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4 ANTROPOLOGÍA: LA REFLEXIÓN SOBRE EL SER


HUMANO

Índice
1 Evolución ............................................................................................................... 1
1.1 Explicaciones preevolucionistas ..................................................................... 1
1.2 Explicaciones evolucionistas .......................................................................... 2
1.3 La evolución en el ser humano ....................................................................... 3
1.4 La hominización .............................................................................................. 4
2 La cultura como factor humanizador ...................................................................... 6
2.1 La cultura animal y la cultura humana............................................................. 6
2.2 La importancia de la cultura: el caso de los niños salvajes ............................. 8
3 ¿Qué es el ser humano? Dimensiones problemáticas del ser humano .................. 8
3.1 ¿Un ser racional? ........................................................................................... 9
3.2 ¿Un ser sociable por naturaleza? ................................................................... 9

El ser humano ha sido definido de múltiples maneras como ser: racional, cultural,
biológico, etc. En este tema se analizarán las distintas dimensiones que se pueden
encontrar en la naturaleza humana.

1 Evolución
Cuando se quiere explicar por qué algo (una pintura, una receta, un amigo) es
como es, un buen procedimiento consiste en dar cuenta de sus orígenes: cómo se ha
formado y qué hechos o factores han influido en su constitución, en su desarrollo y su
evolución. A la pregunta sobre el origen del ser humano se han dado muchas
respuestas. Nos centraremos en las más relevantes a lo largo de la historia: las
explicaciones preevolucionistas y evolucionistas.

1.1 Explicaciones preevolucionistas


La tradición bíblica explicaba el origen del ser humano acudiendo a la teoría
creacionista, que se sustentaba en una interpretación literal del libro del Génesis. Sus
tesis básicas eran: la creación separada y definitiva de todas las especies vivas, y la
creación del hombre por Dios, a su imagen y semejanza.

Estas concepciones partían de un supuesto fijista, es decir, el carácter


inamovible de las especies a lo largo del tiempo. Por ejemplo, según el fijismo, el
caballo y el asno no proceden de un antepasado próximo común ya extinguido, sino

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que ambas especies existirían desde el principio de la vida tal como las conocemos
hoy.

En el siglo XVIII, el creacionismo fijista tuvo defensores como Carl von Linneo
(1707-1778) y Georges Cuvier (1769-1832). Sus trabajos fueron decisivos en el
terreno de la historia natural, defendiendo las tesis fijistas, ya que consideraban que la
adaptabilidad de los individuos al medio es el resultado o producto de un diseño
inteligente. Y, según ellos, esto evidenciaba la existencia de un creador detrás de
todo el proyecto de la vida.

1.2 Explicaciones evolucionistas


La publicación en 1859 de la obra de Charles Darwin El origen de las especies
supuso Ia quiebra de las doctrinas fijistas imperantes hasta ese momento. En ella
están las bases de las explicaciones evolucionistas actuales. Podemos sintetizar la
teoría darwinista en tres tesis fundamentales:

 Las especies devienen por transformaciones continuadas. Todas las


especies, botánicas, zoológicas (incluso la especie humana) vienen de otras
anteriores por medio de cambios graduales.
 La selección natural es el principio explicativo de la evolución. Así, de entre
los muchos cambios que espontáneamente se producen en las especies, sólo
perduran y se transmiten aquellos que resultan más eficaces para la
supervivencia. Los individuos con características ventajosas en un determinado
medio sobreviven y transmiten hereditariamente sus caracteres. Es, pues, el
medio el que selecciona. Un cambio en el medio implicará un cambio en las
poblaciones de seres vivos que lo habitan.
 El ser humano desciende de antiguos primates. Como los demás animales,
procede por evolución de especies anteriores ya extinguidas.

La publicación de esta obra tuvo una gran repercusión social y generó mucha
polémica en su época. Afirmaba que las especies no son independientes las unas de
las otras, como aseguraba la interpretación literal de la Biblia; ni inalterables, como
matizaba Linneo. En la actualidad, la teoría de la evolución se ha confirmado con
numerosos datos paleontológicos.

