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Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeverría”

TRABAJO REFERATIVO

Título:
CARACTERIZACIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA COMO MIEMBRO DE
LA SOCIEDAD CIVIL EN CUBA.

Autor:
Antonio Serrano Muñoz A-23 #24

Carrera:
Ingeniería en Automática
INTRODUCCIÓN

No se puede pasar por alto el hecho de que, desde su surgimiento la Iglesia ha jugado
un papel político en la sociedad en la que se ve envuelta. Este trabajo tiene como
objetivo caracterizar a la Iglesia Católica como miembro de la sociedad civil en Cuba.
Para su estudio se tomó el período que media desde el triunfo de la Revolución
Cubana hasta la actualidad; el cual a su vez, se ha dividido en varias etapas con el
propósito de facilitar el análisis y la comprensión de las características inherentes a la
Iglesia Católica vista más como institución social que en su naturaleza de institución
divina.

Las etapas señaladas son:


 1959-1960
 1961-1962
 1963-1967
 1968-1978
 1979-1985
 1986-1992
 1993-1997
 1998-Actualidad
¿Qué es la Iglesia Católica?

La Iglesia Católica es la institución en que se organiza la comunidad de los cristianos


creyentes en el catolicismo. Se trata de la organización no estatal más antigua del
mundo. Supone aproximadamente el 55% del total de los cristianos. La Iglesia Católica
tiene su sede central en el Estado de la Ciudad del Vaticano (Vaticanus Ager, en latín y
oficialmente; Stato della Città del Vaticano, en italiano), un enclave dentro de la ciudad
de Roma, en la República Italiana. El Estado Vaticano es un estado independiente y
reconocido internacionalmente [1].

Situación general de la Iglesia Católica Cubana al comienzo del año 1959.

Al comienzo de 1959, la Iglesia estaba organizada en dos arquidiócesis y cuatro


diócesis que se correspondían con las seis provincias en la que se hallaba dividido el
territorio nacional. El clero diocesano se componía de unos 220 sacerdotes, que en su
mayoría eran españoles, pues solo 95 eran cubanos. Las órdenes religiosas masculinas
contaban con unos 461 sacerdotes, de los cuales solo 30 eran cubanos, y sumados todos
ellos a los diocesanos daban un total de 681 sacerdotes en el país que por entonces
contaba con poco menos de 6 millones de habitantes. Reunían además a unos 329
miembros no ordenados al sacerdocio, la mayoría de los cuales también eran
extranjeros. Las órdenes femeninas tenían unas 1872 religiosas en total, de las cuales
solamente 556 eran cubanas y 1167 estaban dedicadas a la enseñanza. Existía en 1955
un total de 212 escuelas católicas que educaban a 61960 alumnos de ambos sexos y 3
universidades católicas. La Iglesia era dueña y atendía 20 asilos de niños, 21 de
ancianos, 3 hospitales de adultos y 2 infantiles, un sanatorio siquiátrico, una leprosería,
un orfanato, una clínica para damas y varios dispensarios y consultorios médicos
gratuitos. Estas obras eclesiásticas, sin embargo distaban mucho de colmar las
necesidades del pueblo. Comparativamente con las Iglesias de otros países
latinoamericanos y europeos, la Iglesia cubana no era buena inversionista. No tenía el
carácter latifundista de algunas de sus hermanas del continente. Sus inversiones
inmobiliarias principales eran de carácter urbano y sus actividades financieras se
concentraban en préstamos hipotecarios sobre propiedades urbanas. Su mayor
recaudación provenía de las parroquias muchas de las cuales eran encomendadas a
órdenes religiosas, así como también de los colegios católicos. La Iglesia como
institución, no participó en las luchas populares de liberación contra la tiranía depuesta,
como tampoco participó con tal carácter en las luchas emancipadoras del siglo XIX.
Muchas personalidades católicas, clericales y laicales, se descubrieron demasiado
relacionadas con el depuesto régimen. Además, la alta y media burguesía no concebía
siquiera la posibilidad de un cambio estructural en el país. La mayor parte de la
feligresía católica solo aspiraba a un adecentamiento de la vida nacional [2].

Aclaración previa:

Las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno cubano, iniciadas en marzo de 1935,
han sido ininterrumpidas, incluso en los momentos de mayor tensión entre la Iglesia
cubana y el Estado revolucionario. La Santa Sede no cedió a presiones del gobierno de
Estados Unidos, cuando intentó aislar al gobierno de Fidel Castro del resto del mundo,
ni cuando sectores opuestos a la Revolución pretendieron utilizar el espacio religioso
para actividades conspirativas [3].

Etapa: 1959-1960

Es la breve etapa democrático-popular de carácter agrario y antiimperialista que abrió


la transición del capitalismo al socialismo en nuestro país. Se ha querido atribuir a las
relaciones Iglesia-Estado durante esa etapa el carácter de “luna de miel”, “acuerdo” o
apoyo eclesiástico a la Revolución, pero en ese período la dirección jerárquica y clerical
de la Iglesia trató de influir en el rumbo de la Revolución para evitar que se radicalizara
o desviara hacia el Comunismo. La actitud defensiva de la Iglesia correspondiente a la
teología oficial de la época, sembraba en la jerarquía, el clero y los sectores más
acomodados de la feligresía un paralelo sentimiento de temor y desconfianza ante el
fenómeno revolucionario que proclamaba no reconocer compromiso alguno con los
sectores tradicionalmente dominantes en el país. El temor a un laicismo, socialismo o
comunismo tan severamente condenado por la doctrina pontificia vigente, generaba una
radical desconfianza de los sectores predominantes de la Iglesia cubana hacia la
Revolución [3].

