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Michel Villey y España (por Francisco J.

Contreras Peláez y Antonio


E. Pérez Luño)*

Este trabajo examinará tres facetas de la obra de Michel Villey que han
tenido especial repercusión en la doctrina iusfilosófica española: 1) su crítica de
la noción de derecho subjetivo; 2) su visión negativa del legado histórico-
filosófico de la Escuela Española del Derecho Natural (en la que ve una suerte de
degeneración pragmatista-subjetivista del iusnaturalismo tomista); y 3) sus
aportaciones a la teoría de la “naturaleza de la cosa” (con especial atención a su
repercusión en la obra de los iusfilósofos españoles Legaz Lacambra y Recaséns
Siches).

1) El derecho subjetivo en Michel Villey

El problema del derecho subjetivo es uno de los centros permanentes de


atención en la obra de Michel Villey, al que retorna en diversos momentos de su
trayectoria filosófica. Y atribuimos aquí al término problema con la mayor
rotundidad posible su sentido “negativo” característico: para Villey, la noción de
derecho subjetivo es problemática en sí misma (debido a su vaguedad, su difícil
fundamentación, su incompatibilidad con la esencia misma del Derecho) ; y, a su
vez, la hegemonía casi indiscutida de dicha noci ón en la modernidad jurídica
constituye un verdadero problema para la filosofía del Derecho: el pensamiento
jurídico moderno estaría enfermo de “subjetivismo”; Michel Villey asume sin
vacilaciones el diagnóstico de dicho mal, así como la propuesta de curación, que
en su opinión estribaría en un retorno a la inspiración objetivista que presidió el
pensamiento jurídico antiguo.

Frente al espíritu atomista o “individuocéntrico” del Derecho moderno,


Villey cree descubrir en la obra de Aristóteles y Santo Tomás (y, más
genéricamente, en todo el pensamiento jurídico antiguo) una inspiración
cosmocéntrica y objetivo-naturalista. El Derecho es cierta proporción armónica
entre las personas (y las cosas) que integran la civitas. El punto de partida –para

1
el jurista antiguo- no es el individuo presocial, sino la sociedad, la polis; el
organismo precede ontológicamente a las células que lo integran. Frente a la
concepción convencionalista-hobbesiana de la sociedad como artificio, la visión
aristotélica de la sociedad como entidad natural y como totalidad armónica. El
pensador jurídico antiguo –imbuido de esta prioridad ontológica del todo sobre
las partes- parte, pues, de un “regard d’ensemble sur les cités et sur l’ordre qui
les structure, relie leurs divers élements” 1. La observación de las sociedades
permite al jurista antiguo descubrir –que no crear o inventar- un orden o
proporción natural en su base: “le Droit, c’est donc l’ordre inhérent à ces
ensembles sociaux; la proportion que l’on découvre entre les biens distribués
entre les citoyens telle qu’elle se révèle à nos regards dans une cité bien
constituée; c’est l’ensemble des rapports justes que nous discernons dans un
groupe” 2. El Derecho antiguo no está al servicio de los individuos y sus intereses,
sino de la justicia, “cette valeur alors stricte ment définie, qui est harmonie,
équilibre, bonne proportion arithmétique et géométrique entre les choses ou les
personnes” 3.

De “lo justo objetivo” (id quod iustum est) se derivarán, ciertamente,


consecuencias jurídicas para los individuos; es misión del jurista “atribuir a cada
uno su derecho (ius suum cuique tribuere)”. Ahora bien, en el ius suum, el acento
prioritario recaerá siempre –desde la perspectiva del jurista de la Antigüedad - en
lo que tiene de ius, y no en lo que tiene de suum. El ius suum es la parte, la cuota
que resulta corresponder a determinado individuo en un reparto presidido por
una norma objetiva 4. No habría nada suum si no hubiera antes un ius, una regla
justa que posibilita el reparto. El Derecho objetivo precede al “derecho

* Francisco J. Contreras ha redactado la introducción y los epígrafes 1.1 y 1.2; Antonio E.


Pérez Luño, los epígrafes 2 y 3.
1
VILLEY, M., “Droit subjectif II (Le droit de l’individu chez Hobbes)”, en VILLEY, M.,
Seize essays de philosophie du Droit , Dalloz, París, 1969, p. 182.
2
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., pp. 182 -183.
3
VILLEY, M., “Droit subjectif I (La genèse chez Guillaume d’Occam)”, en VILLEY, M.,
Seize essays …”, cit., p. 148).
4
“Appliqué à l’individu, le mot “droit” désignera la part qui lui revient dans ce juste partage,
puisque la justice a pour objet d’attribuer à chacun son droit : suum jus cuique tribuere »
(VILLEY, M., « Droit subjectif I », cit., p. 148).

2
subjetivo”; la norma agendi precede a la facultas agendi 5. El gran error del
pensamiento jurídico moderno estribaría –según Villey- en haber invertido esa
prelación.

En cierto momento de la historia, en efecto, el significado de “derecho”


viró hacia una perspectiva subjetivista: el concepto de “derecho” dejó de ser
asociado con “proporción objetiva” para pasar a designar cierta facultad de la que
supuestamente es titular el individuo por su propia naturaleza 6 (no en tanto que
miembro de la polis, en tanto que participante en el “reparto” al que aludíamos
en párrafos anteriores): “cette espèce de droit qui serait en dernière analyse tiré
de l’être même du sujet, de son essence, de sa nature” 7. Facultades que
preexistirían a la ley, y que ésta no podría sino reconocer (pero no crear); el
derecho subjetivo como derecho consustancial al ser humano: “cualidad moral”
en Grocio, “poder de la voluntad” en Savigny, etc. Según Villey, lo que en el
Derecho antiguo era equilibrio y proporción pasa a ser choque anárquico de
derechos individuales absolutos en el Derecho moderno: se comienza
reconociendo tales facultades omnímodas al soberano (Hobbes); después, se
considera necesario atribuir “derechos naturales” también a los súbditos,
precisamente para protegerles frente a los poderes ilimitados del soberano
(Locke) 8. Todo esto supone, para Villey, decadencia, “incultura”, “barbarie
intelectual” 9, triunfo del “egoísmo” 10, del robinsonismo, del privatismo, del

5
“Dans l’ancienne représentation de l’ordre social et juridique, quel était le concept premier,
la clé de voûte des systèmes ? Je pense que tout dépendait de la loi. Et pour les disciples
d’Aristote, il s’agit de loi de la nature, non écrite, cachée dans l es choses, clé des relations
sociales justes. Le droit n’en était que la projection » (VILLEY, M., « Droit subjectif II »,
cit., p. 193).
6
« C’est […] un droit que émane de la personne, qui est inhérent à la personne, qui est son
attribut : non pas un objet, quelque chose, quelque avantage que l’on pose en face du sujet,
qu’on lui octroie de l’exterieur. Soyons précis : le droit subjectif est une qualité du sujet, une
de ses facultés […] » (VILLEY, M., « Droit subjectif I », cit., p. 146).
7
VILLEY, M., “Droit subjectif I”, cit., p. 145.
8
“Au sommet du système du droit, nous avons posé les pouvoirs, les droits subjectifs du
souverain […] ; puis, pour servir d’antidote à l’absolutisme, dressé contre eux les droits
naturels de l’individu, ses libertés, son « droit » à la libre opinion, à la libre circulation, à une
vie aisée, au travail ou à la grève » (VILLEY, M., « Droit subjectif I », cit., p. 140).
9
« [M]on opinion personelle : le langage romain me paraît plus intelligent que le nôtre,
témoigner d’une plus haute culture : je tends à croire que la notion du droit subjectif, qui a

3
atomismo social, del “liberalismo y el utilitarismo” 11 (ambos términos poseen
para Villey una carga peyorativa) …

1.1) Villey, Ockham y el derecho subjetivo

Como es sabido, Villey sitúa la aparición de la (nociva) noción de derecho


subjetivo en la Baja Edad Media, en la obra de Guillermo de Ockham. Pero, ya
antes de su consagración doctrinal, la realidad jurídica medieval había preparado
el terreno para el giro decisivo desde el “derecho como orden-proporción” al
“derecho como poder”. En efecto, asaltado el Imperio y desintegrado el universo
jurídico romano, los siglos oscuros de la Alta Edad Media ofrecen el espectáculo
de una especie de “rapiña jurídica” en el que reyezuelos bárbaros, señores
feudales, la Iglesia, etc. se disputan los restos de la res publica (en un proceso
que, en metáfora feliz, Villey compara a la actitud de los habitantes de la ciudad
de Roma que durante la Edad Media someten a pillaje los magníficos
monumentos de la Roma imperial, desmantelándolos para obtener materiales de
construcción que utilizan en sus míseras viviendas particulares: lo público es así
descuartizado, sacrificado a lo privado). Cada sujeto jurídico (Papa, emperador,
reyes, señores feudales, ciudades autónomas, gremios, etc.) se apresura a llamar
“derecho” a la posición de ventaja conquistada en este caótico “sálvese quien
pueda” 12. El derecho gira así desde la idea de “orden” a la idea de “poder”. Lo
rapiñado de facto es elevado a la categoría de facultad legítima, poder de iure.