Paleontología
Ciencia que estudia las especies vegetales y animales ya extinguidas y cuyos restos se encuentran en
estado fósil.

La teoría darwinista, sin embargo, no explicaba los mecanismos que


determinaban qué características se transmitían de generación en generación, ni de
qué manera lo hacían. La ausencia de una teoría que diera cuenta de cuáles eran los
factores que influían en la herencia biológica de los caracteres fue subsanada por
Gregor Mendel (1822-1884).

Siete años después de la aparición de El origen de las especies, este religioso


agustino formuló una teoría de la herencia en la que aseguraba que los caracteres
hereditarios están determinados por factores específicos. Más tarde, estos factores
fueron llamados genes.

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Los estudios de Mendel iniciaron una larga y fecunda tradición de
investigaciones sobre la herencia biológica. Las doctrinas mutacionistas, consecuencia
de estas investigaciones, explican los cambios en las características de las especies
a partir de alteraciones o mutaciones en el material genético. La combinación de la
teoría de la selección natural y las doctrinas mutacionistas es la base de las teorías
sintéticas o neodarwinistas, que completan nuestros conocimientos actuales sobre
la evolución.

1.3 La evolución en el ser humano


La ciencia ha explicado cómo, a partir de los primeros organismos multicelulares,
se llega hasta el ser humano. En concreto, las clasificaciones que muestran los
orígenes de la especie humana, a partir de la evolución de los primates, están sujetas
a frecuentes cambios, debido a la rapidez con la que avanzan las investigaciones en
estas cuestiones. En el estudio de la evolución humana se distinguen los siguientes
tipos de homínidos: Australopithecus, Homo habilis, Homo erectus, Homo sapiens
neanderthalensis, Homo sapiens sapiens.

Australopithecus. Uno de los géneros de homínidos más antiguo es el


Australopithecus. Los restos fósiles más conocidos son los de la famosa Lucy, una
hembra de la especie Australopithecus afarensis encontrada en Etiopía. Era de poca
estatura, la estructura de su esqueleto, en particular de su pelvis, indica que era
bípeda y su cerebro estaba muy poco desarrollado. Estos restos son muy importantes
para el estudio de la evolución humana, pues es muy probable que diera lugar al
género Homo.

Homo habilis. Una de las especies más antiguas del género Homo es el Homo
habilis. Poseía cierta habilidad para fabricar utensilios, de ahí el nombre de la
especie. Su cráneo era mayor que el de los Australopithecus y su aspecto algo más
humano. Eran bípedos, aunque con capacidad de trepar a los árboles.
Homo erectus. Su nombre deriva de la postura erguida que debió de adoptar al
caminar. La capacidad craneal era mayor que la del Homo habilis y su estructura
anatómica era muy similar a la de los humanos modernos. Su mayor avance cultural
se relaciona con que fue el primer homínido en producir y usar el fuego.

Homo sapiens neanderthalensis. Era de complexión robusta y muy social


(acostumbraba a cazar en grupo). Por ello se piensa que estos homínidos
desarrollaron algún sistema de comunicación. Tal vez enterraran a sus muertos, lo que
sugiere la existencia de cierta cultura con rituales. Las razones de su desaparición aún
no son claras, pero hay hipótesis que apuntan al cambio climático o a la competencia
evolutiva con el Homo sapiens sapiens.

Homo sapiens sapiens. El origen del Homo sapiens sapiens, el ser humano
moderno, se remonta a hace unos 180.000 años. Desde la extinción del Homo sapiens
neanderthalensis es la única especie del género Homo que persiste. Son más altos
que los neandertales y mucho menos robustos. Sus rasgos más distintivos tienen que
ver con sus complejas formas de organización social, como la religión, sus
manifestaciones artísticas, como las pinturas rupestres y un sistema de
comunicación complejo (lenguas naturales).

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1.4 La hominización
Ahora que ya hemos analizado las líneas maestras de nuestra evolución y el
parentesco del ser humano con otros primates, debemos señalar los cambios más
importantes que se produjeron en los homínidos: la posición erguida, la liberación de
las extremidades superiores y el desarrollo cerebral.