Las radicales transformaciones económicas, políticas y sociales de corte


revolucionario que empiezan a desarrollarse en Cuba dejan atónita a la Iglesia y a sus
principales miembros, pues hasta el año 1959 no se aspiraba a otra cosa que a un
adecentamiento de la vida nacional. Las afectaciones que sufrió la Iglesia con las
primeras medidas de la Revolución como fueron: la Ley del 11 de enero de 1959 que
dispuso la nulidad de todos los títulos expedidos por universidades privadas y estatales,
la cual incluía a las tres universidades católicas, la Ley de marzo de 1959 que rebajó a la
mitad el precio de la renta, la Ley Constitucional de Reforma Agraria promulgada el 17
de mayo de 1959, y posteriormente la Ley Constitucional de Reforma Urbana
promulgada en septiembre de 1960; junto a las contradicciones existentes en el seno de
la misma movieron al Episcopado cubano a expresar su posición ante la política
desarrollada por el gobierno y a tratar de influir en los acontecimientos que se venían
desarrollando mediante la crítica de sistemática de las medidas revolucionarias y la
publicación de “pastorales contrarrevolucionaria”.

La organización y celebración del Congreso Católico Nacional, en noviembre de 1959


fue la primera manifestación institucional de la Iglesia ante la Revolución. El congreso
se celebró en la Plaza de la Revolución “José Martí” donde quedó definida la posición
oficial de la Iglesia Católica cubana: “El comunismo, y en general todo régimen
totalitario socialista, convierte a todos los hombres en desposeídos, ya que existe un
único propietario que es el Estado. El pensamiento católico se opone a todas las
doctrinas comunistas y marxistas, y en general a todas las que propugnan la
subordinación del ser humano al Estado totalitario”. Los sectores sociales afectados
por las medidas revolucionarias vieron en el congreso la ocasión de movilizar al pueblo
mayoritariamente creyente, para que sirviera de freno al temido rumbo que tomaba la
Revolución. En cambio las masas creyentes veían en el congreso un modo públicamente
ostensible para agradecer a la Virgen de la Caridad el triunfo popular sobre la tiranía y
la injusticia [4].
Etapa: 1961-1962

Es la etapa en que la gran parte de la jerarquía y el clero, conjuntamente con la


feligresía más acomodada, al no poder controlar la Revolución decide combatirla
frontalmente en alianza o como instrumento de las demás fuerzas reaccionarias
nacionales y extranjeras. Se trata de manipular el sentimiento religioso popular para
enfrentar a los creyentes a la Revolución. Este proyecto de la jerarquía eclesiástica y el
clero no logró sus propósitos: muchos creyentes desertaron de la Iglesia y optaron por la
Revolución y se inició la auto marginación socio-política de la Iglesia y la deserción de
ella de amplios sectores de creyentes. Finalmente la llamada “expulsión de sacerdotes”
del país desarticuló totalmente sin efusión de sangre, la red contrarrevolucionaria que
utilizaba a parte del clero [5].

La creciente desvinculación de la comunidad católica cubana del resto del pueblo,


unida al fenómeno migratorio hacia el extranjero de sus miembros, generó en la Iglesia
la actitud de salvar a sus miembros del comunismo facilitándoles la emigración en vez
de misionar dentro de la sociedad en la que se encontraba enclavada. Este fenómeno a la
vez exacerbaba la militancia política contrarrevolucionaria de los católicos cubanos más
conservadores y atraía a la Iglesia a muchísimas personas que no simpatizaban con la
Revolución en busca de credenciales para el extranjero. Vías religiosas fueron utilizadas
ampliamente para introducir y distribuir literatura anticomunista y contrarrevolucionaria
en el país. Las “noticias” de Radio Swan y de la Emisora de las Américas patrocinadas
por la CIA y de la Voz de los Estados Unidos de América, órgano ideológico del
gobierno norteamericano, eran de comentario obligado en los templos, colegios y
conventos católicos [6].

La actitud tomada por la Iglesia, al no poder influir en el rumbo que tomaba la


Revolución la fue relacionando más con las comunidades católicas que habían emigrado
a los Estados Unidos que con las comunidades cubanas, lo cual permitió
instrumentalizarla como fuerza política de oposición; además se fue reforzando la
ideología contrarrevolucionaria de los católicos conservadores que permanecían en la
Isla esperando que una acción extranjera pusiese fin al gobierno revolucionario. Esto
trajo como consecuencia la realización de varias acciones contrarrevolucionarias como
fueron el intento de líderes católicos de introducirse en la dirigencia de la FEU, la
creación de una red informativa para la divulgación de material anticomunista, la
renuncia de líderes católicos que desempeñaban altos cargos en el gobierno y su
integración a movimientos opositores que decían defender la sociedad “democrática y
católica”.

La derrota del imperialismo en Playa Girón conllevó a la declaración del carácter


socialista de la Revolución, característica contra la cual la Iglesia se había declarado
públicamente opositora. La involucración de relevantes católicos en el intento agresor
provocó una disminución del prestigio de la Iglesia ante el pueblo cubano, lo cual, unido
al creciente antagonismo que existía entre católicos opositores y el pueblo
revolucionario, exacerbó la desconfianza de los cubanos hacia todo católico, llegando a
ser inclusive indiscriminada.

Por Ley del 6 de junio de 1961 se declaró pública la función de la enseñanza y gratuita
su prestación, y se dispuso la nacionalización de todos los centros docentes. A partir de
esto se acrecentó la emigración de miembros de órdenes religiosas, en especial de
aquellas dedicadas a la docencia. La Ley 963, del 4 de agosto de 1961, dispuso la
desmonetización de todos los billetes de banco circulante y su canje en cantidades
racionales. Esta medida fue una importante afectación a la capacidad financiera de la
contrarrevolución, pero lo fue también para los recursos económicos de la Iglesia.
Obispados, órdenes religiosas y asociaciones católicas guardaban grandes sumas de
dinero que, por desconfianza al sistema bancario nacional no se depositaban en agencias
bancarias [7].

