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Mi pez espada

Un viaje de ida y vuelta


Ilustración: Anna Fonollosa

Elena Aycart Carbajo


Samuel Díez Arrese
Mi pez espada
Un viaje de ida y vuelta

Contar un trozo de la historia de vida o biografía de alguien con quien hemos


trabajado, desde la pequeña pero privilegiada ventana que tenemos,
posiblemente sea la forma más humilde, delicada y elegante que tengamos de
honrar a quienes nos dedicamos y de quienes generosamente recibimos tanto.

En un momento donde la casuística, generalmente con olor a clínica, vuelve


a aflorar contagiando buena parte de las intervenciones que llamamos
socioeducativas, retomar el relato biográfico nos devuelve la frescura y fluidez
que esta profesión no ha de olvidar en la medida que trabajamos con, desde
y para lo cotidiano.

Nuestra historia posiblemente sea un tanto inusual y está plagada de otras


pequeñas historias que, por motivos de extensión, las pasaremos muy
superficialmente. Tal vez lo primero que se deba comentar es que no todo lo aquí
narrado corresponde directamente a un contenido exclusivo de educación
social sino que se ha basado en un trabajo en red y en equipo. En esa clave de
corresponsabilidad educativa desde la que nos movemos.

En la medida que todo trabajo en red ha de tener necesariamente su reflejo


en las intervenciones complementarias, con este relato queremos trasladar un
ejemplo de dichas sinergias con especial protagonismo de la educación social
y la sexología por ser los dos espacios principales donde se ha trabajado. O,
concretando más, de un programa de intervención socioeducativa en medio
abierto municipal (también conocido como programa de educación de calle)
y un centro de sexología de la zona.

Por ello que no nos detendremos en detallar aspectos técnicos de la intervención


socioeducativa ni de la sexológica, para así poder centrarnos mejor en la propia
historia de vida de Pepa. O, mejor dicho, en una parte de ella. En concreto
el tiempo que pasó de ser Pepe a ser Pepa, a todos los efectos. Sobre todo,
vivenciales.

Pepe y Pepa son dos palabras que hacen referencia a dos nombres propios.
Entre Pepe y Pepa no sólo ha habido una letra de diferencia sino que representa
toda una experiencia de vida. No un abismo sino un largo camino recorrido. Un
viaje. Este viaje al que os invitamos a acompañarnos.

Todo comenzó como suelen empezar tantos de nuestros procesos: de manera


natural y fluida, con esa dosis de necesaria casualidad aparente pero que si no
se está donde están, sabemos que no se produce.

Llevábamos bastante tiempo interviniendo con un grupo de chavalas en el


marco de un proyecto educativo grupal. Un grupo, como otros muchos, que

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era verdaderamente difícil que pasara desapercibido allá donde estuviéramos.


Ya fuera en la playa, el cine, la plaza, el supermercado, el tren… Un grupo con
el que de tanto dar y absorber terminas con agotamiento pero, al día siguiente,
lo comienzas completamente revitalizado-a.

Y es que estábamos en el momento de las ganas, las búsquedas, de querer


saber, probar, emparejarse, pelearse, desfasar, aburrirse, discutir, ligar, gritar,
emborracharse, besar, llorar, sorprenderse... Eran los días propios de la intensidad
y la exageración, de los días terribles o fantásticos, de las broncas y los amores
a partes iguales. Estábamos en los 14-16 años.

Dentro de la dinámica habitual con los grupos, y de maneras diferentes en


función de la fase de intervención y de las edades, se programa periódicamente
con ellos-as las actividades que vamos a realizar. En una de esas reuniones
propusieron un taller sobre sexualidad que, por diversas razones y el interés
mostrado, nos pareció muy adecuado.

Para ello, recurrimos al apoyo de un sexólogo que sabíamos podía desarrollar


este taller con adolescentes, entre otras cosas, porque había trabajado
previamente en el programa de educación en medio abierto como educador
y además conocía al grupo.

El caso es que en la preparación del taller, nos preguntaron “¿Puede venir un


amigo a este taller? Está muy interesado. Y no os preocupéis, que para nosotras
es como una amiga, ya veréis cuando le conozcáis, no nos va a cortar ni nada,
es como una más”.

Por lo general, en los grupos con los que se lleva tanto tiempo interviniendo, no
se suelen dar nuevas incorporaciones y menos para participar únicamente en
una de las actividades, como parecía ser el caso. Después de volver a hablarlo
con todas, percibimos que tras su insistencia podía haber alguna dificultad de
aquel chico que iba más allá del puro interés por el tema del taller y se decidió
en el equipo de educadores-as dejarle participar.

Así, la semana siguiente apareció el entonces Pepe. Presentaciones, risas,


alboroto, alguna bronca, merienda, jaleo y el compromiso de participar en
el grupo más allá de esa actividad puntual. De esta forma coincidimos y nos
conocimos. Y parece que fue bien.

A lo largo de varias semanas, se fueron tratando un montón de temas. Fue muy


interesante porque, entre otras muchas cosas, conversamos bastante en qué
es y como se hace un hombre y una mujer como el peculiar y único hombre y
mujer que es.