Posición erguida. Los estudiosos de la evolución coinciden en destacarla como un


cambio evolutivo sustancial. A diferencia de otros primates, los antepasados del ser
humano se caracterizaron por la marcha bípeda, es decir, caminaban sobre los dos
pies, sin utilizar como apoyo las manos. La marcha vertical o erguida provocó una
serie de cambios anatómicos: pérdida de prensilidad en los pies, cambios en la
curvatura de la columna, fortalecimiento del cuello..., pero, sobre todo, permitió la
observación de mayores áreas de espacios naturales y la liberación de las
extremidades superiores en los desplazamientos.

Liberación de las extremidades superiores. Caminar erguido sin utilizar las


extremidades superiores permitió que las manos se especializasen en funciones
distintas de la marcha: la manipulación de objetos, la caza, la defensa o la
construcción. Las manos sustituyeron a la boca como órgano de defensa y de trabajo,
y posibilitaron la utilización e invención de toda clase de instrumentos. Sin embargo,
para poder fabricar y manipular objetos no es suficiente tener las manos libres, sino
que es necesario, también, poseer una serie de capacidades que dependen de la
existencia de un cerebro desarrollado y complejo.

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Desarrollo cerebral. Entre los Australopithecus y el Homo sapiens sapiens, el tamaño
del cerebro se triplica y, sobre todo, se hace más complejo. Aunque se desconocen las
causas exactas que propiciaron este aumento cerebral en los homínidos, muchos
estudiosos coinciden en destacar que la liberación de las manos pudo ser el estímulo
de este desarrollo. Cuanto mayor sea la pericia en la manipulación y fabricación de
objetos, mayor será la capacidad para idearlos y concebirlos. Y al revés, a mayor
capacidad cerebral, mayor destreza manual.

El desarrollo cerebral de la especie fue el elemento que hizo posible la aparición


de las capacidades técnicas y simbólicas del ser humano.

 Capacidad técnica: es la capacidad de fabricar y utilizar instrumentos para


modificar el entorno y, así, satisfacer nuestras necesidades. Tanto las toscas
herramientas de piedra del Paleolítico como el láser son consecuencia de la
capacidad técnica del ser humano. A lo largo de la historia, puede apreciarse
un aumento en el grado de eficacia y sofisticación de los métodos y productos
técnicos.
 Capacidad simbólica: es la capacidad que posee el ser humano de crear y
expresarse por medio de símbolos. Los símbolos son signos, porque están en

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lugar de otra realidad a la que representan y sustituyen. Así, un semáforo en
rojo simboliza o representa una orden similar a prohibido pasar.

Los símbolos, además, son convencionales, es decir, no mantienen ninguna


relación causal ni de semejanza con la realidad a la que representan, sino que la
relación que los conecta ha sido establecida por las personas. Entre el disco rojo y la
prohibición de pasar no existe ninguna conexión natural de semejanza o proximidad,
sino que establecemos su relación artificialmente.

Una manifestación fundamental de esta capacidad simbólica es el lenguaje


articulado. Gracias al lenguaje, el ser humano es capaz de realizar generalizaciones y
abstracciones, y referirse a realidades pasadas, futuras o imaginarias. Los animales,
aunque pueden emitir y entender signos que expresan emociones básicas, como
dolor, alegría, temor, rechazo o atracción, no pueden expresar realidades más
complejas, como instrucciones, teorías, reglas o valoraciones. El ser humano, en
cambio, mediante el lenguaje, sí puede hacerlo. Por eso, para muchos pensadores el
lenguaje supone una diferencia cualitativa; es decir, un rasgo específicamente
humano.

2 La cultura como factor humanizador

2.1 La cultura animal y la cultura humana


¿Qué queremos decir cuando afirmamos que surgen las primeras especies
humanas?, ¿cuál es el rasgo diferenciador que nos permite hablar de ser humano?
Hemos visto que los homínidos sufren una serie de cambios hasta llegar al ser
humano: posición erguida, liberación de las manos, desarrollo cerebral. Pero, en todo
ello, lo realmente esencial es la aparición de la cultura.

