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/ Inmóvil por
el cielo / buscaba otra cosa) como epígrafe para un artículo musical – dedicado al
compositor Luigi Nono, particularmente sobre su obra España en el corazón, con textos de
Neruda y García Lorca. El corpus de lo redactado hacía mención a una relación – cercana y,
a la vez, distante – entre estas dos expresiones artísticas: la musical y el quehacer poético -
literario. Ni el escrito, ni su redactor y ni sus destinatarios lo conocieron íntegramente para
la ocasión precisa. Y es que, cuando se escribe sin más encargo que el dictado por uno
mismo – quizás – uno mismo escribe para nadie.
La rosa
no buscaba la rosa.
Y, curiosamente, vuelvo a encontrar a esta “rosa inmóvil por el cielo” bajo otra
denominación: como rosa de nadie (Die Niemandsrose). Título además del libro de
poemas escrito por Paul Celan y publicado en el año 1963. El título, construido como
oración simple, se encuentra lejos de una comprensión unívoca; la rosa dirigida a un
destinatario que no está (de nadie) y, a la vez, presente en algún lugar (de nadie). Doble
título por cierto, a la manera del enunciado lorquiano “la rosa / no buscaba la rosa”. Nadie
es un término del que pocos se han hecho cargo –Heidegger, al menos, dedica una reflexión
acerca de la nada en Ser y tiempo al interpretar la condición del Dasein arrojado en el
mundo. La angustia registra este suceso, a lo que el habla cotidiana denomina la nada;
posición óntica del problema -, no sólo por la complejidad de establecerlo en algún lugar (y
siguiendo el tránsito heideggeriano, la nada no es, sino el mundo en cuanto tal. Aquello ante
lo cual la angustia se angustia, es el estar-en-el-mundo mismo; posición ontológica), sino
que, además, es un término astuto pronunciado alguna vez por cierto aventurero preburgués
en forma de schibboleth; como contraseña1.
1
“Preguntaste, Cíclope, cuál era mi nombre glorioso y a decírtelo voy, tú también dame el regalo
ofrecido: ese nombre es Nadie. Nadie mi padre y mi madre me llamaron de siempre y también mis
amigos”. (La Odisea. Canto IX. Op. Cit. Pág. 141). Ulises – alias Odiseo, alias Nadie – se vale de
esta argucia para vengar la muerte de sus camaradas bajo las garras del Cíclope. Como bien
señalan Adorno y Horkheimer, la poesía homérica es también una representación del pensamiento
burgués a través de la racionalidad instrumental, la que constantemente aboga por medios,
escondiendo sus propios fines. La relación de Ulises con los hombres es práctica, es decir, los
hombres son, ante todo, fines: “Odiseo vive según el principio originario que ha fundado en una
época la sociedad burguesa. La alternativa era engañar o perecer. El engaño era el estigma de la
ratio, mediante el que se traicionaba su particularidad (...) Tanto Odiseo como Robinson están
relacionados con la totalidad: el uno la recorre, el otro la crea. Ambos triunfan a condición de su
1
¿De qué estamos hablando? Del habla, ciertamente. ¿Con cuál pulso, estilo, sonido
y acento volvemos a escuchar y a escribir estas rosas? Esta segunda interrogante parece
acercarnos, tal vez, al objeto central de este ensayo; entregar algunos medios orientadores
para abordar el trabajo poético de Paul Celan, a través de una relación conflictiva (subrayo
la palabra “conflictiva” como una definición provisional del mismo quehacer del poeta /
poema) entre dos lenguajes y en el lenguaje.
EN-MUDECIMIENTO.
absoluta separación respecto a los otros hombres. Los otros hombres se les presentan sólo en
forma alienada, como enemigos o como apoyos, siempre como instrumentos, como cosas”.
(Adorno / Horkheimer: Dialéctica del Iluminismo. Op. Cit. Pág. 81). Si acaso, esta rosa de nadie es
una contraseña lingüística que debe traicionar una particularidad – la suya propia – y alejarse de
los hombres (como escritura alienada o, en otros términos, “olvidado de sí”) no es, por ahora, el
lugar donde esto se decrete sin más. Dejo esta astucia para el desarrollo y final de este informe.
2
Paul Celan: El Meridiano. Op. Cit. Pág. 4.
3
“Das Verständlichste an der Sprache ist nicht das Wort selber, sondern Ton, Stärke, Modulation,
Tempo, mit denen eine Reihe von Worten gesprochen werden – Kurz die Musik hinter der Worten,
2
Lenguaje de pliegues, que se despliega en su lectura. Éste es un modelo aforístico
que se refiere al lenguaje, pero, además al aspecto tonal y musical inherente en él. Delata en
sí mismo – nos pide a nosotros, en cuanto lectores -, distanciarnos de lo escrito, aunque
reposa y se establece en lo escrito. No es la palabra así, a secas, lo que otorga la
comprensibilidad al lenguaje, sino el tono, la intensidad, la modulación, etc.; lo que
Nietzsche denomina como la música. Partamos con un término ya institucionalizado por
esta disciplina – lo que no implica que otras disciplinas también compartan este término. El
TONO. Mas ¿qué nos aproxima al tono, a su “ser del tono”, o dicho en otros términos, qué
es lo que hace del tono un tono? Antes de responder, tensemos aún más la pregunta: ¿acaso
preguntándonos sobre la esencia del tono, damos en el tono y quizás, con suerte, lo
desentonamos? Dos interlocutores, si bien establecen una definición análoga de la palabra
tono, nos hablan en tonos distintos. Gadamer y Derrida en alguna ocasión han definido a
éste a partir del vocablo griego tónos, que significa tensión4.
