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Meditación sobre la "muerte térmica" del universo en el Cántico Cósmico de Ernesto Cardenal
Pre-texto
Mientras somos, Ella no está; cuando Ella llegue, ya no estaremos. Así enseñaba Epicuro1 despreocupación
por la propia muerte, para poder vivir, sin temor ni aborrecimiento ante Ella, "disfrutando del tiempo, que no
se mide por su durar prolongado sino por lo placentero de su intensidad". Según tal filosofía, mucho menos
tendríamos que preocuparnos por la llamada "muerte térmica del universo", ese aterrador y aborrecible
corolario de la segunda ley de la termodinámica que presagia la degradación absoluta de toda energía y, por
tanto, la imposibilidad de toda vida, que es acumulación y derroche de energía. En efecto, ¿a qué ocuparse
con Ella si, primero, la cosa va para muy largo (Ella no está) y, segundo, cuando Ella llegue ya no habrá
nadie para contarlo (ya no estaremos)?.
Sin embargo, tanto para la muerte personal como para la muerte del universo, el problema no es cuestión de
hecho sino de derecho. ¿Con qué derecho existe una realidad si está condenada a la nada? ¿Qué sentido tiene
una vida si su destino es perecer? ¿O es que la muerte no es la nada? ¿Puede la vida haber encontrado el
modo de zafarse tanto del sinsentido que es vivir-para-morir como del contrasentido que es, en este mundo,
vivir-sin-morir? Entre la vida y la muerte, ¿quién tiene la última palabra?.
Con todo respeto a las éticas epicúreas, estoicas y escépticas, parece ser que el problema de la justicia y
sentido de la muerte (personal y del universo) no es pseudoproblema sino el problema vital por excelencia,
cuyo solo planteamiento nos revela que somos más de lo que parecemos y perecemos. Como dice el poeta:
"Los espectros del hambre, de la peste y los horrores de la guerra nos dan idea de que eso también
somos nosotros. Si borramos la imagen de Dios que está proyectada en nosotros, somos el rostro de
la melancolía, de la angustia y de la muerte. Debajo de cada ser hay un cadáver, y la mueca de un
cadáver. En esa zona de sombras de su ser puede ser que los hombres se rían, pero su risa es como la
mueca de los muertos en las refrigeradoras de la morgue. Es eso lo que los niños temen en la
oscuridad, y lo que continúa aterrando al niño que hay dentro de cada uno de nosotros, en la
oscuridad del mundo de los sueños: la nada de la que hemos venido y que también somos, el polvo
original que fuimos y que un día volveremos a ser porque aún lo seguimos siendo. La vida que hay
dentro de nosotros es superficial e intermitente. Estamos muertos en el sueño, y aun en la vigilia
estamos adormecidos y muertos para una multitud de percepciones. La lucha del artista es solamente
la lucha por mantener esa vida artificialmente. Y el enamorado lucha también por salvar esa vida de
la rutina y de la muerte por medio del amor. Porque todo se gasta, y todo tiende a sumergirse en la
inmovilidad y la muerte. El arte también se gasta y se hace retórica. La belleza envejece y se
marchita y el amor se vuelve rutina. Todo en el universo está sujeto a la segunda ley de la
termodinámica..."2
Aumento de la entropía y "muerte térmica" del universo
Noche de verano en Managua. En un restaurante, alguien disuelve poco a poco una cucharada de azúcar en
una taza de café. Otros clientes colocan trozos de hielo en sus vasos para enfriar las bebidas gaseosas: el
hielo se funde por el calor que extrae del líquido, cuya temperatura disminuye. Dos personas platican
1
En la Carta a Meneceo. Cf. EPICURO, Máximas para una vida feliz, edición de Carmen Fernández-Daza, Ed.
Temas de Hoy, Madrid, 1996 (4ª ed), pp. 9-10.
2
ERNESTO CARDENAL, Vida en el amor, Ed. Sígueme, Salamanca, 1984 (3ª ed), p. 122.
2
mientras fuman cigarrillos: el humo caliente asciende en volutas y se difunde en el aire. Mientras tanto, los
equipos de aire acondicionado hacen descender la temperatura del interior, transportando calor al exterior del
local. Un mesero tropieza y deja caer al suelo un plato de porcelana, que se quiebra en cien pedazos. Cuerpos
humanos ingieren alimentos y oxígeno, los metabolizan e irradian calor. En la calle, el viento levanta nubes
de polvo, los automóviles emiten gases residuales de sus motores de combustión interna y alguien barre las
basuras y las quema... En todos estos procesos algo en común sucede: la vida transcurre, pero ha aumentado
el desorden térmico de la ciudad y de sus habitantes, en conjunto, aunque se hayan producido pequeños
ordenamientos localizados (en los lugares que se enfrían o quedan limpios y en los cuerpos vivos). La vida
continúa, sí, pero con un poco menos de "tensión termodinámica" porque han aumentado un poco más, en
conjunto, la entropía, el desorden térmico, de Managua y la entropía, el desorden térmico, del universo.
