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Departamento de Filosofía.

Prof. Mario Sobarzo Morales


Universidad de Santiago de Chile.

Mi relación con la filosofía: José Mansilla.

Quizás para comenzar, como en cualquier orden de cosas, es necesario rememorar experiencias
pasadas para encontrar la génesis de este interes particular por el conocimiento y en la disciplina
de la filosofía.

Finalizé la enseñanza media el año 2009 en un liceo comercial de Ancud con la especialidad
técnica de administración de empresas y sin tener en ningún momento acercamiento ni
académico ni cultural a la filosofía. Mi padre, colectivero, y mi madre, dueña de casa, si bien
siempre procuraron que tuviese una buena educación, no desarrollaron lo que podría llamarse
una estimulación adecuada ante el conocimiento, sino que más bien entendían la educación
como un medio para encontrar un buen trabajo, lo que se reflejó en la decisión que ingresarme
en la modalidad técnica y en la esperanza que ésto me ayudara a poder generar ingresos al salir
de la enseñanza media. Personalmente asumí tambien el rol asignado, sin siquiera pensar o
imaginar en ese entonces el paso a la educación superior, la cual, para mis padres y para mí, era
exclusiva para otra gente, la que tenía dinero para enviar a sus hijos a otra ciudad a estudiar. La
universidad, desde mi ambiente social, era desconocida y lejana.

Al ingresar a mi práctica profesional el año 2010 en la corporación municipal de Ancud, pude


conocer alguna gente que estudiaba en la universidad los días sábado y bajo un arancel que yo
estimaba conveniente. De esta manera se genera mi interés por estudiar analista de sistemas en
la INACAP de Puerto Montt, decisión que tenía como fundamento mi interes en la informática y
la necesidad de poder acceder a una mejor renta que la que podría obtener solamente con
cuarto medio. Lamentablemente, mis dificultades para encontrar trabajo posterior a la práctica
hicieron que tuviese que retardar mis pretensiones, pues no contaba con el dinero que
necesitaba.

Llega así el año 2011, año bastante necesario de recordar pues comienzan las movilizaciones
contra Hidroaysen, ante las cuales me siento llamado por un principio ético de territorialidad
primigenio el cual tardaría bastante en desarrollar. En ese contexto conocí mucha gente mayor
que yo, muchos profesionales de las ciencias sociales comprometidos y que tenían un bagaje
teórico para fundamentar discursos que me parecío impresionante: personalmente, con suerte
podía armar una opinión, por lo general llena de supuestos y sin ningun tipo de coherencia
argumentativa.

Al correr el año comienzan las movilizaciones estudiantiles en Santiago y en otras ciudades


grandes del país, lo cual solo se sabe en Ancud mediante redes sociales y noticias. En este
contexto muchos universitarios que se encuentran movilizados en sus casas de estudio vuelven a
Ancud con la necesidad de movilizar su propio territorio. El contacto con las movilizaciones
ambientales anteriores y con esos actores sociales me pone en contacto tambien con estos
estudiantes, ante lo cual me sumo con total entrega desde una posición bastante extraña: era
uno de los pocos jóvenes que participaba que no era ni universitario ni de educación media, solo
trabajaba medio tiempo de guardia en la feria municipal. Así tambien mi bagaje cultural era
bastante pobre, no tenía ningun conocimiento sobre teoría social y recien comenzaba a
acercarme, debido a la movilización social, a la teoría socialista de la mano de compañeros
pertenecientes a las JJCC. El contacto con esta red social me hace muy curioso de lo que mis
compañeros sabian, quizas con un poco de envidia por las oportunidades que ellos y ellas habian
tenido y yo no. Comienzo a leer la serie "Para principiantes", con el fin de introducirme a la
antropología y sociología... y mi curiosidad comienza a crecer. Comenzaron los primeros
desvelos, muchos tambien por la frustración: me costaba mucho leer textos teóricos, sentía que
quizas eso no era para mí e incluso estaba convencido de que era un poco tonto.

