribir poemas, todo lo
que ahora puedo aprender está en la poesía90.

En 1975 Bolaño ya se consideraba a sí mismo un gran poeta,


incluso capaz de formar un movimiento. A pesar de esa grandeza,
para la convocatoria infrarrealista en casa de Bruno Montané Bolaño
y Mario Santiago invitaron al que se les cruzó por delante: poetas,
músicos y narradores. La elección quisquillosa de vates que habían
practicado hasta entonces perdió su filtro. Pero los infras ya sabían

Montané, Bruno. «Días de México D.F.». Turia, nº 75, 2005, pág. 232.
89

Ibidem.
90

52
Bolaño Infra

lo que era ser infra, ergo, sabían que no cualquiera se sentiría iden-
tificado. «Nos unía que éramos distintos a los demás, que podíamos
cambiarnos a nosotros mismos», dice Guadalupe Ochoa. Incluso
habían tenido reuniones anteriores donde conversaron las directrices
del grupo. Muchas de estas se hicieron en la casa de Anaya:

La primera discusión trató sobre si estábamos de acuerdo en la


rebelión y en hacer de la vida poesía. Yo creo que formalmente no
todos escribíamos igual pero sí estábamos convencidos de hacer una
poesía viva, de experiencias vivificantes, o sea no estar inventando
que haces el amor, sino que realmente hacerlo en tu poema, realmente
ver cosas extraordinarias y no usar la imagen como recurso literario.
Lo que vives hace la poesía91.

Las casas-sedes del Infrarrealismo fueron la de Anaya, cuando


vivía en la colonia Nápoles, la de las hermanas Larrosa en la colonia
Hipódromo Condesa y la de Montané en el Zócalo. Y por supuesto
los cafés de chinos en el centro de la ciudad, las tabernas, aunque
allí las mujeres eran poco bienvenidas, y el mítico café La Habana.
[En Los detectives…, García Madero cuenta que las reuniones se
celebraban en el Café Quito, en la casa de María Font, es decir de
las hermanas Larrosa, y donde Catalina O’ Hara, es decir Carla Ri-
ppey92. En la realidad, allí se encontraba la imprenta de Juan Pascoe,
y verdaderamente fue un lugar abierto a los amigos]. O como diría
Ramón Méndez: «La agarramos por la libre y nos juntábamos en
cafés, cervecerías, cantinas, pulcatas y ¡que traigan otra cubeta de
ajo! No es que sea de ajo, sino que de ha-jodido ¡porque no tienes
más que para el blanco!»93.
No hay que olvidar que los integrantes del movimiento para
1975 apenas tenían poco más de veinte años, la mayoría tenía 22
como Bolaño; Harrington era el más joven con 15 y Anaya el más

91
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
92
Los detectives salvajes, pág. 23.
93
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.

53
Montserrat Madariaga Caro

adulto con 28, y por eso las reuniones muchas veces terminaban en
reventones. Ese vigor propio de la juventud subyace, o mejor dicho,
envuelve hasta los dictámenes más serios del movimiento:

«DÉJENLO TODO, NUEVAMENTE


LÁNCENSE A LOS CAMINOS»94.

Es el mensaje que cierra el manifiesto infrarrealista que escribió


Bolaño el 76. Justo antes dice: «Hacer aparecer las nuevas sensa-
ciones-Subvertir la cotidianeidad»95, y resume en esas dos frases la
esencia de la actitud infra.

La actitud es la poesía ¡Es cambiémoslo todo! Rechazábamos


desde la explotación, la opresión, el imperialismo, el capitalismo,
hasta las relaciones amorosas con reglas rígidas: ¡¿Por qué me tengo
que casar?!... Todas las formalidades que tienen que ver con una
cortesía que atora96.

Así lo ve Guadalupe Ochoa, mientras que Peguero encuentra


gracioso mirar hacia atrás y ver a Geles Lebrija llamando, en mitad
de la calle y a viva voz, «machitos deprimentes» a los hombres que
pasaban a su lado, o a todas sus amigas mirándole «las nalgas» a los
hombres sin ningún pudor. Lo hacían como una provocación –dice
Peguero– sin ser parte de ningún partido feminista97. A pesar de ello,
Bolaño en su novela inventa el movimiento Mexicanas al Grito de
Guerra, al cual las hermanas Font y Laura Jáuregui habrían pertene-
cido. Quizás esto fue una especie de homenaje al atrevimiento de sus
compañeras, ya que en 1970 el feminismo era algo incipiente dentro
de un país de machos; era literatura pero poca realidad, es decir se

94
Bolaño, Roberto. «Déjenlo todo, nuevamente». Correspondencia infra, revista
menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1, 1977, pág. 11.
95
Ibidem.
96
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.
97
Entrevista a José Peguero, México D.F., febrero de 2006.

54
Bolaño Infra

publicaban libros como Hembra y Libre de Bárbara Seaman (1976)


pero en la práctica el chovinismo seguía vigente. Incluso en la misma
vanguardia infra hubo quejas, Ochoa recuerda que los hombres
eran los que tomaban las decisiones a la hora de hacer una revista,
no obstante la informalidad con que lo hacían. «Es decir, si es que
hubiera habido un comité de redacción nosotras no hubiéramos sido
invitadas»98, explica Guadalupe.
Los infras, más allá de ser parricidas y provocadores, eran
jóvenes con los morrales pesados de libros y llenos de hojas con
poemas escritos a pulso. Andaban a pie y caminaban largos trechos
desde el bosque de Chapultepec donde está la Casa del Lago hasta
el principio de la calle Bucareli en el centro. Esas caminatas eran
parte de su quehacer poético, permitían conversaciones de horas,
fértiles en ideas para nuevas escrituras, de hecho era común ver a
Mario Santiago caminando y escribiendo un poema en la solapa de
algún libro.
La parada habitual era el café La Habana, una especie de centro
de reuniones o Casa Club no exclusiva, donde los infras podían en-
contrarse sin previa cita: «…estos visitantes se aparecían por el café
La Habana buscando una complicidad más o menos aleatoria con
los otros azarosos contertulios –en realidad una corte de aparecidos–
pero la asistencia de cada cual no estaba en absoluto garantizada»99.
Recuerda Montané, y Bolaño lo retrata tal cual en su novela a través
de García Madero: «Llevaba unas cuatro horas en el café Quito, ya
había ingerido tres cafés con leche y mi entusiasmo por la lectura y
la escritura comenzaba a languidecer cuando apareció Pancho y me
pidió que lo acompañara. Accedí encantado»100.
Del café podía que partieran a jugar billar en un salón que
estaba a dos cuadras, como podía ser que se quedaran atornillados
a las sillas leyendo, comentando lo leído, mostrándose mutuamen-

98
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.
99
«Días de México D.F.», pág. 232.
100
Los detectives salvajes, pág. 32.

55
Montserrat Madariaga Caro

te los nuevos libros «prestados» de las librerías, o en su defecto,


comprados; también podía estar cada cual en lo suyo, escribiendo
poemas o haciendo una especie de poesía colectiva entre tanta mutua
corrección, si es que no estaban ya de frentón creando poesía apócrifa
que adjudicaban a autores o corrientes inexistentes. El caso es que,
como dice Ochoa, podían «llegar a las dos de la tarde al Habana y
estar hasta las once o doce, cuando cerraban, con un sólo café porque
no teníamos para más»101.
La calle Bucareli, donde se encuentra el café La Habana, no
es únicamente parte del mundo poético de los infras, es famosa en
Ciudad de México por tener personalidad. Es una de esas calles que
siempre se cuelan en la historia y guardan pedazos de esta en sus
paredes, en sus locales, en los chismes de los que la transitan. Muchas
de sus construcciones datan de principios de 1900. Desde la calle y
entre rejas de hierro forjado, se ven los pasajes que hacen de patios
para las viviendas victorianas que forman unas «Ues» cuadradas; pero
también están los cuarteles generales de algunos periódicos, dos o tres
al principio de la calle, que transportan a la modernidad de los años
cincuenta. Y el fin de siglo le añadió el comercio de materiales para
la construcción y talleres mecánicos, dándole un aire decadente.
En el 76, un intelectual de la época, Gilberto de Estrabau, escribió
para la revista Plural las «Crónicas de Bucareli», en las que relata sus
aventuras bohemias de juventud con sus amigos, quienes también
crecieron a ser conocidos en el mundo de las letras. En la primera
crónica hace una descripción de la calle que dice así:

Bucareli es un túnel entre dos mundos: por un lado Reforma


y Juárez, Nonoalco, La Villa, el centro; por el otro Chapultepec, el
Metro, la Zona, el Bosque, las Lomas, Televicentro, el Aeropuerto.
Pero la calle no comparte ninguna característica con aquellos a quie-
nes une: es la calle más popular pero menos proletaria de México;
es tan reaccionaria que no admite ser burguesa. La han recorrido y
vivido tantos periodistas y prostitutas, los seres más románticos y

Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.


101

56
Bolaño Infra

ensimismados del planeta, que le ha quedado flotando un manto


impenetrable de emociones, un asimoviano palio de sentimientos
que, junto con las dos hileras de fachadas y el pavimento varicoso
de rieles que todos conocen, forman el tubo mágico por el que re-
corren estas crónicas102.

El café La Habana es parte del misticismo de Bucareli. Una de


las historias que se cuentan es que Fidel Castro y el Che Guevara
habrían planeado allí el derrocamiento de Batista. El lugar data de
la década del cincuenta, es un salón amplio, de techo alto y tonos
cafés y anaranjados103. Es conocido por su clientela periodística;
Montané recuerda que «muchos de los asiduos del café La Habana
eran periodistas culturales, gentes que intentaban subsistir como
podían escribiendo reseñas de libros o críticas de exposiciones de
pinturas. Desde nuestra posición casi adolescente, nosotros los
considerábamos con un respeto casi teatral que nunca dejaba de ser
irónico y cariñoso: Roberto, con una implacable entereza y estilo
viceral –él ya tenía 21 años–, yo, con un ímpetu algo ingenuo que, a
pesar de mi entusiasmo, pero también por mi irremediable timidez,
intentaba estar a la altura de las circunstancias»104.
Pero no sólo olía a tinta, los españoles exiliados por la Guerra
Civil, se tomaron el lugar y lo transformaron en un centro de re-
uniones al estilo europeo, donde pasaban las horas (aún pasan los
que quedan) leyendo o conversando o jugando al dominó con un
vaso de whisky en la mano. Al poco tiempo el café se convirtió en
un refugio de literatos, y los infras adoptaron esa tradición. Juan
Pascoe lo recuerda bien:

Cada mesa del Café La Habana agrupaba una tendencia poética


distinta, y con frecuencia, antagónica. Bolaño se sentaba o solo (ahí

102
De Estrabau, Gilberto. «Crónicas de Bucareli: Frambelia Stop», Plural, nº 61,
1976, pág. 57.
103
Hasta 2006.
104
«Días de México D.F.», págs. 231-232.

57
Montserrat Madariaga Caro

también llegaban poetas a leer y escribir, a cambio de una sucesión


de cafés con leche, o cafés express) o con algunos infrarrealistas, si
es que alguno de ellos anduviera por el centro105.

Peguero, por su parte, se acuerda de haber estado sentado en


una mesa del café y ver a Bolaño llegar, dar unos pasos desde el um-
bral de la puerta, mirar en todas direcciones y darse la vuelta hacia
la calle para salir rápidamente. Momento en el que él u otro infra
tenía que ir tras de Bolaño antes de que se perdiera por las calles.
Esto pasó más de una vez porque Bolaño no veía ni sus zapatos de
lo ciego que era106.
La narrativa del chileno tiene mucho que agradecerle al Haba-
na, un lugar lleno de historias por el que pasaron personajes como
Alcira Sous Scaffo, Auxilio Lacouture en la ficción, y Lilian Serpas
con su hijo Carlos Coffeen Serpas, retratados en Amuleto; en la
novela Coffeen es un artista tachado de loco y huraño que aún vive
en la casa de su mamá, y en la realidad, al parecer no muy lejos de
la fantasía, un pintor que cambiaba sus cuadros por comida. Rafael
Catana, músico amigo de los infras, asegura que había un restaurante
de antojitos con una pared repleta de sus obras107.
Otra persona inmortalizada por Bolaño –para bien o para mal–
es Jim, del cuento homónimo de «El gaucho insufrible». El gringo
Jim era dueño de una pizzería que quedaba a una cuadra del café,
por la misma calle Bucareli. Ya en Los detectives salvajes le otorga
un párrafo. Según Peguero, a Bolaño se le antojaban bastante esas
rebanadas de pizza.
Un segundo lugar que los infras frecuentaban o la otra parada
en su periplo poético, era la Casa del Lago. Ahí se hacían lecturas,
además de los talleres a los que algunos habían asistido. La casa
está dentro del bosque de Chapultepec, se llega a ella por la calle

105
Juan Pascoe, cuestionario de Felipe Ossandón.
106
Entrevista a José Peguero, México D.F., febrero de 2006.
107
Entrevista a José Peguero y Rafael Catana, México D.F., febrero de 2006.

58
Bolaño Infra

Reforma y se encuentra, justamente, a orillas del Lago Mayor. Es


una casona hecha a principios del siglo XX por encargo de Porfirio
Díaz quien quería tener una residencia veraniega. Desde entonces
ha tenido diversos usos como: Automóvil Club, Centro de Reparto
Agrario durante la Revolución, sede del Instituto de Biología de la
UNAM, y desde 1959, con Juan José Arreola a la cabeza, Centro de
Extensión de la universidad. Lo que su historia oficial no contempla
es que también fue la «oficina» de los infrarrealistas, así le puso José
Peguero al pequeño parque que rodea la estatua de León Felipe, frente
a la casa, allí donde los infrarrealistas se sentaban a conversar por
horas, planeando sus locuras líricas.
Hugo Gutiérrez Vega, estuvo a cargo de la Casa del Lago del
74 al 76. Él fue uno de los pocos intelectuales del stablishment que
tenía una buena relación con los infrarrealistas. Gutiérrez llegó a
saber de ellos por recomendación de chilenos exiliados en México,
había sido presidente del Comité de Apoyo a la Unidad Popular, y
dice recordar que gente que frecuentaba ese círculo le habló de Bo-
laño y sus amigos. Luego este lo visitó personalmente para pedirle
un espacio en Casa del Lago donde reunirse con su grupo poético
y la posibilidad de hacer recitales. Gutiérrez asegura haber ofrecido
una galería en el subterráneo de la casa, pero ninguno de los infras
entrevistados recuerda este lugar, de hecho todos recalcan que nunca
tuvieron un espacio donde reunirse, más allá de aquellos de los que se
apropiaban. Lo que sí se dio con certeza fueron las lecturas poéticas,
como recuerda Ramón Méndez, no exentas del acento infra:

Dijimos dos veces poemas ahí. Una de ellas fue cuando salimos
y nos sacamos esas fotos que salen en Correspondencia infra. En
el otro recital, no quisimos entregar el recinto porque nos habían
tardado en entregar el espacio como veinte minutos, pero después
pasaron los veinte minutos y nosotros seguimos leyendo poemas. Y
bueno, ya fueron a pedirnos con ruegos que nos quitáramos porque
había otro evento, teatro o algo así. Entonces nosotros preguntamos
al público: «¡¿Qué quieren, teatro o poesía infrarrealista?!». Y la

59
Montserrat Madariaga Caro

gente gritó ¡poesía! A los de Casa del Lago no les quedó otra que
pasarnos a la sala del Cine Club108.

En la novela Bolaño recrea un par de lecturas en ese lugar, pero


con finales menos exitosos: «Me contaron que una vez Arturo Belano
dio una conferencia en la Casa del Lago y que cuando le tocó hablar
se olvidó de todo, creo que la conferencia era sobre poesía chilena
y Belano improvisó una charla sobre películas de terror. Otra vez la
conferencia la dio Ulises Lima y no fue nadie»109. Sin embargo, más
que tragicómicos, los infrarrealistas eran escandalosos. Dentro de sus
códigos no estaba el pasar desapercibido. Para Méndez la razón por
la cual ninguna institución les cedió una sala de reuniones es porque
antes de formarse el grupo, Mario Santiago, Cuauhtémoc y él mismo,
«el ala rebelde» como dice, ya tenían fama de desestabilizadores de
talleres. Luego de la renuncia que hicieron firmar a Juan Bañuelos
quedaron fichados por la cultura oficial y, por ello, vetados. Hugo
Gutiérrez Vega, estando del otro lado, lo reconoce: «Casa del Lago
fue su único refugio. Tuve ciertos problemas para apoyarlos, para
que siguieran ahí. Se les consideraba un grupo muy provocador»110.
Después de todo Casa del Lago era parte de la UNAM, y la experiencia
«Bañuelos» se dio también en sus cortes.
Hoy el editor de La jornada semanal se acuerda de los infras
como jóvenes con morrales y sandalias indias, un estilo de hippies
muy mexicanos, muy «folklore nacional», que hablaban de una rup-
tura total con la realidad, «de buscar las pulsiones inconscientes, casi
como los surrealistas y dadaístas, pero aún más abajo, por eso eran
los infras»111. [Esto se puede relacionar con lo que García Madero
entendía sobre la poesía de los realvisceralistas: «Precisamente una
de las premisas para escribir poesía preconizadas por el realismo

108
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
109
Los detectives salvajes, pág. 87.
110
Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega, México D.F., febrero de 2006.
111
Ibidem.

60
Bolaño Infra

visceral, si mal no recuerdo (aunque la verdad es que no pondría


las manos en el fuego), era la desconexión transitoria con cierto
tipo de realidad»112]. A pesar de las intenciones de los infras, para
Gutiérrez eran menos iconoclastas de lo que hubieran querido a la
hora de escribir, pero sí que tenían una «voluntad experimentadora
muy interesante para su momento histórico»113.
Mientras sucedían las lecturas poéticas, se veía teatro o escucha-
ba una sinfonía en el bosque de Chapultepec, en las calles del D.F. se
percibían otros ritmos, vibraciones que los infras por ser transeúntes
noctámbulos también vivían: se escuchaban los susurros de la Guerra
Sucia que venía prolongándose desde la matanza de 1968.
El presidente Echeverría había sido muy astuto en culpar a la
administración del gobierno anterior por las atrocidades cometidas,
cualquier cosa que estuviera mal en el país era debido a las artimañas
de los «emisores del pasado», como gustaba llamarles, que buscaban
sabotear su gobierno. Pero el nuevo mandatario tuvo el descaro de
volver sobre los pasos que había dado en Tlatelolco, y el diez de
junio del 71, cuando los estudiantes de ciudad de México decidieron
marchar en apoyo a los de Monterrey en sus protestas contra las
decisiones de su gobernador, mandó a su grupo paramilitar llamado
«los halcones» a terminar con la manifestación, y con los estudiantes.
Obviamente, Echeverría no se hizo responsable de ello y destituyó
al regente del D.F., Alfonso Martínez Domínguez, deshaciéndose de
dos problemas de una vez, ya que este era un fuerte presidenciable
–hasta el diez de junio, claro está114.
La nueva muestra de extrema represión a la que el gobierno
podía llegar, contribuyó a que los ánimos guerrilleros aumentaran
y a que muchos jóvenes se unieran a grupos de izquierda en contra
del gobierno priista. Sin ir más lejos, los hermanos Méndez y Piel
Divina militaron en la Liga Socialista, heredera de los ideales de la

112
Los detectives salvajes, pág. 19.
113
Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega, México D.F., febrero de 2006.
114
Tragicomedia mexicana, la vida en México de 1970 a 1982, págs. 24-28.

61
Montserrat Madariaga Caro

otrora Liga Leninista Espartaco, fundada por José Revueltas en 1960


(Revueltas, no sólo sería un líder político para algunos infras, sino
también el mentor literario de todos ellos). Según Ramón Méndez,
la verdadera militancia de Piel Divina eran las mujeres, y ellos tenían
«dos compromisos: muchachas sí, pero también sindicatos y otros
asuntos laborales»115.

Cuauhtémoc y Ramón siempre nos estuvieron fastidiando para


que nos incorporáramos y que dejáramos esta posición pequeño
burguesa y que militáramos en algún partido. Aun así nos mantu-
vimos con la idea de hacer un grupo que incorporara las bondades
del movimiento trotskista y el movimiento revolucionario, pero con
la idea de avanzar a través de la poesía116.

Eso cuenta Peguero, quien añade que los Méndez estaban ficha-
dos por la policía, y que Cuauhtémoc además fue líder sindical de
la sección 87 de la Secretaría de la Salud, otra batalla que traslucía
una guerra civil no declarada, que duraría hasta finales del setenta.
En resumidas cuentas, la Ciudad de México en ese periodo fue terri-
torio del Ejército, en especial de la Dirección Federal de Seguridad,
que retenía, torturaba y desaparecía a quienes fueran sospechosos
opositores al régimen.
Aun bajo este clima, la mayoría de los infrarrealistas tenían otra
revolución en mente, estando de acuerdo con el pensamiento de la
Cuarta Internacional Comunista, la lucha que ellos debían llevar
era en el campo de las letras. Y no con menos ímpetu que el que un
militante ofrenda a su partido, se propusieron «¡Volarle la tapa de los
sesos a la cultura oficial!»117, como dice Ramón Méndez, enérgico, a
más de treinta años de habérselo planteado. Y Anaya, lo confirma:

Nos movía una clara confrontación con el status quo, el querer


vivir diferente, con libertad. Nos unía también lo festivo, lo lúdico, el

115
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
116
Entrevista a José Peguero, México D.F., febrero de 2006.
117
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.

62
Bolaño Infra

reír, disfrutar de la vida, bailar, hacer el amor. Y lo lúdico implicaba


ciertas presencias públicas, donde, según el status quo, saboteábamos
las reuniones culturales118.

Ramón Méndez en la ciudad de Morelia. Fotografía de 2005.

Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.


118

63
64
Montserrat Madariaga Caro

Bruno Montané y Roberto Bolaño.


Fotografía publicada en publicadas en Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, ob. cit
Bolaño Infra

La cultura oficial contraataca

El año 76 está empezando. Los infrarrealistas ya son un grupo


definido, han conversado sus objetivos y saben cómo llevarlos a cabo.
En el programa de la Casa del Lago está el nombre de David Huerta
como invitado a leer sus poemas. Es el hijo de Efraín Huerta, poeta
ya en sus últimos años de vida que recibe, de cuando en cuando, a
los infrarrealistas en su casa para conversar y pasar un buen rato.
El día de la lectura se preparó uno de los salones principales de la
casa, una habitación larga pero no muy grande, con un escenario al
fondo, butacas y pequeñas gradas para los espectadores.
Entre el público se sientan algunos infras, unos quince en to-
tal, todos dispersos como si no se conocieran. David Huerta sale al
escenario y empieza a recitar su obra. Al poco tiempo es interrum-
pido: Roberto Bolaño y Mario Santiago se levantan de sus butacas
y empiezan a gritar. El poeta sigue leyendo pero ahora más infras
se levantan y lo parafrasean a viva voz. Los asistentes se inquietan;
nadie logra concentrarse en la poesía, algunos no pueden ocultar
la risa, otros afilan sus caras como diciendo ¡qué falta de respeto!
La lectura se convierte en un alboroto sin sentido. Los infras están
felices. Efraín Huerta, el padre, no tanto119.

La idea de surgir como grupo y tirar codazos –cuenta Peguero–


era una cosa bien sencilla: era ir a los recitales de poesía de los otros
y ¡taca-taca-taca! Todo lo que se dijo después, de que había golpes y

Entrevista a José Vicente Anaya, Rubén Medina y Bruno Montané.


119

65
Montserrat Madariaga Caro

malas palabras, es mentira. Se trataba de decir lo que estaba pasando


con la poesía y pillarlos en sus propias palabras, increparlos a partir
de sus propios poemas. No se nos escapaba nadie120.

Los infras le declararon la guerra a los poetas acomodados:


aquellos que tenían un puesto seguro ante la cultura oficial sin nin-
gún mérito, ya sea por acercarse al gobierno a cambio de una buena
beca o lugar de trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, o
por ser discípulos de algún consagrado literato con todos los buenos
contactos. Pero la lista negra no paraba ahí, también había que denun-
ciar a los mediocres, poetas que alguna vez ganaron honradamente
un reconocimiento, pero nunca más progresaron121. En resumidas
cuentas, estaban contra todo aquel que no fuera un genuino artista
de calidad, independiente de cualquier institución o grupo cultural
poderoso. Se encontraban en la misma posición que su doble ficticio
en Los detectives salvajes:

…los real visceralistas no estaban en ninguno de los dos bandos


[de los poetas campesinos y de Octavio Paz], ni con los neopriístas
ni con la otredad, ni con los neoestalinistas ni con los exquisitos,
ni con los que vivían del erario público ni con los que vivían de la
Universidad, ni con los que se vendían ni con los que compraban,
ni con los que estaban en la tradición ni con los que convertían la
ignorancia en arrogancia, ni con los blancos ni con los negros, ni con
los latinoamericanistas ni con los cosmopolitas122.