tant de succès parmi nous, pourrait bien être un témoignage de barbarie intellectuelle »
(VILLEY, M., « Droit subjectif I », cit., p. 155).
10
“La première [cause de l’apparition du droit subjectif] c’est l’égoisme, et l’inculture qui va
de pair avec cette défaillance morale […]. Il est naturel que chacun pense toute chose en
fonction de son moi, et capte au service de son moi ce qui devrait être conçu en fonction de
l’interêt commun, et l’accommode aux besoins de son égoisme. […] Le risque a tojours existé
que se produise cet abus, cette déviation du langage » (VILLEY, M., « Droit subjectif I », cit.,
p. 140).
11
VILLEY, M., “Droit subjectif I”, cit., p. 178.
12
“Les hommes du Moyen Age, incultes, peu formés à l’abstraction, spontanément pensent à
partir de l’individu ; sur les ruines de l’Etat romain, ils ont grossièrement recons truit un
régime social fait de maitrises individuelles, de la combination des pouvoirs des rois, des
seigneurs, de leurs vassaux. Type de pensée jusqu’alors informe, […] mais que la philosophie
d’Occam va élever au niveau de la science […] » (VILLEY, M., « Droit subjectif I », cit., p.
157).

4
Es en la obra de Ockham (s.XIV), sin embargo, donde, según Villey,
encontrará cristalización teórica este proceso “subjetivizador” que venía
produciéndose ya en la práctica desde siglos antes. Ockham tiene el perfil
filosófico adecuado por ello por varias razones. En primer lugar , su
“individualismo metafísico” le predispone a convertirse en adalid del
individualismo jurídico: en la historia del pensamiento, Ockham es importante
como iniciador del nominalismo, esto es, la tendencia lógico -metafísica que
niega la realidad “extramental” (extra animam) de los “universales” (los
géneros y especies). Los universales son, para Ockham, simplemente “nombres”
o “signos” que representan a ciertos entes individuales y los sustituyen en las
proposiciones (doctrina de la suppositio). Es el primer filósofo cristiano que
rompe radicalmente con el ejemplarismo platónico -agustiniano, interrumpiendo
una tradición milenaria de “primado de lo universal” (lo univer sal es más real y
más digno de conocimiento que lo singular) en el pensamiento occidental, y
abriendo en cierto modo la vía para la ciencia experimental y la concepción
“moderna” del mundo 13.

En segundo lugar, Ockham está predispuesto al subjetivismo juríd ico en


tanto que cristiano sincero 14: en la perspectiva cristiana, cada persona es
infinitamente valiosa porque es imagen de Dios, porque Cristo se ha sacrificado
por ella, y porque posee un alma inmortal, llamada a la salvación o la
condenación 15. El cristianismo no puede ser sino personalista, individualista: “le
christianisme a toujours mis, depuis ses origines, l’accent non sur des idées

13
Cf. GOLDSTEIN, J., Nominalismus und Moderne: Zur Konstitution neuzeitlicher
Subjektivität bei Hans Blumenberg und Wilhelm von Ockham , Alber, München-Freiburg i.B.,
1998 ; GOLDSTEIN, J., “Ockhams Beitrag zur modernen Rationalität”, Zeitschrift für
philosophische Forschung, 53-I, p. 113 ; BLUMENBERG, H., Die Legitimität der Neuzeit,
Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1999 [1966], p. 217 ss.
14
“[L]e christianisme est un ferment d’individualisme; il accorde le plus grand prix à l a
personnes individuelle; il pense lui aussi en fonction de l’individu” (VILLEY, M., “Droit
subjectif I”, cit., p. 141).
15
“El valor de la dignidad humana previa a toda acción política y a toda decisión política
remite en último término al Creador [...]; l a fe cristiana ve en esto el misterio del Creador y
de la condición de imagen de Dios que ha otorgado al hombre” (RATZINGER, J. [Benedicto
XVI], “Europa: sus fundamentos espirituales ayer, hoy y mañana”, en PERA, M. –
RATZINGER, J., Sin raíces: Europa, relativismo, cristianismo, Islam, Península, Barcelona,
2006, pp. 72-73).

5
générales, mais sur les personnes, à commencer par celle de Jésus” 16. Ahora bien,
según Villey, Ockham incurre en un error categorial al pretender proyectar este
individualismo cristiano –válido sólo en el plano espiritual- al terreno jurídico:
“un débordement de morale chrétienne est responsable du succès du droit
subjectif”. El cristianismo es, de algún modo, esencialmente antijurídico: la
gracia, la redención, son un regalo inmerecido por el hombre, del todo
desproporcionado respecto a sus merecimientos “objetivos”. Si la relación de
Dios con el hombre fuese “jurídica”, éste estaría perdido (“Señor, si contaras l os
pecados, ¿quién subsistiría?”), pero “donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia”: ésta es la idea que preside sobre todo la Carta a los Gálatas, informada
por un espíritu fervientemente antilegalista 17. La relación del cristiano con la ley
moral no es entendible en términos “jurídicos” de obediencia-desobediencia,
cumplimiento, sanción, recompensa, etc.; no se trata de obedecer la ley para
evitar una sanción: se trata más bien, por parte del cristiano, de una respuesta
amorosa y libre al regalo gratuito de la redención. En este sentido, señala Villey,
el comportamiento verdaderamente coherente con el cristianismo es el de los
santos, que no se limitan a cumplir con la ley (“moral de mínimos”), sino que
hacen mucho más (actos supererogatorios, “moral de máximos”). De la misma
forma que Dios “ha hecho más de aquello a lo que estaba obligado” al salvar al
hombre, así el santo responde haciendo más de lo exigido por la ley: en ambos
casos, la “desmesura” de lo gratuito prevalece sobre la proporción, el equilibrio,
la exacta equivalencia de contraprestaciones que caracteriza a lo jurídico 18.

16
VILLEY, M., “Droit subjectif I”, cit., p. 141.
17
“El hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo” (Gal. 2,
16); “si por la ley se obtuviera la jus tificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano” (Gal.
2, 21); “si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa” (Gal. 3, 18); “si os dejáis
conducir por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gal. 5, 18). Lo cual no implica que de pronto
“valga todo”: “Vosotros, en efecto, hermanos, fuisteis llamados a la libertad; mas procurad
que la libertad no sea un motivo para servir a la carne” (Gal. 5, 13); “las obras de la carne son
manifiestas: fornicación, impureza, lujuria, idolatría, hechicería, enemista des, disputas […]”
(Gal. 5, 19-20). “Por el contrario, los frutos del Espíritu son: caridad, alegría, paz,
longanimidad […]; contra estas cosas no existe ley” (Gal. 5, 22). “El amor es la plenitud de la
ley” (Rom. 13, 10).
18
“L’acte meritoire, pour un chrétien, n’est point tant l’acte commandé; c’est au contraire
l’acte gratuit, qui suppose la liberté; c’est l’acte “surérogatoire”, celui qui donne plus que ce
qui est dû, comme le Bon Samaritain de la parabole charge l’hôtelie r de soigner le voyageur
blessé au-delà de ce qui serait dû en fonction de l’argent versé” (VILLEY, M., “Droit
subjectif I”, cit., p. 172).

6
Ahora bien, la sublime desmesura moral cristiana no es adecuada para regir
una sociedad de pecadores, cristianos sólo a medias. El espíritu suprajurídico del
cristianismo puede, quizás, presidir un monasterio (aunque las órdenes
monásticas, por cierto, se dotaron siempre de reglas muy estrictas), una pequeña
comunidad de personas entregadas totalmente a la búsqueda de la santidad, pero
no “el mundo”, la sociedad secular llena de individuos autointeresados. Y éste
sería, según Villey, el gran error de Ockham: “Et la merveilleuse notion
chrétienne de la liberté, valable pour le moine détaché du monde, mais peut-être
moins pour les hommes enfoncés dans le temporel, propriétaires, négociants,
escrocs et voleurs auxquels les juristes ont affaire- il la transpose précisement
dans le monde du droit” 19.