No es en la definición del tono – matices más, matices menos – en donde
escuchamos la diferencia tónica entre los dos requeridos, sino más bien en el cómo
articulan sus discursos. Tono y articulación son, obviamente, categorías referidas a lo
die Person hinter dieser Leidenschaft: alles das also, was nicht geschrieben werden Kann. Deshalb
ist es nichts mit Schriftstellerei.” (Friedrich Nietzsche: Nachgelassene Fragmente. Op. Cit. Pág. 89).
La traducción que hemos ocupado corresponde a la realizada por Andrés Sánchez Pascual, en
Friedrich Nietzsche: Aforismos. Op. Cit. Pág. 29.
4
“La fuerza de la poesía lírica reside en su tono. Y digo tono en el sentido de s, tensión, como
la de la cuerda tensada, de la que brota la eufonía”. (Hans-Georg Gadamer: Poema y diálogo. Op.
Cit. Pág. 145). En términos similares, podemos leer en Derrida el siguiente comentario, mucho más
rico en matices tonales: “El tono significó primero el ligamento tendido, la cuerda, el cordaje cuando
está tejido o trenzado, el cable, la cincha, en resumen la figura privilegiada de todo lo que es
sometido a constricción. Tonion es el ligamento en tanto que venda y vendaje quirúrgico. La misma
tensión, en suma, atraviesa la diferencia tónica y la diferencia tonal, la desviación, los cambios o la
mutación de los tonos (en este punto, Derrida menciona, a manera de modulación el texto de
Hölderlin Weschel der Töne, que en algún momento también será mencionado en este informe.
Cierro este paréntesis). Después de este valor de tensión, o de resorte, se pasa a la idea de acento
tónico, de ritmo, de modo (dorio, frigio, etc.). La altura del tono va ligada a la tensión; tiene una
ligadura con la ligadura, con la tensión más o menos estricta de la ligadura. Esto no es suficiente
para determinar el sentido de la palabra tono cuando se trata de la voz. Aún menos cuando,
mediante un gran número de figuras y de desplazamientos trópicos, el tono de un discurso o de un
estilo se analiza en términos de contenido, de modos de decir, de connotaciones, de escenografía
retórica y de actitud estudiada, en términos semánticos, pragmáticos, escenográficos, etc, en
resumen, raramente o nunca a la escucha de una altura de voz o de una cualidad de timbre”.
(Jacques Derrida: Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en filosofía. Op. Cit. Págs.
23-24).
3
musical, es decir, contienen una jerarquización y ordenación de los sonidos – y, como
veremos, condición genuina de la Rede. Esto puede precipitar una analogía entre la música
y el lenguaje, tono con el que Gadamer interpreta la poesía celaniana... pero no hemos
escuchado nada del poeta, de su lengua o de la manera en que articula su discurso poético.
Y esta interrupción (irrupción) vale, ciertamente, para una reflexión acerca de lo vocal, o
mejor dicho, de una tensión infringida al mismo gesto comunicativo de la palabra y en la
palabra:
Mientras nos quedamos suspendidos por la vocalidad de este poema, sus elementos
sonoros y significativos tan precisos, comencemos entonces, por develar el carácter de lo
tonal para Gadamer. Uno de sus ensayos dedicados a Paul Celan se titula A la sombra del
Nihilismo, título delicado, si pensamos que la poesía celaniana habita entre las sombras de
la nada. Tal vez, si aceptamos que el nihilismo es – en palabras de Gadamer - “el estado de
ánimo, espiritual y religioso de la segunda posguerra.” En los términos de Gadamer, Celan
es un autor críptico, hermético “reflejo de la gran vuelta a la simplicidad y la concentración
5
Paul Celan: Poemas. Op. Cit. Pág. 68.
4
y, por tanto, a la condensación, que ya conocemos, por ejemplo, en la música de Schönberg
y Webern(...)”6. Esta comparación entre la escritura musical adoptada por estos
compositores – ¿escuchamos lo mismo que Gadamer escucha, es decir el dodecafonismo? –
y el poema celaniano converge en un punto tonal definitivo: el de la disonancia armónica.
Oigamos ahora, una genuina declaración del hermeneuta: “Ha desaparecido el postulado de
la armonía que manteníamos hasta ahora como segura expectativa de sentido frente a toda
ocultación de sentido. La ocultación, la veladura de sentido se acepta en un estado de
expectación en el que no se parte ya de la manifestación de lo velado, de un final en una
nueva armonía”7. ¿Acaso Gadamer, en este párrafo, otorga una preeminencia del concepto
de armonía, como garante de todo sentido? El juicio del filósofo hermeneuta pareciera
querer salvar – por así decirlo – un espacio artístico pre-hermético y pre-disonante, sin
haber dado cuenta de la fractura (a la que denomina condensación) o, dicho en nuestros
términos, no asume el significado del tono, que tanto Celan como Schönberg lo entienden
como tensión. Tensión organizadora de los discursos que no privilegian una consonancia de
una disonancia, puesto que les son conscientes de un espacio perdido, al cual ya no es
posible un reestablecimiento8.
