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PAREJAS:
PRIMER LEVANTAMIENTO DE DATOS PARA EL DISEÑO DE UN PERFIL
1 Javier Barría Muñoz, Escuela de Postgrado, Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Programa de
Doctorado en Psicoterapia y Etiología Clínica. La correspondencia relativa a este articulo deberá ser enviada al
autor Email: jbarria@med.uchile.cl; jrbarria@uc.cl o barria@gmail.com
2 Atilio Macchiavello Rodríguez, Encargado Nacional de los Centros de Hombres por una Vida Sin Violencia,
Servicio Nacional de la Mujer de Chile. Email: atiliomr@gmail.com; amachiavelo@sernam.gob.cl
82,3% de sujetos derivados de Tribunales de Familia y espontáneos, con un tipo de violencia
denominada “violencia de control coercitivo”. Además se obtuvo en el clúster 2, un subgrupo de
un 17,1%, con un tipo de violencia situacional. Y el clúster 1, estuvo constituido por un 17,7%
de sujetos derivados de Fiscalías que correspondería a hombres que maltratan con rasgos
antisociales de bajo nivel delictual.
Keywords: gender violence, men abuse their partners, coercive control Violence
Introducción
En una cuarta modalidad, Johnson y Ferraro (2000), sostienen que hay cinco tipos de
relaciones de violencia. La primera es La violencia de pareja común; cuando hay uno o máximo
dos incidentes de violencia, y no se utiliza como parte de un patrón de conducta para controlar a
la pareja. El segundo tipo es el Terrorismo íntimo; como una táctica de generar control y
manipulación. Cabe aquí señalar, que la violencia aún puede haber ocurrido sólo una vez o dos
veces, y puede ser relativamente de "baja intensidad". Sin embargo, todavía implica el abuso
emocional y los hombres que muestran este patrón de abuso tienen más posibilidades de matar a
sus parejas. Este tipo es más probable que utilizan la violencia como una forma de control, si
bien pueden parecer muy angustiados durante los episodios violentos, la aparición de la rabia
casi incontrolable es un acto, una herramienta de muchos para intimidar y controlar a los demás.
Estos hombres que maltratan son más propensos a participar en venganza cuidadosamente
planeada y más violenta cuando termina la relación, y por lo tanto, son mucho más peligrosos
para sus víctimas.
Un tercer tipo es La resistencia violenta; donde la pareja masculina se transforma en una
figura de control y miedo para la mujer, por lo cual, la mujer puede responder con violencia en
defensa propia. Johnson y Ferraro (2000) llaman a este patrón de violencia de auto-defensa. Este
tipo de violencia se produce en respuesta a una amenaza percibida, puede ser un evento de una
sola vez, y no es parte de un patrón de control y manipulación.
Un cuarto tipo, es el Control violento mutuo; este tipo de violencia puede ser lo que se
piensa como un “combate” o pelea mutua. Asimismo, señalan que las mujeres tienen más
probabilidades de sufrir un daño más grave.
Método
Participantes:
La población en estudio, estuvo constituida por 611 sujetos, siendo la totalidad de los usuarios
atendidos entre Enero y Diciembre de 2011, en los centros “Hombres por una Vida sin
Violencia” del SERNAM, en 6 centros, de 6 regiones (IV, V, RM, VI, VII, X). Sin embargo,
hubo una pérdida muestral conformada por: un 27,1%, de sujetos que desertaron del programa en
las primeras cuatro sesiones de evaluación, y un 34,6% de sujetos que omitieron información o
que los instrumentos no se contestaron en su integridad. Por lo cual, la muestra definitiva quedó
constituida por 234 sujetos (38,3%), que terminaron la etapa de evaluación, antes de entrar a la
intervención individual y grupal. La muestra quedó conformada de la siguiente forma: 22 sujetos
de La Serena (IV región); 55 sujetos de Viña del Mar (V región); 30 sujetos de Estación Central
(RM); 22 sujetos de Rancagua (VI región); 57 sujetos de Talca (VII región); y 48 sujetos de
Puerto Montt (X región).
Instrumentos
Procedimiento
Los instrumentos fueron aplicados por los equipos técnicos de cada ciudad donde se
ejecuta el programa Hombres por una Vida sin Violencia, siendo asesorados por el investigador
principal en la aplicación y tabulación de dichos instrumentos. El investigador principal,
confeccionó una base de datos a nivel nacional, y realizó devoluciones de los aspectos
psicométricos de los instrumentos a los equipos técnicos de cada sede.
Cada sede entregó los datos en bruto, en papel y CD-rom, y el investigador ingresó y
tabuló los datos por medio del programa SPSS 15.0. Los instrumentos se aplican en las 4
primeras sesiones, que sirven de diagnóstico del sujeto, para posteriormente pasar a intervención
psico-socio-educativa grupal.
RESULTADOS
Estado civil y relación de pareja. El 48,3% de los sujetos están casados, el 19,6% es
soltero, y sólo el 7,4% está separado. El 87% de los hombres, se encuentra en una relación de
pareja en la actualidad, estando el 68,2% viviendo con la misma pareja que agredió. El 32,8%
terminó o terminaron su relación de pareja, el 18,8% volvió a tener otra pareja y el 27% ha
tenido entre 2 a 4 relaciones de pareja. Lo que implica que en la mayoría de los casos (68,2%) en
el que un hombre ejerce violencia, sigue viviendo con la mujer a la cual ha ejercido maltrato.