Como se puede apreciar, Octavio Paz no era el único enemigo


de los infras, era el más notorio, y por eso un símbolo de los vicios
que veían en el espectro literario de México. Pero el talante infra
buscaba arrasar con todo modelo pre-establecido, con la estructura
jerárquica de la cultura. Ese era el fin de las interrupciones poéticas,
por ende no fueron espontáneas, más bien eran parte del currículo

120
Entrevista a José Peguero, México D.F., febrero de 2006.
121
Ibidem.
122
Los detectives salvajes, pág. 352.

66
Bolaño Infra

infrarrealista; se entretuvieron viendo las formas en que podrían


«mentarle la madre» a la cultura oficial. Anaya cuenta que en una
de esas reuniones donde discutían sus ataques, se le ocurrió ir con
pistolas de salva a un recital de Octavio Paz para disparar y gritar:
¡la poesía ha muerto! Pero la idea se desechó por un posible infarto
del señor Paz. Mirando hacia atrás, Anaya rescata la originalidad
y lo bien que lo pasaban, «era una forma brillante de expresarse
en lugar de hacer un ensayo»123. Pero este acuerdo de hacer trave-
suras en el campo minado de la literatura tenía como antecedente
que algunos de ellos ya eran peritos en la singular práctica, así lo
atestigua Rubén Medina:

Desde antes de constituirse el Infrarrealismo varios de los infras


mexicanos desarrollaron la costumbre de interrumpir lecturas de
poetas (incluso de Octavio Paz). También se subían al escenario a
leer sus propios poemas. Al constituirse el Infrarrealismo se continúo
con esa práctica. Otra actividad favorita de Mario Santiago era ir a
las presentaciones de libros y atacar críticamente al autor en turno,
o ir a la entrega de premios literarios. Todo esto creó mucho temor
ante nuestra presencia o posible llegada a estos actos124.

Los infrarrealistas concuerdan en lo último que dice Medina:


sus apariciones en los encuentros poéticos les valieron más que el
temor, el odio del stablishment. Anaya opina que los poetas estatales
se asustaban con lo que él veía como una capacidad lúdica de su
parte. «Ellos decían que éramos unos fascistas y no había nada de
eso»125. Para Rebeca López, viuda de Mario Santiago, estas activida-
des, y todo lo que hacían los infras, eran propositivas porque ellos
criticaban con el derecho que les daba el estar escribiendo, el hacer
poesía que, ellos sentían, aportaba mucho más que la del resto126.

123
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
124
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
125
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
126
Entrevista a Guadalupe Ochoa y Rebeca López, México D.F., febrero de 2006.

67
Montserrat Madariaga Caro

Curiosamente, Bolaño, luego de aquella primera aparición, se


mantuvo al margen. Los infras entrevistados no lo recuerdan en otras
historias de interrupciones. Incluso Medina agrega que «siempre
estaba ausente en esas actividades, pero luego se enteraba de ellas y
apuntaba todo en sus cuadernos. Minuciosamente»127.
Lo cierto es que Bolaño supo de antemano que el stablishment
iba a detestar a su grupo poético, incluso antes de que hicieran
cualquier intromisión. Ramón Méndez recuerda que en esa visita
a las cuatro de la madrugada que le hicieron a Bolaño con Mario
Santiago, este les dijo que su problema había sido rebelarse contra
una de las glorias de la literatura mexicana (Bañuelos) y que por eso
los tendrían tachados. «Son como soles negros, dijo, no se ven, pero
eso es materia condensada a tal grado que hace caer la luz por su
peso. Ustedes van a ser la literatura clásica del siglo XX»128. Méndez
dice que fue tanto el entusiasmo que llamaron a su hermano Cuau-
htémoc, el que les respondió: «¡Que cómo que infrarrealistas, quién
es ese chileno, hijo de la chingada!» Y cuando le explicaron la teoría
de los soles negros y su problema con la cultura oficial, Cuauhtémoc
dijo: «Vamos, infrarrealistas seremos»129.
Juan Villoro, que es de la misma generación de los infras, iba al
taller de narrativa de Miguel Donoso Pareja en la UNAM, paralelo
al taller de Juan Bañuelos. En esa época tuvo ocasión de conocer a
Mario Santiago y a Bolaño, y se acuerda de que los infrarrealistas
se presentaron como un grupo de ruptura, «muy bronco y áspero,
que iba a desestabilizar la realidad mexicana»130. Villoro se explica
el repudio de la cultura oficial por la idiosincrasia del país:

La sociedad mexicana es muy de formas, muy respetuosa de


las maneras, muy educada, donde nunca ha sido posible que haya
vanguardias radicales. Acá el escritor tiene que tener algo de gentle-

127
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
128
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
129
Ibidem.
130
Entrevista a Juan Villoro, México, febrero de 2006.

68
Bolaño Infra

man, de bien portado porque sino simplemente se convierte en un


asocial… Los infras cayeron mal porque parecían muy arrogantes
queriendo cambiarlo todo, irrespetuosos y dinamiteros131.

No sólo los infrarrealistas sufrieron la cerrazón de la «alta


cultura mexicana», los viejos estandartes se asustaban con cualquier
talento que jugara bajo sus propias reglas. La década del setenta
se destacó por su apertura cultural (paradójicamente paralela a la
represión), los jóvenes empezaron a leer más y a interesarse por la
creación literaria. Y como dice José Agustín, escritor de la época:
«Naturalmente, el Establishment, por naturaleza elitista, se alarmó
anta la efervescencia cultural. Muchos creían que tanto escritor en
México era algo dañino, pues bajaba el nivel de calidad»132.
Como para dejar constancia del hermetismo, en 1975 el suple-
mento La cultura en México hizo una encuesta a la intelectualidad
sobre el estado de la cultura. En ella las jóvenes promesas Héctor
Aguilar Camín, José Joaquín Blanco y Enrique Krauze la denun-
ciaban analfabeta debido a la moda del socialismo y la sexualidad
desinhibida, lo que daba como resultado una vulgarización de la
cultura. Y el director del suplemento, Carlos Monsiváis concluyó
que «se está en plena disolución de un magno proyecto de vida in-
telectual afirmado en el México independiente: el arte y la cultura
son para todos, a condición de que estos sean unos cuantos. A la
minoría siempre»133.
Ya lo decía Jesús Reyes Heroles, político del PRI, en México
la forma es fondo. Y el modo vanguardista-revolucionario-ruidoso
no era una buena carta de presentación que invitara a apreciar la
obra. Sólo dos veces con anterioridad a los infras, hubo intentos de
vanguardia en México: los estridentistas a principios de la década
del 20 y los contemporáneos en 1928.

131
Ibidem.
132
Tragicomedia mexicana, la vida en México de 1970 a 1982, pág. 74.
133
Ibidem.

69
Montserrat Madariaga Caro

Los estridentistas más que los contemporáneos fueron fieles al


espíritu rupturista y novísimo que llegaba desde Europa. Manuel
Maples Arce en Actual Nº 1 (1921), el primer manifiesto estridentis-
ta, habla de la belleza de las máquinas y el humo de las fábricas en
explícita sintonía con Marinetti. Pero lo que los hace ser realmente
vanguardistas es el rechazo a la tradición y a la figura del burgués
intelectual:

Excito a todos los poetas, pintores y escultores jóvenes de Méxi-


co, a los que aún no han sido maleados por el oro prebendario de los
sinecurismos gubernistas, a los que aún no se han corrompido con
los mezquinos elogios de la crítica oficial y con los aplausos de un
público soez y conscupiscente (…) a todos esos los excito en nombre
de la vanguardia actualista de México, para que vengan a batirse a
nuestro lado en las lucíferas filas de la decouvert134.

Después de este llamado [Bolaño en la novela cita el Actual Nº


1, en voz de Amadeo Salvatierra, rescatando esta misma parte del
texto135] vino el escándalo nacional pero también la adhesión del
poeta Germán List Arzubide y del novelista Arqueles Vela, confor-
mándose el triángulo bermudezco, el infierno del stablishment que
los llevaría a ser ignorados por la crítica136.
Los contemporáneos coinciden con los estridentistas en la época
aunque son un poco posteriores. En este caso hablar de grupo de
vanguardia es presunción, incluso decir intento es inadecuado, pero
por mucho tiempo la historia de la literatura mexicana calificó a esta
generación de escritores como un movimiento, y de avanzada. Lo
cierto es que Jaime Torres Bodet, Ortiz de Montellano y González
Rojo editaron desde el 28 al 31 la Revista Contemporáneos, y que
en ella colaboraron Salvador Novo, Carlos Pellicer, José Gorostiza,

134
Osorio, Nelson. Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia literaria
latinoamericana, 1ª ed., Caracas, Ed. Arauco, 1998, pág. 106.
135
Los detectives salvajes, pág. 217.
136
<http://www.etcetera.com.mx/1998/275/blr0275.htm>.

70
Bolaño Infra

Javier Villaurrutia, Jorge Cuesta y Gilberto Owen, entre otros. Como


resultado se les llamó a todos ellos los contemporáneos, pero a la hora
de la hora, como dicen los mexicanos, no conformaban un grupo,
puesto que no había un manifiesto de por medio ni una comunión
de ideas estéticas, culturales o éticas. Es decir, no existía el pacto, el
compromiso que valida una unión137.
A favor de la etiqueta «grupal» que se les adjudicó se puede
decir que eran de la misma generación y que había una voluntad,
individual pero coincidente, de alejarse de la temática nacionalista
imperante para introducir a las vanguardias europeas. Aun así, no
por nada, el mismo Villaurrutia ya en la década de los treinta, dijo
que los contemporáneos fue un grupo sin grupo138.
Bajo esta perspectiva y retomando el enunciado, hubo dos in-
tentos de vanguardia que anteceden a los infrarrealistas: los primeros
lo lograron pagando el precio del ninguneo (sólo décadas después
se les dio el reconocimiento merecido); y a los segundos, se les tildó
de movimiento, y en eso va el intento, pero ellos nunca lo fueron. Y
para peor, estridentistas y contemporáneos eran antagónicos: estos
fueron aceptados por la rancia sociedad mexicana, dado que sólo
estaban interesados en la palabra y sus revoluciones en el papel, en
cambio los estridentistas buscaban un cambio real que incidiera en
la vida de las personas, por ende eran peligrosos y fueron excluidos
de los círculos artísticos139.
Al comparar a los infrarrealistas con estos grupos, es claro que
la sintonía se da con los estridentistas. Ahora bien, ellos mismos no
los ven como un referente directo aunque sí reconocen que son sus

137
Tesis planteada por Schneider, Luis Mario, en su libro La vanguardia desmen-
tida. http://www.suracapulco.com.mx/anterior/2001/mayo/14/pag23.htm.
138
<http//www.suracapulco.com.mx/anterior/2001/mayo/14/pag23.htm>.
139
<http://www.etcetera.com.mx/1998/275/blr0275.htm>. Hay que hacer una
diferencia con la figura de Manuel Maples Arce, quien se une a la segunda ola
revolucionaria en el Estado de Jalapa, convirtiéndose en el brazo derecho del
gobernador Heriberto Jara. Esto marca una división en el Estridentismo, pues
de 1925 al 27 cambia de movimiento anárquico a político.

71
Montserrat Madariaga Caro

antecesores vanguardistas y se sacan el sombrero ante ello. Quien


tuvo un interés especial por el grupo de Maples Arce fue Bolaño;
no es menor que la heroína y la gran incógnita de Los detectives
salvajes, Cesárea Tinajero, haya sido parte de él. Y más importante
es el vínculo que crea entre estridentistas y real viceralistas, es decir,
entre estridentistas e infrarrealistas, justamente a través del eslabón
perdido de Cesárea, quien habría fundado el real visceralismo, se-
parándose del grupo original. Con ello Bolaño, instala en el lector
la curiosidad por saber quiénes fueron los estridentistas si realmente
existieron, logrando dos cosas: primero traer a conocimiento a los
estridentistas, y segundo declarar que existe un canon vanguardista
en México que empieza con éstos y sigue con los infrarrealistas. Y
de refilón, Bolaño desvalida a los contemporáneos como los gran-
des audaces de la época, de una manera que no deja de ser irrisoria
y original: los etiqueta de poetas maricas, según la clasificación de
maricones y maricas de Ernesto San Epifanio140 [pasatiempo real de
Darío Galicia].
Si con los estridentistas el status quo arrugó la nariz, a los in-
frarrealistas de plano los despreciarían. Una muestra de la guerrilla
que comenzó a tejerse entre estos fue el episodio «José Joaquín
Blanco».
José Joaquín Blanco, pertenecía a la camada de nuevos prodi-
gios literarios; nacido en 1951 tenía la misma edad que la mayoría
de los infrarrealistas, pero su suerte era totalmente distinta. Él era
nada menos, así corre el rumor, que el amante de Carlos Monsiváis,
cacique del ámbito intelectual y director del suplemento La cultura en
México. Por supuesto, Blanco tenía una columna en la publicación.
Y en una de esas ocasiones se le ocurrió escribir sobre el brillante
futuro de los nuevos poetas mexicanos, dígase David Huerta y Alberto
Blanco, entre otros. Y agregaba, según cuenta Anaya, «hay por ahí
un grupo de poetas que se llaman infrarrealistas y que se la pasan

Los detectives salvajes, pág. 85.


140

72
Bolaño Infra

tirando escupitajos al cielo». Lo siguiente que supo Blanco es que


Bolaño, junto con otros infras, posiblemente Mario Santiago, lo
citaban a la librería Gandhi para conversar, Blanco aceptó. Grave
error. En cuanto comenzó la plática –sigue Anaya– Bolaño y los
infras le criticaron y dijeron: «¡¿Qué conoces tú de la poesía infra?!
¡¿Conoces la antología Ocho poetas infrarrealistas?! ¡¿Conoces la
revista Correspondencia infra?!» José Joaquín Blanco se sintió tan
agredido que se fue corriendo. Para peor, cuenta la leyenda, que se
fue corriendo hacia Octavio Paz y le dijo que unos infrarrealistas le
habían querido golpear141.
A los ojos de Hugo Gutiérrez Vega, este tipo de actos de parte
de los infras eran una provocación para la intelectualidad y causó
que las instituciones culturales les cerraran sus puertas de golpe.
«Yo creo que los poetas del canon se sintieron agredidos por ellos
y crearon mecanismos de defensa». Además él mismo reconoce que
la cultura oficial con Paz a la cabeza era muy dura y cerrada, «cual-
quier falta de respeto inmediatamente provocaba la indignación y
la ira de Paz»142.
Ese mecanismo de defensa del que habla Gutiérrez, los infras
lo tomaron como un «ninguneo», es decir, se sintieron ignorados
por la crítica, sin una real oportunidad de mostrar sus obras, ni de
obtener el reconocimiento que les correspondía por ser un grupo
poético que de hecho hacía poesía. Esta penosa característica es
traspasada al alter ego del grupo en Los detectives salvajes: «A los
real visceralistas nadie les da NADA. Ni becas ni espacios en sus
revistas ni siquiera invitaciones para ir a presentaciones de libros
o recitales»143.

141
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006. En la novela
hay un encuentro entre Monsiváis y los infras (págs. 153 y 160) que se parece
mucho a este episodio.
142
Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega, México D.F., febrero de 2006.
143
Los detectives salvajes, pág. 113.

73
Montserrat Madariaga Caro

Los infras sabían que se estaban ganando enemigos, aún así,


no sospecharon desde un principio hasta qué punto sus acciones
serían contraproducentes para ellos mismos. Anaya lo expone de
esta manera:

Yo creo que el ninguneo lo fuimos descubriendo en la medida


en que sucedía. Éramos jóvenes románticos, en el sentido de pelear
contra los gigantes. Por eso el Infrarrealismo ha sido underground
mucho tiempo. No podíamos publicar en las revistas oficiales o de
gran circulación144.

Para Ochoa el problema estaba en la actitud sectaria del statu


quo: «formaban grupitos donde ellos eran la verdad, sólo ellos los
revolucionarios, los críticos, los objetivos, los buenos periodistas y
los buenos literatos»145. Quedaba la sensación de que lo único que
trascendía de los infras eran los rumores sobre sus escandalosas
presencias públicas, algo que Bolaño capta y transporta al plano de
la ficción en la voz de Luis Sebastián Rosado:

–Monsiváis ya lo dijo: discípulos de Marinetti y Tzara, sus


poemas, ruidosos, disparatados, cursis, libraron su combate en el
terreno del simple arreglo tipográfico y nunca superaron el nivel de
entretenimiento infrantil. Monsi está hablando de los estridentistas,
pero lo mismo se puede aplicar a los real visceralistas. Nadie les hacía
caso y optaron por el insulto indiscriminado146.

Juan Villoro y Carlos Chimal a pesar de que no eran parte del


stablishment y veían a los infras con mucha simpatía, no se identi-
ficaban con su estilo, que, como muchos, consideraban demasiado
histriónico. «Nos parecía una rebeldía necesaria en la cultura mexi-
cana, pero no éramos como ellos porque su actitud era muy infantil:
necesitas cierta dosis de vanidad, de irresponsabilidad para hacer
happenings tipo Alexandro Jodorowsky»147.

144
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
145
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.
146
Los detectives salvajes, pág. 152.
147
Entrevista a Juan Villoro, México D.F., febrero de 2006.

74
Bolaño Infra

Arriba: Café La Habana, esquina entre calle Bucareli y Morelos, México DF.
Abajo: Librería Gandhi, sede original en calle Miguel Ángel de Quevedo.

75
76
Montserrat Madariaga Caro

Raúl Silva y Rebeca López en una calle del DF. Fotografía de 2005.
Bolaño Infra

Estos «happenings», como dice Villoro, no eran otra cosa que


una manera inaudita de manifestar el repudio que sentían ante la
estrecha relación entre el intelectual de la época y el gobierno, o el
«compromiso tan prostituido con las esferas del poder»148, como
lo expresa Ochoa. Es el mismo sentimiento que enrabia a Maples
Arce en su manifiesto, porque todo grupo vanguardista tiene como
motor la comunión entre vida y arte, lo otro les es mercantilismo.
«A ninguno de nosotros se nos ocurrió acercarse a los organismos
culturales con tal de ganarse una beca»149, remata Ochoa.
Los infrarrealistas se sentían parte de una tradición poética
distinta a la convencional. El sólo hecho de apartarse de los grandes
íconos culturales que eran Paz y Monsiváis, significaba ir por un
camino arduo: el del exilio en la propia tierra. Existían dos pilares
en la construcción de su identidad, uno era la lucha social, el estar
contra el gobierno del PRI y con la revolución –mejor dicho, con la
contrarrevolución, con el fin de la aparente igualdad y libertad con
las que las autoridades se llenaban la boca– y el otro gran cimiento
del movimiento era la pasión por la poesía, la fusión entre vida
y arte. Por eso los infras encontraron refugio en José Revueltas y
Efraín Huerta.
José Revueltas escribió su primera novela, Los muros de agua
(1941), a los veintiséis años, recluido en Las Islas Marías, y su
última, El Apando (1969), mientras cumplía condena en la cárcel
de Lecumberri. Desde los diecisiete años que el Estado le otorgaba
becas de estudio, como a él le gustaba referirse, en los distintos es-
tablecimientos penitenciarios que disponía. Privilegio que Revueltas
aprovechaba para leer hasta el cansancio, pensar, escribir y reafirmar
su postura anti-oficialista que luego se podía leer en obras como:
Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (1960). En efecto, antes
que literato fue profundamente político, escribió ficción como una

Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.


148

Ibidem.
149

77
Montserrat Madariaga Caro

forma de propagar sus ideas sin aburrir. Sus cuentos y novelas tienen
un contenido ideológico que nace de sus lecturas del materialismo
dialéctico, de comunistas italianos como Antonio Labriola y Rodolfo
Mondolfo, el marxismo, y su favorito José Carlos Mariátegui. Por
supuesto, formó parte del Partido Comunista de México, pero de
una forma intermitente ya que fue expulsado y reintegrado más de
una vez hasta 1960 cuando definitivamente no vuelve. Luego de ello
formó la Liga Leninista Espartaco, de la que fue expulsado en el 63
y se une al trotskismo con el Grupo Comunista Internacional para
terminar hablando de ideas espontaneístas150. Es que Revueltas más
que un militante obediente era un acérrimo crítico, y ese fue su gran
pecado según los mandamientos comunistas y la razón por la cual
los infrarrealistas veían en él un ejemplo. Todos aquellos cambios
de bando eran el resultado de la revisión interna a la que sometía
constantemente al actuar del hombre. Creía en la libertad absoluta
y veía en el comunismo una rigidez asfixiante:

La religiosidad es lo que ha perjudicado al marxismo. Esa actitud


fideísta y de que no se discutían las cosas (…) los partidos comunis-
tas no han podido superar su dogmatismo. El primer dogma era la
infalibilidad de los partidos comunistas; ahora [1968] se sabe que no
son infalibles y que han de desencadenar una lucha crítica, ideológica,
entre todos los comunistas del mundo y los nuevos marxistas, quienes
comprenden el marxismo con mayor amplitud, sin dogmas151.

Su comunismo poco ortodoxo hizo que su literatura fuera mu-


chas veces censurada y poco difundida; Revueltas no era la idea de
líder de opinión que las autoridades buscaban, y lo sabía: «no hay
cosa que más me indigne, que por situaciones políticas el escritor
sea plantado o ignorado, como me ha sucedido a mí durante varios

150
<http://www.nodulo.org/ec/2004/n034p04.htm> y <http://www.eluniversal-
com.mx/graficos/confabulario/15-abril06.htm>.
151
<http//www.nodulo.org/ec/2006/no50p04.htm>.

78
Bolaño Infra

años»152. Recién en 1967 tras ganarse el Premio Villaurrutia, se le


reconoce su talento narrativo, pero un año después vuelve a la cárcel
por apoyar al movimiento estudiantil.
Revueltas apuntaba sin miedos aquello que le parecía mal:
«la mafia que existe en todos los países es la de los intelectuales de
partido que, aunque mediocres, tienen una caja de resonancia tan
extraordinaria que su obra parece superior a lo que en realidad es»153.
Es esta actitud la que se ve luego en los infrarrealistas, la irreverencia
cuando no hay qué reverenciar.
Para Guadalupe Ochoa el vínculo con Revueltas y Huerta se
trataba de una afinidad ideológica, un espíritu o forma de pensar
que coincidía. «Esos son los poetas rebeldes, a diferencia de Octavio
Paz y Bañuelos»154. Pero aclara que ningún infra trató de copiar el
estilo de los maestros porque la correspondencia no iba por el uso
de la técnica o las temáticas tratadas sino del espíritu ácido. Quien
tuvo mayor relación con Revueltas fue Mario Santiago; alcanzó a
conocerlo antes de su muerte en 1976, lo visitaba a su casa y este
le contaba historias de sus múltiples reclusiones. Gracias a Mario
Santiago algunos infras también pudieron compartir con él, como
Ramón Méndez, quien según Ochoa, conoce toda su vida y obra
como si fuera suya. Mario Santiago por su parte, después de la muerte
de Revueltas, agregaría otro nombre a su pseudónimo: Papasquiaro,
lugar de nacimiento de su maestro.
Si Revueltas fue el maestro de la irreverencia, Efraín Huerta lo
fue de la humildad ante el oficio: «Me complace enormísimamen-
te/ Ser/ Un buen/ Poeta/ De segunda/ Del/ Tercer/ Mundo»155. Los
infrarrealistas no buscaban fama, apenas buscaban la publicación,
en cambio se burlaban de quienes se aferraban de las reconocidas
estrellas culturales para obtener un poco de su brillo. Es cierto que

152
<http//www.nodulo.org/ec/2006/no50p04.htm>.
153
<http//www.nodulo.org/ec/2006/no50p04.htm>.
154
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.
155
<http//sepiensa.org.mx/contenidos/ehuerta/ehuerta.htm>.