"Entropía" es un concepto que fue inventado, por el físico alemán Rudolf Julius Enmanuel Clausius (1822-
1888) en 1850, al estudiar la cantidad de energía que no puede ser reconvertida en trabajo útil en los procesos
de intercambio de calor. Si los sistemas físicos están aislados, su entropía o desorden térmico sólo puede
mantenerse constante o aumentar. Si los sistemas físicos están abiertos al intercambio de energía o materia,
su entropía puede disminuir, pero a costa de un aumento mayor de la entropía del entorno. De estos hechos
Clausius concluyó, en 1865, su célebre axioma: "Die Entropie der Welt strebt einen Maximum zu" (La
entropía del universo tiende a un máximo) como corolario de la segunda ley de la termodinámica3. Esa ley,
considerada por Henry Bergson como "la más metafísica de las leyes de la física, por cuanto nos muestra con
el dedo, sin símbolos interpuestos y sin artificios de medida, la dirección hacia donde marcha el mundo" 4.
Esa ley que aparentemente condena al universo a morir, después de miles de millones de años de
intercambios energéticos, en la atonía de lo que Clausius llamó "Wärmetod" o muerte térmica del universo.
Desde 1865 hasta nuestros días, el fantasma de la muerte térmica del universo no ha dejado de rondar en la
conciencia y en la imaginación no sólo de los científicos sino de los artistas y de la gente común. En 1893, el
astrónomo Camilo Flammarion, en su novela titulada El fin del mundo, y el escritor H. G. Wells, en su
célebre novela de ciencia-ficción La máquina del tiempo, de 1895, crearon imágenes de la futura muerte
térmica del universo. Un divulgador científico de nuestros días la describe así5:
"... Un fin aquí no significa que toda la materia desaparezca, sino más bien que ocurra una situación
en que cese la evolución ordenada y el cambio que el hombre contempla a su alrededor. Esto
3
La segunda ley de la termodinámica fue descubierta y elaborada gracias al trabajo experimental y teórico de una
cadena de ingenieros y físicos europeos cuyos principales eslabones fueron el francés Sadi Carnot (1796-1831), los
ingleses James Prescott Joule (1819-1889) y William Thomson Lord Kelvin (1824-1907), los alemanes Hermann von
Helmholtz (1821-1894) y Rudolf Clausius (1822-1888), y el austríaco Ludwig Boltzmann (1844-1906). Carnot fue el
primero en formular la segunda ley en su monografía Reflexiones sobre la potencia motriz del fuego y las máquinas
apropiadas para desarrollar esta potencia (Paris, 1824). Por eso la ley fue bautizada inicialmente como "Principio de
Carnot": "Es imposible un proceso cuyo único resultado final sea tomar calor de un reservorio y convertirlo en trabajo.
Ninguna máquina térmica que tome una cantidad de calor Q1 de un reservorio a temperatura T1 y entregue una
cantidad de calor Q2 a otro reservorio a temperatura T2 puede efectuar más trabajo que una máquina reversible
trabajando entre T1 y T2". En términos de entropía, la segunda ley establece que, en cualquier cambio reversible que
ocurra en un sistema cerrado, no se alterará el valor de su entropía total; y en cualquier cambio irreversible, la entropía
total del sistema siempre aumentará. La ley se conoce también como "principio de degradación de la energía":
"Cualquier cambio que ocurra en un sistema aislado o cerrado está acompañado de una disminución de la energía
utilizable, es decir, de un aumento de la entropía del sistema". En 1872, Ludwig Boltzmann logró la primera
deducción del incremento de entropía de los procesos irreversibles, uniendo por primera vez las leyes de la mecánica,
de la termodinámica y de la estadística.
4
Cf. HENRY BERGSON, La evolución creadora, traducción de María Luisa Pérez Torres, Ed. Espasa-Calpe,
Madrid, 1973, p. 217
5
Cf. LLOYD MOTZ, El Universo (Su principio y su fin), Ed. Orbis, Barcelona, 1986, pp. 285-286.
