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Materialismo filosófico

Doctrina sistemática sobre la estructura de la realidad, caracterizada por su oposición al


materialismo monista (propio del Diamat) y al idealismo o espiritualismo monistas de cuño teológico.
El materialismo filosófico es un pluralismo de signo racionalista, que postula, sin embargo, la unicidad
del mundo en cuanto desarrollo de una materia ontológico general que no se reduce al mundo empírico.
El materialismo filosófico niega, contra el monismo continuista, y de acuerdo con el principio de la
symploké, que “todo tenga influencia en todo”, y niega, contra el atomismo pluralista, “que nada tenga
influencia en nada”.

El materialismo filosófico acaso solo tiene en común con el materialismo tradicional la negación del
espiritualismo, es decir, la negación de la existencia de sustancias espirituales. Es cierto que cuando
estas sustancias espirituales se definen como no materiales, poco avanzamos en la definición del
materialismo, puesto que no hacemos otra cosa sino postular la realidad de unas sustancias no
materiales, pero sin definirlas previamente. Y si en lugar de definir las sustancias espirituales como
sustancias inmateriales se definen como incorpóreas, estaremos presuponiendo que el materialismo es
un corporeísmo, tesis que rechaza de plano el materialismo filosófico, en tanto admite la realidad de
seres materiales pero incorpóreos (la distancia entre dos cuerpos es sin duda una relación real, tan real
como los cuerpos entre los que se establece, pero no es corpórea, ni tampoco “mental”).

Por ello, el materialismo filosófico ve necesario, para romper el círculo vicioso (sustancia espiritual
es la sustancia no material, y sustancia material es la no espiritual), acudir a una tercera Idea, a saber,
la Idea de la Vida, definiendo la sustancia espiritual como sustancia viviente incorpórea. El
materialismo, en general, podría definirse como la negación de la existencia y posibilidad de sustancias
vivientes incorpóreas.

Esta definición de materialismo permite incluir al atomismo de Demócrito; pero el atomismo de


Demócrito es un corporeísmo, por cuanto identifica a lo incorpóreo como el no-Ser, con el vacío; por
ello el materialismo filosófico no tiene que ver con el materialismo de Demócrito, renovado en los siglos
XVII y XVIII en una concepción que bloqueó el desarrollo de la ciencia moderna y especialmente la
Química, la cual solamente pudo seguir adelante “rompiendo” el átomo. Pero, aparte de Demócrito, el
materialismo tradicional se desarrolló como monismo materialista corporeísta, y éste es el hecho más
extendido en los siglos XIX y XX (Büchner, Moleschott, Ostwald, Haeckel, Marx, Engels, Monod, etc.). El
materialismo filosófico, por tanto, tiene muy poco que ver con este materialismo tradicional. El
materialismo filosófico comienza negando el monismo y el corporeísmo.

Niega el monismo [41], por cuanto defiende el pluralismo ontológico, pluralismo que no se reduce
al reconocimiento de las diferencias entre los seres, sino a la afirmación de que entre estos hay
discontinuidades irreductibles (acogiéndose al principio de discontinuidad implicado en la symploké
[54] platónica, según la cual “no todo está relacionado con todo”); y en esto se diferencia del monismo
materialista tradicional que, como el monismo teológico monoteísta, defiende que “todo está
relacionado con todo”.

