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Tema
Nada tiene por qué ser como se supone deba ser. Uno puede cambiar su
“esencia” aunque sólo sea circunstancialmente porque los hechos lo
llevan a actuar de forma contraria a como se espera actúe.
Estructura
Conflicto
El narrador
En este cuento el narrador es omnisciente, es decir que lo sabe todo,
sabe lo que siente Elvira, lo que siente el hombre pálido, sabe incluso
hasta cuál puede ser el propósito de la lluvia que por momentos juega
un papel casi de personaje, lo juzga, y también se pone a su favor
cuando está peleando contra el negro.
Sin embargo este narrador utiliza también una técnica interesante que
es el punto de vista variable. Cambia permanentemente el punto de
vista: a veces narra los hechos desde el exterior, como un ojo alejado de
este, y otras veces como si lo hiciera desde los ojos de alguno de los
personajes. De esta manera, incluso, se describe al personaje contrario
y lo que realmente está pasando. Si sólo se viera la escena como una
película, sin que existiera el narrador, sería muy difícil entender qué
ocurre realmente en el cuento.
Marco
El sol no aparece, está “toldado” por las nubes “negruzcas”. Esto anuncia
que lo brillante, lo vital y maravilloso, la luz del sol, que representaría lo
bueno, está ya tapado por lo negro. Este contraste, esta antítesis entre
el blanco y el negro se manejará en el marco y también en el desenlace.
Esas nubes aprietan el aire, lo mezquinan, provocan la imposibilidad de
respirar pacíficamente. Así el clima pinta desde el principio el clima
agobiante, pesado, y el narrador dice “bochornoso” y “cansador”. Porque
bochornoso es lo que se propone el hombre pálido, al entrar a una casa
y aprovecharse de dos mujeres solas e indefensas. Y cansador, no sólo
porque este clima cansa a los hombres, sino porque este hombre en
particular vive de esta manera, de traicionar la confianza de quienes lo
hospedan.
Una vez que ha descrito el ambiente pasa a hablar de los personajes: las
mujeres solas y el capataz de estancia que no estaba presente. En una
palabra, el hombre que podría darles tranquilidad o defenderlas en caso
que fuera necesario. Este dato aparece para marcar la soledad de las
mujeres, pero más adelante sabremos que el hombre pálido sabía de
esta circunstancia, y pensaba aprovecharse de ella como lo está
haciendo de la tormenta. Pero en el principio del cuento esto no se nos
revela, con lo cual todo parece inocente, para luego ir mostrándonos la
vileza del acto que el protagonista pretendía llevar a cabo.
Hasta este momento el perro sigue desconfiando “de tanto mimo”, por lo
tanto sigue funcionando su intuición de que este hombre tiene algo
“negro” en su interior.
Nudo
“Brillante y negro el pelo, lo abría al medio una raya y caía por los
hombros en dos trenzas largas y flexibles”. La imagen es cándida pero
también sugiere la flexibilidad de la juventud. Su primera mirada exalta
su belleza más inmediata pero no se quedará con esto.
“Tenía unos labios carnosos y chiquitos que parecían apretarse para dar
un beso largo y hondo, de esos que aprisionan toda una existencia” es
en esta segunda imagen que empezamos a ver cómo el hombre agrega
imaginación a lo que ve. Reconoce sus labios “carnosos y chiquitos”,
estos adjetivos parecen ser contrapuestos: carnosos como los de una
mujer, y chiquitos como los de una niña. Sólo en ella podría encontrarse
la contradicción, y es por eso que él imagina el “beso largo y hondo, de
esos que aprisionan toda una existencia”, porque Elvira representa la
existencia de lo que él ya no creía posible, y quisiera volver a tener, ya
que no hay en él vida, como sí la ve en Elvira.
“La carne blanca, blanca como cuajada, tibia como plumón, se aparecía
por el escote y la dejaban también ver las mangas cortas del vestido”,
una vez más en su descripción hay elementos reales y otros imaginarios
como lo es la tibieza de su piel que él llama “carne” de la manera más
grosera, pero que se contrapone a su blancura y a su tibieza. Elvira es la
mujer niña que insinúa el escote, pero que recuerda que es una niña por
las “mangas cortas del vestido”. Esta contradicción es lo que desata la
tormenta del hombre pálido.
Esta primera parte termina con el detalle del candil mal apagado que
queda brillando en la noche. El hombre, en su interior, no apaga la luz
que la presencia de Elvira ha encendido.
En la segunda parte del cuento el narrador se focaliza en los ojos de
Elvira quien está temerosa, mientras su madre duerme con absoluta
tranquilidad, lo que la ahoga más, ya que la única protección posible no
percibe el peligro.
Elvira percibe, siente, intuye, intenta saber, pero la visión está anulada
por la falta de luz, con lo cual todo se centra en lo auditivo. La visión
anulada crea más temor, más indefensión, y por lo tanto mayor deseo
de estar alerta, no en vano “el corazón le golpeaba el pecho”, metáfora
que habla del miedo, del descontrol interno que siente. “Su vista trataba
en vano de atravesar las tinieblas” esta metáfora tan común muestra no
sólo la oscuridad que la rodea, sino la incomprensión sobre lo que está
pasando, que intuye, pero que no sabe. Por eso se aferra a rezar, pero
jamás termina el rezo porque cualquier sonido la exalta. Lo religioso
parece no ser una fuente de consolación para lo que ella está intuyendo,
que no es otra cosa que una realidad que no puede verificar.
Desenlace
Con la presencia del negro se descubre que el robo estaba arreglado, así
como el aprovecharse que las mujeres estuvieran solas para cometer el
atraco. Sin embargo, ya nos había dejado claro Carmen, al principio del
texto, que en esa casa no había comodidad, por lo tanto seguramente
tampoco habría plata. Esto hace que la acción preparada por estos
hombres sea más vil. El negro está convencido que debe haber plata por
algún lado y está dispuesto a continuar con el plan que se habían
propuesto. Pero lo interesante está en la oposición que el hombre pálido
hace frente a este empecinamiento. No le da explicaciones a su
compinche, simplemente le dice que no va, y que él tampoco, porque no
quiere. ¿Qué puede entender el negro que es igual al hombre pálido,
alguien muerto en vida, de lo que acaba de vivir el protagonista? De
nada sirven las explicaciones, así que está dispuesto a llevar su “no”
hasta las últimas consecuencias.
Queda claro que el hombre pálido no piensa cambiar de vida por haber
conocido a Elvira, sólo pretende que este plan hoy no se lleve a cabo:
“Como siempre, te acompaño cuando quieras; pero esta noche, no. Y
aquí, menos.”
La lucha se plantea en los términos más básicos del duelo criollo. Dos
hombres, frente a frente, con una daga, demostrando su virilidad,
valentía, y honor (aún en situaciones tan poco honorables). Recogen el
poncho como escudo y se miden frente a frente, sin que nadie
intervenga. Aunque este caso quien elige intervenir es la lluvia. El
hombre pálido decide valerse de ella pero no al punto de quitarle la
honorabilidad. Se pone de espaldas a la lluvia para poder ver mejor a su
contrincante, pero el negro, captando la jugada da un salto y allí la lluvia
hace lo suyo, provoca que este se resbale. El hombre pálido podría
haber aprovechado esta circunstancias, pero no lo hace, porque eso no
es de hombres, porque hay códigos, y no se aprovecha de quien está
caído, porque es cobardía, así que espera a que el otro se levante y se
enderece. Entonces, recién allí, lo abre en dos. El narrador dice “le abrió
el vientre y se le hundió en el tórax” mostrando la fuerza y la valentía
del hombre pálido.