3
ocurrirá o bien porque el universo se habrá desgastado, como el muelle de un reloj, o porque se
habrá contraído en un diminuto, pero altamente concentrado, pedazo de materia. Consideremos
primero el desgaste del universo como lo predice la segunda ley de la termodinámica. (...) Puesto
que todo el universo es en sí mismo un sistema aislado y, por consiguiente, no puede intercambiar ni
energía ni materia con ningún sistema exterior (por definición de universo, no puede haber nada
fuera de él), la segunda ley de la termodinámica puede aplicársele. Esto significa que el universo
debe evolucionar de tal manera que su entropía se haga máxima pasando de un estado actual
ordenado, diferenciado, heterogéneo y en desequilibrio, a un estado de máximo desorden y mínima
homogeneidad. Este estado final del universo -si ocurre- será un estado de equilibrio. Que el estado
actual del universo es un estado de diferenciación, orden y desequilibrio, es obvio por la existencia
de cuerpos calientes (estrellas) en un entorno de espacio frío; esto significa que la temperatura del
universo no es la misma en todos los puntos del espacio, sino que varía discontinuamente desde
valores muy bajos en el espacio interestelar hasta valores muy altos en regiones ocupadas por
estrellas. Debido a estas diferencias de temperatura en diversas regiones del espacio, hay un flujo
constante de energía desde las estrellas calientes hacia el espacio frío colindante. Puesto que la
cantidad de energía nuclear de cada estrella en el universo y de la materia en cada centímetro cúbico
del espacio existente entre las estrellas es finita, este flujo unidireccional de energía cesará
finalmente y la temperatura del universo será la misma en todas partes, unos pocos grados más alta
que la temperatura actual entre las galaxias. A partir de este momento en adelante, el universo será
frío, muerto y homogéno y no tendrán lugar cambios de ningún tipo en ninguna parte; la entropía
será máxima y prevalecerá en todas partes un estado de completo equilibrio. En un universo así, el
tiempo no tendrá ningún sentido, puesto que nada diferenciará el antes y el después en el estado de la
materia. (...) El universo entonces, después de muchos, muchos miles de millones de años, si todo
esto ocurre, estará constituido por agujeros negros, estrellas de neutrones muertas, enanas blancas
muertas, planetas muertos y trozos fríos de materia flotando en un mar de radiación electromagnética
fría, a una temperatura de unos cinco grados kelvin".
El universo estaría, pues, condenado, desde su mismo nacimiento, a descender a un Reino de los Infiernos
que no serían ya de fuego ardiente sino unos fríos infiernos a la temperatura universal de 268 grados
centígrados bajo cero (-50K). ¿Qué dice nuestro poeta sobre semejante profecía?.
Nuestro poeta concibe, canta y cuenta, desde Nicaragua, la muerte térmica del universo, así6:
6
Las citas del Cántico cósmico se toman de la edición de Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1989, según el
formato: cantiga, título de la cantiga, página(s) de la cita.
4
"Acabado su combustible a las estrellas.
Las veo siendo apagadas una a una
como se apaga la colilla de un cigarrillo.
Las estrellas de neutrón no han sido vistas en telescopios
todavía, sino tan sólo en la imaginación de los astrónomos.
Pero una estrella un poco más pesada que la de neutrón
es un hoyo negro.
Las fauces de un hoyo negro.
Como una aspiradora cósmica.
Donde la gravitación es tan grande, la curvatura tan grande,
que la luz se hunde.
La entropía que al final a todos nos espera.
El inevitable descenso al equilibrio final
que es la tumba." (C3, Fuga de otoño, 37)
Ahora bien, el poeta nos dirá que la muerte del universo no está lejos en el futuro sino presente en cada
despedida, en cada tristeza, en cada muerte personal y en cada olvido:
El problema de la muerte personal y universal reaparece una y otra vez a lo largo de las 43 cantigas del
Cántico:
"¿Pero lo último que prevalecerá será
la segunda ley de la termodinámica?
Sólo agujeros negros y agujeros negros y agujeros negros
en los que todo se ha sumergido en el olvido. San Pablo dice
5
que el último enemigo vencido será la muerte, será
la segunda ley de la termodinámica.
Tal vez otra vez la materia, como al principio,
reducida a una densidad infinita.
El Apocalipsis según Davies".
(C9, Canción del espacio-tiempo, 92)
Entropía:
La perfecta distribución de calor. Cuando nada reversible
se podría. Ningún cuerpo más caliente que el tuyo
te calentará. Ni tú podrás pasar calor a nadie.
Como esas parejas de reyes de mármol
yacentes. Rey frío junto a su reina fría.