Niega el corporeísmo [68] porque la materia del mundo se estratifica en tres géneros de materialidad
(no en tres mundos) denominados materia primogenérica (corpórea, como los sólidos, o incorpórea,
como las ondas electromagnéticas), materia segundogenérica (como las operaciones de los sujetos, los
proyectos y planes sociales o políticos de los hombres, los recuerdos, los deseos o las voluntades, o un
dolor de apendicitis) y materia terciogenérica (como las relaciones expresadas en los teoremas
geométricos, como el de Pitágoras o el de Menelao). La materia del mundo está dispuesta en
morfologías características (que llamamos estromas) cuyo análisis constituye el objetivo principal de la
Ontología especial [72]. El Mundus adspectabilis es el campo de la Ontología especial, y no se entiende
como una totalidad continua y uniforme, sino como una symploké, como una totalidad de contenidos
discretos (que no son sustancias, ni causas, ni objetos, sino estromas susceptibles de ser clasificados en
tres géneros de materialidad: M1, M2, M3). Para el materialismo filosófico, la filosofía no es una
disciplina particular, al lado de otras, que se defina por un campo o dominio definido del Universo
(como pudiera serlo “el conocimiento”, “el espíritu”, “el alma”, “Dios”, “la ciencia”, “el hombre”, “la
educación”, “la Cultura”, etc.). Para el materialismo filosófico el campo de la filosofía es el Universo
mismo, el Mundus adspectabilis (Mi, en general); esta es la razón por la cual consideramos inicialmente
a la filosofía como filosofía mundana. En torno a alguna de estas morfologías o estromas, las tecnologías
y las ciencias categoriales forman Conceptos (pero estos conceptos no agotan la integridad de los
dominios, estromas o morfologías y, en consecuencia, no cabe suponer que tales morfologías sean
esencias megáricas) cuya confrontación da lugar a las Ideas [783] que desbordan los dominios
particulares y se extienden a varios o a todos los dominios morfológicos de nuestro Mundo.

Las líneas más importantes del materialismo filosófico, determinadas en función del espacio
antropológico [244] (en tanto este espacio abarca al “mundo íntegramente conceptualizado” de
nuestro presente), pueden trazarse siguiendo los tres ejes que organizan ese espacio, a saber, el eje
radial, el eje circular y el eje angular.

Desde el eje radial el materialismo filosófico se nos presenta como un materialismo cosmológico, en
tanto que él constituye la crítica (principalmente) a la visión del mundo en cuanto efecto contingente
de un Dios creador que poseyera a su vez la providencia y el gobierno del mundo (el materialismo
cósmico incluye también una concepción materialista de las ciencias categoriales, es decir, un
materialismo gnoseológico [168]).

Desde el eje circular, se aproxima, hasta confundirse con él, con el materialismo histórico, al menos
en la medida en que este materialismo constituye la crítica de todo idealismo histórico y de su intento
de explicar la historia humana en función de una “conciencia autónoma” desde la cual estuviese
planeándose el curso global de la humanidad.

Desde el eje angular, toma la forma de un materialismo religioso [351] que se enfrenta críticamente
con el espiritualismo (que concibe a los dioses, a los espíritus, a las almas y a los númenes, en general,
como incorpóreos), propugnando la naturaleza corpórea y real (no alucinatoria o mental) de los sujetos
numinosos que han rodeado a los hombres durante milenios (el materialismo religioso identifica esos
sujetos numinosos corpóreos con los animales y se guía por el siguiente principio: “el hombre no hizo a
los dioses a imagen y semejanza de los hombres, sino a imagen y semejanza de los animales”). El
materialismo histórico “ampliado” (tridimensional) que defendemos tiene, con todo, más afinidad con
el materialismo histórico “restringido” que con el determinismo cultural, debido a la mayor afinidad
que el orden de relaciones angulares guarda con el orden de relaciones circulares, que con el orden de
relaciones radiales. A fin de cuentas, las relaciones circulares podrían interpretarse como una
especificación (para los casos de simetría) de las relaciones angulares (las relaciones entre los hombres
podrían verse como una especificación de las relaciones entre los hombres y los animales).

El materialismo filosófico incluye también la crítica a la identificación del espacio antropológico con
la omnitudo rerum, y esta crítica abre el camino de regressus [229] hacia la materia ontológico general.
En efecto, el materialismo filosófico utiliza también el concepto de Materia ontológico general [82]
como multiplicidad pura que se presenta en función del mundo de los fenómenos, constituidos
lisológicamente [824] por los tres géneros de materialidad (primogenérica, segundo genérica y
terciogenérica), pero morfológicamente organizado según diferentes plataformas (materia inorgánica,
materia orgánica, materia viviente, materia social, materia etológica, antropológica, institucional) y
categorías establecidas en función de las ciencias positivas. El materialismo filosófico comporta una
visión global del Mundo cuyas partes exponemos sistemáticamente en este Diccionario.
El materialismo filosófico es una corriente filosófica que afirma que todo es material,
que existe un mundo inteligible, es decir, que procede en ideas sensibles también
materiales (contrástese en términos de Platón) y que el ser o porvenir humano se
obtiene sujeto a tal devenir material