79
Montserrat Madariaga Caro

Huerta llegó a formar parte del stablishment ya que en su juventud


escribía en la revista Taller iniciada por Rafael Solanas en 1938, y
donde colaboraba Octavio Paz. Con el tiempo a quienes participaron
de esa publicación se les clasificó como una generación, justamente
la «generación de Taller». Sin embargo, Huerta se sentía más parte
de los movimientos políticos antifascistas y, por ende, antifranquistas
de la época. Su hija Raquel Huerta Nava lo confirma: «Mi padre
fue fundamentalmente un hombre comprometido con su conciencia
política, todo lo demás, su poesía, su periodismo, el ejercicio cotidiano
de vivir se deriva de esto»156. Siendo un reconocido poeta y perio-
dista, Huerta se consideraba a sí mismo como «el orgullosamente
marginado», quizás porque en sus temáticas había una empatía con
el que era discriminado y una resistencia a las injusticias157.
Su departamento de la calle Lope de Vega era un centro de re-
unión para los jóvenes poetas, entre ellos los infrarrealistas, quienes
lo tenían incorporado en su periplo (generalmente luego de Casa
del Lago caminaban hasta allí). José Peguero recuerda que Huerta
ponía una botella de vodka en la mesa y decía: «quince minutos y
los corro», pero ese cuarto de hora se transformaba en una entera
de intercambios poéticos, de conversaciones etéreas y lecturas im-
provisadas. En la época en que los infras lo visitaban, sobre todo
Roberto Bolaño (afanosamente, según cuenta Medina y afirma él
mismo en sus entrevistas), Huerta ya tenía que respirar por un tubo
en la garganta a causa de un cáncer. Aún en esas condiciones goza-
ba de las visitas, quizá reconociéndose en esos jóvenes vates. Jorge
Alejandro Boccanera retrata muy bien este ambiente en su libro
Ángeles trotamundos:

…era común ver a grupos de poetas jóvenes compartiendo


una charla siempre animada: novísimos atragantados de preguntas,
vanguardistas con el tatuaje del parricidio en la lengua, rostros que

<http://www.geocities.com/asbaje/eh2002.html>.
156

<http://www.los-poetas.com/c/biohuerta.htm>.
157

80
Bolaño Infra

escrutan con ojos de poeta inédito (…) El aire de familiaridad con


el que algunos jóvenes se referían a Huerta –ya un escritor renom-
brado– dejaba vislumbrar la cercanía de un «maestro» que era a la
vez un amigo potencial, aunque apenas hubiesen intercambiado con
él unas pocas palabras158.

Al igual que Revueltas (a quien conoció, y que también co-


laboró, en algunas ocasiones, con la revista Taller) fue parte del
Partido Comunista mexicano y su ídolo intelectual fue José Carlos
Mariátegui, y en consecuencia, su opinión del marxismo llevado a
cabo en México iba directo a sus fallas: «A mis/ Viejos /Maestros/
De marxismo/ No los puedo entender:/ Unos están/ En la cárcel/
Otros están/ En el/ Poder»159.

Escritores como Huerta y Revueltas se parecen en que lucharon


contra el statu quo cultural y político, además son autores de una
gran obra, entonces por eso los veíamos como maestros. A ellos les
gustaba que fueran los escritores locos y rebeldes que platicaran con
ellos porque ellos también lo fueron160.

Palabras de Anaya, que se complementan con las de Méndez,


quien dice que el hecho de que se mantuvieran en «una línea com-
prometida con sus ideas políticas y estéticas»161, fue lo que motivó a
los infras a seguir por esa senda y quererlos como maestros. Algo así
como una academia libre donde el alumno discurre en pensamientos
a la par con su superior y más aun comparte una botella de vodka,
ron o tequila, lo que fuere.

158
Boccanera, Jorge Alejandro. Ángeles trotamundos, historias de vida, 1ª ed.,
Santiago, Antártica, 1996, vol. 2, pág. 33.
159
Ibidem, pág. 40.
160
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
161
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.

81
Montserrat Madariaga Caro

Portada de Correspondencia infra,


revista menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1, 1977.

82
Bolaño Infra

Correspondencia infra

Además de tener a sus maestros mexicanos, los infrarrealistas


se vieron reflejados en un movimiento poético del Perú, los Hora
Zero. Sus fundadores Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, para 1970,
se autonombraban hombres libres con una nueva responsabilidad
ante la poesía y nueva actitud transformadora ante una realidad que
les parecía aplastada. Así, la nueva lírica peruana debía ser un ente
vivo, una poesía «fresca», capaz de mirar cara a cara a su creador
y desafiarlo. Venían a barrer con sus vates contemporáneos, y así
como Octavio Paz era para los infras el blanco de su parricidio, César
Vallejo lo era para los horazerinos. Toda la poesía posterior a Vallejo
y anterior a ellos era un vergonzoso plagio de otras literaturas162.
Al igual que todo movimiento rupturista de la época el enemi-
go era el burgués con aspiraciones intelectuales, y la poesía estaba
dañada por atender sus caprichos: «Sólo se hizo el leve intento de
escribir poesía efectista a consecuencia de masturbaciones mentales,
de lucubraciones, de gritos histéricos o cosquillas para contentar a
los burgueses al momento de la digestión»163.
A los poetas místicos, bohemios, locos, inocentones y engreí-
dos, se lee en su primer manifiesto Palabras urgentes, les recuerdan
que el poeta defeca y tiene que comer para escribir. Y, por supuesto,
era perentorio estar del lado de la revolución, de los obreros, de

162
Movimiento Hora Zero. «Palabras urgentes». 1970. <http://www.infrarrealis-
mo.com>.
163
Ibidem.

83
Montserrat Madariaga Caro

los oprimidos y vaticinar cambios profundos e irreversibles para la


historia.
Roberto Bolaño escribió el manifiesto infrarrealista seis años
después, y la relación es explícita: «Nos antecede Hora Zero»164,
dice justo después de denunciar al docto de salón:

Son tiempos duros para la poesía, dicen algunos tomando té,


escuchando música en sus departamentos, hablando (escuchando) a
los viejos maestros. Son tiempos duros para el hombre, decimos no-
sotros, volviendo a las barricadas después de una jornada de mierda
y gases lacrimógenos, descubriendo / creando música hasta en los de-
partamentos, mirando largamente los cementerios-que-se-expanden,
donde toman desesperadamente una taza de té o se emborrachan de
pura rabia e inercia los viejos maestros165.

La conexión entre horazerinos e infras se debía a Mario Santiago


quien se carteaba con Juan Ramírez Ruiz desde antes de que existiera
el Infrarrealismo. Esto permitió una atmósfera de hermandad entre
los dos grupos desde el principio, que además se sustentaba en la
idea de que los pueblos latinoamericanos debían unirse, postura de
izquierda muy presente durante los setenta.
Además de Ramírez Ruiz, Rosas Ribeyro, poeta «novísimo» del
Perú y con un pasado en Hora Zero, vivió un tiempo en México y fue
un infra más en las caminatas eternas, en las fiestas, en las lecturas,
y les mostró lo que los horazerinos habían hecho, solidificando los
lazos. Incluso antes de que los infras tuvieran nombre, en enero del
74, Mario Santiago saca la revista Zarazo 0, objeto gráfico palpa-
ble de pretensiones combustibles… donde una sección entera está
dedicada al movimiento Hora Zero con poemas de César Gamarra,
Juan Ramírez Ruiz e Isaac Rupay. La revista sólo tuvo un número, el
cero, pero es en esencia lo que a Mario Santiago le apasionaba: una
libertad espacial y de contenido que daba pie para largos poemas de

«Déjenlo todo, nuevamente», pág. 7.


164

Ibidem.
165

84
Bolaño Infra

desconocidos principiantes, aportes de Ecuador y Perú, una sección


dedicada a Ginsberg, otra a sus hermanos horazerinos, citando desde
a Nicanor Parra hasta a Simone de Beauvoir, dibujos entrelazados
con las palabras, todo con un humor simple pero ingenioso, el
mismo que comparte con Bolaño, y una constante invitación a los
nuevos talentos subterráneos. Al final de la publicación dice: «Las
colaboraciones nos encantan (al devolver originales, adjuntamos
caramelos)»166. Aunque inocente la frase, la energía que traspasa a
Zarazo 0 es la del manifiesto horazerino: «Y somos jóvenes, pero
tenemos los testículos y la lucidez que no tuvieron los viejos»167.
Mario Santiago preocupado de la poesía joven había dedicado
la sección de su revista «Refacciones, impuestos de lujo» a los nuevos
talentos del mundo. Alcanzó a publicar sólo sobre los ingleses en ese
único número de Zarazo…, pero luego conocería a Roberto Bolaño
y las obsesiones que lo ocupaban tendrían un eco.
Una vez unidas sus fuerzas o sus locuras, pusieron atención a
lo que pasaba en Francia. Se ocuparon de traducir, ambos sin nin-
gún estudio del francés, a Matthieu Messagier y a Michel Bulteau
creadores del Manifeste électrique aux paupières de jupes paraît
(Manifiesto eléctrico a los párpados de faldas que aparecen, 1971),
texto que daba inicio a la Generación Eléctrica. [En una parte de
Los detectives salvajes Ulises Lima llevaba consigo el manifiesto, el
libro Sang de satin de Michel Bulteau y Nord d’eté maître opaque
de Mathieu Messagier. García Madero apunta estos textos y dice
«nuestros pares de Francia (supongo)»]168.
En enero del 77, Bolaño escribiría en la revista Plural:

Sintaxis de la epilepsia, aventura sin fin entre el cuerpo y los


objetos que lo acarician y golpean, el poema «eléctrico» se plantea
como una analogía vertiginosa entre el mundo objetivo y el mundo

166
Mario Santiago. Zarazo 0, objeto gráfico palpable de pretensiones combusti-
bles… Nº 0. 1974. Última página (no tiene numeración).
167
«Palabras Urgentes».<www.infrarrealismo.com>.
168
Los detectives salvajes, págs. 28-29.

85
Montserrat Madariaga Caro

subjetivo, entre la inmovilidad y la distorsión, entre la pared y el


vapor, trastornando el valor y el significado de las palabras, dándoles
a estas nuevos relieves, agrupándolas en zonas porosas indecibles
poéticamente para la Tradición y la Costumbre169.

Mario Santiago y su amigo probablemente se sentían «eléctricos


mexicanos» en la misma búsqueda errante de la palabra, protago-
nistas desesperados de sus propios poemas –como dice Bolaño de
los franceses– no unos versos bien escritos sino una experiencia bien
realizada170. La verdad es que el espíritu que se vivía en Francia podía
homologarse al mexicano porque ambos países vivieron y sufrieron
movimientos estudiantiles en el 68. Guardando las diferencias, son
hechos que marcan y subyacen por mucho tiempo en el, si se quie-
re, inconsciente colectivo de los testigos. El tono desgarrado de los
infras también se podía encontrar en los eléctricos, por ejemplo, en
el poema «Las bobinas de plasma»: Huesos vomitados las joyas del
naufragio/ El Invisible Desnudo sobrevolando las venas/ Intacta
pérdida abismal/ Escalón sideral/Dureza ay/ Genuflexión de la vena/
ni una mañana magnífica (…)171 (traducción de Bolaño).
Guadalupe Ochoa recuerda que ella conoció la poesía de estos
franceses por las traducciones que hacían sus dos amigos, y afirma
que son mejores que los originales. Bolaño, con toda la complicidad
que implica traducir los aullidos internos de otro, le dedica a Michel
Bulteau su poema «Arte Poética No. 3/ Capítulo XXXVII En el que
queda demostrado que Phileas Fogg no ha ganado nada al dar esta
vuelta al mundo si no es la felicidad». Allí confiesa la transformación
y el despojo que le significan tomar el camino del beat, del abatido,
del poeta vagabundo y derrotado, como mandando el mensaje tele-
pático a su colega de que también sufre su tedio: «Empiezo a dibujar,
a escribir cartas, a tratar de reconocer lo que no veré más entre el

169
Bolaño, Roberto. «El Universo Hinchado, nueva poesía francesa», Plural, nº
64, 1977, pág. 21.
170
Ibidem.
171
«El Universo Hinchado, nueva poesía francesa», pág. 23.

86
Bolaño Infra

espacio que hay de la palabra ternura a la palabra indiferencia,


entre lo que media de la frase déjalo todo, a la frase terreno firme
o caras conocidas»172.
Otro de los grupos que interesaban a los infrarrealistas era el
de los Pop de Liverpool, y también se encargaron de traducirlos con
su intuitivo inglés.
«Nueva poesía británica: de la bohemia a la militancia», se lee
en el suplemento Diorama de la cultura de mayo del 76. La autora es
Lisa Johnson quien fuera el más grande amor mexicano de Bolaño.
En la nota ella apunta: «Entre diversas tendencias que hoy pueden
verse en la nueva poesía británica, destacan sobre todo los poetas Pop
de Liverpool. El grupo del barrio de Mersey, compuesto por pintores,
músicos y poetas, recibe todas las aportaciones de las últimas van-
guardias europeas y las mezcla de una manera caótica con un modo
de vivir el arte, una ética-estética particularísima, que se desarrolla en
la bohemia de los conciertos de jazz y rock, pasando por las escuelas
secundarias y las galerías de arte subterráneas de Liverpool»173.
Como los eléctricos, la tónica de los pop –Jeff Nuttal, Henry
Graham, Jim Lucas, y otros– es la poesía callejera, el uso de un len-
guaje sencillo pero que describe realidades desde un estado insomne,
alerta pero distinto, una vigilia ajena a la rutina común; como los
Hora Zero, los Pop incluyen su sentir político y la urgencia de la
revolución. Esto demuestra que los infras, y con mayor dedicación
Bolaño y Mario Santiago, buscan grupos que sean afines a ellos, mo-
vimientos que estén pensando y actuando en la misma sintonía y que
ojalá sean contemporáneos. Quizás era un esfuerzo por validarse en
medio del océano en contra, del tsunami, que era Ciudad de México

172
Bolaño, Roberto. «Arte poética No. 3/ Capítulo XXXVII En el que queda de-
mostrado que Phielas Fogg no ha ganado nada al dar esta vuelta al mundo si
no es la felicidad». Correspondencia infra, revista menstrual del movimiento
infrarrealista, nº 1, 1977, pág. 49.
173
Johnson, Lisa. «Nueva poesía británica: de la bohemia a la militancia». Diora-
ma de la Cultura, diario Excelsior, México D.F., 2 de mayo de 1976.

87
Montserrat Madariaga Caro

en ese momento para ellos, además del placer de encontrarse con


literatura y actitudes de su gusto.
Por descontado, los beats eran el paradigma a seguir, y todos los
movimientos que rastreaban estaban bajo la influencia de Ginsberg
y compañía. José Vicente Anaya menciona a los Angry Young Men
como otro de los grupos que revisaron. Estos, también de Inglaterra,
son de mediados de los cincuenta, corren paralelamente a los beat-
niks y fueron escritores de piezas teatrales y novelistas que la crítica
agrupó bajo la misma etiqueta –con los disgustos correspondientes de
algunos de ellos. El valor de los «jóvenes iracundos», fue que apun-
taron la nada creativa en que estaba sumergida la juventud inglesa, y
en eso empezaron a hacer cosas. El primero en dar el paso fue John
Osborne con la obra Look back in anger (Mirando atrás con ira)
de 1956. Después lo hicieron Kingsley Amis, John Braine, Shelagh
Delaney, etc. Lo que importaba a los infras era que estos talentos
ingleses no formaban parte del stablishment, más bien repudiaban el
statu quo y ensalzaban a la clase obrera. Además usaban un lenguaje
directo, evitando lo suave y sofisticado o los experimentalismos de
generaciones anteriores174.
Además de estar al tanto de lo que pasaba en el mundo, los infras
tenían que hacer lo suyo, es decir, tenían que publicar, dejar constancia
de su obra. En general estaban más ocupados de vivir, hacer y discutir
poesía que de organizarse para lograr un registro de quienes eran,
pero en el 76 lograron sacar la antología Pájaro de calor, ocho poetas
infrarrealistas. Esos privilegiados fueron: José Vicente Anaya, Roberto
Bolaño, Mara Larrosa, Cuauhtémoc Méndez, Bruno Montané, Rubén
Medina, José Peguero y Mario Santiago. Una buena pregunta sería
quién hizo el prólogo si los poetas mayores odiaban u obviaban a
los infrarralistas, y la verdad es que no todos los literatos del D.F. les
tenían tanto encono, ya que el poeta Juan Cervera, habitual del café la

174
<http://www.sceenonline.org.uk/film/id/594201/> y <http://en.wikipedia.org/
wiki/Angry_young_men>.

88
Bolaño Infra

Habana y simpatizante de la energía desbordada de estos desórdenes


andantes, aceptó escribirlo. Y no sólo eso, sino que se atreve a hacer
un pronóstico diciendo que cinco de los ocho serían famosos para el
2000. Hoy, año 2006175, indiscutiblemente Bolaño es famoso, y tanto
Anaya como Medina y Montané siguen en el mundo de las letras y
han publicado sus trabajos. Sea como sea, el poeta Cervera, a juzgar
por su tono quedó fascinado por el ímpetu infra:

El infrarrealismo para mí, tras la lectura, es un aire dionisíaco


cruzado por una intensa vocación de ser libres. Estos jóvenes nos
enseñan a ser libres desde sus propias, a veces, cárceles… Poesía
hecha a fuerza de bocados sobre la carne viva, nunca apoyada en
lucientes imágenes nada más176.

Y luego del prólogo, viene el epígrafe con el retrato que los


infras quieren para sí mismos en palabras de Huidobro: «Cow-
boys que brotan en el crepúsculo/ Y quieren saltar sobre el público
intacto»177.
En esta entrega Bolaño descarga su despecho por Lisa Johnson
tras el rompimiento de la relación, que luego en entrevistas confesará
fue una de las razones por las que se va de México: «Me fui porque ya
no soportaba tanto desamor, como diría la ranchera. Si me quedaba
en México me iba a colgar, sabía que me iba a morir. Muy fuerte, muy,
muy fuerte. Nunca más he vuelto a sufrir tanto como cuando me dejó
esa mujer del carajo. Dios la confunda, mala mujer»178.
En Los detectives salvajes Lisa es Laura Jáuregui, una mujer
más bien arrogante, o quizás demasiado sincera, al asegurar que el
Real Visceralismo tenía su razón de ser en ella. «Era una manera
de decirme no me dejes, mira lo que soy capaz de hacer, quédate

175
Año en que se realizó la investigación.
176
Juan, Cervera. «Poetas infrarrealistas». Pájaro de calor, ocho poetas infrarrea-
listas. Lora del Río, 1976, Ed. Asunción Sanchís, 1ª edición, pág. 3.
177
Pájaro de calor, ocho poetas infrarrealistas, pág. 4.
178
Meruane, Lina. «La estrella distante de las letras chilenas». Caras, nº 285,
1998, pág. 96.

89
Montserrat Madariaga Caro

conmigo. Y entonces comprendí que en el fondo de su ser ese tipo


era un canalla. Porque una cosa es engañarse a sí mismo y otra muy
distinta es engañar a los demás. Todo el realismo visceral era una
carta de amor, el pavoneo demencial de un pájaro idiota a la luz de
la luna, algo bastante vulgar y sin importancia» 179.
Si después de dos décadas Bolaño seguía, aunque en broma,
deseándole mal a su primer amor, es de esperar que en su poesía no
dejara de lado la crudeza. El poema que tiene por título: «Generación
de los párpados eléctricos/ Irlandesa Nº 2 constelación sanjines»
dice así:

ese halo de luz naranja pudo haber sido una gran poeta
esa muchacha que estudia el último semestre de biología y cena
en el Maxim’s del subdesarrollo y fornica a la medianoche
en un edificio de cristal y vomita en la madrugada con sudores
pudo haber sido una gran poeta
pudo haber sido una amazona y pudo galopar en cierta manera
libre hasta que la hubieran derribado de un balazo entre los senos
(…)
esa mujer detenida en una silla
sin duda recuerda por última vez a su primer compañero
- los adolescentes de diamante
y aunque su psicoanalista, su esposo, la esposa de su psicoanalista y
su madre conversen sobre la pacificación de los días
la desaparición de la peste
ella siente
que los motines volverán que la han vencido
esa vieja ocupada en su manicomio
sintiendo próxima su muerte y que en realidad
quisiera volver atrás, a una verdadera cama
ese halo de luz naranja que se apaga
sin alegría ni sufrimiento
pudo haber sido una gran poeta
la más amorosa
amada
mía180

Los detectives salvajes, pág. 149.


179

Pájaro de calor, ocho poetas infrarrealistas, págs. 10-11.


180

90
Bolaño Infra

Imagen de Correspondencia infra,


revista menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1, 1977.

91
Montserrat Madariaga Caro

Portada de Pájaro de calor, ocho poetas infrarrealistas,


Ediciones Asunción Sanchís, 1976.

92
Bolaño Infra

Pájaro de calor se despide con un apartado llamado «Breves


noticias de los poetas», que delata la juventud e inexperiencia de
los vates al estar lleno de referencias a libros inéditos: muestras
de sus obras que quizás nunca salieron a flote. Pero también tiene
una franqueza y sentido del humor muy propio del espíritu infra,
por ejemplo, en el caso de Cuauhtémoc Méndez se lee: «Ha dado
numerosos recitales en cafés y esquinas del Distrito»181; y de Mario
Santiago dice: «Ejerce el terrorismo cultural»182.
En diciembre del mismo año (1976) la revista Plural publica
«Seis jóvenes infrarrealistas mexicanos», con una nota introductoria
y una selección de poetas hecha por Mario Santiago.
Es necesario aclarar que Octavio Paz para ese entonces ya no
estaba a cargo de la revista debido al llamado «golpe del Excelsior»,
otra de las gracias del presidente Echeverría, quien acostumbrado
a coimear a los medios de comunicación y a que estos le siguieran
el juego, estaba absolutamente inquieto con que el diario Excel-
sior criticara su gobierno abiertamente e hiciera uso de la libertad
de expresión. Por ello, mandó a uno de sus secuaces a invadir el
fraccionamiento Paseos de Taxqueña, un terreno perteneciente a
la cooperativa del diario, con la excusa de la «segunda reforma
agraria». Sembró el pánico y un grupo de la sociedad se opuso a la
dirección de Julio Scherer García en Excelsior, ganándose el apoyo
del Presidente. Una vez dividido el enemigo el triunfo de Echeverría
era seguro. En consecuencia el 8 de julio del 76, Scherer y los suyos
se retiraron y denunciaron la sucia jugada en los demás medios. Ya
para noviembre lanzaron la revista Proceso, y la opinión pública
los alababa por su valentía y entereza183. Octavio Paz, director del
suplemento Plural, apoyó la moción de Scherer y se fue del diario
(aunque se rumorea que la nueva directiva lo corrió) y formó la
revista Vuelta el año siguiente. Así que para la fecha en que Bolaño

181
Ibidem, pág. 31.
182
Ibidem.
183
Tragicomedia mexicana, la vida en México de 1970 a 1982, pág. 119.

93
Montserrat Madariaga Caro

y Mario Santiago publicaron en Plural, quien dirigía la revista era


Roberto Rodríguez Baños. Y como a los infras no les iban ni les venían
los entuertos de la cultura oficial, poco les importó estar publicando
allí luego del «golpe», que fue para los mexicanos letrados un hecho
histórico, con Scherer como héroe.
Mario Santiago, a pesar de su infinito gusto por escribir en
los márgenes de los libros, o encima de los mismos textos, trabajó
dos veces para Plural en el año 76, primero en octubre con una
traducción de poemas y una nota sobre el poeta y novelista beat
Richard Brautigan y, después, con el colectivo de poemas infras ya
mencionado. En una entrevista Bolaño dijo que él y Mario Santiago
colaboraban en las distintas publicaciones del D.F. para ganarse unos
pesos, y que siendo su amigo un personaje fantástico pero con cero
disciplina, era él quien escribía sus crónicas: «Él hacía un borrador,
yo cogía el borrador y le escribía la crónica, y luego tenía que escribir
la mía también»184. No obstante esta declaración, las dos veces que
Mario Santiago publicó en Plural, tiene que haber sido su pluma y
no la de Bolaño, puesto que las notas están escritas en verso libre,
sumergiendo al lector en una atmósfera intimista que prepara para
la lectura de los poemas. ¿Quién más que el «terrorista cultural» de
Mario Santiago haría eso?