Junto a estas dos causas intelectuales de fondo (nominalismo metafísico,


personalismo cristiano), Villey discierne una tercera causa (mucho más
circunstancial) en el giro ockhamista hacia la noción de derecho subjetivo: la
implicación de Ockham en la controversia teológico-jurídica entre el Papado y la
orden franciscana. S. Francisco de Asís había pretendido que sus “frailes
menores” se atuvieran taxativamente a las instrucciones que Jesús transmitió a
sus apóstoles al enviarlos a predicar: “No os proveáis de oro, ni de plata, ni de
cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de
bordón” (Mt. 10, 9-10; cf. Mc. 10, 28; Lc. 18, 28). La regla franciscana
establece, pues, que los hermanos “no deben poseer nada para sí mismos, ni
casa, ni habitación, ni ninguna otra cosa”, confi ando su subsistencia a la
limosna de los fieles. Según la tesis desarrollada por S. Buenaventura (en su
Apologia pauperum) y convalidada por el Papa Nicolás III en la constitución
Exiit qui seminat (1279), la Orden franciscana ejerce un simplex usus facti
sobre los bienes muebles o inmuebles -dependencias conventuales, etc.- que
pueda utilizar; la propiedad (dominium) de tales bienes sigue estando en manos

19
VILLEY, M., “Droit subjectif I”, cit., p. 173.

7
de los benefactores de la Orden (en muchos casos, la propia sede pontificia),
que autorizan a los frailes a servirse de ellos 20.

Pero Juan XXII decide poner fin a esta ficción jurídica, que permite a los
franciscanos mantenerse oficialmente “pobres”, mientras utilizan de hecho
numerosos bienes. En las bulas Ad conditorem canonum (1322), Cum inter
nonnullos (1323) y Quia quorundam (1324), sostiene que la pretensión de los
franciscanos de no ser considerados propietarios de los bienes de que disfrutan
es técnicamente inadmisible. Los franciscanos, en efecto, utilizan tales bienes
como si se tratara de propiedades suyas: ejercen sin obstáculo el ius fruendi y el
ius utendi. Su propietario oficial (el Papado), en cambio, ejerce sobre ellos un
extraño dominio meramente nominal, vacío de facultades reales ( dominium
verbale, nudum et aenigmaticum). El intento de los franciscanos de desvincular
el usus iuris del usus facti es falaz.

Ockham atacará las tesis del Papa en una serie de escritos polémicos,
entre los que destaca el Opus nonaginta dierum (1332). Su argumentación se
basa en la distinción entre ius fori e ius poli, expresiones agustinianas a las que
Ockham parece emplear como sinónimas de, respectivamente, el Derecho
positivo-humano y el Derecho natural-racional (concretamente, el ius poli –que,
literalmente, sería el “Derecho celestial” - es identificado con “la equidad
natural que, sin ninguna ordenación humana, y ni siquiera divina, es conforme a
la razón humana [aequitas naturalis quae ... est consona rationi humanae ]”). En
el jardín del Edén imperaba el ius poli, que facultaba al hombre a utilizar
cualesquiera bienes que pudiera necesitar. Tras la Caída, el ius poli fue
restringido –pero no totalmente suplantado- por el ius fori, que instituye el
derecho de propiedad y atribuye al propietario la facultad de excluir a los demás
hombres del uso de la cosa. Pero en situaciones extremas –el estado de
necesidad- el hombre recupera su derecho originario a utilizar bienes que,
aunque no sean de su propiedad, resultan imprescindibles para su supervivencia.

20
Vid. al respecto: KILCULLEN, J., “The Political Writings”, en SPADE, P.V.(ed.), The
Cambridge Companion to Ockham, Cambridge University Press, Cambridge, p. 303.

8
Ockham parece sostener que los franciscanos ejercen una fa cultad jurídico-
natural -esto es, derivada del ius poli- sobre los bienes a su disposición. Poseen
tales bienes en precario, con la autorización de sus propietarios legales. Si los
propietarios retiran tal licencia, los franciscanos no pueden ejercitar acc ión
judicial alguna: en esto consiste el simplex usus facti, cuya plausibilidad niega
Juan XXII y Ockham reivindica.

Es en este contexto polémico donde Ockham acuña su formulación del


derecho como potestas: “el derecho de uso [ius utendi] es la facultad de usar
lícitamente una cosa externa [ potestas licita utendi re extrinseca ], de la que su
titular no puede ser privado sin culpa o sin causa racional en contra de su
voluntad, [de forma que, si titular] fuera privado de ella, puede llevar a juicio al
usurpador” (O.N.D., q. 2). El propósito del Inceptor, desde luego, es mostrar
que los franciscanos –igual que Cristo y los apóstoles en su día - no son titulares
de tal potestas: en efecto, si son privados de los bienes que detentan en
precario, no pueden ejercitar acción judicial alguna (la potestas en cuestión, en
cambio, incluye necesariamente la tutela jurisdiccional: es una potestas
vindicandi et defendendi [aliquid] in humano iudicio ).

Lo relevante, en todo caso, es que la definición ockhamiana del ius


consagra el “giro subjetivista”, un verdadero salto cualitativo en la historia del
pensamiento jurídico 21: “le droit, au sens technique du mot, cesse donc de
désigner le bien qui vous revient selon la justice ( id quod iustum est), il signifie
cette notion beaucoup plus étroite: le pouvoir qu’on a sur un bien” 22.

1.2) Villey, Hobbes y el derecho subjetivo

21
« L’eclosion du droit subjectif, sa définition théorique, ce n’est pas qu’un mince détail de
l´histoire du langage juridique. Mais cela signifie l’abandon d’ une forme de pensée juridique
[…] fondée sur l’ordre naturel, et son remplacement par une autre, basée sur l’idée de
pouvoirs. Nous sommes ici au moment copernicien de l’histoire de la science du droit […] »
(VILLEY, M., « Droit subjectif I », cit., p. 177).
22
VILLEY, M., “Droit subjectif I”, cit., pp. 165 -166.

9
El segundo hito esencial que discierne Villey en el proceso de
cristalización de la noción de derecho subjetivo como auténtico pivote del
pensamiento jurídico moderno es la obra de Thomas Hobbes. Si el individualismo
ockhamista poseía una raíz metafísico-teológica, el hobbesiano viene a ser más
bien un individualismo metodológico, consecuencia de la peculiar interpretación
del método científico por parte de Hobbes. En efecto, Hobbes piensa que el
método de las ciencias es de carácter resolutivo -compositivo: para comprender
las propiedades de un ente, es preciso resolverlo en sus unidades constitutivas
mínimas, para a continuación volver a armarlo 23. En el caso de la sociedad, esta
disolución-recomposición sólo puede ser hipotética; la hipótesis del “estado de
naturaleza”, por tanto, viene a ser el experimento mental que permite teorizar las
“propiedades” de los individuos presociales, para después “recomponer” el
Estado mediante el (también hipotético) contrato social. La polis es concebida
por Hobbes como un artificio (producto de un pacto o convención), rompiendo
así con dos milenios de “naturalismo político” aristotélico.

Una de las propiedades que Hobbes discierne en los individuos situados en


dicho estado presocial es el “derecho natural”: “the right of nature, which writers
commonly call ius naturale, is the liberty each man hath, to use his own power,
as he will himself, for the preservation of his own nature, that is to say, of his
own life” 24. Ahora bien, el análisis del texto permite concluir que Hobbes no está
pensando en nada remotamente parecido a la ley natural en sentido tomista, sino
que se refiere simplemente al instinto de conservación: “si Hobbes fonde le droit
sur une loi, c’est seulement une loi interne à l’être humain individuel, que chacun
trouve […] dans son instinct naturel et qui […] l’incline à se conserver” 25. No se
trata, pues, de “ley” (en el sentido de regla objetiva, proporción, reparto, etc.),
sino de potestas, derecho subjetivo … ilimitado, además, pues comporta la
facultad de hacer todo aquello que pueda contribuir a la propia supervivencia:

23
“La méthode que Hobbes entreprend de transporter dans la philosophie civile est celle de
l’école de Padoue, résolutive compositive, qui procède par la dissection des corps, puis par
leur recomposition » (“Droit subjectif II (Le droit de l’individu chez Hobbes)”, en VILLEY,
M., Seize essays de philosophie du Droit, cit., p. 187).
24
HOBBES, T., Leviathan, I, xiv.
25
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., p. 189.

10
“[the liberty] of doing anything, which in his own judgment, he shall conceit to
be the aptest means thereunto [preserve his life]” . Esta carencia de límites de los
“derechos subjetivos” presentes en el estado de naturaleza demuestra hasta qué
punto ha sido subvertida la vieja noción del derecho como equilibrio, mesura,
proporción: “alors que dans le langage classique le droit de chacun était une
partie des choses sociales à partager, une fraction, un quotient, par définition
limité, Hobbes souligne que le droit subjectif doit être en principe infini, dans
l’état de nature” 26.

