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Las arcillas están formadas por láminas constituidas por unidades de silicatos y de aluminatos (Figura 1).

Las arcillas más simples son las que denominamos de tipo 1:1 que idealmente están constituidas por una
capa de silicatos y otra capa de aluminatos, las llamamos caolinitas y son las arcillas que se están
formando actualmente en ambientes tropicales y subtropicales. Otras más complejas son las de tipo 2:1,
que están constituidas por dos capas de silicatos que tienen en medio una capa de aluminatos, éstas
pueden ser de diversos tipos según su organización en láminas onduladas donde algunas tienen aspecto
parecido al de las esponjas naturales cuando las miramos a través de un microscopio electrónico. Entre
ellas se encuentran las illitas que son muy ricas en potasio, montmorillonitas, esmectitas, vermiculitas,
sepiolitas o paligorskitas. En la Península Ibérica aparecen sobre todo arcillas de tipo 2:1, aunque en
algunos lugares se encuentran suelos con arcillas 1:1 pues son suelos que se formaron en épocas que hubo
clima tropical.

Grupo de la caolinita.- La caolinita (Al4Si4O10(OH)8) es el principal constituyente del caolín y las arcillas
para porcelana. Las caolinitas son producto de la meteorización del feldespato ortoclasa proveniente del
granito y comúnmente se encuentran en suelos compuestos de sedimento. La caolinita se presenta en
hojuelas hexagonales de tamaño pequeño, su estructura consiste en una distribución de dos láminas de
sílice y gibsita fuertemente enlazadas (Figura 1.6a). Algunos minerales de arcilla que pertenecen a este
grupo son: la dickita que tiene la misma composición de la caolinita pero con un orden diferente en sus
láminas y la halosita que generalmente aparece en algunos suelos tropicales, cuyas láminas en forma
tubular están enlazadas por moléculas de agua (Figura 1.6b).
Grupo de la ilita.- La ilita es el resultado de la meteorización de las micas, es similar en muchos aspectos
a la mica blanca pero tiene menos potasio y más agua en su composición. Se presenta en forma de
hojuelas y su estructura consiste en arreglos de tres láminas de gibsita con los iones de K proporcionando
el enlace entre láminas adyacentes de sílice como muestra la Figura 1.6c. Debido a que el enlace es más
débil que el de la caolinita sus partículas son más pequeñas y delgadas.

Grupo de la montmorilonita.- La montmorilonita es el constituyente principal de la bentonita y otras


variedades similares de arcilla. Las montmorilonitas suelen ser el resultado de la meteorización del
feldespato plaglioclasa en los depósitos de ceniza volcánica. Su estructura fundamental consiste de
distribuciones de tres láminas, cuya lámina octaédrica intermedia es casi siempre gibsita o en otro caso
brucita. Diversos enlaces metálicos además del potasio (K) forman enlaces débiles entre las láminas
como muestra la Figura 1.6d. Una característica particular del los minerales del grupo de la
montmorilonita es su considerable aumento de volumen al absorber partículas de agua.

Grupo de la vermiculita.- Este grupo contiene productos de la meteorización de la biotita y la clorita. La


estructura de la vermiculita es similar a la montmorilonita, excepto que los cationes que proporcionan los
enlaces entre láminas son predominantemente Mg, acompañados por algunas moléculas de agua como
muestra la Figura 1.6e.

La diferencia entre las arcillas de tipo 1:1 y las de tipo 2:1 es que aquellas absorben menos agua que éstas
y dan lugar a suelos de menor fertilidad. Esta diferencia tiene que ver con la propiedad más interesante
de las arcillas que es que están cargadas eléctricamente con carga neta negativa, esto es que tienen
muchos lugares en su estructura donde les sobran electrones con lo que son lugares de carga negativa, y
otros pocos lugares donde les faltan electrones y por lo tanto tienen ahí cargas positivas. Esta propiedad
es la que ha hecho que las arcillas se hayan utilizado a lo largo de la historia de la Humanidad de diferentes
formas para fines terapéuticos.