Unidos por una misma ley, la famosa Segunda Ley:
Que todo lo reversible está prohibido.
Llegará un día
cuando ya no suceda nada en el planeta.
Cuando no haya viento en los árboles ni tampoco árboles.
Cuando no haya olas en el mar y ni siquiera mar.
Hasta la última espora de bacteria.
Aunque el sol siga brillando todavía.
Universo donde aumenta cada día la entropía
y la muerte. Y se expande cada vez más el espacio negro
entre las estrellas.
Un día ya ni el sol existirá
aunque su luz siga llegando a otras luces muy lejanas.
El universo se irá llenando de más y más estrellas muertas
en sus tumbas de agujeros negros.
Al reloj del tiempo se le acabará la cuerda.
Tan sólo quedará entonces un espacio vacío en expansión."
(C35, Como las olas, 428-430)
Sin embargo...
7
Sorpresas te da la vida
¿Es inevitable la muerte térmica del universo? Esta no es una pregunta retórica, porque si la muerte térmica
del universo no es destino irrefragable puede que tampoco lo sea la muerte nuestra de cada día. Pues bien,
resulta ser que la tal muerte térmica, después de todo, no es tan fiero león como lo pintan.
Si el universo es un sistema cerrado (por la gravitación), estaría condenado a muerte, sin apelación, por
agotamiento térmico despúes de varios ciclos de expansiones y contracciones. Por otra parte, si fuese un
sistema abierto (si la gravitación no alcanzara para cerrarlo), también estaría condenado a perecer, por
dispersión global y agotamiento local de la energía. Pareciera que la muerte ha de tener la última palabra.
Sin embargo, la nueva termodinámica de los procesos irreversibles propone algo nuevo. No es que sea
inválida, dice, la segunda ley de la termodinámica, por supuesto. Lo inválido es deducir de ella la muerte
térmica del universo. Pudiera ser que las fuerzas de la novedad tengan la última palabra.
En efecto, las diferentes formas de muerte térmica del universo se deducen de la aplicación al universo entero
de una ley válida para sistemas finitos, abiertos o cerrados. Tendría razón Lloyd Motz cuando afirma que el
universo es un sistema cerrado, porque no hay nada fuera de él que lo limite. Pero igualmente podemos
afirmar que el universo es un sistema abierto porque, al no haber nada fuera de él, no tiene límites (La nada
no es algo que limita, la nada no limita nada, la nada como límite es la no existencia de límites.)
Y es que hay tres tipos de sistemas físicos, en cuanto a su independencia del medio ambiente: los abiertos
(que intercambian energía y materia con otros sistemas diferentes), los cerrados (que no intercambian energía
y materia con otros sistemas diferentes) y los que no son ni abiertos ni cerrados (porque intercambian energía
y materia consigo mismos, siempre los mismos y siempre diferentes a sí mismos). El universo es uno de
estos sistemas que podríamos llamar abiertos y cerrados, o bien ni cerrados ni abiertos. Es por lo menos
dudoso que a uno de estos sistemas infinitos se pueda aplicar una ley física propia de sistemas finitos, sin que
la ley tenga que someterse a fuertes modificaciones. Usar la termodinámica del equilibrio de los sistemas
finitos para predecir el comportamiento de un sistema infinito abierto y cerrado sería como utilizar la
mecánica clásica newtoniana para describir sistemas que se mueven a la velocidad de la luz. Quizás el
axioma de la muerte térmica del universo sea una extrapolación inconsistente.
El físico y químico Ilya Prigogine, Premio Nobel de química en 1977, ha demostrado que de la segunda ley
de la termodinámica no se sigue necesariamente la muerte térmica del universo sino la renovación contínua
de un universo que ha dejado atrás su propia muerte térmica7:
"...¿cuál es el precio que debe pagarse para que se creen los vórtices (de Bénard)? No es la energía,
sino más bien la entropía: los vórtices se forman gracias a los procesos irreversibles. De aquí la idea
de que el precio del universo sea también un precio entrópico, una enorme producción de entropía
en los orígenes del universo, contrariamente a la idea clásica según la cual el universo comenzaría
con una entropía despreciable, que aumenta hasta la muerte térmica, estado en que la entropía sería
maximal. Así, pues, la idea a la que he llegado es que la muerte térmica está detrás de nosotros; la
muerte térmica está de hecho en los inicios del universo. Todos los otros fenómenos entrópicos
debidos a la fusión de los núcleos, a la vida y a la historia, son en realidad absolutamente
despreciables en comparación con la enorme producción de entropía que tuvo lugar en el inicio del
universo" (pp. 64-65)
"... ¿Cuál es el futuro de nuestro universo? Según la imagen clásica, en el caso de un universo
abierto, tiene que dispersarse, confirmando su propio fin. Aquí, al contrario, un nuevo nacimiento
7
Cf. ILYA PROGOGINE, El nacimiento del tiempo. Ed. Tusquets, Barcelona, 1991, pp. 64-74.