Celan es consciente de la paradoja misma del arte – por cierto de su arte, el poético
– al concebir al lenguaje como posibilitador e imposibilitador – a la vez, al mismo tiempo -.
6
Hans-Georg Gadamer: Poema y diálogo. Op. Cit. Pág. 85.
7
Hans-Georg Gadamer: Op. Cit. Pág. 99.
8
Elijamos dos contextos celanianos que confirman esta nueva dimensión del tono. La primera,
incluida en la alocución de El Meridiano, al interpretar el grito estridente de Lucile ¡Viva el Rey!:
“Se lo escucha, de buenas a primeras, como una convicta adhesión al Ancien régime. Pero aquí no
se honra (...) aquí no se rinde homenaje a ninguna monarquía y a ningún ayer que merezca ser
conservado. Se rinde homenaje aquí a la majestad de lo absurdo que da testimonio de la presencia
de lo humano” (El Meridiano. Op. Cit. Pág. 4). El segundo, en respuesta a la librería Flinker de
París, Celan dice respecto a la poesía alemana actual: “Es, pues, si se me permite usar una
palabra del campo de lo visual, no perdiendo de vista lo polícromo de lo aparentemente actual, un
lenguaje más gris, un lenguaje que entre otras cosas también quiere saber su musicalidad
asentada en un lugar donde nada tenga en común con aquella armonía que, más o menos
indiferente, aún consonaba y asonaba con lo más espantoso” (Paul Celan: Obras completas. Op.
Cit. Pág. 481).
Respecto a Schönberg, aunque participa de una tradición musical occidental, el compositor se
hace cargo de ésta. La herencia no le es dada sin más, sino que constituye ella misma una tarea
de nueva constructividad. El progresivo abandono de un centro tonal – recuérdese que la música
occidental se basa en el principio de la tonalidad, la que establece relaciones jerárquicas entre los
tonos - , al cual la burguesía mantenía como tautología de principio inviolable, es puesta en
entredicho en la democratización de los doce sonidos de la escala temperada: el principio
dodecafónico no nos invita a una fruición subjetivante acostumbrada a la mera repetición pasiva de
una tradición musical, sino por el contrario, la audición es una actividad permanente de las
tensiones y distensiones que el nuevo discurso propone. Una posible interpretación del propio
hacer poético de Celan debiera asumirse en términos similares.
5
Ella es la tensión extrema que confiere el mismo lenguaje. El poema hoy – y en esto
Gadamer, para quien la poesía moderna es condensación acaso fuera de la armonía y que no
busca reestablecimiento – es el tema de lo poético. Un injerto de El Meridiano algo puede
decirnos de esta tensión manifiesta: “Ciertamente, el poema – el poema hoy – muestra, y
esto tiene que ver, creo yo, pero no sólo indirectamente, con las dificultades – que no han
de ser menospreciadas – de la elección de las palabras, con la caída más rápida de la
sintaxis o con el sentido más despierto para la elipsis, - el poema muestra, esto es
inconfundible, una fuerte proclividad al enmudecimiento”10. En este párrafo Celan
caracteriza al lenguaje de hoy dentro del mismo lenguaje, es decir, trabaja en-el discurso los
nuevos matices de-el discurso poético (elección, caída y sentido despierto). Y estos matices
son – en el contexto de este discurso – dificultades 11. La tensión se asume en términos de
significación, indudablemente, pero ello no es suficiente para el poeta; la tensión debe estar
asumida al interior del lenguaje, de su tránsito – leyes gramaticales – como también de sus
vehículos, las palabras mismas. “El poema muestra... una fuerte proclividad al
enmudecimiento”, dice Celan, ello muy emparentado con el aforismo nietzschiano del que
partimos en este tema del tono (“... todo aquello que no puede ser escrito”). Este enmudecer
– muy propio de la música de Webern12, tal vez una de las influencias más decisivas dentro
10
Paul Celan: El Meridiano. Op. Cit. Pág. 9.
11
Esta especie de enumeración de procedimientos a usar dentro del poema, pueden verse
expresados en la misma producción de Celan. La elección de palabras es uno de sus recursos en
la confección poética (el uso de diccionarios etimológicos, la proliferación de otras lenguas –sin
olvidar con ello, la suya propia, el alemán -, y la incorporación del gesto sonoro) que colocan en
discusión permanente una lectura del poeta. La caída de la sintaxis, si bien es muy común dentro
de la poesía concreta, en Celan es una búsqueda que no desea producir una ruptura con la
tradición poética, sino la re-lectura de la misma (piénsese en el universos literario que acompaña a
Celan: Hölderlin, Trakl, Nietzsche, Kafka). Respecto a la experimentación de la elipsis, basta situar
el carácter innombrable presente en su poética a través del uso preposicional, de conjunciones.