Una de las medidas más radicales que afectó a la Iglesia fue la expulsión, en 1961, de
131 sacerdotes en el vapor español "Covadonga". Por otras vías, otros sacerdotes fueron
presionados para abandonar el país y otra gran cantidad de sacerdotes y religiosas
abandonó voluntariamente el mismo, al ser expropiadas las escuelas y otros centros
asistenciales. Varios seminaristas que realizaban sus estudios fuera de Cuba no
obtuvieron permiso para regresar. En pocas semanas, el número de sacerdotes,
religiosos y religiosas, se vio reducido drásticamente. Quedaron apenas unos 200
sacerdotes; las comunidades religiosas femeninas pasaron de 158 a 43, las masculinas
de 87 a 17. Con el establecimiento de la sociedad socialista el trato con las religiones en
Cuba siguió los métodos del bloque socialista de Europa oriental. Aunque nunca llegó a
alcanzar los niveles de gran control sobre la Iglesia católica, pues, por ejemplo, el
nombramiento de obispos en Cuba no necesitaba de la aprobación del Gobierno, los
obispos ordenaban sin impedimentos a los sacerdotes y nunca se constituyó una Iglesia
Nacional. Las acciones aplicadas hicieron disminuir sensiblemente la vida de la Iglesia.
El ateísmo se convirtió en una "religión", según reconoció años más tarde el Presidente
Fidel Castro, algo que evidentemente, ha quedado en el pasado [8].

Etapa: 1963-1967

En esta etapa la dirección jerárquica y clerical de la Iglesia se centró en alentar la


huída del país de numerosas familias o personas católicas. Esta gestión coadyuvó a la
emigración de técnicos y profesionales y a la vez, de personas de sectores más
populares influidos por el clero y la propaganda contrarrevolucionaria. Este nuevo
fenómeno contribuyó también a que los templos del país se fueran vaciando por la
emigración de sus asistentes asiduos [9].

La Iglesia católica inicia el año 1963 muy disminuida en todos sus niveles: el
Episcopado se conserva con sus seis obispos ordinarios. El clero diocesano se ha
reducido a la cuarta parte del número de su miembros con que contaba en 1958, más de
la mitad abandonó el país por iniciativa propia. El regreso a Cuba de algunos
seminaristas que fueron enviados a concluir sus estudios en el extranjero, no compensó
la deserción de sus hermanos. La órdenes religiosas femeninas quedaron reducidas a 14,
con muy pocos miembros en Cuba; en la mayoría de ellas solo quedaron en el país
algunas ancianas que permanecieron ocupando sus grandes conventos para evitar que
fueran nacionalizados o “diocesanizados”. Solo quedaron funcionando los dos
seminarios diocesanos más grande del país: el de “El Buen Pastor”, en La Habana, y el
de “San Basilio”, en Santiago de Cuba, que se pusieron a disposición de todas las
diócesis. Los cultos se redujeron extraordinariamente. Templos urbanos en que
anteriormente se celebraban seis u ocho misas dominicales, las limitaron a dos o tres,
para que sus sacerdotes pudieran atender a otras comunidades cercanas; en parroquias
rurales solo se celebraba misa cada siete o catorce días [10].
Esta etapa se caracterizó por la desaparición de muchas congregaciones, asociaciones,
cofradías laicales y noviciados religiosos debido a la falta de membrecía; las principales
órdenes religiosas masculinas empezaron a enviar a sus novicios a seminarios
diocesanos con el objetivo de reforzar el escaso trabajo apostólico que se desarrollaba
en la Isla. Se confirió por parte del clero un mayor peso al laicado, inclusive en
responsabilidades eclesiásticas. El ateísmo se manifestó de múltiples formas, la
discriminación religiosa que no permitía acceder a algunos puestos profesionales o al
estudio de determinadas carreras universitarias, unido a la presión social que se
desarrollaba sobre las familias para evitar un acercamiento de estas a las iglesias,
aceleró la salida del país de sacerdotes, laicos y numerosas familias religiosas, dejando
un vacío en el seno de la Iglesia, por lo que se recurrió a la ayuda de sacerdotes
extranjeros que, al no poder captar las características de la Iglesia y el pueblo cubano,
trajeron como consecuencia nuevas afectaciones para la misma en general.

En el mes de marzo de 1966 el Ministerio de Las Fuerzas Armadas solicitó a la


Iglesia, por conducto de la Nunciatura Apostólica, la venta de los terrenos y
edificaciones de “El Buen Pastor” para destinarlos al uso militar. La Jerarquía episcopal
cubana aceptó negociar la venta del inmueble después de comprobar que el propósito
del Gobierno Revolucionario era efectivamente el expresado, y no el de privar a la
Iglesia de su institución formadora de nuevos sacerdotes y se acordó que el Ministerio
de las Fuerzas Armadas facilitaría a la Iglesia todos los materiales necesarios para
reacondicionar el inmueble eclesiástico que la Iglesia designara para reinstalar el
Seminario. El Arzobispo optó por restaurar el ya desusado inmueble dedicado poco
antes a Palacio Cardenalicio (originaria sede del histórico Seminario “San Carlos y San
Ambrosio”) para reinstalar en él el Seminario Archidiocesano [11].

A partir de 1962 el movimiento del apostolado seglar se concentró prácticamente en la


Acción Católica, con la adhesión a ella de la casi totalidad de las demás organizaciones
apostólicas de laicos, según orientación del Episcopado cubano. Como apoyo y
sustitución al disminuido clero, la dirección laical de la Acción Católica acordó orientar
su trabajo en cuatro líneas: la formativa (cursos de teología para laicos), la litúrgica
(ejercicio de ministerios laicales en la liturgia y para-liturgia), la apostólica
(proselitismo personal mediante el testimonio de vida) y la catequística (infantil y
presacramental de adultos). Aprobado por la Conferencia Episcopal, encontró poco
apoyo del clero y aún oposición explícita en diócesis como la de Camagüey. Esta
situación generó un fenómeno contradictorio: por una parte los laicos militantes de la
Acción Católica asumieron tareas eclesiásticas con notable descuido de sus
compromisos seculares y de su propio testimonio laical; pero a la vez dio al sector laical
dirigente un nuevo peso específico en la programación pastoral y su ejecución. El
resultado, en definitiva, fue una deformación de la vida eclesial, pues el aporte laical
careció de la vivencia secular encarnada que lo tiene que caracterizar, a la vez que
generó frecuentes descoordinaciones con el clero [12].