Si la determinación biológica y genética con la que venimos al mundo constituye lo


que consideramos nuestra dimensión natural, nuestra dimensión cultural, en
cambio, está compuesta por todo aquello adquirido socialmente: conocimientos,
técnicas, hábitos, normas y formas de vida. Así pues, consideramos que la cultura es
el conjunto de informaciones adquiridas a través del aprendizaje social.

Así entendida, no podemos afirmar que la cultura sea exclusiva del ser humano.
También los animales, incluso los que no son primates, tendrían algún tipo de cultura,
ya que son capaces de transmitirse conductas sociales nuevas. Los elefantes
africanos, por ejemplo, son mansos y confiados en las zonas no frecuentadas por
cazadores, pero se muestran recelosos y agresivos en los lugares en que éstos
actúan.

Indiscutiblemente, también los animales tienen cultura, pues poseen conductas


adquiridas socialmente. Además, conforme las diferentes líneas evolutivas se
aproximan a nosotros, su dotación para lo cultural mejora extraordinariamente. Sin
embargo, hay algo que diferencia estas formas de cultura de la humana. Lo
entenderemos mejor a partir del ejemplo de los macacos japoneses.

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El chimpancé y los orígenes de la cultura
En septiembre de 1953, S. Kawamura observó por primera vez, en la isla japonesa de Koshima, cómo
la hembra de Macaca fuscata H-111, de 15 meses de edad, lavaba en la orilla del mar y con las dos
manos algunas de las patatas que, como ración alimenticia, se suministraba regularmente a la colonia
de macacos japoneses que viven en estado natural en esa isla. Otra observación, en noviembre de
1954, señaló que el macho M-10, de un año de edad, también había aprendido a lavar las patatas antes
de comérselas. En enero del año siguiente, un macho, el M-12, y también la hembra H-105, madre de H-
111 (descubridora de esta cultura), lavaban regularmente estos tubérculos antes de comérselos. Eran,
entonces, cuatro individuos los que el primer mes del año siguiente lavaban usualmente estos
alimentos antes de consumirlos.

En 1957 eran 15 los animales que conocían esta técnica y en 1962, con una población total de 59
individuos, 36 de ellos lavaban regularmente las patatas; esto representaba un 73,4% de la población
total. El autor citado comprobó que la dinámica de este aprendizaje seguía una línea que se iniciaba en
un individuo infantil, pasaba a sus compañeros de juego de la misma edad, después a sus madres y
después a las hembras subadultas. Los machos eran los últimos en aprender y algunos de ellos no
llegaban nunca a adquirir la nueva conducta.
Sabaté Pi, J., El chimpancé y los orígenes de la cultura

¿Cómo se transmite la nueva conducta entre los macacos?, ¿de qué manera
adquiere el resto de los miembros del grupo la costumbre de lavar las patatas? Si bien
la adquisición de nuevas costumbres en los animales es social, la forma de
aprendizaje es la imitación.

En el ser humano, aunque la adquisición de nuevas conductas se pueda dar


por imitación, existe una forma de transmisión cultural que es específicamente suya: la
transmisión a través del lenguaje, el modo más evolucionado de comunicación, a
partir del cual los sonidos se estructuran para dar lugar a sílabas, palabras,
oraciones... Como hemos visto, el lenguaje articulado se considera una cualidad
específicamente humana y también una condición necesaria para el desarrollo de la
cultura.

El lenguaje permite el pensamiento y la comprensión de la realidad. Gracias al


lenguaje, la especie humana puede transmitir la información sin que sea necesario el
contacto directo entre los miembros del grupo. El lenguaje permite la transmisión y
asimilación de las nuevas conductas, técnicas, conocimientos o información, a
distancia. Y así, los nuevos contenidos culturales se heredan de generación en
generación, se acumulan y se incrementan con el paso del tiempo.

Podemos afirmar, entonces, que el lenguaje es la causa del carácter


acumulativo de la información cultural y la principal diferencia entre el hombre y el
resto de los animales.

Cultura animal
 Formada por el conjunto de informaciones sociales.
 Forma de aprendizaje y transmisión: imitación.
 Consecuencias:
-Necesidad de contacto directo en la transmisión de la información.
-Carácter fragmentario y restringido de la cultura.