En los lugares de carga negativa se “adsorben” (con d y no con b, que significa que retienen
eventualmente), esto es se pegan, sustancias con carga positiva, tales como los cationes que predominan
en los suelos y que son muy importantes para la nutrición vegetal, calcio, magnesio, sodio, potasio y otros
cationes como el hierro, aluminio, boro, cobre, etc., incluido el hidrógeno. En los lugares con carga
positiva, que son pocos, se adsorben aniones, es decir sustancias con carga negativa, tales como sulfatos,
carbonatos, nitratos, cloruros, etc. También los microorganismos del suelo con carga eléctrica, tales
como algunas bacterias y amebas, pueden unirse en estos lugares utilizando eventualmente la carga
eléctrica disponible.
Tanto en unos lugares como en otros desgraciadamente también se pueden unir sustancias
contaminantes que han llegado al suelo de diferentes fuentes, tales como herbicidas (por ej. El herbicida
paraquat, hoy ya prohibido su uso, que tiene carga positiva o el glifosato con carga negativa), plaguicidas,
metales pesados, etc. Cuando estas sustancias se unen a las arcillas ocupando estos lugares con carga
eléctrica, por un lado impiden que otras sustancias que son interesantes para las plantas se puedan unir
a ellas de forma que el suelo va perdiendo poco a poco fertilidad pues los nutrientes se quedan en el agua
del suelo disueltos pudiéndose lavar con el agua de lluvia o de riego y salir del suelo por escorrentía o
percolación. Por otro lado, algunos contaminantes pueden estar adsorbidos a las arcillas durante un
tiempo y en un momento dado desprenderse y pasar al agua del suelo afectando a los organismos del
suelo y a las propias plantas.
Las capas de arcillas se van uniendo mediante fuerzas electrostáticas débiles a otras capas constituyendo
algo parecido a un “hojaldre”, de forma que entre una capa y otra se introducen moléculas de agua,
cationes y cualquier producto catiónico. Por ello cuando las arcillas se humedecen se hinchan y cuando
se secan se contraen, cuestión que podemos percibir cuando vemos las grietas que se forman en la
superficie de un suelo arcilloso. La anchura de la grieta que se forma depende de la cantidad de arcilla
que tenga el suelo y del tipo de arcilla. La unión entre las capas de las arcillas de tipo 2:1 es mucho más
flexible lo que permite que se puedan introducir más moléculas de agua que en el caso de las arcillas de
tipo 1:1, y en algunas de las arcillas de tipo 2:1 pueden caber todavía más moléculas de agua
observándose que cuando el suelo se seca las grietas que se forman son extraordinariamente anchas, 25
– 40 cm, y profundas, de hasta 1,5 – 2 m de profundidad en casos extraordinarios. La unión entre las capas
de las arcillas tipo 1:1 es menos flexible y por tanto la cantidad de agua que cabe entre ellas es mucho
menor que en el caso de las arcillas 2:1. Por ello los suelos que tienen arcillas de tipo 1:1 se encharcan
enseguida en los periodos de lluvias y como dicen los agricultores de las zonas donde hay estas arcillas
que prefieren los años de inviernos secos y sin embargo los años malos son cuando hay mayores lluvias
invernales, pues encharcan las tierras y los cereales mueren. Estas arcillas se encuentran en nuestro país
en las zonas que se llaman Rañas que se formaron en épocas del principio del Cuaternario cuando hubo
aquí una época de clima tropical.

Rudolf Steiner, en el Curso de Agricultura Biológico-dinámica (1924), da mucha importancia a que en el


suelo existan arenas de cuarzo y también arcillas. Steiner dice que las arenas de cuarzo reciben la
información de los Planetas lejanos del Sistema Solar, Marte, Júpiter y Saturno, haciendo que esta
información pueda ser accesible para las plantas. Sin embargo, la función de las arcillas es diferente
actuando como mediadoras entre lo que él llama “el principio cálcico” y lo que llama “el principio silícico”,
facilitando que lo cálcico llegue a los vegetales y pueda subir hasta las zonas donde se produce la floración
y fructificación de las plantas, por ello atribuye a las arcillas una función rítmica en el suelo. También hace
la observación de que en los suelos que no hay arcillas no hay un buen proceso de fructificación, siendo
mejores estos suelos arenosos para la producción de plantas de las que aprovechamos su raíz. Las arcillas
hacen el mismo papel en el suelo que hacen el corazón y los pulmones en los organismos superiores que
permiten que las sustancias necesarias para la vida se expandan y se intercambien a lo largo de todo el
organismo.

Mirando al suelo desde este punto de vista, las arcillas retienen (adsorben) del suelo nutrientes de las
plantas que son cationes, es decir que tienen carga eléctrica positiva, tales como calcio, magnesio, sodio
y potasio y los intercambian con los microorganismos y las plantas cuando éstos los necesitan. Las arcillas
dan y reciben cationes continuamente por lo que se ha llamado a este proceso “intercambio catiónico” o
cuando lo analizamos en el laboratorio “capacidad de intercambio catiónico (CIC)”. Las arcillas
expansivas tienen mayor CIC que algunas arcillas de tipo 2:1 como las illitas, y las de tipo 1:1, las caolinitas,
tienen valores bajísimos de CIC por lo que los suelos que las contienen son muy poco fértiles. Sin
embargo, las arcillas que se forman en suelos sobre rocas volcánicas, que se llaman de forma general
alófanas, pueden tener valores de CIC más elevados que las arcillas expansivas y casi tan elevados, como
vamos a ver ahora, como la materia orgánica, por lo que pueden dar lugar a suelos muy fértiles.

Curiosamente la materia orgánica muy descompuesta que hay en el suelo, que llamamos en general
compuestos húmicos, siendo una sustancia de origen completamente diferente al de las arcillas, tiene la
misma propiedad que éstas de tener cargas eléctricas negativas y algunas positivas, esto es de tener
lugares de intercambio catiónico. A igualdad de peso, la materia orgánica tiene mayor cantidad de cargas
eléctricas que las arcillas, por lo que al añadir un poco de materia orgánica observamos que las plantas se
desarrollan mucho mejor, siendo ésta una de las funciones importantes de la materia orgánica. Por ello,
en realidad la materia orgánica no es importante por dar nutrientes directamente a las plantas, sino que
actúa reteniendo nutrientes que luego van a ser intercambiados con los microorganismos del suelo y al
final las arcillas van a suministrar a las plantas para que puedan llegar a las zonas donde se produce la
fructificación. Steiner comenta que la materia orgánica con ayuda de lo cálcico se infiltra dentro del suelo,
mientras que la arcilla hace el camino contrario poniendo a lo cálcico a disposición de las plantas.

En nuestra tierra tenemos las arcillas que ahí se han desarrollado y en principio no podemos cambiar su
cantidad o su tipo, pero sí podemos mediante nuestras prácticas agrícolas cambiar la cantidad y la calidad
de la materia orgánica que hay en una tierra. Por eso nuestro trabajo tiene que enfocarse en reponer el
suelo con una materia orgánica de la mejor calidad que podamos. Pero ahora no es posible detenernos
en ello, así que este asunto será objeto de otro artículo en el futuro.

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