Etapa: 1968-1978

Esta etapa está marcada por la influencia del II CELAM celebrado en Medellín, en el
año 1968 y por dos cartas pastorales del Episcopado Católico, en las que se condena el
bloqueo imperialista a nuestro país y se sugiere la integración laboral de los católicos
residentes en la Isla, respectivamente: ambas contribuyen a dar un vuelco a la situación
iniciada con las pastorales anticomunistas y contrarrevolucionarias de la primeara etapa.
Esta actitud no significó un apoyo a la Revolución pero, al menos, inició una etapa de
superación de contradicciones entre la Iglesia y el Estado [13].

A fines de 1967, la Iglesia cubana comienza a retomar una renovada conciencia de su


misión. Su eclesiología tradicionalista se veía cuestionada por el propio Concilio
Vaticano II y por la nueva teología latinoamericana. Su proyecto histórico triunfalista y
dominante se hallaba derrotado y su ulterior evasión de su responsabilidad
evangelizadora concretamente localizada en el tiempo y el espacio, comenzaba a
amenazar su propia subsistencia. La Iglesia comienza a comprender que su lugar
histórico es Cuba, su misión es servir y su estructura es comunitaria. En la nueva etapa
que se inicia en 1968, a través de Medellín, el Vaticano se concreta en un desarrollismo
que viene a descubrirle a la Iglesia cubana el acierto ético de muchas medidas y logros
de la Revolución. En esta etapa se cubaniza totalmente la Jerarquía episcopal y la mayor
parte del clero, y ocurre un rejuvenecimiento de ambos. La orientación vaticana es de
apertura a los cambios sociales que ocurren en el mundo. Todo ello induce al
Episcopado cubano a abandonar su enquistamiento y silencio y a hacer sus
manifestaciones concretas de solidaridad con el pueblo cubano, que con tantas
dificultades se empeñaba en construir una nueva sociedad más justa y humana. Si bien
la desconfianza inicial no se supera totalmente, sí se abandona definitivamente la
conspiración, se deja de alentar la emigración de los católicos y se inicia un reencuentro
práctico con las autoridades y el pueblo [14].

El 20 de abril de 1969 los obispos cubanos suscribieron un comunicado dirigido a


todos los sacerdotes y fieles, en el cual se declaraban: “Buscando el bien de nuestro
pueblo y fieles, al servicio de los más pobres conforme al mandato de Cristo y al
compromiso proclamado nuevamente en Medellín, denunciamos esta injusta situación
del bloqueo que contribuye a sumar sufrimientos innecesarios y a hacer más difícil la
búsqueda del desarrollo. Apelamos, por tanto a la conciencia de cuantos están en
condiciones de resolverlas para que emprendan acciones decididas y eficaces destinadas
a conseguir el cese de esta medida”. La Iglesia condenaba explícitamente el inmoral
bloqueo económico impuesto al pueblo de Cuba por el Gobierno de Estados Unidos. En
la misma línea de realista renovación en que se produjo la condenación de los obispos al
bloqueo, vio a la luz un nuevo comunicado de los obispos a los sacerdotes y fieles de
Cuba, fechado el 8 de septiembre de 1969, festividad de la Virgen María de la Caridad.
En él se analiza el acuciante problema de fe y el ateísmo. En el documento se hace
referencia a “las condiciones concretas en las que el catecúmeno cubano debe vivir la
buena nueva de nuestra salvación en Cristo”, así como el “testimonio de Cristo en estas
condiciones concretas de nuestra comunidad nacional, inéditas en el contexto
latinoamericano” [15].

A pesar de las contradicciones que generaron las pastorales proclamadas en el interior


de la Iglesia, estas significaron la primera señal de evaluación y rectificación de la
política que traía consigo la Iglesia cubana desde el año 1959. En esta etapa la Jerarquía
comenzó un diálogo no formal a través de varios contactos directos con las autoridades
del gobierno cubano, lo que posibilitó a los sectores renovados del clero y del laicado ir
dando pruebas de una mayor comprensión de la necesaria incorporación de los
miembros de la comunidad católica a las estructuras sociales creadas por el gobierno
revolucionario.
Disuelta la Acción Católica Cubana, la Comisión Episcopal (nacional) de Apostolado
Seglar convocó y celebró un encuentro nacional de dirigentes eclesiales laicos de todas
las diócesis; este encuentro sesionó en el Convento de La Milagrosa, de la Hijas de la
Caridad, en La Habana, los días 16 y 17 de agosto de 1969. Entre las conclusiones a que
llegó la reunión por el amplio consenso de sus participantes, figuraban consideraciones
como las siguientes: Se vio como el magisterio de la Iglesia contempla el desarrollo
integral de los hombres y de las sociedades humanas como vía hacia la plenitud con
Cristo y por qué reclama de los cristianos su positiva y activa inserción en los esfuerzos
humanos por el desarrollo. En consecuencia, se entendió que para el cristiano esta
participación no es ya una opción libre, sino un deber de conciencia. Se dedujo que este
llamado de Cristo y su Iglesia abarca nuestra presencia y participación en los esfuerzos
que por el desarrollo se realizan en Cuba actualmente, lo cual supone que los cristianos,
en general, permanezcamos en el país [16].