Celan quisiera en la poesía una musicalidad (no sólo fonéticamente), sino como arreferencialidad,
en que la palabra conservara un terreno libre de conceptualizaciones y sobrecarga, pero ello es
más difícil de establecer en el lenguaje poético, debido a su “doble” institucionalidad (nacional, la
lengua alemana, contaminada por la pretensión de querer fundarse como lengua pura, y el propio
carácter de lo poético en la cultura occidental, esa especie de transfiguración – prosopopéyica de
hablar por otros y metafórica de mediar realidad y palabra); es por ello que los denomina como
dificultades.
12
Tal vez el hilo conductor entre la experiencia poética de Celan y las composiciones de Webern se
encuentra en el gesto del enmudecimiento, común a ambas expresiones: “Cuando la música
contemporánea (particularmente la de Webern, dice Adorno), se contrae en instantes y obedece a
una coerción de enmudecer, que es incluso más fuerte que la tenaz voluntad de forma del
compositor, entonces se refleja en la estructura interna de la música su relación para con las
condiciones de su existencia. La música que se mantiene fiel a sí misma preferiría no existir en
absoluto, preferiría, en sentido literal, como Webern dice a menudo, extinguirse, antes de traicionar
su esencia al aferrarse a la existencia”. (Theodor W. Adorno: Sobre la música. Op. Cit. Pág. 67). No
6
de los compositores de música contemporánea en la posguerra -, no es un callar, una
omisión deliberada, sino contiene una doble lectura: es enmudecimiento como instancia del
mismo quehacer poético de Celan, y, a la vez, es un recurso del testigo mismo, que
experimenta la catástrofe histórica de manera cercana:
se piense apresuradamente aquí una señal tautológica entre música y poesía, sino, por el
contrario, un distanciamiento en el que ambas expresiones se juegan el enmudecimiento con
sus propios recursos estéticos. Lo que para Adorno constituye un reproche solapado (¿concebir
una poesía después de Auschwitz?, del mismo modo en que señala al enmudecer musical como
mera incapacidad compositiva), pudiera ser otra forma de encarar la existencia tras el derrumbe del
lenguaje sedimentado – poético, musical.
13
Paul Celan: Poemas. Op. Cit. Pág. 22. Este extracto, perteneciente al poema Fuga de muerte –
Todesfuge - atestigua una precariedad del existir dentro de uno de los contextos más
problemáticos en la historia; podríamos argüir que es la contra-palabra necesaria ante la palabra
misma. Lo holo-caústico se imprime no sólo como experiencia del poeta: Celan, un sobreviviente
de origen judío, canta el himno de la muerte a través de un procedimiento musical tan alemán
como lo es la fuga. Analogía cruenta entre otro lenguaje – el lenguaje musical – el Superviviente de
Varsovia de Schönberg, donde la comunidad judía, al compás del himno Decae Israel es conducida
a las cámaras de gas: subir como humo por los aires, para, por fin, no yacer tan estrecho.
7
más, sino sólo un yo que habla bajo la especial perspectiva de su existencia y que es quien
se interesa por el perfil y la orientación. La realidad no está dada, la realidad exige que se la
busque y logre.”14
Reconocer el trabajo poético de Celan es, en cierta medida, reconocer los préstamos
que el poeta adeuda con la filosofía, aún cuando sus cuentas son “saldadas” dentro de su
terreno, el poético. La relación económica aquí descrita – y en esto habrá que ser tajantes –
no realiza economía del lenguaje, sino restitución dentro del mismo discurso poético. La
14
Paul Celan: Obras completas. Op. Cit. Pág.481.
8
operación bursátil más característica se encuentra en la explotación personal que realiza
Celan con Heidegger, no sólo por la institucionalidad filosófica a la que perteneció el
filósofo – su breve pero significativa relación entre el discurso filosófico como
advenimiento de un nuevo pathos de la Alemania con membrete nazista – sino en las
terminologías heideggerianas respecto al origen y alcances de la lengua.1
9
La expresión – común al lenguaje y a la música – tienen su momento de despliegue
en la lectura; en este lugar se apartan las respectivas lecturas de una y otra. Cuando
“leemos” un documento lingüístico, desciframos los componentes e interpretamos su
contenido. En la lectura musical ocurre igual fenómeno, pero lo que cambia en estas dos
expresiones es, precisamente, la interpretación. 4 ¿Qué es lo que interpreta lenguaje y
música? En pocas palabras diremos: ambas interpretan sus códigos, los que ya están
subordinados a un sistema estatuido. ¿No es, acaso, que en todo leer está implícito también
un legado, del que haría de hacerse cargo la interpretación misma? Dicho legado es el
idioma; él es el que se encarga de que las palabras y los sonidos comuniquen de acuerdo a
una convención.5 Hablábamos de transferencias hace un momento. Y es que tales
transferencias suponen una operación al idioma, su intervención normativa que no busca
equivalencias idiomáticas sino, por el contrario, transformaciones entre un ámbito y otro. El
idioma – cualquiera que sea – está expuesto a estas contaminaciones (una especie de
“parasitología” idiomática). Para hacer legible un idioma, es necesario esto que hemos
omnipresente, le pertenece a ella: el lenguaje artístico prósico y poético debe a la música algunos
caracteres constructivos y expresivos (elementos fónicos, superposición de voces, etc..). Pero aún
así, estos traslados no hacen más que confirmar el distanciamiento entre las dos expresiones;
mientras el lenguaje significativo debe mediar sus componentes para expresar lo absoluto, a la
música le llega la omnipresencia sin más, a costa de un “exceso de luz” que termina por oscurecer
el contenido mismo (Op. Cit. Pág. 28).