Esto es coherente con la información obtenida a través del sistema informático del SERNAM
sobre los Centros de la Mujer (2012), cuyos registros indican que 64% de las mujeres atendidas
mantienen una relación de pareja o conviven con el hombre que las maltrata, con el riesgo que
ello implica para la salud física y mental de la pareja. Es decir, los hombres (18,8%) que tienen
una nueva pareja y que ya han ejercido violencia, podrían volver a ejercer la agresión con su
nueva pareja, con una alta probabilidad que la violencia persista, se mantenga o comience, y que
la mujer esté en riesgo de vivir episodios de violencia. En este sentido, la violencia puede estar
presente tanto si la pareja se mantiene como si se separa, en este último caso no es poco
frecuente que la mujer reciba hostigamientos y ataques.
Ocupación e Ingreso. El 93,6% de los sujetos declara que se encuentra trabajando en una
diversidad de oficios que van desde: obreros de la construcción, obreros agrícolas y pesqueros,
carabineros, ingenieros, vendedores, pescadores, bodegueros, etc. Siendo las ocupaciones de
mayor porcentaje: los vendedores con un 12,8%, los trabajadores independientes con un 9,7%,
los trabajadores dependientes en áreas de ventas y servicios con un 8,9%, el 4,7% son obreros
agrícolas y de la construcción. Sólo el 6,4% está cesante, y el 4,8% son estudiantes. Los datos
anteriormente mostrados, rompen con los mitos que pudieran afirmar que los hombres que
maltratan a sus parejas son desadaptados, cesantes, que no están insertos socialmente, o que se
pueda reducir a un segmento de la población con menor educación y con oficios que demandan
más trabajo físico, como obreros de la construcción.
El 38,6% de los sujetos tiene contrato indefinido, el 16,3% trabaja en forma independiente
y el 24% trabaja a plazo fijo o a trato. El promedio de ingreso es de $358.484.-, el ingreso que
más se repite (moda) es de $300.000. El 64% gana entre $150.000.- a $450.000.- y el ingreso
más alto es de $ 2.500.000. La población correspondería al decil 3 y 4, por lo que el ingreso y el
nivel económico no sería un factor determinante para ejercer violencia. Estos datos viene a poner
en duda y análisis lo mencionado por Larraín (1987), sobre que la educación y la pobreza sería
un factor de riesgo y/o sostenedor de la violencia, lo cual en este caso aplicaría sólo para las
mujeres.
El 63,8% está satisfecho con su trabajo y el 69% se siente con tensión en el mismo. En
relación a si el trabajo le afecta en su comportamiento familiar u otra circunstancia externa, el
55,3% menciona que no le afecta. Sin embargo, el 17,2% utiliza el trabajo para criticar a su
familia, discutir con ellos, o trae los problemas a su casa. Lo que lleva a reflexionar en un
aspecto doble de la relación trabajo-violencia; por un lado, un grupo (17,2%) de sujetos no sabe
filtrar ni elaborar sus tensiones y frustraciones laborales de otra forma que no sea descargándose
con su pareja e hijos. Pero ¿Por qué se descargan en su familia y con su pareja? ¿Por qué no la
descargan con alguien en la calle, con su jefe u otra autoridad? Ya que, por otro lado, aparte de
descargarse, lo que los hombres pueden estar haciendo es ocupar su trabajo como excusa y
justificación para ejercer malos tratos, lo cual no nos permite dar con una relación causal, sino
que nos muestra un comportamiento abusivo donde se aprecia una distorsión en el entendimiento
de lo que es la confianza, la cercanía y la intimidad. Un 12,4% utiliza el trabajo para aislarse de
los problemas en su casa, lo cual nos hace referencia a un comportamiento de micromachismo
relacionado con la distancia afectiva y comunicacional (Bonino, 2006).
Vivienda. El 46,3% de los hombres tiene casa propia, el 29,3% arrienda, y el 19,2% vive
de allegado. El 75,2% de las viviendas de los usuarios tiene entre 2 a 3 dormitorios, siendo el
promedio 2,5 habitaciones por vivienda, entre un mínimo de 1 dormitorio y un máximo de 10.
Duermen en un promedio de 2,5% camas por vivienda y el 79,1% menciona que no le afecta la
vivienda en su relación de pareja. En general no se observa precariedad en la vivienda, ni
hacinamiento en el núcleo familiar.
Vías de Derivación. El 39,7% asisten a los centros del Programa de atención, por
demanda espontánea, el 49,5% es derivado por el Sistema Judicial: Tribunales de Familia
principalmente por violencia psicológica, y principalmente por violencia física más severa desde
Fiscalía, y Tribunales de Garantía. Siendo el principal vía de derivación los Tribunales de
Familia con un 28,6%.
El 10% restante es derivado de Municipios, Colegios, Programas del SENAME, empresas
y Centros de Mujer. Sin embargo, se sigue apreciando un alto nivel de laxitud de las instituciones
judiciales y policiales en el momento de la denuncia y derivación. Por una parte, existe un vicio
de la gestión judicial en las Suspensiones Condicionales de los Procedimientos de las causas,
donde se da una salida alternativa rápida y mecánica (que siendo un beneficio legal para la
persona sin antecedentes previos, muchas veces no favorece la interrupción de la violencia, ya
que lo que éstos hombres requieren para dejar de ejercer violencia son consecuencias sociales y
legales reales que frenen su maltrato), en la cual no se escucha con tiempo, ni técnicamente bien,
y no se valora bien los riesgos y la pertinencia o no de la participación del hombre en un
programa especializado.
Por otro lado, el que muchos hombres se acerquen de manera espontánea a los Centros de
Hombres, no sólo nos habla de hombres netamente responsables de su violencia y motivados al
cambio, sino, podría significar que algunos de los espontáneos prefieren acercarse directa y
discretamente al Centro de Hombres por la vergüenza que genera el reconocerse frente a otros
como maltratador, y otros para adelantarse a las consecuencias negativas, como una separación o
evitar quedar con antecedentes penales por violencia intrafamiliar, o recibir una sanción penal
más „blanda‟.