Al terminar en el Seminario el curso académico 1969-1970 se realizan coordinaciones


con el gobierno cubano con el objetivo de que los seminaristas pasaran un mes
vinculados a trabajos productivos en la construcción y en la agricultura; lo cual
posibilitó la toma de conciencia social de muchos de los nuevos sacerdotes cubanos y la
integración de los mismos a la sociedad. Otro hecho de relevancia en esa etapa fue la
carta de católicos cubanos al Sínodo de octubre de 1974, la cual evidenció el grado de
aceptación que estaba surgiendo entre católicos y miembros de la militancia marxista
atea, además de que agudizó la desconfianza que se venía desarrollando hacia la Iglesia
por parte de los sectores más tradicionalistas y reaccionarios de la misma.

En el mes de diciembre de 1975 el Partido Comunista de Cuba celebró su primer


congreso, el cual tuvo una ineludible influencia en el desenvolvimiento de la Iglesia
Católica en Cuba, más destacada en cuanto a que dedicó varios párrafos de la
Plataforma Programática que aprobó, a definir la actitud del Partido ante la Religión, y
toda una de sus Tesis y Resoluciones a explicarlas. En cuanto a su actitud ante la
religión la política del Partido “se encuentra subordinada a la batalla por la construcción
de la nueva sociedad y la consolidación de las relaciones socialistas de producción,
siendo sus puntos esenciales: la difusión entre las masas de las concepciones del
socialismo científico; el no empleo de campañas antirreligiosas ni medidas coercitivas o
administrativas contra la religión; el rechazo a toda manifestación de aislamiento de los
creyentes, atrayéndolos a las tareas concretas de la Revolución”, entre otras. Efecto
inmediato del I Congreso del Partido Comunista de Cuba fue la promulgación de la
nueva Constitución de la República de Cuba, la cual acomoda algunos principios
fundamentales y los garantiza de conformidad con la nueva realidad social surgida de la
Revolución: la igualdad ciudadana y la libertad religiosa son reguladas de la forma
siguiente:
Artículo 40: Todos los ciudadanos gozan de iguales derechos y están sujetos a iguales
deberes.
Artículo 54: El Estado Socialista, que basa su actividad y educa al pueblo en la
concepción científico materialista del universo, reconoce y garantiza la libertad de
conciencia, el derecho de cada uno a profesar cualquier creencia religiosa y a practicar,
dentro del respeto a la ley, el culto de su preferencia [17].

Vale aclarar que, a pesar de que no se realizó una modificación de la concepción del
Estado Socialista sobre la religión, si se amplió la comprensión de la realidad social que
vivía la fe cristiana en Cuba y se produjo una apertura por parte del Partido Comunista a
las nuevas expresiones de corte religioso cristiano que se desarrollaban. Las garantías
constitucionales que quedaron plasmadas en la nueva Constitución posibilitaron a la
Iglesia y a la comunidad de católicos un mayor desenvolvimiento en las actividades
religiosas, además de una mayor seguridad para vivir la fe y el amor al prójimo.

A finales del año 1976 se divulgó la declaración del Comité Permanente de la


Conferencia Episcopal de Cuba, en la que se condenaba el terrorismo en general y en
particular el atentado del que fue objeto una nave civil de la Empresa Cubana de
Aviación el 6 de octubre de ese propio año, al levantar el vuelo en Barbados, causando
la muerte de todos sus tripulantes. Este hecho también motivó un mensaje de
condolencia de S.S. el Papa Pablo VI a la Iglesia Católica cubana [18].

Etapa: 1979-1985

La postura tomada por los obispos cubanos y la Iglesia Católica en general ante los
incidentes ocurridos en 1980 en la Embajada del Perú, la apertura del puerto cubano del
Mariel que provocó un éxodo de muchas personas hacia Estados Unidos y las amenazas
del gobierno norteamericano contra Cuba, se expresó mediante la publicación de una
serie de documentos y pastorales en los cuales se hacía un llamado a todas las Iglesias
para que demanden al Gobierno de los Estados Unidos el cese de agresiones, amenazas
e intervenciones contra Cuba y Latinoamérica; además se incitaban a las comunidades
cubanas, religiosas o no a permanecer en la Isla y a participar en la construcción
revolucionaria de la sociedad. Esta actitud revelaba la continuidad y desarrollo del
proceso de reencuentro entre la Iglesia cubana y el Estado Socialista, entre la Iglesia y el
pueblo.

El grado de apertura logrado por la Jerarquía con respecto a la nueva sociedad


socialista en construcción, quedó manifestado a través de las declaraciones del
episcopado y de su orientación expresa a los párrocos y sacerdotes para que en sus
homilías pusieran en claro la actitud oficial de la Iglesia en aquellos momentos. Tales
orientaciones se pueden resumir en los siguientes puntos:
1. La Iglesia no se va de Cuba.
2. La Iglesia respeta la opción de cada feligrés de irse del país.
3. La Iglesia les exhorta permanecer en Cuba.
4. La Iglesia reclama a sus miembros una seria reflexión personal a la luz de la fe,
antes de tomar una decisión que conduzca a abandonar al país.
5. La Iglesia redobla sus esfuerzos en el desarrollo de sus líneas pastorales
explicitadas con anterioridad sobre la participación de los católicos en la vida
social cubana y la construcción revolucionaria de la nueva sociedad, partiendo
de su fe [19].

Concomitantemente con estos acontecimientos internos y externos, comenzó a


manifestarse cierta inquietud en pequeños grupos de seminaristas y jóvenes sacerdotes y
religiosos, pues sintieron cuestionada su espiritualidad, actividad y misión pastoral en
Cuba. Actitudes como estas provocaron que en agosto de 1980 se creara una comisión
que patrocinara y dirigiera la que se denominó “Reflexión Eclesial Cubana” o “REC”.
El 19 de abril de 1981 dicha comisión acordó “poner a la Iglesia en pie de reflexión
sobre su ser y quehacer en el pasado, en el presente y en el futuro, de manera que
desembocara eventualmente en un Encuentro Nacional Eclesial Cubano donde se
tomaran algunas opciones pastorales” con la representación de las todas las
comunidades locales, parroquiales y diocesanas, así como de las religiosas, el clero y el
episcopado del país [20].