Ahora bien, este “derecho natural a todo [lo que pueda contribuir a la
propia conservación]” resulta equivaler en la práctica a un “derecho natural a
nada”: los respectivos iura in omnia, en efecto, se estorban y neutralizan
recíprocamente; al final, en el estado de naturaleza no cabe sino detentación
precaria, siempre amenazada y provisional, de lo que físicamente se esté en
condiciones de defender. El propio Hobbes reconoce que este derecho teórico “a
todo” resulta en la práctica “inútil” [ unprofitable]: “it is neither propriety nor
community, but uncertainty”. Los individuos, por tanto, salen beneficiados por
el contrato social, que a primera vista parece implicar la renuncia incondicional a
los derechos subjetivos naturales, pero que en realidad consiste en un
ajustamiento recíproco de éstos: los derechos naturales (ilimitados per o
ineficaces) son permutados por derechos civiles (limitados pero eficaces) 27. Los
derechos subjetivos sufren un recorte sustancial de su extensión o radio de
acción, ampliamente compensado por la tutela estatal del contenido remanente
(que los convierte por primera vez en derechos efectivos): tras el contrato social,
“les droits civils […] ont puissamment progressé relativement à l’état de nature.
Ce qu’ils ont perdu en volume (quant à leur sphere d’application) ils l’ont plus
que regagné en force. Ils ont gagné cet avantage, d’abord d’être devenus

26
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., p. 191.
27
“[L]es futurs citoyens abdiquent, au profit du nouveau souverain, leur droit primitif sur
toutes choses. […] Mais ils reçoivent en échange de nouveaux droits, des droits civils, qui
cette fois n’ont plus le défaut de chevaucher les uns sur les autres. […] Les droits civils sont
encore des droits subjectifs, mais refondus, pour être rendus effectifs » (VILLEY, M., « Droit
subjectif II », cit., p. 199).

11
exclusifs. […] [L]e droit civil […] est desormais garanti para la force
publique” 28.

Ahora bien, la construcción hobbesiana confía la tutela de los derechos


civiles a un Leviatán omnímodo, que no es él mismo parte en el contrato y
permanece de algún modo en el estado de naturaleza. Podría objetarse, pues, que
aunque los súbditos tengan ahora –los unos respecto a los otros- derechos civiles
tutelados por el soberano, carecen de cualquier derecho frente al soberano: “c’est
le prix qu’il a fallu payer pour s’assurer les droits civils: laisser le prince
omnipotent, le laisser titulaire de son droit universel de l’état de nature,
renoncer, vis-á-vis de lui, à toute éspece de résistance. […] Quoi qu’il vous
fasse, quoi qu’il vous prenne, le prince ne commet pas d’injustice” 29. La clásica
objeción antihobbesiana es : quis custodit custodes ?

Frente a esta objeción, Villey hace valer una concepción residualista de la


libertad en Hobbes: los súbditos no enajenan toda su libertad al concluir el pacto
social, sino sólo aquella parte que guarde relación con asuntos regulados por las
leyes del soberano; asuntos que, en principio, serán pocos, pues Hobbes se
representa su Leviatán más como un “guardián nocturno” minimalista que como
un Big Brother totalitario y omnipresente: por su propio interés, el soberano
procurará no estorbar la prosperidad de sus súbditos con intromisiones
innecesarias 30. Los súbditos retienen una parte de su libertad prejurídica: “Le
droit est ce reste de liberté que la loi n’a pas entamé. Le souverain permet de
retenir une part de ce droit que le sujet possédait déjà dans l’état de nature” 31.

28
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., p. 202.
29
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., p. 205.
30
« [O]n peut en toute quietude escompter que le souverain tiendra sa partie dans le contrat
(bien qu’il ne s’y soit pas engagé, et qu’il n’ait souscrit aucun « pacte » […]) […]. Tout l’y
incitera : le devoir moral, sa responsabilité devant Dieu […]. Mais encore son propre intérêt,
à lui prince, bien calculé : car les forces de Léviathan sont les richesses de toutes ses cellules,
divitiae singularium […]. Il n’existe pas d’autre voie, pour Léviathan, de se conserver que de
veiller aux droits de ses membres » (VILLEY, M., « Droit subjectif II », cit., p. 203).
31
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., p. 201. « Ce pouvoir étant « liberté » demeure en
principe infini, sauf limitations légales. Sa sphère même d’application paraît s’etendre à
l’infini de tous les côtés où la loi ne lui a pas apporté des bornes » (VILLEY, M., ibidem).

12
El Leviatán está, pues, al servicio de los derechos de los individuos : el
aparente totalitarismo del planteamiento hobbesiano esconde en realidad, según
Villey, una inspiración liberal e individualista: “Les droits subjectifs ne sont pas
qu’au principe du système de Hobbes. Ils sont ses fins et ses valeurs. Léviathan
n’est pas seulement institué par l’individu, il l’est pour les individus” 32.
Apoteosis, pues, del atomismo « individuocéntrico » moderno (que, como
sabemos, suscita el horror de Villey, nostálgicamente afecto a una idealizada
polis organicista y preindividualista). El Derecho, según Villey, es esencialmente
relacional, y por tanto no puede estar nunca al servicio del “individuo separado”,
ni hacer del “derecho subjetivo” de éste su piedra angular: “C’est une gageure
que de fonder le droit, système des rapports entr e hommes, sur l’individu séparé;
c’est-à-dire de fonder le droit sur la négation du droit” 33.

2) Villey y los clasicos españoles del derecho natural

Uno de los principales aspectos de la relación cultural del profesor Michel


Villey con la cultura filosófico-jurídica española es el referente a su estudio, de
orientación manifiestamente crítica, de la doctrina de algunos de los más

32
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., p. 204.
33
VILLEY, M., “Droit subjectif II”, cit., p. 206 -207. La crítica villeyana de la noción de
« derecho subjetivo » se extiende también, como es sabido, a la categoría de los derechos
humanos : éstos le parecen a VILLEY irreales (prometen a menudo cosas que no está en la
mano de los poderes públicos cumplir : « derecho al trabajo », « derecho a una vivienda
digna », etc.), contradictorios (pues a menudo colisionan entre sí : el [así llamado] « derecho
al aborto » [« derechos reproductivos de la mujer », en la más light y eufemística formulación
que tiende a imponerse] choca con el derecho a la vida del nasciturus, el derecho a la
intimidad choca con el derecho a la información, etc.) , indeterminados (imposibilidad de
establecer su contenido esencial mediante procedimientos unánimemente aceptados) y
parciales (pues suelen expresar los intereses o aspiraciones de sectores concretos de la
sociedad, incompatibles con los intereses de otros grupos). Vid. VILLEY, M., « Critique des
droits de l’homme », Anales de la Cátedra Francisco Suárez , 12 (1972), pp. 9-16 ; « Travaux
récents sur les droits de l’homme, I », Archives de Philosophie du Droit , 1981, pp. 414-418 ;
« Notes critiques sur les droits de l’homme », en HORN, N. (ed.), Europäisches Rechtsdenken
in Geschichte und Gegenwart : Festschrift für Helmut Coing zum 70. Geburtstag, Bd. I,
München, 1982, pp. 691-701. Para una « crítica de la crítica » (de VILLEY a los derechos
humanos), vid. RABBI-BALDI, R., La filosofía jurídica de Michel Villey , Universidad de
Navarra, Pamplona, 1990, p. 499 ss.

13
representativos autores de la denominada "Escuela Española del Derecho Natural y
de Gentes”, denominada también "Escuela de Salamanca" 34.

En lo que respecta a esta materia, las tesis críticas de Michel Villey se


inscriben en la actitud "revisionista" de la historiografía iusfilosófica francesa en
relación con los clásicos hispanos que, en cierto modo, Villey prolonga y culmina.

Desde los primeros años del pasado siglo se formulan una serie de reparos
teóricos y/o ideológicos sobre el iusnaturalismo clásico hispano, cuya exposición
pormenorizada excede los límites de este comentario. Baste aquí reseñar, a modo
indicativo, algunas de las tesis más significativas que preceden a las formuladas
por Villey. Así, por ejemplo, en los años veinte Léon Mahieu formuló una crítica
abierta respecto al pensamiento de Francisco Suárez, cuya concepción intelectual
juzga ecléctica y proclive al nominalismo. Le responsabiliza de sacrificar el
carácter inmutable de los primeros principios del Derecho natural en función de
intereses históricos y coyunturales, y de un nocivo influjo en la cultura cristiana
posterior por haber abonado con sus ideas la aceptación del cartesianismo 35.

Si la crítica de Mahieu se planteó desde premisas teológicas y filosóficas,


coetáneamente, el dominico Joseph Delos avanzó la suya en el terreno jurídico y
político. Según este exponente de la teoría institucional del Derecho, cuando se
alude a los clásicos iusnaturalistas españoles es necesario distinguir las tesis de
Francisco de Vitoria de las de Francisco Suárez. Opina Delos que estos autores
sólo tienen en común el haber vivido en el siglo XVI, el ser los dos españ oles, y el
responder ambos al nombre de Francisco. Vitoria forjó, en la pujante Universidad
de Salamanca de su tiempo, una doctrina del Derecho natural y del Derecho
internacional basada en unos sólidos principios objetivos derivados de la
racionalidad humana; pero esa Escuela entró en un rápido proceso de decadencia ,
lo que explica que, pese al rigor intelectual de sus enseñanzas, produjera tan

34
Cf. PÉREZ LUÑO, A.E., Die klassische spanische Naturrechtslehre in 5 Jahrhunderten ,
Duncker & Humblot, Berlín, 1994.
35
MAHIEU, L., François Suárez. Sa philosophie et les rapports qu´elle a avec la théologie ,
París, 1921; id. “L´éclecticisme suarezien” en Revue Thomiste, 1925, nº 8, pp. 250 ss.