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Resultaba curioso ver cómo al principio parecía que se hablaba sobre esto de
las identidades porque estaba Pepa y comprobar cómo, poco a poco, todas
se iban implicando en la conversación pues servía tanto para Pepa como para
el resto de chavalas.

Y es que iban viendo que tenían mucho que decir y escuchar como las peculiares
chicas que sentían ser. Cada una de ellas a su manera y en sus modos. Una vez
más los-as adolescentes nos sorprendieron, en este caso, con su capacidad de
comprensión y reflexión sobre todo ello.

Con todo ello, podemos decir que el “enganche” con Pepa se dio con los-as
profesionales tanto de la intervención socioeducativa como de la sexológica.
Fruto de ello, si Pepa lo precisara, estaríamos en disposición de acompañarla
coordinadamente desde los dos espacios, cada cual con sus recursos y
potencialidades. No obstante, como estas cosas dependen de los ritmos
biográficos de cada cual, la parte sexológica tardó unos meses en materializarse.

Mientras tanto, pasó el taller y pasaban las semanas y reuniones con el grupo
para la preparación de la actividad de Julio. Llegaba el momento de organizar
el campamento, actividad especial dentro del proceso por los avances que
suponen en la relación entre todos-as y las oportunidades privilegiadas que
ofrece para la intervención socioeducativa.

Actividad intensa donde las haya y que suele ser, dependiendo del grupo y su
momento, de dos, tres o más días. En este caso, por la trayectoria del grupo y los
objetivos planteados dentro del proceso, nos fuimos cuatro días a un camping
que estaba a varias horas del municipio.

Mira que hasta entonces podíamos decir que nuestras actividades en el


exterior siempre tenían significativas dosis de escándalo, coqueteos y hacerse
notar pero la presencia que tuvieron en esta actividad los sexos, las eróticas, sus
seducciones, flirteos, las conversaciones sobre ligar, etc. no tuvo igual. El destino
elegido por ellas colaboró con su ambiente turístico y veraniego.

En el contexto del verano, el calor, la piscina y los bikinis podía apreciarse


cómo, progresivamente, poco a poco, Pepa surgía casi sin querer y adquiría
protagonismo. En efecto, no fueron pocas las veces que campistas le
identificaban con una chica, a lo que reaccionaba en el momento con buen
humor e ironía y, lejos de molestarle, se le quedaba una sonrisa durante un buen
rato. Estaba como pez en el agua.

Siempre resulta extremadamente complicado y delicado identificar los “clicks”


o los momentos en los que se producen cambios de rumbo significativos en

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un proceso. Sobre todo cuando se trata de alguien que no es uno-a mismo-a.


Por eso no podemos saber con certeza cuándo Pepa pensó que tal vez podía
explicarse a sí misma mejor como Pepa que como Pepe.

No obstante, creemos que no andaremos muy desencaminados-as si decimos


que esta actividad, siempre inscrita en el proceso, facilitó o catalizó sobremanera
que Pepe pudiera dar el paso a entrar en “el proyecto Pepa”.

Y es que a veces no sólo se precisan los espacios donde “poder ser y estar” más
a gusto sino que también precisamos las palabras y los significados que nos
permitan entendernos y explicarnos.

En este sentido, entendemos que logramos cubrir ambos déficits que existían en
la vida de Pepe. Por un lado, con el taller, donde pudo acercarse a comprender
lo que le sucedía; por el otro, con el conjunto de espacios y contextos creados
en los que Pepa podía ir asomando sin trabas o zancadillas a partir de la
incondicional aceptación del otro que nos caracteriza como educadores-as
sociales.

Así que ahora, al parecer, se nos añadía algo nuevo hasta el momento para
nosotros-as que tenía toda la pinta de estar relacionado con la transexualidad.
¿Y qué sabemos sobre eso? ¿Qué y cómo podemos aportar desde el programa
en ese proceso? Eran las preguntas que con más insistencia se nos presentaban.

Nos reunimos y pensamos la manera más adecuada de atender y acompañar


conjuntamente a Pepa. Estuvimos hablando del poco interés y relevancia que
tenía conocer, en tanto educadores-as, los entresijos de la transexualidad (en
la medida que un profesional cercano y especializado en ello podía abordar
ese punto) sobre todo como punto central o de engarce con el programa de
educación en medio abierto.

Que, en realidad, no teníamos que hacer nada distinto al resto de


acompañamientos que realizamos puesto que, en términos generales, se
trataba de acompañar a una chica en su peculiar historia de vida y en un
contexto determinado. Algo que hacemos diariamente pero que, por los
motivos que sean, no solemos reparar en ello.

Y que, en todo caso y como tantas otras veces, se trataba de seguir generando
pequeños espacios y momentos donde pudiera o tuviera la oportunidad de ir
probando y haciendo su propio modo de ser y estar en el mundo como la chica
que sentía ser.

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En el orden de lo cotidiano, claro, pero sabiendo que en nuestros espacios esto


se realiza con mayor margen de maniobra, flexibilidad y “colchón” pues es
precisamente lo que nuestros marcos educativos posibilitan.