La “Reflexión Eclesial Cubana” constituyó un hecho de vital importancia y


trascendencia no solo por las temáticas abordadas en el trabajo como fueron: historia,
sociología, teleología entre otros, sino que además mostró una mayor comunión de la
Iglesia con el pueblo y que la misma estaba abierta al diálogo con la sociedad,
evidenciado por la representatividad de los delegados de todas las comunidades de la
Isla. Significó la preparación de la Iglesia Católica cubana para el posterior y más
importante evento que abriría una nueva etapa en su propia historia.

Un signo que evidenció el creciente interés de Estado y Partido Comunista en el


mejoramiento de sus relaciones con las Iglesia, fue el acuerdo del 31 de enero de 1985,
del XI Pleno extraordinario del Comité Central del Partido Comunista que conoció y
aprobó, de la decisión de su Buró Político, en virtud de la cual la Oficina para la
Atención de Asuntos Religiosos que venía funcionando como dependencia del
Departamento de Ciencia, Cultura y Centros Docentes del Comité Central, fue adscrita
directamente al Secretariado de dicho Comité Central, y con rango de Departamento
Independiente [21]. Esto significó un paso de avance importante en el desarrollo de las
relaciones de intercambio y diálogo de la Iglesia y el Estado cubano; quedó evidenciado
un mayor reconocimiento de la labor social de la Iglesia y la necesidad de la
incorporación de los miembros de las comunidades católicas al desarrollo de la sociedad
revolucionaria, además reflejó los nuevos signos de la renovada actitud eclesial y un
creciente reconocimiento del mismo por parte del pueblo.

Etapa: 1986-1992

Esta etapa inicia con la celebración por parte de la Iglesia Católica del primer
Encuentro Nacional Eclesial Cubano, (ENEC) en febrero de 1986, después de un largo
período de reflexión eclesial nacional en el cual tomaron parte todos los miembros de la
Iglesia. El ENEC, a partir de una atenta reflexión sobre el pasado, sentó las bases de la
Iglesia cubana hacia el futuro. Fue el más serio replanteo de la Iglesia para elaborar un
plan pastoral acorde con la realidad social. La Iglesia comenzaba así a desembarazarse
de viejos conceptos y prejuicios, comprometiéndose a ser orante, encarnada y
evangelizadora en medio de la sociedad. Se puso fin a una pastoral de conservación y se
dio inicio a una pastoral más activa, sobre todo en la línea de un anuncio explícito del
mensaje evangélico, y orientada a lograr un mayor espacio de participación social del
laico. Por esos años se había producido un incremento de la feligresía católica y de otras
manifestaciones religiosas [22].

El Documento Final de la ENEC trazó líneas muy precisas a seguir por la Iglesia.
Entre sus grandes líneas pastorales están:
1- La Iglesia Católica acepta que su misión puede llevarse a cabo en Cuba con su
organización socialista. La Iglesia quiere ser una Iglesia encarnada.
2- La Iglesia en Cuba está consciente de su misión y, con las modalidades propias
del medio en que se encuentra, busca el modo de ponerla por obra. La Iglesia
quiere ser evangelizadora.
3- La Iglesia, fiel a su Señor, pone su confianza en Dios (…) La calidad de su
presencia y su acción evangelizadora en nuestro país dependerán de su unión y
fidelidad a Jesucristo. Solo una Iglesia orante puede encarnarse en el contexto
histórico donde se halla y anunciar allí a Jesucristo [23].

Este ha sido, sin dudas el evento más importante de la Iglesia Católica cubana a lo
largo de su historia en el ámbito social y divino, no solo por la participación de obispos,
sacerdotes y laicos de las diferentes diócesis y una representación del Vaticano, sino
porque la Iglesia se abrió a la realidad histórica que vivía el país, realizó una reflexión
sobre su comportamiento en todas sus etapas, desde la conquista y colonización hasta el
año 1986, reconociendo los aspectos negativos y positivos que había jugado en la
historia del pueblo cubano, valorando su misión en las condiciones cubanas. Este
momento de toma de conciencia generó un nuevo y participativo modo de comprender y
elaborar la misión de la Iglesia y su acción pastoral, además le permitió encontrar un
espacio más seguro y amplio para desarrollar la misma.

En 1991 se crea Cáritas-Cuba la cual es una organización de corte internacional


encaminada a combatir la pobreza brindando alimentos, casa por algunos días, servicios
de salud, medicamentos, entre otros. Esta organización extendió su acción a las
diferentes comunidades católicas, diócesis y parroquias del país, incluyendo la atención
a las familias de presos. Lo anterior permitió aunque limitadamente, el aumento del
trabajo pastoral de la Iglesia.

En estos años se hace más evidente un proceso de incremento religioso en general


que se verifica en la sociedad cubana acompañando la situación de crisis, conocida
como “período especial”, de carácter básicamente económico pero que alcanza variados
campos. En este año se disparan algunos indicadores cuantitativos como crecimientos
en la asistencia a ceremonias e incluso de membrecías, recepción de sacramentos, en
particular el bautismo, y de responsos en la capilla del cementerio de Colón en la
capital. A lo largo de la década de los 90, aunque con cierta reducción en sus finales, se
mantiene esta reactivación religiosa que para la Iglesia se traduce en nuevas
publicaciones, actividades públicas de captación y misas y procesiones fuera de los
templos, así como posibilidades de intervenir en procesos sociales mediante donaciones
desde el exterior, particularmente de Caritas, para la educación, salud y obras de
desarrollo y en una mayor capacidad de influencia social. Hay además un aumento de
vocaciones, del clero y de la composición cubana del mismo [24].