El 40,2% tiene como medida cautelar prohibición del acercarse a la pareja y a los hijos, y
el 10,6% tiene como medida la condición de asistir a un programa de atención de hombres que
maltratan como medida de suspensión condicional de la condena. Otro hecho que debe
consignarse, es que los Tribunales de Familia derivan más casos que los Juzgados en lo Penal.
En este sentido, falta una mayor indagación sobre ¿Qué pasa con los casos penales que no son
derivados? ¿Se tratará de una subvaloración o un desconocimiento?
B. Historia familiar
Abuso y violencia ejercida por su padre hacia la madre del usuario. El 43,6% señala
que su padre maltrataba físicamente a veces y con frecuencia a su madre. Y que el 46,6% de sus
padres abusaban del alcohol. El 22% menciona que su padre abusaba sexualmente de su madre.
El 46,5% señala que su padre abusaba psicológicamente de su madre. Lo que es consistente con
las investigaciones de Dutton (1998) sobre que el hombre que maltrata a su pareja presencia
violencia de su padre hacia su madre, especialmente violencia física, psicológica y sexual. Por lo
que se podría entender que su violencia actual está fundada en parte en esta experiencia, y en un
43% de los sujetos ha incorporado como testigo la violencia como una forma habitual de resolver
conflictos familiares.
Hay un grupo del 21,8% menciona que agredió entre 1 a 4 veces a sus padres y que un
30% utiliza la fuerza física y las amenazas para resolver sus problemas cotidianos. Sin embargo,
es importante tener cuenta que los hombres que abusan de sus parejas o ex parejas, tienden a
justificar sus comportamientos de violencia. Algunas de estas formas de justificación para no
asumir plenamente la responsabilidad, van desde el minimizar, el externalizar su responsabilidad,
culpar a la víctima, hasta la negación más flagrante que es desconocer los comportamientos que
se han ejercido, muchas veces a pesar de haber denuncia de la policía y un expediente judicial.
Por lo tanto, hay que considerar que es muy probable que en las respuestas de esta investigación
exista una subdeclaración de los hechos de violencia. A pesar de ello, la importancia que tienen
los datos es que es la propia declaración y reconocimiento de los hechos por parte de los sujetos
protagonistas del maltrato a sus parejas. Lo anterior concuerda, con las investigaciones de Rathus
y Feindler, (citados en Loinaz, 2008), que mencionaban que la información de los maltratadores
es poco fiable, con una tendencia a mostrar una cara mas deseable.
De acuerdo a los datos anteriores, es importante considerar que muchas de las formas de
violencia psicológica por las que se les preguntó, son formas de violencia psicológica muy
aceptadas, normalizadas o invisibilizadas en nuestra sociedad, por lo que es muy posible, que
estos hombres al contestar estas preguntas, haya sido ésta la primera vez en que se veían
enfrentados a qué éstos comportamientos eran formas de maltrato hacia la mujer en la relación
de pareja.
Historia Delictual. El 69,5% reconoce que el único delito por el cual lo han detenido ha
sido el episodio de violencia. El 36,9% ha estado involucrado en actos de violencia fuera de la
pareja, especialmente discusiones con sus hermanos en un 32,4%, el 10,2% presenció
apuñalamiento de una persona y el 2,8% ha participado en peleas callejeras. Un 18,8% ha sido
detenido por consumo de alcohol en la vía pública. Si bien no existe un perfil delictual habitual,
el uso de la violencia es un delito en Chile, por lo que aquellos hombres que reiteran el abuso
podrían ser considerados como delincuentes habituales.
Violencia hacia parejas anteriores. Un 35% informa que ejerció violencia psicológica,
un 30% de violencia física, un 24% de destrucción de objetos, y un 17% de violencia sexual con
sus parejas anteriores. Lo que implica que un tercio de los agresores son reincidentes, y que
seguirán cometiendo este tipo de delito, si no se previene o detiene esta situación.
En relación a las acciones de violencia cometidas, los mayores porcentajes están en:
insultar o humillar un 41,9%; abofetear un 25,8%; agarrar un 25,2%; empujar un 25,2%; y
prohibir que su pareja haga cosas un 14,8%. Otras formas de violencia que declaran los
maltratadores que han ejercido con su pareja anterior, son: amenazar con pegar 11,6%, tirar al
suelo 11%, tirar el pelo 9%, amenaza de suicidio 8,4%, amenaza de asesinato 7,1%, pegar con el
puño (combo) 6,5%, dar patadas 6,5%, estrangular (que puede considerarse intento de femicidio)
5,8%, morder 3,2%, atacar con un arma u objeto 1,3%, y forzar a tener relaciones sexuales sin el
consentimiento de la pareja 3,9%.
Podemos apreciar, que la violencia puede tener una extensa gama de comportamientos
que desembocan en formas físicas de enfrentar los conflictos. Sólo el 12,9% ha tratado de
resolver problemas con terapia de familia, y el 9% ha intentado dialogar con su pareja. El 91%
de los hombres entrevistados declaran que no se dan un espacio para escuchar lo que ella quiere
decir sobre el conflicto.
Perfil socio demográfico de la Pareja Actual. El 34,9% de las parejas de los hombres
que maltratan, tiene educación superior o técnico profesional, 30,9% tienen educación media
completa y sólo el 31,8% tienen menos de segundo medio. El 54% de las parejas trabajan
actualmente. Lo cual muestra, que los niveles de estudios son similares entre hombre que
maltrata y mujer víctima de violencia. También se rompe el mito de la mujer dependiente
económicamente y que el hombre es el único proveedor, ya que más de la mitad de las parejas
trabaja. Sólo el 46% de las mujeres dependen económicamente de sus parejas. Sin embargo, se
presume que entre 15 a un 20% de las mujeres que dependen económicamente de sus parejas,
adicionalmente realizan trabajos esporádicos, sin que el hombre los visualice, ya que sólo se
declaran los trabajos formales y que se ejercen fuera de la casa.