(…) Vagabundos radicales, prófugos de la universidad burguesa


(la mediocridad de la enseñanza es la enseñanza de la mediocridad).
Han recorrido autopistas, selvas, playas donde el H. Departamento
de Turismo pescaría por lo menos un resfriado «underground»/
& los han gaseado, macaneado, correteado, & han sostenido su
puño en alto, bromeando alrededor del PERDEDORES POWER… /
Sus consignas: amor (al cubo) necesidad de otra cosa (a la enésima
potencia) un resplandor llamado Whisky, una realidad inacabada,
un sol con facha de radar, microscopio, ojo místico, espiándonos
radiotelegrafiándonos el derecho & el revés de cada escalofrío/ Y
así escaparon del dorado alacrán de la Costumbre y no los tocaron

Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 101 (Warnken, Cristián. La


184

belleza de pensar).

94
Bolaño Infra

sus gordos aguaceros ni los enredaron sus alambres cloroformo/


En la calle, no en las bibliotecas, bailaba la vida sus revelaciones
más H2O/ sus proposiciones más desmelenadas & más sabias…/
La poesía mexicana deja de ser (queridito Villaurrutia) un anémico
nocturno en que nada se oye185.

Lo anterior es parte de la nota introductoria a la compilación


«Seis jóvenes infrarrealistas mexicanos». Entre estos se encontraba
Darío Galicia [Ernesto San Epifanio], quien no era propiamente
un infrarrealista. No quiso serlo cuando se le invitó, según Ramón
Méndez, «porque prefirió su libertad de reina»186, así que quedó
en calidad de simpatizante aunque todos lo sintieran como un in-
fra. Galicia era el amigo de la adolescencia de Bolaño [y Ernesto
San Epifanio de Belano en Amuleto y Los detectives salvajes], por
eso siempre estuvo presente, hasta que lamentablemente le dio un
aneurisma y luego otro, que lo dejaron en ritmos más aletargados
de la realidad [en la novela sufre la misma suerte, a diferencia de
que muere, mientras en la realidad Galicia sigue vivo]. Además de él,
estaban los poemas de Mara Larrosa, Rubén Medina, Cuauhtémoc
Méndez, José Peguero y el mismo Mario Santiago. Bolaño no figura
por ser chileno.
Hasta ese momento los infras tenían dos publicaciones como
movimiento, Pájaro de calor y «Seis jóvenes infrarrealistas mexica-
nos», aun así, les faltaba el formato propio de un movimiento y de
todo poeta incipiente: la revista. No se es poeta sin dar este paso,
ya lo decía Juan Ramírez Ruiz en su lista de «Hechos que no hay
que olvidar»: edita por lo menos una revista de poesía joven en tu
vida187. Los infras tenían que sacar su publicación propia y lo logra-
ron con Correspondencia infra, revista menstrual del movimiento

185
Mario Santiago. «Seis jóvenes infrarrealistas mexicanos». Plural, nº 63, 1976,
pág. 32.
186
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
187
Ramírez Ruiz, Juan. «Poesía Integral, primeros apuntes sobre la estética del
Movimiento Hora Zero». <www.infrarrealismo.com>.

95
Montserrat Madariaga Caro

Infrarrealista, único número: octubre/noviembre del 77. Esta edición


tuvo un tiraje no menor de cinco mil ejemplares, pero hoy se pueden
rastrear a lo más cinco originales.
Esta revista es la muestra más contundente de que existió el
Infrarrealismo: donde se publica el manifiesto escrito por Bolaño,
Déjenlo todo, nuevamente, donde se exponen las bases de la lógica
o ilógica del movimiento, donde los poetas se presentan a sí mismos
con lo que consideran sus mejores creaciones. El manifiesto comienza
con una cita del cuento «La infra del dragón» de Georgij Gurevich,
que inspira la imagen de los soles negros. De ahí en adelante todas
las palabras apuntan hacia la virtud principal para Bolaño, el arro-
jo, la aventura: «el poema como un viaje y el poeta como un héroe
develador de héroes»188. Allí también se encuentra el primer poema
infrarrealista, «Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de
Heidegger», escrito por Mario Santiago cuando aún estaba en el
taller de Juan Bañuelos, y que, según cuenta Ramón Méndez, nació
de la simple tarea de escribir sobre un parque. «La mayoría llega-
mos con poemitas intrascendentes para la basura, y Mario llegó
con Consejos…»189. Poema que Bolaño parafrasea en el título de su
primera novela.
El estilo de los infras desplegado en la publicación no era homo-
géneo, en su base está la absoluta libertad, por ello no podía haber
un reglamento que limitara las distintas escrituras, cómo sí lo hubo
en el caso de los horazerinos (Primeros apuntes sobre la estética del
Movimiento Hora Zero de Ramírez Ruiz). Por ejemplo, mientras
que la poesía de Cuauhtémoc Méndez, «Canción cansada», ilustra
el aborto de una madre debido a su pobreza, José Peguero escribe
su propia versión de Batman y Robin. Por eso el Infrarrealismo es
más una unión de actitudes, una postura ante la vida que una forma
de hacer poesía.

«Déjenlo todo, nuevamente», pág. 7.


188

Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.


189

96
Bolaño Infra

La revista tuvo un sólo número porque se hizo en momentos


en que ya había empezado la diáspora de los infras: en la primera
página donde se indica la correspondencia dice «Roberto Bolaño,
Avenida José Antonio 399, 1º 2ª, Barcelona, España»190 y «Mario
Santiago vive en Israel»191. Bruno Montané también se había ido a
Barcelona, incluso antes que Bolaño. De hecho la publicación tenía
como fin reagrupar a los infrarrealistas que quedaban en el D.F.,
según cuenta Rubén Medina, gestor de la idea junto a José Pegue-
ro, pero también reconoce que era un irónico acto de despedida,
que dejaba una huella escrita de su paso por la poesía mexicana192
[Bolaño esboza esta intención de ambos infras en una conversación
telefónica entre Barrios y Requena donde discuten qué hacer con
el movimiento luego de enterarse de que Lima y Belano partían a
Europa]193.
Lo cierto es que todos tomaron distintos rumbos, de eso da
cuenta José Vicente Anaya: «Lorena de la Rocha se dedicó a com-
poner música clásica, además hizo teatro; Vera Larrosa se dedicó a
la danza y al teatro; Geles Lebrija se fue a vivir a Tijuana (la ciudad
más lejana del norte del país); Harrington se fue a estudiar cine a
Chile; Piel Divina se fue a París; los hermanos Méndez se fueron a
Morelia, su tierra natal, hicieron periodismo y algún tiempo fueron
panaderos. Yo hice una mochila con tres mudas de ropa y viajé por
todo México, por las montañas, desiertos y pueblos durante cuatro
años»194. También Rubén Medina optó por salir de México y se fue
a Estados Unidos a estudiar literatura.
Bolaño no se fue de México hasta que estuvieran firmados los
contratos para la edición de Muchachos desnudos bajo el arcoiris
de fuego, once jóvenes poetas latinoamericanos, que él antologó

190
Movimiento infrarrealista. «Correspondencia infrarrealista». Corresponden-
cia infra, revista menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1, 1977, pág. 2.
191
Ibidem.
192
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
193
Los detectives salvajes, pág. 186.
194
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.

97
Montserrat Madariaga Caro

y donde hay poemas de Mario Santiago, Bruno Montané y suyos,


entre otros. El libro se lanzó al mercado en julio del 79; contó con el
prólogo de Miguel Donoso Pareja, muy respetado por el stablishment
mexicano, y con la presentación de Efraín Huerta, un honor para
los infras. Además fue la única vez que un ente externo al grupo, la
editorial Extemporáneos, se encarga de las finanzas, en vez de las
acostumbradas coparaches, en las que reunían dinero entre ellos. [En
la novela quien publica la antología hecha por Belano es Lisandro
Morales. Este se queja de que su suerte cambió para mal desde el
momento en que firmó el contrato, de hecho al poco tiempo quiebra
su empresa y Morales opta por el alcohol ante las deudas que lo
acongojan195].
Aquel pudo haber sido el final del Infrarrealismo: la mayoría
estaba fuera del D.F. y los intentos de continuidad de los que se que-
daron fueron vanos. Pero el mismo año en que se publica Muchachos
Desnudos…, 1979, Mario Santiago vuelve a México y los antiguos
amigos se juntan a hacer sus desmadres acostumbrados. Pero para
Bolaño el Infrarrealismo muere el día en que él y Mario Santiago se
van de México.
Tal vez, Cuauthémoc Méndez tenía razón cuando le decía a
su hermano que el Infrarrealismo era un grupo sin grupo porque
siempre estaban «jalando para distinto lado»196. Pero la cuestión de
fondo es si el Infrarrealismo logró ser un movimiento de vanguardia
de cierto peso poético. Desde el punto de vista oficial de la historia
de la literatura mexicana no lo fueron; los infras no figuran como
grupo en las antologías de poesía, ni tampoco sus integrantes por
separado, quitándoles toda posibilidad de trascendencia. «Sólo sé
que en México ya no nos conoce nadie y que los que nos conocen
se ríen de nosotros (somos el ejemplo de lo que no se debe hacer) y
tal vez no les falte razón»197. Dice Rafael Barrios en Los detectives

195
Los detectives salvajes, pág. 300.
196
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
197
Los detectives salvajes, pág. 345.

98
Bolaño Infra

salvajes. Ahora bien, ¿no hay registros de su existencia en aquellos


anales porque la poesía era de mala calidad o porque fue tanto el
disgusto del statu quo que decidieron obviarlos a priori?
Juan Villoro reconoce que en aquellos años nadie de su entor-
no los veía como idóneos en el arte poético. A él le parecían más
carismáticos que buenos escritores. «Si no fuera por Los detectives
salvajes no se sabría absolutamente nada y muchos los recordarían
como un episodio folklórico donde unos locos lanzaban petardos en
mitad de la fiesta nacional». Sin embargo, Villoro hoy ve en Mario
Santiago un talento digno de rescatar, tarea en la que se encuentra
junto con Rebeca López198.
Hugo Gutierrez Vega, desde su posición de poeta oficial, veía
en ellos un ímpetu grande en su momento y una actitud parecida a
la de los surrealistas y dadaístas, pero no puede asegurar que hayan
logrado ser un grupo de vanguardia. Sin embargo, está consciente de
la deuda que tiene la crítica mexicana con ellos. La que Rafael Cata-
na, con su mentalidad musical, resume con el estribillo de su amigo
Gerardo Enciso: «amo a mi país pero él no me ama a mí»199.

198
En 2008 se lanzó el libro Jeta de santo. Antología poética, 1974-1977, de Ma-
rio Santiago Papasquiaro, realizada por Rebeca López y Mario Raúl Guzmán
y editada por el Fondo de Cultura Económica; en 2009 se reeditó el libro Beso
eterno de Mario Santiago Papasquiaro con el sello independiente Lanzallamas
Libros.
199
Enciso, Gerardo. «Amo a mi país». Disco Cuentos del Miedo. Culebra-BMG,
1993.

99
Montserrat Madariaga Caro

Mensaje o editorial infra de Correspondencia infra,


revista menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1, 1977.

100
Bolaño Infra

El carácter de Bolaño

«Nos habíamos conocido en 1976 en una premiación de la revista


Punto de Partida. Él tenía 23 y yo 20. Hubo un cóctel en los jardi-
nes de Ciudad Universitaria y me detuve a hablar con Poli Délano,
jurado de cuento. Roberto había leído a Poli y se acercó a hablar
con nosotros. Llevaba anteojos de Groucho Marx y el pelo agitado
por un viento imaginario que conservaría dos décadas después»200.
Quién relata es Villoro, el que conoció a Bolaño como uno de los
jóvenes del D.F. que, como él, querían escribir. Supo que era poeta,
o al menos lo intentaba, y se sorprendió de su carisma, rara entre
sus pares: «Imposible olvidar sus locuras, el entusiasmo, el dispa-
rate, su vitalidad para provocar conversaciones increíbles. A mí me
deslumbró, me pareció una persona notable»201.
Délano le comentaba a Villoro que su cuento tenía mucha in-
fluencia del primer Antonio Skármeta, el de Desnudo en el tejado,
cuando el extraño poeta se intercaló opinando sobre la literatura
chilena, diciendo lo mucho que le gustaban los cuentos de Skármeta
y del mismo Délano: habían logrado algo semejante a lo que Chéjov
y Dostoyevski habían hecho por el alma rusa, Villoro recuerda que
dijo, y agrega: «Roberto siempre fue muy exagerado y muy elocuente;
sus elogios se disparaban hasta el cielo y sus críticas te llevaban al
séptimo círculo del infierno, donde están los asesinos»202.

200
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 16.
201
Entrevista a Juan Villoro, México D.F., febrero de 2006.
202
Ibidem.

101
Montserrat Madariaga Caro

El Bolaño de ese entonces ni se imaginaba que veintidós años


después, la prensa chilena estaría regocijándose con sus comentarios
impiadosos sobre Skármeta y la «nueva narrativa». En la segunda
década de su vida era un voraz lector que gozaba con las sagas ur-
banas y bohemias de los cuentistas chilenos. Una vez Villoro y Ro-
drigo Fresán, ya cuando Bolaño era adulto, le dijeron que la misma
persona pudo haber escrito en su juventud los primeros cuentos de
Skármeta y años después Los detectives salvajes, por tener la misma
raíz estilística y cultural, comentario que no fue bien recibido. Fue un
enojo afectuoso, concluye Villoro, quien aclara que «ahora Skármeta
y Roberto representan dos tendencias distintas, pero en aquel tiempo
Roberto tenía una gran devoción por la literatura que narraba las
vidas en el camino. Esa es una temática muy típica de la época y de
lo que después serían Los detectives salvajes»203.
Sin embargo, Bolaño no sólo era fustigador con los demás, sino
también consigo mismo. Villoro da cuenta de ello en el diálogo que
tuvieron aquella vez en la premiación: «Supo que yo había quedado
segundo en cuento y dijo: yo apenas quedé tercero en poesía, aunque
en realidad merecía una amonestación»204.
Dentro de esos poemas, por los que, según él, debían tirarle de
las orejas, está «Carlos Pezoa Véliz escritor chileno», una figura que
Bolaño usa para decirnos lo que piensa de la literatura chilena.
Pezoa Véliz fue un poeta pobre, como muchos de sus pares. Vivió
de 1879 a 1908, y durante todo ese tiempo nunca publicó un libro,
sus poemas estuvieron desperdigados por diarios y revistas. Trabajó
como periodista y al final de sus días fue Secretario Municipal de
Viña del Mar, quizás en un último esfuerzo por ser una persona
convencional. Cuatro años después de muerto fue compilado por
Ernesto Montenegro. Con el tiempo algunos críticos han llegado a
decir que es el antecesor de Nicanor Parra por su lenguaje coloquial

Entrevista a Juan Villoro, México D.F., febrero de 2006.


203

Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 16.


204

102
Bolaño Infra

y temple de parodia, por retratar la vida del campesino pobre, de


los relegados, de los humillados, y también las costumbres de las
ciudades dejando un registro del chilenismo205. Sin embargo, los
que hoy leen sus poemas son minoría. «Entienda./ Voy a quedar
inválido./ Voy a morir./ Y Nicanor Parra será el antipoeta, no yo»206.
Dice Pezoa Véliz en el poema de Bolaño.
Esto demuestra que ya en 1976 Bolaño disfrutaba sacando a
luz a poetas que estaban apolillados en los anaqueles. «Nuestras
experiencias, entre ellas el acto de escribir desesperadamente en
un callejón sin salida, nos han orillado a rencontrar [sic] antiguos
totems, largo tiempo ocultos (ninguneados o manipulados por la tra-
dición oficial) y a tomar de ellos lo más corrosivo, lo más fresco»207,
escribiría él mismo un año después.
El hurgar en el pasado y desenterrar tesoros fue algo que con-
tinuó haciendo durante toda su vida y que se nota en su columna
«Entre paréntesis», donde está constantemente recordándonos que
no sólo existen los clásicos, que está bien leer a Victor Hugo pero
también a Alphonse Daudet; o a André Breton pero también a Sophie
Podolski. Sus inventarios poéticos incluyen a escritores latinoa-
mericanos y es especialmente crítico en el caso de Chile: «cuantas
mitades de genios chilenos/ se nos quedaron en las manos,/ ah patria
de amargos pajeros./ Déme un pisco por favor»208. Dice el hablante
lírico de «Carlos Pezoa Véliz escritor chileno». Y luego: Me dan
ganas de decir Carlos Pezoa Véliz es Chile./ En la cordillera vive./
Es buzo, vive en el mar./ Vuela como un angelito de esas despedidas
de angelitos de Violeta Parra./ Pero no es verdad./ A estas alturas
de Pezoa sólo quedan poemas y cuentos/ y puentes que dan a otros
puentes/ «Gran Encrucijada De La Literatura Chilena»209.

205
<http://www.memoriachilena.cl/mchilena01/temas/index.asp?id_
ut=carlospezoaveliz(1879-1908)>.
206
Bolaño, Roberto. «Carlos Pezoa Véliz escritor chileno», Punto de Partida, nº
49-50, 1976, pág. 32.
207
Bolaño, Roberto y Boccanera, Jorge Alejandro. «La nueva poesía latinoameri-
cana, ¿crisis o renacimiento?» Plural, nº 68, 1977, pág. 46.
208
«Carlos Pezoa Véliz escritor chileno», pág. 33.
209
Ibidem.

103
Montserrat Madariaga Caro

Desde los veintiséis años, o tal vez antes, que Bolaño tenía un
criterio formado sobre la literatura en Chile, la patria de amargos
pajeros. Y lo sorprendente es que mantuvo exacto su juicio a través
del tiempo. En su última entrevista antes de morir, Mónica Maris-
tain de la revista Playboy en México le pregunta qué es la literatura
chilena, a lo que Bolaño responde: «Probablemente las pesadillas
del poeta más resentido y gris y acaso el más cobarde de los poetas
chilenos: Carlos Pezoa Véliz, muerto a principios del siglo veinte, y
autor de sólo dos poemas memorables, pero, eso sí, verdaderamente
memorables, y que nos sigue soñando y sufriendo»210.
Opiniones abismales como aquella hay por montones en los
registros que dejó a la prensa. Si hay algo que lo caracterizó desde
el principio fue su ironía y su sinceridad, muchas veces ofensiva para
algunos. Era un provocador. Pero supo combinar, probablemente de
manera inconsciente, su veta polémica con su capacidad para encantar
a la gente. Bolaño tenía carisma, como lo constató Villoro apenas lo
conoció, y también Guadalupe Ochoa:

Él era muy seductor, muy simpático, de verdad que era bello,


tenía esa sonrisa a medio lado que aparece en todas las fotos. Roberto
era muy convincente, aun más leyendo. O sea la historia como la
platicaba, te quedabas como encantada. Era así como el flautista de
Hamelin»211.

En el grupo Bolaño era el que relataba lo que había pasado en


la última fiesta, el que reconstruía los hechos y sazonaba con cuotas
de imaginación. Con las palabras en vez de una flauta iba creando
notas que muchos querían escuchar. Villoro en el prólogo de Bolaño
por sí mismo, describe esta costumbre:

210
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 63 (Maristain, Mónica. «El
mundo está vivo y nada vivo tiene remedio»).
211
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.

104
Bolaño Infra

Como conversador era menos enfático [que en sus juicios], pero


su temperamento dependía de las exageraciones, y los exagerados
dominan la plática. Hacía muchas preguntas, mostraba genuina
curiosidad por los datos más nimios de los otros, las travesuras que
habían hecho los niños, cualquier cosa que le contaran las mujeres,
y luego recuperaba el hilo de una historia larguísima, animada por
la contundencia de los adjetivos, que podía ser sórdida hasta el
disparate. Hablaba con un exaltado afán de veracidad, como si los
detalles precisos fueran cuestión de honor. Lo oí referirse con idéntico
sentido de la apropiación a asesinos seriales, estrellas porno, trova-
dores merovingios, poetas perdidos en el México del siglo XIX212.

Carlos Chimal también lo recuerda contando historias locas,


siempre con juegos de palabras e inventando cosas213. Para Carla
Rippey, era un entusiasta, incluso lo considera como una de las
personas más divertidas que ha conocido214. Peguero concuerda con
Rippey en que era cómico, adjetivo que inmediatamente lo lleva a
recordar el fanatismo de Bolaño por la banda de rock Kiss215.
Ese mismo carácter extrovertido lo hace buscar el trato con
escritores y poetas ya mayores, tal es el caso de Hugo Gutiérrez Vega,
a quien Bolaño visitaba en su oficina del Departamento de Difusión
Cultural de la UNAM para conversar de literatura y otros temas en
general. «Le interesaba mucho la historia de México, era uno de sus
temas predilectos, particularmente el siglo XIX»216, dice Gutiérrez,
quien a su vez, era un ex lector de la revista chilena El Peneca, y
que vio en el joven poeta su oportunidad para rememorar aquel
comic. Rubén Medina fue testigo de esta práctica y recuerda que
Bolaño: «buscaba su amistad [de los mayores] y sobre todo dialogar
sobre cuestiones estéticas y políticas, y más específicamente sobre
la actividad de escribir. En ese contexto tuvo una relación cercana

212
Bolaño por sí mismo, págs. 11-12.
213
Entrevista a Carlos Chimal, México D.F., febrero de 2006.
214
Entrevista a Carla Rippey, México D.F.., febrero de 2006.
215
Entrevista a José Peguero, México D.F., febrero de 2006.
216
Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega, México D.F., febrero de 2006.

105
Montserrat Madariaga Caro

con Efraín [Huerta] y también con otros escritores chilenos entonces


exiliados o viviendo en México como Poli Délano y Hernán Lavín
Cerda. Y también con Miguel Donoso Pareja (…)»217.
Pero otros como José Vicente Anaya vieron en Bolaño una fa-
ceta que ya no trataba sólo de una efervescente personalidad, sino
de un afán por ser el líder de los infrarrealistas. Como ejemplo de
ello, Anaya relata la vez que les tocaba hacer el texto que los defi-
niría como un grupo de vanguardia: «Yo hablaba de participación
colectiva; él decía que había que hacer un solo manifiesto que todos
firmaran y que él escribiría. Y yo plantee que eso era incorrecto, que
cada uno debía hacer un manifiesto, dar un voto de confianza y, sin
leer los de los otros, estar de acuerdo con lo que se escribiría porque
compartíamos la misma inquietud»218. Finalmente se hicieron tres: el
de Bolaño, el de Mario Santiago y el de Anaya. Pero solo el primero
fue publicado en la revista del grupo, Correspondencia infra.
Anaya veía en Bolaño una actitud caudillista, mientras que él
creía profundamente en los colectivos sin jerarquías. Había en el
chileno una tendencia a imponer cosas, según Anaya, que lo llevó a
tener pleitos con algunos como él mismo y Harrington. Incluso en el
momento de despedida, cuando Bolaño estaba por partir a Europa,
contrastaron sus criterios, aunque en plan afectuoso:

cuando Bolaño se despidió de mí, me dijo literalmente: bueno,


ya que te quedas tú aquí estás al mando de los infrarrealistas. Y yo
le dije: siempre he estado en desacuerdo con que haya un mando, de
ninguna manera acepto esto. Lo que pasa es que tú te crees el André
Breton de los infrarrealistas. No –me dice– lo que pasa es que tú te
crees el Antonin Artaud219.

Rubén Medina reconoce que Bolaño a menudo actuaba como


líder, pero también aclara que «era un movimiento en el que todos

217
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
218
Entrevista a José Vicente Anaya, México D.F., febrero de 2006.
219
Ibidem.

106
Bolaño Infra

opinaban, proponían, hacían y deshacían»220. No como en Los detec-


tives salvajes, donde Belano tenía a los realvisceralistas arrinconados
de susto por su inesperado espíritu purgatorio. De la nada, y entre
las sombras, porque nadie sabía el paradero de Lima y Belano, este
comienza a expulsar poetas. Ocasión que Bolaño aprovecha para
incluir la opinión de Anaya en voz de Jacinto Requena: Belano se cree
Breton. En realidad todos los capo di famiglia de la poesía mexicana
se creen Breton221. Fuera la intención de este ser el líder del grupo
o no, queda claro que tenía una personalidad fuerte. No dudaba de
su talento ni perdía oportunidad de mostrarlo. Pero esto era algo
muy propio de los infrarrealistas, después de todo, había que tener
una dosis de arrogancia para ir en contra de la corriente.
El lado histriónico que lo hacía llamar la atención y querer
llevar la batuta tenía su reverso, uno necesario para la construcción
de tantas historias. Su entusiasmo venía de una gran sensibilidad
que lo hacía fluctuar entre el asombro y la melancolía222. Como dice
Juan Pascoe, era como una vasta esponja que se fijaba en todo223.
Para el joven Bolaño la vida tomaba forma de aventura y no dejaba
tiempo para pestañear. Rippey comparte esta impresión: «todo era
importante, todo le afectaba»224. Y a pesar de que la mayoría de las
veces se mostraba enérgico y feliz, Rippey y Pascoe presenciaron su
faceta más introvertida, casi triste, en un viaje que hicieron a la vieja
casona de campo de los Pascoe en Michoacán. «A medida que nos
íbamos alejando de la ciudad de México, Roberto se ponía más ca-
llado, desinteresado y deprimido»225, dice Pascoe. «Cuando llegamos
al campo era como un trapo», cuenta Rippey por su lado. Durante

220
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
221
Los detectives salvajes, pág. 101.
222
Sobre la melancolía en la obra de Bolaño leer «Una tristeza insoportable. Ocho
hipótesis sobre la mela-cholé de B», de Carlos Franz. Bolaño salvaje, 1ª ed.,
España, Ed. Candaya, 2008.
223
Juan Pascoe, cuestionario de Felipe Ossandón.
224
Entrevista a Carla Rippey, México D.F., febrero de 2006.
225
Juan Pascoe, cuestionario de Felipe Ossandón.

