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I

Y ahora tú eres Douve en la última alcoba del verano.

Una salamandra huye por la pared. Su suave cabeza de hombre


expande la muerte del verano. "Quiero hundirme en ti, vida
estrecha", exclama Douve. "Relámpago vacío, recorre mis labios,
penétrame."

"Me gusta cegarme, entregarme a la tierra. No quiero saber nunca


más qué dientes fríos me poseen."

II

Toda una noche te soñé transformada en madera, Douve, para


mejor ofrecerte a la llama. Y estatua verde revestida de corteza,
para mejor gozar de tu cabeza luminosa.

Sintiendo bajo mis dedos la disputa de la lumbre y los labios:


vi que me sonreías. Pero me cegaba esa gran luz de las brasas en ti.

III

"Mírame, mírame he corrido!"

Estoy junto a ti, Douve, y te ilumino. Ya no hay entre nosotros


más que esta lámpara de piedra, ese poco de sombra apaciguada,
nuestras manos que la sombra espera. Salamandra sorprendida,
permaneces inmóvil.

Habiendo vivido el instante en que la carne más próxima se


transforma en conocimiento.

IV

Así permanecimos despiertos en lo más alto de la noche del ser.


Un arbusto se quebró.

Ruptura secreta, ¿con qué pájaro de sangre circulabas por


nuestras tinieblas?

¿A qué habitación venías en la que se agravaba el horror del


alba en los cristales?

YVES BONNEFOY
(Del movimiento y la inmovilidad de douve)

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