Ontológico

Ontológico es el adjetivo que indica que algo es relativo o perteneciente a la ontología, es decir, a la
rama de la filosofía metafísica que estudia la naturaleza del ser en cuanto ser, y busca determinar las
categorías fundamentales de la existencia y la realidad, así como la manera en que estas se relacionan
entre sí. Filósofos como Parménides y Platón sentaron las bases del pensamiento ontológico, que luego
Aristóteles abordaría de manera más amplia en su libro Metafísica.

Etimológicamente, su origen se encuentra en el término griego ὄντος (óntos), que significa ‘el ser’,
‘ente’, y λóγος (lógos), que traduce ‘ciencia, tratado’; y el sufijo del español -ico, -ica, que designa
que algo es ‘relativo a’.

Argumento ontológico

Como argumento ontológico se conoce el clásico razonamiento de San Anselmo de Canterbury que a
priori proclama la existencia de Dios. En este sentido, su argumentación se basa en que si somos
capaces de concebir la idea de la existencia de Dios es porque, en efecto, existe.

Ontológico en Derecho

En Derecho, lo ontológico hace referencia a la ontología jurídica, que es una rama de la filosofía del
Derecho cuyo objeto de reflexión es la naturaleza o esencia misma del ser del Derecho. En este sentido,
procura desentrañar qué hace que algo sea jurídico, para lo cual considera, por un lado, el objeto y
razón de ser del Derecho y, por otro, postula las características que lo hacen único y determinable
(las normas, las conductas y los valores jurídicos), poseedor de una realidad que tiene un ser que le
es propio y peculiar.

LO ÓNTICO Y LO ONTOLÓGICO
La distinción heideggeriana entre óntico y ontológico no es fácil de hacer a primera vista, ni menos
medir sus incalculables proyecciones, por mucho que esté resultando ineludible para las ciencias de lo
humano como es el derecho. Como una primera noción, suficiente para los propósitos de esta
monografía, digamos que ónticamente vemos al ente desde afuera, con pasividad (idealmente total),
en forma contemplativa, tocado por su presencia y por nada más, en tanto que ontológicarnente el ente
es visto desde adentro de él mismo, merced al despliegue de una actividad que lo proyecta como logos
sobre la evidencia irrebasable de que todo cuanto existe, existe consistiendo en algo. “Óntico”, adjetivo
de ente, toma su significado de la existencia en sí de las cosas; esta existencia es un dato independiente
de lo que el hombre puede saber acerca de ella; nuestro pensamiento ni la hace ni la deshace.
“Ontológico”, adjetivo de ser, corresponde a la interpretación que el hombre da cuando se pone en la
tarea de descubrir la esencia de las cosas. En tal sentido, claro está, no aparece el ser de las cosas sino
frente a un espíritu que las contempla también como ser, siendo ese espíritu quien lo declara.
Obviamente el problema del ser corresponde, así, a una función del ser del espíritu que lo declara; y
con tal alcance ni la pregunta ni la respuesta son algo independiente del hombre. Veremos luego, cómo
hay en esto siempre una asunción respecto de los otros seres humanos, respecto de los restantes
objetos culturales y respecto, incluso, de los objetos naturales que se integran como mundo objetivo.
Esta asunción -allá, de un ser axiológico; y aquí, de un ser adiáforo- proviene del hecho esencial de que
el ser humano vive con una comprensión del ser, al tener ser él mismo, teniéndolo de una forma
absolutamente peculiar y ostensiblemente privilegiada. Todo el planteamiento existencial se radica en
esta comprensión del ser como “verdad”. Veámoslo.

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