4
“Interpretar el lenguaje significa entenderlo, mientras que interpretar música es hacerla. La
interpretación musical es la ejecución, que retiene la semejanza con el lenguaje como síntesis, y a
la vez la anula en cada elemento singular (...) Tocar música correctamente significa en primer lugar
hablar su lengua con corrección. Ésta exige imitar, no descifrar.” (Op. Cit. Pág. 27). Si aceptáramos
esta reflexión adorniana sin más, podría hacerse dos preguntas iniciales a modo de réplica: si la
música se interpreta en el ejercicio mismo de su técnica, ¿Cuál sería el motivo por el cual Adorno
ofrece un discurso de segundo orden sobre los documentos musicales de su época (Wagner,
Mahler, La Escuela de Viena)?¿No es acaso una interpretación sobre una interpretación? Respecto
al ámbito mimético de la interpretación (la exigencia de “imitar – no descifrar”), conviene señalar
que el intérprete descifra los códigos musicales y, en el ejercicio mismo de esta interpretación, su
resultante es vuelta sonido (aún cuando en la obra musical se conciba como imitación de “la
naturaleza” o se señale en la partitura el gesto con el que debe ser interpretado, etc..) Cualquiera
sea el caso, si la resultante de esta interpretación es sonido, ello hace más legítimo sostener que
en la música se juega la arreferencialidad y no una mera mimesis o traslado fenoménico. Sobre
este carácter arreferencial es que nos hemos valido para articular las relaciones y distancias de la
poesía celaniana en los componentes expresivos de la nueva música.
5
Recuérdese lo que Celan expone como “dificultad” en el ejercicio poético actual. Por otro lado,
considérese la tonalidad musical como ese “idioma” que coagula la expresión dentro de la
convención sistémica en la música. Véase las notas 11 y 8, respectivamente.
10
denominado como “operación”, es decir, un ejercicio interpretativo, el cual se realiza sin
sacrificar el acto de la expresión; lo que Benjamin define como traducción.6
El paso entre un lenguaje a otro puede ser aditivo o, por el contrario, sustractivo.
Aditivo cuando el idioma se traduce a sí mismo, y sustractivo cuando se traslada a otras
latitudes idiomáticas, olvidando en ese traslado sus elementos cualificativos. Con esta
afirmación nos encontramos nuevamente cara al poeta, con Celan – y, por cierto con
Heidegger, de quien hemos entresacado este trozo aditivo-sustractivo del acto traductor. 7
Ahora bien, inclinarse sobre estos dos traductores supone reconocer las deudas contraidas
por ambos dentro de nuestro tema (¿no es acaso el tono, la tensión, lo que cualifica toda
traducción – traslado y transferencia misma – del idioma y en el idioma?).
6
“(...) los lenguajes están relacionados por ser medios de diferenciada densidad. La traducción es
la transferencia de un lenguaje a otro a través de una continuidad de transformaciones. La
traducción entraña una continuidad transformativa y no la comparación de igualdades abstractas o
ámbitos de semejanza.”(Walter Benjamin: Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Op. Cit.
Pág. 69).
7
“Cohabitan en Heidegger, a primera vista, dos conceptos de traducción: el uno como entrega,
Übereignis, el otro como caída y decadencia, como Verfall; aquel enseña en su matriz el vínculo de
alemán y griego, éste del griego al latín (...).” Lo que señala Oyarzún respecto a este ejercicio de la
traducción es una señalización personal que responde al ejercicio mismo del acto traductor – y en
este caso, del ejercicio filosófico mismo de los fundamentos heideggerianos - : una decisión. (Pablo
Oyarzún: De lenguaje, historia y poder. Op. Cit. Pág. 95).
11
Propongamos un paso previo como lo es el escuchar, tal vez como debiéramos
“leer” lo escrito y lo fónico. Por cierto, el oír constituye un aspecto de la comunicación
como enunciado, como “expresión verbal”. Heidegger señala, en este primitivo escuchar,
que el Dasein se abre al mundo: “el oír decir es un estar-en-el-mundo y un estar vuelto
hacia la cosa de la cual se oye hablar.” 8 Luego, en el mismo contexto, el mismo escuchar
constituye condición previa de todo discurso – al que denomina Heidegger como Rede9.-
Discurso y no lenguaje es el fundamento ontológico-existencial; el rol del lenguaje
consistiría en la exteriorización del discurso mismo, su despliegue.