8
resulta posible, si las condiciones que han permitido la primera inestabilidad se vuelven a reproducir.
¿Cuál es la densidad de materia compatible con tal inestabilidad? Este es un cálculo que mis
colaboradores y yo estamos intentando efectuar: se trata, probablemente, de un tiempo muy largo, tal
vez cien mil millones de años. Podemos también imaginar la historia del universo como la de una
reacción química explosiva que queda bloqueada por su propios productos de desecho, hasta el
momento en que estos son eliminados, y una nueva explosión vuelve a ser posible..." (pp. 73-74)
Así, pues, de acuerdo a la cosmología termodinámica del no equilibrio, es posible que el universo no vaya a
más entropía, homogeneidad, equilibrio desordenado y muerte térmica, sino que vaya a menos entropía, es
decir, a más heterogeneidad, orden dinámico y evolución creadora. De la segunda ley, en su forma local ("en
cualquier cambio reversible que ocurra en un sistema cerrado no se alterará el valor de su entropía total; y en
cualquier cambio irreversible, la entropía total del entorno siempre aumentará") no se sigue el axioma de
Clausius "Die Entropie der Welt strebt einen Maximum zu", la entropía del universo tiende a un máximo. La
evolución del universo, en cuanto tal, es antientrópica. Y en esto coinciden la novísima física y la novísima
poesía de Ernesto Cardenal.
9
El "Cántico cósmico": Concierto de amor antientrópico
El poeta místico ha hecho experiencia explícita y palabra propia lo que para los y las creyentes "normales" es
experiencia incoada e inexpresa: que la Resurrección de Jesús es el triunfo universal del amor y la vida sobre
la muerte y la degradación de la energía. Este amor que el místico poeta siente y dice no es amor de novela
rosa sino acción y pasión que se hace cargo de las negatividades de la realidad para transformarlas en
posibilidades para la vida. Y en esta labor forma filas con científicos, revolucionarios y poetas. Por eso, en
los textos siguientes, que cierran nuestra meditación, aparecerán los nombres de Carl Sagan (escondido en
su frase "somos polvo de estrellas"), Charles Darwin, Pierre Teilhard, Albert Einstein, Jesús de Nazaret (el
del sepulcro vacío, el que nos redimió de la entropía), Augusto C. Sandino, William Shakespeare, José
Martí, Rubén Darío, José Santos Chocano, Alfonso Cortés y Azarías Pallais, en una especie de concierto
antientrópico para celebrar, más que el fin del siglo XX y del segundo milenio, la fiesta perpetua de la vida:
"¡Antientropía!
Las galaxias estarían dispersadas indefinidamente...
esto podría ser hasta dentro de trillones de años
pero a nadie le gustaría.
¿La naturaleza es tan malvada
que nos ha hecho abrigar falsas esperanzas?
Es sutil, pero sin malicia, dijo Einstein.
11
Si hemos aparecido nosotros haciendo preguntas ¿será
que la intención no es que acabemos todos en el hoyo negro?
Nuestro proceso ha sido de mayor a mayor improbabilidad.
(...)
El universo es luz.
Islas de luz en el espacio frío.
(O energía.)
Jesús "la luz del mundo":
El que nos redimió de la entropía.
Una supernova sobre Belén
(¿o el cometa Halley en el 12 a. de C.?)
Y una tumba vacía.
Esperanza de los oprimidos y de los muertos."
(C36, La tumba del guerrillero, 448-449)
"Todo en el universo está sujeto a la segunda ley de la termodinámica. Sólo Dios es el Dios vivo, la
Vitalidad eterna, lo siempre nuevo, la frescura y el amanecer perpetuos. Porque Él Es, Él Es quien Es. Y no
tiene la vida sino que la Vida es Él. "Quien tenga sed venga a mí y beba. Quien cree en mí, como dice la
Escritura, manarán en sus entrañas ríos de agua viva" (Juan, 7, 37-38)."9
AMEN
8
Cf. ERNESTO CARDENAL, Vida en el amor, o.c., pp 138-9.
9
ERNESTO CARDENAL, Vida en el amor, o.c., p. 122.