Violencia ejercida a la pareja actual. El 85% de la violencia se produce antes del cuarto
(4) año de iniciada la relación de pareja. Por lo cual, se va desarrollando en la convivencia diaria
con la pareja. El 32% de los actos de violencia se produce cada uno a tres meses, el 30% es
semanal, y sólo un 3,5% menciona que es diaria, siendo la violencia diaria especialmente
psicológica. El 57,5% señala que ha apreciado un aumento de la violencia, el 72% señala un
aumento de moderado a severo. El 47,4% menciona que el aumento es mensual a diario y el 63%
señala que este aumento de la violencia termina en violencia física.
Como vemos en la tabla N°2, podemos ver los tipos de violencia que se ejercen sobre el
50% de la muestra. Como señalamos en el apartado sobre la violencia contra la pareja anterior,
se hipotetiza que hay un patrón de violencia que se repite, que primero son los gritos y
descalificaciones, luego la sujeta, la empuja y la abofetea.
Tabla N°2. Tipos de Violencia Física, psicológica y sexual ejercida a la pareja actual
1 Le gritó 80,1%
3 La empujó 63,8%
4 La sujetó 62,5%
10 La menosprecia 53,3%
11 La abofeteo 53%
Violencia Psicológica.
Uso de Intimidación. Entre las acciones con mayor frecuencia, están: Le grita un 80,1%.
Le asusta con la mirada un 58%. Golpea paredes o muebles un 50%. Se acerca de manera
amenazante un 46,5%. Destruyó cosas u objetos un 38,5%. Realizar actos violentos a su
alrededor un 28,8%. Destruyó su propiedad un 19%. Y le muestra armas un 9,3%. Este tipo de
violencia, el 46% mencionan que hicieron de 4 a 10 veces. El 72,4% de los hombres estudiados
menciona que su mujer alguna vez ha tenido miedo de él.
Al hombre que maltrata de su pareja le es difícil apreciar la violencia psicológica, sólo
aprecia la más extrema o burda. En este punto se podría hipotetizar que la forma de relacionarse
y comunicarse con su pareja es en un tono elevado, agresivo, y descalificador, y genera acciones
alrededor de ella para intimidarla o provocarle miedo, hasta el extremo de mostrarle armas si es
necesario, todo ello, para antes de recurrir a las agresiones físicas más graves, para que la
discusión se termine rápidamente a su favor, y avisándole a ella (por medio de las acciones
intimidantes) que si no se termina la discusión podrían venir agresiones físicas más graves y
fuera de control.
Formas de Justificación de la violencia. El 60% de los varones declara que usa este tipo
de justificaciones. Le dijo que la culpa fue de ella un 58,4%. No le dio importancia a la violencia
usada un 51,8%. Le echó la culpa a otra persona un 35,8%. Dijo a la mujer que no se acuerda de
la violencia usada un 23%. Le dijo que él actuó en defensa propia un 15%. Llama la atención que
no se acuerda y que actuó en defensa propia.
Manipulación de niños y niñas y uso del Maltrato hacia ellos. Los sujetos estudiados,
señalan que sus hijos han presenciado o visto episodios de violencia en un 63,9%. Los hombres
creen que a los niños les afecta la violencia en un 45,9%. Mencionan que los niños reaccionan
con miedo, llanto y corren (41%). Sus hijos también participan o se ven envueltos en los actos de
violencia (40,2%). Reprimen la violencia que están viendo (20,9%). Han despertado y llegado a
la habitación donde estaban peleando (18,2%). Incluso mencionan que sus hijos agredieron a su
madre (22,1%) como una forma de reacción ante la violencia.
Por otra parte, 18,7% han amenazado con quitarles a los hijos a su pareja. Les han dicho a
sus hijos que ella no es una buena madre, un 17,3%. Han usado a los niños como mensajeros, un
16,9%. Utilizan las salidas con los niños para acosarla o agredirla, un 5,8%.
El 23,7% menciona que sus niños reciben castigo físico en la casa; y un 52,3%, que se
castiga a veces o con frecuencia a sus hijos. El 24,3% de los hijos de los hombres que maltratan
tienen comportamientos problemáticos en la escuela y en la casa. El 64,2% cree que sus hijos se
pueden ver beneficiados con información o apoyo por los efectos de la violencia recibida. Sin
embargo, hay un grupo que menciona que una intervención externa o de un programa no va
afectar en nada el comportamiento de sus hijos (20,9%).
Privilegios Masculinos. La trató como sirvienta 60%. Tomo decisiones sin consultarlas
37,2%. Le dijo cual era su lugar y el trabajo de ella en la casa 35,4%. No hizo las tareas de la
casa que les correspondía 35,4%. La mandó como si fuera patrón 31%. No colaboró con el
cuidado de los niños 30,5%. Estableció reglas en su casa sin consultarla 30,5%. Esperaba que
ella estuviera sexualmente disponible cuando él quería 27%.
Violencia sexual. Presionan para tener relaciones sexuales sin su consentimiento, 18,6%.
Presionan para mirar pornografía con él, 9,5%.
Abuso Económico. Tomó decisiones financieras sin consultarle, 24,3%. Le pide que le
rinda gastos que ella hace, 21,7%. No dejó que ella supiera cuanto gana 19%. Se gasta el dinero
en salidas, alcohol descuidando a su familia 16,8%. Le impidió que ella trabajara fuera de la casa
14,2%. No le deja usar dinero, o chequera, o tarjetas 13,3%. Hizo que ella le pidiera dinero
10,6%. No hizo los pagos para mantener a sus hijos 9,3%.