107
Montserrat Madariaga Caro

la estadía –la tarde, noche y mañana siguiente– Bolaño seguía como


en estado vegetal, apenas dando signos de vitalidad. Incluso Pascoe
no cree que se haya cambiado de sitio, una vez sentado. Ya cuando
emprendieron el regreso a la ciudad «se fue poco a poco saliendo
de su estado depresivo. Al entrar al Distrito Federal, era de nuevo
el mismo Roberto Bolaño de siempre. Por supuesto no se intentó
llevarlo a pasear de nuevo»226, dice Pascoe. Para Rippey todo ello
fue muy extraño y años después le comentó el episodio por carta,
sacando en limpio que no le gustaba el campo, a lo que Bolaño le
respondió que estaba equivocada pues él era de pueblo chico, y por
eso vivía en Blanes227.
Con el paso del tiempo, Rippey concluyó que Bolaño simple-
mente era muy sensible: «reaccionaba muy fuerte a todo lo que
pasaba. Tengo la impresión de que todo lo estaba procesando, que
lo absorbía y luego reciclaba»228.
Las sospechas de Rippey no fueron desatinadas: Bolaño fue
una especie de cronista de la vida de sus amigos. Lo que hicieran los
infras era registrado con letra chica y apretada en sus cuadernos. De
eso da cuenta Rubén Medina:

Roberto apuntaba todo lo que pasaba, todo lo que hacíamos,


ya que luego se enteraba por alguno del grupo. Iba atando historias,
creando sus leyendas, específicamente escribiendo la cronología
del movimiento. También leía ferozmente, indagaba poesía, una
amplísima cultura literaria, era inteligente. Pero no se ensuciaba las
manos (luego lo haría con su escritura). Una cosa más: sus cuadernos
contienen una escritura espontánea, filtrada por el descubrimiento
asombroso del otro (de los infras), contienen mucha complicidad,
y una visión más compleja del movimiento y de cada uno de los
miembros del grupo [en comparación con Los detectives salvajes].
En un viaje que hicimos a Mazatlán y nos quedamos en casa de mi

226
Ibidem.
227
Entrevista a Carla Rippey, México D.F., febrero de 2006.
228
Ibidem.

108
Bolaño Infra

tío Roberto me leyó muchos de los pasajes que escribía sobre mí,
pero eso no aparece en su novela229.

Bajo este mismo prisma, para Guadalupe Ochoa era un voyeur.


Lo recuerda sentado en los camiones (micros) escribiendo lo que
el resto conversaba en el trayecto. Hoy lo asocia con el personaje
Bernard en Las olas de Virginia Woolf, quien pasaba el tiempo
redactando nuevas historias que contar. Voy a anotar esta observa-
ción en mi libreta para futuras referencias –decía el personaje de la
inglesa–. Cuando sea grande, llevaré siempre conmigo una libreta
muy gruesa, provista de muchas hojas y de un índice alfabético para
clasificar mis frases230.
«La verdad es que la imagen más clara de Roberto es regis-
trándolo todo, era impresionante»231, dice Ochoa. Bruno Montané,
en cambio, no lo calificaría de voyeur, sino de un detective literario
altamente aprensivo, razón por la cual «tenía buen oído y buen ojo,
y no se le escapaba casi nada que de verdad le interesara»232.
Pero las notas eran sólo la mitad del proceso. «A partir de cierta
hora de la noche se encerraba a leer y a escribir con ese impulso de si
soy escritor, entonces escribo (…). Mientras los demás seguían en el
reventón, Roberto religiosamente se iba a su casa»233, cuenta Ochoa.
Esto denota que la escritura para él más que un asunto de musas ins-
piradoras, era cuestión de metodología, al menos en lo que respecta
al paso inaugural, pues implicaba estar siempre con un pie fuera de la
escena y privilegiar la escritura por sobre la propia experiencia. Aunque
es muy probable que Bolaño sintiera que su «estar ahí» no podía ser
de otra forma, siendo su método de escritura su manera de ser; arte y
vida fusionados. Dos décadas después le preguntarían en una entrevista
si creía en la inspiración o en la constancia, a lo que responde: «En la
constancia. Pero cuando llega la inspiración te das cuenta de que la

229
Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.
230
Woolf, Virginia. Las olas, 3ª ed., Santiago, Ercilla, 1967, pág. 32.
231
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.
232
Entrevista vía mail a Bruno Montané, junio de 2006.
233
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.

109
Montserrat Madariaga Caro

constancia es una verdadera mierda. Lo que hay que hacer es provocar


la inspiración, y para hacerlo hay que ser constante»234.
Ramón Méndez recuerda que Bolaño tenía una rutina diaria: «se
torna escritor de las cuatro a las ocho de la mañana. Después de que
se ducha y toma desayuno se torna gestor de relaciones públicas con
medios editoriales y suplementos, y para la tarde se torna estudiante
y crítico, con otros amigos, de las novedades que van saliendo»235.
En cambio, Méndez era más bien de la vieja escuela de los poetas
malditos, en que el mismo reventón haría surgir una vida poética y,
en consecuencia, poemas. Inevitablemente chocaron. Un poco antes
de que Bolaño se fuera a España, Méndez le hizo saber su pensa-
miento: «discutimos por cuestiones estéticas y por la orientación del
movimiento. Yo le dije: ¡Qué artista vas a ser tú, Roberto! ¡Eres un
burócrata de las letras! Fue lo peor que le pude haber dicho»236.
Coincidentemente o no, el personaje/narrador Juan García
Madero de Los detectives salvajes, era una especie de diccionario
humano, conocedor de todas las figuras literarias, sediento de libros,
casi obsesivo, pero también ávido de aventuras y poéticamente arro-
jado. ¿Habrá sido esta una especie de respuesta a la acusación de su
compañero? Sea como sea, Méndez está seguro de que la discusión
le costó estar fuera de la antología Pájaro de calor. Pesaba la opinión
de Bolaño, dice, y argumenta: «Cuauhtémoc y yo éramos borrachos,
marihuaneros y vagos. Roberto era una persona sobria. Fumaba pero
no marihuana. Tenía más credibilidad que nosotros»237.
Lo cierto es que Méndez no se equivocaba en el interés que
Bolaño tenía por publicar, de ahí sus paseos por las editoriales, y las
revistas donde logró hacerlo eran parte del stablishment. Esto repre-
sentaba un grado de contradicción para algunos infras. «Él era el
único empeñado en publicar. Él era el que buscaba al editor, el hábil
que era capaz de negociar y no sentirse mal por hacer negocios»,

234
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 55 (López, Óscar. «Claro:
necesito fumar»).
235
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.
236
Ibidem.
237
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.

110
Bolaño Infra

dice Guadalupe Ochoa. En su opinión, Bolaño estaba preocupado


por obtener reconocimiento mientras el resto optaba por un trabajo
colectivo238.
Generalmente sus poesías eran publicadas en antologías. Por
ejemplo, en 1974 la Revista Mexicana de Cultura (periódico El
Nacional) publicó «Poesía joven inédita en Chile»; con nota y se-
lección de Bruno Montané. O la antología infrarrealista en Plural,
hecha por Mario Santiago (mencionada en el capítulo anterior). Lo
más probable es que Bolaño hiciera los contactos para lograr estas
publicaciones, pero no denotan un protagonismo de su parte.
También publicó como periodista en Plural (post-Paz) en-
trevistando a Poli Délano y a los estridentistas Maples Arce, List
Arzubide y Arquéles Vela. Estos últimos en la novela también son
interrogados para la misma revista pero por Belano y Lima juntos, y
sería la forma en que se enteran de la existencia de Cesárea Tinajero
(según Piel Divina)239. Además participó como crítico literario junto
a Jorge Alejandro Boccanera [quién puede homologarse a Fabio
Ernesto Logiacomo, un argentino a quien invitan los fundadores
del Infrarrealismo a participar de un diálogo internacional sobre la
salud de la nueva poesía latinoamericana, y que terminan haciendo
solamente él y Belano240]. El artículo tiene por título: «La nueva
poesía latinoamericana, ¿crisis o renacimiento?». Allí, taxativo como
hasta sus últimos días, declara:

Creo una cosa: si bien ahora el panorama general de la nueva


poesía latinoamericana es un cincuenta por ciento clandestino, dentro
de poco tiempo lo será en un cien por ciento. En una época de crisis,
el poeta se lanza a los caminos. De esta inmersión obligatoria en
mundos nuevos renace la poesía, la verdadera poesía, o se va todo
al carajo241.

238
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.
239
Los detectives salvajes, pág. 352.
240
Ibidem, pág. 149.
241
«La nueva poesía latinoamericana, ¿crisis o renacimiento?», pág. 43.

111
Montserrat Madariaga Caro

A pesar de ese sombrío pronóstico Bolaño era obstinado en


su escritura. De hecho publicó su primer poemario en México en
1976. Este se llama Reinventar el amor y es en realidad un único
largo poema de nueve partes. Fue creado en la imprenta artesanal de
Juan Pascoe, Taller Martín Pescador, y Carla Rippey hizo el trabajo
de arte de la portada. De ese primer libro publicado se extraen los
siguientes versos:

En el borde de una cama de latón


una muchacha rubia se pinta las uñas de azul
mientras las luces de la madrugada entibian
los vidrios sucios de su única ventana.
El agua corre en el baño
y su mesa de noche es una naturaleza muerta
de algún primitivista neoyorkino.
Mientras en el radio tocan una marcha fúnebre
ella se sienta frente al espejo (…)242.

Lo singular de su estilo es que si quitáramos el uso del verso


libre y juntáramos las frases, tendríamos el comienzo de una narra-
ción descriptiva. La crítica y los mismos infrarrealistas243 indican
que los poemas de Bolaño son muy narrativos. Y vistos desde la
perspectiva de su trayectoria, vienen a significar la médula de sus
obras en prosa244.
Por la forma en que están redactados muchos de sus poemas
podrían ser notas en sus cuadernos. Bolaño escribe sobre sus
vivencias durante los años que pasa en México, incluido el viaje
por América y Chile en el 73, y las transforma en material para
sus poemas, cuentos y novelas, como si reciclara constantemente

242
Bolaño, Roberto. Reinventar el amor, Ciudad de México, Taller Martín Pesca-
dor, 1976, pág. 9.
243
Guadalupe Ochoa, Ramón Méndez y Juan Villoro.
244
El mismo Bolaño quiso hacer de manifiesto lo importante que es su poesía para
su prosa, por eso en 1993 reunió su material poético para ser publicado en el
futuro. Esto se concretaría en 2007 cuando Anagrama editó La universidad
desconocida.

112
Bolaño Infra

aquellos viejos apuntes. En su poema «Sentados en los muelles de-


bajo de las grúas» de 1976, dice: «No me explico a la vieja Lillian
vendiendo las pinturas/ de su hijo el invisible y diciendo poemas/
cuyos protagonistas aman y mueren en la época/ de Maximiliano y
Juárez o bien son vacas y gatos (…)»245. La mujer de la que habla,
Lillian Serpas, como ya se ha dicho, era parte de su cotidianidad
en el café La Habana, y es la misma que después aparece en la
novela Amuleto.
De ese mismo diario vivir, en el poema «Notas para componer
un espacio», describe a las mujeres de la clase media-alta que acos-
tumbran ir a la Casa del Lago. Con un lenguaje sencillo y directo
otorga una imagen nítida como si en realidad escribiera una crónica
muy personal: «Las mujeres que llegan a la Casa del Lago/con sus
automóviles y sus hijos/ de un año o tres o cuatro/ me observan so-
ñolientas/ Ellas son rubias y gustan pasearse por las galerías/ donde
se pudren cuadros hechos por muchachos decentes»246.
En definitiva, sus poemas son parte de un todo orgánico, quizás
la cosmogonía de su universo, puesto que muchas de sus temáticas
tienen eco en su prosa y en sus dichos. Esto es incluso más factible
si consideramos que Bolaño escribió todas sus novelas teniendo un
solo esquema en la cabeza, ya lo decía en el 2003: «la estructura de
mi narrativa está trazada desde hace más de veinte años y allí no
entra nada que no se sepa la contraseña»247.

245
Bolaño, Roberto. «Sentados en los muelles debajo de las grúas». Punto de
Partida, nº 47-48, 1976, pág. 34.
246
Bolaño, Roberto. Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. Once jóvenes
poetas latinoamericanos. 1ª ed., México, Ed. Extemporáneos, 1979, pág. 142.
247
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 84 (Pinto, Rodrigo. «Nunca
creí que llegaría a ser tan viejo»).

113
Montserrat Madariaga Caro

Portada de Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego.


Once jóvenes poetas latinoamericanos, Editorial Extemporáneos, 1976.

114
Bolaño Infra

Mario Santiago

Corre el año 1996 y Mario Santiago está en Ciudad de México.


En el mismo D.F. de los setenta, aunque más bullicioso y «moderno».
Camina por la avenida Juárez a la altura de la Alameda. Lleva un
par de libros, un lápiz en una mano y en la otra un bastón. Mira
hacia adelante, más allá de lo que alcanza a ver. Dobla hacia una
Bucareli atochada de gente. Pasa de largo por el café La Habana,
concentrado en eso que sólo él ve. Mirados de cerca, casi impercep-
tiblemente, sus labios deletrean palabras. Son los versos que siempre
ha llevado en su cabeza.
Mario Santiago había logrado resucitar al Infrarrealismo.
Entre viejos y nuevos amigos armó un grupo con el mismo espíritu
delirante, siempre al margen del stablishment. El «Ulises» vuelto a
su tierra, ya llevaba más de 25 años dejando poesías en papeles es-
parcidos como si fueran sus despojos. Mario Raúl Guzmán, uno de
los nuevos comensales, quiso ponerle fin al desperdicio y se encargó
de pasar a máquina una buena parte de sus poemas en 1987. Seis
años después, Rebeca López también se sentó con él a descifrar sus
manuscritos. Y ahora su amigo Rafael Catana lo tenía de invitado
en su programa «Pueblo de patinetas» de la radio Educación. Ambos
se encuentran en la cabina de grabación. Mario Santiago piensa en
Robert Lowell. El letrero rojo se enciende. «Al aire». Silencio. Un
sonido ronco, firme, pastoso, comienza pausadamente a cobrar sen-
tido: «Los amigos son tan, pero tan espeluznantemente bellos que

115
Montserrat Madariaga Caro

yo les gritaría bienvenidos, gozoso, lleno de lágrimas, así vinieran


del infierno»248.
Pero el más bello o el más espeluznante de todos, su carnal,
Roberto Bolaño, nunca regresó. Vive en las cartas que escribe, en
las llamadas telefónicas. Los dos principales cow-boys infrarrealis-
tas continúan su amistad aunque se sepan divididos por un océano
real y otros tantos imaginarios y vivenciales. Las cartas que Bolaño
escribe, Mario Santiago las responde en los mismos márgenes de és-
tas, y raramente las manda. Bolaño le sigue escribiendo porque sabe
que las lee, porque a veces le telefonea y es como si nunca hubieran
dejado de hablarse. Además, siempre se las arregla para saber de su
amigo carteándose con otros mexicanos que van armando el puzzle
de Mario Santiago. Prueba de ello es este párrafo de una carta que
le manda el 29 de noviembre de 1994: «Querido Mario: por fin
noticias tuyas. Por otras personas siempre he ido enterándome de
pasajes, escenas probablemente apócrifas –o no– de tu vida, cuentos
y anécdotas que en ocasiones remitían directamente a la Mitología
o al Bestiario Fantástico. Espero de ahora en adelante, o al menos
por un tiempo, tener la información de primera mano. Esto suena a
regaño pero no lo es»249.
Mario Santiago fue sin dudas una de las personas que más amó
Bolaño en su vida. Siempre que le preguntaran por México saldría
a la palestra como un poeta maravilloso, como el más grande que
hubiera conocido, como un ser extrañísimo pero fascinante, digno de
retratar. Repetidas veces Bolaño contó la anécdota sobre un graffiti
en Ciudad de México que decía: «Que Bolaño se vaya a Santiago y
que Santiago también»250. La nomenclatura le fascinó. Incluso llegó
a pensar que fue su amigo el autor y no sus adversos.

248
Mario Santiago Papasquiaro. «Los amigos son tan, pero tan…». Nomedites, nº
3, México D.F., 2003 (original sacado del programa «Pueblo de patinetas» de
Rafael Catana grabado en la radio Educación en 1996).
249
Bolaño, Roberto. Cartas a Mario Santiago. Revista interactiva Nomedites, nº
6. México D.F., 2006.
250
«Bolaño y sus circunstancias», pág. 8.

116
Bolaño Infra

Ese mundo literario, poético, casi fantástico en el que Bolaño


se sumerge cuando habla de Mario Santiago es justamente el núcleo
de su amistad. La compulsión por la escritura y la lectura fue el gran
enganche entre ellos. Vivían bajo la misma ley kantiana de ser un
esclavo de la literatura, pero un esclavo feliz que recibe los golpes
con gratitud. Nuestra generación las está pasando moradas –le escribe
Bolaño a Mario Santiago–. Cuando lo pienso, no obstante, me dan
ganas de reír. Hemos conseguido finalmente que no sólo nuestras
pobres poesías sean un desafío sino también nuestras pobres vidas.
Qué más queremos251. A pesar de la ironía que subraya Bolaño,
este y Mario Santiago prefirieron mil veces las pellejerías a dejar de
escribir. Para ellos la literatura era un imperativo categórico, era un
deber. Y dentro de este marco es posible su amistad: parte con un
gesto poético en que Mario Santiago se presenta a sí mismo a través
de su obra, entregándole sus papeles garabateados a Bolaño, como
diciendo este montón de versos soy yo; y termina con otra gran seña
literaria, con la creación de Ulises Lima y Arturo Belano. La relación
entre ellos es tan espeluznantemente bella y horriblemente poética
que un día después que Bolaño termina de corregir Los detectives
salvajes, Mario Santiago muere atropellado. Igual que su alter ego,
él también era una bomba de tiempo.
Mucho antes de las novelas y los otros yo, en el México de
1974, Mario Santiago era un joven poeta lúcido, con un gran senti-
do del humor y una feroz capacidad crítica252. Su nombre entonces
era José Alfredo Zendejas y acostumbraba tomar talleres de poesía,
aunque también estuvo en el de Miguel Donoso Pareja, narrador,
donde conoce a Villoro y a Chimal. En ese tiempo se le veía con los
hermanos Méndez en todas partes, hasta que apareció Bolaño y el
resto es historia o más bien novela. Se volvieron incondicionales el
uno para el otro. Tanto así que una vez Bolaño interrumpió y sacó

251
Bolaño, Roberto. Cartas a Mario Santiago. Revista interactiva Nomedites, nº
6, México D.F., 2006.
252
Entrevista a Juan Villoro, México D.F., febrero de 2006.

117
Montserrat Madariaga Caro

a Mario Santiago de un recital poético en Casa del Lago porque lo


necesitaba para su cambio de casa. «De ahí supimos que las mudanzas
iban primero»253, dice Peguero.
Villoro recuerda que tanto Mario Santiago como Bolaño esta-
ban convencidos de sus propios talentos, pero también de que no
buscaban congraciarse con nadie. Sentían un orgullo por su obra que
no dependía del escrutinio de la crítica, o en palabras de Villoro «se
podían dar el lujo de no ser tan famosos ni tener gloria»254. Si bien esa
autoevaluación podía ser exagerada, lo cierto es que eran doctos en
su ámbito. Bolaño parecía tener un listado infinito de autores leídos
y de información sobre literatura en su cabeza. Sin ir más lejos, para
poder escribir todos los tipos de versos y demás figuras literarias que
conoce García Madero en Los detectives salvajes, hay primeramente
que sabérselos o al menos darse el tiempo de buscarlos. Aun siendo
él mismo así de meticuloso en la materia, le decía extrañado a Mario
Santiago que nunca había conocido a alguien que supiera tanto de
poesía y que no fuera una rata de biblioteca. Y este en respuesta se
guardaría para sus adentros, y para su deleite, los recuerdos de su
yo adolescente entre las revistas de la Hemeroteca mientras esperaba
que su madre saliera del trabajo255.
Personalidades como las de nuestros protagonistas suelen ser
muy intensas, sobre todo en el amor. Y éstos no fueron la excepción.
De hecho la partida de ambos hacia el viejo continente estuvo mar-
cada por sus relaciones sentimentales. En el caso de Mario Santiago,
Claudia Kerick fue su mayor motivación. Se había ido a vivir a Jeru-
salén y él estaba dispuesto a seguirla hasta allá, con tal suerte que su
madre le regaló, no sin esfuerzo, un pasaje a París. Mario Santiago
aprovechó esta oportunidad para recorrer cada calle de Montpar-
nasse en busca de la Maga y Horacio Oliveira y luego partió a Israel,

253
Entrevista a José Peguero y Rafael Catana, febrero de 2006.
254
Entrevista a Juan Villoro, México D.F., febrero de 2006.
255
Entrevista a Rebeca López y Raúl Silva, México D.F., febrero de 2006.

118
Bolaño Infra

tal como en la novela, tras su amor no correspondido256. El caso


de Bolaño es exactamente opuesto, se fue arrancando de una mala
experiencia amorosa (o tal vez demasiado buena). Pepito Tequila ya
no tendría más a su Lisa Underground, así que decide marcharse.
Por supuesto, influye mucho el que su madre haya enfermado en
Barcelona, pero Lisa Johnson gatilló el disparo que lo hizo cruzar el
Atlántico y fue su recuerdo lo que frenó su vuelta. En 1994 Bolaño
le confiesa por carta a Mario Santiago que en más de una ocasión
estuvo a punto de hacer las maletas y volver, «pero al final México
sin Lisa no acaba de convencerme»257.
Ese viaje fue crucial para ambos. Un giro irreversible en sus
vidas. Europa sería el último escenario en el que estarían juntos. Se-
gún Bolaño en la estación de Port-Vendres en el Rosellón, decidieron
que el grupo infrarrealista como tal se había acabado258. Pero Mario
Santiago regresó a México y al Infrarrealismo. Bolaño, en cambio,
daría un giro de la poesía a la narrativa. Ese sería el comienzo de
dos destinos muy distintos.
Mario se convierte en un jefe en la oscuridad, en la clandestini-
dad, en la locura, en la sobrevivencia. Un jefe invisible, genial poeta
vociferante, muy luminoso; pero, en el fondo, indescifrable, incluso
para los que eran más cercanos a él259.
Esa es la opinión de Bruno Montané, quien una vez en Barce-
lona permanece ahí, pero sigue de cerca los pasos de sus antiguas
amistades. Ello resume el recuerdo general de Mario Santiago,
internado cada vez más en sus mundos herméticos. Nunca había
sido una persona convencional que se guiara por las reglas del
buen comportamiento en sociedad; de eso sabe Juan Pascoe, quien
recuerda que cuando estaba de visita en su casa y decía ir al baño

256
Entrevista a Ramón Méndez, México D.F., febrero de 2006.
257
Bolaño, Roberto. Cartas a Mario Santiago. Revista interactiva Nomedites, nº
6, México D.F., 2006.
258
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 101 (Baullosa, Carmen. Ro-
berto Bolaño: la literatura como tauromaquia).
259
Entrevista vía mail a Bruno Montané, junio de 2006.