12
hemos oído en algún otro contexto – y, en este caso, la transferencia no es nada casual. El
acto de oidor remite a una comprensión, la que interpreta los fenómenos acústicos y los
articula.12
12
Por medio del siguiente ejemplo heideggeriano habría una ratificación del acto comprensivo para
la poesía en Celan – aún cuando su idioma nos fuera desconocido para nuestros oídos. Percibir la
lengua materna del poeta (su lengua, la propia) es abrir campo para los matices tonales, sus
detenciones, exclamaciones y diseminaciones presentes en la poesía como vehículo expresivo
(eso que Nietzsche señala como lo que está detrás de las palabras: la “música”): “No oímos, en
cambio, primeramente el sonido de las palabras. Incluso allí donde el hablar es confuso (¿tal vez
como escucha Gadamer a Celan, al llamarlo hermético?) o la lengua extranjera, escuchamos en
primer lugar palabras incomprensibles, y no una diversidad de datos acústicos...también el oír tiene
el modo de ser del escuchar comprensor. Nunca oímos “primeramente” ruidos y complejos
sonoros, sino la carreta chirriante o la motocicleta.” (Ser y tiempo. Op. Cit. Pág. 187).
13
Martin Heidegger: De camino al habla. Op. Cit. Pág. 12.
14
Como sabemos, lo que se juega en Heidegger es un ejercicio interpretativo entre ser y ente. El
carácter fundacional de toda poesía estaría en nombrar al ente, reconocerlo en la palabra
(desvelamiento) para así dar con el “ser” más propio del habla: “El nombrar no consiste en que sólo
se prevé de un nombre a lo ya conocido, sino que el poeta – al decir la palabra esencial – nombra
al ente por lo que es y así es conocido como ente. La poesía es la fundación del ser con la palabra.
El ser nunca es un ente. Pero puestos que el ser y la esencia de las cosas no pueden ser
calculados o derivados de lo existente, deben ser libremente creados, puestos y donados. Esa libre
donación es fundación.” (M. Heidegger: Arte y poesía. Op. Cit. Pág. 128).
13
(Mitte); ese medio es la intimidad. Así, Heidegger establece no sólo una definición de la
invocación; encuentra en ella la esencia del habla: la llamada original que invita a venir a
la intimidad entre mundo y cosa, es la verdadera invocación. Es la esencia del hablar. En
lo hablado del poema se despliega el hablar. Es el hablar del habla.15 Justamente, con esta
afirmación heideggeriana, hemos llegado al punto focal del encuentro con Celan, pues la
invocación ya interpretada, “mandada a llamar”, constituye la Diferencia, donde el habla
reunidora apacigua mundo y cosa en el silencio. 16 El ejercicio poético de Celan es
invocador – evocador, si también se quiere – pero problemático si aplicáramos la tesis
heideggeriana del apaciguamiento. Si invoca mundo y cosa, éstos se atraviesan no
originarios, o mejor expresado, la originariedad de lo hablado se debate en el mundo
desarraigado, en cuyos objetos devienen ya derruidos. Sobre este panorama el poeta
“intenta medir el campo para lo dado y lo posible.” Si se dieran cita –en éste, el lugar del
poema, en el poema – mundo y cosa, no es precisamente para apaciguar, sino para
mantener más vivo el desarraigo y la dispersión. La poesía cumple sólo en la medida de dar
cuenta de esta paradoja (siniestra paradoja, en cuyo eco y reverberancia está la historia, de
la que Heidegger no presta oídos). Una palabra “invocadora” puede suscitar el ejercicio
auditivo de la Bekundung, realzando el matiz tonal que muestre al “sujeto que está detrás de
esa (com)pasión”:
14
aspecto, el ejercicio de la palabra es deuda contraída, que pide “saldar” el préstamo por
medio de la fidelidad al habla misma (el habla adeuda). En el poema citado, el término
dankst – la deuda – no podría ser más clara si no oímos los deslizamientos del propio
término en otro contexto del mismo poeta: “Pensar (denken) y agradecer (danken) son en
nuestra lengua alemana palabras de un mismo origen...”19 La palabra poética que se piensa
y se agradece no nos llega sin más, como si fuera de origen puro: ella nos adeuda para con
la palabra, sea como medio expresivo (el carácter sonoro – evocativo) y, por supuesto,
también en el tono arreferencial múltiple (un silencio que no omite, sino abre campo
“¿Hacia qué? Hacia algo abierto, ocupable, tal vez hacia un tú asequible, hacia una realidad
asequible a la palabra.”20) No cerremos este paréntesis sin establecer un tercer criterio
diferenciador entre nuestro “auditor” y el poeta; este se encuentra en lo que entienden
ambos por diálogo. Para el primero, el diálogo se funda como punto de reunión mediado y
posibilitado en la diferencia. Lo que el auditor no escucha es que el “diálogo” que sostiene
Celan es, por esencia, problemático, vale decir, abierto a la posibilidad e imposibilidad de
ser recepcionado como un mensaje de una botella arrojada al mar. 21 Condición ineludible
de todo diálogo – hoy.
15
ESTRID-EN-CIA.
No seríamos buenos oidores del trabajo poético celaniano si, reconociendo el valor
del enmudecimiento tonal, no lo contrastamos con el gesto de la estridencia. Acercarnos –
bordeando simplemente estas aguas y territorios de El Meridiano-, hacia eso inaudible (el
absurdus, como señala Celan, a propósito del testimonio que da presencia de lo humano) es
escuchar también lo que tiene que decir el joven escritor Georg Büchner.