Amenazas y Coerciones. La amenazó con hacerle daño 29,2%. Trató de forzarla a retirar
la medida judicial 10,2%. Amenazó con hacerle daño a sus familiares 9,3%. La chantajea o la
presiona para salirse con la suya 25,2%. Le hizo que hiciera algo ilegal, 2,2%.
Que podría pasar si no deja la violencia, a largo plazo. Pérdida de metas 25,6%. No
recuperar a su familia 23,8%. No va a pasar nada 18,9%. Perder el trabajo 8,5%. Quedarse solo
9,8%. Terminar preso o muerto 3%.
Que cambios positivos le gustaría hacer. No sentir más ganas de ser violento o
controlarla 39,5%. Recuperarme y quererme, 25,9%. Conocer herramientas para manejar la
violencia 16,7%. Tener más raciocinio, calmarme y aceptar al otro 12,2%.
29- Los hombres que maltratan a sus parejas, son personas con graves 70,4%
problemas psicológicos que a menudo no saben lo que hacen:
20.- La mayoría de los hombres que agreden a sus parejas se sienten 69,4%
avergonzados y culpables por ello:
7.- Una mujer que permanece conviviendo con un hombre que la maltrata debe 65%
tener un serio problema psicológico:
11.- Muchas mujeres provocan deliberadamente a sus parejas para que éstos 60,1%
pierdan el control y les golpeen:
13.- El hecho de que la mayoría de las mujeres no suele llamar a la policía 56,5%
cuando están siendo maltratadas, prueba que quieren proteger a sus parejas:
E. Salud mental
Entre las enfermedades que han declarado tener los hombres estudiados están:
Depresión 13,3%, Hipertensión 16,4, Asma 22,7%, Lesiones por apuñalamiento 3,9% y 14% han
intentado cometer suicidio. Se han encontrado relación entre la depresión, sobre todo la
depresión bipolar y los ciclos de la violencia (Calvete, 2008) y las amenazas de intento de
suicidio sobre todo en las etapas de separación y alejamiento de la pareja (Castellano, Lachica,
Molina, y Villanueva, 2004). Existe un grupo (3,9%) que ha participado en riñas en ambientes
extrafamiliares y han quedado con secuelas producto de las lesiones.
A su vez, existe un grupo de 31% que ha recibido tratamiento psicológico individual, y un
grupo del 24,6% que ha recibido terapia de pareja, sobre todo orientado a la resolución de los
conflictos que ellos tienen como pareja.
Ellos mencionan, que sus parejas han solicitado ayuda psicológica o médica, a raíz de la
violencia, en un 50,2% de las parejas. Siendo en un 44,6% terapia psicológica en el Centro de la
Mujer de SERNAM, el 33,1% psicoterapia particular y un 20,3% que ha solicitado atención
médica por lesiones. La importancia del dato anterior es el reconocimiento por parte del hombre
victimario, que su pareja ha recibido ayuda médica, lo que generalmente es subdeclarado tanto
por la víctima como por el victimario (García, 2008).
El 26,6% menciona que su principal fuente de apoyo es su familia y un 41,1% menciona
que no tiene red de apoyo o amistades. El 41,6% reconoce ser una persona solitaria. En este
contexto, el hombre que agrede tiende a aislar a la víctima y a cortar los posibles nexos de ayuda,
con esto busca no sólo que ella disponga de menos recursos de apoyo, sino también evitar que
sus conflictos familiares se hagan públicos y lo sindiquen como un agresor.
Para la exploración de la Salud Mental y psicopatología de la muestra de agresores se
utilizaron las normas del instrumento adaptadas a Argentina por Casullo y Pérez (2008),
básicamente por su facilidad de interpretación y utilización por parte de los equipos. Las autoras
fijaron el puntaje de corte el percentil 63 para fijar la presencia de trastorno, y entre el percentil
50 y 53 hay un rasgo de personalidad que no se consideraría trastorno. Bajo el percentil 50 no
existe presencia de síntomas. Sin embargo, existe una adaptación del SCL-90 llevada a cabo por
Gempp y Avendaño (2008), que fue consultada para verificar si la información sobre los
puntajes de corte diferían sustancialmente, siendo muy similares en tanto población elegida y
puntajes obtenidos.
La escala de Somatizaciones nos muestra que la población presenta malestares
corporales, nerviosismo y tensión. Podría decirse que los sujetos se sienten afectados por la
situación conflictiva que están viviendo, por lo cual podríamos señalar que su malestar se
correlaciona con su disonancia en relación a la violencia. O quizá la somatización es una
característica propia del Modelo de Masculinidad Tradicional y Hegemónica, donde existe una
dificultad para una adecuada expresión de los conflictos y afectos.
Si se analizan las subescalas de Ansiedad Fóbica y Depresión, vemos que las tasas son
similares (39,3%) y (34,2%), lo cual nos puede reflejar que existen tres grupos distinguibles, por
una parte existe un grupo de hombres que podría tener un cuadro depresivo no tratado. El
segundo grupo, podría estar efectivamente preocupado, por lo que podría pasar en relación a
condenas de presidio, pérdida de empleo y pérdida de su pareja. Existe un tercer grupo que
podría responder al criterio bipolar, informado por las investigaciones de Dutton (1995) y
recientemente por Calvete (2008).
De acuerdo a la subescala de Hostilidad, un 43,2% presenta problemas con el manejo de
su ira. Existiendo un grupo del 17,9% que presenta un riesgo de trastorno en relación al manejo
de la ira, y un 25,3% que tendría problemas de manejo de su ira (con un riesgo medio).
