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Víctor Hugo
En este sentido quiero partir de una primera premisa, La revolución boliviana del
52 establece un hito de creación social y fundamento de existencia de Bolivia
como Estado, que en términos históricos podríamos decir que Bolivia existe por
primera vez como Estado a partir de las decisiones que se toman con la llegada
del MNR al poder. Y no es que Bolivia no haya existido jurídica o políticamente
antes de abril del 52, sino que como lo señala Klein (1968) los umbrales
revolucionarios ponen en evidencia la fragilidad del Estado Boliviano,
concretamente del Estado oligárquico boliviano.
Una segunda premisa tiene que ver con lo aprendido de la Guerra del Chaco, pero
lo aprendido no solamente para justificar la inevitabilidad de la revolución, sino
para comprender la deconstrucción de Bolivia del Siglo XXI, esa llamada
constitucionalmente plurinacional.
La Guerra del Chaco es una más dentro de nuestra historia, sin embargo, marcará
a fuego la búsqueda de sentido de los bolivianos como signo de ese corpus social
llamado a constituir un Estado que responda a sus necesidades.
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"Sariri" quiere decir "caminante", en aimara. "Sariri" (1954), el caminante, el que no puede estar
quieto ni indiferente, porque todo exige activa vigilancia, es el símbolo escogido para esta hora de
transformación que sacude al continente en términos de Fernando Diez de Medina, como una
contestación al Ariel de José Enrique Rodó.
Existe un detalle no menos importante en nuestra revolución boliviana, y radica en
el hecho de que podría datarse como fecha de nacimiento de nuestro Estado ese
9 de abril de 1952, pues lo ocurrido el 6 de agosto de 1825 con los prolegómenos
anecdóticos incluidos, no fue sino una expresión de una incipiente forma de
establecer un dominio sobre lo que fue la Real Audiencia de Charcas por parte de
los criollos de turno. De esta forma, la explicación de la Bolivia revolucionaria sería
la ilustración de la Bolivia moderna la que intenta ser un país con todas las letras y
con la experiencia de reconocerse en el otro como con-formante de Bolivia como
realidad jurídico-política.
No queda allí de todos modos la búsqueda de lo nacional aunque sea como una
artificiosa respuesta a una identidad que sustente el yo nacional; lo cual puede
producir caer en uno de los errores identificados por Bacon2: la opinión del pueblo
indocto. Este paradigma expone de manera clara lo sucedido tanto en la
revolución constitutiva del Estado Boliviano moderno de 1952 como el proceso de
cambio asumido a partir del 18 de diciembre de 2005; que dicho sea de paso
provocó una iniciativa legislativa para declarar ese día como día nacional de la
revolución democrática y cultural.
De este modo, no es que la población sea tildada de ignorante sin más, sino que
en el desarrollo evolutivo social, el pueblo no alcanzó el grado de sociedad
jurídica, es decir, el estado de situación que represente la asimilación y sentido de
la normatividad como forma de vida; por eso es que llamamos revolución a lo que
no es, y nos desentendemos de todo lo referido a la responsabilidad de asumir un
reto histórico de transformación real para encontrar la identidad boliviana. De tal
forma que la opinión del pueblo es siempre maleable y volátil a los intereses de los
gobernantes de turno.
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De todas las teorías baconianas, las revolucionarias ideas sobre las causas del error, vienen a
llamarse ídolos, desarrolladas primeramente por Rogerio y sistematizadas posteriormente por
Francisco; constituyen un modo de comprensión y apreciación de los abismos que rodean al
conocimiento.
Esa simulación de conocimiento venido en sabiduría, llena por doquier cualquier
terreno revolucionario boliviano, sea el educativo, el político, el jurídico, el social o
cultural; ya que creemos que sabemos mucho de nuestro pasado y por ello
hacemos lo que hacemos, sin detenernos a sopesar el pasado en su justa medida,
con la criticidad necesaria para llegar a la verificación de que vamos construyendo
un bodrio histórico a nombre de revolución.