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Justo presidente
Justo tenía sobrados motivos para desear la derrota de Uriburu. El fracaso y desbande del ala dura del gobierno le
permitieron asumir el control de parte del aparato oficial. Justo comenzó a diseñar su candidatura en miras de una
posible candidatura por la UCR, partido del cual Justo había sido ministro. Alvear sin embargo desconfiaba de las
maniobras de su ex colaborador, y su apoyo era crucial. Justo entonces buscó la división del partido, y consiguió el
respaldo de varios grupos antipersonalistas, que fueron los primeros en proclamar su candidatura. Pero el éxito total
de sus maniobras culminó una vez que, desde el gobierno, logró el veto de la candidatura de Alvear, lo que llevó a la
UCR a decidir la abstención. Esto dejaba el campo allanado para la victoria electoral de Justo. Justo se aseguró el
apoyo de los partidos Demócrata Nacional, y también el del Socialista Independiente.
Una novedad: su candidatura contaba con el apoyo explícito de la Iglesia Católica, alarmada por el creciente
anticlericalismo de la fórmula de la Alianza. También contó con el apoyo del Nacionalismo expresado en La Fronda.
Con ausencia de Candidatos de la UCR, Justo ganó los comicios presidenciales en 1931, sin registrarse maniobras
significativas de fraude.
La cuestión radical.
Justo asume como presidente y el conservador Julio A. Roca lo acompaño como vicepresidente. La situación
presenta dos datos salientes: por un lado, la impugnación a la legitimidad de su gobierno por parte de la UCR,
mediante la abstención y los levantamientos; por el otro, la tirante relación entre todos los conglomerados políticos
que habían tenido como candidato a Justo.
Justo confiaba en una pronta normalización de la economía y del sistema político y no veía razón para abandonar el
régimen republicano y la Ley Sáenz Peña. Esta creencia profundizaba la importancia de la cuestión radical, en tanto
que la abstención del partido mayoritario era una irregularidad evidente para el régimen que decía defender. Justo
simplemente pensaba que la UCR se reincorporaría al sistema tarde o temprano, y esperaba incluso que su figura se
imponga como líder del partido. El optimismo presidencial parecía desproporcionado en la medida en que pretendía
cooptar en su favor un partido que no solo era opositor, sino que además objetaba abiertamente la legitimidad de su
gobierno. En tanto que la vía armada carecía de posibilidades de éxito, ante cada alzamiento radical, la mayoría de
los diarios se unían en una condena que también involucraba a la política de abstención.
Justo no dudó en aprovechar el descrédito de la política radical, imponer una imagen de normalidad institucional y
transferir al radicalismo la responsabilidad por cualquier irregularidad. Justo cultivó un estilo deliberadamente
opuesto al de Yrigoyen: su presencia pública era frecuente, y acostumbraba reivindicarse como expresión de un
pluralismo político que habría sido violado por el ex presidente. Se asistía a la disputa entre dos visiones enfrentadas
de la realidad política argentina, representadas por la abstención y la concurrencia.
En este contexto cobra especial importancia el caso tucumano, donde el radicalismo local decidió levantar la
abstención. En la elección no se registraron problemas importantes. LA UCR de Tucumán ganó la elección, pero en
los demás lugares la prensa repudió a coro la abstención radical, mientras se hacia una apología de la limpieza de los
comicios y una referencia particular al caso tucumano. El gobierno había impuesto su visión de la realidad (es decir,
por levantar el abstencionismo en Tucumán, se formo una imagen de que todas las elecciones funcionarían igual de
bien si la UCR participaría, solo que no participan porque no quieren; aportaron a la imagen de elecciones limpias).
Las elecciones alteraron la balanza de costos-beneficios de la abstención. La apuesta a esas alturas era ya demasiado
alta, ya que la concurrencia electoral era ahora promovida por la obligatoriedad legal, los medios de prensa, la
oposición socialista y demoprogresista, etc. Muchos punteros y jefes partidarios aceptaban formalmente la
abstención pero negociaban sus votos con la UCRA a cambio del acceso parcial a los beneficios necesarios para
mantener su patronazgo. Además, el sufragio ampliado involucraba a una multitud de actores cuyas acciones eran
difíciles de prever y controlar.
Así, la concurrencia a los comicios en enero de 1935 fue promovida por Alvear. La decisión hizo retornar a la filas a
grupos que se habían aproximado al antipersonalismo, y Alvear obtuvo respaldo unánime de la prensa. Se presentía
la reunificación del partido detrás de la línea Alem - Yrigoyen - Alvear.
La sucesión y el fraude
El levantamiento de la abstención radical de 1935 venía a poner en cuestión la posición electoral de Justo y sus
ambiciones personales hacia el radicalismo, ya que la UCR se reestructuró detrás de Alvear. Justo se inclinó entonces
más decididamente hacia los sectores conservadores, los más firmes de su alianza. La impresión generalizada era
que ninguna maniobra pública alcanzaría para formar la mayoría capaz de garantizar a Justo el control de su
sucesión. De esa convicción surgió su compromiso con el fraude electoral.
En 1935 debían renovarse varios ejecutivos provinciales. Frente a la decisión concurrencista de la UCR, la cuestión de
las provincias se transformo en la llave que definiría la elección presidencial de 1937. El oficialismo conservador
cordobés daba muestras de no adherir a la política de fraude, permitiendo la victoria radical. En Capital, la
perspectiva era aun más oscura para Justo dado que podía perder no solo ante la UCR sino también ante el
socialismo. Así, se apuntó al dominio de Bs As mediante la “ley trampa”, que otorgó al gobierno el control total de
las mesas de votación, y consagro a la candidatura de Manuel Fresco.
En el mes de septiembre e 1937, el Congreso aprobó una reforma de la ley electoral, eliminando el sistema de lista
incompleta para presidentes. Con todo esto, Justo garantizó su lugar como presidente. Perdía sin embargo buena
parte de la opinión favorable hacia su gobierno respecto de la cuestión electoral.
Quedaba pendiente el nombramiento de su sucesor para las elecciones de 1937. Detrás de la opción por el radical
antipersonalista Ortiz se escondía una estrategia: este era lo suficientemente débil políticamente como para seguir
dependiendo de Justo, además representaba un partido ya casi inexistente, y despertaría la desconfianza de sus
aliados conservadores, que quedaban relegados al segundo término de la fórmula. Es decir, mediante Ortiz, Justo
buscaba acceder a un virtual segundo mandato.
Para los radicales, lo sucedido entre el levantamiento de la abstención en 1935 y la derrota electoral de 1937 fue
construyendo un callejón sin salida. Luego de la derrota presidencial, su política fue errática y muchos grupos se
fueron abriendo, críticos de la conducción partidaria. El concurrencismo creaba nuevos problemas ya que el
radicalismo se insertaba en un sistema político que le negaba cualquier posibilidad de victoria mediante la violación
de las reglas del juego pero del cual, al mismo tiempo, se reconocía como miembro pleno. Este lugar no sólo le
impedía alcanzar el gobierno, entonces, sino que lo obligaba a acordar con el oficialismo para mantener la máquina
del partido. Además, como otra consecuencia del concurrencismo, aparecía el riesgo de la división partidaria.