14
escasos frutos. El culpable de esa crisis fue Suárez, quien con su individualismo y
voluntarismo inició un proceso de erosión de los cimientos objetivos del orden
derivado de la Ley natural y del Derecho internacional, fuente de los males e
incertidumbres que aquejan a estas disciplinas en el mundo moderno 36.

Pocos años más tarde aparece la obra de Roger Labrousse Essai sur la
philosophie politique de l´ancienne Espagne, la cual, aunque supone una
valoración global positiva de los clásicos hispanos, no deja de apuntar algunos
aspectos críticos. Así denuncia, con especial referencia a las tesis de Suárez, el
carácter excesivamente genérico y vago de los principios inspiradores del orden
jurídico y político, lo que propiciará un pragmatismo acomodaticio a la fuerza de
los hechos. Las tesis suarecianas sobre el derecho de resistencia y el tiranicidio
suponen una garantía puramente teórica que, en la práctica, no menoscaba la
estricta obediencia de los súbditos al poder 37. Labrousse acepta también las tesis
ya expuestas sobre la responsabilidad de Suárez en el abandono del objetivismo de
Vitoria, lo que supuso un retroceso para la operatividad de los principios del
Derecho natural y del Derecho internacional, de modo especial en lo concerniente
al problema de la justificación de la guerra 38.

Algunos de los argumentos expuestos, especialmente los sustentados por


Delos, fueron retomados por Louis Lachance, que centra sus consideraciones en la
pretendida ruptura de Suárez respecto al legado intelectual de Vitoria. La teoría
jurídica suareciana está impregnada de voluntarismo y minimiza el papel de la
razón y las exigencias del bien común. A tenor de la lectura que Lachance hace del
pensamiento de Suárez, éste se aparta del Derecho en cuanto medium objetivo
para poner el énfasis en la dimensión subjetiva del Derecho como facultad moral.
Estos postulados doctrinales estaban abocados a provocar un deslizamiento, que

36
DELOS, J., La société internationale et les principes du droit public, Pédone, Paris, 1929, pp.
272 ss.
37
LABROUSSE, R., Essai sur la philosophie politique de l´ ancienne Espagne , Sirey, París,
1938 (existe trad. esp., por la que se cita, con el título La doble herencia política de España,
Bosch, Barcelona, 1942, pp. 60 ss.).
38
Ibid., pp. 93 ss.

15
efectivamente se produjo, para desembocar en el absolutismo del poder o de la
soberanía 39.

Esta tradición crítica de la cultura filosófico-jurídica en lengua francesa ha


tenido su expresión más completa y elaborada en la obra de Michel Villey. Su
impugnación del iusnaturalismo clásico hispano se puede resumir en tres grandes
reparos: subjetivismo, pragmatismo y disolución del Derecho natural.

1) La crítica de Villey parte del pragmatismo de los escolásticos españoles.


La Summa de Tomás de Aquino responde a una concepción básicamente
especulativa dirigida sólo al conocimiento. Por el contrario, Vitoria, Soto, Molina,
Suárez o Vázquez se hallan especialmente interesados en la dimensión práctica de
sus tesis. En lugar de cultivar el puro saber teórico, los clásicos españoles desean
la “victoria de la moral cristiana” influyendo en la conciencia de los reyes, de sus
funcionarios y de la comunidad de fieles; dirigiendo la op inión pública en temas
como la colonización americana, la política internacional o el gobierno de la
Iglesia. La intencionalidad de las obras de los clásicos hispanos era abiertamente
contraria a la de Santo Tomás y, por eso, desnaturalizaron la doctrina tomista en
función de sus intereses prácticos y coyunturales. De ahí que la lectura de la
Summa a través del prisma de los escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII
haya sido fuente de innumerables contrasentidos.

2) Villey responsabiliza al pensamiento iusnaturalista clásico español de haber


diluido en el subjetivismo y el nominalismo la objetividad de la Ley natural de la
tradición aristotélico-tomista. Pero, a diferencia de los críticos que le precedieron,
Villey no polariza, de forma exclusiva, sus críticas en Suárez, sino en todos los
escolásticos españoles. A su entender la “traición” a Santo Tomás se inicia con
Vitoria. Cuando Vitoria comenta la Summa (II.II, q. 57) traduce la definición del

39
LACHANCE, L., Le droit et les droits de l´homme, Presses Universitaires de France, París,
1959 (se cita por la trad. esp. de L. Horno, con Introducción a cargo de A.E. Pérez Luño, El
derecho y los derechos del hombre, Rialp, Madrid, 1979, pp. 225 ss.); cf. PÉREZ LUÑO, A.E.,
“Louis Lachance y la fundamentación de los derechos humanos”, en Revista Jurídica de
Cataluña, 1981, nº 4, Octubre-Diciembre, pp. 1055 ss.

16
Derecho (id quod justum est, que en el el Aquinatense implica una realidad, una
proporción objetiva) como la acción justa en cuanto moralmente debida (debita).
Esa ley moral, entendida como regla de conducta racional, se desglosa en una serie
de facultades subjetivas y fue el germen del contractualismo, de la soberanía
popular, de la democracia y de los derechos del hombre. En la versatilidad de sus
inferencias, Villey llega a afirmar que el triunfo del positivismo jurídico tuvo su
origen en esa identificación del Derecho con la ley moral y sus proyecciones en
forma de facultades subjetivas.

3) El iusnaturalismo clásico español contribuyó decisivamente a r eemplazar la


noción clásica grecorromana del Derecho -como dikaion o jus, es decir, como arte
de lo justo que establece de forma indicativa una proporción en las relaciones
interhumanas- por la torah de la tradición judeocristiana, entendida como ley
moral imperativa de la conducta. Mientras Tomás de Aquino trató de restaurar el
sentido autónomo del Derecho como dikaion o jus, los escolásticos hispanos
consagraron la “infiltración de la teología en el Derecho”, retomando los
planteamientos del agustinismo jurídico. La Escuela del Derecho Natural
representó una versión sistematizada de la Escolástica española, pero su proceso
de secularización de las categorías jurídicas fue sólo aparente. La concepción
moralizante y teológica del Derecho pervive en Grocio, Hobbes y Locke. A partir
de entonces se producirá una escisión entre el Derecho existente, influido por el
Corpus iuris civilis y que tiende a responder a necesidades prácticas, y la teoría
del Derecho elaborada por filósofos mal informados de las realidades jurídicas.
Locke, Rousseau, Thomasio, Wolff, Kant, en quien se inspiran los pandectistas...
son herederos de la Escolástica española. Llevando hasta el extremo de la paradoja
sus especulaciones historiográficas, Villey concluye que Windscheid y el propio
Kelsen discurren por los raíles teológico-jurídicos de Suárez 40.

40
VILLEY, M., La formation de la pensée juridique moderne , Montchrestien, París,
1968, pp. 353 ss.; id., “La promotion de la loi et du droit subjectif dans la Seconde
Scolastique”, en el vol., La Seconda Scolastica nella formazione del Diritto privato
moderno, ed. P. Grossi, Giuffrè, Milano, 1973, pp. 53 ss.; i d., “Saint-Thomas d´Aquin
et Vitoria”, en el vol., Las Casas et Vitoria, nº monográfico de Le Supplément (Revue
d´Ethique & Théologie Morale), 1987, marzo, nº 160, pp. 93 ss.

17
Un rasgo común a casi todos los análisis críticos expuestos, en particular a las
tesis de Villey, es el de su sentido sectorial y fragmentario. La mayor parte de
estas críticas extrapolan de su contexto frases o argumentos de determinados
representantes del iusnaturalismo clásico español para basar en esos datos
parciales conclusiones de carácter general. Es cierto, por ejemplo, que en la obra
de Suárez existen rasgos voluntaristas, pero el conjunto de su pensamiento no
puede calificarse de voluntarista y, todavía menos, de decisionista. Su doctrina
supuso, más bien, el intento de mediar y superar la secular controversia entre
voluntarismo e intelectualismo, al distinguir en la ley un aspecto material (la
justicia, entendida como racionalidad y orientación hacia el bien común) y otro
formal ( la imperatividad, como expresión de la voluntad del legislador de obligar
a los destinatarios 41.