Tabla N°5. Salud Mental y Psicopatología de los hombres agresores según Listado de
Síntomas (SCL-90) de Derogatis (1975).
2,4
Alto
2,2
Medio
1,8
1,6
Bajo
1,4
1 2
Conglomerado 1: Usuarios derivados de Fiscalía
Conglomerado 2: Sujetos derivados de Tribunales de Familia y que
Asisten en forma voluntaria
Como se puede apreciar en la tabla N°6, se realizaron dos análisis de Clúster: un análisis
de conglomerados discriminantes y un análisis de clúster en dos fases, arrojando dos grupos: el
segundo grupo (clúster 2), corresponde a los usuarios derivados de Tribunal de Familia por
violencia psicológica y usuarios que han acudido a los centros en forma voluntaria o espontánea,
es decir, estos últimos no asisten derivados desde ninguna institución, sino que por decisión
propia. Y el clúster N° 1, corresponde a sujetos enviados desde Fiscalías por violencia física
principalmente. El grupo 2 representa a los sujetos en el rango de medio-alto en riesgo de sufrir
trastornos psicopatológicos, a diferencia del grupo 1 (sujetos enviados desde Fiscalías) que
presentan nivel bajo o sin riesgo de presentar trastornos psicopatológicos. Para verificar en donde
se encuentran las diferencias significativas entre los grupos de hombres que ingresan al
programa, se utilizó la prueba de Kruskal Wallis.
A partir del análisis de clúster discriminante, se establece que las variables que
correlacionan con los clúster 1 y 2 es el nivel de estudios de los grupos, y de la tenencia de
vivienda. Existiendo diferencias significativas, entre el nivel educacional de los sujetos derivados
desde Fiscalías (p=.00), quienes presentan un menor nivel educacional de enseñanza básica
completa y media incompleta, pero son propietarios de sus viviendas. A diferencia del grupo de
sujetos que ingresan en forma voluntaria que se concentran en la educación de enseñanza media
completa, técnica superior y universitaria, pero en su mayoría son arrendatarios o viven de
allegados. Lo anterior, está en directa relación con el nivel educativo de las mujeres que tiende a
ser similar al de sus parejas en ambos grupos informados anteriormente.
El grupo voluntario, está en un rango superior de ingresos, de $ 150.000 a $ 450.000; en
cambio, el grupo de Fiscalías está en el rango de los $ 0,0 a $ 300.000.
El grupo de Fiscalías, presenta consumo de alcohol y drogas en el último incidente de
violencia intrafamiliar y además poseen antecedentes judiciales de haber sido detenidos a lo
menos alguna vez por incidentes distintos a la detención por violencia física. A diferencia del
grupo de Tribunales de Familia, quienes en un 100% sólo han sido detenidos por la situación de
violencia intrafamiliar.
En relación al tipo de acción violenta cometida. El grupo de sujetos por demanda
espontánea aparece con diferencias significativas con respecto al grupo de sujetos derivados de
Fiscalías, consistentes en declarar ejercer más comportamientos tales como: patear a su pareja,
sofocarla, acercarse de manera amenazante, escupirla y usar a sus hijos para hostigarla. Se
hipotetiza que el grupo espontáneo tiene niveles de violencia similar y hasta mayor que el grupo
de Fiscalías. Se hipotetiza que una parte del grupo de demanda espontánea su intención al asistir
a atención, podría ser recibir una sanción legal más blanda y evitar que la mujer los abandone,
por lo cual, se auto denuncian al solicitar ayuda en los centros de atención, antes de quedar con
antecedentes legales por violencia intrafamiliar. O efectivamente podrían los sujetos de este
grupo espontáneo poseer más reconocimiento de su situación de violencia.
El grupo de Fiscalías, muestra diferencias significativas con el grupo voluntario y de
Tribunales de Familia, en acciones tales como: mostrar armas, asustarla, chantajearla, tratarla
como sirvienta, interrogarla sobre sus actividades cotidianas e impedirle que trabaje. Además, el
grupo de Fiscalías, usa acciones de disminución de la persona, y violencia emocional, económica
y privilegios masculinos, tales como: menospreciarla, hacerla sentir culpable, disminuirla como
persona, le ataca su autoestima, la manda como patrón, se gasta el dinero sin consultarla, toma
decisiones sin consultarla y no reconoce la violencia, usando la justificación que actuó en
defensa propia, lo cual muestra un ejercicio de rol masculino más rígido, controlador y
celotípico, que puede estar asociado a un menor nivel educativo, y a una convivencia estable (el
69,8% está casado o convive con la misma mujer que agredió), en la cual se han instalado roles
de hombres proveedores y mujeres dueñas de casa y cuidadoras de hijos.
Sin embargo, hay algunas acciones, como forzar a tener relaciones sexuales, donde el
grupo de Tribunales de Familia aparece con diferencias significativas respecto al grupo de
Fiscalías, presentando el primero mayor porcentaje. Esto indica que el grupo de Tribunales de
Familia declara y reconoce ejercer más abuso sexual, pero no que necesariamente ejerza más
violencia sexual.
En relación a solicitud de ayuda en salud mental y riesgo de sufrir trastornos
psicopatológicos, el grupo de sujetos por demanda espontánea aparece con diferencias
significativas (por sobre) en relación a solicitar ayuda psicológica y médica, a diferencia del
grupo de Fiscalía.