En el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba en 1991 se aprueba el ingreso de


religiosos al mismo, introduciéndose en 1992 modificaciones en la Constitución, en la
que se declara el carácter laico del Estado Socialista poniendo fin oficial al carácter ateo
del Estado.

Etapa: 1993-1997

En septiembre de 1993, los Obispos cubanos hicieron pública una carta pastoral
titulada "El Amor todo lo espera". Rememorando los valores tradicionales de Cuba,
tanto religiosos como culturales, los obispos se referían al deterioro de la situación
económica, social y política en el país, y propusieron, como única vía capaz de
solucionar los problemas, el diálogo nacional. Un diálogo que buscara soluciones y no
culpables, donde nadie quedara excluido. El mensaje de los Obispos tuvo una acogida
muy favorable entre la población en general, tanto católicos como no católicos,
creyentes y ateos. Sin embargo, la prensa oficial publicó fuertes críticas al documento
episcopal, dando muestra de una lectura equivocada del mensaje de los Obispos, pues
sólo se interpretó en clave política [25].

En esta etapa como parte de la apertura de la Iglesia Católica ante la sociedad


cubana, se incrementa considerablemente el número de publicaciones diocesanas y
católicas ante el interés y la necesidad de comunicar el Evangelio y el no acceso a los
medios de comunicación existentes en el país. En las mismas se incluyen además temas
de variados órdenes como cultura, economía, ciencia, sociedad y religión realizados por
grupos católicos. Surgen numerosas “casas de misión” para impartir misas, catequesis y
lecturas del Evangelio ante la imposibilidad de la construcción de nuevos templos y el
aumento de la población católica en zonas urbanas o pueblos sin templos.

Juan Pablo II crea el 9 de diciembre de 1995 la diócesis de Bayamo-Manzanillo


separándola de la arquidiócesis de Santiago de Cuba, y el 2 de febrero de 1996 la
diócesis de Ciego de Ávila, separándola de la diócesis de Camagüey.

A diez años del primero se celebra el segundo ENEC, llamado ECO, con una
asistencia de 145 personas de todas las diócesis del país, entre sacerdotes, obispos,
laicos, religiosas y diáconos. En esta reunión se escogen tres prioridades para el trabajo
pastoral de la Iglesia en Cuba: formación integral, comunidades vivas y dinámicas y
promoción dinámica [26].

Etapa: 1998-Actualidad

Del 21 al 25 de enero de 1998 el papa Juan Pablo II visita a Cuba; realiza diversas
actividades, además de cuatro misas en plazas públicas de las ciudades principales,
incluyendo la Plaza de la Revolución. Recibió una amplia cobertura periodística
nacional e internacional. Se coincide en calificarla de acontecimiento histórico. Tuvo un
balance positivo para la Iglesia y para el Estado cubano. En ceremonia pública en
Santiago de Cuba, anuncia la creación de la diócesis de Guantánamo-Baracoa, en el
extremo oriental de la Isla, separada de la arquidiócesis de Santiago de Cuba. Se
celebran por primera vez en muchos años procesiones públicas durante la Semana Santa
y en el Día de la Caridad, incluyendo el templo de La Habana dedicado a esta imagen,
donde fueron suspendidas más de tres décadas antes. El 6 de marzo de 1999 Juan Pablo
II eleva la diócesis de Camagüey al rango de arquidiócesis. Quedan así constituidas 11
diócesis, tres de ellas con rango de arquidiócesis, con lo que la estructura eclesial básica
se acerca a la división político administrativa creada por la Constitución de 1976. La
Iglesia se fortalece desde arriba, al tiempo que estimula el movimiento laical
impulsándolo a una participación activa dentro de la sociedad [27].

En el Plan Pastoral 2006-2010, la jerarquía católica ha explicitado su intencionalidad


de fomentar la sociedad civil y la conciencia ciudadana, como parte de los medios en su
accionar favorecedor de la “promoción humana”. La estatización de la educación y la
salud, aún vigente, cedió gradualmente ante la realidad de las carencias de insumos y de
personal para desarrollarla. En muchos templos católicos el personal profesional
comenzó a impartir cursos de idiomas, computación, ciencias sociales, primeros
auxilios, entre otros los que tienen lugar en instalaciones bien equipadas y con
bibliotecas acondicionadas y actualizadas, no siempre disponibles en las instituciones
estatales. Igualmente, se ha ido respondiendo a solicitudes de medicamentos deficitarios
y, en varios casos, hasta de algunos alimentos y ropas. Quizás de lo que se trataría, en
primera instancia, luego de las conversaciones entre el enviado papal y el gobierno
revolucionario, sea de acreditar legalmente un accionar ya legitimado a nivel social. En
tal sentido, pudiera considerarse la autorización del reconocimiento de los certificados y
títulos por estudios terminados, otorgados por la Iglesia, que hasta el momento carecen
de valor legal, aunque en muchos casos se les confiere reconocimiento tácito.
Asimismo, el reconocimiento de los empleos que no pocas personas encuentran en los
espacios eclesiales y la autorización de la tenencia de una imprenta propia, como de
acceder a la red nacional de distribución para la venta de sus publicaciones [28].

Existe en esta etapa una mayor libertad para expresar la religiosidad popular. La
apertura de la Iglesia Católica cubana ante la sociedad actual es amplia en todos los
órdenes, como lo demostró el reciente recorrido de 16 meses de la imagen de la Virgen
de la Caridad del Cobre por todas las comunidades católicas cubanas, incluyendo
hospitales y universidades y la visita del S.S. el Papa Benedicto XVI con motivo de la
celebración de los 400 años de aparición de la misma en la bahía de Nipe, en Holguín.