Por eso merece ser repetido: acompañamos a chicos y chicas (que no personas
o individuos genéricos) en su proceso de ir probando y haciendo su propio
modo de ser y estar en el mundo como la chica o chico que sienten ser.

Nos planteamos entonces que, por la parte del programa de educación en


medio abierto, Pepa continuara participando en el proyecto educativo grupal
como parte del proceso de socialización y participación comunitaria. Algo
que, en estos procesos, se convierte en una necesidad de primer orden.

Por la parte de la intervención sexológica, podrían abordarse otras cuestiones


más relacionadas con el acompañamiento individual en el proceso de Pepe a
Pepa, sus múltiples áreas y el trabajo con la familia en relación a ello.

De tal manera que pasó el verano y Pepe se metió de lleno ya en su singular


“proyecto Pepa”. A partir de entonces, pese a que seguía participando en el
grupo, no lo hacía con la misma frecuencia pues necesitaba abrir otro proyecto
de vital importancia: trabajar.

Si bien es cierto que en estas edades empiezan a trabajar aquí y allá por
muchos motivos: tener algo más de poder adquisitivo, ayudar en casa, porque
lo prefieren a seguir estudiando, etc.; en este caso lo hacía para ir ahorrando
el dinero necesario que en poco tiempo iba a querer dedicar a muchas cosas.
Algunas, que ya iba haciendo, como el vestuario o el láser facial y corporal;
otras, más costosas y que vendrían después, como algunas cirugías mayores.

A lo largo de todo el proceso fueron sucediendo muchas cosas: graciosas unas,


dolorosas otras, intensas, sorprendentes e interesantes las que más. De todas
ellas, hubo una que la recordamos con especial intensidad.

Un día, conversando con su madre, ésta dijo: “Me da igual lo que sea mi hijo...
o hija... de verdad que no me importa. Como si es un pez espada. Es mi pez
espada y la apoyaré y defenderé donde y como sea, con todo lo que tenga
en mi mano y más”.

Ahí es nada. Cuántas cosas importantes pueden llegar a decirse en un par de


frases. No nos cabe duda de que la crudeza y dureza de esta frase pueda chirriar
a quienes, desde sus bases morales “progres” o “regres”, están demasiado
metidos-as en el “deber ser” o en cómo deberían ser las cosas.

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Sin embargo, en ocasiones como ésta, estimamos que rozaría lo insensato


pedir más a ese ámbito tan particular y exclusivo como es la familia en su gran
diversidad de formas. Su madre, en este caso, también quería entender y poder
explicar al resto lo que le sucedía a su hijo, o hija, pero tenía bien claro que
esperar a que llegara ese momento no era impedimento para lo demás.

Tal vez porque veía con sus propios ojos, en el día a día de la convivencia,
que Pepa era más feliz que Pepe. Que los obstáculos, claros y explícitos, que le
surgían a Pepa los vivía de manera diferente a los otros, silenciosos e invisibles,
que le surgían a Pepe.

Sin duda la situación de la madre, y por ende de Pepa, hubiera sido diferente
si entonces hubiera existido Chrysallis –Asociación de Familias de Menores
Transexuales– como existe ahora. Posiblemente fuera más llevadera. También si
hubieran existido otros recursos como existen ahora. Pero eran los tiempos que
eran y con eso había que apañarse.

Lo cual no hace sino confirmar que poco a poco se avanza y que dentro de
unos años las biografías de estos hombres y mujeres serán más tranquilas y
coherentes, con menos incidentes y atropellos.

Pepa siguió trabajando pero ya, como el resto, para (sobre)vivir. Dicho sea
de paso, por suerte no paró de ligar ni emparejarse por lo que, cuando salió
del circuito médico, no empezó de cero en los terrenos de las intimidades y
complicidades con el otro.

A Pepa le fue bastante bien. Todavía, por desgracia, otros y otras en similar
situación no pueden decir lo mismo. Nos gusta pensar que algo tuvimos que
ver y que en una pequeña parte contribuimos a que eso fuera así. De vez en
cuando nos llegan noticias de ella y de manera invariable su recuerdo.

Básicamente hicimos lo que nos toca y nos apasiona. Acompañamos a chicos


y chicas en situación de dificultad y hacemos lo posible para que les vaya algo
mejor. A eso nos dedicamos y, por eso, a ellos y ellas dedicamos este relato.

Entre Donosti y Madrid, mayo de 2014

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Un viaje de ida y vuelta

“MI PEZ ESPADA. Un viaje de ida y vuelta” es el segundo relato (pp. 31-39) del
libro colectivo #Edusohistorias: un viaje por la educación social. Coordinado
por el Equipo Educablog.

Autores:
Elena Aycart Carbajo
Educadora social. Coordinadora y educadora de un programa de intervención
socioeducativa en medio abierto en Gipuzkoa.
Email: aycart.elena@gmail.com

Samuel Díez Arrese


Sexólogo. Profesor de sexología en el Instituto de Sexología Incisex. Coautor del blog
“Sexología en redes sociales”.
Email: xamu74@hotmail.com

Ilustración: Anna Fonollosa

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