Comentario especial merecen las objeciones de Villey. El profesor Michel


Villey incurre en una serie de inconsecuencias. Reside la más aparente en acusar a
los clásicos hispanos de pragmatismo, para inmediatamente imputarles una
concepción doctrinaria del Derecho alejada de su sentido de proporción, medida y
respuesta a las necesidades "prácticas" de los hombres. Villey establece una
discutible relación de causalidad remota entre la doctrina suareciana y el
positivismo jurídico moderno.

Es evidente que el iusnaturalismo racionalista iluminista, en cuya raíz es


posible descubrir la influencia de los clásicos hispanos de los siglos XVI y XVII,
tuvo una participación decisiva en la conformación de la ideología codificadora y,
por eso mismo, se pude considerar como fuente indirecta del positivismo jurídico
contemporáneo. Lo que ocurre es que en la historia de las ideas jurídicas y
políticas son frecuentes e inevitables las relaciones y conexiones entre las
diferentes, e incluso antagónicas, posturas y doctr inas que la conforman, sin que
ello autorice a incluirlas en un denominador común. Precisamente uno de los

41
SUÁREZ, F., De legibus, I, IV-IX, Cf. PÉREZ LUÑO, A.E., Die klassische spanische
Naturrechtslehre in 5 Jahrhunderten, cit., pp. 241 ss.

18
aspectos que marca la distancia actual entre iusnaturalismo y positivismo jurídico
se refiere a las relaciones entre moral y Derecho.

La confusión de las categorías de la teoría jurídica conduce a Villey a


reprochar a los clásicos españoles religar la moral y el Derecho, lo que a su juicio
representa una ruptura con la autonomía de lo jurídico reivindicada por Santo
Tomás. Estas descalificaciones de Michel Villey responden a un estudio sesgado y
sectorial de la Summa, cifrado en la II-II qs. 57 ss., es decir en la teoría de la
justicia, que soslaya deliberadamente lo expuesto en la I-II qs. 90 ss. sobre la
teoría de la ley y del Derecho natural y positivo. Esa fractura hermenéutica
dificulta y deforma la cabal comprensión del pensamiento tomista. Villey incurre
así en el vicio que denuncia. Porque si su lectura de la Summa hubiera sido
completa y unitaria, no habría incurrido en un evidente error: con fundir la
autonomía, respecto al plano escatológico de la Teología, de la justicia y del
Derecho, en cuanto ordenaciones de la razón humana, con la separación entre la
moral y el Derecho.

Olvida, de este modo, Villey el célebre motto tomista de que le ley o el


Derecho positivo que viola la ley natural, en cuanto proyección jurídica de la
moralidad racional y, en ese sentido, autónoma) , "iam non erit lex sed legis
corruptio " (I-II, q. 95, a.2) 42.En definitiva se puede aducir que si la pretendida
separación tomista entre moralidad y Derecho tuviera el sentido que pretende
Villey, se llegaría a la paradoja de que el antecedente de Kelsen ya no sería
Suárez, sino el propio Tomás de Aquino.

42
Cf. PÉREZ LUÑO, A.E., “Tomás de Aquino en su tiempo y en el nuestro. Reflexiones sobre
la historicidad de su concepción iusnaturalista”, en Revista Jurídica de Cataluña, 1974, nº 3,
pp. 235 ss. Sobre el papel de los clásicos españoles en el proceso de secularización del
iusnaturalismo teológico medieval que condujo a la Escuela del Derecho Natural racionalista,
sigue siendo de interés la obra de Pierre MESNARD, L´essor de la philosophie politique au XVI
e siècle, Vrin, Paris, 3ª ed., 1969, pp. 466 ss; así como las contribuciones recientes debidas a
Franco TODESCAN, Lex, natura, beatitudo. Il problema della legge nella Scolastica spagnola
del sec. XVI, Cedam, Padova, 1973, pp. 53 ss.; id., Le radici teologiche del giusnaturalismo
laico, Giuffrè, Milán, 1983, pp. 9 ss.

19
Al hacer balance del conjunto de tesis críticas de Villey, aquí someramente
esbozadas, se advierte en ellas la reiteración de determinados leitmotiven:
racionalismo, subjetivismo tendente a potenciar la dimensión del Derecho como
conjunto de facultades de la persona, reivindicación de la ley como fuente básica
del Derecho, adaptación del acervo teórico tomista a las exigencias de su tiempo,
sensibilidad hacia los estímulos de la vida práctica, remisión a criterios morales
para legitimar el orden jurídico, pactismo y soberanía popular, limitación
democrática del ejercicio del poder... Ninguna de estas imputaciones es falsa,
pero, en la forma en que se plantean en gran parte de las tesis críticas, responden a
verdades parciales y contradicen o descuidan hechos notorios. Es más, si se juzga
lo que ha sido el devenir de las doctrinas e instituciones jurídicas se advierte que
la mayoría de estas ideas preanuncian la modernidad y, en ese sentido, tales
reproches constituyen la mejor justificación histórica de los clásicos
iusnaturalistas hispanos 43.

3) Derecho natural, naturaleza de las cosas y decisión jurídica

La crítica de Michel Villey a los clásicos españoles del derecho natural es


consecuencia de su concepción general de la filosofía del derecho, fundamentada
en un estricto objetivismo jurídico y se prolonga en su doctrina sobre la
naturaleza de las cosas y los procesos de interpretación y aplicación del derecho.
Esta actitud teórica de Villey suscitó una interesante reflexión en dos de los más
importantes filósofos del derecho españoles contemporáneos, aquellos que quizás
alcanzaron mayor proyección internacional, me refiero a los profesores Luis Legaz
Lacambra y Luis Recaséns Siches.

Para el profesor Legaz Lacambra la doctrina jurídica de Villey representa una


interpretación original que se aparta de las versiones usuales del derecho natural

43
Cf. TRUYOL y SERRA, A., “Grotius dans ses rapports avec les classiques espagnoles du
Droit des gens”, en Recueil des Cours de l´Académie de Droit International de La Haye , 1984,
t. 182, pp. 431 ss.; id., “De la notion traditionnelle du droit des gens à la notion moderne de
droit international public. Concepts -clefs de la pensée de Vitoria”, en el vol. monograf. de Le
Supplément (Revue d´Ethique & Théologie Morale) , sobre Las Casas et Vitoria, 1987, marzo, nº
160, pp. 73 ss.

20
neoescolástico. Según Legaz Lacambra, la interpretación tomista que propone
Villey niega que el derecho natural se halle constituido por un conjunto de reglas o
normas específicas. El derecho natural no particip a de la naturaleza de las reglas,
sino que consiste en la propia naturaleza de la cosa justa: id quod justum est.

Indica al propio tiempo Legaz que de la hermenéutica que Villey propone del
tomismo, se desprende que por ser lo justo un predicado de la si tuación y no de las
personas, se debe distinguir netamente entre lo justo moral y lo justo jurídico. Al
no expresarse lo justo en reglas, sino que se construye en situaciones concretas, no
puede desarrollarse en la forma de un sistema. De otra parte, las r eglas son
siempre obra humana y por ser humanas no pueden recibir el nombre de
"naturales". De este modo, Villey pretende evitar las objeciones que el
sociologismo y el historicismo han dirigido contra el derecho natural. El reproche
tendría fundamento contra un sistema de reglas, pero el derecho está más allá de
las reglas, es una corrección de las mismas, se encuentra adaptado a cada situación
concreta y tiene que variar con su objeto. Y esto es lo que va implicado en las
definiciones clásicas del Derecho que lo conciben como un ars boni et aequi,
doctrina a la que Villey presta su adhesión.

Legaz estima que la tesis de Villey puede incluirse en las concepciones


contemporáneas del derecho que lo conciben como un arte, como una tópica, frente
a quienes lo conciben como una ciencia. El conocimiento de lo justo exige conocer
los elementos y circunstancias propios de una situación vital, la legislación
vigente, los factores económicos, sociales y psicológicos… 44.

La aportación de Michel Villey a la doctrina contemporánea de la naturaleza de


las cosas fue objeto de un amplio y atento estudio por parte de Luis Recanséns
Siches. Recaséns subraya la originalidad de la actitud intelectual de Villey, quien
a partir de una lectura personal de la teoría jurídica que deriva de la concepción
aristotélico-tomista, ofrece pautas hermenéuticas para la propia renovación del

44
LEGAZ LACAMBRA, L., Filosofia del derecho, Bosch, Barcelona, 3ª ed., 1972, pp. 208 -209.

21
pensamiento iusnaturalista, así como para la comprensión del significado de la
doctrina de la naturaleza de las cosas. Según Recaséns, el mérito de Villey reside
en haber opuesto a la concepción racionalista de Derecho natural, que lo concibe
como un sistema lógico, abstracto e intemporal de reglas, por una concepción del
derecho natural basada en la propia naturaleza histórica y concreta de las cosas, es
decir, de los casos o situaciones en los que la idea de lo justo debe proyectarse y
ofrecer la adecuada solución. Villey considera que esta es la auténtica
significación del derecho natural clásico, tal como fue concebido por Aristóteles y
Sto.Tomás, la cual fue abandonada y sustituida por el racionalismo iusnaturalista
moderno.