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Cultura humana
 Formada por el conjunto de informaciones sociales.
 Forma de aprendizaje y transmisión: mediante el lenguaje.
 Consecuencias:
-Posibilidad de transmisión de la información a distancia.
-Carácter acumulativo de la cultura. Dinamismo, variedad y riqueza cultural.

2.2 La importancia de la cultura: el caso de los niños salvajes


Históricamente se han dado casos reales de “niños salvajes” (niños y niñas que
han crecido totalmente aislados, sin convivir con otros seres humanos, por ejemplo,
niños perdidos o abandonados en el bosque), entre los cuales el más famoso es el
niño salvaje de Aveyron, Víctor, a quien el doctor Itard, discípulo de los enciclopedistas
y de Condillac, intentó educar de una forma sistemática desde 1801 a 1807. La
existencia de estos casos de “niños salvajes” (o “niños lobo”) supone, desde un punto
de vista teórico, la posibilidad de estudiar la génesis y desarrollo de las facultades
humanas, y, desde un punto de vista práctico, suministra la posibilidad de realizar un
experimento “prohibido” y conseguir una base empírica acerca de las tesis sobre la
naturaleza del ser humano, del lenguaje y del conocimiento.

En el caso de Víctor, parecían confirmarse las ideas que señalaban el carácter


fundamentalmente social del ser humano, por encima de su bagaje meramente
genético. Los niños salvajes no adquieren las estructuras lingüísticas, aunque sí el uso
de un cierto repertorio de símbolos. Todo ello parece, pues, señalar la existencia de
límites infranqueables para la plena adquisición del lenguaje y de procesos
cognoscitivos. Estos niños, además, muestran una cierta desconexión entre partes de
su cuerpo, a la vez que manifiestan reacciones distintas ante estímulos táctiles: Víctor
no tenía las sensaciones de frío o calor propias de los humanos socializados.

En general, los niños y niñas salvajes encontrados carecen de lenguaje, no


caminan erguidos, no controlan sus emociones, muestran un alto grado de
agresividad, no se reconocen ante un espejo y su capacidad de aprender y adquirir
nuevos conocimientos es muy limitada. El estudio de estos niños ha permitido conocer
cuán importante es la sociedad, la vida en común con otros humanos, que constituye
el ambiente en el que se da el aprendizaje social. Así, para poder desarrollar la
dimensión cultural del ser humano y ser plenamente humano necesitamos vivir en
sociedad.

3 ¿Qué es el ser humano? Dimensiones problemáticas del ser


humano
A lo largo de la historia, diferentes autores han reflexionado sobre el ser humano
y han propuesto varias maneras de entenderlo. Algunas de ellas se han concretado en
definiciones que se han difundido mucho y que forman parte de conocimientos
comunes que hoy poseemos. Sin embargo, eso no quiere decir que exista un acuerdo
universal sobre la mejor manera de entender o definir al hombre.

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Investigando las principales respuestas a nuestra pregunta descubriremos que
todo intento de definición del ser humano es problemático. Cada una de estas
definiciones nos aporta una dimensión, vertiente o aspecto diferente de la naturaleza
humana, indicándonos de ese modo que lo que somos y nuestra propia existencia
tienen algo de enigmático.

3.1 ¿Un ser racional?


«El hombre es el animal que tiene lógos». Esta fórmula de Aristóteles (Grecia,
384-322 a.C.) distingue al ser humano como el único poseedor de lógos, que suele
traducirse como «razón», pero también significa «palabra» o «lenguaje». La unión de
estas dos características aparentemente contradictorias (la animalidad y el lógos
entendido como «razón-lenguaje») es lo que le confiere al ser humano una especial
posición, pues al tener lógos es superior a cualquier animal, ocupando una posición
intermedia entre las bestias y los dioses. En cuanto lenguaje, el lógos nos permite
pensar y comunicarnos; en cuanto razón, es un poderoso instrumento con el que
podemos representarnos el mundo, es decir, conocerlo.