A su vez, el grupo por demanda espontánea y Tribunales de Familia presenta mayores
índices de somatización, obsesiones y compulsiones, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad
fóbica e ideación paranoide, a diferencia del grupo de Fiscalías, que presenta un registro de bajos
malestares en trastornos de salud mental. Llama la atención como pregunta a investigar y
explorar: ¿Qué pasa con este grupo de Fiscalías, porque no presenta malestares ni trastornos de
salud mental y/o psicopatológicos, o es que no se ve afectado por la violencia vivida?
Se hipotetiza, que el grupo espontáneo y de Tribunales de Familia, podría estar sufriendo
por la situación de violencia, quizás se sienten incómodos, con somatizaciones y miedo ante la
situación de amenaza de posibles consecuencias legales o relacionales.
Discusión
Como plantea Loinaz (2008) los hombres que ejercen malos tratos y abusos contra sus
parejas o ex parejas constituyen un grupo homogéneo, fundamentalmente en el ejercicio de
comportamientos de violencia, lo que se relaciona más con control coercitivo violento. Sin
embargo, ello no implica que no se sigan haciendo esfuerzos en ir construyendo tipologías, como
son los esfuerzos de Echeburúa (2010) o del mismo Loinaz (2008).
Llama la atención la alta tasa percibida (sobre el 50%) de violencia vivenciada en su
desarrollo y familia de origen. Dentro de su hogar de infancia la violencia ejercida por su padre
contra la madre; la violencia usada en la escuela, por el docente hacia él cuando era estudiante; y
la violencia usada por sus padres hacia él y sus hermanos como un medio legítimo de corrección,
disciplina o de enfrentar conflictos. Lo que implica un aprendizaje de la violencia como forma
cotidiana de habitar en el hogar.
Se encontraron semejanzas parciales de la tipología de hombres que maltratan sólo en la
familia de Holztworth-Munroe & Stuart (1994), con la tipología 3 de los hipercontroladores de
Dutton y Golant (1997), con el clúster 2 (espontáneo y Tribunal de Familia). Los grupos de
hombres que maltratan disfóricos y antisociales, podrían efectivamente reflejarse en una muestra
de mayor tamaño y con otros instrumentos que discriminen variables tales como riesgo potencial,
ejes 1 y 2 del DSM-IV y estilos de apego. Lo que no implica que fenomenológicamente no exista
un grupo que se perciba como inestable emocionalmente.
En relación al grupo de maltratadores antisociales descrito por Holztworth-Munroe &
Stuart (1994), lo que se pudo pesquisar en la investigación, es que existe un grupo a lo menos del
10% (un subgrupo dentro de los espontáneos y el clúster 1 de fiscalía) que se ha visto envuelto o
reportan antecedentes delictuales aparte de la violencia hacia su pareja, pero no podemos saber si
son violentos en otros contextos distintos al hogar.
Una situación no contemplada, es la existencia de sujetos voluntarios que han asistido a
los centros sin medida de derivación de tribunales, que permite suponer desde el sentido común
que dicho grupo podría haber presentado un menor riesgo para la pareja, sin embargo, a partir de
las entrevistas y aplicación de los instrumentos se corroboró que un porcentaje de ellos son
igualmente peligrosos que los derivados del sector justicia.
La diferencia más importante entre el grupo voluntario y el grupo derivado, fue reflejada
en el análisis de clúster que arrojó dos grupos, el grupo de espontáneos y Tribunales de Familia
presenta un mediano y alto riesgo de sufrir trastornos psicopatológicos, y en especial el grupo de
sujetos derivados desde Fiscalía principalmente por violencia física, presentaba bajos riesgo de
sufrir trastornos psicopatológicos. Lo cual indica, que principalmente el grupo voluntario
presenta malestares de salud mental y/o psicopatológica. Lo que no queda claro, son las
motivaciones “reales”. En primer lugar, discriminar dentro de este grupo, a los sujetos
voluntarios que podrían estar más preocupados por su prestigio, posición o condición, más que
por el sufrimiento causado a su pareja. Y que buscarían adelantarse a la medida judicial, para no
tener antecedentes por violencia intrafamiliar, minimizando a su vez las consecuencias legales y
frenando de alguna forma las acciones de la mujer para persistir en la denuncia. En segundo
lugar, un grupo de sujetos dentro de este grupo (clúster 2) donde sus malestares sí se podrían
relacionar con una tendencia a afectarse por la violencia, sintiendo culpa y vergüenza, y por lo
tanto, con mayor inclinación a problematizar la situación.
El grupo derivado de Fiscalía por violencia física, declaran bajo en síntomas y malestares
psíquicos y físicos. Tienen un menor nivel educativo que el resto de hombres que maltratan,
menores ingresos, pero con vivienda. Se puede estar en presencia de sujetos que han accedido a
vivienda social, que para los estratos medios les es más difícil de adquirir. También, este grupo
presenta esposas con menor nivel educativo, con trabajos informales fuera del hogar y trabajo
doméstico, por lo cual, tienen menos recursos sociales y económicos, y menos expectativas de
desarrollo laboral, están más expuestas a desempeñarse en roles rígidos y tradicionales de mujer
(hogar), lo que las hace más vulnerables a formas de control y dependencia económica del
hombre.
Respecto a la violencia psicológica declarada, los sujetos que maltratan sólo perciben las
manifestaciones más burdas y descalificadoras de ésta, como es el caso, cuando la violencia es
más manifiesta y atenta contra la integridad emocional y la autoestima de la pajera. Sin embargo,
no perciben variadas manifestaciones de violencia psicológica, las cuales al estar normalizadas
conforman un modo de relacionarse que podría llamarse un “tono agudo confrontacional”,
parecido al enganche maligno explicado por Minuchin. Se hipotetiza que forma parte del
cotidiano de la relación de pareja (el 100% reporta violencia psicológica en una frecuencia
diaria). Otro aspecto fenomenológico reportado por los equipos de intervención, es que los
hombres que maltratan en las entrevistas y aplicación de los instrumentos van reconociendo y
percatándose de las formas de violencia física y psicológica, que ellos no reconocían como tales.