En opinión de Recaséns la doctrina de Villey ofrece la visión más profunda y


más aguda del iusnaturalismo aristotélico-tomista, orientada hacia la explicación
teórica del significado jurídico de la doctrina de la naturaleza de las cosas 45.

El reconocimiento por parte de Recaséns del mérito e importancia de la teoría


de la naturaleza de las cosas de Villey, no le impidió mostrar su desacuerdo con
alguno de sus presupuestos epistemológicos. Las dos principales fuentes de
disconformidad de Recaséns respecto al planteamiento de Villey se concretan en lo
siguiente. En primer término, Recaséns entiende que la doctrina de la naturaleza
de las cosas, en su versión fundada en el derecho nat ural de la tradición
aristotélico-tomista, puede implicar, una confusión entre los hechos y los valores;
un intento de derivación lógica del "deber ser" a partir del "ser". Recaséns piensa
que la naturaleza de las cosas es una categoría estimativa, que ex presa uno
determinados valores que deben ser tomados en consideración en el ámbito
jurídico, en la elaboración de normas y en la solución de procesos. En segundo
término, Recaséns estima que las "cosas" cuya naturaleza reviste trascendencia
jurídica, no son las realidades del mundo físico, sino las que constituyen la propia
vida humana en su dimensión intersubjetiva. Recaséns Siches, que fue el principal
discípulo y quien más eficazmente contribuyó a proyectar la filosofía de "la razón

45
RECASENS SICHES, L., Experiencia jurídica, naturaleza de la cosa y lógica "razonable" ,
Fondo de Cultura Económica & UNAM, México, 1971, pp. 229-230.

22
vital" de Ortega y Gasset en el derecho, se remite a la categoría histórica y
sociológica de la vida social para oponerse a las interpretaciones ideales y/o
metafísicas de la naturaleza de las cosas 46.

Recaséns Siches muestra su plena conformidad con la teoría de Villey en lo que


respecta a la oposición al formalismo y la lógica tradicional en los procesos de
interpretación y de aplicación del derecho. Así por ejemplo, Recaséns juzga
certera la crítica de Villey a la jurisprudencia francesa en lo que tuvo de farsa; por
una parte, los tribunales pretendían aparecer fieles a las_ reglas auténticas de la
deducción lógico-formal. Pero, en la realidad, cometían, innumerables
infidelidades a esas reglas. El Derecho y la lógica formal son categorías
diferentes. Es muy significativo que la mayoría de los lógicos no parecen profesar
un gran respeto a la pretendida "ciencia deductiva" del Derecho, ni al supuesto
rigor de las deducciones jurídicas de los jueces.

Según la tesis de Villey, que Recaséns aprueba, los clásicos griegos, los
juristas romanos, los glosadores y Santo Tomás, Derecho es lo justo. Es decir: la
solución justa, la buena solución jurídica, que debe ser buscada para cada caso, ser
cuidadosamente adaptada a cada situación litigiosa. Ahora bien, para esto, es
necesario desenvolver un método casuístico. El Derecho no se identifica con las
reglas abstractas y generales que han. salido del cerebro del legislador. El
Derecho, es la solución concreta que se encuentra para cada caso. A esta
concepción corresponde un método y una forma de discurso y una forma de
"ciencia del Derecho" diferentes de las que han sido practicadas en el siglo XIX y
en parte del XX vio que esa labor capital no puede efectuarse por vía deductiva.

B) Había una segunda razón que excluía la posibilidad deque la solución fuese
lograda por una inferencia"deductiva: quizá ninguna de las reglas usadas por los
juristas permitía inferir de ella la solución correctamente adaptada. al litigio.. Las
reglas habían sido construidas por obra de los jurisconsultos que trabajaban sobre

46
Ibid., pp. 308 ss.

23
la base de precedentes, sobre casos más o menos 'similares, y no sobre el
fundamento de principios de la razónpttra deducidos de una ley racional
supuestamente conocida de antemano. O bien, ninguno de esos precedentes era
exactamente idéntico al caso que se debía juzgar. Ahora bien, el Derecho se había
definido como la solución concreta apropiada al caso singular, según la naturaleza
de éste. Consiguientemente, esta solución no podía ser extraída exclusivamente de
la regla, prevista para casos diferentes; y, por eso, era necesario final mente que la
solución tomase en cuenta otras fuentes.

Villey señala que el jurista no trabaja él solo, como el matemático o como el


sabio de gabinete, o como el lógico moderno. La búsqueda del Derecho se hace
por varias gentes. De hecho, es polifónica. En el escenario jurídico donde se forma
la solución del Derecho, están necesariamente presentes los abogados de las dos
partes, también el representante de la sociedad, de los terceros que pueden tener un
interés en el proceso; y también el juez, quien resuelve. La luz surgirá del debate
entre los alegatos contrarios. En lugar de la invención de leyes abstractas, el
Derecho era, en otro tiempo, la controversia, y debe seguir siéndolo.

En esa controversia se desenvolvían operaciones varias. Cierto que en ella se


usaba la deducción, puesto que es verdad que el hombre deduce, tanto como
respira. Cada abogado aportaba los textos que le parecían servir a los intereses de
su cliente; y de esos textos deducía conclusiones. Ahora bien, el abogado no es el
único que hace Derecho; no es él quien lo hace en definitiva. Es al juez a quien
incumbe presidir la confrontación general de las diferentes reglas aducidas:
confrontación, en la cual se opera el debate sobre la autoridad de cada regla, según
la competencia de su autor, y según su relevancia para el caso controvertido. En
definitiva, la solución no será la que extraiga analíticamente, y por una relación
deductiva, de una regla preexistente. Las reglas preexistetes de las que se disponía
en el curso del debate, todas__se refieren a situaciones diferentes del caso
controvertido. Por eso, ninguna de ellas se ajusta al caso. Entonces el juez
prescindirá de la regla general y abstracta de un modo similar a como alguien se
deshace de algo que ya le ha servido. Las reglas sirvieron como medios para

24
acercarse, a la solución definitiva. En el fondo, la solución se desprende de la
naturaleza de cada caso concreto.

El juez hoy lo mismo que antaño no procede por vía de silogismos. Lo que hace
es añadir después ficticiamente la apariencia de una forma seudosilogística.
"Sabemos muy bien que el trabajo efectivo de juez constituye hoy lo mismo que
ayer en buscar la solución de Derecho por la vía de la dialéctica; en elegir la regla
adecuada entre las reglas legislativas alegadas por los litigantes, reglas que no son
concordes y que no constituyen en modo alguno un orden jurídico homogéneo.
Consiste, cuando ello es necesario, en ir más allá de la regla legislativa; en forjar
nuevas reglas, en pronunciar una sentencia adecuada al caso concreto, el cual es
siempre nuevo.

Si en la producción del Derecho existe siempre esa parte viva e imprevisible,


entonces es ilusorio edificar una ciencia axiomática del Derecho. Villey hace la
observación que Recaséns comparte de que hay menos seguridad cuando se vive
dentro de la ficción de un régimen deductivo, que cuando se reconoce, a todas
luces, el procedimiento de la controversia; y cuando se tiene conciencia de que el
tema medular de la lógica del Derecho es el estudio de la dialéctica, o arte del
diálogo o del debate 47.

Conclusión: La impronta de Michel Villey en la cultura jurídica


española

Se ha cumplido el 20 aniversario de la desapar ición de Michel Villey. las


efemérides intelectuales invitan a la comunidad científica y, como miembros de
ella, a los teóricos y filósofos del derecho, a una conmemoración que sea, a la vez,
una evocación, un balance y un juicio prospectivo del significad o del pensamiento
y la obra del profesor Villey y de sus proyecciones. Conmemorar significa, como
se desprende de su propia raíz terminológica, poner la memoria en común o si se

47
Ibid. Luis RECASÉNS SICHES dedica un parágrafo completo al estudio de la teoría de la
interpretación y aplicación del derecho de Michel Villey que titula: "la crítica antideductivista y
antilogística por Michel Villey", pp.433-442, al que pertenecen los textos aquí citados.

25
prefiere, ejercitar un acto de memoria colectiva. Toda conmemoración, opina
Ortega y Gasset, supone hacer público y solemne un recuerdo. Recordar consiste
en “volver a hacer pasar por el corazón, lo que ya una vez pasó por él, esto es,
revivir imaginariamente lo ya vivido” 48. Conmemorar es, antes que nada y sobre
todo, un determinado quehacer, no es algo fortuito o pasivo, algo que acontece sin
una decisión previa consciente y deliberada. Conmemorar a Villey, tal como
responde a la iniciativa justa y oportuna de la Revista "Droit et Société" es, por
todo ello, ejercitar un acto de memoria colectiva, a través del cual la comunidad
universitaria internacional desea reconocer cuanto ha supuesto la figura de Villey
en la cultura jurídica contemporánea.

