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Polvos magnéticos
- Aplicar suavemente el reactivo magnético sobre la zona de la piel a trabajar.
- Utilizar luces forenses si el reactivo es fluorescente.
- Fotografiar las huellas dactilares que se hagan visibles.
- Levantar si es posible las huellas con cinta adhesiva transparente.
- Se recomienda estirar la piel para visualizar mejor las huellas, ya que al ser la piel elástica
puede aparecer sólo manchas negras.
Levantamiento directo
- Colocar papel fotográfico glaseado o semiglaseado contra la piel durante unos 5 a 10
segundos.
- Retirar el papel y aplicar polvos magnéticos.
- Fotografiar las impresiones obtenidas.
- Cubrir las impresiones con cinta adhesiva transparente.
Una vez que las huellas latentes han sido fotografiadas, se procede al levantamiento latente
mediante el uso de una cinta adhesiva transparente. Esta se coloca encima de la huella latente
y con un poco de presión ejercida en una mínima dirección se adhiere esa huella a la cinta.
Luego se coloca en una tarjeta oficial. Par el levantamiento se utiliza los siguientes elementos:
Polvos Reactivos: los polvos químicos nos permiten hacer visible la huella latente para
que pueda ser preservada y cotejada.
La Brocha: Una pequeña cantidad de polvo reactivo se espolvorea sobre la huella
latente y luego con la brocha o pincel se pasa varias veces siguiendo la dirección de las
crestas papilares
La Brocha Magnética: Su función es la de hacer resaltar la huella latente. Las ventajas
que tiene este instrumento es que todo el sobrante del polvo magnético puede
recogerse fácilmente por el poder magnético de la brocha y puede revelar huellas
latentes en cueros, micros, papel y otros objetos donde el reactivo corriente no lo
hace.
5. CASO FORENSE REALICE UN CASO POLICIAL
Corría el año 1892 y la Argentina era aún un país en formación
Fue en el mes de junio cuando dos nenes, de 4 y 6 años, fueron degollados en un rancho del
cuartel tercero de Necochea. Y su madre, con un corte en el cuello, aparecía en primer
momento como la sobreviviente de un brutal y demencial ataque.
El caso de Francisca Rojas fue emblemático en aquella Argentina que quería convertirse en
potencia mundial. Más aún porque el esclarecimiento llegó de la mano de un “invento” local:
fue la primera vez que se descubrió un crimen utilizando el hasta ese momento experimental
sistema de identificación dactiloscópica de Juan Vucetich.
El 29 de junio de 1892, fecha de la que se cumplirán en pocos meses 120 años, Ponciano
Caraballo y su vecino y compadre Ramón Velázquez derribaron la puerta del rancho, que había
sido trabada con una pala de pico. Primero vieron a Francisca -esposa, aunque distanciada de
Ponciano- en el piso y desvanecida con una herida cortante. Pero después encontraron los
cadáveres de Ponciano (6) y Felisa (4), que habían sido degollados. Todo estaba manchado con
sangre.
Llegó el comisario de Necochea, de apellido Blanco, quien de inmediato inició las pesquisas.
Cuando recuperó el conocimiento, Francisca no tardó en acusar a Valázquez, a quien señaló
como la persona que había degollado a los nenes y la había herido con palazos. El motivo,
aparentemente, era que ella se negaba a aceptarlo. Sobre esa primera versión, cabe aclararlo,
hay varios relatos distintos.
Velázquez, que juraba su inocencia, fue detenido y llevado a un calabozo. Y según se
denunciaría después, sometido a interminables y crueles torturas para que confesara. Una
noche, cuenta la historia, un agente llegó a disfrazarse de fantasma con una sábana para
asustarlo. También lo dejaron, esposado, al lado de los cadáveres de los niños.
Un médico del pueblo, cuando revisó a Francisca, notó que no tenía lesiones compatibles con
la mencionada golpiza con una pala de pico, sólo presentaba una herida cortante en el cuello.
Y además, los primeros investigadores notaron que la mencionada herramienta había sido
utilizada para trabar la puerta, desde adentro del rancho.
La mujer corrió la misma suerte que Velázquez. La torturaron llevándola a una improvisada
capilla ardiente en la noche, para que delante de los cuerpos de sus hijos contara la verdad.
El escándalo era mayúsculo y la noticia se expandió. ¿Quién y por qué había matado a las
criaturas? Encima, lo poco que se sabía, había sido arrancado con torturas. Por eso, el
entonces jefe de la Policía Bonaerense, Guillermo Nunes, envió desde La Plata al policía
Eduardo M. Alvarez, el jefe de la oficina dedicada a las Investigaciones.
El caso se resolvió en no más de quince días. Alvarez haría varios descubrimientos en la escena
del crimen. Primero, la cuchilla utilizada para degollar a los nenes era de la casa y había sido
escondida entre la paja del techo, usando una caña. En un informe posterior, el policía
explicaría que de haber sido Velázquez, hombre de campo, nunca hubiese utilizado otro
cuchillo más que el propio que llevaba en la cintura, como cualquier gaucho.
Prueba irrefutable
Pero había más. El homicida había saltado por una ventana y se había limpiado la sangre de las
manos con un trapo que dejó tirado cerca del rancho. Al salir, había apoyado las manos en el
marco de la abertura, dejando claramente las huellas impresas en la madera. Esas manos eran
muy pequeñas para ser del paisano Velázquez.
El investigador bonaerense literalmente sacó el trozo de madera y se lo llevó a La Plata.
También, en una tarjeta de cartón blanco, tomó las impresiones dactilares de Velázquez y
Francisca Rojas. Toda esta evidencia se la entregó al recién nombrado jefe de la Oficina de
Estadísticas, Juan Vucetich. La información del cotejo fue contundente: la asesina había sido la
madre de las criaturas y después había simulado el ataque.
El comisario Velázquez, en un detallado informe que le escribió al jefe Nunes, explicó lo que
para él pudo haber sido el móvil del doble infanticidio: Ella sabía que su marido le quería sacar
los hijos, porque horas antes habían mantenido una fuerte discusión, debido a que él se había
enterado de una supuesta infidelidad.
“Es de advertir que el encono que Francisca tenía hacia la familia de Velázquez era motivado
porque con o sin fundamento, sospechada que fueron ellos quienes habían puesto a su marido
sobre aviso o héchole saber que mantenía relaciones con otro sujeto, como asimismo que eran
quienes lo aconsejaban que la abandonase”, escribió con tinta negra el jefe de Investigaciones
de la Bonaerense en el mes de julio del año 1892.
Francisca Rojas fue condenada por el asesinato de sus dos hijos y pasó a la historia por ser la
protagonista del primer caso que fue descubierto con el sistema que había desarrollado Juan
Vucetich.