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Identidad perdida.

Era una fría mañana en Maipú, cuando Carlos y Elizabeth despertaban entre el trinar de los pájaros
y la odiosa alarma que indicaba que ya era hora de levantarse. Moviendo sus cuerpos lentamente
lograron llegar a la ducha y a la cocina, ella se ducha y él prepara todo, para el rápido desayuno
estilo chilensis, pan con mantequilla y té. Después de una intensa espera sale por fin Elizabeth del
baño, para darle el turno a Carlos, quien se destaca por su rapidez para prepararse y salir a las 6:40
en punto, de esta manera evitar el tremendo taco de la ciudad capitalina. Ya está todo listo, comida
y agua para los perros, cables desenchufados y cerrojos asegurados, toman su vehículo y entre
bocinas y reclamos de otros conductores, logran incorporarse al tráfico santiaguino, que según
Carlos es como un río de caca, por lo lento del avance de una cuadra a otra, logran llegar al peaje y
poder acelerar la marcha, para llegar puntualmente a sus respectivos trabajos, pero en el viaje,
Elizabeth decide sacudir su mochila, que se encontraba llena de migas, de diferentes tipos de
masas y restos de las cosas más increíbles que se pueden imaginar. Sin dificultad realiza la limpieza
express de su mochila, para finalizar sacudiéndola a través de la ventana del auto, que se desplaza
a unos 100 kilómetros por hora por la ruta del sol. Cada uno de ellos, llega a su destino
puntualmente, sin mayores alteraciones y todo transcurre normal hasta que llega la hora de
retirarse y a Elizabeth le entregan el anhelado cheque con su salario mensual. Ella rauda y
contenta se dirige a cambiarlo, pero en la fila del banco se da cuenta que no tiene su carné de
identidad, la angustia y la desesperación se apoderan de la muchacha, quien avanza lentamente
por las calles del centro de Santiago, sin un peso en los bolsillos y con una pena inmensa de no
saber dónde perdió su carné. Pensando y recordando, tiene lo que se llama una corazonada o
como dirán las abuelitas un pálpito interior, que le hace pensar, en el momento que sacudió su
mochila y la posibilidad de que su carné se encuentre en algún lugar de la carretera del Sol. El
pensamiento se hace cada vez más fuerte en su cabeza y se convence cada vez más, que debe ir
por su carné.

Llega a su casa y toma su bicicleta para ir por el carné a la autopista, sale rápidamente pedaleando
a mil por hora, tratando de encontrar una entrada a la carretera, que por seguridad tiene todo
cercado. Lleva más de una hora buscando una entrada, hasta que divisa un corte en el resistente
alambre y se dispone a pasar por el agujero haciendo contorsiones y forzando la bicicleta a pasar
por aquel pequeño agujero, que abre una posibilidad de encontrar este objeto tan preciado. Logra
traspasar esta barrera con gran esfuerzo físico y mental haciendo encajar su cuerpo por la pequeña
abertura. Una vez adentro, debe escalar un gran paredón de tierra y piedras arrastrando consigo la
bicicleta para poder seguir avanzando. Dificultosamente lo logra, pero su corazonada es más
fuerte, sube y se aventura por la carretera horas y horas en busca de su carné, recoge papeles,
plásticos, pero nada ya está exhausta y emprende el viaje de regreso, débil físicamente y deprimida
por no encontrar su carné. Toma su bicicleta y de un momento a otro ve en la ladera de la calle un
objeto con las dimensiones y colores muy parecida, se entusiasma, pero dice, sí es un carné debe
ser de otra persona. Cada vez se acerca más y más hasta que llega, lo toma en sus manos y no lo
puede creer, es su preciado carne, que se encuentra quebrado por el paso de los vehículos, pero
que le sirve para cambiar su cheque y poder sentirse millonaria, aunque sea por unos pocos
minutos. Llama a Carlos por teléfono, quien asombrado le recomienda que salga de ahí lo más
rápido posible, por su seguridad, porque los vehículos pasan a velocidades muy estrepitosas en esa
autopista, ella lo hace y se va directo a su casa, rendida por las peripecias vividas, llega a su cama y
se desvanece en el cansancio, suena la alarma odiosa y lo primero que hace es ver su mochila y
verificar que su carné este ahí, lo ve, se sonríe y piensa en ese instante de sentirse millonaria y
dueña del mundo por apenas un par de minutos.

Análisis Modelo quinario de Jean Michel Adam

Amarillo: Estado Inicial.

Verde claro: Complicación.

Morado: Desarrollo.

Azul: Resolución.

Verde Oscuro: Estado final.

Secuencias

1. Narrativa: Llega a su casa y toma su bicicleta para ir por el carné a la autopista, sale
rápidamente pedaleando a mil por hora, tratando de encontrar una entrada a la carretera

2. Descriptiva: Carlos, quien se destaca por su rapidez para prepararse y salir a las 6:40.

3. Argumentativa: (Causalidad) Llama a Carlos por teléfono, quien asombrado le recomienda


que salga de ahí lo más rápido posible, por su seguridad, porque los vehículos pasan a
velocidades muy estrepitosas.

Macrorreglas

Con respecto al título, la macrorregla utilizada es la construcción, porque gracias a nuestro


conocimiento de mundo, sabemos que al tener un carné, accedemos a una identidad con nombre,
apellido y nacionalidad, por lo que el título apunta a la pérdida de todo lo anterior.

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