119
Montserrat Madariaga Caro

en realidad iba a llamar a Claudia Kerick a Israel, y a la pasada


aprovechaba de guardarse un libro en la chaqueta260. Sin embargo,
una vez devuelto a su país, sus rarezas se intensifican y comienza a
hacer llamados telefónicos en la madrugada para decir un poema o
simplemente conversar un rato. De ello dan fe Carla Rippey, a quién
Bolaño a la distancia le pedía paciencia con su amigo261, y la máqui-
na contestadora de Juan Villoro que registró más de un poema262.
Además, ya no solamente escribía en cualquier papel que tuviera a
mano, sino que en cualquier superficie. Así lo notaron Raúl Silva,
poeta y periodista amigo de los infras, y sus dos compañeros de casa
cuando un día llegan a ésta y se les cae la mandíbula al ver un poema
de Mario Santiago escrito sobre una de las paredes263.
Más allá de estas extravagancias, al final inofensivas, Mario
Santiago no rechazaba ningún tipo de estimulantes, ya sea alcohol
o drogas, y la mezcla de su naturaleza relampagueante con estos
cócteles le valió la fama de violento y peligroso. Seguía siendo cáli-
do y empático con sus más cercanos, pero no cualquiera llegaba a
conocer esta faceta, primero se mostraba hosco y con opiniones que
fácilmente podían tomarse como ofensas. Raúl Silva lo compara con
los maestros orientales que ponen severas pruebas de resistencia a
sus discípulos, dice que la clave estaba en ponerse al mismo nivel264.
El que no captaba esto terminaba en acaloradas disputas con Mario
Santiago, quien incluso una vez llegó a pelear armado265.
Se había transformado en una persona difícil de tratar para los
que no sabían manejarlo, y su aspecto desvencijado no le ayudaba
con las primeras impresiones. De eso Villoro se acuerda porque
cuando este lo visitaba al diario La Jornada, a pesar de que la mayo-
ría de los colaboradores tenían un aspecto dudoso, sólo con Mario

260
Juan Pascoe, cuestionario de Felipe Ossandón.
261
Entrevista a Carla Rippey, México D.F., febrero de 2006.
262
Entrevista a Juan Villoro, México D.F., febrero de 2006.
263
Entrevista a Raúl Silva y Rebeca López, México D.F., febrero de 2006.
264
Ibidem.
265
Entrevista a Ramón Méndez, México D.F., febrero de 2006.

120
Bolaño Infra

Santiago la portera del edificio le preguntaba si de verdad debía


dejarlo pasar266.
Sus caminatas por la ciudad se hicieron aún más largas, des-
apareciendo por días. Tenía una costumbre muy particular, por decir
lo menos, de no parar la marcha aunque hubiera que cruzar una
calle. Seguía de la vereda a la vía sin mirar hacia los lados como
desafiando su destino. Fue atropellado por primera vez en 1980, por
lo que de ahí en adelante tuvo que apoyarse en un bastón. No le
tomó importancia, siguió su camino a tres pies en línea recta hacia
lo desconocido, como si fuera un real visceralista, como si fuera
Ulises Lima. Pero diez y ocho años después, en 1998, el atropello
fue mortal.
La última vez que lo vio Rebeca López fue el siete de enero.
Quedaron de juntarse al lunes siguiente. Pasaron los días sin Mario
Santiago y Rebeca empezó a desesperar. Llamó a los hospitales y las
Delegaciones de la ciudad. Nada. El día catorce de enero la llamaron
diciéndole dónde podría estar Mario Santiago. El médico forense le
mostró fotografías de los cuerpos más recientes. Allí estaba. Había
sido atropellado dos días después de su último encuentro, y agoni-
zado hasta la madrugada siguiente en un hospital267.
A su funeral asistió poca gente. Rebeca López llamó sólo a al-
gunas personas pero todo era muy doloroso y confuso. Muchos no
alcanzaban a creerlo cuando Mario Santiago ya estaba bajo tierra.
Villoro publicó una necrológica en el diario y recibió como res-
puesta una carta del poeta Vicente Quirarte (de la misma generación
que ellos), donde en palabras de Villoro, celebraba el atrevimiento
de considerar a Mario Santiago un poeta.
Bolaño supo la noticia con un poco de atraso. Le dijo a Carla
Rippey que nadie había querido avisarle la muerte de Mario Santiago
y que no entendía porqué. Pero eso no era lo que más le dolía, sino

Entrevista a Juan Villoro, México D.F., febrero de 2006.


266

Rebeca López. Mail. 31 de marzo de 2006.


267

121
Montserrat Madariaga Caro

que su amigo no alcanzara a leer y a reírse con Los detectives salva-


jes268. Aún así, Bolaño sabía desde mucho antes que era probable que
no se volvieran a ver de nuevo y le era más que suficiente su pasado
en común. Así lo expone en una carta a Mario Santiago:

Cuando mejore mi economía apareceré por tu casa una noche


cualquiera. Y si no, es igual. El trecho que recorrimos juntos de alguna
manera es historia y permanece. Quiero decir: sospecho, intuyo que
aún está vivo, en medio de la oscuridad pero vivo, y todavía, quién
lo iba a decir, desafiante. Bueno, no nos pongamos estupendos269.

En esa misma carta le cuenta que está escribiendo una novela


llamada Los detectives salvajes donde él es Ulises Lima. No es la
primera vez que Bolaño hace de Mario Santiago el eje de su ima-
ginación. En una epístola a Juan Pascoe de 1977, ya en Barcelona,
le dice: «…he descubierto que TODO mi teatro lo he realizado para
que Mario Santiago haga el papel principal, para que él haga mi
papel, protagonice mis sueños, ¿bonito no?»270. Desde este punto
de vista, el Infrarrealismo también tendría su justificación en Mario
Santiago. Para Roberto la literatura era todo –dice Bruno Montané–,
por lo tanto la amistad con Mario Santiago estaba reforzada por el
recuerdo de México, por el sueño de la joven poesía mexicana que
pudo reencarnar el Infrarrealismo. Y no me cabe duda de que para
Roberto la experiencia del Infrarrealismo fue válida sobre todo por
la amistad que le unió a Mario271.
Para quienes siguieron siendo infrarrealistas junto a Mario
Santiago, no hay duda de que este era un poeta de calidad. Loco,
viviendo codo a codo con el peligro, pero muy lúcido en su escritura.
«Si puedes ser leyenda para qué ser fosa común» dice la contratapa

268
Entrevista vía mail a Bruno Montané, junio de 2006.
269
Bolaño, Roberto. Cartas a Mario Santiago. Revista interactiva Nomedites, nº 6.
México D.F., 2006.
270
Bolaño, Roberto. Cartas a Juan Pascoe (facilitadas por este). Barcelona. Julio
de 1977.
271
Entrevista vía mail a Bruno Montané, junio de 2006.

122
Bolaño Infra

de su libro Aullido de cisne272. Lo paradójico es que Mario Santia-


go casi termina en la tumba colectiva por la misma actitud que lo
convierte en leyenda. Para los infrarrealistas él encarna el espíritu
del grupo: la creación constante, el vivir en un estado poético, como
embriagado, fuera de tiempo y de toda convención social. Eso le
significó la admiración de los poetas callejeros como él y el desprecio
de los poetas de la socialite mexicana. Las dos caras de la moneda.
Mientras, su amigo Bolaño, a cientos de kilómetros, como en una
dimensión paralela, escribió sin parar, vivió en un estado narrativo,
si se quiere, y se ganó el desprecio de algunas de las reconocidas
letras del mundo cultural chileno. La gran diferencia está en que
Mario Santiago publicó muy poco del vasto material que tenía, y
cuando lo hizo fue siempre entre amigos, en ediciones artesanales,
en cambio, Bolaño terminó siendo editado por Anagrama.
Para algunos como Guadalupe Ochoa y Ramón Mendez, el
que Bolaño haya buscado la publicación lo hace menos consecuen-
te con el ideal infrarrealista que a Mario Santiago. En el caso de
Ochoa, el problema está en que Bolaño «estaba dispuesto a hacer
cualquier cosa por publicar», entre ellas negociar con los editores
y hacer correcciones de estilo273. Y Méndez dice que mientras Ma-
rio Santiago quería hacer de su vida un poema, Bolaño quería ser
reconocido como escritor. Él, por supuesto, prefiere la actitud de
Mario Santiago.
Rubén Medina, desde una perspectiva más analítica deduce dos
modus operandi igual de infrarrealistas en Bolaño y Mario Santiago,
la del escritor detective y la del escritor suicida: «El primero es un
francotirador, experto en el hit and run y la des-ubicación, en la ela-
boración de archivos e ir apuntando todo lo que ve y escucha: vive
para escribir y termina haciendo una obra literaria. Por otra parte, al
escritor suicida le interesa mucho más la experiencia de los sentidos,

272
Mario Santiago Papasquiaro. Aullido de cisne, 1ª ed., México, Al Este del Pa-
raíso, 1996. Contratapa.
273
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.

123
Montserrat Madariaga Caro

rolar con los amigos, subvertir la vida cotidiana y la confrontación


pública (poner a los escritores profesionales y elitistas en su lugar).
Para el suicida, la lucidez momentánea es su manuscrito inédito (…)
el poema brota en las conversaciones, caminatas, borracheras, en las
llamadas telefónicas como una alteración de las normas lingüísticas,
sociales, estéticas, verbales. No escribe para hacer una obra poética,
esa no es la brújula diaria que anima la existencia. Escribe porque
no puede impedirlo»274.
A fin de cuentas, los dos próceres del Infrarrealismo tenían la
escritura tatuada en la sien. Ambos vivieron intensamente y codifica-
ron esas sensaciones en poemas, cuentos y novelas. Murieron jóvenes.
Murieron sabiéndose deteriorados, como consumidos por sus letras
pero aún así escribiéndolas.

Entrevista vía mail a Rubén Medina, mayo de 2006.


274

124
Bolaño Infra

Después de la aventura

El dos de noviembre de 1998 Roberto Bolaño ganó el Premio


Herralde de Novela por unanimidad con Los detectives salvajes. Ese
mismo año la revista Paula lo invita a participar como jurado en su
concurso de cuentos, por lo que viaja a Chile para la premiación.
Con ello vinieron las entrevistas, las reseñas a sus obras y las invi-
taciones a los lugares donde los escritores de renombre asisten. Se
hizo conocido y la crítica alababa su novela recién premiada. ¿Pero
qué pensarían los mexicanos de Los detectives salvajes, aquellos que
fueron retratados y retocados por su imaginación?
Bolaño recopiló datos de las vidas de su círculo de amistades
mexicanas a través de veinte años. Luego los tomó, los hizo suyos y
los convirtió en literatura. En 1975 comenzó a apilar los cuadernos
universitarios que en vez de tener apuntes de clases, tenían anotacio-
nes sobre lo que pasaba a su alrededor. Sólo podemos imaginar lo que
contenían esas líneas: diálogos, maneras de caminar, pensamientos,
descripción de lugares y de personas, hechos ocurridos, etc. Y luego
de que abandonó el D.F. fueron las cartas y las llamadas a larga
distancia las que lo mantuvieron al tanto de los distintos destinos.
Un chileno/mexicano viajando por Francia, España y África tiene
derecho a la melancolía, a preguntar por sus conocidos, pero este
también se sintió con la potestad de tomar registro de toda noticia
que concerniera a México y a los infrarrealistas.
¿Cuál era el fin de tanta molestia? Retratar el paso del tiempo,
dijo Bolaño en 1998, «el envejecimiento a lo largo de veinte años de

125
Montserrat Madariaga Caro

una gente como mi generación que pretendió hacer la revolución y


se nos fue como un sueño»275. Al igual que en toda obra maestra, el
significado sobrepasa el objetivo primigenio del autor. Sus palabras
se nos hacen mezquinas cuando pensamos en la novela, esta puede
ser valorada desde infinitos puntos de vista tanto por su argumento
como por su estructura, pero lo realmente novedoso en Los detecti-
ves salvajes es su calidad de inclasificable. Son muchos los escritores
que sacan de la vida real su material y hay también gran cantidad
de novelas autobiográficas. Sin embargo, el resultado al que llega
Bolaño es único: una zona intermedia entre la realidad y la ficción,
una entidad independiente, que dibuja sus propios límites apenas
reconocibles por el lector. Bolaño crea otra dimensión que no es ni
real ni ficticia, simplemente es algo otro. Si Cortázar abre una fisura
en lo cotidiano por donde se inmiscuye el mundo de lo fantástico
como posible, Bolaño entra en esa fisura y mira al mundo desde
allá, haciendo que la realidad se inmiscuya en la fantasía y tome
una nueva vida.
El lector de Los detectives salvajes se ve enfrentado a un juego
de espejos –de referencias– donde la imagen es semejante pero no
idéntica. En primer plano están los Real Visceralistas liderados
por Ulises Lima y Arturo Belano, luego están los Estridentistas,
liderados por Maples Arce, y por último, Cesárea Tinajero con su
propio movimiento, el Real Visceralismo original. Hasta acá no
hay mayor complicación, el problema o la genialidad está en que
Bolaño escribe con muchos datos, es una máquina de la información
precisa y detallada que va generando en el lector la duda sobre si
aquello que es relatado es real. Ahí es cuando la prosa nos tiende
la trampa que nos hará caer en su otredad, porque el lector activo
toma el papel de detective, el que Bolaño nos arroja durante todo
el segundo capítulo, e investiga. Lo primero con lo que se encon-

275
«Escritor chileno Roberto Bolaño ganó premio Herralde». Diario La Hora, 2
de noviembre de 1998, pág. 25.

126
Bolaño Infra

trará es que en efecto Arturo Belano es el alter ego de Bolaño, y


no sólo eso, sino que realmente perteneció a un grupo poético
llamado Infrarrealismo y que Ulises Lima sería el otro yo de Mario
Santiago. Lo segundo, es que el Movimiento Estridentista existió,
con Maples Arce y «directorio» y todo. Ya para ese entonces el
lector, entusiasmado, quiere saber si realmente vivió una mujer
llamada Cesárea Tinajero. Con decepción descubre que no. Pero
eso no baja su nivel de instinto detectivesco, y cada vez que Bolaño
introduce un personaje se pregunta si tendrá parangón en la rea-
lidad, y ya autoconvencido de que sí, quiere saber quién es. Todo
esto se enmaraña en su cabeza y ya no recuerda qué era real y de
eso qué parte, lo que da la clave para decir que está dentro –en la
fisura– entendiendo la realidad desde el otro lado.
Bolaño logra este efecto porque él mismo se comporta como
un detective en su relación con el mundo. Es el hombre de la
libretita, el que recuerda hasta los pormenores más nimios y no
descansa hasta que obtiene la información que desea. Ejemplo de
ello son sus peticiones a Juan Pascoe en las cartas que le mandaba
en 1977 recién llegado a Barcelona: «Mándame, por correo cer-
tificado, la revista Plural (todo donde yo haya publicado) PERO
HAZLO, te lo agradeceré con sutras, un número de cada ejemplar
(se dice, realmente, un ejemplar de cada número), y si puedes,
otras revistas, y Calypso, y chistes y dolor de México, y chismes
delicados, y noticias. ¿Qué revista es esa, Telar? ¿Apareció o no la
antología infra en Vesus? (Mara en una carta me dice que la gente
está totalmente cagada)»276. Y más tarde en otra misiva le dice:
«Mándame material infra y otros materiales: líneas, tendencias,
grupúsculos que haya [sic] armado su fogatita pa [sic] no sentir
frío en la noche interminable del D.F. ME URGE NÚMERO DE ENERO
1977 PLURAL CON MIS TRADUCCIONES A LOS FRANCESES. En unos
3 meses más me descuelgo por París y quiero llevar esa huevada.

276
Cartas de Roberto Bolaño a Juan Pascoe facilitadas por este.

127
Montserrat Madariaga Caro

ME URGE AÚN MÁS CARTAS TUYAS CHISMES INTERPRETACIONES CO-


PUCHEO ETC»277.
Es entendible que Bolaño con apenas unos meses en Barcelona
quisiera saber todo sobre México, pero pasado el tiempo su curio-
sidad no se ve disminuida, y con la misma intensidad con la que
pedía chismes en 1977 lo hace veinte años después. Lo más extraño
para sus interlocutores, es que el objeto de interrogación preferido
continúa siendo la década del setenta. Así lo confiesa Villoro en el
prólogo de Bolaño por sí mismo, donde cuenta que en una llamada
desde Blanes en 1998, Bolaño le pregunta por hechos ocurridos desde
1972 hasta la semana anterior. Obviamente, Villoro se vio limitado en
sus respuestas. Pero esto le da pie para concluir que «a la distancia,
él había construido un país de la memoria, de espectral exactitud.
Se sumía con minucia de buscador de pruebas en una época cuya
mayor virtud para mí era que ya había transcurrido»278.
Siendo Bolaño en vida un detective entre comillas, estamos de
vuelta al juego de espejos, esta vez en torno a la búsqueda: Bolaño
investiga a los infras y sus derivados (el radio incluye a muchos
más que no lo eran); Belano y Lima van tras las huellas de Cesárea
Tinajero; durante el segundo capítulo la pesquisa es en torno a los
destinos de los real visceralistas una vez separados, y a excepción del
testimonio de Andrés Ramírez, quien le habla directamente a Belano,
el receptor/investigador permanece incógnito, convirtiendo a quien
lee en el único interlocutor válido; por último, el lector involucrado
indaga las referencias de la novela, y llega a los infrarrealistas ce-
rrando el círculo.
Ahora bien, hay quienes no se contentan con sólo tener noticias
lejanas del movimiento poético. En estos casos la novela hace de
puente a la más pura realidad. De ahí que podemos encontrar en la
prensa artículos que tratan de descifrar quién fue Bolaño en México,

277
Ibidem.
278
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 14.

128
Bolaño Infra

qué hacían los infrarrealistas, qué papel tuvo el chileno entre ellos.
Por ejemplo, Felipe Ruiz publica en el Artes y letras su recorrido por
Ciudad de México tras las huellas del escritor, pero sólo llega muy
indirectamente a su meta279. Otros desde este lado del hemisferio
tratan de descifrar «El pasado infrarrealista de Bolaño»280, título de
Matías Sánchez, a partir del material que se encuentra en Internet.
Quien más se acerca a la experiencia mexicana del escritor es Feli-
pe Ossandón, entrevistando (desde Chile) en 2004 a Carla Rippey,
José Peguero, Guadalupe Ochoa, Juan Esteban Harrington, Rebeca
López y Juan Pascoe para la Revista de libros281. Hay que sumar
a esta lista a muchos otros lectores inquietos, que no trabajan en
medios de comunicación y que siguen las pistas del Bolaño infra-
rrealista como una odisea personal inédita. De ahí que en la página
oficial del infrarrealismo haya un mensaje desde Asturias, España,
en el que un tal Arthuro Von Humboldth dice haber iniciado un
nuevo movimiento poético, el vicerrealismo, que sigue los pasos
del primero. O que, hace menos de un año, llegaran a la puerta de
José Peguero y Guadalupe Ochoa dos chilenos veinteañeros que se
sabían de memoria la obra de Bolaño y estaban sedientos de poesía
y recuerdos, con el mismo ímpetu ante la vida y la literatura que
sus anfitriones treinta años atrás282. Sin ir más lejos, este estudio es
la prueba última de las secuelas que el estilo de escritura de Bolaño
tiene en la realidad.
¿Habrá sido intencional que el lector llegue a sus camaradas
mexicanos? ¿O habrá sido una consecuencia inesperada? En prin-
cipio los únicos que pudieron ver las analogías en la novela fueron

279
Ruiz, Felipe. «Bolaño y el país de los soles negros». Artes y Letras, El Mercu-
rio, 6 de noviembre del 2005. <http://www.letras.s5.com/rb220206.htm>.
280
Sánchez, Matías. «El pasado infrarrealista de Bolaño». <http://www.letras.
s5.com/rb271005.htm>.
281
Ossandón, Felipe. «Las primeras escaramuzas literarias de Bolaño». Revista
de Libros, El Mercurio, 16 de julio del 2004. <http://articulos.infrarrealismo.
com/FelipeOssandon/felipeossandon1.htm>.
282
Matías Ellicker y Fernando Cacho.

129
Montserrat Madariaga Caro

los que se vieron reflejados en ella. Pero al ser el libro considerado


una de las mejores obras latinoamericanas o mundiales, Bolaño fue
entrevistado y específicamente preguntado por Arturo Belano, Ulises
Lima y el Real Visceralismo. De nuevo, surge la duda sobre hasta
qué punto Bolaño pudo prever esto.
Las reacciones de los involucrados en Los detectives salvajes
que ayudaron a este estudio están divididas. Para algunos la novela
es ficción y en ese sentido, a pesar de encontrarse en algún perso-
naje, no importa lo que este haga o deje de hacer en el texto. Así lo
ve Carla Rippey (Catalina O’Hara), para quien Bolaño reinventó a
los infrarrealistas de una manera mucho más interesante de lo que
fueron en la realidad. «Hizo una fábula de lo que vivió, que calza
con su actitud de romantizarlo todo»283.
Bruno Montané, Felipe Müller en la novela, reafirma el hecho
de que es literatura y no realidad. Dice que no sale ni mejor ni peor
parado que los demás retratados. «¿Pero soy yo ese personaje? Me
parecería ingenuo y pedante atribuirme sucesos y actitudes, la ma-
yoría inventados, que Roberto cuenta ahí. Nadie sale bien parado en
esa novela (ni siquiera Belano-Bolaño), claro, pero para darse cuenta
de eso hay que leerla atentamente»284. Para Montané, la novela es
un canto irónico y muy triste a su generación. Algo que concuerda
con el sentir de Bolaño de pertenecer a un tiempo en que los ideales
se caen a medio andar.
El caso de Guadalupe Ochoa es distinto. Tiene sentimientos
encontrados; comprende que la novela es ficción, pero no puede
evitar sentirse dolida por la manera en que Bolaño describe a al-
gunos personajes, sobre todo los femeninos, que frente a los ojos
de Ochoa, trata como prostitutas. «La novela puede ser divertida,
intensa, muchas cosas, lo único que a mí me produce ambivalencia
son las imágenes distorsionadas de algunos personajes en pos de darle

283
Entrevista a Carla Rippey, México D.F., febrero de 2006.
284
Entrevista vía mail a Bruno Montané, junio de 2006.

130
Bolaño Infra

ciertos elementos a su novela. Eso me parece que es una traición a la


gente que él dijo que quería, gente con la que se amaba. De verdad
que es una gran traición»285.
Rubén Medina también se llevó una sorpresa y un par de dolores
de cabeza al leer Los detectives salvajes. Postula que Bolaño redujo
a muchas personas a arquetipos según su conveniencia y en busca
de ensalzar su propio papel y el papel de Mario Santiago, los per-
sonajes mejor desarrollados a su juicio. «Los demás infras servimos
únicamente para ambientar su travesía y el contexto social- cultural
de la época. Representamos todos los límites que Ulises y Arturo
logran superar»286. Además reprueba la «caricatura» que hizo de su
primera esposa, Jennifer Sternbach, Barbara Patterson en la novela,
en instancias en que Bolaño no la conoció en persona (ya estaba en
España para cuando aparece). De igual manera cree injusto el re-
trato de Mara Larrosa (María Font), puesto que fue la persona más
cercana a él durante sus años en México. «Al leer Los detectives me
di cuenta de que no conocía verdaderamente a Roberto. Su novela
creó muchos odios en el D.F., tal vez por eso nunca más volvió»287.
Las diferencias entre Ramón Méndez y Roberto Bolaño son
anteriores a la novela, esta sólo podía aumentarlas. Méndez afirma
que Bolaño y Montané eran de una clase social más acomodada que
la de él y la de Mario Santiago y que eso se nota en la novela ya que
los hermanos Rodríguez y Ulises Lima son tratados con desprecio.
También encontró muy presuntuosa e inverosímil la erudición de
García Madero: «¿Quién de los escritores sabe de memoria todas
esas figuras literarias y en qué consisten? Intuitivamente las vas
usando y cuando quieres precisar vas a un diccionario. Se sabe que
no es Juan [Juan Esteban Harrington] sino Roberto»288. A pesar de
todo, dice que se entretuvo un rato leyendo.

285
Entrevista a Guadalupe Ochoa, México D.F., febrero de 2006.
286
Entrevista vía mail a Ruben Medina, mayo de 2006.
287
Ibidem.
288
Entrevista a Ramón Méndez, Morelia, México, febrero de 2006.