La Iglesia Católica cubana actualmente se compone de once diócesis, tres de ellas con
rango de arquidiócesis:

 Santiago de Cuba, 1522


 La Habana, 1787.
 Cienfuegos, 10 de febrero de 1903
 Pinar del Río, 20 de febrero de 1903
 Camagüey, 1912.
 Matanzas, 10 de diciembre de 1912
 Holguín, 27 de mayo de 1979
 Santa Clara, 1 de abril de 1995
 Ciego de Ávila, 2 de febrero de 1996
 Bayamo-Manzanillo, 10 de marzo de 1996
 Guantánamo-Baracoa, 24 de enero de 1998

La figura de mayor jerarquía es el Arzobispo de La Habana Jaime Ortega Alamino,


nombrado cardenal en 1994. Dispone de 17 obispos; de ellos 16 son de nacionalidad
cubana y 1 de nacionalidad española; 11 son residenciales, 2 auxiliares y 4 en retiro. El
personal eclesiástico está integrado por más de 1,000 personas consagradas, dentro de
las cuales se incluyen sacerdotes, diocesanos y miembros masculinos y femeninos de 89
congregaciones u órdenes religiosas (26 masculinas y 63 femeninas). Del personal
consagrado forman parte 340 cubanos y cubanas, y otras personas provenientes de
España, México, Canadá, Colombia, Italia, República Dominicana, India y otros países.
Por otra parte existen casi 400 personas dedicadas al sacerdocio. La Iglesia Católica
posee más de 600 templos funcionando, entre los que sobresalen la Catedral de La
Habana, la Catedral de Santiago de Cuba y la Basílica de Nuestra Señora de la Caridad,
donde se encuentra la Virgen de la Caridad del Cobre, considerada por los católicos la
"patrona del país". La formación de sacerdotes en Cuba se realiza en el nuevo
Seminario San Carlos y San Ambrosio (La Habana) y Seminario San Basilio Magno
(Santiago de Cuba), además de conservar noviciados y casas parroquiales. Las
instalaciones destinadas a este fin han continuado incrementándose, tal es el caso del
seminario en la Arquidiócesis de La Habana. La educación religiosa de los laicos (niños
y adultos) tiene lugar mediante la catequesis, y en ocasión de la preparación para el
bautismo, la comunión, la confirmación o el casamiento [29].
CONCLUSIÓN

Este trabajo referativo permitió conocer el carácter heterogéneo y contradictorio de la


Iglesia Católica cubana vista como institución social durante este último período de
construcción revolucionaria del socialismo en Cuba. A pesar de que en las primeras
etapas analizadas en este documento la Iglesia Católica se caracterizó por una política
de desconfianza, confrontación y tensión con respecto a la nueva sociedad
revolucionaria que se desarrollaba, se evidencia en el transcurso del tiempo un cambio
progresivo en actitud de la Iglesia, actitud que actualmente se caracteriza por una amplia
apertura a la sociedad, un intenso diálogo con el gobierno revolucionario y una
comunión con el pueblo.
REFERENCIAS

[1] Iglesia Católica - Wikipedia, la enciclopedia libre. Disponible en la web:


http://proton.cujae.edu.cu/wiki/articles
Búsqueda: iglesia católica.

[2, 4-7, 9-17, 19-21] RAÚL GÓMEZ TRETO: La Iglesia Católica durante la construcción del
socialismo en Cuba, Ed. CEHILA, Cuba 1994.

[3, 28] ¿Cuál será el papel de la Iglesia Católica en el futuro de Cuba? - Cuba a la
Mano, Disponible en la web:
http://cubaalamano.net/sitio/client

[8, 22, 25] La Iglesia Católica en Cuba. Editado por la oficina de prensa Verdad y
Esperanza, Comisión Central preparatoria para la visita del Papa.
Disponible en la web:
http://www.corazones.org/lugares/latino_a/cuba/

[18] La voz de la Iglesia en Cuba. 100 Documentos Episcopales, Ed. Obra Nacional de
la Buena Prensa, A.C, México 1995.

[23] JAIME L. ORTEGA ALAMINO: Te basta mi gracia, Ed. Palabras, S.A, Madrid
2002.

[24, 27] JUANA BERGES CURBELO, JORGE RAMÍREZ CALZADILLA y EVA


HERNÁNDEZ URBANO: La Religión en la Historia de Cuba. Conformación y
evolución del campo religioso cubano, Ed. Centro de Estudios del Consejo de
Iglesias de Cuba. La Habana 2001.

[26] Encuentro Nacional Eclesial Cubano. Documento final e instrucción pastoral de


los obispos de Cuba, Ed. Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C, México 2005.

[29] Iglesia Católica en Cuba – EcuRed. Disponible en la web:


http://www.ecured.cu/index.php
Búsqueda: Iglesia Católica en Cuba.
BIBLIOGRAFÍA

 RAÚL GÓMEZ TRETO: La Iglesia Católica durante la construcción del socialismo en


Cuba, Ed. CEHILA, Cuba 1994.

 La voz de la Iglesia en Cuba. 100 Documentos Episcopales, Ed. Obra Nacional de


la Buena Prensa, A.C, México 1995.

 GIULIO GIRARDI: El ahora de Cuba. Tras el derrumbe del comunismo y tras la visita
del Papa, Ed. Nueva Utopía, La Habana.

 JUANA BERGES CURBELO, JORGE RAMÍREZ CALZADILLA y EVA


HERNÁNDEZ URBANO: La Religión en la Historia de Cuba. Conformación y
evolución del campo religioso cubano, Ed. Centro de Estudios del Consejo de
Iglesias de Cuba. La Habana 2001.

 JAIME L. ORTEGA ALAMINO: Te basta mi gracia, Ed. Palabras, S.A, Madrid 2002.

 Encuentro Nacional Eclesial Cubano. Documento final e instrucción pastoral de los


obispos de Cuba, Ed. Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C, México 2005.

 FIDEL CASTRO, FREI BETTO: Fidel y la religión, Ed. Ocean Sur, 2007.

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