Un día un amigo antropólogo me da a leer un artículo que hablaba sobre los juegos del lenguaje
de Wittgenstein y en ese momento, cuando leí 3 o 4 veces el artículo para entenderlo, fue que
me enganché de la profundidad de la filosofía. Hasta el momento todo lo que se me había
presentado como conocimiento era una superficie, una contingencia: en esta nueva disciplina
que se me presentaba podía ir a lo profundo, sumergirme en los fundamentos, llegar a las
preguntas esenciales. Eso quería hacer con mi vida, ir hacia lo profundo, hablar sobre lo
profundo, conversar sobre lo esencial y desde ahí, moverme hacia lo contingente, hacia la
sociedad, la humanidad, el mundo. No quería solo estar en la profunidad, sino que me era
necesaria para poder comprender lo contingente. Por eso, cuando decidí que quería estudiar
filosofía, mi primera opción fue estudiar la pedagogía. Realmente, tenía dos razones poderosas
parar eso: en primer lugar, necesitaba poder realizar algo concreto con lo que aprendiese,
aportar al conocimiento del mundo desde la filosofía, desde su profundidad; y en segundo lugar,
existía la beca vocación de profesor, la cual, si obtenía el puntaje PSU necesario, podía
financiarme la carrera en totalidad, liberandome a mí y a mi familia de un costo económico que
hubiese sido muy dificil de sostener.

El primer año me decepcioné. No de la filosofía, sino que de la carrera. Supe, despues de un par
de clases, que no era en éstas donde iba a realmente aprender, sino que el verdadero
aprendizaje era en los pastos. El conversar despues de cada clase, el compartír con compañeros
de diversos años, el poder opinar sin hacer el ridículo (o no tanto), propiciaban un ambiente
generoso en lo filosófico. Cada día era un aprendizaje y no solo en la universidad, sino que en la
nueva vida que llevaba.
Los meses y los años pasaron, supuestamente adquiriendo conocimientos filosóficos o sobre
história de la filosofía: la verdad, nunca aprendí nada muy bien, no estoy muy seguro de muchas
cosas y necesito volver a leer apuntes pasados cada cierto tiempo. Muchas veces dudo: de mi
capacidad, de mi compromiso, de mi.

Aún así mi relación con la filosofía ha sido bastante extraña pues nunca llegué a amarla, e incluso
la desprecié por que consideraba que su profundidad era inútil y descarnada. Aveces cuando mis
amigos me preguntan por que me gusta la filosofía, digo que no me gusta, que me carga...
pienso críticamente la filosofía, no me envuelvo en ella amandola inmovil, inmutable, sino que la
siento como un viento: depende de tu situación el que la consideres benefactora o
perjudicadora, sin embargo el viento seguirá soplando y así mismo, la filosofía seguirá
dinamizando mi pensamiento. No me doy cuenta de esto, pero lo hago. No la amo, no la odio,
simplemente la vivo, la asumo como parte de la forma en que entiendo el mundo. En sí, pienso
que no podría amar la filosofía porque nunca sentiré tranquilidad ni paz en mi relación con ella.
Para mí ella es caos, incertidumbre constante.

Si bien todo este interés comenzó como una necesidad de conocer, con el tiempo derivó en una
imposibilidad de conocer que aún así me estimula día a día a seguir aprendiendo. Aunque sé que
no puedo aprenderlo todo, me es necesario intentar aprender cada día más y todo lo que
aprendo intento mostrarselo a otros, compartirlo con mi familia y amigos.

Entonces, si me preguntan porqué quiero enseñarle a los jóvenes esto que llamamos filosofía,
siento que es porque considero necesario poder dinamizarnos, cambiar constantemente, fluir
como rios de pensamientos, de cultura, de vida. La filosofía, como práctica y actitud de vida, nos
invita a nunca quedarnos estáticos, a siempre cambiar, ya tenga esto las consecuencias que sean.
Considero que nuestra cultura tiende a petrificar demasiado los valores y conocimientos,
negando el cambio necesario para poder responder a las necesidades de cada tiempo y lugar sin
proponer valores abstractos que universalizan y niegan la diversidad de culturas y tiempos
disponibles en el mundo.

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