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Asombro de lo mismo

Se dice, desde el Eclesiastés, que “Lo que fue, eso será. Y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo
bajo el sol”. Alguna vez pensé que debíamos mirar nuevos soles pero, aunque consiguiéramos verlos,
no sería posible conocer lo que anida debajo de su luz, explorar las nuevas formas, saber de las cosas
inimaginadas. A falta de nuevos astros, volver a mirar lo mismo, bajo la misma luz, pero con otra
mirada. Entender, quizá, que la ley de la conservación de la materia funciona para todo lo que viene de
la mano del hombre: no hay nada que pueda salir de ninguna parte, todo necesita su fuente obligada.
Así también la literatura. Escuché alguna vez que quien ha leído La Ilíada y La Odisea ya lo leyó todo;
acaso sea una exageración pero esta hipérbole se enreda con la idea de lo ancestral, la noción de que
Homero está en los cimientos de toda literatura de Occidente, antes que todos los autores, antes de
que la literatura se separara de la mitología o que fuese pertinente la división entre géneros literarios.
No estoy seguro de que todas las historias sean una derivación del mismo relato primigenio pero me
gusta fantasear con los estudios que encuentran, en el más novel de los cuentos o las poemas, vestigios
de Ulises intentado regresar a Ítaca.
Pienso que toda la literatura se yergue sobre las ruinas de las historias vencidas. “Historias” y
no “literatura” porque la mitología, el cine y la palabra viva también son fuentes de las que se abreva al
escribir lo “nuevo”. A veces pienso que uno de los méritos mayores de Borges consistió en escarbar más
a fondo entre los vestigios y no en “ser más original”; en ir más atrás que otros para volver a contar las
mismas historias de otras maneras, con la consigna, quizá, de que todo relato es inagotable pues siempre
puede narrarse de otra forma. Pensar las mismas narraciones pero encontrar otras ópticas, nuevos
modos de presentarlas, otros escenarios donde los mismos personajes puedan resolver los mismos
conflictos de otra manera. Ese es el móvil de Metástasis McFly. Volver sobre historias ya sabidas y
narrarlas desde otros flancos, desde una luz renovada por el ojo que la mira. Es un libro de cuentos que
no se conectan en la trama de sus historias sino en el modo de contarlas. ¿Cómo podrían convivir Buda,
san Juan de la Cruz y Marti McFly en un mismo libro? De la misma manera en que, como el mismo
Acuña sostiene, un ciclo cinematográfico agolpa películas que, de antemano, no podrían pensarse juntas:
«el ciclo se refiere a la forma de ordenación: un cineclub no pasa películas “así nada más”, sino que las
aglutina según las relaciones o ecos que hacen entre sí las película»; por esto, y por el otro elemento del
cineclub que pondera Acuña, a saber, el cinedebate, «se puede exhibir Diez cosas que odio de ti al lado
de Casablanca. Esto será posible sólo si la planeación es correcta. Por ejemplo, los dos casos anteriores
podrían hilarse en un ciclo que tratase sobre la transformación del galán en el siglo XX». Metástasis
McFly tiene, en este sentido, una planeación correcta. Hace convivir debajo de sus tapas a un iluminado
de cantina: «“Te ves muy triste, mano. Pues calmado, que la vida ni nada es nada”. […] qué significa
eso. “Que todo vale madres, ¿no?”»; a un monje atormentado por una voz que viene de una bola en su
mano que recita La noche oscura “El eco de los versos se posaba en sus orejas, en las paredes y, sobre
todo, se concentraba y multiplicaba en ese punto que era la bola de su mano. Asemejaba un remolino
acústico, donde las liras iban a morir en espiral para renacer una y otra vez. La repetición hacía que por
momentos no se escuchara más que un coro de ruidos omnipresente y desesperante”; y al personaje de
la película ochentera Volver al futuro, habitado por un cáncer que se desplaza de órgano en órgano,
derivado del exceso del viaje en el tiempo porque “El hombre no vive eternamente […] Envejecemos
porque el tiempo no es algo que nos suceda, es algo que somos”: “Los tumores en mi rostro se mueven,
pulsan; están más vivos que yo”. Historias que no se concatenan entre sí salvo por el artífice que las
agolpa: la re-contextualización de personajes y escenarios de otros relatos que viven en los cuentos que
provienen de la misma voz.
Metástasis McFly es, de más de una manera, “decir de otro modo lo mismo”, como quería
Bonifaz Nuño. Un libro que encuentra el asombro en las mismas historias al narrarlas desde
posibilidades invistas.

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