Si rendimos homenaje a Villey es porque su pensamiento y su legado intelectual


nos interesan. Nuestras admiraciones y nuestras curiosidades no son nunca
fortuitas, responden a exigencias mas o menos conscientes de nuestra vida
intelectual. Por eso, si analizamos nuestro interés por la figura de Villey
advertiremos que nuestro fervor teórico responde también a estímulos
pragmáticos: nuestro interés es un interés interesado. Villey fue, en efecto, una de
las figuras más relevantes del iusnaturalismo contemporáneo, fue, por eso mismo,
un ingrediente conformador de la cultura jurídica en la que todavía estamos
inmersos. No es pues el interés hacia Villey tan altruista y generoso como, en un
principio, pudiera parecer. Al estudiar su doctrina y sus obras conocemos mejor el
sistema de ideas, valoraciones e impulsos de la experiencia jurídica de un tiempo
al que nosotros también pertenecemos. Por eso al reconstruir críticamente su
pensamiento y las prolongaciones de su doctrina, estamos planteando cuestiones
de insoslayable importancia para la comprensión de la coyuntura del inmediato
pasado de la filosofía del derecho, así como de su presente. En particular, la
evocación de la figura de Villey nos invita: 1) A preguntarnos los motivos que
condujeron a la crisis del paradigma iusnaturalista en las últimas décadas del
pasado siglo; 2) A indagar en qué medida el positivismo normativista, las teorías
analíticas y neopositivistas, las doctrinas sociológicas, las teorías críticas…,

48
ORTEGA y GASSET, J., “En el centenario de una Universidad” [1932], en Obras Completas,
Alianza Editorial & Revista de Occidente, Madrid, 1983, vol. 5., 463.

26
contribuyeron a conformar un nuevo paradigma jurídico alternativo y superador
del paradigma iusnaturalista; 3) A considerar si determinados movimientos de la
filosofía y la teoría jurídica del presente: como el neoconstitucionalismo y su
reivindicación de la normatividad de los valores y principios constitucionales; las
doctrinas que apelan a la objetividad (aunque sea histórico-sociológica) de los
valores jurídicos a partir de su confrontación racional; las tesis que postulan como
fines o valores-guía necesarios para la legitimación de cualquier ordenamiento
jurídico el reconocimiento de los valores y derechos humanos básicos y que
consiguientemente reivindican el nexo entre la moral y el derecho, se trata de
posturas que entrañan la admisión implícita de presupuestos iusnaturalistas.

La apertura a los valores y derechos humanos y a la conciencia histórica, propia


de las tesis iusnaturalistas renovadoras, el empeño de algunas teorías críticas del
derecho por rescatar los aspectos más vivos del humanismo iusnaturalista
reivindicador de la dignidad humana (Ernst Bloch) 49, las tendencias rehabilitadoras
de la racionalidad practíca, con sus proyecciones en las más recientes teorías de la
argumentación jurídica, y por enjuiciar desde una teoría renovada de la justicia los
problemas de la sociedad tecnológica y globalizada contemporánea, muestran la
persistencia de las grandes cuestiones ligadas al desarrollo histórico de las
doctrinas del derecho natural.

La doctrina de Michel Villey ofrece, en definitiva, un excelente motivo de


reflexión sobre el fundamento y el significado del derecho; un aspecto que no es el
más frecuente en la bibliografía del pensamiento jurídico actual. Porque la postura
positivista, que rechaza cualquier pretensión de fundamentar el derecho al margen
del principio de validez del sistema jurídico que estab lece la positividad, es
incapaz de responder a las cuestiones básicas que suscita la lucha por el
reconocimiento del derecho justo.

Reconocer el acierto de Villey en invitarnos a una reflexión sobre el


fundamento y sentido del derecho no es obstáculo para que no exprese mi personal

49
BLOCH, E., Naturrecht und menschliche Würde, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1961.

27
disentimiento respecto a alguno de sus puntos de vista. Disentimiento que, en todo
caso, en la actividad intelectual es siempre más provechoso que la aceptación
dogmática o el conformismo. Así, por ejemplo, no comparto la pretensión de
Villey de llevar hasta sus últimas consecuencias la idea de la objetividad de los
valores jurídicos, fundamentadores del derecho justo. La prevención contra
cualquier forma de Wertsubjektivismus le lleva al extremo de considerar a Vitoria
y Suárez, tal como se ha expuesto supra, como negadores del carácter de medium
objetivo del derecho. Ya que, en opinión del maestro Villey, el entender el
derecho, al modo de Vitoria y Suárez, como facultad, cualidad o poder de la
voluntad puede conducir, fácilmente, a la omnipotencia de la libertad. El derecho,
cualquier derecho, implica una incidencia subjetiva, pero en modo alguno se halla
justificado pensar que en su esencia sea un dato subjetivo.

La teoría de Villey resulta en este punto discutible. Parece difícil, e incluso


contradictorio, sostener cualquier construcción del derecho que no se traduzca en
la afirmación concreta de algunas facultades, poderes y exigencias del ser humano.
Precisamente, las raíces de la teoría moderna de los derechos humanos se cifran en
el esfuerzo de un notable grupo de teólogos, filósofos y juristas por poner en
manos de los hombres unas facultades universales, imprescriptibles e inalienables,
transportando al orden de las relaciones sociales las propiedades clásicas de la ley
natural. De ahí que esos autores (y en concreto Vitoria y Suárez) jamás se
propusieran afirmar los derechos naturales a costa de la ley natural, que era su
principio legitimador, sino reivindicarlos frente al derecho positivo objetivo, que
no los reconocía. Por tanto, negar los derechos humanos como reflejo, en el plano
de la subjetividad del estatuto jurídico emanado de la ley natural o positiva,
implica comprometer la propia funcionalidad histórica y presente del derecho
natural.

Al esbozar un balance de la proyección de la doctrina de Michel Villey en la


cultura jurídica española aparece una insoslayable paradoja: su doctrina ha
interesado especialmente a los filósofos del derecho de orientación iusnaturalista,
pero la crítica de Villey a los clásicos hispanos del derecho natural ha sido motivo

28
para que sus estudios de historiografía jurídica haya n suscitado importantes
reservas y opiniones disconformes por parte de los historiadores defensores del
derecho natural en la España del presente. Otro aspecto de la disconformidad de la
cultura jurídica española actual respecto a Villey se cifra en la descalificación y
crítica de los derechos humanos realizada por ese autor. No puede olvidarse que el
tránsito desde el autoritarismo a la democracia en España implicó el deseo de
plasmar aquellos derechos en la Constitución de 1978. Por eso, el constituyente de
1978 puso especial énfasis en ampliar al máximo el catálogo de derechos
fundamentales, queriendo ofrecer así una respuesta a los cahiers de dolèances de
la sociedad española, deseosa de vivir en un régimen de libertad tras haber
soportado un largo período de dictadura. Resulta comprensible, por ello, el
protagonismo del interés por los derechos y libertades en la cultura jurídica
española actual y, consiguientemente, la actitud disconforme respecto a una
doctrina hostil a los derechos humanos como la defendida por Villey 50. En todo
caso, la figura de un pensador y su repercusión doctrinal responde tanto a las
adhesiones y críticas que suscita como a los silencios de quienes, conociéndola,
pretenden ignorarla. Pero la crítica y la disensión constituyen ingredientes propios
de una cultura normalizada; es más, en muchas ocasiones, la disensión y la crítica
son el homenaje que el rigor científico presta a las teorías que considera dignas de
ser tomadas en serio. Por el contrario, el silencio es en el ámbito de la cultura algo
sociológicamente y/o psicológicamnte patológico. Resulta, por eso, sorprendente
el silencio de algunos teóricos y filósofos españoles que, conociendo sin duda las
tesis de Villey sobre cuestiones tales como la génesis del derecho subjetivo, la
teoría de la naturaleza de las cosas, la argumentación jurídica, la crítica al
logicismo en la interpretación y aplicación del derecho…, al tratar de estas
materias silencian concienzuda y deliberadamente el nombre y la obra de Villey.
Se ha dicho que en la cultura jurídica, como en otros dominios de la vida social,
existen modas, y que ello determina que en ciertos ambientes jurídicos existan
personalidades "malditas" o "innombrables". Sería muy interesante indagar, a
partir del método de la sociología del conocimiento ( Wissenssoziologie) en la

50
La teoría crítica de VILLEY respecto a los derechos humanos es objeto de un estudio
monográfico por parte de Gregorio PECES -BARBA en este volumen monográfico de "Droit et
société".

29
acepción de Karl Mannheim 51, los motivos de esos silencios, pero esa
investigación implicaría desbordar los límites acotados para este ensayo.

51
MANNHEIM, K., Wissenssoziologie, Luchterhand, Berlin/Neuwied, 1964.

30

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