Tanto los sujetos voluntarios, los derivados por Familia y los de Fiscalía, tienden a
realizar acciones similares de violencia, en relación a la frecuencia, intensidad y peligrosidad de
la violencia y los posibles daños provocados.
Es así, que a partir de estos datos, uno de los hallazgos es que en un grupo de alrededor
de un 20% de toda la muestra, la violencia se presenta en eventos de poca frecuencia, pero en
acciones de violencia grave, los que podríamos llamar o denominar: “asalto a la pareja”. El
asalto a la pareja, se refiere a pocas agresiones violentas, pero de fuerte intimidación y un
potencial o efectivo daño físico grave, inclusive con lesiones, que podría asimilarse a los asaltos
con fuerza que realiza un delincuente común.
Es por ello, que se aboga que exista un tratamiento de la violencia hacia la pareja como
“delito”. Hay una tendencia de los sistemas de control social (policías, personal de tribunales,
Trabajadores Sociales, psicólogos, médicos y otros), a culpar o minimizar a la víctima por el
daño cometido, pese a ello, no podemos negar que pueden estar involucrados ambos en los actos
de agresión, y en especial la mujer en defensa propia, o tratar ellas de justificar las relaciones
abusivas como relaciones enfermas. También se concuerda con Echeburúa et, al (2010) y Loinaz
(2008) que el hombre que maltrata utiliza estrategias ante los sistemas de control social, para
tratar de minimizar e incluso de omitir la violencia, para reducir el malestar por el rechazo social
generado y las consecuencias que pudiera recibir.
Conclusiones
Como plantea Loinaz (2008) los hombres que ejercen malos tratos y abusos contra sus
parejas o ex parejas constituyen un grupo homogéneo. Se encontraron semejanzas parciales de
las tipologías Holztworth-Munroe & Stuart (1994), y de Dutton y Golant (1997), sobre todo en lo
que dice relación con el grupo de hombres que maltratan sólo de la familia, ubicado en el clúster
2 (espontáneos y Tribunales de Familia). En relación a los denominados maltratadores
antisociales en la literatura, lo que se pudo pesquisar en la investigación, es que existe un grupo a
lo menos del 10% que se ha visto envuelto o reportan antecedentes delictuales, independiente del
clúster al que pertenezcan.
Se concuerda con Kelly & Jhonson (2008), que la muestra que representa el 82,3% de los
hombres, constituida por los sujetos derivados de Tribunales de Familia y Espontáneos,
corresponderían a la categoría de los autores denominada “Violencia de Control Coercitivo”, con
predominancia de violencia psicológica, con pocos eventos o episodios de violencia física, sin
antecedentes delictuales y con un nivel educativo medio-alto.
Dentro del grupo anteriormente descrito (clúster 2), existiría un subgrupo de un 17,1%,
que describiría una forma de violencia denominada como violencia situacional de pareja
(Kimmel, 2008), correspondiente a sujetos espontáneos y derivados del Tribunal de Familia, con
una frecuencia de ningún a menos de 3 episodios de violencia física, especialmente zamarreos y
empujones, sin antecedentes delictuales, y sin detenciones por violencia, que se considerarían
como violencia en la cual están relacionados ambos sujetos. Dutton y Corvo (2005) la han
denominado violencia simétrica, ya que ambos participarían de la agresión y violencia al inicio
de ésta, y que con un adecuado diagnóstico e intervención, y una vez detenida la violencia física
y determinando que existe simetría vincular, podrían acceder a terapia de pareja. De no intervenir
en esta fase temprana, la violencia irá seguramente en ascenso en una escalada de violencia de
control coercitivo asimétrico.
Y un 17,7% de muestra restante, de sujetos derivados de Fiscalía (clúster 1),
corresponden parcialmente a la categoría de Holztworth-Munroe & Stuart (2005) de antisociales
de bajo nivel delictual. Sin embargo, las investigaciones han mostrado que son sujetos de
mediano a alto riesgo, y debido a que sus parejas presentan dependencia económica y han vivido
en un clima de violencia permanente, este grupo es de alto riesgo incluso de femicidio.
La importancia de los análisis tipológicos es que se pueden proporcionar antecedentes
para diseñar diferentes tipos de intervención que tienen como núcleo “el control coercitivo
violento”, y determinar variables proximales y distales que puedan estar afectando, como por
ejemplo, en algunos sujetos donde la pobreza en las habilidades comunicacionales y afectivas, o
el consumo de alcohol podría ser el problema principal. Sin embargo, se concuerda con Dutton y
Corvo (2009) que hay que considerar variables de trastornos de personalidad o de salud mental.
La intervención para otros, sobre todo el clúster 1, el problema podría estar más
fuertemente vinculado con conducta antisocial y misógina. Estos antecedentes, podrían permitir
cuestionar si es suficiente la intervención psicosocioeducativa tal como está planteada, o es
necesario también complementar con otras intervenciones en salud mental centradas en los
trastornos de personalidad, en el control emocional y las adicciones.
Del mismo modo, futuras investigaciones nos pueden aclarar ¿Cuál es el peso de los
Tribunales de Familia y Fiscalías en el cambio del sujeto? Como motivadores de cambio, Kelly y
Jhonson (2008), señalan que estas instituciones jurídicas son clave en la identificación de los
sujetos y en una correcta derivación a centros especializados como también incidirían en la
motivación final de asistir o no a un programa de intervención. Es decir, el sector judicial es
importante en la detención de la violencia a través de la disuasión, y en la adherencia a la
intervención a través del seguimiento y control.
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