131
Montserrat Madariaga Caro

Lo cierto es que Bolaño creó una historia y quien tiene el libro


en sus manos le va agregando las sensaciones que su experiencia le
pueda brindar. Toda creación de alguna manera, directa o indirecta,
nace de las vivencias del autor, en el caso de Bolaño esa relación es
explícita porque la vida propia para él es lo único que tenemos, lo
único asible: «(…) mi patria es mi vida, es decir, que mi patria es
algo frágil y débil e insignificante. También podría decir, siguiendo
esta línea, que estoy exiliado de mi patria y que vivo en la patria de
los otros, como emigrante sin papeles, y que procuro no molestar ni
estar demasiado tiempo en un lugar»289.
Más allá de lo que fuera real o no en la novela, Bolaño experi-
mentó una juventud desafiante que tenía la intención de cambiar el
mundo a través del arte. Y con el tiempo esa intención se mostró como
una utopía. Ese punto de vista o teoría sobre lo que le pasó a él y, él
cree, a todos los que nacieron en los años cincuenta es expresado a
través de Los detectives salvajes. En este sentido es lógico que para
Bolaño el Infrarrealismo se acabe el día en que deja de luchar por
«subvertir la cotidianidad» mexicana; cuando abandona el sueño de
la contrarrevolución social y se va a vivir su propia rebelión (el viaje
en solitario es el símbolo por antonomasia de la búsqueda interior).
Aún así, desencantado, mantiene su espíritu infra de ir en contra de
lo políticamente correcto y de decir lo que piensa sin tapujos.
Hay que reconocer que el escenario literario en España y, en
general, en Europa es infinitas veces más amable que en México y
Latinoamérica. En los ochenta Bolaño pudo vivir de su escritura
gracias a los múltiples concursos que se llevaban a cabo, en cambio,
en México la división entre la cultura oficial y la underground seguía
siendo difícil de superar. Ergo, el infrarrealismo tenía razones para
continuar su lucha. En abril de 1980 publican el primer número de
la revista Le prosa, que tendrá tres en total. Luego crearon la hoja de

Donoso, Pedro. «Hay que dar la pelea y caer como un valiente». El Mercurio,
289

Artes y Letras, 20 de julio de 2003, págs. 1-2.

132
Bolaño Infra

poesía Calandria de tolvaneras que duraría hasta 1990. Y, después,


las revistas Zonaeropuerto –seis números desde marzo de 1992 hasta
enero de 1993– y La zorra vuelve al gallinero, que también nace en
marzo del 92, pero que sigue su rumbo, interrumpido, en el 2000
ya sin Mario Santiago.
Octavio Paz no se vio librado de los asaltos a sus lecturas
poéticas. Fue famoso el «boicot», como lo nombró la prensa, a la
lectura de Paz junto a David Huerta en el evento «Encuentro de
generaciones» hecho en la librería de la UNAM en enero de 1980.
El poeta mayor leía su obra «La vista, el tacto», dedicada al pintor
Balthus, poema que repite a menudo la palabra «luz», cuando uno
de los asistentes comienza a decir algo como «mucha luz, cuanta
luz, demasiada luz…», hasta que Paz se levanta y exige verle la cara
a su enemigo, y dice: «¿Qué es lo que tiene usted contra mí?» a lo
que el infra, con una simpleza irritante, responde: «Un millón de
cosas»290. Finalmente este fue expulsado de la lectura, pero ya había
cumplido su objetivo.
En la actualidad, los infras siguen publicando, en la medida de lo
posible, y haciendo recitales. Se sumaron nuevos integrantes en el ca-
mino, como Edgar Altamirano, quien inició la página en Internet del
movimiento. De los originarios los más activos son Ramón Méndez,
Guadalupe Ochoa y José Peguero. Rebeca López, aunque no escribe,
es una infra por la gran amistad que guarda con el grupo. Otros como
Piel Divina, mandan sus poemas desde el extranjero. Pero, sería muy
difícil decir quiénes siguen siendo infrarrealistas y quienes no, pues,
más que una alianza formal siempre fue una cuestión de actitud. A eso
hay que agregar que cada cuál tiene sus quehaceres cotidianos y no
todos viven en el Distrito Federal. Quienes continúan allí son Ochoa
y Peguero, dedicados al cine, al documentalismo y la producción,
respectivamente; y José Vicente Anaya, el que ha seguido su carrera

290
«Boicot de los infrarrealistas cuando Octavio Paz y David Huerta iniciaron el
ciclo de lecturas poéticas Encuentro de generaciones», Unomásuno, Ciudad de
México, 25 de enero de 1980, pág. 16.

133
Montserrat Madariaga Caro

literaria como poeta, investigador y editor de la revista de poesía


Alforja. Las hermanas Mara y Vera Larrosa, también viven en Ciudad
de México, pero ya alejadas del movimiento. La primera se dedicó
a la pintura y la otra a la danza. Méndez vive en Morelia, su ciudad
natal, escribe poesía y narrativa, además de algunos trabajos para
la prensa local. Su hermano Cuauhtémoc, lamentablemente, falleció
en mayo del 2004 a causa de un ataque epiléptico. Rubén Medina
se quedó en Estados Unidos donde imparte clases de literatura en
la Universidad de Wisconsin-Madison. Bruno Montané es poeta y
saxofonista en Barcelona, además de corrector free-lance para varias
editoriales, mientras que Juan Esteban Harrington se devolvió a su
país de origen y trabaja en una productora de Santiago. Por último
(de los que este estudio tiene conocimiento), Jorge Hernández, «Piel
Divina», vive en París y es escultor291.

291
A la fecha de la investigación, año 2006.

134
Bolaño Infra

Epílogo

Juan Villoro en el prólogo de Bolaño por sí mismo pone de


manifiesto que la última palabra escrita por este en 2666, su obra
maestra, fue «México». Es ese país el que elige como escenario para
desplegar su visión del mundo, de la dicotomía que convive en el
hombre, el bien y el mal. Allí es donde decide terminar su existencia
narrativa, haciendo innegable el influjo que tuvo sobre él. No es
que Bolaño se sintiera mexicano, no era ni chileno, ni español, ni
un exiliado. No creía en el patriotismo, simplemente, era y estaba
en un lugar, y de todos esos lugares hay un testimonio escrito; sin
ir más lejos, su extrema sensibilidad le hizo captar la hipocresía y
el horror disimulado y cotidiano con que vivimos los chilenos en
Nocturno de Chile y Estrella distante. Pero no es azaroso que sus
dos más grandes novelas, Los detectives salvajes y 2666, aunque
cosmopolitas, giren en torno a México. La presente investigación
sirve para entender porqué.
Bolaño mismo reconoce en entrevistas que sus años mexicanos
fueron vitales para su formación como escritor, pero a esto hay que
añadir que no le tocó vivir cualquier época, sino que la del setenta
(1968 a 1977, para ser específicos), un tiempo que históricamente
se caracteriza por la efervescencia de la juventud en temas sociales
y políticos, por la gran rebeldía heredada de los hippies, aunque
más agresiva.
La llegada de Bolaño a México está marcada por la «matanza
de Tlatelolco»; directo desde el bucólico Los Ángeles, Chile, a un

135
Montserrat Madariaga Caro

Distrito Federal ardiendo de impotencia. Un cambio radical. Si bien,


él mismo no participó de los hechos, fue su generación, es decir
quienes para ese entonces eran adolescentes, los que tuvieron que
cargar con el peso histórico de un atropello gubernamental de tal
calaña; eran ellos quienes debían reivindicar a los jóvenes muertos.
Bolaño, aunque extranjero, se vio sometido a esa atmósfera de total
desconfianza con las autoridades, de guerrilla, de desconcierto so-
cial y temor. Él eligió la calle, la posición beatnik de contracultura
y contrarrevolución, y buscó a los que se refugiaban en el arte y la
poesía de la cárcel que les significaba vivir en esa sociedad. La crea-
ción artística –decía Cuauhtémoc Méndez– nos impone una tarea
liberadora: deshacernos por esta vía de todas las ataduras alienadas
que se nos han impuesto en el desarrollo de la civilización292. Por lo
tanto, la literatura para Bolaño se presenta como un lugar idóneo
donde se es libre. Un mundo paralelo donde se puede ser cualquier
cosa, donde se puede hablar de los temas que se deseen sin sentirse
oprimido o censurado.
El espíritu vanguardista de los infras no nace de un afán esté-
tico, sino de la necesidad de escape, de crear un canon alternativo.
Es dadaísta porque destruye, pero también quiere ser y crecer a su
antojo. De ahí que no existan reglas de estilo; el único requisito para
ser infra es mirar de reojo a lo socialmente aceptable, dejarlo todo
y lanzarse a los caminos. El desarraigo total, aunque «rebeldes con
causa»293, como dice Ramón Méndez, porque su fin es la libertad.
Las librerías, las avenidas, los bares y cafés, los cines triple X y
los parques del Distrito Federal, fueron la escuela de Bolaño; los poe-
tas vagabundos, sus compañeros de clase; y la escritura, su perpetuo
examen. Desde el momento en que termina el manifiesto infrarrealista

292
Méndez, Cuauhtémoc. «El movimiento infrarrealista y los agujeros negros de
la vida». Discurso leído en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México en
1987. <www.infrarrealismo.com>.
293
Méndez, Ramón. «Rebeldes con causa, los poetas del movimiento infrarrealis-
ta». <www.infrarrealismo.com>.

136
Bolaño Infra

hace explícito su pacto con la literatura. La actitud arrojada y contra


su propia salud con que escribe una novela por año para Anagrama,
es el fiel reflejo de su compromiso de por vida. La ficción por sobre
la realidad, la realidad como invitada en el planeta «ficción». Una
vida que se funde con el papel:

La única experiencia necesaria para escribir es la experiencia


del fenómeno estético. Pero no me refiero a una educación más o
menos correcta, sino a un compromiso o, mejor dicho, una apuesta,
en donde el artista pone sobre la mesa su vida, sabiendo de antemano
además que va a salir derrotado. Esto último es importante: saber
que vas a perder294.

Bolaño fue vencido. La literatura lo terminó matando, dicen


algunos, y en ese sentido ganó la apuesta, pero él fue un jugador
inteligente que se aseguró la longevidad escribiéndose a sí mismo,
reformulado, adornado, como sea. Esta estrategia (dicho sea de
paso, le encantaban los juegos donde se demanda cranear un plan
de acción)295 nace al momento en que toma el lápiz, por ende en
su periodo mexicano. Sus poemas no son otra cosa que el reflejo
de lo que ve y siente. Describen acciones, repasan experiencias
vividas, son, en pocas palabras, su diario personal. Su poesía
infrarrealista es la antesala a su narrativa, siguiendo la lógica, su
narrativa es infrarrealista. No cambió en él la manera de enfren-
tarse al papel: entregándose; tampoco se dejó intimidar por los
cánones literarios acostumbrados: Los detectives salvajes tiene
609 páginas y 2666, 1119. Si eso no es un acto de rebeldía, un
atrevimiento, para el mundo editorial e incluso para los lectores
mal acostumbrados a la novela corta, entonces qué lo es. El hecho
de que sea un escritor leído no significa que se haya vendido al

294
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 25 (Agosin, Gabriel. «No sé
quién soy, pero sé lo que hago»).
295
Como novela póstuma Anagrama publica el Tercer Reich (2010), donde Bola-
ño incluye a los juegos de guerra en la ficción.

137
Montserrat Madariaga Caro

sistema, puesto que hizo lo que le dio la gana, además firmó con
una editorial que es conocida por priorizar la calidad antes que
cualquier plan de marketing.
Ahora bien, el Infrarrealismo, como ha quedado claro, es una
actitud de vida más que un estilo de escritura, por ende, bautizar
«narrativa infrarrealista» a la de Bolaño, sería un pie forzado. Solo se
persigue demostrar que los años que vivió en México y su experiencia
con los poetas de allí lo marcaron irreversiblemente, lo formaron.
Con el tiempo, él recordó ese periodo como un pecado de juventud,
consideró cándido e incluso estúpido el pensar que se podría cambiar
la idiosincrasia mexicana a través de un movimiento poético, sin em-
bargo, esa lucha fue suya, y después de toda guerra los ex conscriptos
viven con las cicatrices y con los fantasmas, repitiendo los hechos
en su mente una y otra vez. Eso es lo que le pasa a Bolaño, quien no
deja ir el recuerdo de esa época; la reescribe constantemente.
Su gran aporte a la historia de la literatura latinoamericana
es haberle sacudido, por fin, la sombra del «boom». Representa un
quiebre en la línea, una nueva dirección. La superación de la «angustia
de las influencias» de Harold Bloom, en la que es necesario hacer un
desvío revisionista, es decir, matar al padre. «El verdadero poeta es
un hombre sin conocimientos: olvida la mayoría de las cosas con el
objeto de hacer una; es injusto hacia lo que se halla atrás y solamente
reconoce una ley, la ley de lo que va a ser»296. Esto implica dos cosas,
vilipendiar al canon institucionalizado y tener la valentía, la seguri-
dad necesaria para autoproclamarse como el talento que remecerá
la escena. Pero cuidado, no puede traducirse en palabrerías, pues
falaces hay muchos, sino en la dedicación a crear una obra maciza,
de peso, gruesa y profunda.
Esa voluntad de acero estaba en Bolaño y estaba en Mario
Santiago. Es más, todos los infrarrealistas se plantearon el desviar el

Bloom, Harold. La angustia de las influencias, 4ª ed., Caracas, Ed. Monte Ávila
296

Latinoamericana, 1991, pág. 68.

138
Bolaño Infra

camino de la literatura, de ahí nace el ensañamiento contra Octavio


Paz. Como diría Nietzsche, si no tienes un buen padre, invéntate
uno. Los movimientos logran como grupo llamar la atención y
declarar su sentir, pero siempre son dos o tres los que sobresalen
y dan el salto, haciendo de su obra algo inaudito. La plataforma
que le permitió a Bolaño dar ese brinco fue el Infrarrealismo, lo
que se puede ver en Los detectives salvajes. Ahí encontramos al
culpable del estanco de la poesía: Paz, y a la supuesta salvación, la
madre que se elige, no que toca: Cesárea Tinajero. Pero los realvis-
ceralistas también la matan, porque si no lo hacen, no inauguran.
Finalmente, la nueva literatura se encuentra en el proceso, en el
viaje, en el tránsito, en el abismo de no ser ni de aquí o de allá, en
el estar buscando. Trasladado este esquema a la vida de Bolaño,
Paz es todas las «vacas sagradas» o los intocables escritores de
prestigio pasados a naftalina; Cesárea es la poesía, la esencia del
movimiento infrarrealista. Recordemos que Bolaño llegado de su
viaje a Chile se dedica a rastrear a los jóvenes poetas mexicanos,
así como Belano lo hizo con Tinajero, y una vez que los encuentra
y forman un movimiento, ¿qué hace Bolaño? Lo mata. Da por ter-
minado el Infrarrealismo y comienza a gestar su propio arte, uno
que no es colectivo, poesía y narrativa destinadas a ser bolañistas
no infrarrealistas, a pesar de que, como diría Bloom, la creación
del nuevo poeta, aunque este lo niegue, está en constante diálogo
con el pasado, de ahí que su mensaje final de búsqueda y tránsito
lo devuelve al Infrarrealismo.
En una entrevista Bolaño declaró que más que escritor le hu-
biera gustado ser un investigador de homicidios. A nadie que haya
leído sus novelas le puede sorprender, ha sido un tópico estudiado
su gusto por la novela policíaca y cómo rescata el denominado
sub-género de su bajo status. Lo que estaba oculto era hasta qué
punto se comportaba en la vida cotidiana como un «tira». En esto
el testimonio de sus compañeros mexicanos fue decidor: era un in-
cansable observador, una grabadora humana, que registraba cada

139
Montserrat Madariaga Caro

paso dado. El cincuenta por ciento de la genialidad de Los detectives


salvajes se debe a su afán inquisidor de los hechos reales. Lo único
que no pudo hacer, lo que envidió de los verdaderos investigadores,
fue «volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de
los fantasmas»297, es decir, a México.
Es válido pensar que Bolaño no buscaba con su novela que se le
rastreara su pasado infrarrealista, no era una persona que resaltara
por ególatra; la autoreferencia es obvia, pero lo obvio es lo superficial,
lo que cubre. El tema de fondo pasa porque pudo ver concentradas
en México las bondades y las maldades del mundo. Supo de la liber-
tad que otorgan las ciudades infinitas como el D.F. mexicano, pero
también la facilidad con que se puede ser una sombra, un don nadie;
se dio cuenta de que las etiquetas como «Partido Revolucionario
Institucional», son solo eso, etiquetas; conoció a quienes hacen arte
para poder vivir bien, y a los que viven mal para poder hacer arte;
en consecuencia, aprendió la naturaleza dual de las cosas y concluyó
que «México es un país tremendamente vital, pese a que es el país
donde, paradójicamente, la muerte está más presente. Tal vez solo
así, siendo tan vital, puede tener a la muerte tan presente»298.

297
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 72 (Maristain, Mónica. «El
mundo está vivo y nada vivo tiene remedio»).
298
Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, pág. 40 (Álvarez, Eliseo. «Las pos-
turas son las posturas y el sexo es el sexo»).

140
Bolaño Infra

Anexos

141
Montserrat Madariaga Caro

Portada de Zarazo 0, objeto gráfico palpable de pretensiones combustibles…,


nº 0, enero 1974.

142
Bolaño Infra

Déjenlo todo, nuevamente299


Primer manifiesto
del movimiento infrarrealista

«Hasta los confines del sistema solar hay cuatro horas-luz;


hasta la estrella más cercana, cuatro años-luz. Un desmedido océano
de vacío. Pero ¿estamos realmente seguros de que sólo haya un vacío?
Únicamente sabemos que en este espacio no hay estrellas luminosas;
de existir, ¿serían visibles? ¿Y si existiesen cuerpos no luminosos u
oscuros? ¿No podría suceder en los mapas celestes, al igual que en
los de la tierra, que estén indicadas las estrellas-ciudades y omitidas
las estrellas-pueblos?»
–Escritores soviéticos de ciencia ficción arañándose el rostro
a medianoche.
–Los infrasoles (Drummond diría los alegres muchachos pro-
letarios).
–Peguero y Boris solitarios en un cuarto lumpen presintiendo
a la maravilla detrás de la puerta.
–Free Money.

–¿Quién ha atravesado la ciudad y por única música sólo ha


tenido los silbidos de sus semejantes, sus propias palabras de asom-
bro y rabia?
El tipo hermoso que no sabía
que el orgasmo de las chavas es clitoral
(Busquen, no solamente en los museos hay mierda) (Un proceso
de museificación individual) (Certeza de que todo está nombrado,
develado) (Miedo a descubrir) (Miedo a los desequilibrios no pre-
vistos)

Correspondencia Infra, revista menstrual del movimiento infrarrealista, nº 1.


299

1977, pág. 5.

143
Montserrat Madariaga Caro

Nuestros parientes más cercanos:


los francotiradores, los llaneros solitarios que asolan los cafés
de chinos de latinoamérica, los destazados en supermarkets, en sus
tremendas disyuntivas individuo-colectividad; la impotencia de la
acción y la búsqueda (a niveles individuales o bien enfangados en
contradicciones estéticas) de la acción poética.

–Pequeñitas estrellas luminosas guiñándonos eternamente un


ojo desde un lugar del universo llamado Los Laberintos.
–Dancing-Club de la miseria.
–Pepito Tequila sollozando su amor por Lisa Underground.
–Chúpaselo, chúpatelo, chupémoselo.
–Y el Horror.

Cortinas de agua, cemento o lata, separan una maquinaria


cultural, a la que lo mismo le da servir de conciencia o culo de la
clase dominante, de un acontecer cultural vivo, fregado, en constante
muerte y nacimiento, ignorante de gran parte de la historia y las bellas
artes (creador cotidiano de su loquísima istoria y de su alucinante
vellas hartes), cuerpo que por lo pronto experimenta en sí mismo
sensaciones nuevas, producto de una época en que nos acercamos a
200 kph. al cagadero o a la revolución.
«Nuevas formas, raras formas», como decía entre curioso y
risueño el viejo Bertolt.

Las sensaciones no surgen de la nada (obviedad de obviedades),


sino de la realidad condicionada, de mil maneras, a un constante
fluir.
–Realidad múltiple, nos mareas!
Así, es posible que por una parte se nazca y por otra estemos
en las primeras butacas de los últimos coletazos. Formas de vida y
formas de muerte se pasean cotidianamente por la retina. Su choque
constante da vida a las formas infrarrealistas: EL OJO DE LA TRAN-
SICIÓN.

144
Bolaño Infra

Metan a toda la ciudad al manicomio. Dulce hermana, aullidos


de tanque, canciones hermafroditas, desiertos de diamante, sólo vivi-
remos una vez y las visiones cada día más gruesas y resbalosas. Dulce
hermana, aventones para Monte Albán. Apriétense los cinturones
porque se riegan los cadáveres. Una movida de menos.

¿Y la buena cultura burguesa? ¿Y la academia y los incendia-


rios? ¿y las vanguardias y sus retaguardias? ¿Y ciertas concepciones
del amor, el buen paisaje, la Colt precisa y multinacional?
Como me dijo Saint-Just en un sueño que tuve hace tiempo:
Hasta las cabezas de los aristócratas nos pueden servir de armas.

–Una buena parte del mundo va naciendo y otra buena parte


muriendo, y todos sabemos que todos tenemos que vivir o todos
morir: en esto no hay término medio.
Chirico dice: es necesario que el pensamiento se aleje de todo lo
que se llama lógica y buen sentido, que se aleje de todas las trabas
humanas de modo tal que las cosas le aparezcan bajo un nuevo as-
pecto, como iluminadas por una constelación aparecida por primera
vez. Los infrarrealistas dicen: Vamos a meternos de cabeza en todas
las trabas humanas, de modo tal que las cosas empiecen a moverse
dentro de uno mismo, una visión alucinante del hombre.
–La Constelación del Bello Pájaro.
–Los infrarrealistas proponen al mundo el indigenismo: un
indio loco y tímido.
–Un nuevo lirismo, que en América Latina comienza a crecer, a
sustentarse en modos que no dejan de maravillarnos. La entrada en
materia es ya la entrada en aventura: el poema como un viaje y el poeta
como un héroe develador de héroes. La ternura como un ejercicio de
velocidad. Respiración y calor. La experiencia disparada, estructuras
que se van devorando a sí mismas, contradicciones locas.
Si el poeta está inmiscuido, el lector tendrá que inmiscuirse.
«libros eróticos sin ortografía»

145
Montserrat Madariaga Caro

Nos anteceden las MIL VANGUARDIAS DESCUARTIZADAS EN LOS


SESENTAS
Las 99 flores abiertas como una cabeza abierta
Las matanzas, los nuevos campos de concentración
Los Blancos ríos subterráneos, los vientos violetas
Son tiempos duros para la poesía, dicen algunos, tomando té,
escuchando música en sus departamentos, hablando (escuchando)
a los viejos maestros. Son tiempos duros para el hombre, decimos
nosotros, volviendo a las barricadas después de una jornada llena de
mierda y gases lacrimógenos, descubriendo/ creando música hasta
en los departamentos, mirando largamente los cementerios-que-
se-expanden, donde toman desesperadamente una taza de té o se
emborrachan de pura rabia o inercia los viejos maestros.
Nos antecede Hora Zero
((Cría zambos y te picarán los callos))
Aún estamos en la era cuaternaria. ¿Aún estamos en la era
cuaternaria?
Pepito Tequila besa los pezones fosforescentes de Lisa Under-
ground y la ve alejarse por una playa en donde brotan pirámides
negras.

Repito:
el poeta como héroe develador de héroes, como el árbol rojo
caído que anuncia el principio del bosque.
-Los intentos de una ética-estética consecuente están empedrados
de traiciones o sobrevivencias patéticas.
-Y es que el individuo podrá andar mil kilómetros pero a la
larga el camino se lo come.
-Nuestra ética es la Revolución, nuestra estética la Vida: una-
sola-cosa.

Los burgueses y los pequeños burgueses se la pasan en fiesta.


Todos los fines de semana tienen una. El proletariado no tiene fiesta.

146
Bolaño Infra

Sólo funerales con ritmo. Eso va a cambiar. Los explotados tendrán


una gran fiesta. Memoria y guillotinas. Intuirla, actuarla ciertas no-
ches, inventarle aristas y rincones húmedos, es como acariciar los
ojos ácidos del nuevo espíritu.