16
mostrando la creatura, tan simiesca y tan humana, naturaleza en estado puro; y, finalmente,
el gesto “estridente” de Valerio, personaje truculento que nos insta a la detención acerca del
arte en esta frase perturbadora ¡nada más que cubierta de cartón y relojería! El arte nos
vuelve, vuelve a asaltarnos de estas tres maneras. 1 “El arte vuelve...”, figura celaniana que
advierte no sólo una danken adeudada de lo que constituye la escritura de Büchner, sino
también un cuestionamiento acerca de lo que representa el joven escritor, es decir, del
significado de la premisa poética a la que pertenece.
17
modularlo mejor, Celan nuevamente recurre a Büchner. El personaje Lenz – no el histórico
escritor, sino el de Büchner -, el citado en El Meridiano, señala que, tras una cómoda
charla, parecía haberse “olvidado completamente de sí mismo”. Y, líneas más abajo, Celan
agrega: “Quien tiene el arte en la mira y en la mente, ése – estoy aquí en la narración sobre
Lenz -, ése está olvidado de sí. El arte procura lejanía del Yo. El arte exige aquí, en una
determinada dirección, una determinada distancia, un determinado camino.” 3 El gesto de
Lucile, al exigirse ser contemplado bajo esa lejanía de sí, se encuentra en el arte. No en el
arte büchneriano del programa naturalista, ese que quisiera ser la cabeza de Medusa para
transformar en piedra a ese par de bellas mujeres4, sino en el arte casi imperceptible
pronunciado por el narrador de Lenz, al final del relato: Su existencia era para él una carga
necesaria – Así iba viviendo...5 ¿Hacia dónde conducen los caminos de Lucile y Lenz?
Büchner interrumpe las dos obras sin mencionar explícitamente la dirección – dirección que
Celan comparte como trágica sobre un territorio lírico; es lo que Hölderlin podría suscribir
como un “cambio” de tono (Wechsel, que traducido a nuestro idioma contiene tanto un
“desplazamiento” – lo que en la expresión musical se denomina modulación – como
también un cambio de algo por algo – una “sustitución” como lo puede ser la regla
idiomática de la tonalidad por una nueva dimensión del tono, como por ejemplo, el
dodecafonismo. Cierro paréntesis).
3
Paul Celan: El Meridiano. Op. Cit. Pág. 6. Convendría escuchar, tras esta aclaración de Celan,
aclarar lo anteriormente expuesto en relación a una supuesta “alienación” como sinónimo de este
“estar fuera de sí”. Tal como lo señala Marx, la relación alienada es fruto de las relaciones de
producción que determinan las relaciones entre capital y trabajo – y por cierto, las relaciones entre
los hombres mismos: “Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente a él un
poder extraño, esto sólo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador (...)”
(Karl Marx: Manuscritos. Economía y filosofía. Op. Cit. Pág. 114). Este estar “fuera de sí” pertenece
a un conflicto, pero de matiz existencial, el que puede estar presente en las relaciones de
producción, pero que no depende exclusivamente de éstas. Tiene que ver con el conflicto del
proceder poético en una ajenidad (Fremde) dada por la misma estructura poética. Opone Celan a
ello un “habla actualizada”, individuación radical conciente de los límites y posibilidades del
lenguaje. Por ende, la palabra celaniana no es astucia, valor de cambio ni ganancia. Odiseo –
Nadie “calcula” con el signo lingüístico, salvando su existencia; Celan intenta –a la manera
hölderliniana – “medir” el campo de la suya, arrojándose al río de esas palabras.
4
Georg Büchner: Obras completas Op. Cit. Pág. 144. La indicación de Benjamin respecto al rol de
la fotografía, debe ser escuchada como contra-palabra a este anhelo de Lenz de petrificar el
instante: “Lo creativo de la fotografía es su sumisión a la moda. El mundo es hermoso – ésta es
precisamente su divisa. En ella se desenmascara la actitud de una fotografía que es capaz de
montar cualquier bote de conservas en el todo cósmico, pero que en cambio no puede captar ni
uno de los contextos humanos en que aparece...” (Walter Benjamin: Discursos interrumpidos I. Op.
Cit. Pág. 80).
5
P. Celan: El Meridiano. Op. Cit. Pág. 7.
18
¡Oh, la estridencia! Dejemos suspendida a Lucile, sin petrificarla. Por ahora
escuchemos el Woyzeck, documento que a manera de fragmento, también podría ser
considerada como una obra estridente. La hechura de esta obra teatral, a manera de
fragmentos perturbadores es ya un buen indicio. Y, relacionado con la dirección, el
deslizamiento tonal que exige Celan de la poesía, hacia un encuentro con ella, vale escuchar
la voz de un viejo que antecede todo pregón:
viejo: Niño
Nada dura en esta vida.