Sin embargo, no siempre se ha valorado así la racionalidad. Friedrich Nietzsche


(Alemania, 1844-1900) consideraba que por ser la razón la característica que nos hace
diferentes y siendo los únicos que disponemos de ella, somos el caso anómalo, la
excepción, la rareza del universo. La razón es, en realidad, una enfermedad que
aqueja a los seres humanos. La importancia de que exista un animal dotado de
facultades racionales en el contexto de la inmensidad del universo es mínima.
Nietzsche entiende al hombre como el «animal fantástico», es decir, un animal en el
que el impulso básico es la imaginación, la fantasía. La fuerza de este impulso es tan
grande que nos lleva a inventar ficciones en las que luego creemos como si se tratara
de realidades y de verdades. En eso consiste nuestra enfermedad.

¿Realmente el ser humano es solo o principalmente razón? Muchos


pensadores afirman que es preciso acabar con esa idea del ser humano que se
idolatra a sí mismo por considerarse el único dotado de razón. Frente a esa
unilateralidad, hay que hacer valer:

 Que, según David Hume (Reino Unido, 1711-1776), la razón es «esclava de


las pasiones», pues elegimos cómo actuar entre varias posibilidades
apoyándonos en los sentimientos.
 Que, según Xavier Zubiri (España, 1898-1983), tenemos una «inteligencia
sentiente», esto es, una unidad entre razón y sentidos por la que podemos
percibir la realidad.
 Que, según Edgar Morin (Francia, 1921), en los hombres también hay pasión,
vida, creatividad, peligro, drama, miedo e, incluso, locura.

3.2 ¿Un ser sociable por naturaleza?


Otra de las definiciones del ser humano que se han hecho tópicas es la que
afirma que el ser humano es «el animal social», que también se traduce como «el
animal político». Se trata de dos versiones de una forma de entender al ser humano

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que también debemos a Aristóteles. Lo que quiso expresar el filósofo griego es que
los seres humanos somos los únicos animales que hacemos sociedad, esto es, que
vivimos en ciudades (en griego, pólis, de ahí la traducción «animal politico», es decir,
«el que vive en la pólis»). Casi todos los animales desarrollan algún tipo de relación
con los demás miembros de su especie. Algunos viven en manadas, colmenas,
hormigueros, bandadas, etc., pero ninguno se organiza socialmente.

Para Aristóteles, esta organización social propia de los hombres es, además,
una característica de nuestra naturaleza. Somos esencialmente sociales: de la misma
manera que respiramos, nos movemos o razonamos, nuestra naturaleza es social. Por
naturaleza vivimos con otros, regulando nuestras relaciones mediante normas morales
y leyes jurídicas que estructuran nuestra convivencia y que nos advierten sobre qué es
lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo legalmente permitido y lo prohibido
por la ley. Esto no sucede entre los animales, ni siquiera entre los que mantienen una
vida de relación más estrecha (como, por ejemplo, las abejas o las termitas). Porque
su organización lleva consigo diferencias biológicas y físicas, como las que se
observan entre una abeja reina y una obrera.

Pero podemos encontrar una idea opuesta. La que sostiene Thomas Hobbes
(Reino Unido, 1588-1679), por ejemplo, según la cual los seres humanos somos
agresivos, competitivos y egoístas. Nuestra naturaleza, según Hobbes, no es
social, sino más bien asocial, pero nos damos cuenta de que vivir de ese modo trae
muchas dificultades. De hecho, Hobbes piensa que, sin la sociedad, los seres
humanos estaríamos en un estado de guerra permanente.

Para evitar esa situación, hemos convenido en vivir juntos, como un intento de
evitar comportarnos como lobos unos con otros. Así pues, la vida en sociedad es
considerada solamente como un mal menor. Esta concepción de Hobbes se conoce
como teoría del pacto social. Como corremos el riesgo de agredir a otros o sufrir
agresiones, necesitamos que exista un poder absoluto que actúe como árbitro para
dirimir nuestros conflictos y, sobre todo, para que todos temamos infringir la ley por
miedo al castigo que nos pueda sobrevenir. De esta manera Hobbes estaba
expresando en su concepción antropológica el horror que le produjeron las guerras
civiles inglesas del siglo XVII.

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