Desplazamiento del poema a través de las estaciones de los


motines: la poesía produciendo poetas produciendo poemas pro-
duciendo poesía. No un callejón eléctrico/ el poeta con los brazos
separados del cuerpo/ el poema desplazándose lentamente de su
Visión a su Revolución. El callejón es un punto múltiple. «Vamos
a inventar para descubrir su contradicción, sus formas invisibles de
negarse, hasta aclararlo». Desplazamiento del acto de escribir por
zonas nada propicias para el acto de escribir.
¡Rimbaud, vuelve a casa!
Subvertir la realidad cotidiana de la poesía actual. Los enca-
denamientos que conducen a una realidad circular del poema. Una
buena referencia: el loco Kurt Schwitters. Lanke trr gll, o, upa kupa
arggg, devienen en línea oficial, investigadores fonéticos codificando
el aullido. Los puentes del Noba Express son anti-codificantes: déjen-
lo que grite, déjenlo que grite (por favor no vayan a sacar un lápiz
ni un papelito, ni lo graben, si quieren participar griten también),
así que déjenlo que grite, a ver qué cara pone cuando acabe, a qué
otra cosa increíble pasamos.
Nuestros puentes hacia las estaciones ignoradas. El poema
interrelacionando realidad e irrealidad.

Convulsivamente

¿Qué le puedo pedir a la actual pintura latinoamericana? ¿Qué


le puedo pedir al teatro?
Más revelador y plástico es pararse en un parque demolido
por el smog y ver a la gente cruzar en grupos (que se comprimen y

147
Montserrat Madariaga Caro

se expanden) las avenidas, cuando tanto a los automovilistas como


a los peatones les urge llegar a sus covachas, y es la hora en que los
asesinos salen y las víctimas los siguen.
¿Realmente qué historias me cuentan los pintores?
El vacío interesante, la forma y el color fijos, en el mejor de
los casos la parodia del movimiento. Lienzos que sólo servirán de
anuncios luminosos en las salas de los ingenieros y médicos que
coleccionan.
El pintor se acomoda en una sociedad que cada día es más
«pintor» que él mismo, y ahí es donde se encuentra desarmado y se
inscribe de payaso.
Si un cuadro de X es encontrado en alguna calle por Mara,
ese cuadro adquiere categoría de cosa divertida y comunicante; es
un salón es tan decorativo como los sillones de fierro del jardín del
burgués / ¿cuestión de retina? / sí y no / pero mejor sería encontrar
( y por un tiempo sistematizar azarosamente) el factor detonante,
clasista, cien por ciento propositivo de la obra, en yuxtaposición a
los valores de «obra» que la están precediendo y condicionando.
-El pintor deja el estudio y CUALQUIER statu quo y se mete de
cabeza en la maravilla/ o se pone a jugar ajedrez como Duchamp /
Una pintura didáctica para la misma pintura/ Y una pintura de la
pobreza, gratis o bastante barata, inacabada, de participación, de
cuestionamiento en la participación, de extensiones físicas y espiri-
tuales ilimitadas.
La mejor pintura de América Latina es la que aún se hace a
niveles inconscientes, el juego, la fiesta, el experimento que nos da
una real visión de lo que somos y nos abre a lo que podemos será
la mejor pintura de América Latina es la que pintamos con verdes y
rojos y azules sobre nuestros rostros, para reconocernos en la crea-
ción incesante de la tribu.

Prueben a dejarlo todo diariamente.

148
Bolaño Infra

Que los arquitectos dejen de construir escenarios hacia dentro


y que abran las manos (o que las empuñen, depende del lugar) hacia
ese espacio de afuera. Un muro y un techo adquieren utilidad cuando
no sólo sirven para dormir o evitar lluvias sino cuando establecen, a
partir, por ejemplo, del acto cotidiano del sueño, puentes conscientes
entre el hombre y sus creaciones, o la imposibilidad momentánea
de éstas.
Para la arquitectura y la escultura los infrarrealistas partimos
de dos puntos: la barricada y el lecho.
 
La verdadera imaginación es aquella que dinamita, elucida,
inyecta microbios esmeraldas en otras imaginaciones. En poesía y
en lo que sea, la entrada en materia tiene que ser ya la entrada en
aventura. Crear las herramientas para la subversión cotidiana. Las
estaciones subjetivas del ser humano, con sus bellos árboles gigan-
tescos y obscenos, como laboratorios de experimentación. Fijar,
entrever situaciones paralelas y tan desgarradoras como un gran
arañazo en el pecho, en el rostro. Analogía sin fin de los gestos. Son
tantos que cuando aparecen los nuevos ni nos damos cuenta, aun-
que los estamos haciendo / mirando frente a un espejo. Noches de
tormenta. La percepción se abre mediante una ética-estética llevada
hasta lo último.

Las galaxias del amor están apareciendo en la palma de nues-


tras manos.
–Poetas, suéltense las trenzas (si tienen)
–Quemen sus porquerías y empiecen a amar hasta que lleguen
a los poemas incalculables
–No queremos pinturas cinéticas, sino enormes atardeceres
cinéticos
–Caballos corriendo a 500 kilómetros por hora
–Ardillas de fuego saltando por árboles de fuego

149
Montserrat Madariaga Caro

–Una apuesta para ver quién pestañea primero, entre el nervio


y la pastilla somnífera

El riesgo siempre está en otra parte. El verdadero poeta es el


que siempre está abandonándose. Nunca demasiado tiempo en un
mismo lugar, como los guerrilleros, como los ovnis, como los ojos
blancos de los prisioneros a cadena perpetua.

Fusión y explosión de dos orillas: la creación como un graffiti


resuelto y abierto por un niño loco.
Nada mecánico. Las escalas del asombro. Alguien, tal vez el
Bosco, rompe el acuario del amor. Dinero gratis. Dulce hermana.
Visiones livianas como cadáveres. Little boys tasajeando de besos
a diciembre.

A las dos de la mañana, después de haber estado en casa de


Mara, escuchamos (Mario Santiago y algunos de nosotros) risas
que salían del penthouse de un edificio de 9 pisos. No paraban, se
reían y se reían mientras nosotros abajo nos dormíamos apoyados
en varias casetas telefónicas. Llegó un momento en que sólo Mario
seguía prestando atención a las risas (el penthouse es un bar gay o
algo parecido y Darío Galicia nos había contado que siempre está
vigilado por policías). Nosotros hacíamos llamadas telefónicas pero
las monedas se hacían de agua. Las risas continuaban. Después de
que nos fuimos de esa colonia Mario me contó que realmente nadie
se había reído, eran risas grabadas y allá arriba, en el penthouse, un
grupo reducido, o quizás un solo homosexual, había escuchado en
silencio su disco y nos lo había hecho escuchar.
–La muerte del cisne, el último canto del cisne, el último canto
del cisne negro, NO ESTÁN en el Bolshoi sino en el dolor y la belleza
insoportables de las calles.
–Un arcoiris que principia en un cine de mala muerte y que
termina en una fábrica en huelga.

150
Bolaño Infra

–Que la amnesia nunca nos bese en la boca. Que nunca nos


bese.
–Soñábamos con utopía y nos despertamos gritando.

–Un pobre vaquero solitario que regresa a su casa, que es la


maravilla.

Hacer aparecer las nuevas sensaciones –Subvertir la cotidia-


neidad.
O.K.
DÉJENLO TODO, NUEVAMENTE
LÁNCENSE A LOS CAMINOS

Roberto Bolaño, México, 1976.

151
Montserrat Madariaga Caro

152
Bolaño Infra

Cartas de Bolaño a Mario Santiago


1)

Blanes. 29 de noviembre 1994300.


Querido Mario: por fin noticias tuyas. Por otras personas siem-
pre he ido enterándome de pasajes, escenas probablemente apócrifas
–o no- de tu vida, cuentos y anécdotas que en ocasiones remitían
directamente a la Mitología o al Bestiario Fantástico. Espero de ahora
en adelante, o al menos durante un tiempo, tener la información de
primera mano. Esto suena a regaño pero no lo es.
La verdad es que son tantas las cosas que quisiera decirte que
no sé por dónde empezar.
Te lo resumo y tú has de cuenta que estás leyendo uno de esos
poemas enumerativos de Adrian Henn.
Tengo un hijo de cuatro años y medio que se llama Lautaro.
Escribo.
Una incipiente calvicie abrillanta mi coronilla, pero digamos que
cualquiera puede tomarla más bien como una tonsura. Ya puestos,
digamos que es una tonsura.
He estado muy enfermo. La enfermedad se ha vuelto crónica.
Sobrevivo pero creí que la espichaba.
Durante 1992 y 1993 he estado internado en el hospital seis
veces. Las enfermeras me conocían y celebraban mis entradas y
salidas con Anís del Mono.
Escribí algún poema no desdeñable y, sobre todo, leí a Pascal.
Bruno y yo seguimos viéndonos con asiduidad, más o menos
una vez al mes: nos peleamos mucho pero la sangre nunca llega al

La fecha está escrita a mano por Bolaño, pero también hay anotaciones ma-
300

nuscritas del remitente. Mario Santiago, comentaba, corregía y respondía las


misivas en sus espacios blancos. En este caso, se ve claramente el título que le
otorgó a la carta: «Toda una vida».

153
Montserrat Madariaga Caro

río sino al cáliz de la amistad y del perdón, como diría Montaigne o


San Agustín o San Patricio o la Virgen del Abrigo de Pana.
Aún intento traducir –las noches licántropas– a Bulteau.
No sé nada de Edna Lieberman [Edith Oster en Los detectives
salvajes] pero ruego al cielo que esté viva.
Lisa, me lo dijo su madre el 1 de enero de 1993, horas antes del
alzamiento zapatista, está casada y vive en el D.F.
Hace años leí en una Casa de las Américas un poema de Rubén.
En la nota bibliográfica lo presentaban como un vate chicano. Será
chico, pensé, pero no, era chicano.
Con Verástegui me escribo casi a diario. Dice que el Perú lo
ahoga, dice que su sangre vasca le pide el retorno a España. Dice que
en el Perú no hay buenas librerías. Se separó de Carmen, se dedica a
lecturas (y prácticas, supongo) medio esotéricas o esotéricas del todo,
Madame Blavasky y su pandilla. Tiene un libro, «Ética», de unas mil
páginas y que va editando por partes pero que quiere publicar en un
solo volumen para espanto de editores e impresores.
También me escribía con Pimentel (le mandé hará cosa de unos
ocho meses la Zorra), pero ya hace un tiempo que no sé nada de él.
Supongo que es debido a un poema mío llamado Los Neochilenos,
en donde, parece, no hablo con el debido respeto de las putas de
Molledo o de los soldados peruanos de la guerra peruano-chilena
o de sepa Dios qué. Antes de cortar la correspondencia me mandó
Tromba de Agosto, su último libro, en donde el prologuista, un tal
Pablo Guevara, lo compara, supongo que en un ataque de lirismo,
con Vallejo. Ay, estos peruanos.
De todas maneras el viejo Pimentel sigue en pie, con Hora Zero
(su cuate Tulio Mora publicó una amable reseña, a instancias de
Jorge, sobre mi novela La Senda de los Elefantes) y los pocos fieles
que le quedan.
Más sobre nuestro Perú legendario, las alabanzas de P. Guevara
se quedan cortas ante las que profieren los de la tribu de Verástegui,

154
Bolaño Infra

al que ponen a la altura de Ezra Pound y de nadie más. A eso se le


llama objetividad crítica, ¿qué?, ¿qué?
Daniel Goldin [Daniel Grossman]. Lo último que supe de él es
que había sufrido un accidente horrible en donde murió Norman
[Norman Bolzman] (¿ese era su nombre?), el amigo o ex amigo o lo
que fuera de Claudia Kerik [Claudia a secas en la novela].
La jodida estela de las muertes.
Mi última imagen de Daniel, en la calle debajo de su casa, des-
pidiéndonos con un beso. Estaba alegre porque volvía a México. Yo
también hubiera estado así.
En más de una ocasión he estado a punto de hacer las maletas
e irme, pero al final México sin Lisa no acaba de convencerme. Tal
vez un día de estos emprenda el viaje a Australia que te aseguré que
haría hace ya casi veinte años.
Mi hijo Lautaro sí que habla de México. Dice que un día nos
marcharemos y tendremos caballos y pistolas de rayos y una que
otra máquina voladora. Yo le digo que sí, que en México hay mu-
chos caballos pero que las pistolas no son precisamente de rayos,
aunque uno nunca sabe.
Tienes que contarme de tus hijos, el enano Mancera me dijo
hace un año que tenías una hija a la que le habías puesto de nombre
Clítoris.
Espero que no sea cierto.
Supe que se suicidó Ema Méndez.
Supe que Edna estuvo en un hospital de California y que pesaba
menos de treinta kilos.
A veces creo que Edna está muerta, que lleva muerta muchos
años, aunque mi corazón me dice que está viva.
De Cuauhtémoc no sé nada, de Peguero tampoco.
De Mara conservo muchas cartas y algunos dibujos.
No sé quién me dijo –tal vez lo imaginé– que Piel Divina tra-
bajaba de chulo en Nueva York.

155
Montserrat Madariaga Caro

De Orlando [Guillén] qué quieres que te diga, lo último que supe


de él fue que quería que conectáramos con un poeta de aquí para
protestar por no sé qué injusticia, relegamiento o abuso. Cuando nos
pusimos en contacto con la casa del poeta su mujer nos informó que
ya hacía más de un mes que había muerto. La situación era tan de
broma macabra que no parecía real. Incluso pensé en la posibilidad
de que la viuda se hubiera vuelto loca y llamé a otros amigos que lo
conocían. En efecto, acababa de morir.
En fin, releo esta carta y casi todo son malas noticias. Aunque
en realidad, bien miradas, no lo son.

156
Bolaño Infra

2) Correspondencia sin fecha

157
Montserrat Madariaga Caro

158
Bolaño Infra

Bibliografía

I Obras de Roberto Bolaño

Amuleto, 1ª ed., Barcelona, Editorial Anagrama, 1999.


Entre paréntesis, 1ª ed., Barcelona, Editorial Anagrama, 2005.
Llamadas telefónicas, 4ª ed., Barcelona, Editorial Anagrama, 2005.
Los detectives salvajes, 6ª ed., Barcelona, Editorial Anagrama, 1998.
Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. Once jóvenes poetas lati-
noamericanos, 1ª ed., México, Editorial Extemporáneos, 1979.
Putas asesinas, 1ª ed., Barcelona, Editorial Anagrama, 2005.
Reinventar el amor, 1ª ed., Ciudad de México, Taller Martín Pescador,
1976.
2666, 4ª ed., Barcelona, Editorial Anagrama, 2005.

II Entrevistas hechas a Roberto Bolaño

Berger, Beatriz. «Del juego al humor negro», Revista de Libros, El Mercurio,


28 de febrero de 1998, pág. 2-3.
Cárdenas, María Teresa, y Díaz, Edwin. «Bolaño y sus circunstancias»,
Revista de Libros, El Mercurio, 25 de octubre del 2003, págs. 8-9.
Donoso, Pedro. «Hay que dar la pelea y caer como un valiente», Artes y
Letras, El Mercurio, 20 de julio de 2003, págs. 1-3.
«Escritor chileno Roberto Bolaño ganó premio Herralde», La Hora, 2 de
noviembre de 1998, pág. 25.
Jurado, María Cristina. «La muerte, esa puta asesina…», Caras, nº 399,
2003, pág. 128.
Meruane, Lina. «La estrella distante de las letras chilenas», Caras, nº 285,
1998, págs. 94-97.
Paz, Sergio. «De aquí a la eternidad», Revista El Domingo, El Mercurio,
13 de diciembre de 1998, pág. 4-6.
«Roberto Bolaño triunfó en España», El Centro, 4 de noviembre de 1998,
pág. 21.
Extraídas del libro Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, 1ª ed.,
selección y edición de Andrés Braithwaite; prólogo de Juan Villoro,
Santiago, Editorial Universidad Diego Portales, 2006.
Agosin, Gabriel. «No sé quién soy, pero sé lo que hago», págs. 25-28.

159
Montserrat Madariaga Caro

Álvarez, Eliseo. «Las posturas son las posturas y el sexo es el sexo», págs.
34-45.
López, Óscar. «Claro: necesito fumar», págs. 54-61.
Maristain, Mónica. «El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio», págs.
62-72.
Pinto, Rodrigo. «Nunca creí que llegaría a ser tan viejo», págs. 82-86.
Warnken, Cristián. Programa televisivo «La belleza de pensar», pág. 101.

III Obras consultadas de otros autores

Boccanera, Jorge. Ángeles trotamundos. Historias de vida, 1ª ed., Santiago,


Editorial Antártica, 1996, volumen 2.
Lucie-Smith, Edgard. Artes visuales en el siglo XX, Alemania, Editorial
Könemann, 2000.
Mario Santiago Papasquiaro. Aullido de cisne, 1ª ed., México, Editorial Al
Este del Paraíso, 1996.
Braithwaite, Andrés. Bolaño por sí mismo, entrevistas escogidas, 1ª ed.,
Santiago, Editorial Universidad Diego Portales, 2006.
Payne, Michael. Diccionario de teoría crítica y estudios culturales, 2ª ed.,
Buenos Aires, Editorial Paidós, 2002.
Quezada, Jaime. El año de la ira. Diario de un poeta chileno en Chile.
Santiago, 2003. Bravo y Allende editores, 1ª edición.
Kerouac, Jack. En el camino, 20ª ed., Barcelona, Editorial Anagrama,
2005.
Bloom, Harold. La angustia de las influencias, 4ª ed., Caracas, Editorial
Monte Ávila Latinoamericana, 1991.
Poniatowska, Elena. La noche de Tlatelolco, 7ª ed., México D. F., Editorial
Era, 1971.
Woolf, Virginia. Las olas, 3ª ed., Santiago, Editorial Ercilla, 1967.
Pérez Gallego, Cándido; Martín, Félix y Mateo, Leopoldo. Literatura
norteamericana actual, 3ª ed., Madrid, Editorial Cátedra, 1986.
Anaya, José Vicente. Los poetas que cayeron del cielo, la generación beat
comentada y en su propia voz, 2ª ed., México D. F., Ediciones Casa Juan
Pablos, 2001.
Kerouac, Jack. Los vagabundos del Dharma, 1ª ed., Buenos Aires, Editorial
Losada, 1960.
Osorio, Nelson. Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia lite-
raria latinoamericana, 1ª ed., Caracas, Editorial Arauco, 1988.
Herralde, Jorge. Para Roberto Bolaño, 1ª ed., México, Editorial Sexto Piso,
2005.

160
Bolaño Infra

Wellek, René y Warren, Austin. Teoría literaria, 4ª ed., Madrid, Editorial


Gredos, 1966.
Agustín, José. Tragicomedia mexicana: la vida en México de 1970 a 1982,
2ª ed., México D. F., Editorial Planeta, 1998.

IV Otras publicaciones (revistas, diarios y discos)

Enciso, Gerardo. Cuentos del Miedo (disco compacto). Sello Culebra- BMG,
1993.
Diorama de la Cultura. Suplemento dominical del diario Excelsior, 2 de
mayo de 1976.
El Corno Emplumado, nº 13, enero de 1965.
No Medites (audiorevista-disco compacto), nº 3 (2003) y 6 (2006).
Plural. Diario Excelsior, nº 53 (febrero de 1976); 57 (junio de 1976); 61
(octubre de 1976); 62 (noviembre de 1976); 63 (diciembre de 1976);
64 (enero de 1977) y 68 (mayo de 1977).
Punto de Partida. Dirección General del Departamento de Difusión Cultural
de la UNAM, nº 47-48 y 49-50, 1976 (ambas).
Turia (revista), nº 75, 2005 (Teruel, España).
Unomásuno (diario), 25 de enero de 1980.

V Material infrarrealista (excepto lo que fue editado en las publica-


ciones antes mencionadas)

Zarazo 0, objeto gráfico palpable de pretensiones combustibles…, nº 0,


enero de 1974.
Anaya, José Vicente; Bolaño, Roberto; Larrosa, Mara; Méndez, Cuauhté-
moc; Montané, Bruno; Medina, Rubén; Peguero, José y Mario Santiago.
Pájaro de calor, ocho poetas infrarrealistas, 1ª ed., prólogo de Juan
Cervera. Lora del Río, Ediciones Asunción Sanchís, 1976.
Correspondencia infra, revista menstrual del movimiento infrarrealista,
nº 1, 1977.
Manifiesto infrarrealista escrito por Mario Santiago en 1975. Facilitado
por José Vicente Anaya.
Manifiesto infrarrealista escrito por José Vicente Anaya en 1975. Facilitado
por él mismo.
Lista de fundadores y simpatizantes hecha por José Vicente Anaya.

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Montserrat Madariaga Caro

Lista de publicaciones infrarrealistas hasta el 2005 hecha por Rebeca


López.

VI Testimonios

· De los infrarrealistas:
Anaya, José Vicente. Ciudad de México, febrero de 2006.
López, Rebeca. Ciudad de México, febrero de 2006.
Medina, Rubén. Entrevista vía mail, mayo de 2006.
Méndez, Ramón. Morelia, febrero de 2006.
Montané, Bruno. Entrevista vía mail, junio de 2006.
Ochoa, Guadalupe. Ciudad de México, febrero de 2006.
Peguero, José. Ciudad de México, febrero de 2006.

· De quienes los conocieron:


Catana, Rafael. Ciudad de México, febrero de 2006.
Chimal, Carlos. Ciudad de México, febrero de 2006.
Gutiérrez Vega, Hugo. Ciudad de México, febrero de 2006.
Pascoe, Juan. Entrevista de Felipe Ossandón, facilitada vía mail por
Pascoe; y las cartas que Bolaño le mandó desde Barcelona.
Rippey, Carla. Ciudad de México, febrero de 2006.
Silva, Raúl. Ciudad de México, febrero de 2006.
Villoro, Juan. Ciudad de México, febrero de 2006.

V Sitios web consultados (por orden de aparición en el texto):

Ramírez, Jesús. «Fue un dos de octubre» <www.jornada.unam.


mx/2005/10/02/mas-jesus.html>.
«Ordenan el arresto de un ex presidente mexicano por la matanza de 1968
en la plaza de Tlatelolco» <http://www.elmundo.es/elmundo/2006/06/30/
internacional/1151697129.html>.
«Octavio Paz» <http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2126>.

162
Bolaño Infra

«Carlos Monsiváis». <http://www.fil.com.mx/rulfo/monsivais.asp>.


Bustos, Luis Ramón. «Maples, el jefe de la tribu estridentista». <http://
www.etcetera.com.mx/1998/275/blr0275.htm>.
Guerrero, Citlali. «La vanguardia desmentida». <http://www.suracapulco.
com.mx/anterior/2001/mayo/14/pag23.htm>.
«Los días terrenales». Revista Catoblepas, nº 34, 2004. <http://www.
nodulo.org/ec/2004/n034p04.htm>.
Ruiz, Álvaro. «José Revueltas: libertad y prisión de la escritura». <http://
www.eluniversal.com.mx/graficos/confabulario/15-abril06.htm>.
Tejera, María Josefina. «Literatura y dialéctica».<http://www.nodulo.org/
ec/2006/n050p04.htm>.
Vázquez, Gonzalo. «Efraín Huerta: a veinte años de su muerte». <http//
sepiensa.org.mx/contenidos/ehuerta/ehuerta.htm>.
Raquel Huerta-Navas. «Efraín Huerta: El alba en llamas». <http://www.
geocities.com/asbaje/eh2002.html>.
Alarcón, Justo. «Biografía de Efraín Huerta».<http://www.los-poetas.
com/c/biohuerta.htm>.
«Palabras urgentes». Movimiento Hora Zero; «Poesía integral/ Primeros
apuntes sobre la estética del Movimiento Hora Zero». Ramírez Ruiz,
Juan; «El movimiento infrarrealista y los agujeros negros de la vida».
Méndez, Cuauhtémoc; y «Rebeldes con causa, los poetas del Movi-
miento Infrarrealista». Méndez, Ramón. <http://www.infrarrealismo.
com>.
Brooke, Michael. «The angry young men».<http://www.sceenonline.org.
uk/film/id/594201/>.
«Angry young men». <http://en.wikipedia.org/wiki/Angry_young_men.
«Carlos Pezoa Véliz (1879-1908)». <http://www.memoriachilena.cl/
mchilena01/temas/index.asp?id_ut=carlospezoaveliz(1879-1908)>.
Ruiz, Felipe. «Bolaño y el país de los soles negros». <http://www.letras.
s5.com/rb220206.htm>.
Sánchez, Matías. «El pasado infrarrealista de Bolaño». <http://www.letras.
s5.com/rb271005.htm>.
Ossandón, Felipe. «Las primeras escaramuzas literarias de Bolaño». <http://
articulos.infrarrealismo.com/FelipeOssandon/felipeossandon1.htm>.

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