Al fin todos moriremos,
Eso es cosa bien sabida.6
Hacia allá se conducen Lenz, Lucile, Woyzeck... Celan. Hacia allá se condujo la
lengua, esa que atravesó la espesura de lo histórico, y que el poeta escribe, haciéndose
cargo de un compromiso para con ésta – otra manera de señalar la deuda para con la
palabra. Así escuchado, podría suponerse que la poesía celaniana es ese examen dificultoso
enviado a sí mismo.7
19
lleva levita y pantalones, lleva un sable. ¡Así! ¡Haz una reverencia! Así se hace. ¡Echa un
beso! (Toca la trompeta). Michel entiende de música...8 La radicalidad celaniana de El
Meridiano se establece de igual manera: preguntándose acerca de la naturaleza de su arte,
establece también un cuestionamiento acerca de las condiciones actuales en que se ejerce el
arte como totalidad.
8
G. Büchner: Op. Cit. Pág. 189. La ópera de Berg, basada en la obra teatral es también un
cuestionamiento sobre las condiciones existenciales que se manifiestan en las constantes
estridencias orquestales y vocales (ruido de los tambores, el grito de Marie, la escena de la
taberna). La carga psicoanalítica que presenta la música inunda el espacio y traslada a los
personajes “marionetescos” a ejercer la represión sobre el soldado raso; el naturalismo se vuelve
conciencia desgraciada. La música denuncia la inhumanidad y el irracionalismo allí donde querría
justificarse como comportamiento humano y racional (no es la trompeta de la criatura como
espectáculo: lo que se escucha es fuerza social represiva).
9
Paul Celan: Op. Cit. Págs. 6-7.
10
Hölderlin: Ensayos. Op. Cit. Págs. 86-87.
11
Paul Celan: Obras completas. Op. Cit. Pág. 319.
20
En este ejemplo poético – del que podría decirse que está cercano al aforismo – nos
encontramos con un acto que invoca más una percepción que la sensación provocada.
Conviven, por así decirlo, dos instantes temporales, marcados por una vez (“tenía”, como
voz pretérita, y la segunda estrofa, indeterminada en el tiempo ¿presente, acaso, de una
acción?). Lo que sí parece audible es que las palabras, en su temporalización, parecen hacer
surgir al poema desde un otro espacio indefinido, que se dibuja en el presente del poema;
no hay emergencia, brote o suelo materno de la lengua, sino un “una vez” posibilitante del
poema – su presente – que nace en otro lugar. Dicho de otra manera, el poema es la
exposición a la intemperie como condición genuina del decurso poético (y tal como en este
poema, el de arriba, la condición y la acción se encuentran abriendo campo frente a lo finito
y a la extra-temporalidad 12). Así, la estridencia no sólo anuncia, indica o advierte: por su
propia naturaleza ella es percepción, que no cambia de tono – no modula, si tomamos en
préstamo de este término musical -, sino que se agita como palabra misma. Como un pulso.
12
Otra analogía entre las nuevas directrices de la música y el aspecto perceptivo celaniano,
coincide en la proposición de la obra abierta como campo posibilitante de la creación misma. Para
no inducir a una lectura del término “obra abierta” tal como la concibe Umberto Eco, diremos que la
percepción que busca la nueva música se encuentra bajo una temporalidad diferida, vale decir,
como si la obra estuviera en un centro del movimiento sonoro, y cuyos comienzos y finales parecen
perderse en una infinitud a la cual el sujeto perceptor no puede dar cuenta. Stockhausen, por
ejemplo, concibe estos momentos como categorías y materiales presentes dentro de la obra
musical; el tono se convierte en vibración a la vez tempórea y extratempóreamente.
21
+ + +
¿Con cuál pulso, estilo, sonido y acento volvemos a escuchar y a escribir estas
rosas? Esta pregunta, con la cual partimos, viene a ser también un punto de encuentro aquí,
sin duda, para no sentenciar, concluir o terminar. Tonion, tono, anudación que desprende el
vendaje quirúrgico de la herida en Celan. La rosa musical – esa de Nono, de la España
lorquiana (“la rosa / no buscaba la rosa”) busca un lugar en el corazón, en el de alguien ¿el
mío, quizás? ¿en el de los otros tús? Celan y la rosa de nadie, la que en algún momento
“dejó de florecer, se deshojó”, de-letreando sílabas (sílabas dolor, no del dolor). Algo así
exige el oído, eso es, no aflojar la tensión atenta. La rosa. Esa rosa. ¿cuál? Esa rosa,
encaminada, destinada ella misma, que no se destina. ¡A cuántos meridianos invoca!
Nuestra condición – la existenciaria, sí, de nuestra propia lengua, que nos exige
contar, “medir” el campo de dado – sobre todo el campo recibido, expuesto (hacerse cargo
de la poesía después de Auschwitz nos convoca a preguntar por los Auschwitzs nuestros,
silenciados en la ausencia de quienes no están... ¿con cuál pulso entregamos esas rosas
sepulcrales a los ausentes? ¿con el enmudecimiento? ¿con la estridencia?).
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Un poema, dedicado al hijo, es también la invitación permanente que Celan abre
para el que suscribe, para el lector... para NADIE:
En el megáfono
zahonda la historia,
nuestro vaso
se llena de seda,
nosotros resistimos.
2003.
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